AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Luna de miel (Adaline)(+18)
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Luna de miel (Adaline)(+18)
Recuerdo del primer mensaje :
Hacia ya unas semanas que nos habíamos casado, pero como fue algo que surgió sin mas, dejándonos llevar no solo por la locura, si no por los dioses, los elementos, las estrellas y el amor fuerte que nos procesábamos, no habíamos podido celebrar una luna de miel como mi esposa se merecía.
La palabra esposa, aun me resultaba difícil de creer, no entendida como alguien tan perfecta como ella, podía estar con un monstruo como yo, claro que no pensaba despertarla de su error, si no mas bien todo lo contrario, pensaba demostrarle que este monstruo trataría de hacerla feliz, costara lo que costara.
Que a su lado podía ser alguien mejor, alguien distinto, con mas auto control.
Así que organicé un viaje a Italia, uno a la pequeña isla de Cerdeña. Nuestro primer encuentro fue en la playa, así que no imaginaba mejor lugar que una isla donde pudiéramos ver las estrellas junto al mar.
Dejándonos envolver por los elementos y con los dioses que bendicieron lo nuestro, dejarnos llevar rememorando ese día que cambio para siempre el significado del mundo para mi.
Lo tenia todo dispuesto, había pagado a un marinero que poseía un pequeño barco para hacer ese viaje solo con nosotros. Evitaría así miradas indiscretas, sobre porque dormía durante el día, porque transitaba la noche ,así como mis gustos alimenticios.
Había que extremar precauciones, pues aunque era un vikingo, aunque durante mucho tiempo perseguí el Valhalla, hoy tenia una razón para vivir, Adaline.
Hoy mi mujer había salido a media tarde, al parecer había quedado con una amiga, así que cuando me levante, no estaba allí.
Admito que eche de menos su olor, su sabor y su calor, mas con rapidez preparé una maleta con la ropa necesaria para ambos y la coloqué en la puerta de nuestro hogar.
Esas ruinas que hoy eran una casa perfecta donde mostrarnos cada día nuestro amor.
Sonreí de medio lado al sentir que se acercaba y mi mirada brillo cuando la cerradura cedió y atravesó el umbral la preciosa mujer de orbes pardos y piel de porcelana que me haba robado mucho mas que el corazón.
-Sorpresa -musité cuando sus ojos me miraron sin entender que hacia con una maleta.
No pude evitar acercarme a ella para morder sus labios con suavidad.
Parecía desconcertada, temerosa, creo que por un instante pensó que me iba.
-He preparado un viaje para nuestra luna de miel. Aquí está todo cuanto necesitamos para pasar unos días. ¿Nos vamos?
Sus brazos rodearon mi cuello, su aliento se fundió con el mio y nuestros labios se buscaron con la intensidad con la que las olas chocan contra las rocas.
Eso eramos nosotros, aguay y fuego, dos volcanes que se encuentran y arroyan con todo a su paso.
Ella y yo encajábamos de esa manera perfecta, esa en la que es inusual conectar.
Lo supe desde el primer día que la vi, sobre esas rocas, pidiendo un deseo a las estrellas. Ella seria mía, y yo seria suyo, pues no había otra manera.
Lo nuestro fue instinto, fue fuego, fue sal, fue maderos y viento.
Nos enamoramos sin mas, eso era el amor verdadero
Hacia ya unas semanas que nos habíamos casado, pero como fue algo que surgió sin mas, dejándonos llevar no solo por la locura, si no por los dioses, los elementos, las estrellas y el amor fuerte que nos procesábamos, no habíamos podido celebrar una luna de miel como mi esposa se merecía.
La palabra esposa, aun me resultaba difícil de creer, no entendida como alguien tan perfecta como ella, podía estar con un monstruo como yo, claro que no pensaba despertarla de su error, si no mas bien todo lo contrario, pensaba demostrarle que este monstruo trataría de hacerla feliz, costara lo que costara.
Que a su lado podía ser alguien mejor, alguien distinto, con mas auto control.
Así que organicé un viaje a Italia, uno a la pequeña isla de Cerdeña. Nuestro primer encuentro fue en la playa, así que no imaginaba mejor lugar que una isla donde pudiéramos ver las estrellas junto al mar.
Dejándonos envolver por los elementos y con los dioses que bendicieron lo nuestro, dejarnos llevar rememorando ese día que cambio para siempre el significado del mundo para mi.
Lo tenia todo dispuesto, había pagado a un marinero que poseía un pequeño barco para hacer ese viaje solo con nosotros. Evitaría así miradas indiscretas, sobre porque dormía durante el día, porque transitaba la noche ,así como mis gustos alimenticios.
Había que extremar precauciones, pues aunque era un vikingo, aunque durante mucho tiempo perseguí el Valhalla, hoy tenia una razón para vivir, Adaline.
Hoy mi mujer había salido a media tarde, al parecer había quedado con una amiga, así que cuando me levante, no estaba allí.
Admito que eche de menos su olor, su sabor y su calor, mas con rapidez preparé una maleta con la ropa necesaria para ambos y la coloqué en la puerta de nuestro hogar.
Esas ruinas que hoy eran una casa perfecta donde mostrarnos cada día nuestro amor.
Sonreí de medio lado al sentir que se acercaba y mi mirada brillo cuando la cerradura cedió y atravesó el umbral la preciosa mujer de orbes pardos y piel de porcelana que me haba robado mucho mas que el corazón.
-Sorpresa -musité cuando sus ojos me miraron sin entender que hacia con una maleta.
No pude evitar acercarme a ella para morder sus labios con suavidad.
Parecía desconcertada, temerosa, creo que por un instante pensó que me iba.
-He preparado un viaje para nuestra luna de miel. Aquí está todo cuanto necesitamos para pasar unos días. ¿Nos vamos?
Sus brazos rodearon mi cuello, su aliento se fundió con el mio y nuestros labios se buscaron con la intensidad con la que las olas chocan contra las rocas.
Eso eramos nosotros, aguay y fuego, dos volcanes que se encuentran y arroyan con todo a su paso.
Ella y yo encajábamos de esa manera perfecta, esa en la que es inusual conectar.
Lo supe desde el primer día que la vi, sobre esas rocas, pidiendo un deseo a las estrellas. Ella seria mía, y yo seria suyo, pues no había otra manera.
Lo nuestro fue instinto, fue fuego, fue sal, fue maderos y viento.
Nos enamoramos sin mas, eso era el amor verdadero
Última edición por Erlend Cannif el Vie Mar 31, 2017 11:59 am, editado 1 vez
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Su espalda contra mi pecho, podía sentir su agitada respiración perderse con cada roce de mis dedos, círculos que sobre la ropa interior la transportaban al infierno haciéndola arder entre las llamas del fuego.
Me maldijo, y yo ladeé mi sonrisa dejando mi cálido aliento escapar para chocar violento contra su inmaculado cuello.
De ser inmortal, las venas de este me estarían volviendo loco de deseo, necesitado de robarle hasta su ultimo aliento, conocía esa sensación de sed, sabia lo desesperada que podía sentirse al escuchar los furiosos latidos de mi corazón.
Mi hombría era acogida por sus glúteos que la buscaban mientras mis dedos hacían a un lado las bragas para ahora de forma directa apoderarse de eso que era mio por derecho.
Mis dedos se abrieron paso por la humedad de su sexo, la oí gemir mientras su boca por encima del hombro buscaba la mía con una frustración nata. Estabas echos el uno para el otro, la amaba, la necesitaba y si ahora yo era la luz de su abismo como ella fue la mía durante mucho tiempo, estaba dispuesto. Podía pedírmelo todo y se lo daría con gusto porque lo que sentía por ella no tenia limite, ni parangón.
Nos calcinábamos, mi sexo palpitaba aun dentro del pantalón, quería salir, quería adentrarse en ella y así ver de nuevo esas estrellas que nos unieron a los dos y que hoy no nos separarían por mucho que su confusión lo propusiera.
Mordió mi lengua en ese choque de truenos que se convirtieron en tormenta, ladeé la sonrisa, mordiendo su labio inferior, la sangre mergo de este por un momento ,la paladeé con su sabor férreo, no me sabia igual que cuando gozaba de mi inmortalidad, pero estaba tan excitado, tan expuesto a mi mi mujer.
Sus palabras me pidieron que lo tomara todo, que la montara como si no hubiera un mañana, y puede que no lo hubiera, mas que importaba cuando lo único que deseaba era fundirme en uno con la mujer que amaba.
Alcé con la respiración ronca su falda, sus labios eran gélidos como mis tierras norteñas, mi hogar, nunca sentí mas placer que en ese momento en el que su aliento entrechoco con mis labios hambrientos. Mi deseo crecía por momentos, uno de mis manos se hundía en sus caderas, atrayendola con fuerza, la otra seguía calentando con rudeza su feminidad que cedía a cada caricia mientras gemía.
-Estoy muy excitado Adaline, me estas volviendo loco -confesé al sentir su mano luchar con el botón de mi pantalón hasta que este cedió.
Tiro de este con desasosiego, para sacármela y que me adentrara en el tártaro de su cuerpo.
No me hice esperar ¿para que? cuando ambos estábamos ardiendo por dentro.
Empujé su espalda hacia adelante sacando mis dedos de su interior, mi miembro busco endurecido su feminidad, la empalé con violencia arrancándole un gemido que se fundió con mis bruscos gruñidos.
Mas dentro, mas fuerte, mis caderas empotraban con su martillo el yunque de su cuerpo, chispas con las que templamos el mor que nos procesábamos.
Mis dedos se enredaron en su pelo alzándola de nuevo, sin dejar de empotrarla de forma violenta.
Una de mis manos busco sus pechos cubiertos por el corseé, se los saqué por encima, torturando sus pezones con mis cálidos dedos, rugía contra su cuello, estaba tan ido en cada movimiento, aquel momento me estaba arrastrando a un punto incinerante, un deseo incalculable.
Me maldijo, y yo ladeé mi sonrisa dejando mi cálido aliento escapar para chocar violento contra su inmaculado cuello.
De ser inmortal, las venas de este me estarían volviendo loco de deseo, necesitado de robarle hasta su ultimo aliento, conocía esa sensación de sed, sabia lo desesperada que podía sentirse al escuchar los furiosos latidos de mi corazón.
Mi hombría era acogida por sus glúteos que la buscaban mientras mis dedos hacían a un lado las bragas para ahora de forma directa apoderarse de eso que era mio por derecho.
Mis dedos se abrieron paso por la humedad de su sexo, la oí gemir mientras su boca por encima del hombro buscaba la mía con una frustración nata. Estabas echos el uno para el otro, la amaba, la necesitaba y si ahora yo era la luz de su abismo como ella fue la mía durante mucho tiempo, estaba dispuesto. Podía pedírmelo todo y se lo daría con gusto porque lo que sentía por ella no tenia limite, ni parangón.
Nos calcinábamos, mi sexo palpitaba aun dentro del pantalón, quería salir, quería adentrarse en ella y así ver de nuevo esas estrellas que nos unieron a los dos y que hoy no nos separarían por mucho que su confusión lo propusiera.
Mordió mi lengua en ese choque de truenos que se convirtieron en tormenta, ladeé la sonrisa, mordiendo su labio inferior, la sangre mergo de este por un momento ,la paladeé con su sabor férreo, no me sabia igual que cuando gozaba de mi inmortalidad, pero estaba tan excitado, tan expuesto a mi mi mujer.
Sus palabras me pidieron que lo tomara todo, que la montara como si no hubiera un mañana, y puede que no lo hubiera, mas que importaba cuando lo único que deseaba era fundirme en uno con la mujer que amaba.
Alcé con la respiración ronca su falda, sus labios eran gélidos como mis tierras norteñas, mi hogar, nunca sentí mas placer que en ese momento en el que su aliento entrechoco con mis labios hambrientos. Mi deseo crecía por momentos, uno de mis manos se hundía en sus caderas, atrayendola con fuerza, la otra seguía calentando con rudeza su feminidad que cedía a cada caricia mientras gemía.
-Estoy muy excitado Adaline, me estas volviendo loco -confesé al sentir su mano luchar con el botón de mi pantalón hasta que este cedió.
Tiro de este con desasosiego, para sacármela y que me adentrara en el tártaro de su cuerpo.
No me hice esperar ¿para que? cuando ambos estábamos ardiendo por dentro.
Empujé su espalda hacia adelante sacando mis dedos de su interior, mi miembro busco endurecido su feminidad, la empalé con violencia arrancándole un gemido que se fundió con mis bruscos gruñidos.
Mas dentro, mas fuerte, mis caderas empotraban con su martillo el yunque de su cuerpo, chispas con las que templamos el mor que nos procesábamos.
Mis dedos se enredaron en su pelo alzándola de nuevo, sin dejar de empotrarla de forma violenta.
Una de mis manos busco sus pechos cubiertos por el corseé, se los saqué por encima, torturando sus pezones con mis cálidos dedos, rugía contra su cuello, estaba tan ido en cada movimiento, aquel momento me estaba arrastrando a un punto incinerante, un deseo incalculable.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Apoyada contra el pecho de Erlend, con cada uno de mis sentidos magnificados concentrados en él, por primera vez la ira en mi comenzó a disiparse abriendo paso a otro tipo de sentimiento. Ladeé mi cuello fascinada por su respiración sobre mi piel, concentrándome por primera vez en las sensaciones que me sacudían al irradiarme el calor de su cuerpo ahora humano. Mis glúteos seguían moviéndose contra su hombría dura y palpitante, la sentía moverse entre ellos, adentro, afuera, torturándonos el uno en una abrasadora llamarada de deseo.
Sus dedos inclementes estaban completamente concentrados en llevarme al infierno, intrépidos hicieron a un lado mis braguitas ya mojadas y sus dedos reclamaron mi intimidad que en lugar de fría se tornaba caliente al sentirle entrando y saliendo, deslizándose por esa sensible zona que abrumada de placer provocaba que sus dedos se empaparan con mi esencia. -Erlend.- jadeé, golpeando sus caderas en un intenso vaivén.
Mi boca busco la suya, emprendiendo la búsqueda de aquello que hasta ahora me eludía, la veracidad de estaba hecha para encajar con la mía como no lo había hecho la de ningún otro. Nuestras lenguas se volvían sedientas, salvajes nos devorábamos, mi hambre de él aumentaba, mi deseo creciente me impulsaba a morder su lengua, a succionarla a incitarla de manera desesperada, necesitada. Comencé a luchar contra la bruma que había enturbiado la claridad de mis sentimientos, ansiosa de encontrar la respuesta en él. Gruñendo me mordió el labio, excitándome al mezclarse nuestras lenguas en una danza en la que sentía el sabor de mi propia sangre.
Mis glúteos continuaban apresando su miembro, podía notar su propia excitación en la forma desbocada en que sus latidos palpitaban en su pecho y el percatarme de ello me encendió de forma delirante. Su voz ronca por el deseo me reveló que no podía más. Yo tampoco, sus dedos me harían correrme de un momento a otro, necesitaba desesperadamente su duro miembro adentro mío, que me empalara hasta lo más profundo una y otra vez.
Mis manos desabotonaron su pantalón con velocidad inhumana, sus dedos salieron de mi interior dejándome un vacío que me apresuré a llenar. Saqué su miembro de su pantalón y lo dirigí adentro, abriendo más mis piernas para que se deslizara adentro de mi feminidad lubricada para él. Gemí cuando comenzó a empalarme, sus caderas golpeaban fuertemente las mías, cada nueva embestida me hacia gruñir, gemir de puro placer y de algo más... La manera en que su vigoroso falo se fundía con mis profundidades me orillaba a comprender que no eran solo nuestros cuerpos los que se convertían en una extensión del otro, iba unido a algo maravilloso, algo que me sacudía por dentro, desde lo más profundo y que invadía cada átomo de mi ser.
Su mano en mi pelo tiró de mi hacia él, la otra sacó mis pechos de mi corsé con necesidad salvaje, la manera en que pellizcó mis pezones me hizo emitir un grito ahogado entre sus labios. Apenas podía sostenerme sobre la arena, mis manos se aferraban a sus caderas empujándolo con mis movimientos para incinerarlo, apretando mis músculos en torno a su falo, me entregué a él por entero, acudiendo al encuentro de cada embestida. El placer era tan intenso que podía percibir como nos correríamos de un momento a otro.
Sonreí y me detuve, el velo que oscurecía mis sentimientos había caído finalmente, sabía quien era mi vikingo, y sabía precisamente por qué era mi hombre. Haciendo una pausa me lo saqué de adentro, giré y lo empujé suavemente sobre la arena. Caí sobre él riendo, colocándome a horcajadas sobre su cuerpo. Mi mirada parda buscó sus tormentas, aquel sentimiento se abrió pasó en mi pecho y ya no le opuse resistencia. Amor. Era el más puro amor. Mi rostro se acercó al suyo, mi respiración agitada se mezcló con la suya. Bajo las estrellas, con la misma fuerza de las olas que irrumpían contra las rocas acepté mi verdad, la nuestra, aquella que me desarmaba como siempre lo hizo él, solo él. -Te quiero Erlend Cannif.- Susurré cerca de sus labios, observando sus bellas tormentas. –Te quiero desde el primer día. Siempre será así, de aquí hasta que deje de vivir. Tú eres mi vida, no me dejes olvidarlo nunca.- Nuestras miradas se analizaron en silencio antes de que regresara a sus labios. Su hombría seguía erguida. Sonreí al notarlo, ambos seguíamos excitados, envueltos en el más puro amor que desafiaba el lugar en el que estuviéramos. No importaba que el mundo estuviera de cabeza si estábamos juntos.
Mis colmillos se deslizaron sobre la piel de su cuello, deteniéndose en su vena palpitante, me hacía morir de deseo pero no podía ni quería dañarlo. Mis labios comenzaron a recorrer su pecho, dejando húmedos besos sobre su piel. Mi mano tomó su falo y acarició suavemente sus testículos. Mi mirada fija en la suya, me excité más por sus tormentas oscurecidas. Hundí mi rostro entre sus piernas, su miembro caliente palpitaba atrayéndome. Sin pensarlo dos veces besé su glande una y otra vez, deslizando mi lengua a lo largo de su dura erección. Alcé la mirada hacia él notando sus labios entreabiertos, como se entrecortaba su respiración. Sus manos agarraron mi cabello acercándome más lo cual me hizo sonreír. Atrapé sus glúteos con mis manos, lamí y succioné su glande, me detuve a estimular su frenillo con la punta de mi lengua y me metí su miembro en mi boca para follarlo hasta arrancarle gruñidos y gemidos de placer. Me encantaba el sabor de mi esposo, de su sexo, sentía sus rítmicos movimientos contra el interior de mi mejilla mientras con ansias devoraba cada centímetro de el, sintiéndome humedecer otra vez, su placer era el mío y me excitaba a más no poder.
Sus dedos inclementes estaban completamente concentrados en llevarme al infierno, intrépidos hicieron a un lado mis braguitas ya mojadas y sus dedos reclamaron mi intimidad que en lugar de fría se tornaba caliente al sentirle entrando y saliendo, deslizándose por esa sensible zona que abrumada de placer provocaba que sus dedos se empaparan con mi esencia. -Erlend.- jadeé, golpeando sus caderas en un intenso vaivén.
Mi boca busco la suya, emprendiendo la búsqueda de aquello que hasta ahora me eludía, la veracidad de estaba hecha para encajar con la mía como no lo había hecho la de ningún otro. Nuestras lenguas se volvían sedientas, salvajes nos devorábamos, mi hambre de él aumentaba, mi deseo creciente me impulsaba a morder su lengua, a succionarla a incitarla de manera desesperada, necesitada. Comencé a luchar contra la bruma que había enturbiado la claridad de mis sentimientos, ansiosa de encontrar la respuesta en él. Gruñendo me mordió el labio, excitándome al mezclarse nuestras lenguas en una danza en la que sentía el sabor de mi propia sangre.
Mis glúteos continuaban apresando su miembro, podía notar su propia excitación en la forma desbocada en que sus latidos palpitaban en su pecho y el percatarme de ello me encendió de forma delirante. Su voz ronca por el deseo me reveló que no podía más. Yo tampoco, sus dedos me harían correrme de un momento a otro, necesitaba desesperadamente su duro miembro adentro mío, que me empalara hasta lo más profundo una y otra vez.
Mis manos desabotonaron su pantalón con velocidad inhumana, sus dedos salieron de mi interior dejándome un vacío que me apresuré a llenar. Saqué su miembro de su pantalón y lo dirigí adentro, abriendo más mis piernas para que se deslizara adentro de mi feminidad lubricada para él. Gemí cuando comenzó a empalarme, sus caderas golpeaban fuertemente las mías, cada nueva embestida me hacia gruñir, gemir de puro placer y de algo más... La manera en que su vigoroso falo se fundía con mis profundidades me orillaba a comprender que no eran solo nuestros cuerpos los que se convertían en una extensión del otro, iba unido a algo maravilloso, algo que me sacudía por dentro, desde lo más profundo y que invadía cada átomo de mi ser.
Su mano en mi pelo tiró de mi hacia él, la otra sacó mis pechos de mi corsé con necesidad salvaje, la manera en que pellizcó mis pezones me hizo emitir un grito ahogado entre sus labios. Apenas podía sostenerme sobre la arena, mis manos se aferraban a sus caderas empujándolo con mis movimientos para incinerarlo, apretando mis músculos en torno a su falo, me entregué a él por entero, acudiendo al encuentro de cada embestida. El placer era tan intenso que podía percibir como nos correríamos de un momento a otro.
Sonreí y me detuve, el velo que oscurecía mis sentimientos había caído finalmente, sabía quien era mi vikingo, y sabía precisamente por qué era mi hombre. Haciendo una pausa me lo saqué de adentro, giré y lo empujé suavemente sobre la arena. Caí sobre él riendo, colocándome a horcajadas sobre su cuerpo. Mi mirada parda buscó sus tormentas, aquel sentimiento se abrió pasó en mi pecho y ya no le opuse resistencia. Amor. Era el más puro amor. Mi rostro se acercó al suyo, mi respiración agitada se mezcló con la suya. Bajo las estrellas, con la misma fuerza de las olas que irrumpían contra las rocas acepté mi verdad, la nuestra, aquella que me desarmaba como siempre lo hizo él, solo él. -Te quiero Erlend Cannif.- Susurré cerca de sus labios, observando sus bellas tormentas. –Te quiero desde el primer día. Siempre será así, de aquí hasta que deje de vivir. Tú eres mi vida, no me dejes olvidarlo nunca.- Nuestras miradas se analizaron en silencio antes de que regresara a sus labios. Su hombría seguía erguida. Sonreí al notarlo, ambos seguíamos excitados, envueltos en el más puro amor que desafiaba el lugar en el que estuviéramos. No importaba que el mundo estuviera de cabeza si estábamos juntos.
Mis colmillos se deslizaron sobre la piel de su cuello, deteniéndose en su vena palpitante, me hacía morir de deseo pero no podía ni quería dañarlo. Mis labios comenzaron a recorrer su pecho, dejando húmedos besos sobre su piel. Mi mano tomó su falo y acarició suavemente sus testículos. Mi mirada fija en la suya, me excité más por sus tormentas oscurecidas. Hundí mi rostro entre sus piernas, su miembro caliente palpitaba atrayéndome. Sin pensarlo dos veces besé su glande una y otra vez, deslizando mi lengua a lo largo de su dura erección. Alcé la mirada hacia él notando sus labios entreabiertos, como se entrecortaba su respiración. Sus manos agarraron mi cabello acercándome más lo cual me hizo sonreír. Atrapé sus glúteos con mis manos, lamí y succioné su glande, me detuve a estimular su frenillo con la punta de mi lengua y me metí su miembro en mi boca para follarlo hasta arrancarle gruñidos y gemidos de placer. Me encantaba el sabor de mi esposo, de su sexo, sentía sus rítmicos movimientos contra el interior de mi mejilla mientras con ansias devoraba cada centímetro de el, sintiéndome humedecer otra vez, su placer era el mío y me excitaba a más no poder.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 215
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Nuestros cuerpos bailaban al mismo son como si freya y Freyr se encontraran desatando la tormenta sobre nosotros dos.
Jadeé contra su boca, habida de mi, necesitada de cada embestida que le proporcionaba mientras sus glúteos se amoldaban permitiéndome la entrada hasta el fin.
Su boca era un sacrilegio, tan perfecta, tan apetitosa que paladearla era casi un sueño, un manjar de dioses.
Mis dedos se hundían en su piel, salvaje, cada vez mas necesitado de su palpitante humedad que se dilataba para acoger mi masculinidad. Al borde de esparcirme en ella me detuvo, rugí frustrado, Estaba muy excitado ,demasiado, ese era el punto donde Adaline lograba siempre llevarme, fuera mortal o inmortal, estuviera su cuerpo frio o cálido, ella era mi mujer y bien sabia yo el porque.
Sobre una playa la convertí en mía basto que sus orbes me prometieran mil tormentas y que sus labios me hablaran de ellas para saber que era ella, Mi perdición, era irónico pues el perdido hasta encontrarla era yo. Ahora se había convertido en mi luz, mi brújula, mi cielo azul. No podía ver el sol, mas ella radiaba con mucho mas fulgor que ese astro al que no anhelaba ver gracias a ella.
Un empujón y ambos caímos al suelo entre risas, nuestras bocas se buscaban aun sedientas de mas, de volvernos a enredar. Mi lengua dibujo sus labios, esos que reconocería entre un millar, nunca probaría otros mas, no encontraría lo mismo ni aunque probara un millar, pues ella, mi mujer era todo lo que necesitaba para seguir en pie.
Sus piernas a cada lado de mi cuerpo, sentada a horcajadas, bailando bajo las estrellas incitándome a continuar el encuentro, aquello era lo que eramos ambos, tierra y fuego, agua y viento, la amaba por encima de los mismos elementos.
Sus palabras contra mis labios, promesas que me supieron a todo lo que representábamos.
-Adaline, te quise desde que caíste por ese acantilado hacia las aguas del mar. Tardé en darme cuenta de que jamas te podría dejar marchar, perdóname si alguna vez dudé, porque estaba sumido en tanta oscuridad que me resultaba imposible creer en que tu eras mi única verdad.
Sonrió, excitada, jugando con mi hombría en alza, nos miramos a los ojos, no necesitábamos mas que eso para entendernos el uno al otro, daba igual si el mundo era un caos, mientras su piel rozara la mía para toda la eternidad. No podía, no quería vivir sin ella nunca mas.
Sus labios se deslizaron por mi mandíbula, jadeé dándole acceso a mi cuello, notaba como su lengua dibujaba mi yugular, la deseaba y a mi no me importaba que lo tomara todo y no me dejara nada, era suyo, a ver si se enteraba.
No se detuvo, bajo, mi pecho fue torturado por sus labios fríos, mi respiración cada vez mas rápida, mi diafragma se alzaba con violencia cuando su mano afianzo mi falo y su boca lo lamió.
-Uffff, Adaline -gemí con los labios resecos por la excitación. Mi mano en su pelo marcando aquella rítmica tortura. Besos en mi glande, lametazos en el tronco y el frenillo fue sacudido por su lengua con descaro, no había tregua, no la quería estaba tan cerca de rozar las estrellas.
Mis dedos acapararon su sexo, mojado, excitada me abrió las piernas sin dejar ni por un instante de follarme con la boca.
-Mas -rugí sacudiendo mis dedos en su interior con violencia, calentándola para mi -así mujer, asi.
Jadeé contra su boca, habida de mi, necesitada de cada embestida que le proporcionaba mientras sus glúteos se amoldaban permitiéndome la entrada hasta el fin.
Su boca era un sacrilegio, tan perfecta, tan apetitosa que paladearla era casi un sueño, un manjar de dioses.
Mis dedos se hundían en su piel, salvaje, cada vez mas necesitado de su palpitante humedad que se dilataba para acoger mi masculinidad. Al borde de esparcirme en ella me detuvo, rugí frustrado, Estaba muy excitado ,demasiado, ese era el punto donde Adaline lograba siempre llevarme, fuera mortal o inmortal, estuviera su cuerpo frio o cálido, ella era mi mujer y bien sabia yo el porque.
Sobre una playa la convertí en mía basto que sus orbes me prometieran mil tormentas y que sus labios me hablaran de ellas para saber que era ella, Mi perdición, era irónico pues el perdido hasta encontrarla era yo. Ahora se había convertido en mi luz, mi brújula, mi cielo azul. No podía ver el sol, mas ella radiaba con mucho mas fulgor que ese astro al que no anhelaba ver gracias a ella.
Un empujón y ambos caímos al suelo entre risas, nuestras bocas se buscaban aun sedientas de mas, de volvernos a enredar. Mi lengua dibujo sus labios, esos que reconocería entre un millar, nunca probaría otros mas, no encontraría lo mismo ni aunque probara un millar, pues ella, mi mujer era todo lo que necesitaba para seguir en pie.
Sus piernas a cada lado de mi cuerpo, sentada a horcajadas, bailando bajo las estrellas incitándome a continuar el encuentro, aquello era lo que eramos ambos, tierra y fuego, agua y viento, la amaba por encima de los mismos elementos.
Sus palabras contra mis labios, promesas que me supieron a todo lo que representábamos.
-Adaline, te quise desde que caíste por ese acantilado hacia las aguas del mar. Tardé en darme cuenta de que jamas te podría dejar marchar, perdóname si alguna vez dudé, porque estaba sumido en tanta oscuridad que me resultaba imposible creer en que tu eras mi única verdad.
Sonrió, excitada, jugando con mi hombría en alza, nos miramos a los ojos, no necesitábamos mas que eso para entendernos el uno al otro, daba igual si el mundo era un caos, mientras su piel rozara la mía para toda la eternidad. No podía, no quería vivir sin ella nunca mas.
Sus labios se deslizaron por mi mandíbula, jadeé dándole acceso a mi cuello, notaba como su lengua dibujaba mi yugular, la deseaba y a mi no me importaba que lo tomara todo y no me dejara nada, era suyo, a ver si se enteraba.
No se detuvo, bajo, mi pecho fue torturado por sus labios fríos, mi respiración cada vez mas rápida, mi diafragma se alzaba con violencia cuando su mano afianzo mi falo y su boca lo lamió.
-Uffff, Adaline -gemí con los labios resecos por la excitación. Mi mano en su pelo marcando aquella rítmica tortura. Besos en mi glande, lametazos en el tronco y el frenillo fue sacudido por su lengua con descaro, no había tregua, no la quería estaba tan cerca de rozar las estrellas.
Mis dedos acapararon su sexo, mojado, excitada me abrió las piernas sin dejar ni por un instante de follarme con la boca.
-Mas -rugí sacudiendo mis dedos en su interior con violencia, calentándola para mi -así mujer, asi.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Sonreí internamente al escuchar sus jadeos y sus gruñidos. Su falo era exquisito, hambrienta de su sexo disfrutaba acariciándolo con mi lengua, provocándolo con esta al entretenerme en los lugares más sensibles para escuchar su respiración entrecortada. Mi esposo me llevaba al lugar más oscuro del placer, uno adonde sólo existíamos él y yo, por lo que me gustaba dejarme llevar para sentir que él alcanzaba el límite de la locura, capturarlo en el deleite que le regalaba mi boca una y otra vez.
Aunque en esta ocasión se vengó de mi torturándome con sus dedos al introducirlos violentamente en mi interior. Jadeé contra su miembro, sus dedos expertos sabían cómo enloquecerme y mientras mi sexo latía desaforado al sentir como presionaba una y otra vez mi clítoris, mis labios hacían lo mismo por él, felándolo con ganas. Apenas atiné a hacer acopio de voluntad para impedir el inminente estallido, abandonar su mástil y trepar sobre él.
-Mmmm… mi intención no es que te corras aún…- Reí contra sus labios, mordiendo otra vez con fuerza, su vitae brotó y mi lengua se enredó con la suya saboreándole despacio. -Que bien sabes.- Sonreí con picardía sin desprenderme de su boca y me apreté contra su cuerpo. Su falo duro rozaba mi entrada que buscaba tentarle a cada momento. Todo él sabía a mar, a salitre y a fuego, no había nadie que me excitara tanto como él. El era mío al igual que lo era su corazón y sabía que la excitación que le provocaba le hacía latir más deprisa, lo cual aumentaba la mía desaforadamente.
-Lo siento…- Ahora observaba su pecho, mi mano había dejado marcas profundas en su piel y me estremecí por lo que pude haber hecho. La idea de que podría haberle perdido, condenándome a mi misma para siempre me atenazaba el corazón. -No quiero hacerte daño, no quiero perderte nunca.- Nunca quería separarme de él, estuviésemos adonde estuviésemos, habíamos pasado por tanto juntos y nuestro amor había permanecido siempre inamovible, real. Él era mi mundo entero y mi única verdad, era mi hombre, y eso nada podría cambiarlo, fuese quienes fuésemos. -Antes de dejar que algo te suceda preferiría que me claves una estaca en el corazón.- Lo dije contemplándole unos segundos antes de entregarle todo en un nuevo encuentro de nuestros labios.
Mis dientes mordieron su mandíbula, bajaron por su cuello y besaron esa área de su pecho, la acaricié húmeda y sensualmente con mi lengua y la llené de besos. Me froté contra su falo con mayor fuerza y me perdí en el deseo de sus tormentas. Mi esposo me había cuidado cuando el barco se hundió, me había protegido con su cuerpo sin saber que nos acontecería. Pensó en mi antes que en él y por eso le amaba más. Ahora era mi turno de hacer lo mismo.
-Dime que tanto me deseas.- Acerqué mi boca y la alejé de él jugando. Mi cuerpo estaba tenso, atraído inexorablemente hacia él, mis paredes palpitaban con tal violencia que pensé que seguramente sería la falta de él y no de sangre la que terminaría del todo conmigo. Sin embargo quería tentarlo, quería me deseara como nunca lo había hecho. Mis manos trazaron sus fuertes músculos, me encantaba su calor. Mis caderas se movieron en círculo sobre él, tomé su rostro en mis manos y mi lengua envolvió la suya con extrema sensualidad. Busqué sus más profundos recovecos, hambrienta de todo, dándole todo, jadeando contra sus labios en un intenso beso en el que no reprimí nada. Mi cuerpo vibró de simple e inevitable necesidad de él, mis pechos se alzaron rozando su fibroso cuerpo al pegarme a él con deseo, lascivia y amor. -Hazme el amor...-
Aunque en esta ocasión se vengó de mi torturándome con sus dedos al introducirlos violentamente en mi interior. Jadeé contra su miembro, sus dedos expertos sabían cómo enloquecerme y mientras mi sexo latía desaforado al sentir como presionaba una y otra vez mi clítoris, mis labios hacían lo mismo por él, felándolo con ganas. Apenas atiné a hacer acopio de voluntad para impedir el inminente estallido, abandonar su mástil y trepar sobre él.
-Mmmm… mi intención no es que te corras aún…- Reí contra sus labios, mordiendo otra vez con fuerza, su vitae brotó y mi lengua se enredó con la suya saboreándole despacio. -Que bien sabes.- Sonreí con picardía sin desprenderme de su boca y me apreté contra su cuerpo. Su falo duro rozaba mi entrada que buscaba tentarle a cada momento. Todo él sabía a mar, a salitre y a fuego, no había nadie que me excitara tanto como él. El era mío al igual que lo era su corazón y sabía que la excitación que le provocaba le hacía latir más deprisa, lo cual aumentaba la mía desaforadamente.
-Lo siento…- Ahora observaba su pecho, mi mano había dejado marcas profundas en su piel y me estremecí por lo que pude haber hecho. La idea de que podría haberle perdido, condenándome a mi misma para siempre me atenazaba el corazón. -No quiero hacerte daño, no quiero perderte nunca.- Nunca quería separarme de él, estuviésemos adonde estuviésemos, habíamos pasado por tanto juntos y nuestro amor había permanecido siempre inamovible, real. Él era mi mundo entero y mi única verdad, era mi hombre, y eso nada podría cambiarlo, fuese quienes fuésemos. -Antes de dejar que algo te suceda preferiría que me claves una estaca en el corazón.- Lo dije contemplándole unos segundos antes de entregarle todo en un nuevo encuentro de nuestros labios.
Mis dientes mordieron su mandíbula, bajaron por su cuello y besaron esa área de su pecho, la acaricié húmeda y sensualmente con mi lengua y la llené de besos. Me froté contra su falo con mayor fuerza y me perdí en el deseo de sus tormentas. Mi esposo me había cuidado cuando el barco se hundió, me había protegido con su cuerpo sin saber que nos acontecería. Pensó en mi antes que en él y por eso le amaba más. Ahora era mi turno de hacer lo mismo.
-Dime que tanto me deseas.- Acerqué mi boca y la alejé de él jugando. Mi cuerpo estaba tenso, atraído inexorablemente hacia él, mis paredes palpitaban con tal violencia que pensé que seguramente sería la falta de él y no de sangre la que terminaría del todo conmigo. Sin embargo quería tentarlo, quería me deseara como nunca lo había hecho. Mis manos trazaron sus fuertes músculos, me encantaba su calor. Mis caderas se movieron en círculo sobre él, tomé su rostro en mis manos y mi lengua envolvió la suya con extrema sensualidad. Busqué sus más profundos recovecos, hambrienta de todo, dándole todo, jadeando contra sus labios en un intenso beso en el que no reprimí nada. Mi cuerpo vibró de simple e inevitable necesidad de él, mis pechos se alzaron rozando su fibroso cuerpo al pegarme a él con deseo, lascivia y amor. -Hazme el amor...-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Su boca abandono mi tortura y un gruñido en forma de quejido fue lo que obtuvo como respuesta. Sus labios que ahora con sabor a mi, se enredaban con los míos en un peligroso combate del que salí herido, acallaban mis ruegos de que continuara con lo que estaba haciendo. Ladeé la sonrisa cuando la sangre broto de mi y ella se apresuró a devorarla mezclada con nuestra esencia, lenguas que echas fuego se paladeaban sedientas, calmando la necesidad de entrar en guerra.
Su cadera bailaba la son de las hogueras, mi hacha en alza entre sus piernas y la entrada a la cueva preparada, llamando al arma, tentándola para que el guerrero se adentrara en sus confines y se perdiera en sus mil y una leyendas.
Jadeé, todo con ella era intenso, perfecto, la amaba mas que a mis dioses y si eso se consideraba ser un hereje, lo era, pues para mi ella era mi patria, mi bandera, mi amor, mi eterna paz y mi única gesta.
Sus dedos se pasearon por mi pecho, marcas de sus uñas que quedaban sobre mi piel formando surcos, mis ojos la buscaron, pude ver el desasosiego en los suyos y mi boca busco calmarla pues en el momento no era ella si no la bestia que en cada inmortal mora.
-No me harás daño, y si me lo haces acepto las consecuencias porque prefiero un día a tu lado, un segundo entre tus piernas que una eternidad en el abismo de la soledad mas absoluta.
Mis tempestades se cernieron sobre ella mientras está negaba con la cabeza.
-Se de lo que hablo Adaline, he vivido a oscuras por 1000 años hasta que te conocí.
Ladeé la sonrisa recorriendo con mis labios su cuello, surcando con mi lengua su yugular hasta alcanzar el lóbulo de su oreja donde deposite un suave mordisco.
-Esto de la estaca te lo recordaré cuando tu vuelvas a ser humana y yo inmortal, saldremos de aquí, te lo prometo esposa mía.
Su boca colisiono con la mía como lo hacen dos espadas de acero logrando hacer saltar chispas, así eran nuestros encuentros, atronadores, bélicos, épicos. No dejábamos nada para después, lo tomábamos todo sin medir las consecuencias, eramos fuego, guerra, muerte y deseo.
-Es mas que deseo -susurré en ese nuevo juego en el que su boca se acercaba y alejaba haciéndome naufragar de ganas persiguiéndola para abordarla.
Sus caderas danzaron de nuevo sobre mi espada, tentándome, sus manos sujetaron mi rostro y ahora si su lengua entro insaciable penetrando los mil escudos para enredarse en un beso húmedo, largo y necesitado.
Sus manos bajaban por mi cuerpo, quería mas, y yo la necesitaba como nunca antes necesité nada, mas que el mismo aire.
“Hazme el amor” susurró. No acabo la frase cuando la giré con brusquedad quedando ahora su espalda contra la húmeda hierba, mi acero se adentro en ella haciéndola rugir de placer, sobre nuestras cabezas bailaban ldo cuervos, aquello era un lucha de titanes digan de ser alabada por los dioses.
Gruñí contra su boca, su nombre sonó ronco contra sus labios mientras mi palpitante virilidad entraba y salia con rudeza de ella, no había tregua, ni descanso ni bandera blanca, no cuando los cuernos de la güera sonaban en lo alto de nuestras cabeza.
La empale con la estaca que poseía, decía que eso deseaba que se la clavara y hasta el fondo lo hice una y otra vez arrancándole mi nombre entre gemidos de placer.
Su cadera bailaba la son de las hogueras, mi hacha en alza entre sus piernas y la entrada a la cueva preparada, llamando al arma, tentándola para que el guerrero se adentrara en sus confines y se perdiera en sus mil y una leyendas.
Jadeé, todo con ella era intenso, perfecto, la amaba mas que a mis dioses y si eso se consideraba ser un hereje, lo era, pues para mi ella era mi patria, mi bandera, mi amor, mi eterna paz y mi única gesta.
Sus dedos se pasearon por mi pecho, marcas de sus uñas que quedaban sobre mi piel formando surcos, mis ojos la buscaron, pude ver el desasosiego en los suyos y mi boca busco calmarla pues en el momento no era ella si no la bestia que en cada inmortal mora.
-No me harás daño, y si me lo haces acepto las consecuencias porque prefiero un día a tu lado, un segundo entre tus piernas que una eternidad en el abismo de la soledad mas absoluta.
Mis tempestades se cernieron sobre ella mientras está negaba con la cabeza.
-Se de lo que hablo Adaline, he vivido a oscuras por 1000 años hasta que te conocí.
Ladeé la sonrisa recorriendo con mis labios su cuello, surcando con mi lengua su yugular hasta alcanzar el lóbulo de su oreja donde deposite un suave mordisco.
-Esto de la estaca te lo recordaré cuando tu vuelvas a ser humana y yo inmortal, saldremos de aquí, te lo prometo esposa mía.
Su boca colisiono con la mía como lo hacen dos espadas de acero logrando hacer saltar chispas, así eran nuestros encuentros, atronadores, bélicos, épicos. No dejábamos nada para después, lo tomábamos todo sin medir las consecuencias, eramos fuego, guerra, muerte y deseo.
-Es mas que deseo -susurré en ese nuevo juego en el que su boca se acercaba y alejaba haciéndome naufragar de ganas persiguiéndola para abordarla.
Sus caderas danzaron de nuevo sobre mi espada, tentándome, sus manos sujetaron mi rostro y ahora si su lengua entro insaciable penetrando los mil escudos para enredarse en un beso húmedo, largo y necesitado.
Sus manos bajaban por mi cuerpo, quería mas, y yo la necesitaba como nunca antes necesité nada, mas que el mismo aire.
“Hazme el amor” susurró. No acabo la frase cuando la giré con brusquedad quedando ahora su espalda contra la húmeda hierba, mi acero se adentro en ella haciéndola rugir de placer, sobre nuestras cabezas bailaban ldo cuervos, aquello era un lucha de titanes digan de ser alabada por los dioses.
Gruñí contra su boca, su nombre sonó ronco contra sus labios mientras mi palpitante virilidad entraba y salia con rudeza de ella, no había tregua, ni descanso ni bandera blanca, no cuando los cuernos de la güera sonaban en lo alto de nuestras cabeza.
La empale con la estaca que poseía, decía que eso deseaba que se la clavara y hasta el fondo lo hice una y otra vez arrancándole mi nombre entre gemidos de placer.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Mi frase quedó incompleta en el aire cuando con un violento giro estampó mi espalda contra el césped. Los cuervos bailaron en el cielo y sus graznidos fueron opacados por el grito de placer que me arrancó de la garganta cuando me empaló con rudeza, atravesándome al llenar cada centímetro mío hasta el fondo, desatando el placer que solo él me provocaba y que se expandía como un opiáceo corriendo enloquecido por mis venas. Nuestras caderas se acoplaron la una a la otra, las mías seduciéndolo, arrastrándolo, deteniendo con la fusión de nuestros cuerpos las manecillas del tiempo para entregarnos el uno al otro bajo la luna carmesí y el choque incesante de las olas cuyas gotas saladas jugaban a humedecernos a la par del deseo. Únicamente importábamos él y yo, el resto del mundo podía desaparecer si eso me permitía descender al infierno y morir con su virilidad entre mis piernas.
-Erlend…- Entre jadeos su nombre escapó de mi boca una y otra vez al sentir sus embestidas, mis piernas buscaron sus caderas para pegarme completamente a él, empujando sus glúteos en plena pasión para impulsarlo más dentro. Nada era suficiente cuando se trataba de él, mientras más nos dábamos más queríamos el uno del otro.
Sus embestidas eran fuertes, salvajes, como lo era el movimiento de mis caderas y de mis piernas enrollándose en torno a él como una cobra posesiva que reclama todo del hombre que ama y que considera suyo, únicamente suyo. Mis manos acariciaron sus glúteos, rasguñaron pasionalmente su espalda entre gruñidos y gemidos haciendo brotar hilillos de sangre de su musculosa piel. Su corazón vibrante me robaba la razón al igual que ese dulce olor a vitae. Fuerte, como un dios nórdico golpeando un yunque con un martillo, así latía su corazón contra su pecho mientras me empalaba sin tregua.
Mis manos le tomaron del pelo, acercándolo a mis labios para tentarlo, entre nuevas embestidas observé sus oscurecidas tempestades que desataban el trueno en mi carne. Lo quería, comprendí que era así, no importaba qué fuese, humana o vampiro, en nuestra realidad o en la que fuera siempre sería así. No podía apartarlo de mi aunque se lo hubiera dicho. -Esposo terco.- Mi sonrisa se expandió, no me había dejado marchar a pesar de mis anteriores palabras.
Mis dientes mordieron su mandíbula, descendieron por su cuello, lamiendo y succionando su piel. Mis paredes continuaban acogiendo a su falo, deslicé mis piernas más arriba, hundiendo mis talones en su espalda. Mis húmedos labios alcanzaron su yugular, allí me detuve y mientras mi intimidad apretaba su erección con más fuerza no pude evitar sucumbir al deseo y la necesidad, despacio hundí mis colmillos en su piel.
Gemí completamente perdida en él, mi sexo palpitante se unió en ritmo al bombeo de su corazón. La sensación fue abrumadora, inigualable, afrodisíaca, como un vendaval intenso que ruge y arrasa con cada fibra del cuerpo llevándolo al más intenso frenesí. Mis caderas chocaron con más ímpetu, mis paredes le aprisionaron más procurando llevarle a las mismas llamas que me consumían. Le saboreé de esa forma un instante antes de abandonar su cuello y volver a su boca, enredando mi lengua con la suya, ambos hambrientos de amor y de pasión.
Sin despegarme de él lo giré con celeridad sobre el césped para cambiar de posición. Cabalgué sobre él dejando que su mástil saliera antes de dejarme caer de golpe para que se hundiera por completo llegando hasta lo más profundo de mi ser. Sin abandonar sus tempestades tomé una mano suya para entrelazar nuestros dedos y con la otra hice un par de cortadas sobre mis pechos. La sangre se deslizó sobre mi piel, alcanzando mis pezones, tiré de su pelo atrayéndolo a ellos para que succionase y probase el elixir escarlata. Recordaba el efecto de su sangre en nuestra noche de bodas y quería que disfrutara del mismo viaje alucinante mientras continuábamos haciendo el amor.
-Erlend…- Entre jadeos su nombre escapó de mi boca una y otra vez al sentir sus embestidas, mis piernas buscaron sus caderas para pegarme completamente a él, empujando sus glúteos en plena pasión para impulsarlo más dentro. Nada era suficiente cuando se trataba de él, mientras más nos dábamos más queríamos el uno del otro.
Sus embestidas eran fuertes, salvajes, como lo era el movimiento de mis caderas y de mis piernas enrollándose en torno a él como una cobra posesiva que reclama todo del hombre que ama y que considera suyo, únicamente suyo. Mis manos acariciaron sus glúteos, rasguñaron pasionalmente su espalda entre gruñidos y gemidos haciendo brotar hilillos de sangre de su musculosa piel. Su corazón vibrante me robaba la razón al igual que ese dulce olor a vitae. Fuerte, como un dios nórdico golpeando un yunque con un martillo, así latía su corazón contra su pecho mientras me empalaba sin tregua.
Mis manos le tomaron del pelo, acercándolo a mis labios para tentarlo, entre nuevas embestidas observé sus oscurecidas tempestades que desataban el trueno en mi carne. Lo quería, comprendí que era así, no importaba qué fuese, humana o vampiro, en nuestra realidad o en la que fuera siempre sería así. No podía apartarlo de mi aunque se lo hubiera dicho. -Esposo terco.- Mi sonrisa se expandió, no me había dejado marchar a pesar de mis anteriores palabras.
Mis dientes mordieron su mandíbula, descendieron por su cuello, lamiendo y succionando su piel. Mis paredes continuaban acogiendo a su falo, deslicé mis piernas más arriba, hundiendo mis talones en su espalda. Mis húmedos labios alcanzaron su yugular, allí me detuve y mientras mi intimidad apretaba su erección con más fuerza no pude evitar sucumbir al deseo y la necesidad, despacio hundí mis colmillos en su piel.
Gemí completamente perdida en él, mi sexo palpitante se unió en ritmo al bombeo de su corazón. La sensación fue abrumadora, inigualable, afrodisíaca, como un vendaval intenso que ruge y arrasa con cada fibra del cuerpo llevándolo al más intenso frenesí. Mis caderas chocaron con más ímpetu, mis paredes le aprisionaron más procurando llevarle a las mismas llamas que me consumían. Le saboreé de esa forma un instante antes de abandonar su cuello y volver a su boca, enredando mi lengua con la suya, ambos hambrientos de amor y de pasión.
Sin despegarme de él lo giré con celeridad sobre el césped para cambiar de posición. Cabalgué sobre él dejando que su mástil saliera antes de dejarme caer de golpe para que se hundiera por completo llegando hasta lo más profundo de mi ser. Sin abandonar sus tempestades tomé una mano suya para entrelazar nuestros dedos y con la otra hice un par de cortadas sobre mis pechos. La sangre se deslizó sobre mi piel, alcanzando mis pezones, tiré de su pelo atrayéndolo a ellos para que succionase y probase el elixir escarlata. Recordaba el efecto de su sangre en nuestra noche de bodas y quería que disfrutara del mismo viaje alucinante mientras continuábamos haciendo el amor.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
“Esposo terco” ladeé la sonrisa contra sus labios, instante ínfimo pues su lengua los devoro ávida de mi boca, sedienta nos enredamos de nuevo en un combate donde hacha y espada no se daban tregua, los aceros quedaban templados en el duelo mientras ni el aire pasaba entre ellos.
Jadeé de nuevo preso de la excitación que mi mujer me provocaba, poco importaba si su tez estaba cálida o fría a fin de cuentas su cuerpo me calcinaba por dentro llevándome a un estado de frenesí que ni el beleño negro.
Estábamos hechos el uno para el otro, lo supe desde el día que en el agua encajaron nuestros cuerpos, nos encontramos como rocas y olas, desafiamos la tempestad de los elementos y bajo la estrella del cazador firmamos un pacto silencioso en el que nos unimos en sagrado matrimonio.
Terco, siempre seria terco, pues sin ella no era ya nada, la necesitaba mas que la vitae siendo vampiro o el aire siendo mortal, la necesitaba porque ella y solo ella daba sentido a mi vida.
Mi virilidad se hundió en su feminidad de forma salvaje, ruda, no había descanso para nosotros. Cada choque de nuestros cuerpos, yunque y martillo hacían que las chispas brotaran de cada golpe, de cada encuentro que se trasformo en fuego entre roncos gruñidos.
Su boca se paseo sedienta por mi mandíbula, ladeé la cabeza dándole acceso a mi cuello, sabia lo que quería, lo que necesitaba. Mi respiración entrecortada se convirtió en gruñido al sentir sus colmillos atravesar mi piel, punzada cargada de placer que casi me hizo correrme en su interior, mas que me obligo a bajar el ritmo ligeramente, pues de no hacerlo explotaría derramándome en su interior.
La sangre me abandonaba y mi excitación aumentaba presa del poderoso abrazo del vampiro.
-Voy a correrme -le aseguré antes de sentir como aflojaba su mordisco y reía contra mi piel lamiendo la herida después.
Su boca buscó la mía, sabor férreo que paladeamos mientra nuestras lenguas danzaban completamente perdidas en la boca del otro, reclamándose como únicas.
La empalé con fuerza gimiendo al sentir su palpitante sexo presionar mi hombría, estábamos los dos completamente perdidos en el cuerpo ajeno, nadie podría dudar nunca de hasta que punto nuestros cuerpos unidos se convertían en leyenda, en mito.
Me volteo haciendo gala de esa nueva fuerza adquirida, mis tempestades rugieron perdiéndose en sus pardos que ahora portaban ese excitante tono carmesí.
Nuestros dedos se entrelazaron mientras como la mejor de las amazonas me cabalgaba sin tregua, alzándose por completo para envolver de nuevo mi falo hundiéndolo en sus tinieblas.
Rugía de placer, esa mujer me llevaba al mismo Hell.
Con una mano rasgo sus pechos, la sangre caía roja por estos formando una cascada de la que bebí sediento, perdiéndome no solo en su sabor si no en su piel y sus pezones que lamí convirtiéndolos en mi droga mas potente.
Gruñí completamente perdido en su cuerpo, la droga me devoraba por dentro llevándome a un estado de éxtasis similar al del mismo limbo.
Era mas fuerte que cualquier opiaceo, estaba excitadisimo y su sangre corriendo por mis venas como un torrente me hacia rugir contra sus pechos mordiéndolos sin calma en un ritmo completamente frenético.
Me fui en su interior, llenándola de mi simiente, mi virilidad se sacudió con violencia, estaba tan sumamente excitado que jamas me corrí de esa manera.
Aun la forzaba a moverse sobre mi endurecido miembro, no tenia paz pese a que me había esparcido en ella, sentí sus manso acariciarme, buscando mi calma pues la droga era tan potente que recorría aun todo mi ser haciéndome perder el juicio.
-Te quiero -musité lamiéndome los restos carmesí de mis labios.
Quería mas, era adictiva, era consciente de eso y ella por inexperiencia me había permitido beber en demasía.
Jadeé de nuevo preso de la excitación que mi mujer me provocaba, poco importaba si su tez estaba cálida o fría a fin de cuentas su cuerpo me calcinaba por dentro llevándome a un estado de frenesí que ni el beleño negro.
Estábamos hechos el uno para el otro, lo supe desde el día que en el agua encajaron nuestros cuerpos, nos encontramos como rocas y olas, desafiamos la tempestad de los elementos y bajo la estrella del cazador firmamos un pacto silencioso en el que nos unimos en sagrado matrimonio.
Terco, siempre seria terco, pues sin ella no era ya nada, la necesitaba mas que la vitae siendo vampiro o el aire siendo mortal, la necesitaba porque ella y solo ella daba sentido a mi vida.
Mi virilidad se hundió en su feminidad de forma salvaje, ruda, no había descanso para nosotros. Cada choque de nuestros cuerpos, yunque y martillo hacían que las chispas brotaran de cada golpe, de cada encuentro que se trasformo en fuego entre roncos gruñidos.
Su boca se paseo sedienta por mi mandíbula, ladeé la cabeza dándole acceso a mi cuello, sabia lo que quería, lo que necesitaba. Mi respiración entrecortada se convirtió en gruñido al sentir sus colmillos atravesar mi piel, punzada cargada de placer que casi me hizo correrme en su interior, mas que me obligo a bajar el ritmo ligeramente, pues de no hacerlo explotaría derramándome en su interior.
La sangre me abandonaba y mi excitación aumentaba presa del poderoso abrazo del vampiro.
-Voy a correrme -le aseguré antes de sentir como aflojaba su mordisco y reía contra mi piel lamiendo la herida después.
Su boca buscó la mía, sabor férreo que paladeamos mientra nuestras lenguas danzaban completamente perdidas en la boca del otro, reclamándose como únicas.
La empalé con fuerza gimiendo al sentir su palpitante sexo presionar mi hombría, estábamos los dos completamente perdidos en el cuerpo ajeno, nadie podría dudar nunca de hasta que punto nuestros cuerpos unidos se convertían en leyenda, en mito.
Me volteo haciendo gala de esa nueva fuerza adquirida, mis tempestades rugieron perdiéndose en sus pardos que ahora portaban ese excitante tono carmesí.
Nuestros dedos se entrelazaron mientras como la mejor de las amazonas me cabalgaba sin tregua, alzándose por completo para envolver de nuevo mi falo hundiéndolo en sus tinieblas.
Rugía de placer, esa mujer me llevaba al mismo Hell.
Con una mano rasgo sus pechos, la sangre caía roja por estos formando una cascada de la que bebí sediento, perdiéndome no solo en su sabor si no en su piel y sus pezones que lamí convirtiéndolos en mi droga mas potente.
Gruñí completamente perdido en su cuerpo, la droga me devoraba por dentro llevándome a un estado de éxtasis similar al del mismo limbo.
Era mas fuerte que cualquier opiaceo, estaba excitadisimo y su sangre corriendo por mis venas como un torrente me hacia rugir contra sus pechos mordiéndolos sin calma en un ritmo completamente frenético.
Me fui en su interior, llenándola de mi simiente, mi virilidad se sacudió con violencia, estaba tan sumamente excitado que jamas me corrí de esa manera.
Aun la forzaba a moverse sobre mi endurecido miembro, no tenia paz pese a que me había esparcido en ella, sentí sus manso acariciarme, buscando mi calma pues la droga era tan potente que recorría aun todo mi ser haciéndome perder el juicio.
-Te quiero -musité lamiéndome los restos carmesí de mis labios.
Quería mas, era adictiva, era consciente de eso y ella por inexperiencia me había permitido beber en demasía.
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Aún cabalgaba sobre mi vikingo, ráfagas intensas de placer y fuego me recorrían desde mi centro promovidas por la dureza de cada una de sus profundas penetraciones, mi mirada teñida por el deseo de un fuerte color rojizo permanecía anclada a sus tempestades. Habíamos hecho el amor muchas veces, sin embargo, en esta ocasión le sentía de una forma diferente, mis sentidos exacerbados por esa naturaleza desconocida me permitían apreciarle de una forma tan vívida. Me incliné sobre él, logrando que nuestros labios se encontraran con la intensidad del amor que le tenía, adentrándome en cada resquicio que me recibía de buen grado, que se acoplaba a mi como lo hacía todo su cuerpo convirtiéndose en el único dueño de todo mi ser y de mis más profundos deseos.
Su boca se alejó de la mía para adueñarse de mis pechos, oleadas de placer me recorrieron cuando los surcó con su ágil lengua probando de esa forma mi propia sangre, obsequio que le entregaba para llevarlo al mayor de los placeres, para que disfrutara tanto como yo lo hacía y que nunca olvidara que era mío, que me pertenecía. Ahora que recordaba lo que era sentirle, lo reclamaba otra vez para mí, él era mi hombre y mi todo y no deseaba otra cosa más que corroborarlo marcándole a cada segundo con mi cuerpo y con mi piel.
Eché mi cabeza hacia atrás, de mi boca brotaron suaves gemidos mientras mis dedos buscaban su nuca para mantenerlo sobre mis pechos, orillándolo a que probase todo lo que quisiera, a que me acompañase al infierno, adonde juntos nos quemábamos como nunca lo haríamos con nadie más porque estábamos hechos el uno para el otro, porque nos pertenecíamos y porque nuestro amor era tan fuerte que persistía a pesar de cualquier prueba que se presentara frente a nosotros intentando separarnos.
Apreté sus caderas con más fuerza, lo escuchaba gruñir, mis entrañas se tensaban y mi intimidad se contraía enloquecida en torno a su falo, mis caderas seguían ese ritmo violento que le azuzaba a la vez para que nunca se olvidase de como gozaba conmigo, para envolverlo en las mismas sensaciones que el huracán de su cuerpo lograba provocar en mí. Él era mi todo, mi principio y mi fin, lo había sido cada segundo desde que le conocí aquella noche en la playa bajo el influjo de las estrellas y lo sería siempre, aún después de esta vida.
Sonreí al verlo ascender en el éxtasis que le había otorgado mi líquido vital, estaba completamente ido, sus dientes mordían mis pechos de forma desaforada y la forma en que me atravesó con su última embestida me hizo creer que me partiría en dos. Jadeé acercando mi rostro al suyo para cubrirlo de apasionados besos. Mis labios cubrieron su rostro, su cuello, pasé mi lengua por esa arteria palpitante que no dejaba de excitarme, continuando el camino hacia su hombro, mordiendo su piel al alcanzar ese estallido rotundo antes de que se derramara en mi interior.
-Te quiero.- respondí, recuperando el aliento al mirarle, al escuchar esas dos palabras que brotaban de sus labios y que me hacían sentir plena como nada en la vida lograba hacerlo. Mis dedos acariciaron su rostro, trazando con lentitud sus mejillas, sus pómulos, cada rasgo suyo que había aprendido a amar.
Aún parecía desesperado, ansioso, su falo en mi interior me sorprendió al sentirle aún duro. Me moví despacio sobre este sintiendo la humedad que brotaba otra vez de mi interior deslizándose tibia y lentamente alrededor de su sexo, acerqué mi rostro al suyo y cubrí su rostro de cálidos besos. -Mi dios vikingo, te quiero.- Sonreí contra su boca, no sabía como era posible que a pesar de haber alcanzado un orgasmo hace apenas un momento aún le deseara con la misma intensidad.
-Está todo bien amor mio...- Procuré sosegarlo, buscando sus labios, rozándolos suavemente en un toque ligero, antes de buscar su lengua despacio, procurando cobijarlo, devolverle la paz que parecía haber perdido. Probablemente le había permitido tomar demasiada de mi sangre, no estaba segura.
Mis colmillos se deslizaron suavemente sobre la piel de su cuello, besé su piel y cerré los ojos al escuchar palpitar su corazón. -Probablemente deberíamos estar buscando la manera de salir de esta…- pensé en voz alta, finalmente comenzaba a percatarme de la situación en la que estábamos. Devolví mi mirada hacia él, mis ojos continuaban teñidos en un rojo profundo, su miembro en mi interior no hacía nada para sosegar mi deseo. -Aunque eso puede esperar…-
Volví a incorporarme, con mis piernas a un lado de sus caderas, moví las mías sobre su miembro perfecto, disfrutando de tenerlo aún adentro, sentía su virilidad pulsar desatando los latidos de mi intimidad. -Quiero otro asalto señor Cannif.- Sonreí sensualmente, poco me importaba que estuviéramos en una realidad alterna, que fuéramos náufragos a la deriva, antes de mirar a nuestro alrededor y levantarnos para comenzar a explorar y conseguir respuestas, le quería a él, a mi esposo, le deseaba como únicamente se puede desear al hombre al que amas, a quien es perfecto para ti.
Elevé mis caderas y me moví hacia adelante para apretar su miembro, metiéndolo con cierta violencia hasta lo más hondo, sintiéndole clavarse en mi mientras le escuchaba jadear. -Aún no estoy convencida de esas palabras tuyas. ¿No prometiste montarme hasta que me convencieras de que eres mi hombre?- Pasé un dedo por su pecho, rasguñándole con este, haciendo brotar otro hilillo de sangre antes de llevármelo a la boca para probar nuevamente su vitae. Todo él sabía tan bien, era tan exquisito, me obnubilaba la razón, me orillaba a querer demasiado de él, a nunca saciarme, a amarlo con locura a cada momento, tal y como lo hacía ahora. -Me has convencido… a medias…-
Su boca se alejó de la mía para adueñarse de mis pechos, oleadas de placer me recorrieron cuando los surcó con su ágil lengua probando de esa forma mi propia sangre, obsequio que le entregaba para llevarlo al mayor de los placeres, para que disfrutara tanto como yo lo hacía y que nunca olvidara que era mío, que me pertenecía. Ahora que recordaba lo que era sentirle, lo reclamaba otra vez para mí, él era mi hombre y mi todo y no deseaba otra cosa más que corroborarlo marcándole a cada segundo con mi cuerpo y con mi piel.
Eché mi cabeza hacia atrás, de mi boca brotaron suaves gemidos mientras mis dedos buscaban su nuca para mantenerlo sobre mis pechos, orillándolo a que probase todo lo que quisiera, a que me acompañase al infierno, adonde juntos nos quemábamos como nunca lo haríamos con nadie más porque estábamos hechos el uno para el otro, porque nos pertenecíamos y porque nuestro amor era tan fuerte que persistía a pesar de cualquier prueba que se presentara frente a nosotros intentando separarnos.
Apreté sus caderas con más fuerza, lo escuchaba gruñir, mis entrañas se tensaban y mi intimidad se contraía enloquecida en torno a su falo, mis caderas seguían ese ritmo violento que le azuzaba a la vez para que nunca se olvidase de como gozaba conmigo, para envolverlo en las mismas sensaciones que el huracán de su cuerpo lograba provocar en mí. Él era mi todo, mi principio y mi fin, lo había sido cada segundo desde que le conocí aquella noche en la playa bajo el influjo de las estrellas y lo sería siempre, aún después de esta vida.
Sonreí al verlo ascender en el éxtasis que le había otorgado mi líquido vital, estaba completamente ido, sus dientes mordían mis pechos de forma desaforada y la forma en que me atravesó con su última embestida me hizo creer que me partiría en dos. Jadeé acercando mi rostro al suyo para cubrirlo de apasionados besos. Mis labios cubrieron su rostro, su cuello, pasé mi lengua por esa arteria palpitante que no dejaba de excitarme, continuando el camino hacia su hombro, mordiendo su piel al alcanzar ese estallido rotundo antes de que se derramara en mi interior.
-Te quiero.- respondí, recuperando el aliento al mirarle, al escuchar esas dos palabras que brotaban de sus labios y que me hacían sentir plena como nada en la vida lograba hacerlo. Mis dedos acariciaron su rostro, trazando con lentitud sus mejillas, sus pómulos, cada rasgo suyo que había aprendido a amar.
Aún parecía desesperado, ansioso, su falo en mi interior me sorprendió al sentirle aún duro. Me moví despacio sobre este sintiendo la humedad que brotaba otra vez de mi interior deslizándose tibia y lentamente alrededor de su sexo, acerqué mi rostro al suyo y cubrí su rostro de cálidos besos. -Mi dios vikingo, te quiero.- Sonreí contra su boca, no sabía como era posible que a pesar de haber alcanzado un orgasmo hace apenas un momento aún le deseara con la misma intensidad.
-Está todo bien amor mio...- Procuré sosegarlo, buscando sus labios, rozándolos suavemente en un toque ligero, antes de buscar su lengua despacio, procurando cobijarlo, devolverle la paz que parecía haber perdido. Probablemente le había permitido tomar demasiada de mi sangre, no estaba segura.
Mis colmillos se deslizaron suavemente sobre la piel de su cuello, besé su piel y cerré los ojos al escuchar palpitar su corazón. -Probablemente deberíamos estar buscando la manera de salir de esta…- pensé en voz alta, finalmente comenzaba a percatarme de la situación en la que estábamos. Devolví mi mirada hacia él, mis ojos continuaban teñidos en un rojo profundo, su miembro en mi interior no hacía nada para sosegar mi deseo. -Aunque eso puede esperar…-
Volví a incorporarme, con mis piernas a un lado de sus caderas, moví las mías sobre su miembro perfecto, disfrutando de tenerlo aún adentro, sentía su virilidad pulsar desatando los latidos de mi intimidad. -Quiero otro asalto señor Cannif.- Sonreí sensualmente, poco me importaba que estuviéramos en una realidad alterna, que fuéramos náufragos a la deriva, antes de mirar a nuestro alrededor y levantarnos para comenzar a explorar y conseguir respuestas, le quería a él, a mi esposo, le deseaba como únicamente se puede desear al hombre al que amas, a quien es perfecto para ti.
Elevé mis caderas y me moví hacia adelante para apretar su miembro, metiéndolo con cierta violencia hasta lo más hondo, sintiéndole clavarse en mi mientras le escuchaba jadear. -Aún no estoy convencida de esas palabras tuyas. ¿No prometiste montarme hasta que me convencieras de que eres mi hombre?- Pasé un dedo por su pecho, rasguñándole con este, haciendo brotar otro hilillo de sangre antes de llevármelo a la boca para probar nuevamente su vitae. Todo él sabía tan bien, era tan exquisito, me obnubilaba la razón, me orillaba a querer demasiado de él, a nunca saciarme, a amarlo con locura a cada momento, tal y como lo hacía ahora. -Me has convencido… a medias…-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Mi esposa buscaba calmarme, mas yo estaba ajeno a la realidad, empujaba todavía con mi miembro duro en su interior, jadeé de nuevo con mi frente en la suya, perdido en el sabor de sus carnosos labios, ella era mi perdición, mi esposa y no había nada que pudiera separar lo que el destino, las estrellas y los dioses habían unido una noche en la playa donde nuestros cuerpos quedaron mojados por las gélidas aguas del mar y calentados por la fricción de estos al hacer el amor frente al calcinante fuego de una hoguera.
Ella era tan mía, como yo suyo y eso es lo que trataba de decirle perdiéndome de nuevo en sus labios con rudeza, con desesperación. Ella sosegó el beso haciéndome entrar poco a poco en razón.
Lentas caricias y sus palabras dulces contra mi boca ebria de ella.
Ladeé la sonrisa al ver sus intensos ojos color rubí, me relamí rozando esa boca que sabia a mar, a fuego a ella.
-¿No ha quedado saciada mi mujer? -pregunté enarcando una ceja con cierta diversión -a eso he de poner remedio ¿no crees?
Sabia que teníamos que buscar el modo de volver a casa, de cambiar nuestras razas, pues no le deseaba una no vida, sabia lo que eso implicaría cara a su familia, su hermano era cazador y convertirla en vampiro para él seria como una aberración.
No diré que no me lo había planteado en alguna ocasión, admito que era tentador tenerla como compañera eterna, la amaba y la idea de lo efímero que era su cuerpo me torturaba, mas luego trataba de apartar esa idea de mi mente, pensar en ella y su vida plena, y en esa vida tenia claro que envejecería y algún día la perdería, algo que me ahogaba pues no imaginaba mi vida sin esos pardos donde perderme noche y día.
Deslicé mi boca por su mandíbula, su cuello, me perdí de nuevo en le sabor de la sangre en sus pechos, lamí sus pezones duros haciéndola jadear, gruñir arqueando su cintura.
Creo que había percibido parte de mis pensamientos, pues sus ojos fijos en los míos acariciaban mi pelo como si ahora comprendiera mejor parte de mi sufrimiento.
Yo vivía hasta que la conocí sumergido en una oscuridad absoluta, en el abismo mas profundo y ella se había convertido en mi luz, mi único motivo para seguir con esta no vida que se me hacia pesada hasta que sus labios la aligeraron.
Ella había renunciado a todo por mi, su familia, tener en el futuro hijos... Un gato eso era todo cuanto podía regalarle y en parte eso me quebraba lo suficiente como para pensar que no la merecía, que podía tener un hombre con el que vivir en plenitud, orillada a su familia, sin mayores problemas que que vestido elegir hoy para ir a misa.
Luego estaba ese sentimiento contradictorio que me decía que sin ella no podía continuar con mi no vida y egoistamente la aferraba de nuevo a mi esperando que nunca despertara del influjo que yo producía sobre ella.
La amaba, eso era tan cierto como que ahora mi boca se hundía en su sexo.
Relamí cada resquicio de su esencia, mi lengua se paseo por la trinchera que conformaban sus labios, como martillo contra yunque golpeé su botón, succionandolo, lamiendolo, trazando círculos mientras la sentía completamente excitada.
Mis dedos invadieron su cavidad, templados contrastaron con su frio cuerpo, los sacudí con violencia haciéndola sentir aquellas ráfagas de placer que la hacían quebrarse, arrastrar mi pelo para que me hundiera mas en ella mientras mi nombre escapaba de sus labios tantas veces que me sentí enloquecer completamente complacido por mi mujer.
-Te quiero sentencié con mi aliento contra su sexo -te necesito -confesé con miedo.
Había estado a punto de perderla y la idea de que eso sucediera me carcomía por dentro, no podía, no quería una no vida sin ella.
Ella era tan mía, como yo suyo y eso es lo que trataba de decirle perdiéndome de nuevo en sus labios con rudeza, con desesperación. Ella sosegó el beso haciéndome entrar poco a poco en razón.
Lentas caricias y sus palabras dulces contra mi boca ebria de ella.
Ladeé la sonrisa al ver sus intensos ojos color rubí, me relamí rozando esa boca que sabia a mar, a fuego a ella.
-¿No ha quedado saciada mi mujer? -pregunté enarcando una ceja con cierta diversión -a eso he de poner remedio ¿no crees?
Sabia que teníamos que buscar el modo de volver a casa, de cambiar nuestras razas, pues no le deseaba una no vida, sabia lo que eso implicaría cara a su familia, su hermano era cazador y convertirla en vampiro para él seria como una aberración.
No diré que no me lo había planteado en alguna ocasión, admito que era tentador tenerla como compañera eterna, la amaba y la idea de lo efímero que era su cuerpo me torturaba, mas luego trataba de apartar esa idea de mi mente, pensar en ella y su vida plena, y en esa vida tenia claro que envejecería y algún día la perdería, algo que me ahogaba pues no imaginaba mi vida sin esos pardos donde perderme noche y día.
Deslicé mi boca por su mandíbula, su cuello, me perdí de nuevo en le sabor de la sangre en sus pechos, lamí sus pezones duros haciéndola jadear, gruñir arqueando su cintura.
Creo que había percibido parte de mis pensamientos, pues sus ojos fijos en los míos acariciaban mi pelo como si ahora comprendiera mejor parte de mi sufrimiento.
Yo vivía hasta que la conocí sumergido en una oscuridad absoluta, en el abismo mas profundo y ella se había convertido en mi luz, mi único motivo para seguir con esta no vida que se me hacia pesada hasta que sus labios la aligeraron.
Ella había renunciado a todo por mi, su familia, tener en el futuro hijos... Un gato eso era todo cuanto podía regalarle y en parte eso me quebraba lo suficiente como para pensar que no la merecía, que podía tener un hombre con el que vivir en plenitud, orillada a su familia, sin mayores problemas que que vestido elegir hoy para ir a misa.
Luego estaba ese sentimiento contradictorio que me decía que sin ella no podía continuar con mi no vida y egoistamente la aferraba de nuevo a mi esperando que nunca despertara del influjo que yo producía sobre ella.
La amaba, eso era tan cierto como que ahora mi boca se hundía en su sexo.
Relamí cada resquicio de su esencia, mi lengua se paseo por la trinchera que conformaban sus labios, como martillo contra yunque golpeé su botón, succionandolo, lamiendolo, trazando círculos mientras la sentía completamente excitada.
Mis dedos invadieron su cavidad, templados contrastaron con su frio cuerpo, los sacudí con violencia haciéndola sentir aquellas ráfagas de placer que la hacían quebrarse, arrastrar mi pelo para que me hundiera mas en ella mientras mi nombre escapaba de sus labios tantas veces que me sentí enloquecer completamente complacido por mi mujer.
-Te quiero sentencié con mi aliento contra su sexo -te necesito -confesé con miedo.
Había estado a punto de perderla y la idea de que eso sucediera me carcomía por dentro, no podía, no quería una no vida sin ella.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Negué con la cabeza cuando me preguntó si no había quedado saciada. Imposible quedar saciada de mi esposo, cuando aún me sentía arder con las llamas del placer que me había entregado. Su falo aún adentro de mi intimidad agitaba mi respiración provocando que mis pechos se movieran sutilmente al compás de la suya. Estábamos tan acoplados el uno al otro, nos fundíamos en el otro de forma tan perfecta que por momentos no comprendía como tan solo unos minutos atrás estuve a punto de cometer el peor error de mi vida al pretender alejarme de él.
Mi mirada escarlata le recorría despacio, disfrutaba de su boca sobre mi mandíbula, sobre mi cuello, sintiendo como degustaba mi piel ahora fría logrando devolverle con sus labios abrasadores la temperatura que no debería de haber perdido, como brasas sus labios encendían cada retazo mío logrando que me perdiera en la sensación de estos succionando mi piel, provocando que mi respiración se agitara más, perdida completamente en él. Mis pezones se erguían irremediablemente al sentir su aliento aproximándose a ellos, mis labios se entreabrían expectantes, entregándole mis jadeos al sentir su lengua sobre ellos una vez más.
-Te quiero Erlend Cannif.- Mi mirada se centró en sus pardos, tempestades intensas que bajo las estrellas me ofrecían esa penetrante mirada que me estremecía el alma, que me hacía sentir hermosa, como una diosa hecha para él. Nadie me había mirado nunca así, nadie me trasmitía tanto aún en silencio o me hizo sentir nunca amada. Aunque ahora sus tempestades me parecían tristes, como si algo le resquebrajara logrando desgarrar el interior de mi ser. Lo rodeé con mis brazos y cubrí su rostro de besos, me percataba ahora de algunas cosas que antes no quise permitirme pensar.
En nuestra realidad él era inmortal y yo humana, él viviría para siempre y yo estaría a su lado por años que a su lado parecerían una eternidad y al mismo tiempo un parpadeo. La idea de que inevitablemente mi vida se agotaría y tendría que dejarle me resquebrajaba. Él se había convertido en mi todo y yo deseaba estar con él no solo ahora, ni mañana, ni cincuenta años más, quería una eternidad a su lado. Vivir juntos en un para siempre que compartiésemos los dos y compensar con mi amor la imposibilidad que tenía de darle un hijo, la familia que sentía que ambos merecíamos.
Nada me hubiera hecho más feliz que poder dar a luz un hijo suyo, uno que aprendiera de él a ser un guerrero fuerte e imbatible como su padre, que heredara las mismas tempestades que inevitablemente estremecerían el alma de la mujer que llegase a elegir, que heredara esa misma sonrisa que podía decir tanto de cien maneras distintas. Y sin embargo, sabía que eso nunca podría ser. Entonces por qué no tener una eternidad con él amándonos intensamente, una en la que pudiésemos perdernos en el cuerpo del otro incansablemente, besarnos eternamente hasta que nos faltara el aire, demostrarnos una y otra vez como perdíamos la cabeza por el otro, vivir un para siempre juntos en ese universo que construíamos los dos al amarnos locamente.
Mi vikingo maniobró nuestros cuerpos con maestría dejando mi intimidad expuesta frente a él. Jadeé al notar adonde dirigía su rostro, convirtiendo mi vientre en un tembloroso nudo mientras abría mis piernas para él y sentía como su aliento cubría el interior de mi cavidad logrando que esta se hinchara de deseo y se humedeciera ansiosa de recibirle. Su intrépida lengua se hundió en mis labios arrancándome gemidos acompasados a sus movimientos circulares que marcaban mi intimidad para él, reclamándola como su posesión, como algo que siempre sería suyo, suyo y de nadie más. Sus succiones sobre mi botón se volvían delirantes, sus labios le atrapaban, tiraban de el con ganas llevándome al borde del abismo del placer. -Erlend…- Sus dedos me invadieron, enloqueciéndome, una de mis manos se hundió en su pelo para mantenerle allí, la otra tomo la suya y la guié hacia mi botón, mientras sus dedos se sacudían en mi interior con violencia, logrando que me retorciera entre espasmos que me incineraban a más no poder.
Giré entonces para cambiar de posición, acomodándome sobre él, aún con su boca entre mis piernas busqué su miembro para entregarle el mismo placer que me obsequiaba y que me hacía arder en llamas. -Te quiero.- respondí al haber escuchado como esas dos palabras brotaban de sus labios descargando su aliento en mi sexo. Acaricié su falo, notando que aún estaba muy duro, excitada ante la visión mi intimidad se humedeció más. Comencé a obsequiarle caricias con mi lengua, besando su glande suave y palpitante, repasando el rastro de humedad que sentía en él, sintiendo como esas palpitaciones se aceleraban bajo mi boca, mientras yo gemía presa de la necesidad de engullirle, torturando su frenillo mientras él continuaba torturando mi clítoris, logrando que mi humedad se deslizara como un manantial sobre su boca. Metí su miembro en la mía, succionándolo y escuchando sus jadeos, la rapidez de su respiración.
Nunca me sentí tan desesperada de complacerle, de sentirle mío, de volverle loco, de hacerle comprender que mi vida no era nada sin él, que lo necesitaba conmigo, aquí, adonde fuera, que comprendiera que lo amaba con locura y convencerme de que siempre sería mío, de que nunca nos perderíamos el uno al otro, porque nuestro camino era uno solo y el mismo. Lo había sido desde el momento en que nos conocimos en la playa bajo la influencia de la constelación del cazador, lo habíamos jurado en aquel claro en el que unimos nuestras vidas y nuestros destinos y por ello y por todo lo que él significaba para mi no pensaba renunciar a él. Ni ahora, ni en lo que me restara de vida, nunca lo haría.
Mi mirada escarlata le recorría despacio, disfrutaba de su boca sobre mi mandíbula, sobre mi cuello, sintiendo como degustaba mi piel ahora fría logrando devolverle con sus labios abrasadores la temperatura que no debería de haber perdido, como brasas sus labios encendían cada retazo mío logrando que me perdiera en la sensación de estos succionando mi piel, provocando que mi respiración se agitara más, perdida completamente en él. Mis pezones se erguían irremediablemente al sentir su aliento aproximándose a ellos, mis labios se entreabrían expectantes, entregándole mis jadeos al sentir su lengua sobre ellos una vez más.
-Te quiero Erlend Cannif.- Mi mirada se centró en sus pardos, tempestades intensas que bajo las estrellas me ofrecían esa penetrante mirada que me estremecía el alma, que me hacía sentir hermosa, como una diosa hecha para él. Nadie me había mirado nunca así, nadie me trasmitía tanto aún en silencio o me hizo sentir nunca amada. Aunque ahora sus tempestades me parecían tristes, como si algo le resquebrajara logrando desgarrar el interior de mi ser. Lo rodeé con mis brazos y cubrí su rostro de besos, me percataba ahora de algunas cosas que antes no quise permitirme pensar.
En nuestra realidad él era inmortal y yo humana, él viviría para siempre y yo estaría a su lado por años que a su lado parecerían una eternidad y al mismo tiempo un parpadeo. La idea de que inevitablemente mi vida se agotaría y tendría que dejarle me resquebrajaba. Él se había convertido en mi todo y yo deseaba estar con él no solo ahora, ni mañana, ni cincuenta años más, quería una eternidad a su lado. Vivir juntos en un para siempre que compartiésemos los dos y compensar con mi amor la imposibilidad que tenía de darle un hijo, la familia que sentía que ambos merecíamos.
Nada me hubiera hecho más feliz que poder dar a luz un hijo suyo, uno que aprendiera de él a ser un guerrero fuerte e imbatible como su padre, que heredara las mismas tempestades que inevitablemente estremecerían el alma de la mujer que llegase a elegir, que heredara esa misma sonrisa que podía decir tanto de cien maneras distintas. Y sin embargo, sabía que eso nunca podría ser. Entonces por qué no tener una eternidad con él amándonos intensamente, una en la que pudiésemos perdernos en el cuerpo del otro incansablemente, besarnos eternamente hasta que nos faltara el aire, demostrarnos una y otra vez como perdíamos la cabeza por el otro, vivir un para siempre juntos en ese universo que construíamos los dos al amarnos locamente.
Mi vikingo maniobró nuestros cuerpos con maestría dejando mi intimidad expuesta frente a él. Jadeé al notar adonde dirigía su rostro, convirtiendo mi vientre en un tembloroso nudo mientras abría mis piernas para él y sentía como su aliento cubría el interior de mi cavidad logrando que esta se hinchara de deseo y se humedeciera ansiosa de recibirle. Su intrépida lengua se hundió en mis labios arrancándome gemidos acompasados a sus movimientos circulares que marcaban mi intimidad para él, reclamándola como su posesión, como algo que siempre sería suyo, suyo y de nadie más. Sus succiones sobre mi botón se volvían delirantes, sus labios le atrapaban, tiraban de el con ganas llevándome al borde del abismo del placer. -Erlend…- Sus dedos me invadieron, enloqueciéndome, una de mis manos se hundió en su pelo para mantenerle allí, la otra tomo la suya y la guié hacia mi botón, mientras sus dedos se sacudían en mi interior con violencia, logrando que me retorciera entre espasmos que me incineraban a más no poder.
Giré entonces para cambiar de posición, acomodándome sobre él, aún con su boca entre mis piernas busqué su miembro para entregarle el mismo placer que me obsequiaba y que me hacía arder en llamas. -Te quiero.- respondí al haber escuchado como esas dos palabras brotaban de sus labios descargando su aliento en mi sexo. Acaricié su falo, notando que aún estaba muy duro, excitada ante la visión mi intimidad se humedeció más. Comencé a obsequiarle caricias con mi lengua, besando su glande suave y palpitante, repasando el rastro de humedad que sentía en él, sintiendo como esas palpitaciones se aceleraban bajo mi boca, mientras yo gemía presa de la necesidad de engullirle, torturando su frenillo mientras él continuaba torturando mi clítoris, logrando que mi humedad se deslizara como un manantial sobre su boca. Metí su miembro en la mía, succionándolo y escuchando sus jadeos, la rapidez de su respiración.
Nunca me sentí tan desesperada de complacerle, de sentirle mío, de volverle loco, de hacerle comprender que mi vida no era nada sin él, que lo necesitaba conmigo, aquí, adonde fuera, que comprendiera que lo amaba con locura y convencerme de que siempre sería mío, de que nunca nos perderíamos el uno al otro, porque nuestro camino era uno solo y el mismo. Lo había sido desde el momento en que nos conocimos en la playa bajo la influencia de la constelación del cazador, lo habíamos jurado en aquel claro en el que unimos nuestras vidas y nuestros destinos y por ello y por todo lo que él significaba para mi no pensaba renunciar a él. Ni ahora, ni en lo que me restara de vida, nunca lo haría.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Mi mujer presa de aquel torrente de sensaciones que nos devastaban por dentro se volteó dejándome total acceso a su húmeda feminidad que seguí succionando, devorándola sediento, lamiendo la trinchera que se abría entre sus labios deliciosos.
Jadeé cuando sentí su boca calcinar en llamas mi endurecido miembro, los dos presos de aquella pasión lasciva que nos caracterizaba fuimos directos al infierno empujándonos a bailar contra las llamas.
“ Te quiero” susurró contra mi glande dedicándole pequeñas lamidas, besos, caricias, pronto sus labios envolvieron el tronco con fuerza desmedida, incrementando el abrasador ritmo.
Estaba excitadisimo, era obvio cuando sus caderas buscaban incendiadas que siguiera follándomela con la boca y mi miembro embestía la ajena dispuesto a darle de beber sin tregua.
La amaba hasta un punto que creo que ella era incapaz de llegar a entender aunque se lo propusiera.
Siendo vampiro todo se intensificaba, estaba seguro que en este momento era capaz de sentir un ápice de eso que yo albergaba en mi corazón por ella.
Jamas sentí nada como esto, desde el día que la estrella del cazador guio mis pasos hasta ella, el agua bañó nuestros cuerpos y la luna sentencio nuestro destino frente a las llamas de una hoguera, supe que seria mía, por y para siempre, no logre poner distancia nunca mas de su cuerpo pues nuestras almas habían quedado sentenciadas a una vida eterna junto al otro.
Ella me había sacado con su luz de ese abismo en el que estaba sumergido, ella era mi única esperanza de vida y ahora sabia que sin ella la mía carecería de sentido.
Cuando el ultimo aliento de esa mujer se apagara entre mis brazos, ese día, vería mi primer amanecer desde que me trasformé en vástago hacia un milenio.
No quería una vida en la que su mirada no me encontrara cada noche, en el que su cuerpo no estuviera pegado al mio cada día. No podía vivir sin sus besos, no quería vivir sin su risa eterna.
Gruñí preso del desenfreno de nuestros cuerpos, ambos estábamos devorándonos sin tregua en una gesta tan salvaje que pronto obtuvo su recompensa, sentí mi virilidad palpitar en su interior, mi simiente se esparció en ella entre sacudidas.
Gruñí sintiendo su mismo orgasmo en mi boca, preso de su sabor, jadeo que inundaron su sexo, respiración pesada que calcino sus cimientos hasta que me dejé caer preso del agotamiento, solo era un humano y mis fuerzas flaqueaban por mucho que me esforzara por disimularlo.
Me buscó, sus dedos en mi pelo, me acarició con tibieza, hundí mi cabeza en su cuello, olía tan bien. Su tez era fría pero la sentía arder.
-No puedo vivir sin ti, no vuelvas a insinuar por un momento que me no quieres seguir conmigo, no puedo... ¿entiendes?
Sus labios me callaron, sabia que en ese momento no era ella si no todo lo que te cambia cuando te conviertes en el monstruo que se alimenta de vitae.
Yo había tardado bastante mas tiempo en acostumbrarme a esos nuevos poderes, pero ella era tan perfecta que hasta cuando la oscuridad la alcanzaba era capaz de poner luz a esta.
-Te quiero -susurré atrayendola de su nuca para volver a apoderarme de esos labios que eran solo míos.
Le di un azote poco después sonriendo contra ellos.
-En marcha pequeña, hay que ver como salimos de esta realidad y vuelves a ser humana y yo vampiro.
Jadeé cuando sentí su boca calcinar en llamas mi endurecido miembro, los dos presos de aquella pasión lasciva que nos caracterizaba fuimos directos al infierno empujándonos a bailar contra las llamas.
“ Te quiero” susurró contra mi glande dedicándole pequeñas lamidas, besos, caricias, pronto sus labios envolvieron el tronco con fuerza desmedida, incrementando el abrasador ritmo.
Estaba excitadisimo, era obvio cuando sus caderas buscaban incendiadas que siguiera follándomela con la boca y mi miembro embestía la ajena dispuesto a darle de beber sin tregua.
La amaba hasta un punto que creo que ella era incapaz de llegar a entender aunque se lo propusiera.
Siendo vampiro todo se intensificaba, estaba seguro que en este momento era capaz de sentir un ápice de eso que yo albergaba en mi corazón por ella.
Jamas sentí nada como esto, desde el día que la estrella del cazador guio mis pasos hasta ella, el agua bañó nuestros cuerpos y la luna sentencio nuestro destino frente a las llamas de una hoguera, supe que seria mía, por y para siempre, no logre poner distancia nunca mas de su cuerpo pues nuestras almas habían quedado sentenciadas a una vida eterna junto al otro.
Ella me había sacado con su luz de ese abismo en el que estaba sumergido, ella era mi única esperanza de vida y ahora sabia que sin ella la mía carecería de sentido.
Cuando el ultimo aliento de esa mujer se apagara entre mis brazos, ese día, vería mi primer amanecer desde que me trasformé en vástago hacia un milenio.
No quería una vida en la que su mirada no me encontrara cada noche, en el que su cuerpo no estuviera pegado al mio cada día. No podía vivir sin sus besos, no quería vivir sin su risa eterna.
Gruñí preso del desenfreno de nuestros cuerpos, ambos estábamos devorándonos sin tregua en una gesta tan salvaje que pronto obtuvo su recompensa, sentí mi virilidad palpitar en su interior, mi simiente se esparció en ella entre sacudidas.
Gruñí sintiendo su mismo orgasmo en mi boca, preso de su sabor, jadeo que inundaron su sexo, respiración pesada que calcino sus cimientos hasta que me dejé caer preso del agotamiento, solo era un humano y mis fuerzas flaqueaban por mucho que me esforzara por disimularlo.
Me buscó, sus dedos en mi pelo, me acarició con tibieza, hundí mi cabeza en su cuello, olía tan bien. Su tez era fría pero la sentía arder.
-No puedo vivir sin ti, no vuelvas a insinuar por un momento que me no quieres seguir conmigo, no puedo... ¿entiendes?
Sus labios me callaron, sabia que en ese momento no era ella si no todo lo que te cambia cuando te conviertes en el monstruo que se alimenta de vitae.
Yo había tardado bastante mas tiempo en acostumbrarme a esos nuevos poderes, pero ella era tan perfecta que hasta cuando la oscuridad la alcanzaba era capaz de poner luz a esta.
-Te quiero -susurré atrayendola de su nuca para volver a apoderarme de esos labios que eran solo míos.
Le di un azote poco después sonriendo contra ellos.
-En marcha pequeña, hay que ver como salimos de esta realidad y vuelves a ser humana y yo vampiro.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Cuando se trataba de amor y lujuria ningún ser que habitase la tierra tenía comparación alguna con el amor de mi vida. No importaba de que manera nos fundiéramos con el otro, lo nuestro iba más allá de una simple unión física, traspasaba el límite de nuestros cuerpos y lograba que nuestras almas se tocasen una y otra vez. Creo que por eso Erlend había sido capaz de llegar hasta mi a pesar de mi naturaleza de vampiro, de ese inesperado intercambio y del hecho de que no bromeaba cuando el neófito en mi pensó en arrebatarle el corazón. De haberlo hecho me habría arrancado el mío propio y sabía muy dentro de mi ser que únicamente él era capaz de tocarme a pesar de la oscuridad, cuando estábamos juntos había mayor luz en él de la que él mismo veía y ahora lo demostraba al haberme traído de nuevo junto a él.
Ahora la manera en que nos devorábamos avivaba el fuego que nunca dejaba de crepitar entre ambos, dejando que fueran nuestros labios, nuestros dientes y nuestras lenguas las que nos envolvieran al acoplarnos y entregarnos mutuos gemidos, gruñidos y jadeos. Mi boca se ocupaba de llevarlo al éxtasis, empeñada en hacerle subir cada vez más alto, y él no se quedaba atrás, gemidos escapaban de mi boca ante la contundencia de sus movimientos y cuando finalmente nos corrimos recibí con bastante satisfacción su simiente antes de tragarla y dejarme caer a su lado sobre la hierba. Aún me relamía sintiendo entre mis labios el sabor de su sexo cuando me acerqué a él y acaricié su oscuro pelo. Ser una vampiresa lograba que percibiera como nunca su aroma masculino, todo en él me parecía fascinante, maravilloso, increíblemente sensual.
Luego llegaron esas palabras que me lanzó en las que me confesaba que no podía vivir sin mi. Mi mirada se detuvo en sus tempestades, cubrí con mis labios los suyos, volcando en ellos un beso profundo e intenso que nos estremeció mientras entraba otra vez en ese espacio mio. -Te quiero, no pienso dejarte. No lo hagas tú tampoco aún en mis peores momentos de locura, como este que acabamos de pasar porque no se vivir sin ti Erlend.-
Un azote suyo me libero de mis preocupaciones y me hizo reír. Lo volteé sobre el pasto y mordí jugando sus labios, trepada en él. -Dejemos los azotes para cuando estemos en un lugar más apropiado. Y no me refiero a ese tipo de azotes, si no a otros más intensos.- Lo miré traviesa y provocativa antes de ponerme de pie con agilidad y tirar de su mano. -Bésame.- le pedí con seriedad antes movernos de lugar, aprovechando unos minutos más en los que me rendí a sus labios y le entregué en un nuevo beso la fuerza de mi amor.
Juntos empezamos a caminar y observé con atención el lugar en que nos encontrábamos, una vasta extensión de terreno y a algunos metros de distancia la proximidad de la playa. -¿Cómo regresar?- le pregunté mirándolo de soslayo. -Si avistamos alguna embarcación cerca podríamos robarla y regresar a las mismas coordenadas adonde se hundió la nuestra.- No era del todo descabellado pensar que podríamos dar con alguna y con mis nuevas habilidades podríamos saltarnos algunos obstáculos si estos se presentaban, aunque… no me sentía particularmente feliz al pensar en volver a ser engullida por las profundidades oceánicas en un abismo del cual no sabíamos nada y que podía resultar no solo peligroso si no errático.
-Sabes, no tenía idea de que ser vampiro era así…- Me mordí el labio, encontrarme repentinamente en un cuerpo inmortal hacía aflorar antiguos deseos y le daba un vuelco a mis expectativas, pero abordar el tema con él y expresarle lo que nunca le había dicho no era asunto fácil. Como empezar a decirle que deseaba una vida a su lado como su compañera eterna...
Mis pensamientos fueron interrumpidos por una saeta que pasó rozándome y rasgó mi hombro superficialmente. A esa le siguió otra que detuve con un movimiento raudo de mi mano, y para el momento en que llegaban hasta nosotros otro par más mi esposo y yo ya nos habíamos ocultado tras unas rocas. Lo tomé del brazo mientras otra flecha sobrevolaba por arriba de nuestras cabezas. -Genial. Naufragio, dimensión alterna, cambio de naturalezas. ¡Luna de miel truncada!- rugí al pensar que deberíamos haber estado en un hotel sin más preocupaciones que tomar champagne y amarnos en la bañera. -¿Y ahora qué?-
Ahora la manera en que nos devorábamos avivaba el fuego que nunca dejaba de crepitar entre ambos, dejando que fueran nuestros labios, nuestros dientes y nuestras lenguas las que nos envolvieran al acoplarnos y entregarnos mutuos gemidos, gruñidos y jadeos. Mi boca se ocupaba de llevarlo al éxtasis, empeñada en hacerle subir cada vez más alto, y él no se quedaba atrás, gemidos escapaban de mi boca ante la contundencia de sus movimientos y cuando finalmente nos corrimos recibí con bastante satisfacción su simiente antes de tragarla y dejarme caer a su lado sobre la hierba. Aún me relamía sintiendo entre mis labios el sabor de su sexo cuando me acerqué a él y acaricié su oscuro pelo. Ser una vampiresa lograba que percibiera como nunca su aroma masculino, todo en él me parecía fascinante, maravilloso, increíblemente sensual.
Luego llegaron esas palabras que me lanzó en las que me confesaba que no podía vivir sin mi. Mi mirada se detuvo en sus tempestades, cubrí con mis labios los suyos, volcando en ellos un beso profundo e intenso que nos estremeció mientras entraba otra vez en ese espacio mio. -Te quiero, no pienso dejarte. No lo hagas tú tampoco aún en mis peores momentos de locura, como este que acabamos de pasar porque no se vivir sin ti Erlend.-
Un azote suyo me libero de mis preocupaciones y me hizo reír. Lo volteé sobre el pasto y mordí jugando sus labios, trepada en él. -Dejemos los azotes para cuando estemos en un lugar más apropiado. Y no me refiero a ese tipo de azotes, si no a otros más intensos.- Lo miré traviesa y provocativa antes de ponerme de pie con agilidad y tirar de su mano. -Bésame.- le pedí con seriedad antes movernos de lugar, aprovechando unos minutos más en los que me rendí a sus labios y le entregué en un nuevo beso la fuerza de mi amor.
Juntos empezamos a caminar y observé con atención el lugar en que nos encontrábamos, una vasta extensión de terreno y a algunos metros de distancia la proximidad de la playa. -¿Cómo regresar?- le pregunté mirándolo de soslayo. -Si avistamos alguna embarcación cerca podríamos robarla y regresar a las mismas coordenadas adonde se hundió la nuestra.- No era del todo descabellado pensar que podríamos dar con alguna y con mis nuevas habilidades podríamos saltarnos algunos obstáculos si estos se presentaban, aunque… no me sentía particularmente feliz al pensar en volver a ser engullida por las profundidades oceánicas en un abismo del cual no sabíamos nada y que podía resultar no solo peligroso si no errático.
-Sabes, no tenía idea de que ser vampiro era así…- Me mordí el labio, encontrarme repentinamente en un cuerpo inmortal hacía aflorar antiguos deseos y le daba un vuelco a mis expectativas, pero abordar el tema con él y expresarle lo que nunca le había dicho no era asunto fácil. Como empezar a decirle que deseaba una vida a su lado como su compañera eterna...
Mis pensamientos fueron interrumpidos por una saeta que pasó rozándome y rasgó mi hombro superficialmente. A esa le siguió otra que detuve con un movimiento raudo de mi mano, y para el momento en que llegaban hasta nosotros otro par más mi esposo y yo ya nos habíamos ocultado tras unas rocas. Lo tomé del brazo mientras otra flecha sobrevolaba por arriba de nuestras cabezas. -Genial. Naufragio, dimensión alterna, cambio de naturalezas. ¡Luna de miel truncada!- rugí al pensar que deberíamos haber estado en un hotel sin más preocupaciones que tomar champagne y amarnos en la bañera. -¿Y ahora qué?-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Ambos nos echamos a reír, me giro para quedar sobre mi, bajo mi espalda la mullida hierba fresca.
Puede que esto no fuera exactamente la luna de miel que esperábamos, pero en parte nos había ayudado a conocernos mas, y ahora mis tempestades se hundían en sus pozos consciente de pasara lo que pasara, fuéramos lo que fuéramos, lo que sentíamos por el otro era fuerte, inquebrantable y quizás la idea de convertirla en mi compañera eterna no fuera tan descabellada.
Su nariz rozaba la mía, de nuevo nos fundíamos en besos apasionados. Se puso en pie con agilidad, recordándome que esto solo era le principio de nuestra luna de miel y que cuando saliéramos de aquí, esos azotes se iban a repetir.
Ladeé la sonrisa chocando con su picara mirada y de nuevo mis labios la poseyeron como si nada mas en este mundo existiera.
Húmedo, sentido, prolongado en el tiempo, nuestras bocas peleaban por sentenciar la del otro mientras mis manso se deslizaban por sus caderas incapaces de permanecer quietas.
Juntos empezamos a caminar, sin duda teníamos que pensar como salir de allí, estábamos en un mundo que no conocíamos y eso solo podía implicar una cosa, problemas.
La playa quedaba al fondo de una amplia extensión de terreno, enarqué una ceja ante lo que decía mi esposa, tenia sentido, quizás si volvíamos al mismo punto donde habíamos sido engullidos, esa corriente, o portal o lo que quiera que fuera, nos enviaría directos a nuestra realidad.
-Nada perdemos por probar -susurré mordiendo su cuello con suavidad -aun sin ser vampiro me resulta muy excitante -bromeé guiñándole el ojo para de nuevo fundirnos en un beso plagado de sonrisas.
Adaline empezó a hablar, no era vampiro, pero algo me decía que de serlo ahora escucharía desbocado su corazón por esa conversación que iniciaba.
Admito que era un tema que llevaba tiempo esperando que sacara, si yo me lo había planteado alguna vez y siempre había desistido de la idea por lo que eso implicaría a nivel familiar para ella ¿como no iba ella a hacerse las mismas preguntas?
Iba a responder cuando unas saetas en nuestra dirección nos hicieron centrar en otra cosa la atención, mi mujer parecía exasperada, no la culpaba, ademas era una neófito y en ese estado era demasiado fácil perder el control.
No ocultamos tras unas rocas, ella rugía, estaba cabreada por como estaban resultando los acontecimientos y sabia que tenia que calmarla como tantas veces ella había hecho con mi monstruo interior.
-Míralo desde otro punto de vista, una isla para nosotros, hemos echo el amor sobre un prado, estamos juntos y ahora vamos a luchar un rato es mas.. ¿no querías un barco? -ladeé la sonrisa con cierta picardia dibujada en mis labios -ahí tienes uno -¿lo cogemos?
Parecía un barco pirata, al menos esos que disparaban tenían pinta de mercenarios, piratas, no se bien, era nuestra oportunidad para salir de ese lugar y no pensaba dejarla pasar.
Desenvainé la espada, mis pardos se hundieron en sus llamas.
-Antes de que llegué el alba estaremos en el hotel brindando con champan y tomando fruta de los labios del otro -susurré contra su boca -por cierto, tengo un regalo para ti..no aquí -reí mordiendo su labio inferior -cuando lleguemos a casa te lo enseñaré.
Puede que esto no fuera exactamente la luna de miel que esperábamos, pero en parte nos había ayudado a conocernos mas, y ahora mis tempestades se hundían en sus pozos consciente de pasara lo que pasara, fuéramos lo que fuéramos, lo que sentíamos por el otro era fuerte, inquebrantable y quizás la idea de convertirla en mi compañera eterna no fuera tan descabellada.
Su nariz rozaba la mía, de nuevo nos fundíamos en besos apasionados. Se puso en pie con agilidad, recordándome que esto solo era le principio de nuestra luna de miel y que cuando saliéramos de aquí, esos azotes se iban a repetir.
Ladeé la sonrisa chocando con su picara mirada y de nuevo mis labios la poseyeron como si nada mas en este mundo existiera.
Húmedo, sentido, prolongado en el tiempo, nuestras bocas peleaban por sentenciar la del otro mientras mis manso se deslizaban por sus caderas incapaces de permanecer quietas.
Juntos empezamos a caminar, sin duda teníamos que pensar como salir de allí, estábamos en un mundo que no conocíamos y eso solo podía implicar una cosa, problemas.
La playa quedaba al fondo de una amplia extensión de terreno, enarqué una ceja ante lo que decía mi esposa, tenia sentido, quizás si volvíamos al mismo punto donde habíamos sido engullidos, esa corriente, o portal o lo que quiera que fuera, nos enviaría directos a nuestra realidad.
-Nada perdemos por probar -susurré mordiendo su cuello con suavidad -aun sin ser vampiro me resulta muy excitante -bromeé guiñándole el ojo para de nuevo fundirnos en un beso plagado de sonrisas.
Adaline empezó a hablar, no era vampiro, pero algo me decía que de serlo ahora escucharía desbocado su corazón por esa conversación que iniciaba.
Admito que era un tema que llevaba tiempo esperando que sacara, si yo me lo había planteado alguna vez y siempre había desistido de la idea por lo que eso implicaría a nivel familiar para ella ¿como no iba ella a hacerse las mismas preguntas?
Iba a responder cuando unas saetas en nuestra dirección nos hicieron centrar en otra cosa la atención, mi mujer parecía exasperada, no la culpaba, ademas era una neófito y en ese estado era demasiado fácil perder el control.
No ocultamos tras unas rocas, ella rugía, estaba cabreada por como estaban resultando los acontecimientos y sabia que tenia que calmarla como tantas veces ella había hecho con mi monstruo interior.
-Míralo desde otro punto de vista, una isla para nosotros, hemos echo el amor sobre un prado, estamos juntos y ahora vamos a luchar un rato es mas.. ¿no querías un barco? -ladeé la sonrisa con cierta picardia dibujada en mis labios -ahí tienes uno -¿lo cogemos?
Parecía un barco pirata, al menos esos que disparaban tenían pinta de mercenarios, piratas, no se bien, era nuestra oportunidad para salir de ese lugar y no pensaba dejarla pasar.
Desenvainé la espada, mis pardos se hundieron en sus llamas.
-Antes de que llegué el alba estaremos en el hotel brindando con champan y tomando fruta de los labios del otro -susurré contra su boca -por cierto, tengo un regalo para ti..no aquí -reí mordiendo su labio inferior -cuando lleguemos a casa te lo enseñaré.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Furiosa, así es como me encontraba, las emociones se desbordaban otra vez y el hecho de que nos estuvieran atacando no era más que el cerillo que prendía la mecha. No me percaté enseguida de que ese exabrupto se debía a que mi condición de neófita se imponía sobre mi juicio pero Erlend se apresuró a buscar palabras que sirvieran para serenarme. Mi pecho se movía con virulencia cuando fijé mi mirada en él. Con voz calma me hizo ver que el desvío que nos había alejado de nuestros planes originales nos había compensado con una isla adonde a pesar de lo sucedido nos habíamos reencontrado otra vez. Me hacía ver así que no había fuerza suficiente ni giro del destino que lograra separarnos.
Sus palabras lograron traerme de vuelta y el carmesí de mi mirada dio paso al pardo que le observó intensamente. Me encantaba esa sonrisa pícara suya, alcanzaba sus tormentas y le conferían un tono brillante e intenso que me hacía creer que únicamente sonreía así para mi. -Me gustó hacer el amor en el prado.- Sonreí traviesamente al escuchar que pronto estaríamos en nuestra realidad, sin otra ocupación que disfrutarnos el uno al otro en el hotel. -Pero… la próxima vez deberá ser igualmente excitante. Yo diría que es un reto. ¿Lo aceptas?- Me acerqué a él y mordí sus labios. Un simple roce de nuestros cuerpos, un movimiento sutil era todo lo que se necesitaba para despertar nuestra piel y avivar nuestro fuego, ese que competía en ardor con la lava del más activo volcán y que nunca se extinguía.
Mi mirada se desvió hacia la nave que él había descubierto anclada a corta distancia.-Lo cogemos.- respondí con una sonrisa ladeada. Siendo mercenario mi marido debía de estar acostumbrado a todo tipo de situaciones ilícitas pero yo nunca había hecho algo ni remotamente parecido, robar un barco. Había algo tremendamente excitante en tener mi primera oportunidad de hacer algo así. -Espero sepa manejar el timón sr. Cannif tan bien como maneja su espada.- Acerqué mi mano a su pantalón y la pasé por su entrepierna, apretandola entre mis dedos. -Y no me refiero a tu bastarda.- Sonreí coquetamente, una mordida suya en mis labios fue el cierre de la promesa de una sorpresa que tenía para mi al volver a casa y que me dejó sumamente intrigada. -Espera, ¿no me darás al menos una pista acerca de lo que es?-
El tiempo apremiaba así que nos movilizamos por detrás de las rocas, las flechas seguían cayendo a un lado nuestro y enterrándose en la hierba pero nos manteníamos sigilosos, avanzando en silencio. De repente nos topamos con un par de hombres que nos cerraron el paso armados hasta los dientes. Mi esposo puso en acción su bastarda y me demostró por qué era un guerrero vikingo. Lo observé boquiabierta. Ya sabía de lo que era capaz, lo había visto aquella noche en que nos conocimos y me defendió del par de sujetos que querían violarme pero no lo había vuelto a ver en acción y la facilidad con la que se manejaba no solo me sorprendía, encendía mi excitación y hacía que mi mirada se enrojeciera al demostrarme por qué había pensado que era un dios la primera vez que lo vi.
Salvado el primer obstáculo que ahora caía en forma de dos cuerpos sobre la arena, nos fuimos acercando adonde estaba anclado el barco y poco después entrábamos en el agua con el propósito de abordarlo. Mi mano tocó su brazo un momento, sus tormentas y mis pardos se encontraron unos segundos antes de que comenzáramos a trepar, los míos le indicaban que confiaba en él para salir adelante en lo que estábamos a punto de hacer. Si este era el camino de regreso sabía que junto a el podíamos lograrlo. Él era ágil y atlético y por mi parte me percaté de que mis nuevas habilidades me permitían movilizarme con extrema facilidad. Un momento más y ambos saltábamos en el interior de la embarcación. Ahora venía la mejor parte porque el barco no estaba vacío, con mi oído agudizado por mi condición de inmortal escuché el clic del mecanismo de un revólver y antes de pensarlo siquiera me encontraba al lado de un sujeto a quien le arrebaté el arma antes de hundir mis colmillos en su cuello.
Sus palabras lograron traerme de vuelta y el carmesí de mi mirada dio paso al pardo que le observó intensamente. Me encantaba esa sonrisa pícara suya, alcanzaba sus tormentas y le conferían un tono brillante e intenso que me hacía creer que únicamente sonreía así para mi. -Me gustó hacer el amor en el prado.- Sonreí traviesamente al escuchar que pronto estaríamos en nuestra realidad, sin otra ocupación que disfrutarnos el uno al otro en el hotel. -Pero… la próxima vez deberá ser igualmente excitante. Yo diría que es un reto. ¿Lo aceptas?- Me acerqué a él y mordí sus labios. Un simple roce de nuestros cuerpos, un movimiento sutil era todo lo que se necesitaba para despertar nuestra piel y avivar nuestro fuego, ese que competía en ardor con la lava del más activo volcán y que nunca se extinguía.
Mi mirada se desvió hacia la nave que él había descubierto anclada a corta distancia.-Lo cogemos.- respondí con una sonrisa ladeada. Siendo mercenario mi marido debía de estar acostumbrado a todo tipo de situaciones ilícitas pero yo nunca había hecho algo ni remotamente parecido, robar un barco. Había algo tremendamente excitante en tener mi primera oportunidad de hacer algo así. -Espero sepa manejar el timón sr. Cannif tan bien como maneja su espada.- Acerqué mi mano a su pantalón y la pasé por su entrepierna, apretandola entre mis dedos. -Y no me refiero a tu bastarda.- Sonreí coquetamente, una mordida suya en mis labios fue el cierre de la promesa de una sorpresa que tenía para mi al volver a casa y que me dejó sumamente intrigada. -Espera, ¿no me darás al menos una pista acerca de lo que es?-
El tiempo apremiaba así que nos movilizamos por detrás de las rocas, las flechas seguían cayendo a un lado nuestro y enterrándose en la hierba pero nos manteníamos sigilosos, avanzando en silencio. De repente nos topamos con un par de hombres que nos cerraron el paso armados hasta los dientes. Mi esposo puso en acción su bastarda y me demostró por qué era un guerrero vikingo. Lo observé boquiabierta. Ya sabía de lo que era capaz, lo había visto aquella noche en que nos conocimos y me defendió del par de sujetos que querían violarme pero no lo había vuelto a ver en acción y la facilidad con la que se manejaba no solo me sorprendía, encendía mi excitación y hacía que mi mirada se enrojeciera al demostrarme por qué había pensado que era un dios la primera vez que lo vi.
Salvado el primer obstáculo que ahora caía en forma de dos cuerpos sobre la arena, nos fuimos acercando adonde estaba anclado el barco y poco después entrábamos en el agua con el propósito de abordarlo. Mi mano tocó su brazo un momento, sus tormentas y mis pardos se encontraron unos segundos antes de que comenzáramos a trepar, los míos le indicaban que confiaba en él para salir adelante en lo que estábamos a punto de hacer. Si este era el camino de regreso sabía que junto a el podíamos lograrlo. Él era ágil y atlético y por mi parte me percaté de que mis nuevas habilidades me permitían movilizarme con extrema facilidad. Un momento más y ambos saltábamos en el interior de la embarcación. Ahora venía la mejor parte porque el barco no estaba vacío, con mi oído agudizado por mi condición de inmortal escuché el clic del mecanismo de un revólver y antes de pensarlo siquiera me encontraba al lado de un sujeto a quien le arrebaté el arma antes de hundir mis colmillos en su cuello.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Mi esposa se calmó, esos ojos rojos se tornaron en pardos y mi ladeada sonrisa pronto fue acaparada por sus gélidos labios.
La amaba mas que a nada en este mundo, mas que a la mar, a los dioses y a mi mismo. Este viaje me había servido para darme cuenta de que no podía tener una vida sin ella, sabia que seria complicado, pero en el hotel, con buena botella de champan, quería hablar con ella sobre la idea de compartir la inmortalidad, deseaba que se convirtiera en mi compañera eterna.
Nunca había trasformado a nadie, nunca pensé que haciéndolo estuviera regalando vida si no muerte y la verdad en mi camino de soledad, no cabía nadie mas.
Ahora mi vida habia quedado atada a la de ella, teníamos una relación, un hogar, era mi mujer y la quería no solo por unos años, la quería por y para siempre.
-Soy un Vikingo señora Cannif, he pasado parte de mi vida en la mar, así que puede confiar en que sepa llevar el timón y como faro usaré tus ojos -susurré contra su boca lamiéndola provocativamente, aceptando así el reto lanzado anteriormente.
Sus dedos acariciaron mi hombría que creció al instante ante tan nimio contacto, me hizo reír al bromear sobre mi bastarda y mi boca volvió a colisionar con la suya depositando una suave mordida.
-¿Una pista? -dejé escapar una risa contra sus labios -pues depende de lo mal que te portes esta noche en el hotel -aseguré con picardia sin poder borrar la sonrisa.
Enredé mis dedos con los suyos para empezar a movernos entre la maleza sin ser vistos. Los arqueros lanzaban sin demasiado tino las saetas, pues habían perdido nuestra posición.
Cuando pisamos la arena dorada, dos hombres nos cortaron el paso, mi espada silbo rauda desenvainándose dispuesta a morder.
El primero, pertrechado con un hacha lanzó su contundente acero en mi dirección, raudo lo esquive hacia la derecha y con sendas manos en el mango de mi bastarda introduje la punta por debajo de la mandíbula de este atravesándole el cráneo.
Tiré con brusquedad de la espada emitiendo un salvaje gruñido mientras mi rostro quedaba cubierto de sangre.
Rugí mirando al otro, que dio un paso hacia atrás en un primer momento, avancé hacia él con rapidez.
Nuestros aceros chocaron haciendo saltar chispas en el oscurecido cielo, hasta que un golpe de mi pierna en el centro de su pecho lo lanzo sobre la arena y sin pensarlo dos veces, atravesé su ojo y cráneo con el filo de la espada.
Desvié mis ojos hacia mi esposa que me miraba con los ojos enrojecidos por el exceso de sangre derramada, alargué mi mano para tomar la ajena y correr hacia el mar para trepar por el casco del barco.
Ambos llegamos a cubierta con facilidad, el clic de un arma de fuego e dejó inmóvil, mas mi esposa mucha mas rápida en movimientos por su condición logró arrebatarle el arma acabando de forma sádica con su vida.
Azoté su culo tirando de este para enredarme en su boca, me excitaba muchísimo verla luchar junto a mi.
-Adaline -jadeé contra su boca.
Me empujó entre risas para que fuera hacia el timón, e indiqué que tenia que hacer con el ancla, y pronto emprendimos el viaje hacia las coordenadas señaladas esperando que el plan de mi mujer funcionara.
La amaba mas que a nada en este mundo, mas que a la mar, a los dioses y a mi mismo. Este viaje me había servido para darme cuenta de que no podía tener una vida sin ella, sabia que seria complicado, pero en el hotel, con buena botella de champan, quería hablar con ella sobre la idea de compartir la inmortalidad, deseaba que se convirtiera en mi compañera eterna.
Nunca había trasformado a nadie, nunca pensé que haciéndolo estuviera regalando vida si no muerte y la verdad en mi camino de soledad, no cabía nadie mas.
Ahora mi vida habia quedado atada a la de ella, teníamos una relación, un hogar, era mi mujer y la quería no solo por unos años, la quería por y para siempre.
-Soy un Vikingo señora Cannif, he pasado parte de mi vida en la mar, así que puede confiar en que sepa llevar el timón y como faro usaré tus ojos -susurré contra su boca lamiéndola provocativamente, aceptando así el reto lanzado anteriormente.
Sus dedos acariciaron mi hombría que creció al instante ante tan nimio contacto, me hizo reír al bromear sobre mi bastarda y mi boca volvió a colisionar con la suya depositando una suave mordida.
-¿Una pista? -dejé escapar una risa contra sus labios -pues depende de lo mal que te portes esta noche en el hotel -aseguré con picardia sin poder borrar la sonrisa.
Enredé mis dedos con los suyos para empezar a movernos entre la maleza sin ser vistos. Los arqueros lanzaban sin demasiado tino las saetas, pues habían perdido nuestra posición.
Cuando pisamos la arena dorada, dos hombres nos cortaron el paso, mi espada silbo rauda desenvainándose dispuesta a morder.
El primero, pertrechado con un hacha lanzó su contundente acero en mi dirección, raudo lo esquive hacia la derecha y con sendas manos en el mango de mi bastarda introduje la punta por debajo de la mandíbula de este atravesándole el cráneo.
Tiré con brusquedad de la espada emitiendo un salvaje gruñido mientras mi rostro quedaba cubierto de sangre.
Rugí mirando al otro, que dio un paso hacia atrás en un primer momento, avancé hacia él con rapidez.
Nuestros aceros chocaron haciendo saltar chispas en el oscurecido cielo, hasta que un golpe de mi pierna en el centro de su pecho lo lanzo sobre la arena y sin pensarlo dos veces, atravesé su ojo y cráneo con el filo de la espada.
Desvié mis ojos hacia mi esposa que me miraba con los ojos enrojecidos por el exceso de sangre derramada, alargué mi mano para tomar la ajena y correr hacia el mar para trepar por el casco del barco.
Ambos llegamos a cubierta con facilidad, el clic de un arma de fuego e dejó inmóvil, mas mi esposa mucha mas rápida en movimientos por su condición logró arrebatarle el arma acabando de forma sádica con su vida.
Azoté su culo tirando de este para enredarme en su boca, me excitaba muchísimo verla luchar junto a mi.
-Adaline -jadeé contra su boca.
Me empujó entre risas para que fuera hacia el timón, e indiqué que tenia que hacer con el ancla, y pronto emprendimos el viaje hacia las coordenadas señaladas esperando que el plan de mi mujer funcionara.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Mis colmillos estaban enterrados en la carne del sujeto, mi mirada enrojecida, ni siquiera reparé en la brutalidad de lo que estaba haciendo, bebí la vitae que finalmente calmaba esa hambre que me había estado acosando desde que naufragamos y que no había querido descargar en Erlend porque no quería dañarle de ninguna manera. Otro tipo de ira se manifestaba en mi interior y se reflejaba en la manera en que en tan solo segundos acababa con la vida del sujeto. No se debía exclusivamente al hecho de que fuese una vampiresa, tenía que ver con que alguien tratase de arrebatarme a mi esposo y los extremos a los que llegaría con tal de que eso no sucediera y que por primera vez habían sido puestos a prueba.
El cuerpo cayó al suelo y mis dedos limpiaron mis labios, lo observé con la cabeza ladeada. Mi vikingo me azotó el trasero sacándome de ese breve trance y enredó su boca con la mía. -Esposo.- Nunca esa palabra me sonó tan veraz como ahora. Hundí mis dedos en su sedoso pelo oscuro y mis labios le respondieron con vehemencia, con la urgencia que le imprimía la necesidad de saber que regresaríamos juntos y de que todo marcharía bien. Su jadeo me hizo sonreír, le empujé para que se dirigiera al timón y presté atención a sus instrucciones acerca de cómo echar el ancla e izar un par de velas mientras él se ocupaba de dirigir nuestra odisea sobre el mar.
En segundos estaba de nuevo a un lado suyo, las aguas se encontraban embravecidas, zarandeaban el barco como si se tratara de una hoja de papel a la que amenazaba con hacer pedazos a medida que nos íbamos acercando a las coordenadas que esperábamos nos llevasen de vuelta a casa. Parecía que fuerzas superiores quisieran hacernos desistir de dicho objetivo, dispuestas a impedirnos el regreso al portal. -Erlend, si no lo logramos…- Mi mano presionó su brazo para reclamar su atención. -Si no salimos de esta quiero que sepas que me he sentido más viva a tu lado en estos meses que en todos mis años anteriores. Mi vida no comenzó verdaderamente hasta que tú llegaste a ella.- Mis labios le buscaron con intensidad arrasadora, devorándonos en un beso que se convertió en una muda promesa de todos aquellos que compartiríamos si lográbamos regresar con vida, y si no era así, si no lo lográbamos, si no había un mañana para los dos, me juré a mi misma que le encontraría de nuevo adonde fuera que se dirigiesen nuestras almas.
El cielo se abríó, descargando su furia sobre nosotros en forma de una tempestad que nos sacudió con violencia, logrando romper partes de la estructura de la embarcación mientras el agua comenzaba a colarse en ella. Mi esposo mantenía sujeto el timón, desafiando a las potestades del océano nos mantenía en el rumbo establecido perseverando en una carrera en la que se nos iba la vida. -¡Mira!- Señalé hacia el hoyo negro, a pesar de la insistencia de la tempestad habíamos encontrado el mismo lugar por donde habíamos entrado. Un potente rayo cayó sobre el barco, partiéndolo en dos. Los brazos de mi esposo me abrazaron cuando la mitad en que nos encontrábamos se hundió en el abismo. Una luz de color escarlata nos cubrió en el último momento en que nuestras miradas se encontraron, antes de que fuésemos engullidos por las aguas.
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Cuando abrí los ojos me encontraba sobre un trozo de madera hundido en la arena. Las estrellas brillaban en el cielo y una luna de color blanco iluminaba mi alrededor. Me sentía aturdida cuando llevé mi mano a mi frente, descubriendo que debía tener una herida porque mis dedos me mostraron el color de mi sangre. Mareada me puse de pie, buscando frenéticamente con la mirada a mi alrededor. -¿Erlend?- El silencio fue mi única respuesta.
Angustiada caminé sobre la arena, gritando su nombre una y otra vez. Una opresión terrible me estrujó el corazón, tornando pesado mi pecho al no encontrarle por ningún lado. El pánico se apoderó de mi. Esta vez ni siquiera veía rastros de la embarcación en la que habíamos viajado, frenética le busqué sin encontrarle mientras corría a lo largo de la playa. -¡Erlend!- Mi visión se tornó borrosa, mis rodillas cedieron y me dejé caer sobre la arena. Lágrimas gruesas y ardientes bajaron por mis mejillas, no atinaba a respirar. -Erlend… no quiero, no quiero seguir si no estás.-
El cuerpo cayó al suelo y mis dedos limpiaron mis labios, lo observé con la cabeza ladeada. Mi vikingo me azotó el trasero sacándome de ese breve trance y enredó su boca con la mía. -Esposo.- Nunca esa palabra me sonó tan veraz como ahora. Hundí mis dedos en su sedoso pelo oscuro y mis labios le respondieron con vehemencia, con la urgencia que le imprimía la necesidad de saber que regresaríamos juntos y de que todo marcharía bien. Su jadeo me hizo sonreír, le empujé para que se dirigiera al timón y presté atención a sus instrucciones acerca de cómo echar el ancla e izar un par de velas mientras él se ocupaba de dirigir nuestra odisea sobre el mar.
En segundos estaba de nuevo a un lado suyo, las aguas se encontraban embravecidas, zarandeaban el barco como si se tratara de una hoja de papel a la que amenazaba con hacer pedazos a medida que nos íbamos acercando a las coordenadas que esperábamos nos llevasen de vuelta a casa. Parecía que fuerzas superiores quisieran hacernos desistir de dicho objetivo, dispuestas a impedirnos el regreso al portal. -Erlend, si no lo logramos…- Mi mano presionó su brazo para reclamar su atención. -Si no salimos de esta quiero que sepas que me he sentido más viva a tu lado en estos meses que en todos mis años anteriores. Mi vida no comenzó verdaderamente hasta que tú llegaste a ella.- Mis labios le buscaron con intensidad arrasadora, devorándonos en un beso que se convertió en una muda promesa de todos aquellos que compartiríamos si lográbamos regresar con vida, y si no era así, si no lo lográbamos, si no había un mañana para los dos, me juré a mi misma que le encontraría de nuevo adonde fuera que se dirigiesen nuestras almas.
El cielo se abríó, descargando su furia sobre nosotros en forma de una tempestad que nos sacudió con violencia, logrando romper partes de la estructura de la embarcación mientras el agua comenzaba a colarse en ella. Mi esposo mantenía sujeto el timón, desafiando a las potestades del océano nos mantenía en el rumbo establecido perseverando en una carrera en la que se nos iba la vida. -¡Mira!- Señalé hacia el hoyo negro, a pesar de la insistencia de la tempestad habíamos encontrado el mismo lugar por donde habíamos entrado. Un potente rayo cayó sobre el barco, partiéndolo en dos. Los brazos de mi esposo me abrazaron cuando la mitad en que nos encontrábamos se hundió en el abismo. Una luz de color escarlata nos cubrió en el último momento en que nuestras miradas se encontraron, antes de que fuésemos engullidos por las aguas.
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Cuando abrí los ojos me encontraba sobre un trozo de madera hundido en la arena. Las estrellas brillaban en el cielo y una luna de color blanco iluminaba mi alrededor. Me sentía aturdida cuando llevé mi mano a mi frente, descubriendo que debía tener una herida porque mis dedos me mostraron el color de mi sangre. Mareada me puse de pie, buscando frenéticamente con la mirada a mi alrededor. -¿Erlend?- El silencio fue mi única respuesta.
Angustiada caminé sobre la arena, gritando su nombre una y otra vez. Una opresión terrible me estrujó el corazón, tornando pesado mi pecho al no encontrarle por ningún lado. El pánico se apoderó de mi. Esta vez ni siquiera veía rastros de la embarcación en la que habíamos viajado, frenética le busqué sin encontrarle mientras corría a lo largo de la playa. -¡Erlend!- Mi visión se tornó borrosa, mis rodillas cedieron y me dejé caer sobre la arena. Lágrimas gruesas y ardientes bajaron por mis mejillas, no atinaba a respirar. -Erlend… no quiero, no quiero seguir si no estás.-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Mantuve el rumbo de la embarcación pese a que el timón trataba de dar bandazos llevándose a pique nuestro barco, solo la mano férrea de mi esposa en mi brazo me mantuvo firme frente a las inclemencias de un tiempo trasformado en tempestad que luchaba para que el agua nos envolviera devorándonos entre las violentas olas.
-Mírame -rugí sin poder soltar el timón para tocarla -vamos a salir de esta, porque nunca permitiré que te pase nada malo.
Su rostro se pego al mio, nuestras frentes se encontraron mientras la agitada respiración de ambos nos llevaba a un viaje hacia la nada. Íbamos a salir de esta, no podía ser de otra manera.
-Ves preparándote mujer, en el hotel te haré mía tantas veces que no podrás moverte en un mes -bromeé antes de que el agujero negro nos engullera.
Solté el timón abrazando a mi mujer, cubriéndola con mi cuerpo por completo para que nada pudiera tan siquiera rozarla.
-Te quiero -mis ultimas palabras nates de que una luz escarlata se convirtiera en el principio y el final de todo y un rayo partiera en dos el barco haciéndonos caer a la inmensidad del vórtice acuático
…................................................................................................................................
Abrí los ojos encontrándome sobre la arena mojada, a mi alrededor cascotes, restos de los mástiles, velas y los víveres que habían quedado esparcidos por la playa
Me alcé de golpe mi mujer no estaba, no percibía su aura, me tensé gritando su nombre una y otra vez.
Gruñí como un animal salvaje, preso del pánico, ojos rojos como los del mismo diablo pues en el infierno habitaba si ella no estaba a mi lado.
Pánico, eso era lo que tenia en esos momentos, no quería una maldita vida sin ella, mi inmortalidad se me antojaba demasiado eterna y a Odin juré que esa seria mi noche si no me devolvía a lo que mas quería en este mundo, lo único que me permitía una vida en paz en un mundo de guerra.
La playa se me antojo un mundo cuando mis pies raudos empezaron a recorrerla, no se el tiempo que andé hasta que la voz plagada en llanto de mi esposa llegó a mi con virulencia.
Corrí con rapidez a su lado dejándome caer sobre la tierra abrazándola por atrás para que me viera, incrédula sus manos se perdieron en mi rostro, el shock la tenia aturdida.
Sangraba por la cabeza, pero estaba viva.
-Vamonos pequeña, yo cuidaré de ti -susurré contra sus labios sintiendo como sus brazos rodeaban mi cuello preguntándome si de verdad estaba allí antes de caer inconsciente en ellos.
…..................................................................................................................................
No se las horas que habían trascurrido, solo que curé esa herida, le puse ropa seca y sobre la mullida cama del hotel donde íbamos a pasar la perfecta luna de miel que mi esposa merecía y no pude darle en su día, velé su cuerpo desesperado porque sus ojos contemplaron mis tempestades.
Mi frente contra su mano, la necesitaba y rogaba a los dioses que me la devolvieran, que se despertase porque sin ella no quería una vida.
Cambiaba el paño de su frente para evitar que la fiebre pudiera tan siquiera rozarla y un medico me había asegurado que solo tenia una conmoción, que era pronto para saber como podía reaccionar ante el golpe y el estrés vivido de naufragar, pero que no perdiera la fe, pues los caminos del señor son inescrutables.
Mas le valía a ese maldito dios en el que mi esposa creía mover su culo para traerla a mi lado, porque si no le demostraría porque los vikingos somos paganos.
-Mírame -rugí sin poder soltar el timón para tocarla -vamos a salir de esta, porque nunca permitiré que te pase nada malo.
Su rostro se pego al mio, nuestras frentes se encontraron mientras la agitada respiración de ambos nos llevaba a un viaje hacia la nada. Íbamos a salir de esta, no podía ser de otra manera.
-Ves preparándote mujer, en el hotel te haré mía tantas veces que no podrás moverte en un mes -bromeé antes de que el agujero negro nos engullera.
Solté el timón abrazando a mi mujer, cubriéndola con mi cuerpo por completo para que nada pudiera tan siquiera rozarla.
-Te quiero -mis ultimas palabras nates de que una luz escarlata se convirtiera en el principio y el final de todo y un rayo partiera en dos el barco haciéndonos caer a la inmensidad del vórtice acuático
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Abrí los ojos encontrándome sobre la arena mojada, a mi alrededor cascotes, restos de los mástiles, velas y los víveres que habían quedado esparcidos por la playa
Me alcé de golpe mi mujer no estaba, no percibía su aura, me tensé gritando su nombre una y otra vez.
Gruñí como un animal salvaje, preso del pánico, ojos rojos como los del mismo diablo pues en el infierno habitaba si ella no estaba a mi lado.
Pánico, eso era lo que tenia en esos momentos, no quería una maldita vida sin ella, mi inmortalidad se me antojaba demasiado eterna y a Odin juré que esa seria mi noche si no me devolvía a lo que mas quería en este mundo, lo único que me permitía una vida en paz en un mundo de guerra.
La playa se me antojo un mundo cuando mis pies raudos empezaron a recorrerla, no se el tiempo que andé hasta que la voz plagada en llanto de mi esposa llegó a mi con virulencia.
Corrí con rapidez a su lado dejándome caer sobre la tierra abrazándola por atrás para que me viera, incrédula sus manos se perdieron en mi rostro, el shock la tenia aturdida.
Sangraba por la cabeza, pero estaba viva.
-Vamonos pequeña, yo cuidaré de ti -susurré contra sus labios sintiendo como sus brazos rodeaban mi cuello preguntándome si de verdad estaba allí antes de caer inconsciente en ellos.
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No se las horas que habían trascurrido, solo que curé esa herida, le puse ropa seca y sobre la mullida cama del hotel donde íbamos a pasar la perfecta luna de miel que mi esposa merecía y no pude darle en su día, velé su cuerpo desesperado porque sus ojos contemplaron mis tempestades.
Mi frente contra su mano, la necesitaba y rogaba a los dioses que me la devolvieran, que se despertase porque sin ella no quería una vida.
Cambiaba el paño de su frente para evitar que la fiebre pudiera tan siquiera rozarla y un medico me había asegurado que solo tenia una conmoción, que era pronto para saber como podía reaccionar ante el golpe y el estrés vivido de naufragar, pero que no perdiera la fe, pues los caminos del señor son inescrutables.
Mas le valía a ese maldito dios en el que mi esposa creía mover su culo para traerla a mi lado, porque si no le demostraría porque los vikingos somos paganos.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Cuando abrí los ojos no sabía adonde me encontraba, mi visión estaba aún algo nublada. Lo primero que regresó a mi mente fue ese estado de angustia, ese desgarre que como si hubiese sido provocado por la más cruel de las espadas hacía sangrar mi alma ante la ausencia de Erlend. Sin él no había vida, ni luz, ni la posibilidad de un mañana, solo un pozo de oscuridad adonde ni la alegría ni la esperanza tenían cabida, adonde irremediablemente me perdería. Solo el más profundo dolor existiría, no habría razón para continuar, él era mi todo y yo jamás podría seguir viviendo sin él. El pánico y la desesperación habían regresado pero un tenue movimiento de mi mano me reveló su respiración sobre mi piel. - ¡Erlend!- Me senté sobre la cama y salté hacia él. Estaba allí, junto a mi, sentado a un lado, había estado velando mi sueño.
Presa de la angustia lo rodeé con mis brazos mientras las lágrimas se desbordaban por mis mejillas. -Erlend, ¿de verdad estás aquí?- Mi corazón latió con fuerza, hasta ese momento había perdido la capacidad de hacerlo al creerle perdido para siempre. Lo rodeé con mis brazos con toda la fuerza que mi cuerpo frágil junto al suyo podría llegar a tener. Necesitaba sentirle, tocarlo, cerciorarme de que de verdad estaba allí, nunca en toda mi vida necesité tanto algo con tanta vehemencia. -Pensé…. pensé que te había perdido… y yo no puedo, no puedo…-
Mi voz se quebró, apenas logró salir de mi garganta, a falta de palabras mis labios cubrieron su rostro de besos húmedos y ardientes. Solo el contacto de su piel, la fuerza de sus músculos que se contraían bajo mis manos, la manera en que sus dedos se deslizaban sobre mi oscuro cabello para consolarme, solo él, solo él podía traerme de vuelta a la vida. Él lo llenaba todo, él era todo lo que necesitaba para sentirme completa, sólo él me llevaba a ese lugar perfecto adonde sólo existía nuestra locura y necesidad del otro, solo el alimentaba el más grande y más puro amor, uno en el que nunca creí hasta la primera vez en que mi mirada le descubrió en aquel risco en la playa. -No puedo vivir sin ti Erlend.-
Esas palabras… se las había dicho antes, las había repetido pero nunca me había confrontado con una experiencia como esta, siempre daba por sentado que él estaría, su inmortalidad me daba esa confianza, y ahora al haberle creído perdido sabía que sin él yo no podría nunca continuar. Vi entonces sus tempestades, que fijas en las mías me llegaban a lo más profundo, mis dedos se deslizaron por su rostro, quería tocarlo, atesorar con mis dedos cada rasgo suyo, él era mi mundo entero y mis palabras no bastaban para que él lo supiera. -Nunca me sentí más perdida que sin ti en la playa, y nunca he sido más feliz que al poder ver tus tempestades en este momento.-
Mis labios buscaron los suyos, nuestras respiraciones y nuestras bocas se entremezclaron en un beso cargado de mis lágrimas, de un sentimiento mucho más poderoso que el deseo. -Te quiero, te necesito.- No podía dejar de acariciarlo, no me bastaba hacerlo para demostrarle todo lo que sentía. Lo atraje hacia mi, tirando de él sobre el colchón, sintiendole observarme con sus profundas tempestades, su cuerpo acariciando el mio, su respiración encendiendo mi aliento, su presencia me hacía vivir, lograba que mi corazón siguiera bombeando. Lo necesitaba todo, todo de él, a cada instante.
-Lamento todo lo que pasó.- Ahora que me percataba de su piel fría calentándose contra la mía, de que comprendía que habíamos vuelto a nuestra realidad no podía más que sentirme atormentada por todo aquello que pude haberle hecho, por mi falta de lucidez. -Nunca te he amado más que ahora.- Mi mirada se perdió en la intensidad de la suya, en ese espejo que reflejando la mía me hacía recordar absolutamente todo lo que había sucedido y cada momento en el que me protegió, la forma en que me cubrió con su cuerpo en ambos naufragios, la manera en que se negó a renunciar a mi cuando ilógicamente le pedí que me dejara en paz. -Dios, nunca he amado tanto que seas un terco. Sé que nunca podremos alejarnos el uno del otro... Tenías razón, esta ha sido la mejor luna de miel.-
Mis manos acariciaron su rostro, viajaron a su cabello para acercarlo a mis labios, dentro de nuestras bocas nos perdimos en las maravillosas sensaciones que únicamente nuestro reencuentro podía provocar. Me sentía feliz, a pesar de mi nudo en la garganta, de esas lágrimas que necias volvían a derramarse, necesitaba sentirlo junto a mi cuerpo, borrar la desesperación que me producía pensar en perderle alguna vez.
Nunca sentí con tanta fuerza la verdad que encerraban las promesas que nos habíamos hecho en el pasado, nuestras palabras de amor, la certeza con la que los elementos y las estrellas nos unieron para siempre. -Si algún día llegaras a faltarme amor, te seguiría, al Valhalla o adonde sea que estés, aún si tus dioses se niegan a abrirme las puertas. Te juro que de alguna manera me reuniría contigo, ni siquiera la muerte me arrancaría de ti.- Mi mirada se perdió en sus tempestades, no me importaba quien era inmortal y quien no lo era, nunca dejaría de buscarle, fuéramos adonde fuéramos. Nuestras bocas se buscaron otra vez, cerrando mis ojos y deslizando mis manos por el cuerpo de mi esposo, de mi mayor perdición, le encontré en un beso profundo. -Min Doom…-
Presa de la angustia lo rodeé con mis brazos mientras las lágrimas se desbordaban por mis mejillas. -Erlend, ¿de verdad estás aquí?- Mi corazón latió con fuerza, hasta ese momento había perdido la capacidad de hacerlo al creerle perdido para siempre. Lo rodeé con mis brazos con toda la fuerza que mi cuerpo frágil junto al suyo podría llegar a tener. Necesitaba sentirle, tocarlo, cerciorarme de que de verdad estaba allí, nunca en toda mi vida necesité tanto algo con tanta vehemencia. -Pensé…. pensé que te había perdido… y yo no puedo, no puedo…-
Mi voz se quebró, apenas logró salir de mi garganta, a falta de palabras mis labios cubrieron su rostro de besos húmedos y ardientes. Solo el contacto de su piel, la fuerza de sus músculos que se contraían bajo mis manos, la manera en que sus dedos se deslizaban sobre mi oscuro cabello para consolarme, solo él, solo él podía traerme de vuelta a la vida. Él lo llenaba todo, él era todo lo que necesitaba para sentirme completa, sólo él me llevaba a ese lugar perfecto adonde sólo existía nuestra locura y necesidad del otro, solo el alimentaba el más grande y más puro amor, uno en el que nunca creí hasta la primera vez en que mi mirada le descubrió en aquel risco en la playa. -No puedo vivir sin ti Erlend.-
Esas palabras… se las había dicho antes, las había repetido pero nunca me había confrontado con una experiencia como esta, siempre daba por sentado que él estaría, su inmortalidad me daba esa confianza, y ahora al haberle creído perdido sabía que sin él yo no podría nunca continuar. Vi entonces sus tempestades, que fijas en las mías me llegaban a lo más profundo, mis dedos se deslizaron por su rostro, quería tocarlo, atesorar con mis dedos cada rasgo suyo, él era mi mundo entero y mis palabras no bastaban para que él lo supiera. -Nunca me sentí más perdida que sin ti en la playa, y nunca he sido más feliz que al poder ver tus tempestades en este momento.-
Mis labios buscaron los suyos, nuestras respiraciones y nuestras bocas se entremezclaron en un beso cargado de mis lágrimas, de un sentimiento mucho más poderoso que el deseo. -Te quiero, te necesito.- No podía dejar de acariciarlo, no me bastaba hacerlo para demostrarle todo lo que sentía. Lo atraje hacia mi, tirando de él sobre el colchón, sintiendole observarme con sus profundas tempestades, su cuerpo acariciando el mio, su respiración encendiendo mi aliento, su presencia me hacía vivir, lograba que mi corazón siguiera bombeando. Lo necesitaba todo, todo de él, a cada instante.
-Lamento todo lo que pasó.- Ahora que me percataba de su piel fría calentándose contra la mía, de que comprendía que habíamos vuelto a nuestra realidad no podía más que sentirme atormentada por todo aquello que pude haberle hecho, por mi falta de lucidez. -Nunca te he amado más que ahora.- Mi mirada se perdió en la intensidad de la suya, en ese espejo que reflejando la mía me hacía recordar absolutamente todo lo que había sucedido y cada momento en el que me protegió, la forma en que me cubrió con su cuerpo en ambos naufragios, la manera en que se negó a renunciar a mi cuando ilógicamente le pedí que me dejara en paz. -Dios, nunca he amado tanto que seas un terco. Sé que nunca podremos alejarnos el uno del otro... Tenías razón, esta ha sido la mejor luna de miel.-
Mis manos acariciaron su rostro, viajaron a su cabello para acercarlo a mis labios, dentro de nuestras bocas nos perdimos en las maravillosas sensaciones que únicamente nuestro reencuentro podía provocar. Me sentía feliz, a pesar de mi nudo en la garganta, de esas lágrimas que necias volvían a derramarse, necesitaba sentirlo junto a mi cuerpo, borrar la desesperación que me producía pensar en perderle alguna vez.
Nunca sentí con tanta fuerza la verdad que encerraban las promesas que nos habíamos hecho en el pasado, nuestras palabras de amor, la certeza con la que los elementos y las estrellas nos unieron para siempre. -Si algún día llegaras a faltarme amor, te seguiría, al Valhalla o adonde sea que estés, aún si tus dioses se niegan a abrirme las puertas. Te juro que de alguna manera me reuniría contigo, ni siquiera la muerte me arrancaría de ti.- Mi mirada se perdió en sus tempestades, no me importaba quien era inmortal y quien no lo era, nunca dejaría de buscarle, fuéramos adonde fuéramos. Nuestras bocas se buscaron otra vez, cerrando mis ojos y deslizando mis manos por el cuerpo de mi esposo, de mi mayor perdición, le encontré en un beso profundo. -Min Doom…-
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Abrió los ojos y con ello un soplo de aire fresco invadió unos pulmones que no necesitaban respirar pero lo hacían a su compás.
Me abrazo, sus brazos por encima de mi cuello y mis manos atrajeron su cintura elevándola lo justo para sentarla en mi regazo.
Su boca sentenciaba a la mía con palabras ahogadas que apenas salían y que dejaban claro lo sumamente perdida que sin mi se había encontrado.
Acaricié su pelo con lentitud, mis labios en su cuello, acariciando esa piel que vibraba bajo mi contacto.
Era obvio lo mucho que nos necesitábamos y este viaje nos había dejado claro que nada eramos el uno sin el otro.
Algo que nos llevaba al siguiente confuso dilema ¿que pasaría cuando los años pasaran y ella envejeciera?
Se que es algo que se planteaba en su cabeza, pero que debido a lo efímera de su existencia, daba por hecho que teníamos tiempo para hacer preguntas, dar respuestas y de momento mantener la tregua.
Sin embargo para mi todo era bien distinto pues el tiempo que a mi esposa le quedaba de vida podría ser calculado en unos cincuenta años, algo que para mi apenas era un parpadeo.
Quería a mi mujer junto a mi por toda la eternidad, sin ella mi existencia era un sinsentido y no pensaba dejar pasar mas tiempo sin proponerle lo que había meditado en la realidad paralela.
Nuestras manos presas del pánico de sentirnos perdidos se calcinaban inquietas contra la piel del otro, besos acompasados de una errática respiración que dejaba claro que nada era el uno sin el otro y que esto solo seria el principio de algo nuevo.
-Adaline -jadeé contra su boca -no puedo vivir sin ti.
Esas palabras habían acompañado nuestra relación, pues eran tan ciertas como que ella era mi Min doom. Mas hoy cobraban mas fuerza, pues me había dado cuenta que convertirla en lo que yo era no era sajarle la vida, si no concederle otra nueva.
Siempre me resistí a convertir a nadie, porque para mi, lo que era, un vampiro, siempre fue una maldición, algo que lejos de considerar un don me parecía una carga difícil de llevar.
-Adaline se que lo que te voy a decir va a quebrantar tu fe cristiana, se que supondrá una carga que no se si estas dispuesta a aceptar porque tu familia odia lo que yo soy y entiendo que la idea de convertirte en un monstruo y surcar las noches a mi lado en busca de presas se te antoja algo difícil de imaginar en este momento, pero...quiero una vida eterna contigo, que te conviertas en lo que yo soy, un vampiro.
Guardé silencio, por un momento ambos quedamos quietos, mirándonos frente a frente.
Mis labios atajaron la distancia, cerré los ojos perdiéndome en su boca, en sus labios, paladeando cada sendero marcado.
-Ya has experimentado lo que es ser un neófito, no es fácil y nos va a traer muchos problemas ..pero...a cambio seras mi compañera eterna.
Piénsalo, no es necesaria ahora una respuesta, tenemos tiempo de hacer las cosas bien.
Me abrazo, sus brazos por encima de mi cuello y mis manos atrajeron su cintura elevándola lo justo para sentarla en mi regazo.
Su boca sentenciaba a la mía con palabras ahogadas que apenas salían y que dejaban claro lo sumamente perdida que sin mi se había encontrado.
Acaricié su pelo con lentitud, mis labios en su cuello, acariciando esa piel que vibraba bajo mi contacto.
Era obvio lo mucho que nos necesitábamos y este viaje nos había dejado claro que nada eramos el uno sin el otro.
Algo que nos llevaba al siguiente confuso dilema ¿que pasaría cuando los años pasaran y ella envejeciera?
Se que es algo que se planteaba en su cabeza, pero que debido a lo efímera de su existencia, daba por hecho que teníamos tiempo para hacer preguntas, dar respuestas y de momento mantener la tregua.
Sin embargo para mi todo era bien distinto pues el tiempo que a mi esposa le quedaba de vida podría ser calculado en unos cincuenta años, algo que para mi apenas era un parpadeo.
Quería a mi mujer junto a mi por toda la eternidad, sin ella mi existencia era un sinsentido y no pensaba dejar pasar mas tiempo sin proponerle lo que había meditado en la realidad paralela.
Nuestras manos presas del pánico de sentirnos perdidos se calcinaban inquietas contra la piel del otro, besos acompasados de una errática respiración que dejaba claro que nada era el uno sin el otro y que esto solo seria el principio de algo nuevo.
-Adaline -jadeé contra su boca -no puedo vivir sin ti.
Esas palabras habían acompañado nuestra relación, pues eran tan ciertas como que ella era mi Min doom. Mas hoy cobraban mas fuerza, pues me había dado cuenta que convertirla en lo que yo era no era sajarle la vida, si no concederle otra nueva.
Siempre me resistí a convertir a nadie, porque para mi, lo que era, un vampiro, siempre fue una maldición, algo que lejos de considerar un don me parecía una carga difícil de llevar.
-Adaline se que lo que te voy a decir va a quebrantar tu fe cristiana, se que supondrá una carga que no se si estas dispuesta a aceptar porque tu familia odia lo que yo soy y entiendo que la idea de convertirte en un monstruo y surcar las noches a mi lado en busca de presas se te antoja algo difícil de imaginar en este momento, pero...quiero una vida eterna contigo, que te conviertas en lo que yo soy, un vampiro.
Guardé silencio, por un momento ambos quedamos quietos, mirándonos frente a frente.
Mis labios atajaron la distancia, cerré los ojos perdiéndome en su boca, en sus labios, paladeando cada sendero marcado.
-Ya has experimentado lo que es ser un neófito, no es fácil y nos va a traer muchos problemas ..pero...a cambio seras mi compañera eterna.
Piénsalo, no es necesaria ahora una respuesta, tenemos tiempo de hacer las cosas bien.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Luna de miel (Adaline)(+18)
Mis manos buscaban a Erlend, inquietas le recorrían, aún necesitaba asegurarme de que él estaba presente, de que le tenía de vuelta. Mis labios regalaban roces a los suyos, sus manos eran lo único que me mantenía a flote en esa marea álgida. Él era mi salvavidas, sé que para él yo era la luz de su abismo, pero él era quien me llenaba, y no era solo eso, de alguna forma nos comprendíamos el uno al otro, podía decir que nadie lo había hecho de igual manera, ni siquiera mi familia por más cariño que nos hubiésemos tenido. Mi esposo me había rescatado como yo lo había hecho con él y ahora al regresar a mi lado lo hacía otra vez. -Alguna vez te dije que había nacido para ti, nunca he estado más convencida de eso que ahora.-
Él me dijo que no podía vivir sin mi y sus palabras provocaron que pensara en todo lo que nos acababa de suceder, puede que nuestra incursión en otra realidad hubiera sido fortuita pero había terminado de abrirme los ojos. Deseé la inmortalidad incluso antes de conocer a Erlend, aquel día en el cementerio, cuando estaba de pie frente a las tumbas de mis padres y el frio helado me hacía creer que no era dueña de nada, ni siquiera de mi propia vida. Desde entonces mi interior se rebeló contra la muerte, desprecié su futilidad, esa implacable señora que con su guadaña nos arrebataba todo volviéndonos incapaces de ser completamente dueños de nuestros destinos. Todo era efímero, una ilusión que se acababa en un parpadeo.
Luego llegó mi esposo y me cambió esa percepción, puso mi vida de cabeza. Su presencia me llenó de tal forma que hice esos pensamientos a un lado, tal era mi felicidad, no le necesitaba más que a él. Pero ahora me percataba de nuevo de que mi existencia se tornaba un soplo ante su inmortalidad. Yo no quería envejecer o extinguirme algún día en el que menos lo esperásemos. ¿Cómo saber que moriría de vejez? Y aún si lo hacía el tiempo a su lado sería demasiado breve, cómo dejar a Erlend sabiendo que él me necesitaba, el hacerlo me desgarraría. Aún del otro lado mi alma no encontraría paz alguna, deambularía en esta tierra buscando mi camino de vuelta a él.
Mi mirada se paseó sobre mi inmortal lentamente, su expresión se había tornado más grave, parecía leer mis pensamientos, ¿y cómo no hacerlo? si a ambos nos atormentaba la idea de una separación. Erlend sin embargo abordaba el asunto de forma más racional, me indicaba que sabía el quiebre que convertirme constituiría tanto en la fe que había profesado hasta ahora como para con mi familia. Aún recordaba el sabor metálico descendiendo por mi garganta, la vitae que se volvía la mayor de las necesidades. Pensaba en ello y pensaba en aquella noche en la que Gael y Astrid acabaron con un neófito frente a mis ojos, la sensación de vacío que me embargo al ver aquello. El joven inmortal que parecía un monstruo sediento de sangre no tuvo oportunidad de redención antes de terminar vuelto polvo. Esa imagen se había quedado grabada a fuego en mi mente, había odiado que hubiera perecido de esa manera, que su inmortalidad hubiese caído a manos de una ballesta.
Observé a Erlend en silencio, mis pardos se cruzaron con sus profundas tormentas. Callé unos segundos pero no por lo que él seguramente asumía, sino por ese anhelo de inmortalidad que se adueñaba de mi había estado latente desde hace meses. Por un momento me abracé a mi misma, frotando mis brazos y preguntándome si ese deseo me hacía un monstruo, el saber de antemano que me alimentaría de sangre de otros. Sus labios buscaron los míos y le lancé los brazos al cuello, fundiéndome con los labios de mi único amor, de esa boca que unida a la mía se volvía tibia y en la que quería perderme por siempre, por toda una eternidad. Quería entregarle en ese beso mi alma y mi corazón, transmitirle lo que para mi significaba que quisiera convertirme, que me propusiera ser su compañera eterna.
-No deseo otra cosa más que pasar una eternidad a tu lado. Estás en mi piel Erlend, muy adentro de mi alma, te metiste en cada espacio de mi ser y eres parte de mi, no me siento capaz de renunciar a ti, ni hoy ni en cincuenta años.- Mis pulgares acariciaron sus mejillas mientras mi frente encontraba la suya buscando el apoyo que necesitaba para continuar. -No quiero tener que dejarte jamás, pero no puedo evitar pedirte tiempo… no quiero que tomemos esta decisión con prisas, necesito que ambos tengamos la seguridad de que lo que hacemos es lo correcto.- Esperaba que me comprendiera, porque a pesar de que deseaba responder con un rotundo si, a pesar de que sabía que una vida sin él no tendría el menor sentido, deseaba que él al igual que yo estuviera seguro. -¿Podrías amar a una vampiresa? ¿Me verías de igual forma si saliese a cazar contigo por las noches? ¿Seguiría siendo Adaline ante tus ojos?- La inquietud me embargaba porque no soportaría que él alguna vez dejara de mirarme de la misma forma, porque estaría realmente muerta en vida si el cambio en mi naturaleza provocaba que eso sucediera o que alterase de alguna manera lo que éramos el uno para el otro.
Él me dijo que no podía vivir sin mi y sus palabras provocaron que pensara en todo lo que nos acababa de suceder, puede que nuestra incursión en otra realidad hubiera sido fortuita pero había terminado de abrirme los ojos. Deseé la inmortalidad incluso antes de conocer a Erlend, aquel día en el cementerio, cuando estaba de pie frente a las tumbas de mis padres y el frio helado me hacía creer que no era dueña de nada, ni siquiera de mi propia vida. Desde entonces mi interior se rebeló contra la muerte, desprecié su futilidad, esa implacable señora que con su guadaña nos arrebataba todo volviéndonos incapaces de ser completamente dueños de nuestros destinos. Todo era efímero, una ilusión que se acababa en un parpadeo.
Luego llegó mi esposo y me cambió esa percepción, puso mi vida de cabeza. Su presencia me llenó de tal forma que hice esos pensamientos a un lado, tal era mi felicidad, no le necesitaba más que a él. Pero ahora me percataba de nuevo de que mi existencia se tornaba un soplo ante su inmortalidad. Yo no quería envejecer o extinguirme algún día en el que menos lo esperásemos. ¿Cómo saber que moriría de vejez? Y aún si lo hacía el tiempo a su lado sería demasiado breve, cómo dejar a Erlend sabiendo que él me necesitaba, el hacerlo me desgarraría. Aún del otro lado mi alma no encontraría paz alguna, deambularía en esta tierra buscando mi camino de vuelta a él.
Mi mirada se paseó sobre mi inmortal lentamente, su expresión se había tornado más grave, parecía leer mis pensamientos, ¿y cómo no hacerlo? si a ambos nos atormentaba la idea de una separación. Erlend sin embargo abordaba el asunto de forma más racional, me indicaba que sabía el quiebre que convertirme constituiría tanto en la fe que había profesado hasta ahora como para con mi familia. Aún recordaba el sabor metálico descendiendo por mi garganta, la vitae que se volvía la mayor de las necesidades. Pensaba en ello y pensaba en aquella noche en la que Gael y Astrid acabaron con un neófito frente a mis ojos, la sensación de vacío que me embargo al ver aquello. El joven inmortal que parecía un monstruo sediento de sangre no tuvo oportunidad de redención antes de terminar vuelto polvo. Esa imagen se había quedado grabada a fuego en mi mente, había odiado que hubiera perecido de esa manera, que su inmortalidad hubiese caído a manos de una ballesta.
Observé a Erlend en silencio, mis pardos se cruzaron con sus profundas tormentas. Callé unos segundos pero no por lo que él seguramente asumía, sino por ese anhelo de inmortalidad que se adueñaba de mi había estado latente desde hace meses. Por un momento me abracé a mi misma, frotando mis brazos y preguntándome si ese deseo me hacía un monstruo, el saber de antemano que me alimentaría de sangre de otros. Sus labios buscaron los míos y le lancé los brazos al cuello, fundiéndome con los labios de mi único amor, de esa boca que unida a la mía se volvía tibia y en la que quería perderme por siempre, por toda una eternidad. Quería entregarle en ese beso mi alma y mi corazón, transmitirle lo que para mi significaba que quisiera convertirme, que me propusiera ser su compañera eterna.
-No deseo otra cosa más que pasar una eternidad a tu lado. Estás en mi piel Erlend, muy adentro de mi alma, te metiste en cada espacio de mi ser y eres parte de mi, no me siento capaz de renunciar a ti, ni hoy ni en cincuenta años.- Mis pulgares acariciaron sus mejillas mientras mi frente encontraba la suya buscando el apoyo que necesitaba para continuar. -No quiero tener que dejarte jamás, pero no puedo evitar pedirte tiempo… no quiero que tomemos esta decisión con prisas, necesito que ambos tengamos la seguridad de que lo que hacemos es lo correcto.- Esperaba que me comprendiera, porque a pesar de que deseaba responder con un rotundo si, a pesar de que sabía que una vida sin él no tendría el menor sentido, deseaba que él al igual que yo estuviera seguro. -¿Podrías amar a una vampiresa? ¿Me verías de igual forma si saliese a cazar contigo por las noches? ¿Seguiría siendo Adaline ante tus ojos?- La inquietud me embargaba porque no soportaría que él alguna vez dejara de mirarme de la misma forma, porque estaría realmente muerta en vida si el cambio en mi naturaleza provocaba que eso sucediera o que alterase de alguna manera lo que éramos el uno para el otro.
Adaline Cannif- Humano Clase Alta
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