AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La Daga de los Amantes en Guerra (Privado)
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La Daga de los Amantes en Guerra (Privado)
Samirah había estado ansiando el momento en el que pudiera poner en marcha su plan, desde el instante en que la hechicera logro localizar la daga que estaba buscando le costó toda su determinación para no actuar impulsivamente e ir por ella inmediatamente, sus deseos de obtener dicho objeto le ciegan su naturaleza estratégica, lo cual era un riesgo que debía ser eliminado. La frialdad con la que usualmente analizaba sus pasos también debía aplicar a esta situación en particular, de lo contrario sería imposible obtener lo que quería sin percances. Finalmente llegó a la dirección que había memorizado, una residencia que pasaba desapercibida en una calle apenas transitada, por lo cual decidió que no era necesario un escondite muy elaborado para transformarse en una hermosa serpiente ratonera albina, en la cual era capaz de mantenerse más tiempo, logro hacerse paso entre el pequeño jardín y entrar al lugar era sumamente fácil cuando podías entrar en cualquier lugar reducido en el cual nadie se fijara.
Odiaba profundamente los márgenes de error en su plan, tras dos semanas observando la residencia no logró averiguar si alguien vivía o no ahí, no hubo movimiento alguno pero el estado en el que se encontraba el lugar era claro que alguien debía habitarla, ese pequeño cabo suelto le perturbaba, nunca en otras circunstancias se habría acercado sin tener todo el proceder completamente asegurado pero el temor de que perdiera la daga nuevamente le acechaba y le hacía actuar de esa forma, tan irresponsable como arriesgada.
Al entrar quiso seguir en la forma que había adoptado pero le resultaba incomodo e innecesario, volviendo a su forma humana y sintiendo la molestia de su figura ósea reacomodándose observó que quizás y estaba en lo correcto, en aquella residencia nada parecía estar fuera de lugar, como si nadie nunca hubiera estado ahí, más que sentirse más segura al respecto, sólo la hizo intrigarse debido a la sensación extraña que sentía advirtiéndole que ahí había más de lo que parecía.
Examinó un poco la residencia sin encontrar nada que llamara la atención, queriendo no tocar nada y mantener esa visita como una exploración decidió subir las escaleras entrando a la primera habitación que encontró, a primera vista parecía un estudio, los libros apilados en el escritorio eran la primera señal de que la casa estuviera habitada. Sin pensarlo dos veces se acercó a rebuscar entre los cajones siendo un lugar que ella considera idóneo para guardar ese tipo de cosas.
La daga debía aparecer, la maldición impuesta en ella, tan antigua y reforzada por los actos que fueron cometidos usándola era muy fuerte, había influido en los pensamientos de los vampiros más poderosos de Noruega, nadie podía resistírsele, como la voz de mística de una sirena la daga había hecho que personas cometieran crímenes terribles, que pesaban el doble en sus conciencias una vez finalizados. La puerta del estudio seguía abierta y Samirah de espaldas a ella, cuando el ruido de la puerta cerrándose estruendosamente hizo que se sobresaltara girándose a ver a su acompañante.
Odiaba profundamente los márgenes de error en su plan, tras dos semanas observando la residencia no logró averiguar si alguien vivía o no ahí, no hubo movimiento alguno pero el estado en el que se encontraba el lugar era claro que alguien debía habitarla, ese pequeño cabo suelto le perturbaba, nunca en otras circunstancias se habría acercado sin tener todo el proceder completamente asegurado pero el temor de que perdiera la daga nuevamente le acechaba y le hacía actuar de esa forma, tan irresponsable como arriesgada.
Al entrar quiso seguir en la forma que había adoptado pero le resultaba incomodo e innecesario, volviendo a su forma humana y sintiendo la molestia de su figura ósea reacomodándose observó que quizás y estaba en lo correcto, en aquella residencia nada parecía estar fuera de lugar, como si nadie nunca hubiera estado ahí, más que sentirse más segura al respecto, sólo la hizo intrigarse debido a la sensación extraña que sentía advirtiéndole que ahí había más de lo que parecía.
Examinó un poco la residencia sin encontrar nada que llamara la atención, queriendo no tocar nada y mantener esa visita como una exploración decidió subir las escaleras entrando a la primera habitación que encontró, a primera vista parecía un estudio, los libros apilados en el escritorio eran la primera señal de que la casa estuviera habitada. Sin pensarlo dos veces se acercó a rebuscar entre los cajones siendo un lugar que ella considera idóneo para guardar ese tipo de cosas.
La daga debía aparecer, la maldición impuesta en ella, tan antigua y reforzada por los actos que fueron cometidos usándola era muy fuerte, había influido en los pensamientos de los vampiros más poderosos de Noruega, nadie podía resistírsele, como la voz de mística de una sirena la daga había hecho que personas cometieran crímenes terribles, que pesaban el doble en sus conciencias una vez finalizados. La puerta del estudio seguía abierta y Samirah de espaldas a ella, cuando el ruido de la puerta cerrándose estruendosamente hizo que se sobresaltara girándose a ver a su acompañante.
Samirah Valquiria- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 23/06/2017
Edad : 63
Re: La Daga de los Amantes en Guerra (Privado)
Las entradas teatrales jamás han sido su estilo y da por sentado que la inesperada visitante quien irrumpió en la morada poco desconocía los dueños del lugar, de lo contrario hubiese premeditado su plan con detenimiento, claro que para su buena suerte le tocó el Seung más paciente. Apacible desde la puerta de la habitación sigue los sosegados pasos de la muchacha que posiblemente no es dueña de la juventud que alardear su rostro. Pronto recuerda las advertencias de Ker, siempre precisas por desgracia, haciendo justicia a sus preocupaciones. Un brazo cruzado por sobre el abdomen mientras que apoya el codo sobre el mismo y masajea las sienes hastiado de los últimos tres mil quinientos años sin descanso, ponderando si la angustia y el hastío que lo invaden son señales del monstruo que mantiene en cadenado desde entonces.
—Pudo haber llamado a la puerta, madame —dice imperturbable—. Visita como la suya será siempre bien recibida.
La mirada grisácea lo enfrenta de inmediato, llena de prisa y fastidio, solo entonces afirma que clase de criatura ha irrumpido ante él. Sin prestar tiempo al ocio lleva a cabo las mismas acciones de la dama inmiscuyéndose en su mente, dando por certero sus intenciones de lugar; el tiempo ha sido ridículamente longevo para enseñar a Taeyang más de la paciencia que podría necesitar o, de ser el caso, que sus víctimas pudiesen rogar, tanto como para enseñarle a perfeccionar sus habilidades y restregarle en cara que las advertencias por parte de Ker son dignas de seguir al pie de la letra, que es el demonio que ella niega ver, uno que amenaza con liberarse.
En cuanto obtiene lo que busca es expulsado por la muchacha que ahora posee nombre, provocando una sonrisa ante la habilidad de la ahora cambiante erguida ante él, desbordante de un intrigante carácter…, ante sus ojos.
—Samirah… —siente su nombre extraño con tan solo pronunciarlo, ajeno, una parte de los sueños de Ker que se materializa desvergonzadamente—. Quédate —articuló en tono imperativo evitando cualquier movimiento futuro de la muchacha—, puedes ahorrarte la agresividad, de los que viven aquí no tiendo a ser el violento —lanza al aire con aquel tono armonioso propio de él, guardando la ironía de sus palabras.
Toma una bocanada de aire e intenta visualizar lo que ha de venir; busca decir si dejar que la cambiante toma posesión de la Daga o escuchar la petición de quien ha llegado a amar incontrolablemente y demostrar aquí y ahora quien realmente es, por quien ha guardado vergüenza y culpa los últimos tres mil años. Sin embargo, aunque su invitada hábilmente escogió bloquear su mente, por lo poco que sabía una cosa era cierta, las intenciones de herirla permanecían inciertas.
—¿A qué debo el placer…? —cuestiona firme y certero, sus ojos llameantes en un carmesí brillante, incontrolable ante la bestia que pretendía ser hombre.
—Pudo haber llamado a la puerta, madame —dice imperturbable—. Visita como la suya será siempre bien recibida.
La mirada grisácea lo enfrenta de inmediato, llena de prisa y fastidio, solo entonces afirma que clase de criatura ha irrumpido ante él. Sin prestar tiempo al ocio lleva a cabo las mismas acciones de la dama inmiscuyéndose en su mente, dando por certero sus intenciones de lugar; el tiempo ha sido ridículamente longevo para enseñar a Taeyang más de la paciencia que podría necesitar o, de ser el caso, que sus víctimas pudiesen rogar, tanto como para enseñarle a perfeccionar sus habilidades y restregarle en cara que las advertencias por parte de Ker son dignas de seguir al pie de la letra, que es el demonio que ella niega ver, uno que amenaza con liberarse.
En cuanto obtiene lo que busca es expulsado por la muchacha que ahora posee nombre, provocando una sonrisa ante la habilidad de la ahora cambiante erguida ante él, desbordante de un intrigante carácter…, ante sus ojos.
—Samirah… —siente su nombre extraño con tan solo pronunciarlo, ajeno, una parte de los sueños de Ker que se materializa desvergonzadamente—. Quédate —articuló en tono imperativo evitando cualquier movimiento futuro de la muchacha—, puedes ahorrarte la agresividad, de los que viven aquí no tiendo a ser el violento —lanza al aire con aquel tono armonioso propio de él, guardando la ironía de sus palabras.
Toma una bocanada de aire e intenta visualizar lo que ha de venir; busca decir si dejar que la cambiante toma posesión de la Daga o escuchar la petición de quien ha llegado a amar incontrolablemente y demostrar aquí y ahora quien realmente es, por quien ha guardado vergüenza y culpa los últimos tres mil años. Sin embargo, aunque su invitada hábilmente escogió bloquear su mente, por lo poco que sabía una cosa era cierta, las intenciones de herirla permanecían inciertas.
—¿A qué debo el placer…? —cuestiona firme y certero, sus ojos llameantes en un carmesí brillante, incontrolable ante la bestia que pretendía ser hombre.
Taeyang Seung- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 09/10/2016
Re: La Daga de los Amantes en Guerra (Privado)
Sabía bien los riesgos que conllevaba el realizar un plan mal diseñado, la ausencia del orden impecable que tanto empeño pone en mantener anunciaba su inminente fracaso en lugar de la operación limpia y segura que deseaba. Ver a ese hombre entrar por la puerta sólo confirmó cuan mal le hacia la búsqueda desesperada que había emprendido por la dichosa daga, pero era necesario, desde que aquel estafador de Jawhar Ahkbar la robó de su poder estaba más que segura de que a su paso la daga no había hecho más que causar desgracia a quien la poseyera, al menos tenía la satisfacción de que el ladrón había obtenido su castigo, al ser él mismo quien tomó la vida de su amada. Sin embargo, el destino había sido más indulgente con él que como la había sido con ella, una prueba indudable fue encontrarse con su hija, si hubiera tenido la daga por más tiempo los dioses saben que la pequeña mocosa indecente no habría sobrevivido.
El nivel de consternación ante su propia estupidez le hizo bajar la guardia dejando que el vampiro se inmiscuyera en su mente, tan rápido como lo notó bloqueó su acceso, la información era un gran poder y dejar que otros se hagan con ella era una gran equivocación, y al parecer en este día sólo habían equivocaciones y deslices de gran estupidez.
—Supongo que mi falta de educación quedará perdonada ante la impertinencia de tu interrupción en mi mente. —Dijo manteniéndose erguida y orgullosa, no cometería el error de volver a bajar la guardia en un territorio ajeno.
Samirah decidió rápidamente que aquel hombre no le gustaba en lo más mínimo, tenía una aura de hostilidad densa y un olor extraño, sabía por experiencia que se trataba de un vampiro, pero había algo más, algo que no era capaz de identificar, pero simplemente no le agradaba. También estaba el hecho del reaccionar sobre su intrusión, no existía ni el menor atisbo de sorpresa, como si llevara tiempo esperándole, algo le decía que le habían puesto una trampa y que cayó fácilmente en ella.
—No me interesa quien vive aquí, ni tampoco tus fingidas cortesías— Dijo contundentemente —Sólo quiero que me devuelvas lo que es mío por derecho y créeme que no tendrás gratitud suficiente para agradecerme el que te libre de semejante maldición.
Recordó muy bien a la joven gitana que le había ofrecido a cambio de dejar de lado la búsqueda, y sus advertencias banales. Si aquel hombre era tan peligroso como decía la estafadora no le podría importar menos, ella obtendría aquella daga, pues, sólo en sus manos no heriría a nadie más, es la ventaja que se tiene cuando uno no ama a nadie, ya no posee verdaderas debilidades.
Por un momento se preguntó si el hombre frente a ella amaba a alguien, y si así fuera sólo esperaba que no fuera demasiado tarde, porque ni el más poderoso vampiro podría resistirse a su hechizo.
El nivel de consternación ante su propia estupidez le hizo bajar la guardia dejando que el vampiro se inmiscuyera en su mente, tan rápido como lo notó bloqueó su acceso, la información era un gran poder y dejar que otros se hagan con ella era una gran equivocación, y al parecer en este día sólo habían equivocaciones y deslices de gran estupidez.
—Supongo que mi falta de educación quedará perdonada ante la impertinencia de tu interrupción en mi mente. —Dijo manteniéndose erguida y orgullosa, no cometería el error de volver a bajar la guardia en un territorio ajeno.
Samirah decidió rápidamente que aquel hombre no le gustaba en lo más mínimo, tenía una aura de hostilidad densa y un olor extraño, sabía por experiencia que se trataba de un vampiro, pero había algo más, algo que no era capaz de identificar, pero simplemente no le agradaba. También estaba el hecho del reaccionar sobre su intrusión, no existía ni el menor atisbo de sorpresa, como si llevara tiempo esperándole, algo le decía que le habían puesto una trampa y que cayó fácilmente en ella.
—No me interesa quien vive aquí, ni tampoco tus fingidas cortesías— Dijo contundentemente —Sólo quiero que me devuelvas lo que es mío por derecho y créeme que no tendrás gratitud suficiente para agradecerme el que te libre de semejante maldición.
Recordó muy bien a la joven gitana que le había ofrecido a cambio de dejar de lado la búsqueda, y sus advertencias banales. Si aquel hombre era tan peligroso como decía la estafadora no le podría importar menos, ella obtendría aquella daga, pues, sólo en sus manos no heriría a nadie más, es la ventaja que se tiene cuando uno no ama a nadie, ya no posee verdaderas debilidades.
Por un momento se preguntó si el hombre frente a ella amaba a alguien, y si así fuera sólo esperaba que no fuera demasiado tarde, porque ni el más poderoso vampiro podría resistirse a su hechizo.
Samirah Valquiria- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 23/06/2017
Edad : 63
Re: La Daga de los Amantes en Guerra (Privado)
Sonrió ante las palabras de la visitante. Cierto alivio se hizo presente ante el afilado discurso, sería más interesante de lo que esperaba. No era de extrañar que pusiera sonrisa en sus labios. Comenzaba aburrise.
—Es un alivio —dice, jugando con la daga en sus manos—, esto comenzaba a ser un tanto insulso —admite. Infierno danzando en su mirar. Taeyang era el demonio que Ker se negaba a reconocer, no, era peor. Si bien resultaba benevolente en comparación de sus hermanos, la intrínseca verdad es que disfrutaba la sangre tanto como sus consanguíneos.
Cualquiera que conociera el secreto que los unía diría con seguridad que es el demonio que habita en Hyun que ha encontrado camino hacia el trozo de alma que restaba en el menor mas no es enteramente cierto, y es que los hijos de (nombre del padre) fueron maldecidos sin exclusión, mientras uno no contaba con una humanidad a la cual recaer, el menor, callado, sutil, cauteloso…, tuvo la desdicha de venir incompleto pues, en cuanto se le fue arrebatado su espirito, quedó lugar para que lucifer pudiese jugar. Sin embargo, era la gitana el ancla donde, sin proponérselo, encontró augurio, brindándole lugar donde permitirle descanso al demonio y un breve respiro al hombre que luchaba desde entonces.
Dados los recientes acontecimientos las intenciones de mantener a raya a la bestia cedieron, trayendo consigo descontrol y la visita de su medio hermano tan solo colaboró en desatar las consecuencias que un Taeyang sediento de sangre podría traer consigo. Convirtiéndolo en lo que siempre ha sido.
—Lamentablemente diferimos. Aunque se me ha concedido libre albedrío alguien a quien aprecio mucho fue muy clara al pedir que no le diera esta daga, específicamente a usted —dirigió la punta del arma hacia Samirah, su discurso hostil y abrasivo. No estaba de acuerdo con los sueños de Ker. Decidido a burlarlos, por supuesto. Y aunque estaría más que complacido en deshacerse de la maldita daga, la mirada llena de angustia de la gitana guardaba peso en él—. Intentaré cederle un poco de civilización por última vez —se acerca considerablemente a la Cambiante, no podría inmiscuirse en su mente, sin embargo, ha vivido lo suficiente como para leer un simple par de ojos.
La mirada desafiante de la mujer que instaban abandonar cualquier intento de cortesía, ser condescendiente no era una opción y el demonio se sentía complacido atento a la oportunidad de tomar el control en cualquier momento. Imaginando mil y una forma de arrancar el corazón de la muchacha, ansioso de quitar del camino quien se atreviera a perturbar la tranquilidad de la gitana y es que, a pesar de la oscuridad que se daba lugar en su interior y todo lo que le rodeaba una diminuta parte suya intentaba razonar, siempre era (parte sinónimo) que le sujetaba simulando un débil intento de conciencia, incitándolo a mostrar falsa misericordia—. De tener intensiones violentas no se hubiese escabullido como vil ladrón, después de todo clama usted que la daga es suya ¿no? —indaga seguro. Camina hacia el escritorio que yace junto a ellos e ilumina la habitación, trayendo la luz consigo un matiz un poco menos intenso al rojo que brillaba con intensidad en su mirada, develando los cuerpos sin vida apilados junto al librero principal. Algunos suyos, otros más de sus hermanos. Empero, Taeyang no buscaba impresionar a nadie con la decoración del estudio, no esperaba que la imagen impresionara a la mujer por lo que no se tomó el tiempo en brindar excusas, después de todo Samirah no perfilaba ser del tipo que recibiera tal gesto.
—Dígame, ¿por qué debería agradecerle? Según se me ha dicho de todas formas desgracia ocurrirá la tenga o no.
A pesar de las advertencias, decidió buscar por su cuenta. Encontrar solución al problema era equitativo a conocer lo que se interponía en su camino, conocer lo que se ocultaba tras la daga dado que Ker no parecía tener intensiones de hacerlo brindó, de un modo retorcido, la llama que necesitaba para alcanzar su cometido. Un tanto agotado por el tema, otro tanto intrigado, suspira dejando caer la mano que sostiene la daga a un costado y llevando la otra a su cadera..., comienza a quedarse sin paciencia.
—Dadas las diferentes advertencias que he escuchado incluso de quien me la obsequió, solo han hecho despertar mi curiosidad entorno al objeto. Dime, ¿serás tu quien me diga la verdad?
—Es un alivio —dice, jugando con la daga en sus manos—, esto comenzaba a ser un tanto insulso —admite. Infierno danzando en su mirar. Taeyang era el demonio que Ker se negaba a reconocer, no, era peor. Si bien resultaba benevolente en comparación de sus hermanos, la intrínseca verdad es que disfrutaba la sangre tanto como sus consanguíneos.
Cualquiera que conociera el secreto que los unía diría con seguridad que es el demonio que habita en Hyun que ha encontrado camino hacia el trozo de alma que restaba en el menor mas no es enteramente cierto, y es que los hijos de (nombre del padre) fueron maldecidos sin exclusión, mientras uno no contaba con una humanidad a la cual recaer, el menor, callado, sutil, cauteloso…, tuvo la desdicha de venir incompleto pues, en cuanto se le fue arrebatado su espirito, quedó lugar para que lucifer pudiese jugar. Sin embargo, era la gitana el ancla donde, sin proponérselo, encontró augurio, brindándole lugar donde permitirle descanso al demonio y un breve respiro al hombre que luchaba desde entonces.
Dados los recientes acontecimientos las intenciones de mantener a raya a la bestia cedieron, trayendo consigo descontrol y la visita de su medio hermano tan solo colaboró en desatar las consecuencias que un Taeyang sediento de sangre podría traer consigo. Convirtiéndolo en lo que siempre ha sido.
—Lamentablemente diferimos. Aunque se me ha concedido libre albedrío alguien a quien aprecio mucho fue muy clara al pedir que no le diera esta daga, específicamente a usted —dirigió la punta del arma hacia Samirah, su discurso hostil y abrasivo. No estaba de acuerdo con los sueños de Ker. Decidido a burlarlos, por supuesto. Y aunque estaría más que complacido en deshacerse de la maldita daga, la mirada llena de angustia de la gitana guardaba peso en él—. Intentaré cederle un poco de civilización por última vez —se acerca considerablemente a la Cambiante, no podría inmiscuirse en su mente, sin embargo, ha vivido lo suficiente como para leer un simple par de ojos.
La mirada desafiante de la mujer que instaban abandonar cualquier intento de cortesía, ser condescendiente no era una opción y el demonio se sentía complacido atento a la oportunidad de tomar el control en cualquier momento. Imaginando mil y una forma de arrancar el corazón de la muchacha, ansioso de quitar del camino quien se atreviera a perturbar la tranquilidad de la gitana y es que, a pesar de la oscuridad que se daba lugar en su interior y todo lo que le rodeaba una diminuta parte suya intentaba razonar, siempre era (parte sinónimo) que le sujetaba simulando un débil intento de conciencia, incitándolo a mostrar falsa misericordia—. De tener intensiones violentas no se hubiese escabullido como vil ladrón, después de todo clama usted que la daga es suya ¿no? —indaga seguro. Camina hacia el escritorio que yace junto a ellos e ilumina la habitación, trayendo la luz consigo un matiz un poco menos intenso al rojo que brillaba con intensidad en su mirada, develando los cuerpos sin vida apilados junto al librero principal. Algunos suyos, otros más de sus hermanos. Empero, Taeyang no buscaba impresionar a nadie con la decoración del estudio, no esperaba que la imagen impresionara a la mujer por lo que no se tomó el tiempo en brindar excusas, después de todo Samirah no perfilaba ser del tipo que recibiera tal gesto.
—Dígame, ¿por qué debería agradecerle? Según se me ha dicho de todas formas desgracia ocurrirá la tenga o no.
A pesar de las advertencias, decidió buscar por su cuenta. Encontrar solución al problema era equitativo a conocer lo que se interponía en su camino, conocer lo que se ocultaba tras la daga dado que Ker no parecía tener intensiones de hacerlo brindó, de un modo retorcido, la llama que necesitaba para alcanzar su cometido. Un tanto agotado por el tema, otro tanto intrigado, suspira dejando caer la mano que sostiene la daga a un costado y llevando la otra a su cadera..., comienza a quedarse sin paciencia.
—Dadas las diferentes advertencias que he escuchado incluso de quien me la obsequió, solo han hecho despertar mi curiosidad entorno al objeto. Dime, ¿serás tu quien me diga la verdad?
Taeyang Seung- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/10/2016
Re: La Daga de los Amantes en Guerra (Privado)
El hombre frente a ella no le parecía más que una molestia, un bache en el camino que la había hecho tropezar por no ir con suficiente cuidado, se reprendió nuevamente por su imprudencia puesto quien se alzaba frente a ella no podía ser un simple vampiro, esa aura que le rodeaba poblada de malicia y agresividad no debía ser ignorada. Sin embargo, la terquedad de la mujer jamás le haría morderse la lengua, pensar debidamente antes de soltar el veneno que aguarda en su mente y cuando se transforma, en sus colmillos. No pasó por desapercibido aquel “ella” que él había soltado y no pudo más que preguntarse, mejor dicho, afirmar en su mente que la gitana ya se había entrometido, que iba un paso delante de ella y eso le enfureció, Samirah tenía todos los recursos, la inteligencia y la astucia para obtener lo que quería y se veía superada por una niña que aún se arrastraba por las calles de Paris. Y el aprecio que él afirmó tenerle a la misma tampoco le pasó desapercibida pero la ira que le ocasionó el saber la ventaja de la otra le hizo restarle importancia, dejarlo pasar, porque de seguro no era más que un encaprichamiento potenciado por la maldición de la daga y envenenado por la corrupción de la misma.
—¿Y confías mucho en esa persona? —Casi siseó —¿Crees que no te miente? No sabes de lo que ese vil objeto es capaz y te crees con la autoridad suficiente como para negármelo.
La ira le nubló, los recuerdos de esa misma daga en el pecho de su madre y luego en el de su hermana le hicieron perder cada gramo de fría determinación y planeación en su mente volviéndola imprudente, dejando ver lo peor de sí, ese lado salvaje que tanto se esforzaba en reprimir y ocultar tras vestidos de encajes y telas finas. Pero de tan solo rememorar aquella imagen que le atormentaba sus noches y días de su pare enloquecido de un amor enfermizo y tóxico producto de un simple objeto que él había encontrado tirado en la montaña, le mataba, y no era difícil imaginarse al sujeto frente a ella en la misma situación, pero intuía que las consecuencias serían mucho más graves, puesto que su padre solo fue un leñador, pero esta bestia frente a ella puede que fuera capaz de destruir civilizaciones enteras por puro placer.
Le brillaron los ojos al ver finalmente el objeto de su deseo, sus guantes le causaron picazón y una profunda resolución le inundó. Se acercó cautelosa al vampiro y tomo aire para expulsar lo que necesitaba decir, aquello que sembraría las dudas y le haría el camino hacia la daga mucho más fácil.
—Sólo hay tres personas en Francia que conocen los secretos de esa daga — Dijo, con cada palabra acercándose al vampiro. —Mi investigador, Ker Ahkbar —Soltó el último nombre con desprecio. — Y yo. Realmente espero que no sea de la gitana de quién estemos hablando, de ser así te llevarías una enorme decepción, pues, no eres al primer hombre que manipula ni tampoco serás el ultimo, ella es de esas mujeres que no les importa su dignidad mientras consigan aquello que desean. Justo ahora te puedo asegurar que se encuentra en los brazos de otro hombre ¿O crees de verdad que aquel hombre lobo sólo es su amigo? No te engañes Taeyang Seung tú no eres más que un medio para un fin y esa daga lo demuestra.
Mientras hablaba se había quitado el guante de encaje blanco que llevaba para al terminar su diálogo colocar su mano desnuda en la mejilla del hombre dispuesta a introducirlo en sus recuerdos antes de que fuera capaz de reaccionar, su rostro le dijo cuándo la mencionó la primera vez que estaba entrando en terreno peligroso.
Su mente puso resistencia, pero no mucha y le mostró el primer recuerdo que tuvo con esa condenada daga.
Su madre cocinaba en la pequeña cabaña, sin ánimos, lucia pálida como un cadáver, se movía como una autómata, sin interesarse en lo que sus hijas hicieran, ellas jugaban con un conejo que de vez en cuando aparecía en el bosque helado, el sonido de un carruaje les alertó de la llegada de su padre y les hizo salir corriendo a esconderse detrás del árbol más cercano, cuando él se bajó llevaba en mano la daga de plata y entro hecho una furia en el recito…
El recuerdo se desvaneció, él la había expulsado agresivamente de su mente haciendo que por poco su yo físico perdiera el equilibrio, al parecer aunque lo que Samirah quería mostrarle era la respuesta a todas sus dudas, el vampiro quería arreglar otro asunto primero y tuvo que ver más allá de su expresión animal para saber que nuevamente los Ahkbar se metían en sus planes.
—¿Y confías mucho en esa persona? —Casi siseó —¿Crees que no te miente? No sabes de lo que ese vil objeto es capaz y te crees con la autoridad suficiente como para negármelo.
La ira le nubló, los recuerdos de esa misma daga en el pecho de su madre y luego en el de su hermana le hicieron perder cada gramo de fría determinación y planeación en su mente volviéndola imprudente, dejando ver lo peor de sí, ese lado salvaje que tanto se esforzaba en reprimir y ocultar tras vestidos de encajes y telas finas. Pero de tan solo rememorar aquella imagen que le atormentaba sus noches y días de su pare enloquecido de un amor enfermizo y tóxico producto de un simple objeto que él había encontrado tirado en la montaña, le mataba, y no era difícil imaginarse al sujeto frente a ella en la misma situación, pero intuía que las consecuencias serían mucho más graves, puesto que su padre solo fue un leñador, pero esta bestia frente a ella puede que fuera capaz de destruir civilizaciones enteras por puro placer.
Le brillaron los ojos al ver finalmente el objeto de su deseo, sus guantes le causaron picazón y una profunda resolución le inundó. Se acercó cautelosa al vampiro y tomo aire para expulsar lo que necesitaba decir, aquello que sembraría las dudas y le haría el camino hacia la daga mucho más fácil.
—Sólo hay tres personas en Francia que conocen los secretos de esa daga — Dijo, con cada palabra acercándose al vampiro. —Mi investigador, Ker Ahkbar —Soltó el último nombre con desprecio. — Y yo. Realmente espero que no sea de la gitana de quién estemos hablando, de ser así te llevarías una enorme decepción, pues, no eres al primer hombre que manipula ni tampoco serás el ultimo, ella es de esas mujeres que no les importa su dignidad mientras consigan aquello que desean. Justo ahora te puedo asegurar que se encuentra en los brazos de otro hombre ¿O crees de verdad que aquel hombre lobo sólo es su amigo? No te engañes Taeyang Seung tú no eres más que un medio para un fin y esa daga lo demuestra.
Mientras hablaba se había quitado el guante de encaje blanco que llevaba para al terminar su diálogo colocar su mano desnuda en la mejilla del hombre dispuesta a introducirlo en sus recuerdos antes de que fuera capaz de reaccionar, su rostro le dijo cuándo la mencionó la primera vez que estaba entrando en terreno peligroso.
Su mente puso resistencia, pero no mucha y le mostró el primer recuerdo que tuvo con esa condenada daga.
Su madre cocinaba en la pequeña cabaña, sin ánimos, lucia pálida como un cadáver, se movía como una autómata, sin interesarse en lo que sus hijas hicieran, ellas jugaban con un conejo que de vez en cuando aparecía en el bosque helado, el sonido de un carruaje les alertó de la llegada de su padre y les hizo salir corriendo a esconderse detrás del árbol más cercano, cuando él se bajó llevaba en mano la daga de plata y entro hecho una furia en el recito…
El recuerdo se desvaneció, él la había expulsado agresivamente de su mente haciendo que por poco su yo físico perdiera el equilibrio, al parecer aunque lo que Samirah quería mostrarle era la respuesta a todas sus dudas, el vampiro quería arreglar otro asunto primero y tuvo que ver más allá de su expresión animal para saber que nuevamente los Ahkbar se metían en sus planes.
Samirah Valquiria- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/06/2017
Edad : 63
Re: La Daga de los Amantes en Guerra (Privado)
"Shall we...?"
Resulta asaz lograr que Taeyang pierda los estribos. Ser impaciente no perfila entre sus cualidades, al contrario. Por lo que, cuando encuentras una bestia como él, tan apacible, que se ha aislado del exterior por su propia cuenta, viene en mano saber que no debes molestarle. Tocar puntos, aunque los conozcas, no es la decisión más astuta si deseas vivir un poco más. Y es que una vez se agota su paciencia el demonio sale con nada más que sangre en los ojos. Era esta una de esas raras ocasiones en las que comenzaba a sentir cierta molestia, estaba al tanto que en cualquier momento no podría controlarse más y, en cierto modo, era un estado, aunque natural, que prefería no dejar salir a relucir a la superficie.
La intromisión de la Cambiante en su mente, sin permiso alguno fue entonces cuando comenzó a sentir el desdén acrecentar en él.
—Te rogaré que no vuelvas hacer tal cosa —espetó entre dientes. Previendo argumentos parte de su inesperada invitada, agregó: —Así es como las cosas funcionan —pausó antes de proseguir. Nunca imponiendo distancia entre ambos. Clava la mirada en los de la mujer—: En el más basto uso de mis emuladas consideraciones, puedo ser lo bastante civilizado para escuchar y/o ver una respuesta sensata. Pero, el que lo permita no alega que vayas y vengas en mi mente cuando te plazca. En retorno haré lo mismo; ahora, si prefieres otra alternativa puedo con gusto mostrarte porque brindo civilización de entrada —puntualiza. Un pequeño gruñido escapa de lo profundo de la garganta. El mirar bañado de un rojo carmesí imponente que, tan pronto finaliza su discurso, procura devolverle la serenidad que por miles de años ha sabido mantener. Mantenerse bajo control nunca ha sido tarea difícil para él, es lo que ha hecho incluso antes de nacer cuando su alma fue rasgada a la mitad. Es lo que intenta conservar incluso ahora que los planes han tomado rumbo inesperado. Sin embargo, requiere sumo esfuerzo retornar al sosiego una vez el demonio es perturbado.
Ahora, mantener la calma ante el tema de nombre, apellido, labios y sonrisa Ker Akbar son negocios independientes. Mas, no tiene planes de dar a relucir la única debilidad que ha adquirido luego de tres mil años.
—Es precisamente de ella que hablamos y yo veré qué creer y qué no. Aunque aprecio que te conciernan mis relaciones, casi tanto como prefiero que me digas lo que deseo saber sin inclusión de terceros —camina al escritorio de madera preciosa y acabado en detalle que yace al fondo de la habitación. Toma asiento al borde del mueblo como quien se prepara para escuchar la más fascinante de las historias. No deja la daga fuera de su vista y manos en ningún momento, ambos pueden jugar lo mismo.
La oscuridad del estudio, que es apaciguada por la luna que se cuela en todo su esplendor al estudio los cubre siendo lo suficiente para verse a la perfección incluso si se tratara de simples mortales. No hay que ser un genio para percibir el enfado de la Cambiante. Pero, si espera salir de la residencia con la daga y todas sus extremidades intactas lo más sensato es ceder. No es que vaya a obtener lo que con tanto ahínco busca sin dar algo a cambio.
Desde la última noche que vio a Ker, Taeyang sabe con exactitud que hará y cómo. La verdad es que no necesita la daga en sus planes. Empero, haciendo el mayor de los esfuerzos procurar no inmiscuirse en la mente de Ker, era quien responde por el nombre de Samirah, según vio en la memoria de la Cambiante, otra pieza del rompecabezas. Brindándole salida al más simple de los acertijos.
—Yo veré como lidio con la gitana —aclara. Voz serena, mirada tan dócil como amenazadora y media sonrisa que es apenas una línea fina en sus labios—. Si realmente sabes tanto no me extrañaría que conozcas la clase de relación que sostengo con ella. Créeme cuando te digo que le conozco incluso antes de ser concebida, al igual que su amigo el licántropo —inquiere.
—Ahora —dice, dejando caer la mano que sostiene la daga entre las piernas y extendiendo la otra hacia la dama—, ¿Comenzamos?
Taeyang Seung- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/10/2016
Re: La Daga de los Amantes en Guerra (Privado)
Los engranajes de su cabeza empezaron a funcionar, aquella mente calculadora que se había quedado a las afueras de esa residencia volvió en plena conversación, una idea tomando forma en su mente como el más preciado hallazgo, había encontrado una pequeña debilidad en el vampiro que le traería de vuelta su daga, probablemente sin mayor inconveniente, es bien sabido que la información es poder, en el lugar que sea y como sea, ocultar y dar a conocer la cantidad adecuada de hechos siempre puede ser de gran utilidad.
Samirah miró la mano extendida del vampiro y decidió cambiar de rumbo la historia, lo que el vampiro realmente necesitaba saber no era por qué ella quería la daga sino más bien era que ocasionaría la daga en él. El verdadero poder de esa arma seguía siendo un enigma, porque la única respuesta a eso llegaría al saber que tan lejos pueden ir las personas en el nombre del amor. La ignorancia del vampiro con respecto a la daga era su mayor ventaja y había tardado mucho en entenderlo, pero ahora no lo desaprovecharía.
Ignoró la mano tendida y en cambio colocó sus manos en ambas mejillas, obligándolo a mantener el contacto visual.
—No es mi asunto si eres o no un pederasta, sólo me tomo la molestia de advertirte lo que eres incapaz de ver por ti mismo. —Dijo justo antes de hacerlo emergerse en sus recuerdos, esta vez en uno muy diferente, el cual le llevó años encontrar.
Estaban en las alturas, cerca de un abismo que parecía interminable, donde el aire era tan denso que apenas se podía respirar, y una gruesa capa de nieve cubría todo a su paso. Ahí se erguía una mujer frente a una multitud de hombres armados, listos para cualquier enfrentamiento bélico que llegara a presentarse. Más eso no parecía afectarle, pues, ella permanecía en calma con una sonrisa burlona en sus labios, regodeándose al ver en aquellos rostros toscos expresiones de temor y nerviosismo. Habían venido por su ayuda aun conociendo el costo.
—Juraron nunca volver, aseguraron que jamás necesitarían mi ayuda y mírense ahora. —Dijo la mujer, regodeándose. —Han venido a besar mis pies a cambio de la solución de un problema que yo les advertí pasaría, los demonios han invadido la corte y han hecho de nuestras tierras sus campos de juego. Y ustedes no podrán detenerlos.
A pesar de la lengua filosa de la hechicera nadie se atrevió a contestarle, en la cima de aquel precipicio no había más que un absoluto silencio. Y hacían bien al hacer oídos sordos ante las ofensas que ella seguiría profiriendo, con solo una mala respuesta o alguna mirada retadora podrían destruir toda oportunidad que tenía el reino de librarse de semejantes plagas; que durante el día se disfrazaban de condes y duquesas mientras que durante la noche se ocupaban de cazar cada alma inocente que pudieran encontrar. Vampiros, hombres lobos y cambiantes entraron en la nobleza de Noruega con engaños y fraudes buscando adueñarse de la corona.
La joven hechicera y la gitana que antes le acompañaba lo habían visto venir y en su intento de advertirle al rey de ese entonces habían sido acusadas de traición, ya había sido muy tarde, porque en la cama del mangante ya había un demonio disfrazado de mujer, que haciendo su tarea de forma eficiente se encargó de que su castigo fuera la ejecución, y aunque la en ese entonces joven hechicera logró zafarse, sin embargo, su compañera y amante no, y ahora la ira que le generó aquella pérdida se reflejaba ahora en sus ojos.
Y aunque deseaba liquidar a cada hombre frente a ella, su objetivo principal era acabar con los demonios que ocasionaron todo su sufrimiento. Sacó de su cinturón tres dagas, una de madera, otra de hierro y otra de plata con esmeraldas adornando el mango, de todas, ésta era la más resaltante. Las extendió hacia ellos y uno de los más jóvenes se acercó a tomarlas, murmullos se extendieron entre la multitud, había muchas preguntas y nadie dispuesto a preguntar.
Con una seña de ella todos volvieron a ser silenciados, se acercó a quien había quedado en posesión de las dagas y le extendió también un pergamino, para luego caminar entre ellos e irse de aquella montaña a sabiendas que no necesitaba decirles que tendrían que entregar a cambio. Cuando finalmente se había ido, las voces se acrecentaron en búsqueda de respuestas, porque cómo podrían ser aquellas armas tan simples la solución del reino.
Rápidamente alguien de mayor rango le arrebató el pergamino al joven, pero en lugar de darle a conocer la información a todos los presentes les ordenó retirarse.
El recuerdo cambio, dejándolos ahora frente a la mesa redonda del consejo de la Armada de Noruega, pero había muchos asientos desocupados, sólo había tres hombres que discutían fervientemente, antes de que un cuarto llegara con las dagas y el pergamino en mano pidiendo silencio, dejando las armas sobre la mesa les contó lo ocurrido en aquella cumbre y leyó el contenido de aquel manuscrito:
La primera está hecha de hierro, representa la ira y la naturaleza impulsiva del ser humano. La segunda de madera y representa la ambición que éstos seres poseen, la tercera es de plata representando lo más valioso y envidiado de la humanidad, el amor. Tres cualidades que hacen a los humanos más fuertes que ninguna otra especie y que reiteran como su volubilidad es la más peligrosa de las armas.
Las dagas manipulan estas cualidades de forma perfecta y las únicas limitaciones en el poder de las mismas las impone el sujeto al que le fueron entregadas.
La daga bélica, invoca la ira de quien le posea, causándole una sed de sangre que jamás podrá ser saciada, con cada muerte llevada a cabo con esta arma los instintos asesinos en lugar de menguar son acrecentados. La daga del pecador, que poco a poco disminuye la empatía de quien la posea sustituyéndola por ansias de poder dejando al sujeto dispuesto a hacer cualquier cosa que le permita su ascenso en la jerarquía.
Por ultimo está la Daga de los Amantes en Guerra, una reliquia hechizada por la mismísima Baba Yaga, que hace de la más mínima atracción una obsesión que conlleva a un amor enfermizo, quien posea la daga se obsesiona con la idea de que un amor como el suyo es demasiado puro para resistir a la corrupción de un mundo como el nuestro y que sólo podrán amarse con total libertad en muerte, sin embargo, como el amor mismo este hechizo tiene un efecto agridulce, tras la muerte del destinatario el efecto disminuye por algunos días antes de volver con más fuerza causando una culpa abrumadora en el poseedor de la daga que lo lleva a la locura. Pero esto es sólo en la mayoría de los casos, como el amor mismo este hechizo puede manifestarse de diversas formas e intensidades, siempre generando un amor que lleva a la locura.
Las dagas influyen en las mentes de quienes las poseen quebrándolas y tornándolas en lo que necesitan, sus efectos varían según los intereses del sujeto. La daga de hierro para los humanos que eviten el cometido de estas armas, la daga de madera para los demonios que necesitan de la sangre y la de plata para los que pueden convertirse en bestias."
La nota terminaba con una lista de nombres por cada daga, para luego desvanecerse en el recuerdo.
Tras este recuerdo otros fueron apareciendo muchos más, donde se veía como le daban la daga de hierro a un ex presidiario y éste acababa con cada guardián de los condes y duquesas corruptos, como se le daba la daga de madera a uno de los sirvientes de un vampiro en la realeza y éste en busca de poder asesinaba a todas sus esclavas de sangre y al vampiro mismo con la ilusión de lograr hacerse de sus riqueza.
Por último se le otorgó la daga de plata al esposo de la princesa cambiante, quien cegado por aquel amor incontrolable la encerró en los calabozos de su castillo con la idea de que solo así podría protegerla hasta darse cuenta que ella ya estaba corrupta y era un demonio por sí misma. La asesinó, para librarla de tal castigo, sacrificó a sus hijos con la idea de que sólo así podría librar a su mujer del infierno al que seguramente pertenecía. Tras darse cuenta de lo que había hecho no hizo falta el efecto de la daga para que éste decidiera que no podría vivir con la culpa.
Y los recuerdos cambiaron por una última vez a uno mucho más reciente, dejando ver como Samirah le abría la puerta a un hombre que poseía los mismos rasgos que la gitana, sonrió pícaramente antes de que la cambiante decidiera salir de la mente del vampiro.
—Supongo que esa última parte ya la conoces. —Le dio una suave palmada en una mejilla antes de separarse —¿Necesitas que te explique lo que esa cosa te está haciendo?
Ese apenas era el comienzo de la historia pero quizás era todo lo que Taeyang necesitaba saber.
Samirah miró la mano extendida del vampiro y decidió cambiar de rumbo la historia, lo que el vampiro realmente necesitaba saber no era por qué ella quería la daga sino más bien era que ocasionaría la daga en él. El verdadero poder de esa arma seguía siendo un enigma, porque la única respuesta a eso llegaría al saber que tan lejos pueden ir las personas en el nombre del amor. La ignorancia del vampiro con respecto a la daga era su mayor ventaja y había tardado mucho en entenderlo, pero ahora no lo desaprovecharía.
Ignoró la mano tendida y en cambio colocó sus manos en ambas mejillas, obligándolo a mantener el contacto visual.
—No es mi asunto si eres o no un pederasta, sólo me tomo la molestia de advertirte lo que eres incapaz de ver por ti mismo. —Dijo justo antes de hacerlo emergerse en sus recuerdos, esta vez en uno muy diferente, el cual le llevó años encontrar.
Estaban en las alturas, cerca de un abismo que parecía interminable, donde el aire era tan denso que apenas se podía respirar, y una gruesa capa de nieve cubría todo a su paso. Ahí se erguía una mujer frente a una multitud de hombres armados, listos para cualquier enfrentamiento bélico que llegara a presentarse. Más eso no parecía afectarle, pues, ella permanecía en calma con una sonrisa burlona en sus labios, regodeándose al ver en aquellos rostros toscos expresiones de temor y nerviosismo. Habían venido por su ayuda aun conociendo el costo.
—Juraron nunca volver, aseguraron que jamás necesitarían mi ayuda y mírense ahora. —Dijo la mujer, regodeándose. —Han venido a besar mis pies a cambio de la solución de un problema que yo les advertí pasaría, los demonios han invadido la corte y han hecho de nuestras tierras sus campos de juego. Y ustedes no podrán detenerlos.
A pesar de la lengua filosa de la hechicera nadie se atrevió a contestarle, en la cima de aquel precipicio no había más que un absoluto silencio. Y hacían bien al hacer oídos sordos ante las ofensas que ella seguiría profiriendo, con solo una mala respuesta o alguna mirada retadora podrían destruir toda oportunidad que tenía el reino de librarse de semejantes plagas; que durante el día se disfrazaban de condes y duquesas mientras que durante la noche se ocupaban de cazar cada alma inocente que pudieran encontrar. Vampiros, hombres lobos y cambiantes entraron en la nobleza de Noruega con engaños y fraudes buscando adueñarse de la corona.
La joven hechicera y la gitana que antes le acompañaba lo habían visto venir y en su intento de advertirle al rey de ese entonces habían sido acusadas de traición, ya había sido muy tarde, porque en la cama del mangante ya había un demonio disfrazado de mujer, que haciendo su tarea de forma eficiente se encargó de que su castigo fuera la ejecución, y aunque la en ese entonces joven hechicera logró zafarse, sin embargo, su compañera y amante no, y ahora la ira que le generó aquella pérdida se reflejaba ahora en sus ojos.
Y aunque deseaba liquidar a cada hombre frente a ella, su objetivo principal era acabar con los demonios que ocasionaron todo su sufrimiento. Sacó de su cinturón tres dagas, una de madera, otra de hierro y otra de plata con esmeraldas adornando el mango, de todas, ésta era la más resaltante. Las extendió hacia ellos y uno de los más jóvenes se acercó a tomarlas, murmullos se extendieron entre la multitud, había muchas preguntas y nadie dispuesto a preguntar.
Con una seña de ella todos volvieron a ser silenciados, se acercó a quien había quedado en posesión de las dagas y le extendió también un pergamino, para luego caminar entre ellos e irse de aquella montaña a sabiendas que no necesitaba decirles que tendrían que entregar a cambio. Cuando finalmente se había ido, las voces se acrecentaron en búsqueda de respuestas, porque cómo podrían ser aquellas armas tan simples la solución del reino.
Rápidamente alguien de mayor rango le arrebató el pergamino al joven, pero en lugar de darle a conocer la información a todos los presentes les ordenó retirarse.
El recuerdo cambio, dejándolos ahora frente a la mesa redonda del consejo de la Armada de Noruega, pero había muchos asientos desocupados, sólo había tres hombres que discutían fervientemente, antes de que un cuarto llegara con las dagas y el pergamino en mano pidiendo silencio, dejando las armas sobre la mesa les contó lo ocurrido en aquella cumbre y leyó el contenido de aquel manuscrito:
"Las tres armas de la humanidad
La primera está hecha de hierro, representa la ira y la naturaleza impulsiva del ser humano. La segunda de madera y representa la ambición que éstos seres poseen, la tercera es de plata representando lo más valioso y envidiado de la humanidad, el amor. Tres cualidades que hacen a los humanos más fuertes que ninguna otra especie y que reiteran como su volubilidad es la más peligrosa de las armas.
Las dagas manipulan estas cualidades de forma perfecta y las únicas limitaciones en el poder de las mismas las impone el sujeto al que le fueron entregadas.
La daga bélica, invoca la ira de quien le posea, causándole una sed de sangre que jamás podrá ser saciada, con cada muerte llevada a cabo con esta arma los instintos asesinos en lugar de menguar son acrecentados. La daga del pecador, que poco a poco disminuye la empatía de quien la posea sustituyéndola por ansias de poder dejando al sujeto dispuesto a hacer cualquier cosa que le permita su ascenso en la jerarquía.
Por ultimo está la Daga de los Amantes en Guerra, una reliquia hechizada por la mismísima Baba Yaga, que hace de la más mínima atracción una obsesión que conlleva a un amor enfermizo, quien posea la daga se obsesiona con la idea de que un amor como el suyo es demasiado puro para resistir a la corrupción de un mundo como el nuestro y que sólo podrán amarse con total libertad en muerte, sin embargo, como el amor mismo este hechizo tiene un efecto agridulce, tras la muerte del destinatario el efecto disminuye por algunos días antes de volver con más fuerza causando una culpa abrumadora en el poseedor de la daga que lo lleva a la locura. Pero esto es sólo en la mayoría de los casos, como el amor mismo este hechizo puede manifestarse de diversas formas e intensidades, siempre generando un amor que lleva a la locura.
Las dagas influyen en las mentes de quienes las poseen quebrándolas y tornándolas en lo que necesitan, sus efectos varían según los intereses del sujeto. La daga de hierro para los humanos que eviten el cometido de estas armas, la daga de madera para los demonios que necesitan de la sangre y la de plata para los que pueden convertirse en bestias."
La nota terminaba con una lista de nombres por cada daga, para luego desvanecerse en el recuerdo.
Tras este recuerdo otros fueron apareciendo muchos más, donde se veía como le daban la daga de hierro a un ex presidiario y éste acababa con cada guardián de los condes y duquesas corruptos, como se le daba la daga de madera a uno de los sirvientes de un vampiro en la realeza y éste en busca de poder asesinaba a todas sus esclavas de sangre y al vampiro mismo con la ilusión de lograr hacerse de sus riqueza.
Por último se le otorgó la daga de plata al esposo de la princesa cambiante, quien cegado por aquel amor incontrolable la encerró en los calabozos de su castillo con la idea de que solo así podría protegerla hasta darse cuenta que ella ya estaba corrupta y era un demonio por sí misma. La asesinó, para librarla de tal castigo, sacrificó a sus hijos con la idea de que sólo así podría librar a su mujer del infierno al que seguramente pertenecía. Tras darse cuenta de lo que había hecho no hizo falta el efecto de la daga para que éste decidiera que no podría vivir con la culpa.
Y los recuerdos cambiaron por una última vez a uno mucho más reciente, dejando ver como Samirah le abría la puerta a un hombre que poseía los mismos rasgos que la gitana, sonrió pícaramente antes de que la cambiante decidiera salir de la mente del vampiro.
—Supongo que esa última parte ya la conoces. —Le dio una suave palmada en una mejilla antes de separarse —¿Necesitas que te explique lo que esa cosa te está haciendo?
Ese apenas era el comienzo de la historia pero quizás era todo lo que Taeyang necesitaba saber.
Samirah Valquiria- Cambiante Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/06/2017
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