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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Monserrat Sáb Oct 07, 2017 9:20 pm


Hora y media para que salga la luna llena


Hoy Monserrat se sentía agua.
Apenas si sus pies habían tocado suelo parisino hace algunos días y seguía sintiéndose tan agobiada como cuando había llegado, pero jamás sería como la adrenalina y la desesperación de haber escapado de sus amos.
Le era inevitable preguntarse ¿cómo estarían? ¿se hallaban bien? ¿adornaban sus miembros su propia morada? ¿la estarían buscando? ¿había dejado huella en su torpe escape?
Esperaba que no, porque aunque se preguntara por ellos, no deseaba volver...nunca.

No debían preguntarle un nombre para esa tierra donde estuvo, lo desconocía por completo, pero lo que sí conocía de ella era su interior. El olor de su tierra y sus habitantes, su número y sus frutos porque con ellos le alimentaban, el sabor del agua de sus arroyos y ríos, porque de ellos bebía cuando tenía sed, en ellos lavaba a medias o por completo la sangre de sus víctimas.

La tarde caía y aquella noche la ciudad de París, si corría con suerte, no vería a Monserrat la Licántropo. Demasiado pronto, demasiado tímida aún, demasiado libre...lo juraba, demasiado y la desesperaba, no tenía propósitos ajenos, nadie le ordenaba asesinar y no podía negarlo, nunca, le gustaba.
Miraba al horizonte sentada sobre la aún tibia arena, el atardecer rojo le recordaba la sangre de otros, la suya y el naranja al pelaje de Badreu, uno de los niños que había sido su hermano de lucha, controlar y proteger era su orden.

¿Por qué?
Se le podría preguntar al viento y este solo jugaría con las palabras en su viaje a través del mundo.
¿Por qué lo extrañaba si tan inapropiado le parecía luego de haber escapado? ¿Le parecía en verdad inapropiado? Y si era así...¿Por qué había buscado otro amo?
Y si tenía otro amo...¿por qué estaba allí y no junto a él?
Pasó ansiosa las manos por sus cabellos y rostro inclinando la cabeza, le desesperaba tener tantas preguntas.

Monserrat entreabrió las manos y observó el arenal, las quitó de su rostro y acarició la superficie, hundiendo la palma de su mano en ella. Se sentía bien.
Jugar con arena era divertido, para los niños, había visto a algunos jugar antes de que fuera tan tarde, pero no deseaba que nadie viera su transformación, menos pequeños... Era un monstruo, no un demonio...¿Había diferencia? Sonrió, sabía que no.
Estaba bien así, sola. Mirando el agua y cómo se mecía, el sonido inquietante pero a la vez relajante. ¿Cómo cosas tan contrarias podían convivir juntas? Como cuando asesinaba junto a sus hermanos, era feliz, justo antes de entrar de nuevo a aquella jaula llamada habitación.

Los ojos comenzaron a arderle, sabía que el corazón en largos pero no lejanos minutos le palpitaría muy rápido y que luego, en un segundo, sentiría que se le fragmentaba en pedazos. A veces solo quería quedarse así, porque lo que venía era más doloroso; las garras saliendo de sus manos, los dientes y las fauces cambiarle, ya no eran labios femeninos, su cuerpo aumentaba en tamaño y en fibra, sus orejas crecían junto a su útil y larga cola. Sus piernas necesarias para darle la velocidad también le dolían al convertirse. El pelaje era lo único que le gustaba, se sentía bien, como una caricia, un masaje y le parecía hermoso, tan negro y suave.

Sí, por ahora estaba bien así solo viendo el paisaje, solitaria con los ojos en llamas.
Levantando la cabeza aulló aunque no fuese hora para hacerlo, aulló como cuando se enamoran las luciérnagas de la luna llena.


Última edición por Monserrat el Vie Nov 10, 2017 6:25 pm, editado 3 veces
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Mensaje por Naxel Eblan Jue Oct 12, 2017 6:52 am

Hacía un par de días había llegado una petición sobre un encargo a mi tío Keith, muchos eran los que conocían a mi tío no solo por tener aquella tienda de armas para cazadores sino también porque él era un cazador... aunque más bien quien hacía los encargos era yo en vez de él, el motivo era porque él ya estaba algo mayor para salir a cazar y habíamos hecho el pacto de que él se quedaba en la tienda y atendía a los encargos no solo de armas sino también para cazar y yo me encargaba de cumplir los encargos, y nos había llegado uno hacía tan solo un par de días. No era nada extraño que nos mandaran a matar a algún vampiro o algún licántropo, incluso algún cambiante, por petición de alguna persona que quería librarse de dicha persona por un motivo u otro, yo no preguntaba los motivos yo solamente quería tener la información necesaria para cumplir el trabajo y luego que me pagaran por ello, así era como sobrevivía. Muchas eran las noches, por no decir que eran todas, las que salía a cazar enfrentándome a las bestias que poblaban la noche de peligros y de oscuridad, aunque muchos no sabían que yo era el mayor de los peligros que se podrían llegar a encontrar durante su noche. No tenía piedad alguna y tampoco la conocía, no pertenecía a esa estúpida orden de cazadores que se creían los mejores por purgar la ciudad de aquellas bestias, pero muchos de los encargos no se los mandaban a ellos por la... moralidad, por decirlo de alguna forma, que tenían. El gremio no me conocía y pretendía que siguiera siendo así pero sin embargo, en los barrios bajos, en los más profundos de la ciudad de París sí que me conocían; conocían mi fama y mi reputación, que era un cazador sádico y despiadado que no conocía ni la compasión ni la amabilidad y que además me encantaba torturar a mis presas durante días, llevarlos a la extenuación mientras me divertía cómo sufrían... era un cazador y era al mismo tiempo un demonio, dos factores que hacían que mi víctima temblara cuando caía bajo mis garras.

El encargo que nos habían pedido procedía de un amo y supe que no se lo había pedido a la orden porque la trata de esclavos estaba prohibida, pero al parecer aquel hombre había tenido a varios esclavos que se le habían escapado y quería encontrarlos para volver de nuevo a que le sirvan y siguieran siendo sus siervos fieles, como perros. Buscaba a una esclava en particular, una loba que se le había escapado y que andaba suelta por la ciudad y quería que la encontrara para ponerle la correa y el bozal que le correspondía para atarla de nuevo y seguramente darle los azotes que se merecía por haberse escapado de su lado. La suma era cuantiosa así que supuse que, o bien la loba era demasiado peligrosa como para que estuviera suelta, o bien aquel dueño tenía una fijación por aquella loba y quería volver a tenerla bajo su yugo. Lo cierto es que no me importaba lo que quisiera o pretendiera hacer con ella, solo me importaba la información que pudiera darme sobre dicha mujer para encontrarla y llevársela de nuevo y así poder cobrar la enorme recompensa que ofrecía por ella. Me puse enseguida a recabar información sobre dicha mujer para poder encontrarla, preguntar en los barrios más bajos y profundos de la ciudad de París y sobre todo si sabías dónde debías de ir a buscar información era importante si tenías a alguien que te facilitaba dicha información, fue al primer lugar que acudí para poder saber algo sobre aquel asunto. Por suerte para mí había sido comentado y rumoreado sobre unos esclavos que habían escapado de su amo, una vaga descripción de las últimas veces que se había visto a la que buscaba me dio un hilo, aunque fuera poco, del que tirar para poder encontrarla. Me llevó un día poder dar con ella pero finalmente lo hice, el rastro se perdía ahora una de las zona de la playa donde, desde lo lejos, como el acechador y el depredador que era acechaba a mi presa. Estaba sola, sin nadie que pudiera ayudarla, y no se había percatado de mi presencia aunque si lo había hecho nada podría hacerle ver a simple vista que era un cazador... salvo que viera mis dagas de plata. La muy estúpida estando sola aulló a la luna aunque no se convirtiera en licántropo y eso me hizo ladear la sonrisa de forma ladina, el demonio acechaba a su presa y esta no se daba cuenta de a quién tenía cerca. Decidí acercarme rompiendo así su momento y su soledad, podría haberle lanzado una flecha con la punta de plata con la ballesta pero no quería aguar la diversión tan pronto. Sintió mi presencia cuando me acerqué a ella con esos sentidos desarrollados que tenían y me paré a unos pasos observándola con un brillo malicioso en mis ojos.


-Buenas noches, señorita
–dije con la mirada fija en ella con ese tono frío que me caracterizaba- aunque debería de decirte, para tú información, que de bueno no va a tener nada –saqué una daga y la giré en mi mano para que notara y viera que era de plata haciéndole saber lo que yo era, así también que sabía lo que ella era-] una mala jugada aullarle así a la luna... pero ya te había visto desde hacía un tiempo. Podrías estar muerta a estas alturas sin embargo, por alguna razón, te quieren viva –chasqueé la lengua por eso con cierto fastidio- así que he decidido darle un poco de emoción al asunto y no atraparte tan pronto como hubiera sucedido de no haber estado atenta. Vamos lobita, ven a jugar con el demonio.
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Mensaje por Monserrat Vie Nov 10, 2017 6:22 pm


Media hora para que salga la luna llena


Las olas iban y venían, su sonido era reconfortante, un arrullo para la bestia que intentaba manifestarse, que comenzaba a hacer presencia en aquella playa al parecer solitaria.
Un contraste demasiado pacífico en comparación a su interior, ese que hervía, que la calcinaba y la excitaba, haciéndola sentir como brasas al rojo vivo, como lava y el interior de un volcán en Hawaii.

Tanta paz que incluso sentía que podía no llegar a transformarse, una inquietante y ambigua utopía que se borró cuando sus fosas nasales percibieron el aroma de un humano.
Monserrat inspiró profundo cerrando los ojos mientras mecía su cabeza en el reconocimiento del nuevo huésped, dejando que la fragancia del intruso se mezclara con el olor a salitre y arena, a peces y a humedad, a su olor particular de lobo y mujer. Él era un hombre, eso percibía en su sexo, en la forma en que caminaba y respiraba, porque su audición también se agudizó por mero instinto.

¿Acaso sería uno de esos incautos que caería presa de la violencia del monstruo sediento de sangre y lleno de febrilidad que era ella? No sería el primero, recordaba que sus amos conocían los hábitos y necesidades de sus sabuesos, recordaba como espejismos lejanos e irreales los bosques y las cadenas en su cuello al estar convertida, recordaba a sus hermanos caminar a su lado entre gruñidos y pasos torpes, sus garras y su corazón latiendo anhelante, recordaba y saboreaba a sus víctimas, a aquellos pasabocas nocturnos que tenía en ciertas ocasiones de luna llena cuando no había ninguna misión con la que saciar apetitos, cuando habían premios como galletas, recordaba la saciedad y la sensación de llenura y placer al regresar a casa, la culpa que se mezclaba con la felicidad al limpiar su cuerpo entre el agua de una tina, cómo el agua se teñía de inmediato de rojo, siendo luego rosa.

Y así despertó su hambre, la mujer del continente, nuevo, floreciente y sureño inspiró aún más profundo el agradable aroma.

Hasta que dedujo que se acercaba a ella, porque el volumen de la arena hundiéndose y siendo arrastrada por sus pasos, incrementó, como sus látidos, como su respiración y el fru fru de la tela de sus ropajes.
Abrió los ojos calma, eran más dorados que hace unos cuantos minutos y giró su cabeza al hombre. Una curiosidad ver su rostro, detallar lo que deseaba, si buscaba compañía, si en realidad era presa.
Vaya sorpresa al ver de primerazo la belleza de la plata brillar en su mano en forma de daga, las palabras sobraron en aquel momento, se olvidaron no siendo importante en lenguaje de las palabras para ella.
Sí, vaya sorpresa...otra parca como ella.

Monserrat ladeó la cabeza y entrecerró los ojos, levantándose al tiempo que miraba los orbes que a unos cuantos y medidos pasos la observaban, miró sus sonrisa, ya la había visto antes, en sus verdugos cuando se portaban mal, en algunos de sus enemigos, los más difíciles y peligrosos, los que se tenían confianza, en sus amos.
Y de sus amos supo que él hablaba, lo entendió a los segundos, luego de corroborar que venía a cazarla.

Un escalofrío recorrió su cuerpo, erizó sus vellos y el aire húmedo y fresco se volvió pesado, incómodo, ya no era sería su primera transformación en París un momento íntimo entre el sabueso, el lobo y la mujer.
Le latió el pecho más rápido y meneó la cabeza, cerrando sus ojos de nuevo, se sentía confundida, lejana como en una película a blanco y negro, una muda y borrosa.
¿Cómo la habían encontrado? ¿Era una pesadilla?¿Seguía en aquella pequeña celda que llamaba cuarto en ese inmenso castillo en tierra sin nombre?¿Despertaría pronto?

Apretó los puños y pudo sentir como sus garras se le enterraban en las palmas de las manos.
Abrió los ojos y lo miró, dorados como el oro y la llama, así se veían sus iris. - Nunca.- dijo con voz suave pero amenazante tono en su castellano de la Nueva Granada, ese que no había olvidado por alguna razón desconocida, poco le importó si la entendía o no, el tono sería suficiente si era inteligente o astuto como parecía ser. Ella no volvería y asintió, aceptando el desafío, un poco de diversión inesperada tampoco le vendría mal a ella, pero sabía que tenía miedo, igual sabía que lo domaría.

La loba lanzó otro aullido a la luna seguido de un gruñido amenazante, ¿qué le importaba si la había escuchado aullar?¿Acaso el lobo alguna vez había temido al humano?¿A una simple oveja?
Olvidaba algo la fémina bestia, habían sido simples y frágiles humanos los que habían colocado un collar en su cuello, los que la habían amansado y a estos había servido, es más, eran dos humanos a quienes ahora servía y seguía.

Con las gotas perlar su frente y clavícula por el calor que la abrasaba, tomó posición de pelea sin olvidar ni dejar de sentir la transformación que se avecinaba, levantó la mujer, de cabellos azabaches, cuerpo libidinoso y rostro de inocencia, a la altura de su pecho las manos, las cerró y abrió en el aire hacía ella, invitándolo a acercarse con una sonrisa afilada que decía...ataca, no te tengo miedo, cazador.
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Mensaje por Naxel Eblan Jue Nov 30, 2017 10:54 am

Mi misión era más que clara y el encargo pedía que encontrara a una de las esclavas que se le había perdido a uno de los amos que había por París escondido, no era algo que estuviera bien visto aunque mucha gente tenía esclavos y no lo decía por miedo a represalias que tomaran contra su persona, por lo que no me extrañaba que nos llegara ese encargo a nosotros que íbamos por libre y no obedecíamos órdenes de la Orden de cazadores que había en París. Mi tío, quien me había enseñado todo lo que sabía, jamás había participado con ellos y yo no es que tuviera pensamiento de cambiar ese hábito. Trabajaba mejor solo y sin recibir órdenes de nadie, no me llevaba bien con la gente que quería mandarme por encima de todas las cosas así que ese encargo era perfecto para nosotros. Aunque me había costado un par de días dar con el objetivo en sí por fin la había encontrado y la observaba en la playa, desértica a esas horas, mirando a la luna en una clara muestra de su naturaleza y de lo seguramente conectada que se sentía con el astro. Sabía perfectamente que era una loba, porque me había informado bastante bien sobre ella, y si había algo que me gustaba más que cazar y matar vampiros era despellejar y destripar a los licántropos a quienes les profesaba un profundo odio por viejas rencillas, por ser los causantes de haberme quitado a mis padres a una edad tan temprana y dejarme a mí, pero sobre todo a mi hermana, sin ellos. La plata siempre iba conmigo y tenía las dagas de plata guardadas en sus fundas, así que me acerqué a ella sabiendo que sus sentidos la alertarían de que no estaba sola. Podría pensar, quizás, que era un simple humano que quería dar un paseo por la playa pero estaba bastante equivocada ya que mis ropas le darían la pista que necesitaba saber, es más, seguramente sentiría la plata que llevaba en las armas y eso le terminaría por confirmar que era un cazador y que había ido a por ella. El encargo era que la querían con vida y eso significaba que no podría herirla demasiado, bueno, al menos la podía dejar medio viva y entregársela en ese estado... ella terminaría de curarse sola con sus heridas y yo me divertía un poco, cazar licántropos sin hacerles daño alguno le restaba toda la diversión posible.

Se levantó observándome mientras yo restaba la distancia y me quedaba a unos pocos pasos de ella, sus ojos fijos en los míos que brillaban por la luz de la luna y supe que sabía que venía a por ella, no me importaba tampoco porque no cambiaría para nada el resultado de aquella pelea, su destino ya estaba más que sellado para esos momentos. Cerró sus ojos unos segundos y sacudió su cabeza como si quisiera despejarse o hacerse a la idea de que le tocaba luchar contra mí para conseguir su libertad. Sabía que la luna saldría pronto y que la transformación se haría en cuanto esta coronara el cielo, mientras tanto sería una humana más como el resto aunque tuviera sus sentidos aumentados. Podría haberla atrapado si hubiera querido en esos momentos, solo me bastaba la ballesta y un par de flechas de esas que tenían la punta de plata para debilitarla siendo humana y atacarla pero ¿qué gracia tendría entonces el luchar para capturarla? Jamás me habían gustado las cosas fáciles y no iba a empezar esa noche. La única palabra que me dijo en todo el momento, una que no entendí aunque por la forma en que lo había dicho supe que no se iba a rendir tan fácilmente para que yo la apresara y la llevara de vuelta a su cautiverio con sus amos, la forma que tenía de mirarme, su cuerpo tenso, la postura del mismo me decía que estaba preparada para la lucha y sonreí de lado, parecía que nos íbamos entendiendo en esos momentos. Aulló a la luna dispuesta a demostrar que era digna hija de la misma mientras su rostro se perlaba en sudor quizás por el hecho de que el cambio llegaba pronto, alzó sus brazos dejando sus manos a la altura de su pecho y me instó a luchar en un desafío que no dudé en rechazar.

Sonreí de lado de forma ladina y reí levemente entre dientes divertido por su posición, podría sacar las dagas de plata y comenzar a hacerle pequeñas heridas así que saqué solamente una de las dos que tenía, lanzaba la daga al aire para que ella la viera mientras la cogía por el mango y la lanzaba de nuevo, hice eso tres veces hasta aferrarla con fuerza entre mi mano y ponerme en posición de ataque, si ella así lo quería así se lo daría yo también. Fui el primero de los dos que se lanzó a su posición y di el primer par de golpes que ella esquivó ya que tenía mejores reflejos, aunque solamente estaba midiendo sus reacciones y su capacidad de respuesta así como su velocidad. Nos movimos por la playa salpicando un poco la arena con nuestros pies en cada movimiento empezando con un baile en el que los dos nos atacábamos. Bien, tal y como pensaba era rápida y sus reflejos eran los que yo pensaba. Era hora de añadir un nivel más y empezar a atacarle algo más en serio, esa vez fue ella la que me atacó mientras yo la esquivaba y nos movíamos sobre la arena de la playa. Una de las veces su puño fue en dirección a mi rostro pero logré apartarme a tiempo, mi mano desvió su brazo y con la otra mano que llevaba la daga presioné contra su piel en lo que ella emitió un gruñido por la quemazón seguramente de la plata al contacto de su piel. Sonreí de lado por escuchar aquello y no di ni un segundo de pausa volviendo a atacar de nuevo con golpes seguidos y consecutivos que nos dábamos esquivándonos mutuamente, ella había logrado rozarme un par de veces igual que yo la había rozado a ella con la daga. Fue entonces que la cosa se empezó a poner interesante de verdad, cuando comenzó a convertirse en la bestia que era y sonreí de lado por ello, otro cazador ni dejaría que se transformara al completo sin embargo yo quería más emoción a todo el asunto.

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