AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A Dreadful Feeling [Flashback]
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A Dreadful Feeling [Flashback]
“This is the way the world ends.
Not with a bang, but a whimper."
T.S. Eliot.
Not with a bang, but a whimper."
T.S. Eliot.
No era propenso a recordar sus episodios oníricos. Ni si quiera cuando despertaba sonámbulo en el corral o en la habitación de sus hermanos. Durante esos sucesos, se frotaba los ojos con apatía y regresaba a la cama. Era inofensivo, por lo que verlo merodeando por la casa sonámbulo se había convertido en algo habitual que sucedía de vez en cuando. Mathieu sabía que cada vez que aquello ocurría, se debía a una pesadilla. Tan solo salía de su cama cuando sus sueños se ennegrecían, pero al fin y al cabo tampoco los recordaba, simplemente experimentaba una estela de sensaciones. Como aquella vez. Agitado, despertó en el pequeño corredor que conformaba su humilde morada. Se llevó una mano al estómago con un terrible sentimiento de espanto y la estática imagen de dos rostros horrorizados en su mente; su padre y su madre. Era consciente de que tan solo había sido una pesadilla y sin embargo, supo que no dormiría tranquilo si no lo comprobaba. Se detuvo en el umbral de la puerta y contempló a sus padres, ambos dormían, serenos, apaciguados. Mathieu respiró aliviado. Su madre lo vio y levantó el mentón, alterada.
─¡Hijo! ¿Quisieras no quedarte ahí parado con expresión siniestra?
El muchacho rio entre dientes y regresó a la cama.
***
─¿Se os han pegado las sabanas? ¡Hoy estáis más lentos que de costumbre! ─se quejó, socarrón. Tendió una pesada caja de herramientas a Marene y otra a Fabrice, disfrutando de sus expresiones─. No, no os quejéis, tenéis que ejercitar esos músculos. Y no, no pienso llevarlas yo.
Se metía con ellos, de eso no había duda, pero siempre desde la cercanía de un hermano mayor. Le gustaba jugar a ser el tirano en ocasiones, pero tan solo para disfrutar de sus protestas con ellos. Como era aquella mañana. Al final del día, siempre era él quién se ocupaba del trabajo si estaban cansados.
─Vamos, vamos. Os dejaré sin comida si no aligeráis.
Tenían que arreglar unos cercos y Mathieu se aseguró de enseñarles la forma correcta de hacerla y así evitar incidentes. Cuando pasó junto a su hermana, le revolvió el cabello mostrando aprobación ante su trabajo. Después dio una suave palmadita en la espalda de Fabrice, tan pequeño y tan lleno de vida, pronto lo superaría.
─¿Tenéis sed? ¿Sí? ─provocó, con la sonrisa divertida en el rostro y un recipiente de cristal en las manos─. Pues acelerad el trabajo u os moriréis de sed.
Propinó un trago de agua al recipiente para luego dejar escapar una carcajada. Después les ofreció el agua para que descansaran un rato. Descanso, que pronto se vería interrumpido por aquel terrible sentimiento de espanto.
Última edición por Mathieu Savile el Miér Mar 07, 2018 2:24 pm, editado 2 veces
Mathieu Savile- Condenado/Cambiante/Clase Media
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 10/12/2017
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Re: A Dreadful Feeling [Flashback]
A decir verdad, Fabrice siempre se había llevado mejor con Marene. Era su confidente, su compañera, porque sus edades eran cercanas y habían vivido juntos muchas etapas de la vida en simultáneo. Admiraba a Mathieu porque era, junto con su padre, el modelo de hombre que Fabrice quería seguir, pero a veces le parecía un poco arrogante. Claro que era propio de la competencia masculina, amaba a su hermano y eso estaba por sobre todo, Mathieu le había dado varias de esas charlas de hombre a hombre y aunque de ellas aprendía, ambos acababan generalmente peleando. Fabrice no soportaba ver que todas las mujeres del campo caían rendidas ante su hermano mayor… solo podía pensar que estaría siempre a la sombra de Mathieu.
El trabajo de los Savile era custodiar los campos, su padre siempre le había expresado lo orgullo que se sentía por eso, por ser tan privilegiados de trabajar de lo que en verdad les gustaba. Pocos eran los cambiantes que podían vivir de ser quienes eran, los que contaban con la confianza con sus empleadores como para estar en presencia de ellos transformados. Durante el día solían ayudar en tareas menores, como para mantener las apariencias… De hecho eso hacían en esos momentos, reforzar las cercas caídas.
-Uy, Mat, cómo te queda mirando Diane cuando pasa junto a ti –dijo, a propósito, para picar a su hermano. Incluso antes de hablar había codeado a Marene buscando que le saliese como cómplice-, me gusta de cuñada. ¿A ti no? –le preguntó a su hermana-. Pasa siempre a la misma hora por la puerta de casa, la he observado, se queda mirando y esperando tener la suerte de justo poder verte… Es linda, algo tímida, pero linda. Iría bien contigo –le dijo, mientras clavaba las nuevas maderas que reemplazarían a las que estaban rotas-, a ti te gusta hablar mucho y a ella escuchar.
Todo eso había surgido de las insistentes frases de su madre, la mujer había torturado a Mathieu durante todo el desayuno hablándole de la importancia de sentar cabeza, de formar una familia desde la juventud para tener chance de compartir toda la vida con la persona elegida. Fabrice se sumaba ahora a las palabras de su madre, pero sólo para molestar a Mathieu porque a él lo mismo le daba, no era que estuviese desesperado por tener sobrinos.
-Oh, miren, pero ni que fuese brujo –dijo Fabrice y se puso lentamente en pie porque unos sonidos lo habían alertado. La muchacha en cuestión, Diane, se acercaba corriendo hacia donde ellos estaban. A medida que acortaba la distancia podían verse en su rostro facciones de horror-. ¿Qué sucede? –le preguntó, dejando caer el martillo a un costado.
Había peligro, podía intuirlo y por eso se pegó a su hermana en modo protector. Volvió a repetir la pregunta, pero cuando la muchacha llegó a ellos no le destinó mirada a los Savile menores, sino que se plantó de frente a Mathieu y a él le habló:
-Unos… unos hombres –intentaba decir, agitada producto de la carrera-. Unos hombres… ¡se llevan a tus padres!
El trabajo de los Savile era custodiar los campos, su padre siempre le había expresado lo orgullo que se sentía por eso, por ser tan privilegiados de trabajar de lo que en verdad les gustaba. Pocos eran los cambiantes que podían vivir de ser quienes eran, los que contaban con la confianza con sus empleadores como para estar en presencia de ellos transformados. Durante el día solían ayudar en tareas menores, como para mantener las apariencias… De hecho eso hacían en esos momentos, reforzar las cercas caídas.
-Uy, Mat, cómo te queda mirando Diane cuando pasa junto a ti –dijo, a propósito, para picar a su hermano. Incluso antes de hablar había codeado a Marene buscando que le saliese como cómplice-, me gusta de cuñada. ¿A ti no? –le preguntó a su hermana-. Pasa siempre a la misma hora por la puerta de casa, la he observado, se queda mirando y esperando tener la suerte de justo poder verte… Es linda, algo tímida, pero linda. Iría bien contigo –le dijo, mientras clavaba las nuevas maderas que reemplazarían a las que estaban rotas-, a ti te gusta hablar mucho y a ella escuchar.
Todo eso había surgido de las insistentes frases de su madre, la mujer había torturado a Mathieu durante todo el desayuno hablándole de la importancia de sentar cabeza, de formar una familia desde la juventud para tener chance de compartir toda la vida con la persona elegida. Fabrice se sumaba ahora a las palabras de su madre, pero sólo para molestar a Mathieu porque a él lo mismo le daba, no era que estuviese desesperado por tener sobrinos.
-Oh, miren, pero ni que fuese brujo –dijo Fabrice y se puso lentamente en pie porque unos sonidos lo habían alertado. La muchacha en cuestión, Diane, se acercaba corriendo hacia donde ellos estaban. A medida que acortaba la distancia podían verse en su rostro facciones de horror-. ¿Qué sucede? –le preguntó, dejando caer el martillo a un costado.
Había peligro, podía intuirlo y por eso se pegó a su hermana en modo protector. Volvió a repetir la pregunta, pero cuando la muchacha llegó a ellos no le destinó mirada a los Savile menores, sino que se plantó de frente a Mathieu y a él le habló:
-Unos… unos hombres –intentaba decir, agitada producto de la carrera-. Unos hombres… ¡se llevan a tus padres!
Fabrice Savile- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 12/11/2017
Re: A Dreadful Feeling [Flashback]
Marene odiaba martillar. ¿Por qué se empeñaba su padre en mandarla a ella a arreglar las vallas de los campos, cuando sus dos hermanos podían hacerlo solos perfectamente? En la casa había trabajo que hacer, y la joven Savile prefería limpiar las habitaciones un millón de veces antes que clavar esos clavos que apestaban a hierro. Intentó convencerlo de que sus manos no eran necesarias, pero, en su lugar, apareció Mathieu con una caja de herramientas para ella. Con su arrogancia habitual y esa prisa que le surge a todo aquel que espera a que otros hagan su trabajo, los instó a que salieran pronto de casa. Cuanto antes terminaran antes podrían volver.
—Ya lo creo que le gustas, Mathieu —dijo Marene siguiéndole el juego a Fabrice—. Yo también la he visto mirando la casa, y en la fiesta de la cosecha me senté a su lado y la oí lanzar un largo suspiro en cuanto te vió. ¡Está loca por ti!
Golpeó uno de los clavos con fuerza, quizá demasiada, porque se dobló un poco antes de quedar completamente incrustado en la madera. Dejó el martillo y aceptó de buen grado la botella de cristal que Mathieu le tendía. ¡Se moría de sed! Bebió largos tragos y la dejó a un lado antes de sentarse a descansar con la espalda apoyada contra la valla que estaban arreglando. Era un día hermoso, el sol brillaba en lo alto y calentaba el cuerpo. Cerró los ojos y dejó que los rayos le bañaran el rostro, sin dejar de escuchar a su hermano.
—A mí también me gusta de cuñada, Mathi. Vuestros hijos serían hermosos —abrió los ojos y se los cubrió con la mano a modo de visera—, y ya sabes que madre se muere por tener muchos nietos a los que mimar y abrazar.
Y, para qué negarlo, Marene también quería que llegaran bebés a su familia, pero eso se lo ahorró. Si decía algo así, estaba segura de que arremeterían contra ella y la instarían a que buscara un marido, algo que, por el momento, no tenía intención de hacer, principalmente, porque el chico que a ella le gustaba estaba prometido con otra.
Como una invocación divina, Diane llegó corriendo hasta donde ellos estaban. Marene fue a saludarla, pero enseguida se dio cuenta de que la joven no había ido hasta allí para ver a su hermano mayor. Se levantó agarrándose a la valla y puso su mano en el brazo de Fabrice cuando éste se acercó a ella.
—¿Cómo que se los llevan? —repitió, confusa—. ¿Quién se los lleva? ¿Por qué? —Avanzó hacia ella, quizá con demasiado ímpetu, porque la otra pobre tuvo que dar unos pasos hacia atrás para mantener la distancia con la cambiante—. ¡Diane! ¿A dónde se los llevan?
—No… no lo sé —contestó—. Eran muchos y estaban armados. Han empezado a registrar la casa.
Marene miró a Mathieu y se cubrió la boca con una mano. Tuvo que agarrarse a algo para no caer de la impresión, sin darse cuenta de que, si habían seguido a la chiquilla, era muy probable que terminaran encontrándolos a ellos también.
—Ya lo creo que le gustas, Mathieu —dijo Marene siguiéndole el juego a Fabrice—. Yo también la he visto mirando la casa, y en la fiesta de la cosecha me senté a su lado y la oí lanzar un largo suspiro en cuanto te vió. ¡Está loca por ti!
Golpeó uno de los clavos con fuerza, quizá demasiada, porque se dobló un poco antes de quedar completamente incrustado en la madera. Dejó el martillo y aceptó de buen grado la botella de cristal que Mathieu le tendía. ¡Se moría de sed! Bebió largos tragos y la dejó a un lado antes de sentarse a descansar con la espalda apoyada contra la valla que estaban arreglando. Era un día hermoso, el sol brillaba en lo alto y calentaba el cuerpo. Cerró los ojos y dejó que los rayos le bañaran el rostro, sin dejar de escuchar a su hermano.
—A mí también me gusta de cuñada, Mathi. Vuestros hijos serían hermosos —abrió los ojos y se los cubrió con la mano a modo de visera—, y ya sabes que madre se muere por tener muchos nietos a los que mimar y abrazar.
Y, para qué negarlo, Marene también quería que llegaran bebés a su familia, pero eso se lo ahorró. Si decía algo así, estaba segura de que arremeterían contra ella y la instarían a que buscara un marido, algo que, por el momento, no tenía intención de hacer, principalmente, porque el chico que a ella le gustaba estaba prometido con otra.
Como una invocación divina, Diane llegó corriendo hasta donde ellos estaban. Marene fue a saludarla, pero enseguida se dio cuenta de que la joven no había ido hasta allí para ver a su hermano mayor. Se levantó agarrándose a la valla y puso su mano en el brazo de Fabrice cuando éste se acercó a ella.
—¿Cómo que se los llevan? —repitió, confusa—. ¿Quién se los lleva? ¿Por qué? —Avanzó hacia ella, quizá con demasiado ímpetu, porque la otra pobre tuvo que dar unos pasos hacia atrás para mantener la distancia con la cambiante—. ¡Diane! ¿A dónde se los llevan?
—No… no lo sé —contestó—. Eran muchos y estaban armados. Han empezado a registrar la casa.
Marene miró a Mathieu y se cubrió la boca con una mano. Tuvo que agarrarse a algo para no caer de la impresión, sin darse cuenta de que, si habían seguido a la chiquilla, era muy probable que terminaran encontrándolos a ellos también.
Marene Savile- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 31
Fecha de inscripción : 09/12/2017
Re: A Dreadful Feeling [Flashback]
Diane, Diane, Diane… No era suficiente con que su madre le diera la turrada con Lucille y Diane, que para colmo sus hermanos pequeños parecían ser tan metomentodos como ella. Mathieu gruñó por lo bajo, pellizcándose el puente de la nariz. Era demasiado pronto para aquello, la pesadez de sus pestañas no favorecía su estado y su inconsistente ciclo del sueño sin duda tampoco.
─Vaya…Parece que os habéis levantado con más ganas de mover la lengua que los brazos. ¿Qué tal se os antojaría continuar trabajando con una mordaza? ─medio bromeó, mientras les tendía el agua para que bebieran─. Siento decepcionaros, pero no tengo intención alguna de otorgaros sobrinos tempranamente. Probablemente me los despeñaríais por un barranco o algo por el estilo. Además, Diane no me seduce ni lo más mínimo.
Si bien eso no era enteramente cierto, Mathieu ya no profería interés alguno por Diane. Y decía ya, puesto que en el pasado puede o puede que no, se hubiese visto envuelto entre sus sábanas. Sin embargo, en aquel instante, la idea no le cautivaba de ningún modo. Había otra persona que ocupaba su cabeza, que llenaba su mente de pájaros y lo molestaba día y noche, sin apenas permitirle dormir. El rostro brillante de Lucille atormentó sus pensamientos y por un momento, se vio inmerso en la nada. Tan solo regresó a la realidad cuando su hermana pequeña tomó asiento contra la valla para descansar. Mathieu hizo un gesto desdeñoso, pero no dijo nada. No podía evitar ser permisivo con ella. Sacudió su cabello con la única intención de fastidiarla y retomó su trabajo junto a su otro hermano. Mientras lo hacía, hecho un vistazo a su trabajo, el cual, le sorprendió gratamente.
─Buen trabajo Fabrice, si incluso lo haces mejor que padre ─dijo honestamente.
Sin embargo, los condenados parecían desear continuar hablando de Diane.
─Si volvéis a pronunciar su nombre juro por dios que la invocareis en enaguas.
Y mira por donde, que tenía razón. La muchacha apareció al trote, apartando las zarzas que separaba los dos campos. Sin embargo, para decepción de sus hermanos no se encontraba en sus enaguas. Mathieu frunció el ceño, extrañado ante el ímpetu de la joven, algo que siempre le había faltado. Aquello no se le antojaba buena señal. Estaba en lo cierto, puesto que trajo consigo noticias devastadoras. El hombre se irguió, tenso, mientras Marene pedía explicaciones que Diane no sabía dar.
Él sí. Era consciente de que estaba ocurriendo. Hacia semanas había escuchado el rumor sobre un grupo de inquisidores que había sido encomendado con arrasar con todos los cambiantes que pudieran conseguir. Había hablado con sus padres sobre cual sería el procedimiento en el caso de que algo así se diera, sin embargo, nunca había pensado que realmente podía ocurrir. A diferencia de su padre, que había labrado un plan de escape desde antes de que él hubiera nacido. Perdido en su mar de emociones, colocó una mano sobre la espalda de su hermana, que parecía mostrar dificultad para mantener el equilibrio. Con la otra, rodeó el hombro de Fabrice. Tiró de ambos.
─Seguidme.
─Pero Mathieu, no creo que entiendas…Estaban armados.
─Diane, márchate, enciérrate en casa y no salgas hasta que caiga la noche.
Tiró de los brazos de sus hermanos, rodeando el campo con oscura determinación. Los arrastró, ignorando todo aquello que podía estar emergiendo de sus labios. Mathieu tan solo pensaba en una cosa, en algo que creyó que nunca tendría que pensar. Alcanzó la linde de los pinares. Sus ojos barrieron el perímetro hasta dar con aquello que andaba buscando, un arbusto de moras. Lo hizo a un lado, con las manos o las zarpas, ya no estaba segura. Bajo sus raíces, una escotilla de antigua madera se ocultaba. Aprisa, Mathieu la desentrañó bajo el barro y de un tirón, la abrió. Un lóbrego pasadizo anunciaba sus destinos. Con el paso del tiempo se había visto reducido y a penas era un estrecho desfiladero de polvo y tierra. Sin embargo, sería suficiente para huir.
─Adentro ─ordenó duramente, algo que no le caracterizaba─. Los pasadizos nos llevarán hasta la despensa de una vieja taberna. Preguntaremos por Victor una vez la alcancemos, él nos ayudará. ¿Entendido?
Los miró un momento.
─Necesito que lo comprendáis, ¿de acuerdo? Aquellos que nos persiguen no dudaran en terminar con nuestras vidas, no habrá espacio para negociaciones, tan solo para huidas. Así que los dos, adentro. Yo os seguiré por detrás ─mintió.
Ese era el plan, que los tres huyeran, pero no podía cumplirlo. Era incapaz, necesitaba ver a sus hermanos a salvo y regresar a por sus padres. No podía dejar a Marene y Fabrice sin ellos, los destrozaría.
─Preguntaremos por Victor ─les recordó, asegurándose de que una vez llegaran, supieran lo que tenían que hacer.
Mantuvo la escotilla abierta y cuando Marene paso por su lado, la aferró del brazo con necesidad. Trató de que el desamparo no se reflejara en su expresión.
─Mírame, Marene. Si algo va mal, tú estás al cargo, ¿entendido? Tu tienes la responsabilidad ─besó fugazmente su frente y volvió a instarla para que se introdujera en el pasadizo mientras susurraba para sí─. Mi dulce muñeca de trapo.
Después palmeó la espalda de su hermano pequeño, dedicándole un ansioso apretón en el hombro.
─Todo va a ir bien Fabrice, confía. Eres un guerrero, ¿recuerdas?
Cuando todas y cada una de sus palabras comenzaron a chillar “despedida”, Mathieu se apresuró a empujarlos pasadizo abajo. Una vez ambos estuvieron en el interior, el mayor de los hermanos les dedicó una sonrisa rota.
─Estaré con vosotros cuando menos lo esperéis. Cuando grite Marco, responded Polo, ¿de acuerdo? Como cuando jugábamos…
Cerró la escotilla de golpe, sellando el destino de los tres hermanos.
─Vaya…Parece que os habéis levantado con más ganas de mover la lengua que los brazos. ¿Qué tal se os antojaría continuar trabajando con una mordaza? ─medio bromeó, mientras les tendía el agua para que bebieran─. Siento decepcionaros, pero no tengo intención alguna de otorgaros sobrinos tempranamente. Probablemente me los despeñaríais por un barranco o algo por el estilo. Además, Diane no me seduce ni lo más mínimo.
Si bien eso no era enteramente cierto, Mathieu ya no profería interés alguno por Diane. Y decía ya, puesto que en el pasado puede o puede que no, se hubiese visto envuelto entre sus sábanas. Sin embargo, en aquel instante, la idea no le cautivaba de ningún modo. Había otra persona que ocupaba su cabeza, que llenaba su mente de pájaros y lo molestaba día y noche, sin apenas permitirle dormir. El rostro brillante de Lucille atormentó sus pensamientos y por un momento, se vio inmerso en la nada. Tan solo regresó a la realidad cuando su hermana pequeña tomó asiento contra la valla para descansar. Mathieu hizo un gesto desdeñoso, pero no dijo nada. No podía evitar ser permisivo con ella. Sacudió su cabello con la única intención de fastidiarla y retomó su trabajo junto a su otro hermano. Mientras lo hacía, hecho un vistazo a su trabajo, el cual, le sorprendió gratamente.
─Buen trabajo Fabrice, si incluso lo haces mejor que padre ─dijo honestamente.
Sin embargo, los condenados parecían desear continuar hablando de Diane.
─Si volvéis a pronunciar su nombre juro por dios que la invocareis en enaguas.
Y mira por donde, que tenía razón. La muchacha apareció al trote, apartando las zarzas que separaba los dos campos. Sin embargo, para decepción de sus hermanos no se encontraba en sus enaguas. Mathieu frunció el ceño, extrañado ante el ímpetu de la joven, algo que siempre le había faltado. Aquello no se le antojaba buena señal. Estaba en lo cierto, puesto que trajo consigo noticias devastadoras. El hombre se irguió, tenso, mientras Marene pedía explicaciones que Diane no sabía dar.
Él sí. Era consciente de que estaba ocurriendo. Hacia semanas había escuchado el rumor sobre un grupo de inquisidores que había sido encomendado con arrasar con todos los cambiantes que pudieran conseguir. Había hablado con sus padres sobre cual sería el procedimiento en el caso de que algo así se diera, sin embargo, nunca había pensado que realmente podía ocurrir. A diferencia de su padre, que había labrado un plan de escape desde antes de que él hubiera nacido. Perdido en su mar de emociones, colocó una mano sobre la espalda de su hermana, que parecía mostrar dificultad para mantener el equilibrio. Con la otra, rodeó el hombro de Fabrice. Tiró de ambos.
─Seguidme.
─Pero Mathieu, no creo que entiendas…Estaban armados.
─Diane, márchate, enciérrate en casa y no salgas hasta que caiga la noche.
Tiró de los brazos de sus hermanos, rodeando el campo con oscura determinación. Los arrastró, ignorando todo aquello que podía estar emergiendo de sus labios. Mathieu tan solo pensaba en una cosa, en algo que creyó que nunca tendría que pensar. Alcanzó la linde de los pinares. Sus ojos barrieron el perímetro hasta dar con aquello que andaba buscando, un arbusto de moras. Lo hizo a un lado, con las manos o las zarpas, ya no estaba segura. Bajo sus raíces, una escotilla de antigua madera se ocultaba. Aprisa, Mathieu la desentrañó bajo el barro y de un tirón, la abrió. Un lóbrego pasadizo anunciaba sus destinos. Con el paso del tiempo se había visto reducido y a penas era un estrecho desfiladero de polvo y tierra. Sin embargo, sería suficiente para huir.
─Adentro ─ordenó duramente, algo que no le caracterizaba─. Los pasadizos nos llevarán hasta la despensa de una vieja taberna. Preguntaremos por Victor una vez la alcancemos, él nos ayudará. ¿Entendido?
Los miró un momento.
─Necesito que lo comprendáis, ¿de acuerdo? Aquellos que nos persiguen no dudaran en terminar con nuestras vidas, no habrá espacio para negociaciones, tan solo para huidas. Así que los dos, adentro. Yo os seguiré por detrás ─mintió.
Ese era el plan, que los tres huyeran, pero no podía cumplirlo. Era incapaz, necesitaba ver a sus hermanos a salvo y regresar a por sus padres. No podía dejar a Marene y Fabrice sin ellos, los destrozaría.
─Preguntaremos por Victor ─les recordó, asegurándose de que una vez llegaran, supieran lo que tenían que hacer.
Mantuvo la escotilla abierta y cuando Marene paso por su lado, la aferró del brazo con necesidad. Trató de que el desamparo no se reflejara en su expresión.
─Mírame, Marene. Si algo va mal, tú estás al cargo, ¿entendido? Tu tienes la responsabilidad ─besó fugazmente su frente y volvió a instarla para que se introdujera en el pasadizo mientras susurraba para sí─. Mi dulce muñeca de trapo.
Después palmeó la espalda de su hermano pequeño, dedicándole un ansioso apretón en el hombro.
─Todo va a ir bien Fabrice, confía. Eres un guerrero, ¿recuerdas?
Cuando todas y cada una de sus palabras comenzaron a chillar “despedida”, Mathieu se apresuró a empujarlos pasadizo abajo. Una vez ambos estuvieron en el interior, el mayor de los hermanos les dedicó una sonrisa rota.
─Estaré con vosotros cuando menos lo esperéis. Cuando grite Marco, responded Polo, ¿de acuerdo? Como cuando jugábamos…
Cerró la escotilla de golpe, sellando el destino de los tres hermanos.
Mathieu Savile- Condenado/Cambiante/Clase Media
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Fecha de inscripción : 10/12/2017
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Re: A Dreadful Feeling [Flashback]
Algo, seguramente el miedo, no le permitía pensar con claridad y Fabrice agradeció que como siempre fuese su hermano mayor quien tomase el control de la situación, que estuviese seguro de lo que debían hacer a continuación –pero no entendía hacia dónde se estaban dirigiendo-, Fabrice se entregaba a lo que su hermano hubiera planeado en esos escasos minutos que llevaban conscientes del peligro que la familia entera corría.
Conforme avanzaban, el pequeño Savile tenía sentimientos encontrados, quería ir a comprobar con sus propios ojos lo que le ocurría a sus padres, pero también sabía que ir allí era meterse de lleno en una trampa. Su instinto lo impelía a preservarse, pero nunca podría estar a salvo si sus padres no lo estaban también.
-Debemos ir por ellos, Mathieu –alcanzó a decir, pero su hermano ya los arriaba como si animales fueran hacia un túnel, ese del que siempre su padre les hablaba-. ¡Mathieu, espera! No, no… espera, debemos ir…
Todo fue en vano, él los obligó prácticamente a descender por el túnel. Fabrice no dejaba de pensar en el rostro amado de su madre, no había espacio para nada más en su mente en esos momentos. Vio descender primera a Marene, pero antes de seguirla apeló a su hermano:
-Mat, espera… Marene puede correr a buscar al tal Victor, nosotros debemos buscar a mamá y papá, nosotros… Ambos somos guerreros, podemos contra un puñado de tipos –le respondió-. No está bien que nos escondamos del peligro…
Sin más su hermano lo empujó al interior del túnel. Fabrice no lo esperaba, no lo vio venir, y la caída lo lastimó, aunque no tanto como ver que su hermano cerraba la improvisada escotilla sobre sus cabezas, dejándolos en el interior de la tierra.
-¿Qué hace? ¡Está loco! –le dijo a su hermana mientras se incorporaba e intentaba en vano abrir desde el interior-. ¡Mathieu! ¡Mathieu, vuelve! –gritó, pero solo oyó que su hermano corría y se alejaba de ellos perdiéndose en con el viento. Le dio golpes de puño esperando que eso cediera, pero fue como intentar tocar el cielo: imposible.
En la oscuridad subterránea buscó la mirada de su hermana. ¿Qué debían hacer? ¿Intentar salir de allí y seguir a Mathieu, porque resultaba evidente que él se dirigía a la casa a ayudar a sus padres, o correr por el túnel en busca del tal Victor que en teoría les daría ayuda?
-¿Qué debemos hacer? ¿Quién rayos es Victor? Un amigo de papá supongo…
Afuera solo había silencio, ni siquiera los pájaros se atrevían a cantar. En el interior del túnel ambos hermanos debían tomar una decisión, aunque con ninguna de las dos opciones tenían asegurada la victoria.
Conforme avanzaban, el pequeño Savile tenía sentimientos encontrados, quería ir a comprobar con sus propios ojos lo que le ocurría a sus padres, pero también sabía que ir allí era meterse de lleno en una trampa. Su instinto lo impelía a preservarse, pero nunca podría estar a salvo si sus padres no lo estaban también.
-Debemos ir por ellos, Mathieu –alcanzó a decir, pero su hermano ya los arriaba como si animales fueran hacia un túnel, ese del que siempre su padre les hablaba-. ¡Mathieu, espera! No, no… espera, debemos ir…
Todo fue en vano, él los obligó prácticamente a descender por el túnel. Fabrice no dejaba de pensar en el rostro amado de su madre, no había espacio para nada más en su mente en esos momentos. Vio descender primera a Marene, pero antes de seguirla apeló a su hermano:
-Mat, espera… Marene puede correr a buscar al tal Victor, nosotros debemos buscar a mamá y papá, nosotros… Ambos somos guerreros, podemos contra un puñado de tipos –le respondió-. No está bien que nos escondamos del peligro…
Sin más su hermano lo empujó al interior del túnel. Fabrice no lo esperaba, no lo vio venir, y la caída lo lastimó, aunque no tanto como ver que su hermano cerraba la improvisada escotilla sobre sus cabezas, dejándolos en el interior de la tierra.
-¿Qué hace? ¡Está loco! –le dijo a su hermana mientras se incorporaba e intentaba en vano abrir desde el interior-. ¡Mathieu! ¡Mathieu, vuelve! –gritó, pero solo oyó que su hermano corría y se alejaba de ellos perdiéndose en con el viento. Le dio golpes de puño esperando que eso cediera, pero fue como intentar tocar el cielo: imposible.
En la oscuridad subterránea buscó la mirada de su hermana. ¿Qué debían hacer? ¿Intentar salir de allí y seguir a Mathieu, porque resultaba evidente que él se dirigía a la casa a ayudar a sus padres, o correr por el túnel en busca del tal Victor que en teoría les daría ayuda?
-¿Qué debemos hacer? ¿Quién rayos es Victor? Un amigo de papá supongo…
Afuera solo había silencio, ni siquiera los pájaros se atrevían a cantar. En el interior del túnel ambos hermanos debían tomar una decisión, aunque con ninguna de las dos opciones tenían asegurada la victoria.
Fabrice Savile- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 12/11/2017
Re: A Dreadful Feeling [Flashback]
No conseguía que la imagen de la modesta casita en la que vivían siendo registrada la abandonara. Se imaginaba a sus padres maniatados, probablemente con cadenas de plata, y arrodillados en una esquina mientras los atacantes lo destrozaban todo a su paso. Sintió unas fuertes ganas de vomitar, pero consiguió rearmarse lo suficiente como para dejarse guiar por Mathieu. Se agarró a él con todas sus fuerzas y lo siguió hasta la linde del bosque. Confiaba en su hermano tanto como en sí misma, pero la incertidumbre de no saber lo que estaba pasando la estaba afectando demasiado.
—Lo entiendo, Mathieu, pero… —dijo con un hilillo de voz—. Hay que ir a buscar a padre y a madre, no podemos dejarlos allí.
Sus súplicas no surtieron ningún efecto en el hermano mayor, que abrió la escotilla y los empujó dentro. Marene estaba esperando que él también bajara junto a ellos dos, pero, en vez de eso, una oscuridad total los rodeó a Fabrice y a ella. Tardó un poco en darse cuenta de lo que estaba pasando. ¡Mathieu los había engañado y los había dejado totalmente solos!
—¡Mathieu Savile, abre la escotilla ahora mismo! —gritó, golpeando con el puño cerrado la dura tapa de madera repetidas veces—. ¡Mathieu! ¡MATHIEU!
También ella intentó abrirla, pero era como si su hermano hubiera puesto algo muy pesado sobre ella, impidiendo moverla desde el interior. Lo único que consiguió fue tirar parte de la tierra, haciendo que le cayera en los ojos.
—¡Ah! —se quejó, frotándose la cara con las mangas del vestido para quitar la mayor parte del polvo—. No podemos salir por aquí, Fabrice. Nos ha dejado encerrados aquí dentro.
Creyó escuchar unos gritos fuera, pero ya no sabía si estaban sonando realmente o era su subconsciente, que la instaba a marcharse de allí cuanto antes. Estaba claro que no podían quedarse en esa boca del túnel; si los que habían asaltado la casa se molestaban en buscarlos, no tardarían en dar con la entrada. Sabía que su familia nunca desvelaría el paradero de sus miembros más jóvenes, pero los inquisidores —Marene ya había asumido que eran ellos los que los buscaban— sabían cómo sacar información de los labios mejor sellados.
—Tenemos que irnos de aquí —dijo, con una entereza asombrosa—. No sé quién es ese Victor, pero es lo único que tenemos ahora mismo. Vamos.
Tomó a Fabrice de la mano y tiró de él para adentrarse en el interior del túnel. Las lágrimas no dejaban de correr por su rostro, mezclándose con la tierra y creando dibujos en su piel. Tenía mucho miedo, pero debía ser fuerte, por Fabrice, por Mathieu y por sus padres. Todo se iba a arreglar, estaba segura.
—Lo entiendo, Mathieu, pero… —dijo con un hilillo de voz—. Hay que ir a buscar a padre y a madre, no podemos dejarlos allí.
Sus súplicas no surtieron ningún efecto en el hermano mayor, que abrió la escotilla y los empujó dentro. Marene estaba esperando que él también bajara junto a ellos dos, pero, en vez de eso, una oscuridad total los rodeó a Fabrice y a ella. Tardó un poco en darse cuenta de lo que estaba pasando. ¡Mathieu los había engañado y los había dejado totalmente solos!
—¡Mathieu Savile, abre la escotilla ahora mismo! —gritó, golpeando con el puño cerrado la dura tapa de madera repetidas veces—. ¡Mathieu! ¡MATHIEU!
También ella intentó abrirla, pero era como si su hermano hubiera puesto algo muy pesado sobre ella, impidiendo moverla desde el interior. Lo único que consiguió fue tirar parte de la tierra, haciendo que le cayera en los ojos.
—¡Ah! —se quejó, frotándose la cara con las mangas del vestido para quitar la mayor parte del polvo—. No podemos salir por aquí, Fabrice. Nos ha dejado encerrados aquí dentro.
Creyó escuchar unos gritos fuera, pero ya no sabía si estaban sonando realmente o era su subconsciente, que la instaba a marcharse de allí cuanto antes. Estaba claro que no podían quedarse en esa boca del túnel; si los que habían asaltado la casa se molestaban en buscarlos, no tardarían en dar con la entrada. Sabía que su familia nunca desvelaría el paradero de sus miembros más jóvenes, pero los inquisidores —Marene ya había asumido que eran ellos los que los buscaban— sabían cómo sacar información de los labios mejor sellados.
—Tenemos que irnos de aquí —dijo, con una entereza asombrosa—. No sé quién es ese Victor, pero es lo único que tenemos ahora mismo. Vamos.
Tomó a Fabrice de la mano y tiró de él para adentrarse en el interior del túnel. Las lágrimas no dejaban de correr por su rostro, mezclándose con la tierra y creando dibujos en su piel. Tenía mucho miedo, pero debía ser fuerte, por Fabrice, por Mathieu y por sus padres. Todo se iba a arreglar, estaba segura.
FIN DEL TEMA
Marene Savile- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 09/12/2017
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