Panecillos de miel (Privado)

por **Ward Howe** Vie Sep 08, 2017 4:21 pm

Esa mañana el padre Howe se había levantado traspuesto.

Las hermanas del convento le habían traído un vino dulce demasiado fuerte para su paladar que al parecer le había dejado traspuesto al levantarse de la cama. Esa semana, su querido padre había viajado desde Munich para visitarle y ver cómo le iba al joven Howe y al ser sábado, Ward tenía el día libre por lo que lo podría aprovechar para poder estar con su padre, dar una vuelta por París, enseñarle todo a su padre, algún monumento…pero lo que si quería Ward era ir a la panadería en donde hacían unos exquisitos panecillos de mantequilla y miel que le sacaban el goloso que tenía dentro.

Esa mañana se vistió con lentitud pues no quería despertar el agudo oído de su padre. Cuando estuvo listo, salía por la puerta principal, mostrando su nuevo traje color café oscuro junto con una llamativa corbata de color azul marino. Su abrigo era negro e iba cerrándolo mientras intentaba pasar por la puerta de hierro de su verja. Cuando estuvo ya lejos de su casa, saludaba a la gente madrugadora de ese sábado, pero claro, al ser sábado ¿Estaría cerrada la panadería? De cualquier modo y si estaba cerrada, volvería el lunes temprano ya que mañana le tocaba a él dar la misa de los domingos en la Iglesia de San Jaime y entre semana le tocaba darlas en la Catedral. Que honor. Dar una misa en aquel lugar y que a la vez se le purificase el alma.

Cuando llego a la plaza central, observo a multitud de personas mayores ajuntadas en un inmenso grupo. Ward los observaba de lejos para no mezclarse con aquellos que parecían querer montar una revuelta. Estaba algo nervioso la verdad, su timidez estaba aflorando temiendo a que alguien le obligara a unirse a ese grupo, por lo que fue listo, se ajunto con una pareja que conocía de las misas que daba y ocultando su mirada se metió por un callejón que daba hacia la calle a la que Ward quería llegar.

Finalmente, consiguió llegar a la panadería en la que ansiaba poder comprar aquellos pastelitos de mantequilla y miel, pero para su mala suerte, estaba cerrada la panadería.

- Que pena –chasqueo la lengua desilusionado por haberse encontrado la panadería cerrada. Si, se lo intuía pero a lo mejor estaba equivocado. Entonces para cuando pensaba en buscar una cafetería que pudiera llegar a su bolsillo, giraba en sus pies y chocándose con alguien, este hábilmente consiguió retener a la persona que habría tirado al suelo, cogiéndola de ambas manos - ¡Vaya lo siento mucho! – Se fijó que había tomado las manos de una muchacha.

por **Saskia Borgano** Dom Oct 22, 2017 6:05 pm

Tarde, tarde, su vida parecía estar signada por ese destino, llegar siempre tarde a todas partes. Ainara, caminaba apresurada, sabiendo que su puesto en el café de la Plaza, estaba por ser cosa del pasado, pero, aquella noche se había quedado despierta hasta casi el amanecer, cuidando de una gata que estaba pariendo, justo en el callejón que daba debajo de su ventana. Amaba a los animales, pues creía que ellos eran más leales que los humanos, ¿acaso alguna vez, un perro o un caballo, dejaban tirado a su amo? no, claro que no. Encambio, un amigo, era capaz de traicionar, por dinero, por amor, por cobardía, no definitivamente, para ella, el cuidar de aquella gata y de sus cachorros, valía mas, que un puesto como mesera en el café.

Apenas había podido dormir tres horas, pues, tras rescatar a la gata, ubicarla frente a la chimenea, y velar el parto de cada uno de los cinco gatitos, se había asegurado de dejarlos bien abrigados con una cobija vieja que ella poseía, - ya podré comprarme otra, en el peor de los casos, me acostaré vestida y con doble par de medias - caviló, mientras seguía caminando, esquivando a los transeúntes que se encontraba. Sonrió pensando en que su verdadero sueño, era abrir una pastelería, una simple y sencilla pastelería, en la cual poder preparar todas aquellas recetas que había estado recolectando y probando. Suspiró, pensando que no tenía familia a quien preparar sus panecillos de miel, ni padres, ni hermanos, nadie quien pudiera hacerle compañía, que se sentara a su lado y desayunaran juntos, - que patetica existencia - reflexionó, - de verdad que das lastima - caviló, mientras caminaba apresurada, hacia un destino al que no deseaba llegar. Fue entonces que chocó contra el pecho de un caballero, haciendo que perdiera el equilibrio y que comenzara a caer hacia atrás, sus manos intentaron aferrarse de algo, cerró sus ojos, apretando sus párpados, esperando soportar el golpe de su cabeza en el suelo, más sus manos fueron atrapadas en el aire y sintió el tirón. Abrió sorprendida sus ojos, para contemplar los orbes ajenos, unos hermosos ojos de color a las castañas.

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