Another fun night +18 (Thrisna)

Llevaba poco más de un mes en París y aún no conocía la ciudad, realmente había pasado la mayor parte del tiempo en el Hotel de Arenes donde se hospedaba, especialmente porqué luego de tan largo viaje en tren desde Estocolmo, se sentía sumamente agotado. ¡Nunca había estado tanto tiempo en un tren y mucho menos durmiendo en una diminuta cama como la que le había tocado en la litera! ¿No había pagado su padre por el tiquete más costoso? Todavía se sentía indignado cada que recordaba la burda decoración, el vino barato y la incómoda clama en la que había tenido que dormir por tantas semanas.

El hotel afortunadamente había estado a la medida de las comodidades que se esperaba (¡y merecía!) el único inconveniente es que no tenía sirvientes ni esclavos que le vistieran en la mañana y le había tocado vestirse por si mismo en los últimos días, cosa que descubrió, era más complicado de lo que parecía, por ejemplo la corbata,¿Quién iba a pensar que anudar la maldita corbata le iba a quitar tanto tiempo por la mañana?.

Luego de recibir la carta de su madre y responderle la carta prometiendole que visitaría la mansión de la familia Belanger, para conocer a Mia, una señorita de la clase alta que era una digna candidata para convertirse en su esposa (y que su madre ya había tenido el descaro de inmiscuirse en su historia familiar y personal) y a la cual realmente no había tenido ánimos de conocer, había decidido salir a la ciudad para relajarse. Sin detenerse a meditar lo mucho le pidió al cochero que lo llevara a un sitio donde pudiera tomarse un buen trago y ver muchachas bonitas, el cochero no había perdido tiempo y lo había llevado a un burdel.

No era su primera vez en un burdel, ya había visitado uno en Estocolmo, sabía el tipo de cosas que se podía esperar del sitio, por lo que esperaba por lo menos tener un buen show y quizás encontrar alguna chica que le llamara la atención. Nada mejor que bebida y sexo cuando se intentaba relajar de sus problemas diarios.

Se sentó en una de las mesas cercanas a la tarima, ordenó el vino más costoso de la lista que le ofreció una exuberante mesera y se quedó observando el show a punto de comenzar, iba vestido tan elegante como siempre, saco azul oscuro, camisa blanca y corbata verde olivo, sus manos estaban enguantadas en cuero y había cruzado las piernas con expresión altiva, tamborileando con los dedos sobre la mesa.

Apenas acababa de llegar a París, unas dos semanas y aún no logré asentarme. La ciudad del amour, como así le había oído mencionar, me brindaba una oportunidad perfecta para darme a conocer en aquel lugar al que fui más que recomendada. Debía alejarme de mi última estancia, demasiado tiempo en un mismo lugar, no permanecía más de un año y menos plantaba raíces. Viajé mucho, me quedaba tanto por descubrir que tan solo por esas sensaciones, valía la pena arriesgarse. Un trabajo duro que me permitía vivir comodamente, con lujos y qué mejor lujo que lucir perfecta para los clientes.

Lo primero de todo, integrarme en aquel mundo de color y placer. Mi punto de salida sería aquella noche, haría mi acto de presentación con uno de mis números de baile, suculento y tentador que en apenas un segundo...tendría los clientes suficientes. Dorado, mi color de la suerte. Un velo dorado transparente con pequeñas estrellas bordadas, perfilaban aún más mi hermoso rostro. Ojos delineados , labios carnosos maquillados en tonos cereza.

El sonido del pañuelo atado a mi cintura, pequeños cascabeles que danzarían al son de mis movimientos. Elegí el tono dorado para brillar aún más, más de lo que ya lo hacía con luz propia. Lista para dar comienzo a mi baile, esperé al aviso de la madame, deslicé el índice por el borde del velo, un pequeño ritual que hasta día de hoy me dio suerte.

Esa noche, el burdel estaba a rebosar, pues el boca a boca atrajo a curiosos. Una joya del hermoso Oriente, dispuesta para ellos. De espaldas, alcé los brazos, dejando esos minutos para que los allí presentes admirasen mi figura, segundos después, comencé a moverme con gracia y provocación. Baile que llamaba al pecado, mis labios se entreabrieron, mostrando una sonrisa dulce a la par que picara pues al bajar en círculos hacia abajo y abrir y cerrar las piernas...dejé embriagarme por la música, la sentía en cada poro de mi piel.

Acabé de perfil, aplausos por doquier y mi agradecimiento con las manos juntas, sonriendo de ese modo dulce y tentador. Ya estaba hecho, ahora solo tocaba esperar. Me alejé al final de la barra para tomar algo para recomponerme, dejando a la vista mi rostro. Mi mirada se paseó tímida por los presentes, perdiéndome en cada una de esas profundas miradas hasta que uno de ellos, me arrancó esa sonrisa radiante.

Spoiler:

Había visitado muchos burdeles a lo largo de su vida, para un lord de su clase era común tener ese tipo de pasatiempo, tenía el dinero para pagar por el mejor servicio y mientras estuviera soltero, no tenía nada de que arrepentirse (aunque sabía que su padre seguía visitando Cortesanas aún luego de casarse), sin embargo, se encontró sorprendido al ver a la mujer que había salido a bailar en la tarima.

Era una tipo de mujer que jamás había visto, en el norte de donde venía, todas las mujeres eran similares en contextura y facciones, por lo general de piel muy pálida y cabello dorado, sin embargo esta mujer a quien habían presentado como  una “Joya del hermoso oriente” captó su atención desde el momento en que salió cubierta en ese manto dorado  que le daba un aire exótico y foráneo.

Cuando concluyó el acto, decidió tomar la botella de vino que tenía en su mesa y un par de vasos para acercarse a la mujer que seguía en sentada en la barra, le había sonreído, aunque no estaba seguro si esa sonrisa era para él exclusivamente o para cualquier otro cliente. No quería perder la oportunidad de conocer a una mujer tan diferente y con una belleza tan especial, así que decidió acercarse, antes de que algún otro hombre lo hiciera, había notado ya a varios hombres mirando con lascivia y no los culpaba.

- ¿Le gustaría compartir una copa de Vino conmigo Mademoiselle? - Le preguntó colocando la botella de vino a un lado junto a las copas – Perdone el atrevimiento pero, ¿De que país viene? No pude evitar caer bajo los encantos de tan exótico baile – Agregó observándola con interés.

El tintineo de las copas, me arrancó una sonrisa. Justo lo que necesitaba en el momento perfecto. Dediqué al dueño de las copas mi más amplia sonrisa, tomé una esperando a que me la llenase, no rechazaba jamás una copa y menos si me invitaban. Juego de pestañas, coqueto y provocador como mi sonrisa de cereza que no perdió la sonrisa ni un instante.

-Me encantará acompañarle en la primera copa...y espero que de muchas -mis orbes brillaron con cierta diversión al pasearse por su rostro, un joven atractivo y al parecer de clase alta, un vino como aquel no es que pudiese costearlo cualquiera. Degusté el primer sorbo , tanto mojándome los labios, tomé las gotas que quedaron impregnadas en mi labio superior...mordiéndome éste con gesto divertido a la par que provocador. Curioso de querer saber más, podía ver la fascinación en sus ojos.

-India. Me alegro que le haya gustado mi número, apenas llegué a París -alcé la copa entre mis finos dedos, los hombres que habían seguido mis pasos, desistieron cuando vieron que esta noche ya tendría acompañante -Muy buen vino, un honor compartirlo con vos -di un sorbo, volviendo a pasear la mirada por su cuerpo, tenía toda clase de clientela y aquel joven me había llamado la atención, no entendía cómo podía costear una dama cuando seguro que podría obtener la que desease.

-¿Está aquí por el vino? Si es así, le invito a ver mi espectáculo, a partir de hoy actuaré todas las noches en esta misma hora...claro que...puedo hacerlo privado-sonreí acercándome a él, le alcé la copa apoyando el dedo índice al final del vidrio y alzarlo, ,ambas copas quedaron a la misma altura, un tintineo al chocarlas...un brindis -Por el buen vino. -enrede mis dedos en mi cascada azabache, sin perder la sonrisa, mis dedos se pasearon por uno de sus brazos...deslizando la yema por la ropa , ascender y descender en un juego silencioso...no me iba con rodeos.

-No tienes que buscar más . Ya me has encontrado. Puedo bailar...solo para ti -sonreí coqueta, sonriendo contra la copa .

Le escuchó decir que venía de la India. Casper a duras penas había escuchado de ese país. No era un hombre culto a pesar de ser el hijo primogénito de la familia Kaarkarogf, su padre solía decir que los libros no servían para nada cuando se tenía dinero, un hombre que sabía cazar, manejar la espada y negociar era el tipo de hombre que necesitaba la familia (Además de ser el tipo de hombre que, durante centurias había continuado el apellido y acumulado riqueza de la familia) por eso, no tenía idea de donde quedaba India, ni que tan lejos era. Francia era el primer país extranjero al cual viajaba. Los Escandinavos como él, en su mayoría eran reacios a viajar y conocer nuevas culturas.

-No dudo que debe ser una tierra exuberante, tal y como usted Mademoiselle – Respondió juntando la copa con la de ella, no perdiéndose ninguno de los detalles de las expresiones de la extranjero ¿Qué pensaría su padre si se enterara que pensaba acostarse con una mujer del lejano oriente?¿Lo desaprobaría?.

- Un buen vino como este lo puedo ordenar a mi habitación... pero una belleza como la tuya... esa si que es una buena razón para venir a este lugar – Comentó complacido de que ella se hubiese ofrecido para darle un espectáculo privado, por dentro comenzaba a excitarse con la idea.

- Me encantaría presenciar ese baile privado - Agregó sonriendo de lado a lado, levantándose de la silla, tomando la botella y ofreciéndole la mano como todo caballero, esperando a que ella lo guiara a sus aposentos.

Juego de pestañas junto con una sonrisa complaciente por sus palabras, todo un caballero el cual no solo le gustó mi baile, si no la idea de conocer más sobre mí. Sonreí complacida, dando un largo trago a mi copa, no lo había visto antes, seguramente acabara de llegar. Sonreí ampliamente por su invitación y asentí, ir fuera del burdel costaba más pero era más íntimo para los clientes, le deslumbré y me quería solo para él esa noche.

-Será un placer, charlar a solas...pero abandonar el burdel es algo que no he hecho hasta este momento. No dudo que tenga el dinero suficiente para pagarlo. -sonreí tomando su brazo, tal como iba llamaba la atención pero como diferente a mis compañeras mi atuendo era menos provocador sí insinuante, dejé escapar una risa al verle sonreír totalmente extasiado por mi belleza

-Estoy segura que no se arrepentirá del baile, podría bailar...durante toda la noche si gusta -susurré en su oído, acariciando el cabello de su frente, deslizando mi dedo por su mejilla hasta sus labios -Espero no defraudarlo , cuando guste-la madame estimó el precio a pagar y mientras él hacía lo propio, me acomodé el cabello con los dedos en uno de los espejos, aseguré que mi maquillaje estuviese perfecto al igual que mi ropa y con una breve sonrisa , tomé su brazo para ir al lugar en cuestión.

Mi cuerpo se orilló al suyo, haciendo presión a cada paso, haciéndome desear algún más. Me gustaba el coqueteo, más con hombres atractivos a los que dejaba en completa fascinación. Antes de entrar, mis ojos se pasearon por cada curva de su cuerpo, esa noche iba a ser divertida sin duda. La botella del buen vino nos esperaba y yo ya estaba más que preparada.

Anudé bien el pañuelo de mi cintura y busqué su mirada, por encima de mi hombro -¿Primero una copa o...?-esperé su respuesta, totalmente dispuesta a cualquier cosa.

No estaba pensando llevarla de regreso al hotel De Arenes, donde se hospedaba desde hacía un mes, nadie cuestionaría a un Lord que pidiera a una cortesana para su habitación, pero Casper temía que por la forma en como ella vestía, atrayera más ojos de los deseados y empezaran rumores. Él era un hombre con un apellido importante y la imagen estaba primero que cualquier cosa. Quizás ella no le había comprendido muy bien lo que quería decir.

-No necesitamos salir del Burdel, Mademoiselle, estoy seguro de que podemos encontrar un lugar privado no muy lejos – Le indicó, la insinuación de que podía bailar toda la noche le hizo sonreír, en realidad estaba pensando en muchas cosas a parte del baile, ya había visto lo sensual y exótico que era el baile, no se imaginaba que otras cosas ella pudiera hacer en la privad del cuarto.

Se acercó a uno de los trabajadores del burdel, un hombre de mediana edad que se veía bastante ocupado anotando cosas en libros y organizando billetes y monedas en un pequeños cajoncitos, y le solicitó un cuarto privado para la ocación, el hombre asintió y rápidamente un par de mujeres, (probablemente compañeras de ella) los condujeron a un segundo piso en donde el ruido de la música y el tintineo de copas apenas era audible. Habían varios cuartos por un largo corredor alumbrado por candelabros. Una de las mujeres los condujo a uno de los cuartos, según ella, una de las mejores suites que tenía el lugar.

-Después de usted – Exclamó permitiéndo que ella entrara primero. El cuarto no era tan grande como la habitación que tenía en el hotel, pero estaba equipada con todo lo necesario para darle al sitio un aire elegante y costoso. La cama estaba cubierta por una cobija de terciopelo rojo oscuro y un enorme espejo con un tocador de madera adornado con diseños barrocos se encontraba en una esquina, probablemente para que la cortesana retocara su maquillaje si lo requería. Cuando estuvieron sólos, Casper cayó en cuenta de que no se había presentado, sabía que no era necesario, un lord no tenía que decir su nombre a una cortesana, pero sentía curiosidad por saber el de ella, así que decidió presentarse primero.

- Soy Casper de la casa Kaarkarogf – Se presentó con una venia educada y una sonrisa afable - ¿Con quien tengo el gusto de pasar esta bella noche? -

-Thrisna -sonreí buscando su mirada, me perdí en su mirada un instante...dejando escapar un suspiro -No conozco su apellido, no al menos nadie que haya visitado al burdel, tengo buena memoria -me dispuse a observar la habitación, impoluta y lujosa, no le faltaba detalle, su apellido brillaba por mérito propio. Tomé sendas copas, llenándolas de aquel licor ambarino, le tendí una al señor...la otra la vacié en mi garganta, necesitaba un buen trago mientras mi mirada, se perdía una vez más en sus ojos.

Le agradó la idea de un baile privado y lo tendría, mis caderas comenzaron a moverse lentas...dejando escapar un suspiro al girarme y darle la espalda. Una visión en la que insinuante, mostraba mi arte, contoneé mi cuerpo al son de una música inexistente, solo de nuestras respiraciones acompasadas...la mía un tanto entrecortada por el esfuerzo.

Tomé como escenario cada parte de la habitación, mostrándole mis dotes, mis manos se deslizaban por cada parte de mi cuerpo, empezando por mis costados, tomar mis pechos apenas en una caricia y alzar los brazos, dando vueltas y vueltas, dejando que mi vestido ondease en el aire como una flor abierta esperando ser tomada para disfrutar de su esencia.

-¿Nunca lo ha probado? -me dirigí a él para tomar sus manos y me siguiese los pasos, mis caderas chocaban con las ajenas, de lado...a un lado y a otro -Dicen que quien sabe seguir un ritmo y saber usar las caderas, es un gran amante ¿lo es usted, señor? -lo reté mostrando una de mis sonrisas, enredando sus dedos entre los míos, acercándome a su cuerpo y alejarme al mismo tiempo.

“Thrisna”, su nombre era tan exótico como su apariencia y mientras sus caderas se movían lentamente en un baile desconocido para él, su hombría se fue endureciendo dentro de sus pantalones. Había algo que le atraía fuertemente hacía ella, quizás era el hecho de lucir tan diferente a todas las mujeres rubias con las que se había acostado, la emoción de descubrir algo nuevo y prohibido lo estaba embriagando.

Ella le invitó a bailar con él y de inmediato se dio cuenta de que no él no tenía idea de como bailar o seguir ese ritmo que ella imponía. Estaba acostumbrado a los bailes Franceses en los grandes salones elegantes, aún así no se consideraba bueno en ellos, en Suecia, no se solía bailar de esa forma, o al menos en su familia no se acostumbraba, su madre decía que ese tipo de bailes era sólo para los pueblerinos de clase baja sin modales.

-Le aseguro que se como usar mis caderas – Se apresuró a decir, aunque era obvio que no lograba seguir el ritmo de ella y sus caderas eran bastante tiesas a comparación, su miembro erguido se podía notar a través de su pantalón, ella debía de notarlo, porque era demasiado obvio su deseo. Estaba acostumbrado a ser él quien imponía las cosas así que decidió tomar las riendas del asunto y rodear a la mujer con sus brazos, bajando por su espalda en caricias hasta llegar a sus caderas, con una acción rápida las pegó contra las de él y sonrió de forma ladina.

Acercó sus labios a los de ella y la besó con pasión, tomando esos labios carnosos foráneos con desespero, disfrutando de su suavidad, mientras la besaba sus manos subieron de nuevo hasta su cabello y sus dedos se perdieron entre la melena oscura de Thrisna.

-Muéstremelo entonces -las yemas de mis dedos, dibujaron la cintura ajena, mis caderas seguían danzando. El roce de nuestros cuerpos iba elevando la temperatura, la ropa comenzaba a estorbar. Vi en sus ojos el deseo implícito, lo deseaba...embriagado por mi persona desde que su mirada se encontró con mi cuerpo.

Dibujó su espalda, sin darle tregua al baile , ahora que sus caderas habían chocado y encontrado. Entreabrí los labios, dejándome desear...buscar el beso que llegó y al que respondí enredando mi lengua en la ajena, danzando ambas entre sonrisas. Un beso inacabado pues al separarme, me giré lo suficientemente deprisa para pegar mi espalda a su torso y seguir bailando, sentía la necesidad de poseerme cuanto antes pero...prefería jugar un poco.

Mis labios buscaron los del caballero , rozándolos, marcándolo con mi labio inferior mientras dejaba que sus manos me dibujasen, deslizar por cada curva de mi cuerpo aún con ropa. Quería que viese lo que iba a tomar esa noche, mis dedos se enredaron en su nuca. Mis ojos se perdieron en los ajenos durante unos segundos. Mi trasero comenzó a moverse en círculos, signo gesto de provocación que no tardé en notar.

Iba a bailar, durante toda la noche si eso deseaba. Tomé sus manos y lo guié hasta el borde de la cama en donde me senté en su regazo con las piernas flexionadas y un tanto más alzada que él, así a la tenue luz podía ver mi silueta... hacerme lo que desease. Busqué el camino de su cuello entre húmedos besos, mi cuerpo no dejaba de contornearse entre sus brazos, la respiración se acompasaba con la de mi compañero esa noche...entrecortada y deseosa de más.

-Un baile privado, eso me pediste -borré toda formalidad, lamiendo y perfilando sus labios, esperando su petición, sus deseos pues él era mi dueño esa noche, una en la que bien podríamos estar jugando cómo desease.

El movimiento de las caderas de ella estaba volviéndole loco, había estado con otras mujeres en el pasado, todas de su tierra natal, ninguna sabía bailar de esa forma ni se movía de manera tan sensual, por eso se encontró poseído por el movimiento sin poder resistirse. Ella le condujo a la cama entre besos y se sentó sobre él, sus palabras incitándolo aún más. Pagaría lo que fuera por una noche con esa mujer, con esos ojos hipnóticos y esa piel morena que suave y tersa.

- Un baile y algo más - Murmuró con una sonrisa lasciva, su mirada bajando por el cuello de ella, hacía el pecho, el cual con delicadeza acarició por encima de la ropa, observó la reacción de ella y decidió meter las manos por dentro de la seda, descubriendo la suave y tibia piel entre sus dedos, pellizcando los pezones con codicia. Quería perderse en ese pecho, se sentía hambriento por sus curvas.

Sin poderse aguantar más, besó el cuello de ella, mordisqueando suavemente la piel de vez en cuando y fue bajando hasta los pechos, los cuales llenó de besos cerrando los ojos, sus labios buscaron la aureola y la besó en círculos antes de comenzar a chupar, humedeciéndola y jugando con su lengua en la punta.

Aquella mujer no sólo bailaba de manera exótica, su sabor era también diferente, todo en ella, inclusive su olor le atraía. Era una combinación irresistible que definitivamente quería consumir hasta el amanecer.

La mirada del joven, se oscureció al notar el calor que desprendía mi piel. Algo natural, olores a flores blancas, suave al tacto por mis cuidados con mi piel, esos aceites que creaban esa suavidad cremosa en piel, adictiva. Reí contra los labios de mi acompañante. Ayudándole a su propósito, despacio me deshice de la ropa, apenas lo deslicé por mis hombros hasta dejarse caer más allá del final de mi espalda...a mi cintura, en donde mi trasero se dejaba ver, insinuante.

Un suspiro salió de mis labios al notar su boca bajar hasta mis pechos, los ofrecí para que jugase a su gusto, tomando ambos y juntarlos, dejando su rostro entre ambos. Mis caderas se movían insinuantes, sobre la ropa ajena. No llevaba ningún tipo de ropa interior por lo que el contacto contra su miembro sobre la ropa era más que notable, mi humedad empapó su ropa, esperando que él siguiese con el baile.

Guié mis pechos a su boca, apoyando las rodillas e incorporarme, dejando que se deleitase en cada centímetro de mi piel. Una de mis manos se deslizaron por su cuello, buscando tocar la piel ajena...delineando cada parte de su torso aún sobre la ropa. Besos húmedos en su cuello, mordiscos suaves y respiración cada vez más acelerada.

-¿Vas a seguir, bajando? -reí traviesa, tomando su mano y obligarle a colarla en mi sexo, busqué quitarle el pantalón para que el contacto fuese piel con piel. Podía sentir lo dispuesto que estaba , marcaba el tiempo que él me marcaba...despacio.

Me separé lo suficiente para que el vestido cayese por su peso, quedando totalmente desnuda ante él, de pie, con las piernas a cada lado de las ajenas, encarando su mirada, expuesta a lo que él desease hacerme, mostrar lo que estaba en disposición solo para él.

Se detuvo a observar el cuerpo desnudo de ella, la tela del vestido había caído al suelo y ella había quedado frente a él, sin pudor ni vergüenza, ofreciéndole una maravillosa vista. Las voluptuosas y generosas curvas de Thrisna distaban de las apenas insinuadas curvas de las mujeres de su país, quizás la diferencia de razas hacía que los cuerpos lucieran tan diferentes y Casper se quedó fascinado observando esas pequeñas diferencias, pues nunca había estado con una mujer que no fuera Sueca como él.

- Por supuesto Mademoiselle - Respondió casi al instante - ¿Cómo podría resistirme? No sería humano si rechazara tal invitación -

Con tranquilidad, comenzó a desabotonar su propia camisa blanca, hasta que su pecho fornido y terso quedó al descubierto. Se quitó la camisa con un movimiento rápido y la tiró a un lado de la cama, su contextura no era musculosa como un marinero o un soldado, pero los músculos estaban bien definidos contra su piel, especialmente en sus ante brazos y espalda, había crecido entrenando con su padre a manejar la espada en combate, a pesar de tenerlo todo, nunca descuidó su cuerpo y se preocupó por mantenerlo atlético y fuerte.

Después de todo ¿Cómo iba a generar respeto como Lord Kaarkarogf si tenía una enorme panza y descuidaba su apariencia?

- Ven aquí - Le indicó tomándola de la mano y acostándola a un lado de la cama, se montó sobre ella, colándose entre sus piernas y a punta de besos comenzó a bajar por su pecho hasta llegar al ombligo, donde se detuvo unos momentos a admirar desde esa perspectiva, las anchas cadéras. Quería perderse entre esas piernas carnosas y escucharle gritar de placer ¿Porqué que tipo de hombre sería si no la hacía alcanzar el éxtasis primero? Todo caballero sabía que las damas iban primero.

Continuó besando suavemente, bajando hasta la pelvis y finalmente colando su rostro entre las piernas.

No pensé en que descendería goloso por mi cuerpo, me gustaba más que cualquier otra cosa, esa mirada de lujuria y deseo extremo, loco por hacerme cualquier cosa. Me encantaba sentirme deseada, la mirada del joven se deslizaba por mi cuerpo como si ya con eso saborease cada centímetro. Mi cuerpo se arqueó, dejándole una imagen de lo más provocativa, llamándole a gritos. No solían complacerme, era al contrario siempre. Fantaseaban con el hecho de que una belleza exótica cumpliese cada uno de sus deseos pero jamás reparaban en perderse en mi cuerpo para hacerme disfrutar.

Le observé quitarse cada botón, sacarse la ropa y dejar a la vista un cuerpo que me agradó. No me importaría fundirme durante toda esa noche con aquel atractivo joven, estaba segura que podría causarme algún tipo de placer y no fingir cada segundo en el que su verga me penetrase un par de veces para llegar en apenas un suspiro.

Se estaba tomando su tiempo, despacio y sin prisa...dispuesto a todo y a más. Mi cabello azabache, perdido entre la almohada, un abanico por el que contrastaba mis ojos claros como el mismo trigo verde. Sonreí complacida por los besos, dejándome hacer mientras mis manos se deslizaban en caricias por su rebelde cabello. No lo creí, no pensaba en que fuese a adentrarse entre mis piernas hasta que sentí su aliento golpear mi sexo, su lengua bailar en mi sexo húmedo y palpitante. Eché hacia atrás la cabeza, disfrutando de las sensaciones...jamás nadie había accedido a probar mi fruto del placer.

Abrí las piernas mientras mis dedos se hundían en su cuero cabelludo, adentrándolo más en mi sexo, bebiese de él. Gemí por lo bajo, necesitando más , un ritmo más acelerado... su boca me estaba torturando, abrí las piernas, mostrando por completo mi sexo...quería más, jadeé cuando mis pezones sucumbieron a las atenciones, se había propuesto hacerme llegar y era difícil, se lo dije con una sonrisa altanera... dulce al mismo tiempo.

-Es todo un reto -murmuré mirándole a los ojos, acabábamos de comenzar este juego.

No fue consciente de cuanto tiempo pasó mientras chupaba, lamía y besaba esa húmeda intimidad, los gemidos de ella y los leves temblores que percibía en su cuerpo le hacían perder la noción del tiempo. No había nada más excitante para él que escuchar a una mujer gritar y sucumbir ante sus caricias. ¿Arrogancia? Quizás, le gustaba saber que él tenía el control y el poder de hacer que ella perdiera la cordura gracias. Estar en control de la situación lo ponía cada vez más duro, Casper siempre estaba en control de cada aspecto de su vida, había sido criado para estar en la punta de la pirámide y el sexo no era una excepción.

- Me gustan los retos - Murmuró antes de continuar.

Sabía que al ser cortesana, ella estaba dispuesta a todo, sabía también que, era probable que ella fingiera una excitación que no sentía, después de todo era parte de su trabajo, por lo que arrancarle un auténtico gemido y verla llegar al orgasmo era como una meta personal, una conquista para él. Quería ser el cliente que ella recordara cuando estuviese hablando con sus amigas, quería que la sensación que le causaba quedase impregnada en su memoria y no ser uno más de los que simplemente pagaban por unos minutos de placer para luego desaparecer de su vida.

Se esmeró en lamer su punto más sensible, sabía por experiencia que las mujeres se volvían locas cuando dedicaba tiempo allí, así que con su lengua jugueteó en círculos, humedeciéndolo y mientras con su mano derecha la penetró con un par de dedos, masajeando su interior, coordinando el movimiento con su lengua.

- ¿Te gusta? - Le preguntó sin dejar de mover sus dedos. Mirándola desde abajo con picardía.

Se deleitaba en que disfrutase, no estaba acostumbrada a tener tantas atenciones. Arqueé la espalda, dedicándole una imagen sensual, mi cuerpo totalmente ofrecido, abriendo aún más las piernas para acogerlo, seguir sintiendo esas atenciones tan deliciosas. Mi respiración errática se mezclaba con pequeños ronroneos.

Un perfecto amante, compañero de aventura por esa noche. Sabía cómo hacerlo y de qué forma para llevar a la locura a una dama. Mis caderas acompañaron a sus movimientos, siseé para que guardase silencio...no se detuviese, mi cuerpo se estremecía...un placer no muy conocido pues no solía experimentar nada, solo proporcionaba mi cuerpo para uso y disfrute de la otra parte.

-Me empiezo a creer que sepas bailar -murmuré jadeante, sintiendo como mi cuerpo se caldeaba...él deseaba más, llegase pero eso iba a ser complicado. Me incorporé observándole, enredando sus dedos en su cabello. Uno de mis pies, se estiró para acariciar su entrepierna aún sobre la ropa , estaba tan excitado que creí rompería la ropa. Reí echando la cabeza hacia atrás, pequeñas descargas por todo mi cuerpo... el principio de una oleada de placer... pero no solo quería disfrutar yo, estaba dispuesta a complacer cualquiera de sus peticiones.

Deslicé los dedos por su cuello, dibujando formas sin sentido por su torso...insinuante hasta su vientre, desabroché su pantalón a la vez que la otra mano, acariciaba su miembro sobre la ropa. Bajé de golpe la ropa entre risas, clavando mi mirada en él, inclinarme para lamer sus labios despacio... tomar mi propia esencia, mordí su inferior y me eché hacia atrás, abriendo las piernas... totalmente expuesta... dispuesta a oír lo que él deseaba.

-Baila...¿aceptas mi baile? -recorrí su cuerpo con mis orbes esmeraldas, mis dedos sustituyeron a donde estuvo su boca, para él...una imagen para el pecado, proporcionándome yo misma place, invitándole a la lujuria.

Ella se estremecía con cada una de sus caricias y Casper se sentía cada vez más deseoso de poseerla, nada más satisfactorio que saber que una mujer temblaba de placer a su merced. No le gustaba cuando las prostitutas fingían, él había yacido con suficientes como para distinguir un orgasmo falso de uno verdadero, su padre le había llevado a un burdel cuando había cumplido 14 años para convertirlo en un verdadero hombre y había aprendido con el tiempo a reconocer pequeños detalles en las expresiones de las mujeres en la cama como para poder reconocer cuando el placer era real.

Cuando ella se incorporó y buscó su miembro quitándole el pantalón, se dejó hacer, ella lo deseaba y le estaba dispuesto a complacerla. Las cortesanas no mostraban pudor en la cama, al menos claro que el cliente se los pidiera, pero Casper no queria que Thrisna fingiera pudor tampoco, el único engañado en realidad sería él y no encontraría realmente excitación o goce en una actitud sumisa de una mujer sólo por complacerlo.

Su inhibición era mucho más atractiva para él y cuando ella abrió las piernas para él, no necesitó más invitación.

- Por supuesto que si – Respondió con una sonrisa cuando ella le besó los labios y puso sus dedos allí.

Tomó las caderas de ella y las atrajo hacía él, penetrándola con suavidad al comienzo, notando lo fácil que resultaba entrar en ella gracias a la lubricación, la humedad lo excitó aún más, nada peor que penetrar a una mujer seca, si eso pasaba, el hombre no estaba haciendo bien su trabajo, le solía decir su padre, así que cuando estuvo dentro dejó escapar un bajo gruñido cerrando los ojos sobreponiéndose a la sensación. Comenzó el movimiento lentamente, una dulce tortura que esperaba poder prolongar.

Un quejido escapó de sus labios al sentir como entraba lentamente en ella, sus piernas se enredaron en su cintura como punto de apoyo en los movimientos. Sonrió contra los labios ajenos, dedicándole una caricia con un simple roce de labios. Iba a tomarse su tiempo, algo con lo que no contaba pues sus clientes terminaban tan excitados que duraba menos de diez minutos. Él , controlaba la situación, dejándose llevar por las sensaciones.

Lo excitaba tanto que pudo comprobarlo por como jadeaba en su oído. Abrió más las piernas para que se acomodase, su espalda se arqueó y sus pechos se alzaron hasta el rostro ajeno. Las manos de la cortesana, guiaron por la nuca para que bebiese de ellos, bailasen juntos hasta el amanecer....

la dulce tortura, le estaba desesperando, le gustaba ir despacio y ella se amoldaría a sus deseos. Atrayéndole hacia sí de las nalgas, aumentando el ritmo y entrase aún más dentro. Imitó el baile de antes, moviendo las caderas con infinita tortura... ella se había propuesto que la desease más que nada. Sus ojos verdes buscaron los ajenos , apoyando la frente en la ajena...

Sus dedos enredados en el cabello ajeno, ojos cerrados y el deseo se acrecentaba aún más. Se atrevió a mover las caderas, morder su barbilla, pidiendo más... él mandaba pero deseó ser ella quien mandase esta vez.

Tomándole de las muñecas, le obligó a tumbarse, cambiar posiciones... el cuerpo de Thrisna comenzó a tomar ritmo, cada vez más y más deprisa. Le regalço como sus pechos seguían invitándole a darse ese festín, su boca buscó la ajena,

-Pídame lo que quieras...-pues iba a cumplir cada uno de sus deseos, ahora se movía sobre él como si nada más existiese, solo mirándole a los ojos.Un quejido escapó de sus labios al sentir como entraba lentamente en ella, sus piernas se enredaron en su cintura como punto de apoyo en los movimientos. Sonrió contra los labios ajenos, dedicándole una caricia con un simple roce de labios. Iba a tomarse su tiempo, algo con lo que no contaba pues sus clientes terminaban tan excitados que duraba menos de diez minutos. Él , controlaba la situación, dejándose llevar por las sensaciones.

Lo excitaba tanto que pudo comprobarlo por como jadeaba en su oído. Abrió más las piernas para que se acomodase, su espalda se arqueó y sus pechos se alzaron hasta el rostro ajeno. Las manos de la cortesana, guiaron por la nuca para que bebiese de ellos, bailasen juntos hasta el amanecer....

la dulce tortura, le estaba desesperando, le gustaba ir despacio y ella se amoldaría a sus deseos. Atrayéndole hacia sí de las nalgas, aumentando el ritmo y entrase aún más dentro. Imitó el baile de antes, moviendo las caderas con infinita tortura... ella se había propuesto que la desease más que nada. Sus ojos verdes buscaron los ajenos , apoyando la frente en la ajena...

Sus dedos enredados en el cabello ajeno, ojos cerrados y el deseo se acrecentaba aún más. Se atrevió a mover las caderas, morder su barbilla, pidiendo más... él mandaba pero deseó ser ella quien mandase esta vez.

Tomándole de las muñecas, le obligó a tumbarse, cambiar posiciones... el cuerpo de Thrisna comenzó a tomar ritmo, cada vez más y más deprisa. Le regalço como sus pechos seguían invitándole a darse ese festín, su boca buscó la ajena,


-Pídame lo que quieras...-pues iba a cumplir cada uno de sus deseos, ahora se movía sobre él como si nada más existiese, solo mirándole a los ojos.

Ella le obligó a cambiar de posición y tomó el control de los movimientos, generalmente era Casper quien hacía eso, así que disfrutó de esta nueva perspectiva, le devolvió el beso con fiereza, sus mano agarrando los pechos de ella, apretándolos con fuerza mientras ella continuaba el movimiento de caderas.

-Baila para mi – Exclamó cortando el beso, mirándola a los ojos – Gime para mi – Agregó arqueando la espalda y alzando las caderas para llegar más profundo dentro de ella – Grita para mi -

La sensación se estaba volviendo cada vez más insoportable y sabía que no podría durar mucho tiempo si continuaban a ese ritmo que ella imponía. Su cuerpo le pedía a gritos que se dejara llevar por la sensación y se entregara al orgasmo. Continuó acariciando el pecho de ella con la mano izquierda y con la derecha bajó hasta el sexo de ella y con el pulgar comenzó a acariciar su punto más sensible, mientras la penetraba.

- Alcanza las estrellas conmigo – Le ordenó, quería llegar al orgasmo al mismo tiempo que ella y perderse en los espasmos de placer sin preocuparse por nada.

El ritmo frenético de ambos cuerpos, gemidos y jadeos que morían en ambos labios. Sonrió perdida en sus palabras, aumentando el ritmo, moviendo las caderas en círculos para que el placer fuese más extremo... delicioso. Los dedos de la cortesana se enredaron en el cabello de su nuca, tirando de éste...y dejar un mordisco bajo su lóbulo, riendo traviesa como si su risa fuese una suave melodía.

No esperó que la tocase justo en ese lugar, no podía parar, comenzó a moverse con más brío... sus pechos golpeaban su boca, necesitando más... más y más. Rió echando hacia atrás la cabeza, sentir como ambos buscaban llegar al límite fue su máxima prioridad ahora. Lo miró a los ojos, emitiendo un grito pidiendo más, las caderas de ambos bailaban al unísono y sintió como su cuerpo se tensaba, dejándose vencer sobre el ajeno.

Sus piernas no dejaron que se separase, le obligó a alargar el orgasmo mientras sus dedos se anclaban en su espalda, quedando totalmente arqueada, con la boca entreabierta... mordiéndose los labios y reír cuando él parecía volver a buscar su boca.

-Cierto, sabías bailar...-sin aún salir de él, buscó sus labios, dejando un roce, las caderas se movían lentas... sinuosas, su boca entreabierta aún por el esfuerzo -Las estrellas...nunca he visto las estrellas y quieres verlas tomado de mi mano ¿Estás seguro?-sabía que se refería al acto pero no había mentido, las estrellas solo las observaban los soñadores y ella...lo tenía todo, -Señor... ¿tiene sed? -volvía a tentarlo...era su máxima prioridad.