AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La joven del torreón (libre)
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La joven del torreón (libre)
Padre me envió hacia siete lunas a proteger el castillo de Artherian, el norte estaba sumido en una guerra abierta en la que el rey Randulf llevaba si duda la ventaja del que usa el miedo y la destrucción a su favor.
Seis lunas en el que la pequeña horda que me acompañaba y yo luchamos hasta la extenuación por proteger una piedra que contenía un gran poder para los druidas del templo, decían que podía controlar el elemento aire, si caía en manos de Randulf desataría tornados que asolarían sin necesidad de ejercito nuestras tierras mas de lo que ya lo hacían sus aberraciones creadas para el exterminio de los míos.
Logramos contenerlos, detener el ataque y malheridos fuimos acogidos en el castillo del Conde para recuperarnos antes de volver con la victoria hasta Akhershus, nuestra fortaleza.
Claro que algo me decía que allí se ocultaba algo mas que esa poderosa piedra, pues durante la gesta, soldados habían apostillados en la cara norte del palacio, como si lo que tuvieran allí oculto fuera mas valiosos que la misma piedra custodiada.
Recorrí fugazmente el pasillo rumbo al ala este del castillo, no me fue demasiado complicado esquivar a la poca guardia que tras la batalla todavía seguía bastante desorganizada.
En el castillo había un ambiente festivo, digno de la victoria de anoche. Jugué con las luces y sombras de las lámparas de aceite y antorchas del castillo, y tras esconderme en la oscuridad al encontrarme con distintas personas del personal de servicio, alcance el ala este.
Subí por unas empinadas escaleras de piedra en un sepulcral silencio. Una puerta recia de madera se abría ante mí. Di un paso para aproximarme a ella.
¡Mierda! Pensé volviendo a pegarme a la pared. Uno de los soldados del conde con una coraza y espada en mano, hacia guardia frente a ella dando ligeros paseos.
¿Que habría tras esa puerta? Me pregunté intrigado, debía ser valioso para que tras la victoria, esa zona siguiera férreamente custodiada.
Estaba claro que por esa puerta no podría entrar, al menos sin llamar la atención. Me deslicé escaleras abajo. Una ventana abierta, perfecto pensé. Apoyé mis pies sobre la base de ésta y con rapidez me deslice hasta una pequeña grieta en la piedra donde pude apoyar mi pie derecho, asiéndome fuertemente con las manos, conseguí encontrar otro pequeño saliente para poder seguir avanzando. Elevé la vista, en la zona alta había un ventanal, debía llegar hasta él, si mis cálculos no fallaban, éste debía dar a la zona interior del templo.
Respiré aliviado al encontrar una cornisa para relajar mis músculos, todavía me dolían muchísimo las heridas, lleve mi mano al hombro para moverlo mientras apretaba los dientes. Con el esfuerzo acababa de abrir la herida.
Bueno, había que seguir avanzando, así que volví a enganchar mis manos a pequeñas aperturas de las rocas y trepé de nuevo por la torre. Alargué mi mano y me enganché a un barrote de la ventana.
Era extraño, un ventanal con barrotes en una zona tan elevada, cada vez me sentía más intrigado por aquello que podía encontrar en el interior de aquel lugar.
Por aquí tampoco podría entrar, gire la cabeza a la derecha allí había un pequeño descansillo, así que avance hacia allí.
Apoyé mis pies de nuevo aflojando la tensión de mi cuerpo. Fijé mi atención en una pequeña claraboya que había incrustada en el descansillo y que permitía iluminar con luz natural la estancia durante el día.
Me asomé a través del pequeño cristal, daba a una sala de tamaño medio, con las paredes cubiertas de estanterías, donde alojaban una gran cantidad de libros y papiros de diferentes tamaños y colores. En el centro de la sala, una pequeña mesa y una silla, cuidadosamente talladas con finas filigranas. Sobre la mesa, había un libro abierto y un candelabro de plata con una vela bastante consumida en el, se encontraba apagada.
Forcejeé con mis manos hasta que la claraboya cedió, la aparté silenciosamente y busqué con la mirada algo cercano que me pudiera servir para deslizarme por ella, de pronto, mi vista se detuvo en uno de los grandes estandartes de los que pendían las banderas del reino, que debido a la fiesta, ocupaban gran parte de los tejados y balconadas del castillo. Alcancé uno de los mástiles más cercanos y lo rompí por la mitad, cogí la cuerda que servía para izar la bandera y un trozo del mástil que acababa de romper, de tal tamaño, que no pasara por la boca de la claraboya, le até la cuerda y la arrojé por el hueco del tragaluz, así que me deslicé cuerda abajo hasta introducirme en la sala.
El suelo era de madera, que rechinaba suavemente a cada uno de mis pasos, me acerqué a la pequeña mesa donde reposaba el libro, le eche un rápido vistazo, no tenia ilustraciones, escrito en un pulcro nordico, hablaba sobre los bosques.
La sala estaba ordenada y muy limpia, caminé despacio hacia la puerta. No oía ruido alguno al otro lado, así que la abrí cuidadosamente, tras asomarme y descubrir que nadie hacía guardia al otro lado de ella, salí de allí, caminé por un pasillo iluminado tenuemente por varias lamparillas de aceite hasta una sala mucho más grande. Sin lugar a dudas el comedor. La mesa estaba puesta, había gran cantidad de bandejas de fruta, de distintos tipos. Pescado y carne, pensé que hay había comida para un regimiento, sin embargo solo había un pequeño plato sobre la mesa, y una silla apartada ligeramente. Sobre el plato, las raspas de uno de los pescados y las cascaras de una manzana verde. El resto de la sala era acogedora, una chimenea calentaba la estancia y arrojaba una cálida iluminación ámbar sobre las paredes decoradas por distintos lienzos de hermosos bosques. Un ventanal permitía la entrada de la luz de la luna, aunque me sorprendió lo sumamente elevado que estaba, nadie de una altura normal podría mirar a su través.
Además unas rejas negras lo protegían de que entraran fisgones, así como yo.
Estaba claro que allí había alguien, alguien que leía sobre bosques y que comía solo, ¿pero quién?
Volví a salir de la sala, y continúe pasillo abajo. El sonido de un objeto golpeando el suelo llamó mi atención venía de la segunda puerta del pasillo, así que me acerque allí despacio, y tras descolgar el arco de mi espalda, abrí la puerta de golpe.
Era un dormitorio, tras una cama de barrotes blancos e iluminada por la penumbra de una lámpara de aceite, vi una figura pequeña, que trataba de esconderse temerosa.
-Hola –dije en voz baja mientras volvía a guardar el arco.
Pero aquella figura no se movió ni emitió sonido alguno parecía terriblemente asustada.
Di un paso hacia la cama. La figura se apretó contra la pared incapaz de encontrar lugar donde esconderse, enseguida sentí una profunda tristeza por aquel ser, parecía un animal salvaje e indefenso tratando de huir de su depredador.
-No te voy a hacer daño –le dije, sabía que me comprendía, al menos si era ella quien leía aquel libro.
Oí como sollozaba nerviosa, seguí caminado lentamente hacia ella, pronto pude observar una madeja de pelo que cubría el rostro de una chica y un cepillo de pelo caído en el suelo junto a ella. Apretaba con fuerza sus brazos alrededor de sus piernas, tratando de esconder su rostro también tras ellas, creo que hubiera dado lo que fuera por desaparecer en ese momento.
Seis lunas en el que la pequeña horda que me acompañaba y yo luchamos hasta la extenuación por proteger una piedra que contenía un gran poder para los druidas del templo, decían que podía controlar el elemento aire, si caía en manos de Randulf desataría tornados que asolarían sin necesidad de ejercito nuestras tierras mas de lo que ya lo hacían sus aberraciones creadas para el exterminio de los míos.
Logramos contenerlos, detener el ataque y malheridos fuimos acogidos en el castillo del Conde para recuperarnos antes de volver con la victoria hasta Akhershus, nuestra fortaleza.
Claro que algo me decía que allí se ocultaba algo mas que esa poderosa piedra, pues durante la gesta, soldados habían apostillados en la cara norte del palacio, como si lo que tuvieran allí oculto fuera mas valiosos que la misma piedra custodiada.
Recorrí fugazmente el pasillo rumbo al ala este del castillo, no me fue demasiado complicado esquivar a la poca guardia que tras la batalla todavía seguía bastante desorganizada.
En el castillo había un ambiente festivo, digno de la victoria de anoche. Jugué con las luces y sombras de las lámparas de aceite y antorchas del castillo, y tras esconderme en la oscuridad al encontrarme con distintas personas del personal de servicio, alcance el ala este.
Subí por unas empinadas escaleras de piedra en un sepulcral silencio. Una puerta recia de madera se abría ante mí. Di un paso para aproximarme a ella.
¡Mierda! Pensé volviendo a pegarme a la pared. Uno de los soldados del conde con una coraza y espada en mano, hacia guardia frente a ella dando ligeros paseos.
¿Que habría tras esa puerta? Me pregunté intrigado, debía ser valioso para que tras la victoria, esa zona siguiera férreamente custodiada.
Estaba claro que por esa puerta no podría entrar, al menos sin llamar la atención. Me deslicé escaleras abajo. Una ventana abierta, perfecto pensé. Apoyé mis pies sobre la base de ésta y con rapidez me deslice hasta una pequeña grieta en la piedra donde pude apoyar mi pie derecho, asiéndome fuertemente con las manos, conseguí encontrar otro pequeño saliente para poder seguir avanzando. Elevé la vista, en la zona alta había un ventanal, debía llegar hasta él, si mis cálculos no fallaban, éste debía dar a la zona interior del templo.
Respiré aliviado al encontrar una cornisa para relajar mis músculos, todavía me dolían muchísimo las heridas, lleve mi mano al hombro para moverlo mientras apretaba los dientes. Con el esfuerzo acababa de abrir la herida.
Bueno, había que seguir avanzando, así que volví a enganchar mis manos a pequeñas aperturas de las rocas y trepé de nuevo por la torre. Alargué mi mano y me enganché a un barrote de la ventana.
Era extraño, un ventanal con barrotes en una zona tan elevada, cada vez me sentía más intrigado por aquello que podía encontrar en el interior de aquel lugar.
Por aquí tampoco podría entrar, gire la cabeza a la derecha allí había un pequeño descansillo, así que avance hacia allí.
Apoyé mis pies de nuevo aflojando la tensión de mi cuerpo. Fijé mi atención en una pequeña claraboya que había incrustada en el descansillo y que permitía iluminar con luz natural la estancia durante el día.
Me asomé a través del pequeño cristal, daba a una sala de tamaño medio, con las paredes cubiertas de estanterías, donde alojaban una gran cantidad de libros y papiros de diferentes tamaños y colores. En el centro de la sala, una pequeña mesa y una silla, cuidadosamente talladas con finas filigranas. Sobre la mesa, había un libro abierto y un candelabro de plata con una vela bastante consumida en el, se encontraba apagada.
Forcejeé con mis manos hasta que la claraboya cedió, la aparté silenciosamente y busqué con la mirada algo cercano que me pudiera servir para deslizarme por ella, de pronto, mi vista se detuvo en uno de los grandes estandartes de los que pendían las banderas del reino, que debido a la fiesta, ocupaban gran parte de los tejados y balconadas del castillo. Alcancé uno de los mástiles más cercanos y lo rompí por la mitad, cogí la cuerda que servía para izar la bandera y un trozo del mástil que acababa de romper, de tal tamaño, que no pasara por la boca de la claraboya, le até la cuerda y la arrojé por el hueco del tragaluz, así que me deslicé cuerda abajo hasta introducirme en la sala.
El suelo era de madera, que rechinaba suavemente a cada uno de mis pasos, me acerqué a la pequeña mesa donde reposaba el libro, le eche un rápido vistazo, no tenia ilustraciones, escrito en un pulcro nordico, hablaba sobre los bosques.
La sala estaba ordenada y muy limpia, caminé despacio hacia la puerta. No oía ruido alguno al otro lado, así que la abrí cuidadosamente, tras asomarme y descubrir que nadie hacía guardia al otro lado de ella, salí de allí, caminé por un pasillo iluminado tenuemente por varias lamparillas de aceite hasta una sala mucho más grande. Sin lugar a dudas el comedor. La mesa estaba puesta, había gran cantidad de bandejas de fruta, de distintos tipos. Pescado y carne, pensé que hay había comida para un regimiento, sin embargo solo había un pequeño plato sobre la mesa, y una silla apartada ligeramente. Sobre el plato, las raspas de uno de los pescados y las cascaras de una manzana verde. El resto de la sala era acogedora, una chimenea calentaba la estancia y arrojaba una cálida iluminación ámbar sobre las paredes decoradas por distintos lienzos de hermosos bosques. Un ventanal permitía la entrada de la luz de la luna, aunque me sorprendió lo sumamente elevado que estaba, nadie de una altura normal podría mirar a su través.
Además unas rejas negras lo protegían de que entraran fisgones, así como yo.
Estaba claro que allí había alguien, alguien que leía sobre bosques y que comía solo, ¿pero quién?
Volví a salir de la sala, y continúe pasillo abajo. El sonido de un objeto golpeando el suelo llamó mi atención venía de la segunda puerta del pasillo, así que me acerque allí despacio, y tras descolgar el arco de mi espalda, abrí la puerta de golpe.
Era un dormitorio, tras una cama de barrotes blancos e iluminada por la penumbra de una lámpara de aceite, vi una figura pequeña, que trataba de esconderse temerosa.
-Hola –dije en voz baja mientras volvía a guardar el arco.
Pero aquella figura no se movió ni emitió sonido alguno parecía terriblemente asustada.
Di un paso hacia la cama. La figura se apretó contra la pared incapaz de encontrar lugar donde esconderse, enseguida sentí una profunda tristeza por aquel ser, parecía un animal salvaje e indefenso tratando de huir de su depredador.
-No te voy a hacer daño –le dije, sabía que me comprendía, al menos si era ella quien leía aquel libro.
Oí como sollozaba nerviosa, seguí caminado lentamente hacia ella, pronto pude observar una madeja de pelo que cubría el rostro de una chica y un cepillo de pelo caído en el suelo junto a ella. Apretaba con fuerza sus brazos alrededor de sus piernas, tratando de esconder su rostro también tras ellas, creo que hubiera dado lo que fuera por desaparecer en ese momento.
Drittsekk- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: La joven del torreón (libre)
El castillo de Artherian habría de ser mi maldición, al menos hasta que despertase del hechizo.
No hay nada peor que un hombre inseguro a menos que te topes con uno traicionero. Conocí al conde Magnus ocho meses atrás, en una fiesta en la que corría el vino, la cerveza, el fuego y la algarabía del baile en medio de la música. Una cosa dio pie a la otra, nos miramos por encima de la mesa del banquete y bastó aquello para que pasásemos la noche juntos. Poco importaba que estuviera casado, qué puedo decir, nunca he sido una santa, y además hay pasiones que se te adhieren a la piel, se te cuelan en los poros, y que no puedes evitar liberar en los encuentros furtivos que avivan las ansias y hacen culminar las largas esperas.
Los vientos de invierno soplaban con fuerza y ambos nos proporcionábamos calor, al menos eso me decía él, a pesar de mi piel fría, nunca le prestó atención a ello. Algunas noches escuché algunas conversaciones, algo acerca de una piedra que era custodiada y que podría manejar los vientos inhóspitos. El conde los usaba a su favor, mantenían a Artherian protegido en contra de las fuerzas del rey del norte. Magnus era de temer, era respetado por sus hombres y obedecido por los druidas. Las legiones que invadían el castillo se veían obligadas a replegarse victimas de las terribles ventiscas que les azotaban haciéndoles caer.
¿El mayor defecto del conde? Sus ardientes celos. A menudo me recriminaba el encontrarme conversando alegremente con un vikingo, que bailara con otros… A veces sentía que me asfixiaba, nuestras discusiones eran acaloradas pero al final terminaba comprendiendo que sus celos eran infundados. La realidad es que nunca le fui infiel.
En medio de nuestras rencillas y reconciliaciones algo extraño comenzó a suceder, la piedra no parecía responder a los mandatos druidas como lo había hecho anteriormente por lo que estos sospecharon de la intervención de magia negra. Muchos hombres comenzaron a caer, las hordas del rey se volvían más audaces, se acercaban y amenazaban con sitiar el castillo.
Una trampa me fue tendida, en la noche llegaron a mi habitación acusándome de traición. La piedra había sido colocada sobre mi lecho y un hombre muerto yacía a mi lado. Mi mente era una maraña, me había encontrado en un sueño anormalmente profundo. Se me acusó de ser una bestia de la noche, una abominación, y se me mantuvo a raya bajo la influencia de poderosa magia.
Él no me escuchó, me encerraron y me mantuvieron inmersa en un sueño mágico, que despertó mis peores pesadillas. Perdida en la irrealidad me veía enterrada viva otra vez. Ella vino a verme, su esposa, era algo antiguo, más que una bruja, además de una espia de Randulf. No le convenía que yo estuviera en la vida del conde, no si habían de acabar con el castillo desde adentro.
Mi sangre la usaron para magnificar las habilidades de los soldados, me perdí en mis demonios del pasado. Me mantuvieron tras las puertas selladas, vigilada las veinticuatro horas. Mi mente se convirtió en mi infierno. Sangre, fuego, tierra, en mis pesadillas volvía a ser ese monstruo que alguna vez fui.
A veces tenía momentos de mediana lucidez y volvía a leer los libros sobre los bosques que me recordaban mi antiguo hogar. Magnus había mandado a empapelar todo con lienzos alusivos a ese tema, creo ahora que debió haber sido él.
Sólo saliendo de ese encierro podría liberarme del hechizo que mantenía presa mi mente, ¿pero cómo hacerlo cuando veía los demonios a mi alrededor? Me mecía en el suelo, ajena a todo, hasta que después de muchas lunas aquel -hola- llego a mis oídos…
Lo escuché como si fuera el murmullo de aguas lejanas, ajena a su presencia, a sus pasos a mi alrededor. Me mecí más, inmersa en mi tormento, quería que se fuera. -*Maðr er moldar auki, mikil er græip á hauki. Maðr er moldar auki, mikil er græip á hauki. Maðr er moldar auki, mikil er græip á hauki.- Mis labios lo repetían una y otra vez, una y otra vez.
*El hombre es un aumento del polvo, grande es la garra del halcón.
Última edición por Liv Nordström el Dom Sep 10, 2017 12:33 am, editado 1 vez
Liv Nordström- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/10/2013
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La joven del torreón (libre)
Pero aquella figura no se movió ni emitió sonido alguno parecía terriblemente asustada, mas bien ida por las palabras que en un perfecto nórdico escaparon de sus labios.
Di un paso hacia la cama. La figura se apretó contra la pared incapaz de encontrar lugar donde esconderse, enseguida sentí una profunda tristeza por aquel ser, parecía un animal salvaje e indefenso tratando de huir de su depredador.
-No te voy a hacer daño –le dije en nuestra lengua natal, sabía que me comprendía.
Oí como gruñia nerviosa, seguí caminado lentamente hacia ella, pronto pude observar una madeja de pelo blanco que cubría el rostro de una chica y un cepillo de pelo caído en el suelo junto a ella. Apretaba con fuerza sus brazos alrededor de sus piernas, tratando de esconder su rostro también tras ellas, creo que hubiera dado lo que fuera por desaparecer en ese momento.
-No te hare daño –repetí con dulzura.
Alzó ligeramente la cara asomando sus ojos tras las piernas.
Tras aquella mata de pelo unos inmensos y profundos ojos pardos trataban de encontrar los míos entre las sombras de mi capucha.
Di un respingo, esos ojos adquirían tintes rojizos, me sentí confundido, no era la primera vez que los veía, sabía lo que era, un vampiro, tendría que andarme con cuidado, puede que pese a su delicada apariencia la mantuvieran presa porque era un peligro.
Bajé la capucha de mi capa en señal de confianza.
Sus ojos se abrieron mas si cabía al ver mi rostro, por un momento parecía haber olvidado el miedo, y lo poco que podía ver de su cara mostraba un enorme desconcierto.
Alzo la vista completamente y su pelo cayó grácilmente a ambos lados de la cara, nos observamos detenidamente, incapaces de articular palabra.
-Soy Drittsekk –acerté a decir- no le hare daño.
La joven se puso en pie con delicados movimientos. Su cuerpo lo cubría un largo camisón blanco y su pelo liso caía salvaje hasta casi la cintura. Dio un paso tras otro con sus pies descalzos sobre la madera, rodeando la cama desecha, parecía nerviosa, muy nerviosa y confundida, extremadamente confundida.
Nos observamos en silencio unos minutos, como si en ese silencio pudiéramos encontrar las respuestas a las preguntas no formuladas.
-¿por que estas presa? -pregunté finalmente.
Unos pasos por el pasillo centraron nuestra atención. Me deslice con rapidez debajo de la cama, justo a la vez que aquellos pasos se detuvieron frente a la puerta.
Los nudillos de alguien golpearon la puerta de la cámara.
-Señorita le traigo la sangre, espero que todo haya sido de su agrado –dijo una voz ronca.-Que tenga una buena noche.
La puerta se cerró, y los pasos se alejaron de nuevo. Salí con rapidez de debajo de su cama, ella me miró de inmediato, nerviosa.
-Tengo que sacarte de aquí -dije sin mas -a nadie se le debería privar de libertad si no es un asesino. ¿lo eres? ¿eres fiel a Randulf?
Se acercó al armario y lo abrió con delicadeza, de allí sacó un hermoso vestido de color rojizo, con un corsé granate, y unos zapatos a juego.
Di un paso hacia la cama. La figura se apretó contra la pared incapaz de encontrar lugar donde esconderse, enseguida sentí una profunda tristeza por aquel ser, parecía un animal salvaje e indefenso tratando de huir de su depredador.
-No te voy a hacer daño –le dije en nuestra lengua natal, sabía que me comprendía.
Oí como gruñia nerviosa, seguí caminado lentamente hacia ella, pronto pude observar una madeja de pelo blanco que cubría el rostro de una chica y un cepillo de pelo caído en el suelo junto a ella. Apretaba con fuerza sus brazos alrededor de sus piernas, tratando de esconder su rostro también tras ellas, creo que hubiera dado lo que fuera por desaparecer en ese momento.
-No te hare daño –repetí con dulzura.
Alzó ligeramente la cara asomando sus ojos tras las piernas.
Tras aquella mata de pelo unos inmensos y profundos ojos pardos trataban de encontrar los míos entre las sombras de mi capucha.
Di un respingo, esos ojos adquirían tintes rojizos, me sentí confundido, no era la primera vez que los veía, sabía lo que era, un vampiro, tendría que andarme con cuidado, puede que pese a su delicada apariencia la mantuvieran presa porque era un peligro.
Bajé la capucha de mi capa en señal de confianza.
Sus ojos se abrieron mas si cabía al ver mi rostro, por un momento parecía haber olvidado el miedo, y lo poco que podía ver de su cara mostraba un enorme desconcierto.
Alzo la vista completamente y su pelo cayó grácilmente a ambos lados de la cara, nos observamos detenidamente, incapaces de articular palabra.
-Soy Drittsekk –acerté a decir- no le hare daño.
La joven se puso en pie con delicados movimientos. Su cuerpo lo cubría un largo camisón blanco y su pelo liso caía salvaje hasta casi la cintura. Dio un paso tras otro con sus pies descalzos sobre la madera, rodeando la cama desecha, parecía nerviosa, muy nerviosa y confundida, extremadamente confundida.
Nos observamos en silencio unos minutos, como si en ese silencio pudiéramos encontrar las respuestas a las preguntas no formuladas.
-¿por que estas presa? -pregunté finalmente.
Unos pasos por el pasillo centraron nuestra atención. Me deslice con rapidez debajo de la cama, justo a la vez que aquellos pasos se detuvieron frente a la puerta.
Los nudillos de alguien golpearon la puerta de la cámara.
-Señorita le traigo la sangre, espero que todo haya sido de su agrado –dijo una voz ronca.-Que tenga una buena noche.
La puerta se cerró, y los pasos se alejaron de nuevo. Salí con rapidez de debajo de su cama, ella me miró de inmediato, nerviosa.
-Tengo que sacarte de aquí -dije sin mas -a nadie se le debería privar de libertad si no es un asesino. ¿lo eres? ¿eres fiel a Randulf?
Se acercó al armario y lo abrió con delicadeza, de allí sacó un hermoso vestido de color rojizo, con un corsé granate, y unos zapatos a juego.
Drittsekk- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: La joven del torreón (libre)
Me mecí una y otra vez con las manos abrazadas a mis rodillas, seguía repitiendo esas palabras, eran mi escudo, mi manera de espantar a los demonios. Las bestias se erguían en dos patas, se comunicaban con aullidos y con voces sibilinas que me carcomían la mente. -Acabemos con la hija de Eirik.- decía uno de ellos. -No, no, acabar con ella no, torturar… eternizar.- Me agarraban de las piernas y brazos y yo me resistía. No, no, no, no. Me llevaban de nuevo hacia allá, mis ojos se abrían como platos, podía ver el hoyo en la tierra. No, no, no. Me debatía ferozmente, no iba a permitir que la tierra cayera sobre mi. La tierra no, ¡NO! El pánico se había apoderado de mi, el pavor abismal. Las bestias se reían mientras continuaban arrastrándome.
En la habitación me llevé las manos al cuello, sentía que me ahogaba. ¡No, no, no, no! grité desde lo más profundo de mi garganta, excepto que no gritaba, las palabras no salían de mi boca. Ellos me balanceaban para lanzarme al hoyo.¡NOOOOOOOO! Las alucinaciones no cesaban, atormentaban mi mente con retazos de pesadillas y recuerdos en los cuales no distinguía lo real de lo que no lo era.
En la habitación me llevé las manos al cuello, sentía que me ahogaba. ¡No, no, no, no! grité desde lo más profundo de mi garganta, excepto que no gritaba, las palabras no salían de mi boca. Ellos me balanceaban para lanzarme al hoyo.¡NOOOOOOOO! Las alucinaciones no cesaban, atormentaban mi mente con retazos de pesadillas y recuerdos en los cuales no distinguía lo real de lo que no lo era.
-Maðr er moldar auki, mikil er græip á hauki. Maðr er moldar auki, mikil er græip á hauki. Maðr er moldar auki, mikil er græip á hauki.- Miré a mi alrededor en la habitación inquieta. -No te hare daño – No escuché aquello, solo vi a un hombre con una capucha. Ahora estaba de pie en tierras conocidas, el viento de invierno mecía los árboles alrededor de la cabaña. Nevaba y yo veía otra figura encapuchada que se acercaba, figura de antaño, figura que se entremezclaba con aquel frío y las memorias entretejidas en un milenio. ¿Por qué me has traído la muerte roja?
Abandoné esa visión y la figura ya no era aquella, era otro encapuchado, mis ojos se tornaron grandes al mirarlo en un instante en el que mi mente se volvía algo más lúcida. Creo que estaba en una habitación, Magnus, Magnus me puso allí. No me ha dado la oportunidad de defenderme… me miró con el cádaver a un lado mio y lo había creído, lo creyó. Sentí una punzada en el corazón, profunda, lacerante al pensar en él, me sumergí en una tristeza infinita. ¿Dónde estaba él?
-Soy Drittsekk… no le haré daño.- Miré hacia el encapuchado, se había descubierto el rostro pero yo no lo veía como si estuviera realmente presente, si no como si fuera parte de otro sueño. Sostuve su mirada en prolongado silencio, esos ojos oscuros y aún muy jóvenes me miraban sorprendidos mientras la intensidad de la mia se mantenía en ella, alguna vez vi el mundo con esa misma mirada.
Me puse de pie y comencé a caminar alrededor de esa habitación. Alguien tocó la puerta antes de entrar. Mi corazón sangraba, me daba igual la sangre que me traía. Al rato se marchó y él salió de debajo de la cama.
Me puse de pie y comencé a caminar alrededor de esa habitación. Alguien tocó la puerta antes de entrar. Mi corazón sangraba, me daba igual la sangre que me traía. Al rato se marchó y él salió de debajo de la cama.
Negué con la cabeza cuando mencionó a Randulf… odiaba ese sonido, la manera en que las letras eran pronunciadas… Randul… Randulf… los vientos que solían soplar alrededor de este castillo habían cesado y era ella, por causa de él... de su obra. -Está todo demasiado quieto, silencioso… el silencio es un mal presagio, acarrea la muerte.-
Fui hacia el ropero y saqué el vestido rojo, mis dedos recorrieron suavemente la tela. Debería ponérmelo, debería ir… ir con él, como esa noche cuando nos reencontramos tras vernos por primera vez. Bajé las mangas del camisón descubriendo mis hombros, solté una a una las delgadas tiras que le ceñían a mi sobre mi pecho y dejé que cayera a un lado sobre el suelo. Mi larga cabellera del mismo color de aquella nieve fue lo único que cubrió mi delgada figura.
Me coloqué el vestido, era suave, de un color dulce y apasionado como pétalos de rosas rojas. -Rosas rojas… si vas a regalarme algo, regálame una rosa roja.- dije en voz alta. -Recuérdalo… cuando pienses en mi.-
Reparé en la presencia de ese rostro joven en la habitación y ladeé el rostro. ¿De dónde había salido? Lo miré largamente sin parpadear. Giré y alcé el corse para amoldarlo a mi cuerpo, tirando de sus cintas. -No hay viento, se ha retirado. Yo no fui la causante. La piedra, la piedra, no he sido yo.- Los vientos se habían marchado, el castillo caería, no importaba la calma actual. Detuve mis movimientos, frente a mis ojos los demonios volvían.
-Enterrémosla!-
-Si, si, si, ¡rompámosla! ¡dañémosla!-
-Enterrémosla!-
-Si, si, si, ¡rompámosla! ¡dañémosla!-
Liv Nordström- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 14/10/2013
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Re: La joven del torreón (libre)
-La esperaré fuera, en la biblioteca.
Ella asintió sin mas, sus palabras eran extrañas, como las de una perturbada, no podía culpara, nadie nace para ser preso.
Tras recorrer el pasillo, llegué a la biblioteca y acercándome a la cuerda, comprobé de un tirón seco que aguantaría nuestro peso sin problemas.
-Estoy lista –oí la melodiosa voz de la doncella de blancos cabellos a mi espalda.
Al girarme me quede boquiabierto, la belleza de aquella mujer competía con la de las más hermosas diosas de la antigüedad.
Sus labios casi del mismo tono que el vestido mostraban una dulce sonrisa, mientras sus ojos llenos de una excitante locura por el futuro inminente se clavaba vivazmente en los míos. Su rostro mostraba una mezcla de miedo e inquietud, que contrastaba con aquella frialdad que en ella se extendía.
Se acerco a mí lentamente con sus armoniosos movimientos, y posó su mano en la cuerda sobre la mía.
-Treparé, una vez arriba, atesé la cuerda a la cintura y la subiré.
Ella asintió apartándose lentamente para darme espacio.
Me encaramé con rapidez por la maroma, y pronto, alcancé el tejado, esperé a que la dama se la anudara y una vez me avisó, tiré de ella con suavidad, hasta que alcanzó mi posición.
-¿Bien? –le pregunté al verla alzar la mirada mientras recogía la cuerda.
-Si –contestó suavemente
-No mire hacia abajo –apremié a pedirle- Señorita, lo más complicado será llegar a la ventana, a partir de ahí nos deslizaremos juntos hasta la de abajo.
Dejé la seguridad de la cornisa y me enganché a los distintos huecos de las piedras camino al ventanal.
-Confié en mi –le pedí clavando mis ojos en los suyos y tendiéndole la mano.
La dama se aferró a ella con fuerza y colocó el pie donde le indiqué, así fue avanzando despacio tras de mí por los distintos salientes, hasta que ambos llegamos a las rejas del ventanal.
Até la soga a una de las rejas y con el otro extremo rodee mi cintura.
-Nos deslizaremos por la fachada del castillo –le dije con una sonrisa- será sencillo. Me permite… –le pedí acercando mi brazo a su cintura.
Esta asintió, era bastante silenciosa, excepto por ciertas frases que repetía sin parar y que esperaba me alcanzara con calma a explicar.
Pegue su cuerpo al mío, su pelo olía flores salvajes, era un olor extremadamente agradable.
-Cójase fuerte a mi cuello con ambos brazos, por favor
Ella alargo los brazos y centrando su mirada en la mía los apoyo suavemente sobre mi cuello, sus mejillas se tiñeron de rojo.
-No la dejaré caer –dije lanzándome al vació.
Sus brazos se engancharon con fuerza, a la vez que fundía su cuerpo con el mío.
Apoyé los pies en las piedras de la pared del castillo, mientras iba soltando cuerda, y me deslizaba salto a salto por ella, hasta finalmente alcanzar el otro ventanal.
Coloqué los pies con firmeza en la base de éste.
-Ya hemos llegado –susurré en su oído.
La peliblanca me soltó, me quite la capa y se la coloqué por los hombros.
-Cúbrase, por favor, no deben de reconocerla.
Me asomé a la ventana, en el interior del castillo todavía se oía la música, parecían los últimos coletazos de la celebración.
-¡Vamos! –le indiqué al ver el pasillo vació.
Ambos entramos en el interior, corrimos todo lo rápido que los zapatos de la doncella le permitieron por el largo pasillo.
Dos humanos vestidos de gala aparecieron a nuestro paso, iban un tanto bebidos a juzgar por el balanceo de sus cuerpos y aquellas risas absurdas, al verme me saludaron.
Les devolví el saludo de forma cortés pero rápida y cogiendo la mano de la dama tiré de ella con premura para seguir recorriendo el pasillo hasta alcanzar la habitación donde me habían alojado.
Ella asintió sin mas, sus palabras eran extrañas, como las de una perturbada, no podía culpara, nadie nace para ser preso.
Tras recorrer el pasillo, llegué a la biblioteca y acercándome a la cuerda, comprobé de un tirón seco que aguantaría nuestro peso sin problemas.
-Estoy lista –oí la melodiosa voz de la doncella de blancos cabellos a mi espalda.
Al girarme me quede boquiabierto, la belleza de aquella mujer competía con la de las más hermosas diosas de la antigüedad.
Sus labios casi del mismo tono que el vestido mostraban una dulce sonrisa, mientras sus ojos llenos de una excitante locura por el futuro inminente se clavaba vivazmente en los míos. Su rostro mostraba una mezcla de miedo e inquietud, que contrastaba con aquella frialdad que en ella se extendía.
Se acerco a mí lentamente con sus armoniosos movimientos, y posó su mano en la cuerda sobre la mía.
-Treparé, una vez arriba, atesé la cuerda a la cintura y la subiré.
Ella asintió apartándose lentamente para darme espacio.
Me encaramé con rapidez por la maroma, y pronto, alcancé el tejado, esperé a que la dama se la anudara y una vez me avisó, tiré de ella con suavidad, hasta que alcanzó mi posición.
-¿Bien? –le pregunté al verla alzar la mirada mientras recogía la cuerda.
-Si –contestó suavemente
-No mire hacia abajo –apremié a pedirle- Señorita, lo más complicado será llegar a la ventana, a partir de ahí nos deslizaremos juntos hasta la de abajo.
Dejé la seguridad de la cornisa y me enganché a los distintos huecos de las piedras camino al ventanal.
-Confié en mi –le pedí clavando mis ojos en los suyos y tendiéndole la mano.
La dama se aferró a ella con fuerza y colocó el pie donde le indiqué, así fue avanzando despacio tras de mí por los distintos salientes, hasta que ambos llegamos a las rejas del ventanal.
Até la soga a una de las rejas y con el otro extremo rodee mi cintura.
-Nos deslizaremos por la fachada del castillo –le dije con una sonrisa- será sencillo. Me permite… –le pedí acercando mi brazo a su cintura.
Esta asintió, era bastante silenciosa, excepto por ciertas frases que repetía sin parar y que esperaba me alcanzara con calma a explicar.
Pegue su cuerpo al mío, su pelo olía flores salvajes, era un olor extremadamente agradable.
-Cójase fuerte a mi cuello con ambos brazos, por favor
Ella alargo los brazos y centrando su mirada en la mía los apoyo suavemente sobre mi cuello, sus mejillas se tiñeron de rojo.
-No la dejaré caer –dije lanzándome al vació.
Sus brazos se engancharon con fuerza, a la vez que fundía su cuerpo con el mío.
Apoyé los pies en las piedras de la pared del castillo, mientras iba soltando cuerda, y me deslizaba salto a salto por ella, hasta finalmente alcanzar el otro ventanal.
Coloqué los pies con firmeza en la base de éste.
-Ya hemos llegado –susurré en su oído.
La peliblanca me soltó, me quite la capa y se la coloqué por los hombros.
-Cúbrase, por favor, no deben de reconocerla.
Me asomé a la ventana, en el interior del castillo todavía se oía la música, parecían los últimos coletazos de la celebración.
-¡Vamos! –le indiqué al ver el pasillo vació.
Ambos entramos en el interior, corrimos todo lo rápido que los zapatos de la doncella le permitieron por el largo pasillo.
Dos humanos vestidos de gala aparecieron a nuestro paso, iban un tanto bebidos a juzgar por el balanceo de sus cuerpos y aquellas risas absurdas, al verme me saludaron.
Les devolví el saludo de forma cortés pero rápida y cogiendo la mano de la dama tiré de ella con premura para seguir recorriendo el pasillo hasta alcanzar la habitación donde me habían alojado.
Drittsekk- Humano Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
-Tirémosla a la fosa!-
-Uno …- la risa se expandía a mi alrededor, como si se tratara de cientos de abominables hienas, te llegaba a los huesos, te carcomía helando la sangre. Otra vez intenté huir, forcejeando desesperadamente con ellos… -dos…-
Iban a enterrarme, veía las palas ya listas. Otra vez el grito, el grito que no salía, y ahora estaba en otro lugar, en un lugar santo, ladeé mi rostro y me acerqué a uno de esos hombres que como único ornamento cargaba un collar con una cruz y una sotana café. Me miraba beatífico, susurrando una plegaria, tenía un rostro parecido a esos que veía en los vitrales con las alas blancas desplegadas. Parpadeé y estaba tendido en el suelo, le habían arrancado las alas. Yo, el monstruo lo había hecho. Me vi a mi misma con la boca ensangrentada, los ojos rojos de la bestia… yo en un baño de sangre, ahora lloraba con él en mis brazos por lo que le había hecho. ¿Cómo pude?
Parpadeé de nuevo y estaba en una biblioteca, había un joven de pelo negro como el ébano y ojos rasgados que me miraban con sorpresa. Algo me decía, que me sacaría de allí. Mi mente bajo el influjo del hechizo no alcanzaba a discernir si era real o no. ¿Sacarme de allí? No podíamos salir de aquí… era peligroso, pero de todas formas el castillo caería, caería. -El castillo caerá, ella… ella lo separó de mi...- Vi el cuerpo a mi lado y negué con la cabeza. -Ya no soy ese monstruo.-
El joven trepó al techo y yo me deslicé hacia arriba con esa soga en mi cintura y luego pisando los salientes. Me invadía la excitación, saldría del encierro. ¿Del encierro? Miré hacia los lados, estaba caminando a lo largo de la pared. Apreté los dientes al ver aquello, por un momento estaba con él… su capucha… sus ojos rojos como el fuego, esa imagen se desvaneció y ahora éramos muy jóvenes y corría en la nieve buscándolo.
-Sól er landa ljóme, lúti ek helgum dóme. Sól er landa ljóme, lúti ek helgum dóme. Sól er landa ljóme, lúti ek helgum dóme. – repetí dándome cuenta de donde estaba al ver el vacío bajo mis pies, moviéndolos con agilidad hasta alcanzar las rejas.
Otra vez el joven de los pozos negros. me miraba diciendo que podía confiar en él. Asentí echándole los brazos alrededor del cuello y cerrando los ojos con fuerza, aferrándome a él antes de que iniciara los saltos por la fachada. Se sentía bien, como si pudiera confiar en él. Nada más lo sentía a él y al viento nocturno.
Finalmente entramos por una ventana, cubrió mi blanco cabello con la capucha y nos topamos con un par… un par de invitados, no de… de licántropos. Mantuve la vista baja, los oía reír en mi oído de nuevo. -¿Qué hace la hija de Eirik aquí?- -¿Dónde? ¿Dónde está?- -¡Por allá!- Se marchaban en la dirección opuesta y ahora corría por el pasillo, huía de ellos.
Llegamos a una habitación, alguien más cerró la puerta detrás de mi. Otro encierro, caminé de un lado al otro de la habitación. -Ella, ella, fue ella.- Ráfagas del pasado frente a mis ojos. Me detuve frente a él y lo contemplé en silencio, oh, allí estaba aún, observé sus pozos negros, vivaces, llenos de fuego. -Eres tan joven.-
Caminé y miré hacia el exterior por la ventana. No había aire nocturno que meciera las ramas de los árboles… me detuve a contemplarlos. -Hace tanto que no puedo salir… El viento ha cesado, el castillo caerá.- De repente me sobresalté. -Magnus…- Me llevé la mano al corazón antes de dejarme caer en una silla, dolía, sangraba.
-Brinhild… mi sangre en su cuello, el hechizo.- lo miré y luego la vi a ella, ella que se reía al tenerme encerrada, mofándose de los árboles que él mandó poner para mi. -Tengo que llegar a ella.- Me levanté y me dirigí a la puerta, abriéndola escuché la música de la fiesta. Tenía que enfrentarla, era mi única opción.
Liv Nordström- Vampiro Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
La doncella de blancos cabellos divagaba ante mis pardos, francamente empezaba a pensar que estaba encerrado porque estaba perturbada, quizás mi decisión fuera errada y esa dama necesitara unos cuidados que la privaban de libertad.
Quizás mi afán por liberarla pues nadie debía de vivir en una jaula de cristal era un pecado que pagaría el norte y yo mismo, mas pensaba averiguarlo antes de dejarla escapar.
Atrapé su cintura rodeándola con mi brazo cuando hizo ademan de escapar de la cámara para ir a enfrentar no se bien a quien.
-Mira, quiero entenderla, pero le aseguro que de aquí no vas a salir hasta que tenga claro que no es un peligro ni para si misma ni para nadie.
No soy un necio, tampoco quiero acarrear sobre mis espaldas mas caos del que ya existe en el norte, así que téngalo claro, de momento es... -hice una pausa meditando las palabras a utilizar -no mi prisionera, no la he liberado para encadenarla de nuevo, pero si mi obligación y preocupación, hasta que me asegure de su seguridad y por consiguiente la del resto permanecerá aquí conmigo.
La peliblanca caminó lentamente hacia el camastro, como siempre sus movimientos delicados conseguían acaparar toda mi atención. Sus ojos se centraron en los míos.
-Señorita, póngase cómoda, ha de dormir un poco, en mi petate encontrará una camisola, sé que no es a lo que está acostumbrada pero… -hice una pausa -trataré de conseguir ropa de su talla para mañana poder partir, con ese vestido llamaría demasiado la atención.
Ella asintió sin despegar sus ojos de los míos.
-Ahora vuelvo.
Sus ojos mostraron cierto nerviosismo ante mis palabras pero de nuevo asintió.
Cerré la puerta al salir y me dirigí a la habitación de Maila. Golpeé la puerta con los nudillos y tras un leve rechinar apareció Maila al otro lado.
-¿puedo pasar? –le pregunté.
-Afirmo abriéndome la puerta de par en par y permitiendo así mi entrada- ¿y qué quieres de mí a estas horas? –preguntó pícaramente.
-Tu ropa –contesté casi sin pensar.
Sus ojos me miraron sorprendidos, mientras de sus labios surgía una sonrisa lasciva.
- Creí que no me lo pedirías nunca, al menos estando sobrio…
-Quiero decir, la de muda –me apresuré a corregir mis palabras.
La decepción se instalo en su mirada.
-Ya decía yo –murmuró mientras se aproximaba a su petate- ¿y ahora te vas a hacer fetichista?
Solté una carcajada ante su malhumorada respuesta.
-No, mañana te lo explico.
Maila se acercó con su ropa y la puso sobre mis manos delicadamente mientras las rozaba con las suyas sutilmente.
-¿seguro que solo has venido a buscar esto Dritt?
-No, también a pedirte un favor –sonreí
-ummmm, esto se pone interesante –dijo mirándome a los ojos.
-Necesito que salgas de la ciudad sin ser vista, quedaremos a las afueras ¿podrás? –le pedí
-Ya sabes que si podré –contesto sonriente- ya sabes de todo lo que soy capaz, bueno quizás no de todo.
-Gracias Maila, como siempre te debo una
-no tan deprisa –dijo pícaramente- ¿explícame al menos porque he de escabullirme de tan hermosa ciudad como si fuera una rata?
-ahora no puedo, mañana te lo explicare todo, solo confía en mi ¿vale?
-siempre te aprovechas de que no soy capaz de negarte nada pero como bien has dicho me debes una y quizás algún día te pida que me la devuelvas –contestó pícaramente- de momento, buenas noches Dritt, hasta mañana.
Entré en el habitáculo de nuevo, La peliblanca me esperaba sentada en el borde del camastro, con mi camisola puesta. Al verme entrar, sus mejillas se sonrojaron y sus ojos brillaron. Tiró del borde de la camisola con sus manos tratando de cubrir un poco más sus muslos.
-Hola –acerté a decir- ya le he conseguido ropa, dije dejándola sobre el banco cercano a la bañera.
Ella sonrió.
-Gracias.
-Os haréis pasar por una de mis compañeras de viaje, así no llamaremos la atención de los paladines, ni de nadie, estaremos fuera de la ciudad antes de que se percaten de vuestra ausencia.
-¿y vuestra amiga? –preguntó.
-ella se las apañara perfectamente –le contesté guiñándole un ojo.
Me acerqué a mi petate y saqué mi manta, la lancé al frio suelo extendiéndola a modo de cama. La doncella me miraba sin decir una sola palabra.
-Durmamos un poco, aun quedan horas hasta el amanecer –le dije turbándome sobre mi manta.
Quizás mi afán por liberarla pues nadie debía de vivir en una jaula de cristal era un pecado que pagaría el norte y yo mismo, mas pensaba averiguarlo antes de dejarla escapar.
Atrapé su cintura rodeándola con mi brazo cuando hizo ademan de escapar de la cámara para ir a enfrentar no se bien a quien.
-Mira, quiero entenderla, pero le aseguro que de aquí no vas a salir hasta que tenga claro que no es un peligro ni para si misma ni para nadie.
No soy un necio, tampoco quiero acarrear sobre mis espaldas mas caos del que ya existe en el norte, así que téngalo claro, de momento es... -hice una pausa meditando las palabras a utilizar -no mi prisionera, no la he liberado para encadenarla de nuevo, pero si mi obligación y preocupación, hasta que me asegure de su seguridad y por consiguiente la del resto permanecerá aquí conmigo.
La peliblanca caminó lentamente hacia el camastro, como siempre sus movimientos delicados conseguían acaparar toda mi atención. Sus ojos se centraron en los míos.
-Señorita, póngase cómoda, ha de dormir un poco, en mi petate encontrará una camisola, sé que no es a lo que está acostumbrada pero… -hice una pausa -trataré de conseguir ropa de su talla para mañana poder partir, con ese vestido llamaría demasiado la atención.
Ella asintió sin despegar sus ojos de los míos.
-Ahora vuelvo.
Sus ojos mostraron cierto nerviosismo ante mis palabras pero de nuevo asintió.
Cerré la puerta al salir y me dirigí a la habitación de Maila. Golpeé la puerta con los nudillos y tras un leve rechinar apareció Maila al otro lado.
-¿puedo pasar? –le pregunté.
-Afirmo abriéndome la puerta de par en par y permitiendo así mi entrada- ¿y qué quieres de mí a estas horas? –preguntó pícaramente.
-Tu ropa –contesté casi sin pensar.
Sus ojos me miraron sorprendidos, mientras de sus labios surgía una sonrisa lasciva.
- Creí que no me lo pedirías nunca, al menos estando sobrio…
-Quiero decir, la de muda –me apresuré a corregir mis palabras.
La decepción se instalo en su mirada.
-Ya decía yo –murmuró mientras se aproximaba a su petate- ¿y ahora te vas a hacer fetichista?
Solté una carcajada ante su malhumorada respuesta.
-No, mañana te lo explico.
Maila se acercó con su ropa y la puso sobre mis manos delicadamente mientras las rozaba con las suyas sutilmente.
-¿seguro que solo has venido a buscar esto Dritt?
-No, también a pedirte un favor –sonreí
-ummmm, esto se pone interesante –dijo mirándome a los ojos.
-Necesito que salgas de la ciudad sin ser vista, quedaremos a las afueras ¿podrás? –le pedí
-Ya sabes que si podré –contesto sonriente- ya sabes de todo lo que soy capaz, bueno quizás no de todo.
-Gracias Maila, como siempre te debo una
-no tan deprisa –dijo pícaramente- ¿explícame al menos porque he de escabullirme de tan hermosa ciudad como si fuera una rata?
-ahora no puedo, mañana te lo explicare todo, solo confía en mi ¿vale?
-siempre te aprovechas de que no soy capaz de negarte nada pero como bien has dicho me debes una y quizás algún día te pida que me la devuelvas –contestó pícaramente- de momento, buenas noches Dritt, hasta mañana.
Entré en el habitáculo de nuevo, La peliblanca me esperaba sentada en el borde del camastro, con mi camisola puesta. Al verme entrar, sus mejillas se sonrojaron y sus ojos brillaron. Tiró del borde de la camisola con sus manos tratando de cubrir un poco más sus muslos.
-Hola –acerté a decir- ya le he conseguido ropa, dije dejándola sobre el banco cercano a la bañera.
Ella sonrió.
-Gracias.
-Os haréis pasar por una de mis compañeras de viaje, así no llamaremos la atención de los paladines, ni de nadie, estaremos fuera de la ciudad antes de que se percaten de vuestra ausencia.
-¿y vuestra amiga? –preguntó.
-ella se las apañara perfectamente –le contesté guiñándole un ojo.
Me acerqué a mi petate y saqué mi manta, la lancé al frio suelo extendiéndola a modo de cama. La doncella me miraba sin decir una sola palabra.
-Durmamos un poco, aun quedan horas hasta el amanecer –le dije turbándome sobre mi manta.
Drittsekk- Humano Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué estoy aquí? Me mecí sobre la cama con las manos sobre mis sienes. Intentaba dilucidar hacia donde iba en el momento en que fui interceptada por la cintura y llevada de vuelta "aquí".
Risas… la mía y la de Magnus… Me dejé caer sobre el lecho, acariciando despacio la sábana. ¿Dónde estaba su calor? Una ráfaga tras otra, él y yo amándonos sobre su lecho, riendo a carcajadas al jugar como chiquillos tirándonos uno al otro la comida… Yo corriendo los pasillos, pretendiendo no poder ir más rápido, con la finalidad de que él me atrapara. Me había atrapado por la cintura antes de voltearme hacia él para fundirnos en un beso. Magnus… lágrimas de sangre vertían mis mejillas.
El rostro cambiaba y en mis recuerdos la imagen del hombre con las alas rotas entre mis brazos volvía a mi, aquel dolor que me partía, lo volvía a revivir como si acabara de suceder. Su rostro de arcángel… y mis gritos al abrazar su cuerpo inmóvil. Tomé aquella cruz, la que llevaba alrededor de su cuello y coloqué esa cadena alrededor del mío. -Byron…- murmuré…
Volví a aquella recámara llevando la mano hacia la cadena que colgaba de mi cuello. -Monstruo… demonio…- La puerta chirrió y me incorporé observando a la aparición. El joven que me había sacado del encierro para mantenerme aquí, en uno nuevo. -¿Por qué estoy aquí?-
Traía ropa en sus manos, me levanté y tomé el par de pantalones vikingos que había dejado en una silla. El joven hablaba sobre un viaje. Mis ojos le miraban distraída. ¿Un viaje adónde? ¿Una amiga? ¿Quién? Sacudi mi cabeza intentando aclarar mis ideas. Lúcida, necesitaba permanecer lúcida.
Con velocidad sobrenatural me encontraba ahora encima de él, rompí el petate, le até las manos y las amarré con fuerza a una de las columnas. -Lo siento…- Mis yemas de hielo apenas tocaron su mejilla. -Tengo que ir… tengo que liberarme…-
Podía escuchar nuevamente a los demonios de la luna, sus risas rastreras, siseé haciendo relucir mis colmillos. Corrí colocándome la capa encima y salí de la habitación. Detrás mio me perseguían, me pisaban los talones. -¡Atrapadla!- De ninguna manera, yo era más rápida. Le buscaba a él… a él, necesitaba encontrarlo. Y a ella… la bruja… tenía que liberarme de ella.
Me coloqué la capucha sobre la cabeza y atravesé los pasillos dirigiéndome al salón de baile adonde se escuchaba la fuerte música. Las parejas ciegas al enemigo que se alimentaba en el interior de estas paredes e ignorantes de la inminente caída del castillo se entretenían, festejaban, bailaban y devoraban el festín.
Miré a mi alrededor mezclándome entre la gente, alguien intentó sacarme a bailar y me resistí empujándole. Las risas golpeaban mis oídos, me llevé las manos a las sienes. Esa música era demasiado alta, demasiado alta… no podía soportar el tumulto, me mareaban, todo daba vueltas a mi alrededor, iba a gritar…
Miré a mi alrededor mezclándome entre la gente, alguien intentó sacarme a bailar y me resistí empujándole. Las risas golpeaban mis oídos, me llevé las manos a las sienes. Esa música era demasiado alta, demasiado alta… no podía soportar el tumulto, me mareaban, todo daba vueltas a mi alrededor, iba a gritar…
Liv Nordström- Vampiro Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
La peliblanca no razonaba, pese a mis intentos de explicarle que iba a ayudarla a salir de ese lugar que se había convertido en su maldita prisión, me pilló por sorpresa y usando su fuerza sobrehumana me amordazó a la columna de la habitación.
Sus gélidos dedos recorrieron mi mejilla, una que sentí quemar por la traición de la dama.
Rugí cabreado tirando de las cuerdas que afianzaban mis manos al tiempo que seguía la estela de ella capucha puesta atravesando el umbral de la puerta.
Fruncí el ceño, si pensaba que yo era de los que se rendían o conformaban con un encierro no me conocía. En mi cinto tenia una daga, no me costó en exceso lograr sacarla frotando con la columna el mango, el acero tintineó contra el suelo con su característico sonido metálico.
Me dejé vencer sobre este acercando con el pié el arma y lo afiancé con mis dedos llevándolo a la cuerda hasta que logré rasgarla por completo.
Libre de las ataduras era hora de darle caza, liberar a una bestia sangrienta era una responsabilidad que no pensaba dejar a la deriva, yo tomé la decisión, yo solucionaría el problema.
Corrí hacia el ruido, la música que se escuchaba con fuerza a través de mis oídos, sin duda allí y no en otro sitio, daría con ella porque hablaba siempre de alguien a quien al parecer buscaba.
La joven parecía tan confusa que imaginé lo desorientada que en ese instante debía encontrarse, por no añadir que de seguro ya se habrían percatado de u ausencia y si no lo habían hecho poco faltaria para que emprendieran su búsqueda.
La doncella no razonaba, era temeraria y yo tenia poca paciencia, así que entre la gente fui perdiéndome mientras la música de fondo repiqueteaba en mis oídos.
No tardé demasiado en dar con ella, la única joven encapuchada de la fiesta, un hombre animado por el alcohol tiró de su mano para que bailara con él, mas yo me interpuse en el camino de este rodeando la cintura de la joven mientras hundía mis ojos en los pardos del extraño.
-Es mi prometida, dudo pueda aceptar bailar con otro sin ofender a su futuro esposo -dije sin mas haciendo ala de unos fingidos celos que resolvieron la papeleta sin sangre de por medio.
Mis manos en su cintura, tiré de ella para danzar en la pista, disimulando lo suficiente como para que no me vieran sacarla arrastras de aquella fiesta.
Mi ladeada sonrisa no presagiaba en absoluto la tormenta de mi interior.
-No se a quien demonios buscas, pero si se que si vuelven a encontrarte, te encerraran en esa torre ¿quieres eso? Yo mimos te devolveré con gusto si no dejas de comportarte como una loca -rugí frente a su rostro -ahora compórtate como un prometida perfecta y ejemplar, ríete, toma una copa, haz el paripé y nos retiraremos a mi cámara de nuevo para que tu presencia pase desapercibida hasta que mañana nos podamos largar de aquí ¿lo entiendes? -le dije hundiendo mis pardos en los suyos sin soltarla.
Sus gélidos dedos recorrieron mi mejilla, una que sentí quemar por la traición de la dama.
Rugí cabreado tirando de las cuerdas que afianzaban mis manos al tiempo que seguía la estela de ella capucha puesta atravesando el umbral de la puerta.
Fruncí el ceño, si pensaba que yo era de los que se rendían o conformaban con un encierro no me conocía. En mi cinto tenia una daga, no me costó en exceso lograr sacarla frotando con la columna el mango, el acero tintineó contra el suelo con su característico sonido metálico.
Me dejé vencer sobre este acercando con el pié el arma y lo afiancé con mis dedos llevándolo a la cuerda hasta que logré rasgarla por completo.
Libre de las ataduras era hora de darle caza, liberar a una bestia sangrienta era una responsabilidad que no pensaba dejar a la deriva, yo tomé la decisión, yo solucionaría el problema.
Corrí hacia el ruido, la música que se escuchaba con fuerza a través de mis oídos, sin duda allí y no en otro sitio, daría con ella porque hablaba siempre de alguien a quien al parecer buscaba.
La joven parecía tan confusa que imaginé lo desorientada que en ese instante debía encontrarse, por no añadir que de seguro ya se habrían percatado de u ausencia y si no lo habían hecho poco faltaria para que emprendieran su búsqueda.
La doncella no razonaba, era temeraria y yo tenia poca paciencia, así que entre la gente fui perdiéndome mientras la música de fondo repiqueteaba en mis oídos.
No tardé demasiado en dar con ella, la única joven encapuchada de la fiesta, un hombre animado por el alcohol tiró de su mano para que bailara con él, mas yo me interpuse en el camino de este rodeando la cintura de la joven mientras hundía mis ojos en los pardos del extraño.
-Es mi prometida, dudo pueda aceptar bailar con otro sin ofender a su futuro esposo -dije sin mas haciendo ala de unos fingidos celos que resolvieron la papeleta sin sangre de por medio.
Mis manos en su cintura, tiré de ella para danzar en la pista, disimulando lo suficiente como para que no me vieran sacarla arrastras de aquella fiesta.
Mi ladeada sonrisa no presagiaba en absoluto la tormenta de mi interior.
-No se a quien demonios buscas, pero si se que si vuelven a encontrarte, te encerraran en esa torre ¿quieres eso? Yo mimos te devolveré con gusto si no dejas de comportarte como una loca -rugí frente a su rostro -ahora compórtate como un prometida perfecta y ejemplar, ríete, toma una copa, haz el paripé y nos retiraremos a mi cámara de nuevo para que tu presencia pase desapercibida hasta que mañana nos podamos largar de aquí ¿lo entiendes? -le dije hundiendo mis pardos en los suyos sin soltarla.
Drittsekk- Humano Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
La música continuaba, fuerte, estridente, me mareaba, se confundía con el sonido de la pala, la tierra… La tierra encima de mi. Estaba entrando en pánico otra vez, hiperventilaba, me sentía desfallecer. Una mano tiró de mi cintura trayéndome de vuelta a la presente realidad, como si hubiera dado con un ancla.
El joven de la habitación, se había soltado. Lo miré sorprendida, al parecer era más hábil de lo que parecía. Negué rotundamente cuando habló de volver a la habitación, a la habitación no. Mi mente… -Mi mente es un tormento…- expliqué, con el pecho agitado, nos movíamos al ritmo de la música, danzaba como lo hice tantas veces, tan ligera, como una pluma que se movía al viento acoplándome a él.
-Necesito encontrarla, es la única manera…- Sentí dolor en el interior de mi mente, uno punzante, fuerte, atroz, algo que me amenazaba orillándome a la confusión. -Necesito… volver a ser yo…-
Un… dos, tres… Un, dos, tres… ya no estaba allí. Ahora era una niña bailando en sus brazos. Él… siempre él… me enseñaba a bailar. -Así Liv, mueves un pie adelante, colocas las manos así.- Risas, nuestras risas, mientras me enseñaba como se hacía. Un… dos, tres… Un, dos, tres. Él se veía tan real, yo… quería tocarlo. Extendí mi mano confundiendo a mi real acompañante de baile con aquel otro… tocándole el rostro, al menos un instante…
Regresé al presente, el joven me miraba con los ojos encendidos. -…si no dejas de comportarte como una loca…- Negué, no estaba loca… yo… Me incliné hacia él apoyando mi mejilla en su hombro. Dolía, dolía mi cabeza, necesitaba enfocarme, aferrarme a algo, volver al presente.
Ahora ya sabía adonde estaba, estaba en el salón de baile. Alcé el rostro otra vez mirando esa frente fruncida que enmarcaba la mirada acusadora mientras bailaba con él, moviéndome entre las parejas.
-Me sacaste de la torre ahora deja que haga lo que tengo que hacer.- Lo miré unos segundos, si me marchaba con él perdería dos cosas invaluables. -No puedo ir contigo…- procuré que comprendiera. ¿Adónde desaparecería por siempre mi mente, mi corazón?
-¿Nunca amaste tanto a alguien que no podías ni respirar?- Lo miré fijamente al preguntarle aquello. Nos movíamos con la música, me fundía con ella siguiéndola y lo miraba interrogante. -Duele.- sonreí con tristeza y esta se reflejó en mis ojos. Como si se tratase del más punzante de los símiles, la música cesó.
Brinhild… finalmente la reconocí y mi mirada centelleó. Estaba arriba nuestro, subiendo las escaleras. Vi su collar, aquella maldición... el pendiente fulgurante de rojo. -El colgante… mi sangre…- Ella reía, reía, disfrutaba. ¿Qué había hecho con Magnus? Mi mirada regresó al joven de la mirada encendida. -Déjame ir.- Era antigua, demasiado… más de un milenio… Sabía usar la persuasión por lo que sus manos me soltaron. -No me sigas.- le pedí por su bien.
Corrí para atravesar el salón y alcanzar esas escaleras dispuesta a alcanzarla, tenía que liberarme, encontrarlo a él. Subí los escalones y mi mente me jugó una mala pasada. Comencé a sudar frío. -Liv… Liv Nordström… eres culpable de ser un demonio...- Risas, muchas risas, risas frías de hienas… de licántropos. -¡Culpable! ¡Culpable! ¡Culpable!-
Me detuve a mitad de la escalera, temblando, y caí de rodillas sobre los escalones. Mi mente se perdía y mi rostro se transfiguraba, mis colmillos crecieron, tenía sed, mucha sed. Pero no podía… no iba a hacerlo, no quería hacerlo.
Liv Nordström- Vampiro Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
Estaba ida, aseguraba no poder venir conmigo, mas de quedarse su fin era el encierro de un vida eterna.
Era ella la que no comprendía la situación que le ateñia lo que me hizo torcer el gesto ante su siguiente pregunta.
-Si, he amado, lo he hecho y atrás tuve que dejar ese sentimiento porque nuestros caminos parecían seguir distintos caminos.
Hoy es Thor quien marca mi senda, mientras tus pasos parece empujarlos Loqui sin tregua, mírame mujer, el amor es un sentimiento que quema, pero deberías entender que en ocasiones hay que hacer lo que hay que hacer.
Ignoró mis palabras y con su mirada me obligó a soltarla, dejarla ir escaleras arriba donde al parecer buscaba la redención en una mujer que sobre ellas hablaba.
Cayó de rodillas, estaba llamando demasiado la atención, lo que me llevó a rugir de pura frustración, no solo se ponía en peligro a si misma, si no a mi que era quien había cometido el acto de ponerla a salvo.
Subí las escaleras a toda velocidad, pasé de largo de la vampiresa, me empezaba a cansar de dialogar con una loca que no tenia ni idea del modo de parecer sensatos sus actos.
Frente a la otra dama me planté con una ladeada sonrisa.
-No he podido evitar fijarme en vos ¿sois?
Esperaba poder sacar algo mas de información, por no decir que mientras esa mujer que parecía la presa de la inmortal siguiera a mi lado mantendría a la peliblanca controlada.
-¿Me concedéis un baile mi señora? -pedí de forma cortes extendiendo mi mano esperando que fuera tomada.
Mis ojos se centraron en el colgante que de su cuello pendía, al parecer algo tenia que ver con esa mujer por lo que había dicho en alto.
Quizás si conseguía arrebatárselo de algún modo, podría desentrañar el misterio de todo esto.
Era ella la que no comprendía la situación que le ateñia lo que me hizo torcer el gesto ante su siguiente pregunta.
-Si, he amado, lo he hecho y atrás tuve que dejar ese sentimiento porque nuestros caminos parecían seguir distintos caminos.
Hoy es Thor quien marca mi senda, mientras tus pasos parece empujarlos Loqui sin tregua, mírame mujer, el amor es un sentimiento que quema, pero deberías entender que en ocasiones hay que hacer lo que hay que hacer.
Ignoró mis palabras y con su mirada me obligó a soltarla, dejarla ir escaleras arriba donde al parecer buscaba la redención en una mujer que sobre ellas hablaba.
Cayó de rodillas, estaba llamando demasiado la atención, lo que me llevó a rugir de pura frustración, no solo se ponía en peligro a si misma, si no a mi que era quien había cometido el acto de ponerla a salvo.
Subí las escaleras a toda velocidad, pasé de largo de la vampiresa, me empezaba a cansar de dialogar con una loca que no tenia ni idea del modo de parecer sensatos sus actos.
Frente a la otra dama me planté con una ladeada sonrisa.
-No he podido evitar fijarme en vos ¿sois?
Esperaba poder sacar algo mas de información, por no decir que mientras esa mujer que parecía la presa de la inmortal siguiera a mi lado mantendría a la peliblanca controlada.
-¿Me concedéis un baile mi señora? -pedí de forma cortes extendiendo mi mano esperando que fuera tomada.
Mis ojos se centraron en el colgante que de su cuello pendía, al parecer algo tenia que ver con esa mujer por lo que había dicho en alto.
Quizás si conseguía arrebatárselo de algún modo, podría desentrañar el misterio de todo esto.
Drittsekk- Humano Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
Poco tiempo atrás tenía el control sobre mi misma, la libertad de llevar las riendas de tu propia vida es algo de lo cual cualquiera debería de ser poseedor, independientemente de como lo hagas. Debería ser mi elección también, pero me había sido robada.
Me levanté de los escalones. Pronto estaba en un rincón oscuro, con mis labios en el cuello de uno de los invitados, dejando mis colmillos vagar por su piel. Sed, tenía sed. Luchaba conmigo misma, aún en medio de mi locura, porque sabía lo que Liv, la antigua, era capaz de hacer.
Su voz, la voz de aquel joven de alguna manera llegó a mis oídos. -No he podido evitar fijarme en vos ¿sois?- ¿Estaba hablando con ella? Confusión, la confusión seguía. Ahora estaba hincando mis colmillos en ese cuello, bebiendo, ese elixir entraba por mi garganta. Mi mente en el pasado, succionaba esa sangre dispuesta a matar, escuchaba ese bombeo del corazón que me atraía, me hacía sentir eternamente indestructible.
-¿Me concedéis un baile mi señora? -¿Me concedéis un baile mi señora? -¿Me concedéis un baile mi señora? – De alguna forma su voz llegaba a mis oídos, aislada de todas las demás, a pesar de la multitud, a pesar de las innumerables voces. Con un rugido desprendí mis colmillos de ese cuello volviendo al presente otra vez. Mi presa seguía viva por lo que lo miré a los ojos fijamente. --Olvida lo que acaba de suceder aquí.- Lo solté, viéndolo alejarse tambaleante, pudo pasar mucho más… Intenté enfocarme, aferrarme a esa voz masculina para mantenerme en el presente y siguiéndola regresé al baile, convertí esa voz en mi ancla.
Brinhild… Mis ojos estaban rojos de la furia, no conocía a la hija de Eirik. En efecto, el joven de la torre ahora bailaba con ella. Tomé del brazo a un hombre de aspecto apocado que nervioso aceptó mi invitación a la pista. Comencé a bailar, siguiéndolo el ritmo apasionado de esas notas, mirando hacia la pareja. Ella había aceptado el baile, por supuesto, ¿cómo no iba a aceptar los halagos de un apuesto joven?
Mi mirada de vuelta a mi acompañante, mis colmillos casi se mostraron otra vez, en mis brazos veía a una hiena riendo desaforada. Sacudí la cabeza, ráfagas, necesitaba mantenerme anclada al presente. Lo vi a él al bailar, otra vez aquel rostro de la torre. Le hice una seña. Quítale el collar. Quítaselo.
Sus movimientos sobre la pista, ambos giraban en el salón. La música iba a terminar. Quítaselo. Quítaselo. Hienas, risas, regresaba a ese pozo, me hundía en él. Volví a oir su voz. La música había cesado, volvía a comenzar, ahora estábamos en un baile grupal, intercambio de parejas, una y otra vez. Unos minutos varios compañeros de baile y repentinamente estaba frente al joven de los ojos encendidos.
Tenía el collar en su mano, lo tomé de ella con ansias, de modo febril. Sostuve en mi mano el colgante escarlata que contenía una muestra de mi sangre y lo dejé caer en el suelo, golpeándolo con mi bota con furia, el golpe lanzó una vibración descomunal en mi mente, el dolor fue inaguantable. Me aferré de los hombros del joven, otro golpe más sobre el colgante, otro más y sentía que mi mente iba a explotar. Otro golpe, ráfagas del pasado que acudieron en masa, más gritos de licántropos en mi contra, palazos que lanzaban tierra sobre mi, iba a quedar sepultada, atrapada para siempre. El colgante cedió, quebrándose, liberando mi sangre, salí de la prisión, de esa tumba maldita, sacando mi cuerpo de la tierra, respirando a la libertad. Mi mente se aclaró, libre, libre para ser Liv, para tomar mis riendas.
Abrí los ojos de golpe a la realidad. Oía la música a mi alrededor, clara, veía las parejas de baile, escuchaba las risas, vi el rostro del joven frente a mi mientras nos movíamos en aquel baile. Fue como si lo viera por primera vez, y esta vez si reparé en él. Mi mirada limpia de cualquier trazo de locura lo miró con curiosidad, me había sacado de la torre. -Gracias.-
La tierra se sacudió con violencia. Mi mente regresó a ella buscándola con la mirada. -¡Tienes que salir de aquí, no es seguro!- Apremié a mi acompañante, la tierra volvió a sacudirse. La gente comenzó a gritar, las paredes se resquebrajaron. El viento… el viento azotó como nunca lo había hecho, tan fuerte que rompió los ventanales de cristal. -Maldita sea! ¡Brinhild!- La bruja oyó mi grito, desconcertada se llevó la mano al cuello, y luego miró en mi dirección. Nos sostuvimos la mirada con odio. El huracán entraba por la ventana, la magia de la bruja manipulaba la piedra mágica para darle ventaja al oponente, los soldados enviados por el rey del norte llegaban para destruir a Artherian.
-¡Sal de aquí! ¡El castillo caerá!- Grité, advirtiéndole al joven antes de girar hacia el primer soldado, un ente de aspecto grotesco. Nada quedaba de su forma humana, ojos incandescendentes, un par de cuernos sobresaliendo de su frente. Lo encaré golpéandolo con toda la fuerza de mi bota, el caos desatándose a nuestro alrededor.
Liv Nordström- Vampiro Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
Cambiábamos de pareja una y otra vez, nuestras miradas quedaban ancladas a la ajena mientras dábamos vueltas sin parar danzando en brazos ajenos hasta que abriéndonos paso de forma deliberada volvimos a encontrar nuestros cuerpos.
Sus rojos fieros se fijaron en el colgante que pendía de mi mano, sus dedos lo atraparon con un gruñido y lanzandolo al suelo lo pisoteó sin tregua hasta que la gema quedo echa añicos en tierra.
Rojo el liquido que salio de su rubí y como si el conjuro que el colgante contenía hubiera cesado la inmortal por primera vez se fijo en mi.
Apenas una milésima de segundo duró aquel instante en el que nos miramos de frente, pues de inmediato me pidió que me largara, según ella el castillo caería, no es que lo dudara por como se tambaleaba la tierra.
Pronto nos sumimos en un peligroso caos, la gente gritaba buscando refugió, salir de aquel salón que se había convertido en un vendaval.
El ejercito ante nuestros ojos se trasformó en calaveras, en una especie de monstruos con carne colgando y deformes, que pretendían darnos muerte.
Enganché a la peliblanca de la cintura, la bruja hundía en ella su turbia mirada dispuesta a darle muerte y hacia ella azuzó el ejercito mientras muchos perecían ante sus hachas.
-Guarda tu sed de venganza para mas tarde -le rugí dando una patada en el pecho de una de esas abominaciones, su hacha era blandida ante mi rostro, esquivé virando mi cuerpo hacia la derecha, quebré hasta colocarme en el lateral y le golpeé el rostro con fuerza haciéndoselo sangrar.
La carne putrefacta se quedaba enganchada en mis nudillos mientras la bestia rugía.
No dejé de golpearlo hasta que aturdido aflojó el agarré del hacha. Mi mano afianzó el mango y de un tirón se la arrebaté justo antes de cortarle la cabeza de un tajo.
-Sígueme, nos abriré paso -dije blandiendo el acero frente a nosotros pegando hachazos para abrirnos camino.
-No se que demonios tienes pendiente con esa bruja, pero el castillo se viene abajo.
Las columnas se quebraban, los techos abovedados se desquebrajaban sobre nosotros, forzándonos a esquivar.
-¡Corre! -la instigué tirando de ella mientras iba abriéndome camino como podía
Sus rojos me miraban, seguía firme, quería matar a la bruja, pero sabia que en este instante, si insistía en permanecer allí acabaría sepultada viva bajo los escombros de un castillo en ruinas.
Sus rojos fieros se fijaron en el colgante que pendía de mi mano, sus dedos lo atraparon con un gruñido y lanzandolo al suelo lo pisoteó sin tregua hasta que la gema quedo echa añicos en tierra.
Rojo el liquido que salio de su rubí y como si el conjuro que el colgante contenía hubiera cesado la inmortal por primera vez se fijo en mi.
Apenas una milésima de segundo duró aquel instante en el que nos miramos de frente, pues de inmediato me pidió que me largara, según ella el castillo caería, no es que lo dudara por como se tambaleaba la tierra.
Pronto nos sumimos en un peligroso caos, la gente gritaba buscando refugió, salir de aquel salón que se había convertido en un vendaval.
El ejercito ante nuestros ojos se trasformó en calaveras, en una especie de monstruos con carne colgando y deformes, que pretendían darnos muerte.
Enganché a la peliblanca de la cintura, la bruja hundía en ella su turbia mirada dispuesta a darle muerte y hacia ella azuzó el ejercito mientras muchos perecían ante sus hachas.
-Guarda tu sed de venganza para mas tarde -le rugí dando una patada en el pecho de una de esas abominaciones, su hacha era blandida ante mi rostro, esquivé virando mi cuerpo hacia la derecha, quebré hasta colocarme en el lateral y le golpeé el rostro con fuerza haciéndoselo sangrar.
La carne putrefacta se quedaba enganchada en mis nudillos mientras la bestia rugía.
No dejé de golpearlo hasta que aturdido aflojó el agarré del hacha. Mi mano afianzó el mango y de un tirón se la arrebaté justo antes de cortarle la cabeza de un tajo.
-Sígueme, nos abriré paso -dije blandiendo el acero frente a nosotros pegando hachazos para abrirnos camino.
-No se que demonios tienes pendiente con esa bruja, pero el castillo se viene abajo.
Las columnas se quebraban, los techos abovedados se desquebrajaban sobre nosotros, forzándonos a esquivar.
-¡Corre! -la instigué tirando de ella mientras iba abriéndome camino como podía
Sus rojos me miraban, seguía firme, quería matar a la bruja, pero sabia que en este instante, si insistía en permanecer allí acabaría sepultada viva bajo los escombros de un castillo en ruinas.
Drittsekk- Humano Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
Muy pronto los soldados del enemigo ocuparon el salón, aprovechando la ventaja que les brindaba que los vientos enardecidos por la magia de la bruja atacaran el castillo.
Mi bota golpeó con fuerza a más de uno que se abalanzaba sobre mi, a otros los esquivé con mi velocidad sobrehumana y de otro más me libró un hachazo que fue a anclarse en un cráneo de un rostro que se descomponía tornándose jirones de carne.
Miré al joven de reojo antes de devolver mi mirada a la bruja, ella me veía en la distancia, con aire triunfante, mofándose de la gente de Artherian, de su propia gente, su señora les había traicionado. Un grito de odio escapó de mi garganta, los soldados me cerraban el paso, la muchedumbre me impedía la visión de mi peor enemiga. No podía dejarla escapar, solo ella podía llevarme con Magnus.
El joven de la mirada encendida todavía estaba a mi lado, iba a abrirnos paso con el hacha. La tierra se sacudía con violencia, una de las columnas que sostenían el salón se agrietó peligrosamente, sacudiéndose en sus cimientos. Frustrada noté como la bruja escapaba de mi alcance, percatándome de que no tenía más alternativa por ahora que seguir el camino que iba abriendo mi acompañante. Mi furia servía para hacerme golpear a todo aquel esqueleto que se tambaleaba tras ser alcanzado por su hacha, hasta que de esa forma alcanzamos un ventanal por donde saltamos hacia el exterior.
Afuera el caos era similar al del interior del castillo. Caí sobre el suelo en cuclillas, pensando con rapidez. -¡Tengo que volver a la torre! Los druidas… están encerrados en ella, en una celda lateral adonde me encontraste.- Ellos eran los únicos que podían contrarrestrar la magia con la que Brinhild dominaba a la piedra. Artherian estaba lleno de soldados valientes y aguerridos que en este momento no podían defender el castillo de su señor al encontrarse a merced de los vientos.
Me detuve frente al joven, tomándolo por los hombros, alzando la voz por encima del azote del huracán y de los gritos de la gente. -¡No puedo dejar que el castillo caiga así como así sin hacer nada!- Miré en esos ojos profundos, ya me había ayudado bastante, no podía pedirle que lo siguiera haciendo, pero algo veía en su rostro, una determinación que me orillaba a compartirle lo que estaba por hacer, si es que de alguna manera se unía a la locura que ahora le proponía.
-¡Aún podemos inclinar la balanza a favor de nuestros soldados!- Podía marcharse poniéndose a salvo o correr el riesgo de ayudarme a liberar a nuestra única esperanza. Mi mirada quedó anclada a la suya unos instantes, antes de soltarle y comenzar a correr para internarme en el interior de aquella torre que se sacudía como si fuera a desplomarse de un momento a otro, mientras en mi precipitada carrera esquivaba los esqueletos que procuraban darme alcance.
Liv Nordström- Vampiro Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
La joven de blancos cabellos se detuvo, gruñí tratando de tirar de ella, por Odin parecía dispuesta a perder su vida, ahora me pedía que volviéramos sobre nuestros pasos, me pedía regresar al torreón, al parecer tras una de sus puertas habían unos druidas.
Druidas que necesitaba para parar aquel caos, de no hacerlo la fortaleza se vendría abajo. Ella veía el modo de salvar a la gente y yo por contra solo pensaba en tratar de sacarlos de allí antes de que todo se derrumbara.
Esta bien -dije al verla correr hacia la torre.
Seguí sus pasos no sin antes guiar a la gente que me encontraba por el camino hacia la salida.
Pedí a unos soldados que abrieran el portón, aquello se venia abajo.
Los gritos de las personas era algo ensordecedor, los monstruos alzados no se detenían ante nada, su objetivo dar caza y muerte a la vampiresa.
La alcancé en el pasillo, mi mano aferró su muñeca y mis ojos se perdieron en sus rojos.
-Escúchame mujer, estamos juntos en esto, deja de correr sin contar conmigo, no he dejado que te ocurra nada y no voy ahora a hacerlo.
Emprendimos camino de nuevo ascendiendo hasta alcanzar el portón que nos separaba de la entrada a la torre. Dos de los guerreros de la bruja se alzaron ante nosotros, mi hacha quebró a uno, el otro cayó bajo las fauces de la vampiresa.
A golpes el portón cedió, rauda Liv gritaba el nombre de los druidas que desesperados vociferaron desde le otro lado del pasillo.
-Aparta -le pedí cuando llegamos ante una enorme puerta cerrada. Golpe tras golpe la madera de roble noble y gruesa empezó a ceder ante el acero y tras varios intentos mas esta se rompió abriendo un hueco lo suficientemente amplio como para que los hombre salieran por el agujero.
-Si pueden sacarse algún truco del sombrero es el momento Liv, nos atacan y esto esta a punto de desmoronarse en cualquier momento.
Las abominaciones calavericas se acercaban hacia el torreón, me planté en el pasillo dispuesto a combatir con ellos a mele, por la estrechez de esa zona no podrían atacarme mas allá de dos, lo que me daría mas ventaja que si me rodeaban flanqueandome.
-¡Vamos! -Rugí blandiendo el hacha.
Jadeaba por le esfuerzo, las heridas ocasionadas por esos seres ya pesaban, y no parecían dispuestos aunque esto se les cayera encima a dejar a la vampiresa y su comitiva salir de allí con vida.
Druidas que necesitaba para parar aquel caos, de no hacerlo la fortaleza se vendría abajo. Ella veía el modo de salvar a la gente y yo por contra solo pensaba en tratar de sacarlos de allí antes de que todo se derrumbara.
Esta bien -dije al verla correr hacia la torre.
Seguí sus pasos no sin antes guiar a la gente que me encontraba por el camino hacia la salida.
Pedí a unos soldados que abrieran el portón, aquello se venia abajo.
Los gritos de las personas era algo ensordecedor, los monstruos alzados no se detenían ante nada, su objetivo dar caza y muerte a la vampiresa.
La alcancé en el pasillo, mi mano aferró su muñeca y mis ojos se perdieron en sus rojos.
-Escúchame mujer, estamos juntos en esto, deja de correr sin contar conmigo, no he dejado que te ocurra nada y no voy ahora a hacerlo.
Emprendimos camino de nuevo ascendiendo hasta alcanzar el portón que nos separaba de la entrada a la torre. Dos de los guerreros de la bruja se alzaron ante nosotros, mi hacha quebró a uno, el otro cayó bajo las fauces de la vampiresa.
A golpes el portón cedió, rauda Liv gritaba el nombre de los druidas que desesperados vociferaron desde le otro lado del pasillo.
-Aparta -le pedí cuando llegamos ante una enorme puerta cerrada. Golpe tras golpe la madera de roble noble y gruesa empezó a ceder ante el acero y tras varios intentos mas esta se rompió abriendo un hueco lo suficientemente amplio como para que los hombre salieran por el agujero.
-Si pueden sacarse algún truco del sombrero es el momento Liv, nos atacan y esto esta a punto de desmoronarse en cualquier momento.
Las abominaciones calavericas se acercaban hacia el torreón, me planté en el pasillo dispuesto a combatir con ellos a mele, por la estrechez de esa zona no podrían atacarme mas allá de dos, lo que me daría mas ventaja que si me rodeaban flanqueandome.
-¡Vamos! -Rugí blandiendo el hacha.
Jadeaba por le esfuerzo, las heridas ocasionadas por esos seres ya pesaban, y no parecían dispuestos aunque esto se les cayera encima a dejar a la vampiresa y su comitiva salir de allí con vida.
Drittsekk- Humano Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
Él me atrapó cuando corría a mitad del pasillo, sorprendiéndome con que me hubiese alcanzado. Yo era una inmortal, y por lo tanto veloz, al parecer él tenía más de un truco que mostrar, aparte de saber cortar miembros con el hacha. Mi intensa mirada escarlata se ancló a la suya cuando su mano aferró en el aire mi antebrazo, me estaba regañando como si fuera una chiquilla. -Hay algo acerca de ti…- Lo noté en esos segundos… fue una breve interrupción de todo lo que acontecía cuando me adentré en lo que percibía en esos oscuros ojos. -No logro poner mi dedo en ello.-
El momento se interrumpió, el tiempo apremiaba así que volvimos a correr haciéndonos cargo de dos soldados enemigos. A este le succioné la sangre, dejándola correr como hilillos por ambos lados de mi boca mientras él seguía acertando golpes demoledores que dejaban fuera de combate a otro más.
Llegamos contra todo pronóstico hasta el final del pasillo, él golpeaba con su hacha y yo golpeaba adonde el acero asestaba para meter el brazo y abrir el pestillo.
Los druidas se encontraban de pie en el interior, me reconocieron al mirarme y comprendieron de inmediato por qué había venido por ellos. El huracán ya había destruido buena parte de la muralla externa del ala oeste del castillo, ahora golpeaba con fuerza sus paredes, los soldados de Artherian caían en una batalla en la que llevaban la desventaja debido a la magia negra de Brinhild.
El torreón les restringía su magia, el hechizo de sus paredes la mantenía enclaustrada. Teníamos que salir de allí. Coloqué mi mano en el hombro del vikingo, sabía que su esfuerzo era sobrehumano, estaba reteniendo a los esqueletos que no dejaban de aparecer frente a él intentando llegar a nosotros. -¡Un poco más! ¡Te necesito!- grité sobre el aullido del viento. Lo vi continuar, sacando energías de adonde podía. Sin él no íbamos a lograrlo, lo necesitábamos en pie, luchando por nosotros.
Ahora me dirigí a una de las ventanas que daban hacia el patio. Con mi fuerza sobrehumana comencé a tirar con fuerza de los barrotes de hierro que la convertían en una prisión. Los druídas me imitaron, entre todos tiramos de ellas hasta lograr que finalmente cedieran. Ríos carmesí brotaban de mis manos, me las había lastimado pero ni siquiera me percataba. Ojalá todas las heridas sanaran como estas... -¡Ahora!- Los druidas atravesaron el espacio. -¡Drittsekk!-
Lo llamé por su nombre un par de veces y me acerqué a él para de un tirón llevarlo conmigo y que saltásemos juntos.
Al caer en el suelo los druidas ya se habían tomado de la mano. Sus voces comenzaron a recitar una y otra vez, llamando a la piedra de los vientos.
Los esqueletos volvían al ataque, iban por ellos. El vikingo y yo procurábamos mantenerlos alejados pero eran demasiados. Los druídas perderían la vida y lo sabían pero se mantuvieron en su lugar, la piedra apareció repentinamente flotando en el aire, girando con rapidez para permanecer suspendida frente a ellos.
Lo último que alcancé a ver fue como los esqueletos se abalanzaban sobre ellos, la sangre brotó derramándose sobre el suelo y los vientos cesaron.
Los druidas habían caído… caí de rodillas al verlos. Habían perdido la vida. Los soldados de Arterian comenzaron a luchar contra los engendros, todos se movían alrededor nuestro, finalmente la gente de la fortaleza tenía la oportunidad de contra atacar. -Todo esto es mi culpa…- musité agarrando el césped con mis puños a la vez que lágrimas de sangre resbalaban por mis mejillas.
Los soldados presentaban batalla al enemigo, los aceros rugían a mi alrededor pero solo el leve movimiento a mi izquierda me hizo reaccionar. Me moví hacia allí, de rodillas frente al vikingo que estaba cansado y malherido. -¡Vamos!- Le insté a mantenerse en pie presionando su mano. -¡Hemos inclinado la balanza! ¡No vayas a darte por vencido ahora!-
Liv Nordström- Vampiro Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
Los druidas lograron pasar por a abertura que la inmortal habia abierto para escapar, Liv gritaba mi nombre para que los acompañara, mas yo era la única retención existente para que los muertos no les dieran caza.
-¡Un poco mas! -rugí luchado contra aquellas bestias atroces de Hel sin sucumbir al desfallecimiento.
La inmortal tiró de mi, y juntos atravesamos el agujero cayendo al suelo del exterior observando como los druidas recitan unos cánticos tomados de las manos.
Tras nosotros mas demonios huesudos nos atacaban sin tregua, de nuevo blandí el hacha tratando de apartarlos de lo que quisiera que hacían esos hombres, deberían darse prisa, esto estaba cayéndose a pedazos y de seguir así no existiría balanza que inclinar pues todos acabaríamos engullidos por los escombros.
Herido, cansado seguí luchando, Liv me animaba a mantenerme en pie, no existía otro modo, mas yo no acaba de entender que era eso mágico que iba a suceder.
De pronto todo ceso, los druidas habían dado su vida, sangre, caos, destrucción, pero los soldados parecían recuperar su voluntad, el tornado se extinguió y la lucha se torno igual.
Apoyado en el hacha jadeaba herido y extenuado, la vampiresa era inmortal, capaz de cerrar sus heridas con facilidad.
Yo no era de los que se rendía, por mis venas puede que no corriera sangre Cannif, pero sin duda era tan terco como el propio padre que me crio, así que desfallecer no estaba en mis planes.
Me alcé de nuevo, la lucha era encarnizada, partía cráneos, arrancaba cabezas y hacha en mano los huesos se apilaban frente a mi en una montaña.
No se cuando termino aquel infierno, solo se que ninguna de esas aberraciones se mantenía en pie, busqué con la mirada a la bruja, la responsable del mal que asolaba aquel lugar, darle caza y muerte era mi único plan.
La peliblanca se enfrentaba al enemigo, corrí hacia allí hacha en ristre, gruñí desafiante.
-Rindete o prueba el acero.
La risa de la bruja evidenciaba tener mas de un truco bajo la manga, cierto era que yo sangraba en abundancia y pocos encontronazos mas lograría mantener en pie, mas eso no diezmo mi voluntad.
-¡Vamos! -rugí abriendo los brazos en cruz desafiante invitándola a un baile distinto al de antes.
Liv se puso frente a mi, como si buscara el modo de tranquilizar al guerrero que había entrado en frenesí y que como los druidas no dudaría en dar su vida por un bien mayor.
-¡Un poco mas! -rugí luchado contra aquellas bestias atroces de Hel sin sucumbir al desfallecimiento.
La inmortal tiró de mi, y juntos atravesamos el agujero cayendo al suelo del exterior observando como los druidas recitan unos cánticos tomados de las manos.
Tras nosotros mas demonios huesudos nos atacaban sin tregua, de nuevo blandí el hacha tratando de apartarlos de lo que quisiera que hacían esos hombres, deberían darse prisa, esto estaba cayéndose a pedazos y de seguir así no existiría balanza que inclinar pues todos acabaríamos engullidos por los escombros.
Herido, cansado seguí luchando, Liv me animaba a mantenerme en pie, no existía otro modo, mas yo no acaba de entender que era eso mágico que iba a suceder.
De pronto todo ceso, los druidas habían dado su vida, sangre, caos, destrucción, pero los soldados parecían recuperar su voluntad, el tornado se extinguió y la lucha se torno igual.
Apoyado en el hacha jadeaba herido y extenuado, la vampiresa era inmortal, capaz de cerrar sus heridas con facilidad.
Yo no era de los que se rendía, por mis venas puede que no corriera sangre Cannif, pero sin duda era tan terco como el propio padre que me crio, así que desfallecer no estaba en mis planes.
Me alcé de nuevo, la lucha era encarnizada, partía cráneos, arrancaba cabezas y hacha en mano los huesos se apilaban frente a mi en una montaña.
No se cuando termino aquel infierno, solo se que ninguna de esas aberraciones se mantenía en pie, busqué con la mirada a la bruja, la responsable del mal que asolaba aquel lugar, darle caza y muerte era mi único plan.
La peliblanca se enfrentaba al enemigo, corrí hacia allí hacha en ristre, gruñí desafiante.
-Rindete o prueba el acero.
La risa de la bruja evidenciaba tener mas de un truco bajo la manga, cierto era que yo sangraba en abundancia y pocos encontronazos mas lograría mantener en pie, mas eso no diezmo mi voluntad.
-¡Vamos! -rugí abriendo los brazos en cruz desafiante invitándola a un baile distinto al de antes.
Liv se puso frente a mi, como si buscara el modo de tranquilizar al guerrero que había entrado en frenesí y que como los druidas no dudaría en dar su vida por un bien mayor.
Drittsekk- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: La joven del torreón (libre)
El joven de los ojos encendidos se puso en pie y a pesar de su evidente agotamiento hizo acopio de fuerzas reiniciando la lucha contra el enemigo. En medio del caos contemplé como de algún lado sacaba nuevas energías para asestar golpes a diestra y siniestra, verle fue como sentir un subidón de adrenalina que me inyectaba las mismas ansias de continuar la batalla.
Alcancé a un nuevo soldado enemigo y asesté mi mi puño en esa masa informe antes de tirar de la cabeza para arrancársela, sosteniéndola en mi mano al desprenderse con jirones colgantes de carne mientras el resto del cuerpo seguía moviéndose sin equilibrio antes de caer al suelo y detenerse del todo.
Los soldados del castillo al ver que el huracán se detenía recuperaron la voluntad y no cejaron en su empeño de defender a Artherian. A ellos se habían unido los soldados que se habían alojado esta noche tras los muros de la fortaleza, probablemente provenientes de la misma localidad de Drittsekk.
Me dirigí hacia el cuerpo inerte y tomé la espada que aún mantenía aferrada en su mano, hacía demasiado tiempo que no tomaba un arma en las mías. La blandí con un movimiento de mi muñeca, como si se tratase de un guante viejo que tras mantener guardado bajo llave volvía a colocarme, pero sin llegar a utilizarle aún.
Mis sentidos captaron a lo lejos la silueta de la bruja y mis ojos adquirieron de nuevo un enardecido tono escarlata. Con la determinación pintada en mi blanquecino rostro me fui abriendo camino entre las filas de inmundas calaveras.
Con el rabillo del ojo vi como el vikingo se me adelantaba para dirigirse a la bruja por lo que me abrí paso con determinación asestando golpes una y otra vez. Habíamos vencido pero ahora era la imagen masculina con los brazos abiertos en cruz la que acaparaba mi atención.
Apreté los labios al ver aquello y con rapidez sobrenatural me planté frente a él, justo en el momento en el que la bruja alzaba las manos hacia el cielo con una sonrisa pérfida en el rostro.
El manto sobre nuestras cabezas se cargó de electricidad oscura y una luz incandescente se dirigió vertiginosamente hacia nosotros. Reaccioné empujando al vikingo hacia un lado, lo cual nos hizo rodar mientras el rayo quemaba la tierra justo en el lugar adonde nos encontrábamos unos segundos atrás.
El manto sobre nuestras cabezas se cargó de electricidad oscura y una luz incandescente se dirigió vertiginosamente hacia nosotros. Reaccioné empujando al vikingo hacia un lado, lo cual nos hizo rodar mientras el rayo quemaba la tierra justo en el lugar adonde nos encontrábamos unos segundos atrás.
Caí sobre él algo aturdida y así permanecí un momento frunciendo mis labios antes de moverme y alzar mi rostro lo suficiente para que nuestros ojos chocaran, sintiendo su respiración entrecortada bajo la palma de mi mano. -No tengas tanta prisa por morir.-
Observé esos pardos con renovada curiosidad antes de escuchar un nuevo estruendo. El cielo descargaba múltiples rayos que escapaban a los designios de Thor, siendo manipulados por la bruja que aún los hacía caer alrededor nuestro protegiendo su retirada. Tomé al vikingo de los hombros para tirar de él y haciendo uso de mi velocidad sobrenatural volví a sacarnos de en medio.
Liv Nordström- Vampiro Clase Alta
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Re: La joven del torreón (libre)
La inmortal mucho mas prudente que yo, se abalanzó contra mi al ver a la bruja mover sus brazos pronunciando unas palabras en un antiguo nórdico.
Rugí rodando por el suelo, quería matarla, la adrenalina corría voraz por mis venas cuando la peliblanca cayó sobre mi cuerpo. Ambas respiraciones ahitadas se encontraron cuando ella levantó la cabeza.
-¿Eres una Valquiria? -pregunté cuando me dijo que no tuviera tanta prisa en morir.
Por un instante nos mantuvimos quietos, observándonos en silencio, mas la tormenta que se desató en el cielo hizo que de nuevo la joven inmortal tirara de mi sacándome del mismo Hel de rayos y truenos.
En pie miramos a la bruja, los guerreros luchaban con valentía contra las aberraciones esqueléticas que aun quedaban en pie, sin duda esta gesta la ganaríamos, solo necesitaba la cabeza de esa mujer colgada de una pica.
Estaba seguro de que Randulf tenia algo que ver en esto, como no, si ese hombre era el mal personificado.
Mis pardos seguían centrados en la hechicera que de nuevo sacudía las manos ante mis ojos.
Rugí emprendiendo hacia ella la carrera, esquivando unos rayos que salían de sus manos, rodé por el suelo varias veces, mi sangre manchaba el suelo, mas a mi eso jamas me detuvo.
La inmortal mas rápida se lanzó junto a mi al ataque, ambos blandíamos con brío el acero.
Puede que ella poseyera magia, pero nosotros eramos el fuego de las fraguas del norte, eramos espíritu, valor y no nos amedrentábamos ante nada y ante nadie.
Ella creaba escudos para bloquear cada estocada, pero eramos diestros rápidos y la magia se agotaba.
Jadeaba pero no me rendía, la risa de la bruja se pintaba en sus labios cuando con la diestra sacó una especie de aguja filosa, tipo estaca y la dirigió hacia le pecho de la dama.
Mi acero sobrevoló la distancia interponiéndose entre su macabro plan y el objetivo.
Mis ojos centelleaban ante esos ambarinos de la bruja que frustrada me araño la cara mientras la enfrentaba.
-¡Ahora! -rugí para que la inmortal acabara su trabajo aprovechando que su flanco había quedado descubierto.
Rugí rodando por el suelo, quería matarla, la adrenalina corría voraz por mis venas cuando la peliblanca cayó sobre mi cuerpo. Ambas respiraciones ahitadas se encontraron cuando ella levantó la cabeza.
-¿Eres una Valquiria? -pregunté cuando me dijo que no tuviera tanta prisa en morir.
Por un instante nos mantuvimos quietos, observándonos en silencio, mas la tormenta que se desató en el cielo hizo que de nuevo la joven inmortal tirara de mi sacándome del mismo Hel de rayos y truenos.
En pie miramos a la bruja, los guerreros luchaban con valentía contra las aberraciones esqueléticas que aun quedaban en pie, sin duda esta gesta la ganaríamos, solo necesitaba la cabeza de esa mujer colgada de una pica.
Estaba seguro de que Randulf tenia algo que ver en esto, como no, si ese hombre era el mal personificado.
Mis pardos seguían centrados en la hechicera que de nuevo sacudía las manos ante mis ojos.
Rugí emprendiendo hacia ella la carrera, esquivando unos rayos que salían de sus manos, rodé por el suelo varias veces, mi sangre manchaba el suelo, mas a mi eso jamas me detuvo.
La inmortal mas rápida se lanzó junto a mi al ataque, ambos blandíamos con brío el acero.
Puede que ella poseyera magia, pero nosotros eramos el fuego de las fraguas del norte, eramos espíritu, valor y no nos amedrentábamos ante nada y ante nadie.
Ella creaba escudos para bloquear cada estocada, pero eramos diestros rápidos y la magia se agotaba.
Jadeaba pero no me rendía, la risa de la bruja se pintaba en sus labios cuando con la diestra sacó una especie de aguja filosa, tipo estaca y la dirigió hacia le pecho de la dama.
Mi acero sobrevoló la distancia interponiéndose entre su macabro plan y el objetivo.
Mis ojos centelleaban ante esos ambarinos de la bruja que frustrada me araño la cara mientras la enfrentaba.
-¡Ahora! -rugí para que la inmortal acabara su trabajo aprovechando que su flanco había quedado descubierto.
Drittsekk- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/07/2017
Re: La joven del torreón (libre)
Sonreí despacio al escucharle preguntar si era una valquiria. -Vive y lo descubrirás.- En un instante nos encontramos resguardados de la electricidad oscura que cargaba el cielo. Mi ceño se tornó sombrío, los truenos descargados por Brinhild amenazaban la vida de aquellos que se encontraban frente a nosotros.
Drittsekk se lanzó de nuevo detrás de la hechicera, un rugido escapó de mi garganta retumbando en las piedras que conformaban el muro. Esto se acababa ya, no iba a permitir que más vidas fueran extinguidas, sin importar quien estuviera detrás de todo esto.
Me lancé en esa misma dirección, ella con su maldita mirada llena de odio me miraba interponiendo escudos mágicos. El vikingo tampoco desistía, poco a poco nos íbamos acercando, otra vez demostraba de que estaba hecho. Ella podía ser poseedora de magia inigualable, difícil de combatir pero la enfrentaban dos vikingos cargados de rabia por distintos motivos.
Fuera como fuere el vikingo se me adelantó en llegar a ella, justo en el instante en que vi a mi enemiga sacando una estaca para lanzarla hacia mi. -¡No!- El grito escapó de mis labios antes de que él se lanzara hacia ella con una pirueta demasiado temeraria que pudo costarle la vida.
Afortunadamente logró dominarla, dándome paso hacia la bruja. -Hoy termina todo Brinhild.- En un segundo estaba frente a ella con mi velocidad sobrenatural. Mi filo entró en su costado pero no terminé de empujar. Algo me frenaba, ella y yo lo sabíamos. La voz de Drittsekk me apremiaba a terminar con ella, y podía hacerlo si así lo quisiera, solo tenía que retorcer un poco más en el interior de su carne.
Mi mano sin embargo permaneció paralizada, observando los pozos de la bruja. -Magnus… ¿qué has hecho con él? ¿Qué le has hecho?- Mi voz sonó afligida, apremiante, él era todo en lo que podía pensar. -Él no Brinhild…- Negué al mirar su sonrisa, cruel, fría, llena de triunfo aún mientras sangraba, parecía el momento de su venganza perfecta. De un movimiento rápido tomó la estaca de mano del vikingo y la enterró en su propio pecho.
-¡Nooo!- De inmediato la piel de la bruja perdió su lozanía, tornándose grisácea, su rostro envejeciendo y llenándose de arrugas, su cabello negro se tornó blanquecino y sus marcadas venas indicaron que había caído bajo el hechizo de su propio instrumento. Volví a gritar desde lo más profundo, Brinhild había quedado disecada frente a mis ojos llevándose consigo la respuesta.
No podía dejarla irse así, no podía, no podía. La sacudí llena de rabia y desesperación y fue el vikingo el que me detuvo con sus manos, intentando calmar mi arranque. Me sacudí con el rostro contra su pecho, intentando liberarme, hasta que poco a poco fui calmándome y mi respiración pesada fue todo lo que pude escuchar.
Mis lágrimas humedecieron la tela de su camisa, los rayos habían finalizado. Artherian se encontraba finalmente a salvo y algunos de nuestros soldados se acercaron, aguardando.
Pasé las manos por mis ojos con rapidez al separarme del muchacho, y miré a quienes estaban de pie frente a mi. Me acerqué nuevamente a la bruja, estaba profundamente dormida, atrapada en un sueño antinatural, pero viva. -¡Llevádla a la torre! ¡A la recamara adonde mantenía encerrados a los druidas! Reforzad las puertas y las ventanas, su magia quedará encerrada en ella.-
Más soldados se acercaban, buscando mi consejo. No estoy segura de si lo hacían porque tanto el vikingo como yo habíamos acabado con la amenaza mortal que se cernía sobre el castillo o si lo hacían por respeto a aquello que me unía a su conde y de lo cual muchos estaban enterados.
Di algunas instrucciones, pero me encontraba aturdida, miraba los cuerpos de los hombres que yacían sin vida, la sangre que había corrido esa noche y miré hacia mi mano sosteniendo una espada. Esa arma... no debía llevarla, me había negado a utilizarla... la dejé caer al suelo.
El vikingo notando mi aturdimiento se encargó de dirigir a los soldados e indicarles los aprovisionamientos para el resto de la noche.
Tras un lapso de tiempo en el cual no le vi, tras reaccionar y asegurarme de que no solo nuestros soldados heridos si no también los de Akershus fueran atendidos y bien provistos, regresé mis pensamientos a él, buscándole.
En cuanto le vi me acerqué. -¿Qué hay de ti y de tus heridas?- Lo empujé suavemente para que se sentara en una carreta posicionada detrás de él, inspeccionando como se encontraba mientras palpaba sobre su ropa.
Liv Nordström- Vampiro Clase Alta
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