Aeterna Doloris

por **Yevgeniya Berdiáyeva** Dom Ene 14, 2018 11:29 pm

Sister Nightfall

A veces los fantasmas se ocultan en los armarios, se decía a sí misma, mientras observaba fijamente las puertas que parecían extenderse hasta el techo. Eran blancas, muy blancas, como la nieve afuera. Tan blancas como las fantasmas. O como mi cara de espanto, ¡tonta! Se estremeció al haber recreado la voz de disgusto de su abuela en su cabeza. ¡Ella le daba más miedo que los fantasmas!

¿Dónde estaba mamá? Mamá siempre la consolaba cuando se asustaba mucho, como ese día, en el que no era capaz de moverse, y empezaba respirar con dificultad. ¡Pobre niña, sal de ahí! ¿Y si no podía? ¿Y si lo que se ocultaba en el interior del armario escapaba antes y la atrapaba? No tuvo valor, quizá porque era muy pequeña. Pero hay otros niños más valientes... ¡Pero ellos no veían fantasmas! Yevgeniya estaba en un conflicto existencial para una niña de su edad. Con cinco años no se sabían muchas cosas, y hasta un simple ruido en la ventana, de una rama desnuda golpeada por el viento invernal, era motivo para asustarse e imaginar cosas horrorosas por las noches.

Pero ese no era el caso de ella, porque ella "tenía el don de Aleksei; el abuelo Aleksei. El don de su primo Artyom". ¿Cuál don? ¿Cuál primo?

Los golpes se hicieron más fuertes en el armario, y creía que en algún momento iba a desmayarse. Luego lo escuchó hacer sonidos extraños ahí dentro; la cosa gruñía como un animal rarísimo. Niña sal de ahí. ¡Sí! Sal de ahí... Sólo tenía que dar un paso, luego otro, y correr como si la vida se le fuera en ello.

Al principio fue difícil, porque se sentía incapaz de lograrlo; porque sabía que esa cosa podía atraparla en el trayecto, y porque sus músculos estaban petrificados como su propia voluntad infantil. Pero también se dio cuenta que era de día, y de día esas cosas no podían hacerle nada, ya que huían de la luz. ¡Y ahí había mucha luz que se colaba por los ventanales! Entonces supuso que podría escapar.

Yevgeniya respiró hondo, y aún con el corazón que parecía que se le saldría por la boca, empuñó las manos para hacerse más fuerte (según su concepción infantil de la valentía) y se puso a correr hacia la puerta principal. La cosa en el armario gritó, y ella también. Pero al estar en el pasillo, fuera de ese espanto, no paró de correr, no hasta cuando se tropezó con el mayordomo, quien gustosamente la detuvo para tranquilizarla, diciéndole que mamá y papá habían llegado de su largo viaje.

BY FAYETTE