Kiss the sun {privado Assur}

Time forgets:

El nuevo tejado era de pizarra pulida y brillante como si estuviera hecho de piel de dragón, las paredes de color crema, recien pintadas, con los marcos de las ventanas en color marrón clarito, faroles de gas en cada esquina iluminando la fachada del Orfanato marcaban un desafío contra la tristeza que usualmente habitaba en esos lugares.

Hania estaba de espaldas a la verja, contemplando en silencio y con una sonrisa en los labios su obra. Habían tardado meses, había tenido que claudicar ante las peticiones de Héctor de aprender a beber de la vena o comer comida humana como compensación a ese capricho. Pero por fin estaba terminado... y era suyo. Le había costado sangre, sudor y lágrimas, noches y noches de duro trabajo, pero era suyo. En cuanto abriesen las puertas habría una fiesta de inauguración, todas las familias pudientes que habían ayudado a recaudar fondos tendrían su porción de gloria, todas esdas damas bien podrían hacer alarde de su filantropía y colgarse las medallitas, pero a ella le daba igual, si eso servía para que los niños que acabasen allí tuvieran una vida digna y una oportunidad en el mundo...lo daba por bien empleado todo.

Se agarró el brazo izquierdo, como abrazándose, repasando mentalmente todas y cada una de las personas que habían ayudado a levantar ese orfanato, desde el señor Clyven hasta la cocinera, Héctor con su apoyo incondicional, Hastur que sería el médico, también los abogados, el arquitecto, el cantero o las costureras que habían hecho la ropa de cama y las cortinas...pero sobre todo recordó a Assur. Él la sacó de las alcantarillas, él vio en esa criatura famélica y demente una persona, alguien por quien merecía bajar del carruaje, y después adoptarla y curar sus males. Assur... su sol, el que la hizo volver a creer que en el firmamento había algo más que oscuridad y dolor. ¿Estaría orgulloso de ella si la pudiera ver ahora? ¿Seguiria pensando que era la vergüenza de su raza superior? ¡Ah! sonrió para si misma. Esa frase le hacía recordar cuando se cambiaba de cama en mitad del dia y se hacía una bolita a su lado. Lo echaba de menos. ¿Sería feliz? deseaba que así fuera, siempre deseó para él toda la felicidad del mundo, al menos una tan grande como la que ella sentía ahora al ver completada su obra, al comenzar a escribir un nuevo capítulo en su vida.

A veces en los cuentos se decía que si deseas algo muy fuerte se acaba haciendo realidad, como cuando pides un deseo a una estrella fugaz. Normalmente nunca se había cumplido eso en su vida ella bien lo sabía, pero aquello podría haber sido magia sin más, porque lo sintió a sus espaldas. ¿Bastaba con desearlo? ¡Increible! Giró despacio la cabeza, porque también cabía la posibilidad de que su mente rota le estuviera jugando una mala pasada. Pero no, allí, bajo la luna, los rayos de plata iluminaron su familiar porte. Assur. Esbozó una sonrisa incrédula, soltó su propio brazo y corrió hacia la verja atravesándola y rezando para que al abrazarlo no se esfumase como niebla, como si fuera una maldita visión, un engaño de su cabeza.

— ¡Assur!

Las invitaciones para asistir a la fiesta por la inauguración del orfanato habían llegado a todos los burgueses de Francia. Sin duda Hector había hecho un gran trabajo, comprendió infinitamente mejor que yo la naturaleza de Hania, quizás porque ambos eran lo mismo, porque por sus venas corría sangre de tittanes y yo, solo fui el tonto útil que trato de hacerlo lo mejor que supo.
No iba a excusarme, la ahogue en mi afán porque ni el viento la rozara, y ahora ella volaba con alas propias ¿como no sentirme orgulloso de la mujer que ante mis ojos se alzaba?

Ella, con esa sonrisa rota admiraba aquello por lo que había luchado, un propósito en su vida y no me había pasado tampoco desapercibido el brillo de sus ojos cada vez que andaba con ese humano padre de unos hijos.
Yo me mantuve en la sombra, expectante, cauteloso, esperando que en algún momento pronunciara mi nombre, lo gritara y poder aparecer para abrazarla, mas eso no sucedió, su vida era plena y yo me alegraba.

Se giró al percibir mi presencia, ladeé la sonrisa cuando alegre se apeó de un salto del murete para sobrepasando la verja de hierro forjado impactar entre mis brazos.
Hacia tiempo que mi nombre no sonaba tan pleno, quizás porque hacia tiempo que ella era incapaz de pronunciarlo.
Era su noche, no se le estropearía, mi intención, lejos de oscurecer su alma era la contraria.
-Hola pequeña Hania, se te ve feliz -quizás había dolor en mi voz, aunque traté de ocultarlo, estaba claro que había salido de su vida y lejos debía permanecer.

Elevó el rostro para enfrentar mis aceros, aun incrédula de que no fuera un espectro.
-Solo quería darte la enhorabuena, parece que finalmente has encontrado el equilibrio entre lo que eres y lo que deseas ser, estoy orgulloso de ti.
Nunca fui ducho a las palabras y ya había pronunciado mas de las que sabia o podía.
Mi padre no crio a un hijo elocuente si no a uno que imponía su voluntad a base de puño férreo.

Cuando lo imaginé mientras venia era mas fácil, pero ahora ante ella, era como si mi maldito milenio de existencia se redujera a la nada y no me salieran las palabras.
Saqué de mi espalda un gato de patas cortas y cuerpo compacto.
-Lo encontré en un callejón famélico, cuando lo vi me pareció la vergüenza de su raza, con las patas cortas, maltrecho, una abominación de la naturaleza, pero estaba allí implorando por su vida y me recordó a alguien.
Lo dejé caer en sus brazos sin borrar mi sonrisa de autosuficiencia.
-Algo me dice que no me equivoco, pero creo que lejos de estar roto, será un gran compañero de fatigas.

Besé su frete con suavidad, llegaba la hora de la despedida.
-Suerte en tu inauguración pequeña Hania.

she:

gato:

La inauguración sería al día siguiente, en ese momento esdtaban ultimandolo todo y pensaba que no podía estar más feliz, pero se equivocaba, Assur estaba allí y ya no necesitaba nada más para que todo fuera un día de dicha completa. Cuando dejó aquella criaturita en sus brazos automáticamente se enamoró de esos enormes ojos verdosos y ese maullido apenas audible. Un gatito también famélico y pequeñajo, como había estado ella.

— Lo llamaré Helios, así llamaban los griegos al Sol, me recordará a ti a todas horas. ¡No te vayas! no te vayas aún.— Le suplicó con la mirada abrazando al minino y besando su cabecita. Metió al animal en uno de los enormes bolsillos del abrigo, era tan pequeño que cabía en él y pronto el bicho se acomodó allí. Entrelazó su mano con el brazo de Assur apoyando la cabeza en la manga de su chaqueta, como siempre, impoluta. No hacía falta que le dijera que lo echaba de menos, seguramente él ya lo sabría, aunque a veces Assur era complicado de entender, ni él mismo se entendía, estaba hecho de caos y oscuridad, así que a Hania no le importaba decírselo.— Te echaba de menos, a veces Héctor es tan...racional que me desespera. Prefería tus gruñidos.— sonrió al decirlo en alto, podía sonar a broma, pero era cuerto, el titán era tan asquerosamente cabal que nunca perdía la paciencia, o en contadas ocasiones, y eso llegaba a saturar incluso a la rubia que era lo más tranquilo bajo el cielo. No sólo echaba de menos sus gruñidos y cabreos con o sin sentido, la rabia visceral que lo consumía. Echaba de menos ser ese rayito de luz en su vida, sentir que si bien él podía protegerla, ella podía ser de vez en cuando el bálsamo de sus heridas. Posiblemente ninguno de los dos entendiera por qué tenían esa conexión, por qué entre ellos había unos sentimientos más hondos de los que se podría esperar, pero tampoco hacía falta entender. Hania se conformaba con que le dejase quererlo así, a su manera. Él fue la primera persona que le tendió una mano y sería siempre su Sol, no había nada que Assur pudiera hacer o decir que rompiera ese hilo invisible que los unía. Podrían separarse, no hablar o no compartir nada más que un recuerdo, pero el hilo seguiría en pie.

— Déjame que te lo enseñe, he aprendido mucho en este tiempo.— Si Assur no le contaba qué había sido de su vida, ella no iba a preguntar, estaba al tanto de algunas cosas, porque escuchar los pensamientos de todo el mundo hacía que a veces le llegaran cosas, buenas y malas nuevas, con las que conseguía saber de él. Si en algun momento quería hablar, lo haría, eso nunca había sido un impedimento para ellos.— ¡Ah! ya sé que dirás que tengo alma de monja, que esto no le pega a un vampiro...pero no todos tenemos por qué ser iguales. No hay nadie como tú y tampoco creo que haya nadie como yo, el mundo ya puede alegrarse.— se apretó conbtra él sonriendo, estaba realmente feliz de verlo allí.— Mira, esto serán las clases, y eso el taller de artesanía donde podrán aprender un oficio lo más mayores...eso es la cocina, y eso la sala de juegos para cuando llueva.

Ladeé la sonrisa cuando dijo que echaba de menos mis gruñidos, al parecer el Titan era demasiado racional hasta para ella.
Admiraba la templanza en un hombre, francamente el paso de los siglos te la arrancaba, Yared, era el mas capaz de mantener la cama de todos nosotros y aun así, no dejaba de ser un monstruo con chaqueta perfectamente planchada y gemelos en las mangas.
Ninguno de los Black por mucho que ocultáramos nuestras taras eramos gente capaz de mantener por mucho tiempo la mascara de normalidad sobre nuestros rostro.
Tampoco la mayoría de nosotros lo intentaba, eramos dioses ¿por que hacerlo cuando el mundo debía estar a nuestros pies? Mano férrea utilizamos para mostrar nuestro poder, el miedo siempre fue un arma peligrosa.

Sin duda Hania estaba mucho mejor con Hector, este había conseguido de modo sibilino mas que yo con gritos, gruñidos e imposiciones. Hector la quería porque la sangre de la pequeña Hania corría por su venas, pero yo la quería por algo bien distinto y sin duda infinitamente mas puro pese a que yo era abismo.
Se enganchó de mi brazo con su cabeza sobre mi hombro, quería mostrarme en privado el orfanato y supuse que podría ceder a su petición, ver aquello por lo que ella había luchado, pero no me quedaría para la fiesta, no quería encontronazos, era el momento de ella y su “Sire” quizás también del insignificante humano que la hacia sonreír, yo era el único que no tenia cabida ahí.

Me dejé llevar por esos interminables pasillos, los camastros apilados en unas habitaciones llenas de luz. Hania había dejado aquello muy bien, parecía un hogar y no un rudimentario orfanato sin mas.
-Recibirás mi aportación económica para que esto sea puesto en marcha con mas facilidad, se que no lo necesitas, que Hetor puede sobradamente cumplir todos tus deseos, pero me gustaría que un pedazito de este lugar te recordara a mi...aunque sea extraño, sabes que no me caracterizo por las buenas obras del día.

De algo me di cuenta mientras paseaba con ella, quizás añoraba la idea de tener una “chiquilla” con ella fallé, quizás pudiera aprender de mis errores y hacerlo mejor la próxima vez.
Joe tenia a Nim, esa niña enferma a la que protegía con uñas y dientes. No sabíamos si llegaría a salir de esta, la enfermedad se la llevaba y Joe no tenia demasiadas opciones, si no aguantaba su cuerpo marchito hasta la edad adulta no podría transformarla como quería.
-Alma de monja no, pero eres un ángel y supongo que eso no es por ser un Titan, eres especial y estoy orgulloso de ti, porque no es fácil lidiar conmigo y lo hiciste, yo soy un demonio, un monstruo incapaz de hacer feliz a nadie y Hector es un Titan, algo me dice que tampoco es fácil de lidiar y tu aquí estas, te alzas por encima de los dos haciendo tu voluntad, así que...si, puedo asegurar que desprendes mas luz que nosotros oscuridad.

Sonreí ampliamente, sabia lo que necesitaba escuchar y fue tan fácil como decirlo sin mas. No era una mentira, era el modo de dulcificarlo todo.
-Estoy bien, las cosas me van bien, llevo milenos morando la tierra, así que ...como un ciclo sin fin las cosas pasan, terminan y empiezan de nuevo. No debes preocuparte por mi.

— La fiesta será mañana, y me encantaría que vinieras. A Héctor no le caes mal ni nada por el estilo, lo que pasó fue todo un... cúmulo de cosas. Pero todos estamos bien, así que...podríamos intentarlo. No... no quiero que desaparezcas de mi vida de nuevo.— Se apretó más contra el brazo que tenía asido con ambas manos, como si eso pudiera retenerlo.

A esas alturas Assur ya sabría que había un nuevo sol en su vida, que era un humano, viudo, padre de dos niños, y que no había nada entre ellos, pero la rubia suspiraba por él, y sabiendo como era Assur no dudó en decírselo.

— Se lo hice prometer a Héctor, pero necesito que tú también me prometas que no le harás ningun daño al señor Clyven, pase lo que pase...no te hagas el sorprendido porque sé que lo sabes. Es... es un buen hombre y sus hijos lo necesitan. ¿Me lo prometes?

Si la escena la estuviera viendo en ese instante el patriarca de los Black, estallaría en carcajadas como mínimo, porque allí estaba esa pequeña pequeña rubia con un gato asomando por el bolsillo del abrigo apuntando amenazadoramente con su pulgar a un vampiro milenario que podía masacrar un bar entero sin despeinarse. Para ella eran importantes las promesas, porque su palabra era cuanto tenía.

— una vez te prometí que cuidaría de ti como pudiera y por eso me alejé de ti porque yo era la razón que te hacía débil...tu talón de Aquiles. Pero eso ya pasó y...— se encogió de hombros.— quiero cumplir mi promesa. Si no puedo cuidarte de otra forma, déjame que lo intenta de esta.

Alargó los dedos y rozó con las yemas el rostro cincelado de Assur, ese que tantas veces había contemplado cuando el sol los recluía en aquel hotel que nunca fue un hogar. Ahora ella tenía el suyo, un hogar propio, algo que habia levantado con su esfuerzo, un refugio para su atormentada alma.

— ven siempre que quieras, o siempre que lo necesites, siempre estaré aquí para ti.

En los ojos de Hania podía ver esperanza, una que bien sabia no merecía. Ella siempre vio en mi una parte desconocida, buena, una que su mente rota era capaz de percibir, mas erraba, no había nada bueno en mi. Era un monstruo, puede que pensara que hacia cosas buenas, como cuidar a Sun, pero era puro egoísmo, porque si ella se largaba también, estaría solo.
Hania había sido inteligente y mi regalo de cumpleaños, lejos de ser un orfanato tenia que ser mantenerla lejos del caos.

Sonreí con amargura, aunque intenté reflejar algo bien distinto escondiéndome tras un muro de indiferencia.
-No puedo prometer eso, Hector es un hombre cabal, pero yo me muevo por impulsos..-no era necesario que se lo explicara. Si ese humano al que había llamado sol como a mi antaño, le hacia le menos daño, si una sola lagrima resbalaba de su mejilla por culpa de su torpeza, podía jurar ante mi propio padre que le arrancaría el corazón y no pediría perdón.
Yo amaba a Hania, mas que a mi mismo, por eso no era egoísta, por eso me alejaba de ella para que pudiera tener esa vida normal que anhelaba.
A mi lado, al lado del demonio que yo era, su vida siempre estaría sumida al abismo y aunque durante un tiempo e lo perdonó todo, algo me decía que si algo malo le pasaba a ese hombre y a sus hijos por mi culpa su forma de mirarme cambiaría y yo no podía permitirme eso, saber que me odiaba.
Prefería ser su recuerdo, el “sire” temporal que la sacó de la callé y no que pudiera ver lo oscura que era mi alma.

Besé su mejilla con la mayor ternura que fui capaz de imprimir en el beso, a mi me sabia a despedida, a ella a esperanza.
-Se que Hector no me odia, tampoco yo odio a Hector y estoy dispuesto a quedar con él y contigo, pero no en la fiesta, estará ese humano -la palabra salio escupida con cierta rabia, le tenia celos, yo un inmortal milenario -lo siento. Esto ayudará a muchos niños que como tu han sufrido el frio de la calle, has conseguido lo que querías, encontrar el equilibrio entre la inmortalidad y la humanidad. Espero sinceramente que todos puedan apreciar como yo y Hector lo hacemos la pureza de tu corazón, por desgracia te diré que no soy el único monstruo que cabalga sobre la tierra.

Y para ella Assur era otro niño perdido más, otro que sufrió demasiado, otro que se tuvo que enfrentar a sus monstruos convirtiéndose en uno y perdiendo todo vestigio de humanidad. Pero la rubia seguia pensando que bajo todo aquello estaba el sol, ese que quizás sólo brillaba para ella, como una llamita pequeña y tímida en la oscuridad.

Sonrió recreándose en su abrazo, no eran pocas las horas que había pasado pegada a su cuerpo frío, sin que ninguno de los dos aportara calor porque etsaban muertos, pero con la sensación cálida de estar en casa. Lo alargó todo cuanto Assur le dejó y terminó con el maullido de Helios, que al parecer tenía hambre.

— Oye... que travierso eres...— le dijo al gato acariciandolo entre las orejas y después miró a Assur y besó sus mejillas.— Espero que vengas pronto a visitarme, y que me cuentes todas las aventuras que te han pasado estos meses. Tu padre se ha ido de la ciudad. Diría que hasta del continente. Puedo sentir su aura asfixiante cuando está cerca y ahora...ya no.

La presencia de Caín le había pesado cual losa durante todo el tiempo que el vampiro caminó por París, al parecer su profunda oscuridad chocaba directamente con la luz de la pequeña titánide y su enorme poder mental la hacía estar conectada a esa energía oscura para repelerla y contrarrestarla. Si había decidido dejar en paz a sus hijos, era una gran noticia para todos, y ella se alegraba por Assur, un problema menos.

— ¡Oh! que no se me olvide...Están confabulando de nuevo contra los Black, pero esta vez a gran escala. El responsable es este italiano..¿cómo se llamaba? el cardenal Simonetti, un condenado. A veces me llegan ecos de sus conversaciones y está preparando una operación encubierta, primero para hundirte los negocios y después para venderte a los propios vampiros a los Consejos de toda Europa, a quienes ya empieza a envenenar. No vayas en plan destructor, eso sólo hará que todos certifiquen lo que Simonetti dice, deberías jugar a desenmascararlo.

La pequeña Hania empezaba a entender los hilos sutiles de la maquinación, para algo estaba bajo la protección de Ceo, el titán de la inteligencia, y aunque estaba muy lejos de saber jugar esas partidas, no estaba dispuesta a dejar que a Assur lo acorralaran.

Hania sonreía sin parar, se le veía tan sumamente feliz que una parte de mi compartió su dicha mientras deslizaba mis dedos por su suave piel, muchas noches compartimos lecho, nunca había valorado tanto esos momentos como ahora que no la tenia.
Besé su mejilla con delicadeza ladeando la sonrisa cuando me hablo de una nueva confabulación.
-He vivido milenios,  si algo es cierto es que la sociedad siempre confabulara contra lo que teme y yo soy digno de ser odiado, adorado, amado y por supuesto temido por todos y cada uno de los ratones que conforman este mundo. Los años, los siglos, los milenios pasaran y por ellos concurriran grandes fortunas, seres que se creen poderosos, inmortales, pero solo una cosa prevalecerá, yo.

Arrastre mis labios hasta alcanzar su cuello dejando en su yugular un tierno mordisco.
-Y me ocuparé que tu prevalezcas conmigo, quizás no es nuestro tiempo, pero soy paciente pequeña Hania, juega con tu humano, tómalo, diviértete y crece junto a él, pero...nos reencontraremos, quizás en otra época, en otro lugar con otros jugadores frente al tablero de ajedrez, ese día tu seras mi mujer.

Ladeé la sonrisa al ver su desconcierto.
-Si algo me sobre..es tiempo. Adiós pequeña Hania, volveremos a vernos.
Mis pasos sonaron huecos a través de los pasillos vacíos del orfanato, no había mas ruido que el de las ratas que bajo el edificio se movían por los alcantarillados.
Hania y yo estábamos muertos, no había latido en esta historia en el que como en el sinfín de los tiempos se encontraba luz contra oscuridad.

La eternidad era una palabra muy compleja. Ella no tenía la sensación de ser eterna, quizás eso pudieran sentirlo sólo aquellos que llevaban vagando por el mundo miles de años como Assur o Héctor. Vivía día a día sin la sensación de estar en una dimensión temporal distinta del resto, y eso se debía que aún no había visto envejecer a gente que conoció cuando eran niños. Suponía que cuando las personas que la rodeaban comenzaran a envejecer y morir y viera pasar una generación tras otra, entonces sería consciente de su inmortalidad. La eternidad sólo la había saboreado cuando estaba en la alcantarilla, cada minuto era eternno, agónico, doloroso, y parecía no acabar nunca. Ese concepto de eternidad no lo quería para ella, pero el que Assur le había descrito no lo veía tan mal. Él prevalecería a las edades del hombre, él prevalecería a los cambios en las ciudades, y verían caer imperios. Quizás en algun momento de esa eternidad sus caminos se cruzasen, de la misma forma que ella esperaba que Héctor encontrase a Febe, su amada, algún día de su eternidad. Eran titanes, y ya eran eternos antes que humanos y antes que vampiros, sólo que ella no lo recordaba ni lo sentía, por mucho que Héctor se lo explicase. Solamente aquella vez que la llevó hasta los recuerdos del Olimpo, se sintió en casa, se sintió pertenecer a ese mundo etéreo al que ahora nopodían regresar. Pero podía regresar a Assur, era lo más parecido.

Lo vio darle la espalda y caminar por los pasillos y sonrió para si misma. Sabía que siempre estaría ahí, aunque el tiempo los separase, aunque no habitasen el mismo espacio, siempre sería su sol.

Pasados unos meses, inmersa en la locura de lo que sería gestionar un Orfanato lleno de niños, su mente se esforzaba al máximo por hacerlo todo bien, por llevarlo todo al día y había veces que rayaba el alba y la encontraba sentada en el escritorio haciendo cuentas o escribiendo cartas. Era una locura de trabajo, pero le encantaba hacerlo. El coste del sobreesfuerzo es que no dormía bien de día. Pero esa vez no se trató sólo de un mal sueño, de una pesadilla, aquello fue algo más. Escuchaba llorar sin cesar a una niña. Se hablaba de un fantasma que rondaba los pasillos del orfanato desde que era un hotel. Ella no tenía dotes de medium, pero sí un oído fino y escuchaba el llanto claro y nítido.

Se levantó de su cama en la planta cuarta, la que habían destinado sólo al uso de Hania y su personal de confianza. De hecho había gruesos postigos en las ventanas y cortinas pesadas de terciopelo que anulaban la luz. Recorrió el pasillo despacio, cerciorándose que no quedaba expuesta al sol y se detuvo a la mitad cuando vio la silueta como de neblina, moverse hacia una habitación. Era una silueta de niña y la siguió con cautela. El fantasma lloraba y Hania tenía la duda de si podría entenderla al hablar, si podría comunicarse.

— ¿por qué lloras?.— preguntó. La pequeña traslúcida elevó los ojos mostrando una carita de porcelana, su cuello estaba marcado por una linea como de haber sido apresada con una soga.
— Porque no quiero ir abajo, está oscuro y frío.
— Pues no vayas, nadie te obliga, puedes quedarte aquí. Me llamo Hania y soy la dueña de este lugar. ¿Cómo te llamas?
— Emilie, pero no eres la dueña de esto. Él es el dueño y si se entera te hará daño.
— ¿Él? a quién te refieres, Emilie?
— No... no puedo hablar, me castigará y todos lo pagaremos caro.
— Espera... no...— la niña salió corriendo y atravesó una pared desvaneciéndose. Eso le daba mala espina. Decidió regresar a la cama y al día siguiente la despertaron a gritos. En la sala de música había aprecido una enorme mancha de sangre en la pared. Ella no podía bajar, era de día y si lo hacía ardería en cenizas, pero al caer la noche esperó la visita de Assur. Lo había llamado mentalmente. Tenía la sensación de que el Orfanato guardaba terribles secretos bajo sus cimientos, cosas horribles que se escapaban de su entendimiento. Héctor no estaba en la ciudad y no se sentía con la suficiente cordura como para no caer en el pánico.

Habían pasado meses desde la inauguración del orfanato de mi chiquilla, por lo que sabia, había sido un éxito, tal que hinchó el pecho de ego del titan y de orgullo de la pequeña “Black”
Sumido en mi particular partida de ajedrez, movía las piezas en albornoz con un burbon en la mano cuando la puerta fue golpeada, el latir incesante del corazón del otro lado me indicaba dos cosas, que me temía, lo que lo convertía en alguien inteligente, y que la noticia que me traía me disgustaría, lo que me hizo apurar la copa antes de decir un seco “pasa”

El humano entró tembloroso, mi mirada se hundió en sus pardos esperando que escupiera la información que traía acerca de mi chiquilla.
No tardo en contarme que en el orfanato pasaba algo que traía a Hania preocupada, que podía albergar para ella algún peligro que acabara dañandola.
Hector al parecer estaba fuera de la ciudad con lo que la joven neófita tendría que lidiar con el problema sola.

Asentí ordenandole con un gesto que saliera por la puerta y sin mas, dejé el vaso en la mesa poniéndome en pie en dirección al armario.
Me calcé un traje chaqueta azul marino, una camisa cielo y como de costumbre dejé abierto el botón de arriba sin colocar corbata alguna.

No había llegado la media noche cuando mis pasos volvieron a retumbar en el orfanato, una de las mujeres que trabajaba allí corría tras de mi a voz en grito, pidiendo a la virgen María que protegiera a los niños del intruso.
Ladeé la sonrisa cuando una Hania con el ceño fruncido y sobresaltada por los gritos salió al encuentro del intruso.
-Buenas noches Hania -dije hundiendo en ella mis aceros -¿paseamos? -pregunté tendiéndole el brazo como si el desasosiego que había causado entre las paredes de aquel lugar no me importara ni sintiera piedad por la mujer que se abanicaba mareada por un ataque de ansiedad.
-La seguridad es pésima señorita Black, debería mejorarla -bromeé dejando que apoyara su mano sobre mi brazo.

Empezamos a andar hacia los jardines en principio hablando de como fue la fiesta de inauguración, temas banales que nos sirvieron para romper el hielo si es que eso era necesario para los dos.
-¿que te preocupa Hania? He sido informado de que tienes problemas con los que lidias entre estas paredes.

— ¡Assur!.— cuando lo vio llegar pasó de los protocolos olímpicamente y se abrazó a él como solía hacer cuando vivían juntos. Como siempre, iba vestido elegante e impoluto, por contra ella vestía más cómoda, con una falda larga y una camisa de florecillas con el pelo recogido en una trenza sencilla; para "trabajar" que es lo que hacía en el Orfanato de noche, no necesitaba las sedas o las joyas.

— Está bien, señora Rennaud, no grite por favor, que despertará a los niños.— Se lo dijo con ese tono suave que tenía a la hora de decirlo todo, pero mirandola a los ojos y ejerciendo su poder casi involuntariamente. La mujer se calmó y se retiró a descansar. A veces se le olvidaba que podía hacer esas cosas, pero no le gustaba usar la manipulación mental, era juego sucio.

Se colgó del brazo de Assur y salieron al jardín a pasear, como él indicó. La luna brillaba en lo alto pero aún no estaba llena.

— Anoche pasó algo que me inquieta Assur. Me encontré con un fantasma, era el de una niña, se rumoreaba de hace tiempo que el edificio estaba encantado y bueno, eso no es demasiado aterrador. La mayoría de los edificios viejos de París tienen inquilinos. Lo que me sobrecogió es que la niña me dijo que el edificio era propiedad de "él" y que se enfadaría si hablaba conmigo...la niña parecía tener marcas de una soga en el cuello. No sé que puede estar pasando.— miró al vampiro con los ojos cargados de preocupación.— ¿Y si habita el mal aquí? ¿y si les hace daño a los niños? no sé qué hacer, Assur, ni por dónde empezar. He pensado en buscar en los registros la historia de este edificio por si nos aclara algo...pero no sé si me atrevo a dejar a los niños solos.

Se habían alejado un poco del imponente edificio rehabilitado, tan bonito por fuera como por dentro, cuando sus oídos sobrenaturales escucharon un grito infantil y los ojos de Hania se tornaron carmesí como los de Assur, corriendo a velocidad endiablada hasta la estancia de la que provenían los gritos. Una de las niñas estaba en el lavabo y lloraba sangrando por un corte profundo del brazo. En el suelo había cristales y la pequeña sujetaba uno en la mano, sollozando y llorando.

— él me dijo que lo hiciera...yo no quería, pero si no lo hacía dijo que los mataría a todos...

Hania se afanó en poner una toalla en su brazo, Assur la cogió en volandas y la llevaron a la enfermería mientras la rubia la tranquilizaba. Le habló mentalmente a Assur. "¿Puedes borrale este recuerdo? no me siento capaz de hacerlo ahora mismo".

Hania temerosa de aquel espectro que se presentó ante ella me contaba sus miedos, deslicé mis dedos por encima de los ajenos, tacto etéreo que buscaba darle calma a la que un día encobré en un alcantarillado.
-El mal en estado puro puede aterrar Hania, pero nosotros somos también .. -rectifiqué pues francamente ella podía ser vampiro, mas poseía mas luz que la mas pura de las criaturas que plagaran la tierra -soy oscuridad. Permíteme quedarme contigo en este edificio, el tiempo necesario para encontrar la solución a todo este …

El grito desgarrador de una niña convirtió mis ojos en brasas y los de Hania en puro fuego, salimos ambos corriendo hacia el baño donde una niña con el brazo ensangrentado lloraba temerosa, con los cristales del espejo aun rodeando su pequeño y desvalido cuerpo.
El olor a sangre inundó mis sentidos, un neófito se hubiera vuelto loco, mas Hania y yo controlábamos la sed.
La rubia colocó una toalla para cortar la hemorragia y yo sin pensarlo tomé a la pequeña en volandas rumbo a la enfermería.
-Tranquila pequeña no es nada, ya te enseñaré yo cicatrices -susurre en su oído meciéndola entre mis brazos -luego podrás presumir delante de Tus amigos, pero no vuelvas a hacerlo.

La niña sollozaba contra mi cuello, me centré en Hania que me pedía la hiciera olvidar, a lo que simplemente asentí sin mas. Ahora lo mas importante era curar su brazo y después ver el modo de terminar con ese ente que había decidido destrozar el sueño de mi chiquilla haciendo daño a los niños que estaban bajo su ala protectora.
No permitiría que nada dañara a Hania y eso incluía a los pequeños.

La bajé en la camilla y con tranquilidad aparté la toalla despacio, la herida era profunda, pero no tenia restos de cristal dentro y había sido limpia, los músculos no estaba desgarrados, ninguna arteria abierta, podría sanar con facilidad tras unas suturas.
-Vamos a arreglar esto -dije mirando a Hanai por encima del hombro, tráeme agua, paños y algo para suturar.
Elevé la mirada hasta la pequeña de ojos cristalinos, como arpones mis rojos se hundieron en los suyos.
-No has visto ente alguno, nadie te ha pedido que te hagas daño, ni lo has hecho para salvar a tus amigos, el miedo desaparecerá, solo jugabas en el baño con tan mala suerte que el espejo te cayó encima cortándote en el brazo.

La niña parpadeo un par de veces antes de bajar la mirada hasta su brazo, mas de nuevo reclamé su atención y ella elevó su mirada a la mía.
-Por ultimo, nunca mas obedecerás ordenes dadas que impliquen dañarte a ti misma o a alguien a quien amas.
Hania regresó con todo lo que había pedido y calmó a la pequeña que estaba asustada porque iba a darle unos puntos, el miedo al ente había sido olvidado y también su trágica  historia.

Dejó que Assur la curase, su control de la sed ante la sangre de la pequeña seguramente sería mejor que el de Hania, que aunque no tenía esos impulsos para ser una neonata, en situación de tensión no sabía cómo iba a reaccionar. Lo observó en silencio y aunque en su cuenta había millones de cadáveres, con esa niña desconocida y desvalida se estaba portando como con ella, siendo su salvación. Assur sería un monstruo, pero no para ella, no al menos mientras se comportase así con ella.

Acostó a la niña y se quedó con ella acariciando su pelo hasta que se quedó dormida. ¿qué narices estaba pasando allí? un ente maligno e invisible tenía tomado el lugar, hasta tal punto que incluso los fantasmas le temían. ¿Qué podía hacer? ¿Estaban presos de algun tipo de maldición? o quizás sería un espíritu maligno y poderoso quien acechaba entre las sombras?

Se reunió con Assur en una salita que tenían cerca de las habitaciones y le sirvió un coñac, tenía algunas botellas por si venían visitas. Al cainita le gustaba llevar un vaso en la mano, seguramente como a Héctor, que había desarrollado el gusto por el alcohol o el opio. A ella todavía le sabía todo a cenizas, quizás con el tiempo consiguiera acostumbrarse. Se sentó sobre el reposabrazos del sillón donde Assur se había aposentado y rodeó con su mano los hombros de su sire, pegando la mejilla a su pelo y suspirando.

— Ahora que estás aquí estoy mucho más tranquila.— No le importaba reconocer su debilidad, sus miedos, que era frágil y que no sabía desenvolverse sola. No le importaba admitir que lo necesitaba y aunque ahora Héctor cuidase de ella, jamás dejaría de necesitarlo.— Tenemos suficientes habitaciones para un regimiento, pero sin ventanas sólo está la mía y el viejo desván. ¿Te quedas conmigo? sólo faltaría que la señora Rennaud vaya a buscar algun trasto y te encuentre durmiendo en el suelo.— sonrió al pensarlo.— no sé qué está pasando, pero me inquieta que este lugar deje de ser seguro para los niños... todo mi esfuerzo se iría al traste por ese... lo que sea.



La noche dio paso al día y éste de nuevo a la noche. Le llegaron las noticias de que la niña atacada en el aseo evolucionaba bien y estaba feliz y como si no hubiera pasado nada, pero en el ambiente flotaba algo extraño, denso. En los papeles que consultó, no había ni rastro de nada raro y como pidió que le trajesen con urgencia toda la documentación relativa al solar, el hotel que se quedó abandonado y todo lo que concerniese a su propiedad, éstos llegaron a primera hora de la noche.

— Hay mucho por revisar. ¿Se te ocurre alguna idea?.— levantó los ojos de los papeles para mirar a Assur.— quizás debería contratar a una medium o a una bruja de esas que puedan hablar con los muertos...

Aún no había terminado la frase cundo se oyó un golpe seco en el pasillo. Se asomaron y vieron una silueta translucida como flotando, dando espasmos y moviendo sus pies como si la estuvieran colgando de la horca. Hania se escondió tras Assur en un acto instintivo, no quería ver un ahorcamiento, aunque fuera un fantasma o una ilusión. Iba a tener pesadillas con esos ojos inyectados en sangre y fuera de sus órbitas.

Habíamos pasado el día juntos en su cámara, como antaño compartimos lecho, su cuerpo pegado al mio, su cabeza en mi pecho...sin una brizna de luz que atravesara los postigos de aquella preparada habitación.
De nuevo la noche sucedió al día, nos habían traído documentación acerca del solar de aquel edificio, Hania no dejaba de leer perdiéndose en aquellas hojas interminables.
-Hania tenemos que intentar que esto no se sepa, los rumores corren como la pólvora, ademas de correr el riesgo de que te cierren esto. Te a costado demasiado levantarlo como para que un fantasma te joda el trabajo,  tampoco queremos a la inquisición o a la orden de cazadores encima tuya. De necesitarlo buscaremos una buena bruja nigromante que pueda hablar con los muertos, pero en principio intentemos soluci...

El ruido en el pasillo me interrumpió, ambos nos levantamos de las sillas de un salto y nos asomamos al pasillo encontrándonos de frente con un hombre colgado de una soga, sus ojos inyectados en sangre, su lengua fuera, amoratado y sacudiendo su cuerpo porque se ahogaba en ese momento.
Hania aterrada se escondió tras de mi mientras yo observaba sin ningún tipo de problema la escena gore.
-Quédate aquí ordené a la niña tomando rumbo hacia el espectro condenado a revivir su muerte.
-Queremos ayudarte, dejar que tu alma descanse en paz, alguien en este lugar esta haciendo daño a los niños, dime lo que sabes y te ayudaré a cruzar al otro lado.

Intentaba pedirlo por las buenas, pero que no me subestimara, el peor monstruo que había en ese edificio lo tenia en frente.
Hania corrió hasta mi, hundió su cabeza en mi pecho, mi mano cubrió su pelo dorado acariciándolo, enredando mis dedos en el en un gesto protector. Mis ojos rojos como brasas se elevaron hasta los del fantasma.
-Habla, bájate de la maroma y dime quien te envía, para negociar hay que sentarse en una mesa.

El muerto colgaba y temblaba, escenificando una muerta horrenda frente a los ojos del vampiro y la asustada rubia. De pronto se relajó y los ojos fuera de las órbitas se sbrieron como si no pasase nada, el fantasma se dejó caer hasta el suelo sonriendo con malicia, sin duda era otro espíritu burlón, que sólo quería causar estragos cons sus juegos. Se quedó parado delante de Assur con los pelos de loco erizados y esa horrososa faz descompuesta y nauseabunda.

— no puedes darnos órdenes...jejejeje.— se dio la vuelta como si se tratase sólo de un actor haciendo sus trucos, que ha acabado el turno y se va a casa. El fantasma de la niña que solía aparecerse por el último piso habló desde el rincón donde estaba sentada y abrazándose las rodillas.

— Hay un demonio que los alimenta, que los hace fuertes. Les promete que podrán volver a la vida, que podrán ocupar un recipiente nuevo si acatan sus órdenes...no puedo hablar más o me castigará.— el fantama desapareció ante sus ojos y Hania asustada tiró de Assur hacia abajo, donde estaban los niños.

— Cuide de ellos, eche el cerrojo y no abra oiga lo que oiga.— le dijo a la cuidadora de noche. En el París victoriano estaba muy de moda la sesiones de espiritismo y el conocimiento de las cuestiones del más allá.— Vamos al sótano, no sé que podremos encontrar allí, pero sus ojos miraban hacia abajo.

Descendieron las escaleras sin necesidad de prender luces, eran vampiros, seres de noche y no necesitaban alumbrar sus pasos. Tampoco es que los espíritus pudieran dañarlos a priori, pero...¿y si hacían volar una estaca? eso ya era un problema.— Assur ten cuidado, no sabemos qué es esto...

El sótano estaba lleno de trastos, antigüedades y restos de la obra, encontrar algo allí sería como hallar una aguja en un pajar, pero tenía que intentarlo. Las corrientes frías se colaban por los respiraderos y en aquella planta subterránea se escuchaban hasta los ratones entre las paredes, o el movimiento de una araña tejiendo su tela, todo parecía estar como congelado y polvoriento. Se guiaron por las pequeñas variaciones del aire que sucedían a su alrededor, allá donde la energía iba cambiando hasta llegar a una esquina de la sala donde Hania se detuvo en seco. ¿Pero qué narices era eso? Frento a ellos había como una especie de crisálida rojiza y negruzca del tamaño de un niño, pegada a la pared y parecía latir.

Alargó su mano y la rozó con la punta de los dedos, quedándose pálida de inmediato y cayendo al suelo. esa cosa drenaba la energía, se alimentaba de toda ella, y aunque Hania no podía morir por eso,se había quedado como si la hubieran drenado.

Como si de un actor teatral malo se tratara el fantasma osó bajar de su soga como si fuera del improvisado escenario y desafiarme mostrando lo necio que era, alcé el labio superior mostrandole mis colmillos que habían crecido lo suficiente como para emponzoñar mi lengua en esos momentos, quizás no pudiera darle muerte arrancándole el corazón y sacando sus tripas como un recuerdo de su muerte, pero si por mi fuera y Hania no hubiera puesto tanto empeño en crear este orfanato para los niños necesitados, arderían sus cimientos hasta que no quedara nada a lo que esos fantasmas anclarse.

Fue la niña la que de nuevo se presento ante nosotros, fantasmagórica nos habló de la promesa del demonio, al parecer los fantasmas quedaban en una vigía entre dos mundos, el de los difuntos y el de los vivos y dispuestos a regresar al segundo hacían méritos para que les consiguiera un cuerpo humano que habitar.

Hania aterrada mandó a los niños a una habitación, sus nervios la delataban y las criaturas se preguntaban al borde del llanto que pasaba.
-Es un juego ¿conocéis al conejo de pascua? -pregunté -los niños asintieron -pues dicen que esconde huevos en estas fechas en las que estamos, son de colores y están deliciosos, así que vamos a investigar si ya ha pasado por aquí esta noche, si es así, mañana podréis salir con las cestas a por los huevos ¿de acuerdo?
Los pequeños palmearon alegres, seguramente para Hania mentir estaba mal, así que cuando me miró de soslayo me encogí de hombros sin mas.
-¿que esperabas les dijera? ¿Que íbamos a cazar un demonio? -bromeé bajando de su mano hacia el sótano.

Las corrientes de aire eran frías allí abajo, no helaban nuestras pieles porque como los fantasmas eramos seres nocturnos, alimañas, depredadores en los que la oscuridad crecía como una lacra,...bueno, en todos menos en Hania que tenia mas de Titan que de vampiro, en ella todo era distinto.
Tras recorrer un trozo sin iluminar llegamos ante una especie de larva, o mejor dicho crisálida enganchada a la pared.
Nunca había visto algo igual, Hania tocó la seda tratando de descubrir que era eso tan viscoso, peor de inmediato cayó en mis brazos jadeando, como si la fuerza acabara de serle drenada.
-¡Hania! -rugí ofuscado apartándola de la crisálida roja - ¡te enviare al puto infierno!

Arranqué un trozo de marco de la puerta que quedo astillado con la punta afilada en forma de estaca y la lancé contra el capullo con violencia, mas lejos de conformarme seguí arrancando maderos para lanzarlos contra lo que quisiera que era eso.

La crisálida era rojiza y parecía tener pulso, sus paredes viscosas se movían en cuanto apenas y cuando Assur comenzó a apuñalarla con la madera arrancada de las paredes, un líquido negruzco y amarillento manchó el suelo. Era como si quella cosa fuera el saco amniótico de algun ser.

Lo que no era de esperar es que tras arrancar la capa superior, se dibujara la inconfundible silueta humana. Un niño, de pelo castaño y aproximadamente dos años, yacía enredado en aquella amaraña viscosa en posición fetal. Tenía los ojos cerrados y lo que fuera que fuese ese capullo, lo estaba alimentando y se nutría de la energía que desprendían los seres corpóreos como Hania, Assur o los niños del orfanato.

¿Qué narices era aquello? ¿Un niño demonio? ¿un niño que albergaría un demonio con el tiempo? ¿otro tipo de ser que los demonios habían conseguido crear para que les abriese las puertas de esta dimensión y así poder engullirla? Todas las posibles respuestas sonaban mal, pero en los oídos de Assur lo que golpeó fue el latido de un corazón vivo y el olor de la sangre humana, y desde luego no era ni de Hania ni de él.

La rubia se incorporó a duras penas, era como si le hubieran drenado toda la energía y a pesar de estar muerta, su cuerpo necesitaba esa energía para moverse y no sucumbir a un coma eterno.

—¡Assur detente! es sólo un niño...no sé que es, quizás tenga algo que ver con el mundo de las sombras, pero huele como un humano y le late el corazón...no lo mates.

Para ella su especie no dejaba de ser una raza demoniaca, así que no se sentía en la posición de juez para juzgar la existencia de nadie y mucho menos segar la vida de un niño tan pequeño. Si era mortal, entonces se le podría dar fin en cualquier momento ¿no?. Se tambaleó hasta la crisálida destrozada y esta vez cuando la tocó no notó que la energía le fuera absorbida, retiró unos mechones de la cara del infante y comprobó que estaba caliente, al contrario que ella. Miró a Assur con un interrogante en la mirada. De momento se lo quedaría ella, pero si daba problemas, sabía que podía contar con Uryan para que se lo llevase al bosque como un chachorro.

En la crisálidas un niño de unos dos años en posición fetal con su dedo ente los labios parecía crecer alimentado no se bien de que. Fuere lo que fuere aquel ser, no era bueno, no era humano y cuando el latido de su corazón golpeó mi oído mi diestra se alzó predispuesta a acabar con aquello que lo mantenía con “vida”
Mas fue Hania, la que en su bondad infinita me ordenó que me detuviera, se equivocaba viendo luz en un monstruo, lo podía asegurar yo que era la mayor oscuridad latente en la tierra en este momento, reconocía a los míos con solo verlos y él sería un peligro si hoy no terminaba con su vida, mas mi brazo se relajó, pues aun sabiendo era un monstruo, no quería que Hania me viera de ese modo.

Mi chiquilla quería quedárselo, pero mi negación fue rotunda, solo la oscuridad puede ser padre de un demonio y nunca permitiría que algo como esto que crecía frente a mis ojos corrompiera a la luz que desprendía Hanía.
-Me ocuparé yo del niño, lo educaré, lo formaré y lo llevaré por un camino que si bien estará lleno de sombras, será capaz de fundirse en ellas y convivir con la luz del día.

Así ambos sellamos un acuerdo implícito en el que yo protegería la vida de la criatura, a cambio de que ella no se manchara las manos con un demonio y que si volvía a suceder, jamas ella se quedara ocn ninguno de esos seres, pues el mal anidaba en ellos como una lacra pesada.
-Esto no soluciona el problema, si no aniquilamos de raíz el mal que inunda el orfanato, o podrás mantenerlo abierto, es evidente que aquí los niños no están a salvo, hemos de buscar información sobre la historia de este lugar...y por que ha empezado ahora a manifestarse toda su maldad.

De ser necesario, tendríamos que acudir en busca de ayuda, pero siendo discretos, si la inquisición se enteraba de lo que estaba pasando aquí tildarían a Hania de bruja y acabaría ardiendo o le cortarían la cabeza y eso era algo que no permitiría aunque yo mismo tuviera que reducir este lugar a cenizas. Podía emprender un nuevo proyecto en otra parte, sabía que había puesto mucha ilusión en esto, pero su vida era para mi lo mas importante, su seguridad mi única meta y creo que en esto Hector estaría de acuerdo.

Sabía que Assur lo habría matado porque en verdad era la solución más práctica y plausible y que además antepondría el mal de uno por el beneficio de muchos, ya que los niños no estarían nunca a salvo de aquella criatura en caso de quedarse en el orfanato. Pero también sabía que en el demonio hijo de Caín había cierta luz que con ella parpadeaba y emergía, y si alguien era capaz de hacer un sacrificio asi, era él, su sol, su sire.

— Dejame que te ayude en lo que pueda...sé que tú lo harás bien, que no habrá mejor padre para un niño nacido de la oscuridad, porque tú la entiendes y sabes lo que es. Lo que sea...desde hornearle galletas o enseñarle a leer a ... no sé, seguro que podemos encontrar algo que pueda hacer y te sea útil.

Y aunque no lo dijera, también quería estar presente en la vida de ese niño y de la de Assur porque cualquier oveja desvalida, cualquier criatura perdida y fuera de lugar, le recordaba a si misma y al enorme gesto del vampiro que la acogió y la recuperó para traer de vuelta a Hania Doe de entre los despojos que era.

Ciertamente debían buscar información sobre el orfanato y lo que estaba ocurriendo, porque así no podían seguir. Mandó a todos los niños y profesores a una excursión improvisada a los baños de Saint Tropez en la costa francesa, con la excusa de que había una invasión de ratas y debían exterminarlas, así tendrían el caserón para ellos solos. Assur contactó con una bruja poderosa, una de esas que entendía la diferencia entre el mundo humano y el de los muertos, las dimensiones que adquiría ese caso necesitaban de las manos expertas de alguien acostumbrado a transitar el velo de las realidades. Otro cainita le recomendó sus servicios, al parecer la bruja Paine se había sumido en la magia más oscura cuando poco a poco su vida se fue quedando en la penumbra. Sus batacazos sentimentales habían empujado a Elora hasta un punto en el que se estaba convirtiendo en ese ser frío que nunca quiso ser, y si algo la ataba a este mundo era su pequeña hija Arya.

La mujer de oscuros cabellos y mirada negra como la noche descendió de una calesa y cruzó la cerca del orfanato donde la esperaba una jnovencita rubia y angelical y un vampiro de aspecto amenazador. Se había acostumbrado ya a tratar con seres sobrenaturales de todo tipo, su relación con la Orden de Hellsing no había cesado a pesar de que su relación con Xaryne se había ido apagando día tras día hasta el momento en el que la alemana decidió continuar su camino por la vida lejos de Arya y Elora.

Habían sido multitud de factores los que habían minado esa relación; Xar jamás le perdonó a Elora lo de Arya a pesar de que fue estando poseída por un espírutu maligno. Ella no quería descendencia y Elora había decidido por las dos. La aparición de Nahia, el antiguo amor de Xar, tampoco ayudó, y finalmente, día tras día, la llama se fue apagando hasta que sólo quedó bilis, amarga y difícil de tragar. Pero la bruja seguía adelante. Su magia había sido utilizada con propósitos beneficiosos ya que frecuentaba a cazadores y licántropos. Tras experimentar la cruda realidad (que nada es para siempre) Elora regresó a sus antiguas costumbres, es decir, a traficar con su magia y a investigar los límites de la misma, escorando un poco hacia la oscuridad que siempre supo que albergaba dentro.

— Buenas noches. Así que este es el lugar. Si no les importa, esto son negocios, así que el pago primero.— Había pedido a Assur en pago una piedra lunar algo extraña e imposible de sacar del museo del Vaticano, pero para el cainita ese precio no era muy elevado, los asuntos de los humanos eran para él meros trámites y para qué usase la bruja dicha piedra se la traía al pairo.

Entraron después en el recinto y allí la bruja ya pudo notar que el poder que solaba ese lugar no era de este mundo, allí el velo entre la vida y la muerte estaba roto y transitaban entes y energías de todo tipo. Una brecha entre los dos mundos era algo muy peligroso y debía cerrarla, eso por descontado, pero iba a necesitar mucho poder y un ritual peligroso.