Las cartas a media noche [Privado] ACTIVO

Habían pasado al menos dos semanas desde que me había encontrado por fin con él, con mi querido Sasha. El mundo se me había iluminado de nuevo cuando nuestras miradas se volvieron a cruzar, después de tanto tiempo, de años de habernos dicho adiós sin razón... ¡Qué estúpida fui!.
Ahora, haciéndome pasar por otra persona, fingiendo ser alguien que no existe, me acerco a su vida cada vez más y aún así siento que todo está peor, distante e inalcanzable.

Hacía días atrás había conseguido por fin un trabajo bueno, y para mi gran fortuna en él también se encontraba Nadezhda, sí, la misma Nadezhda que años atrás era una niña a cargo de su hermano, y que ahora era toda una mujer, la mujer que guardaba un secreto tan grande como el mío. Lo supe desde que nuestras miradas se cruzaron por primera vez; desde que llegué no me ha dejado de vigilar, y cuando vuelvo a casa, muchas veces la siento cerca mía. Estoy tan segura de que ella ya sabe quien soy en realidad, así como también estoy más que segura que ella nunca entregó aquellas cartas que con dolor y esmero mandé a Sasha, disculpándome por todo y declarando mi profundo y eterno amor.
¿Pero creía acaso ella que lo dejaría pasar?. ¡Qué equivocada estaba!, aún seguía siendo la ingenua y tonta chiquilla que conocí años atrás.

Mi turno había empezado ese día de tarde, justo las horas en que ella libraba, y eso me libraba a mi también de sus constantes miradas, de tener que fingir una absurda amabilidad y un respeto que no sentía, no hacia ella. Cuando su mirada no me vigilaba y su presencia no me inquietaba, el trabajo se hacía ameno e incluso aburrido, pues más que necesidad, para mi aquello era una simple arma para llegar hasta mi objetivo. "Volver a tus brazos, mi amor."
La monotonía del trabajo provocaba en mi un cierto estado somnoliento, apenas y prestaba atención a lo que hacía, y solo deseaba acabar todo con rapidez y volver a la calle, sentirme libre y caminar sin rumbo.
Era tanta mi distracción que, mientras llevaba una bandeja de café caliente y pasteles para un par de clientes, no me fijé en mi camino, caminé sin mirar al frente, desconociendo que alguien se había puesto en mi camino, y para cuando quise reaccionar, el café caliente y los pastelillos embadurnaban tanto mis ropas como las de aquella persona. ¡Y como quemaba, mon dieu!

-¡Ahh! ¡Vaya por dios!... lo siento, señor, lo siento tanto- exclamé y me disculpé tanto como pude, cogiendo una servilleta de tela, para secar mis ropas y las suyas. Por ese mínimo error podían echarme de allí, a menos que aquella persona no presentara una queja.
Mi reacción fue rápida, y aun que el café caliente impregnaba aquella zona donde había caído en mi, seguí recogiendo el desastre, sin dirigir si quiera la mirada al hombre, más por acabar rápido, que por miedo a que me levantara la voz.

Aunque me negara a aceptarlo, las cosas iban cada vez mejor. Nade estaba feliz, las cosas con James habían mejorado y así esperaba que les fuera entre ellos (aunque me costara asumir que mi hermana se hubiera enamorado), Dima había vuelto y... Adrianne había reaparecido en mis sueños de una forma menos cruel que antes. Ahora sonreía, me abrazaba... eran simples recuerdos, pero me daban la vida. Y más, después de encontrar a aquella chica, Dasha, que tanto se parecía a ella.

Intentaba con todo aquello ver la vida de forma más positiva, pero me era imposible dejar de pensar en porqué Dasha habría huido así. ¿Habría hecho algo malo? Que estúpido me sentía admitiendo que necesitaba volver a verla solo por el hecho de que se pareciera a Adrianne...
Quería olvidarme de las palabras de Nade diciéndome que odia a los licántropos, necesitaba olvidarme de todo aquella tarde para disfrutar, aunque fuera solo un poco, de mi absurda felicidad, esa que tanto me costaba sentir desde pequeño y más después del abandono de Adrianne.
-Adrianne.- susurré, negando con la cabeza.
Todo era ella. Adrianne, Dasha... ¿y si realmente fueran la misma persona? ¿Y si Adrianne hubiera vuelto? O Боже, Sasha, basta...

Las calles de París perdían su silencio con el bullicio de la gente, niños con sus padres, parejas de enamorados... como echaba de menos a Rusia y su sepulcral y frío silencio. Caminé hasta el bar donde trabajaba Nade para darle una pequeña sorpresa, cuando de pronto una joven chocó contra mi vertiendo un café ardiendo sobre mi camiseta.
-¡Ah!.- gemí dolorosamente cuando el café tocó mi piel. -Ебут!.- exclamé molesto en ruso.
-¡Ahh! ¡Vaya por dios!... lo siento, señor, lo siento tanto.- comenzó a excusarse la chica limpiando sus ropas y las mías.
Alcé la mirada para observar a tremenda torpe, y el corazón dejó de latir cuando observé su rostro.
-D-Dasha....- tartamudeé como un bobo. ¡Era ella! ¡Спасибо Боже, спасибо! -¿Dasha eres tú?.- alcancé a decir tomando su rostro con una mano para alzarlo y observar toda su espléndida belleza.

No me había fijado con quién había chocado, solo logré oír su molesto quejido cuando el café cayó sobre él, intenté disculparme mientras limpiaba sus prendas, pero no me atreví a mirar su rostro, primero porque no me importaba del todo y segundo porque temía que se pusiera de una forma despectiva, como la mayoría de personas con las que me había topado desde entonces. Pero cuando quise darme cuenta de la situación, el hombre tomó mi rostro con una mano para que nuestras miradas se cruzasen, tomándome por sorpresa, ¡una gran sorpresa!.

-D-Dasha....- Logró decir Sasha tartamudeando, y me sorprendió verlo allí, me sorprendió y me encantó, pues deseaba con locura volverlo a ver, sentirlo y perderme en sus preciosos ojos azules. ¡Dios, cuanto lo necesitaba!. -¿Dasha eres tú?- preguntó, como si yo fuera una simple ilusión que no era real y que podía desvanecerse entre sus manos.

-¡Sasha!. S-si soy yo...- logré decir, posando mi mano sobre la suya, para poder sentirlo de verdad. ¡Cuanta ilusión me hacía!, y me sentía tan estúpida por momentos, que no comprendía como pude haberlo dejado tanto tiempo. -Perdona por haberte derramado el café, iba algo apresurada... lo siento- me disculpé cuanto pude por mi tremenda torpeza, pero nada era suficiente para calmar mi palpitación exagerada por tenerlo allí, frente a mi. -¿Q-qué haces aquí?- la pregunta me pareció estúpida cuando sabía perfectamente que había venido en busca de su hermana, ella también trabajaba en aquel lugar, aun que ese día lo tenía libre, ¿no lo sabía acaso?, supuse que con el paso del tiempo los hermanos también se alejaban, aun que conociéndolos como los conocía tal pensamiento me pareció estúpido.
Sonreí como una tonta, esperando a que respondiera, pero no podía evitarlo, lo había necesitado tanto desde aquella noche y el simple hecho de tenerlo allí frente a mi, callado y mirándome fijamente, me hacía la mujer más feliz del mundo. ¡Cuanto daría yo por tenerlo siempre conmigo!.

El momento en que nuestras miradas chocaron sentí que el cielo podría caer sobre nosotros, podría llegar el fin porque la felicidad me había robado el aliento.
-¡Sasha!. S-si soy yo...-dijo con sorpresa, posando su mano sobre la mía, haciéndome sonreír como un bobo al sentir el calor de su mano en la mía. Podía sentir como las mejillas comenzaban a arderme, ¿desde cuando me comportaba como un adolescente enamorado? La palabra enamorado resonó en mi mente cuando sus ojos volvieron a posarse en los míos. Debía centrarme, era Adrianne, no Dasha... ¡al revés! Era Dasha, no Adrianne... O Боже. -Perdona por haberte derramado el café, iba algo apresurada... lo siento.- intenté centrarme en sus palabras y negué con la cabeza rápidamente, dedicándole una sonrisa para que olvidase lo sucedido. -¿Q-qué haces aquí?.- escuché de forma distante, perdiéndome en el movimiento de sus labios al hablar.

Alcé la vista hasta sus ojos, perdiéndome en el color intenso de su mirada, y agité la cabeza al darme cuenta de que me había perdido en su rostro y olvidaba que debía responder a sus preguntas.
-Bueno....- ¿qué había ido a hacer allí?. -Yo... he venido a....- ¡contesta rápido, Sasha!.- ¡A visitar a mi hermana!.- exclamé, sintiéndome como un estúpido al momento. Me mordí la lengua al darme cuenta de mi nerviosismo e intenté calmarme, pero aún sentía la mano de Dasha en mi mejilla, tan cálida. -Quería darle una sorpresa... y la sorpresa me la he llevado yo.- reí nervioso. -¿Estás bien? ¿Te has quemado...?.- dije recorriéndola con la mirada. Tomé su mano, separándola de mi cara, y dí unos pasos atrás para observar sus ropas. -Vaya, te has manchado por mi culpa....- tomé la servilleta de tela con la que había estado limpiándome para limpiar sus ropas. -Espero que no te metas en ningún problema por mi culpa... yo... .- comencé, soltando su mano para buscar en ambos bolsillos alguna moneda. -Pagaré todo esto si es necesario...

Un minuto de silencio me bastó para comprender que él seguía pensando en mi, no como lo que soy, si no como lo que fui y eso me hacía realmente feliz.
-Bueno....- Empezó dubitativo, como si se hubiese olvidado de todo, y ese simple gesto hizo que sonriese levemente. -Yo... he venido a... ¡A visitar a mi hermana!.- exclamó de forma rápida, tras haber dudado bastante en la respuesta, sonreí de nuevo y asentí una vez.

-Pero hoy es el día libre de Nadezhda...- respondí susurrando, de forma casi impulsiva, pero al instante abrí ligeramente los ojos, dándome cuenta de lo que había dicho. ¿Como podía haber metido la pata de aquella manera?, ¡qué estúpida!.
-Quería darle una sorpresa... y la sorpresa me la he llevado yo.- rió nervioso y yo imité su sonrisa, aliviada por que no me haya escuchado. -¿Estás bien? ¿Te has quemado...?. Vaya, te has manchado por mi culpa....- Preguntó preocupado y luego tomó la servilleta de tela con la que había estado limpiándonos para limpiar mis ropas, aquel gesto se me antojó tierno por su parte, y sonreí como idiota. -Espero que no te metas en ningún problema por mi culpa... yo... .- Volvió a decir, y luego buscó en sus bolsillos unas cuantas monedas -Pagaré todo esto si es necesario...

-No te preocupes, me lo descontarán del sueldo, fue culpa mía.- me negué a aceptar su dinero y le hice una seña para que esperara allí. Me dirigí hasta la cocina, tras recoger el estropicio, y como me esperaba aquello sería descontado, pero poco me preocupaba, ahora él estaba allí y a mi me bastaba para irme contenta de aquel lugar.
-Todo solucionado. Bueno, ya que he acabado... ¿vienes conmigo a dar una vuelta?, el aire me hará bien- propuse con una sonrisa, esperando a que dijera que sí y no se marchara corriendo tras su hermana, al fin de cuentas, ella ya era mayorcita y podía cuidarse sola.

-No te preocupes, me lo descontarán del sueldo, fue culpa mía.- respondió ella rápidamente, negándose a aceptar mi dinero. Hizo una señal con su mano y desaparecer en el bar. El aire volvió a estar en mis pulmones y mi corazón sufrió una fuerte taquicardía. Todo parecía gritar "vuelve, rápido, vuelve". ¡Cuanta necesidad! Aunque solo fuera una ilusión, Dasha me devolvía la vida sin ni siquiera saberlo. No tardó demasiado en volver, y sonreí cuanto estuvo a mi lado. Sin embargo, en mi mente resonó cierto susurro escapado de sus labios. "Pero hoy es el día libre de Nadezhda..." ¿Acaso la conocía? -Todo solucionado. Bueno, ya que he acabado... ¿vienes conmigo a dar una vuelta?, el aire me hará bien.- propuso ella con una sonrisa, haciendo que me olvidase de todo lo que estaba pensando.
A penas me dio tiempo a asentir con una boba sonrisa en los labios, y acerqué mi brazo a ella para que se asiera de él y pudiésemos comenzar a caminar.
-¿No... no te dirán nada?.- le pregunté mirando sus preciosos ojos. -No me gustaría que te metieras en problemas por mi culpa...
Recorrí el lugar con la mirada, buscando a su jefe, al encargado del bar o simplemente su superior, para pedirle permiso y que así Dasha no tuviera problema. Ya me sentía mal por haber derramado el café y que ella no aceptase mi dinero, no quería que tuviera más problemas. Así disfrutaría con plenitud de su compañía...

-¿No... no te dirán nada?. No me gustaría que te metieras en problemas por mi culpa...- ¿Como podía ser tan atento y considerado?, casi lo había olvidad, esa era una de las razones por la cual me había atraído tanto, pocas personas se había preocupado de verdad por mi persona, y él lo hacía de forma desconsiderada. ¡Cuanto me encantaba!.
-Ya he terminado Sasha, nadie puede decirme nada ahora ya.- Excepto tú, solo tú puedes recriminarme por el hecho de haberte abandonado. Le tomé de la mano y estiré de él para salir de aquel abarrotado café donde tenía que trabajar obligatoriamente. ¡Odiaba hacerlo!.

Tomé su mano con familiaridad, como si nuestros dedos estuvieran hechos para para entrelazarse entre ellos, como si supieran acomodarse a su forma, como si no hubiese olvidado el tamaño de sus manos. Y le sonreí como una tonta, sonreía de forma estúpida cada vez que él me miraba, cada vez que nuestros ojos volvían a encontrarse y cada vez que él me recriminaba con la mirada por no ser aquella que una vez tuvo a su lado durante un tiempo, aquella que lo abandono sin respuestas y de la que no volvió a saber... por culpa de una entrometida, por culpa de una niña que sin saber lo que hacía, lo escondió de mi, escondió mis respuestas y escondió nuestro amor.

- Dime, ¿Como has estado?. Perdona que te sacase tirando de aquel café sin darte la oportunidad de tomar uno... pero es que no lo soporto, un minuto más y hubiese salido corriendo.- Mis disculpas eran tontas, pero ¿qué más podía decirle?, la verdad no estaba hecha para salir a la luz, no todavía, aún era temprano. - Si lo deseas podemos tomarnos un café en otro lugar, cualquier lugar es mejor que ese abarrotado sitio... ¿Dime qué deseas hacer?... si es que mi compañía no te incordia, claro.- Mi sonrisa siempre ocultaba el doble sentido de mis palabras. Lo había sacado corriendo de aquel lugar, sin darle la opción de escapar de mis brazos. Pero olvidaba algo... ¡Ah sí!, ahora no lo volvería a dejar escapar así como así, ahora volvía a ser mío, solo mío.

-Ya he terminado Sasha, nadie puede decirme nada ahora ya.- respondió ella con una sonrisa, haciendo que me sintiera un tonto sonriendo de aquella manera. ¿Por qué ahora me daban tanto miedo reacciones?
Todas mis dudas se callaron cuando tomó mi mano con asombrosa familiaridad, llevándome de nuevo a los prados que habíamos recorrido Adrianne y yo en miles de tardes de otoño, cuando nos dejábamos caer a la hierba sin temor y me perdía en sus cabellos.
Y con cada una de sus sonrisas, sentía que el cielo bajaba un poco más, casi quedando al alcance de mis dedos al estirar mi mano. Le sonreía cada vez que nuestras miradas se topaban, pensando en silencio que sería capaz de fusionar el verde de sus ojos con mi azul, y crear el más hermoso mar para verla bañarse en sus aguas.
- Dime,¿Como has estado?..- comenzó sacándome de aquellas ideas de adolescente. -Perdona que te sacase tirando de aquel café sin darte la oportunidad de tomar uno... pero es que no lo soporto, un minuto más y hubiese salido corriendo.- negué con la cabeza - Si lo deseas podemos tomarnos un café en otro lugar, cualquier lugar es mejor que ese abarrotado sitio... ¿Dime qué deseas hacer?... si es que mi compañía no te incordia, claro.
-¡Como va a incordiarme si llevaba días deseando encontrarte.- exclamé, poniéndome nervioso rápidamente, mordiendo mi lengua de forma torpe. -Solo deseo estar contigo... me da igual a donde me lleves, iría al fin del mundo.- definitivamente estaba hablando sin pensar, saliendo las palabras del corazón, directas a mi boca como latidos de éste. Estaba cegado, cegado por la ilusión de ver a Adrianne en cada parte de su rostro, de su cuerpo... de su mirada. -¿Por qué huiste así...?.- pregunté finalmente, acariciando su mejilla con suavidad sin dejar de mirar a sus ojos.
Me comportaba como un tonto enamorado, sin querer ver que aquella era Dasha, y no Adrianne... ¿pero como parar aquella ilusión si eran idénticas?

-¡Como va a incordiarme si llevaba días deseando encontrarte!.- Exclamó. Si pudiera decirle quien soy... Deseaba poder lanzarme a sus brazos siendo yo misma en realidad y no fingiendo ser otra, solo para saber el por qué de tantas cosas. ¡Me odio!. -Solo deseo estar contigo... me da igual a donde me lleves, iría al fin del mundo.- Era más que obvio que él veía a la antigua Adrianne y no a la humilde Dasha. Pero... ¿quién era yo en realidad?. Nadie, ahora mismo era nadie.
-¿Por qué huiste así...?.- Esa preguntó borró la sonrisa de mis labios. ¿Huir como?, ¿como Adrianne o como Dasha?. Siempre acababa huyendo de él de alguna manera, pero siempre por temor, por temor a dañarlo. ¡Maldita mi suerte! ¡Maldita yo!. Su mano acarició mi rostro, y mis ojos se cerraron como reacción inmediata a su tacto. Esto se me iba de las manos.

-Yo no...- ¿No huí?, sí, si que huí. Debería dejar de mentir. -No sé qué me ha pasado la verdad... no he dejado de pensar en ti.- Suena absurdo viniendo de una extraña, pero no pude evitar decir la verdad, por una vez en mi vida.
Posé mi mano sobre la suya y la acaricié lentamente, ¿qué le diría? ¿que me había enamorado de él en una noche?, absurdo... pero real. Estábamos parados, en medio del bullicio eterno de París, y no era capaz de dejar de mirar sus azules ojos, como si fueran agua y me ahogara en ellos, como el mismísimo barco derrotado a merced de la mar.
-Sonará absurdo lo sé... pero no sé que has causado en mi que no he dejado de ver tu rostro en mi recuerdo... No serás un brujo, ¿verdad?, porque creo que me has embrujado.- Empujé su mano, para que se alejara de mi rostro, y me eché a reír, como si mi simple broma no llevara consigo el doble sentido de las palabras. ¿Qué podía esperar ahora?, ¿que me dijera que era un lobo?. Si lo hiciera yo podría decir que lo es por culpa mía... Pero yo no soy Adrianne, ella murió, quedando en un simple y doloroso recuerdo suyo y mío.