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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Rashid Sayf al Dîn Jue Sep 12, 2013 1:03 pm

- ¿Y como era su primera esposa,mi Señor? -Pierre preguntó con el mismo respeto de siempre, mientras le arreglaba las mangas de la camisa que el vampiro lucía aquella noche. Rashid sonrió ampliamente, un poco divertido por la curiosidad de su mayordomo - ¿Te refieres a la primera de todas? - preguntó levantando el otro brazo para que Pierre hiciera lo mismo con la manga de la mano derecha - Por supuesto, mi Señor - asintió el viejo amigo igual de ilusionado que un niño a la espera del cuento contado por sus padres antes de dormir. Rashid suspiró retirando el brazo una vez que el mayordomo dio por finalizado el arreglo - Era preciosa Pierre...- musitó el vampiro dándole la espalda y observando la fría noche que yacía fuera detrás de aquel ventanal enorme.Los jardines estaban cubiertos plenamente con copos de nieve y aquel color verdoso que daba vida a la residencia ,desapareció con la llegada del invierno - Yamila era poseedora de unos ojos brillantes, tal cual los rubí reflejados por una luz potente. Cada vez que posaba su mirada en algo ,objeto ,persona o edificios ..cobraban vida. Te llenaba de felicidad y energía - Rashid se perdió en la blancura de la nieve que se había depositado a primera hora de la mañana - Y su sonrisa..- suspiró con nostalgia pero sin perder aquella sonrisa soñadora que tanto le caracterizaba - por Aláh te juro Pierre, que no vi nada semejante ...- tomó aire como si ,irónicamente, le faltase - Cada vez que visitábamos alguna ciudad o país, corría de un lado a otro ..observando y analizando todo lo que podía en un tiempo récord. Toda ella estaba llena de juventud....y eso me llenaba -  por unos segundos no dijo nada. En su mente visualizaba a Yamila , fuera de aquellas paredes jugando con la nieve y riéndose de los copos  que acariciaban la punta de su nariz.

Se alejó del ventanal con tranquilidad sin observar a Pierre, el cual se mantenía callado y atento a las palabras del vampiro - Recuerdo que un día me dijo : Habibi ¿por qué no puedo tener hijos?¿Y si Aláh me hizo seca? ¿Me devolverás a mi familia? - el vampiro soltó unas carcajadas volviendo a imaginarse aquella escena llena de ternura - La abracé y le susurré que no iba a devolverla nunca ,que sería mía para la eternidad ...- su sonrisa se apagó bruscamente y el vampiro se vio envuelto en su oscuro pasado - Le prometí todo y no le dí nada.. - se sentó sobre la cama y escondió su rostro con las manos ,volviendo inconscientemente al dolor infernal de aquella noche -Mi Señor, si algo aprendí de usted y sus creencias ...es que vuestro Dios tiene un destino escrito para cada uno - Pierre habló con total tristeza ,pues aquella historia le conmovió bastante y se sintió un miserable por abrir el tema - No Pierre, yo jugué a ser Aláh .Cegado por mi egoísmo y avaricia, soplé vida en algo que ya poseía vida..y eso la mató - sus cejas se fruncieron de tal manera que ambas se unieron ,dándole un aspecto mas serio de lo que ya se mostraba la mayoría del tiempo - Ve a por mi abrigo ,la conversación terminó .Yalla!Yalla Pierre! - el mayordomo hizo una inclinación y salió de los aposentos de Rashid. Cuando se sentía transparente con todos los sentimientos a flote, solía ser borde con la gente que le rodeaba . Creía que así dejaba una huella mas fuerte y masculina pero era todo lo contrario. La única mujer que fue capaz de amar su alma pérdida . La llama del deseo y aquel amor no se desvaneció,ni con los años ni con los siglos.

Rashid se levantó del borde de la cama y carraspeó una vez,con el vago intento de aborrecer todos aquellos recuerdos que le arrestaba la tranquilidad - ¿Puedo saber el motivo por el cual esta usted tan esplendido esta noche? - preguntó Pierre una vez pasando por el umbral de la puerta . Rashid sonrió de repente y le dio la espalda para que el mayordomo le arreglase el abrigo - Voy a conocer a mi prometida ,Pierre. Esta casa necesita un toque femenino y creo que yo también... - solo con pensar en aquella mujer que iba a ser su esposa sonrió con mas destreza. Pierre sonrió también,encantado con la idea - Que tenga una buena noche ,mi Señor y ojala pueda traerla aquí pronto - soltó el mayordomo acompañando al vampiro hasta la puerta.
Rashid salió de la zona residencial con la mente ocupada. Se imaginaba a una hermosa mujer ,con los rasgos musulmanes ,aquellos rasgos que no podían pasar desapercibidos. Sonrió. ¿Que belleza iba a esconder aquella mujer?. ¿Era inteligente?. De seguro que lo era. La familia de la que provenía era una de las mas respetadas de Marruecos. ¿Como era posible de que el vampiro no conociera a una de sus hijas ?. Entre tanto debate y tantas confusiones , el vampiro llegó a la zona de los restaurantes. La había citado allí puesto a que sus padres no quisieron la visita de Rashid por culpa de unos viajes o negocios. Rashid esperó en frente de la puerta, con un porte alto y elegante.
Su emoción era demasiado grande y hasta se podía decir que de algún modo se sentía vivo. Giró el rostro una y otra vez , a la espera de su nuevo destino.
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Mensaje por Nadia Amina Vie Sep 13, 2013 8:02 am

De pie, ante el balcón de la gran mansión observaba ausente la nieve que caía, creando una blanca estampa en el paisaje, mientras las criadas se apresuraban a acicalarla. Un bello vestido blanco como la nieve de aquella noche caía sobre su cuerpo. Suficientemente largo como para no enseñar nada, no obstante, la fina seda revelaba al caminar cada curva de su esbelto cuerpo. El problema que veía Nadia en aquello era las bajas temperaturas en las que se encontraban actualmente, ya que hacia una semana se habían instalado en lo que una vez fue su ciudad natal, y su familia o la que supuestamente lo era, no fueron ni para comprarle ropa de abrigo. Suspiró perdida en sus pensamientos, cuando una de las criadas le pidió que se sentara. Se sentó cerrando los ojos al sentir aquellas manos trabajando con su pelo. Aquellas caricias la relajaban y la sumían en la tranquilidad, pero un estremecimiento la recorrió al comprender que la joven intentaba hacerle un moño.

- No por favor…el cabello libre, no me lo ates - rogó en su lengua materna, sin saber si la criada la entendió.

Por suerte pareció entenderla, ya que dejó que su cabello cayera libre por su espalda. – Gracias – Agradeció Nadia de todo corazón. Ya la habían despojado de todos los derechos con que había nacido y sido criada por sus fallecidos padres, ahora la obligaban a casarse con un desconocido al que lo único que de él le decían era lo que iba a cambiar en sus manos, en la rapidez que toda rebeldía quedaría aplacada por su fuerza…Sumándole a eso algunas que otras amenazas que no se habían cansado de repetirle entre castigos en cuanto desde un principio se negó al matrimonio. Matrimonio que aceptó tras los primeros látigos contra su espalda. Se sentía prisionera de todos y por aquello quizás no quería atarse el cabello, lo quería libre ondeando con el viento. Ahora que se encontraba en Francia y podía enseñarlo, lo iba a aprovechar, nadie le arrebataría los recuerdos y tampoco aquella libertad que anhelaba.

Sin darse cuenta de cuanto tiempo había pasado, se sorprendió en cuanto unos graves gritos irrumpieron en la estancia. Se levantó rápidamente y bajó la mirada al suelo, mientras oía como la voz masculina y la criada hablaban en árabe. No hacia falta escucharles el tono de voz, para saber que hablaban de ella y de aquel vestido como de su cabello. La voz del hombre era abnegada, hasta violenta, poniendo todos los pelos de Nadia en punta. En cambio la criada parecía calmada y tranquila.

- Estáis en Francia…No creo que él espere que su prometida siga las leyes aún aquí. Atraería la atención mas de lo debido, mi señor.

- Quizás si tenéis razón…- gruño el hombre acercándose a Nadia – ¡Vamos! – ordenó cortantemente empujándola poniéndose tras ella – ¡Por Aláh¡ espero que se comporte como debe o le juro que yo mismo terminare con su insignificante vida “infiel” -

Había dejado de hablar en árabe, por lo que Nadia entendió cada palabra y frase. Tras las prisas del hombre, uno de los guardianes que le habían ordenado llevarla ante Rashid en ausencia de su familia, que se había marchado por negocios unos días, asintió echando a caminar con miedo a hablar si quiera. Ese mismo señor, había sido quien en su día mas disfrutó atormentándola. Rápidamente y tras que la criada que les siguió a una distancia prudencial le colocara el abrigo, salieron a fuera donde dos caballos les esperaba. Uno más alto que el otro, ambos caballos de la sangre más pura árabe. Nadia se acercó a la yegua pequeña, la llamada Raxa, una de sus preferidas. La acarició serenándose, cuando fue apartada y subida a lo alto del animal. Fue a quejarse por aquel gesto rudo, cuando se topó con la mirada fría y oscuros ojos de aquel hombre.

- No le hables nunca a un caballo…la pureza de estos caballos esta más bien valorada que tu vida. Ellos son de pura casta y tu… - No hizo falta que terminara la frase para que ella lo entendiera. Ya podían haberla obligado a la religión, sus costumbres, que para ellos siempre seria la hija de un matrimonio infiel.

Ignorando la risa fría que retumbó en la garganta de aquel que la acompañaría a su destino, se encogió dentro del abrigo intentando entrar en calor, mientras los caballos tras que se subiera el hombre, empezaron a caminar, siempre, Nadia por detrás de él. Sin saber donde le llevaría, donde seria la reunión, la primera toma de contacto, se centró en disfrutar del paisaje, ya que tras unas semanas en caso de comprometerse, tendrían que volver a maruecos para enlazar a ambos en un ventajoso matrimonio. Rashid la compraría por un cofre lleno de oro si la aceptaba y aquello, el oro, la riqueza, el poder… era lo que movía a toda su familia musulmana.

No se dio cuenta de que habían llegado hasta que los caballos pararon en seco, delante de lo que parecía un lujoso restaurante. Desde su posición y con la vista agachada, solo pudo llegar a ver una silueta de un hombre que les esperaba en la puerta.

- Salam aleikum – Saludó el guardián de Nadia, bajando del caballo, presentándose ante Rashid.

Al bajar aquel, del caballo, finalmente Nadia quedó al descubierto. Mordiéndose el labio inferior nerviosa, oyéndolos enfrascados en una conversación, no resistió la tentación de subir un segundo la mirada y ver a aquel hombre que pronto seria su prometido. Con la mala suerte de encontrarse con su mirada fija en ella en aquel momento. – Lo siento...- musito apenas con un leve tono de voz, avergonzada y bajando la mirada de nuevo, esperando que no recibiera un castigo solo conocerse y agradeciendo que aquel abrigo que llevaba la cubriera para no tener que darse cuenta de las diferencias tan obvias de uno y otro. Ella era menuda, esbelta, apenas una joven y aquellos ojos con los que se había topado, representaban todo lo contrario. Fuerza, seguridad, valor, experiencia…su prometido era todo un hombre.

En silencio esperó hasta que fuera llamada, temiendo aquel momento sin saber que se encontraría. Su odiada familia le habían dicho tantas cosas malas, denigrantes para ella…que no sabia que esperarse. Tenía miedo pero a la vez curiosidad. Algo extraño la embargaba ya que aquel hombre bien podría ser su mas gran pesadilla o su salvación de los maltratos de una familia que la repudiaba por las culpas de un hijo que les abandonó.
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Mensaje por Rashid Sayf al Dîn Miér Sep 18, 2013 1:43 pm

El frío que hacía fuera era insoportable y no era porque Rashid lo sentía si no porque las calles se vaciaban poco a poco. ¿Vendría su prometida o al igual que los demás humanos , prefería estar al lado de una chimenea?. Ese pensamiento le hizo estremecerse. Deseaba verla, deseaba observarla hasta el amanecer aunque eso significaba sentenciar su propia muerte. Tenía un presentimiento bueno, de que ella era la elegida . Sonrió un poco mas relajado, aunque estaba de lo mas impaciente .
Su inquietud aumentó cuando escuchó unos trotes de caballos a lo lejos. Giró el rostro en la dirección de los trotes. En cuestión de segundos Rashid se deleito con dos hermosos caballos, seguramente árabes, que cargaban con dos personas. Se pararon a una distancia prudente del vampiro y este pudo apreciar que se trataba de su destino. Dio unos pasos al igual que hizo el hombre que trajo a su prometida. El saludo fue formal y Rashid no dudó en responder con el mismo respeto del sujeto - Aleikum Salam.. - en todo momento el vampiro se mostró serio ante aquel hombre. Le daba mala espina, tal vez por su aspecto rudo y carente de inteligencia. Tal vez eran ambas cosas y por no dar vueltas al asunto ,Rashid se adentró en su mente y en los pensamientos del supuesto guardián . Los pensamientos eran cada vez mas inútiles y faltados de respeto ante su prometida y Rashid no pudo evitar cambiar su mirada tranquila por una de desprecio - Supongo  no se presentó  problema alguno en encontrar el sitio. Sé que París tiene muchos callejones ..- empezó la conversación con el guardián totalmente en árabe.

- No se preocupe,Sidi Rashid ..e cuidado muy bien de ...-aquella pausa del guardián fue una gota mas que colmaba el vaso. Le faltaba una palabra o pensamiento mas y el vampiro explotaría delante de tal imbécil. ¿Como era posible tratar de aquella manera a una mujer? . Las mujeres musulmanas eran mal vistas a causa de los hombres que no les daba el trato merecido. Rashid era diferente, cierto era que en un pasado había castigado repetidas veces a sus mujeres pero siempre con un motivo y no por simple placer de hacerlas sufrir  - ella. Mientras esté yo presente no habrá peligro - estúpido humano que se las daba de héroe. El vampiro hizo una mueca ,asqueado tanto por la persona que tenía en frente como de sus palabras - Lo dudo mucho - comentario ácido por parte de Rashid - Pero le agradezco de corazón - aquel corazón que no poseía - haberla traído sana y salva. Retírese, puede dar por finalizada su misión - creyó que aquello bastaba para alejar tan espécimen de aquel encuentro ,el primero encuentro. Se equivocaba , el guardián negó con la cabeza y respondió al vampiro - No, tengo ordenes estrictas de permanecer aquí hasta el fin de la velada - Rashid dio unos pasos mas, acercándose peligrosamente al sujeto . Tocó su hombro con una de sus frías manos y se acercó para susurrar - Te equivocas ,amigo mío. E pagado una buena fortuna por ella ,de echo gracias a mi el negocio de la familia esta prosperando y eso les llena el corazón de alegría. Sería una autentica pena rechazar a la señorita y pedir todo mi oro por un criado impertinente. No te preocupes, yo la llevaré a la residencia sana y salva ..solo espero que no me vuelva a cruzar contigo . Si es así,reza a Aláh hasta el amanecer- dicho aquello se alejó con una sonrisa satisfactoria, tétrica y hasta cínica.

- ¿Se puede saber que esperas? Yalla!Esfúmate de mi vista..- gruñó el vampiro sin asustar a la mujer que ni siquiera pudo apreciarla por el molesto criado. Desvió su mirada a Nadia,el nombre que tanto había pronunciado noche tras noche. ¿Describirla?. No podía describir aquel cuadro tan perfecto con unas simples palabras. Solo pudo afirmar mentalmente que su mirada era dulce ,tierna y con matices suaves.Ella pidió disculpas cuando el guardián se fue y Rashid no entendió porque hizo aquello. La mirada del vampiro era tranquila pero un poco pérdida. Tantas noches se había imaginado y creado aquel encuentro que no podía creer que al fin ella estaba allí, con esa mirada agachada - No..por favor..- por fin despegó los labios para entablar una conversación con ella. La belleza que poseía la joven le atrapó por completo, prohibiendo que este dijese algo.Pero había algo en su mirada,un brillo especial que la hacía única. Dio unos pasos para acercarse a ella ,sin invadir su espacio personal - no pida disculpas - su tono de voz era masculino y aterciopelado hasta tranquilo,algo raro en el . Se quedó allí parado , sin quitarle la mirada de encima . El vampiro no se consideraba como los demás hombres, que no hacían mas que desnudar con la mirada a las únicas personas que tolerarían el comportamiento y los cambios bruscos de ellos:las mujeres. Se dice que aquel hombre que sepa tratar a una mujer como a una princesa significaba que había sido educado por una reina. Este era el caso del vampiro. Sus miradas se encontraron de nuevo y el musulmán sintió humanidad, vida y todo aquello que le faltaba. Era casi idéntica a Yamila. La misma mirada especial, los mismo labios carnosos y el mismo tono de piel poco bronceado que contrastaba con el de Rashid.

Con lentitud , llevó su mano fría a la de ella ,tomándola de la mano con una suavidad exagerada. Temía que en cualquier momento pudiera romperse - Eres preciosa Nadia... - musitó sin apartar sus ojos,los cuales habían sido atrapados por los de ella, de las pupilas de Nadia .Besó el dorso de su mano,apenas rozando los labios y casi suelta un suspiro profundo pero gracias a que cerró los ojos, no lo hizo - Disculpa mi atrevimiento -se disculpó al instante incorporándose pero sin soltar su mano .Tal vez le molestaría aquel contacto visual y físico y por eso pidió disculpas, lo menos que deseaba hacer era incomodarla. - ¿Que te parece si entramos? - ¿que si el vampiro estaba eufórico y de un modo totalmente tonto?.Si y si. Y si Nadia había logrado aquella sensación en el significaba que iba por buen camino.
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Mensaje por Nadia Amina Jue Sep 19, 2013 6:52 pm

En silencio observó y fue testigo de cómo su prometido, asustaba a su guardián, a aquel vil hombre al que temía y aborrecía.  La grave voz de Rashid parecía poder ser muy temida, solo con apenas un gruñido consiguió sacarse de encima al joven siervo sin apenas mas de unas cortas frases.  Esperaba nunca tener que oír aquel tono de voz  por su culpa, aún así contra todo lo que pensaba, se encontró segura. No se asustó de él, ni de su comportamiento con el hombre de su familia. Parecia como si aquel hombre supiera lo cruel que era aquel siervo y de aquella forma la estuviera protegiendo. En cuanto el siervo, decidió que era mejor irse y confiar en Aláh, en que Rashid no tocaría a la joven,  Nadia siguió con la mirada agachada, siguiendo de reojo a la sombra del caballo que se alejaba, hasta que la voz de Rashid interrumpió sus pensamientos, sorprendiéndola. Ahora la voz grave, se había vuelto tranquila y dulce, como si buscara calmar sus demonios; los demonios que su familia le habían metido en su cabeza sobre él.

Oyendo sus lentos pasos acercarse hacia ella, finalmente con suma curiosidad, volteó la mirada hacia él, alzándola. Y se quedó sin palabras.
Aquellos ojos la atraparon sin remedio y sin poder salir de aquel encantamiento solo podía aguardar a que la magia se rompiera o que él la rompiera, castigándola por el atrevimiento de mirarle fijamente a sus penetrantes ojos oscuros. Nada ocurría, él también parecía hechizado, tanto como ella. Debía de apartar la mirada, pero se encontraba ensimismada en ellos. Le era imposible reaccionar. Aquel hombre no la miraba como una posesión, parecía admirarla como si fuera una princesa egipcia. Aquellas jóvenes por la que los hombres pagaban todo el oro de sus arcas solo por verlas desde lejos y deleitarse en aquellas bellezas. Y aquello la halagaba, como hacía dos años nada ni nadie lo hacía. Volvió a mirarle en cuanto el joven acercándose más a ella le tomó la mano, con suma delicadeza, como si de una pluma de cristal se tratase. Al principio se estremeció al contacto de sus pieles. Rashid tenía una piel muy fría, contrarrestando la calidez de la propia. Aquello llamó su atención, curiosidad que enseguida olvidó tras las bellas palabras que le dedicó su prometido, que la volvieron a hacer enrojecer. Y De nuevo se encontró atrapada en sus ojos, en aquella intensa mirada, la que parecía que podía ver mucho más allá de su exterior, como si pudiera leerle el alma. No entendía nada, había jurado que no podría sentir nada de amor por alguien como ella, por un bruto hombre de su religión. Y ahí estaba, sintiéndose pequeña pero a la vez más femenina que nunca.

Manteniéndole la mirada, su prometido le besó la mano, lentamente. Nadia exhalo aire repentinamente nerviosa, no estaba acostumbrada a aquel contacto, desde la llegada a la religión de su fallecido padre, nadie nunca la había tocado, más si no para actos desagradables. Por lo que cuando Rashid dejó de besar su mano, se sintió aligerada. - No hay nada que disculpar…mi señor- Dijo esto último titubeando ante él. ¿Cómo debía llamarle? ¿Sir Rashid? ¿Esposo...Prometido? Nadie le había enseñado que decir en aquellas situaciones.

Esperando no haber metido la pata, asintió a su pregunta, mirándole a lo ojos y sonriéndole ligeramente, para tras aquello en cuanto dieron los primeros pasos, quedarse absorta mirando sus manos entrelazadas. Su madre siempre había sido sumamente cariñosa con ella y padre, aún siendo un poco más regio, siempre terminaba cayendo con ella y su esposa, por lo que fueron una familia muy cariñosa. Así que al sentir aquel contacto, de alguna forma se reconfortó y no dejó que la sonrisa se desvaneciera si no todo lo contrario. Sonrió alegre y tranquila, como si aquel gesto en aquel hombre no hubiera sido más que una señal de sus padres, que era el hombre indicado para ella.

Caminaron hacia la entrada a paso lento, divisando a lo lejos el nombre del restaurante. Estaba en árabe, por lo que aún sin un avanzado conocimiento del idioma escrito, frunció el ceño confundida. – Rashid… ¿Qué lugar es este? – Preguntó con curiosidad, arrepintiéndose al acto. Aquellas no eran formas de hablarle a su prometido y a nadie. Pensando en cómo rectificar, fue sorprendida cuando una joven salió del restaurante con una extraña vestimenta y les habló directamente.

- Sir Rashid – le saludó a él en una reverencia– Madame- le saludó después a ella. – Vuestra mesa les espera -  Les anunció con voz calmada y afable. - Seguidme por favor - Agregó tras la salutación, abriendo la puerta a ambos.

Poniéndose en marcha los tres, adentrándose en el lujoso restaurante con una Nadia siguiendo a la joven tras de Rashid, aún de su mano, pasaron por un pasillo desde donde se veía el lugar y las mesas, con bellos adornos y diferentes ambientes. Nadia no dejó de observar todo con los ojos brillantes. La iluminación, lleno de velas y de lámparas, alumbraban todo el espacioso lugar, mientras los decorados de flores exóticas le daban un punto único y romántico. Sintiendo la mirada de Rashid en ella, le sonrío sin contener su emoción – Hacia mucho que no salía…y este lugar parece único. ¿Ha visto que lámparas y velas? ¿Y las flores? Simplemente únicas – Murmuró con voz dulce, con el rostro iluminado a causa de la iluminación, creando sombras y matices dorados en su blanca piel, siendo enmarcado su rostro por su cabello ondulado que le caía hasta la cintura. – Lo siento, a veces hablo de más de lo que debería – se disculpó al caer en el error de hablarle como si ya fuera un conocido.Tras el inicio, le había parecido un buen hombre…para nada el hombre que le habían dicho que era. Aún así era mejor ir con pies de plomo, no le conocía y lo último que quería era desagradarle.

La verdad era que se notaba la ausencia de su guardián y de su familia, ya que de estar ellos no hablaría, no a menos que se lo ordenasen, como bien le habían enseñado a golpes y gritos. Ahora dependiendo del comportamiento de su prometido podría hacer o no, callar o no... según lo que pasara con él y lo que le dijera. En su fuero mas interno, esperaba poder hablar,llegar a reír y a poder ser conocer un poco más, a quien iba a ser si Aláh y él lo quería, su esposo. Suspiró sonrojándose sola ante sus pensamientos, llegando a lo que parecía ser el mostrador, donde un joven esperaba para acompañarlos a su mesa privada aguardando que llegaran. Y donde finalmente esperaba encontrar donde poder sacarse de encima el abrigo de su cuerpo.
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Mensaje por Rashid Sayf al Dîn Jue Sep 19, 2013 9:05 pm

Por el profeta que el vampiro no vio algo semejante en muchos años de su eterna vida. Era totalmente opuesta a lo que le dijeron . Rashid no podía dejar de observar esos dos mares que estaban ubicados en dos fundas con forma felina que los hacía atrayentes pero a la vez tímidos. Sobre ellos las cejas perfectamente perfiladas no dudaron de transmitir su sorpresa al ver la manera en la que Rashid se comportaba. Y su nariz,bajaba en cascada ,ligeramente chata ,redonda y quizás un poco graciosa. Debajo de ella estallaban de color unos carnosos labios rojos ,a los que con solo mirarlos le transportaba a fantásticas aventuras eróticas. La cabeza estaba cubierta de unos cabellos finos y brillantes ,con unos  ligeros rulos de color negros y tonos marrones.Estos caían a los lados de su cara, otorgándole un aspecto femenino y a la vez sensual. ¡Y por todos los demonios que acechaban en las oscuras noches!..su sonrisa era perfecta. Los labios se curvaron en una pequeña sonrisa de lo mas tierna y Rashid sintió un calor tremendo dentro de su pecho, lo que hace años había bombeado . Por unos segundos creyó que la sangre recorría de nuevo por sus venas y que su propio tacto era cálido. Todo aquello era una ilusión mental que hasta creyó posible. Siguió deleitándose con ella,con su rostro, con su piel fina y cálida. Podría estar así horas, días, semanas, meses, años e incluso siglos. Juró mentalmente y al de arriba que la adoraría todas las noches, la veneraría ,escribiría poemas, besaría los pies de su prometida si hiciera falta .
Su voz rompió el silencio de aquella escena nocturna y Rashid frunció levemente las cejas al escuchar sus palabras - Por favor, Nadia.. - pidió con un tono extremadamente suave pero sin perder aquel matiz masculino y un poco grueso - no me llames señor... - fue como una súplica que broto nada mas ver su pequeña sonrisa. No podía resistirse a tal regalo que el destino le hizo - Puedes llamarme por mi nombre, puedes llamarme como tu corazón lo desee habibta - si,el vampiro estaba loco por ella. Era lo que se dice "amor a primera vista". "Habibta" tenía un significado especial ,era consciente que aquello se decía después de la boda pero el sintió la necesidad de musitar lentamente " mi amor".

- Vamos - en cuanto ella asintió comenzaron a dar unos pasos y no dudó ni un instante en entrelazar sus dedos con los de ella sin llegar a un peligroso apretón . Hizo lo mismo,al igual que ella miró las manos y se sorprendió tanto que incluso creyó que era un estúpido . Hacía tiempo que no sentía ni percibía aquellas sensaciones y sentimientos dentro de el , por eso mismo se sentía confundido y perdido. De nuevo la voz angelical de su prometida le sacó de aquel trance que el mismo había entrado presa de sus pensamientos profundos - Es uno de mis lugares favoritos - contestó con una sonrisa enigmática y apacible - Quiero que te sientes como en casa.. - comentó de nuevo observando la fachada del restaurante. Era el único lugar de todo París que estaba ambientado completamente al estilo oriental del que provenía el vampiro y su prometida. Conocía muy bien al dueño,tanto al dueño como a los demás trabajadores del local. El mismo se ocupó de traer varias personas trabajadoras en su último viaje a Marruecos. Percibió que iba a salir una de las jóvenes para recibir a la encantadora pareja musulmana y sonrió amablemente al verla. La joven se llamaba Samira, era bastante trabajadora pero el vampiro pensaba que se distraía demasiado con la clientela y algunos aprovechaban aquel trato - Salamaleikum ,Samira..un placer volverte a ver - saludó y añado con una sonrisa radiante.La siguieron y el musulmán dejó pasar primero a su prometida y luego entró el.

El restaurante era lujoso, las luces del pasillo iluminaban con determinación y a medida que avanzaban se convertía mas relajante y opaca. Las flores exóticas y los adornos transmitían la belleza de donde provenía el vampiro, la pureza y aquel toque romántico y mágico era todo lo que necesitaba en aquel momento (aparte de Nadia). Rashid posó de nuevo su mirada tranquila en su prometida,curioso de ver como reaccionaría ante tal paraíso. No pudo evitar soltar unas carcajadas al verla tan feliz y sorprendida . De nuevo volvió a pedir disculpas por el simple echo de haberse relajado . En cuanto su risa finalizó,el vampiro le cortó el paso elegantemente pasando una de sus manos por la cintura de ella - No dejes de ser tu misma ,Nadia - le murmuró dando un paso hacía ella,acortando la distancia de ambos - No me molesta que te exprimes, que hables,que te sonrojes...- añadió con el mismo tono suave - no tienes ni la menor idea de lo preciosa y delicada te ves cuando sonríes ampliamente o cuando observas todo el lugar con aquel brillo especial típico de ti..- se permitió el lujo de llevar una de sus manos a su mejilla y con un simple dedo acarició el pómulo volviendo a satisfacer su sed de conquistarla y enamorarla hasta los huesos.

Tras aquellas palabras cargadas de un cariño descomunal, volvió a cogerla de la mano y siguieron a otro joven musulmán hasta la mesa que el mismo reservó semanas antes del encuentro. Era una mesa apartada de todas las demás, una privacidad que a Rashid no le costó nada conseguir . Habían dos sillas cómodas, adornadas perfectamente con el mismo estilo y la mesa poseía dos velas que iluminaban un poco el rincón.En el centro yacía una cesta en miniatura llena de flores pequeñas que aromatizaban el local. Hasta la música era de ambiente oriental, lenta ,armoniosa e instrumental. Rashid soltó la mano de Nadia para quitarle el abrigo pero no lo hizo con rapidez. Mucho antes de llegar a sus hombros, se posó detrás de ella y con los dedos de ambas manos acarició los dorsos de ella formando un lento camino hasta los hombros. La respiración del vampiro estaba acelerada mas de la cuenta .
Cerró los ojos mientras su olfato grababa el aroma de su piel, tan dulce y perspicaz como lo era ella. En un final quitó el abrigo con la misma lentitud ,dejando sus hombros perfectamente delineados al descubierto. Ya no podía mas ,estaba demasiado ansioso por demostrarle cuando le había sorprendido con su belleza y actitud .Besó su hombro izquierdo y dejó que el abrigo cayera lentamente en sus manos. No se percató de que el joven esperaba plantado al lado de el y solo estiró el brazo para entregarle el abrigo. Estaba demasiado ocupado y no deseaba que nadie irrumpiera aquel momento tan sacro y especial para el. Se apartó depositando otro beso en su mejilla y retiró un poco la silla para que ella se sentase, todo un caballero como de costumbre.
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Mensaje por Nadia Amina Vie Sep 20, 2013 4:08 pm

Nada se comparaba a lo que había sentido cuando su prometido le había llamado habibta, “mi amor” en lo que se suponía era su lengua natal. Aquel joven la tomaba por sorpresa, ¿Seguro que era él? ¿No tendría quizás un hermano gemelo? O se trataba de que cara a cara con su familia era un diablo y ahora…con ella, todo un caballero? Suspiró sonrojada asintiendo a su petición, pensando en cómo llamarle. Mon amour. Sí, como su madre llamaba a su padre en las ocasiones que los vio juntos, profesándose cariño y amor. Le miró a los ojos y le sonrío, aún no era momento para llamarle así, por el momento seria Rashid. Solo el tiempo diría si aquel romance, sería como el de sus padres.

Nadia siguió caminando absorta en aquel hermoso lugar, cuando se encontró con el paso cortado, por una mano de Rashid la que fue pasada y abrazó su estrecha y fina cintura. Su corazón tartamudeó ante aquella inusual cercanía, y tan añorada. Mirándole a los ojos, perdiéndose en los ajenos, como si nada mas existiera entre ellos, Rashid acortó la distancia de ambos. Podía jurar oler su masculino perfume, una fragancia, intensa y fuerte pero seductora como los movimientos de su prometido, que intentaban enamorarla y de lo que sin duda estaba logrando. Casi podía sentir las piernas temblar y la falta de aliento que provocó que tuviera que entreabrir los labios y tomar aire. Tras las riñas de su familia nadie nunca la había acariciado de aquella forma o mirarla como él lo hacía, destruyendo cualquier protección que tuviera ella contra el amor.- Así lo haré Rashid - murmuró ella en una dulce voz y una tierna y agradecida sonrisa. En cuanto la mano ajena fue a su mejilla y le acarició el pómulo, no pudo reprimirse y cerró los ojos, suspirando dulcemente, esperando que aquel momento durara más. No obstante, los momentos no siempre son eternos, y aquel dulce gesto duró solo unos segundos, lo que tardó en retirar la mano de la mejilla y proseguir siguiendo al joven musulmán que les llevaba hacia la mesa, tomando de nuevo la mano de Nadia entre la suya.

Cuando llegaron a la mesa, la pequeña Nadia sonrió al descubrir aquel rincón con encanto oriental, un toque mágico lo rodeaba. Se quedó sin palabras y antes de poder articular sonido alguno, ya se encontraba ante su silla, y su prometido lentamente quitándole el abrigo, rozando sus dedos en los dorsos de ella, llegando hasta los hombros. Nadia se estremeció sonriendo ligeramente, sin lograr contener el suspiro que salió de sus labios, delatando así su estado de tranquilidad ante aquellas caricias, dejándose llevar por aquellas manos que le hacían sentir sensaciones desconocidas. Se sonrojó en cuanto le besó el hombro suavemente y terminaba por quitarle el abrigo, entregándoselo al joven que esperó paciente. Ella siguió con los ojos cerrados, no quería abrirlos y encontrarse con el joven musulmán que los había acompañado hasta la mesa. No iba a mirar a nadie más en presencia de su prometido. Tampoco podía, pero por una vez, aquello le salía solo, no quería avergonzarle. Su respiración se aceleró, bombeando su sangre mas rápido, esparciendo su aroma dulce al vampiro. Temerosa de repente de que su prometido, encontrara algo malo en aquel blanco y occidental vestido que llevaba se giró hacia él, encontrándose a medio camino, con que los labios ajenos le besaron la mejilla con dulzura, mientras le apartaba la silla y le ofrecía sentarse.

Nadia aceptó, sentándose con lentitud, esperando que Rashid tomara su asiento frente a ella. Una vez se sentó y sus miradas volvieron a coincidir, la voz del joven los interrumpió, tras volver de colgar el abrigo. - ¿Lo de siempre, mi señor? – preguntó cordialmente a Rashid, aún así sacó una carta, con los platos. – ¿O deseáis que venga más tarde?

- Por favor Rashid… ¿podría ver la carta? – Le susurró Nadia con voz dulce, sin desviar sus ojos de los ajenos. Esperaba que no le molestara su interrupción y su forma de hablarle. Tras unos segundos más con los ojos fijos en él, esbozó una sonrisa ante su contestación y el joven dejó las cartas en la mesa. -  Cuando sepáis que queréis... solo llamadme. Estoy a su entera disposición. Sir Rashid, señorita - Dijo en una reverencia antes de desaparecer y dejarlos solos en aquel rincón del restaurante.

Ante el silencio que se formó, solo roto por la melodía de fondo, Nadia tomó un poco nerviosa una de las cartas con las delicias de aquel restaurante y empezó a releer. Como aún no entendía mucho el árabe, debía de descubrir que era cada extraño plato por las imágenes, más parecidas a dibujos que a otra cosa. Se pasó un rato mirando, consciente de tener la mirada de Rashid en ella, el que seguro debía de estar divirtiéndose observando cada mueca en su rostro. Rostro que pasó a la curiosidad hasta el desconcierto y la confusión. Muchos platos entre si se parecían. ¿Cuál era de qué? Podía ser una pregunta muy necesaria No podía diferenciar que era pollo y que era otra cosa.  Suspirando finalmente alzó la mirada hacia él buscando Consejo - Yo... Como decírtelo sin avergonzarte. El problema que tengo… resulta que aún no me defiendo mucho en escritura árabe y estos dibujos se parecen tanto unos con otros, que no se que elegir, ni discriminarlos entre sí - por no decir que no sabía que era cada cosa - ¿Podrías pedir por los dos? Sinceramente me encuentro pérdida... Por favor prometido - Le llamó sin apenas darse cuenta de dirigirse a él de esa forma -  Tu  consejo siempre será más sabio que guiarme por mi vista e intuición –Comentó sonriendo ligeramente con cierta confianza. Se encontraba cómoda y aún que algo desconcertada por aquel hombre, no podía negar que su corazón no se acelerara cuando le miraba y le sonreía con aquella masculina sonrisa que esbozaban sus labios.

- ¿Que me recomendarías? – Preguntó dejando la carta a un lado, con su atención centrada en él. Oh aquellos ojos… podría pasarse días enteros bajo la sombra de sus oscuras orbes profundas e intensas - O... ¿Qué quieres? – Se apresuró a preguntar, cayendo en que eran los hombres quienes decidían y de haber estado con su familia, se habría mantenido callada en todo momento. Las decisiones, las órdenes, las daban los hombres, las mujeres solo acataban las órdenes y obedecían sin rechistar. Claro que para empezar, su prometido le había dicho que hablara y se expresara… ¿no? Y aquello estaba haciendo. Con cierto nerviosismo esperó por sus palabras, manteniendo una postura relajada, solo la traicionaba el temblor de su mano, la que mantenía apoyada en la mesa. Sonriendo dulcemente, esperó que no se diera cuenta, no quería estropear aquel momento.
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Mensaje por Rashid Sayf al Dîn Vie Oct 04, 2013 12:10 pm

El vampiro sonrió con tranquilidad. Su vestido era precioso,blanco hasta los pies con un escote prudente pero elegante. Toda ella parecía sacada de los sueños mas profundos de Rashid , aquellos en los cuales el creaba a la mujer perfecta para el y para toda la eternidad. Esperó paciente y tras verla sentarse, el aroma impregnó las fosas nasales del vampiro. Carraspeó con disimulo. Era demasiado atrayente ,demasiado oriental y lleno de vida. Temía , en aquel instante el temor se apoderó del cuerpo musculoso y robusto del vampiro. Por eso mismo se apartó con una sonrisa camuflada. Si no fuera por sus años de experiencia vampírica, habría saltado sobre ella de un segundo a otro,clavado sus colmillos con brusquedad y saciarse hasta dejarla sin vida.  Quito su propio abrigo con elegancia ,dejando lucir una camisa negra que contrastaba con el tono de su piel y con el vestido de su prometida. Los primero botones estaban desabrochados ,siempre mantenía un porte serio pero con un eje sofisticadamente rebelde. Estiró la mano y se la entregó al mismo hombre ,agradeciendo en árabe.
Rashid se sentó en frente de ella ,borrando aquellos pensamientos endemoniados de inmediato. No deseaba estropear la velada, para el tenía un significado especial.
Las miradas volvieron a cruzarse y Rashid sintió como si una flecha de plata le atravesara el corazón, por eso mismo le guiñó el ojo divertido. Intentaba relajarla, si ella lo estaba su corazón dejaría de bombear con tanta fuerza y el dejaría a un lado el masacre de Nadia . La voz del mesero le hizo voltear la mirada hacía el - Como bien dijo la señorita, queremos las cartas - contestó tras la interrupción de Nadia. No le molestaba aquello aunque ser interrumpido era algo que detestaba. Con eso podemos destacar que el vampiro le permitía cualquier cosa a Nadia,bueno,no cualquier cosa.
Una vez que el mesero dejó las cartas, comentó de que estarían a su disposición toda la noche. Sonrió como agradecimiento y le hizo una seña con la mano ,confirmando de que se podría retirar.

Rashid tomó una de las cartas ,la abrió por la primera pagina pero no la estudió. Prefirió observar a su prometida que,sinceramente, le divertía con cada expresión de su rostro. El vampiro soltó una risa silenciosa ,dejando a la vista la blancura y la perfección de su sonrisa . Se sentía vivo con ella, sentimiento que hasta aquel momento no lo había vuelto a sentir desde la muerte de sus esposas mas queridas. Bajó la mirada a la carta, no deseaba incomodarla con sus risas . Tanto los nombres como los ingredientes que poseían los platos ,estaban en árabe. Solo habían unos dibujos que se parecían bastante entre sí. Para un extranjero aquello iba a ser un problema . Nadia le habló con un tono tan dulce que el vampiro creyó que en cualquier momento se derretiría . La escuchó atento, sin gesticular ni moverse. Su seriedad ,muchas veces asustaba y por eso mismo mostró en todo momento una pequeña sonrisa, en señal de comprensión hacía ella - Nadia,tengo toda la.. - carraspeó ,casi no se dio cuenta de que delataría su condición así que rectificó con rapidez - el tiempo del mundo para enseñarte todo sobre nuestra cultura - dijo paciente. Increíble, debido a que el era una persona impaciente .
Desvió la vista de ella para posarla en su mano,que temblaba con facilidad. Llevó su mano y la cogió de la mano - Por favor, relájate. No te voy a regañar por nada - confesó acariciando el dorso de su mano. No conocía muy bien el estado de Nadia y porque se ponía tan nerviosa. Tal vez era por el trato del guardián o por su familia, de eso ya se encargaría mas tarde -  Los musulmanes ,princesa, no comemos carne de cerdo - le explicó sonriendo y mirando la carta con atención - ¿Que te parece si pedimos primero entrantes? - preguntó pensativo. No sabía los gustos de su prometida,por lo tanto preguntar no estaría mal. En la comida árabe o musulmana, era imprescindible unos seis o siete platos diferentes . Empezarían por los entrantes, como siempre se suele hacer tanto en Oriente como en Occidente -  Tenemos, Daala que son chuletas de cordero al estilo árabe y Kimron ,langostinos especiales. Créeme que no e probado esto hasta ahora- confesó con una sonrisa divertida - ¿Ensaladas? -preguntó levantando la vista un poco cómico, deseaba lo mejor para su prometida y por eso estaba pensativo. Hurgar en su mente era algo que le serviría pero no iba a hacerlo a no ser que la situación se le fuera de las manos .

- Entonces ensalada no - comentó al ver que ella negaba - Platos principales, los que me llaman la atención son Ichli Köfte,croquetas rellenas de carne de ternera, nuez, un toque a especias típicas, envueltas con sémola de trigo y Oujda,sabroso filete de pollo especiado, con berenjena y pimiento a la plancha con salsa tahina.¿Cual de ellos eliges? - pregunta cerrando la carta . Siguió acariciando el dorso de su mano y volvió a perderse en aquellos ojos ,que en un futuro, serían los culpables de las reacciones inapropiadas del vampiro.  La música del lugar cambió de un momento a otro ,el volumen se escuchaba mas fuerte que antes y eso hizo que el vampiro girara el rostro con el ceño ligeramente fruncido. Se relajó al ver que cuatro jóvenes salieron bailando por el salón . Todas llevaban unos trajes de danza del vientre, típico en las musulmanas y en todo Oriente. Sonrió divertido al ver como bailaban ante el público ,animándoles y compartiendo con ellos la magia del reino Marroquí .
Rashid desvió la mirada y envolvió a su prometida con el brillo de sus ojos. En el rostro de ella había una sonrisa alegre ,impecable y risueña. El vampiro se imaginó como estaría ella en uno de esos trajes,bailando solo para el. Fueron sus pensamientos y la impureza de estos los que hicieron sentir unas ganas enormes de poseerla allí mismo,hacer de su cuerpo un templo.
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Mensaje por Nadia Amina Sáb Oct 12, 2013 11:57 am

No podía quitarle la mirada de aquel que si Aláh y Dios quisieran, sería su prometido. Para nada era lo que habría esperado, si no todo lo contrario. Esperándose encontrarse con un hombre como su tío, como su familia, se encontraba ante un hombre educado, paciente, elegante y serio…todo y que en su justa medida, aquella ligera sonrisa de su rostro delataba una parte de él que debía de estar oculta a los demás, pero que fuera por lo que fuera sacado con la jovencita que frente a él se sentaba. Se fijó en la camisa negra que desabrochados los primeros botones, dejaban entrever lo que debía de ser un musculoso pecho, donde si todo iba bien, esperaba algún día dormirse apoyada en él oyendo la sosegada respiración de su prometido, y como ella segura y protegida, se dormía acariciándole aquella parte de su oscuro cuerpo. Ella era más bien de piel blanca, él de piel oscura, los contrastes serian notorios entre ambos, aún así nada de eso le hacía titubear en su pensamiento de vivir una escena romántica a su lado. Le gustaba soñar y demasiado, lo que tenía claro era que su familia le había metido el miedo en su cuerpo por el simple placer de hacerlo y verla temblar como una cachorrita perdida, desamparada…como lo que era en la realidad.

Cuando Rashid le guiñó un ojo en ademan divertido, no pudo más que sonreírle dulcemente, perdiéndose de nuevo en aquellos oscuros ojos, agradeciendo el que su prometido fuera él y no otro. Se relajó notoriamente, no obstante aún no desaparecía completamente aquella sensación y menos cuando estaba a la espera de la respuesta a sus dudas, y por su mente no dejaban de pasar preguntas, por si se habría sobrepasado con tantas palabras. Era la primera vez que sentía que podía hablar más de lo indispensable con alguien, se sentía viva, feliz, tenía tantas preguntas y tanto que guardaba en su interior que anhelaba contar y expresar. Así como sentía todo aquello, también sentía miedo de lo que su familia le haría si ocurría algo en aquella cena, si le molestaba sin querer con sus palabras o metía la pata hasta el fondo. ¿Cómo luchar contra tan contrarios sentimientos? Volviendo la mirada, sonrió ante sus dulces palabras. Rashid estaba serio, pero aquella sonrisa y voz con la que le  hablaba indicaba todo lo contrario, dando adivinar a Nadia que su exterior era serio y frio, pero en su interior había calidez. – Aprendo rápido…juro no ser un problema para ti, prometido- dijo mirándole de nuevo. Suspirando, exhaló aire recuperándose, en un intento de calmarse, cuando su mano fue tomada por la mano ajena, la que acarició suavemente el dorso de la misma. Nadia cerró ligeramente los ojos sintiendo aquella leve caricia. El ritmo de la inocente caricia era casi hipnótico, relajando su corazón acelerado, sumiéndolo en la calma y tranquilidad.

Solo anteriormente sus padres le habían acariciado de aquella forma, siendo esta la primera vez que alguien daba con el secreto de sosegarla, de relajarla sin necesidad de nada más, solo de acariciar el dorso de sus suaves manos. – Gracias – Susurró apenas dando gracias a que por un instante alguien le diera aquella seguridad y cariño que le negaba su familia musulmana. Él no sabría nada de aquello, pero para ella aquel gesto valía más que las palabras. Le escuchó atentamente, mirándole como observaba ahora él la carta y empezaba a relatarle, traduciéndole cada plato que llevaba. – No soy de Marisco… que te parecen unas Daalas? ¿Ensaladas? – Demasiado tradicional-No me apetecen pero puedes pedir si es tu deseo.

Asintió cuando su prometido le hizo caso negando las ensaladas. Parecía todo demasiado bueno…pero mirándole levantando la vista de la carta con un rostro cómico, hizo que no pudiera más que reír suavemente, cada vez más tranquila en su presencia. Al llegar a los primeros platos, se perdió entre los ingredientes, terminando por escoger lo que más le gustaba. -  Pollo – sonrió mirándole – Lo siento, me perdí en la mitad de tantos ingredientes que tienen estos platos – murmuró mordiéndose el labio, conteniéndose a reír pensando en lo que debía pensar aquel hombre que de leguas lejanas se sentía su madurez, sus muchas vivencias, de ella, una jovencita despistada.

Sonriendo, sintiendo como su mano no dejaba de acariciar en ningún momento el dorso de la suya, sumiéndola cada vez más en un estado apacible, se encontró perdiéndose en su oscura mirada de nuevo, imaginándose en la de secretos que estos guardarían. ¿Por qué buscarse una esposa como ella? Su familia ganaría dinero y apoyo, y Rashid el apoyo de la industria de su familia. Pero aquel hombre no parecía necesitar ayuda ni apoyo de nadie, con solo una mirada podía conseguir lo que quisiera, y si algo ya sabía la pequeña Nadia era que aquellos ojos y la sonrisa de sus finos labios, serian su perdición para hacer lo que él quisiese sin rechistar. Como no morir por los deseos de alguien que te mira como si fueras lo más bello de su vida? Sonrojada por sus pensamientos, encontró el valor de bajar la mirada hacia sus manos que seguían unidas, cuando la música del lugar cambió, entrando en el salón bailarinas bailando la danza del vientre. Aquel baile que la hipnotizaba. En todo momento las contempló risueña y alegre. Una parte de ella se moría de ganas de ponerse un traje y bailar aquella bella danza hecha para seducir y caer en el hechizo de sus movimientos, pero la otra parte entendía que se encontraba en presencia de su prometido y debía controlarse pese a encontrarse fuera del absoluto control de su familia.

Restó unos minutos completamente absorta en aquellas bailarinas. Por un momento cuando una de las jóvenes tomó a uno de los comensales y le sacó a bailar se imaginó a si misma bailando de aquella seductora forma, tentando, seduciendo a Rashid, y los colores volvieron a prender sus mejillas, colorándolas de un bonito color melocotón. Cuando terminaron y la música lentamente volvió a ser la anterior, se giró aún sonrojada y risueña hacia Rashid, sonriéndole tímidamente. – Te enamoran. Sabes? Cuando me vi envuelta en este mundo...- sonrió primero alegremente pensando en lo bello de todo aquel mundo, pero tras los primeros recuerdos, vinieron los malos recuerdos y su mirada por un momento se cubrió por una nube de tristeza, que rápidamente intentó deshacer para no incomodar ni preocupar a Rashid – Fue el baile lo que me dio fuerzas y alegría para superar la muerte de mis padres. El baile me hablaba y me aseguraba que si tenía confianza en mí, si tenía fe… todo cambiaria y volvería a ser completamente …- “Feliz” terminó por pensar sin expresarlo en voz alta al encontrarse interrumpida por el camarero que venía a tomar nota de los platos a servirles.

- Sir Rashid… señora – hizo una respetuosa reverencia antes de hablar – Siento la interrupción, su inminencia tendrá que perdonarnos pero el cocinero anda de los nervios por saber sus platos señor. Quiere asegurarse de hacer sus más exquisitos platos para usted y su invitada. ¿Ya sabéis que vais a comer, señor? -

Nadia dejando que Rashid dijera los platos que iban a tomar y se ocupara él de todo, como correspondía, fijó su mirada en sus manos unidas, quitando de su cabeza todo pensamiento inapropiado para la ocasión y fijándose por primera vez en el contrastes que hacían sus pieles, y lo que le gustaba que le acariciara, dibujando en su rostro una dulce y esperanzada sonrisa.
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Mensaje por Rashid Sayf al Dîn Lun Nov 25, 2013 5:52 am

- Te enamoran...- repitió desviando la vista a una de ellas. Tenía el cabello hasta la cintura y con cada movimiento de sus caderas los rulos de su cabello se movían con gracia. Todo aquel que no conocía la magia del reino Marroquí se quedaba de piedra, por sus costumbres y por las mujeres que al parecer cada vez eran mas hermosas. Desde pequeñas ,las madres se encargaba de enseñarles cada movimiento de la danza del vientre. De ese modo una vez casadas podrían complacer a sus maridos con los giros mas sofisticados y con las ondulaciones mas sensuales . Pero entre esas mujeres musulmanas había siempre un 10% que odiaban la danza y el musulmán no entendía el porque. El otro 90% de mujeres amaba practicar la música, eran capaces de conquistar un mundo entero con ello. Y era cierto, pero la pregunta del vampiro era la siguiente ...¿Nadia era de aquel 10% o del 90%?.  Por arte de magia su curiosidad tanto como su pregunta fue alimentada con la respuesta de Nadia.
Desvió de nuevo sus pupilas oscuras ,observando aquella alegría que le llenaba cada poro de su piel oscura. Sonrió ladino ante sus palabras . Eso significaba que estaba tratando con una amante del baile y eso era agradable. Satisfecho ante las palabras de su prometida, no dudó en demostrar aquello y sonrió ampliamente hasta que el tema que tanto intentaba esquivar apareció en aquella velada especial – Feliz…- terminó la frase de Nadia  en un murmuró suave.  Sus dedos aun acariciaban la piel fina de su prometida intentando apartar los recuerdos nostálgicos de su mente – Nadia..- llamó su atención con una sonrisa sincera –  Juro ante Aláh  que te haré feliz, te conquistaré a cada momento, haré que llueva del cielo diamantes y zafiros ..te daré todo sin reprocharte nunca nada …- declaró totalmente sincero . Si pudiéramos describir al vampiro en pocas palabras una de ellas serían “romántico”, no había persona mas entregada al amor que el –  Protegeré tu vida y acariciaré tu piel con la miel mas dulce del mundo hasta que me convierta en polvo…- finalizó intentando sacarle una de las miles sonrisas que lograron cierta  adicción desde el principio. Era algo normal el tema de la miel entre los amantes y los musulmanes solían hacer promesas y obsequios a las mujeres con cofres llenos de joyas y de miel, en señal de dulzura y amor eterno.

Sus instintos percataron la interrupción por el camarero mucho antes de que este pudiera salir de la cocina. Rashid solo observó a su prometida en silencio, esperando  la llegada de aquel joven con paso tambaleante.  En cuanto se acercó , el vampiro soltó una risa silenciosa ante las palabras del mesero para luego enumerar los platos que unos minutos antes había compartido con su prometida –  Tráenos por favor el té antes de la cena y también hazle saber al cocinero de que confío en sus habilidades culinarias . Espero que no me decepcione ,y menos a mi hermosa prometida – finalizó en un árabe perfecto sin quitarle la vista a Nadia.
Una simple humana, risueña y con el matiz triste en sus ojos logró encarcelar a Rashid desde el primer momento . Siendo un vampiro era un poco ilógico percibir emociones tan fuertes y tan rápido por una persona y mas siendo una humana. ¿Sería que su humanidad seguía intacta?¿ O intentaba encadenar aquel monstruo que llevaba dentro?
-  Tu familia no me comentó nada de  ti ,habibta – habló una vez que la música se suavizó un poco y las jóvenes desaparecieron –  Me comunicaron de que te rebelas contra tu sangre musulmana y que odias algunas tradiciones…- volvió a hablar con suma tranquilidad. No le reprochaba nada, solo se estaba asegurando de cómo iba a ser la convivencia con ella. Y al mismo tiempo planificando el futuro de ella . Una vez que las jóvenes eran entregadas a sus maridos, estos tenían en su poder el futuro de ellas. Aquello dependía de si era de Oriente u Occidente, si las jóvenes no tenían ni la mas remota idea de lo que eran las leyes musulmanas ,sus maridos se encargaban de enviarlas a Marruecos unos meses.  Rashid no haría eso, seguramente le encargaría todo a Nacyra ,una religiosa mujer pero con una lengua venenosa -   Siento mucho lo ocurrido con tus padres..compartimos la misma desgracia – se sinceró esbozando una pequeña sonrisa ,algo nostálgica para una velada tan romántica – Pero no tienes porque preocuparte mas de tu suerte y menos borrar tu sonrisa, Aláh es bondadoso y sabe dar oportunidades a las personas que tienen un corazón puro – tras aquellas palabras cargadas de una devoción impecable ante su único Dios, depositó un beso en el dorso de la mano que estaba acariciando – Te juré el paraíso  y te lo daré aunque tenga que morir en el intento…- aquellos juramentos y promesas eran un poco exageradas pero al fin y al cabo era su futura mujer y para el, aquello era santo.

El mesero se acercó de nuevo con una bandeja en la que había una tetera de metal sin ningún adorno ,llamado en árabe “berrad”y al lado de ella habían dos tazas con decoraciones orientales .  Sirvió primero a Nadia y luego al vampiro. La ceremonia del té de menta era una tradición muy conocida en los países orientales, especialmente en Arabia Saudí y en el reino Marroquí. Una vez servido, Rashid le dio un trago, deleitándose con el delicioso liquido aunque el sabor no era tan acentuado como cuando era humano.El vampiro dejó la taza sobre la mesa y miró a su prometida –  Supongo que tu familia no te enseñó muy bien nuestras costumbres y desconozco la razón . Te dije que te enseñaré con calma todo lo que no te enseñaron ,princesa..- su tono de voz era aterciopelado y tranquilo –  El té de menta,con hierbabuena o moruno se suele servir por las mujeres casadas y en lugares públicos como hospitalidad ante el invitado. Los hombres casados suelen tomarlo antes del desayuno, al mediodía y antes de cenar e incluso cinco veces al día – explicaba con tanta tranquilidad y gesticulaba con tanta elegancia que Rashid pareció perderse en su mundo musulmán. Hacía tiempo que no pisaba sus tierras y por eso le gustaba compartir con su prometida todo lo que sabia – Cuando viajo a Marruecos me olvido de todo. De mi trabajo, de mis negocios incluso de mis responsabilidades.Soy mitad francés y mitad musulman, cuando fuí alli por primera vez renuncié a mi otra nacionalidad y acepté mi religión y ser un musulman.Ese era mi destino...  - guardó silencio unos segundos y atrapó las pupilas de su prometida cariñosamente – No sé si tu familia te contó algo sobre mi …- murmuró pensativo sin abandonar el contacto visual y aquella piel que le envolvía de calor a pesar de su condición vampírica –  Mi madre es francesa, bueno lo era….Marietta….- pronunció su nombre con tanto orgullo que era inevitable camuflarlo – Era preciosa,habibta ….puedo afirmar que te pareces a ella. Soñadora, vivaz…dulce…- con cada palabra que soltaba el vampiro inundaba su mente en un mar de recuerdos – Eso enamoró a un marroquí,Eyal…tal cual me enamoras tu a mi ,Nadia – carraspeó cambiando de tema , temía  asustarla – Por supuesto,la diferencia entre ellos era notable y por aquel entonces tenían prohibido tener relación alguna si ella no pertenecía a la religión musulmana. Eyal le prometió el cielo e incluso el universo pero no bastó ,le rechazó y eso le destrozó .Entre ellos solo fue un desliz…y como consecuencia de aquello, mi madre se quedó embarazada – relataba sonriente  pero lo siguiente le hizo borrar aquello -   Ambos están muertos..- bebió un poco mas de té  - Por favor, cuéntame todo sobre ti…cuéntame donde naciste, como eran tus padres, que te gusta hacer…que no te gusta… – insistía tanto con las palabras como con la mirada. Iba a ser su esposa y deseaba conocerla en todo su esplendor.

{Por favor ,princesa..no me mates..me quedó horrible lo sé >_< pero no quería hacerte esperar mas =S}
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Mensaje por Nadia Amina Lun Dic 02, 2013 12:54 pm

Tras dejar la frase incompleta y con los ojos en las manos unidos de ambos, intentó dejar sobrellevar y expulsar el dolor. Aquel no era un buen momento para abrir su corazón, en todos estos años había aprendido que habían cosas que era mejores hacerlas en privado y no delante de otros. Y sin duda, estaba estropeando aquella bonita velada con su prometido, de quien apenas acariciándole su mano conseguía relajarse y evadirse de sus tristezas. Rashid terminó la frase y ella asintió incapaz de hablar sobre ello, cuando él la llamó con una suave voz de la que no pudo resistirse. Se giró a verle, quedándose deslumbrada por su sonrisa y cada una de sus declaraciones. Las mejillas se le ruborizaron y sonrío dulcemente fascinada por aquel hombre. ¿De verdad tendría la suerte de haber encontrado un hombre así? Su cabeza la decía que todo parecía demasiado bonito y que los cuentos felices siempre terminan, pero su corazón luchaba decidido aclamando que él decía la verdad y que moría porque alguien lo cuidara así.

Sonriéndole no dejó de mirarle. Había algo en él que la hacía sentirse única. – Me protegeríais entonces Rashid...? – Preguntó con una sonrojada sonrisa tomando su mano con la que la acariciaba. Esperando la respuesta de Rashid que no llegó gracias a la interrupción del camarero, sonriendo volvió a fijarse en sus manos unidas, esta vez acariciando con sus dos manos la mano ajena, percatándose de su fría piel. No iba a preguntar el por qué de aquel hecho tan extraño, no quería ahondar en desgracias o asuntos personales. Y allí contrastando la diferencia de temperatura de sus pieles, se le ocurrió que no era del todo malo tener la piel fría, siempre que tuviera mareos o dolores de cabeza, solo con acercarse a él se le pasaría. No haría falta ir a buscar hielo. Risueña, río suavemente ante sus pensamientos. Aún no se sabía si definitivamente Rashid acordaría con su familia la boda y de verdad serian prometidos, o si tras esta noche renegaría de ella como esposa y ya pensaba en una vida en común, en una escena tan simple y tierna, como ella en sus brazos.

Ruborizada de nuevo, no fue consciente de cuando el camarero terminó de tomar por escrito todos los platos que iban a comer, tampoco de cuando las bailarinas dejaron a los comensales y se fueron, ni cuánto tiempo Rashid la observaba, hasta que su suave voz repicó en sus oídos, sacando el tema que más le dolía, su tristeza a parte de haber perdido a sus amados padres.

- Yo...si, es cierto. Mi fallecido padre siempre fue muy amoroso conmigo, por lo que al encontrarme sin su apoyo y sin mi madre, y en manos de mi familia a la que no conocía. El cambio fue muy brusco para mí. En cuando me sentí encerrada, enloquecí, solo tenía dieciséis años  y cada vez que llamaba a mi padre rogando que Aláh me lo devolviera...- Se quedó callada sin saber cómo seguir. Si tuviera que ser sincera bien podría él mismo castigarla ante tal desprecio que sentía a la sangre de su sangre, pero desde los primeros crueles latigazos contra su piel cuando llorando llamó a su padre el primer día de encontrarse en marruecos, junto a quienes para ellas eran desconocidos, ya había renegado de ellos, los que solo hacían que castigarla, mantenerla encerrada y despreciarla por el agravio que su propio hijo hizo con ellos, abandonándolos yendo con una occidental y teniéndola a ella, la infiel y la peor vergüenza de la familia. – Me agraviaban, por lo que ni desde un buen principio hubo un buen comienzo. – agregó finalmente sin dar muchos más detalles, solo lo mínimo para no encontrarme con el dolor de ser reprendida. Negó ante lo de renegar de su sangre musulmana. – No reniego por eso de mi sangre musulmana, mi padre lo era y siempre me hablaba de ella. Lo que no apruebo son ciertas tradiciones que chocan fuertemente contra las tradiciones occidentales, en que la mujer tiene ciertas libertades, que como musulmana no tengo.- bajó la mirada. No quería encontrarse con el enfado en su mirada ante tales palabras, ya bastante tenía con mi tío quien era el primero en buscar cualquier escusa buena para castigarla y rebajarla, ya siendo diciendo que necesitaba aprender a base del dolor a seguir los directrices de Aláh y que a veces se necesitaba el incentivo del miedo para perfeccionar sus modales. Sinceramente aquellas noches eran las peores, pues lo hacía solo por querer dañarla, para castigarla por lo que sintió cuando su heredero los dejó por su madre. Cada noche iba el médico y sanaba sus heridas, ya que la piel debía quedar intacta tras cada castigo. Era la más bella joven de su familia, la única oportunidad de hacerse con una alta suma de dinero, así que no podían dejar que quien la quisiera como esposa viera las marcas en su piel. Poco a poco por esa misma razón el tío había dejado de usar el látigo en mí, el que solo algún día lo usaba, centrándose mayoritariamente en destruir su mente, haciéndole sentir que solo era una esclava, intentando derruir así en ella todo rastro occidental que quedaba y guardaba ella en su corazón. Y para ella aquello era lo mismo a renegar de su verdadera familia, de su madre, y a destruir la mitad de su alma, y nunca lo haría.

Sin saber que mas decirle sin poner en riesgo su propia vida, ya que si su familia se enteraba que iba contando ciertas cosas, lo más seguro era de que no tardaran mucho en terminar con su vida,  escuchó atentamente a Rashid, sin esperarse en ningún momento que sufrieran el mismo destino de jóvenes. – Lo siento rashid… - dijo con una sonrisa triste al oír su declaración de la de sus padres también fallecidos. – No hablemos de morir por favor. – Rogó con una dulce mirada cambiando su sonrisa antes triste por una más alegre al oír como hablaba de Aláh y como le daba esperanzas en que todo lo malo tendría un fin, porque Aláh no la dejaría de lado. – Aláh es bondadoso y comprensivo, no dejara que caiga en desgracia – dijo con esperanza y fe inusual en ella. Rashid la estaba cambiando solo con sus palabras, con su devoción, hacia que de verdad creyera que Aláh estaba junto a ella cuidándola.

El mesero se acercó de nuevo con una bandeja en la que había una tetera de metal y dos tazas con decoraciones orientales, Nadia se fijó en ellas, reconociéndolas como el té que veía siempre que su tío y los hombres de su familia tomaban antes de cada comida. Una vez había preguntado que era y si podía probarlo recibiendo una orden de callar y negándole el privilegio para probarlo. “Una infiel como tú nunca sabrá apreciarlo” le dijeron, así que cuando el mesero se lo sirvió se lo quedó mirando fijamente, observando el humo que salía, indicando que aún estaba caliente sin saber qué hacer si probarlo o no. Observando de reojo a Rashid y al no ver que este le dijera nada se aventuró y con delicadeza tomó la copa llevándosela a los labios, donde dio un pequeño sorbo aquel té musulmán. El fuerte sabor la hizo respingar, aún así siguió bebiendo a pequeños sorbos. No estaba tan malo, no era como los sabores dulces y suaves que a ella le gustaban, pero todo era acostumbrarse, se dijo a si misma dejando la copa en la mesa tras cuatro sorbos en cuando Rashid se dirigió a ella.

- Dicen que no merezco tantas atenciones. No quieren perder el tiempo enseñándome todo lo que aún desconozco – contestó mirándole sonrojándose ante el sonido de aquella voz y sus profundos ojos que no dejaban de observarla, haciendo que se preguntara si lo que veía en ella le gustaba. Atentamente observó cada gesto, sonriendo al ver como el joven ante ella se iba perdiendo en cada palabra que murmuraba, recordando quizás su amada ciudad tan lejana ahora de París. Con una sonrisa dulce en su rostro siguió escuchándole, sus ojos se perdían en los ajenos. Tan oscuros, tan misteriosos... ¿Qué escondes Rashid? Se preguntó en su mente analizando todo lo que veía de él. –A mi también me gustó Marruecos. – Empezó a decir- Desde un elegante carruaje intentaba verlo todo, pero apenas vi mucho de sí. Con el velo me resultaba casi imposible ver nada más que en suelo a mis pies y al llegar me llevaron directamente a la mansión familiar, donde allí me dejaron estos dos años. Solo he salido al jardín el que me gusta muchísimo cuidar y esmerarme, pero apenas veo más allá de él. – Explicó algo triste de no haber podido ver y explorar la ciudad. Desde pequeña era muy observadora y curiosa, y una bella ciudad como aquella bien merecía unas mañanas recorriendo cada palmo de esas tierras.

Con la cabeza negó contestando a lo que su familia le había contado sobre él. Lo único que le habían dicho era que debía comportarse ante su presencia o recibiría las consecuencias al volver. Sin dejar de mirarle con un dulce brillo en la mirada, frunció el ceño al escuchar “Tal cual me enamoras tú a mí, Nadia.” Preguntándose si de verdad lo había dicho o habían sido solo imaginaciones suyas. Mirándole confundida siguió perdiéndose en los recuerdos ajenos hasta que el mesero volvió dejándoles dos deliciosos platos de entrantes.

-Lo siento por ti Rashid. La muerte de los padres siempre es dolorosa...-murmuró intentando no pensar demasiado en ellos. Mirando los platos de entrantes sin saber que probar primero, sonrío suavemente y volvió la mirada a su prometido. – Nací aquí. Francia siempre fue mi hogar. Me crié en la zona norte de Paris en una gran mansión, allí pasé mi bella infancia llena de amor y vida... y de curiosidades – río acordándose de los problemas en que llegaba a meterse siempre por curiosear lo que no debía. – Siempre me gustó curiosear y uno de mis pequeños placeres inocentes era visitar a las amistades de mi madre y perderme en aquellos jardines, aún más grandes que los nuestros. Allí siempre fui feliz menos el día en que me vinieron a buscar la familia de mi padre, contándome que habían muerto y ahora era responsabilidad de ellos...- Suspiró volviendo a centrarse – Mis padres siempre fueron amorosos. En mi caso mi padre enamorado de mi madre, ante la negativa de mi madre de no querer renunciar a su fe cristiana, decidió irse con ella, abandonarlo todo por amor. Mi madre era la paciente, cálida y más tierna de lo que te puedas imaginar. Parecía un ángel y mi padre todo y que era bastante controlador, finalmente suavizó su carácter una vez que entendió que para ser felices nos tenía que dar alas, ayudarnos a abrirnos al mundo, no a encerrarnos. Así que mi padre también me amó mucho, yo era su perdición y si hacia algo mal siempre terminaba acunándome en su pecho consolándome. Ambos seguían sus propias religiones y yo nací entre las dos, mas encaminada a la religión cristiana, pero Aláh siempre fue presente en mi vida por mi padre. Los extraño todavía ahora, ellos eran mi fuerza...- añadió en un susurro melancólico, sin dejar de mirarle fijamente a los ojos terminando sonriendo. Era incapaz de no sonreírle... – Me gusta explorar nuevos lugares, pasear bajo la luna llena, montar a caballo, leer románticas historias, escribir y bailar entre otras muchas cosas. Y lo que no me gusta; la oscuridad, el encierro... los gritos, los castigos, que me mientan, ver que alguien dañe a un animal o a una persona. La miel no me gusta – dijo sonriendo ligeramente – En cambio me vuelve loca el chocolate. Y creo que por el momento ya le ilustré muy bien como soy – Terminó sonriendo al ver como el mesero volvía con mas platos, cuando aún no habíamos ni comenzado. – Creo que deberíamos probar la comida antes de que nos lleven los cuarenta platos que elegisteis – Comentó con una alegre sonrisa al imaginarse los problemas del mesero en poner tanta comida en aquella pequeña mesa. Acercando una mano hacia la de él nuevamente se encontró con su contacto, el cual ante contar todo lo que le dolía y anhelaba en lo más hondo de su alma, le ofrecía cierto consuelo. Como si cuando aquella fría mano la acariciaba, olvidara todos sus males y pesares. – Y ahora por favor cuéntame de ti. Que te gusta, que no soportas, que esperas de mi...de nosotros. – Insistió con una dulce y curiosa mirada, deseando conocer como seria ser su prometido, que vida llevaría y rogando que no fuera como el infame de su tío.
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Mensaje por Rashid Sayf al Dîn Vie Ene 10, 2014 4:40 pm

- Pongo a Aláh por testigo de que te protegeré. Nunca dudes de mis palabras... - pronunció aquello en un perfecto francés pero con aquel típico acento árabe que parecía fundirse con las sílabas. Al igual que ella, bajó su mirada hacía sus manos y se dio cuenta del contraste de su piel con el de ella. Moreno pero con un poco de palidez típico de su condición física y el de ella ,un bronceado tirando al blanco inmaculada. Su piel era suave y perfectamente pulida para las huellas dactilares del vampiro . ¿ No se preguntaba el por qué de su frialdad? ¿De su susurro encantador?. Rashid ,al principio de la velada prometió que no iba a adentrarse en sus pensamientos. Era algo personal ,prohibido. Pero...el era curioso, peor que un gato o un niño que carecía de respuestas. Vaciló unos segundos y decidió penetrar en su mente . Sonrió sorprendido ante lo que podía vislumbrar. Eran unas imágenes que derretían el corazón de cualquier criatura procreada del demonio, incluyendo a Rashid. Nadia se imaginaba a ella abrazando al vampiro cada vez que tenía ardores ,enfermedades o algún dolor físico abrazando su fría piel solo para ahorcar aquellos dolores. Le conmovía todo aquello y por ende salió de inmediato ,con el rabo entre las piernas .  No se asustaba de el, no le temía y no tenía preguntas sobre aquello que un día tendría que saberlo. Rashid volvió al pasado. La historia se estaba repitiendo . En su rostro se formó una mueca desagradable e incluso nostálgica ante  unas imágenes aterradoras. Imaginar a Nadia en un baño de sangre no era nada romántico. Por unos segundos creyó haber susurrado "Por Aláh" pero a veces la imaginación no es más que un calvario que devora cualquier momento de realidad.

Desesperado, buscó tranquilidad en aquellos diamantes que vislumbraban solo por el echo de existir. La encontró y como consecuencia su cuerpo se relajó al instante.Rashid desvió su mirada hacia los labios carnosos de su prometida, la cual los despegó respondiendo con una voz dulce y apacible . Mientras escuchaba sus palabras el soltó su mano, solo por unos segundos, para luego llevarla hacía los labios y besarla con un deseo descomunal . La paciencia no le caracterizaba y si fuera por el mañana estarían casados. Ofreció a Nadia unos minutos para relajarse pues las palabras y el sufrimiento de ella eran notables - Lo siento habibta..- mencionó volviendo a besar el dorso de su mano ,de nuevo, una y otra vez como si aquello le quitaría todo el dolor.  Cesó en el momento justo que sus oídos captaron aquel mensaje de que los tíos de Nadia no la recibieron bien . Con un semblante totalmente serio dijo - De tus tíos me encargaré yo - sentenció amenazador - No soy tonto ,sé lo que está pasando. Para mi eres como un libro abierto, tus ojos te delatan y tu tono de voz es más triste que el de una viuda - hablaba con total libertad ante ella, al fin y al cabo iba a compartir una eternidad de amor - Un criado nunca debe mirar mal o hablar descaradamente de su amo o de la hija ,nieta,sobrina de este. El tuyo lo hizo. Tus tíos no son precisamente unos santos pues la mirada de avaricia y codicia les delata  - no quiso dar mas detalles solo deseaba transmitir de que sabía toda la historia aunque a veces se hacía el tonto o el ciego.

Besó una vez más el dorso de su prometida que desde un principio le creó adicción - Más tarde entenderás que algunas mujeres prefieren ser marroquíes que occidentales..- tranquilizó su ser con una pequeña sonrisa, un poco forzosa pero sincera - Yo mismo estuve casado con ...occidentales que se pasaron a mi religión,a mi mundo y a mi forma de ser - y de nuevo su sonrisa desapareció - Amaban todo ,la cultura,la religión ,la costumbre ..incluso más que a mi - tras decir aquello sonrió amargamente - Murieron y desde entonces no e vuelto a casarme - finalizó aquellos recuerdos sin la menor intención de hablar mas de la cuenta. Ahora que reflexionaba, su eternidad parecía marcada y subrayada de todo lo que era sufrimiento y muerte - Pero llegaste tu..- ancló sus ojos en los de ella en silencio, sigiloso como un ladrón a la espera de que todos estén durmiendo para empezar a robar las pertenencias de la gente adinerada y en este caso ..Rashid tan solo deseaba el corazón de su prometida . Nadia hizo una petición que el apreció y en ese mismo instante afirmó de que era mejor no hablar del pasado y menos de la muerte. ¿No se suponía que todo aquella tenía que ser romántico?. Dejó su mano sobre la mesa junto a la de ella , permitiendo que pudiera saborear el té . La devoción de Nadia tendría que ser pulida hasta la perfección ¿y que mejor musulmán que Rashid? .No dijo nada respecto a su comentario tan solo volvió a sonreír ,orgulloso de tener tal mujer a su lado - Como dije antes de tus tíos me ocuparé yo . Mañana mandaré a Pierre a que te recoja - finalizó serio volviendo a tomar un poco de té hasta dejar la copa vacía. Tal vez se precipitaba pero el no se perdonaría el echo de mandar a su prometida al matadero,por así decirlo. El camarero volvió con los primero platos ,sirvió a los dos con la experiencia necesaria y se marchó con una inclinación respetuosa . Rashid agradeció en árabe ,desde pequeño la educación fue primordial y los siglos transcurridos por todo el mundo hicieron del marroquí un caballero de pies a cabeza.  

Dedicó su tiempo en escuchar la historia de Nadia. Al parecer tenían mucho en común, los dos nacieron en Francia bajo el mandato de las mismas leyes y costumbres normales. Solo que el fue por cuenta propia, buscando a su padre mientras que a Nadia vinieron a buscarla debido al triste fallecimiento del suyo. En todo momento Rashid compartió sonrisas y risas con ella - Mi casa tiene un jardín impresionante. Por desgracia no tengo tiempo de amanecer y dar un paseo debido a que estoy ocupado - mintió totalmente seguro de si mismo - Después de casarnos quiero volver a Marruecos y luego iremos a otro país, tu decides al fin y al cabo las mujeres tenéis todo el derecho de organizar una boda - bromeó sonriendo de oreja a oreja . Escuchó también lo del caballo y asintió, pues compartían casi los mismo gustos. Rashid era poseedor de muchas tierras en Marruecos y una de ellas era un establo lleno de caballos árabes y persas, los mas veloces y elegantes jamas vistos.  Pero toda alegría tenía su fin y en el momento en el que ella pronunció lo que no le gustaba ,el vampiro pareció que deseaba esconderse. Con una mueca y un suspiro profundo coincidió con ella - A mi tampoco me gusta la oscuridad..- " pero estoy condenado a lidiar con ella toda una eternidad " completó mentalmente - Tienes razón - coincidió empezando a comer justo cuando el camarero empezó a traer más platos . Terminó el bocado que estaba comiendo y le dijo al camarero de que no trajera mas platos hasta que los dos no acabaran los que tenían delante. Asintió y desapareció sonriente .  Volvió a comer ,con total elegancia hasta que sus manos se rozaron por inercia . Le sonrió y degustó la comida. Lo cierto era que no sabía a nada ,hacía tiempo que las uvas,manzanas,sopas, cuernos de gacela, no sabían nada más que a polvo. Era triste pero tampoco se quejaba .

Nada de lo que hacía el vampiro podría delatarle en aquella preciosa velada, pues se comportaba como un autentico humano - Me encanta tu compañía y no soportaría no compartir mi vida contigo.. - mató dos pájaros de un tiro ante la pregunta de ella, totalmente misterioso. Cuando la gente le preguntaba como era, el se limitaba a responder concorde a la situación - De ti solo espero comprensión, amor y fidelidad ..y de  nosotros..- se quedó callado unos segundos - Seremos felices ,tendremos una familia y seremos un bonito recuerdo de nuestros futuros nietos - no supo si lo dijo de broma o de verdad. El caso era que hasta el se lo creyó. Dado a que no podía tener hijos debido a su condición, tenía otro as debajo de la manga y se las arreglaría para que Nadia tuviera hijos .Volvió a comer en silencio hasta que llegó a la mitad del plato - Me gusta viajar ,más que nada por qué me mantengo lejos de mis obligaciones ..- se resignó a contestar - odio la infidelidad,oscuridad y la mentira - sonrió y bebió un poco mas de té sin dejar de observarla - Antes cuando te dije que mañana vendrá Pierre a recogerte...no estaba bromeando - volvió a pronunciarse totalmente excitable ante la idea de tenerla por fin en casa.


{Lo siento princesa, lo siento!prometo responder más seguido! :3}
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Mensaje por Nadia Amina Dom Mar 02, 2014 4:29 pm

A cada una de las palabras, Nadia asentía feliz y dichosa, su prometido parecía haberla embrujado y ella simplemente se dejaba llevar por su voz, sus orbes oscuros y aquella sensación de sentirse preciada y protegida que en cada silaba él la hacía sentir así. Suspiró y asintió sonrojándose ante él. – Gracias Rashid... —susurró con una sincera sonrisa curvando sus suaves labios, mientras le observaba atentamente cayendo en que por unos segundos su mirada parecía haberse desvanecido, ensombrecido. Frunció el ceño extrañada, y preocupada, justo cuando abría la boca para preguntarle que le ocurría, si se encontraba mal por algo o había dicho algo que no debiera, los ojos de él volvieron a encontrarla y viendo de nuevo su característico brillo en su mirada, sonrío aligerada.

En todo el momento la mano de ambos se encontraban en contacto, hasta que Rashid decidió cambiar el tacto suave de su mano, por la frialdad y suavidad de sus masculinos labios que no dejaron de besarla. Nadia se mordió el labio y sonrojada, como un poco avergonzada, ya que se encontraba con que aquel era el primer hombre que de cierta forma pretendía seducirla, aunque en el fondo supiera que ni hacía falta. Eran prometidos y con amor o sin amor, el matrimonio de ellos el inicio seria puramente comercial y económico para su familia, aunque para ella desde el primer momento de verlo, demasiado en su corazón había cambiado, que ahora se encontraba contando los días para la boda y permanecer protegida tras el pecho de aquel joven señor. – Mis tíos no son fáciles de tratar. No los conocéis tan bien como yo... — Suspiró y sonrío tristemente dejando que por unos instantes la sensación de ser protegida, y de que nunca jamás nadie podría dañarme se extendiera por ella, hasta llegar a creérselo por unos instantes. – Cualquier desafortunado error como molestarlos con lo que yo represento para ellos, es simplemente motivo de castigo. Solo deseo poder huir de ellos, Rashid. Y no te gustaría oírlo de mis propios labios, pero por Alah, que jamás os mentiría. -Dijo con toda la sinceridad que podía reflejar su mirada y palabras, y permaneció en silencio disfrutando de los besos de su prometido, que en algunas ocasiones parecian haber sido hechos para sanar sus heridas y revivirla de cierta forma.

- Debió de ser duro perderlas. Lo siento. —Le dijo apretando su mano contra la ajena, intentando darle fuerza y mostrando que contaba con su apoyo. A ella también le pesaba la muerte de sus padres, por lo que entendía o podía llegar a imaginar cómo se debía de sentir con respecto a ellas. Sonriendo, terminó por mirarle de forma fija y quedarse hipnotizada por aquellos ojos que parecían desear no soltarla jamás. Mordiéndose el labio nerviosa, ante la aceleración de pálpitos de su corazón, se sonrojó e intentó disimular lo que él provocaba en ella, ya que de lo contrario se encontraría a merced de él y usada como una muñeca enamorada. Y lo último que deseaba era cambiar de sus tíos a su amado, solo para seguir siendo una muñeca que debe acatar todo lo que le ordenen sin preguntas, ni conocimiento más que el de saber bailar en la noche.

Enseguida el té llegó antes que los platos y fue allí bajo las caricias de la mano de él en la suya, que oyó sus palabras y casi se llega a ahogar en el té. ¿Había oído bien? Se preguntó desconcertada mirándole sin poder creer sus palabras. ¿Iría a vivir con él?  - Yo... os lo agradezco, pero debo volver  a insistir en que no es mi deseo que os encontréis con problemas o que os preocupéis. No deseo ser una molestia ni una carga para nadie, y mi tío es demasiado fiero. Tengo miedo por ti. —Terminó confesando desviando la mirada enseguida que los platos llenaron la mesa y el camarero sumamente educado les dejaba otra vez solos. Aprovechando el silencio que se formó, sacó el tema de su historia y empezó a relatar, sonriendo y compartiendo muchas risas con él.- Ya deseo ver el enorme jardín. —Dijo sonriente con los ojos emocionados ya que no había nada más que no le gustara que un jardín bien cuidado, y en Marruecos si algo adoraba era aquella manía de tener jardines inmensos, en los que la gente solía perderse y disfrutar de la naturaleza y el aire puro. - Sinceramente... aún no he pensado en la boda. Primero os debía... te debía de conocer. -Explicó sonriente empezando a pensar lentamente en la boda y en los caballos que debía de tener Rashid. — En mi familia está prohibido que las mujeres monten a los caballos. Me dejaras montar una vez estemos en tu casa y pueda ver vuestro gran establo? - Le preguntó con curiosidad, y rezando para que la respuesta fuera afirmativa en todo caso.- Hace mucho no me dejan montar en buenas condiciones y solo hoy en dos años, he montado a uno de ellos. Y soy una excelente amazona.- Explicó tras lo que empezó a degustar la comida que habían servido, sin dejar escuchar ni un segundo a lo que  Rashid le contaba.

Asintió a sus palabras con una sonrisa, aceptando todo lo que decía. Ella era precisamente lo que él buscaba. Amor y fidelidad, lo que tenía sus reservas era con la comprensión, ya que aún todavía no entendía muy bien los designios de Alah, y en esas ocasiones era cuando su lado occidental acudía a su Dios, al dios de su madre y bajo el que ella creció. Por suerte nadie podía leer el pensamiento o habría sido azotada y asesinada por piedras o algo peor en tierra marroquí por sacrilegio a Alah.  - Entonces me temo ser la perfecta para ser quien necesitas, ser tu esposa. Todo y que la comprensión, necesito aclarar algo primero contigo y necesito que me seas franco y sincero... yo también odio las mentiras. -Le miró fijamente dejando que finalmente el mesero volviera y les quitara los platos, dándoles unos de nuevo, aún con mejor pinta que los anteriores. — No aceptaré mas esposas... por favor. No desearía compartiros.—Añadió en un ruego consciente de que no era nadie para exigirle que no lo hiciera, pero si podía rogar para que no la hiciera pasar por esa vergüenza de compartir marido con otras y sus atenciones. Ella que creía fervosamente en el amor y en amar a una persona por el resto de sus días y hasta su último aliento, que su esposo y amado pudiese hacerle algo así, era impensable ya que con su acción rompería para siempre su corazón y su espíritu se rompería en miles de pedazos. —Y de acuerdo, mañana Pierre puede venir a buscarme. —Terminó por decir con una gran sonrisa ilusionada ante la perspectiva de irse tan rápido de su familia, alejándose de ellos por completo y empezar una nueva vida, al lado de quien únicamente él la hacía sentirse protegida  y amada, de una forma sin igual.

— Cuando vendrá a recogerme? Deberé encontrarme alistada para salir con tiempo y tendré que avisar personalmente a mis tíos. —Tragó saliva con cierto miedo, y volviendo a tomar una de sus manos entre las ajenas, inspiró hondo relajándose. — Ya ansío conocer su hogar y conocer a sus sirvientes. -Le sonrío dulcemente y tomándolo por sorpresa, alzó la mano que mantenían entrelazadas y acercándolas a sus labios, besó ahora ella la mano fría de él con cariño y suavidad, exhalando su aliento sobre la fría, helada piel del vampiro.

- Gracias por todo lo que hacéis sin saber. Me siento segura tras mucho tiempo de inseguridades. No os aseguraré que sea todo fácil, pero sí que haré lo necesario para que valga cada segundo la pena. -susurró contra su mano, sonriendo luego y cayendo de nuevo en el pozo de sus orbes, quedándose allí por unos segundos mirándole sin palabras más que añadir mientras el joven camarera recogía los segundos platos y terceros, que con el paso de la conversación y entre sonrisas y miradas habían desaparecido ante el apetito de ambos.- ¿Los postres?-Preguntó rompiendo el silencio sin dejar escapar el agarre de su mano, preguntándose que platos traerían y si finalmente llegarían a los postres, de los que deseaba ya tomar cucharada del helado que había pedido.
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