AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The Devil's replacement —Priv. Janelle
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The Devil's replacement —Priv. Janelle
The Devil's replacement
Dos náufragos en un mar desconocido entrelazan sus manos al son de un nombre en común.
Dos náufragos en un mar desconocido entrelazan sus manos al son de un nombre en común.
Su reloj de bolsillo —engarzado con oro en lugar de plata— marcaba las siete y tres minutos por la tarde; llevaba el día entero surcando la ciudad de París dentro de aquel bamboleante carruaje y, aunque debiera admitir la comodidad de los asientos tapizados en un cuero exquisito, no veía la hora de arribar a la casona y desplomarse sobre la cama —posiblemente no la suya, sino la de su hermano— para sumirse en un profundo sueño que juzgaba bien merecido.
Aún faltaban algunas calles para llegar a destino, así que decidió ocupar su tiempo en repasar los documentos que guardaba en su maletín. Reseñas, ingresos y estadísticas referentes a uno de los burdeles más concurridos que poseía su hermano y aquel al que se dirigía entonces, la última parada en el prolongado itinerario pautado para aquella jornada.
Ahora que Sokolović se encontraba ausente y había delegado en él la administración de sus negocios, creyó prudente ocupar su tiempo recorriendo los establecimientos y dándose a conocer al personal, así como la situación que les atañía eventualmente. Reemplazar a su hermano suponía un gran reto, puesto que, por mucho que ambos descendieran del mismo linaje, las cualidades que compartían eran escasas. En principio, la actitud prepotente y los ánimos avasallantes que caracterizaban a su hermano a flor de piel, en él eran menos evidentes; la frialdad y falta de empatía que podía exponer Bertok delante de cualquier criatura viviente era algo que a Radu se le dificultaba enormemente, después de todo, por sus venas sí corría sangre caliente.
El transporte se detuvo frente al establecimiento y el joven dedicó unos instantes a contemplar la fachada. La zona en la que se hallaba ubicado el burdel era perfectamente propicia para ese tipo de negocio, más aún para acaparar la atención de la clientela más generosa e influyente de la ciudad, por ende, el aspecto relativamente pomposo y bien cuidado del frente de la edificación no representó ninguna sorpresa.
Descendió del carruaje y pagó lo correspondiente al cochero, dispuesto a avanzar rumbo a la entrada del recinto. Golpeó la puerta con insistencia más de una vez, hasta que finalmente alguien se aproximó para remitirle el horario de apertura. Debió insistir para que le dejaran ingresar, debiendo recurrir, incluso, a detallar sus funciones y posición; la batalla verbal acabó truncándole los ánimos y ascendió las escaleras hasta la oficina con el ceño fruncido.
El interior del burdel se apreciaba agradable, aunque la escasez de luz no aportara al carácter acogedor, el buen estado de la infraestructura, así como la del mobiliario delataba la calidad de clientela que solían esperar allí. Incluso la selección de colores se imponía sugerente y alentadora, se preguntaba si aquello habría sido aporte de su hermano o, acaso, propuesta de algún empleado bien remunerado.
Una vez en el estudio, pidió que llamaran a la persona encargada de administrar el local en ausencia del propietario, su nombre era Janelle, estaba seguro, aunque recordar el modo en el que se había enterado de los detalles le producía escalofríos. Oh, la ausencia de Sokolović ya se hacía inmensa y cuánto fastidio le ocasionaba saberlo así.
Tomó asiento detrás del escritorio, memorizando la sensación que le infundía hallarse en aquella habitación, la que desde entonces debiera ocupar en cada visita. Extrajo de su maletín los documentos nuevamente y se dedicó a repasarlos de forma superficial, entre los papeles llevaba un mapa de la capital francesa que se había encargado de completar con la localización de cada negocio y puerto de transferencia bajo el dominio de su hermano, luego de cada estadía, había anotado en alemán detalles breves y relevantes a tomar en consideración.
Visualizar una vez más aquel resumen de la ciudad solidificaba su conclusión referente al burdel en el que se alojaba, indiscutiblemente se encontraba establecido en una zona estratégica para distinguir a la clientela y, aunque la desventaja más pronunciada era una sola, no era digna de pasar desapercibida. La competencia era exhaustiva con las instituciones de igual rubro que se desperdigaban por la región y, aunque aquella propiedad llevase a cuestas una reputación incuestionable y visitantes habituales, la intención de Radu era incrementar los ingresos, para lo cual había elaborado una interesante propuesta de acción.
Sin más demora debía discutirla con la persona que mejor conocía el sitio y, en ausencia de Bertok, aquella era Janelle, cuya presencia aguardaba impasible.
Al cabo de unos instantes, el llamado retumbó en la puerta y Radu se apresuró en acomodar sus pertenencias sobre el escritorio.
—Adelante —anunció con firmeza.
Radu V. Rosenthal- Licántropo Clase Alta
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Re: The Devil's replacement —Priv. Janelle
Desde que el dueño había anunciado su partida, Janelle se sentía tremendamente contrariada. Alivio, sí, en grandes cantidades, pero también temor de no estar capacitada para cuidar por sí sola del negocio. ¿Qué le haría si a la vuelta encontraba todo en el burdel sumido en un oscuro caos? Janelle moriría sin siquiera poder explicarle nada, estaba segura de eso, si cerraba los ojos hasta podía ver la imagen en la que él le apretaba el cuello con ambas manos, disfrutando de robarle la vida.
Algunas mañanas –porque las prostitutas no dormían de noche- soñaba que volvía a su trabajo en el puerto, allí donde los hombres eran bruscos y violentos –a niveles sangrientos- pero donde era dueña de su vida. Donde no tenía que temerle a nadie poderoso, porque le era suficiente con tener su daga filosa siempre a mano. Pero no, eso no era lo mejor y Janelle lo sabía. Además ella no solo tenía que ver por sí misma, sino también por su hijita y algo tenía claro, por el bienestar de su niña haría cualquier cosa.
Esa había sido una mala mañana porque malos pensamientos la habían asaltado. De igual forma, la vida debía continuar y ahora sin el Conde a cargo todo recaía en ella, desde lo más cotidiano -de lo que ya se ocupaba-, hasta las cosas importantes que solo él sabría manejar. Levantó a sus compañeras y las instó a poner las manos en los quehaceres diarios. Debían alistar las habitaciones, pues se valoraba del lugar que todo estuviese reluciente e impecable. Tenían una reputación que mantener y si caía no sería mientras Janelle estuviera a cargo, pues la mujer valoraba su vida.
Fregaba los pisos a la par de sus compañeras cuando alguien le comentó que tenía visitas. Curiosa, Janelle dejó las herramientas de limpieza a un lado y se incorporó.
-¿Para mí? ¿Quién me busca? –le preguntó a la otra mujer y esa le refirió que había llegado un hombre, que se había acomodado en el estudio que siempre ocupaba el Conde y que pedía por ella-. Necesito unos minutos, mira como estoy... No puedo recibir a nadie así.
Corrió a arreglarse. Hacerse un peinado rápido y prolijo y cambiar sus ropas. Pese a que tenía experiencia en velocidad, llegó igualmente con demora al estudio. Tal vez su voz sonó algo agitada cuando se presentó ante el desconocido que parecía tener tanto poder como el mismísimo Sokolovic, si acaso una cosa así fuese posible.
-Bienvenido, soy Janelle van Dergjant –se acercó a él, pero no le tendió la mano-. Entiendo que me buscaba. En ausencia del Conde estoy a cargo del lugar. ¿En qué puedo ayudarle?
Algunas mañanas –porque las prostitutas no dormían de noche- soñaba que volvía a su trabajo en el puerto, allí donde los hombres eran bruscos y violentos –a niveles sangrientos- pero donde era dueña de su vida. Donde no tenía que temerle a nadie poderoso, porque le era suficiente con tener su daga filosa siempre a mano. Pero no, eso no era lo mejor y Janelle lo sabía. Además ella no solo tenía que ver por sí misma, sino también por su hijita y algo tenía claro, por el bienestar de su niña haría cualquier cosa.
Esa había sido una mala mañana porque malos pensamientos la habían asaltado. De igual forma, la vida debía continuar y ahora sin el Conde a cargo todo recaía en ella, desde lo más cotidiano -de lo que ya se ocupaba-, hasta las cosas importantes que solo él sabría manejar. Levantó a sus compañeras y las instó a poner las manos en los quehaceres diarios. Debían alistar las habitaciones, pues se valoraba del lugar que todo estuviese reluciente e impecable. Tenían una reputación que mantener y si caía no sería mientras Janelle estuviera a cargo, pues la mujer valoraba su vida.
Fregaba los pisos a la par de sus compañeras cuando alguien le comentó que tenía visitas. Curiosa, Janelle dejó las herramientas de limpieza a un lado y se incorporó.
-¿Para mí? ¿Quién me busca? –le preguntó a la otra mujer y esa le refirió que había llegado un hombre, que se había acomodado en el estudio que siempre ocupaba el Conde y que pedía por ella-. Necesito unos minutos, mira como estoy... No puedo recibir a nadie así.
Corrió a arreglarse. Hacerse un peinado rápido y prolijo y cambiar sus ropas. Pese a que tenía experiencia en velocidad, llegó igualmente con demora al estudio. Tal vez su voz sonó algo agitada cuando se presentó ante el desconocido que parecía tener tanto poder como el mismísimo Sokolovic, si acaso una cosa así fuese posible.
-Bienvenido, soy Janelle van Dergjant –se acercó a él, pero no le tendió la mano-. Entiendo que me buscaba. En ausencia del Conde estoy a cargo del lugar. ¿En qué puedo ayudarle?
Janelle van Dergjant- Prostituta Clase Baja
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Re: The Devil's replacement —Priv. Janelle
The Devil's replacement
Dime por qué las presas combaten en una guerra que ya llevan perdida.
Dime por qué las presas combaten en una guerra que ya llevan perdida.
El joven se puso de pie tan pronto el picaporte emitió un chasquido y se alojó a un costado del escritorio. De pie, contempló la figura que se aproximaba desde el exterior y con una intensidad poco disimulada, evaluó su aspecto. Afirmar cualidades de las personas que se ganaban la vida fingiendo resultaba complejo, había aprendido en las últimas semanas que sacar conclusiones apresuradas no devenía en ninguna ventaja y que una posición autoritaria prestada tampoco le aseguraba el poder sobre las cosas.
Radu inclinó ligeramente la cabeza en respuesta al saludo de la muchacha, le alivió no tener que emplear principescas formalidades para adornar la ocasión, después de todo, ella era una prostituta y él el reemplazo de un timador con título nobiliario.
—Gracias, Janelle, mi nombre es Radu, Radu Vasska Rosenthal —se presentó, haciendo alarde de una calma y dominio de la situación imperturbables—. Supongo que mi hermano habrá hecho mención de mí, en su ausencia, me haré cargo de sus vastos negocios. —Especificó, rodeando el mobiliario con las manos entrelazadas detrás de la espalda.
—Me ha dejado dicho que, ante cualquier evento referente al burdel, recurra a ti. Deduzco que eres una empleada de suma confianza, no sabes cuánto me facilita el trabajo el hecho de que lleves el control del local. —Se detuvo un momento, volteando en dirección de la joven—. Sin embargo, he venido a comprobar con mis propios ojos cómo funcionan las cosas por aquí, ¿te molestaría resumirme los detalles?
Se recargó contra el escritorio, cruzándose de brazos, a espera del reporte que definiría la aplicación de su propuesta. No estaba seguro de que los documentos en su posesión contuviesen la información correcta, por ello había decidido aproximarse en persona al establecimiento; además, interactuar con los administradores era indispensable si pretendía llevar el control de las acciones. Aún así, en un remoto rincón de su conciencia, quería comprobar qué clase de actividades realizaba su hermano en aquel tipo de recinto, teniendo en consideración la naturaleza de los servicios que en él se ofrecían.
Janelle manifestaba peculiar honradez en su porte, el joven se preguntaba qué motivos tendría una mujer como ella para trabajar en aquel tipo de negocio. En resumidas cuentas, si su hermano había elegido delegarle a ella las responsabilidades administrativas, debía ser portadora de alguna cualidad destacable. O ser una muchacha extremadamente leal, en cuyo caso se preguntaba qué métodos habría empleado Sokolović para persuadirla.
De improviso, todas las interrogantes se apiñaron en su mente, ocasionándole un creciente malestar, un presentimiento poco grato. Se masajeó el puente de la nariz en un intento por disipar sus pensamientos y exhaló un suspiro, dispuesto a cambiar el curso de la conversación.
—Muy bien, es suficiente. He venido con la intención de poner en práctica cierta estrategia que ha estado rondando mi mente; por eso necesito de tu opinión y colaboración. —Se apartó del escritorio y avanzó hacia la muchacha, deteniéndose justo frente a ella.
Le dedicó una mirada prolongada, víctima del torrente de pensamientos que, por mucho que se lo propusiera, se negaban a ser contenidos. Era una mujer joven y sumamente atractiva, delgada, mas íntegra en apariencia; ¿cómo había logrado clamar la atención de su hermano? Oh, la curiosidad le estaba matando.
—No seré Sokolović —sentenció, incapaz de contener el fluir de las palabras—, pero, en su ausencia, procura dirigirte hacia mí como lo has hecho con él hasta ahora. —La sostuvo por el mentón con los dedos índice y medio, delicadamente, como si con ello buscara absorber cada detalle inherente a sus facciones.
Él no podía convertirse en su hermano, pero tampoco pretendía hacerlo. Se encargaría de las cosas a su manera, con eficacia, mas empleando sus astutas artimañas. Cuantos más vasallos de sus planes lograra reclutar, mejores serían los resultados que presumiría al vampiro.
Radu V. Rosenthal- Licántropo Clase Alta
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Re: The Devil's replacement —Priv. Janelle
Ese apellido… su refugio y castigo a la vez, su condena y salvación. Maldito el conde y maldito éste hombre que pronunciaba su apellido –suyo y del demonio- con tanto orgullo. Janelle suspiró y de inmediato su postura cambió, adoptó una mucho más sumisa, solícita, y respetuosa. Su hermano… ¿es que no podía ser libre del conde siquiera una semana?
-No, lo siento. Su hermano no mencionó que usted llegase, sí que vendría alguien de su confianza a controlar el negocio, pero no dijo que sería alguien tan importante como su propio hermano. De haberlo sabido podríamos haberlo esperado de otra forma. –De pronto notó que nada sabía del hombre, que no podía hacer que se sintiese a gusto allí y, en consecuencia, podría ser peligroso para ella el reporte que a Sokolovic le diera-. Dígame, le ruego, ¿qué desea para estar a gusto aquí? ¿Ha comido algo? ¿Desea que alguna de las muchachas le haga compañía? –le sonrió, seductora, esperando que de entre todas siempre la eligiera a ella porque si no, ¿dónde estaba la ventaja de estar a cargo?
Pese a que hacía tiempo que la belleza masculina le daba francamente lo mismo en uno y otro hombre –mientras pagasen-, Janelle no pudo evitar juzgar que Radu era mucho más bello que su hermano, aunque carecía de la sensualidad del conde pues la de ese hombre nacía del misterio que lo envolvía, en cambio a éste parecía abrazarlo la transparencia.
Se acercó un poco más a él sin perder la media sonrisa. ¿Qué podía decirle? Que todo iba igual, que sus esfuerzos habían estado en procurar la seguridad del lugar que sin el conde y estando en manos de una prostituta parecía estar desprotegido, pese a que hombres de confianza del vampiro se habían quedado para el cuidado de los trabajadores… pero sí, Janelle no se sentía segura sin ese demonio cerca y eso era toda una contradicción que la enloquecía.
-Todo ha estado tranquilo por aquí, aunque si he de hablar con sinceridad… necesitábamos a un hombre para sentirnos más seguras, verá… los empleados de su hermano, los que cuidan del lugar, a veces se muestran reacios a cumplir mis pedidos, ¡cuánto más mis órdenes! Reconozco que, en ese sentido, es un alivio tenerlo por aquí. Luego, en lo referido a ganancias, la incorporación de los dos muchachitos rusos nos ha hecho incrementar los ingresos, aunque me parece que trabajan demasiado y sin descanso… les he propuesto que tomen menos clientes pero ambos se han negado, necesitan ese pequeño porcentaje que les queda, creo que tienen ambos hermanitos en el orfanato.
Los muchachos le daban pena, ella sabía lo que era esforzarse por el bien de otro, tenía a su pequeña hija viviendo allí con ella después de todo. Pero eran pocos los prostitutos que había en ese burdel y no podían prescindir de sus servicios pues las prácticas homosexuales estaban creciendo en la ciudad y ya eran muchos los clientes fijos que aparecían al menos dos noches a la semana en busca de los muchachos que allí trabajaban.
-¿Una estrategia? Suena interesante… ¿Qué…? –le tomó por sorpresa la reacción de él, pero no dejó que eso se reflejase en su rostro-. No, ya me he dado cuenta que no es usted como su hermano –le declaró y suavemente acarició, una y otra vez la piel del brazo del hombre que, extendido, acababa con su mano aprisionando el rostro de Janelle.
-No, lo siento. Su hermano no mencionó que usted llegase, sí que vendría alguien de su confianza a controlar el negocio, pero no dijo que sería alguien tan importante como su propio hermano. De haberlo sabido podríamos haberlo esperado de otra forma. –De pronto notó que nada sabía del hombre, que no podía hacer que se sintiese a gusto allí y, en consecuencia, podría ser peligroso para ella el reporte que a Sokolovic le diera-. Dígame, le ruego, ¿qué desea para estar a gusto aquí? ¿Ha comido algo? ¿Desea que alguna de las muchachas le haga compañía? –le sonrió, seductora, esperando que de entre todas siempre la eligiera a ella porque si no, ¿dónde estaba la ventaja de estar a cargo?
Pese a que hacía tiempo que la belleza masculina le daba francamente lo mismo en uno y otro hombre –mientras pagasen-, Janelle no pudo evitar juzgar que Radu era mucho más bello que su hermano, aunque carecía de la sensualidad del conde pues la de ese hombre nacía del misterio que lo envolvía, en cambio a éste parecía abrazarlo la transparencia.
Se acercó un poco más a él sin perder la media sonrisa. ¿Qué podía decirle? Que todo iba igual, que sus esfuerzos habían estado en procurar la seguridad del lugar que sin el conde y estando en manos de una prostituta parecía estar desprotegido, pese a que hombres de confianza del vampiro se habían quedado para el cuidado de los trabajadores… pero sí, Janelle no se sentía segura sin ese demonio cerca y eso era toda una contradicción que la enloquecía.
-Todo ha estado tranquilo por aquí, aunque si he de hablar con sinceridad… necesitábamos a un hombre para sentirnos más seguras, verá… los empleados de su hermano, los que cuidan del lugar, a veces se muestran reacios a cumplir mis pedidos, ¡cuánto más mis órdenes! Reconozco que, en ese sentido, es un alivio tenerlo por aquí. Luego, en lo referido a ganancias, la incorporación de los dos muchachitos rusos nos ha hecho incrementar los ingresos, aunque me parece que trabajan demasiado y sin descanso… les he propuesto que tomen menos clientes pero ambos se han negado, necesitan ese pequeño porcentaje que les queda, creo que tienen ambos hermanitos en el orfanato.
Los muchachos le daban pena, ella sabía lo que era esforzarse por el bien de otro, tenía a su pequeña hija viviendo allí con ella después de todo. Pero eran pocos los prostitutos que había en ese burdel y no podían prescindir de sus servicios pues las prácticas homosexuales estaban creciendo en la ciudad y ya eran muchos los clientes fijos que aparecían al menos dos noches a la semana en busca de los muchachos que allí trabajaban.
-¿Una estrategia? Suena interesante… ¿Qué…? –le tomó por sorpresa la reacción de él, pero no dejó que eso se reflejase en su rostro-. No, ya me he dado cuenta que no es usted como su hermano –le declaró y suavemente acarició, una y otra vez la piel del brazo del hombre que, extendido, acababa con su mano aprisionando el rostro de Janelle.
Janelle van Dergjant- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 18/04/2017
Re: The Devil's replacement —Priv. Janelle
The Devil's replacement
Resguarde el palo al señor, para que los perros nunca se rebelen en su contra.
Resguarde el palo al señor, para que los perros nunca se rebelen en su contra.
¡Bah!, no le sorprendía que su hermano no hubiese hecho mención de su identidad, después de todo, a Sokolović le encantaban aquellos juegos del misterio en donde a la vuelta de cada esquina te topabas con una sorpresa. Además, desde que pudiera recordar, Radu siempre había sido el más desprestigiado por su hermano, sin importar cuáles fueran los motivos detrás de todo, el hecho de que el mayor no le reconociera como a un igual le perseguía como pesadilla crónica desde su temprana adolescencia.
—Estoy bien, no te preocupes, si hay algo de lo que me enorgullezco profundamente es de no poseer los mismos hábitos quisquillosos de mi querido hermano mayor —sentenció con ironía. Sin embargo, aquello de que alguna jovencita le hiciera compañía le indujo un sabor amargo en el paladar, ¿qué demonios hacía Bertok cuando se pasaba por allí?
El informe de la muchacha le pareció más que apropiado, efectivamente, la estrategia que había estado ideando durante sus viajes por París —cuya frecuencia, por cierto, ya le estaba hastiando— aparentaba estar en condiciones de ponerse en marcha en la eventualidad y era para aquello que había recurrido a la asistencia de Janelle.
Radu hizo caso omiso a las caricias de la joven y se concentró en memorizar su peculiar aroma; podía percibir sus palpitaciones a través de las yemas de sus dedos, le agradaba la aparente serenidad que manifestaba en su presencia. Que no le tuviera miedo era importante, el temor turba la mente y la hace propensa a cometer errores, lo único que buscaba él en su rol era que se le tuviera respeto. Respeto y lealtad, claro está, después de todo, su sangre portaba el legado de los grandes líderes.
—Me alegra que lo notes, pretende tenerlo en consideración de ahora en más. —La liberó de su agarre y retornó hacia el escritorio, interponiendo entre ambos una distancia moderada—, no me interesa que me teman, ciertamente, eso se le da mejor a Sokolović y, tómalo a parodia o no, pero me ha acomplejado siempre. Lo que necesito, Janelle, es un aliado en este negocio y espero encarecidamente que estés dispuesta a ocupar ese lugar.
Se trasladó hacia un extremo de la habitación y con suma familiaridad tomó un asiento por allí apostado, lo sostuvo con un brazo y lo posicionó delante del escritorio, luego se sentó del lado opuesto e invitó a la mujer a imitarlo mediante un gesto de la mano.
—Mencionaste que los nuevos empleados están tomando una cantidad de clientes excesiva para ganar más dinero, ¿no es así? Corrígeme si me equivoco, pero por lo que se me ha informado, el número de visitantes del local no hace al incremento de los ingresos, la fuente principal de estos es, por demás, el alto consumo de aquellos con mayor nivel adquisitivo.
»Ahora bien, ¿no disponemos, acaso, de trabajadores con cualidades remarcables no sólo a nivel interno, sino en contraste con otras instituciones del mismo rubro? Creo que Sokolović ha estado menospreciando a sus empleados y apostando, hasta ahora, al aumento de la clientela indistintamente de sus contribuciones específicas. En otros términos, no se ha estado fijando en los detalles. —Hizo una pausa para reclinarse sobre el respaldo del asiento.
—Janelle, ¿qué opinas sobre la posibilidad de seleccionar a nuestros cortesanos más destacados —particularmente por su atractivo físico o, bien, la calidad de sus servicios— y conformar un círculo selecto de trabajadores de élite? Para acceder a su compañía se debería pagar un precio mucho más alto que el convencional y se estaría prometiendo con ello al cliente, no sólo la mejor de las atenciones sino, también, un ambiente de intimidad equivalente al monto. Para ello, claro está, deberíamos acondicionar algunas de las habitaciones y convertirlas en alcobas despampanantes, además, los cortesanos que conformen este círculo recibirán los mejores cuidados y accesorios. Ya sabes, soy un fiel creyente del hecho de que un buen ámbito de trabajo favorece el desempeño de los dependientes.
Finalizada su propuesta, se cruzó de piernas e hizo uso de los apoyabrazos del asiento; por el momento, estaba dispuesto a apostar en aquella institución para incrementar los ingresos generales y poder, entonces, poner en juego sus restantes estrategias en otros negocios a su cargo.
Mientras aguardaba la respuesta de Janelle, volvió a dedicarse unos momentos para observarla detenidamente, ahora la pregunta que anteriormente rondara estorbándole el pensamiento se había vuelto mucho más clara y estridente: ¿se habría acostado con ella su hermano?
Radu V. Rosenthal- Licántropo Clase Alta
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Re: The Devil's replacement —Priv. Janelle
Le sorprendió altamente el sutil rechazo del hombre, por el contrario, su hermano siempre caía en la tentación que ella le ofrecía. Confirmado estaba para Janelle entonces: ese tal Radu en nada se parecía al Conde. Se lo diría, pues quería estudiarle la expresión:
-Qué extraño se me hace su rechazo. El Conde jamás se negaba a mis caricias, ¿va a hacerlo usted? –Con una sonrisa y movimientos por demás sensuales, Janelle tomó asiento frente a él y se recogió las faldas para que sus piernas quedasen al descubierto. –Lo escucho, cuénteme sus ideas.
La idea le pareció novedosa, ella no había trabajado nunca en un burdel que usase cortesanos diferenciales y tenía muchas dudas al respecto, pero creía que podría funcionar allí, ella misma presenciaba noche a noche cómo los clientes elegían a los y las mejores, mientras que un pequeño grupo quedaba para el final, para los que llegasen más tarde y no tuvieran demasiadas opciones para desfogarse.
No estaba tan segura de que aquella idea le gustase al verdadero dueño del lugar, era una medida muy importante y había que hacer reformas en las rutinas ya establecidas en el burdel. Janelle sopesó sus opciones: si el cambio funcionaba, el dinero se incrementaría y él los felicitaría a ambos –a su hermano y a la puta que había quedado a cargo, o sea: ella-, pero si no funcionaba Janelle siempre podría decir que Radu había dado las órdenes. Por un momento recordó lo que el Conde le había dicho en esa misma habitación, luego de tomarla con fuerza sobre el escritorio: que su enviado sería como él, que sus órdenes debían ser cumplidas. En eso se ampararía ella.
-Creo que puede funcionar muy bien –le aseguró, porque en verdad era su opinión-. Las habitaciones de la planta alta no se usan, son cuatro y muy amplias, pero siempre usamos solo la planta baja del burdel. Creo que podríamos comenzar por refaccionar esas, incluso la más grande podría venderse para fiestas especiales, donde seamos varios los cortesanos disponibles –lo miró fijamente y separó sus labios, sabedora de su belleza-. He dicho seamos, pues me gustaría ser parte. Yo misma puedo mostrarles cuáles son los otros que entrarían dentro de la descripción que usted acaba de darme.
-Qué extraño se me hace su rechazo. El Conde jamás se negaba a mis caricias, ¿va a hacerlo usted? –Con una sonrisa y movimientos por demás sensuales, Janelle tomó asiento frente a él y se recogió las faldas para que sus piernas quedasen al descubierto. –Lo escucho, cuénteme sus ideas.
La idea le pareció novedosa, ella no había trabajado nunca en un burdel que usase cortesanos diferenciales y tenía muchas dudas al respecto, pero creía que podría funcionar allí, ella misma presenciaba noche a noche cómo los clientes elegían a los y las mejores, mientras que un pequeño grupo quedaba para el final, para los que llegasen más tarde y no tuvieran demasiadas opciones para desfogarse.
No estaba tan segura de que aquella idea le gustase al verdadero dueño del lugar, era una medida muy importante y había que hacer reformas en las rutinas ya establecidas en el burdel. Janelle sopesó sus opciones: si el cambio funcionaba, el dinero se incrementaría y él los felicitaría a ambos –a su hermano y a la puta que había quedado a cargo, o sea: ella-, pero si no funcionaba Janelle siempre podría decir que Radu había dado las órdenes. Por un momento recordó lo que el Conde le había dicho en esa misma habitación, luego de tomarla con fuerza sobre el escritorio: que su enviado sería como él, que sus órdenes debían ser cumplidas. En eso se ampararía ella.
-Creo que puede funcionar muy bien –le aseguró, porque en verdad era su opinión-. Las habitaciones de la planta alta no se usan, son cuatro y muy amplias, pero siempre usamos solo la planta baja del burdel. Creo que podríamos comenzar por refaccionar esas, incluso la más grande podría venderse para fiestas especiales, donde seamos varios los cortesanos disponibles –lo miró fijamente y separó sus labios, sabedora de su belleza-. He dicho seamos, pues me gustaría ser parte. Yo misma puedo mostrarles cuáles son los otros que entrarían dentro de la descripción que usted acaba de darme.
Janelle van Dergjant- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 18/04/2017
Re: The Devil's replacement —Priv. Janelle
The Devil's replacement
Más egoísta es a quien le sobra, que los agonizantes dispuestos a compartir la miseria.
Más egoísta es a quien le sobra, que los agonizantes dispuestos a compartir la miseria.
El germano observó detenidamente el rostro de la mujer mientras hablaba. Buscaba con desesperación algún indicio que le revelara lo aún desconocido, como si en las grietas de sus labios estuviera impregnada la memoria de sus encuentros con Sokolović, o atascada entre las pestañas pudiera llevar expuesta una mentira. Acababa de conocer a Janelle y que su hermano le hubiese encargado la administración del local, a pesar de su profesión, le dejaba en claro que confiaba en ella. El problema aquí era que Radu no confiaba en su hermano. No podía estar seguro de cuáles habían sido las pláticas entre empleada y garante o los términos del acuerdo. Bertok se había marchado sin más, abandonando sobre sus hombros un vasto y pútrido imperio, con sus lazos ya establecidos y todas las miradas puestas sobre él, el reemplazo, a espera de que cometiera el más nimio error para destronarlo.
Le agradó que la muchacha estuviese atenta a sus palabras y respondiera con aparente sinceridad. Los corazones se alteran y los ojos rehúyen cuando un humano miente, Radu lo había aprendido hacía tiempo, cuando poseído por la más devastadora soledad, se había aferrado a los detalles en busca de la salvación. Estar tan excesivamente pendiente de las nimiedades le había conducido a sentirse desbordado en más de una ocasión, ¿la escapatoria? Alcohol, caos, efímera ignorancia.
—No podría estar más de acuerdo —respondió Radu, al cabo de un instante, tras recapitular todo lo mencionado por la muchacha—. Me alegra que nos estemos entendiendo, Janelle.
El licántropo se incorporó y avanzó hacia la mujer con la cautela del predador; apoyó la mano diestra sobre su hombro, conservando la surda dentro del bolsillo de su pantalón, y con delicadeza, presionó la carne.
—Sabrás excusar mi falta de cortesía, Janelle, pero todo aquello que pudieras llegar a tener con mi hermano, no lo tienes conmigo, no aún. —Advirtió, sin ánimos de sonar amenazante, sí, sin embargo, suficientemente serio—, por lo tanto, no pretendas que confíe en ti de la noche a la mañana. Espero, pues, que estés dispuesta a ganarte mi confianza haciendo adecuadamente tu trabajo.
El germano, que se hallaba mirando en dirección opuesta a la mujer, aproximó los labios a su oreja y, reforzando la presión del agarre en su hombro, exhibió un feroz semblante que permaneció oculto a la visión de la aludida.
—No garantizo que los métodos empleados anteriormente vayan a surtir el mismo efecto conmigo. Algunas actividades que a mi hermano parecen indispensables, a mí me resultan desagradables. —Se incorporó a continuación, avanzando en dirección de la entrada—. Estoy bastante seguro, empero, de que sabrás usar tu buen juicio para satisfacer mis expectativas más temprano que tarde.
Abrió la puerta que conducía al pasillo en el exterior, para comprobar cómo una inusual multitud de personas se dispersaba apresuradamente lejos de su alcance. Permaneció de pie a un costado del umbral, dejando vía libre para que la cortesana pudiese pasar y liderar el recorrido.
—¿Qué dices sobre llevarme a dar un paseo? Enséñame el estado de las habitaciones, especialmente las de la planta alta. ¡Oh!, y déjame hacer una visita a los encargados de cuidar el recinto, ya va siendo hora de que se les recuerde quién da las órdenes en este negocio —sugirió esperando, por supuesto, una respuesta afirmativa.
Radu V. Rosenthal- Licántropo Clase Alta
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Re: The Devil's replacement —Priv. Janelle
Algo le decía que el nuevo jefe del lugar no tenía las mismas apetencias que su hermano. Ofrecerle a alguno de sus compañeros hombres y equivocarse en su intuición sería una catástrofe, por lo que decidió que esperaría y observaría. Si todo se daba como tenían pensado, ese hombre pasaría una buena temporada allí y eso le permitiría conocer un poco más sobre sus hábitos, vicios y tentaciones.
-Lamento haberlo incomodado. Me disculpo por ser inoportuna también –dijo, con un tono de voz estudiado, cuando él se acercó a ella con tono amenazante-. Tendré en cuenta sus palabras –le aseguró.
Se adelantó para encabezar el recorrido. Le asombró ver movimiento en los pasillos a esa hora, pero supuso que se trataría de los -siempre fieles- viudos que concurrían al lugar en busca de consuelo o distracción a cualquier hora del día. Allí se atendía a todo el que tuviera dinero y en cualquier momento del día, eso era algo que cualquiera que desease trabajar en ese burdel debía aprender rápido. No había horarios fijos allí.
-Tenemos algunos clientes inesperados, pero entenderá que nuestras puertas permanecen abiertas a toda hora, al igual que los arcones en los que se junta el dinero –agregó, porque era lo que bien había aprendido en sus años de trabajo allí-. Luego del recorrido podría tener una reunión con los empleados, aunque algunas de las muchachas estarán ocupadas trabajando, la mayoría está descansando a la espera de la noche que es donde viene el grueso de la clientela, por supuesto.
Llegaron al final del corredor y Janelle comenzó a subir las escaleras. El primer piso no había terminado de refaccionarse y era una lástima porque era amplio, de habitaciones con paredes mucho más gruesas, lo que daba cierto marco de intimidad.
Janelle caminó por el corredor y se metió en la primera de las habitaciones. El olor a encierro les dio la bienvenida, pero también pisaron sobre una alfombra mullida que evidenciaba no haber sido estrenada aún. Janelle se dirigió hacia una de las ventanas y –no sin esfuerzo- la abrió para que el aire se recambiase en el interior. Tomó nota de que haría falta un buen cortinado, que diera la sensación de lujo. Quienes estuvieran allí debían sentirse especiales.
-Bueno, esto es lo que tenemos. ¿Qué piensa? ¿Es posible la idea de armar aquí un sector preferencial para los clientes que paguen mejor? Claro que hace falta algo de buen gusto y dedicación, pero tenemos desde dónde comenzar para generar un nuevo servicio.
-Lamento haberlo incomodado. Me disculpo por ser inoportuna también –dijo, con un tono de voz estudiado, cuando él se acercó a ella con tono amenazante-. Tendré en cuenta sus palabras –le aseguró.
Se adelantó para encabezar el recorrido. Le asombró ver movimiento en los pasillos a esa hora, pero supuso que se trataría de los -siempre fieles- viudos que concurrían al lugar en busca de consuelo o distracción a cualquier hora del día. Allí se atendía a todo el que tuviera dinero y en cualquier momento del día, eso era algo que cualquiera que desease trabajar en ese burdel debía aprender rápido. No había horarios fijos allí.
-Tenemos algunos clientes inesperados, pero entenderá que nuestras puertas permanecen abiertas a toda hora, al igual que los arcones en los que se junta el dinero –agregó, porque era lo que bien había aprendido en sus años de trabajo allí-. Luego del recorrido podría tener una reunión con los empleados, aunque algunas de las muchachas estarán ocupadas trabajando, la mayoría está descansando a la espera de la noche que es donde viene el grueso de la clientela, por supuesto.
Llegaron al final del corredor y Janelle comenzó a subir las escaleras. El primer piso no había terminado de refaccionarse y era una lástima porque era amplio, de habitaciones con paredes mucho más gruesas, lo que daba cierto marco de intimidad.
Janelle caminó por el corredor y se metió en la primera de las habitaciones. El olor a encierro les dio la bienvenida, pero también pisaron sobre una alfombra mullida que evidenciaba no haber sido estrenada aún. Janelle se dirigió hacia una de las ventanas y –no sin esfuerzo- la abrió para que el aire se recambiase en el interior. Tomó nota de que haría falta un buen cortinado, que diera la sensación de lujo. Quienes estuvieran allí debían sentirse especiales.
-Bueno, esto es lo que tenemos. ¿Qué piensa? ¿Es posible la idea de armar aquí un sector preferencial para los clientes que paguen mejor? Claro que hace falta algo de buen gusto y dedicación, pero tenemos desde dónde comenzar para generar un nuevo servicio.
Janelle van Dergjant- Prostituta Clase Baja
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Re: The Devil's replacement —Priv. Janelle
The Devil's replacement
Donde dos gotas se fusionan, surge el caudal de un opulento río.
Donde dos gotas se fusionan, surge el caudal de un opulento río.
El muchacho esbozó una sonrisa chueca que evidenció su satisfacción, la joven cortesana había demostrado ser astuta y de lengua veloz, lo que le dejaba en claro que, o bien su hermano la había adiestrado con devoción, o bien la muchacha había sido engendrada con la complexión que se necesitaba para dirigir un negocio como el que le atañía. A Radu le pareció que la segunda posibilidad era la más atinada y creyó, aunque jamás expresado, que podría sentirse identificado con la mujer en cuestión.
La estudió con detenimiento desde el momento en que puso pie fuera de la oficina, la luz era más intensa en el corredor, factor que le permitió, en segundas instancias, recorrer su cuerpo con la mirada del tasador que valúa las joyas. Su pavoneo al caminar era grácil y seductor, las caderas se balanceaban como si su máxima fuera la de mecer la falda con la sutileza de la brisa al acariciar el follaje. Suficientemente alta, perfectamente erguida, apostaba a que ningún cortesano se atrevería a enfrentarla hasta no haber cumplido, por lo menos, una decena de años en el negocio. Ah, el muchacho admiraba a las mujeres con su porte, lejos de juzgar la naturaleza de su profesión, eran las virtudes de una íntegra fémina —como lo había sido su amada madre— las que le inspiraban una ternura cautelosa.
El germano se decepcionó cuando el recorrido llegó a su fin, mas, lo que a sus ojos fue revelado en la aclamada segunda planta, le recompuso los ánimos.
—Se ve apropiado, sin duda —acotó, aplicando una seriedad profesional que pretendía disimular su entusiasmo—. Es espacioso, lo que nos permitiría disponer de una excelente distribución.
Los consiguientes minutos de la visita fueron empleados para reunir ideas y concretar un plan de adornado y mantenimiento a realizar en la brevedad. Radu debió confesar su falta de tacto a la hora de considerar el amueblado y su utilidad, o el aspecto de una sala acogedora —puesto que de aquello solía ocuparse su hermano— debiendo ceder tales decisiones a su recién ascendida socia.
El menor de los Rosenthal, habiendo decidido que aquel sería el negocio en donde aplicaría su innovación personal, se dispuso para partir. No sin antes, por supuesto, visitar a los encargados de la limpieza y la cocina, siendo estos aspirantes a cortesanos aún en etapa de entrenamiento; además, por supuesto, de los contratados para custodiar el lugar, quienes recibieron una poco cortés aclaración de su parte sobre cuáles órdenes debían seguir y lo muy severos de los castigos aplicados a aquellos que faltaran a su palabra.
Ya hacia el atardecer, Radu se aventuró nuevamente hacia las calles, donde un coche le esperaba listo para partir.
—Estaré enteramente expectante de los resultados, Janelle, algo me dice que harás las cosas con el cuidado que se espera y lograrás satisfacer mis expectativas. Deducirás, por supuesto, que cuanto más se incrementen los beneficios para mí, mayores las compensaciones que recibirás en retribución.
Al joven le agradaba la idea de hacerse aliados por cuenta propia, fuera del círculo bajo control de Sokolović; optó por despedirse con un apretón de manos, sellando así un pacto mudo de complicidad en favor del venidero éxito que, eventualmente apreciarían, despertaría en las plantas del parisense Shangri La.
Radu V. Rosenthal- Licántropo Clase Alta
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Re: The Devil's replacement —Priv. Janelle
No podía decir que tuviera experiencia en decoración, Janelle jamás había tenido una casa propia que poder refaccionar y decorar -aunque era uno de sus grandes sueños, una casa para ella y su hijita-, pero sí que en sus años allí había aprendido mucho. Sabía que el espacio y la comodidad lo eran todo para los burdeles y aunque la asociación no resultase obvia en un comienzo, tenía su lógica... A mayor lujo, mayor era la comodidad del cliente, si el cliente se sentía a gusto no se quería marchar y si no se quería marchar ellas cobraban más, pues su medida era el tiempo. Así era como la decoración se ligaba íntimamente a la prostitución, al menos en la mente de Janelle que llevaba más tiempo de prostituta del que en verdad le gustaría.
Se felicitó a sí misma por haber tenido la idea primero, y luego por haber reunido el valor para proponerlo en el momento adecuado y ante la persona adecuada. El enviado del conde le agradaba, era mucho más expeditivo, resolvía que algo se haría y daba los permisos confiando. ¡Qué fácil sería trabajar así!
Lo acompañó en la recorrida final, hizo las presentaciones con el resto del personal y la sonrisa no se apartó de su boca al oírle dar directivas a los encargados de seguridad. Justo era eso lo que el burdel necesitaba: que se notase que había alguien al mando pese a la ausencia temporal del conde. Las muchachas a ella le obedecían, los nuevos prostitutos también, pero no siempre lo hacían los demás empleados del burdel.
-Le agradezco infinitamente la confianza –expresó cuando estuvieron a solas, rumbo a la salida del burdel-, sabré darle el valor que realmente tiene. Claro que sé que ambos nos beneficiamos con esto, no le negaré que es para mí un gran incentivo.
Se despidió del hombre y, en cuanto lo vio partir, se dispuso a trabajar. Por primera vez el trabajo no implicaría tener que involucrarse sexualmente, lo que valía ahora era su calidad estratega y el buen gusto que creía haber adquirido.
Se felicitó a sí misma por haber tenido la idea primero, y luego por haber reunido el valor para proponerlo en el momento adecuado y ante la persona adecuada. El enviado del conde le agradaba, era mucho más expeditivo, resolvía que algo se haría y daba los permisos confiando. ¡Qué fácil sería trabajar así!
Lo acompañó en la recorrida final, hizo las presentaciones con el resto del personal y la sonrisa no se apartó de su boca al oírle dar directivas a los encargados de seguridad. Justo era eso lo que el burdel necesitaba: que se notase que había alguien al mando pese a la ausencia temporal del conde. Las muchachas a ella le obedecían, los nuevos prostitutos también, pero no siempre lo hacían los demás empleados del burdel.
-Le agradezco infinitamente la confianza –expresó cuando estuvieron a solas, rumbo a la salida del burdel-, sabré darle el valor que realmente tiene. Claro que sé que ambos nos beneficiamos con esto, no le negaré que es para mí un gran incentivo.
Se despidió del hombre y, en cuanto lo vio partir, se dispuso a trabajar. Por primera vez el trabajo no implicaría tener que involucrarse sexualmente, lo que valía ahora era su calidad estratega y el buen gusto que creía haber adquirido.
TEMA FINALIZADO
Janelle van Dergjant- Prostituta Clase Baja
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