AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ma mère (privado)
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Ma mère (privado)
Madre no hay más que una, decían, y cuán cierto era. Marc siempre se había sentido muy unido a la suya; la trágica muerte de su padre siendo él un infante había hecho que juntos se apoyaran y se dieran fuerzas para seguir adelante día a día, pero el luto jamás la dejó y poco a poco fue deteriorándose como persona, relegándose a sí misma a no ser más que un objeto animado en la casa donde creció y qué tan buenos recuerdos le traía, a la vez que otros muchos menos agradables. Aún se sentía mal por haberla cambiado de casa, mandándola a vivir con una amiga suya, pero ¿qué más podía hacer? El trabajo ocupaba la mayor parte de su tiempo, llegaba a casa de madrugada muchas noches, a veces ni siquiera podía hacerlo hasta la mañana siguiente. Dejarla sola no era una opción, y aunque hubiera preferido cuidarla él mismo, estaría mejor en compañía de alguien que pudiera atenderla cuando lo necesitara... no cuando fuera tarde.
Hacía semanas que la cabeza de su madre no regía bien. Tendía a olvidarse de cosas básicas o recientes, como quedarse quieta de repente sin recordar qué estaba haciendo, o repetir frases que ni cinco minutos antes ya había pronunciado. Marc no se dio cuenta realmente del problema hasta que unos días antes Margarite, la mujer que vivía con ella, le contactó muy alterada porque no podía encontrarla. Su madre había salido a pasear y no supo encontrar el camino de regreso. La encontraron un par de horas más tardes esperando delante de la boutique, lamentándose porque se había dejado las llaves y no podía abrir. El negocio había sido cerrado hacía unos años y ella actuaba como si aquello no hubiera ocurrido.
Ese día se dio cuenta también de que tenían un local al que no daban uso alguno y cuya venta podría significar tener dinero con el que buscar un remedio a la falta de memoria de Marie. Quiso entonces ponerse en contacto con el hombre con el que recordaba que su madre hacía negocios, Elián Alexius. No fue fácil, pero registrando entre los documentos viejos del negocio encontró su dirección y le mandó una carta para quedar con él en el local. Prefirió hablarle del problema en persona, era más correcto que en una fría carta. No sabía hasta qué punto fueron o no amigos, desconocía todo de ese hombre, incluso empezó a sentir cierta curiosidad. Recordaba haber escuchado a Marie hablar muy bien de él.
El día citado, Marc llegó puntual y esperó en el interior de la tienda con su ropa de calle, que hablaba tan poco de él como su expresión neutra. Lo más destacable en su persona eran los dos charcos negros que se extendían debajo de sus ojos por volcarse tanto en el trabajo. Dormir no importaba mucho cuando la gente moría a diario en las calles donde creció. Durante la espera, observó el lugar con cierta nostalgia. El polvo se había ido acumulando en los muebles, que se conservaban tan bien como el día que fueron comprados. Dos maniquís que en otrora vistieron de alta costura, habían sido desnudados y apartados a un rincón, vistiendo ahora telarañas. Los cristales que daban a la calle, tapiados con madera para evitar posibles robos, aún tenían marcadas las huellas de curiosas mujeres que elegían su atuendo favorito. Recordaba haber corrido de pequeño por entre telas y señoras, jugando a los médicos con los maniquís. Pero los años dorados quedaron atrás hacía tiempo...
Hacía semanas que la cabeza de su madre no regía bien. Tendía a olvidarse de cosas básicas o recientes, como quedarse quieta de repente sin recordar qué estaba haciendo, o repetir frases que ni cinco minutos antes ya había pronunciado. Marc no se dio cuenta realmente del problema hasta que unos días antes Margarite, la mujer que vivía con ella, le contactó muy alterada porque no podía encontrarla. Su madre había salido a pasear y no supo encontrar el camino de regreso. La encontraron un par de horas más tardes esperando delante de la boutique, lamentándose porque se había dejado las llaves y no podía abrir. El negocio había sido cerrado hacía unos años y ella actuaba como si aquello no hubiera ocurrido.
Ese día se dio cuenta también de que tenían un local al que no daban uso alguno y cuya venta podría significar tener dinero con el que buscar un remedio a la falta de memoria de Marie. Quiso entonces ponerse en contacto con el hombre con el que recordaba que su madre hacía negocios, Elián Alexius. No fue fácil, pero registrando entre los documentos viejos del negocio encontró su dirección y le mandó una carta para quedar con él en el local. Prefirió hablarle del problema en persona, era más correcto que en una fría carta. No sabía hasta qué punto fueron o no amigos, desconocía todo de ese hombre, incluso empezó a sentir cierta curiosidad. Recordaba haber escuchado a Marie hablar muy bien de él.
El día citado, Marc llegó puntual y esperó en el interior de la tienda con su ropa de calle, que hablaba tan poco de él como su expresión neutra. Lo más destacable en su persona eran los dos charcos negros que se extendían debajo de sus ojos por volcarse tanto en el trabajo. Dormir no importaba mucho cuando la gente moría a diario en las calles donde creció. Durante la espera, observó el lugar con cierta nostalgia. El polvo se había ido acumulando en los muebles, que se conservaban tan bien como el día que fueron comprados. Dos maniquís que en otrora vistieron de alta costura, habían sido desnudados y apartados a un rincón, vistiendo ahora telarañas. Los cristales que daban a la calle, tapiados con madera para evitar posibles robos, aún tenían marcadas las huellas de curiosas mujeres que elegían su atuendo favorito. Recordaba haber corrido de pequeño por entre telas y señoras, jugando a los médicos con los maniquís. Pero los años dorados quedaron atrás hacía tiempo...
Marc L'Angelle- Humano Clase Media
- Mensajes : 9
Fecha de inscripción : 25/08/2017
Re: Ma mère (privado)
Una de las cosas que más le habían dolido pasó hace ya algo más de un siglo, cuando en uno de sus arrebatos violentos acabó cometiendo una atrocidad, algo que le marcó de forma muy profunda por las víctimas. Sostener a un pequeño que era tan parecido al chico que crió en la antigüedad... dolió, horrores, le hizo plantearse cosas que hasta la fecha no entraban dentro de sus planes. Desde ese momento la inquisición había sido su dueño, podía tener una vida normal, como si en realidad no fuese un prisionero de la iglesia, pero no era tonto, estaba muy vigilado y eso, en parte, era lo que más agradecía, porque el día que sintiese que perdía el control le frenarían. Si se analizaba bien la situación, era una sentencia de muerte para el vampiro que un día cayese ante sus bajos instintos, estaba aceptando que le matasen con todas las de la ley. Pero nada tenía de que preocuparse, estaba solo, por elección propia, pero solo a fin de cuentas, si le llegaba la muerte le llorarían sus vástagos, que a regañadientes cumplirían su voluntad y no se alzarían contra la iglesia clamando venganza.
Si ahora recordaba ese incidente era porque recibió una misiva del descendiente del chiquillo que sobrevivió, al cual intentó ayudar con desesperación, poniendo a su alcance todos sus recursos para que saliera adelante y fuera un hombre de provecho. La noticia ya la conocía, su madre estaba enferma y con ello su relación laboral desapareció, pudo cuidar de ella en el tiempo que sus telas llegaban a la tienda para que vendiese elaborados vestidos, ahora si les faltaba de algo lo arreglaba para que, sin enterarse, todo cuadrase en sus cuentas. Puede que el joven Marc no supiese nada, pero Elián había visto caer el negocio y sus cualidades para espiar a la mujer eran muy notorias, no sabía a ciencia cierta lo que pretendía decirle, pero fuese lo que fuese escucharía y brindaría su ayuda en caso de ver al chico apurado.
Decidió vestirse con sus mejores galas, tomando un sombrero también y llevando dinero suficiente por si tenía que gastar un poco, invitarle a alguna bebida por cortesía. Tomó el bastón también, más que nada por el estilo que este confería y al mirarse al espejo sonrió, notándose sus colmillos afilados. Lo dejó estar y llamó al cochero para desplazarse hasta la tienda que una vez regentó la mujer,llegaba puntual, como siempre y al bajar y dar una buena propina se acercó a los escaparates. Tan vacíos que estaban... la decadencia de aquella boutique, una lástima, la madre de Marc había sido una mujer que trabajó duro para sacar su negocio adelante, se notaba, pero la enfermedad podía hacer sucumbir a los mejores y por desgracia, siempre les tocaba a los que menos lo merecían.
Entró tras llamar, ojeando el interior, polvoriento, madera carcomida y las telarañas adornando todo, no reparó en la figura del chico hasta que su vista pasó de los mostradores y secciones donde estaban los maniquíes. Al verle se adelantó, quitándose el sombrero para dejar este en un perchero vacío -Señor L'Angelle... Es un placer conocerle.- Alargó la mano para estrechar la del otro, lo había visto alguna vez de pequeño, pero en la distancia ahora era todo un adulto. -Confieso que me agradó recibir noticias suyas, hace mucho que no se de su madre, desde que los pedidos dejaron de hacerse y mis negocios con ella cesaron.- mintió, tomando asiento sin esperar a que se lo ofreciese, la intriga era ya demasiado fuerte.
Si ahora recordaba ese incidente era porque recibió una misiva del descendiente del chiquillo que sobrevivió, al cual intentó ayudar con desesperación, poniendo a su alcance todos sus recursos para que saliera adelante y fuera un hombre de provecho. La noticia ya la conocía, su madre estaba enferma y con ello su relación laboral desapareció, pudo cuidar de ella en el tiempo que sus telas llegaban a la tienda para que vendiese elaborados vestidos, ahora si les faltaba de algo lo arreglaba para que, sin enterarse, todo cuadrase en sus cuentas. Puede que el joven Marc no supiese nada, pero Elián había visto caer el negocio y sus cualidades para espiar a la mujer eran muy notorias, no sabía a ciencia cierta lo que pretendía decirle, pero fuese lo que fuese escucharía y brindaría su ayuda en caso de ver al chico apurado.
Decidió vestirse con sus mejores galas, tomando un sombrero también y llevando dinero suficiente por si tenía que gastar un poco, invitarle a alguna bebida por cortesía. Tomó el bastón también, más que nada por el estilo que este confería y al mirarse al espejo sonrió, notándose sus colmillos afilados. Lo dejó estar y llamó al cochero para desplazarse hasta la tienda que una vez regentó la mujer,llegaba puntual, como siempre y al bajar y dar una buena propina se acercó a los escaparates. Tan vacíos que estaban... la decadencia de aquella boutique, una lástima, la madre de Marc había sido una mujer que trabajó duro para sacar su negocio adelante, se notaba, pero la enfermedad podía hacer sucumbir a los mejores y por desgracia, siempre les tocaba a los que menos lo merecían.
Entró tras llamar, ojeando el interior, polvoriento, madera carcomida y las telarañas adornando todo, no reparó en la figura del chico hasta que su vista pasó de los mostradores y secciones donde estaban los maniquíes. Al verle se adelantó, quitándose el sombrero para dejar este en un perchero vacío -Señor L'Angelle... Es un placer conocerle.- Alargó la mano para estrechar la del otro, lo había visto alguna vez de pequeño, pero en la distancia ahora era todo un adulto. -Confieso que me agradó recibir noticias suyas, hace mucho que no se de su madre, desde que los pedidos dejaron de hacerse y mis negocios con ella cesaron.- mintió, tomando asiento sin esperar a que se lo ofreciese, la intriga era ya demasiado fuerte.
Elián Alexius- Condenado/Vampiro/Clase Alta
- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 26/07/2017
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