Once In December ~ Privado

Recuerdo del primer mensaje :

Había pasado ya varios meses desde que se había celebrado la boda y las cosas parecían tornar un poco a la normalidad, aun no me podía creer que me hubiera casado finalmente con el que ahora era mi marido y lo cierto es que los meses que habían pasado habían sido los mejores, sabía que aún quedaba mucho por venir y que aquello solo era el principio y el comienzo de todo el camino que aún nos quedaba por delante. En esos meses también me había centrado en la tarea de que mi padre y mi marido fueran limando asperezas, parecía que mi padre entendía que él había sido el hombre que había escogido para pasar el resto de mi vida y algo me hacía pensar que conforme pasaban los días y me veía con él se daba cuenta de que me hacía feliz, de que era lo que quería para mí. Sus comienzos debía de admitir que no habían sido para nada buenos y ese primer contacto entre ellos fue más frustrante de lo que nunca me atrevería a reconocer, porque sí que me dolió que se llevaran de esa forma pero siempre había albergado la esperanza de que ambos se entendieran y si no lo hacían por ellos al menos que lo hicieran por mí, ya que era el punto de unión entre esos dos hombres. Mi madre ayudó bastante, desde su llegada papá estaba más tranquilo y calmado y seguramente aunque ella no me lo hubiera dicho seguro que medió y habló con él para que entrara en razón... lo cierto es que las cosas habían mejorado bastante y me hacía feliz, al fin y al cabo ahora eran familia y eran una parte importante y vital para mí por lo que lo agradecía. Esa sería la primera navidad que pasaría realmente en familia, nosotros no éramos dados a celebrar la navidad al menos como se celebraba en París, pero llevaba ya tantos años viviendo en la ciudad que me apetecía juntar a la familia y pasar una noche todos juntos, ¿por qué no? Se suponía que eran tiempos para estar todos juntos con la familia, tiempos de paz, de tranquilidad, de felicidad... no es que hiciera falta un día especial para ello pero se notaba que el ambiente en la ciudad comenzaba a cambiar poco a poco. Los comercios poco a poco se iban adornando con decoraciones típicas navideñas, la nieve había llegado a la ciudad y se podían ver a los niños jugando lanzándose bolas de nieve unos a otros.

Sabía que mis padres les podría resultar raro todo aquello, a mí también me había pasado el primer año que pasé en París pero al final me había acostumbrado y aunque yo no era católica sí me gustaban esas fiestas por que reunía a la familia, siempre quise formar una y ahora que había dado el primer paso casándome quería pasar esos días junto a ellos. Sabía que Ubbe tampoco era católico, no hacía falta que lo preguntara, y tampoco sabía demasiado si había celebrado la navidad aunque dado que su madre sí era católica quizás alguna vez la celebró, sabía que nada tenía que ver con sus costumbres igual que me pasaba a mí con las mías pero no se hacía mal a nadie y unos días tranquilos no le venían nada mal, ni a él ni a mí. Esa noche había quedado con mi padre en casa para comentarle el tema de la navidad, y así también aprovechaba y pasaba tiempo con ellos, no es que no quisiera verlos pero en esos meses el trabajo en el museo había aumentado y tenía más trabajo lo que me hacía llegar tarde a casa y bastante cansada como para querer algo más que echarme en la cama y que mi marido me mimara un rato, así que ya que esos días me los habían dado libres por las fechas que eran decidí aprovechar la oportunidad. Estaba recostada en el sofá leyendo uno de los libros que me había regalado Astrid la última vez que la había visto, Isis estaba tumbada a mi lado con su cabeza en mi regazo y el cachorro le mordía intentando que jugara con él aunque no parecía que mi perra le hiciera demasiado caso.


-Thor –lo llamé apartándolo para cogerlo al ver que tiraba y mordía a mi perra para llamar su atención- al final vas a conseguir que te de un bocado –sonreí de lado porque ahora intentaba jugar conmigo, era un cachorro un poco bruta que no medía demasiado pero sabía que nunca lo hacía a malas. Le gustaba morder los dedos y recostado entre mis brazos jugaba a atrapar su hocico, algo que lo hacía rabiar y me gruía mostrándome los dientes, cuando acercaba mi mano intentaba pararme con sus patas pero al final siempre lograba cogerle el hocico. Dejamos de jugar cuando tocaron a la puerta y los dos se levantaron para ir hacia allí, me levanté sacudiéndome el vestido y fui a abrir la puerta sabiendo quien estaba tras ella. Sonreí al encontrarme las caras de mis padres que fueron abordados por mis perros mientras me apartaba a un lado y los dejaba entrar, una vez dentro les di un abrazo y un beso a cada uno- me alegro mucho de veros –los condujo hasta el salón donde nos sentamos en el sofá- ¿os apetece beber algo? –Me mordí el labio al lanzar esa pregunta que hacía rutinaria cuando venía alguien y ellos se rieron negando- siento que no nos hayamos visto tanto como me gustaría, pero el trabajo me tiene bastante ocupada –mi madre sonrió, sabiendo de lo que hablaba, y le restó importancia- ¿qué tal vosotros? ¿Cómo llevas la tienda, papá? He oído que cada vez tiene más clientela y que la tienda va bastante bien... al final tendrás que ampliar el local –sonreí mientras los miraba, parecía un sueño tenerlos allí a los dos juntos de nuevo. La vida me daba una segunda oportunidad trayéndomelos de vuelta.

Nai había insistido hasta la saciedad para que me fuera a tomar unas copas con su padre, rugía malhumorado maldiciendo entre dientes en un perfecto noruego cuando la sonrisa de Nai curvaba sus carnosos belfos.
-¿debes estar divirtiéndote? -le recordé con el entrecejo fruncido mientras esta colocaba sobre mis hombros las pieles con cuidado y las engarzaba en el broche.
Mis manos se pasearon por su cintura ávidas de ella y de un tirón pegué a mi su cuerpo golpeando con mi envergadura su vientre bajo.
-De verdad no prefieres me quede -susurré contra sus labios mojados.

Negó con la cabeza soltando un “Ubbe” de queja cuando mis manos alzaron su falda y mi boca colisionó voraz contra sus labios enterrando mi lengua en su cavidad con gula.
Sierpes que se acariciaron mientras arrasaba con su cordura saqueando con un beso todo las palabras que de su boca emergían.
Sin aliento se separó de mi e interponiendo las manos me hizo girar dándome una palmada en el culo como si fuera un niño para que bajara las escaleras odeón su padre me esperaba seguramente con las mismas pocas ganas que yo de salir de fiesta.
-Vamos Nai, tu padre piensa que soy un inútil, que vivo de ti, un mantenido y que soy un salvaje malnacido .Yo no me fio de los hombres que hacen trajes en vez de la guerra, no estamos hechos para llevarnos bien.
-Pues lo intentas Ubbe -dijo poniéndose seria con los brazos en jarra -lo intentas.

Gruñí bajando las escaleras, lo peor es que sabía lo importante que era para ella y por eso lo hacía peor a la menos estupidez me largaría, solo esperaba no acabar clavando una estaca entre el pecho y la espalda del “costurero”
No se me daba bien disimular, así que ni siquiera me molesté en sonreír, dejé un beso en la mejilla de la madre de Nai y un “buenas noches” lanzado al aire para ver si lo recogía a su padre.

Su padre me miró de arriba a bajo, seguramente mis pintas no eran de su agrado, ni eso ni la larga trenza que me llegaba al culo.
-¡Nos vamos! -dije antes de que acabaramos discutiendo allí mismo.

Muchos sentimientos encontrados, pensamientos que no compartió con nadie, se quedaron en su interior hasta esa noche y ese instante. Saber que no era el único que se sentía así le alivió, todo comenzaba a verlo de distinto modo, ahora que tenía la oportunidad de empezar de cero no iba a desaprovechar la ocasión. La familia era la familia, para Naitiri era importante el hecho de que se llevase bien con su marido y no pareciese una batalla campal cada vez que se encontraban frente a frente.

Lo entendía, lo comprendía. Los pensamientos afligidos de Ubbe, los conocía demasiado bien pues él, en su momento se sintió de igual modo. En el pasado, tuvo que trabajar mucho para demostrarle al padre de Tahirah que él era una buena opción, la amaba y estaría dispuesto a darle la vida que merecía. No fue rico, tampoco lo era ahora ni lo sería nunca pero con lo que tenía le bastaba, era justo lo que siempre deseó.

Acunándola entre sus brazos, regresaron a la casa. Pasaron unos días, dejando que los ánimos se calmasen, pensó en todo o esperaba acertar. Cuando llegaron, bajó como un ventisco y ni siquiera lo miró, no se lo tomó en cuenta...al final terminarían discutiendo como siempre y a Tahirah se lo había prometido. A su hija, le regaló un beso en la frente y un “buenas noches, todo estará bien”, no podía hacer más...ni prometerle otra cosa, estaba poniendo ya de su parte con acompañarle a ir a una de las tabernas.

Qué noche le esperaba, sólo de pensar en que estarían a solas...mejor no pensarlo. Entre las manos llevaba un paquete, no le dio tiempo a entregárselo al destinatario, siguió los pasos del vikingo...observando como la trenza chocaba contra su trasero ¿eso era pelo? Parecía una de esas borlas de las cortinas que se dejan caer como adorno, sin más rió por lo bajo, mostrando una cortés sonrisa...si empezaba así terminarían llegando a las manos.

-Te mandé hacer algo -se detuvo para tendérselo, unas pieles nuevas para el frío de París, no sería como en el norte pero se había dado cuenta que le hacía falta una -Espero que selle lo que se suponga pase entre nosotros. Te entregué a mi hija porque sé que la cuidarías -el mismo retomó los pasos, no conocía las tabernas de París así que tuvo que detener el paso para que él los guiase -Espero que sea cierto eso de que los vikingos aguantáis toda la noche...¿empezamos? Estoy dispuesto a dejar los problemas y disputas en el escalón de la entrada de tu casa...ahora no soy tu suegro, soy simplemente alguien que te acompaña a beber. Eso sí, si tienes que decir algo me lo dices. Haré lo mismo y lo solucionaremos por ella, no es necesario remover cielo y tierra cuando es absurdo.

Le ofreció su mano, sellando el pacto... a saber qué pasaría esa noche.

El padre de Nai parecía dispuesto a enterrar el hacha de guerra conmigo, no sabia ni que decirle porque yo era muy consciente de que no era el tipo de hombre que quería para su hija y que esto solo lo hacía por Nai.
Si fuera un hombre mas sibilino plantaría en mis labios una sonrisa y le diría lo buen suegro que era, el problema es que era un bárbaro y en mi rostro quedaba perfectamente reflejado que no me gustaba ni él ni todo lo que parecía exigirme cunado no cuidó de los suyos.

Llegamos a la taberna que solía frecuentar con mis hermanos en París, una bastante lúgubre y par nada del “nivel” del vampiro. Allí se juntaban mas bien mercenarios, gentuza en su mayoría que vendían sus servicios, bandidos y cazadores...
-¿prefieres que vayamos a otra parte? -pregunté al ver la cara que puso -aquí la cerveza es muy buena, espesa, tanto que se puede masticar...la bebida aquí es una mierda, nada que ver con el norte, pero en esta taberna se puede beber.

El vampiro algo reacio tomó asiento en una de las mesas mas apartadas, la lumbre, lo único que reflectaba luz sobre aquel rincón de la estancia nos llenaba de luces y sombras mientras el candor de la misma lamia nuestra piel.
-Los dos estamos aquí por Nai, porue la queremos, pero tampoco tenemos porque tenernos ningún aprecio. Yo no soy lo que tu querías para ella, y yo odio la forma en la que me miras, como si fuera un muerto de hambre que vive del trabajo de tu hija.
El problema es que no me voy a ir, el problema es que te guste o no tu hija me ha elegido y mientras esto sea así, seguiremos juntos. No voy a moverme de París, asi que a ti solo te queda sonreír y asumir que te guste o no, seré el padre de tus nietos. Lo bueno es que a mi si se me da bien proteger a los míos y te juro que Nai no volverá a pasar calamidades como las pasó contigo.

Di un trago de la jarra clavando en el vampiro mis intensos mares, necesitaba decirle lo que pensaba, esto no tenia pinta de mejorar peor es que conmigo no iba la falsedad.
-Quiero a tu hija, y eso te debería de bastar.

El vikingo se encontraba a la defensiva, lo entendía y lo comprendía, más de lo que él imaginaba. Sus pasos no aminoraron, siguió el ritmo del humano esperando ser llevado donde su yerno gustase, no solía ir a sitios como aquel pero por una noche, complacería a su hija y de paso, establecer un vínculo con el que sería el padre de sus nietos.

Durante el trayecto no dijo nada, sólo miró hacia el frente notando la mirada del vikingo en cada movimiento, gesto o paso dado. Él creía saber las razones, se hacía ideas equivocadas y esa noche iba a dejar las cartas sobre la mesa, sin trampa y cartón. No se opuso al lugar, es más, entró sin pensarlo y tomó asiento, familiarizándose, pensando en todo y en nada al mismo tiempo, una noche difícil en la que esperaba no verlo como el tirano de la historia.

Como era de esperar, él empezó la conversación, no se andaba con paños calientes y el egipcio, no sería menos. Esperó paciente y tranquilo a que el norteño dijese lo que tuviese que decir y no se guardase nada, le recordaba demasiado a alguien que conoció en el pasado, alguien cercano del que recordaba tan a la perfección...como que era él mismo. Dio un sorbo a su copa de whisky, no estaba mal, como si fuese agua...ninguna expresión.

-Estamos aquí por ella, sí pero no sólo por eso -se acomodó en el taburete, por su forma de vestir, más bien la de ambos, no era de esperar que se les quedasen mirando. No solía ir como los parisinos, ni se comportaba como uno de ellos. -Y estás equivocado, no pienso nada de eso aunque no te lo creas, ya tardas en reprocharme las mil historias que se están pasando por tu cabeza... las cuales no leo, tranquilo -si seguían por ese camino terminarían a las manos, como si no lo viese venir.

Alzó las manos en son de paz, si no lo hacía él...no habría ninguna solución, esa noche debían de compotarse como adultos, a los dos se les había olvidado hacerlo. ¿Cómo decírselo? ¿Sin más? No iba a creérselo pero al menos podía intentarlo.

-Y me basta. Aunque no te lo creas yo pasé por lo mismo, fui joven y nadie -chasqueó la lengua, ser tan sincero con alguien a quién aún no tenía la suficiente familiaridad le costaba peo allí se encontraba a su lado sin oro ánimo que hablar del otro, olvidar las diferencias [colo=white]-El simple hijo del sastre, no tenía nada... y la conocí, sí, a Tahirah...era de buena familia, no le faltaba de nada y nuestros caminos se encontraron una noche...una que me cambió por y para siempre ¿por qué te cuento esto? Porque fui como tú, porque tuve que luchar para que al final no me aceptasen pero era amor y nada ni nadie desmoronó tal cosa. No vengo a atacarte, Ubbe, estás a la defensiva, no pienso que seas un mantenido...sólo que no empezamos con buen pie. Somos dos personas muy parecidas aunque ahora lo veas como una locura...ambos tuvimos que luchar por lo que deseamos...bueno, yo no tuve esa cola que te cuelga pero al fin y al cabo, no hemos venido a hablar de ello, ahora...como compañeros de copas [/color]-

Alzó el vaso dispuesto a brindar, estaba siendo todo lo que podía... para él no era un mal partido para Naitiri, la amaba y eso se notaba en la forma de mirarla, no dijo más, dio un largo trago...la noche iba a ser larga.

El padre de Nai estaba reconciliador, parecía estar seguro de que ambos nos parecíamos en demasía, claro que no en el modo de vestir, si no en ser juzgados por lo que teníamos y no por lo que eramos, de nuevo ese hombre erraba conmigo.
-Tu serias un sastre, puede que intentaras conquistar a una princesa y su padre se opusiera por tu falta de clase social, pero...¿Yo? ¿crees soy un mendigo? ¿un bárbaro que no tiene donde caerse muerto?

Me eche a reír llevando el vidrio a mis labios.
-Soy un vikingo, mis pintas no te gustan, ni a mi las tuyas, pero te aseguro que disto mucho de parecerme a ti. Yo era el general de un ejercito en mi tiempo, no era un hombre pobre en Akershus, mi clase social es tan alta como la de tu hija si no mas. Tu mujer lo dejó todo por ti, yo lo he dejado todo por tu hija...comparame a tu esposa, pero no tengas la desfachatez de tildarme de muerto de hambre porque no lo soy.

Me relamí los labios antes de continuar hablando.
-Pero en algo tienes razón, en algo somos idénticos, la queremos, estamos aquí por ella no por nosotros y por eso vamos a ponerle las cosas fáciles, ella espera que volvamos convertidos en amigos y exactamente es así como sucederá. Tu me tildaras de buen hombre y yo a ti de pare comprensivo, diremos que nos llevamos bien y cuando nos junte tu hija así lo haremos, no necesito caerte bien, solo que entiendas que amaré a tu hija, que cuidaré de ella porque la amo mas que a mi propia existencia. Nunca la dejaré caer, ni doblegarse, nunca la perderé porque no estoy preparado para caminar sin ella a mi lado.

Suavicé le gesto, había dicho todo lo necesario para que comprendiera que no quería una guerra, aunque era experto en hacerla.
-Y ahora bebamos y pasemoslo bien ¿no hemos venido a eso?

No tenia nada en contra de Ubbe Cannif, simplemente...era padre y temía le hiciesen daño a su hija. Los malentendidos y demás , quedaron anclados en el pasado, ahora...sólo esperaba se entendiesen para poder avanzar, vivir una vida que perdió en el pasado. Naeem ponía de su parte, olvidando sus diferencias, al igual que el vikingo. Él no lo sabía o llegase a imaginar pero lo admiraba, mucho además.

-No pretendo cambiarte, hacerlo es un error, cada uno somos como somos y nos define tal como somos...y me estoy repitiendo, creo que el alcohol hace de las suyas -el hombre sonrió, no era tan malo llevarse bien, sin tanto tira y afloja, eran familia al fin y al cabo. No sabía nada de él y cuando se lo confesó, una media sonrisa asomó en sus labios, estaba claro que ellos no se diferenciaban tanto...si él supiera la verdad.

-Era el hijo del sastre, no tenía nada. Me hacía la ropa yo mismo, lo que vendía me daba para comer y mi esposa, era de clase alta. Me costó mucho pero lo conseguí. No te juzgo por eso, ni creo que seas un mantenido. Solo quiero lo mejor para mi hija y lo eres, lo demuestras y eso me llena de orgullo, es lo que más me importa...ahora bien, dejemos cualquier tipo de situación incomoda atrás , vamos a vivir bajo el mismo techo casi...así ha de ser

el vikingo fue sincero y lo agradeció alzando su jarra , una sonrisa amplia y un choque de jarras que provocó todo se desparramase , le arrancó una risa sincera, no le caía tan mal después de todo.

-No necesito fingir, no me caes tan mal, Ubbe Cannif. Si la respetas, la amas y me das nietos robustos que pueda vestir como a reyes , será suficiente...bueno, al menos creo que nos vamos entendiendo. Que no falte el alcohol. Y que la noche de hoy...sea un antes  y un después. Ubbe, bienvenido a mi familia ahora espero...me aceptes en la tuya -llegar a un acuerdo no era fácil...en este caso era lo mejor que podían elegir.

Los dos hombres bebían entre risas, como si el alcohol borrase las asperezas del pasado.