El amuleto, la daga y el vampiro

Las noches nunca fueron buenas para mí, desde muy joven pequeños sucesos futuros aparecían en mis sueños, como rompecabezas que debían ser armados los fragmentos de eventos que aún no tenían lugar venían a mi mente mientras dormía, conforme fui creciendo comencé a conectar los episodios de mis sueños con la realidad, fue sumamente difícil comprender el porqué de esa sensación de deja vú permanente que atosigaba mis días y amenazaba mi estabilidad mental, con los años eso sólo fue empeorando, atormentándome con la frecuencia de la presencia de mi habilidad, pasaba de ser una o dos veces al mes a tres veces a la semana conforme fui creciendo hasta llegar a estos días donde se han vuelto casi diarios.

Conocer el futuro podría serle útil a cualquiera, era difícil encontrar los contras si veías la situación desde afuera pero mientras los sueños premonitorios tenían lugar yo no obtenía descanso alguno, como si hubiera pasado la noche en vela al despertarme no sentía más que un enorme cansancio sumado a las emociones que causaban las imágenes. Una vorágine de sentimientos sumados a mi constante falta de sueño han hecho estragos en mi mente, volviéndola un nido de incoherencias y acentuando mí ya de por si alto nivel de ansiedad llevándome a sucumbir ante la paranoia, viendo monstruos donde no los hay.

Hoy había sido uno de esos días en los que la realidad y los sueños eran apenas separados por una línea delgada y difusa, apenas lograba mantener mis manos estables, mi cuerpo comenzaba a temblar preso del cansancio, pero esa aura misteriosa y decadente que al parecer me hacía tener mi creciente locura había sido muy beneficiosa para  el negocio, mientras más excéntrica y desequilibrada pareciera la tarotista o adivinadora más credibilidad ganaba. Sin embargo, no me vi capaz de abandonar mi cama hoy, imágenes fuertes dominando mi mente. El llanto vino después, no solía llorar, pero me vi incapaz de evitarlo, más que tristeza era frustración, era miedo y era impotencia, más que del dolor en sí mis lágrimas venían de la desesperación que provocaba perder lo que me mantuvo cuerda por muchos años.

En el sueño estaba él, como siempre, había sido un personaje recurrente en ellos, porque más que formar parte de mis sueños formaba parte de mis anhelos de aquello que deseaba intensamente. Discutíamos, a pesar de que no solíamos hacerlo, yo le rogaba, le suplicaba clemencia mientras ponía la daga en sus manos, la locura finalmente me había dominado y lo sabía, no quería seguir viviendo cuando no era capaz de distinguir entre la realidad y la ficción, cuando estaba en un estado que me impedía realmente amarlo como deseaba hacerlo, sin reservas, tan cansado de mi insistencia accedería a entrar en mi mente a examinarla para entender que iba mal, lo vería con dolor en sus ojos pero no podría detenerlo, era tarde ya yo me había perdido entre mis pensamientos y él sería incapaz de encontrarme, cuando eso sucediera tomaría la daga que le había entregado y la clavaría en mi pecho acabando con mi tormento, pero iniciando el suyo.

La imagen que realmente me destrozaba en ese sueño recurrente era verlo cayendo sobre sus rodillas, tan vulnerable como jamás pensé que podría serlo, la culpa y el dolor le carcomían, algunas veces gritaba o lloraba, otras sólo me observaba como sí no pudiera creer lo que había hecho pero su hermano le tomaba del hombro y lo llevaba lejos de mí. Yo quisiera tomarlo entre mis brazos y hacerle entender que estaba bien, que había hecho lo correcto, pero era imposible porque mi cuerpo inerte yacía ahí,  sin vida.

Ese sueño se repetía noche tras noche, pero recuerdo que hubo otro, uno muy diferente, uno feliz, donde él estaba a mi lado en un barco parecido a en el que viví de niña, le prometía que amaría Alejandria, donde mi padre nació, que huíamos alejándonos cada vez más de Francia y de los horribles momentos que allí vivimos, para comenzar de nuevo en un futuro mejor, uno más hermoso. Ese sueño era diferente a los otros, porque no era una premonición, no era el futuro, sólo era un sueño, pero era uno muy hermoso.

Esa misma tarde plagada de sueños, pesadillas y cavilaciones recibí el paquete que estaba esperando, una caja muy pequeña con un collar dentro, era un amuleto diseñado especialmente para detener los sueños premonitorios, al colocarlo en mi cuello sentí gran alivio, pero a la vez gran pesar, por mucho tiempo el anticiparme a los hechos me había mantenido a salvo, sin saber que pasaría a continuación mi ansiedad incrementaría pero también podría dormir tranquila, siempre y cuando los pensamientos y preocupaciones no me mantuvieran despierta. Porque cada noche me era imposible no dedicarle mis pensamientos a él, porque Taeyang Seung se había apropiado de mi mente en un nivel al que jamás debí permitir que llegara, era tan peligroso como extraordinario, porque cuando estaba con él no me sentía sola, y ese era un sentimiento extraño para mí.