Don't Trust in a Girl like Me {Libre}

por **Athénaïs Lexier** Mar Dic 19, 2017 2:29 pm

¡Bienvenido al Gran Espectáculo de las Vírgenes Suicidas!

Música:

La noche estaba perfecta para comenzar una semana de espectáculos. Athénaïs se preparaba para bailar en el cabaret junto con su grupo apodado “Les Vierges Suicidaires”. Todas ellas vestidas con despampanantes atuendos, plumas y maquillaje intenso. El vestidor estaba aromatizado con distintos perfumes franceses de las damas. Todas ellas tenían un rol en particular dentro de la “obra” por así decirlo, y Athénaïs tenía el papel principal debido a que ésta interpretaría una canción en inglés, compuesta por ella misma. Sólo que nadie sabía que era de su creación.

Frente al escenario todas las aptitudes extras de las mujeres eran tapadas y censuradas. Éste era el caso de Athénaïs quien en la privacidad de su vida componía canciones y obras, pero los hombres no la dejaban que publicara o presentara estas cosas a su nombre. Y se adueñaban de todos los derechos, por sobre los de la joven Athénaïs. Obviamente, esto a ella le molestaba demasiado pero estaba tan acostumbrada a ello, que sin que ellos se dieran cuenta un día esos hombres estarían bajo el yugo de algún vampiro, con el que Athénaïs habría hecho algún trato.

La satisfacción que Athénaïs sentía ante la venganza de los que le hacían mal, la convertía en una mujer mucho más exitosa. Todas las damas de compañía de Athénaïs tenían sus beneficios también, algún violador, un asesino, un ultrajador, un estafador. Todos esos hombres tendrían sus días contados, gracias a los contactos de Athénaïs y la mafia de entregarse a estos vampiros con los cuáles tenía un trato mano a mano.

Aquella noche, estaba bastante ajetreada y el espectáculo comenzaría ya. Las primeras en salir fueron sus compañeras de danza, y luego de esto con una entrada triunfante la dama de rojizos cabellos hizo su aparición. Athénaïs usaba siempre en sus presentaciones una máscara, por lo que nadie podría reconocerla nunca a menos de que ella lo permitiese.

Danzó en movimientos lentos, cantando su canción en compañía de un divertido clavicordio y cuya letra, aunque algunos de los presentes no pudieran descifrarla debido al idioma inglés, otro se divertían escuchando las anécdotas de una humilde sirvienta que planeaba una venganza en contra de su prometido, al cual no amaba. Athénaïs sabía que el contenido de sus letras podrían ser sensibles, pero los presentadores de las rutinas de baile siempre se esmeraban en censurar alguna que otra parte.

Al finalizar, caminó entre los presentes con gracia cantando a capela una última estrofa que le entregaría a Athénaïs y sus compañeras, muchos aplausos, dinero, invitaciones de copas y lecho por montones. Después del éxito de su espectáculo, ella se sentó en una mesa con sus compañeras, con las cuáles compartió comentarios y chismes, mientras jugaban a las cartas con grandes sonrisas mezcladas de coquetería y felicidad entre ellas mismas.