AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Luna de miel (Adaline)(+18)
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Luna de miel (Adaline)(+18)
Hacia ya unas semanas que nos habíamos casado, pero como fue algo que surgió sin mas, dejándonos llevar no solo por la locura, si no por los dioses, los elementos, las estrellas y el amor fuerte que nos procesábamos, no habíamos podido celebrar una luna de miel como mi esposa se merecía.
La palabra esposa, aun me resultaba difícil de creer, no entendida como alguien tan perfecta como ella, podía estar con un monstruo como yo, claro que no pensaba despertarla de su error, si no mas bien todo lo contrario, pensaba demostrarle que este monstruo trataría de hacerla feliz, costara lo que costara.
Que a su lado podía ser alguien mejor, alguien distinto, con mas auto control.
Así que organicé un viaje a Italia, uno a la pequeña isla de Cerdeña. Nuestro primer encuentro fue en la playa, así que no imaginaba mejor lugar que una isla donde pudiéramos ver las estrellas junto al mar.
Dejándonos envolver por los elementos y con los dioses que bendicieron lo nuestro, dejarnos llevar rememorando ese día que cambio para siempre el significado del mundo para mi.
Lo tenia todo dispuesto, había pagado a un marinero que poseía un pequeño barco para hacer ese viaje solo con nosotros. Evitaría así miradas indiscretas, sobre porque dormía durante el día, porque transitaba la noche ,así como mis gustos alimenticios.
Había que extremar precauciones, pues aunque era un vikingo, aunque durante mucho tiempo perseguí el Valhalla, hoy tenia una razón para vivir, Adaline.
Hoy mi mujer había salido a media tarde, al parecer había quedado con una amiga, así que cuando me levante, no estaba allí.
Admito que eche de menos su olor, su sabor y su calor, mas con rapidez preparé una maleta con la ropa necesaria para ambos y la coloqué en la puerta de nuestro hogar.
Esas ruinas que hoy eran una casa perfecta donde mostrarnos cada día nuestro amor.
Sonreí de medio lado al sentir que se acercaba y mi mirada brillo cuando la cerradura cedió y atravesó el umbral la preciosa mujer de orbes pardos y piel de porcelana que me haba robado mucho mas que el corazón.
-Sorpresa -musité cuando sus ojos me miraron sin entender que hacia con una maleta.
No pude evitar acercarme a ella para morder sus labios con suavidad.
Parecía desconcertada, temerosa, creo que por un instante pensó que me iba.
-He preparado un viaje para nuestra luna de miel. Aquí está todo cuanto necesitamos para pasar unos días. ¿Nos vamos?
Sus brazos rodearon mi cuello, su aliento se fundió con el mio y nuestros labios se buscaron con la intensidad con la que las olas chocan contra las rocas.
Eso eramos nosotros, aguay y fuego, dos volcanes que se encuentran y arroyan con todo a su paso.
Ella y yo encajábamos de esa manera perfecta, esa en la que es inusual conectar.
Lo supe desde el primer día que la vi, sobre esas rocas, pidiendo un deseo a las estrellas. Ella seria mía, y yo seria suyo, pues no había otra manera.
Lo nuestro fue instinto, fue fuego, fue sal, fue maderos y viento.
Nos enamoramos sin mas, eso era el amor verdadero
La palabra esposa, aun me resultaba difícil de creer, no entendida como alguien tan perfecta como ella, podía estar con un monstruo como yo, claro que no pensaba despertarla de su error, si no mas bien todo lo contrario, pensaba demostrarle que este monstruo trataría de hacerla feliz, costara lo que costara.
Que a su lado podía ser alguien mejor, alguien distinto, con mas auto control.
Así que organicé un viaje a Italia, uno a la pequeña isla de Cerdeña. Nuestro primer encuentro fue en la playa, así que no imaginaba mejor lugar que una isla donde pudiéramos ver las estrellas junto al mar.
Dejándonos envolver por los elementos y con los dioses que bendicieron lo nuestro, dejarnos llevar rememorando ese día que cambio para siempre el significado del mundo para mi.
Lo tenia todo dispuesto, había pagado a un marinero que poseía un pequeño barco para hacer ese viaje solo con nosotros. Evitaría así miradas indiscretas, sobre porque dormía durante el día, porque transitaba la noche ,así como mis gustos alimenticios.
Había que extremar precauciones, pues aunque era un vikingo, aunque durante mucho tiempo perseguí el Valhalla, hoy tenia una razón para vivir, Adaline.
Hoy mi mujer había salido a media tarde, al parecer había quedado con una amiga, así que cuando me levante, no estaba allí.
Admito que eche de menos su olor, su sabor y su calor, mas con rapidez preparé una maleta con la ropa necesaria para ambos y la coloqué en la puerta de nuestro hogar.
Esas ruinas que hoy eran una casa perfecta donde mostrarnos cada día nuestro amor.
Sonreí de medio lado al sentir que se acercaba y mi mirada brillo cuando la cerradura cedió y atravesó el umbral la preciosa mujer de orbes pardos y piel de porcelana que me haba robado mucho mas que el corazón.
-Sorpresa -musité cuando sus ojos me miraron sin entender que hacia con una maleta.
No pude evitar acercarme a ella para morder sus labios con suavidad.
Parecía desconcertada, temerosa, creo que por un instante pensó que me iba.
-He preparado un viaje para nuestra luna de miel. Aquí está todo cuanto necesitamos para pasar unos días. ¿Nos vamos?
Sus brazos rodearon mi cuello, su aliento se fundió con el mio y nuestros labios se buscaron con la intensidad con la que las olas chocan contra las rocas.
Eso eramos nosotros, aguay y fuego, dos volcanes que se encuentran y arroyan con todo a su paso.
Ella y yo encajábamos de esa manera perfecta, esa en la que es inusual conectar.
Lo supe desde el primer día que la vi, sobre esas rocas, pidiendo un deseo a las estrellas. Ella seria mía, y yo seria suyo, pues no había otra manera.
Lo nuestro fue instinto, fue fuego, fue sal, fue maderos y viento.
Nos enamoramos sin mas, eso era el amor verdadero
Última edición por Erlend Cannif el Vie Mar 31, 2017 11:59 am, editado 1 vez
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Varias semanas habían transcurrido ya desde que uní mi sino al de Erlend, y durante el transcurso de ese tiempo descubrí el inesperado sentimiento que me embargaba cada vez que regresaba a nuestro hogar después de una salida. Sin importar cuanto tiempo hubiese pasado afuera, fuese uno largo o extremadamente corto, siempre que atravesaba el amplio terreno que constituía nuestro jardín frontal y alcanzaba nuestro porche este se iba acrecentando, preso de pura anticipación. Justo como lo hacía ahora, cuando metí la llave en el cerrojo de la puerta, preguntándome internamente si mi esposo se encontraría en casa.
A pesar del transcurso de los días regresaba al mismo pensamiento, el de intentar convencerme de que estaba casada con el hombre que amaba, de que todo era real. Incluso, cuando mi amiga notó el anillo en mi dedo y me preguntó al respecto tuve que guardar silencio unos segundos para ordenar mis ideas y poder encontrar las palabras que alcanzaran a describir lo sucedido. En varias ocasiones la observé alzar la ceja ante mi descripción de mi esposo, le parecía demasiado maravillosa quizás, pero al final se alegró por mi con algo de sana envidia e hicimos un brindis juntas, por el futuro.
Aún machacaba esas palabras cuando abría la puerta. Mi futuro. Mi futuro estaba adentro, contemplado en aquel inmortal al que vi de pie. Uno tan mío como yo era suya, como lo proclamaba cada latido y cada nueva respiración mía.
Sonreí alegre de verlo para sorprenderme a continuación al descubrir las maletas que tenía a un lado suyo. Juro que si no se hubiera acercado en breve y me hubiese explicado el alma hubiera terminado de írseme a los pies ante la idea de que se marchaba. Mis brazos rodearon su cuello impulsivamente ante la noticia de nuestro viaje y sus labios volvieron a llevarme al incendio más profundo, al mismo que alimentábamos con nuestras brasas cada vez que colisionábamos el uno con el otro. En cada nuevo beso compartido encontraba una sensación nueva, una fuerte y profunda que no dejaba nunca de sacudirme por dentro y erizarme la piel.
-¿Ah si caballero?- Lo reprendí suavemente, contemplándolo aún entre sus brazos. -¿Y se puede saber por qué hasta ahora me entero de este viaje?- Di un par de golpecitos en su pecho a modo de protesta por el secreto, aunque me encantaba la sorpresa. Apenas podía creer que lo dijera en serio.
Observé maravillada otra vez las maletas. -¿En serio nos vamos? ¿Adónde?- ¿En qué momento hizo los preparativos? ¿Cómo no me di cuenta? Mordí su labio jugando antes de que respondiera a mis interrogantes. -En realidad no importa el destino, contigo voy hasta el fin del mundo.-
Reí al decirlo y me separé del calor que me emitía su cercanía para aproximarme a las maletas y alzar un par de ellas. Justo en ese momento escuché como un carruaje se detenía frente a nuestra entrada. Eso resolvía la interrogante de como saldríamos de nuestro hogar con el equipaje. El cochero bajó para ayudarnos a subir las maletas y las fue acomodando una a una sobre este. Por mi parte observé a Erlend algo preocupada cuando subió con rapidez los escalones del porche y pasó el cerrojo de la puerta.
-¿Estás seguro de que podemos darnos este lujo?- Esperé a que me alcanzara nuevamente y rodeé su cintura con mis brazos. -En cualquier lugar adonde estemos soy feliz con tu compañía.- Acaricié su rostro y pasé mis dedos lentamente por su barba de tres días. Me era imposible no adorarle y aquella adoración se intensificó cuando mis ojos encontraron los suyos y encontré en ellos el reflejo del sentimiento más puro, el de nuestro amor. Lo amaba más que a nada, más que a mi propia vida, ya no existía sin él y era cierto que mi regalo más grande era su compañía. Sonreí de medio lado. Ya sabía su respuesta.
Iríamos a ese viaje. Sin decir más al respecto me apresuré a subir al carruaje y olvidándome del pudor frente al cochero, tiré anhelante de sus brazos para que colisionara contra mi en el interior del mismo. -Ven acá…-
A pesar del transcurso de los días regresaba al mismo pensamiento, el de intentar convencerme de que estaba casada con el hombre que amaba, de que todo era real. Incluso, cuando mi amiga notó el anillo en mi dedo y me preguntó al respecto tuve que guardar silencio unos segundos para ordenar mis ideas y poder encontrar las palabras que alcanzaran a describir lo sucedido. En varias ocasiones la observé alzar la ceja ante mi descripción de mi esposo, le parecía demasiado maravillosa quizás, pero al final se alegró por mi con algo de sana envidia e hicimos un brindis juntas, por el futuro.
Aún machacaba esas palabras cuando abría la puerta. Mi futuro. Mi futuro estaba adentro, contemplado en aquel inmortal al que vi de pie. Uno tan mío como yo era suya, como lo proclamaba cada latido y cada nueva respiración mía.
Sonreí alegre de verlo para sorprenderme a continuación al descubrir las maletas que tenía a un lado suyo. Juro que si no se hubiera acercado en breve y me hubiese explicado el alma hubiera terminado de írseme a los pies ante la idea de que se marchaba. Mis brazos rodearon su cuello impulsivamente ante la noticia de nuestro viaje y sus labios volvieron a llevarme al incendio más profundo, al mismo que alimentábamos con nuestras brasas cada vez que colisionábamos el uno con el otro. En cada nuevo beso compartido encontraba una sensación nueva, una fuerte y profunda que no dejaba nunca de sacudirme por dentro y erizarme la piel.
-¿Ah si caballero?- Lo reprendí suavemente, contemplándolo aún entre sus brazos. -¿Y se puede saber por qué hasta ahora me entero de este viaje?- Di un par de golpecitos en su pecho a modo de protesta por el secreto, aunque me encantaba la sorpresa. Apenas podía creer que lo dijera en serio.
Observé maravillada otra vez las maletas. -¿En serio nos vamos? ¿Adónde?- ¿En qué momento hizo los preparativos? ¿Cómo no me di cuenta? Mordí su labio jugando antes de que respondiera a mis interrogantes. -En realidad no importa el destino, contigo voy hasta el fin del mundo.-
Reí al decirlo y me separé del calor que me emitía su cercanía para aproximarme a las maletas y alzar un par de ellas. Justo en ese momento escuché como un carruaje se detenía frente a nuestra entrada. Eso resolvía la interrogante de como saldríamos de nuestro hogar con el equipaje. El cochero bajó para ayudarnos a subir las maletas y las fue acomodando una a una sobre este. Por mi parte observé a Erlend algo preocupada cuando subió con rapidez los escalones del porche y pasó el cerrojo de la puerta.
-¿Estás seguro de que podemos darnos este lujo?- Esperé a que me alcanzara nuevamente y rodeé su cintura con mis brazos. -En cualquier lugar adonde estemos soy feliz con tu compañía.- Acaricié su rostro y pasé mis dedos lentamente por su barba de tres días. Me era imposible no adorarle y aquella adoración se intensificó cuando mis ojos encontraron los suyos y encontré en ellos el reflejo del sentimiento más puro, el de nuestro amor. Lo amaba más que a nada, más que a mi propia vida, ya no existía sin él y era cierto que mi regalo más grande era su compañía. Sonreí de medio lado. Ya sabía su respuesta.
Iríamos a ese viaje. Sin decir más al respecto me apresuré a subir al carruaje y olvidándome del pudor frente al cochero, tiré anhelante de sus brazos para que colisionara contra mi en el interior del mismo. -Ven acá…-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Nuestros labios se enredaron una y otra vez, como decirle que mi luna de miel empezó el día que la saqué de esas aguas.
Que desde entonces, todo había cambiado para mi, que nunca mi vida tuvo tanto color, ni siquiera tanto sentido.
Su piel ardía contra la mía, fría, casi podía sentir como insuflaba aire en mi, como lograba que la vida surgiera en mi corazón con cada beso, pues nunca pese que podría oírlo volver a latir.
Sonreí contra sus labios cuando sus manos golpearon mi torso.
Su risa era contagiosa y mis ojos no pudieron evitar hundirse en esos orbes castaños que proclamaban mil tormentas, como el mismo trueno de Thor, todas ellas dignas de un combate sin tregua.
Jadeé ligeramente contra su boca, era algo que siempre me pasaba al estar con ella, esa necesidad imperiosa de tocarla, de tomarla, estaba completamente ebrio de ella.
-No te has enterado porque tu marido pretendía darte una sorpresa -apunté tirando de su labio inferior -claro que esta no es la única sorpresa.
El carruaje se detuvo en la puerta, mi esposa parecía una niña, bien merecía este viaje lo gastado si volvía a ver dibujada esa sonrisa una y otra vez.
Me acerqué por atrás y besé su precioso y blanco cuello. Su sangre corría desaforada por su yugular, aquella noche no había cazado y no pude evitar que mis ojo se tronaran fuego y mis labios se entreabrieran con la calidez de su contacto.
Gesto que no pasó desapercibido por ella.
-Lo siento, estoy hambriento.
Tomé las maletas arrebatandoselas de las manos y junto a ella caminé hacia el carruaje, donde el cochero nos ayudó con nuestras pertenecías antes de comenzar el viaje hacia el puerto.
Cerré la puerta del carruaje, quedando ambos solos y juntos en el interior, aun nos quedaba un buen trayecto, hasta alcanzar el mar, así que mis manos surcaron su piel con necesidad.
A fin de cunetas, estos días, eran para los dos.
-Te quiero Adaline, se que no soy el mejor hombre, y se que nada podrá pagarte nunca que hayas regalado tu mortalidad a este monstruo, mas voy a intentar hacerte feliz.
Gruñí contra sus labios alzándola para subirla a horcajadas sobre mi, mis dedos aflojaron ávidos su corseé mientras su mejillas se teñían de rojo y mis labios surcaban con rudeza su mandíbula.
Mi mano movió sus caderas contra mi virilidad en alza, surcando el fuego de nuestros cuerpos.
-Lo necesito -gruñí contra su cuello.
Cerré lo ojos al sentir mis colmillos contra su inmaculada piel, de nuevo aquel hambre voraz, no podía controlarme, así que la aparte con la misma brusquedad con la que la atraje.
Jadeé roncamente poniendo distancia entre nuestros cuerpos.
El suyo era tan cálido, su corazón era la corriente del mar, y yo, estaba tan sediento, que apenas era capaz de dejar que escuchar el incesante latido de su corazón desbocado.
-Adaline, tengo mucha hambre, si empiezo no podre parar -confesé alargando la mano para detenerla.
La conocía, sabia que subiría nuevamente sobre mi, que me ofrecería su sangre, así era ella, confiaba en mi como nunca antes nadie lo hizo, ella era mi presente, mi futuro, ella era el regalo mayor que me pudieron hacer los dioses, las estrellas o los elementos.
-Te necesito ,es por eso ,que hasta que me alimente, has de permanecer ahí.
Que desde entonces, todo había cambiado para mi, que nunca mi vida tuvo tanto color, ni siquiera tanto sentido.
Su piel ardía contra la mía, fría, casi podía sentir como insuflaba aire en mi, como lograba que la vida surgiera en mi corazón con cada beso, pues nunca pese que podría oírlo volver a latir.
Sonreí contra sus labios cuando sus manos golpearon mi torso.
Su risa era contagiosa y mis ojos no pudieron evitar hundirse en esos orbes castaños que proclamaban mil tormentas, como el mismo trueno de Thor, todas ellas dignas de un combate sin tregua.
Jadeé ligeramente contra su boca, era algo que siempre me pasaba al estar con ella, esa necesidad imperiosa de tocarla, de tomarla, estaba completamente ebrio de ella.
-No te has enterado porque tu marido pretendía darte una sorpresa -apunté tirando de su labio inferior -claro que esta no es la única sorpresa.
El carruaje se detuvo en la puerta, mi esposa parecía una niña, bien merecía este viaje lo gastado si volvía a ver dibujada esa sonrisa una y otra vez.
Me acerqué por atrás y besé su precioso y blanco cuello. Su sangre corría desaforada por su yugular, aquella noche no había cazado y no pude evitar que mis ojo se tronaran fuego y mis labios se entreabrieran con la calidez de su contacto.
Gesto que no pasó desapercibido por ella.
-Lo siento, estoy hambriento.
Tomé las maletas arrebatandoselas de las manos y junto a ella caminé hacia el carruaje, donde el cochero nos ayudó con nuestras pertenecías antes de comenzar el viaje hacia el puerto.
Cerré la puerta del carruaje, quedando ambos solos y juntos en el interior, aun nos quedaba un buen trayecto, hasta alcanzar el mar, así que mis manos surcaron su piel con necesidad.
A fin de cunetas, estos días, eran para los dos.
-Te quiero Adaline, se que no soy el mejor hombre, y se que nada podrá pagarte nunca que hayas regalado tu mortalidad a este monstruo, mas voy a intentar hacerte feliz.
Gruñí contra sus labios alzándola para subirla a horcajadas sobre mi, mis dedos aflojaron ávidos su corseé mientras su mejillas se teñían de rojo y mis labios surcaban con rudeza su mandíbula.
Mi mano movió sus caderas contra mi virilidad en alza, surcando el fuego de nuestros cuerpos.
-Lo necesito -gruñí contra su cuello.
Cerré lo ojos al sentir mis colmillos contra su inmaculada piel, de nuevo aquel hambre voraz, no podía controlarme, así que la aparte con la misma brusquedad con la que la atraje.
Jadeé roncamente poniendo distancia entre nuestros cuerpos.
El suyo era tan cálido, su corazón era la corriente del mar, y yo, estaba tan sediento, que apenas era capaz de dejar que escuchar el incesante latido de su corazón desbocado.
-Adaline, tengo mucha hambre, si empiezo no podre parar -confesé alargando la mano para detenerla.
La conocía, sabia que subiría nuevamente sobre mi, que me ofrecería su sangre, así era ella, confiaba en mi como nunca antes nadie lo hizo, ella era mi presente, mi futuro, ella era el regalo mayor que me pudieron hacer los dioses, las estrellas o los elementos.
-Te necesito ,es por eso ,que hasta que me alimente, has de permanecer ahí.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Mi esposo acompañándome en el interior del carruaje hacia un viaje en el cual únicamente seríamos él y yo. Mi corazón latía sumamente entusiasmado ante la idea. Cierto, en las ruinas también estábamos juntos pero inevitablemente nos habían distraído otras cosas, obstáculos que habíamos ido salvando uno a uno comprobando con ello la veracidad del amor que nos profesábamos y fortaleciendo una relación que no quería que terminara nunca. No quería que nada ni nadie se interpusiera entre nosotros, y si, anhelaba este viaje para tenerlo únicamente para mí, sin que nada más llenara nuestro pensamiento más que disfrutarnos el uno al otro.
Negué con la cabeza cuando habló de que le había regalado mi mortalidad a un monstruo. Nunca me gustaba cuando se llamaba a si mismo de esa forma. -Te quiero y quiero cada aspecto tuyo de igual manera, todo lo que eres tú Erlend.- Era muy sincera cuando lo decía, quizás mis imperfecciones fueran distintas a las suyas por la diferencia entre nuestras naturalezas, mortal e inmortal, pero yo amaba cada parte de su persona, y sabía que él me había aceptado también como yo era.
Sin un innecesario preámbulo me subió a horcajadas sobre su regazo, acelerándome el pulso. Mi esposo era el más apuesto de los dioses terrenales, bastaba con que me tocara para que erizara cada vello de mi piel. Ningún hombre me había provocado nunca una reacción así, únicamente él. La temperatura en ese pequeño espacio subió a pasos agigantados bajo el roce de nuestros cuerpos, la presión de sus dedos sobre mi corsé al aflojarlo traspasó la tela, acalorando mi vientre, encendiendo mis mejillas y desatando mi deseo únicamente exacerbado por sus labios rudos y su virilidad chocando contra mi centro que palpitó ávido de él.
Un gruñido de protesta escapó de mis labios cuando con la misma rapidez con la que me había trepado sobre sus piernas ahora me alejaba, dejándome de nuevo en el asiento e interponiendo así distancia entre los dos. Intenté respirar, calmar el mareo que aún sentía por causa del tacto de sus manos y del calor de sus besos, anhelaba demasiado ambas cosas. -Pero Erlend…- iba a protestar, pero noté tanto su agitación como la firmeza de su expresión además de que su brazo aún marcaba distancia entre ambos impidiendo que regresara a él.
Me mordí el labio pensativa. -De acuerdo pero no creo por un segundo que si bebieras de mi no habría una parte tuya que no te orillara a detenerte…- No me importaba compartir mi sangre con él, especialmente si la necesitaba. -Estoy convencida de que nunca me harías daño amor mio, por más hambriento que estés…-
Lo contemplé desde mi posición en el asiento y medité en la manera en que se contenía cada día al encontrarme al lado suyo, escuchando el bombear de mi corazón. Nunca había dado indicación alguna de que le perturbara. -No me moveré de aquí.- Toqué su mano y entrelacé sus dedos con los míos, simplemente quería sentirle.
-Quizás no alcance a comprender el alcance de lo que sientes cuando estás hambriento pero si sé que a tu lado nunca me he sentido en peligro.- Busqué sus expresivas tormentas con mi mirada y me detuve en ellas. -Es todo lo opuesto. Nadie me trató como antes como tú lo haces… Siempre siento que me cuidas y me haces sentir que soy importante en tu vida. Sé que para ti no ha de ser fácil, estando yo cerca y escuchando mis latidos a cada momento, pero de alguna forma te contienes… Me percato de ello y te amo más por eso.-
Desvié mi mirada hacia la ventanilla, observando el exterior. El carruaje continuaba avanzando con velocidad. -Aún quisiera que bebieras de mi, pero si prefieres no hacerlo tendremos que detenernos para que te alimentes.- No íbamos a poder proseguir así, Erlend tendría que cazar de una forma u otra. Lo cierto era que nunca lo había visto hacerlo, siempre regresaba ya alimentado a casa y nunca le hice muchas preguntas al respecto. Presioné su mano en la mía sin soltar un nuevo enlace de nuestras miradas para que supiera que le apoyaba en lo que fuera. -Has lo que tengas que hacer.-
Negué con la cabeza cuando habló de que le había regalado mi mortalidad a un monstruo. Nunca me gustaba cuando se llamaba a si mismo de esa forma. -Te quiero y quiero cada aspecto tuyo de igual manera, todo lo que eres tú Erlend.- Era muy sincera cuando lo decía, quizás mis imperfecciones fueran distintas a las suyas por la diferencia entre nuestras naturalezas, mortal e inmortal, pero yo amaba cada parte de su persona, y sabía que él me había aceptado también como yo era.
Sin un innecesario preámbulo me subió a horcajadas sobre su regazo, acelerándome el pulso. Mi esposo era el más apuesto de los dioses terrenales, bastaba con que me tocara para que erizara cada vello de mi piel. Ningún hombre me había provocado nunca una reacción así, únicamente él. La temperatura en ese pequeño espacio subió a pasos agigantados bajo el roce de nuestros cuerpos, la presión de sus dedos sobre mi corsé al aflojarlo traspasó la tela, acalorando mi vientre, encendiendo mis mejillas y desatando mi deseo únicamente exacerbado por sus labios rudos y su virilidad chocando contra mi centro que palpitó ávido de él.
Un gruñido de protesta escapó de mis labios cuando con la misma rapidez con la que me había trepado sobre sus piernas ahora me alejaba, dejándome de nuevo en el asiento e interponiendo así distancia entre los dos. Intenté respirar, calmar el mareo que aún sentía por causa del tacto de sus manos y del calor de sus besos, anhelaba demasiado ambas cosas. -Pero Erlend…- iba a protestar, pero noté tanto su agitación como la firmeza de su expresión además de que su brazo aún marcaba distancia entre ambos impidiendo que regresara a él.
Me mordí el labio pensativa. -De acuerdo pero no creo por un segundo que si bebieras de mi no habría una parte tuya que no te orillara a detenerte…- No me importaba compartir mi sangre con él, especialmente si la necesitaba. -Estoy convencida de que nunca me harías daño amor mio, por más hambriento que estés…-
Lo contemplé desde mi posición en el asiento y medité en la manera en que se contenía cada día al encontrarme al lado suyo, escuchando el bombear de mi corazón. Nunca había dado indicación alguna de que le perturbara. -No me moveré de aquí.- Toqué su mano y entrelacé sus dedos con los míos, simplemente quería sentirle.
-Quizás no alcance a comprender el alcance de lo que sientes cuando estás hambriento pero si sé que a tu lado nunca me he sentido en peligro.- Busqué sus expresivas tormentas con mi mirada y me detuve en ellas. -Es todo lo opuesto. Nadie me trató como antes como tú lo haces… Siempre siento que me cuidas y me haces sentir que soy importante en tu vida. Sé que para ti no ha de ser fácil, estando yo cerca y escuchando mis latidos a cada momento, pero de alguna forma te contienes… Me percato de ello y te amo más por eso.-
Desvié mi mirada hacia la ventanilla, observando el exterior. El carruaje continuaba avanzando con velocidad. -Aún quisiera que bebieras de mi, pero si prefieres no hacerlo tendremos que detenernos para que te alimentes.- No íbamos a poder proseguir así, Erlend tendría que cazar de una forma u otra. Lo cierto era que nunca lo había visto hacerlo, siempre regresaba ya alimentado a casa y nunca le hice muchas preguntas al respecto. Presioné su mano en la mía sin soltar un nuevo enlace de nuestras miradas para que supiera que le apoyaba en lo que fuera. -Has lo que tengas que hacer.-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Su confianza en mi persona me abrumaba, mas ella no conocía la sed, esa que te abrasa la garganta, que te nubla la razón, el juicio, que te devora las entrañas y que te convierte en un ser tan oscuro como la misma noche a la que pertenecía.
Era cierto, alimentado era relativamente sencillo detenerme, no dañarla y que simplemente el abrazo, fuera mas un acto puramente sexual, placentero, cercano al orgasmo que un modo de beber de ella sin mas.
Pero hoy, hoy tenia hambre y saciarme hubiera supuesto arrebatarle la vida sin remedio, la amaba, en eso tenia razón, nunca le haría daño, es por eso que mi brazo mantenía la distancia correcta entre nuestros cuerpos, al menos hasta que el carruaje se detuviera en uno de los callejones rumbo al puerto, esa era la única solución para este entuerto.
Le dediqué una sonrisa de medio lado, aun con los ojos hechos fuego cuando mi mujer, incansable se apodero de mi mano entrelazando mis dedos con los ajenos.
Me fascinaba el modo que tenia de tratar al monstruo que era, que habitaba dentro de mi, haciendome todo aquello infinitamente mas fácil, como si no asumiera que cuando los corceles se detuvieran y me perdiera por las calles de París, arrebataría la vida de un humano, alguien como ella que me serviría de alimento.
Nunca habíamos hablado del echo de que para sobrevivir yo, mataba a gente como si fueran corderos, se que era algo que ella no quería pensar, algo que yo no quería hablar con ella, porque tenia miedo a que se le cayera el velo de los ojos y me viera realmente como era...una bestia sedienta de sangre incapaz de contenerse.
Escuché sus alentadoras palabras, esas en las que mis tormentas era sus dueñas, donde me hablaba de la seguridad que siempre le hice sentir a mi lado y del amor que me procesaba por haber cambiado su vida a mi lado.
-Te quiero Adaline, desde el instante en el que las estrellas unieron nuestros caminos, hasta este instante en el que tus ojos pardos me tratan de convencer de que soy bueno para ti.
Soy un egoísta, incapaz de dejarte ir, lo fui cuando llegué frente a tu hogar hace ya muchas noches ya y sigo siéndolo ahora, porque perderte seria perderme a mi mismo, porque aunque no te lo confiese nunca, tengo miedo de una vida sin luz y y tu te has convertido en la única luz de mi vida.
Mis labios la buscaron de forma breve, agitándose mucho mas de la cuenta por la sed que me devoraba y por el incesante repiqueteo de su corazón, que era música para mis sentidos.
-Se que no quieres pensar en la forma en la que me alimento, y yo, no quiero que pienses en ello. No voy a justificarme, pues lo que hago no tiene justificación, al menos, no desde que mi vida ha quedado anclada a la tuya.
Antes, solo erais eso, rebaño, y yo el depredador, mas las cosas cambian cuando el lobo se enamora de la oveja y ahora cada día que cazo pienso en que ese hombre tiene familia en casa.
He tratado de cambiar mis hábitos, busco hombres de mala vida, criminales en su mayoría, tipos desahuciados...aun así, no encentro el perdón en lo que hago.
No el de los dioses, esos me abandonaron hace tiempo, no encuentro el perdón en mi mismo cada vez que vuelvo junto a ti al lecho y te miro, y me doy cuenta de lo enamorado que estoy.
Sonreí de medio lado mirándola fijamente
-Tu me haces mas humano, mejor ..creo que si me abandonaras, la bestia que habita en mi se descontrolaría.
Dos golpes al carro y este se detuvo, me apeé con celeridad dispuesto de nuevo a dar caza, muerte a algún desgraciado.
Así me perdí por las calles de París.
Volví trascurrida media hora, ahora si, mis tormentas eran pardas, estaba saciado y mi cuerpo busco el de mi mujer poniendo rumbo al puerto.
La alcé a horcajadas sobre mi, tomando cada centímetro de su piel, devorándola con mis labios, calentándola con la yema de mis dedos que incendiada recorría cada recoveco.
-Te deseo y este viaje te va a demostrar cuanto...
Era cierto, alimentado era relativamente sencillo detenerme, no dañarla y que simplemente el abrazo, fuera mas un acto puramente sexual, placentero, cercano al orgasmo que un modo de beber de ella sin mas.
Pero hoy, hoy tenia hambre y saciarme hubiera supuesto arrebatarle la vida sin remedio, la amaba, en eso tenia razón, nunca le haría daño, es por eso que mi brazo mantenía la distancia correcta entre nuestros cuerpos, al menos hasta que el carruaje se detuviera en uno de los callejones rumbo al puerto, esa era la única solución para este entuerto.
Le dediqué una sonrisa de medio lado, aun con los ojos hechos fuego cuando mi mujer, incansable se apodero de mi mano entrelazando mis dedos con los ajenos.
Me fascinaba el modo que tenia de tratar al monstruo que era, que habitaba dentro de mi, haciendome todo aquello infinitamente mas fácil, como si no asumiera que cuando los corceles se detuvieran y me perdiera por las calles de París, arrebataría la vida de un humano, alguien como ella que me serviría de alimento.
Nunca habíamos hablado del echo de que para sobrevivir yo, mataba a gente como si fueran corderos, se que era algo que ella no quería pensar, algo que yo no quería hablar con ella, porque tenia miedo a que se le cayera el velo de los ojos y me viera realmente como era...una bestia sedienta de sangre incapaz de contenerse.
Escuché sus alentadoras palabras, esas en las que mis tormentas era sus dueñas, donde me hablaba de la seguridad que siempre le hice sentir a mi lado y del amor que me procesaba por haber cambiado su vida a mi lado.
-Te quiero Adaline, desde el instante en el que las estrellas unieron nuestros caminos, hasta este instante en el que tus ojos pardos me tratan de convencer de que soy bueno para ti.
Soy un egoísta, incapaz de dejarte ir, lo fui cuando llegué frente a tu hogar hace ya muchas noches ya y sigo siéndolo ahora, porque perderte seria perderme a mi mismo, porque aunque no te lo confiese nunca, tengo miedo de una vida sin luz y y tu te has convertido en la única luz de mi vida.
Mis labios la buscaron de forma breve, agitándose mucho mas de la cuenta por la sed que me devoraba y por el incesante repiqueteo de su corazón, que era música para mis sentidos.
-Se que no quieres pensar en la forma en la que me alimento, y yo, no quiero que pienses en ello. No voy a justificarme, pues lo que hago no tiene justificación, al menos, no desde que mi vida ha quedado anclada a la tuya.
Antes, solo erais eso, rebaño, y yo el depredador, mas las cosas cambian cuando el lobo se enamora de la oveja y ahora cada día que cazo pienso en que ese hombre tiene familia en casa.
He tratado de cambiar mis hábitos, busco hombres de mala vida, criminales en su mayoría, tipos desahuciados...aun así, no encentro el perdón en lo que hago.
No el de los dioses, esos me abandonaron hace tiempo, no encuentro el perdón en mi mismo cada vez que vuelvo junto a ti al lecho y te miro, y me doy cuenta de lo enamorado que estoy.
Sonreí de medio lado mirándola fijamente
-Tu me haces mas humano, mejor ..creo que si me abandonaras, la bestia que habita en mi se descontrolaría.
Dos golpes al carro y este se detuvo, me apeé con celeridad dispuesto de nuevo a dar caza, muerte a algún desgraciado.
Así me perdí por las calles de París.
Volví trascurrida media hora, ahora si, mis tormentas eran pardas, estaba saciado y mi cuerpo busco el de mi mujer poniendo rumbo al puerto.
La alcé a horcajadas sobre mi, tomando cada centímetro de su piel, devorándola con mis labios, calentándola con la yema de mis dedos que incendiada recorría cada recoveco.
-Te deseo y este viaje te va a demostrar cuanto...
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Mis ojos pardos continuaron clavados en sus tormentas, mi mente procesaba cada palabra que me dirigía. Ya antes me había dicho que me quería, y siempre me tocaba con esas palabras hasta lo más profundo de mi alma pero ahora lo hizo de forma especial; creo que se debía al hecho de que me explicase como se veía a si mismo, que me llamase su luz y me hiciese comprender que de alguna forma mi presencia le apaciguaba. Sus palabras ahondaron hasta lo más profundo de mi ser, removieron asuntos enterrados en mi alma, porque yo no me creía especialmente buena o particularmente excepcional como ser humano, y sin embargo mi esposo me confesaba lo que mi presencia hacía por él sin percatarme, como influía en su persona.
Por supuesto me estremecía pensar en como se alimentaba, o a quien cazaba, pero era incapaz de verle como un monstruo o de desear que no lo hiciera, porque si no lo hacía moriría de hambre, y si tuviera que escoger siempre iba a ponerle a él en primer lugar, incluso sobre la vida de cualquier otro. En el fondo yo también era egoísta, porque estaba enamorada de él y le quería conmigo, aún pagando el precio que fuese.
-Es la primera vez que alguien me ha dicho que es mejor persona por causa mía.- Aun mi mano mantenía aferrada a la suya, nuestro tacto era el único medio en que podía transmitirle hasta que punto me alcanzaban sus palabras sin poder manifestarlo físicamente. -No hay nada que pueda convencerme de marcharme de tu lado, sin importar lo que pase. Si alguna vez no estoy será porque alguna fuerza mayor me ha arrebatado de tu lado y te juro que de ser así lucharía contra viento y marea para volver a ti.- Esto lo dije porque quería que comprendiera que en mi mente y en mi corazón mi única constante era él, fuésemos quienes fuésemos, aún en la contradicción de nuestras naturalezas.
-Te amo.- fue lo último que le dije antes de que abandonara el carruaje para perderse en los recovecos de la ciudad. Miré entonces por la ventanilla, observando como desaparecía de mi vista y mi mente volvió a sus palabras. ¿Cómo explicarle a Erlend mi propio deseo de inmortalidad? ¿Cómo decirle que cuando pedí el deseo a las estrellas en aquella playa no solo rogué que se me concediera el deseo de conocer a un amante inmortal si no la posibilidad de que este me otorgara el deseo de abrazar la inmortalidad? Que poco antes de conocerle mis ojos fueron liberados de la venda que les cubrían y comprendí la existencia de los seres de la noche, y que consideré con vehemencia el intercambiar mi naturaleza por esa otra pues mi humanidad en aquel entonces me parecía corta, frágil y fútil.
Todo había comenzado en el cementerio hace unos meses, el día en que en el aniversario de la muerte de mi madre mi hermano y yo visitamos las tumbas de nuestros padres. Ese fue el día en que por primera vez mi nostalgia y la visión de una flor marchita me indujo a pensar en la maravilla que constituiría poder preservar su belleza de forma perpetua y eterna.
Ese deseo lo relegué por la dicha que me otorgaba estar con el ser al que amaba, con mi vikingo. El llenaba todos mis pensamientos y todas mis necesidades por lo que ahora mi previo deseo me dejaba pensativa y confusa. ¿Aún lo deseaba o no...?
La puerta del carruaje se abrió y mi amado regresó a mi lado, sano y salvo, con sus hermosas tormentas ahora de color pardo. -¿Sabes que podría pasar todo el día embebida en la tarea de contemplarte?- Reí con mis manos en sus mejillas, mis labios regresando a los suyos, mi cuerpo nuevamente a horcajadas sobre él. Con avidez me deshice de la tela que escondía el regalo de su piel, y al tocarle y sentir sus labios y sus manos volví a revivir la lava que despedíamos. El carruaje fue el único testigo de nuestras respiraciones, de nuestros jadeos y alientos entrecortados que pedían más del otro, de mi necesidad de tocar cada resquicio de él, de volver a llenarle de besos recorriendo con mis labios toda la geografía de su cuerpo. Perdí la noción del tiempo hasta que el aire nocturno que se colaba hacia el interior del carruaje nos trajo el olor inequívoco del agua salada, un anuncio de que habíamos alcanzado finalmente el puerto.
Por supuesto me estremecía pensar en como se alimentaba, o a quien cazaba, pero era incapaz de verle como un monstruo o de desear que no lo hiciera, porque si no lo hacía moriría de hambre, y si tuviera que escoger siempre iba a ponerle a él en primer lugar, incluso sobre la vida de cualquier otro. En el fondo yo también era egoísta, porque estaba enamorada de él y le quería conmigo, aún pagando el precio que fuese.
-Es la primera vez que alguien me ha dicho que es mejor persona por causa mía.- Aun mi mano mantenía aferrada a la suya, nuestro tacto era el único medio en que podía transmitirle hasta que punto me alcanzaban sus palabras sin poder manifestarlo físicamente. -No hay nada que pueda convencerme de marcharme de tu lado, sin importar lo que pase. Si alguna vez no estoy será porque alguna fuerza mayor me ha arrebatado de tu lado y te juro que de ser así lucharía contra viento y marea para volver a ti.- Esto lo dije porque quería que comprendiera que en mi mente y en mi corazón mi única constante era él, fuésemos quienes fuésemos, aún en la contradicción de nuestras naturalezas.
-Te amo.- fue lo último que le dije antes de que abandonara el carruaje para perderse en los recovecos de la ciudad. Miré entonces por la ventanilla, observando como desaparecía de mi vista y mi mente volvió a sus palabras. ¿Cómo explicarle a Erlend mi propio deseo de inmortalidad? ¿Cómo decirle que cuando pedí el deseo a las estrellas en aquella playa no solo rogué que se me concediera el deseo de conocer a un amante inmortal si no la posibilidad de que este me otorgara el deseo de abrazar la inmortalidad? Que poco antes de conocerle mis ojos fueron liberados de la venda que les cubrían y comprendí la existencia de los seres de la noche, y que consideré con vehemencia el intercambiar mi naturaleza por esa otra pues mi humanidad en aquel entonces me parecía corta, frágil y fútil.
Todo había comenzado en el cementerio hace unos meses, el día en que en el aniversario de la muerte de mi madre mi hermano y yo visitamos las tumbas de nuestros padres. Ese fue el día en que por primera vez mi nostalgia y la visión de una flor marchita me indujo a pensar en la maravilla que constituiría poder preservar su belleza de forma perpetua y eterna.
Ese deseo lo relegué por la dicha que me otorgaba estar con el ser al que amaba, con mi vikingo. El llenaba todos mis pensamientos y todas mis necesidades por lo que ahora mi previo deseo me dejaba pensativa y confusa. ¿Aún lo deseaba o no...?
La puerta del carruaje se abrió y mi amado regresó a mi lado, sano y salvo, con sus hermosas tormentas ahora de color pardo. -¿Sabes que podría pasar todo el día embebida en la tarea de contemplarte?- Reí con mis manos en sus mejillas, mis labios regresando a los suyos, mi cuerpo nuevamente a horcajadas sobre él. Con avidez me deshice de la tela que escondía el regalo de su piel, y al tocarle y sentir sus labios y sus manos volví a revivir la lava que despedíamos. El carruaje fue el único testigo de nuestras respiraciones, de nuestros jadeos y alientos entrecortados que pedían más del otro, de mi necesidad de tocar cada resquicio de él, de volver a llenarle de besos recorriendo con mis labios toda la geografía de su cuerpo. Perdí la noción del tiempo hasta que el aire nocturno que se colaba hacia el interior del carruaje nos trajo el olor inequívoco del agua salada, un anuncio de que habíamos alcanzado finalmente el puerto.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
El olor a mar, el inicio de un viaje que era esperado, necesitado e incendiario.
Todavía cuando la miraba no era capaz de entender como podía amarme pese a lo que era, ella era el ser mas bello que yo jamas había conocido, juraba por su vida que nada ni nadie la separarían de mi lado, pero mi miedo a perderla era sobrehumano.
Recorrí su piel con mi dedo. Nuestros cuerpos desnudos se había dejado vencer en aquel carro fundiéndose en uno, pero había llegado la hora de vestirnos y continuar el camino.
Sonreí de medio lado anudando los lazos de su corseé, mis labios se pasearon por su nuca, respiración agitada que bombeaba su vitae contra mis colmillos.
Estaba saciado y aun así deseaba cada gota de su cuello de porcelana.
-Adaline, no tienes idea de como excitas cada parte de mi ser -susurré cuando esta giro su rostro para enfrentar mis tormentas -eres mi perdición.
Nuestros labios se alcanzaron ardientes, nunca nos saciábamos del otro, algo que nuestras lenguas remarcaron perdiéndose en nuestras bocas, jadeantes nos miramos cargados de pasión.
El golpe del cochero una vez detenido el carro nos remarco que el segundo asalto tendríamos que dejarlo para el barco.
Nos vestimos con rapidez entre risas, como si de dos adolescentes nos tratáramos y acabáramos de ser descubiertos manteniendo nuestras primeras relaciones sexuales.
Así desmontamos del carruaje, ella con las mejillas incendiadas en fuego, yo con una divertida sonrisa de medio lado y mis manos en su cintura atrayendola, devorándola.
Tomé las maletas de ambos, señalandole con la cabeza la dirección hacia la embarcación que semanas antes había contratado y que atracada en puerto lucia impresionante.
Sus ojos centellearon presos de la emoción. La felicidad se contempló en los míos, pues yo tan solo ansiaba una cosa...a ella. Ser dueño de su sino.
Saludamos a la tripulación que completamente uniformada estaba a nuestro servio, agradecí que todos ellos fueran ghouls de un antiguo amigo mio, es decir conocían de sobra la presencia sobre la faz de la tierra de los moradores de la noche, lo que me permitió guardar en las bodegas a tres doncellas que me servirían de rebaño a lo largo de este viaje, bebería lo justo de ellas para no dañarlas, era otro de los regalos de mi viejo amigo. Durante mucho tiempo y para no llamar la atención se consumía de ese modo sangre, mujeres que a cambio de riqueza y posición social se dejaban chupar la vitae o simplemente se convertían en esclavas desangre en un intercambio justo de sendas cosas.
Yo nunca fui partidario de ello, de atar a nadie a mi, pero quizás ahora que me había asentado con Adaline, la idea de salir de caza no era la mejor para que mi esposa siguiera enamorada de mi, dada su condición mortal.
Este era un tema que deseaba tratar con ella, pero no encontraba el momento, ni el lugar. De nuevo los miedos a que sus ojos me vieran como un monstruo me asaltaban.
Llevé las maletas a nuestro camarote, uno amplio, decorado con motivos un tanto sexuales, donde un inmortal fornicaba con varias doncellas alimentándose de ellas.
-Digamos que el propietario del barco es un tanto excéntrico -bromeé guiñándole un ojo -pero es un viejo conocido, era la mejor opción para mi dado que mientras el sol corone el cielo, tengo que quedar recluido aquí abajo y que el viaje durara varios días y necesito alimentarme.
Alcé la vista hasta hundirla en sus pardos.
-En bodega hay tres mujeres de las que me podre alimentar, puedes estar tranquila, no te haré daño por muy sediento que me encuentre, así que el viaje esta preparado para hacernos disfrutar de una luna de miel inolvidable.
Todavía cuando la miraba no era capaz de entender como podía amarme pese a lo que era, ella era el ser mas bello que yo jamas había conocido, juraba por su vida que nada ni nadie la separarían de mi lado, pero mi miedo a perderla era sobrehumano.
Recorrí su piel con mi dedo. Nuestros cuerpos desnudos se había dejado vencer en aquel carro fundiéndose en uno, pero había llegado la hora de vestirnos y continuar el camino.
Sonreí de medio lado anudando los lazos de su corseé, mis labios se pasearon por su nuca, respiración agitada que bombeaba su vitae contra mis colmillos.
Estaba saciado y aun así deseaba cada gota de su cuello de porcelana.
-Adaline, no tienes idea de como excitas cada parte de mi ser -susurré cuando esta giro su rostro para enfrentar mis tormentas -eres mi perdición.
Nuestros labios se alcanzaron ardientes, nunca nos saciábamos del otro, algo que nuestras lenguas remarcaron perdiéndose en nuestras bocas, jadeantes nos miramos cargados de pasión.
El golpe del cochero una vez detenido el carro nos remarco que el segundo asalto tendríamos que dejarlo para el barco.
Nos vestimos con rapidez entre risas, como si de dos adolescentes nos tratáramos y acabáramos de ser descubiertos manteniendo nuestras primeras relaciones sexuales.
Así desmontamos del carruaje, ella con las mejillas incendiadas en fuego, yo con una divertida sonrisa de medio lado y mis manos en su cintura atrayendola, devorándola.
Tomé las maletas de ambos, señalandole con la cabeza la dirección hacia la embarcación que semanas antes había contratado y que atracada en puerto lucia impresionante.
Sus ojos centellearon presos de la emoción. La felicidad se contempló en los míos, pues yo tan solo ansiaba una cosa...a ella. Ser dueño de su sino.
Saludamos a la tripulación que completamente uniformada estaba a nuestro servio, agradecí que todos ellos fueran ghouls de un antiguo amigo mio, es decir conocían de sobra la presencia sobre la faz de la tierra de los moradores de la noche, lo que me permitió guardar en las bodegas a tres doncellas que me servirían de rebaño a lo largo de este viaje, bebería lo justo de ellas para no dañarlas, era otro de los regalos de mi viejo amigo. Durante mucho tiempo y para no llamar la atención se consumía de ese modo sangre, mujeres que a cambio de riqueza y posición social se dejaban chupar la vitae o simplemente se convertían en esclavas desangre en un intercambio justo de sendas cosas.
Yo nunca fui partidario de ello, de atar a nadie a mi, pero quizás ahora que me había asentado con Adaline, la idea de salir de caza no era la mejor para que mi esposa siguiera enamorada de mi, dada su condición mortal.
Este era un tema que deseaba tratar con ella, pero no encontraba el momento, ni el lugar. De nuevo los miedos a que sus ojos me vieran como un monstruo me asaltaban.
Llevé las maletas a nuestro camarote, uno amplio, decorado con motivos un tanto sexuales, donde un inmortal fornicaba con varias doncellas alimentándose de ellas.
-Digamos que el propietario del barco es un tanto excéntrico -bromeé guiñándole un ojo -pero es un viejo conocido, era la mejor opción para mi dado que mientras el sol corone el cielo, tengo que quedar recluido aquí abajo y que el viaje durara varios días y necesito alimentarme.
Alcé la vista hasta hundirla en sus pardos.
-En bodega hay tres mujeres de las que me podre alimentar, puedes estar tranquila, no te haré daño por muy sediento que me encuentre, así que el viaje esta preparado para hacernos disfrutar de una luna de miel inolvidable.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Aún reía divertida junto a mi esposo cuando bajamos del carruaje. En cuanto lo hicimos tiré de sus brazos con mis manos para acercarlo, no quería que se separara de mi ni un instante. Acabábamos de entregarnos a la pasión y al fuego que generábamos junto al otro y aún seguía necesitando todo de él. Él me volvía insaciable, me atraía sin palabras y me tornaba adicta a cada parte de su cuerpo de forma tal que cada parte mía siempre le anhelaba, y eso era algo que planeaba demostrarle en este viaje de todas las formas posibles. Al pensar en ello una sonrisa maliciosa se asomó a mis labios.
Sus manos envolvieron mi cintura y las mías acariciaron sus fuertes brazos. Apenas nos acercamos a puerto y quedé boquiabierta al ver la embarcación que nos aguardaba. -Oh ¡Dios mio! Esto es más de lo que esperaba.- Sonreí de oreja a oreja. No entendía como podía haber organizado todo esto sin que me percatase. -Eres bueno para guardar secretos según veo señor Cannif.- Lo reprendí buscando su boca, pasando mi lengua por su labio inferior, atrapando este con mis dientes y tirando de el. Sonreí de lado con deseos de más justo antes de que la tripulación se acercara y comenzara a presentarse frente a nosotros. Estreché manos y respondí saludos mientras el entusiasmo en mi interior se acrecentaba. Nunca había abandonado Francia, jamás se presentó la ocasión pero eso no había impedido que soñara con hacerlo. Siempre quise viajar y en mi mente había visualizado las posibilidades a lo largo de los años. Ahora el presente viaje superaba la idealización con creces e iniciarlo con Erlend superaba mis expectativas.
Observé con interés el camarote cuando llegamos a el. La decoración era extravagante y bastante sugerente pero yo había visto otras mucho más escandalosas por lo que la presente no me perturbó. El cuarto era amplio, cómodo, con un juego de sofás, una mesa que hacía las veces de comedor y una cama doble bastante amplia en tamaño que de inmediato atrajo diversas ideas a mi mente. Pensando en ello abrí ambas maletas y comencé a colgar trajes y vestidos en el armario para que no se arrugaran indebidamente. -Sabes, este es mi primer viaje.- dije, buscando la mirada masculina para leer en sus profundidades. -No tienes idea de lo que significa para mi estar aquí contigo, siempre quise conocer algo más allá de Francia pero nunca tuve la oportunidad.-
Mucho había cambiado en las últimas semanas y siempre estaría agradecida a sus dioses por haberle enviado hacía mi la noche en que le conocí en la playa, y porque él me hubiese buscado por encargo o por la fuerza de los mismos elementos y las estrellas y me hubiese encontrado. -Luego llegas tú, irrumpes en mi vida y constantemente me cambias todo lo que daba por sentado. Esto…- dije señalando con mi índice alrededor. -es perfecto porque tú estás aquí.- Terminé con unas cuantas piezas de ropa para los días que estaríamos en el barco y cerré las puertas del armario. Por supuesto, me había tomado por sorpresa el tema de las tres mujeres pero tenía sentido que hubieran arreglado ese tipo de preparativos.
- No tienes que preocuparte por hablarme de estos temas, no me hará cambiar mi imagen de ti, ni lo que pienso, ni lo que siento.- Quería que lo supiera, que él significaba todo para mi y que prefería que lo habláramos abiertamente. -Imagino que son voluntarias… y espero que tu viejo conocido les haya hablado sobre remunerarles bien con dinero o de alguna otra forma similar.- Me acerqué a él arqueando el cejo y le eché los brazos al cuello buscando su cuerpo y su cercanía. -Porque si ellas se imaginan que sucederá lo que está decorado en esta habitación...- o si se les ocurría en cuanto le echaran la vista encima, que mi esposo era demasiado apuesto y bien podía suceder. -tendré que exponerles la situación muy claramente. Tú eres mío y no te comparto.-
Sus manos envolvieron mi cintura y las mías acariciaron sus fuertes brazos. Apenas nos acercamos a puerto y quedé boquiabierta al ver la embarcación que nos aguardaba. -Oh ¡Dios mio! Esto es más de lo que esperaba.- Sonreí de oreja a oreja. No entendía como podía haber organizado todo esto sin que me percatase. -Eres bueno para guardar secretos según veo señor Cannif.- Lo reprendí buscando su boca, pasando mi lengua por su labio inferior, atrapando este con mis dientes y tirando de el. Sonreí de lado con deseos de más justo antes de que la tripulación se acercara y comenzara a presentarse frente a nosotros. Estreché manos y respondí saludos mientras el entusiasmo en mi interior se acrecentaba. Nunca había abandonado Francia, jamás se presentó la ocasión pero eso no había impedido que soñara con hacerlo. Siempre quise viajar y en mi mente había visualizado las posibilidades a lo largo de los años. Ahora el presente viaje superaba la idealización con creces e iniciarlo con Erlend superaba mis expectativas.
Observé con interés el camarote cuando llegamos a el. La decoración era extravagante y bastante sugerente pero yo había visto otras mucho más escandalosas por lo que la presente no me perturbó. El cuarto era amplio, cómodo, con un juego de sofás, una mesa que hacía las veces de comedor y una cama doble bastante amplia en tamaño que de inmediato atrajo diversas ideas a mi mente. Pensando en ello abrí ambas maletas y comencé a colgar trajes y vestidos en el armario para que no se arrugaran indebidamente. -Sabes, este es mi primer viaje.- dije, buscando la mirada masculina para leer en sus profundidades. -No tienes idea de lo que significa para mi estar aquí contigo, siempre quise conocer algo más allá de Francia pero nunca tuve la oportunidad.-
Mucho había cambiado en las últimas semanas y siempre estaría agradecida a sus dioses por haberle enviado hacía mi la noche en que le conocí en la playa, y porque él me hubiese buscado por encargo o por la fuerza de los mismos elementos y las estrellas y me hubiese encontrado. -Luego llegas tú, irrumpes en mi vida y constantemente me cambias todo lo que daba por sentado. Esto…- dije señalando con mi índice alrededor. -es perfecto porque tú estás aquí.- Terminé con unas cuantas piezas de ropa para los días que estaríamos en el barco y cerré las puertas del armario. Por supuesto, me había tomado por sorpresa el tema de las tres mujeres pero tenía sentido que hubieran arreglado ese tipo de preparativos.
- No tienes que preocuparte por hablarme de estos temas, no me hará cambiar mi imagen de ti, ni lo que pienso, ni lo que siento.- Quería que lo supiera, que él significaba todo para mi y que prefería que lo habláramos abiertamente. -Imagino que son voluntarias… y espero que tu viejo conocido les haya hablado sobre remunerarles bien con dinero o de alguna otra forma similar.- Me acerqué a él arqueando el cejo y le eché los brazos al cuello buscando su cuerpo y su cercanía. -Porque si ellas se imaginan que sucederá lo que está decorado en esta habitación...- o si se les ocurría en cuanto le echaran la vista encima, que mi esposo era demasiado apuesto y bien podía suceder. -tendré que exponerles la situación muy claramente. Tú eres mío y no te comparto.-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Observé a mi mujer pletórica por el camarote, era como ver a una niña, enérgica, con el corazón bombeando furioso aclamando a todo mi ser que la tomara. Agradecí haber hecho esa parada para saciarme pues de no ser así ahora mismo me resultaría francamente complicado el controlarme.
Ella era una droga que debía tomar en cantidades pequeñas, y yo era consciente de eso, pues lo que sentía por ella aturdía todo mi razonamiento cuando su sangre me embriagaba por dentro.
Sonreí de medio lado complacido por sus palabras, por como colgaba la ropa en un gesto tan natural que me recordó a un hogar, algo que solo había conocido con ella desde que pise mi eternidad.
Ella se había convertido en mi norte, lo único que sustentaba mis cimientos y me hacia mejor persona, una que merecía otra oportunidad.
Adaline había llenado de luz mi abismo, había trasformado a este monstruo, en algo distinto y aunque el camino no era fácil, si ella me lo permitía, pensaba andarlo a su lado.
Sus pasos hacia mi, sonrisa ladeada en mi rostro mientras enfrentaba sus pardos, lanzo los brazos sobre mi hombro como una soga mientras picara contoneo su cuerpo incendiando el mio como un soplo de aire fresco contra el fuego.
Sus palabras acunaron mis labios, segura, siempre me dejaba claro que era suyo, tanto como yo la sentía mía.
-Para vuestra tranquilidad esposa mía, os permito acompañarme a ver como me alimento, sera la primera vez que lo veis -susurré contra su boca -pero se mira y no se toca, que vuestra bixexualidad me obliga a estar atento a demasiadas cosas.
Tiré de su cintura contra mi cuerpo, ni el aire hubiera sido capaz de correr entre ellos, mi boca busco la suya, al principio solo un roce, sutil, boca entreabierta que tentaba a la ajena a jugar mientras me echaba para atrás y buscaba de nuevo sus labios lamiéndolos, tentándolos.
Pronto ambos colisionaron en una gesta sin tregua donde el campo de batalla era nuestras bocas y las lenguas las espadas que chocaban salvajes mostrando el fuego del acero.
Un jadeo escapo de mis labios acallado por sus dientes que mordieron mi lengua necesitados de mas.
Gruñí contra su boca deslizando mis manos por su cuerpo, perfecto, tibio, mio. Este viaje no podía empezar mejor, frente a nosotros una larga travesía, en un barco preparado para darnos placer sin preocuparnos de nada mas que saciar nuestra sed.
Deslicé mis dedos por su pelo, admito que separarme de ella era un sacrilegio, mas de no hacerlo pasaríamos la noche en ese camarote deleitándonos de nuestros cuerpos, el plan se me antojaba épico, mas quería mostrarle el universo, quería que disfrutara ese viaje, que sus ojos vieran todo lo que encerraba el mar y sus secretos, quería seguir viendo sus ojos brillar.
-¿Y si subimos a cubierta, toma mi preciosa esposa su cena, y bebemos champang hasta que el amanecer decida encontrarnos?
Era consciente de que los días tendríamos que pasarlos allí abajo, al menos yo, así que al menos esperaba regalarle las noches, unas cargas no solo de pasión si no del amor desmedido que sentía por esa mujer que había cambiado el rumbo de mi vida y había logrado hacerme sentir mas humano de lo que nunca lo fui.
-Te necesito Adaline, aunque no lo creas.
Ella era una droga que debía tomar en cantidades pequeñas, y yo era consciente de eso, pues lo que sentía por ella aturdía todo mi razonamiento cuando su sangre me embriagaba por dentro.
Sonreí de medio lado complacido por sus palabras, por como colgaba la ropa en un gesto tan natural que me recordó a un hogar, algo que solo había conocido con ella desde que pise mi eternidad.
Ella se había convertido en mi norte, lo único que sustentaba mis cimientos y me hacia mejor persona, una que merecía otra oportunidad.
Adaline había llenado de luz mi abismo, había trasformado a este monstruo, en algo distinto y aunque el camino no era fácil, si ella me lo permitía, pensaba andarlo a su lado.
Sus pasos hacia mi, sonrisa ladeada en mi rostro mientras enfrentaba sus pardos, lanzo los brazos sobre mi hombro como una soga mientras picara contoneo su cuerpo incendiando el mio como un soplo de aire fresco contra el fuego.
Sus palabras acunaron mis labios, segura, siempre me dejaba claro que era suyo, tanto como yo la sentía mía.
-Para vuestra tranquilidad esposa mía, os permito acompañarme a ver como me alimento, sera la primera vez que lo veis -susurré contra su boca -pero se mira y no se toca, que vuestra bixexualidad me obliga a estar atento a demasiadas cosas.
Tiré de su cintura contra mi cuerpo, ni el aire hubiera sido capaz de correr entre ellos, mi boca busco la suya, al principio solo un roce, sutil, boca entreabierta que tentaba a la ajena a jugar mientras me echaba para atrás y buscaba de nuevo sus labios lamiéndolos, tentándolos.
Pronto ambos colisionaron en una gesta sin tregua donde el campo de batalla era nuestras bocas y las lenguas las espadas que chocaban salvajes mostrando el fuego del acero.
Un jadeo escapo de mis labios acallado por sus dientes que mordieron mi lengua necesitados de mas.
Gruñí contra su boca deslizando mis manos por su cuerpo, perfecto, tibio, mio. Este viaje no podía empezar mejor, frente a nosotros una larga travesía, en un barco preparado para darnos placer sin preocuparnos de nada mas que saciar nuestra sed.
Deslicé mis dedos por su pelo, admito que separarme de ella era un sacrilegio, mas de no hacerlo pasaríamos la noche en ese camarote deleitándonos de nuestros cuerpos, el plan se me antojaba épico, mas quería mostrarle el universo, quería que disfrutara ese viaje, que sus ojos vieran todo lo que encerraba el mar y sus secretos, quería seguir viendo sus ojos brillar.
-¿Y si subimos a cubierta, toma mi preciosa esposa su cena, y bebemos champang hasta que el amanecer decida encontrarnos?
Era consciente de que los días tendríamos que pasarlos allí abajo, al menos yo, así que al menos esperaba regalarle las noches, unas cargas no solo de pasión si no del amor desmedido que sentía por esa mujer que había cambiado el rumbo de mi vida y había logrado hacerme sentir mas humano de lo que nunca lo fui.
-Te necesito Adaline, aunque no lo creas.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Mis brazos sobre los hombros de mi marido tenían toda la intención de mantenerle cerca, mis ojos pardos fijos en cada gesto proveniente de su rostro que me miraba de vuelta no perdían detalle alguno de él. Sabía que estábamos tratando temas serios pero estaba distraída observando su rostro cincelado por los dioses nórdicos, recordando otro momento en el que en las aguas tórridas del mar rodeé sus hombros por primera vez, el arrebato que fue descubrirle sosteniéndome en sus brazos, acunando mi cuerpo con la firmeza del suyo, segundos apenas en los que descubrí que no deseaba que me soltara nunca, de la misma manera en que no quería que me soltara ahora.
Algo atiné a escuchar cuando mi mirada sedienta de él recorrió su rostro y se detuvo en sus labios. Mi expresión era seria, sentía un gran paso el que me hablase de observar cómo se alimentaba. Por supuesto sentía una curiosidad infinita pero también me inducía el sentirme posesiva, necesitaba estar presente cuando las tres mujeres conocieran a mi marido, que quedaran claras las cosas para ellas. -Me parece perfecto señor mio.-
Mi seriedad se vio interrumpida por mi risa cuando escuché su comentario sobre mi bisexualidad. Negué ferviente, puede que en el pasado muchas personas capturaran mi atención en mis ires y venires pero sentía como si todo ello perteneciera a un pasado mucho más lejano, como si mi vida realmente hubiese comenzado cuando le conocí a él, marcando un antes y un después, ni siquiera atinaba a comprender como había existido un antes. Mis dedos acariciaron despacio su nuca, regodeándose con el contacto, redescubriendo senderos ya trazados que siempre parecían nuevos, su piel era todo lo que deseaba. -No quiero ver ni tocar a nadie que no seas tú, solo a ti Erlend, eres todo lo que quiero.-
Su mano tiró de mi cintura, nuestros cuerpos chocaron encajando como engranajes de un solo mecanismo. Nuestros labios jugaron divertidos, los suyos tentaban a los míos, acercándose en una promesa para luego alejarse, tentándome y avivando el fuego de mis ansias de ellos. Pronto acalló mi necesidad con sus labios, ambos chocaron con la fuerza de las mareas más violentas, mi lengua buscaba tentar a la suya, despertar en él las mismas ansias, incrementar el deseo que le lleve a querer perderse siempre en esa batalla conmigo, siempre conmigo, con nadie más. Jadeos recíprocos proclamaron el deseo mutuo, mordí su lengua sin tener suficiente de él. Me encantaba provocar sus gruñidos, escucharlos, me excitaban sobremanera, calcinándome por dentro.
-Me parece otra idea perfecta.- Entre risas tiré de su mano, enlazando sus dedos a los míos, si no salíamos de allí pronto corríamos el riesgo de tumbarnos en la cama y redescubrir nuestros cuerpos de un momento a otro. Corrí con él por el pasillo, como si se me fuera la vida en alejarme del camarote. Sabía perfectamente lo que me había dicho, que me necesitaba. Me detuve en nuestro trayecto, en la base de las escaleras, tirando de su camisa hacia mi. Demandé un nuevo beso, mi lengua recorrió sus labios, saboreé su textura, inhalando el aroma característico de mi esposo.
Sonreí contra su boca. -También te necesito.- Más que al aire, más que mi alimento. Me adentré en su boca, cada movimiento de mi lengua incursionando más profundamente, perdiéndome en la inigualable emanación que producía la fundición de su temperatura fría con la mía cálida, buscando nuestra esencia en ese beso. -Erlend…- jadeé, reteniendo mi frente contra la de él, no podía evitar desearle con cada nueva respiración.
Alcé el rostro para perderme en sus ojos y subí con él las escaleras hasta llegar a cubierta. Allí la plenitud del barco se extendía ante nuestra vista. Todo era hermoso, el piso reluciente, algunas bancas esparcidas en distintos lugares, la cubierta atrayendo sobre si los rayos de luna. El mar se desplegaba infinito, acariciando su casco, rodeé la cintura de mi esposo desde atrás empujándolo suavemente conmigo hacia la borda adonde observé las estrellas por encima de su hombro. -Hoy la constelación del cazador vuelve a brillar intensamente.- Sonreí al descubrirlo, ¿había mayor confirmación que esa acerca de la forma en que nuestro sino estaba escrito?
Mis labios besaron su oreja, mis dientes tirando de su lóbulo, suspiré contra su piel reteniendo mis labios contra su cuello, intentando calmar mis inquietudes, mis anhelos. -No puedo más que recordar nuestra primera vez en la playa … aún siento el mismo vahído, el mismo trajinar de mis latidos en mi pecho, el mismo deseo de eternizar el momento en el que tus brazos me cobijan… Los míos no desean más que rodearte, tocarte, creerme que siempre serás mío.- Alcé la mirada para observar las estrellas por arriba de su hombro y luego desviarla hacia su perfil perfecto. -Aún a veces no me creo que ellas me concedieran mi mayor deseo, verte llegar a ti. Inmortal o mortal, fuese lo que fueses te hubiera amado de la misma manera…- Mis dedos se deslizaron buscando la piel de sus costados, esa noche quería sentir a mi esposo como nunca, esa y todas las demás noches de este viaje, del resto de nuestras vidas. -Quiero que siempre me desees, que nunca dejes de mirarme como lo haces, que siempre leas en mis ojos y en mi cuerpo la fuerza de lo que siento por ti. -
Algo atiné a escuchar cuando mi mirada sedienta de él recorrió su rostro y se detuvo en sus labios. Mi expresión era seria, sentía un gran paso el que me hablase de observar cómo se alimentaba. Por supuesto sentía una curiosidad infinita pero también me inducía el sentirme posesiva, necesitaba estar presente cuando las tres mujeres conocieran a mi marido, que quedaran claras las cosas para ellas. -Me parece perfecto señor mio.-
Mi seriedad se vio interrumpida por mi risa cuando escuché su comentario sobre mi bisexualidad. Negué ferviente, puede que en el pasado muchas personas capturaran mi atención en mis ires y venires pero sentía como si todo ello perteneciera a un pasado mucho más lejano, como si mi vida realmente hubiese comenzado cuando le conocí a él, marcando un antes y un después, ni siquiera atinaba a comprender como había existido un antes. Mis dedos acariciaron despacio su nuca, regodeándose con el contacto, redescubriendo senderos ya trazados que siempre parecían nuevos, su piel era todo lo que deseaba. -No quiero ver ni tocar a nadie que no seas tú, solo a ti Erlend, eres todo lo que quiero.-
Su mano tiró de mi cintura, nuestros cuerpos chocaron encajando como engranajes de un solo mecanismo. Nuestros labios jugaron divertidos, los suyos tentaban a los míos, acercándose en una promesa para luego alejarse, tentándome y avivando el fuego de mis ansias de ellos. Pronto acalló mi necesidad con sus labios, ambos chocaron con la fuerza de las mareas más violentas, mi lengua buscaba tentar a la suya, despertar en él las mismas ansias, incrementar el deseo que le lleve a querer perderse siempre en esa batalla conmigo, siempre conmigo, con nadie más. Jadeos recíprocos proclamaron el deseo mutuo, mordí su lengua sin tener suficiente de él. Me encantaba provocar sus gruñidos, escucharlos, me excitaban sobremanera, calcinándome por dentro.
-Me parece otra idea perfecta.- Entre risas tiré de su mano, enlazando sus dedos a los míos, si no salíamos de allí pronto corríamos el riesgo de tumbarnos en la cama y redescubrir nuestros cuerpos de un momento a otro. Corrí con él por el pasillo, como si se me fuera la vida en alejarme del camarote. Sabía perfectamente lo que me había dicho, que me necesitaba. Me detuve en nuestro trayecto, en la base de las escaleras, tirando de su camisa hacia mi. Demandé un nuevo beso, mi lengua recorrió sus labios, saboreé su textura, inhalando el aroma característico de mi esposo.
Sonreí contra su boca. -También te necesito.- Más que al aire, más que mi alimento. Me adentré en su boca, cada movimiento de mi lengua incursionando más profundamente, perdiéndome en la inigualable emanación que producía la fundición de su temperatura fría con la mía cálida, buscando nuestra esencia en ese beso. -Erlend…- jadeé, reteniendo mi frente contra la de él, no podía evitar desearle con cada nueva respiración.
Alcé el rostro para perderme en sus ojos y subí con él las escaleras hasta llegar a cubierta. Allí la plenitud del barco se extendía ante nuestra vista. Todo era hermoso, el piso reluciente, algunas bancas esparcidas en distintos lugares, la cubierta atrayendo sobre si los rayos de luna. El mar se desplegaba infinito, acariciando su casco, rodeé la cintura de mi esposo desde atrás empujándolo suavemente conmigo hacia la borda adonde observé las estrellas por encima de su hombro. -Hoy la constelación del cazador vuelve a brillar intensamente.- Sonreí al descubrirlo, ¿había mayor confirmación que esa acerca de la forma en que nuestro sino estaba escrito?
Mis labios besaron su oreja, mis dientes tirando de su lóbulo, suspiré contra su piel reteniendo mis labios contra su cuello, intentando calmar mis inquietudes, mis anhelos. -No puedo más que recordar nuestra primera vez en la playa … aún siento el mismo vahído, el mismo trajinar de mis latidos en mi pecho, el mismo deseo de eternizar el momento en el que tus brazos me cobijan… Los míos no desean más que rodearte, tocarte, creerme que siempre serás mío.- Alcé la mirada para observar las estrellas por arriba de su hombro y luego desviarla hacia su perfil perfecto. -Aún a veces no me creo que ellas me concedieran mi mayor deseo, verte llegar a ti. Inmortal o mortal, fuese lo que fueses te hubiera amado de la misma manera…- Mis dedos se deslizaron buscando la piel de sus costados, esa noche quería sentir a mi esposo como nunca, esa y todas las demás noches de este viaje, del resto de nuestras vidas. -Quiero que siempre me desees, que nunca dejes de mirarme como lo haces, que siempre leas en mis ojos y en mi cuerpo la fuerza de lo que siento por ti. -
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Mi lengua sobre los labios, su aliento era un pecado que me incitaba a seguir pecando, preciosa, mi mujer era el ser mas hermoso jamas visto en toda mi existencia.
Aun no me creía que hubiera elegido compartir su vida con un monstruo, mas juraba ante Odin, que jamas traicionaría esa elección que hace ya unas semana habíamos sellado en la profundidad del bosque.
Ella mi mujer, bendecido por los dioses y los elementos nuestras almas habían quedado unidas en solo una por el sagrado matrimonio.
Su boca acariciaba la mía tentándome de un modo sobre humano, si seguía haciéndolo jamas abandonaría esa estancia, pues perderme en su piel se estaba convirtiendo de nuevo en un impulso difícil de contener.
Sonreí de medio lado al escucharla, sabia lo que significaban sus palabras, ella deseaba ver como me alimentaba, de algún modo creo que era una buena idea, no habría violencia en este acto, uno que jamas le permití presenciar.
Conocía sus inquietudes, esas que la arrastraban junto a mi al abismo, ella también era capaz de ver las mías, hacia mucho tiempo que nos habíamos quitado las mascaras, si es que algún día las tuvimos pues si algo destacaba en lo nuestro siempre fue la sinceridad.
Desde el principio supe quien era, lo que era y nada me importó mas que tenerla. Ella conoció mi inmortalidad creo que incluso antes de que el corazón de aquel violador acabara entre mis manos. Siempre fuimos trasparentes como el agua del mar, y ahora yo volvía a tenderle la mano para que viera de lo que era capaz. Ella no dudo en tomarla, aceptando a su marido exactamente como era, un vampiro.
Eso me hacia amarla cada vez mas. Acorté la distancia para volver a jugar con su boca, tiernos besos que se tornaron fuego contra los maderos de neutros cuerpos.
Ambos abandonamos el camarote, entre risas, pegados uno al otro como dos tontos que se buscaban hasta encontrarse desesperados, haciendo paradas en cada esquina, contra cada pared, amarnos siempre fue fácil. Ella era capaz de sacar de mi lo mejor, ahora no había dudas, ni siquiera cuando me enfadaba era capaz de hacer ninguna tontería, posiblemente porque esa humana podía comprenderme solo con mirarme, porque jamas me dejo ir desesperado, siempre entendió, asumió y me acogió entre sus brazos llenando de luz mi oscuro abismo.
Alcanzamos la cubierta que iluminada por la luna llena, brindaba una vista idílica del mar plateado. Me acerque por la espalda de mi mujer, abrazándola mientras nuestras manos se apoyaban en la baranda. Besé su cuello mientras escuchaba sus palabras. Todas ciertas pues a mi también me pasaba. Nada había cambiado desde la primera vez que la tome, creo que ese día supe que no podría dejarla ir aunque me lo propusiera, aunque me intentaba convencer de lo contrario, algo me empujaba a ella de un modo que solo las estrellas de la constelación del cazador podrían explicar.
No se si fue el cielo, el infierno o los dos las que la pusieron en mi camino, solo se, que desde que andaba de su mano, ese camino estaba plagado de felicidad.
-Nunca he dejado de desearte, te veo dormir cuando la noche acaba, placida, entre mis brazos. Tu respiración en mi cuello, tu piel fundiéndose con la mía, noches de pasión, de risas, de amor sin medida. Tu Adaline eres lo único que me mantiene en este mundo de locos. Te quiero y te deseo de igual modo.
Se que no suelo decírtelo, se que a veces soy frio..un monstruo, pero créeme, es porque tengo miedo de abrir los ojos y que no estés.
Tire de ella para abrazarla, enfrentando su mirada parda, era preciosa, mi mujer, y estaba seguro de que lucharía contra viento y marea por que esta permaneciera a mi lado.
Aun no me creía que hubiera elegido compartir su vida con un monstruo, mas juraba ante Odin, que jamas traicionaría esa elección que hace ya unas semana habíamos sellado en la profundidad del bosque.
Ella mi mujer, bendecido por los dioses y los elementos nuestras almas habían quedado unidas en solo una por el sagrado matrimonio.
Su boca acariciaba la mía tentándome de un modo sobre humano, si seguía haciéndolo jamas abandonaría esa estancia, pues perderme en su piel se estaba convirtiendo de nuevo en un impulso difícil de contener.
Sonreí de medio lado al escucharla, sabia lo que significaban sus palabras, ella deseaba ver como me alimentaba, de algún modo creo que era una buena idea, no habría violencia en este acto, uno que jamas le permití presenciar.
Conocía sus inquietudes, esas que la arrastraban junto a mi al abismo, ella también era capaz de ver las mías, hacia mucho tiempo que nos habíamos quitado las mascaras, si es que algún día las tuvimos pues si algo destacaba en lo nuestro siempre fue la sinceridad.
Desde el principio supe quien era, lo que era y nada me importó mas que tenerla. Ella conoció mi inmortalidad creo que incluso antes de que el corazón de aquel violador acabara entre mis manos. Siempre fuimos trasparentes como el agua del mar, y ahora yo volvía a tenderle la mano para que viera de lo que era capaz. Ella no dudo en tomarla, aceptando a su marido exactamente como era, un vampiro.
Eso me hacia amarla cada vez mas. Acorté la distancia para volver a jugar con su boca, tiernos besos que se tornaron fuego contra los maderos de neutros cuerpos.
Ambos abandonamos el camarote, entre risas, pegados uno al otro como dos tontos que se buscaban hasta encontrarse desesperados, haciendo paradas en cada esquina, contra cada pared, amarnos siempre fue fácil. Ella era capaz de sacar de mi lo mejor, ahora no había dudas, ni siquiera cuando me enfadaba era capaz de hacer ninguna tontería, posiblemente porque esa humana podía comprenderme solo con mirarme, porque jamas me dejo ir desesperado, siempre entendió, asumió y me acogió entre sus brazos llenando de luz mi oscuro abismo.
Alcanzamos la cubierta que iluminada por la luna llena, brindaba una vista idílica del mar plateado. Me acerque por la espalda de mi mujer, abrazándola mientras nuestras manos se apoyaban en la baranda. Besé su cuello mientras escuchaba sus palabras. Todas ciertas pues a mi también me pasaba. Nada había cambiado desde la primera vez que la tome, creo que ese día supe que no podría dejarla ir aunque me lo propusiera, aunque me intentaba convencer de lo contrario, algo me empujaba a ella de un modo que solo las estrellas de la constelación del cazador podrían explicar.
No se si fue el cielo, el infierno o los dos las que la pusieron en mi camino, solo se, que desde que andaba de su mano, ese camino estaba plagado de felicidad.
-Nunca he dejado de desearte, te veo dormir cuando la noche acaba, placida, entre mis brazos. Tu respiración en mi cuello, tu piel fundiéndose con la mía, noches de pasión, de risas, de amor sin medida. Tu Adaline eres lo único que me mantiene en este mundo de locos. Te quiero y te deseo de igual modo.
Se que no suelo decírtelo, se que a veces soy frio..un monstruo, pero créeme, es porque tengo miedo de abrir los ojos y que no estés.
Tire de ella para abrazarla, enfrentando su mirada parda, era preciosa, mi mujer, y estaba seguro de que lucharía contra viento y marea por que esta permaneciera a mi lado.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
La voz de mi esposo era la más maravillosa de las caricias para mis oídos, su tono grave y profundo me encantaba, tantas distintas inflexiones había aprendido a conocer en ella. Sus distintos estados de ánimo expresados en sus palabras incluso cuando estas provenían de mi espalda. No tenía que verlo para comprender cuando le embargaba la serenidad, la inquietud, la gravedad, la tristeza, la alegría, el amor o el más puro deseo.
La manera en que pronunciaba mi nombre, Adaline, podía llevarme hasta el cielo o al más profundo de los infiernos, no me cansaba de oírlo de sus labios con esa cadencia norteña suya que unida a su aliento sobre mi cuello lograba erizar cada uno de los finos vellos de mi cuerpo, erizándome toda la piel. Sonreí escuchándolo, acariciando sus manos, cerrando los ojos para simplemente sentir a mi esposo en cada poro de mi cuerpo, en cada trozo de mi piel que había quedado marcada como la suya bajo el fuego de nuestros besos y la total entrega en la que nuestros cuerpos dejaban de ser dos para fundirse en uno solo.
Sonreí cuando tiró de mi para abrazarme, mi cuerpo se ciñó al suyo sin dejar el mínimo espacio entre ambos, mi respiración comenzaba a agitarse evidenciándose en el movimiento de mi pecho, nuestros muslos estaban pegados. Mis pechos presionaron su torso, erguidos, deseosos, mis manos serpentearon por sus brazos sin que mis ojos apartaran la mirada de él.
-Jeg har aldri sluttet å ønske min mann (Nunca dejo de desearte esposo mio).- Sonreí con picardía contra sus labios, lo deseaba en todo momento, de todas las formas posibles, de una forma extraordinaria que ni siquiera atinaba a comprender. Él era el protagonista de mis fantasías más prohibidas, de mis anhelos escondidos, de mis jadeos ocultos en la tina del baño, pero también era el dueño de mis pensamientos, de todos mis sentimientos, de cada latido y de todo el amor que albergaba mi pecho. Nunca antes supe lo que era estar enamorada. Me encantaba despertar después de amarnos hasta quedar exhaustos, ser testigo de sus sueño, acariciarle, morder suavemente su piel, comprobar que no estaba soñándo, velar su sueño bajo la luz de la luna y volver a quedar dormida en sus brazos.
-Quiero que sigas enseñándome tu idioma. Quiero aprender a decirlo todo con esas palabras que pronuncias a menudo y que logran que me enamore más de ti.- Reí al decirlo, me encendía oírlo hablar en noruego de una forma indescriptible, quería seguir aprendiendo más de su lengua materna, expresarlo todo en ella también, sentirme más cerca de él de esa forma. Me importaba todo lo suyo y quería ser parte de ello.
-No hace falta que me lo digas con palabras.- respondí ante su última frase, podía sentirlo. Mis ojos pardos y sus tormentas se contemplaron unos segundos antes de que mi boca saqueara una vez más la suya, mecí mis caderas contra las masculinas sintiendo como su erección comenzaba a hacerse evidente, creciendo con imponencia, apretándose contra mi.
-Aún no has visto la nueva lencería que me compré cuando salí con mi amiga hoy…- Lo miré con picardía, tomando su mano para que enredada a la mía, se colara por debajo de la falda de mi vestido, recorriendo mi pierna, rozando las medias a medio muslo sujetas con un liguero, internándose en ese camino sobre mi tersa piel que llevaba peligrosamente hacia la tela de mis braguitas y al calor de mi centro que ansiaba dilatarse para él. Mi otra mano se paseó por su pierna, viajando hacia dentro, acariciando su muslo y deteniéndose sobre su entrepierna. Acuné posesivamente su falo, masturbándolo con mis dedos sin el menor decoro, sintiéndolo crecer entre ellos, aumentando así el deseo y la necesidad de que me penetrara.
Succioné su lengua con fuerza mordiendo su labio con un arrebato salvaje, lo deseaba con cada poro de mi piel. A pesar de ello mi mano tiró de la suya para alejarla y que la falda me cubriera de nuevo, rompiendo el contacto entre ambos para aplazar el deseo. -Aún falta la cena amor mio.- Tiré de su mano riendo, corriendo con él hacia el lugar adonde servirían la comida. Notaba sus ojos brillar con el color rojo como la sangre, denotando su excitación. Dios, como amaba a ese hombre, todo en él me encantaba, me excitaba a niveles insospechados, si me hubieran pedido que diera la vida por él no lo hubiera dudado un segundo. Mi mundo entero era ese vikingo y juraba por mi Dios, por los suyos y por las estrellas, que por él sería la mejor de las esposas, que procuraría hacerle feliz cada día, que siempre sería fiel a las promesas que intercambiamos en aquel claro al unir nuestras vidas.
Llegamos al salón comedor, noté la tenue iluminación de los candelabros, las múltiples mesas en su interior pero me dirigí hacia una de las que estaban colocadas a un costado, por fuera de una puerta de vidrio, para que de esa forma pudiésemos comer bajo las estrellas y contemplar el vasto panorama del océano a nuestro alrededor. -Min Doom.- Lo atraje hacía mi antes de sentir el borde de la mesa contra mi espalda, apreté mi torneada boca contra la de él susurrando. -No estoy segura de poder devorar la comida cuando todo lo que deseo es devorarte a ti...-
La manera en que pronunciaba mi nombre, Adaline, podía llevarme hasta el cielo o al más profundo de los infiernos, no me cansaba de oírlo de sus labios con esa cadencia norteña suya que unida a su aliento sobre mi cuello lograba erizar cada uno de los finos vellos de mi cuerpo, erizándome toda la piel. Sonreí escuchándolo, acariciando sus manos, cerrando los ojos para simplemente sentir a mi esposo en cada poro de mi cuerpo, en cada trozo de mi piel que había quedado marcada como la suya bajo el fuego de nuestros besos y la total entrega en la que nuestros cuerpos dejaban de ser dos para fundirse en uno solo.
Sonreí cuando tiró de mi para abrazarme, mi cuerpo se ciñó al suyo sin dejar el mínimo espacio entre ambos, mi respiración comenzaba a agitarse evidenciándose en el movimiento de mi pecho, nuestros muslos estaban pegados. Mis pechos presionaron su torso, erguidos, deseosos, mis manos serpentearon por sus brazos sin que mis ojos apartaran la mirada de él.
-Jeg har aldri sluttet å ønske min mann (Nunca dejo de desearte esposo mio).- Sonreí con picardía contra sus labios, lo deseaba en todo momento, de todas las formas posibles, de una forma extraordinaria que ni siquiera atinaba a comprender. Él era el protagonista de mis fantasías más prohibidas, de mis anhelos escondidos, de mis jadeos ocultos en la tina del baño, pero también era el dueño de mis pensamientos, de todos mis sentimientos, de cada latido y de todo el amor que albergaba mi pecho. Nunca antes supe lo que era estar enamorada. Me encantaba despertar después de amarnos hasta quedar exhaustos, ser testigo de sus sueño, acariciarle, morder suavemente su piel, comprobar que no estaba soñándo, velar su sueño bajo la luz de la luna y volver a quedar dormida en sus brazos.
-Quiero que sigas enseñándome tu idioma. Quiero aprender a decirlo todo con esas palabras que pronuncias a menudo y que logran que me enamore más de ti.- Reí al decirlo, me encendía oírlo hablar en noruego de una forma indescriptible, quería seguir aprendiendo más de su lengua materna, expresarlo todo en ella también, sentirme más cerca de él de esa forma. Me importaba todo lo suyo y quería ser parte de ello.
-No hace falta que me lo digas con palabras.- respondí ante su última frase, podía sentirlo. Mis ojos pardos y sus tormentas se contemplaron unos segundos antes de que mi boca saqueara una vez más la suya, mecí mis caderas contra las masculinas sintiendo como su erección comenzaba a hacerse evidente, creciendo con imponencia, apretándose contra mi.
-Aún no has visto la nueva lencería que me compré cuando salí con mi amiga hoy…- Lo miré con picardía, tomando su mano para que enredada a la mía, se colara por debajo de la falda de mi vestido, recorriendo mi pierna, rozando las medias a medio muslo sujetas con un liguero, internándose en ese camino sobre mi tersa piel que llevaba peligrosamente hacia la tela de mis braguitas y al calor de mi centro que ansiaba dilatarse para él. Mi otra mano se paseó por su pierna, viajando hacia dentro, acariciando su muslo y deteniéndose sobre su entrepierna. Acuné posesivamente su falo, masturbándolo con mis dedos sin el menor decoro, sintiéndolo crecer entre ellos, aumentando así el deseo y la necesidad de que me penetrara.
Succioné su lengua con fuerza mordiendo su labio con un arrebato salvaje, lo deseaba con cada poro de mi piel. A pesar de ello mi mano tiró de la suya para alejarla y que la falda me cubriera de nuevo, rompiendo el contacto entre ambos para aplazar el deseo. -Aún falta la cena amor mio.- Tiré de su mano riendo, corriendo con él hacia el lugar adonde servirían la comida. Notaba sus ojos brillar con el color rojo como la sangre, denotando su excitación. Dios, como amaba a ese hombre, todo en él me encantaba, me excitaba a niveles insospechados, si me hubieran pedido que diera la vida por él no lo hubiera dudado un segundo. Mi mundo entero era ese vikingo y juraba por mi Dios, por los suyos y por las estrellas, que por él sería la mejor de las esposas, que procuraría hacerle feliz cada día, que siempre sería fiel a las promesas que intercambiamos en aquel claro al unir nuestras vidas.
Llegamos al salón comedor, noté la tenue iluminación de los candelabros, las múltiples mesas en su interior pero me dirigí hacia una de las que estaban colocadas a un costado, por fuera de una puerta de vidrio, para que de esa forma pudiésemos comer bajo las estrellas y contemplar el vasto panorama del océano a nuestro alrededor. -Min Doom.- Lo atraje hacía mi antes de sentir el borde de la mesa contra mi espalda, apreté mi torneada boca contra la de él susurrando. -No estoy segura de poder devorar la comida cuando todo lo que deseo es devorarte a ti...-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Mi esposa era el diablo y yo pegado a él ardía en su fuego rozando sus labios. Perfecta, sus ojos pardos buscaron los míos prometiéndome una noche en el infierno.
Sus boca se entreabrió acariciando la mía, susurrando en noruego una frase que me elevo al pecado de la lujuria de nuevo.
Sonreí de medio lado, atrayendola de la nuca para encontrarnos de nuevo sedientos del otro, ensimismados en nuestro sabor, de nuestro olor.
Jadeé contra su boca mientras esta me contaba en silencio sus deseos mas prohibidos, anhelos ocultos que sus ojos oscuros mostraban.
-Te deseo Adaline.
Su sonrisa invadía toda la proa, fundiéndose con el murmullo de las olas, el inconfundible olor a mar, el viento azuzando su pelo, todo me evocaba al día que la vi por primera vez, sobre la rocas pidiendo su deseo.
Deslicé mis dedos por su mejilla, todavía incrédulo de que me obsequiara con su calor cada noche, cada día, que su boca se convirtiera en la fuente que aplacaba mi sed y su mano, la soga que me afianzaba a un mundo de luz y no de tinieblas al que durante siglos estuve sumido.
Sonreí al escuchar que se había comparado ropa interior, mi cuerpo se pego mas al suyo, mientras su mano ayudo a la mía a surcar su piel como un velero en busca de un nuevo murmullo.
-Así que mi preciosa mujer ha decidido enfundarse en algo que por lo que toco me va ha hacer enloquecer.
Nuestros ojos se encontraron sedientos, ambos teníamos hambre, mas en mi caso no era de cena si no de ella. Apenas hacia unas horas que la había tomado en el carruaje, justo antes de embarcar y ahora estaba mas que dispuesto a volver ha enredarme en su piel, fundirme una vez mas en su calidez y hacerla gemir hasta que mi nombre fuera lo único que se escuchara en varias millas.
No se cortó cuando ahora su mano se colo por mi pantalón, me relamí buscando de nuevo su boca mientras mi polla crecía entre sus dedos.
-Shhhhhh -susurré contra su boca sintiendo como me masturbaba, gruñí cuando tiro de mi lengua mordiéndola con delicadeza.
Dos depredadores que se buscaban que se encontraban y que de frente estaban mas que dispuestos a entablar una nueva batalla.
Se separó juguetona para hablarme de la cena ¿quien quería cenar ahora?
-Adaline, por los dioses, las estrellas y los elementos -roge mirándola fijamente mientras se alejaba entre risas de mi tentando no solo a la suerte si no a su ansioso marido que peleaba con las ganas sin perder de vista aquel cuerpo de diosa que ostentaba.
La seguí entre risas al comedor, iluminado con una tenue luz, que daba un aire bohemio a la estancia, toda dispuesta para nosotros, parecía sacada de un barrio de nueva Orleans antiguo. Los metres parecían dispuestos a servirnos la cena en la mesa que mi preciosa mujer eligiera, completamente uniformados nos seguían con la mirada.
Sonreí de medio lado al verla danzar entre las engalardonadas mesas, hasta que sus ojos me buscaron para que tomáramos asiento en una cercana a una vidriera que nos permitiría ver el exterior del barco sin problemas.
Asentí acercándome nuevamente a ella, para que mentir, mi hambre me devastaba por dentro.
Moví la cabeza pidiendo a los camareros que nos dejaran solos, no pensaba probar un solo bocado sin antes perderme nuevamente en sus labios, sentir sus piernas abiertas y fundirme en uno con ella.
Su sonrisa picara parecía leer en mis ojos rojos la necesidad de ella, pues tomó asiento en la mesa, abriendo sus piernas para dejarme ver ligeramente sus muslos.
Gruñí acortando la distancia que nos separaba, ella era fuego y yo pensaba calcinarme.
Sus boca se entreabrió acariciando la mía, susurrando en noruego una frase que me elevo al pecado de la lujuria de nuevo.
Sonreí de medio lado, atrayendola de la nuca para encontrarnos de nuevo sedientos del otro, ensimismados en nuestro sabor, de nuestro olor.
Jadeé contra su boca mientras esta me contaba en silencio sus deseos mas prohibidos, anhelos ocultos que sus ojos oscuros mostraban.
-Te deseo Adaline.
Su sonrisa invadía toda la proa, fundiéndose con el murmullo de las olas, el inconfundible olor a mar, el viento azuzando su pelo, todo me evocaba al día que la vi por primera vez, sobre la rocas pidiendo su deseo.
Deslicé mis dedos por su mejilla, todavía incrédulo de que me obsequiara con su calor cada noche, cada día, que su boca se convirtiera en la fuente que aplacaba mi sed y su mano, la soga que me afianzaba a un mundo de luz y no de tinieblas al que durante siglos estuve sumido.
Sonreí al escuchar que se había comparado ropa interior, mi cuerpo se pego mas al suyo, mientras su mano ayudo a la mía a surcar su piel como un velero en busca de un nuevo murmullo.
-Así que mi preciosa mujer ha decidido enfundarse en algo que por lo que toco me va ha hacer enloquecer.
Nuestros ojos se encontraron sedientos, ambos teníamos hambre, mas en mi caso no era de cena si no de ella. Apenas hacia unas horas que la había tomado en el carruaje, justo antes de embarcar y ahora estaba mas que dispuesto a volver ha enredarme en su piel, fundirme una vez mas en su calidez y hacerla gemir hasta que mi nombre fuera lo único que se escuchara en varias millas.
No se cortó cuando ahora su mano se colo por mi pantalón, me relamí buscando de nuevo su boca mientras mi polla crecía entre sus dedos.
-Shhhhhh -susurré contra su boca sintiendo como me masturbaba, gruñí cuando tiro de mi lengua mordiéndola con delicadeza.
Dos depredadores que se buscaban que se encontraban y que de frente estaban mas que dispuestos a entablar una nueva batalla.
Se separó juguetona para hablarme de la cena ¿quien quería cenar ahora?
-Adaline, por los dioses, las estrellas y los elementos -roge mirándola fijamente mientras se alejaba entre risas de mi tentando no solo a la suerte si no a su ansioso marido que peleaba con las ganas sin perder de vista aquel cuerpo de diosa que ostentaba.
La seguí entre risas al comedor, iluminado con una tenue luz, que daba un aire bohemio a la estancia, toda dispuesta para nosotros, parecía sacada de un barrio de nueva Orleans antiguo. Los metres parecían dispuestos a servirnos la cena en la mesa que mi preciosa mujer eligiera, completamente uniformados nos seguían con la mirada.
Sonreí de medio lado al verla danzar entre las engalardonadas mesas, hasta que sus ojos me buscaron para que tomáramos asiento en una cercana a una vidriera que nos permitiría ver el exterior del barco sin problemas.
Asentí acercándome nuevamente a ella, para que mentir, mi hambre me devastaba por dentro.
Moví la cabeza pidiendo a los camareros que nos dejaran solos, no pensaba probar un solo bocado sin antes perderme nuevamente en sus labios, sentir sus piernas abiertas y fundirme en uno con ella.
Su sonrisa picara parecía leer en mis ojos rojos la necesidad de ella, pues tomó asiento en la mesa, abriendo sus piernas para dejarme ver ligeramente sus muslos.
Gruñí acortando la distancia que nos separaba, ella era fuego y yo pensaba calcinarme.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
El salón comedor era hermoso, parecía haber cobrado vida saltando de un libro de ilustraciones que enseñase a cabalidad como debía ser un espacio bohemio. Si así era el barco no sabía ni como imaginarme como sería el hotel en el que nos hospedaríamos o la playa italiana que nos cobijaría cuando escapásemos para amarnos sobre la arena y que fuesen únicamente nuestros instintos los que guiasen cada una de nuestras acciones. Sonreí con un brillo alegre en mis ojos, entusiasmada, fascinada, a pesar de todo los detalles que podía descubrir en ese mismo salón, en los adornos contemporáneos, en las pinturas en las paredes, lo único que quería ver era a mi marido, solo tenía ojos para él, él era quien le inyectaba sentido al viaje, a la noche, a cada segundo de mi vida.
Me senté en la mesa, abriendo mis piernas apenas lo suficiente para provocar su deseo, para que desease internarse en sus laberintos. Eran largas y bien torneadas y sabía que a él le gustaba verlas, que le incitaría descubrir el camino que marcaban los ligueros sobre mis blancos muslos y sobre mis firmes glúteos. -Nu-uh.- Negué cuando se acercó con rapidez a la mesa, usando mis piernas para rodear sus caderas y detenerlo con ellas cuando se acercó a mi, marcando un cierto espacio entre ambos adonde se hacía latente el deseo y las ansias con cada segundo de prolongada espera. -Esta noche quiero que me lo des todo, quiero cada átomo de tu piel, cada jadeo ahogado, cada gruñido de placer, te quiero por completo Erlend, quiero convertirme en tu infierno y que ruegues que el incendio nunca se acabe. No voy a conformarme con menos.-
Comencé a desabrochar la falda de mi vestido sin apartar mi mirada de él, dejando caer la tela a un lado, lo empujé con mis piernas hacia mi, abriéndolas para sentir el impacto de su falo erecto contra mi sexo. Sentía su mástil más que dispuesto a descubrir la manera en que mojaba mis paredes, calentándolas, haciéndolas hervir, la fricción provocaba que nuestros sexos palpitasen casi dolorosamente. Guié sus manos hacia mis glúteos para que me sostuviera, mis ojos pardos fijos en él, deseando no perderme ni un detalle de la lujuria que debía reflejarse también en los mios. Mi aliento sobre el suyo, tomé sus labios acoplándome a ellos, moviendo mi lengua contra la suya con el mismo desenfreno con el que movía mis caderas en círculo, desprendí los botones de su camisa para rasguñar su pecho con mis uñas. Su falo vibraba a través de sus pantalones y yo lo incitaba para que se corriera sin haber ni siquiera entrado aún en mi.
Una sonrisa maliciosa recorrió mis labios, mis dedos soltaron las cintas de mi corsé, dejando la lencería negra al descubierto que pegada como un guante a mi piel marcaba el contorno de mis pechos, contrastando con el blanco de mi piel. -Min Doom...-
Mi voz estaba ronca por la pasión, el vaho de mi aliento acariciaba el suyo, deseaba seducir a mi esposo como nunca lo había hecho, que el presente fuera nuestro al igual que nuestro futuro. -Te quiero.- Sentí esas dos palabras en cada una de las partes que me conformaba, pero las palabras se perdieron en el aire cuando la mesa se sacudió con violencia. Los candelabros a nuestro alrededor comenzaron a vibrar, platos cayeron estrepitosamente sobre el suelo haciéndose añicos. El barco parecía una cáscara de nuez movida a su antojo por un mar embravecido que nos atraía hacia un hoyo profundo. No había escapatoria posible. El horror me embargó, creí que ese era nuestro final, abracé a Erlend con los latidos disparados a mil en mi pecho. -No me arrepiento de ni un sólo segundo a tu lado…-
Una luz brillante nos envolvió, era extraño, que al ser engullidos hacia el sepulcro de las aguas todo fuese brillante en lugar de oscuro, la luz encubría la noche. Sentí que me desvanecía y no supe más…
Cuando mis párpados se abrieron todo estaba oscuro de nuevo. De inmediato me incorporé para sentarme y buscar a Erlend con la mirada. Me sentí distinta, extrañamente vigorizada, como si todos mis sentidos despertaran por primera vez permitiéndome experimentarlo todo de forma diferente. Lo descubrí en el suelo y en un segundo estuve junto a él. Lo toqué y en seguida retiré la mano con sorpresa. Su piel era cálida como el mismo sol, mis oídos escucharon el ritmo de sus vigorosos latidos, la sangre que era bombeada desde su pecho. Me incliné hacia él, fascinada por todo lo que mis sentidos me permitían percibir. Su olor masculino era embriagante, la textura de su piel, sus excitantes labios, la manera en que la vena de su cuello resaltaba, pulsando, atrayéndome. Mis ojos se oscurecieron, adquiriendo una tonalidad carmesí. Recorrí lentamente su piel con mis colmillos. ¿Mis colmillos?
Pasé mi lengua despacio por mis dientes, descubriendo ese par de protuberancias. Estupefacta me levanté alejándome de él. -No te acerques.- Le advertí y miré a mi alrededor, todo se magnificaba, los sonidos, los olores, las sensaciones me abrumaban. ¿Esto era ser inmortal? Una sonrisa ladina apareció con lentitud en mi rostro. Las estrellas brillaban en el cielo oscuro, me habían otorgado mi segundo deseo y la sensación era fascinante.
Me senté en la mesa, abriendo mis piernas apenas lo suficiente para provocar su deseo, para que desease internarse en sus laberintos. Eran largas y bien torneadas y sabía que a él le gustaba verlas, que le incitaría descubrir el camino que marcaban los ligueros sobre mis blancos muslos y sobre mis firmes glúteos. -Nu-uh.- Negué cuando se acercó con rapidez a la mesa, usando mis piernas para rodear sus caderas y detenerlo con ellas cuando se acercó a mi, marcando un cierto espacio entre ambos adonde se hacía latente el deseo y las ansias con cada segundo de prolongada espera. -Esta noche quiero que me lo des todo, quiero cada átomo de tu piel, cada jadeo ahogado, cada gruñido de placer, te quiero por completo Erlend, quiero convertirme en tu infierno y que ruegues que el incendio nunca se acabe. No voy a conformarme con menos.-
Comencé a desabrochar la falda de mi vestido sin apartar mi mirada de él, dejando caer la tela a un lado, lo empujé con mis piernas hacia mi, abriéndolas para sentir el impacto de su falo erecto contra mi sexo. Sentía su mástil más que dispuesto a descubrir la manera en que mojaba mis paredes, calentándolas, haciéndolas hervir, la fricción provocaba que nuestros sexos palpitasen casi dolorosamente. Guié sus manos hacia mis glúteos para que me sostuviera, mis ojos pardos fijos en él, deseando no perderme ni un detalle de la lujuria que debía reflejarse también en los mios. Mi aliento sobre el suyo, tomé sus labios acoplándome a ellos, moviendo mi lengua contra la suya con el mismo desenfreno con el que movía mis caderas en círculo, desprendí los botones de su camisa para rasguñar su pecho con mis uñas. Su falo vibraba a través de sus pantalones y yo lo incitaba para que se corriera sin haber ni siquiera entrado aún en mi.
Una sonrisa maliciosa recorrió mis labios, mis dedos soltaron las cintas de mi corsé, dejando la lencería negra al descubierto que pegada como un guante a mi piel marcaba el contorno de mis pechos, contrastando con el blanco de mi piel. -Min Doom...-
Mi voz estaba ronca por la pasión, el vaho de mi aliento acariciaba el suyo, deseaba seducir a mi esposo como nunca lo había hecho, que el presente fuera nuestro al igual que nuestro futuro. -Te quiero.- Sentí esas dos palabras en cada una de las partes que me conformaba, pero las palabras se perdieron en el aire cuando la mesa se sacudió con violencia. Los candelabros a nuestro alrededor comenzaron a vibrar, platos cayeron estrepitosamente sobre el suelo haciéndose añicos. El barco parecía una cáscara de nuez movida a su antojo por un mar embravecido que nos atraía hacia un hoyo profundo. No había escapatoria posible. El horror me embargó, creí que ese era nuestro final, abracé a Erlend con los latidos disparados a mil en mi pecho. -No me arrepiento de ni un sólo segundo a tu lado…-
Una luz brillante nos envolvió, era extraño, que al ser engullidos hacia el sepulcro de las aguas todo fuese brillante en lugar de oscuro, la luz encubría la noche. Sentí que me desvanecía y no supe más…
Cuando mis párpados se abrieron todo estaba oscuro de nuevo. De inmediato me incorporé para sentarme y buscar a Erlend con la mirada. Me sentí distinta, extrañamente vigorizada, como si todos mis sentidos despertaran por primera vez permitiéndome experimentarlo todo de forma diferente. Lo descubrí en el suelo y en un segundo estuve junto a él. Lo toqué y en seguida retiré la mano con sorpresa. Su piel era cálida como el mismo sol, mis oídos escucharon el ritmo de sus vigorosos latidos, la sangre que era bombeada desde su pecho. Me incliné hacia él, fascinada por todo lo que mis sentidos me permitían percibir. Su olor masculino era embriagante, la textura de su piel, sus excitantes labios, la manera en que la vena de su cuello resaltaba, pulsando, atrayéndome. Mis ojos se oscurecieron, adquiriendo una tonalidad carmesí. Recorrí lentamente su piel con mis colmillos. ¿Mis colmillos?
Pasé mi lengua despacio por mis dientes, descubriendo ese par de protuberancias. Estupefacta me levanté alejándome de él. -No te acerques.- Le advertí y miré a mi alrededor, todo se magnificaba, los sonidos, los olores, las sensaciones me abrumaban. ¿Esto era ser inmortal? Una sonrisa ladina apareció con lentitud en mi rostro. Las estrellas brillaban en el cielo oscuro, me habían otorgado mi segundo deseo y la sensación era fascinante.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Sus piernas me acogieron, sonreí de medio lado al sentir como desabrochaba la falda, tentándome, nuestra complicidad dibujada en nuestras miradas nos hacia reír de pura felicidad.
Me empujó con las piernas para sentir mi virilidad alzada contra su húmedo sexo. Me calcinaba por dentro el movimiento de su cuerpo, buscándome, encontrándome. Mi boca sentencio sus labios, ebrio de recorrerla, de que nuestras lenguas serpentearan en la peligrosa danza de amarnos.
Llevó mis manos a sus nalgas, estaba encendida y yo ardiendo, tome sus glúteos atrayendolos contra mi falo, gruñidos que se encontraban frente a nuestros labios, el aliento de ambos ansioso por tomarnos.
-Me vuelves loco -susurré tirando de su labio inferior deslizando por su mandíbula mis dientes, los colmillos rozaron su piel, podía sentir el ajetreado vaivén de su corazón recorrer su yugular.
Cerré los ojos sintiendo su calor, lo quería todo, adentrarme en ella de mil formas distintas.
-Tenemos una vida para tomarnos, bebernos y devorarnos -susurré contra su piel.
De pronto el barco se tambaleó, el salón parecía movido por un tornado, pude ver reflejado el pánico en los ojos de Adaline que ahora se aferraba a mi como si fuera el único que pudiera sacarla de ese lugar.
-Shhhhh -acaricie su pelo alzando su rostro para que me mirara -te juro que vamos a salir de esta.
Miedo, sentía miedo, no por mi, si no por ella, no podía perderla, poco o nada me importaba salir con vida de esto si a cambio mi mujer salvaba su humana vida.
Aferré su cuerpo alzándola de la mesa y de una patada tumbé esta, introduciéndonos sobre esta, si el barco se hundía necesitábamos un madero al que aferrarnos, este tenia base suficiente para que su cuerpo quedara alejado del mar.
Si los dioses se apiadaban de este vikingo ,este era el momento, no poda perderla, Odin lo sabia.
Mis ojos se hundieron en los suyos mientras aferraba una de las patas de la mesa con una mano y con la otra a mi esposa.
-Vamos a darnos un baño, después continuaremos por donde nos habíamos quedado -susurré guiñándole un ojo quitando importancia a lo que sucedía.
Una luz brillante nos envolvió, mi cuerpo cubrió el de mi mujer para evitar que fuera golpeada por cualquier cosa punzante o contundente que pudiera dañarla.
-Min doom -susurré cerrando los ojos sin soltarla ni por un momento.
….........................................................................................................................................................
Abrí los ojos, me dolía todo el cuerpo como si me acabaran de dar una paliza, moví el cuello, me sentía mareado, tenia frio, pero a su vez me sentía caliente.
Alcé la cabeza con preocupación, mi primer pensamiento, mi esposa, esta estaba a mi lado, su rostro parecía denotar preocupación ,a su vez sorpresa, no era capaz de interpretarla.
Mis sentidos estaban embotados, no tarde en darme cuenta de que mi inmortalidad había desaparecido, volvía a ser un humano, un vikingo como el de antaño.
Llevé mi mano al costado ,sangraba, al parecer una astilla se había hundido en mi piel, era una herida superficial, no tenia importancia.
Los ojos de mi esposa se tronaron rojos como el fuego al ver el carmesí emanar de entre mis dedos.
¿Que demonios había sucedido?
Me pidió que me alejara de ella, seguramente estaba sedienta, conocía esa sensación ,esa que te abrasa la garganta, que te convierte en bestia.
-Adaline, tiene que calmarte, mírame -le pedí buscando sus ojos -tienes que alimentarte de mi, para salir de esta te necesito y si no te alimentas no lograras centrarte en nada mas que en el latir de mi férreo corazón.
Me empujó con las piernas para sentir mi virilidad alzada contra su húmedo sexo. Me calcinaba por dentro el movimiento de su cuerpo, buscándome, encontrándome. Mi boca sentencio sus labios, ebrio de recorrerla, de que nuestras lenguas serpentearan en la peligrosa danza de amarnos.
Llevó mis manos a sus nalgas, estaba encendida y yo ardiendo, tome sus glúteos atrayendolos contra mi falo, gruñidos que se encontraban frente a nuestros labios, el aliento de ambos ansioso por tomarnos.
-Me vuelves loco -susurré tirando de su labio inferior deslizando por su mandíbula mis dientes, los colmillos rozaron su piel, podía sentir el ajetreado vaivén de su corazón recorrer su yugular.
Cerré los ojos sintiendo su calor, lo quería todo, adentrarme en ella de mil formas distintas.
-Tenemos una vida para tomarnos, bebernos y devorarnos -susurré contra su piel.
De pronto el barco se tambaleó, el salón parecía movido por un tornado, pude ver reflejado el pánico en los ojos de Adaline que ahora se aferraba a mi como si fuera el único que pudiera sacarla de ese lugar.
-Shhhhh -acaricie su pelo alzando su rostro para que me mirara -te juro que vamos a salir de esta.
Miedo, sentía miedo, no por mi, si no por ella, no podía perderla, poco o nada me importaba salir con vida de esto si a cambio mi mujer salvaba su humana vida.
Aferré su cuerpo alzándola de la mesa y de una patada tumbé esta, introduciéndonos sobre esta, si el barco se hundía necesitábamos un madero al que aferrarnos, este tenia base suficiente para que su cuerpo quedara alejado del mar.
Si los dioses se apiadaban de este vikingo ,este era el momento, no poda perderla, Odin lo sabia.
Mis ojos se hundieron en los suyos mientras aferraba una de las patas de la mesa con una mano y con la otra a mi esposa.
-Vamos a darnos un baño, después continuaremos por donde nos habíamos quedado -susurré guiñándole un ojo quitando importancia a lo que sucedía.
Una luz brillante nos envolvió, mi cuerpo cubrió el de mi mujer para evitar que fuera golpeada por cualquier cosa punzante o contundente que pudiera dañarla.
-Min doom -susurré cerrando los ojos sin soltarla ni por un momento.
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Abrí los ojos, me dolía todo el cuerpo como si me acabaran de dar una paliza, moví el cuello, me sentía mareado, tenia frio, pero a su vez me sentía caliente.
Alcé la cabeza con preocupación, mi primer pensamiento, mi esposa, esta estaba a mi lado, su rostro parecía denotar preocupación ,a su vez sorpresa, no era capaz de interpretarla.
Mis sentidos estaban embotados, no tarde en darme cuenta de que mi inmortalidad había desaparecido, volvía a ser un humano, un vikingo como el de antaño.
Llevé mi mano al costado ,sangraba, al parecer una astilla se había hundido en mi piel, era una herida superficial, no tenia importancia.
Los ojos de mi esposa se tronaron rojos como el fuego al ver el carmesí emanar de entre mis dedos.
¿Que demonios había sucedido?
Me pidió que me alejara de ella, seguramente estaba sedienta, conocía esa sensación ,esa que te abrasa la garganta, que te convierte en bestia.
-Adaline, tiene que calmarte, mírame -le pedí buscando sus ojos -tienes que alimentarte de mi, para salir de esta te necesito y si no te alimentas no lograras centrarte en nada mas que en el latir de mi férreo corazón.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
¿Cómo era posible si quiera que esto hubiese sucedido?
Mis ojos teñidos de carmesí miraban a mi alrededor, todo estaba oscuro, calmo pero podía escuchar cada detalle con una nitidez abrumadora, el sonido de las olas del mar al romper contra las rocas, sentir la brisa como nunca, oler la humedad salada que traía el océano como si estuviera inmersa en el. Las estrellas refulgían alumbrando la presencia de dos solitarias figuras… no vi al resto de la tripulación. No me importaban, no podía pensar en ellos, estaba demasiado extasiada contemplándolo todo, sintiéndolo todo, viendo por primera vez, como si hubiese vuelto a nacer, todo adquiría una nitidez sorprendente, lo inanimado incluso parecía cobrar vida…
Mi mirada regresó al hombre que me hablaba. Erlend. Mi esposo… Lo observé con parsimonia, podía oler la sangre que manaba de una herida suya. ¿Una herida? Mi persona se precipitó hacia él, en cuestión de segundos estaba inclinada sobre su cuerpo. -¿Te has lastimado?- Mi mente retuvo los detalles de lo acontecido, la forma en que me había protegido, nos había puesto a resguardo sobre una mesa volcada y me había cubierto con su cuerpo. -Que tontería, exponerte así para cuidarme.- Mi ser era un torbellino de emociones tan abrumadoras que no alcanzaba a comprender como manejarlas. ¿Qué sentía por ese hombre?
Preocupación por un lado, alcé su camisa para contemplar esa herida, parecía chica, superficial pero la visión de la sangre me excitó en demasía, olía embriagadoramente. Me relamí los labios, humedeciéndolos. -No me digas que debo hacer.- respondí bruscamente. Trepé sobre él, colocando ambas piernas a ambos lados de sus caderas. Erlend era el sol, su cuerpo era cálido, su sangre parecía algo muy dulce, como un caramelo puesto frente a mi para tomarlo, para probarlo a mi antojo, todos mis instintos despertaban, tenía hambre de él pero también tenía otros apetitos.
Mi intimidad golpeó su mástil y se meció rudamente contra el, ambas temperaturas colisionaron en forma tan similar a lo que ya habíamos vivido y tan distinta a la vez. -¿Así eras hace mil años?- Mis labios se acercaron a los suyos, sonreí de lado al sentir la calidez de su aliento. Él era hermoso, excitante, incitador… deseaba follármelo… y alimentarme de él. Mis manos alcanzaron su pantalón, bajé su bragueta, su corazón bombeaba en su pecho y ese bombeo se aceleraba a cada segundo. -Mmmm…-
Jadeante aparte mis bragas, me deslicé sobre su miembro, exigiendo que invadiera mis paredes. Mis labios se perdieron en su cuello, mi lengua saboreó su arteria sintiendo como esta palpitaba debajo mio, comencé a empujar mis caderas contra las suyas con fuerza, alcé la mirada y me encontré con la de él, pero no le reconocí, me olvidaba de quien era él, de quien era yo, solo quería su vitae. Completamente ida rasgué con mis colmillos la piel de su cuello, succionando, su líquido vital bajó por mi garganta como si se tratara de una droga, la sensación era delirante, ardiente, inexplicable, incitante, mientras más probaba más quería…
-Lo siento, estoy hambriento… si empiezo no podre parar… te necesito, es por eso que hasta que me alimente, has de permanecer ahí.-
Rugí al recordar sus palabras, esas escenas. Aparté mi boca de su cuello, una línea de sangre goteaba por mi labio. Me aparté de él separando nuestros cuerpos, lo observé espantada, confundida, furiosa. -¡Vete de una vez!- Lo empujé sin medir mis fuerzas logrando con ello que sobrevolara y cayera a un par de metros de distancia. Limpié la sangre de mi labio con mi lengua, miré a mi alrededor, necesitaba despejarme así que caminé para discernir adónde me encontraba.
Mis ojos teñidos de carmesí miraban a mi alrededor, todo estaba oscuro, calmo pero podía escuchar cada detalle con una nitidez abrumadora, el sonido de las olas del mar al romper contra las rocas, sentir la brisa como nunca, oler la humedad salada que traía el océano como si estuviera inmersa en el. Las estrellas refulgían alumbrando la presencia de dos solitarias figuras… no vi al resto de la tripulación. No me importaban, no podía pensar en ellos, estaba demasiado extasiada contemplándolo todo, sintiéndolo todo, viendo por primera vez, como si hubiese vuelto a nacer, todo adquiría una nitidez sorprendente, lo inanimado incluso parecía cobrar vida…
Mi mirada regresó al hombre que me hablaba. Erlend. Mi esposo… Lo observé con parsimonia, podía oler la sangre que manaba de una herida suya. ¿Una herida? Mi persona se precipitó hacia él, en cuestión de segundos estaba inclinada sobre su cuerpo. -¿Te has lastimado?- Mi mente retuvo los detalles de lo acontecido, la forma en que me había protegido, nos había puesto a resguardo sobre una mesa volcada y me había cubierto con su cuerpo. -Que tontería, exponerte así para cuidarme.- Mi ser era un torbellino de emociones tan abrumadoras que no alcanzaba a comprender como manejarlas. ¿Qué sentía por ese hombre?
Preocupación por un lado, alcé su camisa para contemplar esa herida, parecía chica, superficial pero la visión de la sangre me excitó en demasía, olía embriagadoramente. Me relamí los labios, humedeciéndolos. -No me digas que debo hacer.- respondí bruscamente. Trepé sobre él, colocando ambas piernas a ambos lados de sus caderas. Erlend era el sol, su cuerpo era cálido, su sangre parecía algo muy dulce, como un caramelo puesto frente a mi para tomarlo, para probarlo a mi antojo, todos mis instintos despertaban, tenía hambre de él pero también tenía otros apetitos.
Mi intimidad golpeó su mástil y se meció rudamente contra el, ambas temperaturas colisionaron en forma tan similar a lo que ya habíamos vivido y tan distinta a la vez. -¿Así eras hace mil años?- Mis labios se acercaron a los suyos, sonreí de lado al sentir la calidez de su aliento. Él era hermoso, excitante, incitador… deseaba follármelo… y alimentarme de él. Mis manos alcanzaron su pantalón, bajé su bragueta, su corazón bombeaba en su pecho y ese bombeo se aceleraba a cada segundo. -Mmmm…-
Jadeante aparte mis bragas, me deslicé sobre su miembro, exigiendo que invadiera mis paredes. Mis labios se perdieron en su cuello, mi lengua saboreó su arteria sintiendo como esta palpitaba debajo mio, comencé a empujar mis caderas contra las suyas con fuerza, alcé la mirada y me encontré con la de él, pero no le reconocí, me olvidaba de quien era él, de quien era yo, solo quería su vitae. Completamente ida rasgué con mis colmillos la piel de su cuello, succionando, su líquido vital bajó por mi garganta como si se tratara de una droga, la sensación era delirante, ardiente, inexplicable, incitante, mientras más probaba más quería…
-Lo siento, estoy hambriento… si empiezo no podre parar… te necesito, es por eso que hasta que me alimente, has de permanecer ahí.-
Rugí al recordar sus palabras, esas escenas. Aparté mi boca de su cuello, una línea de sangre goteaba por mi labio. Me aparté de él separando nuestros cuerpos, lo observé espantada, confundida, furiosa. -¡Vete de una vez!- Lo empujé sin medir mis fuerzas logrando con ello que sobrevolara y cayera a un par de metros de distancia. Limpié la sangre de mi labio con mi lengua, miré a mi alrededor, necesitaba despejarme así que caminé para discernir adónde me encontraba.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Adaline estaba inmersa en la mas dura de las conversiones, podía saber con exactitud que sentía, o mejor dicho la intensidad con la que lo hacia pues yo hace mil años atravesé por lo mismo.
Todo se intensifica, todo aumenta, todo se vuelve mas frio y mas cálido de un modo que ni sospechas y luego esta la sed, esa que se instala en tu garganta haciéndote arder.
Sed, una sensación que domina tu existencia, que difícilmente puede ser controlada para un neofito y que aun siendo un inmortal milenario como lo era yo, la sed no desaparece nunca arrastrándote en ocasiones a la mas pura desesperación.
Como había pasado aquello ¿lo desconocía, debía de ser cuestión de magia, porque si no, no lo comprendia, no podía ser humano, ser vampiro no tiene cura, con lo cual posiblemente hubiéramos alcanzado alguna otra realidad en una linea temporal distinta, una que nada tenia que ver con la real.
Debiamos volver ¿pero como?
Adaline acortó la distancia que nos separaba, miraba mi herida, apenas superficial preocupada, mas pronto sentí sus ojos tornarse fuego, relamerse los labios y pedirme que guardara silencio, que no le dijera que hacer y cuando hacerlo.
Entendía su desesperación, su carácter cambiante. Acaricie su pelo azabache tratando de que encontrara en su frio corazón la fuerza que iba a necesitar para sacarnos de esta a los dos.
Adaline descontrolada me tumbo sobre el lecho de arena y de forma brusca se alzo sobre mi sentándose sobre mis caderas. Mi mástil se alzo con urgencia, me resultaba siempre tan apetecible que fui incapaz de no sucumbir a ese baile de caderas que me incitaba a tomarla, a amarla y a follarla importándome poco o nada las consecuencias.
-Si, así fui hace mucho tiempo -susurré contra su boca, mi aliento cálido contra sus labios gélidos, sensación que me incitaba mas que ninguna otra.
Gruñí como el vikingo que era buscando su boca con sabor a sal, a estrellas y a fuego.
Lenguas que serpentearon en un mar de dudas resueltas por los jadeos que ambos nos regalamos, estábamos sedientos, yo de ella, de su inmaculado cuerpo inmortal, ella de todo lo que hervía en mi interior con tanta fuerza que sentí el corazón no lo podría soportar.
Sus manos traviesas bajaron la cremallera que cubría mi entrepierna, ansiosa saco mi miembro de esta para tomarlo con su mano y enfrentarlo a su húmedo sexo que lo recibio tan solo haciendo a un lado las bragas.
Mis manos en sus caderas la empuje esperando que sus paredes se abrieran, jadeantes nuestras bocas se encontraron sin tregua en una danza peligrosa en la que ella marcaba el frenético ritmo en el que follabamos sin tregua.
Mis ojos oscuros como la noche se hundieron en sus escarlata, nunca me pareció mas bella que en ese instante en el que de yo haber sido vampiro se hubiera convertido en mi compañera eterna. Estaba tan excitado frente a esa idea que sentía que podría correrme solo con los movimientos ígneos de sus caderas.
Su boca sentencio mi cuello, lamiendo mi arteria, deseaba que lo hiciera, que lo tomara todo, que probara la sensación de dejarse ir mientras mi sangre corría por sus venas
Sabia lo excitante que era, el orgasmo bestial que haría temblar su cuerpo, mas también el peligro que mi cuerpo mortal correría frente a ese neofito.
Sus colmillos desgarraron mi piel, un instante de dolor y placer después. La sangre corría peligrosa por mis venas mientras la inmortal jadeaba contra mi cuello suplicando mas. Podía sentir como se excitaba como cabalgaba con violencia sobre mi falo endurecido.
Mas de pronto se apartó aterrada, cuando mis dedos se enredaron en su pelo para pedir que se controlara.
Podía ver sus ojos asustados enfrentar mis pardos, como si se diera cuenta entonces que se había trasformado en un monstruo, ese mismo con el que se había casado hace ya unos meses.
-Esto... -no pude acabar la frase pues sus manso me impulsaron lejos de ella, su falta de control fue suficiente para que mi cuerpo saliera despedido varios metros allá haciéndome impactar con rudeza contra el suelo.
Siseé por el dolor mientras me alzaba de nuevo mostrandole las manos y agachado fui acercándome a ella paso a paso mientras buscaba sus ojos rojos como el astro.
-Estoy bien, tranquila, mírame Adaline, se que tienes sed, se que pierdes la razón cuando la vitae se convierte en tu todo, conozco esa sensación que hace que tu garganta arda y no voy a mentir, nunca deja de existir esa sed, solo se aprende a controlarla cuando estas saciada.
Acorté la distancia hasta que nuestros alientos se fundieron en uno, mi dedo surco la piel ria de su mejilla.
-Te quiero Adaline Cannif y eso no lo va a cambiar absolutamente nada, seas mortal, inmortal o una loba desesperada en destruirme.
Todo se intensifica, todo aumenta, todo se vuelve mas frio y mas cálido de un modo que ni sospechas y luego esta la sed, esa que se instala en tu garganta haciéndote arder.
Sed, una sensación que domina tu existencia, que difícilmente puede ser controlada para un neofito y que aun siendo un inmortal milenario como lo era yo, la sed no desaparece nunca arrastrándote en ocasiones a la mas pura desesperación.
Como había pasado aquello ¿lo desconocía, debía de ser cuestión de magia, porque si no, no lo comprendia, no podía ser humano, ser vampiro no tiene cura, con lo cual posiblemente hubiéramos alcanzado alguna otra realidad en una linea temporal distinta, una que nada tenia que ver con la real.
Debiamos volver ¿pero como?
Adaline acortó la distancia que nos separaba, miraba mi herida, apenas superficial preocupada, mas pronto sentí sus ojos tornarse fuego, relamerse los labios y pedirme que guardara silencio, que no le dijera que hacer y cuando hacerlo.
Entendía su desesperación, su carácter cambiante. Acaricie su pelo azabache tratando de que encontrara en su frio corazón la fuerza que iba a necesitar para sacarnos de esta a los dos.
Adaline descontrolada me tumbo sobre el lecho de arena y de forma brusca se alzo sobre mi sentándose sobre mis caderas. Mi mástil se alzo con urgencia, me resultaba siempre tan apetecible que fui incapaz de no sucumbir a ese baile de caderas que me incitaba a tomarla, a amarla y a follarla importándome poco o nada las consecuencias.
-Si, así fui hace mucho tiempo -susurré contra su boca, mi aliento cálido contra sus labios gélidos, sensación que me incitaba mas que ninguna otra.
Gruñí como el vikingo que era buscando su boca con sabor a sal, a estrellas y a fuego.
Lenguas que serpentearon en un mar de dudas resueltas por los jadeos que ambos nos regalamos, estábamos sedientos, yo de ella, de su inmaculado cuerpo inmortal, ella de todo lo que hervía en mi interior con tanta fuerza que sentí el corazón no lo podría soportar.
Sus manos traviesas bajaron la cremallera que cubría mi entrepierna, ansiosa saco mi miembro de esta para tomarlo con su mano y enfrentarlo a su húmedo sexo que lo recibio tan solo haciendo a un lado las bragas.
Mis manos en sus caderas la empuje esperando que sus paredes se abrieran, jadeantes nuestras bocas se encontraron sin tregua en una danza peligrosa en la que ella marcaba el frenético ritmo en el que follabamos sin tregua.
Mis ojos oscuros como la noche se hundieron en sus escarlata, nunca me pareció mas bella que en ese instante en el que de yo haber sido vampiro se hubiera convertido en mi compañera eterna. Estaba tan excitado frente a esa idea que sentía que podría correrme solo con los movimientos ígneos de sus caderas.
Su boca sentencio mi cuello, lamiendo mi arteria, deseaba que lo hiciera, que lo tomara todo, que probara la sensación de dejarse ir mientras mi sangre corría por sus venas
Sabia lo excitante que era, el orgasmo bestial que haría temblar su cuerpo, mas también el peligro que mi cuerpo mortal correría frente a ese neofito.
Sus colmillos desgarraron mi piel, un instante de dolor y placer después. La sangre corría peligrosa por mis venas mientras la inmortal jadeaba contra mi cuello suplicando mas. Podía sentir como se excitaba como cabalgaba con violencia sobre mi falo endurecido.
Mas de pronto se apartó aterrada, cuando mis dedos se enredaron en su pelo para pedir que se controlara.
Podía ver sus ojos asustados enfrentar mis pardos, como si se diera cuenta entonces que se había trasformado en un monstruo, ese mismo con el que se había casado hace ya unos meses.
-Esto... -no pude acabar la frase pues sus manso me impulsaron lejos de ella, su falta de control fue suficiente para que mi cuerpo saliera despedido varios metros allá haciéndome impactar con rudeza contra el suelo.
Siseé por el dolor mientras me alzaba de nuevo mostrandole las manos y agachado fui acercándome a ella paso a paso mientras buscaba sus ojos rojos como el astro.
-Estoy bien, tranquila, mírame Adaline, se que tienes sed, se que pierdes la razón cuando la vitae se convierte en tu todo, conozco esa sensación que hace que tu garganta arda y no voy a mentir, nunca deja de existir esa sed, solo se aprende a controlarla cuando estas saciada.
Acorté la distancia hasta que nuestros alientos se fundieron en uno, mi dedo surco la piel ria de su mejilla.
-Te quiero Adaline Cannif y eso no lo va a cambiar absolutamente nada, seas mortal, inmortal o una loba desesperada en destruirme.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Era extraño, el cúmulo de emociones seguía adueñándose de mi, no estaba segura de si debía reír o llorar, no entendía por qué o como era inmortal ahora. A mi alrededor la arena brillaba bajo el astro nocturno, extraño astro, no era blanco como siempre lo había sido, era rojo. Las nubes negras le rodeaban cubriéndole parcialmente mientras sus rayos se colaban entre ellas, rodeándonos de reflejos escarlata.
¿Dónde demonios estábamos? Temblé de repente, no sentía frío, era incapaz de sentirlo, más bien parecía que hubiese absorbido el congelamiento de los polos y ahora mi piel estuviera hecha de hielo. Si tocaba mi propio cuerpo no sentía más que frialdad. De repente me invadió una sensación de infinita soledad. Había anhelado tanto ser inmortal, congelar mi vida en un instante que capturara por siempre mi juventud, incluso… ser la compañera eterna de ese hombre que ahora me confundía… pero mi mente jugaba conmigo, me hacía ver los ojos de mi hermano, el juicio en los rostros de mis padres fallecidos. ¿Qué eres ahora? Una aberración sedienta de sangre me respondían…
Un contraste de sentimientos me sacudió por dentro, rugí intentando aclarar mis ideas. Esto es lo que siempre quise, no me importaba por qué había sucedido mientras pudiera disfrutarlo. Me acerqué al agua y percibí los restos del barco naufragado. Sonreí al percatarme, no habría manera de regresar.
De repente un sonido, mis ojos se desviaron hacia un lado. Erlend… se acercaba despacio, parecía no haberle sido suficiente que le mandara a volar. Como experto en el tema comenzaba a hablarme de sangre y de sed, como si me hiciera falta que lo hiciera, aún estaba hambrienta, necesitaba… encontrar a alguien para alimentarme o me alimentaría del todo de él.
¿Por qué me importaba tan siquiera él?
Su mano sobre mi mejilla, su aliento alcanzó el mío. Mi mirada se detuvo en la suya, vi sus hermosas tormentas, hipnóticas como siempre lo fueron, sentía como si el mero tacto de sus dedos derritiera mi piel. Llevé mis fríos dedos hasta sus labios, recorriéndolos con suavidad. -No quiero hacerte daño...-
Mi rostro se acercó despacio, su corazón asemejaba una tempestad desatada, llevé las manos hasta su pecho para sentirle. Cerré mis ojos y sonreí presa de las sensaciones que como inmortal me invadían al enfocar mis sentidos en él. -Ya no hay latidos en mi pecho pero eres tú quien me sigue inyectando vida…- Mis labios buscaron los suyos, cálidas se fundieron nuestras bocas… Su temperatura era tan diferente ahora pero conservaba el mismo sabor a mar, a salitre… el beso se tornó apasionado, demandante, me dejé llevar en un momento cargado de pasión.
Fuertemente presioné la piel de su pecho, abrí los ojos, mis dientes mordieron su labio inferior, sangre brotó de ellos para que yo los lamiera disfrutando de ella. -Deja de tentar a tu suerte.- Hundí mis dedos en su piel, sajándola con mis uñas con saña, su corazón se aceleraba al desgarrar su carne. Podía sentir su dolor, un movimiento mío sería suficiente para arrancarle ese órgano del pecho y que dejase de latir. -¿Estás seguro de que no temes que te destruya?- Una sonrisa cruel danzó en mis labios durante un momento en el que las estrellas se apagaron y la frialdad de mi cuerpo se adueñó de mi ser.
Los segundos transcurrieron, odié sus tormentas, encontrarlas al mirarle atrajo de vuelta una oleada de sentimiento, uno demasiado intenso que me impedía terminar de hacerle daño. Aflojé mis dedos y escuché su corazón latir con violencia. Atormentada sentí que mi interior se desgarraba por la mitad, comencé a caminar para alejarme de él. -No sé que soy ahora y no quiero averiguarlo contigo a mi lado. Vete, busca tu camino de regreso sin mi. Aquí es adonde nuestros destinos se separan de una vez y para siempre.-
¿Dónde demonios estábamos? Temblé de repente, no sentía frío, era incapaz de sentirlo, más bien parecía que hubiese absorbido el congelamiento de los polos y ahora mi piel estuviera hecha de hielo. Si tocaba mi propio cuerpo no sentía más que frialdad. De repente me invadió una sensación de infinita soledad. Había anhelado tanto ser inmortal, congelar mi vida en un instante que capturara por siempre mi juventud, incluso… ser la compañera eterna de ese hombre que ahora me confundía… pero mi mente jugaba conmigo, me hacía ver los ojos de mi hermano, el juicio en los rostros de mis padres fallecidos. ¿Qué eres ahora? Una aberración sedienta de sangre me respondían…
Un contraste de sentimientos me sacudió por dentro, rugí intentando aclarar mis ideas. Esto es lo que siempre quise, no me importaba por qué había sucedido mientras pudiera disfrutarlo. Me acerqué al agua y percibí los restos del barco naufragado. Sonreí al percatarme, no habría manera de regresar.
De repente un sonido, mis ojos se desviaron hacia un lado. Erlend… se acercaba despacio, parecía no haberle sido suficiente que le mandara a volar. Como experto en el tema comenzaba a hablarme de sangre y de sed, como si me hiciera falta que lo hiciera, aún estaba hambrienta, necesitaba… encontrar a alguien para alimentarme o me alimentaría del todo de él.
¿Por qué me importaba tan siquiera él?
Su mano sobre mi mejilla, su aliento alcanzó el mío. Mi mirada se detuvo en la suya, vi sus hermosas tormentas, hipnóticas como siempre lo fueron, sentía como si el mero tacto de sus dedos derritiera mi piel. Llevé mis fríos dedos hasta sus labios, recorriéndolos con suavidad. -No quiero hacerte daño...-
Mi rostro se acercó despacio, su corazón asemejaba una tempestad desatada, llevé las manos hasta su pecho para sentirle. Cerré mis ojos y sonreí presa de las sensaciones que como inmortal me invadían al enfocar mis sentidos en él. -Ya no hay latidos en mi pecho pero eres tú quien me sigue inyectando vida…- Mis labios buscaron los suyos, cálidas se fundieron nuestras bocas… Su temperatura era tan diferente ahora pero conservaba el mismo sabor a mar, a salitre… el beso se tornó apasionado, demandante, me dejé llevar en un momento cargado de pasión.
Fuertemente presioné la piel de su pecho, abrí los ojos, mis dientes mordieron su labio inferior, sangre brotó de ellos para que yo los lamiera disfrutando de ella. -Deja de tentar a tu suerte.- Hundí mis dedos en su piel, sajándola con mis uñas con saña, su corazón se aceleraba al desgarrar su carne. Podía sentir su dolor, un movimiento mío sería suficiente para arrancarle ese órgano del pecho y que dejase de latir. -¿Estás seguro de que no temes que te destruya?- Una sonrisa cruel danzó en mis labios durante un momento en el que las estrellas se apagaron y la frialdad de mi cuerpo se adueñó de mi ser.
Los segundos transcurrieron, odié sus tormentas, encontrarlas al mirarle atrajo de vuelta una oleada de sentimiento, uno demasiado intenso que me impedía terminar de hacerle daño. Aflojé mis dedos y escuché su corazón latir con violencia. Atormentada sentí que mi interior se desgarraba por la mitad, comencé a caminar para alejarme de él. -No sé que soy ahora y no quiero averiguarlo contigo a mi lado. Vete, busca tu camino de regreso sin mi. Aquí es adonde nuestros destinos se separan de una vez y para siempre.-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Sus dedos recorrieron mis labios, estos se abrieron desatando la tormenta, sus dedos eran fuego, relámpagos y yo el trueno que reclamaba su boca sediento.
Era consciente de que tenia que ir despacio, cualquier movimiento en falso en este instante podría suponer el fin para nosotros, sabia la sensación de desazón que ahora la embriagaba, posiblemente porque también la sentí yo hace 1000 años.
Todo se intensifica, todo, y eso hace que tu mente se confunda pasando por estados bien diferentes.
Ladeé mi sonrisa cuando su boca se orillo a la mía, fríos sus labios hicieron me dieron un beso cálido, nada me excitaba mas que ella, su olor, su sabor, cada resquicio de esa boca que paladeaba con sabor a mar, a nosotros y a fuego.
-Te quiero -susurré al escuchar sus palabras. Ese era el mismo sentimiento que a mi me embargaba al estar con ella, era como si su corazón fuera capaz de latir para los dos convirtiéndome en mas humano de lo que nunca fui.
Ella era la luz de mi abismo y hoy yo me convertiría en la luz del suyo hasta que ambos saliéramos de ese infierno en el que nos habíamos metido.
Sus manos afianzaron mi camisa, el beso se torno intenso reclamante y yo, colisione con fuerza dándoselo todo, pues mi amor por ella no se dejaría nada para luego. Jadeé excitado al sentir el mordisco en el labio, la sangre broto y el sabor férreo al que estaba acostumbrado surco nuestras bocas que se devoraban como las llamas a los maderos.
Sus uñas en mi pecho, rasgaron mi piel haciéndome gruñir, mis ojos se hundieron en sus escarlata, poco me importaba si podía sacarme el corazón por el pecho ¿acaso no seria lo justo?
-Es tuyo -rugí tomando su boca con rudeza -no temo a nada y menos a ti. Soy un vikingo Adaline y si mi sino es entrar hoy al Valhalla no sera con miedo, lo juro.
No hundió mas sus uñas, ambos jadeábamos enfrentando nuestras bocas a escasos centímetros, la suya mostraba frialdad, una sonrisa maliciosa, la mía verdad, la quería, siendo mortal, inmortal, vivo o muerto nada cambiaría la intensidad de lo que sentía.
Fue entonces cuando se alejo de mi, como si yo la anclara a un pasado al que no quera volver me robo su cuerpo y me dejo frio, mas que un tempano de hielo.
Sus palabras fueron las estacas que mas me habían dolido en mi inmortal vida, ella me robaba la luz y yo no podía vivir a oscuras.
-¡No !-mi voz sonó como el trueno, la tempestad se desató cuando mi mano afianzo su muñeca y de un tirón seco hice que enfrentara mis tormentas.
-Descubre lo que quieras, mas juro ante Odin que sera conmigo y que juntos volveremos o nos quedaremos, sellaste tu vida a la mía mujer y me da igual si no lo recuerdas, yo te montaré hasta que recuerdes el porque.
Ladeé mi sonrisa, era un humano, si ,pero no uno cualquiera, la bastarda seguía a mis espaldas, siempre fui un guerrero fiero y mi corazón desafiaba sus palabras con su fuerte repiqueteo.
-Eres mía -sentencié atrayendo su cuerpo hasta colisionar con el mio, mi mano se colo por debajo de su falda, mis dedos surcaron la cara interna de su muslo.
Sonreí al oírla jadear, se reprimía, sabia que no quería, mas ¿seria mas fuerte ella o yo en este momento.
Su espalda contra mi pecho, mi aliento en su cuello y mis dedos acariciando su sexo.
-Dime que no lo deseas, dime que no quieres que te monte ahora y siempre y pararé.
Era consciente de que tenia que ir despacio, cualquier movimiento en falso en este instante podría suponer el fin para nosotros, sabia la sensación de desazón que ahora la embriagaba, posiblemente porque también la sentí yo hace 1000 años.
Todo se intensifica, todo, y eso hace que tu mente se confunda pasando por estados bien diferentes.
Ladeé mi sonrisa cuando su boca se orillo a la mía, fríos sus labios hicieron me dieron un beso cálido, nada me excitaba mas que ella, su olor, su sabor, cada resquicio de esa boca que paladeaba con sabor a mar, a nosotros y a fuego.
-Te quiero -susurré al escuchar sus palabras. Ese era el mismo sentimiento que a mi me embargaba al estar con ella, era como si su corazón fuera capaz de latir para los dos convirtiéndome en mas humano de lo que nunca fui.
Ella era la luz de mi abismo y hoy yo me convertiría en la luz del suyo hasta que ambos saliéramos de ese infierno en el que nos habíamos metido.
Sus manos afianzaron mi camisa, el beso se torno intenso reclamante y yo, colisione con fuerza dándoselo todo, pues mi amor por ella no se dejaría nada para luego. Jadeé excitado al sentir el mordisco en el labio, la sangre broto y el sabor férreo al que estaba acostumbrado surco nuestras bocas que se devoraban como las llamas a los maderos.
Sus uñas en mi pecho, rasgaron mi piel haciéndome gruñir, mis ojos se hundieron en sus escarlata, poco me importaba si podía sacarme el corazón por el pecho ¿acaso no seria lo justo?
-Es tuyo -rugí tomando su boca con rudeza -no temo a nada y menos a ti. Soy un vikingo Adaline y si mi sino es entrar hoy al Valhalla no sera con miedo, lo juro.
No hundió mas sus uñas, ambos jadeábamos enfrentando nuestras bocas a escasos centímetros, la suya mostraba frialdad, una sonrisa maliciosa, la mía verdad, la quería, siendo mortal, inmortal, vivo o muerto nada cambiaría la intensidad de lo que sentía.
Fue entonces cuando se alejo de mi, como si yo la anclara a un pasado al que no quera volver me robo su cuerpo y me dejo frio, mas que un tempano de hielo.
Sus palabras fueron las estacas que mas me habían dolido en mi inmortal vida, ella me robaba la luz y yo no podía vivir a oscuras.
-¡No !-mi voz sonó como el trueno, la tempestad se desató cuando mi mano afianzo su muñeca y de un tirón seco hice que enfrentara mis tormentas.
-Descubre lo que quieras, mas juro ante Odin que sera conmigo y que juntos volveremos o nos quedaremos, sellaste tu vida a la mía mujer y me da igual si no lo recuerdas, yo te montaré hasta que recuerdes el porque.
Ladeé mi sonrisa, era un humano, si ,pero no uno cualquiera, la bastarda seguía a mis espaldas, siempre fui un guerrero fiero y mi corazón desafiaba sus palabras con su fuerte repiqueteo.
-Eres mía -sentencié atrayendo su cuerpo hasta colisionar con el mio, mi mano se colo por debajo de su falda, mis dedos surcaron la cara interna de su muslo.
Sonreí al oírla jadear, se reprimía, sabia que no quería, mas ¿seria mas fuerte ella o yo en este momento.
Su espalda contra mi pecho, mi aliento en su cuello y mis dedos acariciando su sexo.
-Dime que no lo deseas, dime que no quieres que te monte ahora y siempre y pararé.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Esa dolorosa sensación de desgarre continuaba hundida en mi pecho, dolía más que la maldita sed que había sentido al despertar. No había comparación. Una era una necesidad física que al menos comprendí, la sensación de partirme en dos era completamente distinta, iba creciendo a medida que mis pasos me alejaban de él. Apenas alcancé a discernir el por qué en medio de la bruma que mis sentidos creaban para hacerme olvidar. Mi destino estaba unido al de Erlend, por mucho que quisiera negarlo, por mucho que mis pies me alejasen de él, no era mi mente la que me lo decía, era mi alma, fuera cual fuera la esencia de la que estaba hecha, fuese humana o inmortal, esta comenzó a hacerse añicos en el momento en el que me aparté de él. Pequeños trozos de ella quedarían esparcidos para siempre, perdiéndome a mi misma para hundirme en un abismo del que no saldría si no estaba su lado. Es solo que… aún no lo comprendía del todo, la ira, el desconcierto y mis instintos más primarios me dominaban al igual que mi deseo de deshacerme de él para no sentirme culpable por querer hacerle daño y terminar de beber toda su vitae.
Un no que parecía un poderoso trueno desatado para crear la tormenta a mi alrededor rasgó el silencio nocturno. Se había acercado de nuevo, era un necio, sentí la ira bullir en mi interior cuando me tomó de la muñeca para tirar de mi hacia él. Mi mirada se detuvo en esas tormentas suyas, aún como un humano no perdían su fortaleza, cargadas de fuego y de decisión me miraban, como si en lugar de un mortal fuese un dios dándome una reprimenda.
Mi respiración violenta lo encaró, mis ojos también, retándole para que leyera mi renuencia a dar marcha atrás. Maldito Erlend con sus tormentas y esas palabras suyas con las que pretendía resquebrajar mi voluntad. Mi mirada descendió hasta su pecho, su camisa tenía jirones adonde le había rasgado con la idea de sacarle el corazón. Sus palabras se habían quedado clavadas en mi interior. Ese “es tuyo” con el que me había respondido como si no le importara que me quedara con ese órgano suyo, como si le diera igual que fuera yo quien le empujara a su Valhalla.
-¿Qué parte de nuestros destinos se separan aquí y ahora no quedó lo suficientemente clara?- Podía percatarme de los latidos de su corazón, fuertes e indomables retumbaban en su pecho, pero era precisamente ese corazón suyo el que parecía una extensión del mío, como si el ritmo de sus vibraciones fuese un indicador de lo que el mio quería hacer pero ahora ya no podía, como si nuestros corazones estuviesen ligados y fuesen solo uno a pesar de que el mio se negase a ceder.
De repente llegó su “eres mía” y me quedé paralizada sobre la arena al mirarlo, el tiempo nos brindaba una pausa y todo se detuvo para hacerme recordar aquel encuentro nuestro en la gruta, cuando nos había sido imposible separarnos y con el alma en un hilo le había confesado la verdad de mi pasado y esas mismas palabras habían brotado de mis labios. Soy tuya... algo que supe desde la primera vez que lo vi, aún en medio de la desesperación que sentí al no saber en aquel momento si alguna vez el sería mío. Siempre supe que era suya.
Un tirón logró que nuestros cuerpos colisionaran con fuerza. Jadeé cuando mi cuerpo se amoldó al suyo de forma perfecta y su mano se aventuró debajo de mi falda para acariciarme con su recién adquirida calidez. -Ah, demonios, maldito vikingo.- Sentí su respiración contra mi cuello, erizándome la piel. Cerré mis ojos pegando mi espalda a su pecho, su mano alcanzó mi sexo logrando humedecerme a través de las braguitas que sin tregua frotaban sus dedos. Seguí el enloquecido ritmo de ese movimiento que me enturbiaba la razón. Mecí mis caderas, mis glúteos en una ardiente fricción contra su hombría, sutil invitación a que siguiera sus contornos y se introdujera hondamente en mi. Me olvidé de mis propias advertencias, todo lo que quería en ese momento era quemarme junto a él. -Hazme recordar entonces...-
Mi mirada ahora había adquirido nuevamente la tonalidad escarlata, con la voz enronquecida me sentí envuelta por la pasión que mi esposo despertaba en mi. Volteé mi rostro de medio lado para demandante encontrar sus labios. Ávidas nuestras lenguas se enredaron, la mía sensual, intensa, ansiosa de él. En esos segundos encontré la verdad que me eludía, la encontré en la forma en que nos reconocíamos, en la playa que fortalecía aquel destino que nos orillaba hacia el otro, en los elementos que arreciaban con fuerza a nuestro alrededor y en la forma en que nuestros sexos se calcinaban palpitantes, enfurecidos, deseosos de un encuentro que los segundos tornaban demasiado dolorosos por no habernos fundido en uno aún. Sonreí de medio lado sobre su boca, mordiendo su labio. -Móntame ahora y siempre... enséñame porque soy tu mujer… y por qué eres mi hombre... Erlend…-
Un no que parecía un poderoso trueno desatado para crear la tormenta a mi alrededor rasgó el silencio nocturno. Se había acercado de nuevo, era un necio, sentí la ira bullir en mi interior cuando me tomó de la muñeca para tirar de mi hacia él. Mi mirada se detuvo en esas tormentas suyas, aún como un humano no perdían su fortaleza, cargadas de fuego y de decisión me miraban, como si en lugar de un mortal fuese un dios dándome una reprimenda.
Mi respiración violenta lo encaró, mis ojos también, retándole para que leyera mi renuencia a dar marcha atrás. Maldito Erlend con sus tormentas y esas palabras suyas con las que pretendía resquebrajar mi voluntad. Mi mirada descendió hasta su pecho, su camisa tenía jirones adonde le había rasgado con la idea de sacarle el corazón. Sus palabras se habían quedado clavadas en mi interior. Ese “es tuyo” con el que me había respondido como si no le importara que me quedara con ese órgano suyo, como si le diera igual que fuera yo quien le empujara a su Valhalla.
-¿Qué parte de nuestros destinos se separan aquí y ahora no quedó lo suficientemente clara?- Podía percatarme de los latidos de su corazón, fuertes e indomables retumbaban en su pecho, pero era precisamente ese corazón suyo el que parecía una extensión del mío, como si el ritmo de sus vibraciones fuese un indicador de lo que el mio quería hacer pero ahora ya no podía, como si nuestros corazones estuviesen ligados y fuesen solo uno a pesar de que el mio se negase a ceder.
De repente llegó su “eres mía” y me quedé paralizada sobre la arena al mirarlo, el tiempo nos brindaba una pausa y todo se detuvo para hacerme recordar aquel encuentro nuestro en la gruta, cuando nos había sido imposible separarnos y con el alma en un hilo le había confesado la verdad de mi pasado y esas mismas palabras habían brotado de mis labios. Soy tuya... algo que supe desde la primera vez que lo vi, aún en medio de la desesperación que sentí al no saber en aquel momento si alguna vez el sería mío. Siempre supe que era suya.
Un tirón logró que nuestros cuerpos colisionaran con fuerza. Jadeé cuando mi cuerpo se amoldó al suyo de forma perfecta y su mano se aventuró debajo de mi falda para acariciarme con su recién adquirida calidez. -Ah, demonios, maldito vikingo.- Sentí su respiración contra mi cuello, erizándome la piel. Cerré mis ojos pegando mi espalda a su pecho, su mano alcanzó mi sexo logrando humedecerme a través de las braguitas que sin tregua frotaban sus dedos. Seguí el enloquecido ritmo de ese movimiento que me enturbiaba la razón. Mecí mis caderas, mis glúteos en una ardiente fricción contra su hombría, sutil invitación a que siguiera sus contornos y se introdujera hondamente en mi. Me olvidé de mis propias advertencias, todo lo que quería en ese momento era quemarme junto a él. -Hazme recordar entonces...-
Mi mirada ahora había adquirido nuevamente la tonalidad escarlata, con la voz enronquecida me sentí envuelta por la pasión que mi esposo despertaba en mi. Volteé mi rostro de medio lado para demandante encontrar sus labios. Ávidas nuestras lenguas se enredaron, la mía sensual, intensa, ansiosa de él. En esos segundos encontré la verdad que me eludía, la encontré en la forma en que nos reconocíamos, en la playa que fortalecía aquel destino que nos orillaba hacia el otro, en los elementos que arreciaban con fuerza a nuestro alrededor y en la forma en que nuestros sexos se calcinaban palpitantes, enfurecidos, deseosos de un encuentro que los segundos tornaban demasiado dolorosos por no habernos fundido en uno aún. Sonreí de medio lado sobre su boca, mordiendo su labio. -Móntame ahora y siempre... enséñame porque soy tu mujer… y por qué eres mi hombre... Erlend…-
Última edición por Adaline Cannif el Vie Mar 24, 2017 8:22 pm, editado 1 vez
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