La guerra o la paz [Privado]

por **Clarence Mackay** Mar Abr 05, 2016 10:59 pm

La soledad de los bosques era perfecta cuando se trataba de experimentar con aspectos nuevos de la magia. En Escocia era algo que Clarence llevaba a cabo de manera muy recurrente y en París, eso no iba a cambiar. El hechicero por supuesto que escuchaba que aquella ciudad era un lugar donde debía andarse con cuidado, pues los inquisidores asechaban en cada esquina; aún así, creía poder mantenerse a salvo en los bosques mientras que aprendía algunos nuevos hechizos encontrados en libros recientemente obtenidos de diversas librerías.

Entusiasmado, sentado en la tierra y con la espalda recargada en el tronco de un enorme árbol, el dedo de Clarence recorría con cuidado los renglones de aquel viejo y empolvado libro de hechicería. Tenía los labios leventemente entreabiertos, moviéndolos a manera de ensayo; una y otra vez realizaba lo mismo, no quería ninguna clase de error al momento de utilizar aquel hechizo y tras un buen rato, suspiró, levantando el rostro para observar entre las ramas y las hojas del enorme árbol, el sol que llegaba hasta él. Una sonrisa asomó a sus labios mientras contemplaba la naturaleza y tras unos segundos, se levantó con calma.
– Muy bien, es hora de hacerlo – hablaba para si mismo, ignorante a todo lo que existía a su alrededor debido a que no era capaz de detectar nada que pudiera resultar una amenaza – ahora, un insecto… – con la mirada comenzó a analizar la corteza del árbol donde antes su espalda descansaba tranquilamente, encontrando en ella una pequeña oruga que tomó con cuidado, depositándola en el suelo. Sin despegar sus ojos del pequeño bicho, Clarence sacude sus manos y concentrándose por completo pronuncia las palabras que tanto ha estado ensayando, todo para que frente a sí, la oruga cambie lentamente de forma hasta convertirse apenas por unos segundos en una ave pequeña. La alteración de la apariencia era una de sus propias habilidades, pero desde que lo leyó en un libro, había estado tratando de pasar esa habilidad suya a otro ser vivo, siendo esa ocasión, la primera en acabar de manera exitosa pero breve.

Al ver que el hechizo resultaba ser algo funcional, una sonrisa apareció en su rostro, siendo el momento donde sus poderes perdían la concentración en un punto definido para ampliarse, cuando se percataba de que dejaba de estar solo.

por **Leire Mallarme** Sáb Mayo 07, 2016 5:31 pm

La mansión que había adquirido al llegar a Francia, era un extenso terreno, el que se unía sin delimitaciones de vallados o cercos, con el bosque que lo rodeaba por tres de sus lados. Aunque para otros esa característica particular de la propiedad, podía ser vista como un problema, para Pilar era todo lo contrario. De fácil acceso, solo tenía que adentrarse a al enorme y magnifico parque estilo ingles y en pocos minutos se encontraba en la espesura del bosque, o por el contrario, dejar aquel lugar comunal, para llegar al refugio de sus muros de piedra.

Era apenas un poco más de medio día, cuando se dispuso hacer un pequeño recorrido por los limites de la propiedad, vestida con un traje de montar, una falda color terracota y una blusa blanca de cuello alto adornada con encajes, con un chaleco del mismo tono de la falda y un delicado y coqueto sombrero que le daban un aire de mujer independiente, se dispuso a salir de paseo. Montó su yegua, tomó las riendas con sus manos enfundadas en guantes de cabritilla y tras un suave golpe de sus botas en el costado del animal, salió a toda prisa, feliz de sentir el viento,- aún un poco fresco-, en su rostro, sonrió como hacía años que no lo hacía, estaba segura que ese día pasaría algo importante en su vida, en su destino, así lo había soñado, y jamás sus presentimientos fallaban.

Cuando se detuvo tras haber cabalgado a través de arboles y senderos, realizando maniobras sumamente peligrosas tanto para el animal como para el jinete, se dispuso a descender de su montura y permitir que tanto humano y animal, recobraran el aliento, antes de emprender el regreso a la mansión. Aún se encontraba en sus dominios, cuando escuchó la voz clara de un hombre que realizaba un conjuro, cerró los ojos y pudo distinguir de donde provenían los conjuros. Frunció el ceño, no deseaba que ningún brujo ocupara sus tierras para hacer maleficios o rituales, ella era muy cuidadosa en esos menesteres, pero se tranquilizó cuando comprendió que no se trataban de invocaciones, sino de la utilización de uno de sus dones, la transformación de la apariencia.

Curiosa, soltó las riendas de su caballo y se fue acercando a donde el hombre se encontraba, allí lo contempló, era un joven de mirada dulce y movimientos delicados, por el aura que lo envolvía pudo comprobar que se trataba de un hechicero y no de algún humano sin poder, que orillado por la curiosidad, se adentraba en los oscuros laberintos de la magia. cuando le observó sonreír, al conseguir cambiar la apariencia de aquel insecto, en la de un diminuto pajarillo, no pudo mas que sonreír, acordándose de cuando ella misma, siendo muy pequeña, se escondía para estudiar nuevas formas y conjuros.

No pudo contenerse a la tentación de acercarse mas y observar mejor aquel experimento, cuando por su interrupción, el milagro de la transformación se iba disolviendo, ella volvió a formular el conjuro, con una voz cargada de autoridad, haciendo que la oruga en la mano del joven, se convirtiera en un pequeño colibrí de larga cola, que salió disparado al cielo en busca de flores que libar.

Se acercó aun mas al hombre, - disculpa que os haya importunado, pero no es seguro que esté aquí realizando conjuros - dijo con la mirada seria clavada en los orbes masculinos, - dicen que la dueña de éstas tierras, es una hechicera excéntrica... que suele convertir en piedra a los hechiceros que encuentra en sus dominios - dijo con voz susurrante, y mirando para todas partes, como si temiera ser escuchada. Le pareció ver como el joven se asustaba y no pudo dejar de sonreír, como tampoco podría dejar de reír cuando le informara que la tan malvada bruja era ella.

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