Viejas venganzas, nuevos comienzos [Privado Vladimir Romanovs]

Una fría llovizna mojaba las empedradas calles de la zona residencial donde me encontraba en búsqueda de una dirección en particular. La intensa humedad en el ambiente servía de despedida del  cambio de estación que tendría lugar en apenas unos días, junto con segunda luna llena que pasaría en París. El duro invierno llegaba a su fin, dando paso a una primavera que auguraba cargada de sorpresas y nuevas alianzas. Y es que desde mi última visita a la playa, tenía más claro que nunca  que mi lugar estaba lejos de mi ciudad natal, donde sin saber todavía porqué me habían exiliado sin explicaciones.

Apenas habían pasado unos días desde que tuvo lugar el encuentro con Vladimir Romanovs en aquel bosque, un conde ruso que si no hubiese sido por su inconmensurable ayuda no habría salido con vida de una herida realizada por una daga de plata. Un encuentro que fue de lo más extraño e inverosímil, y que sin embargo se había convertido en un soplo de aire fresco, en una nueva esperanza para mi futuro. El imprevisible ataque del cazador lanzó nuevas incógnitas sobre esa nefasta búsqueda del prometido con el que habían pactado mi enlace. Aunque ahora eran las dudas sobre la verdadera razón de mi hermano por mandarme tan lejos de Rusia a sabiendas de que jamás conseguiría llevar a cabo dicha misión.

Miré por última vez la dirección apuntada por el mismísimo conde cuando llegó el amanecer de aquella noche en la que nuestros caminos se cruzaron, y él tuvo que continuar con el suyo, prometiéndonos ambos en volver a encontrarnos cuando me hubiese recuperado por completo de esa lesión que casi me lleva junto a Gaïa, y que por suerte Vladimir fue capaz de socorrer con sorprendente habilidad. Mi ofrecimiento continuaba en pie, le ayudaría a capa y espada a luchar contra ese vampiro  que le había arrebatado lo que más quería, y su particular ejército. Y es que si había algo que llevaba grabado a fuego en mi pecho era el honor y la lealtad hacía alguien que te salva la vida, varias veces. Me sentía en deuda con él, y aquella sería mi forma de saldar favores. Además que, por extraño que pareciese por el hecho de no conocernos, me había ofrecido también la posibilidad de averiguar lo que pudiese sobre ese cazador a sueldo y ponerle cara y nombre a quién estaba detrás de mi intento de asesinato.

-Buenas tardes. Vengo a ver al señor Romanovs.- pronuncié en tono neutro cuando tras llamar a la aldaba de la puerta que coincidía con la dirección, una ama de llaves con cofia y uniforme a juego abrió  ésta mirándome confundida. Con un ligero movimiento de cabeza volvió a cerrar la puerta, mientras la escuchaba alejándose de allí. Esperaba que al menos fuese a buscar al conde, si es que no me había equivocado de dirección.

No parecía la mansión típica de un licántropo de la realeza; estos por lo general acostumbraban a escoger sus viviendas más alejadas de la civilización y cercanas a los bosques. Y es que, de la realeza o no, todos los de nuestra especie necesitaba el contacto constante con la naturaleza.

Observé con atención el precioso jardín que rodeaba la entrada a aquella mansión, decorado con múltipleas arbustos de frutos rojos que hacían juego con el mármol blanco de los asientos que estrategicamente estaban colocados a lo largo de todo el jardín. Sin duda tenían que tener a una persona encargada de todo aquello, puesto que estaba inmaculadamente cuidado.
El tintineo de las llaves que portaba la ama de las mismas, centró de nuevo mi atención en la puerta que no tardó en abrirse con una invitación clara de que era bien recibida en el lugar.

Como era lo correcto, esperé pacientemente que la mujer me guiase hasta el lugar donde ne estaban esperando, a pesar de que había sido capaz de percibir el incondudible aroma del conde desde que la puerta se cerró tras de mí. Una tímida sonrisa de medio lado se dibujó en mi rostro mientras recorría los metros que me separaban de mi salvador, y es que, por si no fuera poco esa enigmática sonrisa suya con la que me había recibido al entrar, varios pares de ojos estaban centrados en mi persona, al tiempo que algunas exclamaciones y cuchicheos podían percibirse alrededor. El hecho de vestir como una cazadora en lugar de como una dama de la alta alcurnia acostumbraba a ocasionar ese tipo de revuelo, de modo que no era algo que me molestase especialmente.

-Es muy amable por su parte, missie. El conde tiene unas amistades de las que enorgullecerse por lo que veo.- respondí con una dulce sonrisa, dejando que el señor de la casa besase el dorso de mi mano concluyendo con una ligera inclinación de mi rostro.
Tras esa rápida presentación, me acerqué con rapidez a Vladimir, rozándole apenas sus dedos con los míos para seguirle de cerca a una mesa donde al parecer estaban esperándolos.

-Yo también me alegro de verde de nuevo, conde. Le he extrañado mucho estos días.- pronuncié en apenas un susurro, que solo sería capaz de escucharse por alguien con los sentidos tan desarrollados como nosotros, sintiendo como las mejillas se sonrojaban por esa confesión mía fruto de la alegría por volver a verle. No tardé en tomar asiento a su lado, tratando de pasar desapercibida para no molestarle en la reunión de sus anfitriones; además de que mi mirada lejos de estar centrada en la conversación que el resto de comensales se traían entre manos, estaba fijada en esos jovenes que espada en mano trataban de demostrar sus habilidades.
Negué con la cabeza y una breve sonrisa; mucho tenían que aprender todavía si no querían terminar autodesmembrándose. Giré la cabeza, y entonces nuestras miradas se cruzaron, esos preciosos ojos lobunos que me habían protegido noches antes impactaron con los míos, y sin saber el por qué, un cálida sonrisa dibujaron mis labios y un suspiro salió de éstos mientras yo me empeñaba en disimular que estaba atenta al resto de la conversación. Aunque para que engañarnos, en lugar de en esa silla, hubiese deseado estar practicando junto con a Vladimir y esos jóvenes el arte de la espada.

Los minutos fueron pasando lentamente, en una conversación que bien no me incumbía en demasía, pero que al mismo tiempo me decía mucho más de Vladimir de lo que un principio podía parecer. Así que, habituada a ese tipo de situaciones, supe mantener la compostura, con una amable sonrisa en los labios, sin interrumpir lo que los nobles tuviesen que contarse y escuchando solo aquello que podía serme de utilidad. Había asistido a suficientes reuniones con mi padre como para saber cual era la posición de una mujer en éstas, claro que en este caso los demás no eran licántropos de otra manada ni yo la beta del conde. Al pensar en ésto me percaté de que apenas sabía nada de él ni de su manada, ni siquiera quién sería su beta o si estaría casado. Una extraña sensación se arremolinó en mi estómago, que atribuí al nerviosismo que había sufrido las últimas semanas. Fruncí el ceño durante unos instantes, tratando de rememorar alguna ocasión en la que nuestros caminos se hubiesen cruzado en algún cumbre lupina, más no recordaba haberlo visto antes. Estaba segura recordaría a ese hombre si nos hubiésemos visto aunque hubiese sido solo unos instantes.

Sonreí con disimulo al escucharle mencionar que tenía motivos personales para estar en París; razones que yo conocía y por las que me encontraba allí. Le había jurado lealtad tras ayudarme en el bosque durante el ataque con el cazador, y encontrar a ese inmortal al que él buscaba y darle caza se había convertido en mi objetivo principal, dejando a un lado la razón por la que me hallaba en París. Pude sentir como su miraba se desviaba fugazmente hacia mí, y en esos momentos comprendí que deseaba, por extraño que pareciese, que mi hermano me hubiese traicionado realmente y en realidad mi prometido jamás hubiese existido.

Poco después nos despedíamos de los dueños de aquella mansión, entre palabras de agradecimiento por su hospitalidad y alguna promesa de volver a hacerles una visita antes de marcharse a Rusia por parte del conde. Seguí a Vladimir hasta un carruaje que nos esperaba en el exterior, en el que tras atar las riendas de mi negro corcel, subí acompañándolo a donde fuese que el conde deseara.

-No se preocupe, conozco cuales son los deberes de un noble.-apunté con una tímida sonrisa, mientras abría la capa que ocultaba mis armas y me colocaba en el asiendo a su lado.- Me he recuperdado asombrosamente rápido de la herida. Desconozco que es lo que me puso en aquella cabaña del bosque, pero me salvó la vida y además provocó una acelerada cicatrización. Gracias de nuevo.

Esperé unos minutos en silencio, observando como el carruaje nos alejaba de la mansión de los humanos, para volver de nuevo la cara hacia el conde buscando su mirada.- Y bien, ¿por dónde quiere que empecemos, señor?

Observé con atención como Vladimir tras haber mantenido unas formas protocolarias con aquellos aristócratas parisinos, ahora parecía recuperar su pensamiento como lider lupino, sorprendiéndome de nuevo con sus palabras cargadas de sentimiento y raciocinio a la vez. Y es que sin saber realmente como era su vida allá en Rusia, podía ver en su forma de comportarse rasgos claros de un alfa, rasgos que no había visto en mi hermano durante todo este tiempo y que sin embargo en Vladimir había encontrado nada más conocerlo. Esa preocupación por los miembros de su manada a pesar de que en su mente agolpaba continuamente la idea de venganza, no podía provenir de alguien que fuese egoista y que solo actuase en beneficio propio; sino de un hombre de fuerzas e ideales excepcionales, de un hombre hecho para liderar.

-Señor, vos no seríais responsable de la muerte de ningún camarada si eso llegase a ocurrir. Todos los que nos embarquemos en esta guerra sabemos cuales pueden ser las consecuencias, siendo nosotros mismos los responsables de nuestras decisiones.-hice una breve pausa, tratando de descubrir que era lo que tanto le preocupaba. No solo había sido entrenada para convertirme en alfa, sino también como cazadora. De la zona de Rusia de donde yo procedía los humanos eran conocedores de nuestra existencia, puesto que para ellos erámos sus protectores frente a los seres de las tinieblas que los acechaban en cuando el sol se ocultaba tras el horizonte. De donde yo venía éramos los licans los que mantenían a la humanidad a salvo. Así que no se me ocurría mejor forma que mostrar mi agradecimiento al conde que haciendo aquello por lo que había sido entrenada, cazar vampiros.

-Deberíamos actuar con cautela a la hora de buscar ayuda entre los humanos, puesto que por lo que he podido ver, los cazadores en París primero disparan una bala de plata y después preguntan.-sonreí timidamente, apoyándome en el respaldo y desviando la mirada por la ventana del carruaje, durante unos segundos que permanecimos en silencio.  Recordé el lamentable encuentro del cazador del bosque, confirmando una vez mas que si no hubiese sido por Vladimir yo no estaría allí conversando  con él.

-Indíqueme por donde quiere que empecemos, y antes de que se dé cuenta podrá ver pertrechada su venganza.- apunté esbozando en mis labios media sonrisa mientras mi mano se deslizaba entre ambos colocándola sobre la suya y apretándola ligeramente, confirmándole de nuevo tras un suspiro que no lo dejaría solo en esa odisea.- Será para mí un honor servirle en esta honorable batalla donde eliminaremos a un ser despreciable, librando así a los humanos de una peligrosa amenaza.

El conde observo en silencio el camino que estaban recorriendo, como las ruedas se movian y el hecho de que la mujer estaba hablando aunque pareciera que estuviera mirando hacia afuera este estaba atento a lo que ella decia y hacia, este escucho lo que menciono sobre el hecho de poder unirse a su causa y que cada uno que decidiera seguirlo estaba dispuesto a lo que fuera necesario, para seguir en la manada, el mismo cerro los ojos levemente para luego sentir la calidez de su cuerpo giro su vista mirando y nego levemente con la cabeza, aunque sabia que ella era una formidable aliada seguramente este no queria que ella tuviera que salir herida por su culpa.

-No tendras alguien que tengas que proteger no veo justo que te dediques a estar conmigo cuando seguramente tienes una vida que vivir y proteger, esta era mi vida era mi mentor el que fallecio debe ser vengado por mi.

Este apreto suavemente su mano, en realidad precisaba su ayuda pero su orgullo como lobo y como cazador de la familia Romanovs hacia que tuviera el hecho de intentar hacerla desistir de ir con el, era necesario aunque deseaba poder contar con mas de su raza para terminar con aquello y acabar con los malditos chupasangre que estaban infectando la tierra. Este golpea el techo levemente para detener el carruaje, aun estaban lejos de la ciudad tenian un campo abierto a su lado, bajo del carruaje sin mucha demora aquel que los llevaba se trataba de un hombre de confianza del noble este le hizo seña a la muchacha.

-Bien si estais dispuesta en realidad a luchar a mi lado lucharemos, quiero saber vuestro potencial ya no hay vuelta atras luego de esta pelea seremos manada si logras impresionarme si veo que no tienes lo necesario para luchar contra este vampiro te pido que te vayas y no vuelvas a buscarme por que no permitire tu muerte. He luchado con el y por poco no lo cuento asi que conosco gran parte de su potencial.

Le miro esperando que ella decidiera que era lo que haria en este momento, si en realidad deseaba quedarse con el ya que ahora se encontraba curada por lo tanto de cierta forma seria capaz de tener un combate con el por lo menos para demostrar parte de su habilidad en el terreno.

Las continuas afirmaciones del conde me hacían dudar de que mi ofrecimiento a ayudarle en su particular venganza fuese de su agrado. Traté de recordar si noches atrás, en la cabaña donde me salvó la vida ocupándose de  mis heridas,  había sucedido algo por lo que ahora se mostrase  tan reacio a aceptarme como compañera de batalla. Pero a pesar del esfuerzo que puse en rememorar si había podido decir o hacer algo que lo importunase hasta el punto de querer alejarme ahora de él, no encontré nada que justificase su reticencia.

-Mi señor, le recuerdo que ya no tengo una manada a la que proteger. – respondí mirando con cierta tristeza la mano que descansaba en mi regazo, tratando de hacerme a la idea de que no volvería a ver a ninguno de mis seres queridos nunca más. Apreté la mandíbula tratando de evitar reflejar unas emociones que deseaba mantener al margen y enfrentando mi mirada con la suya. Había aprendido a no sentir, a controlar mis sentimientos y no mostrarme débil ante desconocidos; sin embargo, cuando estaba con Vladimir parecía como si esa confianza que solo se tiene con alguien muy allegado floreciese, y esto provocaba que me relajase hasta el punto de mostrarme tal y como era en realidad.

- La razón por la que me hallaba en París concluyó la noche que nos conocimos. Si no desea tenerme como aliada, lo comprendo, pero déjeme que le dé un consejo: todos necesitamos alguna vez una mano amiga que nos ayude a levantarnos. Por muy fuertes que seamos, no siempre podemos hacerlo todo solos. – hice una breve pausa, sintiéndome ligeramente descorazonada si rechazaba de nuevo mi ayuda, porque sin su causa por la que luchar y que se había convertido ahora en mi objetivo, no tendría razones para quedarme en París, pero tampoco para volver a casa.- Fui entrenada como guerrera. Mi labor siempre ha sido proteger a los humanos de los vampiros, así que mi vida correrá el mismo riesgo que ha corrido siempre en cada cacería. Solo  que así tendríamos a alguien que nos cubra las espaldas.

Sonreí levemente cuando sentí como apretaba mi mano que permanecía todavía junto a la suya, mordiéndome el labio inferior con timidez ante ese gesto que me desconcertaba sobre manera. A pesar de que parecía querer alejarme de él, su mirada y ese gesto parecían pedirme que me quedara.
Fruncí el ceño cuando el carruaje se detuvo de pronto por el golpe que realizó el conde, siendo incapaz de esbozar una pícara sonrisa cuando escuché la razón por la que nos habíamos parado y por la que Vladimir se encontraba en esos momentos en el exterior del mismo.

-Me parece una proposición muy razonable.- apunté saliendo del carruaje por el lado opuesto de donde él se encontraba tras quitarme el abrigo que dejé sobre el asiento, aprovechando que debía rodear vehiculo para colocarme frente al conde.
Echando hacia atrás ambas manos, saqué de sus vainas las dos cimitarras que colgaban en mi espalda, quedándome de nuevo a la vista de Vladimir que durante mi rodeo había dejado de visualizarme. Lancé una de ellas justo a los pies del conde, quedándose ésta clavada con fuerza en el húmedo terreno. - Intentaré no haceos daño y ser benevolente con vos. ¿Estáis preparado?- pregunté colocandome a escasos metros de él, levantando mi espada y esperando esa lucha que demostraría que estaba más que preparada para batallar a su lado. Si de algo estaba segura en esta vida, es que mi manejo de la espada era insuperable. Espada que sería puesta a su servicio si me aceptaba como compañera.

El sonrio levemente de lado viendo lo que ella estaba haciendo el hecho de que esta le lanzara su arma, se agacho para tomar aquella arma y mirarla, sabia que en este tipo de combate ella tenia la ventaja despues de todo eran sus armas, ella las conocia con bastante dedicacion haciendo que tomarla de sopresa fuera si no casi practicamente imposible. Manejaria otro estilo de lucha llevo su mano a la espalda y blandio aquella arma mientras cerraba su ojo derecho quedando solamente con el otro abierto, le habia llevado bastante tiempo dominar el hecho de perder la nocion de profunidad cuando se luchaba con un solo ojo pero eso ya hacia años que habia dejado de ser un problema para el conde ruso.

Comienzo...

Menciono lanzando la primera oleada de ataques laterales y susperiores, el hecho de que este tuviera el ojo cerrado era simplemente para poder ver a traves de los de ella, sin la necesidad de dejar sus ojos amarillos revelando que estaba usando uno de los poderes de su raza, despues de todo se trataba de una hermana de raza lo que queria decir que podria tener contra medidas contra el hecho de que usaran el poder de ver a traves de sus ojos y no solo eso sino que asumiendo una posicion neutral logro enmascarar su instinto luchador, haciendo que ella no pudiera predecir por donde el atacaria o donde estaba incluso su aroma aunque estuviera frente a ella si no fuera por eso el olor a lobo como su presencia de lincantropo habian desaparecido totalmente solamente se podia fiar de sus sentidos en ese momento. Este lanzo continuos ataques contra ella era una de sus habilidades que le habian permitido cazar vampiros con tanta facilidad el hecho de que estos no fueran capaces de predecir su cercania o presencia hasta que el estuviera listo para despedazarlos en ese instante final.

Con una sonrisa ladina dibujada en mis labios, confirmé que al tomar mi arma Vladimir había aceptado dar comienzo a una pelea en la que debería demostrarle que mis conocimientos con las espadas eran más que suficientes para permanecer a su lado y unir nuestros caminos en un solo, comenzando la búsqueda de aquel inmortal que llevaba tanto tiempo quitándole el sueño.

Observé cada uno de sus movimientos al empuñar la cimitarra, frunciendo ligeramente el ceño cuando lo vi retirar una de sus manos hacia su espalda antes de cerrar uno de sus ojos. Tal vez había subestimado que otro tipo de habilidades tendría el conde, pero desde luego yo tampoco había revelado todas las mías. Colocándome en posición defensiva con la espalda en alto y abriendo ligeramente las piernas para facilitarme el movimiento hacia un lado o hacia otro dependiendo de su ataque, fui contrarrestando cada una de sus estocadas que, para que engañarnos, eran dignos de un gran guerrero.

Más cuando comencé a percibir que algo en el entorno que nos rodeaba comenzaba a cambiar y que mis instintos parecían dejar de ser tan eficientes como de costumbre, comprendí que era el momento de que yo también comenzase a usar esas pequeñas habilidades que nos eran regaladas cuando recibíamos la bendición de Gaïa; y es que al parecer, mi sorprendente amigo era capaz de mimetizarse con el entorno, y evitar así no solo que localizase con exactitud su posición, sino además conseguía evitar que previese su siguiente ataque.

Suspiré profundamente alejándome un par de metros hacia atrás con la intención de conseguir una distancia prudencial para concentrarme en una habilidad que me había sido útil en numerables ocasiones. Bajando la cimitarra durante unos segundos cerré los ojos y relajé mi respiración hasta casi un estado de semi inconsciencia. Ahora era mi capacidad instintiva la que me guiaba, y a pesar de que parecía estar a ciegas mi visión sobre todo lo que me rodeaba era muchísimo mejor que cuando mantenía los ojos abiertos. Con esta habilidad de ojo superior era capaz de observar todo aquello que me rodeaba aún estando sumida en la mayor oscuridad.

Así que elevando de nuevo mi espada, avancé con paso seguro hacia la posición donde se encontraba Vladimir, que durante unos segundos había conseguido dejarme en el más puro desconcierto. Sin tiempo que perder y esperando pillarle por sorpresa, comencé un fiero y rápido ataque, donde lo único que podía escucharse era el aire que nos envolvía cortado por mi espada.

Sonreí de medio lado al escuchar su profunda voz a escasos metros de donde me encontraba, escuchando unas  palabras que expresaban su opinión equivocada de que el objetivo de mi particular gesto de cerrar los ojos no era otro que utilizar solamente mi oído para luchar contra él. Cierto que en parte había desarrollado la habilidad para ser capaz de defenderme incluso a ciegas, pero era esa pequeña destreza que me fue otorgada junto a mi licantropía de la que quería hacer gala. El ojo superior era una habilidad que me ofrecía una inigualable visión de lo que sucedía a mi alrededor incluso con los ojos cerrados o sumida en la más profundad oscuridad. Una visión similar a la de un halcón que surca con gran velocidad los cielos sin dejar de percatarse de lo que sucede en tierra firme.

-Debo corregirlo en eso, mi señor. No tengo un sonar como oído, pero si cierta habilidad muy desarrollada para rastrear todo aquello que me rodea sin necesidad del sentido de la vista.- musité elevando mi espada para comenzar el ataque ahora que tenía al conde localizado frente a mí. Más de pronto, como si de brujería se tratase, el aura de Vladimir se difuminó y dejé de sentir su presencia en cuestión de segundos.

Suspiré resignada al percatarme de que no sólo yo poseía poderosas habilidades regalo de Gaïa, sino que mi querido contrincante era sutilmente diestro en el empleo de las mismas. A pesar de  tener mi concentración casi al máximo, no conseguía localizar la posición del lobo más allá de unos pocos retazos de su aura al moverse, en cuyo caso, solo era capaz de ver una especie de arcoíris multicolor que se extendía por allí donde el conde hubiese pasado. El metálico sonido de su espada golpeando alguna roca sobresaliente de la espesa hierba, desvió toda mi atención, cometiendo el error de abrir los ojos para buscar a Vladimir. Más todo lo que pude ver fue el arma abandonada en el suelo, y a continuación un desgarrador zarpazo en uno de mis costados, obligándome por el dolor que éste me ocasionó a doblarme por la mitad y caer de rodillas en el suelo, presionando con la mano  la herida de la que brotaba sangre de forma considerable.

No podía fiarme de mis sentidos, sabía que en esos momentos cada uno de ellos estaba siendo engañado por la experiencia del licántropo, pero aún así era incapaz de reaccionar ante ellos; lo que dio lugar al siguiente ataque del mismo de nuevo con sus propias garras. Mi mano ensangrentada dejó de presionar la anterior herida, sirviéndome de apoyo contra el suelo cuando creí que caería inconsciente por culpa de esas profundas laceraciones provocadas por sus garras. Solté la espada que todavía mantenía asida por su empuñadura para presionar esta vez la segunda herida. Pasaron solo unos segundos, en los que yo traté de recuperar la respiración, y haciendo acopio de todas las fuerzas que todavía me mantenían consciente, arqueé mi espalda para aullar de forma ensordecedora, esperando con esta habilidad que me fue también otorgada el día de mi primera transformación, el conde quedase aturdido y paralizado el tiempo suficiente para que consiguiese encontrarle y como mínimo, inmovilizarlo.

Habilidades Extra de Aysh:

El esfuerzo producido por aquel ensordecedor aullido me dejó durante unos segundos totalmente exhausta, obligándome a apoyar ambas manos  ensangrentadas por las heridas contra la mullida hierba donde también descansaban mis rodillas. Observé de reojo los estragos que dicho alarido habían causado en Vladimir, provocando que éste cesara en su ataque para reponerse de mi particular habilidad; esperando no haber sobrepasado ese umbral de intensidad en el que podría haberle dañado algún órgano interno.

-Dudo mucho que bestia alguna quiera acercarse a nosotros después de haber aullado de esa forma, que en realidad podría haber sido peor si no estuviese herida.- apunté mientras poco a poco recuperaba la entrecortada respiración, y podía sentir como las heridas producidas por las garras del conde iban paulativamente con cada paso.- Así como es inverosímil que ningún humano pueda inferir que ese sonido hubiese salido de alguien como yo…además, no debería preocuparse, si nos encontrásemos en peligro, siempre podría volver a aullar con más intensidad.- sentencié con cierto tono divertido, aunque en realidad me sentía bastante molesta con el conde por reprocharme que hubiese usado este pequeño don, cuando era él quien me había llevado a ese extremo en el que no tenía otra opción si quería sobrevivir.

Me mantenía a escasos metros del conde durante nuestro camino de vuelta hasta el carruaje, abrazándome la cintura para cubrir las heridas que todavía me dolían. Trataba de encontrar la palabra exacta de cómo me sentía en esos momentos, prefiriendo mantener cierta distancia de él. Y entonces me constaté que lo que sentía era decepción, una profunda decepción porque habían confiado en el lobo, había creído en que sería una lucha limpia y éste había traicionado miconfianza. Sabía que con nuestros enemigos teníamos que ser precavidos y tener todos los sentidos alerta, pero aquel solo era un pequeño entrenamiento después de una convalecencia que casi me había matado.

-Podría haberlo hecho, pero no lo hice. Mi intención no era dañarle, sino que dejase de hacérmelo vos.- respondí subiéndome al carruaje a su lado para disfrutar del húmedo aire invernal que azotaba nuestro rostro al ir esta vez en la parte exterior.- ¿He pasado la prueba pues para unirme a su causa?- pregunté prácticamente en un susurro, tratando de que en mi voz no se percibiese el malestar que me había ocasionado que fuese él quien me hiriese de esa forma. Era como si jamás hubiese esperado que Vladimir fuese capaz de hacerme daño voluntariamente, hecho que acababa de hacer.

Podía sentir como rebeldes mechones sueltos de mi cabello azuzaban suavemente mi rostro, siendo mecidos estos por la suave y gélida brisa producto de viajar esta vez en el exterior del carruaje. Observaba de reojo a Vladimir, que atento a su conducción portaba un semblante bastante serio; esperaba una respuesta que aclarase definitivamente mis dudas, y saber si aquella guerra sin cuartel en la que se había convertido aquel encuentro para medir nuestras habilidades, había reunido los requisitos necesarios para que sendos caminos continuasen unidos.

La velocidad de crucero fue disminuyendo poco a poco, hasta finalmente detenerse. Imaginaba que el conde deseaba tener una conversación tranquila, donde ninguna información se nos pudiese escapar a ambos por estar distraídos con otros menesteres. Me giré levemente en el asiento orientándome hacia él, hasta que nuestras miradas se cruzaron y Vladimir comenzó a hablar. Era obvio que reconocía el significado de aquel refrán, y la razón por la que el conde lo citaba en esos momentos. Yo misma era culpable de esa tensión de la que él hablaba; más negué con la cabeza, puesto que en realidad no conocía el origen de dicho refrán.

-Yo también vengo de una familia de cazadores, créame, solo que para ponernos a prueba no nos era necesario lastimarnos entre nosotros. Bastaba con salir de cacería en grupos numerosos y dejar que los aprendices mostrasen sus habilidades. Siempre estaríamos los demás para apoyarlos se hiciese falta.- hice una breve pausa, moviendo ligeramente la mano de la herida que ésta cubría.- Bajo mi punto de vista es suficiente con un duro entrenamiento y marcar los golpes sin llegar a herir.

Desvié la mirada, no compartía su forma de instruir a sus guerreros, aunque imaginaba que debía de ser efectiva puesto que cualquier ser vivo podría convertirse en el monstruo más letal con tal de no volver a ser herido de esa forma. Eso hacía que fueses más rápido en herir a tu oponente, y más ágil para esquivar sus ataques.

-Deseo seguir permaneciendo a su manada, pero yo no le atacaré a vos. No puedo.- susurré estas últimas palabras, sin saber muy bien porque me sentía así. Había luchado contra miembros de mi manada infinidad de veces, y sin embargo, me sentía incapaz de lastimar voluntariamente a aquel lobo que fue capaz de salvarme la vida, dos veces.

La cálida brisa primaveral azotaba suavemente mi rostro mientras el carruaje continuaba su rítmico traqueteo por aquel camino pedregoso de tierra que nos adentraba en una especie de bosque, cerca de una zona residencial. Aunque se podían apreciar en la lejanía preciosas mansiones con jardines cercados con elegantes muros empedrados, todo el lugar gozaba de la armonía y la tranquilidad de la naturaleza, quedando todo él alejado del bullicio de la ciudad y de la poca intimidad de otras zonas residenciales.

Las palabras del conde, que ahora parecía más tranquilo después de nuestro contratiempo y mi consiguiente renovación de prestarle mis servicios, consiguieron apaciguar ese enfado momentáneo que se había aferrado durante unos minutos a mi pecho tras nuestro enfrentamiento. Me había sentido impotente al no ser capaz de defenderme frente a él, hasta que fui consciente de la verdadera razón de que su actuación hubiese sido tan superior a la mía. Era incapaz de hacerle daño, incluso aunque fuese él quien me atacase en primer lugar, sabía que no podría atacarle; tan solo salir huyendo para que no me hiciese más daño.

-No debe darme las gracias. Estoy en deuda con vos.- afirmé con una tímida sonrisa, acomodándome ligeramente en el asiento que ocupaba a su lado, mientras buscaba la complicidad de su mirada. No iba a ser una batalla fácil, de eso no tenía la menor duda. Pero deseaba ayudar a Vladimir a terminar con aquel monstruo que le había arrebatado lo que más quería. Llevar a cabo una venganza en solitario podía ser más peligroso de lo normal, así que no veía mejor opción de mantener al lobo a salvo que ofreciéndole mi ayuda.

Observé con atención el lugar donde nos acercábamos tranquilamente, asintiendo con la cabeza las instrucciones del conde que al parecer había escogido un lugar privilegiado como cuartel general de la manada.- Sin duda es el lugar idóneo para mantener a salvo la manada en esos momentos en los que somos a la vez más vulnerables y peligrosos. -sonreí vagamente cuando llegamos hasta la entrada de la misma, y mis ojos se detuvieron en la estructura de la mansión, así como en los empleados que se acercabas con brío a recibirnos; susurrando casi más para mí que para que me escuchase el conde.- Es tan parecida a mi casa, que durante unos segundos me he sentido como si volviese a mi hogar.

Permanecí al lado del conde durante las presentaciones, esbozando la mejor de mis sonrisas mientras el amo de llaves no enseñaba el lugar, ocupando el lugar que creía que era correcto unos centímetros detrás de Vladimir. Sin necesidad de hablar entre nosotros, comprendí con rapidez la razón por la que el conde estaba tan interesado en ver el estado de aquel sótano que se convertiría en nuestra cárcel, en nuestro refugio durante las noches en que la dama blanca coronase el cielo; lo que me hizo darme cuenta que había un tema personal que todavía no había tratado con él. Tenía que confesarle aquella habilidad especial que poseía, y es que mientras otros perdían su parte consciente durante su transformación, yo la mantenía; haciendo gala de una de los poderes que la diosa Gaïa me había regalado cuando me convertí en lican.

Sonreí tímidamente cuando ambos nos quedamos durante unos minutos a solas paseando por la parte trasera de la mansión, recorriendo los laberínticos caminos de un jardín cuidado con mimo.- Este lugar es precioso, además de ser perfecto para pasar desapercibidos.- apunté tratando de romper el silencio y buscar la forma de contarle lo que me rondaba la mente.- ¿Habéis pensado cuando queréis mudaros aquí?

El conde continuo caminando tuvieron un leve momento de soledad con la joven loba que le estaba acompañando en ese momento el suspiro levemente escuchando lo que la joven le estaba mencionando sobre cuando pensaba irse alli, con las manos en su espalda observo el cielo tranquilamente como contemplando lo gran y extenso que era el cielo, que cubría todo lo que existía sobre la tierra bajo luego la mirada observando desde su hombro a la muchacha que estaba junto con el.

-No pienso mudarme para aquí, simplemente sera una casa de caza o de fines de semana, ya inventare alguna excusa para poder venir a pasar unos días antes de las noches de luna llena venirme a vivir aquí seria problemático para cumplir mis funciones de la nobleza...

Aunque el sabia que tener que irse durante los días anteriores a las noches de luna llena justamente a un lugar alejado de la ciudad podría causar algunas sospechas aunque esperaba poder encaminarse hacia ese hogar de una forma algo mas clandestina que la mayoría de la alta sociedad pensara que el pasa esas noches en su residencia oficial sin llamar la atención, suspiro levemente.

-Vivir una doble vida en un país que no es el tuyo donde no te has criado no es sencillo mas cuando todos buscan la forma de destruirte, los rusos aquí en parís parecen estar desesperados en probar que no soy capaz de ser el Conde que se espera, solamente por a ver heredado el titulo a temprana edad.

Admitió el lican que sinceramente nunca tuvo demasiado interés en ser el conde, en realidad esperaba no tener que serlo años antes siendo adoptado tenia la esperanza de que no tuviera que representar a su familia, pero ese no fue el caso y allí se encontraba a veces luchar contra los vampiros era lo mas fácil de su vida.