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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Irïna K.V. of Hanover Sáb Sep 16, 2017 3:34 pm



Para las personas, dado que sus vidas son naturalmente cortas, es únicamente lógico imaginar y hacer planes pensando en su futuro, con bastante más frecuencia de lo que viven en el presente sin tomar en consideración nada más. Cuando preguntas a un niño qué quiere ser de mayor, casi siempre te encuentras con una respuesta inmediata. Sean sueños absurdos, irrealizables, o realistas, el hecho es que aún a tan corta edad, ya son capaces de hacerse una imagen mental de lo que desearían estar haciendo aún cuando este hecho tendrá lugar muchos años en el futuro. Los adultos, por supuesto, no pierden este hábito una vez dejan de ser niños. Cuándo se casarán, en qué momento tendrán su primer hijo, cuándo decidirán vivir en otro lugar o construir una casa más grande, sueñan con ascensos, con fiestas, con envejecer... Su cabeza, inevitablemente, siempre va un paso por delante. Tal es la naturaleza humana, los seres pensantes. Aunque, ¿es este hecho algo bueno, o a veces puede tornarse algo más bien problemático? Después de todo, planear y soñar tienen un gran inconveniente: y es que es imposible que todo salga según se quiere.

En aquel instante, con la mirada perdida en la quietud de las aguas del pantano, podría decirse que la monarca de Escocia tenía exactamente el aspecto de alguien que había hecho planes para el resto de su vida, que había confiado en ellos, y que, de pronto, se había encontrado con un muro que era incapaz de sortear a fin de llevarlos a cabo. Más que un muro, con una verdad. Una verdad que había hecho tambalearse todo su pasado, y cuando el pasado no es firme... ¿se puede confiar en el futuro? Ella nunca fue el tipo de niña que permanecía mucho tiempo en el mismo sitio. De hecho, era probablemente todo lo contrario de lo que se esperaba de una niña de su edad, dada la época y especialmente dada su posición. Los nobles parecían tener una norma escrita, y es que el valor de las mujeres debían hacerse notar no por su inteligencia o por su fortaleza, sino por su belleza y gracilidad. Eso es lo que siempre habían querido enseñarle. Y lo que fracasaron estrepitosamente en conseguir. Ella quería viajar, hacerse un nombre y un lugar en el mundo gracias a su propio esfuerzo y a sus talentos. No deseaba ser reconocida por ser una princesa y futura heredera del trono de un país, sino por ser capaz de llevar una vida digna, compasiva, y satisfactoria.

Trabajó duro, estudiando y llevando a cabo todo tipo de tareas a fin de enriquecer su mente, hasta el punto de lograr el reconocimiento de científicos y profesores en universidades extranjeras. Al principio, dados los prejuicios y la mentalidad cerrada, bajo la apariencia de un hombre, aunque al final llegó a relucir con su nombre propio y alzando el rostro. Nunca se había sentido más feliz... Y nunca se sintió peor, cuando la hora del regreso a la realidad llegó finalmente. O eso creía. Se adaptó sin embargo, aceptó cumplir sus obligaciones reales a cambio de poder seguir con sus estudios, con su futuro... Pero la muerte de sus padres truncó esa posibilidad. No obstante, lo superó, y decidió afrontar el otro camino que estaba abierto en su futuro...

Camino que ahora resultaba infranqueable.

La muerte de sus padres, había sido culpa suya. Culpa de esa miserable niña asustada, sucia y rota que ahora lloraba, ante sí, devolviéndole la mirada desde las sucias aguas del pantano. La habían obligado a olvidar algo tan importante, pensando que así su mente se despejaría, pero no había surtido efecto. Después de quién sabía cuántas noches, aquel monstruo la había dejado salir, una vez se había cerciorado de que las memorias que había recuperado desde detrás de aquel muro que le habían impuesto eran firmes. Cuando la vio lo bastante perdida en su propio dolor como para saber que no podría levantarse de nuevo. Ni siquiera las heridas que decoraban sus brazos, de colmillos, de garras y de grilletes, dolían lo bastante como para opacar el nudo que tenía en la garganta, o el hueco en su corazón. Si antes tenía la fortaleza mentar para creer que incluso sola sería capaz de tomar las riendas de su vida, ahora dudaba poder llegar a un mañana. Mentiras. Tantas y tantas mentiras. Para hacer que sobreviviera le habían ocultado la verdad: que los reyes murieron en su lugar. Que lo que los mató fue un alguien, no un algo. Que quien los mató siempre quiso matarla a ella, y había fallado. Que ella estaba viva por error. Todo su sentido de identidad se había esfumado.

Porque después de todo, una persona sin pasado, y sin futuro, ¿sigue siendo una persona?

La daga brilló en su mano, y sus ojos, de repente, dejaron de emitir lágrimas.

- Father, mother... I've missed you... -El viento silbaba a través de los árboles.

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Mensaje por Höor Cannif Lun Sep 18, 2017 3:58 am

París, esa ciudad tediosa que odiaba profundamente. Mis motivos para acudir a ella de nuevo tras pasar unos años ausente eran claros, una dama ¿acaso no es siempre una mujer quien mueve a un hombre?
Acudí a su enclaustramiento, allí donde se refugiaba esperando su momento de resurgir cual ave fénix de sus cenizas, mas ni rastro de tan eminente persona pudieron hallar entre aquellas paredes del monasterio.

Los monjes me dijeron que partió hace dos semanas y desde entonces nada mas se supo de su eminencia, así que algo frustrado por no hallar a la reina, decidí retirarme al hotel donde me hospedaba decidido a probar suerte en otro momento.

Quizás era lo lógico para no incomodar a su majestad, no hacer preguntas de mas, ni buscarla si no deseaba ser encontrada, mas yo era un vikingo, no me caracterizaba ni por mi paciencia ni por mi virtud con el protocolo.
Así que emprendí camino hacia los bosques que debía atravesar para alcanzar el centro de la ciudad.
Mi espectro al galopé se coló entre los frondosos bosques, mas un rastro de huellas menudas llamó mi atención , seguir el rastro no fue difícil cuando vivía inmerso en la guerra del norte y aprender a leer el suelo se había convertido en el día a día de este conde.

El viento impulsaba suave un olor a flores secas, un suspiro y los rayos débiles del sol de la mañana hicieron despuntar el acero en las manos de una joven harapienta que acariciaba suave el borde de su cuello.
-¡Esperad! -pedí buscando con mis pardos sus profundos océanos azules – no vengo a convenceros de que no hagáis el acto mas estúpido y cobarde que podría pasarseos por vuestra preciosa cabeza señorita, mas escucharme primero y después actuar en consecuencia a lo que creáis correcto.

Altivo como acostumbraba a ser me orillé a ella, podía ver la desesperación en su rostro, la soledad en su mirada y el dolor en sus entrañas. Vivía con todos esos sentimientos devorando mi alma en el norte, así que no me costo en exceso entenderla.
Saqué de mi petate una pequeña petaca con whisky y tras darle un trago se la lancé para que la atrapara, algo que la forzó a apartar el filo de su inmaculada piel y darle caza.

Ladeé la sonrisa tomando asiento en una de las rocas planas mientras la observaba fijamente.
-Mi nombre es Höor Cannif, soy el conde de los Paises Bajos. Hechas las presentaciones le diré que venia buscando algo peor os he encontrado ¿suerte, destino o infortunio? no creo en nada de eso, solo en los dioses de Asgar que guían mis pasos.
Dicho esto creo que os toca presentaros, es lo correcto entre dos desconocidos ¿no creéis? -traté de desviar su atención a mi - si algo sé, es que quitaros la vida no va a solucionar ni uno solo de los problemas que creéis tener, os hacia mas valiente cuando vuestra mirada me ha desafiado al presentarme.
Si algo se, y se mucho de problemas, es que tras la noche siempre sale el sol, siempre que vos no decidáis acabar con vuestra vida antes.
Os ofrezco un trato, me permitís acompañaros a Paris, os doy alimento y sustento en mi hotel por esta noche y si mañana seguís deseando poner fin a vuestro sufrimiento de un modo tan cobarde, yo mismo os decapitaré, os juro es una muerte mas rápida e indolora.
Si os cortáis la yugular, sentiréis durante minutos como os ahogáis con vuestras propia sangre, las cuencas de vuestros ojos se saldrán, es una muerte bastante...dolorosa.

Hice una pausa volviendo a tomar la petaca que me ofreció y di un nuevo trago antes de ladear la sonrisa.
-Creo que os equivocáis de cuello donde colocar el filo de vuestro acero ¿no creéis señorita?
– me encogí de hombros devolviendole la petaca mientras me acercaba y dejaba caer mis pieles sobre sus hombros -yo prefiero matar a quien me jode. Hace frio, vamos al hotel.
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Mensaje por Irïna K.V. of Hanover Lun Sep 18, 2017 3:37 pm

Ahora que lo pensaba, a pesar de haber estado tan cerca de la muerte tantas veces, nunca antes se había planteado morir por su propia mano. Su familia siempre había estado conformada por personas fuertes. Sus abuelos habían sido los gobernantes de un estado que siempre resistió ser invadido por países vecinos mucho más poderosos. Habían erigido un reino basado en la fortaleza, en la rectitud, y en el respeto hacia las gentes sin importar su clase social. A pesar de que ellos consideraban los privilegios de la nobleza y el clero como algo imprescindible, nunca se mostraron como tiranos ni hicieron uso de la fuerza para imponerse sobre las clases más pobres. Eran respetados por haber garantizado paz, seguridad y prosperidad durante muchos años a pesar de lo complicado que era el panorama bélico, tanto nacional como internacionalmente. Sus padres tampoco se quedaban atrás. Las ideas del antiguo Rey eran más progresistas, queriendo compartir el poder de forma más igualitaria entre el resto de clases, así como los bienes y riquezas, pero nunca perdió el respeto de ningún bando al ser respetado por la misma fortaleza que una vez caracterizó a su padre. A pesar de haberse casado con una plebeya, que además procedía de un país extranjero, siempre mostró el amor inconmensurable que sentía hacia su patria, en cada norma, acto y choque de opiniones con aquellos pocos que se oponían a sus ideas. Por eso ahora que se hallaba frente a frente a una verdad que le resultaba más dolorosa de lo que podía soportar, se preguntaba dónde habían ido los genes tan llenos de fortaleza y ansias de superación, cuando más los necesitaba.

Resultaba casi irónico: había abandonado su país, sus deberes como reina, todo cuanto tenía valor para ella y su familia, a fin de seguir viviendo para lograr recomponer una Escocia que ahora yacía fragmentada. Y sin embargo, allí estaba, debatiéndose si blandir la daga en su abdomen u optar por cortar la arteria que pasaba por su cuello. Una muerte más rápida que la otra, pero ambas igualmente dulces... Dulces y serenas, en comparación a la pesadilla que habían vivido sus padres. Por su culpa. Ella era quien debería haber ardido en aquella habitación, por culpa de la venganza que había surgido debido a sus propias mentiras. Mentiras que dijo para protegerse a sí misma y a su libertad, y que volvieron para acecharla. En el fondo, siempre lo supo, nada bueno sale de contar mentiras, precisamente por eso hacía un uso tan mínimo de las mismas. Se acumulaban, restaban de autenticidad a las verdades porque te convertían en un ser menos confiable. ¡Qué estúpido! Le habían hecho lo que ella una vez hizo, y aún así, seguía buscando culpables en el exterior, cuando estaba claro que el pecado solamente recaía sobre sus espaldas. Estaba viva por una mentira. Pero ahora que sabía la verdad, todo había perdido sentido. 

Podía recordar el olor que desprendían los cuerpos engullidos por las llamas de aquellos que le dieron la vida. ¿Cómo se suponía que debía soportar eso? Eran tan vívidos, como si en lugar de cuatro años hubieran pasado apenas unas horas. Ese era el efecto del poder de aquel monstruo. Había cumplido su palabra: realmente la había destruido. Porque no hay nada capaz de recomponer una existencia que ya carece de sentido. Si la propia persona no lo ve, se vuelve ciega a todo que no sea su propia y reconocida verdad, por muy retorcida o cargada de matices que ésta sea. Claro que sabía que sus padres jamás hubieran querido que ella muriera en su lugar, pero siempre es más duro para los que se quedan atrás. La culpabilidad duele. Pesa. Cansa. Y sus hombros eran demasiado frágiles como para cargar con un reino que ahora sabía que no merecía, que no le pertenecía. ¿Como alguien tan cobarde y tan inepto podría llevar a cabo el sueño de toda una vida de sus padres? ¡Ridículo! La joven reina cerró los ojos, acercando peligrosamente la daga a su yugular, cuando lo escuchó.

Cascos de caballo, luego pasos, y al final, una voz. Atónita como estaba, tuvo dificultad para comprender lo que el hombre le decía, y cuando se quiso dar cuenta, en lugar de la daga sostenía una petaca, y las lágrimas comenzaron a rodar libres por sus mejillas. No sabía si se sentía aliviada porque en realidad no quería morir, o porque sentía vergüenza de sí misma por no tener la bastante fuerza de voluntad como para llevar a cabo aquel acto. Patético. - Al perder sangre a t-tal velocidad... apenas notas dolor... -Aventuró la joven, titubeando, para luego devolver el objeto sin dejar de mirar al suelo. Se sentía estúpida, fuera de lugar, y terriblemente avergonzada. Demasiado como para plantearse qué decir a continuación. - Mi nombre es Katya, monsieur, y no necesito cobijo, ni alimento, ni cuidados. No soy más que el despojo que queda de lo que una vez fue un ser completo. Aquí me quedaré, languideciendo como lo hacen las flores que son arrancadas... Si ni siquiera soy lo bastante fuerte como para acabar con mi propia vida, no tiene sentido que pida ayuda ajena a un desconocido. -Dijo en un hilo de voz, intentando disimular su acento entre sollozos, sin conseguirlo. - Es... cálido. -Murmuró, refugiándose bajo las pieles. - Pero no son merecidas. Se ensuciarán. -Dicho esto se las volvió a tender, para luego alejarse rápidamente. Era curioso, a pesar de ser ella misma quien más daño quería hacerse, no podía evitar sentirse nerviosa con desconocidos.
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Mensaje por Höor Cannif Mar Sep 19, 2017 4:13 am

Enarqué una ceja frente a los buenos modos de aquella doncella, los ropajes no le hacían justicia, supuse que serviría en alguna casa noble pero que la vida la había puesto de patas en la callé, quizás victima de laguna esposa celosa o cualquier atrocidad cometida que la había llevado al abismo.
Dialogar era un absurdo, me había devuelto las pieles como si en ese instante estuviera en condiciones de elegir su propio camino.
La hubiera tomado en serio si no la hubiera encontrado con el filo de la daga en su cuello, peor visto lo visto, no iba a perder un ápice mas de tiempo en hacerla entrar en razón.
Guardé la petaca en las alforjas mientras ella se alejaba y sin pensarlo de dos zancadas la alcance.
-Lo siento -dije sin mas clavando mi hombro en su vientre y alzándola como si fuera un saco.

Pataleó y soltó improperios por sus labios algo que solo forzó en mi unas cuantas carcajadas mientras apoyaba mi mano en sus nalgas y le daba un par de azotes para que parara de moverse.
La alcé como si fuera una pluma dejandola caer sobre la grupa del caballo y de un salto trepé tras ella afianzando la capa sobre mis hombros engarzada con el emblema de huargo.
Ella me ordenaba que la soltara, que la dejara ir, seguramente le frustro bastante encontrarse con mi risa mientras rodeaba su cintura con uno de mis brazos antes de espolear el caballo poniéndolo al galope rumbo al hotel de “les arenes”

Al menos había dejado de sollozar, ahora por el contrario sacaba ese carácter fuerte que poseen todas las mujeres arañando mi brazo para que aflojara el agarre.
No pensaba hacerle daño, pero entendía que mi rudeza no era algo a lo que las mujeres parisinas pudieran estar acostumbradas.

Atravesamos las zonas de las afueras, hasta que alcanzamos el centro de la ciudad y en ella frente a un ajetreado París, el hotel donde me iba a hospedar.
La bajé de la montura deslizándola por la grupa del caballo, sujetando con firmeza sus brazos, clavé mis pardos en sus azules mirándola fijamente.
-Escúchame, no voy a hacerte daño, no soy ese tipo de hombre...de querer forzarte lo hubiera echo en el bosque ¿no crees? Solo pretendo ayudarte mujer.

El mozo se llevo a mi espectro a las caballerizas, le pondría agua y heno limpio.
Nosotros entramos en la recepción del hotel tiré de ella hacia le mostrador, pedí una habitación, deje caer los francos necesarios para pagar la noche y sin preguntas de mas me dieron las llaves.
Subimos por las escaleras de maderas que crujian ligeramente bajo nuestros pies. El hotel era lujoso, plagado de gente de dinero que miraba a la dama con asco, apartandose a su paso sobre todo las damas que no deseaban ser manchadas por la harapienta mujer con la que yo cargaba.

La empujé con suavidad al interior de la cámara, la joven se giro con el ceño fruncido para buscar mi mirada mientras sacaba de mi petate una camisola limpia.
-Date un baño y pontelo -ordené - Hablaremos después.
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Mensaje por Irïna K.V. of Hanover Miér Sep 20, 2017 5:49 pm

Apenas intentó volverse a concentrar en la daga, y en sus propios pensamientos, debatiéndose acerca de qué debía hacer en aquellos momentos, notó nuevamente pasos, apresurados, a su espalda, pero apenas tuvo el tiempo de girarse a mirar, cuando estaba siendo levantada por los aires y arrastrada por la fuerza en dirección a la montura en que había llegado antes aquel hombre. - ¡¿Qué demonios estáis haciendo?! ¡¿Cómo os atrevéis?! -Vociferó, completamente irritada, golpeando al hombre en la espalda con todas las fuerzas que pudo encontrar. De nada sirvió, siempre había sido ligera por naturaleza, y sólo consiguió que el hombre le palmeara el trasero, haciendo que un rubor avergonzado se extendiese por sus mejillas. - ¡Bajadme en este instante, os lo ordeno! -Farfulló con tono autoritario, aquel que en muy pocas ocasiones había usado, tal vez con algún sirviente, cuando había hecho algo mal. - Damn it! -Maldijo en su idioma natal, pataleando tanto como pudo. Nunca en su vida había sufrido un trato como ese, y eso era decir mucho, sobre todo teniendo en cuenta que hasta hacía unas pocas horas había estado siendo torturada. Pero eran situaciones diferentes, y a medida que el caballo galopaba y ambos se alejaban a toda velocidad de pantano, se preguntó a sí misma cómo demonios había podido ser secuestrada dos veces en tan corto intervalo de tiempo.

El viaje no fue precisamente placentero, ya que el joven en ningún momento soltó el agarre, aunque no sabía si era por temor a que se cayese debido a la velocidad que llevaban, o porque la estaba tratando como una presa a la que acababa de cazar y no tenía intención de dejar escapar. Sea como fuere, su irritación sólo iba en aumento. Juró y perjuró mentalmente que se las pagaría, aunque luego supuso que no sería buena idea valerse de su posición para hacerlo, ya que así se descubriría la verdad y aquel hombre, aquel desconocido, acababa de tomarla por la fuerza. El mundo se estaba volviendo loco. ¿Qué demonios iba a pasar con ella, y con el reino? A esas alturas ya no lo sabía. - Este es probablemente el peor día de mi vida con diferencia... -Murmulló al cabo de un rato, sin dejar de forcejear. Francamente, ni siquiera le hubiera importado caerse del caballo, lo único que quería en ese punto era paz y tranquilidad. - ¡Soltadme! Es evidente que no voy a escapar, pero me estáis lastimando... -Dijo clavando sus uñas en la carne del brazo ajeno, intentando deshacer el agarre. No quería que la tocaran, no después de todo lo que había pasado. 

La cosa no mejoró cuando ambos, él galante, y ella vestida con harapos, entraron por las puertas de aquel lujoso hotel. Era más que evidente lo que todos estaban pensando al verla: o bien era una ratera a la que habían pillado e iban a castigar, o era una cortesana de la peor clase acompañando a un joven caballero que desentonaba totalmente si se comparaban a los dos. Sintió náuseas. A pesar de nunca haber sido el tipo de persona que daba importancia a las apariencias, nunca en su vida se le habría ocurrido aparecer frente a nadie con aquel aspecto, más que nada por amor propio. Aunque, ¿le quedaba algo de eso, si quiera? Las fuerzas le fallaban. Tenía miedo, frío, sed, y se preguntaba qué demonios le pasaría. A pesar de las palabras reconfortantes de aquel tipo, no podía decirse que confiara mucho en lo que un salvaje como él dijera. Era sorprendente que la nobleza de otros países acostumbrara a actuar de aquella forma. Ella siempre tenía modales, incluso al dirigirse a otros de clase diferente. Miró de reojo al hombre, examinando sus movimientos, llena de sospechas. En cierta forma, tenía razón, hubiera sido más fácil lastimarla de haberse quedado donde estaban, ¿qué sentido tenía llevarla a un lugar tan reluciente como aquel para hacerle nada?

El agua cálida del baño hizo que sus heridas, algunas medio abiertas, y otras ya cicatrizando, comenzaran a escocer al unísono. Especialmente aquellas marcas de colmillos que recorrían su cuello de arriba abajo. Aquel monstruo se había divertido. ¿Cuánto tardarían en desaparecer? ¿O es que acaso permanecerían en su piel, como recordatorio de aquel terrible suceso, durante mucho más tiempo? Dejó que las lágrimas fluyeran libres nuevamente, amparada por la soleada e intimidad que le brindaban el baño y la puerta cerrada. ¿Cuánto hacía desde la última vez que había disfrutado de lujos tales como aquellos? En el hostal que la había hospedado desde que llegara a Francia, o en el monasterio, algo tan simple como el agua corriente se trataba de poco menos de un milagro. Se limpió a conciencia, como queriendo borrar de su cuerpo lo sufrido en los últimos días. Pronto, su piel pálida volvió a ser brillante y suave, a pesar de estar amoratada en algunas zonas, especialmente en torno a sus muñecas y tobillos, donde las marcas de los grilletes relucían, enrojecidas y sanguinolentas. Una vez hubo acabado, se puso la prenda que antes había tomado del hombre y se miró al espejo. Sus cabellos dorados relucían, cayendo en cascada a ambos lados de su cara, y ondeando libres hasta su cintura. Vista así, limpia, y a pesar de las múltiples heridas y los arañazos en su delicado rostro, era fácil adivinar la clase a la que pertenecía, pero no creía que fuera bastante como para hacer al otro sospechar nada. Después de todo, su contacto con otras monarquías y nobles había sido reducida, y únicamente centrada en su propio país.

Poco después, salió del baño con la cabeza gacha, y buscó en la habitación al hombre, a quien recibió con una mirada de soslayo, y una expresión aún irritada. - G-gracias... -Titubeó, porque a pesar de todo, a pesar del forcejeo y de que aquel tipo no tuviera la menor idea de cómo tratar a una dama, la había acabado ayudando. Tras el baño se sentía revitalizada y mucho más despejada, hasta el punto que el recuerdo del pantano, la daga, y sus deseos de terminar con su vida se habían convertido en un recuerdo distante... pero que aún estaba allí. En definitiva, se sentía agradecida, pero le molestaba tener que reconocerlo. - Ahora, ¿podríais ofrecerme un poco de ese alcohol que antes me mostrasteis? Creo que lo necesito. -Dijo, manteniéndose en una esquina, intentando ocultar tras una silla la mayor parte de su cuerpo, y especialmente sus tobillos, que eran visibles, al igual que las horrendas marcas que los cubrían. Sentía dolor y entumecimiento por todas partes. A pesar de que su condición mental hubiese mejorado, ahora se sentía mucho más pesada y cansada. Los últimos sucesos le estaban pasando factura.
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Mensaje por Höor Cannif Jue Sep 21, 2017 4:36 am

La joven doncella de cabellos dorados salio del baño, sin la mugre que cubría su rostro podía aprecia no solo la belleza de la joven si no la cantidad de heridas que portaba por todo su cuerpo.
Deslicé mis ojos hasta la zona de sus muslos, una herida sangraba por la cara interna, ademas por el cuello un sin fin de mordiscos de vampiro marcaban la tortura a la que la chica había sido sometida.
Un tímido gracias escapó de sus labios, no era un necio, esa mujer no era ni de lejos una campesina, por como se escondía tras la silla, por las palabras utilizadas y como no, por sus manos, suaves, jamas habían trabajado en el campo.

Me pidió alcohol, algo que me hizo ladear ligeramente la sonrisa mirándola fijamente.
-Tengo que coser esa herida -le dije señalando su muslo, sangra y no tiene buena pinta, estará infectada.
Además la ponzoña del los mordiscos del vampiro dan fiebre, déjame ver... -dije dando un paso hacia ella mientras esta reculaba desconfiada -sabes que acabaré haciendo lo que tengo que hacer..no me importa si es a la fuerza y dándote unos azotes por malcriada.
La doncella frunció el ceño, algo me decía que creía mis palabras y no la culpaba, yo era un bárbaro y eso había quedado muy claro.
-Voy a pedir una botella, te ayudará a soportar el dolor mientras me ocupo de curarte ¿de acuerdo?

Mientras deliberaba por donde empezar oí los pasos del botones que servicial nos traía la botella, así que me puse en pie y la tome dedicándole una sonrisa de estar disfrutando como en mi vida lo había hecho y como no, le ofrecí una sustanciosa suma de dinero como propina para no volver a ser molestado.
Antes de girarme vertí sobre la botella una buena cantidad de beleño negro, poco me importaba lo que la dama quisiera, la necesitaba relajada y el dolor no iba a ayudarla a estar quieta. No iba a perder el tiempo con tonterías.

Me acerque con la botella que arranco de mis manos con necesidad dándole un profundo trago, sonreí ante la idea de que pronto estaría tan colocada que no sabría ni donde se encontraba, así que alce la camisola con cuidado devolviendole la botella para que continuara bebiendo un poco mas.
-Con que me dejes la mitad tengo suficiente, así que bebe, al menos esto te relajara un poco, aunque lo sentirás todo -mentí.

Saque mi cuchillo de la bota, y lo acerque al fuego de la chimenea para deshinfectarlo mientras esperaba que a mis espaldas la dama empezara a dar signos no solo de ir embriagada si no también completamente drogada.
Tras pasar varias veces el filo de acero por las llamas me acerque a ella nuevamente mirando sus ojos con una picara sonrisa y tome la botella que había bajado considerablemente para derramar un poco de alcohol sobre el incandescente filo.
No tarde en devolvérsela y esta a llevarla hasta sus labios de nuevo ,obediente a mis indicaciones.
-Así pequeña, un poco mas y empezaremos -asegure hundiendo mis ojos en los ajenos.

Prepare mientras el resto del instrumental, aguja e hilo, unas cuantas toallas mas, así como una cofaina con agua.
Relamí mis labios observando los suyos por los que se derramaba parte del alcohol que bebía.
-¿Como te sientes? -pregunté llevando mi mano a su rostro para acariciarlo con suavidad esperando su respuesta para empezar a trabajar con aquella herida que necesitaba atención inmediata.


No tardo en que su cuerpo cayera hacia atrás dejando sus músculos completamente relajados entre mis manos.
Sonreí de medio lado empezando ahora si con facilidad a curar su herida, con el filo del cuchillo tire de los puntos que ella misma se había aplicado sin demasiado tiento, mientras ella seguía ida sobre el lecho riendo drogada y quejándose con suavidad de vez en cuando.

Volví a enredarme entre sus piernas, tomando el muslo entre mis manos, mientras me arrodillaba frente a ellas para trabajar con mas facilidad.
En alguna ocasión tuve que sujetar su pecho contra la cama, cuando trato de incorporarse para observar con curiosidad lo que hacia, la verdad es que en ese estado era hasta graciosa.

Desinfecte la herida con un buen chorro de vodka, que la obligo a sisear sobre el lecho antes de volver a reírse con ganas.
Pronto hundí la aguja en su piel, concentrándome lo mejor que pude en cada trazo.
Vende finalmente la herida con una tela limpia de una vieja camisola que portaba en el petate y tras esto baje su camisola acomodándola sobre el lecho para permitirle no solo dormir la mona, si no también guardar el reposo que necesitaba para bajar esas fiebres que ahora sin infección tenían que descender considerablemente.
Mastiqué unas hierbas hasta crear con la saliva una pasta, coloqué el ungüento sobre cada orificio, cada mordida con paciencia hasta que acabé de curar a la joven que ya dormía plácidamente,

Tome asiento en el sofá junto al lecho, cambiando cada cierto tiempo el agua que empapada sobre un trapo, posee repetidas veces sobre su frente para bajar su calentura.
Acabé durmiéndome sentado frente a la lumbre, de seguro cuando la doncella se despertara se encontraría mejor y podría explicarme quien cojones le había hecho esto, ademas de ¿quien era ella y donde podía llevarla para que estuviera a salvo?
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Mensaje por Irïna K.V. of Hanover Jue Sep 21, 2017 6:10 pm

La petición que había salido de entre sus labios los sorprendió a ambos por igual, pero especialmente a ella. Jamás en su vida había bebido, de hecho, nunca había imaginado siquiera el hacerlo. No era una actividad que le interesara especialmente. Había visto con suficiente frecuencia el lamentable estado en que quedaban los guardias de palacio tras una noche de borrachera. Se perdían a sí mismos, sus modales, sus principios, y luego se arrepentían. Así que no, cuando alguna vez en celebraciones y demás le habían ofrecido champagne o vino, ella había declinado respetuosamente. No lo quería. No lo necesitaba. Pero aquella situación era completamente diferente, y si había algún modo de abstraerse no sólo de la vergüenza que sentía al estar de semejante guisa ante un desconocido, sino también de olvidar lo que había pasado durante sus días de encierro, realmente lo deseaba. Si de verdad el alcohol servía para hacer olvidar las penas, ella tenía penas suficiente para requerir una botella. O un par de ellas.

Claro que habían muchas más razones por las que aquella petición no era una buena idea, además del hecho de que el alcohol no le gustara, o de que dudara que le sentara bien, y es que, al final, y aunque no podía sentir que aquel tipo tuviera malas intenciones, seguía siendo un completo desconocido. Ya había superado con creces el cupo de estupideces que hacer para toda una vida, pero probablemente aquella fuera una de las peores. Y más después de lo que acababa de sucederle... O tal vez si lo hacía era precisamente por eso. De tener que sufrir nuevamente, a ser posible, le gustaría estar inconsciente mientras eso pasa. Puestos a escoger, prefería mil veces algo indoloro aunque el resultado fuera peor. Por fin había comprendido que la fortaleza mental de nada sirve cuando tu cuerpo es demasiado débil como para soportar el daño infligido. Y ella era débil, ahora lo sabía. O mejor dicho, era delicada, tal vez demasiado para su propio bien. Por eso mismo ahora intentaba cubrir su cuerpo de forma concienzuda. No le gustaba el aspecto que tenía. No le gustaba que la miraran y sintieran pena por ella. Pero era inevitable, y lo odiaba. 

La joven se encogió y dio un paso atrás, sobresaltada cuando el hombre se acercó a donde ella estaba, pero mantuvo su mirada firme, sin alejarla. Ahora que lo decía, la pierna le dolía especialmente. Pero no fue eso lo que la asustó, sino el hecho de que hubiera mencionado la palabra, "vampiro". - Así que también sabéis de la existencia de esos... seres... -Musitó, intentando que la voz no le temblara, pero sin conseguirlo. - No va a pasarme nada, ¿verdad? No me convertiré en un monstruo o algo por el estilo... Si es así, acabad conmigo, os lo ruego. No creo que pudiera soportarlo. -Notaba cómo los ojos se le llenaban de lágrimas, pero había decidido no llorar más en frente de aquel hombre, así que los frotó con la manga derecha, y volvió a mirarle. - Mejor que sea un licor fuerte, o de lo contrario no puedo aseguraros que me quedaré quieta. -Finalmente, salió de detrás de la silla y se aventuró tímidamente a recorrer la habitación con la mirada. Era bonita y confortable, y desde luego, mucho más lujosa de a lo que estaba acostumbrada desde hacía un tiempo. Estar en el exilio no era compatible con una vida lujosa, precisamente. 

Una vez la botella había llegado, se la arrebató al joven de forma casi inmediata, y dio un largo trago. Mala idea. En cuanto el licor comenzó a bajar por su garganta, casi pudo sentir como ésta ardía. Comenzó a toser de forma abrupta, pero siguió bebiendo con avidez al notar aquellas manos, extrañamente cálidas, tocar su piel desnuda. Era incómodo. Se sentía avergonzada, pero sobre todo, asustada. Traumatizada, más bien, por lo que se encogía y temblaba mucho más de lo que ella misma deseaba. Su estómago tenía varios moratones y arañazos, algunos de bastante profundidad. También habían marcas de colmillos en lugares que ni siquiera recordaba que aquel monstruo había tocado, aunque no es que le extrañara. Gran parte del tiempo se lo había pasado inconsciente. Poco a poco, todo aquello comenzó a dejar de importarle, y una agradable sensación de liviandad sustituyó lo que antes era dolor y pesadez. ¿Era ese el efecto que tenía el alcohol en las personas? Si así era, tampoco resultaba tan terrible. Notaba que flotaba, que nada importaba, y se sentía curiosamente contenta por un motivo que no llegaba a identificar. Los dedos que antes le producían temor, ahora le hacían cosquillas. Siguió bebiendo como si no hubiera un mañana, y sólo se detuvo cuando el muchacho le quitó la botella para verter un poco sobre la herida, gimió, y se retorció, pero realmente su cerebro no era capaz de registrar si realmente le dolía. Sus sentidos estaban completamente desactivados.  

E-extraña... No lo sé... Como si estuviera flotando sobre una nube con la brisa acariciando mis mejillas... Es... agradable... -Cerró los ojos, dejándose llevar por aquella sensación. Ya nada le dolía, y la habitación le daba vueltas. De pronto comenzó a reírse, pensando para sí misma por qué demonios antes estaba tan deprimida cuando existía algo tan maravilloso en el mundo como era el licor. - Hey, me haces cosquillas... -Murmuró arrastrando las palabras, incapaz de articularlas bien. La lengua le bailaba. - ¿Quieres un poco? Es bastante bueno. Hace que todo lo demás deje de ser importante... -Volvió a decir, removiéndose a causa de la incómoda postura. Pero a medida que el otro trabajaba en su herida, el dolor volvió a aparecer, de forma que acabó gimoteando, y riéndose a intervalos, incapaz de distinguir qué era qué. Pronto el mundo se volvió negro, y acabó quedándose dormida.

****

Horas más tarde despertaría, cubierta en sudor, y con un terrible dolor de cabeza. Apenas recordaba nada de lo sucedido, pero al ver sus heridas tratadas supuso que el joven la había estado curando incluso después de ella haber caído inconsciente. Miró a su alrededor, intentando que su visión se adaptase a la oscuridad circundante. A un lado se topó con la silueta dormida de Höor, que tenía la botella casi vacía en una mano, y una toalla blanca en la otra. Casi le pareció cómico. Dejó que su mirada vagara por la habitación, deteniéndose en cada detalle... Pero al pararse en la ventana, lo vio. Una sombra. Aquella sombra. El terror se apoderó de su alma, de su cuerpo, y dando un salto se bajó de la cama. Estaba tan mareada que perdió el equilibrio, pero no le importaba, ni eso ni el dolor de los puntos frescos de su pierna. Necesitaba salir de allí. Ese monstruo estaba en la ventana. Estaba segura. Y la estaba mirando. Llegó al baño y se encerró dentro, colocando la cabeza entre las piernas y llorando desconsoladamente. No. No ¡No! No podía ser. Pero juraría que era cierto. Aquella sombra se parecía demasiado. Había venido a por ella. Sólo la había soltado para volver a atraparla. Y volvería a pasar por todo aquel calvario. Estaba asustada, aterrorizada. Tenía ganas de escapar, pero estaba paralizada, lo único que era capaz de hacer era abrazarse a sí misma y mecerse mientras susurraba: - No... No por favor... No... No quiero... No por favor... No puede ser... -Una y otra vez, como si fuera un mantra.Aléjate de mi... Déjame... Ya no puedo... Por favor... Por favor... -El ataque de pánico hizo que su respiración se agitara. Estaba mareada, y demasiado confusa como para comprender que lo que había visto, no era más que su imaginación.
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Mensaje por Höor Cannif Vie Sep 22, 2017 4:47 am

Abrí los ojos de golpe al escuchar los gritos de la joven, sollozaba mientras suplicaba a alguien que no la tocara de nuevo. Apreté los dientes alzándome del sofá, mi mano sobrevoló la distancia que me separaba de la bastarda.
Con un rápido gesto el acero silbo, atrás dejé la vaina mientras caminaba a grandes zancadas hasta el baño, lugar donde al parecer el vampiro la había acorralado.

La desfachatez del inmortal no gonococia parangón viniendo por ella donde estaba yo, le iba a meter la espada por el culo y después abriría su pecho en canal sacando su corazón de cuajo al muy hijo de puta.
De una patada abrí la puerta de madera noble que cedió ante mi fuerza golpeando contra la pared lateral.
Mis pardos buscaron al intruso por todo el servicio mientras mantenía la espada en alto dispuesto a hacer frente al enemigo, allí no había nada, la ventana era diminuta y con rejas...nunca hubo nadie.
Bajé la espada dejándola apoyada en el lateral de la pared y caminé hacia una dama derruida, asustada que sollozaba abrazándose a si misma.
-Shhhhh -susurré dejándome caer a su lado.

Mi brazo rodeó su cintura y de un tirón la subí sobre mi a horcajadas rodeando su cintura con mi brazo para consolarla.
Su cabeza se hundió en mi cuello, estaba aterrada, temblaba como una hoja a punto de que el viento del otoño la tumbara.
-Estamos solos, nadie va a hacerte daño -prometí acariciando su pelo suavemente mientras mi camisa se llenaba de lagrimas.
Curtido en batalla no me caracterizaba por la sutileza de mis actos, pero con nadie estaría esa mujer mas segura que conmigo.

No se el tiempo que permanecimos en el suelo, abrazados, solo se que poco a poco su respiración se fue calmando y cuando elevó la mirada me limité a ladear la sonrisa contemplando los océanos de su rostro. Como una tempestad intentaban encontrar calma en mi mirada.
-Katya, nadie va a volver a ponerte una mano encima, te doy mi palabra. Se que tu linaje no procede de campesinos, deduzco que eres de la nobleza o alguna familia con apellido, os escoltaré hasta vuestro hogar, os dejare a salvo allá donde debéis estar.
Yo solo estoy de paso en París, asuntos de estado, pero en mi país la guerra se recrudece y mi acero es necesario.

La ayudé a ponerse en pie, recoloqué mi abultada hombría mientras me fijaba en su pierna, su muslo no sangraba, la fiebre había bajado, sin duda se estaba recuperando bien de las heridas.
-Menuda borrachera cogiste ayer -dije ensanchando la sonrisa mirándola con picarda - ¿tienes hambre? Seguro que la de recepción puede conseguirte un vestido, te invito a cenar así me enseñas tus dotes soportando un buen vino -bromeé guiñándole un ojo tratando de quitar hierro al asunto.
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Mensaje por Irïna K.V. of Hanover Vie Sep 22, 2017 6:40 pm

Sentía el cuerpo pesado, tremendamente pesado, casi como si en lugar de haber estado dormida hasta hacía poco, hubiese estado corriendo por el bosque o algo semejante. La sensación de ojos que la miraban, de un aliento gélido sobre su rostro, de aquella voz honda, cargada de malas intenciones, resonando por su cabeza. Era como si la pesadilla que había vivido se estuviese repitiendo de nuevo, una y otra vez, en un bucle sin final, y lo único que ella podía hacer era esperar hasta que llegara el siguiente golpe, adivinar dónde golpearían los puños, o dónde se clavarían los colmillos o sus garras. Casi podía imaginarlo, la certeza de no ser capaz de escapar, de seguir todavía maniatada... De hecho, las muñecas le dolían. Y estaba tan fuera de sí que no era capaz de darse cuenta de que ella era misma quien se estaba dañando, al clavar las uñas en su carne, con los ojos apretados con fuerza. Las lágrimas seguían fluyendo, y la súplica continua que salía de entre sus labios no se detenía. Es como si estuviese en trance, como si el pánico y el terror se hubiesen apoderado de su cuerpo y de su alma, y se negaran a soltarla bajo ningún concepto. Ni siquiera se dio cuenta de que Höor había entrado al baño... Al menos, hasta que sintió la calidez del cuerpo ajeno pegado contra el suyo. Sólo entonces, a tientas, abrió los ojos, para darse cuenta de que lo que la había sobresaltado era simplemente una sombra, y que ella ya había escapado de aquel infierno.

No sabía si era a causa del alivio, o simplemente por desaparecer la tensión sobre su mente y cuerpo, pero al aceptar el abrazo que le ofrecía el noble, sus lágrimas no sólo se detuvieron, sino que comenzaron a caer con más intensidad. Por primera vez desde hacía días, volvía a sentirse segura. Ya poco o nada importara que fuese a manos de un desconocido. Jamás podría agradecerle lo suficiente el apoyo que le estaba brindando, primero por sacarla de aquella situación en la que intentó atentar contra su propia vida (aunque a rastras, y sin su consentimiento); y segundo, por ofrecerle palabras gentiles y tranquilizadoras cuando más las necesitaba, y a pesar de que no tenía ninguna obligación para con ella, ni para ayudarla. - Él no está aquí... ¿verdad? Ese maldito... monstruo... Gracias... Gracias... Gracias por salvarme... -Murmuró sin soltarse. El calor humano era agradable, y a pesar de lo mucho que se había opuesto antes a que la tocara, ahora casi lo prefería. En lugar de dedos fríos que sólo la tocaban para lastimarla, aquel toque era gentil, a pesar de la brusquedad de sus acciones. Ahora estaba convencida de que no quería hacerle daño. Cuando ya se hubo tranquilizado, suspiró largamente y se separó del hombre, con las mejillas coloradas. - Lo siento... No sé qué es lo que me ha pasado... Creía que... yo... Bueno, supongo que no importa... -Honestamente, no estaba preparada para hablar de ello. No ahora. Se levantó lentamente, un poco mareada, y se apoyó contra la pared para luego clavar la mirada en la ajena, y sonreír lánguidamente. 

Supongo que debí decir de antemano que nunca antes había bebido. Al principio fue agradable, pero ahora la cabeza me está matando. -Dijo encogiéndose de hombros inocentemente. Para ser la primera vez no creía que hubiera sido tan terrible. Aquel ataque de ansiedad había sido ocasionado por el trauma, y no por efectos residuales del alcohol. O al menos, eso quería creer. - Y la verdad es que sí, me estoy muriendo de hambre. Creo que fue hace una semana la última vez que probé bocado. -Justo antes de ser secuestrada, en el baile en el que se había reencontrado por casualidad con Danna. - En cuanto a lo de escoltarme a mi hogar, olvidadlo. Yo... ya no tengo un sitio al que volver. -Después de todo, la muerte de sus padres era su culpa, ¿quién querría una reina cuyas manos estaban manchadas de sangre? Ella no la había provocado directamente, pero sí había hecho enloquecer a aquel que llevó a cabo semejante acción. No merecía un trono, ni una casa, ni mucho menos el respeto de nadie. Eso era lo que el vampiro había conseguido: convertirla en una don nadie. Justo lo que se había propuesto. Pero no tenía fuerzas ni ánimos para pensar en qué iba a hacer con su vida a continuación. Y mucho menos, con el estómago vacío.

Cuando ambos estaban con aspecto más presentable, bajaron al restaurante integrado en el hotel. Irïna, sintiéndose fuera de lugar, se contentó con un zumo de naranja y un panecillo, pero estaba demasiado avergonzada como para probar bocado, así que esperó a ver qué hacía el joven, antes de decidir que iba a hacer ella misma. El camarero se la quedó mirando con expresión rudamente lasciva, y entonces fue consciente de cómo el mundo la seguía viendo, a pesar de que su aspecto era mejor que la noche anterior. Inconscientemente, trató de abrazarse a sí misma para cubrirse, hasta que el hombre se alejó de la mesa, y ella dejó escapar un suspiro de alivio. Quería salir de allí, o que la tierra se la tragase. Ahora que no tenía nada, ¿cómo iba a hacer para pagarle a Höor por semejante muestra de amabilidad? Había atendido sus heridas, y la había consolado, además de haber salvado su vida y ahora ofrecerle alimento. Dudaba que no fuera a pedir nada a cambio, y ahora no sabía qué hacer para compensárselo. Sentía el estómago cerrado, por lo que simplemente dio un sorbito al zumo. Le sorprendió lo bien que sabía. 
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Mensaje por Höor Cannif Sáb Sep 23, 2017 4:12 am

La doncella me agradeció lo que había hecho por ella, quizás en su mundo no fuera habitual que un extraño te ayudara de forma desinteresada, pero yo no era cualquier hombre y algo me decía que tampoco ella cualquier mujer.
Ladeé la sonrisa la ver sus mejillas tintarse de carmesí, mi cultura y el sexo eran una, los vikingos vivíamos en libertad sexual, mientras para el resto parecía un tema tabú. Las mujeres de París iban cubiertas hasta los tobillos con esos aparatosos vestidos, francamente nunca comprendí eso de que perdían la honra si un hombre las tomaba ¿yo creía que el honor estaba en otro sitio y no precisa en los genitales.

Tras un baño, nos vestimos y bajamos a tomar la cena al restaurante del hotel. Pedí que nos sirvieran una copiosa comida, ella decía estar muerta de hambre y yo era de buen comer.
-Tu, los ojos a la bandeja -gruñí al camarero al sentir que la doncella se sentía intimidada.
El pobre tipo no sabia donde meterse, bajo la mirada y tras servirnos los platos de pasta, carne y dejar una botella de vino y pan se largó de allí algo intimidado.
No lo culpaba, quizás el mango de la espada que sobresalía de la vaina enganchada al respaldo de la silla por los correajes acobardaba un poco.
-¡Come! -le dije Katya empujando un plato de carne hasta ella.

Ella apenas jugaba con el pan y bebía un poco de zumo como si eso bastara después de no haber comido en una semana.
-¡Come! -volví a instigarla -por favor -intenté usar unos modos algo menos rudos -tienes que recuperar fuerzas para que esas heridas cierren.
Le llené la copa de vino empujándola también hacia ella.
-Te ayudará a tranquilizarte, ademas, de negocios se habla con alcohol en el cuerpo -bromeé llevando mi copa a los labios relamiendolos después.
-Dices no tener donde volver, sin embargo no aparentáis ser una campesina ¿me equivoco? Fuere como fuere, no importa los motivos que te han llevado a abandonar tu hogar o los motivos que te fuerzan a no volver a este. Algo me dice que estas metida en un buen lio, no voy a abandonarte a tu suerte, no durarías en esta jungla ni dos días sin mi.
Te ofrezco un lugar que puedes llamar hogar, tendrás que endurecerte, el norte ademas de sus largos inviernos y gélidas temperaturas es complicado, vivimos en guerra..pero si aceptas me encargaré personalmente de convertirte en una mujer a la que nadie podrá volver a pisar jamás.
Será duro, entrenaremos con las primeras luces del alba pero te aseguro que la próxima vez que esgrimas el acero no sera para llevarlo a tu cuello.

Mis pardos centellearon al hundirse en sus azules, esperaba sinceramente que considerara mi propuesta, mis intenciones no tenían dobleces, todos necesitábamos aferrarnos de vez en cuando a algo, yo estaba ofreciéndole eso, una oportunidad.
Apuré mi copa y me serví otra para empujar el trozo de carne que había metido en ella.
-Joder, que hambre tengo -dije ladeando la sonrisa mientras la miraba fijamente.
-¿Eres de París? Yo viví aquí un tiempo, mis hijas nacieron en esta misma ciudad.
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Mensaje por Irïna K.V. of Hanover Sáb Sep 23, 2017 7:48 pm

A medida que lo escuchaba hablar y pasaba tiempo con él, comenzaba a comprender un poco mejor tanto su forma de ser, como el motivo por el que se comportaba siempre de forma tan ¿bélica? Dibujó una sonrisita cuando la defendió ante el camarero, y casi se carcajea cuando le dijo que comiese como si más que ser un desconocido, se tratara de su mismísimo padre. Era curioso, pero a medida que pasaba el tiempo, se sentía más y más cómoda, y el suceso de hacía apenas unos minutos, cuando perdió el control de aquella forma, se iba convirtiendo en un simple recuerdo. Al final iba a resultar que aún le quedaban las fuerzas necesarias para reponerse. Sorprendente resultaba la capacidad de adaptación que aquellos años huyendo continuamente la habían hecho desarrollar. La joven reina siguió bebiendo el zumo a sorbitos, intercambiando miradas entre el rostro ajeno y el plato de carne que le había tendido, como tratando de pedir permiso. La verdad es que el visionado de tan suculento alimento le había abierto de nuevo el apetito, pero recordaba el protocolo a la perfección, para su desgracia, y eso la hizo quedarse esperando hasta que el hombre comenzó a comer primero. Sólo entonces, la joven tomó el tenedor y el cuchillo y cortó un minúsculo trocito que se llevó grácilmente a la boca. El rostro se le iluminó por completo. - ¡Está delicioso! -Exclamó, cortando otro trozo, y después otro más, visiblemente menos nerviosa. Las miradas furtivas del resto de comensales de la sala comenzaron a dejar de molestarle tanto. Estaba acostumbrada a ser el centro de atención, aunque no le gustara, y aunque en aquella ocasión, fuera por un motivo completamente distinto.

Después, sopesó sus palabras, pensativa, tratando de decidir si aquel plan le sonaba plausible o no. Por un lado, sabía que sería la opción más sencilla si lo que pensaba era en seguir huyendo de su destino y sus obligaciones, pero no podía imaginarse a sí misma viviendo en un lugar que sonaba tan terrorífico, ni tampoco creía que fuese buena idea imponer semejante carga a un hombre que, por lo visto, ya tenía incluso hijos. No, ahora a ella le tocaba reconstruir su propia vida, y o bien recuperar lo que le pertenecía, o afrontar un nuevo camino. A solas. - Si os digo la verdad, vuestra oferta suena tentadora. Demasiado tentadora, de hecho, pero no puedo aceptarla. Y vos tampoco deberíais ofrecer tanto a alguien que acabáis de conocer, por mucha pena que os produzca... Hay... gente horrible ahí fuera, os lo aseguro. -Dijo, encogiéndose en el asiento. Muchas de las cosas terribles que le habían pasado eran fruto de haber confiado en gente que no debía, bien fueran antiguos supuestos aliados del reino, o amigos propios, como Rhaegar. La realidad era clara: todos estamos completamente solos. - Y bueno... si tengo suerte todo ha acabado... Han conseguido que pierda mi lugar en el mundo, así que tal vez me dejen en paz de una buena vez. Así que no se preocupe por mi, ya habéis hecho mucho por una completa desconocida. No tengo forma de pagaros vuestra amabilidad. -Apartó el vino sin haberlo probado, considerando que necesitaba un poco más de tiempo hasta que volviese a probar el alcohol. 

Vuestros hijos son afortunados por tener a un padre tan amable. A pesar de que fuisteis bastante rudo al principio, creo que ahora comprendo que no es más que la forma de ser de los norteños. Siento haber reaccionado tan bruscamente antes. Ahora me siento avergonzada. -Se disculpó, y dibujando una leve pero sincera sonrisa, retiró el plato, aún medio lleno, recostándose sobre el asiento levemente. - Estoy llena... -Musitó, para luego plantearse si debía o no responder a su pregunta. Decidió que ya no importaba, así que dijo la verdad. - No, yo nací en Escocia, aunque me marché de mi país hace unos dos años, y tras un tiempo yendo de un lado a otro, acabé instalándome en París. No había venido nunca antes, aunque sí he estado en Moscú, o en Berlín. -Dos años. Exactamente dos años y cinco meses desde que se marchara al exilio, para así evitar ser asesinada. Y sus enemigos todavía la perseguían. Además, ahora que Lorick y ella se habían separado, no tenía forma de conocer las noticias acerca de lo que sucedía en su nación. Pero ya no podía volver. Ahora sabía que su simple existencia fue la causa de que los reyes, los mejores monarcas que vieran el país, hubieran muerto. No podía perdonárselo. 

- ¿Has visto eso? ¡Qué mal gusto! Tiene heridas visibles por doquier, ¿creéis que se las habrá hecho él? O quizá sea una de esas... "mujeres". -La voz, acompañada por una carcajada, fue audible desde la mesa más cercana, y eso sí la hizo reaccionar, dibujando una mueca de incomodidad. Era evidente que lo habían dicho a propósito. Y lo último que ella quería era causarle problemas al hombre por tenerla por acompañante.

- Creo que sería mejor si me marchase. No me importa lo que digan de mi, pero que os miren a vos por encima del hombro por estar en mi compañía... -Dijo en voz bajita, cruzando las manos sobre las piernas y agachando la cabeza, en un gesto de sumisión que había aprendido a usar cuando alguien la reprimía. Era un tanto nostálgico, pero no le traía muy buenos recuerdos. Quería levantarse y marcharse de allí, pero no deseaba llamar la atención aún más de lo que lo estaba haciendo. 
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Mensaje por Höor Cannif Dom Sep 24, 2017 8:24 am

La dama rehusó mi oferta, quizás con acierto, el norte no estaba hecho para todo el mundo. Mis ojos se hundieron en sus azules, aseguraba no tener donde ir y sin embargo había convertido París en su hogar pese a ser extranjera.
No iba a rebatirle cual debía ser su camino, si quería escuchar el sermón, de seguro si procesaba la fe cristiana, en la catedral se lo darían con gusto.
-Os deseo lo mejor Katya, sea a donde sea que os lleven vuestros pasos -dije con sinceridad.

Cada uno elegía su camino y si algo había aprendido en los últimos tiempos es que en ocasiones para ser feliz el camino tenia que bifurcarse en algún punto.
-Si alguna vez necesitáis de mi ayuda, tenéis un amigo en el norte, id a Akershus y ademas de bienvenida seréis protegida.
Ella sonrió agradecida, sin duda esa mujer tenia todavía muchos fantasmas que enfrentar, muchas guerras que batallar, algunas las perdería, otras quizás las ganaría, pero mientras fuera fiel a si misma las cosas no tenían porque irle nada mal.

Tomé con rapidez el cuchillo de mi bota y sin mirar prácticamente lo clavé en la mesa contigua donde un hombre con bastante falta de tacto aunque de seguro hacia gala de tener muchos mejores modales que los míos hablaba estupideces sobre la mujer que me acompañaba.
-No debería molestaros tanto lo que opinen los ignorantes, menos aun los bocazas -aseguré sin despegar mi oscura mirada de la ajena -dicen que son los que antes pierden la lengua.

El hombre acobardado se levantó de la mesa, un reguero de meado cubría el suelo y mojaba sus pantalones mientras su esposa asustada me llamaba bárbaro.
-Con mucha honra apunte´alzando la copa a modo de brindis antes de vaciarla por completo entre mis labios.
Los dos se largaron con el rabo entre las piernas, es lo que suele pasarles a los cobardes que se meten en una afrenta.
-Coméis una mierda -dije señalando la comida que apenas había tocado del plato.
Por suerte yo había dado buena cuenta al resto de manjares servidos y a diferencia de ella me había quedado completamente saciado.
-¿Paseamos? Hace buena noche y por lo que sé, mañana se separaran nuestros caminos.

Mi brazo rodeó su cintura mientras nos perdíamos por las calles de París, reíamos conversando de cosas banales, sin importancia ciertamente, así era mejor, no inmiscuirnos en los asuntos del otro a fin de cuentas solo eramos dos extraños que coincidieron en momento y espacio.
Mañana yo buscaría de nuevo a su majestad y de no dar con ella al día siguiente partiría hacia mis tierras, no podían prescindir mis hombres tanto tiempo de mi acero.
-Os daré un consejo si me lo permitís, no se cuantas cosas os han pasado en la vida para desconfiar a simple vista, pero no lo hagáis. Yo tiendo de primeras a pensar bien de los demás, sus actos son los que los convierten en mis enemigos y no la idea preconcebida.

La Catedral de Notredame tocaba la media noche, ladeé la sonrisa divertido.
-¿que queréis hacer? Por esta noche puedo convertirme en vuestro bárbaro personal y llevaros a beber, bañarnos en la playa, un campamento gitano...
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Mensaje por Irïna K.V. of Hanover Dom Sep 24, 2017 1:13 pm

Pudo comprobar nuevamente, con aquella acción por parte del hombre, que poco o nada le importaban las opiniones ajenas, ya que concedía mayor importancia a lo que él creía correcto, y aquel caso, era defenderla a ella de palabras tan hirientes y malsonantes. Tuvo que poner su mejor esfuerzo para no ponerse a reír a carcajadas al ver la expresión en las caras de los que los rodeaban, y especialmente, en la del hombre que ahora, avergonzado, huía con el rabo entre las piernas. Por un momento se preguntó cuán sorprendidos estarían aquellos que la conocían si adoptara una actitud más parecida a la de Höor. Si fuera capaz de decir en voz alta todo aquello que se guardaba para sí por temor a provocar un conflicto, probablemente muchas de las situaciones en las que se había visto envuelta no habrían ocurrido. Si más que actuar con sumo cuidado y cierta cobardía, lo hubiera hecho poniendo todas las cartas sobre la mesa y enfrentándose de forma directa a quienes se oponían a ella, todo habría sido diferente. Claro que ahora era tarde para siquiera plantearse cambiar de forma de ser. Muchos de sus problemas ya tenían solución, y otros eran demasiado complejos como para que eso fuera bastante para solucionarlos. Asintió con una sonrisa ante los buenos deseos pronunciados por el joven, y con una leve reverencia le mostró el respeto que le guardaba, no sólo por haberla salvado, sino también por haberse convertido en un aliado, aunque él todavía no lo supiera.

Cuando salieron a pasear, Irïna pudo darse cuenta nuevamente de lo sencillo que era entablar una conversación con él, a pesar del choque cultural que existía y que se expresaba en sus personalidades, radicalmente opuestas. Al principio ella trató de separarse al caminar, muestra de su apuro y vergüenza. Nunca le habían permitido ir al mismo paso que un hombre, y además, no estaba acostumbrada a pasear por sitios tan concurridos sin su usual escolta. Pero a medida que hablaban de cosas triviales, su amor mejoró, y la distancia a la que caminaban también se redujo. Luego él la tomó por la cintura, algo que no le gustó, así que lo apartó de un manotazo, pero sin dejar de reírse. - Para haber vivido antes en París, no parecéis muy versado en cuanto a lo que dictan las normas de comportamiento en público. ¿Qué dirían si alguno de vuestros subordinados os viesen? Recuerde cómo nos veían antes en el restaurante, por favor. No deseo que os busquéis un problema por mi culpa. -Dijo para luego proseguir hablando de otros temas menos importantes y superficiales. Hablaron de otros países, de paisajes, e incluso discutieron acerca de los lugares europeos que tenían la mejor clase de comida. A pesar de lo banal de la conversación, ésta estaba logrando hacer que su humor cambiase completamente. Se sentía segura, arropada por la calidez ajena, y la familiaridad con la que aquel hombre se dirigía a ella. Recordó la época en la que se hacía pasar por otra para poder así experimentar lo que era una vida normal. Nunca se había sentido tan segura de sí misma como por aquel entonces.

No llegó a responder a su pregunta, ya que al girar en una esquina, pudo ver la inconfundible figura de Lorick en la distancia, y lo que era peor: él la había visto aún también. El peso de la realidad volvió a golpearla de lleno. El peso de las responsabilidades que había decidido dejar atrás sin consultarlo con nadie, y especialmente, sin esperara a oír la opinión del guardia real, que comenzó a avanzar en dirección a ambos. Demasiado confusa, y sin estar realmente preparada para enfrentarlo todavía, hizo lo primero que se le ocurrió, que fue tomar de la mano a Höor y salir corriendo a toda prisa, tirando de él, y huyendo de aquel que los seguía. A su espalda, el hombre gritaba: "¡Irïna! ¡Majestad! ¡Deteneos!", pero ella fingió no ser capaz de oír nada, y simplemente siguió corriendo. Por suerte, conocía mejor las callejuelas de París de lo que él lo hacía, así que no tardaron mucho en perderlo de vista. Entonces, se detuvo en seco y soltó la mano que aún agarraba, con las mejillas encendidas por la vergüenza y el esfuerzo. - Lo siento, perdonad mi grosería, pero no sabía qué otra cosa hacer para lograr despistarle. -Se disculpó, para luego sopesar sus opciones.

Lo que antes le había dicho la había hecho pensar. Sí, era cierto que ella tendía a desconfiar de los demás por norma general, y antes incluso de saber nada de ellos. No podía evitarlo, la habían traicionado más veces de las que recordaba, así que se le hacía difícil simplemente aceptar las buenas intenciones ajenas como tal. Incluso en aquellos momentos aún seguía preguntándose si Höor no acabaría pidiéndole algo como pago por haberla ayudado. No es que no tuviera motivos para pensar así, pero quizá se estaba excediendo. También había personas que la seguían apoyando a pesar de todo. ¿Se estaba precipitando en sus decisiones? No podía negar el shock que le había supuesto saberse la culpable (indirecta) de la muerte de sus padres. Pero dudaba que éstos se sintieran orgullosos de su decisión de abandonar todo. Si habían dado su vida en lugar de la de ella, no lo habían hecho para que escapara de su destino, que abandonara todo por lo que ellos también habían luchado. Si bien era cierto que ella nunca quiso reinar, tampoco deseaba que el reino acabara siendo destruido por aquellos que negaban las reformas iniciadas por su padre. Quizá lo más lógico era volver, luchar nuevamente por lo que era suyo, por lo que sus padres habían muerto por proteger. No sería fácil, ni podía asegurar que no trataría de volver a rendirse, pero hacerlo sin intentarlo hacía que la tortura llevada a cabo por aquel monstruo hubiera surtido efecto. ¿Cómo pensaba seguir por un nuevo camino, tener un nuevo comienzo, si ni siquiera podía poner en orden los muchos asuntos que seguían estando en el aire?

Pero antes de eso, había algo que tenía que hacer, ahora que su resolución parecía estar cambiando. Más que nada, porque en gran parte, había sido gracias a él. - Tengo que deciros algo... y es que, a pesar de la bondad que me habéis mostrado, os he mentido. -Dijo con cabeza gacha, para luego alzarla rápidamente y clavar su mirada azul en la ajena. - Hace una semana fui secuestrada y torturada por un vampiro que alguien a quien yo "traicioné" contrató para hacerme recordar algo que había olvidado. Y es que la muerte de mis padres, no fue un accidente. Sino un asesinato. Yo fui quien debió haber muerto en aquel acto de venganza, pero sobreviví. Así que el culpable ideó otra forma para destruirme, una que incluía hacerme recordar ese hecho, y así lograr que me derrumbase. Lo consiguió. De haber estado a solas me hubiera quitado la vida, sin siquiera haberme parado a pensar en las consecuencias. Pero ahora, ya no puedo hacer eso, y en parte es gracias a vos. -En algunas partes de su discurso tuvo que pararse para limpiarse las lágrimas. Las heridas, tanto las físicas como las emocionales, seguían siendo demasiado recientes. Pero había decidido saldar sus deudas antes de dar su siguiente paso, fuera el que fuese. - Mi nombre es Irïna Elsbeth Katya of Hannover-Sutherland, y soy la única heredera al trono escocés, y por tanto, la actual reina de Escocia. Os ruego que disculpéis que me haya presentado tan tarde. -Declaró, para luego realizar una grácil y perfecta reverencia.Un placer conoceros.
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Mensaje por Höor Cannif Lun Sep 25, 2017 5:13 am

“Majestad” Enarqué una ceja cuando la joven tiró de mi mano para salir huyendo de la presencia de ese tipo que parecía conocerla a la perfección.
Yo no era de los que huía, mas esta vez me dejé arrastrar por ella, quizás porque necesitaba una explicación.

Nos detuvimos en uno de los callejones, su respiración entrecortada chocaba voraz contra mi rostro, mis pardos se fijaron en sus azules, mi gesto era serio en ese momento, no me gustaba que se me tratara de necio y aunque era obvio, incluso lógico, que no me contara de buenas a primeras quien era, si esperaba algo mas de confianza tras los momentos vividos.

La joven no se contuvo en esta ocasión empezó a hablar ante mi atenta mirada, aseguraba haberme mentido, supongo que impulsada por la historia que me narró a continuación.
-Creo que os equivocáis en lago majestad, si vos no estáis muerta es porque isa lo han querido los dioses. En vez de pensar en que vuestros padres han muerto por vuestra culpa, deberíais plantearos que ambos han dado su vida por vos.
Soy padre, creedme si os digo que derramaría hasta la ultima gota de mi sangre por proteger la vida de los míos.
Descargar vuestra furia contra quien cometió el asesinato, la venganza no es en el fondo tan mala ¿no creéis? -pregunté ladeando la sonrisa.

Quizás yo era demasiado bélico, había vivido desde que nací blandiendo armas, había convertido el acero en mi bandera, en mi sendero, en el norte los ríos eran carmesí por la sangre derramada de los norteños.
"Mi nombre es Irïna Elsbeth Katya of Hannover-Sutherland, y soy la única heredera al trono escocés, y por tanto, la actual reina de Escocia. Os ruego que disculpéis que me haya presentado tan tarde."

-Joder, durante todo el viaje he estado preparándome la reverencia para vos -bromeé con un deje divertido revolviéndome el pelo de la nuca con la mano con aire distraído -cree que puedo a estas alturas ahorrármela ¿cierto? -pregunté dejando escapar un par de carcajadas.
-¿y que hacéis en París? no pretendo ofenderos, mas si yo fuera Rey estaría luchando por mi gente y no escondido como una rata sollozando por mis desgracias.

De nuevo pecaba de sincero pero yo no tenia dobleces, era rudo en mis actos y decir lo que pensaba nunca fue para mi un problema.
-Quizás mis formas no os gusten majestad ¿pero creeríais mis palabras si solo sirvieran para endulzaros las orejas? Para mi la verdad es el camino, a veces sera escarpado porque escucharla no os gustará, en ocasiones apenas un prado lleno de amapolas pues os elogiara.
Conmigo si algo tendréis ademas de lealtad, serán promesas certeras, palabras sinceras con un significado real.
Vine a París en busca de vuestra alianza, reconozco que estaba nervioso, no veía el modo en el que vos y yo pudiéramos encajar..sois...-ladeé la sonrisa -una dama y yo un guerrero curtido a base de golpes.
¿Qué necesitáis de mi mi señora? Yo soy consciente de que para pedir antes hay de ofrecer.
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Mensaje por Irïna K.V. of Hanover Lun Sep 25, 2017 7:26 pm

En efecto, de haber pensado más en cómo sus padres se hubieran sentido de haberse visto cumplidas las ansias de venganza de Rhaegar, probablemente sus vidas también hubiesen cambiando para mal. Al final, perder a alguien dolía lo mismo para todos. De estar vivos, sabría lo que le habrían dicho, y es que se alegraban sinceramente de que ella no hubiera salido herida. Porque esos eran los sentimientos que guardaban todos los padres, y si ella misma hubiera dado gustosamente su vida por salvarles, no había duda de que ellos habrían hecho lo mismo. Lo sabía, lo sabía pero el peso de la culpabilidad, de los recuerdos, que eran ahora tan recientes, la habían debilitado demasiado como para pensar con claridad. Había ido de un extremo al otro, de la ignorancia a la locura, y ante la falta de capacidad para afrontar sus problemas, se había ido por la única vía que se le ocurrió. No estaba orgullosa. De haberse quitado la vida todo estaría perdido, y el sacrificio que habían realizado sus padres no hubiera servido para nada. El reino se habría visto privado de las mejoras que sus planes de reforma implicarían, y también de un líder verdadero, aceptado y respetado por todos. El pueblo estaba con ella, siempre lo estuvo, y ella casi traicionó su confianza con sus acciones. No es que nadie hubiera podido reprochárselo, en realidad, en muchos aspectos, Irïna seguía siendo una niña. Su madurez era más apariencia que otra cosa. Aún necesitaba la protección de alguien más poderoso y sabio que ella misma, de un padre, pero se dio cuenta de este hecho cuando ya era demasiado tarde. 

Pero de nada servía llorar lo perdido e ignorar lo que estaba pendiente todavía. Rendirse jamás debería ser una opción, especialmente no para un monarca, porque no es únicamente su vida la que estaba en juego, sino también la seguridad de todos aquellos que esperaban su regreso. Por eso, aunque las palabras de Höor la hirieron especialmente, y la hicieron dibujar una mueca, no pudo contradecirlas. Había sido una cobarde, pero para eso, también tenía un motivo. - Lo creáis o no, yo nunca quise que nada de esto ocurriera. Desde el fallecimiento de mi padre, muchas voces críticas se alzaron en contra de mi reinado. A pesar de que nuestro país no tiene ninguna ley en contra de que las mujeres reinen, no son pocos los que piensan que no tenemos las capacidades necesarias para llevar un país, por ser mujeres, o por el hecho de hacerlo solas. En ese momento ya estaba en edad de casarme, pero supe que mi padre no querría que cediera mi cargo a un marido simplemente por las apariencias, así que me negué. Eso enfureció a muchos, ya que consideraron que si no era capaz de despojarme de esa vanidad no era apta para ser reina. -Hizo una pausa, encogiéndose de hombros. Todavía pensaba que su actuación fue la correcta, pero nunca imaginó el desastre que aquello provocaría.

Comprendí pronto que la razón por la que querían que me desposara con un noble, era para que éste interrumpiera los planes que yo quería y quiero llevar a cabo, que son una extensión de lo que mi padre quiso en su día. Yo no trabajo para los nobles, ni para el clero, ni para satisfacer las necesidades egoístas de ninguno de ellos. Mi deseo es trabajar para el pueblo, garantizar su prosperidad, y convertir Escocia un lugar en el que destaque la igualdad por encima de todo. -Sus ansias de conocimiento siempre habían sido algo que respondía a aquel sueño. Si la ignorancia de aquellos que gobernaban a otros no iba a cambiar, ella lo haría, y así apoyaría al pueblo llano, los que realmente llevaban a sus espaldas el peso de levantar el reino. 

- Evidentemente, la realeza no quería que les quiten sus privilegios, y el clero se negaba a dejar que sus tierras, inutilizadas, fueran cedidas a los campesinos para fomentar el autosustento y crear más puestos de trabajo. Mi padre los mantuvo callados durante su reinado, porque a pesar de pensar lo mismo que yo, tenía alianzas poderosas, y el poder de un ejército que lo obedecía. Era un gran Rey, mejor de lo que lo fue su padre, que supo mantener firmes sus ideales y acallar a las voces críticas. Yo no contaba ni cuento con esa clase de poder. -La chica lo miró a los ojos y sonrió tristemente. - No puedo contar cuántas veces se atentó contra mi vida después de eso. Muchos culpables eran encontrados y ajusticiados, pero muchos otros se salvaban y continuaban intentándolo. Yo no me detuve. Sabía que lo que estaba haciendo era lo correcto... Pero eso no los detuvo. Si amenazarme a mi no funcionaba, entonces amenazarían lo que más me importaba... 

Aún podía recordarlo, los muchos desastres que comenzaron a suceder uno tras otro. Incendios que destruían hectáreas y hectáreas de terreno cultivado por campesinos. Acusaciones falsas con testigos comprados por los pudientes. El país se sumía en un caos, y ella no podía hacer nada para controlarlo. - Comenzaron a poner en peligro la vida y la subsistencia de los ciudadanos. Hubieron asesinatos, incendios que dejaron muchísima tierra fértil totalmente desierta, y muchas tramas para acabar con simples padres de familia. Buscaban que el pueblo se alzase contra mi. Pero como no lo hizo, los ataques se volvieron cada vez más y más violentos. El Consejo me dijo que debía marcharme, al menos hasta que las aguas se calmasen. Las reformas se suspenderían de momento, hasta que yo consiguiera trazar alguna estrategia o aliarme con la nobleza de otros países con ideas afines. Y luego, regresaría. -La joven se sentó en el suelo, de pronto se sentía demasiado cansada. Tenía tantas cosas en que pensar, tantos cabos por atar. ¿De verdad sería capaz de regresar ahora? ¿Cambiaría eso algo? 

- De un modo u otro acabé aquí. Los sicarios me seguían encontrando allá donde iba, pero la situación del país se normalizó. Así ha sido desde entonces. -Ahora venía lo que era probablemente más importante y apremiante, y lo que podría significar un pacto entre ambos. - No os pediré que compartáis mis ideales, o que me ayudéis en la lucha, ya que creo que eso es algo que debo hacer yo misma, con mis propias fuerzas. Pero sí que necesito algo, algo que me ayudaría a decidirme de una vez por todas a volver y recuperar las riendas de lo que mis padres murieron protegiendo. Necesito un barco. -Dijo inclinando la cabeza en una leve reverencia, haciendo más formal la petición. No tenía por qué responderle positivamente, después de todo, ya le debía la vida, incluso si se negase no tendría forma de pagarle. Pero aún así lo pidió. - A cambio, aceptaré la petición que me hagáis, siempre y cuando ello no implique poner en peligro a los más débiles, a aquellos que quiero proteger a toda costa, a mi pueblo. -Sus palabras, solemnes, realmente sonaban como los de una auténtica reina. Sólo entonces, volvió a sonreír. Sus ojos brillaban de nuevo.
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Mensaje por Höor Cannif Mar Sep 26, 2017 4:23 am

Escuché el inicio de su relato, entendía que las cosas se le hubieran complicado, a fin de cuentas apenas ante mis ojos podía ver a una niña. Su cuerpo era de mujer, una mujer muy bella, pero seguramente sus padres, por amor, la abrían mantenido en una burbuja que tras su muerte se quebró.
Al parecer aquellos que la aconsejaban supusieron que la dama seria fácil de manipular, desposarla con un noble que sirviera a su propósito seria mas que suficiente para relegarla a la nada y ante su negativa, vieron sus planes truncados y empezaron los atentados.
-No necesitas un hombre para reinar -aseguré -no dejes que te quiten tus ideales, es cuanto tienes...son justas tu intenciones, te debes a tu reino y tu gente merece ser libre de la tiranía de los nobles y el clero.
Mi gente muere, el rey del norte los exprime a diezmos, viola a las mujeres, arranca del brazo de sus madres a niños que trasforma en monstruos en soldados perfectos sin conciencia.
Yo lucho por un norte libre, moriré con el acero en la mano, haz lo mismo.
Rodéate de guerreros, lucha con acero contra las palabras de esos que recurren a dañarte a través de las sombras.
Dales caza, muerte y libera a tu gente del pesado brazo que los oprime, pero para eso has de endurecerte, nadie gana una guerra sentada en el trono de su palacio y menos aun desde tierras extranjeras, has de volver y dejarles claro que no les temes, que pueden intentar matarte tantas veces como quieran pero que lo único que hallaran con ese acto es su muerte.

Me aseguró que no iba a pedirme que ganara sus batallas, ciertamente en eso tenia razón, yo podía apoyarla pero las batallas le tocaba lidiarlas a ella, al menos en lo que se refería a la corte.
Un barco fue cuanto me pidió, pero eso me hizo ladear la sonrisa sin mas, vi su ingenuidad y negué con la cabeza.
-¿Un barco? Pensáis majestad aparecer en vuestras cortas con un barco, apearos allí y caminar hasta palacio para simplemente decir “hola, he vuelto”

Me eche a reír a carcajadas, de nuevo las formas me perdían, pero es que las cosas no funcionaban así, eso era algo que yo sabia muy bien.
-Cuando vuelvas han de darse cuenta de que no eres esa niña asustada que partió de Escocia, demuestra que vuelve una mujer contra la que nada podrán hacer. No necesitas solo un barco, necesitas varios barcos y un ejercito sobre ellos.
Cuando llegues a palacio tómalo por la fuerza, nadie va a extenderte una alfombra roja si no es el acero el que baña las tierras y las tiñe de carmesí.
Para alcanzar la paz, a veces es necesario vivir en guerra...lucha por los tuyos, solo así tu pueblo será libre.

Ladeé la sonrisa clavando mis pardos en los ajenos.
-Jamas os pediría nada que pudiera dañar a vuestro pueblo, como jamas aceptaría nada que dañara a los míos.
Dicho esto, os pido libre transito por vuestro país, hemos descubierto que Randulf esconde en vuestras tierras algo que nos pertenece, un objeto mágico que a sacado de tierras norteñas y que oculta, deseo el permiso de la reina para poder buscarlo y enfrentar el ejercito de Randulf sin ser condenado por vos a la muerte por luchar en vuestras pertenencias.
Quizás necesite que me ofrezcáis en alguna ocasión alojamiento para los míos y yo mismo.
Akershus es vuestro hogar, espero me abráis las puertas del vuestro una vez sea reconquistado ¿que me decís?
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Mensaje por Irïna K.V. of Hanover Mar Sep 26, 2017 9:42 am

Sabía que sus palabras iban a sonar ingenuas a oídos de alguien que había vivido una situación de guerra, que había luchado con la fuerza de las espadas, y entre ríos de sangre. Pero ella era diferente. Quería hacer las cosas de forma diferente. Sabía lo mucho que podía perderse en el escenario de una guerra. Sí, probablemente marchar con un ejército y tomar lo que era suyo por la fuerza sería la opción más lógica, pero también era la más fácil, y aquella que pondría en peligro el mayor número de vidas. ¿Cómo iba a recuperar la confianza del pueblo, si su primer acto tras tantos años de exilio era desatar una guerra ante sus narices? Eso sería como faltar al juramento que hizo cuando tuvo que postrarse para recibir la corona, apenas cuando aún tenía diecisiete años y nada sabía del mundo. No. Había muchas más formas de librar batallas. La política, una política como la suya, como la que ella quería llevar a cabo, no se ganaba derramando sangre inocente. Porque, ¿quiénes eran los que, al final del día, morían en las guerras? Los nobles observaban desde sus castillos, mientras hacían que sus vasallos lucharan por ellos, y la Iglesia contaba con el apoyo de la Inquisición, cuyo poder se extendía por desgracia hasta el último rincón del mundo. Para no perderlo todo de forma definitiva, su ejército tendría que ser mucho más grande que aquel de que podían disponer todos ellos. Y eso, en aquellas circunstancias, no era posible. Debía ganarse el favor de aquellos que aún no sabían por qué bando decidirse, y la única forma de hacerlo era mostrándoles que podía hacer las cosas de forma diferente. Que era lo bastante valiente y decidida como para arriesgar únicamente su vida sin poner en peligro la paz del reino. Eso era lo que creía.

- Sabía que nuestras opiniones iban a diferir en ese punto, pero no puedo hacer las cosas tal y cómo las sugerís. La guerra trae desgracias para todos, pero especialmente para los más débiles, que son, al fin y al cabo, quienes acaban sufriendo las consecuencias. Si me fui precisamente para evitar un daño mayor, ¿cómo podría volver desatando un desastre? Esa no es la forma en que mi padre hacía las cosas, y yo tampoco quiero, ni deseo hacerlo así. -La joven suspiró. Comprendía que en el norte las cosas funcionaran de forma diferente, pero presentía que, al final, el objetivo que ambos tenían era exactamente el mismo: conseguir que aquellos que ahora sufrían, oprimidos por las clases más altas, vivieran mucho mejor. Pero ella no podía conseguir ese objetivo por la fuerza. Primero, porque no tenía los medios necesarios. Y segundo, porque ese nunca había sido su deseo. - Si fuera con un ejército para reclamar algo que ya, por derecho, es mío, estaría dándoles la razón a las voces críticas que decían que no era la heredera real, o que solamente un escocés de sangre pura debería ser el Rey. ¿Qué pasaría si los indecisos tomaran esas palabras como ciertas? Entonces todo estaría perdido de verdad. Se iniciaría otra revuelta para elegir a un nuevo rey, y la gente sufriría de nuevo. -Irïna agitó la cabeza, rememorando lo terrible de las situaciones vividas hasta junto antes de su partida. - No puedo permitir eso. Ahora hay una paz relativa que se mantiene a duras penas, armar revuelo sólo causaría el efecto contrario. 

La joven se levantó del sitio en el que estaba sentada, para luego apoyarse en una pared, sin dejar de mirar fijamente al hombre. Tenía razón en muchas cosas en las que decía, pero no podía compartirlas. Mas no iba a decirle si aquello estaba mal o no. No era fan de aquello de "el fin justifica los medios" pero no era quien para criticar ese pensamiento. A veces para conseguir grandes cambios en la sociedad se necesita mano dura. - Como bien habéis dicho, mis ideales me definen, y a pesar de haberme rendido en más de una ocasión en lo que a aplicarlos se refiere, nunca me había planteado dejarlos de lado. Sé que lo que creo, en lo que creo, es lo mejor para el futuro del reino, a pesar de que aquellos que ahora viven en riqueza no sean capaces de verlo. Es sencillo imaginar por qué, su ignorancia no les permite comprender que si la riqueza de todos aumenta, su poder será mayor, y a la vez, el del reino en general. Nuestras rutas comerciales mejorarían enormemente, así como el poder adquisitivo. -Ella se había pasado toda su vida aprendiendo, estudiando, pensando, para trazar planes que pudieran conseguir ese objetivo con el mínimo de sacrificios. Pero en cuanto los que tenían más escuchaban la palabra "igualdad", inmediatamente pensaban que eso se equivalía a convertirlos en pobres. ¿Qué tenía de malo ceder tierras que no se usan, con el fin de sembrar más producto que luego pudiera venderse? Todos ganaban. Pero el verbo "quitar" o "ceder" no era bien recibido. - Así que si voy a palacio, será únicamente respaldada por gente de confianza, por aquellos que me han apoyado incluso desde el exilio, y con la verdad por delante, presentándome con la cabeza alta igual que lo he hecho ante vos. -Ahora sí, dibujó una sonrisa sincera, y avanzó un paso para quedarse frente a él.

- Lo que me pedís es más que lógico, si es algo que os pertenece debe volver con los suyos. Al igual que vos me habéis dado un lugar en el que reposar y descansar, además de atender mis heridas, mi reino gustosamente os abrirá las puertas siempre que estéis en apuros. Extendió la mano para estrechársela, sin dejar de sonreír, ahora un tanto divertida. - Por mi parte sólo queda decir, trato hecho, y que os deseo tengáis suerte con vuestros planes para con el norte. Espero que vuestro pueblo aprecie los muchos esfuerzos que estáis haciendo por él, aunque estoy segura de que así será.



Última edición por Irïna K.V. of Hanover el Miér Sep 27, 2017 4:37 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Höor Cannif Mar Sep 26, 2017 12:23 pm

La escuché mirándola fijamente, quizás yo no comulgara con sus métodos, quizás porque en el norte con política a ninguna sitio llegaría, no cuando un rey loco ostentaba el poder, un asesino que masacraba a su gente.
El idioma que conocía era el del acero, yo había sido forjado con fuego, pero valoraba que esa mujer que ahora se alzaba ante mi me explicara todo aquello que pensaba sin titubear.

Asentí clavando mis pardos en sus azules, esa era su decisión y ni una coma de su discurso estaba dispuesto a cambiar aunque no comulgara por completo con sus ideas.
Había veces que la fuerza era el único modo de sembrar la paz pero deseaba sinceramente que mediante la palabra, ella consiguiera que sus ideas se llevaran a cabo.
-Agradezco majestad que me ofrezcáis vuestra fortaleza como propia, no olvidaré que un día la Reina de Escocia me mostró un camino diferente al del acero.
Del mismo modo quiero que sepáis que si tras usar la lengua, si alguien os la quiere cortar, tendréis mi espada a vuestra disposición, creo que vuestra causa es justa, sois una gran mujer.

Esta vez si clavé mi rodilla en el suelo, quizás porque si lo merecía, porque ante mi veía una reina dispuesta a todo por proteger a su pueblo.
Bajé la cabeza para mostrarle mi respeto antes de alzarme ante ella con una ladeada sonrisa.
-Supongo que nuestros caminos se separan aquí..vos deberíais volver con ese hombre, parecía preocupado y yo..iré a la taberna a beberme unas jarras y calentarme antes de volver al lecho.
Dado que ya os he encontrado y que creo que mi servicio no os es necesario, mañana partiré hacia el norte, nada me ata ya a esta ciudad.

Tomé su mano depositando un beso en su dorso con suavidad a modo de despedida.
-Espero no olvidéis a un guerrero que aunque haya resultado rudo en sus actos nada os ha dicho con intención de ofender o molestar si no de abriros los ojos a otra realidad.
Luchad hasta que la palabra sea tan afilada como mi bastarda, algo me dice que tarde o temprano ostentareis la corona sobre vuestra cabeza. Tenéis a vuestra disposición mi barco si deseáis que os acerque a vuestras tierras antes de volver a las mías, de querer permanecer mas tiempo en París, un cuervo bastará para que os mandé una embarcación cuando la necesitéis, os juro que no os olvidaré.
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Mensaje por Irïna K.V. of Hanover Miér Sep 27, 2017 4:57 pm

Había llegado el momento culmen de aquel destinado encuentro, el de la despedida. Agradeció sus buenos deseos y realmente esperaba que todo saliera como ella quería. Pero aunque no fuera así, aunque Escocia no la recibiera con brazos abiertos al principio, estaba convencida de que su discurso tendría el poder para cambiar las cosas. Incluso si moría en el intento, luchar por algo que sabía que era justo, era el mayor honor que nadie podría garantizarle. Todo cuanto quería, era garantizarle al reino que había heredado de sus padres, aquellos que dieron la vida en su lugar, un futuro mucho más brillante que el presente que ahora vivía. Para ello se esforzaría porque las cosas cambiaran, y porque aquellos que se negaban al cambio, por miedo e ignorancia, se dieran cuenta del error que estaban cometiendo. Y haría todo eso con la fuerza del diálogo, y sobre todo, con los apoyos de aquellos que aún le eran leales. Además de nuevos aliados, como el joven que tenía frente a sí, quien le había dado el empujón que necesitaba para decidirse a terminar su vida en el exilio y comenzar la reconquista de su trono, de su nación, de sus sueños e ideales. Ahora, no se rendiría. Todo lo que había sufrido, la tortura, las mentiras, el dolor que había experimentado, la habían cambiado. Y aunque aún no estaba totalmente recuperada, sí que se sentía mentalmente mucho más fuerte. Sí, era hora de regresar. Era hora de afrontar su camino nuevamente.

Vivió con cierta incomodidad aquella reverencia tan formal. Realmente no había vivido tanto como reina como para acostumbrarse a algo como aquello. Por suerte, no duró mucho, y aunque comprendió que era un gesto de respeto, no tardó mucho en decirle que no era necesario. - Sí que hay algo que quiero pediros, y es que no volváis a inclinaros así ante mi presencia. Vos me habéis visto en uno de mis peores momentos, tales formalidades no son en absoluto necesarias. Como ya imagináis, los títulos y las diferencias sociales son algo a lo que me opongo. Para mi, un monarca no es más que aquel quien debe dar la cara frente al pueblo, por el pueblo, para protegerlo y hacerlo crecer. Como un padre que observa a sus hijos desde la distancia. O una madre, en mi caso. -Bromeó, sujetando la mano ajena levemente, después de que éste se la besara. - Tened cuidado en vuestra lucha. Tenéis una misión, y es justa, pero nunca olvidéis que hay dos niños esperando por vuestro regreso. Ningún hijo está preparado para experimentar la pérdida de un padre, y mucho menos siendo tan joven. 

Antes de voltearse para mirar a Lorick, que finalmente los había encontrado y caminaba para llegar hasta ella, le dio un rápido y espontáneo abrazo a Höor, algo que para ella sí que sellaba su amistad, la unión de sus destinos y de la lucha en común por hacer del mundo un lugar mejor. El guardia real frunció el ceño, y procedió a cubrirle los hombros con su capa. Era sencillo imaginar lo que estaba pensando, y eso la hizo sonreír. - Gracias por todo. Estoy segura de que volveremos a encontrarnos. -Dijo antes de comenzar a caminar en dirección contraria, firmemente custodiada por su escolta, tras ejecutar una leve reverencia a modo de despedida. Al girar la esquina, el hombre y la mujer se perdieron entre la muchedumbre. - ¿Por qué has tardado tanto? Tenemos muchas cosas de las que hablar... -Le dijo la joven a Lorick, con el semblante serio a diferencia del que tenía antes. 

Una semana más tarde, Höor cumpliría con lo prometido, cediéndole una embarcación que Irïna y los suyos comenzaron a cargar con víveres y todo el equipaje necesario para el viaje de regreso a Escocia.





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Irïna K.V. of Hanover
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Realeza Escocesa
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