El cenit a mis espaldas (privado)

Rumanía, tierra de leyendas, mitología enraizada que baña estas tierras. Aquí la gente creia en los seres de las tinieblas, la magia forma parte del folclore popular y yo, mejor que nadie sabía la verdad, pues fui convertido con siete años, por mi “padre” el Rey de Rumanía.
Los primeros rayos del sol atravesaron las pequeñas grietas de los vetustos postigos de la única ventana que poseía la sobria habitación, dotando a la sala de una tenue luz que anunciaba el inicio de un nuevo día.

Aparté las gruesas pieles que me cubrían y me alcé lentamente del catre dirigiéndome torpemente hacia la ventana, abrí los postigos y la claridad del amanecer entraron en la estancia junto con el suave frescor del Mistral que transportaba hasta mis sentidos el suave aroma de los jacintos plantados bajo mi ventana. La cercanía de la luna llena hacía que mis sentidos experimentaran una súbita mejoría, en ellos, se amontonaban el aroma de las flores, el gorjeo incansable de un colirrojo tizón, y varios sonidos lejanos propios del despertar de una villa.

Me acerqué a mis cosas que la noche anterior había guardado en el recio baúl de roble que descansaba a los pies del catre y extraje de entre ellas la carta que había recibido hacía ya bastante tiempo de Hécate, aquel día arribaría a puerto y todo debía estar dispuesto para su llegada.
Hacia como dos años que no nos veíamos, y era tiempo de remediar eso.
Guardé la carta con cuidado y me dispuse a asearme y vestirme para una larga jornada a caballo que terminaría a orillas del Danubio.

Tras un copioso desayuno, me esperaba en las caballerizas un hermoso bayo bien pertrechado para el viaje.
Las cosas andaban algo revueltas en el Reino tras la desaparición de la reina, la malas lenguas aseguraban que había caído a manos de la santa inquisición, que la habían hecho presa por bruja, otras que mi padre la había asesinado para por fin poder desposarse con su amante, madre de mi hermano, así que era mejor no hacerme el héroe, tres hombres de la manada me sirvieron como escolta.

El barco de Hecaté ascendía por las navegables aguas desde el mar negro hasta el puerto de Tulcea.
A la hora prevista, estaba en el muelle, observando como la embarcación se acercaba a puerto fondeando en la costa y lanzando el ancla para permitir que mi visita, armada de una deliciosa sonrisa me saludaba desde la proa.
Su pelo castaño era mecido por el viento cuando despacio empezó a descender por la rampa.
Caminé hacia ella tomando su mano con la mía para ayudarla a terminar de apearse del barco.
-Os han sentado bien estos años -dije ladeando la sonrisa.
Mis ojos se deslizaron por aquel cuerpo curvilíneo con descaro, elle me miraba negando con la cabeza antes de que ambos estalláramos en carcajadas dejando atrás las formalidades.
Besé el dorso de su mano recuperando la compostura, no por ello borré la picara sonrisa de mis labios.
-Vamos a palacio -dije mirando sus esmeraldas que reflejaban los dorados haces de luz. A mi espalda el sol en el cenit, si nos dábamos prisa alcanzaríamos la fortaleza antes del ocaso.

Hecate era una mujer preciosa, no era burda, conocía mejor que nadie sus encantos, sus atributos físicos envidiables que bien podían y de echo lo hacían remover los instintos primarios de la inmensa mayoría de los lobos de la manada de mi padre Damon Landvik, mas nada de eso podía compararse con sus dotes para la manipulación, el engaño y la magia.
Mi padre la recibió en palacio junto a Brianna, los tiempos estaban revueltos tras la “desaparición” fortuita de la reina a manos de la inquisición, así que digamos el castillo permanecía en un eterno duerme vela con las murallas pertrechadas y la guardia doblada para evitar una confrontación directa con los hechiceros que seguían leales a su “oscura majestad”

Durante los siguientes días cazamos por los bosques colindantes, reímos, compartimos confesiones, bromas y paseos por los jardines como lo haría un par de amigos que acaban de reencontrarse, en ese tiempo le confesé que estaba prometido con una loba norteña, no había amor en dicho enlace, al menos por mi parte pues lo único que me llevaba a ese matrimonio de conveniencia era recuperar las tierras que un día fueron de mi padre.
Ella no dudo en hablarme de como le iba al vida, al parecer infinitamente mejor de lo que iba cuando nos conocimos y la ayude a escapar de la santa sede.

Al tercer dia, decidí que era hora de llevarla a conocer Rumnia, asi que ordenñé que dispusieran para mabos un carruaje, si bien era cierto me agradaba mucho mas acudir a lomos de una montura a lso sitios, en eta ocasión preferí un transporte mas adecuado a mi acompañante.
Sighișoara es una ciudad situada en Rumania. Localizado en la región histórica de Transilvania.
Situada en los Cárpatos transilvanos, la ciudad se destaca por las casas de la Ciudadela, la Torre del Reloj, su cementerio y la leyenda que la une al famoso “conde Dracula”

Nada mas llegamos los ojos de Hecate deambularon por aquella ciudad medieval, ladeé a sonrisa tendiéndole la mano para que se apeara del carro y ordené a los hombres que continuaran hasta el lugar donde nos hospedamiento quedándome con una montura para atajar en sus lomos la bella ciudad junto a Hecate.
-Dicen que aquí esta la casa del conde Dracula -añadí sacando mis colmillos y depositando un bocado en su cuello que la hizo sonreír negando con la cabeza mientras su piel se erizaba ligeramente por le contacto de mis labios.
Tiré del bocado del caballo mientras caminábamos por sus calles pedregosas de la mano.
-Paremos en una de las tascas, hablemos, bebamos y pongámonos al día sobre aquello que no podíamos hablar en los jardines de palacio.
Tomamos asiento en una rustica taberna donde aparte de un par de borrachos en la barra permanecía vacía, pedimos la tradicional bebida de mi tierra, una botella de Tuica y dos vasos.
-A ver el aguante que tienes señorita -bromeé guiñándole el ojo mientras le llenaba el vaso y después hacía lo propio con el mio – como has podido comprobar el castillo de mi padre esta en pie de guerra, tenemos un enfrentamiento directo con los hechiceros, varios aquelarres no perdonan que su reina haya sido atrapada pro la inquisición y crees que mi padre es el culpable de haber delatado a la “reina” para suplantarla por su amante. No es cierto, aunque no negaré lo conveniente que ha sido sacar a esa arpía de la ecuación. Una guerra se cierne sobre nosotros, me preocupa en demasía y aunque se que los licantropos nunca nos amedrentamos ante los acontecimientos y contamos con apoyos de otros reinos, quiero conocer tu opinión, tu consejo, a fin de cuentas eres como ellos, piensas como ellos y de no ser amigos, e importarte poco Rumanía, estarías de su lado en estos momentos.