Recien llegada {Privado

Una noche más. ¿Qué diferenciaba esta noche del resto? Nada... Había despertado en mi cama, en mi refugio y, además de la oscuridad, no había nada ni nadie que hiciera el menos ruido.

Fuera, la noche había caído ya. Y con ella, los que eran como yo, seguro que ya campaban a sus anchas llevando a cabo la misma rutina que se repetía día tras día: Dormir, alimentarse, perder el tiempo y volver a dormir. No había mayor sino en la vida de un inmortal que se alimenta de otros para seguir prolongando su agonía unas horas más.

Me levanté y cubrí los pasos que me distanciaban de la mesilla. Tanteé hasta dar con un fósforo que encendí para poder alimentar un candil de aceite que serviría de luz. Aunque conocía la residencia a oscuras, quizás el calor del aceite y la cera, hacían que todo pareciera más normal. Llegué hasta el espejo y vertí, de un jarrón que quedaba al lado, agua limpia sobre otro recipiente menos hondo y más amplio. Retiré mis ropas y con mucho mimo, limpié toda mi piel con ese agua que parecía darme otro aspecto en el reflejo. Aunque la palidez nunca se fuera. Peiné mis cabellos y los recogí todos en alto con unas orquillas que, al ser del mismo color, no se veían.

Abrí el arcón de la ropa y busqué algo que ponerme aquella noche. Optando, finalmente, por un vestido largo, negro con encajes en los bordes y unos zapatos con tacón ancho a juego. Obvimente, debajo llevaba un corsé bien ajustado que reafirmaba mi pecho y lo hacía más notable bajo las capas de oscuridad.

Con esas mismas salí a la calle. La noche era clara y no hacía demasiado frío. Aún así llevaba una chaqueta fina de lana que sujetaba habilmente con una mano. Las apariencias lo eran todo y más en los tiempos que corrían. Las cazas aún no habían acabado y era dudoso que lo hicieran en breve. Más aún con la cantidad de seres de la noche que rondaban por doquier.

Mi destino no era otro que un mesón de dudoso renombre que se encargaba de suministrarme aquello que necesitaba para seguir viviendo por un módico precio y pocas preguntas. Una ganga si consideras que mis necesidades eran un tanto "especiales".

- ¿Qué será esta noche mademoiselle? - preguntó la chica que me atendió nada más entrar.

- Lo mismo de siempre. Mándalo a la habitación - la dije con desgana mientras dejaba mis pocas pertenencias y el coste del servicio en sus manos y me encaminaba a la habitación.

La habitación que se me rentaba estaba un poco del estatus normal del lugar. Era algo así como un lugar "reservado". Desconocía si había alguno más de mi especie que frecuentara aquel sitio con las mismas intenciones que yo y tampoco me había molestado en indagar más al respecto. Iba a lo que iba y poco más. Esta habitación tenía una cama más grande de lo normal, una mesa y siempre estaba la chimenea encendida, lo que caldeaba el ambiente considerablemente. Además, poseía una ventana que daba a la ciudad y por la cual se podía ver el rio que cruzaba París en todo su esplendor.

En eso me encontraba, en la observación, cuando la puerta sonó y entró la que había sido designada aquella noche para saciar mi apetito. No llegaría a los 20 años, de pelo rubio cuidado y pulcramente lavada en su totalidada. Vestía poco más que una sabana con unos cordones que tapaban su cuerpo y  tras el cual, se vislumbraba su figura.

- Mademoiselle... - dijo simplemente mientras agachaba la mirada para no cruzarse con la mía.

- ¿Cuál es vuestro nombre? - era una costumbre preguntar por los nombres. Pero supongo que era lo que me diferenciaba de los animales que a veces se alimentaban de los de mi alrededor.

- Margaret señora - contestó obediente nada más hube terminado yo mi frase - Soy nueva aquí...

- Lo se - la contesté mientras la rodeaba buscando marcas de otros como yo que la hubieran probado antes.

- Me han dicho que tiene gustos especiales Mademoiselle - dijo mientras retiraba los cordones que sujetaban su ropa - Estoy a su entera disposición.

Frené el avance de sus dedos a través de los cordones y ella se sobresaltó del frio de mis manos. Terminé el giro y busqué su mirada que esta vez si me retuvo.

- Esta noche no, Margaret - le dije indicándole que no quería que se desnudara - Sientate por favor, cuéntame de ti - añadí indicándole la cama como silla.

Ella, sorprendida, hizo lo ordenado y se sentó. Yo hice lo propio y tomé asiento a su lado. La juventud y virginidad (en cuanto a vampiros me refería) me tenía cautivada así que, tomé uno de sus brazos y lo observé más de cerca ante su nerviosismo.

- No se de que hablarle madame... - dijo mientras miraba distraida y sonrojada hacia otro lado - Soy de una familia pobre ¡Ay! - exclamó cuando mis colmillos se clavaron en su muñeca y comenzaron a beber el manjar de su sangre. Ella se mordió el labio por el ligero dolor que sentía pero no dijo nada mas...

*****

Acababa de dejar a Margaret dormida en la habitación y salía de nuevo a la calle. No había bebido demasiado pero si lo suficiente para que tuviera que pasar un par de días en cama reponiéndose. Yo, sin embargo, sentía el calor de su sangre en mi cuerpo, recorriéndolo de punta a punta.

Caminaba distraida, sin ningún rumbo ni prisa. Entonces, algo llamó mi atención en el fondo de un callejón. Un movimiento o quizás sólo mi imaginación. Sea lo que fuere, me llevó a dar unos pasos hacia el interior del mismo hasta que fuí detenida por una voz que provenía de un poco más lejos, casi pegada al muro que cegaba el pequeño pasillo.

- Podría haceros la misma pregunta ya que os escondeis en las sombras de la noche a saber para que - mi tono sonó serio, ligeramente altivo y con el mismo acento que el de la femina que había hablado. Un acento conocido para mi y casi olvidado después de tanto tiempo moviéndome entre las gentes francesas.

La segunda frase, en pefecto español hizo que mi sorpresa fuera aún más grande. Los recuerdos se agolparon en mi mente y, por un segundo, pensé que sería incapaz de volver a pronunciarme en aquel idioma tan familiar y a la vez tan lejano.

- No deseo tal cosa - le respondí en mi idioma natal adentrándome un poco más en aquella oscuridad - ¿Os encontrais bien? - pregunté mientras observaba el bulto que, poco a poco, iba tomando forma.

Los sonidos de la calle llegaban apagados hasta el lugar donde nos encontrabamos en ese momento. No había demasiada distancia entre la entrada del callejón y la posición que ocupabamos pero, parecía como si hubiera algún tipo de muro invisible que impedía que lo demás me afectara para que centrara mi atención en aquel rincón de la oscuridad donde estaba aquella humana. A veces, cuando pasaban ese tipo de cosas, me preguntaba si realmente existía algo así llamado "destino" que impulsaban nuestras acciones por un camino predefinido. Y que, sea cual fuera nuestra intención a priori, siempre podía ser modificada si no seguía los principios que estaban marcados por las directrices de semejante fuerza. Seguramente unos lo llamen Dios, otros Karma y otros Destino, no obstante, cualquier nombre distaba mucho de definir la fuerza que ejercía sobre nosotros.

Miraba sus ojos, sus rasgos, como se movía. No parecía que deseara ningún tipo de encuentro violento y más bien parecía asustada. Aunque no del todo... de echo, aunque sus movimientos parecían típicos de alguien que muestra sumisión, estos mismos carecían de ningún tipo de temor ni temblina características del miedo. Sabía como tenía que comportarse para salir indemne de esa situación y sólo estaba haciendo lo correcto.

Doy un par de pasos más para poder vislumbrar bien su físico y enarco una ceja. Parecía de raza gitana y, por el acento, autóctona de la región Ibera. Durante mi huida de la misma, me guarecí en más de uno de esos campamentos nómadas que montaban por los caminos, en cualquier lugar, en cualquier momento. En muchos de ellos, la presencia de vampiros no era del todo mal recibida. Incluso en algunos casos, llegaban a sentir algún tipo de adoración por los mismos. Luego existían los que se aliaban con el bando contrario y deseaban la muerte a todos aquellos "chupasangres" que osaban acercarse a las lindes de sus dominios. Yo, fuera donde fuera, al igual que hago ahora, siempre pretendo pasar desapercibido todo lo posible: nunca sabes quien te está esperando detrás de la siguiente esquina. Más aún si nos centramos en la idea de que la inquisición nos estaba persiguiendo.

¿Puede que fuera alguien de allí? De serlo, en aquel tiempo sería poco más que una niña y dudo mucho que recordara mis facciones más allá de sonarles como algún mal sueño. Me alimentaba si, pero siempre intentaba que nadie me viera. No obstante, tampoco es que se pueda ser demasiado precavida cuando muerdes a alguien entre unos carros: Hay demasiados escondites donde jamás un niño sería encontrado.

Su frances es bastante pésimo, lo que denota que realmente acaba de llegar a la ciudad y, obviamente, no tenía el tiempo del que yo misma había dispuesto para poder dominar el idioma. Aún así parece esforzarse en hablar frances cuando ha quedado constancia de que yo hablo también el español. Dejo que termine la primera frase, la cual tiene que hacer en dos partes, para intervenir.

- Agradezco tu esfuerzo por intentar comunicarte con el idioma nativo - comencé a decir elogiando que encontrara las palabras necesarias para expresarse aunque fuera un mínimo - Puedes hablar castellano, es más fácil para ti y ya tendrás tiempo de aprender el Francés - dije a modo de finalización de esa parte - Ciertamente parece que acabas de llegar ¿Tienes hambre? - pregunté.

La miraba y parecía como si la viera. Como si, más allá de mi simple apariencia humana, pudiera ver que mi alma había abandonado mi cuerpo tiempo atrás y ya sólo quedaba un cascarón vacio que se alimentaba a través de otros.

Su pregunta o más bien su afirmación de que nos habíamos visto anteriormente me dejó aún más sorprendida de lo que me lo que me había dejado el hecho de que me mirara como si supiera lo que era. Me acerqué aún más, como si mis ojos me estuvieran engañando y me estuviera perdiendo algo que era tan obvio pero a la vez tan complicado que no lo había llegado a ver. Me quedé a poco más de un metro y me coloqué de cuclillas frente a ella tomando su mentón y mirando a sus ojos, a lo más profundo de ellos.

- Algo me dice que sí... pero aún no encuentro el donde - le respondí mientras mi uña acariciaba el borde de su rostro haciendo la sensación dulce y dolorosa a la vez - Creo que será interesante descubrirlo - añadí mientras volvía a levantarme - Si ese es vuestro único equipaje: tomarlo y venid conmigo - dije mientras señalaba sus pocas pertenencias - Soy Catalina.