AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La llegada || Privado
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La llegada || Privado
Acababa de llegar de hacer la compra en el mercado cuando el hijo del amo la interceptó. Tras ser tan poco encantador como siempre y hacerla pasar un rato bastante desagradable acabó por informar tanto a Raven como al resto del servicio de que habría un invitado en la finca por tiempo indefinido. Se trataba de un noble inglés y fue por ello por lo que la persona que se encargaría de atenderle sería ella, evitarían así cualquier problema de idioma y comprensión aunque parecía ser un hombre bastante culto. Tras unas pautas claras y diversas amenazas de los castigos si se desobedecían las ordenes, la joven dejó las tareas pendientes a un lado y subió a la zona de habitaciones para preparar la escogida para el conde. Limpió el polvo, fregó los suelos y el baño contiguo, puso sábanas limpias y tras haberlo ventilado dejó las gruesas cortinas de terciopelo bien cerradas –una de las normas más importantes-, una de las botellas buenas de whiskey sobre la mesa que estaba junto a la butaca y las velas encendidas. Una vez estuvo todo preparado fue, junto al resto de chicas del servicio, a lavarse y prepararse para la inminente llegada. La hubiera gustado poder escaparse a fumar un cigarrillo a la parte trasera de la casa pero el tiempo corría y apenas pudo acabar de peinarse y recogerse el salvaje pelo rojizo antes de correr al escuchar la campana que anunciaba al invitado. El amo hizo un sonido de disgusto al ver que por los pelos había llegado a tiempo a la entrada para recibirle, bien le hubiera gustado tener un motivo –por más nimio que fuera- para castigarla. Wallace miró al suelo al pasar frente a la familia y se colocó junto al resto de jóvenes en una fila perfecta con las manos en la espalda.
Pereza. Esa era la palabra que se la venía a la cabeza pensando en que habría que cuidar y consentir a otro hombre más en aquella casa, todas sabían lo que significaba y nunca habían tenido un invitado más educado, cortés o respetuoso de lo que era el amo, no albergaban esperanza alguna de que el recién llegado en el coche de caballos fuese amable con ellas. ”La mirada en vuestros pies y una reverencia cuando pase ante vosotras. Sólo alzareis la mirada si se dirige él mismo a alguna, ¡¿entendido?! Sí, amo. Así era cada vez que llegaba alguien a aquel maldito lugar, se lo sabían de memoria y aun así continuaba repitiéndolo una y otra vez. El “caballero” se bajó del coche de caballos sin hacer apenas ruido al pisar la gravilla, debía pesar menos que una pluma, saludó al amo como haría un viejo amigo, con algo más de cordialidad a su esposa y de la misma manera a su hijo. Tras las palmadas en la espalda y las risas iniciales el amo le invitó al interior para lo cual debía pasar ante la hilera de criadas al final de la cual estaba Raven. Todas perfectamente uniformadas de negro y blanco, parecían estatuas mientras este pasaba ante ellas. -…y la señorita Wallace estará a tu completa disposición-. ¿Y ahora que debía hacer, alzar la vista? La orden era hacerlo solo si el invitado se dirigía a ellas, pero lo había hecho el amo, su cerebro trabajaba a mil por hora pero gracias a Dios, al destino o mejor dicho al invitado, este se dirigió a ella, -entonces nos veremos muy a menudo señorita Wallace-, detectó cierta diversión en su voz pero al alzar la vista y mirarle no encontró lo mismo en sus ojos, permaneció seria e hizo la reverencia oportuna. No pretendía caerle en gracia, haría su trabajo como se la ordenase y tendría contenta a la familia, esa era la manera de sobrevivir en aquella casa.
Siguió a ambos hombres y a los mozos que llevaban todo el equipaje escaleras arriba, se dirigían a la habitación que el conde ocuparía, la que ella había preparado para asegurarse de que todo estaba su gusto. Si no fuera así esa misma noche tendría dosis de vara a manos del amo. Durante el trayecto, como hacía siempre, iba fantaseando e imaginando historias en su mente; aquel hombre era apuesto, se le imaginaba como protagonista de alguna de sus novelas aunque seguramente cuando le conociera haría imposible que fuera uno de los personajes amables de los que se enamoraría la protagonista sino el avaricioso venido a menos que solo la quisiera por su fortuna. A veces la descubrían sonriendo sin motivo aparente, esa era la razón, podrían apresarla, hacerla servir, castigarla, pero su mente siempre estaría muy lejos de allí, más libre que nadie. Una vez cada una de las maletas y arcones estuvieron en el suelo de la habitación y el conde dio su visto bueno a la preparación de la misma, el amo accedió a retirarse indicando que se cenaría a las nueve en punto, -Raven quédate hasta que él te permita retirarte, cuando acabes aquí bajarás a ayudar con el servicio de la cena-, ¡cómo no!, cualquier oportunidad de lucir a sus sirvientas era bien recibida por aquel hombre. Cerró la puerta tras de sí y se quedó a solas con el recién llegado, que por lo que había oído parecía llamarse Lance algo. -Desharé su equipaje si le parece bien, puede ir a asearse antes de la cena estará cansado del viaje-, en cualquier otra sirvienta pudiera haber parecido un comentario cortés y de demostración de interés por el huésped, pero en Raven para un oído experto bien podía sonar como la lección de lengua de un niño que aún asistiera al colegio. Notó de nuevo aquella mirada impenetrable sobre ella durante un rato mientras guardaba cuidadosamente su ropa en el armario pero acabó por alejarse e ir al baño como ella misma había sugerido, dejando que siguiera a su ritmo y más relajada.
Pereza. Esa era la palabra que se la venía a la cabeza pensando en que habría que cuidar y consentir a otro hombre más en aquella casa, todas sabían lo que significaba y nunca habían tenido un invitado más educado, cortés o respetuoso de lo que era el amo, no albergaban esperanza alguna de que el recién llegado en el coche de caballos fuese amable con ellas. ”La mirada en vuestros pies y una reverencia cuando pase ante vosotras. Sólo alzareis la mirada si se dirige él mismo a alguna, ¡¿entendido?! Sí, amo. Así era cada vez que llegaba alguien a aquel maldito lugar, se lo sabían de memoria y aun así continuaba repitiéndolo una y otra vez. El “caballero” se bajó del coche de caballos sin hacer apenas ruido al pisar la gravilla, debía pesar menos que una pluma, saludó al amo como haría un viejo amigo, con algo más de cordialidad a su esposa y de la misma manera a su hijo. Tras las palmadas en la espalda y las risas iniciales el amo le invitó al interior para lo cual debía pasar ante la hilera de criadas al final de la cual estaba Raven. Todas perfectamente uniformadas de negro y blanco, parecían estatuas mientras este pasaba ante ellas. -…y la señorita Wallace estará a tu completa disposición-. ¿Y ahora que debía hacer, alzar la vista? La orden era hacerlo solo si el invitado se dirigía a ellas, pero lo había hecho el amo, su cerebro trabajaba a mil por hora pero gracias a Dios, al destino o mejor dicho al invitado, este se dirigió a ella, -entonces nos veremos muy a menudo señorita Wallace-, detectó cierta diversión en su voz pero al alzar la vista y mirarle no encontró lo mismo en sus ojos, permaneció seria e hizo la reverencia oportuna. No pretendía caerle en gracia, haría su trabajo como se la ordenase y tendría contenta a la familia, esa era la manera de sobrevivir en aquella casa.
Siguió a ambos hombres y a los mozos que llevaban todo el equipaje escaleras arriba, se dirigían a la habitación que el conde ocuparía, la que ella había preparado para asegurarse de que todo estaba su gusto. Si no fuera así esa misma noche tendría dosis de vara a manos del amo. Durante el trayecto, como hacía siempre, iba fantaseando e imaginando historias en su mente; aquel hombre era apuesto, se le imaginaba como protagonista de alguna de sus novelas aunque seguramente cuando le conociera haría imposible que fuera uno de los personajes amables de los que se enamoraría la protagonista sino el avaricioso venido a menos que solo la quisiera por su fortuna. A veces la descubrían sonriendo sin motivo aparente, esa era la razón, podrían apresarla, hacerla servir, castigarla, pero su mente siempre estaría muy lejos de allí, más libre que nadie. Una vez cada una de las maletas y arcones estuvieron en el suelo de la habitación y el conde dio su visto bueno a la preparación de la misma, el amo accedió a retirarse indicando que se cenaría a las nueve en punto, -Raven quédate hasta que él te permita retirarte, cuando acabes aquí bajarás a ayudar con el servicio de la cena-, ¡cómo no!, cualquier oportunidad de lucir a sus sirvientas era bien recibida por aquel hombre. Cerró la puerta tras de sí y se quedó a solas con el recién llegado, que por lo que había oído parecía llamarse Lance algo. -Desharé su equipaje si le parece bien, puede ir a asearse antes de la cena estará cansado del viaje-, en cualquier otra sirvienta pudiera haber parecido un comentario cortés y de demostración de interés por el huésped, pero en Raven para un oído experto bien podía sonar como la lección de lengua de un niño que aún asistiera al colegio. Notó de nuevo aquella mirada impenetrable sobre ella durante un rato mientras guardaba cuidadosamente su ropa en el armario pero acabó por alejarse e ir al baño como ella misma había sugerido, dejando que siguiera a su ritmo y más relajada.
Raven G. Wallace- Esclavo de Sangre/Clase Alta
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: La llegada || Privado
Nada más bajar del coche de caballos, Lance, agradeció estirar las piernas por primera vez en toda la jornada. El viaje se le había antojado eterno, algo irónico viniendo de un vampiro. La bienvenida fue la de siempre, la familia de la casa con sus mejores ropas, todo el servicio esperando en la puerta perfectamente uniformado. Eso era el protocolo. Lance tardó mucho tiempo en acostumbrarse a ese tipo de recepciones, pero como alguien de su estatus, tenía que ser consciente de lo que se esperaba de él.
Paseó la mirada entre el servicio, siendo consciente de que sus ojos no era su mejor herramienta a la hora de buscar una joven que le despertara curiosidad. A pesar de ser sirvientas, muchas de ellas tenían un olor característico, acompañado del aderezo de la sangre que podía beneficiarles o todo lo contrario. Solo dos de las chicas, a las que no pudo ver el rostro, le llamaron la atención. Una de ellas olía a verde, debía ocuparse del jardín y de ayudar a la señora de casa. La otra olía a pergamino o como huelen los libros por el papel y la tinta, también sintió un regusto ahumado que le inspiró una sonrisa ladina mientras iba a sus aposentos. Esa fue la joven que se encargaría de él durante su estancia en París, en su interior, sonrió dichoso.
Era lógico pensar que alguien como Lance tenía competencias con la nobleza de Europa, la política era como una obra de teatro: alianzas y las traiciones. Los nobles en una biblioteca o salón, fumando puros y bebiendo oporto. Se aburría con facilidad en Inglaterra, el tiempo sobretodo le impedía salir muchos días así que decidió marcharse a París con el único fin de tomarse unas vacaciones y saborear esa cultura artística bohemia que estaba en auge. Obviamente en pretensiones oficiales y para las pocas personas a las que debía rendir cuentas, estaba ahí por asuntos oficiales y por preservar el buen nombre de la corona británica en tierras francesas.
Cuando vio a Raven, en su alcoba acondicionando la habitación ladeó el rostro desde el umbral de la puerta e intentó afinar su imaginación para ver la esbeltez y la figura de la chica, lo cual también le complació. Aceptó la sugerencia de la joven sin respuesta, simplemente dio los tres pasos que le situaban lejos del aseo y consciente de dejar la puerta entreabierta se quitó la chaqueta, la camisa y se quedó en ropa interior. Entró en la bañera que había sido rellenada por agua cálida minutos antes por Raven y salió a los pocos minutos, sin que su piel notara los estragos de la humedad. Salió cubierto con una toalla por la cintura, cogió la ropa que estaba encima de la cama- ¿Eres de aquí Raven?- preguntó mientras se colocaba la pajarita frente a un espejo, por el rabillo del ojo miraba el remango y los quehaceres de la joven doncella – Se nota que no eres parisina, su tez es más morena y aunque hablas perfectamente inglés detecto que tienes otro acento, británico… tal vez galés- dijo intentando mantener una conversación superficial centrado en ella- No tengo hambre, de hecho. Estoy algo cansado, me apetecería más tomarme una copa, tranquilo en la habitación, Raven. ¿Serías tan amable de decirle al señor…?- cuando pronunció la palabra señor, notó como el cuello de humana se tensaba de forma inconsciente. La mala noticia de que no quería bajar a cenar, seguramente, tendría consecuencias funestas para el servicio que había estado preparando la cena- Iré a decírselo yo mismo, mientras haz el favor de pedir al ama de llaves la de la bodega, me gustaría que me acompañaras a visitarla. Y si te pone alguna objeción dile que estaré en el despacho hablando con el señor.
Esas fueron las últimas palabras antes de que volvieran a reunirse, los ojos azules de Lance se fijaron en la silueta de Raven que se acercaba por el pasillo, con la llave rechinando en su mano- Espero que todo haya ido bien- dijo posando levemente la mano en la espalda de la doncella y saliendo de las tinieblas del pasillo. En ese momento una puerta se abrió tras ellos, y la mano de Lance se despegó como un acto reflejo, al hacerlo miró al señor de la casa y le dedicó su atención- Lord Galahad, en esta casa se cena en familia y después los hombres nos tomamos la copa frente a la chimenea. Siempre a las 8 de la tarde antes de acostarnos, no sé que costumbre tienen en el norte, pero está usted lejos de casa y tendrá que acatar las normas. Y Raven… mi hijo pregunta por ti, así que vete y manda a otra doncella con el Lord- El señor de la casa quería enseñar quien mandaba allí, pero no contaba con que, a pesar de parecer un niño caprichoso, Lance era mucho más que eso. Notó el temor en los ojos de Raven al nombrar a su hijo y después se acercó hasta él- Me temo que las costumbres son las mismas que en Inglaterra. No creo que usted sea un duque ni es un príncipe ni es un rey, por tanto, responde ante mí, y ya que soy su invitado tendría que tener en cuenta y medir sus actitudes, como por ejemplo que aquí el poder lo tengo yo- la voz de Lance sonó calmada pero sus gestos, su mirada, y su cuerpo se inclinaron peligrosamente hacia el señor que tragó saliva decidido a achantarse. Lance se giró y le guiñó un ojo mientras daba la espalda – Ah y por cierto, Raven está bajo mi servicio, he entendido. Su hijo tendrá que conformarse con cualquier otra. El acento inglés de Raven es mucho más agradable que el de su hijo- lo dijo alejándose con paso lento, sin mirar al señor, directos hacia la bodega.
Paseó la mirada entre el servicio, siendo consciente de que sus ojos no era su mejor herramienta a la hora de buscar una joven que le despertara curiosidad. A pesar de ser sirvientas, muchas de ellas tenían un olor característico, acompañado del aderezo de la sangre que podía beneficiarles o todo lo contrario. Solo dos de las chicas, a las que no pudo ver el rostro, le llamaron la atención. Una de ellas olía a verde, debía ocuparse del jardín y de ayudar a la señora de casa. La otra olía a pergamino o como huelen los libros por el papel y la tinta, también sintió un regusto ahumado que le inspiró una sonrisa ladina mientras iba a sus aposentos. Esa fue la joven que se encargaría de él durante su estancia en París, en su interior, sonrió dichoso.
Era lógico pensar que alguien como Lance tenía competencias con la nobleza de Europa, la política era como una obra de teatro: alianzas y las traiciones. Los nobles en una biblioteca o salón, fumando puros y bebiendo oporto. Se aburría con facilidad en Inglaterra, el tiempo sobretodo le impedía salir muchos días así que decidió marcharse a París con el único fin de tomarse unas vacaciones y saborear esa cultura artística bohemia que estaba en auge. Obviamente en pretensiones oficiales y para las pocas personas a las que debía rendir cuentas, estaba ahí por asuntos oficiales y por preservar el buen nombre de la corona británica en tierras francesas.
Cuando vio a Raven, en su alcoba acondicionando la habitación ladeó el rostro desde el umbral de la puerta e intentó afinar su imaginación para ver la esbeltez y la figura de la chica, lo cual también le complació. Aceptó la sugerencia de la joven sin respuesta, simplemente dio los tres pasos que le situaban lejos del aseo y consciente de dejar la puerta entreabierta se quitó la chaqueta, la camisa y se quedó en ropa interior. Entró en la bañera que había sido rellenada por agua cálida minutos antes por Raven y salió a los pocos minutos, sin que su piel notara los estragos de la humedad. Salió cubierto con una toalla por la cintura, cogió la ropa que estaba encima de la cama- ¿Eres de aquí Raven?- preguntó mientras se colocaba la pajarita frente a un espejo, por el rabillo del ojo miraba el remango y los quehaceres de la joven doncella – Se nota que no eres parisina, su tez es más morena y aunque hablas perfectamente inglés detecto que tienes otro acento, británico… tal vez galés- dijo intentando mantener una conversación superficial centrado en ella- No tengo hambre, de hecho. Estoy algo cansado, me apetecería más tomarme una copa, tranquilo en la habitación, Raven. ¿Serías tan amable de decirle al señor…?- cuando pronunció la palabra señor, notó como el cuello de humana se tensaba de forma inconsciente. La mala noticia de que no quería bajar a cenar, seguramente, tendría consecuencias funestas para el servicio que había estado preparando la cena- Iré a decírselo yo mismo, mientras haz el favor de pedir al ama de llaves la de la bodega, me gustaría que me acompañaras a visitarla. Y si te pone alguna objeción dile que estaré en el despacho hablando con el señor.
Esas fueron las últimas palabras antes de que volvieran a reunirse, los ojos azules de Lance se fijaron en la silueta de Raven que se acercaba por el pasillo, con la llave rechinando en su mano- Espero que todo haya ido bien- dijo posando levemente la mano en la espalda de la doncella y saliendo de las tinieblas del pasillo. En ese momento una puerta se abrió tras ellos, y la mano de Lance se despegó como un acto reflejo, al hacerlo miró al señor de la casa y le dedicó su atención- Lord Galahad, en esta casa se cena en familia y después los hombres nos tomamos la copa frente a la chimenea. Siempre a las 8 de la tarde antes de acostarnos, no sé que costumbre tienen en el norte, pero está usted lejos de casa y tendrá que acatar las normas. Y Raven… mi hijo pregunta por ti, así que vete y manda a otra doncella con el Lord- El señor de la casa quería enseñar quien mandaba allí, pero no contaba con que, a pesar de parecer un niño caprichoso, Lance era mucho más que eso. Notó el temor en los ojos de Raven al nombrar a su hijo y después se acercó hasta él- Me temo que las costumbres son las mismas que en Inglaterra. No creo que usted sea un duque ni es un príncipe ni es un rey, por tanto, responde ante mí, y ya que soy su invitado tendría que tener en cuenta y medir sus actitudes, como por ejemplo que aquí el poder lo tengo yo- la voz de Lance sonó calmada pero sus gestos, su mirada, y su cuerpo se inclinaron peligrosamente hacia el señor que tragó saliva decidido a achantarse. Lance se giró y le guiñó un ojo mientras daba la espalda – Ah y por cierto, Raven está bajo mi servicio, he entendido. Su hijo tendrá que conformarse con cualquier otra. El acento inglés de Raven es mucho más agradable que el de su hijo- lo dijo alejándose con paso lento, sin mirar al señor, directos hacia la bodega.
Lance Galahad- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 73
Fecha de inscripción : 16/10/2017
Localización : Danger Zone
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: La llegada || Privado
Bajó la mirada al suelo en el momento en que Lance salió del baño sin vestir, no fue hasta que este recogió la ropa limpia para prepararse cuando continuó ordenando el armario y los cajones de la cómoda con sus maletas que poco a poco iban quedando vacías. Las dejó en el pasillo para que se ocupara de ellas el ama de llaves y regresó al interior de la habitación esperando órdenes del invitado. -No excelencia, llevo desde los doce años en Francia pero soy escocesa-, le dedicó una casi imperceptible sonrisa, -ese es el motivo por el que se me ha encargado atenderle durante su estancia, así podrá hablar en su idioma natal si así lo desea-. Cerró las puertas de madera del armario cuando se quedó complacida por el orden de cada balda y las perchas con las camisas del conde. Abrió la boca para contestar cuando este mismo se corrigió aliviándola de ese incómodo momento que pasaría informando al amo, ¿pero por qué lo hacía? No había hecho gesto alguno que delatara el temor ante la idea de llevar la contraria al amo aunque no fuera cosa suya y aun en ese caso no la conocía de nada, no creía en la gente tan generosa como para tener detalles así.
Tras asentir al nuevo encargo del conde salió de la habitación para buscar al ama de llaves, aquella mujer era la única que le daba algo de paz en la casa. A pesar de ser estricta en los quehaceres del día a día siempre trataba de cuidar de las chicas y evitar castigos innecesarios. Tras una serie de preguntas acabó entregándole la llave a la escocesa. -Sí excelencia, el ama de llaves está al tanto, tan solo necesita saber si coges alguna de las botellas para llevar el control-, informó esperando a que llegara junto a ella para guiarle escaleras abajo. Se sorprendió avergonzada cuando el amo abrió la puerta y Lance retiró el contacto por inercia, tragó saliva y atendió al monólogo de este. Como había supuesto cuando el conde le dijo que no tenía ganas de cenar con la familia, el amo estaba de muy mal humor y lo estaba pagando Lance en ese instante. ¡Ah! Y ella también pagaría por su decisión, cómo no. Sin embargo parecía que el vampiro no estaba de acuerdo con la manera de hacer las cosas del amo y así se lo hizo saber. La cara de asombro de la sirvienta debía ser obvia para ambos hombres, nunca había visto a nadie ponerle en su sitio con esa rapidez y elegancia.
Cuando Lance se volvió a situar junto a ella se mantuvo callada, al menos hasta que se aseguró de estar lejos del rango de escucha del amo, -¿no son ustedes amigos?-, no sabía si estaba bien preguntar ese tipo de cosas pero desde luego no lo parecían, -lamento mi indiscreción, no soy muy buena relacionándome con los demás-, abrió la puerta metálica y tras ella la de madera que daba paso a la inmensa bodega de la casa. -Tan solo se baja aquí para limpiar las botellas o coger alguna que se nos encargue, tiene un control exhaustivo-. Encendió las velas para que estas iluminaran la sala y permitió que este anduviera a sus anchas por allí, parecía concentrado en los olores pues de vez en cuando cerraba los ojos al coger las botellas. Memorizó lo que este había escogido para decírselo al ama de llaves y tras apagar las velas volvieron a salir de allí. -¿Quiere que le suba una copa a la habitación o prefiere ir al salón o algún otro lugar?-, no pasaba por alto que le había dicho al amo que ella estaba a su servicio esa noche y todas las que permaneciera allí por lo que sí, estaba tensa por lo que él esperaba y deseaba que pasase.
Siguiendo sus deseos, y tras indicarle que subiera él sólo a su cuarto, regresó a la cocina para informar de todo lo ocurrido al ama de llaves y de paso coger dos copas de cristal y algo de comida por si más tarde tenía hambre. Tras llamar a la puerta y que este le diese permiso para entrar dejó la bandeja sobre la mesita auxiliar junto a la chimenea, -me he tomado la libertad de subirle algo de comida, así si más tarde tiene apetito no tiene por qué bajar. Aquí están las copas… ¿quiere que abra alguna de las botellas? ¿Quiere tomarlo tranquilo o prefiere que me quede?-. Dio un respingo cuando los berridos del hijo del amo resonaron por toda la casa, avergonzada bajó la mirada y se apartó hasta quedar apoyada en una de las paredes, sabía que iba a hacer acto de presencia en la habitación del conde y por su bien debería estar lo más alejada de él como fuera posible. Nunca nadie le negaba sus caprichos, esa noche había querido que Raven fuera a su cama y esta no había aparecido, a él le daba igual conde, príncipe o rey, pues en aquella casa en estaba en lo alto de la jerarquía. -¡¿ES QUE ACASO NO TE HA DICHO MI PADRE QUE TE HE HECHO LLAMAR?!- , con ese grito abrió la puerta del dormitorio donde un atónito Lance les miraba alternativamente, -sí amo, lo siento-.
Tras asentir al nuevo encargo del conde salió de la habitación para buscar al ama de llaves, aquella mujer era la única que le daba algo de paz en la casa. A pesar de ser estricta en los quehaceres del día a día siempre trataba de cuidar de las chicas y evitar castigos innecesarios. Tras una serie de preguntas acabó entregándole la llave a la escocesa. -Sí excelencia, el ama de llaves está al tanto, tan solo necesita saber si coges alguna de las botellas para llevar el control-, informó esperando a que llegara junto a ella para guiarle escaleras abajo. Se sorprendió avergonzada cuando el amo abrió la puerta y Lance retiró el contacto por inercia, tragó saliva y atendió al monólogo de este. Como había supuesto cuando el conde le dijo que no tenía ganas de cenar con la familia, el amo estaba de muy mal humor y lo estaba pagando Lance en ese instante. ¡Ah! Y ella también pagaría por su decisión, cómo no. Sin embargo parecía que el vampiro no estaba de acuerdo con la manera de hacer las cosas del amo y así se lo hizo saber. La cara de asombro de la sirvienta debía ser obvia para ambos hombres, nunca había visto a nadie ponerle en su sitio con esa rapidez y elegancia.
Cuando Lance se volvió a situar junto a ella se mantuvo callada, al menos hasta que se aseguró de estar lejos del rango de escucha del amo, -¿no son ustedes amigos?-, no sabía si estaba bien preguntar ese tipo de cosas pero desde luego no lo parecían, -lamento mi indiscreción, no soy muy buena relacionándome con los demás-, abrió la puerta metálica y tras ella la de madera que daba paso a la inmensa bodega de la casa. -Tan solo se baja aquí para limpiar las botellas o coger alguna que se nos encargue, tiene un control exhaustivo-. Encendió las velas para que estas iluminaran la sala y permitió que este anduviera a sus anchas por allí, parecía concentrado en los olores pues de vez en cuando cerraba los ojos al coger las botellas. Memorizó lo que este había escogido para decírselo al ama de llaves y tras apagar las velas volvieron a salir de allí. -¿Quiere que le suba una copa a la habitación o prefiere ir al salón o algún otro lugar?-, no pasaba por alto que le había dicho al amo que ella estaba a su servicio esa noche y todas las que permaneciera allí por lo que sí, estaba tensa por lo que él esperaba y deseaba que pasase.
Siguiendo sus deseos, y tras indicarle que subiera él sólo a su cuarto, regresó a la cocina para informar de todo lo ocurrido al ama de llaves y de paso coger dos copas de cristal y algo de comida por si más tarde tenía hambre. Tras llamar a la puerta y que este le diese permiso para entrar dejó la bandeja sobre la mesita auxiliar junto a la chimenea, -me he tomado la libertad de subirle algo de comida, así si más tarde tiene apetito no tiene por qué bajar. Aquí están las copas… ¿quiere que abra alguna de las botellas? ¿Quiere tomarlo tranquilo o prefiere que me quede?-. Dio un respingo cuando los berridos del hijo del amo resonaron por toda la casa, avergonzada bajó la mirada y se apartó hasta quedar apoyada en una de las paredes, sabía que iba a hacer acto de presencia en la habitación del conde y por su bien debería estar lo más alejada de él como fuera posible. Nunca nadie le negaba sus caprichos, esa noche había querido que Raven fuera a su cama y esta no había aparecido, a él le daba igual conde, príncipe o rey, pues en aquella casa en estaba en lo alto de la jerarquía. -¡¿ES QUE ACASO NO TE HA DICHO MI PADRE QUE TE HE HECHO LLAMAR?!- , con ese grito abrió la puerta del dormitorio donde un atónito Lance les miraba alternativamente, -sí amo, lo siento-.
Raven G. Wallace- Esclavo de Sangre/Clase Alta
- Mensajes : 93
Fecha de inscripción : 16/10/2017
Re: La llegada || Privado
Como cualquier hombre complicado, Lance tuvo una infancia muy difícil. No había sido reconocido por su padre nunca, de hecho, no tuvo nombre propio hasta los 18 años de Edad lo que, no importaría, si el hijo del señor de la casa no fuera todo lo que él detestaba. Le recordaba a su padre y odiaba a su padre. Cuando irrumpió sin modales y saltándose el protocolo que todo el mundo en esa casa parecía entender, Lance sonrió antes de darle la bienvenida- Buenas noches, a usted también.- por supuesto con el tono sarcástico que le caracterizaba en situaciones así. La cabeza gacha y sumisa de Raven le indicó que aquel era el objeto de su condena. El chico era un adolescente mimado con calentura, acostumbrado a obtener lo que quiere de quienes eran de su propiedad. Sintió nauseas al recordar a su padre, como le trataba como él trataba ahora a Raven y apretó el puño consciente de que la ira le subía por la garganta cargado de bilis, si un vampiro pudiera tenerla. Le habría arrancado la cabeza con gusto, se hubiera regodeado torturando a ese pequeño bastardo, como solía hacer en las mazmorras de su Sire, pero Raven estaba ahí- La pregunta a plantear no es esa. La pregunta oportuna sería el si usted, caballerete, tiene algún problema de entendimiento. Su padre me ha otorgado el servicio de Raven- “y es algo que pienso disfrutar” pensó y calló esperando una respuesta que tardó en llegar.
La ira del joven empezaba a hacer mella en el rostro del joven enclenque que temblaba por la tensión acumulada. No apartaba la mirada de Raven, como si fuera su juguete favorito y alguien viniera a tocarlo- Te vas a enterar de esto- dijo mirando a Raven y después miró a Lance cargado de mil razones. Cogió aire para arremeter contra el conde y este elevó la mano frente a su rostro- Me considero una persona paciente pero no voy a tolerar ni permitir que faltes al respeto a nadie y menos en mi alcoba. Crío insolente- dijo el conde hinchando el pecho, lleno de palabras que no podía decir. En ese momento el señor de la casa irrumpió con un batín de seda y se precipitó al lado de su hijo- ¿Qué está pasando aquí? -preguntó más por su hijo que por Lance y Raven – Su hijo ha irrumpido en la habitación reclamando a Raven su servicio cuando está al mío. Creo que eso quedó claro y su hijo no lo ha entendido- colocó las manos en los bolsillos apoyándose en el escritorio de caoba de su habitación- Padre, no puede dejar que le vapulee y mande un conde que no es francés, ni si quiera es…- en ese momento el señor propinó un bofetón a su hijo que le hizo llevarse la mano a la mejilla y clavó una mirada de furia a Raven- Lo lamento, excelencia- dijo el señor mientras hacía una reverencia e intentaba salir de la habitación, dejándoles a solas y discutiendo con su hijo. Lance cerró la puerta y miró a Raven con gesto serio – Siento que hayas tenido que presenciar esto. Su actitud es reprochable- sirvió el vino en dos copas de cristal de bohemia y le ofreció una a Raven sabiendo que lo necesitaba- ¿Te han hecho daño antes, verdad? - preguntó el conde preocupado. Necesitaba saber más de ese engreído y mimado niño, para saber qué tipo de castigo tendría que ejercer a esa familia. Aunque la justificación para ello fuera que le recordaba a su familia biológica… la causa inconsciente era el proteger a Raven.
La ira del joven empezaba a hacer mella en el rostro del joven enclenque que temblaba por la tensión acumulada. No apartaba la mirada de Raven, como si fuera su juguete favorito y alguien viniera a tocarlo- Te vas a enterar de esto- dijo mirando a Raven y después miró a Lance cargado de mil razones. Cogió aire para arremeter contra el conde y este elevó la mano frente a su rostro- Me considero una persona paciente pero no voy a tolerar ni permitir que faltes al respeto a nadie y menos en mi alcoba. Crío insolente- dijo el conde hinchando el pecho, lleno de palabras que no podía decir. En ese momento el señor de la casa irrumpió con un batín de seda y se precipitó al lado de su hijo- ¿Qué está pasando aquí? -preguntó más por su hijo que por Lance y Raven – Su hijo ha irrumpido en la habitación reclamando a Raven su servicio cuando está al mío. Creo que eso quedó claro y su hijo no lo ha entendido- colocó las manos en los bolsillos apoyándose en el escritorio de caoba de su habitación- Padre, no puede dejar que le vapulee y mande un conde que no es francés, ni si quiera es…- en ese momento el señor propinó un bofetón a su hijo que le hizo llevarse la mano a la mejilla y clavó una mirada de furia a Raven- Lo lamento, excelencia- dijo el señor mientras hacía una reverencia e intentaba salir de la habitación, dejándoles a solas y discutiendo con su hijo. Lance cerró la puerta y miró a Raven con gesto serio – Siento que hayas tenido que presenciar esto. Su actitud es reprochable- sirvió el vino en dos copas de cristal de bohemia y le ofreció una a Raven sabiendo que lo necesitaba- ¿Te han hecho daño antes, verdad? - preguntó el conde preocupado. Necesitaba saber más de ese engreído y mimado niño, para saber qué tipo de castigo tendría que ejercer a esa familia. Aunque la justificación para ello fuera que le recordaba a su familia biológica… la causa inconsciente era el proteger a Raven.
Lance Galahad- Vampiro/Realeza
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Re: La llegada || Privado
Todos sus esfuerzos por no hacer absolutamente nada que pudiera alterar tanto al señor como a su hijo se fueron al traste en ese momento. El amo le había concedido a Lance la atención y el servicio de Raven sin, al parecer, haber consultado o informado a su hijo acerca de ello; motivo que le había llevado a actuar con tal impulsividad. Cada día Raven hacía sus tareas sin rechistar, trataba de pasar inadvertida y permanecer alejada de ambos hombres; no siempre funcionaba, pero sí la había librado de más de una llamada de atención –por decirlo con finura-. Otras de las sirvientas sufrían los abusos de los amos con más frecuencia que ella y hacía lo que fuera porque eso se mantuviera así, ahora las tornas habían cambiado. Ella había sido el objeto de disputa de ambos hombres contra Lance, este parecía tener el control tanto de la situación como de la joven, pero, ¿qué pasaría cuando se fuera? Que Raven estaría desamparada y pagarían con ella toda la frustración levantada por el conde.
Ese bofetón se quedaría corto, muy corto, en comparación con lo que estaría ideando el joven para ella. No fue consciente del tiempo que tardó en reaccionar una vez ambos hombres salieron nuevamente de la habitación, debieron pasar al menos dos minutos en los que permaneció mirando la puerta cerrada, totalmente bloqueada y aún de pie porque sus piernas no tenían fuerzas ni para doblarse. -Debería haber ido con él-, no fue un comentario para Lance sino un pensamiento que acabo diciendo en voz alta sin pensar, al igual que la respuesta a su pregunta, -sí-, escueta y definitivamente algo que jamás hubiera dicho en un estado calmo. Se descubrió sujetando una copa de vino que ni siquiera sabía cómo había llegado a su mano, -¿le importa que fume?-, necesitaba sentarse y tranquilizarse, el conde –al menos aparentemente- era más agradable y tolerante que sus amos por lo que se atrevió a pedir permiso antes de salir a la terraza y dar una profunda calada que inundó sus pulmones del humo del cigarro. -Por favor no actúe en su contra-, se atrevió a mirarle al fin, -no será bueno para nadie que les rete-, suplicaría por un poco de paz entre ellos y el conde.
-Haré lo que me pida excelencia pero no les haga enfadar, si entre alguna de sus razones para ello está cuidarme, protegerme o algo por el estilo… no deposite su atención en mi, o el efecto será el contrario al que busca-, había aprendido a vivir con miedo, subyugada al poder de aquella familia, sabiendo que la suya propia ya no existía y ellos –ante la ley- eran sus dueños. Sabía lo que les había pasado a las que habían intentado escapar y no deseaba pasar por ese tormento, tan solo una lo consiguió y ahora trabajaba en un burdel, ¿acaso no era eso peor aún? -Perdóneme, deje que le rellene la copa-, lanzó lo que quedaba de cigarro por el balcón abajo y se adentró en el dormitorio recogiendo la botella para servirle. -¿Necesita algo más de mi o me retiro?-.
Ese bofetón se quedaría corto, muy corto, en comparación con lo que estaría ideando el joven para ella. No fue consciente del tiempo que tardó en reaccionar una vez ambos hombres salieron nuevamente de la habitación, debieron pasar al menos dos minutos en los que permaneció mirando la puerta cerrada, totalmente bloqueada y aún de pie porque sus piernas no tenían fuerzas ni para doblarse. -Debería haber ido con él-, no fue un comentario para Lance sino un pensamiento que acabo diciendo en voz alta sin pensar, al igual que la respuesta a su pregunta, -sí-, escueta y definitivamente algo que jamás hubiera dicho en un estado calmo. Se descubrió sujetando una copa de vino que ni siquiera sabía cómo había llegado a su mano, -¿le importa que fume?-, necesitaba sentarse y tranquilizarse, el conde –al menos aparentemente- era más agradable y tolerante que sus amos por lo que se atrevió a pedir permiso antes de salir a la terraza y dar una profunda calada que inundó sus pulmones del humo del cigarro. -Por favor no actúe en su contra-, se atrevió a mirarle al fin, -no será bueno para nadie que les rete-, suplicaría por un poco de paz entre ellos y el conde.
-Haré lo que me pida excelencia pero no les haga enfadar, si entre alguna de sus razones para ello está cuidarme, protegerme o algo por el estilo… no deposite su atención en mi, o el efecto será el contrario al que busca-, había aprendido a vivir con miedo, subyugada al poder de aquella familia, sabiendo que la suya propia ya no existía y ellos –ante la ley- eran sus dueños. Sabía lo que les había pasado a las que habían intentado escapar y no deseaba pasar por ese tormento, tan solo una lo consiguió y ahora trabajaba en un burdel, ¿acaso no era eso peor aún? -Perdóneme, deje que le rellene la copa-, lanzó lo que quedaba de cigarro por el balcón abajo y se adentró en el dormitorio recogiendo la botella para servirle. -¿Necesita algo más de mi o me retiro?-.
Raven G. Wallace- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: La llegada || Privado
Por un breve momento apareció en su mente el recuerdo de su padre bajando las escaleras de la bodega cargado con un bastón. Cada paso que el hombre ebrio daba, hacía que Lance se estremeciera de miedo y buscara un lugar entre las barricas donde ocultarse de los golpes. Aquella estancia no estaba siendo agradable para nadie, ni si quiera para él. Suspiró creyendo que el olor a leña podría espantar los fantasmas de su pasado pero no fue así, esos no se iban a ir nunca.
Cuándo a su pregunta Raven respondió de forma afirmativa la mente de Lance divagaba en diferentes formas de tortura. No era un justiciero ni venía ondeando una bandera, dispuesto a poner paz en la vida de todos los mártires de su camino. Simplemente esa familia le recordaba a la suya y debía exterminarla – Tú no deberías nada. Tu trabajo consiste en facilitar la vida de los señores y ocuparte de tus obligaciones en este hogar- le recordó su situación frustrado por el temor que reflejaba la joven ante sus señores. Aunque era algo comprensible, seguramente por su cabeza estaría pasando que, de no estar Lance ahí, se lo pasarían estupendamente bien. Eran unos sádicos, pero daba la casualidad, de que el conde era una bestia- No voy a actuar en su contra, voy a acabar con ellos. Uno a uno- dijo mirando ahora la copa vacía que tenía en su mano. Cuándo trabajaba para su Sire, hizo cosas horribles, se encargaba de preparar a todos los hombres, mujeres y niños que hubiera cometido cualquier delito para su consecuente castigo, aunque los tiempos habían evolucionado, la tortura seguía siendo bastante efectiva para obtener algo de ellos. También podría haber ejercido su poder inmortal sobre ellos, haberles matado o simplemente arrancarles la garganta de un mordisco. Pero acabaría con ellos tarde o temprano, simplemente, esperaría el mejor momento para evitar repercusiones a alguien como Raven o cualquier otro empleado que no lo mereciera.
Lo último que quería Lance era crear problemas a Raven, se mordió el labio inferior intentando cuadrar un tipo de estrategia para que esta evitara recibir el merecido castigo que el señorito tenía para ella- Lo haremos a tu manera- le concedió- Estarás con plena libertad, llamarás tres veces a mi puerta cuando quieras refugiarte, leer un libro y fumar tus cigarrillos. Y cuándo te hagan llamar de noche- ese era la parte que más nauseas le proporcionaba- Les dirás que esa noche he solicitado que vengas a mi cama- acabó el contenido de la botella, ajeno a los efectos que debía hacerle el alcohol y después clavó los ojos azules en los de Raven- Y escúchame con atención, si se exceden. Lo haremos a mi manera- y su tono no admitió una respuesta por parte de la muchacha y esta seguramente entendía que no debía replicar el argumento del conde- Ha sido una noche larga, deberías ir a descansar. Gracias por la compañía. Y no olvides lo que hemos hablado- La acompañó hasta la puerta- Sabré si me ocultas algo, Raven. Yo lo sé todo- y tras esas palabras cerró la puerta en la espalda de la mujer. Se tiró en la cama después de asegurar que las cortinas estuvieran completamente corridas y cerró los ojos centrándose en los pasos de Raven, en su olor y los sonidos de la casa. A pesar de ser de noche, esa casa estaba despierta, respiraba y él era consciente de todo lo que pasaba.
Era entrada la madrugada cuando la madera crujía a los pies de una figura menuda. Tenía un pequeño candelabro que iluminaba sus pies mientras se dirigía a la zona del servicio, concretamente a la zona femenina. Lance abrió los ojos y se incorporó como un resorte centrando su atención en esa figura. Empujó con cuidado la puerta de madera de un dormitorio que chirrió de forma grotesca, era la habitación de Raven- Te dije que lo pagarías caro- dijo la voz en el umbral de la puerta, mientras la vela iluminaba el rostro del primogénito de la casa.
Cuándo a su pregunta Raven respondió de forma afirmativa la mente de Lance divagaba en diferentes formas de tortura. No era un justiciero ni venía ondeando una bandera, dispuesto a poner paz en la vida de todos los mártires de su camino. Simplemente esa familia le recordaba a la suya y debía exterminarla – Tú no deberías nada. Tu trabajo consiste en facilitar la vida de los señores y ocuparte de tus obligaciones en este hogar- le recordó su situación frustrado por el temor que reflejaba la joven ante sus señores. Aunque era algo comprensible, seguramente por su cabeza estaría pasando que, de no estar Lance ahí, se lo pasarían estupendamente bien. Eran unos sádicos, pero daba la casualidad, de que el conde era una bestia- No voy a actuar en su contra, voy a acabar con ellos. Uno a uno- dijo mirando ahora la copa vacía que tenía en su mano. Cuándo trabajaba para su Sire, hizo cosas horribles, se encargaba de preparar a todos los hombres, mujeres y niños que hubiera cometido cualquier delito para su consecuente castigo, aunque los tiempos habían evolucionado, la tortura seguía siendo bastante efectiva para obtener algo de ellos. También podría haber ejercido su poder inmortal sobre ellos, haberles matado o simplemente arrancarles la garganta de un mordisco. Pero acabaría con ellos tarde o temprano, simplemente, esperaría el mejor momento para evitar repercusiones a alguien como Raven o cualquier otro empleado que no lo mereciera.
Lo último que quería Lance era crear problemas a Raven, se mordió el labio inferior intentando cuadrar un tipo de estrategia para que esta evitara recibir el merecido castigo que el señorito tenía para ella- Lo haremos a tu manera- le concedió- Estarás con plena libertad, llamarás tres veces a mi puerta cuando quieras refugiarte, leer un libro y fumar tus cigarrillos. Y cuándo te hagan llamar de noche- ese era la parte que más nauseas le proporcionaba- Les dirás que esa noche he solicitado que vengas a mi cama- acabó el contenido de la botella, ajeno a los efectos que debía hacerle el alcohol y después clavó los ojos azules en los de Raven- Y escúchame con atención, si se exceden. Lo haremos a mi manera- y su tono no admitió una respuesta por parte de la muchacha y esta seguramente entendía que no debía replicar el argumento del conde- Ha sido una noche larga, deberías ir a descansar. Gracias por la compañía. Y no olvides lo que hemos hablado- La acompañó hasta la puerta- Sabré si me ocultas algo, Raven. Yo lo sé todo- y tras esas palabras cerró la puerta en la espalda de la mujer. Se tiró en la cama después de asegurar que las cortinas estuvieran completamente corridas y cerró los ojos centrándose en los pasos de Raven, en su olor y los sonidos de la casa. A pesar de ser de noche, esa casa estaba despierta, respiraba y él era consciente de todo lo que pasaba.
Era entrada la madrugada cuando la madera crujía a los pies de una figura menuda. Tenía un pequeño candelabro que iluminaba sus pies mientras se dirigía a la zona del servicio, concretamente a la zona femenina. Lance abrió los ojos y se incorporó como un resorte centrando su atención en esa figura. Empujó con cuidado la puerta de madera de un dormitorio que chirrió de forma grotesca, era la habitación de Raven- Te dije que lo pagarías caro- dijo la voz en el umbral de la puerta, mientras la vela iluminaba el rostro del primogénito de la casa.
Lance Galahad- Vampiro/Realeza
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Re: La llegada || Privado
¿Era de verdad un hombre amable aquel conde? Hombres así aparecían en las novelas que leía, apuestos, elegantes, serios y amables; pero por su experiencia vital había aprendido que solo eran eso, personajes literarios… ahora Lance la hacía dudar. Asintió en silencio a todo cuanto este dijo y salió de su cuarto con cuidado de no hacer ruido, cuanto menos se notara su presencia por aquellos pasillos mucho mejor. Consiguió llegar a su minúscula habitación sin sobresaltos y consiguió relajarse un poco al meterse en la cama ya con su camisón y un libro entre las manos. La lectura antes de dormir siempre la ayudaba a conciliar el sueño y abstraerse de lo ocurrido esa jornada. Cuando notó que los ojos empezaban a cerrársele y que apenas atendía lo que estaba leyendo cerró el libro y apagó las velas de ambos lados del catre.
El sonido de la puerta la despertó de golpe, el primer pensamiento –en medio de aquel repentino desvelo- fue pensar que se había quedado dormida y era ya entrada la mañana. ¡Ojalá! El rostro del señorito estaba en el marco de la puerta alumbrado de forma lúgubre por el candelabro que sujetaba. Sabía que tanto él como su padre iban a pagar con ella el desafío del conde pero no que sería tan pronto. Todo el mundo en la casa dormía, y aunque hubiera sido de otra forma nadie podría hacer nada para ayudarla. El resto de chicas del servicio sufrían esas visitas de vez en cuando también por lo que cada una trataba de mantenerse a salvo y no entrar en una habitación cuando este estaba jugando era una buena manera de hacerlo. -No he hecho nada amo, por favor-, aun estaba en shock. No por lo ocurrido en esa noche sino por lo que la habían hecho tanto ese crío como su padre.
Ninguna de las mujeres de esa casa era capaz –ya- de tener hijos, absolutamente todas habían sufrido los abusos y violaciones de ambos y por tanto en un momento u otro se habían quedado embarazadas, sin embargo, estos no estaban dispuestos a mantener a sus bastardos y, por supuesto, a que la señora se enterase. Así pues, una a una las habían llevado a casa de una curandera para que las realizase el aborto pertinente o eso las dijeron… Lo que no sabían es que las pudrirían por dentro, los brebajes que tenían que tomar eran puro veneno y en la actualidad eran todas estériles. ¿Cómo se superaba eso?
El señorito cerró la puerta tras él y posó el candelabro sobre la cómoda antes de asestarla el primer golpe con el reverso de la mano reventándola el labio inferior, ahogó un jadeo por el dolor y se recompuso como pudo guardando el silencio que este la había ordenado para empezar con su discurso aleccionador. Su erección era más que evidente bajo el fino pantalón del pijama, lo odiaba, odiaba su tacto, su forma, su olor y su sabor; la generaba arcadas solo pensar en tener que volver a ponerse de rodillas delante de ese chaval. -Deja de gimotear y desnúdate-, muerta a partes iguales de vergüenza, repulsión y frío se quitó el camisón y la ropa interior quedando de pie en frente de él, -bien… bien, ahora vamos a hacer que esa piel pálida se vuelva roja-, no sabía de donde este había sacado una de las fustas de los establos, -si no sabes obedecer habrá que enseñarte. Contra la pared-, su tono no daba pie a la duda, ni siquiera a la súplica. Una vez más obedeció y los golpes se repitieron una y otra vez, ya no sabía si lo que dolía era simplemente el golpe o había conseguido desgarrarla la piel.
El sonido de la puerta la despertó de golpe, el primer pensamiento –en medio de aquel repentino desvelo- fue pensar que se había quedado dormida y era ya entrada la mañana. ¡Ojalá! El rostro del señorito estaba en el marco de la puerta alumbrado de forma lúgubre por el candelabro que sujetaba. Sabía que tanto él como su padre iban a pagar con ella el desafío del conde pero no que sería tan pronto. Todo el mundo en la casa dormía, y aunque hubiera sido de otra forma nadie podría hacer nada para ayudarla. El resto de chicas del servicio sufrían esas visitas de vez en cuando también por lo que cada una trataba de mantenerse a salvo y no entrar en una habitación cuando este estaba jugando era una buena manera de hacerlo. -No he hecho nada amo, por favor-, aun estaba en shock. No por lo ocurrido en esa noche sino por lo que la habían hecho tanto ese crío como su padre.
Ninguna de las mujeres de esa casa era capaz –ya- de tener hijos, absolutamente todas habían sufrido los abusos y violaciones de ambos y por tanto en un momento u otro se habían quedado embarazadas, sin embargo, estos no estaban dispuestos a mantener a sus bastardos y, por supuesto, a que la señora se enterase. Así pues, una a una las habían llevado a casa de una curandera para que las realizase el aborto pertinente o eso las dijeron… Lo que no sabían es que las pudrirían por dentro, los brebajes que tenían que tomar eran puro veneno y en la actualidad eran todas estériles. ¿Cómo se superaba eso?
El señorito cerró la puerta tras él y posó el candelabro sobre la cómoda antes de asestarla el primer golpe con el reverso de la mano reventándola el labio inferior, ahogó un jadeo por el dolor y se recompuso como pudo guardando el silencio que este la había ordenado para empezar con su discurso aleccionador. Su erección era más que evidente bajo el fino pantalón del pijama, lo odiaba, odiaba su tacto, su forma, su olor y su sabor; la generaba arcadas solo pensar en tener que volver a ponerse de rodillas delante de ese chaval. -Deja de gimotear y desnúdate-, muerta a partes iguales de vergüenza, repulsión y frío se quitó el camisón y la ropa interior quedando de pie en frente de él, -bien… bien, ahora vamos a hacer que esa piel pálida se vuelva roja-, no sabía de donde este había sacado una de las fustas de los establos, -si no sabes obedecer habrá que enseñarte. Contra la pared-, su tono no daba pie a la duda, ni siquiera a la súplica. Una vez más obedeció y los golpes se repitieron una y otra vez, ya no sabía si lo que dolía era simplemente el golpe o había conseguido desgarrarla la piel.
Raven G. Wallace- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: La llegada || Privado
Salió de la habitación sin hacer ruido, parecía levitar sobre el suelo de madera. Entre las sombras y pasando desapercibido por toda la casa, llegó hasta el ala del servicio. Desde ahí se escuchaba sin esfuerzo el monólogo que parecía tener el señorito de la casa con la doncella. Con gesto decidido, abrió la puerta en silencio y miró por el pequeño hueco el cuerpo desnudo de Raven y el frenesí que tenía aquel pequeño hombre. Apretó la mandíbula y dudó en intervenir en la instancia. Por una parte, el dilema venía por la relación y la poca confianza que Raven parecía tener con el conde. Ella desconfiaba, medía sus palabras y siempre era precavida en cuestión de señalar al señor. Por otra parte su lado más salvaje y temperamental, veía a la mujer que le atraía siendo ultrajada y tocada por alguien como él. Cerró los ojos ligeramente y en un abrir y cerrar de ojos dio una patada en la puerta, que obviamente se rompió. El chico se giró movido por un resorte y su rostro sudoroso se posó en la figura del conde que permanecía impasible sin apartar la mirada de los ojos de la humana- Alejate de ella- dijo Lance con una voz ronca, en su interior la bestia estaba barajando todas las posibilidades para torturarle. Se acercó hasta Raven, sin inmutarse de la figura del hijo y la cubrió con una sábana del suelo. Buscó con sus ojos en cada parte de su cuerpo cada marca. Y se giró hacia el chico al que le pegó un puñetazo en la mandíbula derecha que le dejó KO. Acto seguido le cogió por el pelo y lo arrastró hacia fuera del ala.
La imagen era sorprendente, en mitad del Hall y a los pies de Lance estaba el cuerpo del chico inconsciente. Los padres del chico bajaban las escaleras con un candelabro y maldiciendo a voces. El servicio se había reunido cerca del hall y estaba espiando lo que estaba pasando.
-Se acabó. Un día ha bastado para que esta casa de locos demuestre de lo que están hechos. Y ya estoy harto- dijo Lance mirando ahora los padres del chico inconsciente- ¿Qué le ha hecho a nuestro hijo? Rápido llamad a la policía, pedir ayuda- los señores se lanzaron hacia la gente del servicio buscando o implorando auxilio. Y estos no respondieron, se alejaron de ellos como si de leprosos se tratara y observaron la escena mientras se lanzaban sobre el chico al suelo. - ¿Sabe que es lo curioso? Que mi padre era como él y como usted. Y yo tendría que haber salido igual que ustedes, coger lo que me diera la gana. Un momento… eso es lo que hago siempre- dijo Lance paseándose por el hall con tranquilidad y naturalidad- ¿Les he dicho que una de mis responsabilidades como conde era la de torturar e impartir justicia? - se acercó hasta el hombre que echaba veneno por la boca - ¿Todo esto es por una sucia y asquerosa sirvienta?- preguntó el hombre buscando a Raven con la mirada entre todo el servicio. –No. Esto es porque usted me recuerda a mi padre y él también. Y ahora esto… se acaba aquí- se arrodillo junto al chico, miró a la madre a los ojos- Tu hijo va a morir. No ahora mismo, ni en el momento. Yo me ocuparé de cuándo y cómo lo va hacer. Su marido también va a morir y no sin antes disfrutar del espectáculo de ver sufrir al maldito hijo de puta que han criado juntos y después…seguramente- hizo una pausa y miró a la mujer- La violaré. ¿Has escuchado papá? La voy a violar y con suerte deseará haber muerto y lo hará. Ah y el servicio, quien quiera podrá participar- dijo enseñando ligeramente los colmillos- quid pro quo- dijo dejando de dos golpes secos a los padres sobre el cuerpo inerte- llevadlos a la bodega. Y decidle a Raven que baje- les indicó mientras salía de la casa principal e iba a las caballerizas. Ahí encontraría cuerdas, correas… lo justo para poner en orden su nueva casa. Ahora él sería el señor de esa casa.
La imagen era sorprendente, en mitad del Hall y a los pies de Lance estaba el cuerpo del chico inconsciente. Los padres del chico bajaban las escaleras con un candelabro y maldiciendo a voces. El servicio se había reunido cerca del hall y estaba espiando lo que estaba pasando.
-Se acabó. Un día ha bastado para que esta casa de locos demuestre de lo que están hechos. Y ya estoy harto- dijo Lance mirando ahora los padres del chico inconsciente- ¿Qué le ha hecho a nuestro hijo? Rápido llamad a la policía, pedir ayuda- los señores se lanzaron hacia la gente del servicio buscando o implorando auxilio. Y estos no respondieron, se alejaron de ellos como si de leprosos se tratara y observaron la escena mientras se lanzaban sobre el chico al suelo. - ¿Sabe que es lo curioso? Que mi padre era como él y como usted. Y yo tendría que haber salido igual que ustedes, coger lo que me diera la gana. Un momento… eso es lo que hago siempre- dijo Lance paseándose por el hall con tranquilidad y naturalidad- ¿Les he dicho que una de mis responsabilidades como conde era la de torturar e impartir justicia? - se acercó hasta el hombre que echaba veneno por la boca - ¿Todo esto es por una sucia y asquerosa sirvienta?- preguntó el hombre buscando a Raven con la mirada entre todo el servicio. –No. Esto es porque usted me recuerda a mi padre y él también. Y ahora esto… se acaba aquí- se arrodillo junto al chico, miró a la madre a los ojos- Tu hijo va a morir. No ahora mismo, ni en el momento. Yo me ocuparé de cuándo y cómo lo va hacer. Su marido también va a morir y no sin antes disfrutar del espectáculo de ver sufrir al maldito hijo de puta que han criado juntos y después…seguramente- hizo una pausa y miró a la mujer- La violaré. ¿Has escuchado papá? La voy a violar y con suerte deseará haber muerto y lo hará. Ah y el servicio, quien quiera podrá participar- dijo enseñando ligeramente los colmillos- quid pro quo- dijo dejando de dos golpes secos a los padres sobre el cuerpo inerte- llevadlos a la bodega. Y decidle a Raven que baje- les indicó mientras salía de la casa principal e iba a las caballerizas. Ahí encontraría cuerdas, correas… lo justo para poner en orden su nueva casa. Ahora él sería el señor de esa casa.
Lance Galahad- Vampiro/Realeza
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Re: La llegada || Privado
Las lágrimas cubrían totalmente sus mejillas cuando el golpe en la puerta hizo que el joven se retirase tras de ella, -¡qué cojones!-, Raven no sabían quién estaba más sorprendido de ver a Lance allí si ella o el malparido. Se retiró las lágrimas de los ojos y trató de cubrirse, el vampiro tenía fija la mirada en ella en vez de su opresor, y gracias a él recuperó algo con lo que taparse. Acto seguido se hizo a un lado y simplemente vio cómo sacaba el cuerpo de la habitación, dudaba si subir tras él pero estaba teniendo ese momento; el momento de sentirse usada y sucia. Necesitaba lavarse y asegurarse de cubrir las marcas que dejaban más que claro lo que había ocurrido, se aseguró de dejar la puerta del baño entreabierta para escuchar lo que fuera ocurriendo en el hall. Los pasos por los pasillos eran numerosos y sonoros, parecía que toda la casa estaba despierta esa noche y viendo el espectáculo. Su mente apenas podía procesar el ataque de Lance a la familia y lo que estaba a punto de pasar, como estaba claro el servicio jamás prestaría ayuda a los amos, estaban solos ante el control del conde. Habían necesitado la ayuda de alguien como él durante años y por fin había llegado, no le darían la espalda aunque no fuera de la forma más elegante posible.
Estaba acabando de atarse los botones del vestido azul cuando el ama de llaves dio dos toques al marco de la puerta para que Raven notase lo presencia, -niña, el conde quiere que bajes a la bodega. Parece que va a ajusticiar a los señores-, la escocesa no sabría adivinar la opinión de la mujer al respecto pero cuando llegó a la bodega y se cruzó con el resto del servicio sí pudo notar un halo de alivio a su alrededor. -¿Excelencia?-, titubeó ante la escena que tenía a sus pies. La señora atada y amordazada se revolvía entre lágrimas y los dos hombres parecían estar KO, no tenían cuarda alguna sujetándoles, ni rastro del conde en la bodega por el momento. Permaneció allí, de pie, mirando a la mujer y sin moverse; ¿debía dejarla libre? Sentía cierta empatía por el simple hecho de ser del mismo sexo, saber lo que sufriría de ser tratada como habían sido el resto de mujeres la apenaba y asqueada, pero… ¿acaso no era consciente del mal trato que sus hombrecillos daban al servicio? Era imposible que lo desconociera, pero se hacía la ciega. -No le había oído llegar-, al ladear el rostro se dio cuenta de que Lance estaba tras ella, observándola al parecer.
Todo quedó en silencio, ahora que había vuelto ni el ama se atrevía a moverse. Sujetaba cuerdas, fustas… utensilios que parecía haber encontrado en las caballerizas. Raven señaló una puerta negra de forja que apenas se veía con la iluminación, daba paso a una sala contigua que antiguamente hacía las veces de mazmorra y había quedado en desuso. Había grilletes en las paredes, potros de tortura e incluso una rueda, el rostro de Lance pareció irradiar felicidad al descubrir tal lugar, llevaba a rastras a ambos hombres y les dejó caer en aquel suelo de gélida piedra mientras Raven colocaba velas en cada pared. El vampiro se puso manos a la obra y en cuestión de minutos la familia estaba colgada en la pared, los grilletes sujetaban muñecas y tobillos, la fuerza que tenía era sombrosa y no pasó desapercibida para todos los rostros que se asomaban desde la bodega.
-¿Puedo?-, tenía un cuchillo en la mano y no dejaba de mirar al señorito aunque la pregunta fuese para Lance, la afirmación no tardó en llegar y dio un paso atrás dejándola via libre. Jamás había hecho daño a nadie pero sentía un deseo en el pecho, venganza, rabia, libertad todo mezclado formando un frenesí que hacía que sus mejillas ardieran de calor. Tras el choque del agua helada contra su cuerpo pareció despertar de golpe entre berridos de miedo y dolor por el golpe que Lance le había asestado, -tú te aseguraste de hacernos sentir putas, tus marionetas y sucias. Te encargaste de quitarnos la posibilidad de ser madres. Haré lo mismo contigo-, todo a su alrededor desapareció, estaba sola con el señorito, -será la última vez que veas a una mujer de rodillas ante ti-, le miró desde esa posición y con una precisión médica –e ignorando los gritos de dolor- le castró.
Estaba acabando de atarse los botones del vestido azul cuando el ama de llaves dio dos toques al marco de la puerta para que Raven notase lo presencia, -niña, el conde quiere que bajes a la bodega. Parece que va a ajusticiar a los señores-, la escocesa no sabría adivinar la opinión de la mujer al respecto pero cuando llegó a la bodega y se cruzó con el resto del servicio sí pudo notar un halo de alivio a su alrededor. -¿Excelencia?-, titubeó ante la escena que tenía a sus pies. La señora atada y amordazada se revolvía entre lágrimas y los dos hombres parecían estar KO, no tenían cuarda alguna sujetándoles, ni rastro del conde en la bodega por el momento. Permaneció allí, de pie, mirando a la mujer y sin moverse; ¿debía dejarla libre? Sentía cierta empatía por el simple hecho de ser del mismo sexo, saber lo que sufriría de ser tratada como habían sido el resto de mujeres la apenaba y asqueada, pero… ¿acaso no era consciente del mal trato que sus hombrecillos daban al servicio? Era imposible que lo desconociera, pero se hacía la ciega. -No le había oído llegar-, al ladear el rostro se dio cuenta de que Lance estaba tras ella, observándola al parecer.
Todo quedó en silencio, ahora que había vuelto ni el ama se atrevía a moverse. Sujetaba cuerdas, fustas… utensilios que parecía haber encontrado en las caballerizas. Raven señaló una puerta negra de forja que apenas se veía con la iluminación, daba paso a una sala contigua que antiguamente hacía las veces de mazmorra y había quedado en desuso. Había grilletes en las paredes, potros de tortura e incluso una rueda, el rostro de Lance pareció irradiar felicidad al descubrir tal lugar, llevaba a rastras a ambos hombres y les dejó caer en aquel suelo de gélida piedra mientras Raven colocaba velas en cada pared. El vampiro se puso manos a la obra y en cuestión de minutos la familia estaba colgada en la pared, los grilletes sujetaban muñecas y tobillos, la fuerza que tenía era sombrosa y no pasó desapercibida para todos los rostros que se asomaban desde la bodega.
-¿Puedo?-, tenía un cuchillo en la mano y no dejaba de mirar al señorito aunque la pregunta fuese para Lance, la afirmación no tardó en llegar y dio un paso atrás dejándola via libre. Jamás había hecho daño a nadie pero sentía un deseo en el pecho, venganza, rabia, libertad todo mezclado formando un frenesí que hacía que sus mejillas ardieran de calor. Tras el choque del agua helada contra su cuerpo pareció despertar de golpe entre berridos de miedo y dolor por el golpe que Lance le había asestado, -tú te aseguraste de hacernos sentir putas, tus marionetas y sucias. Te encargaste de quitarnos la posibilidad de ser madres. Haré lo mismo contigo-, todo a su alrededor desapareció, estaba sola con el señorito, -será la última vez que veas a una mujer de rodillas ante ti-, le miró desde esa posición y con una precisión médica –e ignorando los gritos de dolor- le castró.
Raven G. Wallace- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: La llegada || Privado
Tras el espectáculo de castración, Lance miró como algo despertaba en el interior de Raven. Por un momento, en su mente, un flashback le llevó a cuándo era pequeño y su Sire había llegado para librarle. Llegó e implantó justicia para él y todos los que allí habitaban, después Lord Galahad se hizo cargo de la casa y de él hasta que Lance decidió asesinarle ¿Qué diferencia había entre Lord Galahad y él? Por el momento ninguna y todo pensamiento quedó olvidado en un rincón de su mente por los gritos y llantos del castrado. Un sentimiento nostálgico y familiar le recorrió la espalda y le erizó el cabello mientras sonreía ante la imagen- Qué ironía…-puntualizó Lance mientras colocaba por las vigas del techo, un par de cuerdas y crines, como suspensión para el padre del chico- En la Edad Media, contrario a la idea que se tiene sobre la Santa Inquisición y la persecución de brujas, no había muchas ejecuciones- explicó Lance de forma paciente mientras despertaba al hombre que no podía ni gritar- Pero… las que había eran una auténtica maravilla. Una de las mejores es esta, no sólo porque el dolor es insufrible, sino porque cumple los dos requisitos eclesiásticos para la tortura: que no se derramara sangre y no se mutila. - señaló las polea improvisada- Te ataré de los brazos como ahora y te colgaremos de ellas, sujetando las muñecas, así con los brazos hacia atrás y hacia arriba- dijo mientras se lo iba colocando antes de colgarlo- Como un péndulo- tiró del hombre hacia arriba y poco tardaron los húmeros en desarticularse de la escápula y la clavícula. Los hombros tenían una actitud muy violenta con los brazos hacia atrás y todo acompañado por los gritos del hombre. Lance se recreó mirándolo, con una sonrisa- Debe ser desagradable, pero ahora todo esto dependerá de todas estas mujeres- colocó en sus pies una cuerda más pequeña con un cubo de madera- La agonía se estimula mediante el peso que tire hacia abajo…- y miró a su hijo inconsciente y luego a la mujer que le miraba horrorizada- Hasta que finalmente…el esqueleto se desmembrará y morirá paralizado- ahí concluyó la explicación mientras se alejaba y dejaba una piedra en la mano de Raven esperando que la metiera en el cubo con la única intención que ejerciera peso.
Subió las escaleras hasta el hall con paso lento y pausado. Dejaría que el servicio se desahogara con los ajusticiados mientras se servía un buen vino tinto que había cogido de la bodega. Se encontró a casi todos los criados y criadas deambulando cerca de las escaleras hacia la bodega y miró la copa cuando soltó- Todo vuestro- dispuesto a alejarse. No sólo había disfrutado esa noche y se había enfrentado a sus demonios. También había dado una oportunidad a esa gente y les había dejado claras las pautas en esa casa. Ahora él era el señor y así se las gastaba, pero no era malo, sino que era selectivo con quien merecía estar en el foco de su bestialidad y sadismo.
Cerró la puerta de su habitación y corrió las cortinas, se quitó la ropa que olía a mazmorra, a humedad, sudor y sangre. La dejó en el suelo, para tumbarse en la cama, cuando en la puerta sonaron tres golpes suaves. No tenía tiempo ni ganas de hablar más, estaba cansado y el olor y la sangre que había perdido el muchacho le recordó lo sediento que estaba. También la imagen del cuerpo desnudo de Raven le asaltaba de vez en cuando y junto a la adrenalina de la sesión de tortura estaba excitado- No quiero ser molestado - gritó mientras se ponía la ropa de cama y se acercaba hasta la puerta. Como respuesta escuchó otros tres golpes y al abrir la puerta encontró a dos doncellas, que se desabrocharon la blusa con intención de acostarse con él. Seguramente por agradecimiento. Pero no estaba de humor, no quería acostarse con ellas, tenía el cuerpo de Raven en la mente- He dicho que no quiero ser molestado, largo de aquí- dijo mientras cerraba la puerta de un portazo y volvía a la cama. Suspiró cansado y a los diez minutos escuchó de nuevo varios golpes en la puerta. Volvió a abrir ya enfadado y con el ceño fruncido dispuesto a gritar a las chicas cuando se encontró a Raven ahí. El olor de ella y de su sangre le dio una bofetada y tras su vestido lo único que podía imaginarse era el cuerpo desnudo y mancillado de la chica. De su rostro al castrar a aquel hombre, y de lo excitante que resultaba.
Subió las escaleras hasta el hall con paso lento y pausado. Dejaría que el servicio se desahogara con los ajusticiados mientras se servía un buen vino tinto que había cogido de la bodega. Se encontró a casi todos los criados y criadas deambulando cerca de las escaleras hacia la bodega y miró la copa cuando soltó- Todo vuestro- dispuesto a alejarse. No sólo había disfrutado esa noche y se había enfrentado a sus demonios. También había dado una oportunidad a esa gente y les había dejado claras las pautas en esa casa. Ahora él era el señor y así se las gastaba, pero no era malo, sino que era selectivo con quien merecía estar en el foco de su bestialidad y sadismo.
Cerró la puerta de su habitación y corrió las cortinas, se quitó la ropa que olía a mazmorra, a humedad, sudor y sangre. La dejó en el suelo, para tumbarse en la cama, cuando en la puerta sonaron tres golpes suaves. No tenía tiempo ni ganas de hablar más, estaba cansado y el olor y la sangre que había perdido el muchacho le recordó lo sediento que estaba. También la imagen del cuerpo desnudo de Raven le asaltaba de vez en cuando y junto a la adrenalina de la sesión de tortura estaba excitado- No quiero ser molestado - gritó mientras se ponía la ropa de cama y se acercaba hasta la puerta. Como respuesta escuchó otros tres golpes y al abrir la puerta encontró a dos doncellas, que se desabrocharon la blusa con intención de acostarse con él. Seguramente por agradecimiento. Pero no estaba de humor, no quería acostarse con ellas, tenía el cuerpo de Raven en la mente- He dicho que no quiero ser molestado, largo de aquí- dijo mientras cerraba la puerta de un portazo y volvía a la cama. Suspiró cansado y a los diez minutos escuchó de nuevo varios golpes en la puerta. Volvió a abrir ya enfadado y con el ceño fruncido dispuesto a gritar a las chicas cuando se encontró a Raven ahí. El olor de ella y de su sangre le dio una bofetada y tras su vestido lo único que podía imaginarse era el cuerpo desnudo y mancillado de la chica. De su rostro al castrar a aquel hombre, y de lo excitante que resultaba.
- El péndulo:
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Re: La llegada || Privado
Desconocía el motivo pero ahora que Lance había abandonado la estancia el resto de personas que se agolpaba allí parecía esperar el beneplácito de Raven para actuar, como si fuera la segunda al mando. No obstante, la escocesa seguía mirando el cuerpo mutilado del joven por cuyas piernas caía tanta sangre como la que cubría las manos el rostro de ella. No era una tarea sencilla esa de extirpar un miembro a alguien y por puesto muchísima sangre se concentraba en esa zona, sangre que salió a chorros en determinados momentos. -Hay que bajarle de ahí y vendar eso…-, comentó y acto seguido cuatro de las mujeres se encargaron de ello, -aun así atadle, será mejor por el momento que no pueda salir de aquí abajo-, su cerebro parecía trabajar a mil por hora, como si hubiera estado dormida toda su vida y ahora se sintiera totalmente despierta.
Cuando el joven fue sacado de allí se centró el cuerpo ya deforme del amo que poco a poco iba perdiendo fuerzas incluso para hablar, el resto del servicio se había ocupado de meter más piedras para que el peso fuera mayor. Solo quedaba la señora y no sabía qué hacer con ella, jamás la había tocado pero sí había permitido que ellos dos lo hicieran, había vivido plácidamente sobre el dolor de todos aquellos subyugados a su estatus. -¿Matarla o venderla?-, no dependía de ella la decisión sino de todos, decisión que no fue fácil ni por asomo, la rabia y el hecho de tener el poder hacía que muchos simplemente estuvieran fuera de sí, en un frenesí constante… pero acabó ganando la idea de hacer con ella lo mismo que esta había hecho con tantos, alejarlos de su hogar y obligarlos a vivir en semejantes condiciones.
Entre unos cuantos la desnudaron y la dejaron allí atada y amordazada viendo como a su marido se le iban partiendo los huesos y sabiendo que su hijo no tendría más suerte que ella misma. ¿Qué si era cruel? Sí. La ley del Talión no era lo más humana o moralmente correcto pero por una vez en su vida había sido egoísta y había hecho algo por el mero hecho de sentir dicho impulso. Lance había desaparecido y sabía que alguna de las criadas habían ido a su habitación aunque no si se habrían quedado allí, ahora que “todo había acabado” estaba perdida, era el momento perfecto para regresar a Escocia, para buscar lo que quedara de su linaje. Tenía que hablar con él, informarle de sus planes de viaje, ahora él era su señor, ¿o no quería conservarles allí a todos? Había muchas dudas que aclarar y sin darse cuenta del camino se descubrió delante de la puerta de su cuarto. Llamó de la manera en que este la había indicado que lo hiciera si necesitaba algo pero su rostro al abrir parecía de todo menos tranquilo, -puedo volver en otro momento si lo desea-, tras un gesto negativo de este se adentró en la habitación dispuesta a comentarle sus preocupaciones.
Se dio cuenta entonces de que estaba manchada tanto de suciedad como de la sangre del muchacho y así se había presentado allí, -lamento presentarme así, esta situación me ha sobrepasado y no me di cuenta-, dado que como respuesta a eso obtuvo silencio decidió comenzar a hablar. -Necesito viajar a Escocia, tengo que buscar a mi familia o saber si queda alguien con vida-, tan solo tenía la certeza de que su padre había muerto, pero ¿y el resto? -Mi padre era el conde de Falkland, me crie junto a mis hermanos pequeños bajo la tutela de mi madre y los tutores-, tragó saliva antes de continuar, -los amos vinieron a pasar unos días al palacio y antes de irse me convencieron de que me uniera a ello, que sería una sorpresa para mis padres y les gustaría mi iniciativa. Yo tenía doce años y una capacidad de relacionarme con los demás aún más escasa que ahora, así que accedí pensando que realmente les haría felices. El resto de la historia la ha vivido usted mismo-, no sabría descifrar el gesto que cubría el rostro de Lance. -Quizás les conociera usted, a mis padres… ¿Lord y Lady Wallace de Falkland?-
Cuando el joven fue sacado de allí se centró el cuerpo ya deforme del amo que poco a poco iba perdiendo fuerzas incluso para hablar, el resto del servicio se había ocupado de meter más piedras para que el peso fuera mayor. Solo quedaba la señora y no sabía qué hacer con ella, jamás la había tocado pero sí había permitido que ellos dos lo hicieran, había vivido plácidamente sobre el dolor de todos aquellos subyugados a su estatus. -¿Matarla o venderla?-, no dependía de ella la decisión sino de todos, decisión que no fue fácil ni por asomo, la rabia y el hecho de tener el poder hacía que muchos simplemente estuvieran fuera de sí, en un frenesí constante… pero acabó ganando la idea de hacer con ella lo mismo que esta había hecho con tantos, alejarlos de su hogar y obligarlos a vivir en semejantes condiciones.
Entre unos cuantos la desnudaron y la dejaron allí atada y amordazada viendo como a su marido se le iban partiendo los huesos y sabiendo que su hijo no tendría más suerte que ella misma. ¿Qué si era cruel? Sí. La ley del Talión no era lo más humana o moralmente correcto pero por una vez en su vida había sido egoísta y había hecho algo por el mero hecho de sentir dicho impulso. Lance había desaparecido y sabía que alguna de las criadas habían ido a su habitación aunque no si se habrían quedado allí, ahora que “todo había acabado” estaba perdida, era el momento perfecto para regresar a Escocia, para buscar lo que quedara de su linaje. Tenía que hablar con él, informarle de sus planes de viaje, ahora él era su señor, ¿o no quería conservarles allí a todos? Había muchas dudas que aclarar y sin darse cuenta del camino se descubrió delante de la puerta de su cuarto. Llamó de la manera en que este la había indicado que lo hiciera si necesitaba algo pero su rostro al abrir parecía de todo menos tranquilo, -puedo volver en otro momento si lo desea-, tras un gesto negativo de este se adentró en la habitación dispuesta a comentarle sus preocupaciones.
Se dio cuenta entonces de que estaba manchada tanto de suciedad como de la sangre del muchacho y así se había presentado allí, -lamento presentarme así, esta situación me ha sobrepasado y no me di cuenta-, dado que como respuesta a eso obtuvo silencio decidió comenzar a hablar. -Necesito viajar a Escocia, tengo que buscar a mi familia o saber si queda alguien con vida-, tan solo tenía la certeza de que su padre había muerto, pero ¿y el resto? -Mi padre era el conde de Falkland, me crie junto a mis hermanos pequeños bajo la tutela de mi madre y los tutores-, tragó saliva antes de continuar, -los amos vinieron a pasar unos días al palacio y antes de irse me convencieron de que me uniera a ello, que sería una sorpresa para mis padres y les gustaría mi iniciativa. Yo tenía doce años y una capacidad de relacionarme con los demás aún más escasa que ahora, así que accedí pensando que realmente les haría felices. El resto de la historia la ha vivido usted mismo-, no sabría descifrar el gesto que cubría el rostro de Lance. -Quizás les conociera usted, a mis padres… ¿Lord y Lady Wallace de Falkland?-
Raven G. Wallace- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: La llegada || Privado
Le pilló por sorpresa encontrarse con Raven en su puerta. Le invitó a entrar y escuchó todo lo que tenía que pedirle. Dios dos pasos lentos hasta encontrase con el ventanal, a través del cual podía ver el último momento de oscuridad del día. Había escuchado con atención, cómo Raven llegó a esa situación de servidumbre y no pudo evitar sentirse identificado con ella, él también había sido un noble que fue reducido a nada durante la mayor parte de su vida- Puedes irte a buscar a tu familia- omitió que sí conocía a su familia, de hecho, conocía a toda la nobleza de Gran Bretaña, incluyendo la escocesa- Pero no te negaré que es el peor momento. Acabáis de ganar una nueva forma de vida, más digna- le dijo sin voltearse para mirarle- Y me crispa el ánimo que te marches justo el mismo día en el que te libero de ellos ¿Acaso esta es tu forma de agradecer? - dijo casi ofendido porque no era el momento ni el lugar. Se trataba de un momento pésimo de acuerdo al levantamiento que había ofrecido y que acabó eliminando a una familia noble y muy influyente de Francia- ¿Tienes dinero para un viaje tan largo?¿Para tener un sitio en el barco?- dijo volteándose con gesto lento y clavando sus ojos azules en los de ella- No lo creo- dio varios pasos, esta vez en su dirección y se quedó peligrosamente cerca de ella- Te daré el dinero. Y te daré el permiso para que vayas en busca de lo que pueda quedar de tu linaje, Raven- se agachó para firmar un documento que le ofrecía una cantidad de libras suficiente para que no tuviera problemas en todo el viaje- Pero tienes que saber una cosa- le dijo mientras le daba el documento- Hay una cosa que valoro por encima de todo, la lealtad. Si después de encontrar a tu familia no vuelves aquí. Iré yo a buscarte- no era una amenaza, sino un hecho- Y se me da muy bien encontrar a las personas donde quiera que estén, Raven. Y hablando de cosas que valoro, te diré también las que no tolero y castigo: la cobardía- y diciendo lo último se fue hasta la ventana, siendo esta su última palabra.
Cuando la vio marcharse, esa misma noche, sintió la ira recorrerlo por todo el cuerpo. ¿Por qué tenía que irse? Hizo casi todo esto por ella, por cómo era tratada. Él nada más irse su familia biológica, juró lealtad a su sire y señor. Ella en cambio se marchaba, dejándole solo y vacío en una casa patas arriba. Apretó la mandíbula y cayó en la cuenta de con qué podía desahogarse.
Bajó las escaleras hasta la mazmorra que había quedado desierta salvo por los balbuceos y los llantos. Lance arrastró una silla enorme y se colocó ahí, en su nuevo castillo de horrores a contemplar cómo se desmoronaba una familia, mientras Raven iba en busca de la suya.
Cuando la vio marcharse, esa misma noche, sintió la ira recorrerlo por todo el cuerpo. ¿Por qué tenía que irse? Hizo casi todo esto por ella, por cómo era tratada. Él nada más irse su familia biológica, juró lealtad a su sire y señor. Ella en cambio se marchaba, dejándole solo y vacío en una casa patas arriba. Apretó la mandíbula y cayó en la cuenta de con qué podía desahogarse.
Bajó las escaleras hasta la mazmorra que había quedado desierta salvo por los balbuceos y los llantos. Lance arrastró una silla enorme y se colocó ahí, en su nuevo castillo de horrores a contemplar cómo se desmoronaba una familia, mientras Raven iba en busca de la suya.
Lance Galahad- Vampiro/Realeza
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