Bear's preacher. [Priv. Dominic]

por **Kellan McKlein** Dom Sep 10, 2017 5:28 pm

El otoño llegó por fin, y con él los olores propios de la estación. Kellan caminaba entre las hojas caídas transformado en un enorme oso pardo, de ojos oscuros, pelaje suave y enormes garras que podrían despedazar a un ciervo de un zarpazo. El oso se encontraba olisqueando sin rumbo fijo, con la mente en otra parte. No podía dejar de acordarse de la otra noche, cuando le conoció. Aquel hombre herido por dentro, de ojos tristes y aura tormentosa y al que había defendido de un vampiro con ansias de poder. No sabía todavía por qué lo había hecho. Él no era de meterse en peleas fuera de su trabajo, joder, ni siquiera era violento fuera del ring, pero por alguna razón una intensa rabia se había apoderado de él cuando aquella alimaña amenazó al moreno.

No podía negar que era atractivo. Aquellos ojos oscuros prometían secretos que una parte profunda de su ser anhelaba descubrir... por otro lado, algo dentro de él le impulsaba a abrazarlo y apartarlo de cualquier peligro, pero sabía que aquello sólo era instintivo, su parte de oso tenía ese afán de protección. ¿Pero qué estaba diciendo? No tenía que defenderle de nada, era un desconocido prácticamente. Sacudió la enorme cabeza y continuó paseando por el bosque. Los sonidos de liebres, zorros y alguna ardilla resonaban en sus oídos, amplificados en su forma animal, así como el canto de los pájaros y el murmullo del viento.

Llegó a una pequeña laguna escondida en el centro de un claro, donde una manada de lobos descansaba y tres nutrias nadaban en el río que bajaba desde la montaña. Un sitio precioso y escondido de miradas indiscretas, en pleno corazón del bosque. El oso bebió del agua fresca, lamiéndose el hocico para humedecerlo un poco y se dispuso a volver a la ciudad, cuando un ruido de pisadas llamó su atención. Movió las orejas hacia el ruido y olfateó el aire. ¿Pisadas por allí? Qué extraño...

por **Dom Custler** Mar Sep 12, 2017 3:38 pm

París, septiembre 18XX

Querido padre,

hace días que no levanto cabeza. Haberme alejado de él ha sido una de las cosas más difíciles que he tenido que hacer, mucho más que enfrentarme a un grupo de vampiros, o a lobos en noche de luna llena. Cuánta razón tenías al decir que somos esclavos de nuestras emociones. Hasta hoy creía que yo podría escapar de eso, que la soledad auto impuesta me permitiría centrarme en el camino que debía seguir. Pero he caído como lo hizo Lucifer. ¿Y qué me queda ahora? He sacrificado mi vida, estoy siendo perseguido por la Iglesia a quien debo lo que soy... y un dolor punzante se ha instalado en mi pecho. He vuelto a la bebida con la misma fuerza que antaño. Ya no hay luz en el sendero, me siento total y dolorosamente perdido. Siento incluso vergüenza al escribirte sabiendo lo decepcionado que estás de mí, de mis decisiones. He roto la promesa y no hay forma de volver atrás, porque soy incapaz de entregar a la justicia al hombre que amo por obtener de nuevo la redención...

Dejó de escribir cuando la vista volvió a nublarse por las lágrimas que se negaba a derramar. Los hombres no lloran, Dominic. Los hombres se enfrentan a sus errores. [/i]Solía echar de menos al padre Marcus cuando se encontraba con obstáculos en el camino, pero en ese instante agradecía que no estuviera ahí para verle hundido en la miseria a la que él mismo se arrojó. Cada vez que cerraba los ojos recordaba ese último instante en el que entregó al demonio a la mujer con la que se iba a casar... Había intentado olvidarse de todo con varias botellas de alcohol ahora esparcidas a su alrededor, pero lo único que consiguió fue sumarle el malestar de la resaca al dolor que ya tenía.

Se había ido al bosque para despejarse un poco. Después de días encerrado en el sótano de la parroquia o recorriendo cada taberna donde nadie le reconociera, sentía que iba a volverse loco si no salía de ese círculo vicioso de extrema decadencia. Estaba demacrado: días sin afeitarse, sin peinarse o ducharse siquiera. La ropa sucia de sangre, su propia sangre, por una pelea que él mismo buscó. Vagaba entre los árboles sin saber si esperaba un milagro o una muerte rápida. A esas alturas todo le daba absolutamente igual. Lo único que quería es que nadie le viera en ese estado, del que él mismo sentía vergüenza por dejarse arrastrar de aquel modo sin luchar por seguir adelante, como siempre hacía.

por **Kellan McKlein** Mar Oct 31, 2017 11:40 am

Aquel olor le era conocido, pero no recordaba de qué. El oso comenzó a seguir aquel olor almizcleño, que mezclaba sangre, sudor y lágrimas entre los árboles, pisando con cuidado y en silencio. No parecía un olor animal, además de que los otros depredadores no solían acercarse por el territorio del enorme oso. Las veces que lo habían intentado habían huido con el rabo entre las piernas. Kellan se dio cuenta de que entendía mejor a los animales que a los humanos en ese momento. Los animales eran simples, llevados por el instinto y con reacciones a esperar. En cambio, lo shumanos siempre buscaban beneficio a todo y no se podía confiar en ellos. Ni siquiera sabía con cual de sus dos formas se identificaba más pero... debía seguir siendo humano. La conversación era algo tan preciado que aunque la idea de convertirse en oso y vivir en el bosque para siempre le parecía atractiva, acabaría volviéndose loco de aburrimiento si no escuchaba hablar a alguien. Y él no solía ser muy hablador si no tenía un poco de confianza, pero ese era otro tema.

Volvió a la laguna de nuevo y oteó los árboles cercanos, cuyas hojas se movían inquietas ante el paso del humano que se acercaba hasta allí. Kellan se sentó espectante, algo tenso ante el movimiento, esperando a ver el rostro del que saldría entre la vegetación en unos segundos... hasta que lo reconoció.
Dominic apareció entre los árboles, deambulando sin rumbo fijo más que caminando. Su aspecto era deplorable, muy diferente del que tenía hace semanas en la taberna. ¿Qué le habría pasado? Sus ojos tristes casi incitan al enorme oso a transformarse en ese momento, pero algo en el último instante le hizo tumbarse junto a la laguna y esperar mirando al párroco, espectante ante lo que haría al ver a la bestia tan tranquila allí tumbada. ¿Le atacaría? Esperaba que no, porque... él no le haría daño al moreno. No al ver esos ojos que provocaban no se qué en su interior. No quería que sufriera más, algo en su interior le decía que era buena persona.

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