AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Veniality | Privado
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Veniality | Privado
Y es que hasta ese entonces no había descubierto en si momento más oscuro. Desde su llegada a la capital no había caído en las garras que la demencia produce, cuando era engullido cada noche por las fauces de aquellos demonios del pasado, aún presentes en su mezquino andar. Se llevó las manos a sus sienes intentando hallar calma mientras se adentraba en aquellos terrenos inhóspitos. En su mente la efigie de su padre Gustav aún invadía sus sentidos, un recuerdo que se negaba a morir sobre el espeso oleaje de la culpabilidad; en el sempiterno un sentimiento seguía siendo el mayor de sus temores a vencer pese al arsenal de nuevos dotes que ahora poseía.
La escasa luz que algunos astros reflejaban en esa fría y gigantesca bóveda llamada cielo nocturno, era opacada por el titilante reflejo de las farolas que se elevaban en su camino. De mala gana continuó dirigiéndose hacia el cementerio, necesitaba hablar con él aunque no se encontrara de forma física en ninguna de esas tumbas. Poco a poco su cordura le abandonaba, a cada paso que daba un peso caía sobre sus hombros, cada punzada que el dolor producía sería soportable, todo en esa noche sería soportable de no ser por esa sed que le obligaba a comportarse como asesino de vez en cuando, pues hasta entonces no habría encontrado otra forma de saciar ese deseo.
Valiéndose de una de sus habilidades notó que pocas personas transitaban por el callejón, agudizó su mirada para hallar en este alguna presa mujeres o niños, nada le importaba con tal de saciar la sed que trastornaba sus sentidos. Con las manos en los bolsillos, dejó que la noche cubriera su presencia, dobló hacia la izquierda con pasos ligeros cuando frente a sus ojos un hombre de estatura mediana y complexión no muy robusta corría agitadamente con la vista hacia atrás, al tanto de que alguien no siguiera sus pasos seguramente, sin notar al inmortal chocó contra este dejando caer un pequeño morral de cuero escondido debajo de su maltrecha ropa.
Los ojos de Alekséi advirtieron en la fachada precaria del sujeto, estaba casi convencido de que aquello no le pertenecía, por la forma en que vociferaba maldiciones por haberse cruzado en su camino. El joven vampiro sonrió enmarcando un ligero levantamiento de su ceja izquierda. Personas como ese hombre solo le recordaban la parte más asquerosa que el mundo esconde bajo el pseudónimo de ladrones, rufianes bastardos como aquellos que le habían convertido en ese ser de venganza y rencor que ahora era. Con un movimiento ágil, Lars le tomo por el cuello aprisionándolo contra la pared, poco pudo hacer el sujeto cuando sintió el filo de aquellos colmillos fríos. Le mantuvo bajo control mientras tomaba aquel líquido vital, no era del todo agradable tener que alimentarse de un rufián como aquel. Poco antes de que su víctima desfalleciera por completo escuchó lo que se convertiría en su epitafio.
–Nadie va a extrañarte maldito bastardo– susurró el vampiro.
El ritual estaba culminando cuando los sentidos le advirtieron de una presencia más en la entrada del callejón.
La escasa luz que algunos astros reflejaban en esa fría y gigantesca bóveda llamada cielo nocturno, era opacada por el titilante reflejo de las farolas que se elevaban en su camino. De mala gana continuó dirigiéndose hacia el cementerio, necesitaba hablar con él aunque no se encontrara de forma física en ninguna de esas tumbas. Poco a poco su cordura le abandonaba, a cada paso que daba un peso caía sobre sus hombros, cada punzada que el dolor producía sería soportable, todo en esa noche sería soportable de no ser por esa sed que le obligaba a comportarse como asesino de vez en cuando, pues hasta entonces no habría encontrado otra forma de saciar ese deseo.
Valiéndose de una de sus habilidades notó que pocas personas transitaban por el callejón, agudizó su mirada para hallar en este alguna presa mujeres o niños, nada le importaba con tal de saciar la sed que trastornaba sus sentidos. Con las manos en los bolsillos, dejó que la noche cubriera su presencia, dobló hacia la izquierda con pasos ligeros cuando frente a sus ojos un hombre de estatura mediana y complexión no muy robusta corría agitadamente con la vista hacia atrás, al tanto de que alguien no siguiera sus pasos seguramente, sin notar al inmortal chocó contra este dejando caer un pequeño morral de cuero escondido debajo de su maltrecha ropa.
Los ojos de Alekséi advirtieron en la fachada precaria del sujeto, estaba casi convencido de que aquello no le pertenecía, por la forma en que vociferaba maldiciones por haberse cruzado en su camino. El joven vampiro sonrió enmarcando un ligero levantamiento de su ceja izquierda. Personas como ese hombre solo le recordaban la parte más asquerosa que el mundo esconde bajo el pseudónimo de ladrones, rufianes bastardos como aquellos que le habían convertido en ese ser de venganza y rencor que ahora era. Con un movimiento ágil, Lars le tomo por el cuello aprisionándolo contra la pared, poco pudo hacer el sujeto cuando sintió el filo de aquellos colmillos fríos. Le mantuvo bajo control mientras tomaba aquel líquido vital, no era del todo agradable tener que alimentarse de un rufián como aquel. Poco antes de que su víctima desfalleciera por completo escuchó lo que se convertiría en su epitafio.
–Nadie va a extrañarte maldito bastardo– susurró el vampiro.
El ritual estaba culminando cuando los sentidos le advirtieron de una presencia más en la entrada del callejón.
Última edición por Alekséi Záitsev el Miér Ene 24, 2018 11:09 pm, editado 1 vez
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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Re: Veniality | Privado
La verdad sea dicha: su instinto materno era similar al que pudiera tener una puerta de roble. No servía para cuidar de otros, tampoco para guiar a nadie… Aún así, Amancay había transformado a dos personas –Boudica y Alekséi- a su misma condición y con ellos hacía lo que podía.
Boudica nunca le había dado problemas, la amaba desde el principio, desde siempre, y hasta en los primeros meses había sabido sujetarse a las recomendaciones de su creadora. Desde aquella época hasta el presente, en el que ya tenía más de veinte años de convertida, ella sólo había cambiado para bien. Pero Alekséi… Alekséi era demasiado libre –y eso le gustaba, no podía negarlo-, tanto que esa libertad se volvía contra él y no faltaban las noches en las que Amancay sintiese que debía rastrearlo para acompañarlo en el proceso de estabilización.
¿Era un instinto agregado que se adquiría luego de darle el abrazo a alguien? Amancay creía que sí, que tras crear un nuevo vampiro, ambos quedaban unidos por un lazo invisible que los conectaba…
“Serán los únicos hijos que tendré”, se decía siempre, aunque Boudica no era una hija para ella… Pero Alekséi sí, así lo sentía desde antes de verlo convertido, desde el momento en el que el joven se acercó a ella para pedirle ayuda.
-Alek, Alek… -susurraba mientras lo buscaba por las calles de la ciudad, lo sentía cercano e inestable, pero no podría culparlo, todavía estaba aprendiendo a vivir esa falsa vida.
Lo halló en uno de los callejones de los suburbios. Cómo era de esperarse, su joven creación mamaba del cuello de un desconocido. Amancay necesitaba intervenir lo antes posible…
-Sí que es un bastardo –le dijo, al acercarse, siguiendo las últimas palabras que él había dicho-, y si quieres terminar con él yo te ayudaré. -Se plantó junto a ellos y pudo sentir el pulso débil de la víctima. Si alguno de los dos volvía a beber de él era seguro que el hombre moriría-. Pero no me parece nada inteligente, Alekséi. ¿Qué haremos con el cuerpo? ¿Dejarlo aquí? No, sería un error… sólo daríamos indicios de nuestra existencia, alas para que los cazadores vuelen tras nosotros o tras otros como nosotros. –Una gota de sangre resbalaba por la comisura de los labios de Alekséi, Amancay se acercó lentamente a él y con el pulgar detuvo el recorrido de la gota, que luego se llevó a la boca-. Elige, pero elige bien. Si quieres acabar con él, te ayudaré y si en cambio decides dejarle, también te ayudaré a cambiar sus recuerdos. Siempre debes pensar más allá de lo que tienes delante, querido mío. Hasta un inocente trago de más puede tener consecuencias difíciles de transitar.
Boudica nunca le había dado problemas, la amaba desde el principio, desde siempre, y hasta en los primeros meses había sabido sujetarse a las recomendaciones de su creadora. Desde aquella época hasta el presente, en el que ya tenía más de veinte años de convertida, ella sólo había cambiado para bien. Pero Alekséi… Alekséi era demasiado libre –y eso le gustaba, no podía negarlo-, tanto que esa libertad se volvía contra él y no faltaban las noches en las que Amancay sintiese que debía rastrearlo para acompañarlo en el proceso de estabilización.
¿Era un instinto agregado que se adquiría luego de darle el abrazo a alguien? Amancay creía que sí, que tras crear un nuevo vampiro, ambos quedaban unidos por un lazo invisible que los conectaba…
“Serán los únicos hijos que tendré”, se decía siempre, aunque Boudica no era una hija para ella… Pero Alekséi sí, así lo sentía desde antes de verlo convertido, desde el momento en el que el joven se acercó a ella para pedirle ayuda.
-Alek, Alek… -susurraba mientras lo buscaba por las calles de la ciudad, lo sentía cercano e inestable, pero no podría culparlo, todavía estaba aprendiendo a vivir esa falsa vida.
Lo halló en uno de los callejones de los suburbios. Cómo era de esperarse, su joven creación mamaba del cuello de un desconocido. Amancay necesitaba intervenir lo antes posible…
-Sí que es un bastardo –le dijo, al acercarse, siguiendo las últimas palabras que él había dicho-, y si quieres terminar con él yo te ayudaré. -Se plantó junto a ellos y pudo sentir el pulso débil de la víctima. Si alguno de los dos volvía a beber de él era seguro que el hombre moriría-. Pero no me parece nada inteligente, Alekséi. ¿Qué haremos con el cuerpo? ¿Dejarlo aquí? No, sería un error… sólo daríamos indicios de nuestra existencia, alas para que los cazadores vuelen tras nosotros o tras otros como nosotros. –Una gota de sangre resbalaba por la comisura de los labios de Alekséi, Amancay se acercó lentamente a él y con el pulgar detuvo el recorrido de la gota, que luego se llevó a la boca-. Elige, pero elige bien. Si quieres acabar con él, te ayudaré y si en cambio decides dejarle, también te ayudaré a cambiar sus recuerdos. Siempre debes pensar más allá de lo que tienes delante, querido mío. Hasta un inocente trago de más puede tener consecuencias difíciles de transitar.
Amancay- Vampiro Clase Alta
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Re: Veniality | Privado
Había recibido el don de la oscuridad cuando menos lo esperaba. Su sendero se tiñó de desgracia y muerte desde el momento en el que vio morir frente a sus ojos a Gustav, su padre y único vínculo con el terreno de los vivos. Porque había forjado en su mente que ese era el modelo de hombre en quien deseaba convertirse. La vida para el joven carecía de dolor cuando ya estaba habituado a ser un niño que no deseaba grandes riquezas, no tenía intención alguna de explorar el mundo. No obstante los horrores del mismo llegaron a tocar a su puerta desde ese momento había estrechado la mano de la muerte y tuvo que aprender a bailar con ella, a explorar los terrenos inhóspitos de la soledad y a caminar por la cuerda floja, alimentándose del sutil veneno de la venganza. No obstante cuando se inicia en ese camino, no existe marcha atrás y a menudo dicha línea no siempre es del todo recta. Porque resulta fácil perder el rumbo y el sentido de las cosas si no se tiene la tutela de alguien más.
Y eso precisamente significaba Amancay en la transición de Alekséi, un ángel de muerte que le recibió con los brazos abiertos a esa nueva existencia etérea.
Pero ¿Qué tanto de ese joven moribundo quedaba en Alekséi? Nada.
Después de su recuperación condujo su venganza a placer y voluntad. El mismo era ahora un emisario de muerte. Muchos vampiros se condenan por el hecho de ser monstruos abominables, incapaces de distinguir entre el bien y el mal. Pero el alemán realmente se regocijaba de ese poder, de ese sentido de superioridad que le otorgaba cierta ventaja sobre la fragilidad humana, por eso resultaba un peligro incluso para el mismo. Maldita la hora en la cual aquel desdichado se había cruzado en su camino, en realidad no había ninguna forma de expiar sus posibles crímenes, pero el vampiro en ese instante sentía esa necesidad de hacer justicia por su propia mano y en parte porque la sed de sangre le quemaba la garganta. Fue interrumpido de forma estrepitosa algo que le molestaba de sobremanera, cualquiera pagaría el precio menos ella.
A ella le debía todo.
Reconocería la cadencia de esa voz millas a lo lejos, un timbre aterciopelado como lo era el de su sire jamás pasaba desapercibido. Auto control, lo necesitaba dominar más que nunca y a como pudo halló ese espacio de solaz, soltó de golpe el cuerpo casi moribundo.
–Amancay… – susurró hacia la noche. La mirada de Alekséi cambió de un ser poderoso a un chiquillo perdido en la espesura de los callejones.
Se había dejado llevar por el instinto y hasta entonces no había sopesado las consecuencias.
–Haz con él lo que mejor convenga, la verdad he perdido el interés de acabar con su vida, no sería castigo suficiente después todos los horrores que ha cometido–
Suspiró.
–Sólo borra su memoria y que se pierda en la nada de una vez por todo–
Admiró la facilidad con la cual ella obró aquel deseo de manera rápida. Admiraba esa fuerza y su capacidad. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que sus miradas se cruzaron?
–Dime ¿Qué haces en Paris Amancay?–
Y eso precisamente significaba Amancay en la transición de Alekséi, un ángel de muerte que le recibió con los brazos abiertos a esa nueva existencia etérea.
Pero ¿Qué tanto de ese joven moribundo quedaba en Alekséi? Nada.
Después de su recuperación condujo su venganza a placer y voluntad. El mismo era ahora un emisario de muerte. Muchos vampiros se condenan por el hecho de ser monstruos abominables, incapaces de distinguir entre el bien y el mal. Pero el alemán realmente se regocijaba de ese poder, de ese sentido de superioridad que le otorgaba cierta ventaja sobre la fragilidad humana, por eso resultaba un peligro incluso para el mismo. Maldita la hora en la cual aquel desdichado se había cruzado en su camino, en realidad no había ninguna forma de expiar sus posibles crímenes, pero el vampiro en ese instante sentía esa necesidad de hacer justicia por su propia mano y en parte porque la sed de sangre le quemaba la garganta. Fue interrumpido de forma estrepitosa algo que le molestaba de sobremanera, cualquiera pagaría el precio menos ella.
A ella le debía todo.
Reconocería la cadencia de esa voz millas a lo lejos, un timbre aterciopelado como lo era el de su sire jamás pasaba desapercibido. Auto control, lo necesitaba dominar más que nunca y a como pudo halló ese espacio de solaz, soltó de golpe el cuerpo casi moribundo.
–Amancay… – susurró hacia la noche. La mirada de Alekséi cambió de un ser poderoso a un chiquillo perdido en la espesura de los callejones.
Se había dejado llevar por el instinto y hasta entonces no había sopesado las consecuencias.
–Haz con él lo que mejor convenga, la verdad he perdido el interés de acabar con su vida, no sería castigo suficiente después todos los horrores que ha cometido–
Suspiró.
–Sólo borra su memoria y que se pierda en la nada de una vez por todo–
Admiró la facilidad con la cual ella obró aquel deseo de manera rápida. Admiraba esa fuerza y su capacidad. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que sus miradas se cruzaron?
–Dime ¿Qué haces en Paris Amancay?–
Última edición por Alekséi Záitsev el Miér Ene 24, 2018 11:11 pm, editado 3 veces
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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Re: Veniality | Privado
Amancay no era una buena madre, pero nadie podría decir jamás que ella no lo intentaba. Su pecho se infló de orgullo al ver que Alekséi tomaba por sí solo la mejor de las decisiones, que podía al fin ponerse límites dejando de lado los impulsos y permitiendo que su mente gobernase, no dándole lugar a la sed para que tomase el control de sus elecciones. Se sintió tan realizada como sire que no pudo reprimir el impulso de tomar el rostro del muchacho entre sus manos y llenarlo de besos en la frente y las mejillas.
-¡Ay, mi bebé ya es un chico grande e inteligente! –le decía entre beso y beso-. Muy bien, muy bien… Eres estupendo y fuerte –le aseguró, para darle confianza en sí mismo. Esas cosas había hecho por ella su creador cuando llevaba poco de convertida-. Serás un gran eterno, Alek, si de tan joven logras controlarte así yo creo que cuando tengas mi edad serás mucho mejor que yo.
Amancay no era egoísta, en verdad deseaba que Boudica y Alekséi fuesen mejores que ella algún día. Los amaba, de formas diferentes porque eran diferentes en su vida pese a ser ambos sus creaciones, y deseaba verlos realizados como vampiros. Si por ella fuese aquella sería una familia perfecta, pero Alek era demasiado libre como para permanecer por mucho tiempo junto a ellas y Boudica… Boudica simplemente odiaba a los hombres y, aunque toleraba a Alekséi porque sabía lo que significaba para Amancay –y porque a veces les ayudaba en la cacería de inquisidores que ellas tanto disfrutaban-, no podía olvidar por mucho tiempo cuál era el género de él. A su manera, ambos se complementaban –Boudica toleraba unos días su presencia y él, a su vez, toleraba solo unos días de convivencia pues ansiaba la libertad- y Amancay sentía que había cierto equilibrio, aunque le gustaría que pudiesen hacer más cosas los tres juntos, pues no dejaba de verlos como la pequeña familia que había logrado formar.
Dejó a Alekséi y se volvió hacia el hombre. Estaba débil, pero no demasiado como para perder la conciencia. Amancay se acuclilló junto a él y lo acomodó, de manera que su espalda se apoyase en la pared y así se sostuviese.
-Oh, disculpe a mi pequeño, sucede que está aprendiendo, pero va muy bien… En verdad es un hombre bueno, crece rápido y todo lo que hace lo hace por su padre, bueno no debo contarle esas cosas, a usted no le incumben. Mireme –le pidió, y le acarició el rostro con suavidad-, esto es lo que recordará: iba caminando por aquí, tenía prisa, cuando unos maleantes quisieron robarle y le golpearon la cabeza dejándole débil, este muchacho de aquí –dijo y señaló a Alekséi-, lo ayudó y se quedó con usted hasta que estuvo mejor. La próxima vez que vea a este hombre, si es que lo cruza alguna noche, le dará las gracias por haberlo salvado. –Le dio un apretón en una de sus manos antes de agregar-: Dios lo bendiga, buen hombre. –Después de todo él había alimentado a Alekséi, así que tenía que ser agradecida.
Se incorporó y tiró de Alekséi para salir del callejón. Se prendió de su brazo y comenzaron a caminar por los callejones como si nada hubiese ocurrido. En apariencia, ambos tenían la misma edad y cualquiera que los viese podría pensar que se trataba de una pareja de recién casados que había decidido salir a dar un paseo, pero para Amancay Alekséi era su pequeño, nunca se había sentido atraída por él hasta el momento pese a que los hombres todavía le gustaban, por mucho que eso le pesase a Boudica.
-Viviremos aquí definitivamente –le dijo para responder su pregunta-. Tenemos una nueva guarida, además de la casa en la zona residencial, y allí llevamos a los inquisidores que quieran jugar con nosotras. Nos ha salido mal eso de llevarlos a la casa, Boudica se ponía furiosa demasiado rápido y todo se arruinaba… ya sabes lo celosa que es, no le gustaba que hubiese hombres allí, menos inquisidores, con esta nueva guarida en las afueras de la ciudad se acabaron los problemas. Ya te llevaremos una noche, será divertido –le prometió con una sonrisa.
-¡Ay, mi bebé ya es un chico grande e inteligente! –le decía entre beso y beso-. Muy bien, muy bien… Eres estupendo y fuerte –le aseguró, para darle confianza en sí mismo. Esas cosas había hecho por ella su creador cuando llevaba poco de convertida-. Serás un gran eterno, Alek, si de tan joven logras controlarte así yo creo que cuando tengas mi edad serás mucho mejor que yo.
Amancay no era egoísta, en verdad deseaba que Boudica y Alekséi fuesen mejores que ella algún día. Los amaba, de formas diferentes porque eran diferentes en su vida pese a ser ambos sus creaciones, y deseaba verlos realizados como vampiros. Si por ella fuese aquella sería una familia perfecta, pero Alek era demasiado libre como para permanecer por mucho tiempo junto a ellas y Boudica… Boudica simplemente odiaba a los hombres y, aunque toleraba a Alekséi porque sabía lo que significaba para Amancay –y porque a veces les ayudaba en la cacería de inquisidores que ellas tanto disfrutaban-, no podía olvidar por mucho tiempo cuál era el género de él. A su manera, ambos se complementaban –Boudica toleraba unos días su presencia y él, a su vez, toleraba solo unos días de convivencia pues ansiaba la libertad- y Amancay sentía que había cierto equilibrio, aunque le gustaría que pudiesen hacer más cosas los tres juntos, pues no dejaba de verlos como la pequeña familia que había logrado formar.
Dejó a Alekséi y se volvió hacia el hombre. Estaba débil, pero no demasiado como para perder la conciencia. Amancay se acuclilló junto a él y lo acomodó, de manera que su espalda se apoyase en la pared y así se sostuviese.
-Oh, disculpe a mi pequeño, sucede que está aprendiendo, pero va muy bien… En verdad es un hombre bueno, crece rápido y todo lo que hace lo hace por su padre, bueno no debo contarle esas cosas, a usted no le incumben. Mireme –le pidió, y le acarició el rostro con suavidad-, esto es lo que recordará: iba caminando por aquí, tenía prisa, cuando unos maleantes quisieron robarle y le golpearon la cabeza dejándole débil, este muchacho de aquí –dijo y señaló a Alekséi-, lo ayudó y se quedó con usted hasta que estuvo mejor. La próxima vez que vea a este hombre, si es que lo cruza alguna noche, le dará las gracias por haberlo salvado. –Le dio un apretón en una de sus manos antes de agregar-: Dios lo bendiga, buen hombre. –Después de todo él había alimentado a Alekséi, así que tenía que ser agradecida.
Se incorporó y tiró de Alekséi para salir del callejón. Se prendió de su brazo y comenzaron a caminar por los callejones como si nada hubiese ocurrido. En apariencia, ambos tenían la misma edad y cualquiera que los viese podría pensar que se trataba de una pareja de recién casados que había decidido salir a dar un paseo, pero para Amancay Alekséi era su pequeño, nunca se había sentido atraída por él hasta el momento pese a que los hombres todavía le gustaban, por mucho que eso le pesase a Boudica.
-Viviremos aquí definitivamente –le dijo para responder su pregunta-. Tenemos una nueva guarida, además de la casa en la zona residencial, y allí llevamos a los inquisidores que quieran jugar con nosotras. Nos ha salido mal eso de llevarlos a la casa, Boudica se ponía furiosa demasiado rápido y todo se arruinaba… ya sabes lo celosa que es, no le gustaba que hubiese hombres allí, menos inquisidores, con esta nueva guarida en las afueras de la ciudad se acabaron los problemas. Ya te llevaremos una noche, será divertido –le prometió con una sonrisa.
Amancay- Vampiro Clase Alta
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Re: Veniality | Privado
Después de haber sido transformado ¿Que más podía pedir? ¿Qué era lo que realmente le pedía a la noche cuando salía a cazar? Estaba consciente que su sendero estaría ligado a la muerte, a la culpa y a la falta de esos sentimientos que jamás le fueron cedidos. ¿Por qué perseguir entonces el sueño efímero de la redención? Junto a Amancay aprendió que no todo lo que ellos poseían sería para siempre. Como buena maestra la mujer inmortal le entrego los dones el lado amable de una vida eterna, pero ¿Qué tan consciente era el vampiro de su nueva condición? Prueba de ello. Los arrebatos que solía tener para con los humanos. Detestaba realmente la idea de compartir el aire con ellos. Porque había conocido el desprecio, la miseria y el dolor que eran causado por actos atroces y llenos de perversidad. Con mucho trabajo se reprimió el deseo de acabar con la vida de aquel bastardo. El cuerpo casi moribundo de aquel sujeto se convulsionaba apenas, su muerte era eminente, los ojos del joven vampiro solo se limitaron a contemplar dicha escena cuando el toque suave de ella le tomó por sorpresa.
Como una madre que se preocupa por sus hijos, Amancay había permitido que Alekséi conociera el mundo, que experimentara por su propia cuenta los horrores del mismo y tomara decisiones que le encaminarían hacía un barranco de odio o a hacia un mejor porvenir como habitante de la noche. Ciertamente él estaba aprendiendo pues recientemente solo se había limitado a alimentarse, pero esa noche estaba cometiendo por segunda vez un asesinato. ¿Cuántos inocentes más se necesitarían para que él asimilara que no era tan fácil el hecho de tener ese poder sobre el resto?
–Basta Amancay, sabes que no me gusta que hagas eso–
Suspiró de mala gana y le vio obrar una vez más. Los orbes del neófito se abrieron un poco más, como buen pupilo se quedó callado. Ella era excelsa en su trabajo y de algún modo le infundía respeto y admiración. La próxima vez que la sed le traicionara sabría cómo actuar.
Cuando Amancay susurró aquellas palabras al hombre, Alekséi realmente anheló no volver a toparse con él. Se conocía demasiado y seguramente no sería piadoso para ese entonces.
Caminó del brazo con ella, su maestra, su madre. Ligeras reminiscencias del joven humano llegaron a su mente ¿Su hermano? ¿Su madre? Algo de ese pequeño aún vivía en él aunque se negara a pensar que alguna vez fue bondadoso y feliz.
Sonrió.
–¿Aún sigues con esas viejas usanzas? La verdad no sé qué esperas hallar en Paris, es una ciudad sucia, llena de humanos detestables que solo ven lo que sus narices les permiten–
La bóveda tintineaba con pequeños astros relucientes, tachuelas de plata que brindaban un aire de bohemia al ambiente.
–Amancay– dijo mientras se detenía ligeramente para mirarle –Sabes a lo que me refiero ¿Qué esperas de mí? Mírame, no soy más que un vampiro que juega a serlo, no llevo más de un par de meses acá y sigo sin saber a qué conlleva todo esto–
Por primera vez Alekséi se sinceró. Estaba agradecido con ella por salvarle y brindarle una entrada a ese nuevo mundo, sí. Pero la soledad y la culpabilidad seguían hirientes ahí.
Como una madre que se preocupa por sus hijos, Amancay había permitido que Alekséi conociera el mundo, que experimentara por su propia cuenta los horrores del mismo y tomara decisiones que le encaminarían hacía un barranco de odio o a hacia un mejor porvenir como habitante de la noche. Ciertamente él estaba aprendiendo pues recientemente solo se había limitado a alimentarse, pero esa noche estaba cometiendo por segunda vez un asesinato. ¿Cuántos inocentes más se necesitarían para que él asimilara que no era tan fácil el hecho de tener ese poder sobre el resto?
–Basta Amancay, sabes que no me gusta que hagas eso–
Suspiró de mala gana y le vio obrar una vez más. Los orbes del neófito se abrieron un poco más, como buen pupilo se quedó callado. Ella era excelsa en su trabajo y de algún modo le infundía respeto y admiración. La próxima vez que la sed le traicionara sabría cómo actuar.
Cuando Amancay susurró aquellas palabras al hombre, Alekséi realmente anheló no volver a toparse con él. Se conocía demasiado y seguramente no sería piadoso para ese entonces.
Caminó del brazo con ella, su maestra, su madre. Ligeras reminiscencias del joven humano llegaron a su mente ¿Su hermano? ¿Su madre? Algo de ese pequeño aún vivía en él aunque se negara a pensar que alguna vez fue bondadoso y feliz.
Sonrió.
–¿Aún sigues con esas viejas usanzas? La verdad no sé qué esperas hallar en Paris, es una ciudad sucia, llena de humanos detestables que solo ven lo que sus narices les permiten–
La bóveda tintineaba con pequeños astros relucientes, tachuelas de plata que brindaban un aire de bohemia al ambiente.
–Amancay– dijo mientras se detenía ligeramente para mirarle –Sabes a lo que me refiero ¿Qué esperas de mí? Mírame, no soy más que un vampiro que juega a serlo, no llevo más de un par de meses acá y sigo sin saber a qué conlleva todo esto–
Por primera vez Alekséi se sinceró. Estaba agradecido con ella por salvarle y brindarle una entrada a ese nuevo mundo, sí. Pero la soledad y la culpabilidad seguían hirientes ahí.
Última edición por Alekséi Záitsev el Miér Ene 24, 2018 11:14 pm, editado 2 veces
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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Re: Veniality | Privado
A veces tenía la sensación de que se había equivocado con Alekséi, que no había sido la opción correcta transformarlo… ¡es que estaba tan perdido! Ella ansiaba darle lo mejor que tenía; y era consiente de que era una loca despistada y demasiado liberal aunque apasionada. Justo todo lo que ningún recién transformado necesitaba ser, pero quería estar presente para él y ayudarlo, como acababa de hacerlo, en más oportunidades.
Cuando se hubieron alejado un par de calles más, Amancay volvió a besarlo y abrazarlo a pesar de saber cuánto le molestaba a él que le demostrase de esa forma el cariño. Pero ella sabía que no había nada mejor para quien estaba aprendiendo que hacerlo de alguien que pudiese darle ejemplo y afecto. Un camino a seguir y contención.
-¡Te daré todo el amor que quiera darte! –le dijo, como si fuese una madre indignada al saber que su hijo adolescente se avergonzaba de sus muestras de afecto públicas-. ¿Sabes lo que hubiera dado yo por tener un sire cariñoso y paciente? No seas ingrato, cuando yo tenía tu edad lloraba a causa de la soledad… Mi creador me dejó sola por completo, Alek. No quiero ni recordar –se llevó una mano al pecho, dramática-. Debes valorar que tu realidad es diferente, que yo soy buena contigo y me preocupo por las cosas que hacer.
Se preocupaba, pero también le daba su espacio. No era que estuviesen todo el tiempo pegados precisamente, a veces pasaban meses sin verse como en esa oportunidad que se reencontraban luego de un buen periodo de tiempo. Era un vinculo raro, pero intenso y fuerte como lo eran todos entre los creadores y sus creados.
-Es una ciudad sucia, ¿no lo crees? Sí, la gente resulta repulsiva también, pero no me molesta porque no he venido a hacer amigos.
Pasaron junto a un grupo de vagabundos que habían encendido una fogata en la esquina de la calle. Los hombres los miraron con interés, era de esperarse pues aparentaban ser dos personas de evidente buena posición que caminaban por las calles oscuras a esas horas solos y sin protección. Amancay, lejos de asustarse, los saludó con la mano en alto y una sonrisa, gesto que desconcertó a los desconocidos que al final le devolvieron el saludo.
-No todo es lo que parece, tesoro. Ellos esperaban que le temamos, sin saber que en verdad deberían temernos ellos a nosotros. Esperaban que caminemos más deprisa, pero los he saludado muy amable… Amo desconcertar, la vida misma nos desconcierta siempre. Eso es lo que tienes que aprender, Alek. Las cosas no son lo que parecen. ¿Crees que eres débil? ¿Crees que no podrás con este agobio? Sí que podrás, solo es cuestión de tiempo. No se trata de lo que otros esperen de ti, ni siquiera de lo que puedo esperar yo, ¿qué esperas tú de Alekséi? ¿Qué quieres alcanzar? Atrévete a decirlo en voz alta y podrás comenzar a planificar como alcanzarlo –se frenó para posicionarse frente a él-. Por mi parte te prometo que te ayudaré en lo que sea, no te voy a abandonar, Alek mío.
Cuando se hubieron alejado un par de calles más, Amancay volvió a besarlo y abrazarlo a pesar de saber cuánto le molestaba a él que le demostrase de esa forma el cariño. Pero ella sabía que no había nada mejor para quien estaba aprendiendo que hacerlo de alguien que pudiese darle ejemplo y afecto. Un camino a seguir y contención.
-¡Te daré todo el amor que quiera darte! –le dijo, como si fuese una madre indignada al saber que su hijo adolescente se avergonzaba de sus muestras de afecto públicas-. ¿Sabes lo que hubiera dado yo por tener un sire cariñoso y paciente? No seas ingrato, cuando yo tenía tu edad lloraba a causa de la soledad… Mi creador me dejó sola por completo, Alek. No quiero ni recordar –se llevó una mano al pecho, dramática-. Debes valorar que tu realidad es diferente, que yo soy buena contigo y me preocupo por las cosas que hacer.
Se preocupaba, pero también le daba su espacio. No era que estuviesen todo el tiempo pegados precisamente, a veces pasaban meses sin verse como en esa oportunidad que se reencontraban luego de un buen periodo de tiempo. Era un vinculo raro, pero intenso y fuerte como lo eran todos entre los creadores y sus creados.
-Es una ciudad sucia, ¿no lo crees? Sí, la gente resulta repulsiva también, pero no me molesta porque no he venido a hacer amigos.
Pasaron junto a un grupo de vagabundos que habían encendido una fogata en la esquina de la calle. Los hombres los miraron con interés, era de esperarse pues aparentaban ser dos personas de evidente buena posición que caminaban por las calles oscuras a esas horas solos y sin protección. Amancay, lejos de asustarse, los saludó con la mano en alto y una sonrisa, gesto que desconcertó a los desconocidos que al final le devolvieron el saludo.
-No todo es lo que parece, tesoro. Ellos esperaban que le temamos, sin saber que en verdad deberían temernos ellos a nosotros. Esperaban que caminemos más deprisa, pero los he saludado muy amable… Amo desconcertar, la vida misma nos desconcierta siempre. Eso es lo que tienes que aprender, Alek. Las cosas no son lo que parecen. ¿Crees que eres débil? ¿Crees que no podrás con este agobio? Sí que podrás, solo es cuestión de tiempo. No se trata de lo que otros esperen de ti, ni siquiera de lo que puedo esperar yo, ¿qué esperas tú de Alekséi? ¿Qué quieres alcanzar? Atrévete a decirlo en voz alta y podrás comenzar a planificar como alcanzarlo –se frenó para posicionarse frente a él-. Por mi parte te prometo que te ayudaré en lo que sea, no te voy a abandonar, Alek mío.
Amancay- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 12/07/2017
Re: Veniality | Privado
De pequeño había escuchado las historias de aquellos monstruos que caminaban por los callejones acechando a los mortales a cambio del elixir vital. Más nunca creyó que él se convertiría por azares del destino de uno de ellos, era por eso que le costaba tanto trabajo abrazar su nueva condición sempiterna aunque presumía a la vez de esa posición que le brindaba de cierto modo un escalón más arriba de cualquier otro ser humano. Ver a Amancay después de un tiempo le brindaba un estado de paz efímera, porque aunque rengaba de sus muestras de afecto, Alekséi seguía siendo un niño perdido en tierra de nadie. La relación de ambos se había forjado en la distancia misma que ambos colocaban de vez en cuando, pero era siempre un aliciente tener alguien cercano para entender más sobre las sombras donde ahora moraba. Dejó expuesta la pregunta y accedió de mala gana a caminar junto a ella.
–¡Demonios Amancay! – soltó después de que ella volviera a reiterarle su afecto.
Entonces escuchó con detenimiento sus razones escuetas. Estaba en lo cierto. Cualquier otro vampiro se hubiera deshecho del joven en esa misma noche después de transformarlo, pero ella, ella, le había brindado una segunda oportunidad para comprender lo que en vida quizás le había hecho falta conocer. Se guardó las respuestas en lo más profundo de su ser y no pudo sentirse ligeramente avergonzado por su comportamiento, pero es que no conocía el afecto ni siquiera el propio. Incluso un joven orgulloso y pedante como él también había llorado en noches amargas donde se cuestionaba la razón de seguir vagando, atrapado en ese cuerpo de 20 años.
–Lo es Amancay, Paris ofrece tanto a sus hijos aunque todos desperdician eso que se les brinda de maneras estúpidas y crueles. Creen saberlo todo, creen comprender lo que hay más allá por el simple hecho de poseer un status dentro de su corrompida sociedad–
Y entonces observó con detenimiento a aquellos que vivían en las calles.
–Incluso ellos aún poseen algo de cordura dentro de este plano terrenal ¿Contradictorio cierto?–
Se detuvo un par de pasos adelante cuando ella, su creadora le acribillaba con cuestionamientos que nadie antes le había hecho. El necesitaba respuestas sí, pero también resultaba imperativo que alguien le empujara a ese estado de consciencia para poder sumergirse en la profundidad de sus demonios y regresar. Alekséi sin saberlo era una prueba viviente que por alguna razón la vida otorga segundas oportunidades aunque él estaba demasiado horrorizado por dentro para notarlo.
–Yo…– miró hacia la calle adyacente, donde las farolas proyectaban su luz mortecina sobre la frialdad del asfalto y como por arte de magia un par de copos empezaron a caer, danzando al vaivén de la ligera brisa nocturna propia de la estación. Se aventuró a responder pero sin mantener contacto visual.
–Yo no siempre fui un chico cobarde y presuntuoso. Yo era un artista en Rumania, yo era el hijo del distinguido soldado Sergei, pero parece que eso no fue suficiente para él– volvió sus ojos a ella –Nada ha sido suficiente durante este tiempo, mientras más te esfuerzas pareciera que nos hundimos más en nuestra propia mediocridad por querer ser algo o alguien– pausó –Pero esta vez quiero que sea distinto, quiero encontrar un propósito y quiero que estés orgullosa de mí–
Volvió a mirar a lo lejos porque esa confesión a medias era un paso gigantesco para el neófito quien por primera vez era honesto y agradecido con el gesto de la mujer que le veía detenidamente.
–¡Demonios Amancay! – soltó después de que ella volviera a reiterarle su afecto.
Entonces escuchó con detenimiento sus razones escuetas. Estaba en lo cierto. Cualquier otro vampiro se hubiera deshecho del joven en esa misma noche después de transformarlo, pero ella, ella, le había brindado una segunda oportunidad para comprender lo que en vida quizás le había hecho falta conocer. Se guardó las respuestas en lo más profundo de su ser y no pudo sentirse ligeramente avergonzado por su comportamiento, pero es que no conocía el afecto ni siquiera el propio. Incluso un joven orgulloso y pedante como él también había llorado en noches amargas donde se cuestionaba la razón de seguir vagando, atrapado en ese cuerpo de 20 años.
–Lo es Amancay, Paris ofrece tanto a sus hijos aunque todos desperdician eso que se les brinda de maneras estúpidas y crueles. Creen saberlo todo, creen comprender lo que hay más allá por el simple hecho de poseer un status dentro de su corrompida sociedad–
Y entonces observó con detenimiento a aquellos que vivían en las calles.
–Incluso ellos aún poseen algo de cordura dentro de este plano terrenal ¿Contradictorio cierto?–
Se detuvo un par de pasos adelante cuando ella, su creadora le acribillaba con cuestionamientos que nadie antes le había hecho. El necesitaba respuestas sí, pero también resultaba imperativo que alguien le empujara a ese estado de consciencia para poder sumergirse en la profundidad de sus demonios y regresar. Alekséi sin saberlo era una prueba viviente que por alguna razón la vida otorga segundas oportunidades aunque él estaba demasiado horrorizado por dentro para notarlo.
–Yo…– miró hacia la calle adyacente, donde las farolas proyectaban su luz mortecina sobre la frialdad del asfalto y como por arte de magia un par de copos empezaron a caer, danzando al vaivén de la ligera brisa nocturna propia de la estación. Se aventuró a responder pero sin mantener contacto visual.
–Yo no siempre fui un chico cobarde y presuntuoso. Yo era un artista en Rumania, yo era el hijo del distinguido soldado Sergei, pero parece que eso no fue suficiente para él– volvió sus ojos a ella –Nada ha sido suficiente durante este tiempo, mientras más te esfuerzas pareciera que nos hundimos más en nuestra propia mediocridad por querer ser algo o alguien– pausó –Pero esta vez quiero que sea distinto, quiero encontrar un propósito y quiero que estés orgullosa de mí–
Volvió a mirar a lo lejos porque esa confesión a medias era un paso gigantesco para el neófito quien por primera vez era honesto y agradecido con el gesto de la mujer que le veía detenidamente.
Michael Sundqvist- Hechicero Clase Alta
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