AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Pierre Tombale Indéchiffrable {Sylvana}
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Pierre Tombale Indéchiffrable {Sylvana}
La luna iluminaba en lo alto del cielo la mayor parte del paisaje de la ciudad, sombras confusas se disponían aquí y allá, estáticas y en movimiento creando una visión casi fantástica. Aquellos que habitaban los alrededores habían abandonado las calles para adentrarse en sus hogares a descansar, resguardándose de todo aquello que supusiera un peligro y con la intención de recuperar fuerzas para, al día siguiente, volver a comenzar.
En un mundo totalmente diferente al acostumbrado, desde hacía cuatro años, Jared rondaba entre las cuatro paredes de su habitación. El libro que se encontrase leyendo yacía sobre la cama señalando las páginas con un sencillo separador. Al igual que todos sus bosquejos de poemas inservibles y fantasiosos que sólo hacían que el vampiro se odiara más a si mismo, por su carente talento en la poesía. Sobre la superficie de la mesita de al lado de la misma, una vela apagada se encontraba solitaria, en compañía de un trozo de papel y una pluma en el interior de su tintero.
Las ventanas de la habitación permanecían abiertas, dejando entrar el viento que refrescaba todo en su interior, provocando en el vampiro una honda inhalación. Una sensación de aburrimiento le había invadido de repente, por lo que tomó la decisión de salir a dar una caminata con la intención de distraerse. Envuelto en sus negros ropajes bajo una capa del mismo color, tomó su sombrero de copa y, con el bastón en su mano, se dirigió a la salida de la mansión con tranquilidad.
Hacia el Cementerio...
Los pasos del ser nocturno eran apenas audibles por el camino en dirección al cementerio. Realmente era un paseo bastante extraño debido al destino que había decidido tomar, ya que semejante lugar no sería, para la mayoría, un paisaje muy grato para despejar la cabeza. Jared realmente prefería un lugar como ese, que ya de antemano solía ser rehuido por los mortales a quienes tenía interés en evitar.
Adentrándose entre las lápidas, el vampiro caminó junto a su bastón mientras su oído siempre alerta captaba hasta el más mínimo sonido que indicara que estaba siendo acechado. El sonido de un gato al maullar rompió el silencio de repente, por lo que detuvo su marcha un momento prestando atención al movimiento furtivo del animal al alejarse rápidamente.
Continuó su camino. Habían transcurrido algunos minutos cuando de pronto, el sonido de otra criatura hizo detener sus pasos una vez más. El gato que se encontrase frente a él, emitía sonidos de alerta mientras mantenía su lomo erizado dispuesto a atacar a Jared ya que, gracias a sus sentidos, éste podía advertir la existencia maldita del mismo.
―Fuera de aquí― fueron las palabras pronunciadas, carentes de cualquier emoción las que provocaron la rápida huida del felino sin titubear un segundo. Posteriormente, el vampiro continuó su camino.
Jared pronto se encontraría sentado en una de las tumbas cuya lápida antigua se levantara a la cabecera de la misma, cuyas formas ahora el vampiro comenzaba a observar con placer. Su mano izquierda repasaba los contornos de la misma, mientras que sus ojos, mantenían su mirada sumida en una eterna oscuridad. Una oscuridad mucho más profunda que aquellas noches sin luna bajo las que acostumbrase caminar...
Los minutos transcurrían sin que el ser nocturno se percatase de ello, recorriendo cada centímetro aquella escultura cuya inscripción fuese incapaz de descifrar. Su mente se mantenía distante, alejado de todos aquellos pensamientos que le provocasen malestar; hasta que de pronto, en medio del silencio absoluto que imperaba en el lugar, una voz lo sacara de su estado de distracción.
―Buenas noches― mencionó Jared al ponerse de pie sosteniendo el bastón entre sus manos, incapaz de observar al ser que se encontraba algunos metros más allá ―lo he asustado ¿cierto? Creí que este lugar estaba desierto mas noto que no es así. Una disculpa, caballero ―. Finalizó, sin advertir en ese momento, de qué tipo de criatura vagaba por la oscuridad a esas altar horas de la noche.
En un mundo totalmente diferente al acostumbrado, desde hacía cuatro años, Jared rondaba entre las cuatro paredes de su habitación. El libro que se encontrase leyendo yacía sobre la cama señalando las páginas con un sencillo separador. Al igual que todos sus bosquejos de poemas inservibles y fantasiosos que sólo hacían que el vampiro se odiara más a si mismo, por su carente talento en la poesía. Sobre la superficie de la mesita de al lado de la misma, una vela apagada se encontraba solitaria, en compañía de un trozo de papel y una pluma en el interior de su tintero.
Las ventanas de la habitación permanecían abiertas, dejando entrar el viento que refrescaba todo en su interior, provocando en el vampiro una honda inhalación. Una sensación de aburrimiento le había invadido de repente, por lo que tomó la decisión de salir a dar una caminata con la intención de distraerse. Envuelto en sus negros ropajes bajo una capa del mismo color, tomó su sombrero de copa y, con el bastón en su mano, se dirigió a la salida de la mansión con tranquilidad.
Hacia el Cementerio...
Los pasos del ser nocturno eran apenas audibles por el camino en dirección al cementerio. Realmente era un paseo bastante extraño debido al destino que había decidido tomar, ya que semejante lugar no sería, para la mayoría, un paisaje muy grato para despejar la cabeza. Jared realmente prefería un lugar como ese, que ya de antemano solía ser rehuido por los mortales a quienes tenía interés en evitar.
Adentrándose entre las lápidas, el vampiro caminó junto a su bastón mientras su oído siempre alerta captaba hasta el más mínimo sonido que indicara que estaba siendo acechado. El sonido de un gato al maullar rompió el silencio de repente, por lo que detuvo su marcha un momento prestando atención al movimiento furtivo del animal al alejarse rápidamente.
Continuó su camino. Habían transcurrido algunos minutos cuando de pronto, el sonido de otra criatura hizo detener sus pasos una vez más. El gato que se encontrase frente a él, emitía sonidos de alerta mientras mantenía su lomo erizado dispuesto a atacar a Jared ya que, gracias a sus sentidos, éste podía advertir la existencia maldita del mismo.
―Fuera de aquí― fueron las palabras pronunciadas, carentes de cualquier emoción las que provocaron la rápida huida del felino sin titubear un segundo. Posteriormente, el vampiro continuó su camino.
Jared pronto se encontraría sentado en una de las tumbas cuya lápida antigua se levantara a la cabecera de la misma, cuyas formas ahora el vampiro comenzaba a observar con placer. Su mano izquierda repasaba los contornos de la misma, mientras que sus ojos, mantenían su mirada sumida en una eterna oscuridad. Una oscuridad mucho más profunda que aquellas noches sin luna bajo las que acostumbrase caminar...
Los minutos transcurrían sin que el ser nocturno se percatase de ello, recorriendo cada centímetro aquella escultura cuya inscripción fuese incapaz de descifrar. Su mente se mantenía distante, alejado de todos aquellos pensamientos que le provocasen malestar; hasta que de pronto, en medio del silencio absoluto que imperaba en el lugar, una voz lo sacara de su estado de distracción.
―Buenas noches― mencionó Jared al ponerse de pie sosteniendo el bastón entre sus manos, incapaz de observar al ser que se encontraba algunos metros más allá ―lo he asustado ¿cierto? Creí que este lugar estaba desierto mas noto que no es así. Una disculpa, caballero ―. Finalizó, sin advertir en ese momento, de qué tipo de criatura vagaba por la oscuridad a esas altar horas de la noche.
Última edición por Jared Canaan el Jue Feb 08, 2018 6:08 pm, editado 1 vez
Jared Canaan- Vampiro Clase Alta
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Re: Pierre Tombale Indéchiffrable {Sylvana}
Sylvana llevaba en su mano un único lirio blanco como era su costumbre, acariciando los pétalos con mimo mientras cruzaba la entrada del cementerio. Esa semana había sido provechosa. Sentía que el esfuerzo que ponía al seguir a los inquisidores rendia sus frutos al poder prevenir en que lugares estarían rondando a todo aquel sobrenatural que lo necesitara.
Ya fuera por su buen humor o por capricho, ese día decidió ir a visitar su propia tumba, aquella que Odette se esmero en conseguir para que tuviera un lugar donde descansar al creerla perdida para siempre.
A veces se sentía culpable por haberle hecho gastar en una lapida tan bonita y ornamentada cuando ella seguía ahí, molestándola cada que podía.
Alzo la vista de la flor un momento al notar como una sombra corría por un lado de su falda, maullando con fuerza antes de detenerse, volteando su peluda cabeza hacia la mujer que lo miraba con curiosidad.
Sin poder evitarlo, se agacho y extendió su mano, dejando que el gato se acercara si quisiera. Le siseo en advertencia, pero eso solo la hizo sonreír, moviendo sus dedos para llamar su atención.
Al final el felino se dio por vencido, olisqueando con desconfianza para después dejarle acariciar su cabeza levemente.
—Podemos ser tan desconfiados, ¿No es así? —murmuro divertida, rascando con suavidad su cuello y orejas. El gato volvió a maullarle antes de lamerle el dorso de la mano, alejándose de ella con más calma.
Aun con la sonrisa en el rostro, la mujer se levanto con elegancia y camino el poco tramo que le faltaba para llegar a su lapida, con la sorpresa de encontrar a un hombre sentado en una tumba vecina.
—¿Un visitante a esta hora? —se preguntó a sí misma en voz baja, contrariada. Estaba perdido en sus pensamientos, pero el sonido de su voz fue suficiente para hacerlo reaccionar. La saludo con bastante clase, pero algo en su porte y tranquilidad a esas horas de la noche le parecían bastante curiosas para que fuera un humano cualquiera.
—¿Caballero? —repitió Sylvana sin estar molesta por la confusión mientras se acercaba—. No pensé que podría llegar a ser confundida por un hombre —contesto ella con diversión, deteniéndose en frente de su propia tumba—. Sobre su pregunta, no me ha asustado para nada, monsieur, puede tener su consciencia tranquila.
Ya fuera por su buen humor o por capricho, ese día decidió ir a visitar su propia tumba, aquella que Odette se esmero en conseguir para que tuviera un lugar donde descansar al creerla perdida para siempre.
A veces se sentía culpable por haberle hecho gastar en una lapida tan bonita y ornamentada cuando ella seguía ahí, molestándola cada que podía.
Alzo la vista de la flor un momento al notar como una sombra corría por un lado de su falda, maullando con fuerza antes de detenerse, volteando su peluda cabeza hacia la mujer que lo miraba con curiosidad.
Sin poder evitarlo, se agacho y extendió su mano, dejando que el gato se acercara si quisiera. Le siseo en advertencia, pero eso solo la hizo sonreír, moviendo sus dedos para llamar su atención.
Al final el felino se dio por vencido, olisqueando con desconfianza para después dejarle acariciar su cabeza levemente.
—Podemos ser tan desconfiados, ¿No es así? —murmuro divertida, rascando con suavidad su cuello y orejas. El gato volvió a maullarle antes de lamerle el dorso de la mano, alejándose de ella con más calma.
Aun con la sonrisa en el rostro, la mujer se levanto con elegancia y camino el poco tramo que le faltaba para llegar a su lapida, con la sorpresa de encontrar a un hombre sentado en una tumba vecina.
—¿Un visitante a esta hora? —se preguntó a sí misma en voz baja, contrariada. Estaba perdido en sus pensamientos, pero el sonido de su voz fue suficiente para hacerlo reaccionar. La saludo con bastante clase, pero algo en su porte y tranquilidad a esas horas de la noche le parecían bastante curiosas para que fuera un humano cualquiera.
—¿Caballero? —repitió Sylvana sin estar molesta por la confusión mientras se acercaba—. No pensé que podría llegar a ser confundida por un hombre —contesto ella con diversión, deteniéndose en frente de su propia tumba—. Sobre su pregunta, no me ha asustado para nada, monsieur, puede tener su consciencia tranquila.
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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Re: Pierre Tombale Indéchiffrable {Sylvana}
-Disculpe entonces, mi confusión. A veces me retraigo un poco en este lugar… supongo que es el silencio y que a veces se ve interrumpido por mis pensamientos que son casi como gritos sin respiro… – respondió sin pensarlo demasiado, pues en aquel momento Jared se encontraba sumido en una profunda reflexión que le invocaba a hablar de esa forma en particular.
El aura de la mujer le confundía un poco, había una parte de ella que no podía descifrar con claridad pues sus signos vitales parecían estar muertos, pero tampoco era una vampiresa. Jared supo entonces que la criatura no era un “ella” en particular, sino que un “eso”, un ente, un espíritu que deambulaba por el lugar. Jared no se sorprendió del todo, pues a veces su mente le jugaba en contra a la hora de ponerse a escribir o cuando entraba en una especie de trance y en dónde veía todo tipo de demonios y fantasmas, que acosaban su mente frágil cuando se trataba de intentar plasmar algo sobre un papel.
-Estoy impresionado ante lo que veo… usted luce como una humana real. – dijo directamente, observando a la mujer de cabello rizado sin muchos arreglos, expresándole que ya sabía acerca de su condición por lo que podía leer en su aura. – Me intriga saber, hace cuánto tiempo se encuentra por aquí en la Tierra – dijo analizándola y luego la vio observar esa tumba que yacía al lado de la que él estaba visitando. –Esa es suya... ¿Verdad? Supongo que alguien vendrá a visitarla también ¿O la soledad es demasiada? – Jared deliraba, pues el encuentro con aquel espíritu le hizo recordar cuánto amaba sentirse perdido, perturbado o confundido ante la acción de relatar algo. Su miseria había marcado al vampiro en demasiadas e incontables ocasiones.
-Mi nombre es Jared… supongo que usted también tiene un nombre, ¿O los fantasmas solo son conocidos por el miedo que inspiran? No tanto como nosotros. Ya veo entonces el por qué no se asustó. Espero mi presencia no incomode su territorio espiritual…- finalizó Jared esbozando una media sonrisa en un tono sarcástico, mas no burlesco ya que sólo él tenía ese poder de hacerse sentir miserable y burlado a propósito.
Jared era un extraño para el mundo, la vida que alguna vez tuvo quedó sepultada como cualquiera de las lápidas allí puestas para cualquiera, él solo se tenía a sí mismo y tanto era su enfermedad de ensimismamiento que le parecía gracioso que hasta podía hablar con fantasmas. La soledad y locura del vampiro, no dejaban de ir de la mano.
El aura de la mujer le confundía un poco, había una parte de ella que no podía descifrar con claridad pues sus signos vitales parecían estar muertos, pero tampoco era una vampiresa. Jared supo entonces que la criatura no era un “ella” en particular, sino que un “eso”, un ente, un espíritu que deambulaba por el lugar. Jared no se sorprendió del todo, pues a veces su mente le jugaba en contra a la hora de ponerse a escribir o cuando entraba en una especie de trance y en dónde veía todo tipo de demonios y fantasmas, que acosaban su mente frágil cuando se trataba de intentar plasmar algo sobre un papel.
-Estoy impresionado ante lo que veo… usted luce como una humana real. – dijo directamente, observando a la mujer de cabello rizado sin muchos arreglos, expresándole que ya sabía acerca de su condición por lo que podía leer en su aura. – Me intriga saber, hace cuánto tiempo se encuentra por aquí en la Tierra – dijo analizándola y luego la vio observar esa tumba que yacía al lado de la que él estaba visitando. –Esa es suya... ¿Verdad? Supongo que alguien vendrá a visitarla también ¿O la soledad es demasiada? – Jared deliraba, pues el encuentro con aquel espíritu le hizo recordar cuánto amaba sentirse perdido, perturbado o confundido ante la acción de relatar algo. Su miseria había marcado al vampiro en demasiadas e incontables ocasiones.
-Mi nombre es Jared… supongo que usted también tiene un nombre, ¿O los fantasmas solo son conocidos por el miedo que inspiran? No tanto como nosotros. Ya veo entonces el por qué no se asustó. Espero mi presencia no incomode su territorio espiritual…- finalizó Jared esbozando una media sonrisa en un tono sarcástico, mas no burlesco ya que sólo él tenía ese poder de hacerse sentir miserable y burlado a propósito.
Jared era un extraño para el mundo, la vida que alguna vez tuvo quedó sepultada como cualquiera de las lápidas allí puestas para cualquiera, él solo se tenía a sí mismo y tanto era su enfermedad de ensimismamiento que le parecía gracioso que hasta podía hablar con fantasmas. La soledad y locura del vampiro, no dejaban de ir de la mano.
Jared Canaan- Vampiro Clase Alta
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Re: Pierre Tombale Indéchiffrable {Sylvana}
—El silencio puede llegar a ser un gran acompañante o un martirio para las mentes agudas—respondió Sylvana con voz suave, casi como un murmullo mientras giraba la flor entre sus dedos índice y pulgar, sonriendo de manera leve. No le quitaba la mirada, evaluándolo por si intentaba algo sospechoso. Cierto era que ya nada significaba un peligro potencial para su persona, pero prefería prevenir futuros inconvenientes más por costumbre que por necesidad.
Alternando su peso inexistente de una pierna a otra, comenzó a divagar que podría ser aquel caballero. Su poder de ver el aura se había ido cuando murió, por lo que ahora se guiaba por el instinto y la experiencia, llegando con rapidez a la conclusión de que no podría ser un humano común.
Distraída, el comentario que recibió de su parte la tomo por sorpresa, sin poder evitar que la expresión de absoluto asombro se revelara en su cara. Nadie había averiguado su verdadera naturaleza tan rápido y sin que ella diera muestras claras y evidentes de ese hecho, lo que le hizo apretar la flor entre sus manos, ladeando la cabeza en un gesto incrédulo como curioso.
—Es usted demasiado…intuitivo—farfullo Sylvana, no muy cómoda por haber sido expuesta, evaluándolo con más ahincó para descubrir su raza—. Por lo general, no logran entender lo que soy de forma tan acertada.
Acercándose hasta su lapida, paso la yema de sus dedos por encima de la fría piedra, sonriendo de manera melancólica antes de soltar una pequeña risa, las campanillas resonando como un eco al no preocuparle el ocultarlas.
—No llevo mucho en este mundo—contesto Sylvana, retirando el polvo de su lapida con la palma de su mano—. Viví cuarenta ocho años en total antes de morir. Contando los…—se agacho con elegancia, limpiando los números esculpidos con delicadeza en la tumba—casi tres años que llevo muerta, son apenas la mitad de un siglo.
Volteando hacia el hombre a su lado, noto en su mirada la carga que llevaba en ellos. El conocido peso de los años que se acumulan como en un reloj de arena y que hunden en dolor y pena o por el contrario los infunda de arrogancia desmedida por sus logros anteriores, como ya había sido testigo de presenciar de aquel vampiro que conoció en ese mismo lugar.
El hombre a su lado en cambio llevaba un peso enorme en su alma que no era capaz de comprender.
Estaba casi segura de saber que raza era, pero prefirió aguardar, contestando con calma las preguntas que le había hecho.
—Como pudo adivinar, esta es mi tumba y mi descanso—afirmo la mujer, mirando con cariño las letras que formaban su nombre—. Mi amiga la hizo para mí, pero ella es la única que sabe sobre esto y, aunque no lo diga, verla le hace sentir culpable por algo que no estaba en su control, pero yo considero que fue un lindo gesto de su parte.
Levantándose de nuevo, hizo una ligera reverencia, doblándose levemente y agachando la cabeza en un grácil movimiento.
—Mi nombre es Sylvana—se presentó la fantasma, sonriéndole con cierta calidez—. Si le soy sincera, no he conocido a otro ser como yo, así que no podría asegurar que el miedo que nos tienen sea infundado. —Ladeando la cabeza, amplio muy ligeramente su sonrisa de una forma que podría ser tomado como traviesa pero amistosa—. Los vampiros por otra parte parece que se han ganado su reputación de una manera u otra. ¿No lo cree así, monsieur Jared?
Alternando su peso inexistente de una pierna a otra, comenzó a divagar que podría ser aquel caballero. Su poder de ver el aura se había ido cuando murió, por lo que ahora se guiaba por el instinto y la experiencia, llegando con rapidez a la conclusión de que no podría ser un humano común.
Distraída, el comentario que recibió de su parte la tomo por sorpresa, sin poder evitar que la expresión de absoluto asombro se revelara en su cara. Nadie había averiguado su verdadera naturaleza tan rápido y sin que ella diera muestras claras y evidentes de ese hecho, lo que le hizo apretar la flor entre sus manos, ladeando la cabeza en un gesto incrédulo como curioso.
—Es usted demasiado…intuitivo—farfullo Sylvana, no muy cómoda por haber sido expuesta, evaluándolo con más ahincó para descubrir su raza—. Por lo general, no logran entender lo que soy de forma tan acertada.
Acercándose hasta su lapida, paso la yema de sus dedos por encima de la fría piedra, sonriendo de manera melancólica antes de soltar una pequeña risa, las campanillas resonando como un eco al no preocuparle el ocultarlas.
—No llevo mucho en este mundo—contesto Sylvana, retirando el polvo de su lapida con la palma de su mano—. Viví cuarenta ocho años en total antes de morir. Contando los…—se agacho con elegancia, limpiando los números esculpidos con delicadeza en la tumba—casi tres años que llevo muerta, son apenas la mitad de un siglo.
Volteando hacia el hombre a su lado, noto en su mirada la carga que llevaba en ellos. El conocido peso de los años que se acumulan como en un reloj de arena y que hunden en dolor y pena o por el contrario los infunda de arrogancia desmedida por sus logros anteriores, como ya había sido testigo de presenciar de aquel vampiro que conoció en ese mismo lugar.
El hombre a su lado en cambio llevaba un peso enorme en su alma que no era capaz de comprender.
Estaba casi segura de saber que raza era, pero prefirió aguardar, contestando con calma las preguntas que le había hecho.
—Como pudo adivinar, esta es mi tumba y mi descanso—afirmo la mujer, mirando con cariño las letras que formaban su nombre—. Mi amiga la hizo para mí, pero ella es la única que sabe sobre esto y, aunque no lo diga, verla le hace sentir culpable por algo que no estaba en su control, pero yo considero que fue un lindo gesto de su parte.
Levantándose de nuevo, hizo una ligera reverencia, doblándose levemente y agachando la cabeza en un grácil movimiento.
—Mi nombre es Sylvana—se presentó la fantasma, sonriéndole con cierta calidez—. Si le soy sincera, no he conocido a otro ser como yo, así que no podría asegurar que el miedo que nos tienen sea infundado. —Ladeando la cabeza, amplio muy ligeramente su sonrisa de una forma que podría ser tomado como traviesa pero amistosa—. Los vampiros por otra parte parece que se han ganado su reputación de una manera u otra. ¿No lo cree así, monsieur Jared?
Sylvana Di Angelo- Fantasma
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