AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Osos a la miel // Privado - Cronos
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Osos a la miel // Privado - Cronos
Durante los días previos a su décimo cumpleaños, el entrenamiento físico y mental de Saga se había intensificado con la idea de que ella superara la mordedura sin problemas. Que un licántropo mordiera a un niño no era ningún juego, ninguna tontería. Era sumamente peligroso para un cuerpo aún en desarrollo el hecho de transferirle una maldición como lo era la licantropía. Muchos no superaban la primera noche, otros lo hacían, pero llegada la luna llena, sus huesos no aguantaban la deformación y el dolor les consumía. Así que en la manada que su padre regentaba, se tomaban muy en serio la preparación para ese momento crucial en sus vidas. Y la pequeña estaba encantada con la llegada de ese día, porque su décimo aniversario significaba que pasaría a ser realmente una loba más en la manada y no una humana infiltrada, que era como se sentía entonces. Pero necesitaba algo de tiempo a solas para pensar en sus cosas, para meditar lo que ocurriría a partir de entonces. Ella cargaba con una gran responsabilidad, era la heredera de Aúkoc y, además, era su única familia de sangre.
Así pues, se alejó por el bosque en busca de un lugar en el que relajarse y dejar que los pensamientos se asentaran poco a poco en sus correspondientes estantes de la mente. Encontró una planicie donde se filtraba el sol a través de las espesas copas de los árboles y decidió sentarse allí. Se cruzó de piernas, reposó una mano sobre cada rodilla y dejó caer los párpados. Centró toda su atención en los sonidos que la rodeaban, en los aromas que viajaban con el viento, en el sol bañando la mitad de su rostro, mientras la suave brisa hacía cosquillas en el otro lado al moverle sus dorados cabellos. Estaba ya lista, los pensamientos empezaron a surgir, entrelazarse, moldearse. Cuando, de pronto, un sonido a lo lejos la alertó. Aún no tenía desarrollado el oído como un animal, pero llevaba entrenándolo toda la vida desde pequeña por la insistencia de su padre en ser la mejor desde el principio. Se incorporó, hincando una rodilla en el suelo e intentó concentrarse en aquel extraño zumbido que parecía acercarse, aunque disperso. Para cuando se dio cuenta de lo que era, ya tenía a las abejas muy cerca. Se impulsó con ambas manos y tan rápido como se lo permitieron su cuerpo y sus reflejos, emprendió la carrera. Saltó raíces, arbustos, sorteó piedras… Pasó chapoteando por un riachuelo que a penas cubría, nada que le sirviera de ayuda para huir de una colonia enojada que por el motivo que fuera la perseguía. Ella no sabía que unos niños habían estado jugando a darle con un palo como si fuera una sandía y que cuando empezó a tambalearse el enjambre ellos se habían escondido, dejando a las furiosas inquilinas a la deriva, en busca de quien fuera que hubiera intentado destruir su hogar. Aquello había dejado a la solitaria Saga ante la merced de unas trabajadoras enfurecidas que buscaban dónde clavar sus aguijones sin medida.
Así pues, se alejó por el bosque en busca de un lugar en el que relajarse y dejar que los pensamientos se asentaran poco a poco en sus correspondientes estantes de la mente. Encontró una planicie donde se filtraba el sol a través de las espesas copas de los árboles y decidió sentarse allí. Se cruzó de piernas, reposó una mano sobre cada rodilla y dejó caer los párpados. Centró toda su atención en los sonidos que la rodeaban, en los aromas que viajaban con el viento, en el sol bañando la mitad de su rostro, mientras la suave brisa hacía cosquillas en el otro lado al moverle sus dorados cabellos. Estaba ya lista, los pensamientos empezaron a surgir, entrelazarse, moldearse. Cuando, de pronto, un sonido a lo lejos la alertó. Aún no tenía desarrollado el oído como un animal, pero llevaba entrenándolo toda la vida desde pequeña por la insistencia de su padre en ser la mejor desde el principio. Se incorporó, hincando una rodilla en el suelo e intentó concentrarse en aquel extraño zumbido que parecía acercarse, aunque disperso. Para cuando se dio cuenta de lo que era, ya tenía a las abejas muy cerca. Se impulsó con ambas manos y tan rápido como se lo permitieron su cuerpo y sus reflejos, emprendió la carrera. Saltó raíces, arbustos, sorteó piedras… Pasó chapoteando por un riachuelo que a penas cubría, nada que le sirviera de ayuda para huir de una colonia enojada que por el motivo que fuera la perseguía. Ella no sabía que unos niños habían estado jugando a darle con un palo como si fuera una sandía y que cuando empezó a tambalearse el enjambre ellos se habían escondido, dejando a las furiosas inquilinas a la deriva, en busca de quien fuera que hubiera intentado destruir su hogar. Aquello había dejado a la solitaria Saga ante la merced de unas trabajadoras enfurecidas que buscaban dónde clavar sus aguijones sin medida.
Saga- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 27/01/2018
Re: Osos a la miel // Privado - Cronos
Noruega, los frondosos bosques de la ladera septentrional. Había ido dando tumbos hasta llegar al norte, si en algún sitio se vendía bien un mercenario como yo, era donde el acero marcaba la vida de los hombres, así que me vendería al mejor postor porque sin Nessanie, mi vida no tenia ya sentido.
Me había acercado a un rio, me lavaría allí para quitarme las pulgas que aun me picaban por el culo después de viajar en ese mercancías, buscaría una buena posada donde dormir y un burdel para follar con un par de putas cuando lleno de hidromiel no me tuviera en pie.
Esta era la tonita de mi vida, buscar en piernas ajenas a ella...
Desnudo y rascándome los huevos con la diestra me metí en las bravas y gélidas aguas, froté bien con las manos el cuerpo quitándome de encima toda la mierda cuando escuché los gritos de un cachorro humano, ladeé la cabeza, sus pies corrían raudos, algo la seguía y no tardé en captar el zumbido de una colmena de abejas que bien podían si le daban caza, destrozarla a mordiscos.
No era mi problema, por un instante seguí frotando ,esta vez mi verga, sus gritos retumbaban en mis oídos, no tenia porque ayudarla, pero sin darle mas vueltas me dejé caer a cuatro patas mientras mi cuerpo crujía, mis huesos se quebraban con crujidos, mi piel se cubría de un espeso y tupido pelo.
Sacudí la cabeza, las gotas de agua salieron disparadas antes de salir a la carrera moviendo todas mis carnes en dirección a la niña.
No tardé en darle alcancé, gritó aterrada la verme frenándose en seco, pero incapaz de reaccionar ante la grandeza de un oso pardo que se ponía en pie cuadriplicando el tamaño de la menor. se hizo una bola en el suelo aterrada cerrando sus ojos, si sabia algún tipo de rezo, era el momento.
Mi cuerpo cubrió en ese instante el ajeno, las abejas mordieron sin éxito mi tupido pelaje buscando carne, pero eran incapaces, los osos teníamos una piel dura, así que un panal no era para nosotros ningún tipo de riesgo, de ahí que la miel era uno de nuestros mas exquisitos manjares.
La cría permaneció bajo el candor de mi cuerpo inmóvil, como si estuviera esperando que la despedazara en cualquier momento, mas cuando las abejas cansadas de morder sin éxito regresaron con su furia hacia el panal perdido, me aparté con cuidado de no pisarla.
Sus enormes orbes azules me miraban fijamente, rugí como si pudiera entender lo que le decía “no se juega con panales humana”
Ante ella acabé convirtiéndome en hombre, sus ojos cada vez se iban abriendo mas y mas, quizás que estuviera desnudo con los huevo y la verga colgando y rascándome el culo ayudaba a la dantesca imagen que la niña de 10 años tenia delante.
-No se juega con panales -dije sin mas antes de darme la vuelta para largarme.
Me había acercado a un rio, me lavaría allí para quitarme las pulgas que aun me picaban por el culo después de viajar en ese mercancías, buscaría una buena posada donde dormir y un burdel para follar con un par de putas cuando lleno de hidromiel no me tuviera en pie.
Esta era la tonita de mi vida, buscar en piernas ajenas a ella...
Desnudo y rascándome los huevos con la diestra me metí en las bravas y gélidas aguas, froté bien con las manos el cuerpo quitándome de encima toda la mierda cuando escuché los gritos de un cachorro humano, ladeé la cabeza, sus pies corrían raudos, algo la seguía y no tardé en captar el zumbido de una colmena de abejas que bien podían si le daban caza, destrozarla a mordiscos.
No era mi problema, por un instante seguí frotando ,esta vez mi verga, sus gritos retumbaban en mis oídos, no tenia porque ayudarla, pero sin darle mas vueltas me dejé caer a cuatro patas mientras mi cuerpo crujía, mis huesos se quebraban con crujidos, mi piel se cubría de un espeso y tupido pelo.
Sacudí la cabeza, las gotas de agua salieron disparadas antes de salir a la carrera moviendo todas mis carnes en dirección a la niña.
No tardé en darle alcancé, gritó aterrada la verme frenándose en seco, pero incapaz de reaccionar ante la grandeza de un oso pardo que se ponía en pie cuadriplicando el tamaño de la menor. se hizo una bola en el suelo aterrada cerrando sus ojos, si sabia algún tipo de rezo, era el momento.
Mi cuerpo cubrió en ese instante el ajeno, las abejas mordieron sin éxito mi tupido pelaje buscando carne, pero eran incapaces, los osos teníamos una piel dura, así que un panal no era para nosotros ningún tipo de riesgo, de ahí que la miel era uno de nuestros mas exquisitos manjares.
La cría permaneció bajo el candor de mi cuerpo inmóvil, como si estuviera esperando que la despedazara en cualquier momento, mas cuando las abejas cansadas de morder sin éxito regresaron con su furia hacia el panal perdido, me aparté con cuidado de no pisarla.
Sus enormes orbes azules me miraban fijamente, rugí como si pudiera entender lo que le decía “no se juega con panales humana”
Ante ella acabé convirtiéndome en hombre, sus ojos cada vez se iban abriendo mas y mas, quizás que estuviera desnudo con los huevo y la verga colgando y rascándome el culo ayudaba a la dantesca imagen que la niña de 10 años tenia delante.
-No se juega con panales -dije sin mas antes de darme la vuelta para largarme.
Cronos- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 03/10/2016
Re: Osos a la miel // Privado - Cronos
Aunque estaba curtida ya en la pelea desde niña, el enfrentarse a más de un centenar de abejas no era algo para lo que se entrenaran los futuros licántropos, así que lo único que podía hacer era correr, huir, buscar desesperadamente un barrizal o algún lugar en el que poder ocultarse y pasar desapercibida. Sin poder evitarlo, gritó a la carrera, por si alguien de la manada pudiera escuchar su súplica de socorro y acudir en su ayuda. Pero se había alejado tanto para estar a solas, que ahora su necesidad por meditar le estaba pasando factura.
Saltó cualquier obstáculo que se cruzó en su caminó, aquellos que no pudo pasar por encima los sorteó o eludió escurriéndose por debajo, sin importarle pelarse las rodillas o arañarse las palmas de las manos. Nada dolería tanto como un millar de aguijonazos por todo el cuerpo. Escuchó un sonido a lo lejos, pero el zumbido parecía ocupar casi toda su concentración, así que para cuando se pudo percatar del origen de aquel estruendo, se encontraba de frente con un gigantesco oso a dos patas, gruñendo en su dirección. Ahora sí que ya no tenía salida, estaba acorralada. Rápidamente se hizo una bola en el suelo, intentando imitar a los bichos bola o a las zarigüeyas, pensando que, si simulaba ser una roca o un animal muerto, tal vez el gran mamífero la ignorara. Notó temblar el suelo cuando éste se dejó caer en cuatro y el zumbido se hizo tan fuerte que casi creyó ensordecería.
Pasaron unos minutos y lejos de ser aplastada o devorada por el oso, pareció que éste la cubría de los picotazos, pues el zumbido empezó a alejarse hasta que casi no pudo oírlo. La sombra que se cernía sobre ella se retiró y Saga se irguió hasta quedar sentada sobre los talones, observando con sus grandes ojos azulados aquel imponente animal que la miraba con su gigantesca cabeza ladeada. Le gruñó y ella cerró los ojos, por si de pronto había cambiado de parecer y decidía que comérsela no era una mala opción.
De nuevo se hizo el silencio y los párpados de la chiquilla se abrieron poco a poco, justo a tiempo para ver como aquel enorme mamífero menguaba y perdía el pelo hasta convertirse en un corpulento hombre desnudo de barba tupida y larga melena. Había visto a otros varones desnudos, en su manda era algo habitual al llegar el día tras la luna llena. Pero sus modales distaban mucho de aquellos a los que la joven heredera estaba acostumbrada. Despegó los labios para dar las gracias, cuando una voz grave y tosca le advirtió que no se jugaba con los panales. -Yo no fui la que sacudió el hogar de las abejas… Sólo estaba meditando cuando vinieron enfurecidas tras de mí.- No tenía por qué darle explicaciones, pero no quería que se malinterpretara la situación. Ella iba a ser una líder y, como tal, debía lidiar con las cosas de la manera más favorable posible para los suyos, en aquel caso ella misma. Se levantó par seguir al hombre que se alejaba, casi corriendo para llevar el mismo paso. -Gracias por salvarme, señor.
Saltó cualquier obstáculo que se cruzó en su caminó, aquellos que no pudo pasar por encima los sorteó o eludió escurriéndose por debajo, sin importarle pelarse las rodillas o arañarse las palmas de las manos. Nada dolería tanto como un millar de aguijonazos por todo el cuerpo. Escuchó un sonido a lo lejos, pero el zumbido parecía ocupar casi toda su concentración, así que para cuando se pudo percatar del origen de aquel estruendo, se encontraba de frente con un gigantesco oso a dos patas, gruñendo en su dirección. Ahora sí que ya no tenía salida, estaba acorralada. Rápidamente se hizo una bola en el suelo, intentando imitar a los bichos bola o a las zarigüeyas, pensando que, si simulaba ser una roca o un animal muerto, tal vez el gran mamífero la ignorara. Notó temblar el suelo cuando éste se dejó caer en cuatro y el zumbido se hizo tan fuerte que casi creyó ensordecería.
Pasaron unos minutos y lejos de ser aplastada o devorada por el oso, pareció que éste la cubría de los picotazos, pues el zumbido empezó a alejarse hasta que casi no pudo oírlo. La sombra que se cernía sobre ella se retiró y Saga se irguió hasta quedar sentada sobre los talones, observando con sus grandes ojos azulados aquel imponente animal que la miraba con su gigantesca cabeza ladeada. Le gruñó y ella cerró los ojos, por si de pronto había cambiado de parecer y decidía que comérsela no era una mala opción.
De nuevo se hizo el silencio y los párpados de la chiquilla se abrieron poco a poco, justo a tiempo para ver como aquel enorme mamífero menguaba y perdía el pelo hasta convertirse en un corpulento hombre desnudo de barba tupida y larga melena. Había visto a otros varones desnudos, en su manda era algo habitual al llegar el día tras la luna llena. Pero sus modales distaban mucho de aquellos a los que la joven heredera estaba acostumbrada. Despegó los labios para dar las gracias, cuando una voz grave y tosca le advirtió que no se jugaba con los panales. -Yo no fui la que sacudió el hogar de las abejas… Sólo estaba meditando cuando vinieron enfurecidas tras de mí.- No tenía por qué darle explicaciones, pero no quería que se malinterpretara la situación. Ella iba a ser una líder y, como tal, debía lidiar con las cosas de la manera más favorable posible para los suyos, en aquel caso ella misma. Se levantó par seguir al hombre que se alejaba, casi corriendo para llevar el mismo paso. -Gracias por salvarme, señor.
Saga- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 42
Fecha de inscripción : 27/01/2018
Re: Osos a la miel // Privado - Cronos
La niña me alcanzó tras yo dar unas zancadas y ella una carrera. Sacudí la cabeza, al parecer no me libraría tan fácil del cachorro que sonriente me seguía. Me detuve enarcando una ceja, poco me importaban sus excusas, el hecho es que tras ella habían ido las abejas y a mi me había interrumpido el baño.
-De gracias no vivo -espeté sin mas gruñendole de forma intimidante. Los cachorros no eran mi fuerte, de haber querido rodearme de ellos hubiera hecho parir a alguna mujer un linaje, mas ciertamente, me pasaba por la verga la mierda esa de los linajes ¿de que valía? Yo no tenia pasado, y de seguir hablando con la niñita, tampoco presente.
-No me hagas perder el tiempo -añadí volviendo a llevar la mano a mi trasero rascandolo de forma enérgica.
Ella se detuvo en seco abriendo sus dos enormes ojos azules.
-Largo -gruñí dándome de nuevo la vuelta, si hubiera sabido que iba a ser tan molesta no ha hubiera ayudado.
Tenia que conseguir trabajo, había oído de una pensión económica donde se alojaban los forasteros como yo, en su mayoría mercenarios, buscando hacer fortuna con el acero. De seguro que allí daría con alguien que valorara un trabajo bien hecho, un hombre sin escrúpulos que se vendería por un lecho, comida en condiciones y las monedas necesarias para pagarme un par de putas todas las noches.
Pensando en mis cosas volví a escuchar los pasitos de la niña, sinceramente empezaba a ser mas molesta que las mismas abejas.
-¿que quieres ahora? -dije enarcando una ceja al ver su menudo cuerpo plantarse frente a mi con lo brazos en jarra.
Le duplicaba el tamaño, así que tuve que agachar mi espalda para bajando mi rostro hasta su altura quedar mirándonos de frente.
-largo o las abejas serán el peor de tus problemas, cachorro.
-¿que puedo hacer señor para agradecer..?
Ensanché la sonrisa ante su atenta mirada clavando mis pardos en sus dos mares.
-No tienes nada que pueda interesarme chiquilla -bufé meciendo su pelo con mi aliento – así que largo.
-De gracias no vivo -espeté sin mas gruñendole de forma intimidante. Los cachorros no eran mi fuerte, de haber querido rodearme de ellos hubiera hecho parir a alguna mujer un linaje, mas ciertamente, me pasaba por la verga la mierda esa de los linajes ¿de que valía? Yo no tenia pasado, y de seguir hablando con la niñita, tampoco presente.
-No me hagas perder el tiempo -añadí volviendo a llevar la mano a mi trasero rascandolo de forma enérgica.
Ella se detuvo en seco abriendo sus dos enormes ojos azules.
-Largo -gruñí dándome de nuevo la vuelta, si hubiera sabido que iba a ser tan molesta no ha hubiera ayudado.
Tenia que conseguir trabajo, había oído de una pensión económica donde se alojaban los forasteros como yo, en su mayoría mercenarios, buscando hacer fortuna con el acero. De seguro que allí daría con alguien que valorara un trabajo bien hecho, un hombre sin escrúpulos que se vendería por un lecho, comida en condiciones y las monedas necesarias para pagarme un par de putas todas las noches.
Pensando en mis cosas volví a escuchar los pasitos de la niña, sinceramente empezaba a ser mas molesta que las mismas abejas.
-¿que quieres ahora? -dije enarcando una ceja al ver su menudo cuerpo plantarse frente a mi con lo brazos en jarra.
Le duplicaba el tamaño, así que tuve que agachar mi espalda para bajando mi rostro hasta su altura quedar mirándonos de frente.
-largo o las abejas serán el peor de tus problemas, cachorro.
-¿que puedo hacer señor para agradecer..?
Ensanché la sonrisa ante su atenta mirada clavando mis pardos en sus dos mares.
-No tienes nada que pueda interesarme chiquilla -bufé meciendo su pelo con mi aliento – así que largo.
Cronos- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 03/10/2016
Re: Osos a la miel // Privado - Cronos
Cuando el hombre le contestó que de gracias no vivía, la niña arrugó su lisa y pálida frente en una mueca de confusión y descontento. Su padre le había enseñado que al igual que se debía ser agradecido, se debía saber aceptar con una sonrisa cuando alguien era honesto contigo. Si bien sabía cómo pelear, Aúkoc se había tomado el tiempo y la paciencia de demostrarle a su hija que no todo eran batallas de puños, dientes y espadas, que muchas guerras se ganaban con palabras, evitando que aquellos que te importaban, tuvieran que acudir al campo de batalla. Aquellas eran las mejores victorias, las que no implicaban bajas. Al pensar en ello, sus pies se detuvieron y se quedó allí plantada mirando al oso que, sin pudor alguno, se rascaba las posaderas sin cesar como si tuviera pulgas y no le dejaran de picar.
Se quedó rezagada, meditando, mientras el desconocido se alejaba de nuevo hacia el sonido del agua, seguramente un río. Apretó a correr de nuevo hasta atraparlo y cuando le dirigió la palabra una vez más, ella le dedicó la mejor de sus sonrisas. -¿Qué puedo hacer, señor, para agradecer…?- Antes de que pudiera siquiera terminar la frase, él la interrumpió con uno de sus desagradables bufidos. La rubia apretó un instante los labios, torciendo una mueca y con los brazos en jarras, además de sacando pecho, como si se hubiera hinchado de agallas, volvió a formular la pregunta, negándose a que le cortara de nuevo o le diera una negativa por respuesta. -¿Qué puedo hacer, señor, para agradecer su inestimable ayuda? No sabe lo que tengo para ofrecer, ni siquiera sabe de dónde vengo o lo que oculto tras unos arbustos. Tal vez tenga algo que resulte de su interés y, siendo como es tan testarudo, se pierda el descubrirlo.- Siempre había sido muy parlanchina y a pesar de su corta edad, era una niña lista y recurrente. Obviamente, no tenia consigo, sólo la ropa que llevaba puesta y nada más. Eso sí, quería agradecerle a ese hombre el que le salvara la vida y, si para ello tenía que sonsacarle lo que quería, lo haría y ya más tarde se encargaría de conseguirlo y traérselo. Su padre seguro no escatimaría en recompensar al altruista desconocido que se había interpuesto entre un centenar de abejas asesinas y su pequeña princesa de ojos azules.
Se quedó rezagada, meditando, mientras el desconocido se alejaba de nuevo hacia el sonido del agua, seguramente un río. Apretó a correr de nuevo hasta atraparlo y cuando le dirigió la palabra una vez más, ella le dedicó la mejor de sus sonrisas. -¿Qué puedo hacer, señor, para agradecer…?- Antes de que pudiera siquiera terminar la frase, él la interrumpió con uno de sus desagradables bufidos. La rubia apretó un instante los labios, torciendo una mueca y con los brazos en jarras, además de sacando pecho, como si se hubiera hinchado de agallas, volvió a formular la pregunta, negándose a que le cortara de nuevo o le diera una negativa por respuesta. -¿Qué puedo hacer, señor, para agradecer su inestimable ayuda? No sabe lo que tengo para ofrecer, ni siquiera sabe de dónde vengo o lo que oculto tras unos arbustos. Tal vez tenga algo que resulte de su interés y, siendo como es tan testarudo, se pierda el descubrirlo.- Siempre había sido muy parlanchina y a pesar de su corta edad, era una niña lista y recurrente. Obviamente, no tenia consigo, sólo la ropa que llevaba puesta y nada más. Eso sí, quería agradecerle a ese hombre el que le salvara la vida y, si para ello tenía que sonsacarle lo que quería, lo haría y ya más tarde se encargaría de conseguirlo y traérselo. Su padre seguro no escatimaría en recompensar al altruista desconocido que se había interpuesto entre un centenar de abejas asesinas y su pequeña princesa de ojos azules.
Saga- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 27/01/2018
Re: Osos a la miel // Privado - Cronos
Terca como todas las norteñas no parecía dispuesta a aceptar un no como respuesta, admito que el carácter ígneo de las mujeres de estas tierras siempre me motivó mas de la cuenta.
Ladeé la sonrisa al escuchar en ese impertinente tono altivo que quizás tras los matorrales tuviera algo que podría interesarme.
-¡Ah si! -dije riéndome - ¿que tienes tras esos matorrales que yo pueda querer? -pregunté enarcando una ceja.
Esa niña no podía tener nada que yo quisiera, no era un hombre de grandes pretensiones, mi vida era el acero y hasta ahora mis necesidades habían quedado cubiertas por Nessanie. Tenia comida, tenia alojamiento y como recompensa me abría las piernas.
No necesitaba mucho dinero, Nessa tendía a tirar de la correa con frecuencia y ahora, tras haberla perdido, nada tenia sentido. No tenia pasado, solo era un perro abandonado.
-¿Una botella de un fuerte licor? Era lo único que podría servirme para dejar de pensar.
Los cascos de los caballos me hicieron ladear la cabeza, eran tres jinetes al galope. Iba desarmado, pero no necesitaba armas para hacer frente a un enemigo.
La niña por su aura era una mera humana, era pequeña así que deducía que su familia estaría cerca, la niña al ver como mi cuerpo se tensaba abrió mas los ojos, seguramente imaginando que aquellos que la buscaban debían ser miembros de su manada.
-Apestas a lobo niña, tu manada te busca – dije abriendo la boca para bostezar dejando claro lo indiferente que me podía resultar enfrentarme a tres licantropos. No seria la primera vez que despedazaría a uno con mis fauces, ni que destriparía uno con el hacha.
La manita de la niña se cogió a la mía, me tensé arrugando la frente y dejando escapar un ligero gruñido, no estaba acostumbrado a ningún tipo de contacto afectuoso y esto me resultaba...extraño. Como la bestia que era me puse a la defensiva hasta que mi cuerpo se relajo dándome cuenta de que solo era un molesto cachorro.
El acto reflejo me llevó a apartar su mano de la mía dándole la espalda para emprender camino hacia el rio.
Ladeé la sonrisa al escuchar en ese impertinente tono altivo que quizás tras los matorrales tuviera algo que podría interesarme.
-¡Ah si! -dije riéndome - ¿que tienes tras esos matorrales que yo pueda querer? -pregunté enarcando una ceja.
Esa niña no podía tener nada que yo quisiera, no era un hombre de grandes pretensiones, mi vida era el acero y hasta ahora mis necesidades habían quedado cubiertas por Nessanie. Tenia comida, tenia alojamiento y como recompensa me abría las piernas.
No necesitaba mucho dinero, Nessa tendía a tirar de la correa con frecuencia y ahora, tras haberla perdido, nada tenia sentido. No tenia pasado, solo era un perro abandonado.
-¿Una botella de un fuerte licor? Era lo único que podría servirme para dejar de pensar.
Los cascos de los caballos me hicieron ladear la cabeza, eran tres jinetes al galope. Iba desarmado, pero no necesitaba armas para hacer frente a un enemigo.
La niña por su aura era una mera humana, era pequeña así que deducía que su familia estaría cerca, la niña al ver como mi cuerpo se tensaba abrió mas los ojos, seguramente imaginando que aquellos que la buscaban debían ser miembros de su manada.
-Apestas a lobo niña, tu manada te busca – dije abriendo la boca para bostezar dejando claro lo indiferente que me podía resultar enfrentarme a tres licantropos. No seria la primera vez que despedazaría a uno con mis fauces, ni que destriparía uno con el hacha.
La manita de la niña se cogió a la mía, me tensé arrugando la frente y dejando escapar un ligero gruñido, no estaba acostumbrado a ningún tipo de contacto afectuoso y esto me resultaba...extraño. Como la bestia que era me puse a la defensiva hasta que mi cuerpo se relajo dándome cuenta de que solo era un molesto cachorro.
El acto reflejo me llevó a apartar su mano de la mía dándole la espalda para emprender camino hacia el rio.
Cronos- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 64
Fecha de inscripción : 03/10/2016
Re: Osos a la miel // Privado - Cronos
El hombre era muy testarudo y no parecía querer aceptar el agradecimiento sincero de la niña. Si bien había mentido diciendo que ocultaba cosas tras los arbustos, había dicho la verdad cuando aseguró poder conseguirle algo que quisiera o le sirviera. Y si alcohol era lo que le interesaba, podría conseguirlo de alguna manera… Si le decía a la gente de la manada para qué lo necesitaba, estaba convencida que nadie se lo negaría, no a ella, y no sólo por ser la heredera, sino porque la conocían, la respetaban y la querían. Y si con una botella se pagaba el favor de salvar su vida, colmarían al hombre de alcohol hasta que no se pudiera mantener en pie.
Aún no había podido responder a la petición del oso que se escuchó el trote de unos caballos acercándose. La pequeña tardó un poco más que el cambiante en percatarse de ello, pero no demasiado, debido al entrenamiento exhaustivo al que se había sometido durante toda su niñez. Arrugó la frente cuando le oyó comentar despectivamente aquello y con la voz teñida de orgullo le replicó. -Los lobos no apestamos, señor.- Porque podía aún ser una mera humana, pero hacía mucho que se consideraba una más de la manada y que él, oliendo como lo hacía, osara hablar irrespetuosamente de los suyos, no le sentó nada bien, aún y cuando le debía la vida.
El tipo la ignoró por completo, se dio media vuelta y emprendió de nuevo el camino hacia la lejanía. Ella quiso seguirle una vez más, pero la alcanzaron antes los jinetes y cortaron su paso. -Su padre la espera. Debe empezar a prepararse para la conversión.- Saga buscó con la mirada la silueta el hombre, cada vez más pequeña en la distancia. Resopló, disconforme con tener que irse sin solventar sus diferencias, pero decidió que una vez superada la mordida, regresaría a su encuentro y le daría aquella botella de buen licor que le había pedido a cambio de su desinteresado favor. La rubia se hizo una promesa a sí misma, que tardara lo que tardara, quedaría en paz con el oso y lograría que aceptara su gratitud, aunque fuera entre gruñidos. Se marchó a lomos de uno de los caballos, justo detrás de un buen amigo de su padre. Mas lo que la muchachita no sabía, era que sus planes se truncarían por culpa de una bruja que la sumiría en un coma irreversible. El destino tenía algo preparado para la joven heredera de la manada, un sueño profundo, consciente y tortuoso. Pero nadie contaba con la cabezonería, locura y amor de Aúkoc, el cuál arriesgaría no sólo su vida sino la de los nueve reinos, por salvar a su hija de ese cruel final.
Aún no había podido responder a la petición del oso que se escuchó el trote de unos caballos acercándose. La pequeña tardó un poco más que el cambiante en percatarse de ello, pero no demasiado, debido al entrenamiento exhaustivo al que se había sometido durante toda su niñez. Arrugó la frente cuando le oyó comentar despectivamente aquello y con la voz teñida de orgullo le replicó. -Los lobos no apestamos, señor.- Porque podía aún ser una mera humana, pero hacía mucho que se consideraba una más de la manada y que él, oliendo como lo hacía, osara hablar irrespetuosamente de los suyos, no le sentó nada bien, aún y cuando le debía la vida.
El tipo la ignoró por completo, se dio media vuelta y emprendió de nuevo el camino hacia la lejanía. Ella quiso seguirle una vez más, pero la alcanzaron antes los jinetes y cortaron su paso. -Su padre la espera. Debe empezar a prepararse para la conversión.- Saga buscó con la mirada la silueta el hombre, cada vez más pequeña en la distancia. Resopló, disconforme con tener que irse sin solventar sus diferencias, pero decidió que una vez superada la mordida, regresaría a su encuentro y le daría aquella botella de buen licor que le había pedido a cambio de su desinteresado favor. La rubia se hizo una promesa a sí misma, que tardara lo que tardara, quedaría en paz con el oso y lograría que aceptara su gratitud, aunque fuera entre gruñidos. Se marchó a lomos de uno de los caballos, justo detrás de un buen amigo de su padre. Mas lo que la muchachita no sabía, era que sus planes se truncarían por culpa de una bruja que la sumiría en un coma irreversible. El destino tenía algo preparado para la joven heredera de la manada, un sueño profundo, consciente y tortuoso. Pero nadie contaba con la cabezonería, locura y amor de Aúkoc, el cuál arriesgaría no sólo su vida sino la de los nueve reinos, por salvar a su hija de ese cruel final.
Saga- Licántropo Clase Baja
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