La vida es sueño [Privado]

por **Arwel Reiss** Lun Oct 09, 2017 12:09 am

Lástima que el presente sea efímero, incluso en la Eternidad.
El fin de la eternidad - Isaac Asimov

Medea se encontraba desaparecida al igual que la poca paz mental que Arwel encontró al ver a la hechicera. Aquella bruja había resultado ser una parte importante del pasado del vampiro, una que le hizo ver que su inmortalidad poseía un sentido verdadero y que no era solamente coleccionar arte o ver el mundo avanzar a pasos demasiado agigantados para su capacidad de adaptación, ¡no!, Medea le mostró que todas sus encarnaciones tuvieron su propósito y que esa última que llevaba ahora por nombre Arwel Reiss, tomó decisiones que le llevaron a convertirse en un morador de las sombras por una razón y por un breve pero maravilloso fragmento de tiempo, el vampiro creyó que la razón era Medea, más al parecer, ella tenía otro camino, uno que el Reiss no podía seguir, no aún.

Con andar lento y sintiéndose más que nunca un extranjero, Arwel recorría las calles céntricas de Paris en busca de la paz perdida y de nuevas ilusiones, esas que estaba seguro tardarían en llegar, después de todo, ¿No espero durante siglos para encontrar un motivo para existir?, ¿No lucho para adaptarse y no darse por vencido en aquel mundo al que él no pertenecía?. En su caminata, contemplaba a los mortales pasar cerca de él y por primera vez desde hacía siglos, experimento lo que reconocía como envidia. No la envidia usual que sentía por ellos debido a su capacidad de adaptación, sino una completamente diferente, una basada en su incapacidad ahora para encontrar alguien que le acompañara en el largo camino de la eternidad, o más bien, en su incapacidad para mantener a quienes realmente quería a su lado. Quizás otros inmortales o mortales creyeran que exageraba, más él sabía que no era así. Medea no solo estaba desaparecida, ella se había ido para siempre y él lo sabía porque era lo que le gritaban sus vidas pasadas, en especial aquella que fuera la que se enamoro de la hechicera y que prometió muchos años atrás no seguirla si es que ella no quería que lo hiciera, que era lo que en la actualidad ella le pedía con su silencio y su ausencia.

Hartó pero más que nada asqueado de la efímera y aparentemente satisfactoria vida mortal, Arwel se alejó de las calles más aglomeradas hasta una que si bien no se encontraba del todo solitaria, si brindaba mucha más privacidad. Fue en aquella apacible calle que el inmortal terminó por recargarse contra una pared y levantar la mirada al cielo estrellado que cubría esa noche a París solo para preguntarse a si mismo sobre el paradero de Medea y si es que ella estaría bien sin tenerlo cerca. Durante varios minutos permaneció de aquella manera, siendo el sonido de unos pasos acercándose a su ubicación lo que lo llevaron a bajar la mirada y dirigirla hasta el otro lado de la calle, donde aparecía una figura que le pareció conocida.
– Medea… – susurró, despegando la espalda de la fría pared y dando unos pasos en dirección a la figura que se acercaba hasta él, más a medida que se acercaban el uno al otro, fue que Arwel pudo comprobar que sus deseos de encontrarse con su amada hechicera nublaban sus sentidos, pues quien andaba esa noche por aquellas calles no era la bruja de cabellos negros como la noche, sino una muchacha de larga cabellera dorada como el sol que él jamás podría volver a contemplar.

por **Carys Bain** Sáb Feb 10, 2018 10:16 pm

Prefería el día a la noche, las mañanas a las tardes, pero en esa ocasión, un sentimiento de profunda tristeza se había apoderado de ella. Como todos los días, se pasó la mañana acomodando los papeles del embajador, contestando las cartas que él dejaba listas para transcribir, en los diferentes idiomas que fueran necesario, aquel trabajo lo hacía, no porque su amo no pudiera escribir en los diferentes idiomas, sino porque era la forma como él le permitía devolverle un poco de todo lo que el embajador hacía por ella. Como era de esperar, ella se encontraba sumamente agradecida por cada una de las ayudas que recibía de tan distinguido caballero, por lo que era un verdadero placer, realizar cualquier tarea que pudiera ayudarlo.

Absorta en su función como secretaria privada, se pasó la mañana y parte de la tarde transcribiendo las cartas, del chino, que era el idioma mas usado por el embajador, - cosa muy común, si se tiene en cuenta que había sido rey en plena época Goryeo, cuando el idioma y escritura oficial, eran el chino -, tras terminar su tarea, pasó parte de la tarde, guardando en sus respectivos lugares, libros, la mayoría incunables, entre ellos, estaba un ejemplar de la historia del reino de Goryeo, allí, se contaba la historia de su amo y amigo, como había luchado, hasta en contra de sus propios hermanos, para ya en el poder, hacer cambios muy importantes en favor del pueblo. Leer esas paginas, le producía una enorme sensación de orgullo, pero a la vez, le provocaba tristeza, una enorme melancolía, al pensar que aquel hombre, por amor, había abrazado la inmortalidad, todo por intentar encontrar al que fuera el amor de su vida. En sus pensamientos, Rois, se preguntó, si ella podría ser capaz de amar a un hombre de aquella manera, si como en las creencia del reino de Corea, ella, en alguna otra vida, había dejado un amor que aún la estaría buscando.

Pensando en ello, había decidido salir a caminar, con la escusa de ir a dejar las cartas al correo, aunque apenas estaba anocheciendo cuando sus mandados ya estaban cumplidos, por lo que siguió paseando por las calles de París, preguntándose, donde estaría ese amor inconmensurable que llenaría su vida de alegrías, de pasión y comprensión. Tosió, y al hacerlo el dolor en el pecho se intensificó, - Solo espero que pueda encontrarte antes que deba partir de ésta vida - susurró, suspirando al saber que su enfermedad no tenía cura y que en pocos meses moriría, por mas que tomara la sangre del embajador, por más que los dos hubieran pensado en otra forma de superar esa enfermedad. Negó con un movimiento de cabeza, - No, no puedo poner sobre los hombros de mi querido amo, la responsabilidad de convertirme en una hija de la noche, él ya sufre demasiado - caviló, aferrando las solapas de su abrigo, intentando no pensar en que dentro de su cuerpo, la muerte ya había puesto sus semillas.

Cuando llegó a una calle secundaria, decidió caminar por allí, pues sus lagrimas brotaban de sus ojos, sin poder detenerlas, y no deseaba que la gente se diera vuelta como preguntando que era lo que le pasaba. Por lo que apenas pudo, tomó aquella calle menos transitada. Al ver que nadie caminaba por ella, suspiró profundamente, - no te sientas mal, si no es en ésta vida, tal vez en la próxima encuentres a ese ser que sea para ti - se alentó, - solo tienes que decidir, cuando será el momento oportuno para alejarte del embajador y dejar que la muerte cumpla su trabajo -, frunció su entrecejo, mordió su labio inferior, mientras comenzaba a llorar nuevamente - vamos, se valiente, has vivido mas de lo que el destino había decidido -.

Las farolas de la calle, iluminaron la acera desierta, mas por la acera contraria, la silueta de un hombre se dejó ver, Los ojos de Rois, se dirigieron a esa figura, - que elegante parece - caviló, mientras observaba como cruzaba la calle y se acercaba a ella. Hizo una suave inclinación, al pasar a su lado, - buenas noche - susurró, antes de continuar con su paseo.

por **Arwel Reiss** Miér Mar 21, 2018 11:27 pm

Camino a paso lento, acercándose a aquella figura que desde la distancia creía que era Medea pero al estar cerca no pudo más que preguntarse, ¿Cómo es que había confundido a esa mujer con la hechicera?. La mujer que se acercaba lucía una piel libre de las marcas que adornaban a Medea, sus cabellos eran dorados mientras que los de la hechicera oscuros, pero sobre todo, el alma de aquella muchacha parecía ser pura mientras que la de la bruja siempre había sido oscura, rodeada de muerte.

Lo mejor al darse cuenta de que no se encontraba con la hechicera hubiese sido dar media vuelta y alejarse, sin embargo, Arwel continuo andando a paso lento en dirección a la rubia a quien observaba fijamente, todo para que cuando estuvieran muy cerca uno del otro los ojos de ambos se encontraran por apenas un par de segundos, esos que serían suficientes para que el destino de ambos cambiara de dirección.

El saludo de la dama lo tomó por sorpresa, tanto que no fue capaz de responder en absoluto. De lo que si tuvo tiempo, fue de percatarse del olor a sangre que emanaba de ella. Con más fuerza de la necesaria y quizás algo de brusquedad, el Reiss tomó la mano de la rubia, quien con sorpresa se giro a observarlo una vez más.
– ¿Se encuentra usted bien? – la pregunta no la hacía porque ella pudiera estar herida, después de todo al olor de la sangre no era tan intenso; de hecho, Arwel preguntaba por la ligera nota de muerte que impregnaba el aroma. Aquella nota de muerte la encontró varias veces a lo largo de su caminar, siempre adherida a personas que no poseían ya mucho tiempo de vida. ¿Le afectaba entonces que la muchacha aquella tuviera a la muerte susurrándole palabras seductoras al oído? Claro que no. No le importaba en absoluto lo que pasará con una desconocida a la que confundía con su amada Medea y aún así, ahí se encontraba, sujetando firme su mano, mirándola a los ojos y escudriñando su tez en busca de algo.

El desconcierto en la mirada ajena lo devolvió abruptamente a la realidad. Estaba actuando de manera imprudente cuando no debía. Medea no se encontraba ya cerca de él, pero aún así, debía cuidar su manera de proceder pues lo que hiciera o dejara de hacer afectaría ahora también a Amanda.
– Disculpe usted, creí que se encontraba en alguna clase de dificultad ya que no me explico entonces como es que ha decidido andar por estas zonas. Lamento mi abrupta manera de proceder – su discurso apareció después de que su mano soltara la femenina, solo para hacer una reverencia y entonces, poner un paso de distancia entre él y la rubia.

por **Carys Bain** Jue Mar 29, 2018 2:06 pm

Apenas había cruzado al caballero, cuando sintió como su mano era atrapada por una fuerte, fría, que tiraba de ella. Llena de asombro, dejó que su mirada recorriera el trayecto de su mano, a los ojos que la contemplaban, cargados con un sentimiento de tristeza, de compasión. La sorpresa la hizo no poder ser capaz de abrir su boca y poder. - ¿Cómo puede saber que algo malo me ocurre? - pensó por un segundo, hasta que su mirada reparó en el color del aura que rodeaba al caballero, fue allí, donde pudo interpretar lo que estaba pasando.Aquel extraño era un inmortal como su hermano mayor, como su querido embajador, y seguramente había sido capaz de comprender que ella no era una humana común y corriente. Intentó sonreír, pero le fue difícil, cuando el extraño continuó hablando. La mirada de la esclava, mostró confusión, mientras sus ojos recorrían el entorno, - ¿peligroso? - dijo asombrada, - en verdad, jamás me puse a pensar que el recorrer las callejuelas de la ciudad podían llegar a ser peligroso - se disculpó, - tal vez sea la hora, puesto que cuando salí de mi hogar, la zona se veía mucho más alegre y no lúgubre como ahora -, intentó explicar.

A pesar que los dos hablaban, el extraño no soltaba su mano, y a ella no le molestaba. Tal vez fuera que la naturaleza de aquel ser fuera igual a la de aquel inmortal en quien confiara ciegamente, o el hecho en que los orbes del vampiro, la habían contemplado con una mezcla de tristeza y dulzura. La verdad no lo sabía, mas algo en ella le decía que le gustaría pasar más tiempo con él. Por eso, no se demoró en presentarse, - pues creo que tiene razón, y no es bueno que recorra éstas callejuelas sola, ¿podría ser lo poco cortés y muy osada, para pedirle que me hiciera compañía? - sus palabras fueron acompañadas con una dulce sonrisa y una expresión de ingenuidad, que la hacían ver mucho más joven y desvalida. Antes que el inmortal pudiera responderle se presentó - mi nombre es Rois Brady, encantada de conocerlo, señor… - hizo un silencio y esperó que el vampiro se presentara.

por **Arwel Reiss** Jue Abr 19, 2018 10:14 pm

Poco importaba que ella poseyera la fuerza y las habilidades que la sangre de un vampiro era capaz de otorgar a alguien que aún poseía vida, e importaba poco debido a la sombra de muerte se cernía sobre la joven, asechándola a cada paso que ella daba y esperando porque se descuidara para entonces, darle su golpe final. La mujer, que desconcertada observaba al Reiss, acabó por mirar a los alrededores, en busca del que pudiera ser el motivo de la preocupación que el vampiro mostraba por ella.
– Sí, las calles secundarias como esta son peligrosas, hasta para alguien como usted – y es que él no estaba ahí para hacerle daño, pero algún otro vampiro, si se la hubiera topado antes que él, no se lo hubiera pensado dos veces en beber de su sangre y ayudar finalmente a que la muerte que la seguía de manera implacable, acabará por alcanzarla – no dudo en que la hora le hiciera una mala jugada, pero es mejor tratar de evitar que esto suceda – le hablaba como si la conociera, como si no fuera una desconocida a la que confundió con la mujer que amaba pero sobre todo, sujetaba su mano y la miraba como si le resultase alguien importante, cosa que no podía ser, pues para Arwel las únicas importantes eran Medea y recientemente Amanda.

Cuando fue capaz de soltar la mano de la dama puso de inmediato distancia entre ambos y mentalmente se reprendió por la manera en que actuaba. No era pues común que el Reiss fuera por el mundo tocando tan casualmente a las personas y mucho menos común era que hablara con las personas. ¿Qué le pasaba entonces?. El inmortal atribuía su comportamiento al reencuentro con Medea, a la manera en que ella lo hizo despertar, ver que era más de lo que creía y que sus vidas, fueron más de las que creyó así como también le mostró que sus almas y recuerdos, finalmente se unían en ese momento volviéndolo a él un Arwel un tanto diferente. Ahora él era capaz de recordar vidas pasadas y todo lo acontecido en ellas, así que era más que normal que de vez en cuando su personalidad se viera afectada, al menos de momento por sus recuerdos.

Ya con distancia de por medio, el vampiro realizo una leve reverencia para dar a entender que era el momento de que continuara con su camino, más antes de poder girarse y seguir su rumbo la voz de la humana lo detuvo. La petición que ella exponía resultaba incomprensible al considerar que se conocían en plena calle y apenas hacía un par de minutos atrás, además claro de que ella poseía la sangre de un vampiro corriendo por su cuerpo y que el Reiss, era un vampiro que bien hubiera podido acercarse a ella con oscuras intenciones.
– ¿Se encuentra segura de lo que pide? – pero como respuesta a su pregunta, recibió una sonrisa, misma que incrementaba la belleza femenina y la dulzura de su mirada. Arwel había conocido a muchas mujeres en su vida actual y a muchas otras en vidas pasadas, aun así, nunca en toda su existencia se topo con una mirada como la que ahora enfrentaba. Y fue la sonrisa combinada con la mirada, lo que llevó al guerrero a rendirse. – Arwel Reiss – respondió con su nombre y acto seguido, se acerco una vez más a ella, en esta ocasión con la finalidad de ofrecerle su brazo – Señorita Brady, ¿A dónde es que la escoltare? – una noche, eso era lo que le obsequiaba a la rubia, sin saber que ella tomaría muchas más.

por **Carys Bain** Mar Abr 24, 2018 9:57 pm

Pestañeo varias veces, intentado comprender porque el caballero preguntaba insistentemente por si se encontraba bien, ¿acaso era que su situación se había hecho tan notoria? ¿podía ser que ya no sirviera ni siquiera la sangre vampírica del embajador? o era por el hecho que ella se negaba muchas veces a tomar el liquido rojizo, y que temía que al hacerlo, podría debilitar a su querido hermano adoptivo. Inconscientemente, mordió su labio inferior, haciendo una pequeña mueca de preocupación, puesto que no deseaba que su situación llegara a oídos de Gwang So, y que le reprendiera, como en mas de una ocasión había pasado.

Inspiró profundamente, para dejar salir el aire de sus pulmones, en un largo suspiro, que terminó haciéndole toser ferozmente. Llevó su pañuelo bordado a sus labios, y cuando sus ojos contemplaron el inmaculado pañuelo, una mancha purpura, hizo que sus ojos se abrieran sorprendidos, - Dios, mio - exclamó, para luego esconder el pañuelo llevando su mano hacia atrás. Mas en sus labios un tinte rojizo dejó al descubierto su condición de tuberculosa. Las lagrimas quisieron brotar de sus ojos, pero hizo su mayor esfuerzo para que así no ocurriera. Inspiró con dificultad, mordió su lengua un segundo, intentando buscar la paz que su alma no poseía, antes de contestar al caballero. - No temo, señor Reiss, porque como puede haberse dado cuenta, mi situación... está mas allá de la vida... o debería decir... mas cerca de la muerte - concluyó con cruel sinceridad, ¿pues de qué le serviría ocultar lo inevitable? a ese paso, y con sus pulmones destrozados, los días de vida restantes, serían apenas un suspiro. Por lo que morir a manos de un delincuente, de un sobrenatural, o por la tuberculosis, ya le tenía sin cuidado.

Inclinó levemente su cabeza hacia un lado, le miró a los ojos, sonrió tristemente,- De lo único que me arrepiento... es de no haber paseado mas bajo la luz de la luna, o disfrutado de la frescura de una noche de primavera - llevó sus ojos a la luna, - que bello astro, ¿verdad?... ¿se ha dado cuenta que ella permanecerá allí, aun después que nos hayamos ido? -, las lagrimas por fin surgieron de sus orbes, pero ella las secó de un manotazo, giró su rostro, aun mojado, y enfrentó su mirada con la del vampiro, - aunque usted podrá acompañarla por algunos siglos... -, sonrió, antes de volver a contemplar la luna, - en verdad, preferiría que me acompañara a pasear... no deseo terminar mi vida en una cama -.

por **Arwel Reiss** Mar Jun 19, 2018 10:29 pm

La muerte se deslizo entre ambos, decidiendo otorgarle a la rubia un recordatorio de que su tiempo estaba contado si es que no se decidía a actuar de alguna manera, de la misma manera, también decidía recordarle a Arwel que él tenía un don oscuro que ni siquiera la poderosa Medea podía otorgar, la eterna vida en las sombras. Así pues, cuando la Brady retiro el pañuelo de sus labios para ocultarlo, olvido retirar los restos de sangre que decoraban sus carnosos labios, esos que el Reiss acarició, para llevarse entre sus fríos dedos la señal de la enfermedad que consumía lentamente el cuerpo de la mortal.
– Su situación sigue estando cerca de la vida señorita Brady – y es que no se podía hablar de muerte cuando enfrente se tenía a una criatura como Arwel, que verdaderamente estaba muerta y que obtenía falsa vida extrayendo de los inocentes sangre – Solo es necesario que no sea descuidada y que le recuerde a aquel que le brinda su fuerza que le atienda debidamente, si hace eso, su vida se extenderá como la de cualquier humano – No sabía a que clase de vampiro le había entregado ella su libertad, sin embargo, intuía que a uno incapaz de lastimarla, pues ella no lucía desesperada por alimentarse de la sangre de un vampiro sino que más bien, parecía estar dispuesta a abandonar el mundo en el momento en que su proveedor de vida decidiera que era suficiente.

La sonrisa cargada de tristeza y la voz que emitía aquellas lamentaciones, llevó al vampiro a sujetar la mano de la fémina una vez más.
– No hable como si esta fuera a ser su última noche en esta tierra porque le garantizo que no es así – ella podía sentir como la fuerza la abandonaba y como la sangre de vampiro perdía si fuerza, pero él, notaba que eso apenas era el comienzo. Róis aun contaba con el suficiente tiempo como para pedir sangre y otorgar así más vida a su deteriorado cuerpo. Sonrió levemente al ver y escuchar a la humana hablar sobre la luna – Ha estado antes de nosotros y estará después, eso es definitivo – Arwel había vivido muchas vidas, las recordaba todas gracias a Medea y sin embargo, seguía sorprendiéndose del efecto de los imponentes astros sobre cualquier criatura, viva o no viva – Usted también podrá acompañarla por un buen tiempo, eternamente si es lo que desea – soltó aquellas palabras, no considerándose a si mismo como quien podría entregarle la vida eterna, pero tampoco descartando la idea – solo debe pedirlo – sin esperar a que ella lo mirase, el vampiro sujeto su mano – Su vida no terminara en una cama y tampoco terminara esta noche, no mientras este conmigo que le brindare la sangre que necesite si es que su situación empeora – dejó de mirarla y apretó la mano femenina como si tomarse de la mano sin ser pareja o siquiera conocidos de tiempo fuera algo común – ¿Tiene algún lugar que le guste visitar? La llevare a donde me pida pero antes de que el sol salga, la escoltare hasta su hogar – la miro de reojo – y cuando la deje en su casa, debe prometerme que le pedirá sangre al vampiro que se la provee, de lo contrario, la obligare a beber de la mía – y dicho eso, desvió la mirada, aguardando porque ella decidiera su destino.

por **Carys Bain** Dom Jun 24, 2018 7:12 pm

Pasar sus últimas horas en una cama, no era el deseo de su alma, seguir condenando a su querido hermano, tampoco, ninguna era una opción. Y esa noche, si era su última noche en la tierra, y aunque en verdad la muerte le causase un poco de incertidumbre, un nerviosismo lógico para cualquier ser que estuviera en su lugar, también sabía que su amigo, no había sido descuidado por no alimentarla, sino, había respetado su voluntad. Pero ahora, cuando la verdad estaba ante sus ojos, cuando la certeza de la muerte se encontraba a pocas horas, tal vez minutos, supo que no deseaba morir.

La luz que irradiaba esa mirada, la voz firme y segura que le afirmaba que esa no sería su última noche, sus últimas horas, la hicieron llorar, no quería derrumbarse, pero sus palabras la emocionaron. Gruesas lagrimas cruzaron por sus mejillas, intentó secarse su rostro lo mas aprisa que pudo, pero la luz de la luna marcaba el rastro de aquellas lagrimas. Inspiró profundo, sonrió, al momento de dejar que aquel gran peso en mitad de su pecho, cayera, alejándose de ella. No era egoísta, solo deseaba vivir, ¿tan malo era aquello?

Su mirrada buscó la ajena, - Si, quiero vivir - susurró. En ese momento, la mano del vampiro, tomaba la suya, su piel afiebrada, al contacto de la fría piel del inmortal, toda ella tembló. - ¿Adonde quiero ir? - dijo aún dudando - no lo sé, solo deseaba poder terminar mi vida en cualquier lugar, menos en un lecho - dijo avergonzada. Elevó su mirada buscando la ajena, - sería muy afortunada si pasara éstas horas conmigo... no temo a la muerte... pero... tampoco es que la desee - sonrió con un rubor en sus mejillas, producto de la fiebre que la consumía, pero a la vez, le daba un aire de inocencia y candidez. - Quisiera ver las rosas... siempre amé las flores - dijo pensando en los días que había malgastado pensando que ya habría mas tiempo para cumplir su capricho, -¿donde podríamos encontrar muchas rosas? - dijo mientras su miraba se unía a la ajena y esta vez si se ruborizaba ante la firme y decidida mirada del inmortal.

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