AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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En el amor y en la guerra [Privado]
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En el amor y en la guerra [Privado]
Los rayos de sol que se colaban entre las rendijas de madera del ventanal, me despertaron de un plácido sueño en el que conocía a un maravilloso lobo que me robaba el corazón durante un paseo por el bosque.
Sonreí feliz cuando al entreabrir los ojos me encontré apoyada en el pecho de ese hombre al que amaba con locura, al que le había entregado mi alma y al que había jurado amor eterno. Ladeé un poco mi cabeza para poder verlo dormir tranquilamente, deleitándome con cada una de esas facciones que me enloquecían cada día más. No podía sentirme más afortunada en esos momentos en los que, a pesar de las precarias circunstancias en las que me encontraba debido a mi naturaleza, había encontrado a mi alma gemela. Y no solo eso, sino que además mi amor era correspondido.
Me pregunté si su pedida de matrimonio y mi contestación afirmativa nos convertía directamente en prometidos, más en esos momentos con que me amase la mitad de lo que yo lo amaba a él me era más que suficiente.
Acaricié con suavidad su pecho, besando después esa piel que era mi paraíso particular. Fui trazando un sendero de besos y caricias desde ese brazo que me orillaba a su cuerpo hasta su cuello, rozando con mi nariz la marca que todavía portaba y que a mis ojos lo convertía en mi prometido.
Se despertó cuando seguí besando su mandíbula hasta llegar a sus labios.
-Buenos días amor.- susurré frente a sus labios antes de besarlos con suavidad, colocándome sobre su cuerpo.- ¿Qué tal has dormido?
Tomé de nuevo sus labios en un dulce beso, bajando después la cabeza para hundirla en su cuello mientras lo escuchaba hablar, dejándome envolver por su inconfudible olor que deseaba que me acompañase el resto de mi vida. Adoraba a aquel ser caído del cielo cuando menos lo esperaba, cuando pensaba que jamás podría encontrar a nadie a quien amar. Sonreí al recordar lo extraño de nuestro primer encuentro; en como habíamos pasado de ser enemigos a no poder vivir el uno sin el otro.
-He estado pensando que quiero que me entrenes para ser una cazadora como tú.- apunté mirándolo de nuevo a esos preciosos ojos verdes, que parecían atónitos ante mi propuesta. Le acaricié su incipiente barba mientras le exponía las razones de mi locura del día.- Piénsalo; si me uno a vosotros quizás tú príncipe vea mi disposición a mantener mi naturaleza a raya. Y algo de lucha ya sé, así que no tendrías que esforzarte mucho.- hice una pausa sopesando mis palabras; tampoco parecía tan raro que si mi futuro marido era cazador yo pudiese dedicarme a lo mismo, ¿no?- Prometo que te dejaré ganar cuando trates de tumbarme sobre la hierba.
Una divertida sonrisa se dibujó en mis labios al recordar que fue así como nos conocimos. Puede que fuese una locura, pero necesitaba que Seth consiguiese una tregua con los suyos, necesitase que estuviese feliz y no se sintiese dividido, y para ello haría cualquier cosa. Matar vampiros era algo que ya hacía desde siempre, y tal vez solo tendría ciertas desavenencias con matar lobos, más si se demostraba que esos lobos habían matado inocentes humanos, no tendría duda en disparar con mi arco.
Sonreí feliz cuando al entreabrir los ojos me encontré apoyada en el pecho de ese hombre al que amaba con locura, al que le había entregado mi alma y al que había jurado amor eterno. Ladeé un poco mi cabeza para poder verlo dormir tranquilamente, deleitándome con cada una de esas facciones que me enloquecían cada día más. No podía sentirme más afortunada en esos momentos en los que, a pesar de las precarias circunstancias en las que me encontraba debido a mi naturaleza, había encontrado a mi alma gemela. Y no solo eso, sino que además mi amor era correspondido.
Me pregunté si su pedida de matrimonio y mi contestación afirmativa nos convertía directamente en prometidos, más en esos momentos con que me amase la mitad de lo que yo lo amaba a él me era más que suficiente.
Acaricié con suavidad su pecho, besando después esa piel que era mi paraíso particular. Fui trazando un sendero de besos y caricias desde ese brazo que me orillaba a su cuerpo hasta su cuello, rozando con mi nariz la marca que todavía portaba y que a mis ojos lo convertía en mi prometido.
Se despertó cuando seguí besando su mandíbula hasta llegar a sus labios.
-Buenos días amor.- susurré frente a sus labios antes de besarlos con suavidad, colocándome sobre su cuerpo.- ¿Qué tal has dormido?
Tomé de nuevo sus labios en un dulce beso, bajando después la cabeza para hundirla en su cuello mientras lo escuchaba hablar, dejándome envolver por su inconfudible olor que deseaba que me acompañase el resto de mi vida. Adoraba a aquel ser caído del cielo cuando menos lo esperaba, cuando pensaba que jamás podría encontrar a nadie a quien amar. Sonreí al recordar lo extraño de nuestro primer encuentro; en como habíamos pasado de ser enemigos a no poder vivir el uno sin el otro.
-He estado pensando que quiero que me entrenes para ser una cazadora como tú.- apunté mirándolo de nuevo a esos preciosos ojos verdes, que parecían atónitos ante mi propuesta. Le acaricié su incipiente barba mientras le exponía las razones de mi locura del día.- Piénsalo; si me uno a vosotros quizás tú príncipe vea mi disposición a mantener mi naturaleza a raya. Y algo de lucha ya sé, así que no tendrías que esforzarte mucho.- hice una pausa sopesando mis palabras; tampoco parecía tan raro que si mi futuro marido era cazador yo pudiese dedicarme a lo mismo, ¿no?- Prometo que te dejaré ganar cuando trates de tumbarme sobre la hierba.
Una divertida sonrisa se dibujó en mis labios al recordar que fue así como nos conocimos. Puede que fuese una locura, pero necesitaba que Seth consiguiese una tregua con los suyos, necesitase que estuviese feliz y no se sintiese dividido, y para ello haría cualquier cosa. Matar vampiros era algo que ya hacía desde siempre, y tal vez solo tendría ciertas desavenencias con matar lobos, más si se demostraba que esos lobos habían matado inocentes humanos, no tendría duda en disparar con mi arco.
Nimue Dow- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 29/07/2016
Localización : Paris
Re: En el amor y en la guerra [Privado]
Dulces y cálidos besos recorrieron mi pecho mientras una sonrisa de medio lado se pintaba en mis labios.
Conocía a la dueña de esas caricias pues era la dueña de mi corazón y de mi razón.
-Buenos días -susurré aun con los ojos cerrados dejándome embriagar por su aroma, por la calidez de su piel y por cada segundo en el que gateaba sobre mi para colocarse encima y enfrentar mi mirada.
Abrí los ojos al sentir su aliento sobre mis labios, los colmo de besos ansiados y de palabras mudas. Mas cuando se detuvo y comenzó a hablar no pude evitar esbozar una picara sonrisa.
Nim era así, incapaz de dejar su pequeña mente quieta. Hoy quería ser cazadora y mañana conquistar la misma luna que nos sustentaba.
Dejé escapar una carcajada al escucharla tratar de convencerme de la peripecia nueva y de lo bien que le sentaría eso a mi príncipe.
No sabia cuan errada estaba en esa afirmación.
Ser cazador nos venia de sangre, de linaje. Nacimos siendo lo que eramos, aprendimos a ser como somos con el duro camino del acero y la sangre y ¿ahora ella quería en dos días equipararse a nuestro don?
Me incorporé para besar sus labios con suavidad tratando de encontrar las palabras justas para no ofenderla.
-Nací cazador y aun así me ven muchos de ellos mas bestia que hombre...que tu quieras ser uno de nosotros pintará como una ofensa, un parche que deseamos poner para que traguen con esta relación.
Deslicé mi lengua por sus labios fruncidos, sabia que no iba a gustarle mi explicación, pero...era tan cierta como que los dos eramos licantropos y que lo nuestro seria muy complicado en mi tierra.
-No te aceptaran, esa es la única verdad..y no, Agarwaen, que en parte es le menos de nuestros problemas, tampoco aceptara esa idea.
Se que tu también has notado que contra su piel hay un olor a fémina de nuestra especie.
No se que problemas tiene, no es muy comunicativo, ninguno lo somos, peor me preocupa.
La atraje contra mi por la cintura para volver a encontrármela de frente mientras la subía a horcajadas para mirar sus preciosos orbes pardos.
-Esto seguirá les guste o no a los cazadores...no voy a renunciar a ti porque te quiero. ¿De acuerdo?
Conocía a la dueña de esas caricias pues era la dueña de mi corazón y de mi razón.
-Buenos días -susurré aun con los ojos cerrados dejándome embriagar por su aroma, por la calidez de su piel y por cada segundo en el que gateaba sobre mi para colocarse encima y enfrentar mi mirada.
Abrí los ojos al sentir su aliento sobre mis labios, los colmo de besos ansiados y de palabras mudas. Mas cuando se detuvo y comenzó a hablar no pude evitar esbozar una picara sonrisa.
Nim era así, incapaz de dejar su pequeña mente quieta. Hoy quería ser cazadora y mañana conquistar la misma luna que nos sustentaba.
Dejé escapar una carcajada al escucharla tratar de convencerme de la peripecia nueva y de lo bien que le sentaría eso a mi príncipe.
No sabia cuan errada estaba en esa afirmación.
Ser cazador nos venia de sangre, de linaje. Nacimos siendo lo que eramos, aprendimos a ser como somos con el duro camino del acero y la sangre y ¿ahora ella quería en dos días equipararse a nuestro don?
Me incorporé para besar sus labios con suavidad tratando de encontrar las palabras justas para no ofenderla.
-Nací cazador y aun así me ven muchos de ellos mas bestia que hombre...que tu quieras ser uno de nosotros pintará como una ofensa, un parche que deseamos poner para que traguen con esta relación.
Deslicé mi lengua por sus labios fruncidos, sabia que no iba a gustarle mi explicación, pero...era tan cierta como que los dos eramos licantropos y que lo nuestro seria muy complicado en mi tierra.
-No te aceptaran, esa es la única verdad..y no, Agarwaen, que en parte es le menos de nuestros problemas, tampoco aceptara esa idea.
Se que tu también has notado que contra su piel hay un olor a fémina de nuestra especie.
No se que problemas tiene, no es muy comunicativo, ninguno lo somos, peor me preocupa.
La atraje contra mi por la cintura para volver a encontrármela de frente mientras la subía a horcajadas para mirar sus preciosos orbes pardos.
-Esto seguirá les guste o no a los cazadores...no voy a renunciar a ti porque te quiero. ¿De acuerdo?
Seth Kana- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 89
Fecha de inscripción : 13/08/2016
Localización : París
Re: En el amor y en la guerra [Privado]
Sus cálidos labios acariciaron los míos en una entrega total por complacernos por parte de ambos. Nuestras manos recorrían el cuerpo ajeno en un despertar cargado de dulces promesas que de seguro acabaríamos llevando a cabo durante el día. Se incorporó frente a mí antes de responder a esa magnífica idea que se me había ocurrido para complacer a los suyos, mientras yo esbozaba una preciosa sonrisa por tener al lobo que amaba a mi lado.
Sonrisa que se fue desdibujando a medida que él se oponía a que me formase como cazadora, gesto que al parecer veía como una ofensa hacia los demás cazadores de su tierra. Me mordí el labio inferior sintiéndome ofuscada por las palabras que salían de los labios de mi amor y que me hacían sentirme totalmente impotente. No quería que me aceptasen por obligación al querer convertirme en lo que ellos eran, sino que viesen mi entrega a cambiar, a anular mi naturaleza y ponerme a su servicio como una más.
-No era mi intención molestar a nadie, solo quería demostrarles que haré lo que sea por ser aceptada, porque me dejen estar a tu lado.- desvié la mirada hacia mis manos cuando no supe que más decir. No me esperaba en absoluto que su respuesta fuese a ser tan tajante en ese aspecto; pensé que podríamos negociar mi entrenamiento.
Seth tomó mis labios de nuevo en un dulce beso que no hizo otra cosa que hacerme sentir peor. Jamás me aceptarían, siempre tendría que sentirse dividido por culpa de esta loba que se había enamorado de él y lo había hecho cometer la mayor de sus locuras.
-Lo he notado, y no es el típico olor de cuando te enfrentas a alguien en un bosque y tu ropa se impregna del olor ajeno. Hay algo más, un fragmento de esa esencia que me dice que hay un detalle que se nos escapa.- contesté sin querer hablar sobre lo que terminaba de decirme y que me había entristecido más de lo que se imaginaba.
Me sentía totalmente inútil en esa habitación día y noche, impotente por no poder demostrar a esos cazadores que se creían con derecho a juzgarme por mi naturaleza que no tenía nada que ver con otros lobos que cazaban, que mi amor por Seth derrumbaría muros y cruzaría océanos. Que no era una bestia guiada por sus instintos más salvajes, que podía controlarme.
-Yo también te quiero, Seth.- murmuré intentando animarme cuando sus labios pronunciaron las palabras correctas en ese preciso instante. Me conocía mejor que nadie, era capaz de saber en cada momento que era lo que me preocupaba y, después de todo lo que me había dicho, lo que me hacía sentirme tan voluble era el hecho de que finalmente tuviese que elegir entre su familia y yo. Más no solo eso, sino que los eligiese a ellos. Bastante había hecho ya con destruir a mi familia con mi fuga, como para ser la culpable de que mi amor tuviese que hacer lo mismo con la suya. Quería que Seth pudiese seguir disfrutando de ellos teniéndome a su lado, pero las ideas se me agotaban y con ellas las esperanzas. Me incliné sobre él, besando sus labios con necesidad, dejando que nuestras almas se acariciasen con ese beso que nos llevaba a los dos a desnudar nuestros sentimientos frente al otro.
-¿Qué va a pasar con esa niña que sigue en los calabozos? Podría intentar que su conversión fuese de otra manera, que se controlase durante la luna llena y no fuese una amenaza para nadie.- sugerí con la intención de desviar el tema de aquello que más me preocupaba en ese momento, que nuestro amor pudiese sobrevivir a todos los impedimentos que ante nosotros surgían.
Sonrisa que se fue desdibujando a medida que él se oponía a que me formase como cazadora, gesto que al parecer veía como una ofensa hacia los demás cazadores de su tierra. Me mordí el labio inferior sintiéndome ofuscada por las palabras que salían de los labios de mi amor y que me hacían sentirme totalmente impotente. No quería que me aceptasen por obligación al querer convertirme en lo que ellos eran, sino que viesen mi entrega a cambiar, a anular mi naturaleza y ponerme a su servicio como una más.
-No era mi intención molestar a nadie, solo quería demostrarles que haré lo que sea por ser aceptada, porque me dejen estar a tu lado.- desvié la mirada hacia mis manos cuando no supe que más decir. No me esperaba en absoluto que su respuesta fuese a ser tan tajante en ese aspecto; pensé que podríamos negociar mi entrenamiento.
Seth tomó mis labios de nuevo en un dulce beso que no hizo otra cosa que hacerme sentir peor. Jamás me aceptarían, siempre tendría que sentirse dividido por culpa de esta loba que se había enamorado de él y lo había hecho cometer la mayor de sus locuras.
-Lo he notado, y no es el típico olor de cuando te enfrentas a alguien en un bosque y tu ropa se impregna del olor ajeno. Hay algo más, un fragmento de esa esencia que me dice que hay un detalle que se nos escapa.- contesté sin querer hablar sobre lo que terminaba de decirme y que me había entristecido más de lo que se imaginaba.
Me sentía totalmente inútil en esa habitación día y noche, impotente por no poder demostrar a esos cazadores que se creían con derecho a juzgarme por mi naturaleza que no tenía nada que ver con otros lobos que cazaban, que mi amor por Seth derrumbaría muros y cruzaría océanos. Que no era una bestia guiada por sus instintos más salvajes, que podía controlarme.
-Yo también te quiero, Seth.- murmuré intentando animarme cuando sus labios pronunciaron las palabras correctas en ese preciso instante. Me conocía mejor que nadie, era capaz de saber en cada momento que era lo que me preocupaba y, después de todo lo que me había dicho, lo que me hacía sentirme tan voluble era el hecho de que finalmente tuviese que elegir entre su familia y yo. Más no solo eso, sino que los eligiese a ellos. Bastante había hecho ya con destruir a mi familia con mi fuga, como para ser la culpable de que mi amor tuviese que hacer lo mismo con la suya. Quería que Seth pudiese seguir disfrutando de ellos teniéndome a su lado, pero las ideas se me agotaban y con ellas las esperanzas. Me incliné sobre él, besando sus labios con necesidad, dejando que nuestras almas se acariciasen con ese beso que nos llevaba a los dos a desnudar nuestros sentimientos frente al otro.
-¿Qué va a pasar con esa niña que sigue en los calabozos? Podría intentar que su conversión fuese de otra manera, que se controlase durante la luna llena y no fuese una amenaza para nadie.- sugerí con la intención de desviar el tema de aquello que más me preocupaba en ese momento, que nuestro amor pudiese sobrevivir a todos los impedimentos que ante nosotros surgían.
Nimue Dow- Licántropo Clase Alta
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