Promesas por cumplir // Privado - Cronos

Recuerdo del primer mensaje :

En las fraguas, la joven golpeaba el acero caliente con la maza. Un humano no comprendería por qué una mujer como ella estaba en un lugar así, y menos aún cómo podía ser herrero una muchacha delgada en apariencia como la rubia. Mas la mujer era mucho más de lo que dejaba ver su hermosa cara y si alguien tocaba sus manos, podía notar que estaban curtidas como las de una trabajadora. Podía ser la heredera de la manada, pero se dejaba la salud como los demás con tal de proteger a los suyos. Y ya que su padre, Aúkoc, no quería que ella estuviera en el fragor de la batalla, Saga había decidido ayudar del mejor modo que se le ocurrió y ya de muy niña observó al herrero principal del clan, se convirtió con el tiempo en su mano derecha y, ahora, era toda una experta en forjar hierro y alinear hojas de espada. Nadie diseñaba mejores empuñaduras y armas perfectamente equilibradas. Ella estaba allí porque quería, amaba ese trabajo, sin importar lo mucho que sudara o cuántas duricias se formaran en las almas de sus manos o ampollas se abrieran en sus dedos.
 
Era una chica dedicada, y no sólo a su oficio, sino a la familia, a los amigos, al pueblo. Y ellos la querían, la admiraban y respetaban. Se había ganado a pulso cada sonrisa y saludo que le dedicaban, no sólo por ser hija de quien era, sino con su esfuerzo, con su pasión y buen hacer. Sin embargo, por muchos años que pasaran, Saga seguía recordando una promesa que se hizo a sí misma aún siendo una niña, antes de ser mordida y convertida en licántropo por su padre, antes de ser hechizada por la bruja y caer en un coma que duró semanas. Una promesa que aún no había sido capaz de cumplir, y aquello la reconcomía por dentro.
 
Se secó la frente con el brazo, hundiendo la hoja candente en el agua y suspiró, dirigiendo su mirada a un lado, ya que alguien la observaba desde la entrada hacía ya varios minutos, aguardando a que terminara para prestarle atención. -¿Qué ocurre, Lomar?- Agarró un trapo para limpiarse y secarse las manos, acercándose al varón que seguía en silencio. -¿Interrumpiste tus quehaceres para venir a verme trabajar? Qué honor…- El tono de la joven era bromista pues ambos sabían que aquel no podía ser el motivo de la visita del viejo sabio. Éste le dedicó una afable sonrisa en la que se pudo apreciar aquel colmillo superior derecho que ya no tenía, perdido décadas atrás en una pelea licana. El anciano se acercó a la rubia y le susurró algo al oído. Los orbes azules de la muchacha se abrieron y un destello ambarino resaltó en ellos antes de que la heredera abrazara y besara la mejilla de su amigo. -Te quiero, Lomar. ¡Eres el mejor!- Cogió un cubo de agua y lo echó a las brasas, apagándolas antes de salir corriendo hacia su casa para cambiarse. Sin acicalarse ni nada por miedo a perder demasiado tiempo, únicamente se puso ropa más cómoda y al salir, de un salto se subió a su yegua sin montura ni bocado, se agarró con ambas manos de la cabellera oscura del animal y arrancó al galope.
 
Cruzó la aldea a toda velocidad, adentrándose de inmediato en el bosque a través del sendero principal. Pronto tomó un desvío, sintiendo el viento cortarle la cara y enredarle la melena. Después de tanto tiempo, al fin noticias sobre su paradero. ¿Sería él? Una vez le habían asegurado que era él y por la descripción casaba perfectamente, sin embargo, cuando llegó allí y le vio, supo que no se trataba del mismo hombre. Tal vez no recordara a la perfección su cara, pero jamás olvidaría su actitud, sus gruñidos y aquella voz que aún resonaba en su cabeza en sueños. Era su conciencia recordándole que debía cumplir su palabra para mantener el honor que con tanto orgullo aseguraba poseer.

El oso apareció con la sonrisa ladeada y ese porte pesado que siempre cargaba. Olía a perfume de ramera en la distancia, lo que hizo que la loba arrugara la nariz con desagrado. Las cortesanas tenían muy mal gusto para impregnarse con aquellos fuertes hedores que creían camuflaba la peste a sexo que destilaban.
 
Se levantó al tener al cambiante delante. -En tu culo terminará la espada como no cuides lo que dices.- Espetó, dándose la vuelta y dirigiendo sus pasos hacia la herrería. Había hablado con el dueño de la que había en aquel pueblo y le permitía utilizarla durante unas horas. Le debía un pequeño favor a su padre y así quedaba en paz con Aúkoc.
 
Podía sentir la lasciva mirada del melenudo a sus espaldas y en cuanto escuchó la supuesta petición de perdón, le atravesó con la mirada por encima del hombro. -Tus cojones se ganaron lo que recibieron. Si quieres una mamada, que te la haga la puta con la que estabas.- Respondió antes de proseguir sus andares hasta la fragua. El fuego estaba prendido y el metal caliente, parte de él fundido y otra parte en placas frías a cierta distancia.
 
Se colocó tras el yunque y al alzar la vista se encontró con el hombre ya medio desnudo. Enarcó una de sus cejas. -Si quieres exhibirte es cosa tuya. No serás el primer hombre desnudo que vea.- Después del cambio durante la luna llena, era habitual que todos se toparan sin ropa, pero claro, era una cosa inevitable dada la situación que nada tenía que ver con que, voluntariamente, el oso se quedara en pelotas.
 
Tomó un par de espadas de distintos largos para tomarle la medida, estaban melladas y romas, porque no eran para uso en batalla. -Quiero que uses estas y me digas con cuál te sientes más cómodo. Yo estudiaré tus movimientos. También quiero ver cómo sujetas la empuñadura.- Todo detalle era indispensable para crear un buen mandoble. El equilibrio del arma con su portador hacía que una espada pasara de ser mediocre a excelente, no sólo el material importaba como muchos creían, sino la compatibilidad, el que el guerrero pudiera compenetrarse con su sable.
 
La morena dio varios pasos hacia atrás, señalándole a un costado donde había un pelele de paja y madera. -Venga ahí a tus huevos.- Sonrió Saga con malicia, burlándose de cómo ella le había atacado en la mañana, tras sentirse acorralada y, en cierto modo, incluso agredida.

Alli estaba ella con ese deje viperino y salvaje que se gastaba, hablaba de las furcias a las que olia con demasiada vehemencía, algo que logró que de nuevo ladeara la sonrisa.
-¿son celos eso uqe huelo? -dijé llevando mi indice a la nariz dandole un par de toques -a no, es tu excitación pro verme sin camisa -apunté cn soberbia -has visto a muchos hombres, peor yo no soy como ellos, yo soy mejor.

La loba no se amilanaba, eso me gustaba, lejos de ceder y reconocer que le atraía, prefería fingir que no era su tipo pese a llevar toda su vida obsesionada conmigo y sin mediar palabra, o al menos ninguna de mi interés, me dio una espada roma y me pidió que me moviera con ella para ver como la tomaba.
-El arte del acero es similar al de follar, todo empieza con un baile de piernas -aseveré con sarcasmo mientras me movía fingiendo un combate, luego es importante como mueves las manos, atacar y defender -susurré clavando en ella mis pardos mientras movía el acero con varios giros de muñeca – y finalmente hay que saber como clavarla, hasta el fondo, ruda y dispuesta a que sea la ultima -hundí la espada en el monigote y antes de que la gran bocaza de la mujer se abriera pegué un tirón descalabrando la paja por toda la estancia -La ultima -aseveré curvando mis labios antes de devolverle la espada lanzandosela para que la tomara-¿algo mas? -pregunté caminando hacia la camisola que me había quitado.

Podía ver su desconcierto, bien sabia que no era esto lo que ella esperaba, no quería que me fuera, pero era terca y no ib a reconocer que en el fondo había esperado mi presencia en esa plaza ocmo una colegiala y que solo andaba celosa de la mujer de grandes tetas.
-¿alguna excusa mas para estar conmigo o vas a reconocer que quieres que te ayude aquí y que sudados vayamos a por unas jarras y al lago después a bebérnoslas Saga? -pregunté ocn mi aire despreocupado.

Me coloqué la camisola antes de girarme para de nuevo enfrentar esos verdes que ahora destilaban un halo ambarino.
-Eres preciosa, pero muy tozuda

El oso enseguida empezó a alardear de sus dotes con la espada, de sus músculos y lo hubiese hecho hasta de sus pulgas si eso fuera algo de lo que poder presumir. La morena entrecerró los ojos, dispuesta a reprocharle esa arrogancia que se gastaba, pero necesitaba fijarse en cómo manejaba el arma para calcular la curvatura de la hoja y la forma de la empuñadura. Tendría que pasarle luego un pedazo de arcilla para tomarle molde a sus dedos.
 
Enarcó una ceja al escucharle hablar de celos, pero se contuvo, mordiéndose la lengua. Sabía que si le respondía no haría sino empeorar las cosas, así que se quedó callada durante unos minutos, observando como el cambiante se movía como si pretendiera follarse al pelele de paja. Se cubrió la boca cuando le entró la risa, imaginando que realmente lo hacía, desesperado por meterla en calienta en cualquier parte.
 
Agarró la espada roma cuando se la lanzó, dejándola a un lado de la fraga, en un cubo en el que había varias armas tiradas. Al regresar la vista al frente, le vio volviendo a ponerse la camisola. La pregunta la encontró desprevenida, aunque no le sorprendió el tono cargado de suficiencia. -Necesito tomar un molde de tu mano. No quiero hacerte una empuñadura genérica, sino un arma que sólo te sirva a ti.- No le gustaba dejar las cosas a medias y hacer una espada que pudiera usar cualquiera sería un trabajo mal hecho, algo que como orgullosa herrera no se perdonaría a sí misma.
 
-Si luego quieres unas jarras, no te las voy a negar.- No le gustaba la actitud de Cronos, pero quería la revancha en eso de ponerse hasta las trancas de alcohol y esa noche no perdería. Pero por el momento no le diría cuáles eran sus intenciones, que él se siguiera pensando lo que se le antojara que, por lo visto, era que a ella le excitaba verle rascarse el culo. -Así que venga, dame la mano.- Extendió la diestra con la palma hacia arriba, aguardando a que el oso le pusiera la suya encima. El contrario la miró con excepticismo, aunque una ladeada sonrisa se pintaba ya en sus labios. -¿Qué es lo que estás pensando para mirarme así? Y sí, soy tozuda como buena loba. ¿Va con los úrsidos el ser un salido o es una característica especial que sólo tu posees?- Comentó con cierta sorna, devolviéndole la sonrisa con malicia. Sentía que le ganaba a ratos, aunque en otros se veía vencida, lo cual no le gustaba para nada. Pero no negaría que los retos le atraían, aunque fuera con un macho estúpido como el que se le plantaba allí delante.

Saga no era como el resto de mujeres, esto era un duelo contiguo de egos, ella odiaba perder y a mi me gustaba ganar lo que conseguía que mi sonrisa se ladeara al saber que lo había logrado.
-¿Mi mano? -bromeé dejando caer mi diestra sobre la suya -¿Un molde?
Me habían hecho muchas espadas, en Grecia teníamos un buen herrero, pero nunca me habían tomado muestras de la mano.
-¿estas segura de que no lo haces solo por tocarme? -pregunté lanzándole un bocado con un deje de diversión -pues, si los osos andamos bastante salidos de normal, somos animales solitarios que cubrimos a tantas hembras como podemos, por contra los lobos sois fieles a una misma pareja ¿es eso lo que te molesta? -pregunté ladeando la sonrisa -que a diferencia de todos los que te rondan no babeé detrás de la hija del alfa de la manada?

La escuchaba resoplar mientras no se bien que hacia con mi mano, no podía dejar de mirarla como se concentraba al hacer su trabajo.
-Bueno, entonces unas jarras, quizás puedas remontar. Quedamos en la taberna cuando caiga la noche, he quedado con mi sobrino después, así que no tengo demasiado tiempo para seguir con este delicioso tonteo.

Di unos pasos hacia su cuerpo, mi aliento golpeó su boca, algo que la hizo enarcar una ceja, mi cercanía le gustaba, aunque fingía lo contrario.
Mis manos se posaron en sus nalgas, era tan menuda que no me resulto difícil moverla, tiré de ella pegándola mas contra mi.
La escuché gruñir, algo que me resultó sumamente delicioso.
-cuanto mas salvaje seas mas disfrutare con la idea de domarte

Sus labios se entreabrieron ligeramente al sentir mis palabras efímeras como el roce que podía haberse producido de labios y que no lo hizo.
-Hasta la noche -apunté recogiendo mi espada para largarme de allí con decisión.
Ambos eramos bestias acostumbradas a imponernos, yo solitario, ella de manada, pero cuando nos enfrentábamos solo eramos macho y hembra.

Ignoró las primeras preguntas porque parecía que más que con un oso estuviera hablando con un loro que no hacía más que repetir de manera interrogante lo que ella le decía. La morena sabía que la mayoría de hombres eran algo cortos, su padre no dejaba de repetírselo, claro que para él ningún macho era merecedor de su hija y a todos los ponía de vuelta y media enseguida. -Yo no soy como tú, Cronos, a mí no me gusta que me persigan con los calzones empapados. Prefiero las conversaciones entretenidas, echarme unas risas, contar y escuchar batallas, beberme unas jarras y pasar horas en la forja, creando armas para ensartar a los engendros de Randulf y, algún día, al mismísimo tirano.- La loba había heredado el odio de Aúkoc, uno que había ido creciendo con los años y las cosas vistas y experimentadas en carne propia.

Una vez terminó de hacer el molde con arcilla y la mano ajena, liberó al oso y le miró enarcando una ceja. -Si así es como tonteas, no entiendo que montes tantas hembras como presumes hacer...- Iba a decir algo más cuando el cambiante se acercó a ella y nada más dejó el fango sobre la mesa, las extremidades foráneas se posaron en su trasero y Saga gruñó, mostrando los dientes. -Ve a domar putas, que se te dará mejor. Las hembras como yo no estamos hechas para que tipos como tú se entretengan.- Clavó sus uñas en el dorso de la diestra del oso que se apartó de inmediato, recogiendo sus cosas y marchándose con ese porte orgulloso que se gastaba.

-Menudo idiota.- Comentó, girándose y empezó a trabajar en la espada. El úrsido podía decir cuanto quisiera pero cuando viera y probara a empuñar el arma que ella le haría, jamás desearía usar otra espada que no fuera aquella. Cronos podía haber ganado la batalla, pero la guerra sería de la morena y pronto lo averiguaría.

Se pasó las siguientes cuatro horas en la fragua, golpeando el metal, calentándolo, doblegándolo y estirándolo. Enfriándolo. Hacer una buena arma no era cosa de unos minutos, tardaría varios días en hacerla perfecta. Pero amaba trabajar en la herrería, así que no le importaba y los retos eran siempre bienvenidos para Saga.

En cuanto cayó el sol, dio por terminada la jornada y fue a darse un baño y cambiarse de ropa porque la que llevaba estaba sudada, sucia y hasta algo quemada. No se arreglaba para el oso, porque se pondría de nuevo pantalones, camisa y chaleco de cuero con botas a juego, pero no le gustaba ir hecha unos zorros por ahí, excepto cuando curraba que todo le daba absolutamente lo mismo excepto la pieza en la que trabajaba. Cuando estuvo ya vestida, se dirigió a la taberna donde el oso ya estaba sentado bebiendo y con una posadera sentada en su regazo. La loba rodó los ojos, resoplando hacia arriba, de tal modo que se le movió hasta el flequillo. Se aproximó a la silla de enfrente y tomó asiento. -Veo que no pierdes el tiempo.- Comentó, haciendo obvia referencia a la rubia que reía como una estúpida por a saber qué tontería que habría dicho el cambiante ahora.

Ladeé la sonrisa al ver como la herrera resoplaba tomando asiento frente a mi y mi preciosa amiga de tetas grandes y mucho mas dispuesta a reírme todas las gracias que ella.
-Tu has oído el dicho ese del perro del hortelano que ni come ni deja comer, pues empiezo a dudar de que seas una loba y no la perra del hortelano -bromeé guiñándole un ojo encontrándome un nuevo gruñido como respuesta.

La posadera la miró de arriba a bajo dejándole claro que nos estaba cortando el royo, peor tras darle un manotazo en sus nalgas y pedirle que me trajera un par de jarras nos dejó a regañadientes solos frente a la mesa.
-Beber unas jarras, me has dicho antes que eso te gusta, bebamos pues -dije con un deje de perversión -admito que borracha estas mas simpática o quizás no y ya no lo recuerdo bien -alegué pensativo porque recordaba poco de esa noche en la que acabamos los dos en la misma habitación dormidos.

La rubia nos trajo un par de pintas espumosas que pronto mancharon nuestros belfos, mis pardos se centraron en aquellos ojos que un día me miraron de otro modo, cuando era niña por unos instantes fui su héroe, ahora parecía mas bien el villano.
-¿Has visto a mi sobrino?
El muchacho era mas o menos de su edad y ni a Stan ni a mi nos gustaba la loba esa que lo frecuentaba, quizás con esta conectara – es bien parecido y el rey de la selva, tiene mas modales que yo, algo que parece de mi te asquea ¿no quieres una cita con el zagal?

La loba me miró de soslayo, Stan y yo íbamos buscándole novia, era tan parado que necesitaba de nuestra inestimable ayuda, nosotros nos las arreglábamos bien para pasar las noches con la verga durmiendo en caliente, pero Sloan tenía mucho que aprender y esta valía como cualquier otra para romper mano.

La miré de arriba a bajo con descaro antes de dar otro profundo trago a la jarra.
-¿Como va mi espada? ¿Ya la tienes preparada? -pregunté tirando de su taburete para acercarla mas a mi -una lastima que no quieras comprobar de lo que presumimos los osos.

El oso era un cretino y Saga estaba cada vez más convencida que en cuanto le diera la dichosa espada, ya no le debería nada. Él salvó su vida y rechazó su agradecimiento cuando tan sólo era una niña. Sus palabras aún resonaban en el eco de su memoria pidiéndole una botella de alcohol, ya que siendo una merca cría no podía ofrecerle el calor de su cuerpo. Ya entonces era un estúpido, pero ella era inocente y aguardaba una mordida que seguramente la matara. Aquel día, el cambiante se había convertido en un héroe ante los ojos de una chiquilla desesperada. Pero la realidad era siempre despiadada y Cronos sólo resultó ser un engreído más en Akershus, gozando de las fulanas y las apuestas.

Un gruñido fue la contestación que le dio a su comentario inadecuado, pero no contenta con eso añadió una respuesta verbal aunque, sabía, caería en saco roto. -¿Te paraste a pensar que el perro puede no querer la comida que le ofrecen y tampoco desear que otras perras se intoxiquen?- Le dedicó una maliciosa sonrisa y en cuanto trajeron las jarras, tomó la suya, observando a la rubia de antes. -Esta verga tiene pulgas, mejor ve a revolcarte con otra esta noche, que pretendientes no te faltarán enseñando así las tetas.- Le hizo un gesto con la mano para que se fuera, pero la mesera se ofendió y golpeó la mesa con ambas palmas a la vez, plantándole cara a la loba. Ésta alzó una de sus cejas, ladeando la cabeza en un gesto muy canino. -¿Quieres que nos peleemos? Porque dudo que sepas luchar y a mí me entrenó uno de los mejores guerreros de Akershus.- La mujerzuela levantó el brazo y lo movió con rapidez, más la morena detuvo el ataque sujetándola firmemente de la muñeca, al tiempo en que se alzaba de su silla y se le acercaba hasta que sus narices se rozaron. Alzó el belfo superior, gruñéndole y le mostró los dientes. -Lárgate de una vez o te marcaré esa bonita cara que tienes.- Espetó, liberándola de manera brusca. La rubia dio varios pasos atrás, asustada y se tropezó con una mesa. Todo el local tenía la atención puesta en ellas. -Seguid bebiendo, que el espectáculo ha terminado..- Aseguró la hija de Aúkoc, volviendo a tomar asiento y le dio un sorbo a su bebida.

Fijó de nuevo la mirada en el oso, enarcando ambas cejas. -¿Qué decías? Ah, sí, tu espada. No, no está terminada, porque yo no soy una herrera del montón ni pienso hacerte un arma cualquiera. El arte lleva su tiempo y cuando la pruebes, me darás la razón.- Se pasó la lengua por el labio superior, recogiendo la espuma que en éste había quedado.

La pelea de lobas en barro resultó lo suficiente entretenida como para que ambas escucharan mis risas mientras disfrutaba de mi jarra fría, al final eramos animales y en la naturaleza era normal competir por el mejor macho, y ese era yo.
Ladeé la sonrisa dando un nuevo sorbo cuando vi a al tabernera salir de allí con el rabo entre las piernas mientras la otra se acomodaba en su asiento sin apartar de mi su profunda mirada.
-Bien ¿es ahora cuando el macho copula con la vencedora? -pregunté tirando de su taburete para hablar ambos mas cerca -así que no tengo aun esa espada, voy a pensar que estas alargando el trabajo solo para tener estos encuentros furtivos conmigo.

La mujer se mostraba furibunda, tenía que reconocerle un carácter endiablado y para que mentir me atraía bastante.
-Sabes, mi hermano ha vuelto a ser padre, ahora tenemos un mocoso llorón en casa que no nos deja dormir demasiado, bueno, a ellos dos por el momento pero me han pedido me mude con ellos, así que pronto dejaré de tener esa habitación ahí arriba..yo de ti aprovecharía, tengo de saldo mi verga, quieres un poco de fiesta.

Abrió la boca para soltar una de sus estupideces cuando sisee para que se callara mientras chasqueaba la lengua recuperando su atención.
-Ya, no eres de esas fulanas que abren sus piernas a todos los hombres que se encuentran, pero..yo no soy cualquiera ¿cierto? Soy el hombre con el que llevas soñando desde niña y ahora estoy aquí y tus celos por toda hembra que se me acerca son evidentes ¿por que no te lo planteas?

Golpeé su jarra con la propia llevándola de inmediato a mis labios después.
-¿entonces? ¿por que no aparcas ese orgullo que te gastas y subes para poder eliminar esta tensión sexual no resuelta.

El oso era testarudo como la mula más terca del mundo. Cada vez que abría la boca era para soltar alguna estupidez y sacar a colación el tamaño o servicio que daba su entrepierna. La morena rodó los ojos ante la última memez que se pronunció con aquellos labios. -¿Para qué iba a querer yo algo de saldo? Sabes quién soy y puedo conseguir lo que quiera. No me pienso conformar con las sobras de otras.- Le devolvió el chasquido de lengua y lo acompañó con un gruñido. Cronos era todo un experto en sacar de sus casillas a la loba, que sí, tenía temperamento, pero si no le buscaban las cosquillas era una mujer de trato relativamente fácil y bastante educado para ser la única descendiente de Aúkoc.

Cuando el cambiante le chocó la jarra, ella también le dio un sorbo a la bebida, pero por poco no se atragantó al escuchar lo siguiente que éste le dijo como si fuera algo seguro y, encima, lo más natural del mundo. Se limpió la boca con el dorso de la mano y clavó sus orbes en los foráneos con ambas cejas arqueadas. -¿De dónde sacas tú lo de la tensión sexual no resuelta?- La desfachatez del úrsido no tenía límites, algo que ya sospechaba pero de lo que estaba cada vez más convencida. -Llevo desde niña queriendo agradecerte que me salvaras la vida, aunque lo hicieras sin intención alguna. Aunque, en el fondo, te importara una soberana mierda que muriera aquel día. La cuestión es que tu presencia evitó que un centenar de abejas me acribillaran y provocaran en mí una reacción letal. Y sólo pagaría mi deuda salvando tu culo, pero como eso no puedo hacerlo… Al menos la espada podrá hacerlo por mí. Una buena arma hace la diferencia en la batalla, eso ambos lo sabemos.- El melenudo podía ser un pervertido, pero sabía lo que significaba la guerra, de eso no tenía ninguna duda. Ambos vivían en un mundo complicado, en una época de cruentas luchas y de tiranía. Incluso un mercenario como el oso había blandido la espada por proteger algo, aunque fuera su propio orgullo.

-Esa confesión me ha sorprendido. La del bebé.- Aseguró la licántropo, dándole otro trago a su jarra. -¿De verdad serás capaz de abandonar tu nido sexual por cuidar de un niño junto a tu hermano y tu sobrino? Porque no te pega para nada educar a nadie. Pobre criatura…- Sonrió con cierta malicia al hacer aquel comentario. Cronos no se cortaba al dejar suelta su lengua y ella era bastante comedida pero, de vez en cuando, soltaba alguna perla disfrazada.

La herrera era incapaz de admitir lo que para mi era evidente, pues claro que había tensión sexual no resuelta podía olerlo a distancia, eramos bestias, animales y yo podía oler sus feromonas por mucho que ella insistiera en que así no era.
-¿tu me has visto bien? -dije de forma engreída -niégatelo tantas veces como quieras, peor tu coño hace aguas, es tu orgullo el que se empeña en cerrarme las piernas, ahora si prefieres agradecérmelo con una espada no voy a prohibírtelo, aunque creía eso ya me lo había ganado por vencerte bebiendo ¿cierto?

Me encogí de hombros con cierta resignación, ciertamente me gustaban los niños, claro que eso no me pegaba en absoluto y no iba a sacarla de su erro para aparentar débil ante ella. Mi vida no había sido fácil y nunca tuve la oportunidad de tener mi propia familia, supongo que no estaba hecho para ser padre aunque me hubiera gustado pero Nessanie andaba colgada del cazador y nunca se planteó nada serio conmigo, solo era su perro, ese que tomaba y dejaba a voluntad limitándose a darle premios.
-Mi hermano.. le ha salido la ven paternal, y bueno, teniendo en cuenta que tiene allí a su hijo bastardo al que acaba de recuperar, mi sobrino Sloan, pues voy a ver si los ayudo con el mocoso porque esta claro necesitan un hombre para que esa criatura salga adelante.

La loba se echó a reír por mis palabras, supongo que en el fondo desprendían cierta necesidad de sentirme parte de esa familia que acaba de descubrir.
-¿tu quieres ser madre? -pregunté sin darle vueltas al asunto.
Di un trago de mi jarra antes de echarme a reír por la cara que puso la loba.
¿que? ¿esto no va ahora de preguntas personales? Si , yo estoy dispuesto a abandonar mi cubículo de amor por la familia ¿y tu? ¿estas dispuesta a formar la tuya?

Era la primera vez en la que las preguntas buscaban conocer al otro, hasta ese momento solo nos habíamos desafiado.
-Podrías de vez en cuando pasarte por mi casa, no me vendrá mal que me hagan la cama -ladeé la sonrisa -y sin duda necesitaré a alguien que me la deshaga.

Rodó los ojos en cuanto el oso empezó a hablar de lo húmedo que tenía el coño, como si él pudiera saberlo. Llevaba tantas cervezas encima que dudaba acertara los dedos que le mostrara de una mano. Era grande y aguantaba, pero incluso una mole como esa tenía un límite y más aún cuando se ponía de alcohol hasta las cejas cada día, porque eso era lo que parecía.

Escuchó entonces al cambiante ponerse serio. Era extraño verle hablar sin sarcasmo o chulería de más. Cuando se refería a su familia le cambia el tono de voz e incluso el color de los ojos. Era curioso, interesante. Se veía más guapo. Sacudió la cabeza para apartar semejante idea, porque algo le decía que el dichoso gigantón era capaz de leerle el pensamiento si se lo proponía.

Y llegó la pregunta que no se esperaba, aunque no la esquivó, sino que con orgullo y una amplia sonrisa, contestó. -Por supuesto que estoy dispuesta a formar una familia. Los lobos somos animales fieles que vivimos para la manada. Algún día yo tendré la mía propia y unos cachorros que corran entre mis piernas.- Ella no diría faldas, porque nunca las usaba. La licántropo llevaba siempre pantalones porque eran prácticos para trabajar en la fragua y entrenar con el resto de guerreros. Podía no estar mucho en el campo de batalla, pero cuando lo hacía era ducha con la espada y tenía un buen juego de pies que su padre siempre le alababa.

Pero el momento agradable no duró demasiado, ya que el oso hizo otro comentario inapropiado. -Aprende tú a hacerte la cama y llama a la fulana de antes para que te la deshaga. A ti cualquiera te sirve.- Gruñó, mostrándole los dientes. Le ofendía que la comparara con el resto como si fuera una cualquiera. -Puede que de niña te admirara por a saber qué motivo, tal vez porque aún era inocente y crédula… Debí sospechar cuando no hacías más que rascarte las pulgas del culo.- Espetó con una risa al final.

Se terminó la jarra de un par de tragos largos. -Ni siquiera sé por qué estoy aquí si no me ves como más que un trozo de carne. ¿Con cuántas mujeres mantienes conversaciones coherentes? ¿Respetas a las guerreras o también las ves sólo como a un agujero?- Cuando Saga se enfadaba escupía auténtico veneno. Tenía el mal carácter de su padre, aunque también podía ser melosa si sabían cómo tratarla. A fin de cuentas, los lobos eran primos hermanos de los perros y podían ser buenos compañeros y muy juguetones. Pero Cronos no hacía más que tocar las teclas erróneas, como si fuera un experto en ello, al menos con ella.

La herrera por primera vez se abría para decirme algo personal, si quería una familia, si quería una relación, si quería todo eso que al parecer no tenía y ahora escuchando sus palabras parecía odiar que no pudiera darle yo.
Me relamí la espuma de los labios centrándome en su mirada, no hablé, era la primera vez que n ose escapó ningún tipo de mofa de mis labios, era un bocazas pero mi intención no era hacerle daño.

Cuando se alzó para largarse aferré su muñeca, mi mano era tan grande que rodeé su muñeca por completo mientras con la cabeza le pedía en un gesto parco que tomara asiento de nuevo.
-Si te tomo en serio -dije sin mas.
Las palabras no eran precisamente mi mejor arma, pero quizás si conociera mi historia seria capaz de comprender porque era exactamente tan zafio.

Dejé escapar el aire despacio antes de empezar.
-Desperté en una playa en Grecia, no recuerdo nada de mi pasado, nada de nada, no se como llegué a esa playa, pero si se quien me salvo de morir en esas aguas.
Nessanie, una bruja de Mukonos se apiadó de mi y me curó las heridas velándome día y noche, cabe decir que me enamoré de ella como un idiota pero ella estaba enamorada de Agarwaen, el príncipe de Mykonos, un cazador.
La isla estaba dividida en dos facciones, la de Nessani formada por los sobrenaturales y la de Agarwaen, formada por cazadores, humanos y cambiantes. Siempre se disputaron ambos el poder y yo ayudé a la causa de mi dueña esperando que algún día viera en mi el hombre que era, hubiera hecho cualquier cosa por ella.

En una batalla marcó al príncipe con un tipo de conjuro y desde entonces se convirtió en su obsesión, siguiendo a Agarwaen acabamos en París, allí mi señora acabó perdiendo la vida, el príncipe la arrastró con el al tártaro y yo me quedé sin ella y sin poder vengarla pues ambos yacían muertos en el patio de armas.
Así que vendí mi espada al mejor postor y eso me trajo al norte.

Hace poco he descubierto tengo un hermano, un sobrino y ahora ese mocoso llorón que no deja de vomitarme encima, pero es lo mas cerca que he estado de tener una familia, así que ese y no otro es el motivo de que me haya quedado en Akershus...no se lo que quiero, ni si algún día podré formar mi propia familia..no se ni quien soy pues Cronos es el nombre que me dio mi dueña, así que si, no tomo a nadie en serio porque … nadie me ha tomado a mi en serio nunca.

Hubo un silencio después de las preguntas afiladas de la loba y ésta, habiendo sobrepasado ya el límite de su corta paciencia, decidió que había soportado suficientes gilipolleces y desprecio masculino como para seguir allí plantada como si nada, así que se levantó y sin decir nada dio la vuelta para largarse. Fue en ese instante que la mano del oso rodeó su muñeca y dio un tirón para que le enfrentara de nuevo. Le vio hacer aquel gesto con la cabeza y ella miró la silla como si estuviera llena de clavos y posar allí su trasero fuera en lo último que pensara. Sin embargo, las escuetas palabras del cambiante le hicieron cambiar de opinión. Sí, sabía que era un engreído, un fanfarrón y que tenía menos tacto que unas zapatillas de esparto, pero si de algo pecaba más que de nada ese hombre era de ser sincero. Así que le creyó cuando dijo que la tomaba en serio y por eso fue que volvió a tomar asiento.

Dio un ligero estirón para recuperar la libertad de su mano y utilizó ésta para agarrar el asa de su jarra que aún estaba medio llena. Le dio un trago, justo cuando los labios del melenudo se despegaban y empezaba a narrarle su historia. Saga le escuchó en silencio, sin interrumpirle ni hacer comentarios absurdos, algo que él seguramente hubiera hecho de estar los papeles invertidos. Pero la licana tenía empatía, era capaz de ponerse en la piel de los demás y lo hacía a menudo siendo la hija del alfa de la manada. Muchos acudían a ella para pedirle ayuda o consejo, especialmente las hembras, a veces avergonzadas de sus problemas o temiendo importunar a Aúkoc con cosas que podían ser consideradas minucias, aunque no lo fueran. Así que prestó atención, notando la melancolía que teñía las palabras del oso. No había oído jamás hablar de esa tal Nessanie, pero porque era cosa del pasado, uno que en el norte habían querido olvidar por lo que suponía la simple mención de ese nombre, de la existencia de la gemela del conde.

Y, mientras oía la historia, algo pareció hacer clic en su cabeza, algo que a pesar de sonarle absurdo, dejó escapar en un breve susurro cuando Cronos terminó de hablar, como si fuera oportuno, que no lo era, o importante, que tampoco lo sería para el cambiante, el cual consideraba a la morena como a una princesa caprichosa, a pesar de haberla visto trabajando y sudando en la forja. -Tal vez a mí me ocurriera lo mismo contigo de niña...- Obviamente, se refería a que él se había enamorado de aquella que le había salvado la vida y le pareció algo tierno, pero demasiado inocente para alguien como el úrsido que se andaba rascando las pulgas y tocando la verga como si fuera un neandertal. Le pareció algo más típico de un niño, de alguien que es capaz de proyectar en alguien que no lo merece un heroísmo, una perfección y un amor desmesurados. No se burlaba de él, en absoluto, sencillamente se había visto reflejada en aquella necesidad de encontrarle que había tenido desde pequeña, en aquella obsesión por saldar una deuda que ese hombre jamás había querido cobrarse.

Di un nuevo trago a mi jarra al escuchar su confesión, al parecer el hombre que de niña idealizó no era el que ahora tenía en frente, el problema era que de un modo u otro, era el mismo, yo no había cambiado en lo mas mínimo, quizás eran sus expectativas el mayor problema.

-Nadie te obliga a seguir aquí, conmigo, bebiendo, yo no te he pedido que me correspondas, te salve, es cierto, peor ya me había olvidado de ti, así que no entiendo tu necesidad de salvarme a mi, yo no necesito nada de ti.

Di un nuevo trago, soy un hombre huraño, he trabajado toda mi vida creando el caos, como guerrero, mercenario, soy lo que ves, así de simple y sinceramente no tengo ningún tipo de intención de cambiar para contentar a una niña con insuflas de grandeza.

Podía ver como la morena iba calentándose por mis palabras, me relamí los labios apurando las gotas de alcohol.

-La espada es pago suficiente

Yo iba a quedarme en Akershus, como le había dicho, yo había descubierto que tenia una familia, un hermano, un sobrino, y ahora un pequeño mocoso cagón que no dejaba de joderme el sueño.

-¿debe ser decepcionante esperar tantos años para encontrarte conmigo no? -me mofé de ella mientras observaba como racionaba. -No todos tenemos la suerte de ser una princesita que se cree una gran guerrera ademas de una formidable herrera.

La herrera dio un trago para digerir mis palabras, pero podía notar como estaba cabreada.

-Has debido tener una vida muy aburrida para seguir esperando al oso que te salvo la vida

Ladeé la sonrisa con cierta picardía, siempre acabábamos picándonos de algún modo el uno al otro.

Saga era incapaz de claudicar, ahí estaba la orgullosa loba, herrera y guerrera, capaz de llevar la contra a un hombre de mi envergadura.
Hundí mis ojos pardos en los suyos claros la escuchar su pregunta, no entendía nada ¿como hacerlo si por mucho que dijera siempre había sido una princesa?

-Porque es mi familia -respondí -porque me necesitan aquí.

Yo nunca tuve familia, ni raíces, nada me ató mas allá de un amor no correspondido que procesé una vez a la mujer equivocada, desde su muerte yo ofrecí mi espada al mejor postor, daba igual la causa, y seguramente eso sería también algo que decepcionaría a la mujer que tenía delante, peor la verdad no estaba allí para que me juzgara.

-¿me quieres lejos de Akershus o de ti? -pregunté ladeando la sonrisa divertido.

La herrera dio un nuevo trago a su jarra meditando la respuesta.

-Admite que en el fondo tu empeño por complacerme en este momento va mas allá de la absurda ilusión de una mente infantil, ahora te atrae el hombre que tienes frente a ti y solo tu orgullo evita que me pidas que te lleve arriba ¿cuanto has de beber para reunir le valor de confesar que sentirme entre tus piernas es lo mejor que te puede pasar?

Di otro trago a mi jarro acomodándome en la silla con las piernas abiertas.

-¿Por que no vienes y me demuestras cuanto a crecido esa niña?

Sus ojos se tornaron ámbar, gruñó como la loba que era.

-Ya, si, no eres como esas mujerzuelas con las que me acuesto, pero con esas no pierdo el tiempo y contigo llevo unos cuantos días ¿no crees que es por algo?