AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Luna de miel (Adaline)(+18)
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Luna de miel (Adaline)(+18)
Recuerdo del primer mensaje :
Hacia ya unas semanas que nos habíamos casado, pero como fue algo que surgió sin mas, dejándonos llevar no solo por la locura, si no por los dioses, los elementos, las estrellas y el amor fuerte que nos procesábamos, no habíamos podido celebrar una luna de miel como mi esposa se merecía.
La palabra esposa, aun me resultaba difícil de creer, no entendida como alguien tan perfecta como ella, podía estar con un monstruo como yo, claro que no pensaba despertarla de su error, si no mas bien todo lo contrario, pensaba demostrarle que este monstruo trataría de hacerla feliz, costara lo que costara.
Que a su lado podía ser alguien mejor, alguien distinto, con mas auto control.
Así que organicé un viaje a Italia, uno a la pequeña isla de Cerdeña. Nuestro primer encuentro fue en la playa, así que no imaginaba mejor lugar que una isla donde pudiéramos ver las estrellas junto al mar.
Dejándonos envolver por los elementos y con los dioses que bendicieron lo nuestro, dejarnos llevar rememorando ese día que cambio para siempre el significado del mundo para mi.
Lo tenia todo dispuesto, había pagado a un marinero que poseía un pequeño barco para hacer ese viaje solo con nosotros. Evitaría así miradas indiscretas, sobre porque dormía durante el día, porque transitaba la noche ,así como mis gustos alimenticios.
Había que extremar precauciones, pues aunque era un vikingo, aunque durante mucho tiempo perseguí el Valhalla, hoy tenia una razón para vivir, Adaline.
Hoy mi mujer había salido a media tarde, al parecer había quedado con una amiga, así que cuando me levante, no estaba allí.
Admito que eche de menos su olor, su sabor y su calor, mas con rapidez preparé una maleta con la ropa necesaria para ambos y la coloqué en la puerta de nuestro hogar.
Esas ruinas que hoy eran una casa perfecta donde mostrarnos cada día nuestro amor.
Sonreí de medio lado al sentir que se acercaba y mi mirada brillo cuando la cerradura cedió y atravesó el umbral la preciosa mujer de orbes pardos y piel de porcelana que me haba robado mucho mas que el corazón.
-Sorpresa -musité cuando sus ojos me miraron sin entender que hacia con una maleta.
No pude evitar acercarme a ella para morder sus labios con suavidad.
Parecía desconcertada, temerosa, creo que por un instante pensó que me iba.
-He preparado un viaje para nuestra luna de miel. Aquí está todo cuanto necesitamos para pasar unos días. ¿Nos vamos?
Sus brazos rodearon mi cuello, su aliento se fundió con el mio y nuestros labios se buscaron con la intensidad con la que las olas chocan contra las rocas.
Eso eramos nosotros, aguay y fuego, dos volcanes que se encuentran y arroyan con todo a su paso.
Ella y yo encajábamos de esa manera perfecta, esa en la que es inusual conectar.
Lo supe desde el primer día que la vi, sobre esas rocas, pidiendo un deseo a las estrellas. Ella seria mía, y yo seria suyo, pues no había otra manera.
Lo nuestro fue instinto, fue fuego, fue sal, fue maderos y viento.
Nos enamoramos sin mas, eso era el amor verdadero
Hacia ya unas semanas que nos habíamos casado, pero como fue algo que surgió sin mas, dejándonos llevar no solo por la locura, si no por los dioses, los elementos, las estrellas y el amor fuerte que nos procesábamos, no habíamos podido celebrar una luna de miel como mi esposa se merecía.
La palabra esposa, aun me resultaba difícil de creer, no entendida como alguien tan perfecta como ella, podía estar con un monstruo como yo, claro que no pensaba despertarla de su error, si no mas bien todo lo contrario, pensaba demostrarle que este monstruo trataría de hacerla feliz, costara lo que costara.
Que a su lado podía ser alguien mejor, alguien distinto, con mas auto control.
Así que organicé un viaje a Italia, uno a la pequeña isla de Cerdeña. Nuestro primer encuentro fue en la playa, así que no imaginaba mejor lugar que una isla donde pudiéramos ver las estrellas junto al mar.
Dejándonos envolver por los elementos y con los dioses que bendicieron lo nuestro, dejarnos llevar rememorando ese día que cambio para siempre el significado del mundo para mi.
Lo tenia todo dispuesto, había pagado a un marinero que poseía un pequeño barco para hacer ese viaje solo con nosotros. Evitaría así miradas indiscretas, sobre porque dormía durante el día, porque transitaba la noche ,así como mis gustos alimenticios.
Había que extremar precauciones, pues aunque era un vikingo, aunque durante mucho tiempo perseguí el Valhalla, hoy tenia una razón para vivir, Adaline.
Hoy mi mujer había salido a media tarde, al parecer había quedado con una amiga, así que cuando me levante, no estaba allí.
Admito que eche de menos su olor, su sabor y su calor, mas con rapidez preparé una maleta con la ropa necesaria para ambos y la coloqué en la puerta de nuestro hogar.
Esas ruinas que hoy eran una casa perfecta donde mostrarnos cada día nuestro amor.
Sonreí de medio lado al sentir que se acercaba y mi mirada brillo cuando la cerradura cedió y atravesó el umbral la preciosa mujer de orbes pardos y piel de porcelana que me haba robado mucho mas que el corazón.
-Sorpresa -musité cuando sus ojos me miraron sin entender que hacia con una maleta.
No pude evitar acercarme a ella para morder sus labios con suavidad.
Parecía desconcertada, temerosa, creo que por un instante pensó que me iba.
-He preparado un viaje para nuestra luna de miel. Aquí está todo cuanto necesitamos para pasar unos días. ¿Nos vamos?
Sus brazos rodearon mi cuello, su aliento se fundió con el mio y nuestros labios se buscaron con la intensidad con la que las olas chocan contra las rocas.
Eso eramos nosotros, aguay y fuego, dos volcanes que se encuentran y arroyan con todo a su paso.
Ella y yo encajábamos de esa manera perfecta, esa en la que es inusual conectar.
Lo supe desde el primer día que la vi, sobre esas rocas, pidiendo un deseo a las estrellas. Ella seria mía, y yo seria suyo, pues no había otra manera.
Lo nuestro fue instinto, fue fuego, fue sal, fue maderos y viento.
Nos enamoramos sin mas, eso era el amor verdadero
Última edición por Erlend Cannif el Vie Mar 31, 2017 11:59 am, editado 1 vez
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Trepó por mi cuerpo hasta que mi regazo se convirtió en su refugio, mis dedos acariciaron sus muslos, no esperaba una respuesta inmediata, no era lago que se pudiera dejar al azar.
Lanzar una moneda a cara o cruz, la inmortalidad parecía ser un don, peor hasta que Ada llego a mi vida para mi había sido una maldición.
Yo no pude elegir, destrozado viendo como los cuervos devoraban a los míos, unos inmortales cruzaron el rio y al encontrarme como único superviviente de la masacre fui trasformado.
No fue mi elección, de haber podido elegir, irme al Valhalla con los míos hubiera sido todo cuanto hubiera pedido.
Mis labios surcaron su cuello mientras ella pensaba abrazándose a si misma.
Sus palabras acariciaron mis labios, la yema de sus dedos mis mejillas.
-Adaline, mi eternidad terminará contigo he vivido en las sombras demasiado tiempo, fui trasformado y un monstruo es lo que durante siglos he sido, no diré que tu me has convertido en otro hombre distinto, sabes que mato, sabes que muchas veces mi carácter se impone de un modo en el que la bestia sale..pero siempre has encontrado el modo de traerme de vuelta a tu piel y se que sin ti no puedo, no quiero vivir.
Sus palabras seguían dulces calcinando mi boca, acariciaba su nariz con la mía, nuestros alientos se encontraban, mis dientes mordieron su inferior, lamiéndolo después.
-Te quiero esposa mía, piensa en lo que puede eso cambiar tu vida, se que tu familia es importante para ti y no es necesario que hagamos esto rápido, hay tiempo para pensar para ver como seria el mejor modo de que eso sucediera.
Me pidió tiempo, entendía que necesitara pensar, no era un paso fácil de tomar.
-Tengo una eternidad de tiempo para darte Adaline, toma el que necesites, no voy a irme muy lejos -bromeé estrechando su cintura con mis brazos mientras mi sonrisa se perdía en su boca.
Me relamí acaparando su sabor, lamí su labio inferior, atrayendola de la nuca, perdiéndome en el sabor de su boca, combatiendo en ella con la violencia del trueno.
La sentía inquieta, temblaba, mi frente se apoyó en la ajena, acaricié con mi nariz la suya.
-Podre amar a una vampiresa, si su nombre es Adaline y su estado civil casada con Erlend Cannif -sentencié contra su boca.
Atrapé con mis dedos sus nalgas, dándole un par de azotes después, mientras me reía.
-Si al final decides convertirte en mi eterna compañera, podemos ir fuera durante un año, lejos de París.
Se que el primer año de neófito es complicado, tu misma lo has comprobado en una pequeña medida, pues el hambre aumenta con los días, la desesperación, la sed de poder.
Ser Vampiro te cambia Ada, no te voy a mentir, no soy el humano que hace 1000 años era, ni tu seras la misma cuando te conviertas, pero juntos lo superaremos. No te dejaré ir si tu prometes no soltarte nunca de mi.
La empujé contra el lecho haciéndome hueco sobre si, nuestras bocas se enredaron en un duelo a muerte, mis jadeos pronto demostraron hasta que punto deseaba su cuerpo, eso no cambiaba fuera humana o inmortal.
-¿vamos a cenar? -pregunté mordiendo su lengua con suavidad -paseamos por la playa, rememoramos como nos conocimos, en definitiva quiero que disfrutes de la luna de miel que te mereces y que no te pude dar nada mas desposarnos.
Sabia que seguía dándole vueltas a todo, también que a ella habían cosas, personas que la ataban a la humanidad y por un momento me sentí mal por haber sido tan egoísta pidiéndole algo que quizás ella no quería.
Lanzar una moneda a cara o cruz, la inmortalidad parecía ser un don, peor hasta que Ada llego a mi vida para mi había sido una maldición.
Yo no pude elegir, destrozado viendo como los cuervos devoraban a los míos, unos inmortales cruzaron el rio y al encontrarme como único superviviente de la masacre fui trasformado.
No fue mi elección, de haber podido elegir, irme al Valhalla con los míos hubiera sido todo cuanto hubiera pedido.
Mis labios surcaron su cuello mientras ella pensaba abrazándose a si misma.
Sus palabras acariciaron mis labios, la yema de sus dedos mis mejillas.
-Adaline, mi eternidad terminará contigo he vivido en las sombras demasiado tiempo, fui trasformado y un monstruo es lo que durante siglos he sido, no diré que tu me has convertido en otro hombre distinto, sabes que mato, sabes que muchas veces mi carácter se impone de un modo en el que la bestia sale..pero siempre has encontrado el modo de traerme de vuelta a tu piel y se que sin ti no puedo, no quiero vivir.
Sus palabras seguían dulces calcinando mi boca, acariciaba su nariz con la mía, nuestros alientos se encontraban, mis dientes mordieron su inferior, lamiéndolo después.
-Te quiero esposa mía, piensa en lo que puede eso cambiar tu vida, se que tu familia es importante para ti y no es necesario que hagamos esto rápido, hay tiempo para pensar para ver como seria el mejor modo de que eso sucediera.
Me pidió tiempo, entendía que necesitara pensar, no era un paso fácil de tomar.
-Tengo una eternidad de tiempo para darte Adaline, toma el que necesites, no voy a irme muy lejos -bromeé estrechando su cintura con mis brazos mientras mi sonrisa se perdía en su boca.
Me relamí acaparando su sabor, lamí su labio inferior, atrayendola de la nuca, perdiéndome en el sabor de su boca, combatiendo en ella con la violencia del trueno.
La sentía inquieta, temblaba, mi frente se apoyó en la ajena, acaricié con mi nariz la suya.
-Podre amar a una vampiresa, si su nombre es Adaline y su estado civil casada con Erlend Cannif -sentencié contra su boca.
Atrapé con mis dedos sus nalgas, dándole un par de azotes después, mientras me reía.
-Si al final decides convertirte en mi eterna compañera, podemos ir fuera durante un año, lejos de París.
Se que el primer año de neófito es complicado, tu misma lo has comprobado en una pequeña medida, pues el hambre aumenta con los días, la desesperación, la sed de poder.
Ser Vampiro te cambia Ada, no te voy a mentir, no soy el humano que hace 1000 años era, ni tu seras la misma cuando te conviertas, pero juntos lo superaremos. No te dejaré ir si tu prometes no soltarte nunca de mi.
La empujé contra el lecho haciéndome hueco sobre si, nuestras bocas se enredaron en un duelo a muerte, mis jadeos pronto demostraron hasta que punto deseaba su cuerpo, eso no cambiaba fuera humana o inmortal.
-¿vamos a cenar? -pregunté mordiendo su lengua con suavidad -paseamos por la playa, rememoramos como nos conocimos, en definitiva quiero que disfrutes de la luna de miel que te mereces y que no te pude dar nada mas desposarnos.
Sabia que seguía dándole vueltas a todo, también que a ella habían cosas, personas que la ataban a la humanidad y por un momento me sentí mal por haber sido tan egoísta pidiéndole algo que quizás ella no quería.
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Los labios de mi esposo me regalaban suaves roces, sentía sus dedos deslizarse por mis muslos, calentándome la piel como siempre hacía cuando me tocaba, provocando que me sintiera tan consciente de él mientras mis manos buscaban también los caminos de su piel acariciándole los brazos y una sonrisa cariñosa se dibujaba en mis labios al mirarlo. Negué con mi cabeza sin dejar de observar ni un segundo las distintas emociones que leía en sus tempestades. -No llegará el momento en que tengas que vivir sin mi porque no planeo dejarte solo.-
La mirada de mis ojos pardos refulgía intensamente al salir las palabras de mi boca, sabía perfectamente que no podía vivir sin él, y por más vida que hubiese tenido antes de conocerle en la playa, la realidad era que no comencé a vivir de verdad hasta que le conocí. -Conocerte marcó un antes y después en mi vida. Se que piensas que es difícil para mi renunciar a los lazos que me atan con mi mortalidad, que te preocupas por mi y por la manera en que convertirme en inmortal pueda afectar mi relación con mi familia…- Suspiré tomando su rostro en mis manos y acaricié suavemente sus labios con los míos. -El asunto esposo mio es que rompí con mi pasado incluso antes de conocerte. Me había marchado de la que siempre consideré mi morada. No eres tú quien me alejó de ella… mi marcha era algo que tenía que pasar, y no hubiera regresado, por más que me duela reconocerlo, aún si nuestros caminos no se hubieran enlazado.-
Pensé en todo lo que él me había contado acerca de sus inicios como inmortal, en como su inmortalidad inició a partir de su desgracia. Siempre que pensaba en su pérdida sentía como si una mano gigante me apretara el corazón. Pensaba en su abismo, en sus noches eternas, y me percataba de que para mi solo había un camino a seguir, a pesar de que le estaba pidiendo tiempo. El tiempo lo necesitaba para decirle adiós a los vestigios que aún quedaban de lo que fuera antes mi vida, a mis pasados lazos afectivos, incluso al mismo sol al cual ya no vería más. Pero no necesitaba tiempo para pensar en lo que quería, le quería a él, deseaba una eternidad a su lado, el no temer que un día mi mortalidad acabase y con ello mis pasos a su lado.
No había un camino suyo y uno mío, había uno nuestro, había una eternidad para reclamar juntos, un solo sendero para compartir con nuestro amor. -Por otro lado, mi familia se encuentra aquí, en esta habitación, me acaricia con sus manos y me alberga con su presencia, me libera del dolor de haberle creído perdido por un breve tiempo en el que estuve a punto de perder la razón, y me hace vibrar con sus besos. Tú eres mi familia Erlend, desde que te conocí.-
Él comprendía mis inquietudes, el temor extremo que sentía al imaginarme que en algún momento dejara de verme como lo hacía. No soportaría jamás dejar de ser su Adaline. Sonreí cuando me aseguró que podría amarme fuera lo que fuera siempre y cuando siguiera casada con él. -De ese estado civil no te vas a liberar, no planeo dejarte ir aunque nos hayamos casado en medio de una borrachera. ¿En qué estábamos pensando tú y yo?- Me eché a reir porque nunca cambiaría nada de lo sucedido aquella noche, porque casarme con él había sido la decisión más acertada de mi vida.
Di un respingo soltando una carcajada cuando azotó mi trasero y lo busqué, ofreciéndole otra vez mi boca, perdiéndome vehemente en la humedad de la suya. -Un año fuera de Paris… no es una mala idea. Si me conviertes tendré que acostumbrarme a todas esas emociones, aprender a manejarlas…- Ahora comprendía exactamente lo que involucraría pasar por esa transición, y era cierto que lo mejor sería alejarnos de esta ciudad. -Podría llevarme a Noruega señor Cannif, enséñarme de donde proviene, hacerme el amor en su tierra adonde entre el bullicio de otros vikingos vuelva a susurrarme al oído esas palabras que en su idioma tanto me encienden.- Sonreí lentamente, entendía lo que me decía, que no sería fácil, pero sus palabras asegurándome que juntos lo superaríamos, que estaría a mi lado cada paso del camino eran todo lo que necesitaba oir. Solo necesitaba algo de tiempo, tan solo un poco…
Caímos juntos en el lecho y compartimos un beso profundo que encendió las ascuas que juntos generábamos. Su cercanía me liberó de mis inquietudes y me embargó de promesas de un futuro para los dos. Mis dedos recorríeron su espalda y las suyas mi cuerpo, reconociendo mis recovecos, acariciándome las piernas, logrando despertar el deseo que entre nosotros nunca dormía. -Erlend…- jadeé, observándolo con los labios entreabiertos, la excitación se disparaba en todo mi ser al mirarlo mientras sus hermosas tormentas fijas en mi me quemaban. Enredé mis manos en su pelo y lo atraje de vuelta a mis labios llevando una de sus manos a uno de mis pechos para que me acariciara mientras el aire se tornaba pesado a nuestro alrededor. Me arqueé buscando su sexo y encontrándolo entre mis piernas me froté contra el sintiéndolo crecer, desatando la tormenta que me hacía gemir en su boca, mareada por las sensaciones y por el fuego que el roce de su acero encendía en mi intimidad.
Con la respiración ajetreada lo empujé suavemente para separarme de él y con rapidez me deslicé hacia el borde de la cama. Recuperé el aliento y coloqué en mis pies los zapatos que descansaban sobre la alfombra. -Vamos a cenar.- Sonreí al mirarlo y me levanté para tirar de sus brazos y hacerlo levantarse para que me acompañara. -Caminemos descalzos sobre la arena y recordemos como nos conocimos.- Lo solté y huí de él para dirigirme hacia la puerta y abrirla mientras le observaba sobre mi hombro. -Si logras encontrarme, eso es.- añadí traviesa mientras le abandonaba corriendo como una niña y me perdía en los oscuros pasillos del hotel, buscando con la mirada la salida hacia la playa, cuya arena, estaba segura, reflejaría el intenso brillo nocturno de la constelación del cazador.
La mirada de mis ojos pardos refulgía intensamente al salir las palabras de mi boca, sabía perfectamente que no podía vivir sin él, y por más vida que hubiese tenido antes de conocerle en la playa, la realidad era que no comencé a vivir de verdad hasta que le conocí. -Conocerte marcó un antes y después en mi vida. Se que piensas que es difícil para mi renunciar a los lazos que me atan con mi mortalidad, que te preocupas por mi y por la manera en que convertirme en inmortal pueda afectar mi relación con mi familia…- Suspiré tomando su rostro en mis manos y acaricié suavemente sus labios con los míos. -El asunto esposo mio es que rompí con mi pasado incluso antes de conocerte. Me había marchado de la que siempre consideré mi morada. No eres tú quien me alejó de ella… mi marcha era algo que tenía que pasar, y no hubiera regresado, por más que me duela reconocerlo, aún si nuestros caminos no se hubieran enlazado.-
Pensé en todo lo que él me había contado acerca de sus inicios como inmortal, en como su inmortalidad inició a partir de su desgracia. Siempre que pensaba en su pérdida sentía como si una mano gigante me apretara el corazón. Pensaba en su abismo, en sus noches eternas, y me percataba de que para mi solo había un camino a seguir, a pesar de que le estaba pidiendo tiempo. El tiempo lo necesitaba para decirle adiós a los vestigios que aún quedaban de lo que fuera antes mi vida, a mis pasados lazos afectivos, incluso al mismo sol al cual ya no vería más. Pero no necesitaba tiempo para pensar en lo que quería, le quería a él, deseaba una eternidad a su lado, el no temer que un día mi mortalidad acabase y con ello mis pasos a su lado.
No había un camino suyo y uno mío, había uno nuestro, había una eternidad para reclamar juntos, un solo sendero para compartir con nuestro amor. -Por otro lado, mi familia se encuentra aquí, en esta habitación, me acaricia con sus manos y me alberga con su presencia, me libera del dolor de haberle creído perdido por un breve tiempo en el que estuve a punto de perder la razón, y me hace vibrar con sus besos. Tú eres mi familia Erlend, desde que te conocí.-
Él comprendía mis inquietudes, el temor extremo que sentía al imaginarme que en algún momento dejara de verme como lo hacía. No soportaría jamás dejar de ser su Adaline. Sonreí cuando me aseguró que podría amarme fuera lo que fuera siempre y cuando siguiera casada con él. -De ese estado civil no te vas a liberar, no planeo dejarte ir aunque nos hayamos casado en medio de una borrachera. ¿En qué estábamos pensando tú y yo?- Me eché a reir porque nunca cambiaría nada de lo sucedido aquella noche, porque casarme con él había sido la decisión más acertada de mi vida.
Di un respingo soltando una carcajada cuando azotó mi trasero y lo busqué, ofreciéndole otra vez mi boca, perdiéndome vehemente en la humedad de la suya. -Un año fuera de Paris… no es una mala idea. Si me conviertes tendré que acostumbrarme a todas esas emociones, aprender a manejarlas…- Ahora comprendía exactamente lo que involucraría pasar por esa transición, y era cierto que lo mejor sería alejarnos de esta ciudad. -Podría llevarme a Noruega señor Cannif, enséñarme de donde proviene, hacerme el amor en su tierra adonde entre el bullicio de otros vikingos vuelva a susurrarme al oído esas palabras que en su idioma tanto me encienden.- Sonreí lentamente, entendía lo que me decía, que no sería fácil, pero sus palabras asegurándome que juntos lo superaríamos, que estaría a mi lado cada paso del camino eran todo lo que necesitaba oir. Solo necesitaba algo de tiempo, tan solo un poco…
Caímos juntos en el lecho y compartimos un beso profundo que encendió las ascuas que juntos generábamos. Su cercanía me liberó de mis inquietudes y me embargó de promesas de un futuro para los dos. Mis dedos recorríeron su espalda y las suyas mi cuerpo, reconociendo mis recovecos, acariciándome las piernas, logrando despertar el deseo que entre nosotros nunca dormía. -Erlend…- jadeé, observándolo con los labios entreabiertos, la excitación se disparaba en todo mi ser al mirarlo mientras sus hermosas tormentas fijas en mi me quemaban. Enredé mis manos en su pelo y lo atraje de vuelta a mis labios llevando una de sus manos a uno de mis pechos para que me acariciara mientras el aire se tornaba pesado a nuestro alrededor. Me arqueé buscando su sexo y encontrándolo entre mis piernas me froté contra el sintiéndolo crecer, desatando la tormenta que me hacía gemir en su boca, mareada por las sensaciones y por el fuego que el roce de su acero encendía en mi intimidad.
Con la respiración ajetreada lo empujé suavemente para separarme de él y con rapidez me deslicé hacia el borde de la cama. Recuperé el aliento y coloqué en mis pies los zapatos que descansaban sobre la alfombra. -Vamos a cenar.- Sonreí al mirarlo y me levanté para tirar de sus brazos y hacerlo levantarse para que me acompañara. -Caminemos descalzos sobre la arena y recordemos como nos conocimos.- Lo solté y huí de él para dirigirme hacia la puerta y abrirla mientras le observaba sobre mi hombro. -Si logras encontrarme, eso es.- añadí traviesa mientras le abandonaba corriendo como una niña y me perdía en los oscuros pasillos del hotel, buscando con la mirada la salida hacia la playa, cuya arena, estaba segura, reflejaría el intenso brillo nocturno de la constelación del cazador.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Un suave empujón de mi esposa me hizo caer de espaldas al lecho, nuestras bocas se fundieron de nuevo en una dulce y pausada gesta, risas de uno y otro, esta era nuestra noche, la playa nos esperaba y fue ella la que se alzó mientras yo lanzaba los brazos para atrapar su cintura.
Gateé mirándola hacia el borde de la cama, ella se ponía los zapatos desafiándome con la mirada.
Le dedique una ladeada sonrisa mientras mis tormentas continuaban inspeccionando su menudo cuerpo.
Salté del lecho como un lobo, emprendiendo la carrera del depredador y la presa, su risa se escuchaba escaleras abajo, hubiera podido atraparla, pero me embriagaba verla feliz, mirar por encima del hombro con la adrenalina corriendo desaforada por sus venas para ver si la cazaba.
-lo dificil no es encontrarte, es dejarte ir -susurré corriendo tras ella sin dejar de escuchar sus carcajadas.
Cruzamos el umbral de la puerta del hotel, allí se quitó los zapatos y empezó a correr descalza sobre la dorada arena.
Hice lo mismo con mis botas antes de lanzarme nuevamente tras ella. No me costó demasiado impactar mi pecho contra su espalda y rodear su cintura con mis brazos atrayendola mas contra mi.
Sus manos se enredaron en mi pelo, alzo por encima de su hombro la cabeza y nuestros labios colisionaron como las mismas olas contra las rocas.
Su cintura tibia se deslizó entre mis frías manos, ahora de frente admiré la belleza de mi esposa bañada por los haces plata de la luna.
-¿recuerdas? -pregunté contra sus labios -aquella noche la estrella del cazador brillaba con fuerza -señalé las estrellas dibujando con mi indice la constelación – no pude dejarte ir -recordé contra su boca -sentenciaste mi destino.
Nos tomamos de la mano paseando por la orilla de las cálidas aguas, reíamos recordando anécdotas pasadas, a un lado había quedado mi petición de la noche, convertirla en un ser ajeno a la luz del día.
Entre besos, caricias y bromas llegamos al restaurante.
Nos pusimos los zapatos antes de colarnos por su puerta. Era un lugar acogedor, de aire Italiano, con manteles pequeños de cuadros, velas, bastante romántico. Las mesas redondas y no demasiado grandes nos daban cercanía, nuestros dedos seguían entrelazados mientras Adaline observaba hambrienta la carta que sujetaba en su otra mano.
-¡Pasta! -rugió feliz y hambrienta.
No pude evitar sonreír, estaba preciosa, y ni siquiera se había preparado para esta noche, lucia como siempre bella, sin mas pintura que le rubor de sus mejillas y el rosa de sus labios.
Pedimos un buen vino combinado con un plato de pasta con boletus y nata. Pronto uno de los camareros nos sirvió sendas copas, nuestros ojos seguían anclados en los del otro, después de tantas complicaciones, esperaba darle a mi mujer la noche que soñaba.
-Quiero hacerte feliz Adaline, si no hubieras aparecido en mi vida, a estas alturas no se que seria de mi -confesé con sinceridad.
Yo no era precisamente un hombre calmo, mas bien todo lo contrario, mi carácter era tempestuoso algo que la misma Ada había comprobado por si misma, antiguamente cuando los ataques de ira me venían, el alcohol, el sexo y la sangre era lo unico que me alimentaba de algún modo..ahora..bastaba con mi mujer, ella era la luz que acallaba a msi demonios, esa que iluminaba mi oscuro abismo, reconozco que sin ella estaba perdido.
-se que ya no vivías con tu hermano cuando aparecí e tu vida, se que soy tu familia, el problema es que soy toda la familia cuanto podrás tener si me eliges -di un trago a la copa -sabes que no podre nunca darte hijos Adaline.
Gateé mirándola hacia el borde de la cama, ella se ponía los zapatos desafiándome con la mirada.
Le dedique una ladeada sonrisa mientras mis tormentas continuaban inspeccionando su menudo cuerpo.
Salté del lecho como un lobo, emprendiendo la carrera del depredador y la presa, su risa se escuchaba escaleras abajo, hubiera podido atraparla, pero me embriagaba verla feliz, mirar por encima del hombro con la adrenalina corriendo desaforada por sus venas para ver si la cazaba.
-lo dificil no es encontrarte, es dejarte ir -susurré corriendo tras ella sin dejar de escuchar sus carcajadas.
Cruzamos el umbral de la puerta del hotel, allí se quitó los zapatos y empezó a correr descalza sobre la dorada arena.
Hice lo mismo con mis botas antes de lanzarme nuevamente tras ella. No me costó demasiado impactar mi pecho contra su espalda y rodear su cintura con mis brazos atrayendola mas contra mi.
Sus manos se enredaron en mi pelo, alzo por encima de su hombro la cabeza y nuestros labios colisionaron como las mismas olas contra las rocas.
Su cintura tibia se deslizó entre mis frías manos, ahora de frente admiré la belleza de mi esposa bañada por los haces plata de la luna.
-¿recuerdas? -pregunté contra sus labios -aquella noche la estrella del cazador brillaba con fuerza -señalé las estrellas dibujando con mi indice la constelación – no pude dejarte ir -recordé contra su boca -sentenciaste mi destino.
Nos tomamos de la mano paseando por la orilla de las cálidas aguas, reíamos recordando anécdotas pasadas, a un lado había quedado mi petición de la noche, convertirla en un ser ajeno a la luz del día.
Entre besos, caricias y bromas llegamos al restaurante.
Nos pusimos los zapatos antes de colarnos por su puerta. Era un lugar acogedor, de aire Italiano, con manteles pequeños de cuadros, velas, bastante romántico. Las mesas redondas y no demasiado grandes nos daban cercanía, nuestros dedos seguían entrelazados mientras Adaline observaba hambrienta la carta que sujetaba en su otra mano.
-¡Pasta! -rugió feliz y hambrienta.
No pude evitar sonreír, estaba preciosa, y ni siquiera se había preparado para esta noche, lucia como siempre bella, sin mas pintura que le rubor de sus mejillas y el rosa de sus labios.
Pedimos un buen vino combinado con un plato de pasta con boletus y nata. Pronto uno de los camareros nos sirvió sendas copas, nuestros ojos seguían anclados en los del otro, después de tantas complicaciones, esperaba darle a mi mujer la noche que soñaba.
-Quiero hacerte feliz Adaline, si no hubieras aparecido en mi vida, a estas alturas no se que seria de mi -confesé con sinceridad.
Yo no era precisamente un hombre calmo, mas bien todo lo contrario, mi carácter era tempestuoso algo que la misma Ada había comprobado por si misma, antiguamente cuando los ataques de ira me venían, el alcohol, el sexo y la sangre era lo unico que me alimentaba de algún modo..ahora..bastaba con mi mujer, ella era la luz que acallaba a msi demonios, esa que iluminaba mi oscuro abismo, reconozco que sin ella estaba perdido.
-se que ya no vivías con tu hermano cuando aparecí e tu vida, se que soy tu familia, el problema es que soy toda la familia cuanto podrás tener si me eliges -di un trago a la copa -sabes que no podre nunca darte hijos Adaline.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Entramos riendo en el restaurante, presos de la sencilla felicidad de estar con el otro, y tan pronto atravesamos la puerta tiré de su brazo para que colisionara conmigo. Rodeé su cintura con mis brazos y acaricié su espalda baja, colando mis dedos por debajo de su camisa para disfrutar de su piel. Clavé la mirada en su rostro tras eliminar nuestra distancia sin perderme detalle de lo que leía en sus tempestades. -La constelación del cazador brilla con fuerza, la arena bajo nuestros pies me hace recordar aquel momento en que nos entregamos el uno al otro la primera vez, y ¿sabes qué es lo mejor?- pregunté sonriendo. -Apenas comenzamos nuestra historia, aún tenemos mucho más para escribir en ella y juntos podemos determinar el número de páginas y tornarlas infinitas.-
Lo tomé de la mano después de perdernos en un beso cargado de sentimiento, con el cual quería que supiera lo importante que era para mi todo lo que habíamos hablado, y miré a mi alrededor sintiéndome deslumbrada por el ambiente. Las velas sobre las mesas servían para aumentar el tono acogedor cuando nos sentamos frente a frente y nuestros dedos se entrelazaron. No tuve ni siquiera que mirar el menú para saber lo que me apetecía por lo que grite entusiasmada, ordenando la pasta.
El vino no tardó y quizás era el lugar, su compañía, el saber que podíamos gozar de la noche y hacerla nuestra, lo que lograba que la cosecha me pareciera la más exquisita que había probado hasta la fecha.
El vino no tardó y quizás era el lugar, su compañía, el saber que podíamos gozar de la noche y hacerla nuestra, lo que lograba que la cosecha me pareciera la más exquisita que había probado hasta la fecha.
-Me haces feliz, nuestras ruinas también me hacen feliz, por primera vez tengo un hogar en el cual me siento plena y satisfecha… Nunca fui más feliz que en las últimas semanas, reconstruyéndolo ambos, remodelándolo, escogiendo la decoración, sabiendo que será el lugar adonde regresarás por las noches. Aunque también se que estemos donde estemos siempre encontraremos nuestro camino de vuelta al otro.- Acaricié sus dedos mientras lo decía notando esa expresión pensativa que cambiaba su gesto y cambiaba la intensidad de sus tempestades. Sabía que iba a decir algo grave antes de que las palabras salieran de su boca y tomé algo de vino cuando lo escuché. El tema era árido, mucho. Sabía que no éramos como el resto de las parejas, no solo porque mi marido era un inmortal si no porque nunca existiría la posibilidad de que tuviéramos hijos.
Negué con la cabeza sin dejar de mirarlo. -No diré que no he pensado en ello con anterioridad, porque lo he hecho. Ni tampoco diré que no ha habido momentos en los que he deseado con todas mis fuerzas que pudiésemos tener un hijo. Uno que me mirara con tus mismos ojos y que creciera aprendiendo como ser digno hijo de su padre, que se convirtiera en un luchador como tú, y a quien también pudiera enseñarle mis costumbres. Sé que serías un buen padre.- Sentí un nudo en la garganta llegando a ese punto porque me dolía no poder recompensarle al menos de esa forma por las pérdidas que vivió a lo largo de su vida, porque aunque no me lo dijera sabía que le desgarraba el no haber estado presente en la vida de su hijo, y yo hubiera querido darle uno que lo llenara de orgullo, que se convirtiera en un poderoso vikingo, y que hiciera resonar con sus risas las paredes de nuestro hogar.
-Sin embargo he hecho las paces con el conocimiento de que no tendremos hijos. Antes de conocerte nunca planeé tenerlos, sabes lo que yo era…- Bebí más vino antes de poder continuar porque aunque él me había aceptado con mi pasado no me era fácil hablarle de lo frívola y vacía que siempre fue mi vida. Sabía que de no haberle conocido nunca habría existido otro para mi, con él tenía muchísimo más de lo que alguna vez tuve, o de lo que alguna vez esperé.
El camarero trajo la pasta, causando así una breve interrupción y cuando se hubo alejado retorné la mirada hacia él. –Eres mi familia, puedo vivir una vida sin hijos, pero no puedo vivir una sin ti.- Alcancé su mano y presioné entre mis dedos antes de llevarla hasta mis labios para besar sus nudillos. -Antes no sabía como ser feliz, ahora no necesito más que dormir contigo cada noche, despertar a tu lado, verte por la ventana cuando caminas por el sendero que te lleva a casa y escuchar como estuvo tu jornada. Puede que parezca sencillo pero para mi esa es la felicidad.- Permanecí en silencio y cogí el tenedor para enredar con este el espagueti aunque en realidad solo jugaba con la comida.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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