Escritos con sangre.

por **Tamzin Cavendish** Mar Sep 19, 2017 10:01 am

Una llama nace de un delicado y frágil dedo femenino, la piel permanece pálida, no se quema, ni ennegrece, se mantiene tal cual, joven, suave, mucho más mortífera de lo que manifiesta su delicado estado natural. Esta se acerca al tabaco enrollado en papel encendiéndolo. Uno de sus más grande placeres humanos, uno que se permite disfrutar pocas veces, siempre a solas. El tabaco enrollado se acerca a los labios delicados de la mujer… una suave calada es dada y después de un sutil “toque” al tabaco, el humo del cigarro emana de los labios después de aquella calada. El vicio se creado al continente asiático, un ofrecimiento del emperador a probar nuevas costumbres a Alfonso aun cuando era humano, un libertinaje que su consejera adoptaría con un agrado descarado.

Curiosamente no mal visto por el género masculino en aquel singular continente, lo contrario en el viejo mundo que la vio nacer. Siempre oprimidas y juzgadas, pisoteadas y denigradas… pero ello no duraría para siempre.

El vicio se ha aferrado desde que Alfonso ha dejado de ser mortal –Si vienes a sermonearme con tus conflictos internos de buena princesa puedes ahorrártelo– la princesa simplemente respira profundamente a los lejos mirando como la punta del cigarro arde alumbrando la obscuridad de la ventana. La joven noble le mira, cierra los puños un momento y dando media vuelta indignada se traga las palabras yéndose por donde han tocado hace solo unos momentos sus nobles pies.

Una última calada y es aplastado contra la piedra al mismo momento de la llegada de aquel cuervo que hace de compañía de ves en cuando –¿Tu te la follarias?– pregunta acariciando las plumas del mensajero alado –Apuesto que tendríamos que usar el doble de magia que solemos usar en ti para que se te para con la fingida esa– la carcajada no se hace esperar –Ahora dime, ¿Qué me ha enviado mi diosa?–

por **Tamzin Cavendish** Sáb Nov 04, 2017 6:23 pm

La vela tintinea, dejando ver las sombras de los espectros bailar entre la luz y la obscuridad. El susurro de los lamentos llega casi en una briza imperceptible acariciando la pálida piel de la mujer que se encuentra en trance frente a esta misma. El fuerte aroma del incienso llena la habitación mezclándose con las hierbas que aun continúan quemándose en el plato frente a la mujer. Los ojos de la bruja se encuentran completamente blancos, mientras sus dedos cubiertos de sangre y trozos de carne en sus uñas se mueven de una extrañamente rápida por momentos y de forma casi imperceptible en otros entre los restos destripados de un roedor. El susurro de los espíritus se detiene en el canto al instante sus manos se apartan y su cuello se tuerce de una forma mortal. Todo se aleja como si una ventisca se hubiese colado con mucha fuerza.

Un parpadeo y sus pupilas verdosas se quedan atentas a un punto indefinido en el techo –¿Qué has dicho?– cuestiona en un susurro frio y ensombreciendo girando el rostro mirando un lugar que se encontraba vacío –Dile a tu dueña que mas vale no se equivoque o tu y ella lo lamentaran–poniéndose de pie, la cilla se retira como si alquien mas la hubiese movido hacia atrás, la vela se apaga y entre penumbras la puerta es azotada dejando pasar a su señora, los pasos resuenan uno a uno al subir los escalones de piedra desde la fría mazmorra.

Escritos con sangre.

Escritos con sangre.

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