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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Rasmus A. Lillmåns Vie Sep 22, 2017 8:47 pm

Siempre resulta agradable redescubrir esos lugares que una vez te sorprendieron, después de mucho tiempo, y darte cuenta de que, por suerte, siguen pareciéndote igual de maravillosos que la primera vez en que los viste. No tenía muy claro el motivo que lo había llevado a salir de la mansión aquella noche, apenas minutos después de que el Sol se pusiera. Tal vez buscara escapar del ambiente cargado que aquellos días se respiraba en el lugar, a causa de los grandes cambios que había realizado entre el personal que trabajaba dentro de la casa. Hasta hacía relativamente poco, únicamente vampiros tenían permitido entrar dentro, sobre todo para evitar la posibilidad de que se produjeran ataques en su presencia. Todos sabían que a pesar de la apariencia de Rasmus, no era una criatura esencialmente violenta, sino todo lo contrario. Pero eso era hasta el momento en que se le cruzaban los cables, cosa que podía ocurrir cuando alguien desobedecía alguna de las pocas -muy pocas, y esenciales- normas que les imponía antes de que aceptaran trabajar para él. La rectitud de su carácter era lo que mejor se veía desde fuera, y es que su posición, como Primer General del ejército, le obligaba a practicar el noble arte del autocontrol.

Y por su propia seguridad, todos querían que así siguiera siendo, ya que nada bueno salía de las ocasiones en que perdía el control. Cuando se sumía en una espiral de rabia hacia sí mismo, consumo de alcohol y excesiva necesidad de caza, todos temían por sus vidas porque una palabra más subida de tono que de costumbre podía desatar todo el temperamento violento que llevaba encerrado dentro, y que llevaba arrastrando desde sus días como luchador como humano. En definitiva, no era buena idea.

Así que, buscando calma mental, y sobre todo, un poco de soledad, decidió recorrer un camino que hacía mucho que no seguía. Se dirigió a las afueras de la ciudad, al uno de los bosques más cercanos, con un único destino en mente, aquella pequeña laguna de aguas claras, que surgía como de la nada en mitad de un minúsculo claro en medio de los árboles. En efecto, seguía siendo tan hermoso como la primera vez en que lo viese, años atrás, en una de sus primeras salidas cuando llegara a París. Sus aguas tranquilas y claras le habían atraído por completo, trasladándolo a una época remota de su existencia, en Egipto, donde el Nilo bañaba su cuerpo, aun vivo, cada amanecer... un amanecer que jamás vería nuevamente. Sintió una punzada de dolor, tanto por la nostalgia arrastrada a su mente por aquellos recuerdos lejanos, como por la sensación incómoda que provocó el hecho de saber que no podría volver a enfrentarse al Sol. Recordaba su calor, su luz pura y poderosa acariciándole la piel... sensación que añoraba y nunca podría volver a experimentar.

Permaneció sumergido en las frescas aguas durante lo que le parecieron horas completas. La Luna brillaba justo encima de su cabeza, observándole, fiel guardiana nocturna de mortales y cadáveres andantes. Le maravillaba la sutileza con la cual irradiaba luz sobre los rincones más recónditos de aquel paraje lleno de árboles de naturaleza bien distinta entre sí. Todos estos seres parecían competir por ganarse en mayor medida su atención, mientras que Rasmus, obligado a vivir siempre en la sombra, se contentaba con la poca luz que le llegara, tan grande era el anhelo experimentado por la lejana luz del Astro Rey. Nadie se imaginaba la magnitud del vacío sentido por los seres de la noche, el tedio que suponía vivir sabiendo que no vas a morir nunca... Nadie que no formase parte de su misma naturaleza. Sumido en sus cavilaciones, percibió el aroma de alguien que se acercaba. Aunque le resultó extraño que alguien más aparte de él mismo se aventurara hasta tal profundidad del bosque a aquellas horas, no le dio mayor importancia. Se sentía libre en aquel momento, y no creía que nada podría romper esa sensación.


Última edición por Rasmus A. Lillmåns el Dom Oct 29, 2017 1:20 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Raven G. Wallace Dom Oct 22, 2017 10:35 am

La fusta siempre la dejaba exhausta. Aquella vez el castigo había sido por algo de lo que ella ni siquiera había sido responsable, pero cuando el amo quería hacerla daño lo hacía, llevaba demasiados años en aquella mansión como para no saberlo. Se curó los cortes en la espalda como pudo y tras ponerse un vestido fino de algodón recogió su tabaco y el libro del que no se separaba esa última semana, un atlas. Siempre que tenía unos minutos para sí misma se alejaba de todo el mundo y se dedicaba a leer, cuando no era en la finca o el bosque era en la biblioteca. Su dificultad para relacionarse con los demás se había acentuado con los años y tan solo había aprendido a decir lo que los demás esperaban escuchar para evitar tener problemas por su timidez. En resumidas cuentas sin saber a dónde se dirigía pasó de largo por los campos contiguos a la enorme finca donde trabajaba y se adentró en el bosque, ya había estado paseando por su linde pero nunca se había atrevido a entrar y menos aún de noche. Sin embargo, la sensación de dolor, vergüenza, suciedad y tristeza que la embargaba fue suficiente para impulsarla a ir un paso más allá, total… ¿qué más podía pasarla? Caminó durante un buen rato esperando encontrar un lugar en el que la luz de la luna atravesara la copa de los árboles para poder leer, pero no parecía tener suerte hasta aparecer ante ella un precioso claro. Se quedó completamente extasiada al haber descubierto tan oasis, la recordaba a su Escocia natal, el sonido del agua era relajante, las hojas mecidas por la brisa borraba cualquier atisbo de civilización por cerca de la ciudad que estuviera. Era delicioso.

Dejó el libro a los pies de un árbol y se acercó a la orilla para comprobar la temperatura del agua, era curioso que estuviera prácticamente a la misma temperatura que el mismo aire que corría. Hacía años que no era feliz, tantos como llevaba en aquel país, desde que fue secuestrada y alejada de su hogar; dudaba volver a serlo algún día, pero en ese instante sintió paz. Paz… Pudo cerrar los ojos y disfrutar del instante, del silencio y la soledad. De la bolsa sacó un cigarro que prendió de inmediato, sentada en la orilla con los pies en el agua. ¿Se acababa de mover el agua? Estiró el cuello para tratar de alcanzar a ver la profundidad del agua pero sin suerte, habría sido un pez o alguna rana.

-¡Por dios santo!-, dejó caer el cigarro sobre la gravilla de la orilla y se llevó las manos a la boca. Una cabeza había emergido del agua y parecía estar flotando en la superficie, el primer impulso fue el miedo –que la hizo ponerse de pie- pero inmediatamente pensó en que aquel hombre podría estar herido y necesitar ayuda para salir por lo que a medida que avanzaba hacia él trato de conseguir alguna respuesta, -¡¿está herido?! ¡¿necesita ayuda?!-, fue entonces cuando aquel gigante emergió de las aguas haciéndola parecer una niña de diez años a su lado. Se quedó inmóvil, ya metida en el agua hasta la cintura y sin ser capaz de mover un solo músculo ante la visión del hombre que tenía delante. No sabía si temblaba del miedo o por estar medio sumergida en el agua pero su cuerpo no respondía. Era sin duda alguna el hombre más grande que había visto en su vida, no podía ser normal aquel tamaño… El pelo le caía empapado a ambos lados del rostro y sobre los hombros, nadie podría haber estado tranquilo en el lugar de Raven.
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Mensaje por Rasmus A. Lillmåns Dom Oct 29, 2017 1:50 am

Una vez comprobó que la otra presencia no albergaba ningún tipo de hostilidad, algo que podía ser fácilmente discernible por su aura, decidió ignorarla y seguir disfrutando de aquella sensación de libertad que estar sumergido bajo la superficie acuática le ofrecía. ¿Por qué le extrañaba tanto que otra persona se hubiese encandilado con aquel lugar? No es como si fuera su oasis particular, ni nada por el estilo. Diablos, habían pasado años desde la última vez que lo viese. Sin embargo, en su afán de posesión, no podía evitar sentirse molesto por el hecho de que alguien más conociera tan hermoso espacio. No podía hacer nada al respecto, evidentemente, y tan pronto como lo embargó esa emoción, ésta desapareció, arrastrada por la brisa que se había levantado de repente. La superficie del agua se movía levemente, invitándole. Sin más dilación, hundió su cuerpo por completo, incluyendo la cabeza, y comenzó a bucear sin molestarse en abrir los ojos. Los peces, que parecían indiferentes a su presencia, le rozaban el cuerpo provocándole leves cosquillas. Era curioso, todo lo que sentía se acentuaba estando sumergido. Las algas se enredaban en sus extremidades, en sus cabellos, y no dudaba que, de poder olfatearlas, encontraría que éstas eran las causantes del característicamente fresco aroma de aquel claro. 

Una vez se hubo cansado de nadar, volvió a salir a flote, consiguiendo que la otra persona se sobresaltase. Debía haber sido más cuidadoso. Normalmente cualquiera se asustaría si alguien salía a la superficie tan de golpe, y sin haber dado antes muestras de haberse sumergido. Primero sintió el chapoteo, causado por los pasos, y luego la voz de la fémina, que gritaba en su dirección, preocupada por su condición. No pudo evitar sonreír. No sólo no respiraba, sino que tampoco sentía frío. Probablemente debía preocuparse más por sí misma que por él. Rasmus nadó hasta donde sus pies podían tocar el suelo, y luego avanzó en dirección a la muchacha a paso lento, como intentando no espantarla, aunque a juzgar por su expresión no lo había conseguido. Era lógico, su aspecto, especialmente, mojado, era bastante más fiero que de costumbre. - Estoy bien, disculpadme si os he sobresaltado. De pronto sentí la necesidad de nadar un rato y no me di cuenta de que estaba tan lejos de la orilla. -Su sonrisa afable no encajaba con el resto de su apariencia, él mismo era capaz de reconocerlo. Se sentía revitalizado después de aquel rato a solas.

- Creo que ahora deberíamos preocuparnos más por vos. Estáis empapada. - Declaró el hombre, diciendo lo evidente, y caminando hasta ponerse a su altura. Se encorvó un poco, tratando de no mirarla demasiado desde arriba, conocedor de que la sensación que esto producía, especialmente en los humanos, no era precisamente agradable. Salió del agua y se dirigió al escondite donde había colocado sus pertenencias. Luego observó a la joven desde la orilla, y sin pensárselo dos veces le tendió su abrigo, esperando que así al menos pudiera conservar algo de calor. Acto seguido se puso la camisa, consciente ahora de que estaba saltándose probablemente un centenar de normas de etiqueta. - ¿Por qué estáis en un lugar como este a tan altas horas de la noche? A pesar de que yo esté haciendo lo mismo, no creo que el peligro que corramos sea el mismo. -Dijo en tono bromista, aunque lo que quería preguntar realmente era otra cosa. Desde hacía unos momentos comenzaba a notar el inconfundible aroma de la sangre, y procedía de ella. ¿Estaba herida?

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Mensaje por Raven G. Wallace Dom Oct 29, 2017 9:51 am

Abrió y cerró la boca varias veces al verse incapaz de decir nada que sonara coherente. No se debía juzgar a alguien por su aspecto pero en el caso de ese hombre era alucinante la diferencia entre la fiereza de su físico y lo calmo de su manera de hablar, era casi cautivador como se dirigía a ella; como si toda la delicadez que no tenía en apariencia la reflejase con sus modales. No se puede decir tampoco que se sintiera a gusto de inmediato, era demasiado temerosa para ello, pero no salió huyendo; ya era un paso. Salió del agua detrás de Rasmus y fue cuando notó el peso de la falda calada, ¡genial! Tampoco le fue indiferente al desconocido que no tardó en señalar el estado de su ropa a lo que esta solo pudo encoger los hombros, debería tener cuidado al llegar a casa de dejar la ropa mojada escondida para que nadie descubriera su escapada nocturna. -No es nece… Gracias-, ya tenía puesto el abrigo a mitad de la frase por lo que sonrió con timidez y lo cerró agradeciendo tener algo de abrigo en ese momento, debía ser divertido verla con semejante abrigo de más del doble de su embergadura. -No podía dormir y me apetecía salir de la casa en la que sirvo, leer al aire libre me gusta más que entre cuatro paredes-, era un resumen bastante simple de los motivos que la llevaban a salir de la casa pero por el momento –y teniendo en cuenta que acababa de conocerle- era suficiente.

Para confirmar su historia le imitó y se acercó al árbol bajo el cual había dejado la bolsa con el enorme atlas, -no es una novela, pero además de los mapas hay información de cada continente y país-, parecía que siempre que hablaba de sus libros en vez de sí misma o cualquier otra cosa su incapacidad para comunicarse se redujera al mínimo. Parecía más una niña mostrando un vestido nuevo que una joven en mitad de un bosque con un hombre al que no conociera, -ayer empecé con África, es fascinante-, dijo señalando la zona norte del continente y mirándole con cara de ilusión, -¿le gusta leer?-, ¿tenía cara de contrariedad o era cosa suya? Lo cierto es que pocas mujeres –y menos de su estatus- eran conocidas como ávidas lectoras de libros, parecía ser una ocupación o hobby más destinada a los hombres, quizás por eso Rasmus tenía aquel gesto de asombro. Se mordió el labio avergonzada y cerró el libro despacio antes de guardarlo nuevamente en la bolsa. Fue al agacharse cuando notó la tela rozar uno de los cortes en el omoplato y un gesto de molestia fue inevitable, -debería regresar tengo un pequeño corte por el trabajo y si no lo curo sangrará otra vez-, si es que no lo estaba haciendo ya, que es lo que se temía.

-Siento devolverle el abrigo mojado…-, se lo quitó de los hombros con cuidado notando de nuevo el frío contra su cuerpo, sobre todo en las piernas contra las que estaba pegada la tela del vestido. -¿Podría saber su nombre antes de irme?-, había conseguido despertar su curiosidad, como si de un personaje de sus libros se tratara, -yo me llamo Raven-, había pasado de ser la señorita Wallace, hija del conde de Falkland a simplemente Raven hacía prácticamente diez años.
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Mensaje por Rasmus A. Lillmåns Mar Nov 28, 2017 4:36 pm

Quizá ser sobreprotector con los humanos era lo que más lo caracterizaba, además de ser también lo que más problemas le causaba. En sus días como inquisidor le había sucedido, que a la hora de toparse con inocentes falsamente acusados de brujería no había podido cumplir con la misión de arrebatarles su vida. Para él, las vidas humanas eran tan frágiles, tan cortas, tan delicadas, que destruirlas sin motivo era algo que pesaba demasiado sobre su conciencia. Era un tanto irónico, teniendo en cuenta su pasado y su presente bélicos, pero no por ello dejaba de ser cierto. Proteger a aquellos en peligro era algo así como su misión. No era algo que pudiera evitar, ni tampoco se sentía inclinado a dejar de sentirse así. Ni siquiera cuando esa actitud le ganara la hostilidad por parte de sus contrapartes inmortales. Había vivido demasiado, sabía demasiado, como para ver las cosas desde la simplicidad de un "o ellos o nosotros". Rasmus vivía en un terreno gris, donde ni todos los humanos eran inocentes, ni todos los condenados eran culpables. Por eso no pudo evitar preocuparse a medida que el aroma a sangre comenzó a invadir sus fosas nasales con más insistencia. ¿Tan malherida estaba? Él ahora mismo estaba estable porque se había alimentado hacía poco, ¿pero qué ocurriría si alguien más había seguido el rastro de aquel olor hasta el bosque? A pesar de que era evidente que la mujer deseaba marcharse -no podía culparla por sentirse ansiosa-, no pensaba dejar que lo hiciera a solas. 

Quizá por eso quiso desviar un poco el rumbo de su conversación, y tomó el libro prestado de las manos ajenas cuando la muchacha lo había cerrado. - Disculpad mi grosería, no pretendía incomodaros. Es sólo que me sorprendió que fuese precisamente África el lugar sobre el que estabais leyendo. -No mentía, en realidad. Hacía mucho que no conocía a nadie que sintiera el más mínimo interés hacia el continente que le dio la vida. Los recuerdos comenzaron a fluir por su memoria, recuerdos del calor y sequía de la tierra, pero también de la simpleza de sus gentes, de su antigua tribu, misma tribu que había sido destruida por otros inquisidores una vez él desertó, como modo de venganza. - Yo nací en Egipto... hace años. -Casi se atragantó al callarse la carcajada que casi se le escapa, cuando la expresión de la joven le dijo que probablemente tampoco hiciera tantos años. A veces se olvidaba de que su apariencia y su edad encajaban casi tan poco como su estatura y sus modales. - Pero no he vuelto en mucho tiempo, y la verdad, lo echo de menos. Las puestas de Sol en el desierto son hermosas. El cielo y la tierra parecen fundirse en color rojo. -La melancolía era patente en su voz. El Sol. ¡Cuánto lo extrañaba!

- Encantado de conoceros, Raven. Mi nombre es Rasmus. -Se presentó, ejecutando una cortés reverencia. Tratar a las damas con educación era una costumbre muy arraigada en su persona. Negó con la cabeza cuando ella le entregó el abrigo, y volvió a colocárselo sobre los hombros para después tenderle el libro de vuelta. - Sería un problema si os refriaseis. Creedme, soy más resistente de lo que parece, os hará falta. -Insistió dibujando nuevamente aquella amable sonrisa, y a punto estuvo de ofrecerse para acompañarla, cuando escuchó algo que lo hizo ponerse en alerta. Un aullido, agudo, penetrante, no demasiado lejos del claro. Acompañado por unos cuantos más, que indicaban la presencia de una manada demasiado cerca como para que el lugar fuera seguro. La pregunta más importante probablemente fuese si eran lobos normales o... algo más. Miró a la joven con expresión preocupada. - ¿Sería poco apropiado que os acompañara, al menos hasta salir del bosque? -Aunque la respuesta fuera negativa, no pensaba dejarla sola. Los aullidos eran cada vez más cercanos. 

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Mensaje por Raven G. Wallace Dom Dic 17, 2017 11:11 am

A pesar de lo que su sentido común le decía, Raven no pudo evitar que la curiosidad –que tanto la caracterizaba- la impidiese irse de allí en cuanto supo que ese hombre era de un lugar tan lejano como maravilloso. Quería saber todo de él y su hogar, todo lo que no pusiera en aquel libro que ahora sujetaba el vampiro con mimo, -¿y por qué no vuelve? Si lo echa de menos y tiene la posibilidad de volver…-, ojalá ella se encontrara en esa situación, cruzaría el mar a nado con tal de volver a encontrarse con su familia, de estar en casa y lejos de aquella pesadilla que tenía que soportar cada día. Sonrió al escucharle hablar, se notaba que lo echaba de menos, que amaba su patria y sin darse apenas cuenta empezó a desaparecer ese miedo que sintió cuando le vio salir del agua. Todo era chocante con Rasmus, que así se llamaba, sus modales y educación con su porte y tamaño, la calidez con la que hablaba a la joven hacía mucho tiempo que no se la había escuchado a nadie, pareciera que de verdad estaba interesado en su estado y lo que pudiera ocurrirla allí, -no, si sí que lo parece-, susurró a su comentario. Si él creía que no parecía resistente entonces ella era más frágil que una hoja cayendo de cualquier árbol.

Pegó un respingo al escuchar el primer aullido y notó el corazón bombear a toda velocidad cuando los siguientes le acompañaron, -deberíamos irnos-, asintió y recogió el libro con rapidez antes de emprender el mismo camino que un rato antes, pero en sentido inverso. No tenía ni idea de dónde estaba la manada, podían estar yendo directos hacia ella y ni se enteraría hasta tenerlos encima, debían caminar deprisa pero sin hacer demasiado ruido o podrían atraer su atención; en eso su acompañante parecía ser un experto pues en un par de ocasiones tuvo que girar para cerciorarse de que la seguía, era como si no pisara ni una rama del suelo. Fue en una de esas veces cuando su pie se quedó atrapado entre unas raíces y cayó de bruces en el suelo, -no puedo sacarlo-, se quejó. No sabía si se habría roto el tobillo, sería un esguince o qué pasaba pero cada vez que trataba de liberar el pie el dolor era más agudo.

A pesar del cuidado y la prisa que el vampiro que se dio en romper la madera no fue suficiente, los lobos formaban ya un circulo a su alrededor y no había manera posible de que salieran ilesos de allí, si es que había alguna de simplemente salir vivos. -Tenemos que subir al árbol-, susurró al hombre que parecía más una estatua que un ser humano, pareciera como si se estuviera midiendo con los animales, permanecía junto a ella pero estaba agazapado y ni de lejos mostraba el nerviosismo que se había apoderado de Raven, analizaba los movimientos de cada lobo y se movía hacia los lados por los que se acercaban gruñendo, no sabía cómo lo hacía pero los estaba manteniendo a raya. Aun teniendo el pie inutilizable se puso de pie lo más despacio que pudo y se dio la vuelta para empezar a trepar por el tronco ayudándose de las ramas de este, ojalá la pudiera seguir.
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Mensaje por Rasmus A. Lillmåns Vie Ene 19, 2018 2:22 pm

A pesar de que para él era frecuente ponerse en lo peor, Rasmus siempre trataba de permanecer positivo cuando de la seguridad de otras personas se trataba. Pero cuando la vio caer de bruces justo frente a él, tan repentinamente que ni él pudo hacer nada para detener su caída, realmente se temió lo peor. A juzgar por la cantidad de aullidos serían más de diez lobos, y si eso ya representaba un peligro tratándose de lobos normales, no quería ni imaginarse lo fea que se pondría la cosa si entre ellos habían, además, licántropos. Aunque pudiera repeler a los animales con cierta facilidad, no iba a negar que saldría herido. Pero si era otro sobrenatural el que le plantaba cara, todo se volvía mucho más peliagudo. Si no conseguía esquivar sus mordiscos y el veneno penetraba en su cuerpo, no sería tan útil en la tarea de proteger a Raven como desearía. Rezó a cuantos dioses conocía rogando que no fueran más que animales sin consciencia, especialmente cuando tuvo que dejar de mirar a su espalda por un momento para liberarla de la rama. Romperla en pedazos no fue muy difícil, pero sí que les dio el lapso de tiempo que necesitaban las bestias para alcanzarnos. Podía notar el corazón de la joven palpitar a toda prisa, aunque estaba agradecido de que todavía no hubiese entrado en pánico.

La idea de subir al árbol no le gustó demasiado, más que nada porque dudaba que las ramas de aquel abeto fueran bastante fuertes para sostenerlos a ambos, pero era la más sensata que se les podría haber ocurrido. Observó la forma dificultosa en que la mujer trepaba, cuando decidió darle una mano. Tras disculparse por el atrevimiento, la tomó por la cintura y trepó hasta la rama más cercana, donde la dejó sentada. - Sosteneos con fuerza. Es más difícil que os alcancen aquí arriba, pero no es imposible. -Tras decir eso, y de un salto, aterrizó en el suelo frente a los lobos a los que, hasta hace unos minutos, había estado plantando cara. No percibía mayor rastro de inteligencia en ellos que las propias de un animal hambriento, así que suponía que el uso de sus dones sería más efectivo en ellos. Ante los atónitos ojos de los lobos, el vampiro pareció multiplicarse. La ilusión era lo bastante densa como para hacer que retrocedieran, asustados, al ver cómo los enemigos crecían en número ante sus narices. Los gruñidos, sin embargo, no cesaron, y a medida que iban hacia atrás, se habían ido replegando, dejando espacio, una especie de camino, entre ellos.

Se lo había imaginado. No iba a ser tan fácil. Las siguientes dos criaturas que aparecieron entre sus ojos, a pesar de ser lobos, tenían un tamaño mucho mayor, y el brillo de sus ojos era amarillento. Pero era su aura, inconfundible, lo que le dio la pista que necesitaba. Aquella manada tenía líderes sobrenaturales, y a juzgar por la forma en que se movían, llevaban mucho tiempo actuando en forma animal. Puede que incluso décadas. A veces había escuchado de licántropos que se quedan estancados en la fase de conversión, cuando el poder de la luna ejerció en su primera noche demasiada fuerza y no les dejó cambiar de nuevo a humanos. Los ojos de los dos licántropos se alternaron entre Rasmus y la chica del árbol, ignorando completamente las ilusiones creadas. Ellos sí podían pensar, y estaba claro que querían tomar a ambas presas, aunque tuvieran que trepar para ello. El árbol ya no era un lugar tan seguro. - Raven, en cuanto podáis, tendréis que bajar de ese árbol y salir de aquí. Yo los entretendré cuanto pueda... -Dijo el vampiro, dedicándole una afable sonrisa a la muchacha. Su prioridad era sacarla de allí a salvo.

El enfrentamiento empezó cuando el primer lycan se abalanzó hacia él, abriendo las fauces. Rasmus lo esquivó sin demasiada dificultad, para luego propinarle un golpe fuerte y seco en el lomo, que lo hizo aullar, lamentándose. Juraría que había escuchado el sonido de las costillas al romperse. El segundo no tardó en hacer lo propio, aunque éste sí logró morderle el brazo antes de que el vampiro pudiera golpearle. Para zafarse, Rasmus lo pateó, lanzándolo por los aires hasta hacerlo chocar con un árbol cercano. El resto de animales, inquietos, parecían esperar una señal para lanzarse al ataque.


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Mensaje por Raven G. Wallace Dom Ene 28, 2018 9:47 am

En otra ocasión aquel contacto del hombre con ella la hubiera bloqueado por completo pero tal y cómo estaba la situación a su alrededor simplemente ni le prestó atención. Se sujetó a las ramas y justo cuando pensaba que Rasmus haría lo mismo le vio saltar de nuevo al suelo, ¿es que estaba loco? No tenía la menor idea del motivo por el que aquel hombre se inmolaba de aquella manera, su primer impulso fue gritarle para que regresara al árbol pero justo cuando cogió aire para ello la rama sobre la que estaba crujió y tuvo que moverse a otra un poco más ancha. Lo que sucedió a sus pies la dejó atónita, no tenía palabras para describirlo si alguien la preguntaba, no tenía manera de entenderlo simplemente sabía lo que estaba viendo pero no cómo. Rasmus había pasado de ser un solo hombre a multiplicarse en número, había leído sobre magia pero jamás había sido testigo de ella, los lobos se debieron asombrar tanto o más que ella misma pues por un momento pareció que se replegaban. Pero fue como la calma que precede a la tormenta, no se retiraron por Rasmus y su poder sino porque los reales líderes de aquella manada entraban en escena. Esa parecía la noche de las primeras veces para la joven pues la pareja de animales que acababa de entrar en su campo de visión no era nada que ella hubiese visto antes, eran como lobos pero duplicaban su tamaño, se movían de manera diferente cómo analizando a Rasmus e incluso a ella.

Definitivamente ese hombre estaba loco, ¡acababa de sonreírla a pesar de la situación en que se encontraba allí abajo! Se llevó las manos a la boa ahogando un frito cuando comprobó la fiereza con la que atacaba el primero de los animales a Rasmus, lo extraño es que no estuviera muerto pero el caso es que parecía defenderse con la misma fuerza que sus adversarios, ahora comenzaba a entender el motivo por el que había bajado al suelo en vez de quedarse con ella. Bajar no era una opción para ella, con el tobillo como lo tenía –a pesar del esfuerzo de Rasmus- no llegaría a recorrer ni veinte metros antes de que alguna de las bestias la diera caza. Fue entonces cuando se la ocurrió mirar en la bolsa que cargaba, pues además de siempre llevar un libro, solía cargar con fósforos para el tabaco que tanto disfrutaba. ¿Podía ser eso una solución para que se alejaran de ellos? El abeto estaba repleto de piñas, y gracias a Dios resecas por la falta de lluvias. Cuando cogió la primera de ellas no supo bien qué hacer o a dónde lanzarla pero al ver a uno de los lobos avanzar hacia el vampiro tuvo claro cual era su diana. Al golpearle las semillas de la piña salieron como si fueran metralla y el resto de animales al verlo se quedaron en retaguardia. Rasmus ya estaba ocupándose de los dos grandes por lo que si Raven conseguía crear una especie de pared de fuego entre ellos y la manada tendrían alguna posibilidad de salir de allí.

No estaba siendo fácil y los fósforos empezaban a escasear pero sí sabía que estaba ayudando a Rasmus y con eso ya –al menos- se sentía útil en vez de una carga para aquel desconocido que había resultado ser mejor persona que muchos de sus conocidos. -¡Tenemos que salir de aquí!-, justo en ese momento los lobos habían desaparecido tras las llamas y los dos grandes parecían lo bastante heridos como para no tratar de perseguirles si empezaban a correr. Temía por su pie pero aun así bajó junto a Rasmus lista para empezar la huida nuevamente. Y no la hizo falta pedir ayuda para sujetarse a él, una vez más la generosidad del vampiro quedó patente al prácticamente cargar con su peso hacia la salida del bosque.
Raven G. Wallace
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Mensaje por Rasmus A. Lillmåns Miér Abr 04, 2018 7:01 pm

En circunstancias tan adversas como aquella, y sobre todo, estando en compañía de humanos, era consciente de que las posibilidades de encontrar una vía de escape resultaban ser más bien escasas. Pero, nuevamente, la compostura y actitud de la joven le demostraron que todo era posible cuando se trataba de aquellas criaturas. Mortales o no, nunca dejaban de sorprenderle. La primera de las piñas había aterrizado salpicando un sinfín de motas de fuego que no tardaron mucho en extenderse a su alrededor, formando una especie de muro entre él, y el árbol, y los lobos que ahora se mostraban aún más agitados. Por un momento él mismo se sintió un tanto perturbado. El fuego era una de las pocas cosas que podían dañarlo de forma permanente, pero tenía otros problemas de los que encargarse, y bastante más apremiantes que la posibilidad de salir herido en el improvisado -e inteligente- ataque de la chica. El primero de los lycans había vuelto a abalanzarse sobre él, esta vez intentado alcanzar su yugular directamente. Ya ni parecían interesados en divertirse en la tarea de la "caza". Se habían tomado su ataque como una ofensa más personas. Sólo querían acabar con su presa, quien, además, resultaba ser su enemigo natural. 

Rasmus no pudo evitar que su aspecto se viera alterado también a causa de la adrenalina de la pelea. Sus colmillos eran evidentes, y su expresión fiera poco o nada se asemejaba a la afable que normalmente lo acompañaba. Incluso los gruñidos que de vez en cuando emitía, al golpear o ser golpeado, se parecían más a un sonido animal que a otra cosa. Por su propia seguridad, y especialmente, por la de Raven, no podía permitirse bajar la guardia, aunque eso lo llevara a la posibilidad de descubrir su naturaleza ante la mujer. Que ella le temiera era un precio pequeño a pagar si al final conseguía sacarla de allí sin ningún otro daño más que haberse torcido el tobillo. La joven, empeñada en ayudarle, había seguido lanzando frutos envueltos en fuego, lo que terminó por espantar a los lobos normales, pero que sin embargo habían agitado aún más a los licántropos. Sabía por experiencia que aquellas bestias eran muy territoriales. No dejarían escapar cualquier oportunidad para acercarse a ella en cuanto él cediera lo más mínimo, pero la cercanía del fuego comenzaba a limitar también sus propios movimientos. Debía dar un golpe certero y luego marcharse tan rápido como pudiera mientras estaban convalecientes. Probablemente esa sería su única oportunidad. 

La ocasión se presentó antes de lo esperado. Tomando una gruesa rama caída que se había incendiado, clavó el extremo cortante y envuelto en llamas en el abdomen de una de las criaturas, que comenzó a revolverse en el suelo a causa del dolor. Por el lugar donde se le había clavado el objeto, sería un milagro que sobreviviese. Aprovechando que su compañero se había distraído para comprobar el estado del otro, el vampiro saltó sobre el lomo de la bestia y clavó sus colmillos en la gruesa y peluda piel, succionando de forma casi frenética e inyectando a la vez el veneno que lo paralizaría. Una vez el animal comenzó a convulsionarse, Rasmus saltó hacia atrás y escupió la sangre a toda prisa. Eso no lo mataría, pero sí lo haría retorcerse de dolor por un rato. Esperaba que lo suficiente para que les diera tiempo a escapar. Una vez Raven estaba de nuevo en tierra firme, la cargó como puedo y comenzó a correr a toda prisa en dirección a la ciudad. Podía escuchar con claridad los aullidos a su espalda, y supo que aún no estaban fuera de peligro. Tenían que darse prisa, o no lo lograrían. La pelea lo había dejado agotado, y la herida en su brazo y otra en su espalda estaban sangrando más de lo normal. Ser atacado por un lycan impedía que su regeneración fuera tan rápida como de costumbre. Esperaba que, al menos, la sed se manteniera a raya el tiempo suficiente. 

Rasmus A. Lillmåns
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