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El presagio del Ahogado (+18) 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Maxwell Blackbird Mar Sep 19, 2017 1:37 pm

"Los heroes caen
Las leyendas se desvanecen
Y la historia se reescribe"















C
uándo el sol se pone y da paso a la luz tenue de la Luna significa que el manto de la noche cae sobre París y con ello, la llave para toda la verdadera vida de la región. El lejano sonido del aullido del Lobo parecía vecino incluso en estos días de plena fiesta en París. Las tabernas estaban al rebosar, casi parecían haber olvidado donde vivían y qué era lo que los rodeaba. Lo que estaba mas lleno no era la Taberna, ni siquiera la Plaza o las proximidades de los puertos y sus rameras baratas, esta noche le tocaba al Burdel "La Calle Trasera" cuyo local estaba dentro de otro que hacía a su vez de un Café-Bar justo al lado de una de las orillas del Rio Sena estacionado en un local que hacía esquina cuya terraza estaba llena de sus camareros y gente snoob hablando de cosas sin importancia pese a que para ellos era su vida entera. Aquellas eran las únicas luces que iluminaban el lugar, por lo demás, tan solo algunas mesas fuera y dentro. En la entrada había un cuadro dibujado del propio local.

Spoiler:

La luna se reflejaba perfectamente en la suave marea del rio Sena junto a las alcantarillas que iban por debajo de la ciudad. Se esuchaban los sonidos de la vida nocturna, unos gatos, unas ratas.. Un perro. Uno de los gatos chilló de claro dolor pues había uno de los vagabundos cercanos al local abusando de que aquél gato era un cachorro. El hombre se divertía tirándole piedras y no dejándole comer lo que probablemente la madre le había traido antes de irse a buscar mas comida que traer. -¿¡Donde esta tu mami, estupido animal de mierda!? ¡¡No vales una mierda, como yo!! -Pero aquella voz quejumbrosa apenas pudo articular más palabras que aquellas a causa de una terrible visión que estaba teniendo. Una visión que le había dejado tan asustado que no podía siquiera moverse, las piernas no le respondían. Un enorme mastín de color negro, tan enorme que parecía antinatural, apareció al lado del pequeño gato. Sus ojos le miraron en silencio, y no tenía pocos ojos, tenía seis. Uno encima de otro, tres a cada lado de la cara.

Aquél perro enorme se dio cuenta de lo que allí pasaba. -Arrodíllate. -Pronunció con una voz tan grave como las tormentas. El humano vagabundo obedeció al instante, no era dueño de sus acciones. -Q-que.. ¿Qué eres tu? -Alguien que vale más que tu. -El mastín se acercó de forma tranquila y pausada y del mismo modo miró la mano del vagabundo, quien llevaba una pequeña navaja. Subió la vista hacia sus ojos y el hombre a su vez subió su brazo derecho y se clavó la navaja en el ojo izquierdo comenzando a rajarse ese lado de la cara hasta llegar al cuello y a la vena aorta. Aquello causó un rio de sangre y la inevitable muerte del humano. El perro no se inmutó y miró al pequeño gato, justo cuando su madre volvía. -Lo que hagais con los restos no es de mi incumbencia.


...



Minutos mas tarde dentro del local, de lo que actuaba como Restaurante y Caffé-Bar, se encontraba la dueña del Burdel hablando con el regente del Restaurante. Hablaban de banalidades entre el gentío. Seguramente la conversación iba sobre los actos ilegales de llevar chicas y chicos al burdel por eso apenas se les escuchaba, y por eso usaban una tapadera. -Entonces lo dejo en tus manos, Charles. Espero una tanda de chicas de no mas de 12 años, procura que nadie fisgonée o tendré que matarte. Y creeme.. querido, sería una verdadera lástima. Nadie es como tu en la cama. -La Madame le guiñó el ojo al regente Charles mientras éste se ponía como un verdadero tomate y volvía a su papeleo conforme la Madame se iba a la puerta trasera donde estaba la entrada al Burdel. Los clientes llegaban y se sentaban ajenos a lo que ocurría mas allá de aquellas paredes o incluso dentro de ellas. La primera gota de lluvia cayó y eso provocó que los que estaban afuera entrasen sin encontrar sitió donde sentarse, de modo que tuvieron que hacer una fila para esperar a que alguna mesa estuviera libre. Algunos directamente optaron por irse un rato al burdel de forma disimulada.

La luz se fue en todo el barrio y los únicos destellos que conformaban la estancia provenían del propio cielo. La gente pronto empezó a murmurar e incluso a querer irse, no por la lluvia o el apagón si no por que de pronto el ambiente comenzó a estar cargado y pesado, como si una increíble humedad se hubiese adueñado de todo el local. Se escucharon unos pasos mientras Charles buscaba alguna solución para impedir que sus clientes se marcharan. Le pareció ver una enorme sombra cuando viró su vista hacia la entrada, hacia el pasillo donde estaba la fila. Una sombra que cada vez estaba mas y mas cerca. Aquella sensación que le invadía el alma le era más que conocida. Entonces comprendió que aquél apagón no era por la lluvia o la tormenta.. Si no de alguien que gustaba de las puestas en escena. La sombra llegó y se puso frente a él.

-S-señor.. Oscuro.. ¿Como usted por aquí, je,je? -Deja de intentar aburrirme con tu miedo, hace mucho que dejó de ser divertido. ¿Está disponible Madame Charlotte? -En estos momentos n... -No acabó la frase pues notó una enorme presión ejercida en su cuello. Tan fuerte que su cuerpo se levantó de su silla como si estuviese levitando, no obstante aquella enorme sombra no se había movido, permanecía quieta y de pied. -¿Tengo que recordarte que todo lo que poseeis es mío? ¿Tengo que recordarte cuan de limitada es MI paciencia? -N-no s-señor... -Lo soltó y lo puso de nuevo en su silla. No le dirigió nuevamente la palabra si no que se dirigió hacia la puerta al Burdel desapareciendo de la vista de Charles. La luz volvía, y los clientes siguieron su curso mientras Charles pensaba como limpiar el orín que había a sus piernas.



instantes despues, dentro del "Calle Trasera" reinaba la lujuria y la lascivia, las drogas y el tabaco de calidad hacían las delicias que no conseguían el Sexo duro y sin protección alguna ni filtro. En aquél local había de todo, desde mujeres hermosas y hombres provenientes del cielo griego, hasta enanos y jorobadas. Incluso había una mujer cuyos brazos inexistentes hacían las delicias del morbo de quien aquello buscase. Charlotte, la Madame de aquél Burdel, se paseaba, asegurándose de que todo estuviese en orden y todo el mundo gastase en sus vicios. Una de las mujeres cayó a los pies de Charlotte, vomitando algun asqueroso jugo de color verde, a saber lo que le había provocado hacer aquello. Charlotte le pegó una patada en la boca, repugnada por la visión. -¡Que alguien se lleve a esta puta defectuosa! O que alguien la mate mientras se la follan. Me es igual. ¡La quiero fuera de mi vista! -Si, Madame Charlotte. -Dijo un hombre de 28 años aproximadamente, desnudo y con cicatrices en el pecho. Agarró del cabello a la chica enferma y se la llevó a la orgía que estaba llevando a cabo a excasos metros. Probablemente la chica no duraría ni un asalto antes de yacer muerta y pisada por todos. Pero a fin de cuentas, para esas cosas era este local.

Charlotte caminó hacia el sillón que había en uno de los lugares perfectos del cual podía verse todo el local y todos los actos lascivos. Se sentó para encenderse uno de sus elegantes cigarros. Pronto fue cuando los nervios empezaron a subirle por la columna vertebral, un gélido presentimiento le hizo mirar hacia la puerta la cual apenas podía verse entre tanta muchedumbre desnuda, pero alcanzó a ver algo. Algo enorme. Sus cabellos largos y negros, suaves como la seda. Su ropa, negra como la sombra absoluta, caminaba con determinación entre toda aquella depravación. Una enorme mano apartó a uno de los Jorobados que parecía estar en pleno acto sexual con una anciana que casi no podía sostener ni su vida. Charlotte apagó su cigarro y se levantó nerviosa. -No está lista, no está lista, no está lista. ¡No puede ser! ¡No puede ser! ¡No! ¡No! ¡No! -Murmuraba para ella misma, corriendo entre la muchedumbre tratando de llegar a su despacho donde pensaba estar a salvo. Pero la sombra le iba siguiendo, en apenas unos segundos el humo de su espalda se hizo corpóreo y aquellos inquietantes ojos verdes la observaban mientras miraba a la puerta de su despacho donde había una placa de oro mazizo con el nombre de "Charlotte DeLiene" -Usted primero, Madame. -Aquella voz helaba hasta el último hueso de la mujer y a su vez, la excitaba como ningún hombre conseguía excitarla.

Dentro del despacho, Charlotte se sirvió un Whisky y le ofreció otro a aquella figura de 2 metros y 10 centímetros.
-S-sé a por lo que viene, mi Señor.
-¿Y por que me haces esperar entonces? ¿Tan poco aprecio le tienes a la vida?
-Por supuesto que aprecio la vida.. Pero me pidió algo muy complicado.
-¿No es usted la mejor en el trabajo? ¿Puede pillar a un Jorobado nada mas nacer, pero no mi petición?
-Una cosa es arrancar el bebe deforme de una miserable gitana.. y otra distinta es lo que usted me ha pedido, con el debido respeto, ..Mi señor.
-No solo tratas de escupirme a la cara y en mi ayuda para con esta pocilga, si no que encima intentas mentirme en el rostro. ¿Por que clase de Vampiro me tomas?
-¿M-mentirle.. se-señor? ¿De que esta hablando?
-¿Crees que no puedo oler el tipo de sangre? ¿Que no te conozco lo suficiente? Deja de hacerme perder el tiempo, te tengo en nómina y te conozco mas de lo que te piensas. He venido a por lo que me pertenece y me lo llevaré aunque tenga que reducir todo este lugar a cenizas.
-N-no se de que habla.
-Mi paciencia tiene sus limites, Charlotte, te recomiendo no sobrepasarlos. Ahora llévame a donde está la chica Monja, o iré yo mismo. Y créeme, eso ultimo no le gustará a nadie. ¿O es que intentas dársela a otra persona sin mi consentimiento? -La paciencia de aquél Vampiro estaba llegando a su límite. El cuello de Charlotte comenzó a ponerse rojo mientras uno de sus dientes se desprendió de la mandibula cayendo a la mesa ensangrentado.
-E-está bien.. le llevaré.. pero suélteme.. se lo ruego.. Perdóneme. Rykle nos presiona.. se enteró de lo que usted, Señor Maxwell quería, y quiso adelantarse..
-Ese maldito Nosferatu ya pagará su ofensa. El tiempo no corre a mi lado y por desgracia, para tí tampoco.

El estrangulamiento de Madame Charlotte desapareció pero Maxwell guardó el diente que le quitó. La miró con cara de MUY pocos amigos mientras ella tomaba el último trago de Whisky. Salieron del despacho con Blackbird a la cabeza ya que él podía oler los distintos tipos de sangre y él quería un tipo de sangre muy concreto. Sangre de Santo. Charlotte iba a las espaldas del Cainita cuando sus ojos y su curiosidad pudieron ver que sobre el dorso de la mano izquierda del Vampiro había un extraño tatuaje en forma de Lobo junto a algo que parecía representar el Sol cuyos rayos tenían la forma de tentáculos. -El presagio del Ahogado... -Al pronunciar aquellas palabras al instante la macro-orgía y depravación cesaron, como si alguien le hubiese dado al botón de pausa todas las miradas fueron hacia los labios de Charlotte tras decir aquella frase. Maxwell Blackbird se paró en seco con el rostro ensombrecido. Lo que vino despues era el sonido seco de las rodillas de la Madame al caer al suelo sobre ellas seguido de los desesperados gritos de auxilio que salían de su garganta y que se escuchaba en todo el vecindario. Se haría polvo la garganta si seguía chillando de aquella forma pero no era para menos, los dos ojos de la cara estaban desprendiéndose de la retina y agrietándose muy lentamente como cuando pisas un lago de hielo y se resquebraja. -Si no tienes ojos, no puedes mirar. -Pronunció tranquilamente Lord Blackbird justo antes de que aquellos globos oculares reventaran en sus respectivas cuencas. Charlotte, con la sangre chorreando por su rostro parecía estar llorando sangre, literalmente.

No era la primera vez que conocía el castigo de tan oscuro y retorcido ser, pero la paciencia de Maxwell era generosa hasta que la pisan. Todo el burdel fue testigo de la atrocidad pero siguieron con sus juegos eróticos puesto que no querían meterse en aquellos asuntos y acabar enfadando a alguien como aquél Pájaro Negro. Ayudó a levantarse a Charlotte mientras ésta pedía perdon reiteradas veces y lloraba por su vida. Su vida no iba a ser arrancada, no hoy por lo menos. De modo que siguieron caminando hasta la habitación donde tenían preparada a su nueva adquisición. Maxwell entró en solitario pudiendo apreciar un cuerpo divino, virgen, sagrado. Era una chica muy joven y hermosa, estaba completamente desnuda excepto por el tocado de la cabeza. La chica asustada ante tal poder y visión se puso de rodillas y gateó hasta el regazo del Inmortal, buscando con su mano el miembro de éste.

En aquél momento se le pasaron por la cabeza muchas cosas, imágenes, pero solo una consiguió estar más que presente. Una mirada felina y una voz insolente. Agarró con firmeza el tocado de la chica para quitárselo y acto seguido se aferró a su negra melena para lograr ponerla en pie. No quería hacer nada con ella, y realmente; Con nadie, pero aún guardaba demasiado orgullo como para admitírselo a él mismo. La contempló, aquella cara era el rostro de la piedad, de la Iglesia Santa. Del própio Vaticano y pedía perdón por sus pecados y su vida. Maxwell Blackbird permaneció con semblante serio mientras su mano penetraba en el pecho de la chica, agujereando la piel, agarrando con los cinco dedos aquél corazón. Sin dejar de mirarla a los ojos, quizá por respeto mutuo o quizá por que le daba la gana, apretó aquél sumidero hasta que ya no albergara vida alguna. Lo arrancó de los pulmones y lo dejó estacado en la puerta de la habitación junto al nombre de aquél Nosferatu. Un mensaje que pronto cobrará sentido. Cargó al hombro el cadaver lleno de sangre de Santo y salió al balcón. Las sombras abandonaron su cuerpo dejándolo completamente desnudo no por mucho tiempo, ya que la carne de su cuerpo comenzaba a cambiar, a mutar, a sufrir una dolorosa metamorfosis.

Las orejas se le agrandaron al igual que el mentón y su calavera. Los colmillos le crecieron y la nariz se le acható. Las piernas se le flexionaron conforme cogía aún más altura y de sus hombros se despegaron dos enormes membranas que daban paso a dos majestuosas alas de gárgola o murciélago. Así pues echó el vuelo hacia la Capilla de la Oscuridad.


...

Tras hora y media, La Capilla era un lugar tranquilo, silente en algunas ocasiones y deprimente para quien entrase sin permiso del Necroseñor. El fuerte aleteo se hizo eco hasta posarse en una de las gárgolas de piedra junto a otra Gárgola bien viva. -Mi señor.. estaba esperándole. -¿Como ha ido todo en mi ausencia? ¿La gata se ha portado debidamente? -Eso.. mi señor, mejor dejémoslo para luego. -la gárgola era Morthul, el Guardián de Maxwell Blackbird, creado por él mismo, aunque ahora pertenecía más a cierta Reina de la Insolencia a propia petición del Patrón Oscuro. Aquella gata era muy caprichosa y por alguna extraña razón, Maxwell le daba todos esos caprichos. Y que alguien se atreviese a echárselo en cara..

Entraba al salón principal donde había una enorme estatua de algo que representaba a algún tipo de Deidad con cabeza de Krakken e innumerables tentáculos. En dicha estatua había un alargado espejo y un cuenco junto a un altar de sacrificios. -Si me lo permite, mi Amo.. -Ya no tienes por que llamarme así, Morthul, ya sabes que ahora perteneces a Ámbar. -Lo que quiero decir.. ¿Está seguro que el Presagio es real? Me explico.. ¿Por que un Lobo y una Hechicera podrían ser tu perdición? Eres el azote del mundo.. -Ya desoí una vez a los Dioses Primigenios y se la llevaron. No volverá a ocurrir. No importa cuantas ciudades o paises tenga que exterminar en su nombre. ¿Está todo preparado? -Si, mi señor.. -Allá en las vigas mas altas podía entreverse unos ojos felinos y curiosos que no paraban de contemplar. Maxwell volvió a su forma humanoide, aunque seguía totalmente desnudo, mostrando aquél cuerpo musculado y recio lleno de cicatrices de eras pasadas y con aquél tatuaje a la espalda, un tatuaje ritual de una vida pasada. Morthul colocó el cuerpo inerte de la monja en el altar.

-Gran dios Ahogado.. ante ti me hallo en pos de ayuda y guía espiritual de nuevo. Me pediste un sacrificio claro. Sangre de Santo, y aqui lo traigo, únicamente siguiendo tu sabio consejo.. Gran dios Ahogado, de visitar al padre de esa lóbrega criatura que supondría mi final, cuya estancia actual es el Infierno. -Recitaba con profunda voz. Dias atrás sus deidades le dieron un presagio y un nuevo tatuaje apareció sobre su mano, un presagio que hablaba de su final; Un final que aún no está dispuesto a acatar. No hasta que tenga descendencia. Un lobo y su Hechicera serían su perdición, de modo que comenzó a mover sus contactos y a buscar información, pero no fue de ninguno de ellos de quien sacó la respuesta si no de quien menos lo esperaba... En una conversación banal con Ámbar, la gata que residía con él en aquella morada, ésta le dejó caer la historia de un Lobo enamorado de una Hechicera, un Lobo cuyo único nombre que sabía era "Paine", no podía indagar más, puesto que no quería preocupar a aquella Insolente Gata, pero aquél nombre fue suficiente para saber mas de su vida.. y encontrar a su padre. Debía hallar una forma de bajar a los mismos cimientos del tártaro si quería tener alguna oportunidad de subsanar aquél presagio. Y quien sabe.. Igual allí encontraba también la respuesta sobre la descendencia.. Ya que Ámber tenía el capricho de no tener "Engendros" si no, cachorros reales, de la forma natural, y Maxwell no dejaba de ser eso: Un No-Muerto.

La sangre comenzaba a desprenderse del cuerpo de la chica y los ojos de aquella estatua comenzaban a brillar. "Di mi nombre" Escuchó Blackbird en su interior. Éste cerró los ojos y se arrodilló. -Cthulhu. -La estancia retumbó, Morthul fue de inmediato a aquellas altas vigas para dar cobijo a sendos ojos curiosos de gato. El espejo se volvió líquido y la estatua se llenó de la sangre de la chica Monja. El Desnudo vampiro caminó con determinación hacia aquél cristal líquido hasta atravesarlo y desaparecer del presente.


...

Parecía haber pasado una eternidad en letargo, todo le daba vueltas al Cainita, pero por fin despertó y se puso en pie. Podía notar algo que hacía mucho que no notaba: El frío. El miedo. El suelo que estaba pisando era de color grisaceo, justo a la orilla de lo que parecía ser un río cuyo cauce no transportaba agua.. si no almas, las almas de los condenados que le daba un tono verdoso a la escena. Miró hacia arriba, el cielo no existía si no la inmensidad.. la incertidumbre. Había algo en aquél vacío que parecía actuar como sol o luna, tenía forma.. una forma extraña, la forma de ¿Una ciudad? En la lejania, si, parecía ser una ciudad de negras murallas suspendida en el cielo. Por el camino había estatuas de rostros retorcidos si a eso se le podía llamar rostro. El sonido de los trabajos forzados en alguna mina cercana taladraban los finos y exquisitos oidos de Blackbird. Una densa niebla hacía dificil la clara visión. Todo cuanto veía parecía lleno de escaleras que subían, bajaban, subían de nuevo, montañas que no existían y fortalezas sin forma clara. Aquello que estaba viendo era totalmente ciclópeo.

Spoiler:

Seguía desnudo, pero parecía que aquí sus poderes eran poco más que un recuerdo, asi que no pudo invocar a las sombras de ningún tipo. Oyó pisadas y el arrastre de unas cadenas, un ser monstruoso sin ojos aparentes se plantó delante de él. Su boca no tenía labios pero si dos filas de dientes afilados y una voz de serpiente, ladina y lasciva. Una de sus manos cadavericas se abrieron dejando ver un ojo. -Vaya.. vaya, un invitado. Ya me avissssaron.. de tu llegada, guapo. -La horripilante criatura sacó una lengua enorme para relamerse la cara. -Sssssé... Sssabemosss a quien busssscassss.. por favor.. sssi es tan amable de seguir a esta humilde ssssierva... -Hizo una reverencia mientras Maxwell asintió sin entender demasiado. Manteniendo su semblante sereno y serio mientras caminaba por aquél yermo. Pudo observar a un hombre siendo castigado, aparentemente un violador en vida.. Estaba siendo violado por una extraña criatura parecida a las Súcubos que relatan algunos Necronomicones, una mujer hermosa con alas de demonio y ciega. Parecía haberle crecido algún tipo de miembro viril con el que taladraba el trasero de aquél hombre una y otra vez hasta hacerle sangrar. Conforme se acercaba.. veía a una mujer, una mujer muy parecida a su esposa difunta, disfrutar alrededor de 4 criaturas parecidas a enormes Ogros de los cuentos Infantiles. Si aquella mujer era Helialance o no, hace mucho que dejó de importarle. Ahora tenía su misión clara, su destino y no iba a desviarse.

Llegaron a lo que parecía una celda de piedra adornada con dos estatuas de mujeres desnudas, donde debían ir los pezones, había fauces, no sabía bien que representaría aquello pero lo que le interesaba ver estaba en el interior de aquella pared. Aquél hombre que aparentemente estaba dormido. -Bruuuuusssssi... Tienes vissssita. No la desssperdiciess como acossstumbras a hacer, essstupido ingrato.




Blackbird permaneció en su estado, con la mirada tumbada,
esperando a que aquél hombre reaccionase.
Quieto.

Impaciente.
Expectante.
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El presagio del Ahogado (+18) Empty Re: El presagio del Ahogado (+18)

Mensaje por Bruce Paine Sáb Oct 28, 2017 8:23 pm

La muerte no importa. No se alarga, ni se acorta. La muerte no espera, mucho menos desespera. Es inmune al pesado yugo de Cronos; actúa cuando quiere, no siempre cuando debe, y muchas veces se burla de nosotros. La muerte hace oídos sordos, ya sea odiada o anhelada, nunca oye nuestros rezos. Morir es fácil. Lo vemos todos los días alrededor, con nuestros parientes, amigos, vecinos. Un hombre nace y todos sabemos que tarde o temprano va a morir. Es el ciclo de la vida, una salida sin despedida. Nos preguntamos si murió joven, tenía hijos, esposa o era trabajador. Vamos a entierros donde dejamos flores y palabras de alivio, hablando maravillas del difunto aunque en vida fuera un malnacido. A veces incluso la muerte nos causa cierto morbo incontrolable. Disminuimos la velocidad de nuestro paso ante un accidente y recabamos todo detalle del más horrendo crimen. La muerte es el único destino del que podemos estar seguros.  Vivimos cada día de nuestra existencia con la firme seguridad de que un día vamos a morir y no dejamos que el pánico nos controle.

La muerte no importa. Solo el quién y por qué.

La tarde del 27 de mayo de 17XX, la única pregunta que quedaba pendiente era por qué después de que una carta respondiera el quién.

Bruce Paine había muerto.

Los restos de la Auld Reekie, el navío más temido junto a su tripulación, fueron encontrados cerca de las costas africanas. Los pedazos de madera flotaban a la deriva en un escenario que despertó todo tipo de historias y leyendas, pues ningún miembro de la tripulación fue jamás encontrado. Ni vivo, ni muerto, no hubo cuerpos que recuperar. Nadie reclamó el mérito de la victoria en los años que siguieron, alimentando así el misterio que rodeaba el naufragio de unos piratas tan experimentados. Muchos surcaron la zona en busca de los tesoros que se perdieron, mas no encontraron ni una mísera moneda. El océano, aquel indescifrable páramo azul, había vuelto a cobrarse la vida de hombres valientes y tenaces, engulléndolos hacia las profundidades sin dejar ni el más pequeño hueso. Irónicamente, aquel suceso le otorgó a su capitán, Bruce Paine, lo que siempre había ansiado: que su nombre nunca más fuera olvidado.

Tras varias semanas de búsquedas, finalmente se dio por muerta a la tripulación. Bien pocos eran los familiares que debieron ser notificados, la mayoría de aquellos hombres renegaban de cualquier vínculo social que no fueran los negocios. Nadie lloró sus muertes. Nadie fue a dejar flores. Y nadie jamás se atrevió a hablar bien de ellos. Habían sido y serían siempre detestados por aquellos que tuvieron la desgracia de cruzarse en su camino. Para todos ellos, el mundo era un lugar mejor con la muerte de esos bastardos.

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Maldito el infierno y todo lo que en él gobierna. Pero maldito el tiempo, que desfragmenta la mente de cualquiera. El tiempo era ahora un anciano perdido, desordenaba las horas y alargaba los segundos. Un día en la tierra eran meses en el averno, a veces incluso años. Oh, y cuánto se equivocaban aquellos que aseguraban que el infierno era tortura física. La había, sin duda, pero no era parte del castigo, solo mera diversión para los diabólicos carceleros. Y a veces incluso un alivio para los condenados, pues una herida en el cuerpo eliminaba cualquier rastro de la verdadera tortura llevada a cabo: la mental.

Todas y cada una de las celdas eran cajas de puro sufrimiento anímico. Diariamente se les hacía revivir cualquier error, pérdida o experiencia padecida en vida. Para quien vive su existencia con plenitud podía no parecer un gran tormento, pero con el tiempo, aquellas repetitivas y conocidas experiencias terminaban aniquilando cualquier vestigio de orgullo que pudiera quedarle al mísero condenado. Allá Abajo los recuerdos eran la moneda más preciada; de ser aún propietarios de ella, todos darían su alma por un minuto de buenos recuerdos que alejaran las pesadillas que diariamente vivían entre verdes llamas. Los que terminaban desquiciados, perdiendo toda identidad, eran lanzados al lago de los lamentos donde vagaban sin rumbo hasta convertirse en alimento de demonios.

Nadie estaba a salvo.

Nadie excepto él.

Bruce Paine había supuesto todo un reto para sus guardas. Era tal su orgullo y la determinación con la que vivió su vida, que pocos eran los recuerdos traumáticos que podían sonsacarle. Y ninguno de ellos efectivo suficiente. La mayoría de errores o eventos vergonzosos que había vivido fueron siendo solo un joven inexperto, por lo cual revivirlos solo le causaba gracia, orgullo incluso por haberse convertido en el hombre que era. Solo lograban que reaccionara haciéndole revivir la traición de su propio hijo, Leif, pero aquello no le causaba tormento, solo una tremenda ira que les daba más problemas, sobretodo cuando se les escapaba. Algo poco común, pues Allá Abajo no había ni putas ni alcohol con los que entretenerse, y los carceleros no eran precisamente un paradigma de elocuencia.  

Fue el demonio en persona y los verdaderos lo sabían, de modo que con el tiempo acabó siendo olvidado en su celda. Sin recuerdos que vivir, ni torturas que sufrir. Tomaron la decisión que para un hombre como él, el aburrimiento era la mayor tortura a la que podrían someterle. Y llegó un momento en el que tal decisión logró su objetivo. El viejo pirata parecía estar cada vez más desquiciado, volviendo a escapar aunque fuera para torturar a un semejante y desquitar algo de tensión. Algo que Allá Abajo a nadie le pareció del todo mal y decidieron mirar a otro lado cuando eso sucedía. No iban faltos de personal, pero era mejor eso que ser ellos mismos castigados por no convertir en tormento la estancia de aquel hombre.

Pasado el tiempo, le trasladaron a una celda sin el potenciador de recuerdos. Una cerrada y oscura estancia de piedra con un sencillo catre y nada más. En el infierno no se comía, no se bebía. Por ende, no se cagaba. No necesitaba más que un sitio donde tumbarse si así lo deseaba. Y, solo por tocar la moral a sus captores, él decidía sentarse en el suelo, demostrándole que nada de lo que hicieran podría afectarle. Era el hombre de hielo y ni aquellas verdes llamas podrían acabar con él.

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En aquel día excepcional, Bruce Paine no había cambiado su rutina. Unas horas antes había salido para ser testigo de las torturas ajenas, como un mero espectador en un circo romano, y más tarde volvió a su celda donde se encontraba en ese instante. Sentado en el centro, con la espalda apoyada en la pared y los ojos cerrados. No dormía, pues los muertos no necesitaban de descanso, simplemente permanecía en una especie de trance con la mente en blanco. O eso suponían todos, pues nadie era capaz de adivinar qué pasaba por la sádica cabeza de aquel hombre. No se inmutó ni movió ante el ruido de pasos, ni siquiera cuando la puerta fue abierta dejando entrar algo de luz. No era extraño que eso sucediera.

-Te lo he dicho muchas veces, no pienso follarte. Sería como frotarla en el vómito de un perro - una voz grave, más que el temblor de un alud, emergió de la oscuridad. En cuanto abrió los ojos estos brillaron sutilmente gracias a la luz exterior. En ningún momento miró al demonio femenino, si es que realmente tenían género -lo cual dudaba-, sus fríos ojos negros se clavaron en el vampiro acompañante. Rápidamente llegó a la conclusión de que no lo conocía, aunque después de tanto tiempo ahí abajo nada podía asegurarse. Uno terminaba olvidando incluso su propia tez.

-Jodido basssssstardo... me assssssseguraré que pierdasssss la cabeza y te conviertasssssss en mi comida... - el horrendo ser abandonó la escena dejándoles a solas. Nadie escapaba del infierno y tenía otras cosas que hacer, aunque realmente sentía curiosidad. Solo le fue mandado que recibiera y guiara al invitado, un demonio de bajo rango como era no obtenía mucha más información. La jerarquía era muy estricta en el averno.

Aún con el siseo de ese deforme cuerpo alejándose, Bruce alargó la mano e invitó al vampiro a entrar como si aquello fuera su gran palacio. - Debes desear mucho aquello que estás buscando para haberte arriesgado a venir aquí.
Bruce Paine
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