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Mis ruinas...¿Nuestro hogar? [Adaline] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Erlend Cannif** Lun Sep 12, 2016 8:54 am

Mi esposa se quedo recogiendo la que por unos días se convertiría en nuestro hogar, al menos hasta que decidiéramos donde formar uno propio, ese que ambos anhelábamos, la vida nueva que sin duda los dos necesitábamos emprender.
La verdad es que yo solo quería estar con ella, me importaba poco, un castillo, una mansión o una choza si al principio de la noche era su rostro el que veía al despertar y por ende, antes de que el sueño me venciera era su aliento contra mi boca el que acunaba mi placido reposo.

Yo había ido a alimentarme, junto a ella, hasta la ausencia de vitae en mi organismo me resultaba menos traumatica, era como si todo mi ser acabara lleno de su vitalidad, lo mas parecido a recuperar a ese humano que fui, pero por ende, no podía olvidar que era un vampiro, que mi sustento era la sangre y que vivir sin ella era imposible.
Incluso peligroso para Adaline, su corazón bombeando sangre aquella noche me estaba haciendo enloquecer, aunque claro, su piel, su boca, todo su cuerpo casi que causaba el mismo efecto en mi.
Admito que mi sed hizo que fijara mi vista en demasiadas ocasiones en su largo cuello y que mientras nos amábamos, cuando recorrí su pierna, la vena de su muslo me resulto excesivamente prometedora, ese es el motivo y no otro, de que hubiera decidido salir con premura de la casa en busca de mi sustento.
Después pasaría a comprar algo de cena para la dama, que aunque menos peligrosa que yo, también desfallecía por el hambre.
Juntos iríamos a las ruinas que poseía en las zonas mas alejadas de la ciudad, allí decidiríamos si levantábamos de esas piedras un hogar para nuestra vida efímera o por el contrario si empezaríamos a mirar otro tipo de casas por París que se ajustara mas a nuestras necesidades.

Yo prefería una casa en las afueras para que nadie controlara mi vida nocturna, los motivos por los que solo me levantaba al anochecer, mi trabajo, pero entendía que ella, necesitaba una vida, quería para ella una vida alejada de la nocturnidad a la que estaba acostumbrada, por eso, en este caso deseaba que ella eligiera, quería hacerla feliz de todas y cada una de las formas posibles, como ella había conseguido conmigo.
Deseaba darle todo lo que merecía, porque supongo que en el fondo estaba aterrado, todavía no podía creerme que esa mujer hubiera decidido pasar la vida con un monstruo como yo. Tenia miedo de que me dejara, de que se diera cuenta de que no era lo que ella esperaba, que pasado el interés pro lo sobrenatural, me convirtiera solo en un monstruo a quien odiar.
No podía perderla porque volvería al abismo y en esta ocasión dudaba que lograra salir de el.
Supongo que por eso guardaba el secreto de que era su hermano y no las estrellas las que habían forzado nuestro encuentro, en un principio lo hice por no abrir una brecha entre ambos, pero ahora...ahora también tenia miedo que mi mentira abriera esa brecha entre nosotros.


Volví a la casa con una sonrisa, y como no, con la deliciosa cena preparada en una de los mejores restaurantes de París para mi preciosa esposa.
Adaline salio corriendo a recibirme mientras yo de un salto desmontaba de mi negro corcel para enredarme con su boca, sediento de ella, de cada resquicio de su piel, era increíble como todavía sentía el quemazón de permanecer aunque fuera poco tiempo alejado de su piel.
Hundí mis ojos en sus orbes pardos.
-Te he echado un poco de menos..no mucho -bromeé mientras su cejo se fruncía antes de volver a unir nuestros labios en uno solo.
-¿vamos? -Pregunté ahora si admirando lo sumamente preciosa que se había puesto para aquella cena a la luz de las estrellas en mi idílica casa en ruinas.
¿mi? No, ya no había un mi, nuestra.
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Mensaje por Adaline Cannif Mar Sep 13, 2016 3:49 am

Me encontraba un poco atareada en nuestra provisional casa aguardando el retorno de mi esposo. Esposo, palabra que me hacía sonreír cada vez que pensaba en ella y que me impulsaba a contemplar un futuro que anhelaba durase para el resto de nuestras vidas.

No podía evitar sin embargo que en su ausencia ciertas inquietudes me agobiasen por lo que me dediqué a limpiar la casa, levantando una camisola que él había dejado olvidada en una silla del comedor. La sostuve en mis manos y la llevé hasta mi nariz, estaba impregnada de su aroma. Era la misma camisola que llevaba puesta cuando nos conocimos en la playa, la que él me había prestado y que no había perdurado demasiado sobre ninguno de nuestros cuerpos.

Sonreí al pensar en eso, procurando concentrarme en nuestra dicha a pesar de que sabía que habrían dificultades. Él tendría que hablar con la mujer con la que estaba comprometido, aquella que había ocupado su corazón durante tanto tiempo, y yo no podía evitar que me invadiera la preocupación al pensar en ello, aunque sabía que él me amaba, sentía celos. Supuse que siempre los sentiría si alguna mujer se acercaba a él con alguna intención nada santa, aunque de él no dudaba ni nunca dudaría. Confiaba plenamente en él, más de lo que confiaría en mi misma, y por ello me sentía la mujer más dichosa del mundo.

Quería gritarle al mundo que lo amaba y si era sincera conmigo misma, también hubiera querido compartir mi felicidad con Gael. Lo echaba muchísimo de menos, a pesar de las palabras tan frías y mordaces que nos habíamos lanzado el uno al otro la última vez que nos vimos. Me dolía no poder visitarle y comentarle que había encontrado al amor de mi vida. Amor por el que siempre lucharía, contra viento y marea, opusiese quien se opusiese. Nada me separaría nunca de él.

Con esa convicción corrí hacia mis maletas, buscando algún vestido que me sentara bien y que a él pudiera gustarle. Aún estaban a media sala, adonde Moira y yo las habíamos dejado la noche de nuestra boda doble. Me pregunté como estaría esa pareja y deseé que al día siguiente hubieran encontrado la misma felicidad que sentíamos nosotros. Ojalá volviésemos a verlos pronto.

Aunque por ahora era egoísta, deseaba a mi vikingo solo para mi. Disfrutar de él, conocerle mejor. Me acerqué al baño y me sumergí en la tina, pensando en él. Si cerraba los ojos aún podía sentir su aliento acariciando mis labios, la intensidad de sus besos, evocar la manera en que su persona me cobijaba, y de verdad, con todas mis fuerzas deseé ser una buena esposa para él. Hacerle siempre feliz, consolar sus pesares, sostener siempre su mano como él sostenía la mía.

Me hizo ilusión pensar en nuestros planes para esta noche. El que fuésemos a sus ruinas, que comenzásemos con la edificación de nuestro hogar. Me encantaban esas dos palabras, aunque para que mentir, Erlend era mi hogar y sus brazos mi mayor refugio.

Abandoné la tina y sequé mi cuerpo con la toalla, observando el vestido sobre la cama. Era de color azul, uno de los que más me gustaban de entre todo mi vestuario. Observé como el mismo se amoldaba a mi silueta en el espejo y coloqué una cinta del mismo color como único adorno en mi cuello, optando por dejar mi oscuro cabello suelto. Lo tenía largo y me llegaba a media espalda e intuía que a mi esposo le gustaba por lo que sonreí al mirar mi imagen, esperando que me encontrara atractiva.

Me senté a esperarlo en la sala, sobre un sofá, mientras el fuego crepitaba en la chimenea y me hacía rememorar mi infancia. No sabía por qué, creo que era porque hubiera querido que padre y madre conocieran a mi marido.

De vez en cuando miraba por la ventana y repentinamente lo observé acercarse en su corcel por el camino. Abandoné el sofá como un relámpago, atravesando la puerta y pasando el cerrojo a la carrera, corriendo hacia él tan velozmente como me era posible, para colisionar contra sus brazos cuando bajó de su montura de un salto, encontrándose nuestros labios que ansiosos se daban la bienvenida. Sonreí contra su boca antes de fruncir el ceño al oírlo.

-¿Un poco nada más?- En mi boca se curvó un pequeño mohín de descontento. Yo lo había extrañado mucho, muchísimo.

Uní mis labios a los suyos nuevamente y asentí. -Vamos a ver tus ruinas. Ansío conocerlas y comenzar a planear nuestro futuro.- Con su ayuda subí en su montura que pronto comenzó el galope. -Ya que solo me extrañas un poco el resto de la noche solo te daré un poco de besos.- le repliqué sin que pudiera ver mi rostro, fingiendo contrariedad, aunque estaba plenamente feliz al tenerlo de vuelta y no dejaba de apreciar el que estuviese tan cerca mío, con lo cual lograba que toda mi piel se erizara y que mi sangre bombease con más fuerza que nunca.


Última edición por Adaline Cannif el Jue Sep 15, 2016 12:14 am, editado 1 vez
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Mensaje por Erlend Cannif** Mar Sep 13, 2016 11:11 am

No pude evitar reír contra su cuello cuando aseguro toda digna que apenas me besaría aquella noche.
Hice un mohin contra su piel antes de morder con suavidad el hueco que queda entre cuello y hombro.
-Me dejaras sin besos y yo te dejare sin cena -bromeé enseñándole la bolsa que portaba entre mis manos. -Sustento de uno por sustento del otro, lo veo justo y necesario.

Cerré los ojos dejando que su olor me embriagara, su cabello rozaba mi rostro, empujado por el viento que se movía silencioso contra nuestros cuerpos, orillandonos mas si es que se podía.
Nuestras manos quedaban enlazadas con las crines del caballo entre nuestros dedos, aquella sensación de libertad, de felicidad resultaba demasiado hermosa para ser cierta, acaricie sus nudillos, aun incrédulo de que ella estuviera allí.
Había pasado mil años anhelando un amor que perdí, sumido en la oscuridad en la que Katherine me había dejado aquella noche en la que lo perdi todo, en la que me convertí en un monstruo.
Durante siglos había decidido permanecer alejado del amor, en todas y cada una de sus formas, solo buscaba cuerpos con los que desahogarme, de los que saciarme de uno u otro modo.

París habia cambiado el rumbo de mi historia, primero con Ariyne, el recipiente que Kath había elegido para buscarme durante estos mil años y ahora, ahora con mi esposa. Adaline me había sacado del fondo de ese abismo, con su luz, con su sonrisa, con esos dos orbes pardos que como faros guiaban mi barco para no quedar encallado entre las rocas.
Adaline era no solo mi amor, la mujer a la que amaba, ella representaba mucho mas, ella era sin duda la diosa que enviaron las estrellas o los mismos dioses para salvar este alma que poco a poco se estaba perdiendo.
Supongo que por eso necesitaba aferrarme a ella, porque temía que como llegó, empujada por el viento, bajo las estrellas del firmamento, una noche, desapareciera de mi vida sumiéndome en el mas puro lamento.

Tenia miedo de muchas cosas, yo un vikingo ,ese que jamas temió la guerra, ni la muerte, que su anhelo era que viniera una valkiria para sentarme a la gran cena que Odin nos tenia preparada a sus fieles guerreros.
Ahora, no queria cena, ni valhalla, solo queria sus labios contra los míos, su aliento contra mi boca, su piel calentando la mía y el refugio de sus brazos cada vez que no encontrara descanso, cada vez que me perdiera.

Sabia que esto no iba a ser fácil, llevaba siglos siendo un demonio, haciendo cosas que no siempre estaban bien, pero tenia algo claro, no quería fastidiarla con ella porque no soportaría perderla. No podía permitirme ese lujo.

A medida que nos íbamos acercando pudimos comprobar que se encontraba en un estado de abandono lamentable, parte de la pequeña muralla perimetral se encontraba derruida, una de las hojas de la gran puerta de forja que daba lugar al camino interior estaba vencida sobre su gozne inferior, puesto que el superior había cedido, al parecer, hacía ya tiempo. La otra hoja había desaparecido por completo, y a través de su hueco hice pasar a mi corcel negro. El camino, si aún se podía llamar así, me condujo frente a la fachada de la hacienda principal, donde una amplia escalera y su gran balaustrada de piedra recibía a sus distinguidos huéspedes. El aspecto de todo lo que me rodeaba denotaba que hacía ya tiempo que la mano del hombre no ejercía su influencia sobre la indómita naturaleza que ahora todo lo cubría.

Busqué la mirada de mi esposa, el aspecto del lugar era lúgubre, mas yo le veía cierta belleza. Quizás no era el hogar que estábamos buscando, mas a mi me servia como refugio en esas noches de desconsuelo cuando los demonios gritaban tan alto que no oía ni a mis propios pensamientos.
-Este es el lugar que te he dicho, entiendo que esta retirado, que esta abandonado y que posiblemente de aquí no podamos sacar nada bueno, pero aunque no nos sirva como hogar, quería enseñarte una parte de mi.
Una que de cierto modo quiero dejar en le pasado, quiero ser un buen hombre para ti y aunque ya te digo que nunca seré exactamente lo que esa palabra implica, aunque se que tendrás que lidiar en muchas ocasiones con un demonio, con un vampiro milenario, no olvides que te quiero, que a veces mi orgullo habla mas fuerte que mis palabras, que a veces me odiaras tanto que solo querrás apartarme de tu vida, pero si eso pasa, trata de pensar en esta noche...en la que estoy desnudándote mi alma, en la que te juro amor eterno, en la que te pido paciencia conmigo.
Tenemos muchas cosas de las que hablar Adaline.

Mis labios buscaron los suyos, sedientos de cada resquicio de su ser, la amaba por encima de los elementos ,del tiempo de mi vida, la necesitaba como a la misma vitae que me daba sustento.



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Mensaje por Adaline Cannif Vie Sep 16, 2016 2:29 pm

Me eché a reir cuando dijo que si no habian besos para él, para mi no habría cena. -Me parece justo.- respondí, acariciando suavemente sus manos que sobre las crines de su corcel se enlazaban con las mias, provocándome con tan solo ese contacto tantas sensaciones distintas. Cerré los ojos un momento y tan solo disfruté de él, de su pecho que rozando mi espalda me recordaba su fortaleza y su virilidad, de su aliento que cerca de mi cuello lo acariciaba provocándome un hormigueo en todo el cuerpo, de su olor masculino que para ahora ya conocia tan bien y que me encantaba, embriagándome como no lograba embriagarme nada. Sonreí pensando que podría simplemente abrazarlo por horas y contentarme con apreciar el aroma de su piel.

Aún si no hubiésemos estado cerca hubiera bastado su presencia para estremecer todo mi ser, era difícil explicar la forma en que lo deseaba. Era algo intenso, fuerte, infinitamente abrasador. No se parecía ni remotamente a nada que hubiera experimentado antes, ni nunca antes desee a alguien de igual forma. Era ahora cuando me percataba de lo vanas y vacías que habían sido mis experiencias en otros lechos y me maravillaba que él me hubiese aceptado a pesar de mi pasado, a pesar de que hubiera sido testigo en el restaurante de algo que hubiera preferido que no viera nunca, y que aún así me quisiera. Ahora con la sobriedad de la nueva noche volvía a percatarme aún con mayor claridad de lo afortunada que era. Aún no terminaba de creérmelo y si su cuerpo cerca del mío no me hubiera demostrado lo contrario hubiera jurado que aún soñaba despierta en aquel acantilado adonde pedí mi deseo bajo las estrellas.

En ese momento simplemente amaba a Erlend más que nunca. Ladeé mi rostro para observar su perfil bajo las fulgurantes estrellas que nos acompañaban desde el lienzo oscuro esa noche y busqué su cuello con mis labios tibios que reposaron contra su piel jurándome a mi misma que haría todo lo que estuviese en mis manos para retribuir el amor que me tenía y que cada nuevo día y cada nueva noche encontrase la manera de demostrarle todo lo que él era para mi.

Mis ojos se desviaron con curiosidad a medida que nos acercábamos a las ruinas, apreciando así la propiedad agreste, notando como partes de la barda externa estaban intactas y se encontraban cubiertas de hiedra verde que subía rebelde por ella y otras se mostraban derruidas. Había mucho pasto silvestre desparramado tanto dentro como fuera del jardín que crecía a su antojo en medio de plantas y flores que sin un orden específico enverdecían la tierra y la dotaban de diversos colores. No estaba del todo segura de que posibilidades tendría la propiedad por dentro pero no por ello dejé de apreciar la belleza que existía en la impareja construcción, sin importarme demasiado que careciese de orden y que fuese el azar el causante del despliegue cerril a través del cual se abría paso nuestra montura.

Mis ojos buscaron las profundas tormentas de mi esposo cuando detuvo el corcel frente a la fachada exterior de la casa y comenzó a hablarme de forma tal que cada una de sus frases calaron profundamente en mi alma. Rodeé su cuello con mis brazos y respondí a su beso con fervor, volcando en el movimiento de nuestros labios cada uno de las emociones que me producía lo que acababa de decirme.

-Siempre lo voy a recordar Erlend, hoy, mañana, el resto de mi vida. Siempre sabré que me amas con la misma fuerza con la que te amo a tí. Te amo para siempre, para toda la eternidad, adonde quiera que el destino nos lleve, sin importar si los elementos están a nuestro favor o en nuestra contra, mi amor por ti nunca dejará de ser tan real como el que siento ahora.- Miré fijamente en sus oscuros ojos al decirlo, esperando desnudarle mi alma, que él leyera todo en ella. -Ya no somos dos si no uno, así como lo juramos en el claro y como lo sellamos al beber la sangre de ambos.  Y es que no es solo tu sangre la que aún siento fluyendo por mis venas, si no cada emoción que me transmites al hablarme, al jadear contra mi boca, al correrte en mi interior, al pronunciar mi nombre o simplemente al mirarme desde algunos pasos de distancia sin ni siquiera tocarme. -

Bajé con él de la montura pero no lo dejé ir. Tomé una mano suya y la otra la llevé hasta su mejilla, acariciando suavemente esta antes de desviarme hacia sus labios y pasar despacio la yema de mi dedo por ellos. -No quiero un marido perfecto, porque sé de sobra que no voy a ser la esposa perfecta, aunque créeme que haré todo lo que esté en mis manos para hacerte feliz. Todavía no has conocido mi carácter mal geniudo, a veces me gana y me vuelvo una tromba que no encuentra como sacarse el enojo de encima.- Mordí mi labio pensando en ello. -Te pido que cuando eso suceda me tengas paciencia y recuerdes que te quiero como nunca he querido a nadie. Y por otro lado, ¿no te dije que te amaría así fueras el mismo diablo?- Mi entrecejo se frunció leyendo en sus tormentas con fijeza, deseando que comprendiera que poco me importaba que nos peleásemos a muerte, que nuestros temperamentos hiciesen colisión, que me llevara al averno con él, siempre y cuando siempre acabara entre mis brazos y entre mis piernas.

Hundí entonces mis dedos en su pelo, atrayéndolo hacia mi para encontrar sus labios, succionando levemente su lengua, saboreándola despacio antes de reclamarla apasionadamente como mía. -Tú eres mío Erlend, mío y nunca voy a dejarte ir.- dije, posesivamente contra su boca, y es que así lo habían decidido las estrellas, el aire, la tierra y el fuego, el juramento que nos hicimos en el claro y ante todo, así me lo indicaba cada una de las partes que me conformaban, que deseaban cada resquicio suyo, reclamándolo por siempre para mi.
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Mensaje por Erlend Cannif** Dom Sep 18, 2016 5:56 am

Me aferré no solo a sus palabras, esas que calmaban de algún modo la tempestad que se erguía furiosa en mi interior ante la idea de perderla. Había ido tantas veces a esas ruinas yo solo, completamente perdido, enfurecido, rabioso, lleno de demonios que a gritos me exigían sangre, sexo y alcohol que ahora, con ella entre mis brazos, acariciando mis labios con la yema de su dedo y surcando con palabras mi personal infierno, convirtiendo un abismo oscuro, en uno con una chispa de luz, me sentía distinto, como si viera ese lugar por primera vez a través de sus ojos, y temeroso de que al mirar ella por los míos se diera cuenta de que yo, era un monstruo.

Ella, ella era la luz que necesitaba, ella era mi sino, mi principio y mi final, mi viento, mi vida, mis tempestades, mis elementos, mi diosa, mi valquiria.
No podía, ni quería vivir sin ella.

Sonreí cuando su aliento golpeando mi boca me aseguraba noches en las que desearíamos matarnos, noches en las que nuestros caracteres colisionaran como dos alces en la época de celo, pero del mismo modo, prometía abrirme sus piernas, esperar así nuestro reencuentro, su boca siempre estaría disponible para mi y puede que ninguno de los dos fuera perfecto, pero sin embargo juntos lográbamos acallar nuestros demonios, ella estaba echa para mi, estaba seguro de que alguna estrella, o el mismo Odin la creo con la firme intención de aplacar a este monstruo milenario, ella la única capaz de dar sentido a mi existencia.

-Te recordaré estas palabras cuando tu mal carácter choque con el mio -musité contra su boca aferrándome a sus labios con deseo, con la necesidad con la que me sujetaba a la misma vitae cuando estaba sediento.
-Te deseo, y juro frente a las estrellas que brillan en el firmamento que jamas dejare de amarte.
Mis dedos se pasearon voraces por las cuerdas de su corseé incapaz de permanecer demasiado tiempo sin tocar su piel, esa que me abrasaba, esa de porcelana que reflejaba a la misma luna dotándola de un tono de plata.
Jadeé contra su boca mostrándole nuevamente mis ganas, sus labios sonrieron, consciente de lo insaciable que era, de mis ganas por tomarla, por apoderarme de cada resquicio de su ser, pues la cordura frente a ella me abandonaba quedando relegada a cenizas.

Mordí su labio inferior antes de separarme para coger aire con los ojos rojos como el fuego.
-Vamos a ver la casa, o no pasaremos de la entrada -aseguré consciente de que quería convertir aquel suelo lleno de hierba verde en nuestro lecho.
-Y aun has de cenar nena -musité mostrandole la bolsa que llevaba por el ansa en mi otra mano.

Tiré de ella con una sonrisa adentrándonos en un interior que como el resto de la vivienda por fuera estaba en un bestial estado de abandono, parte de la hiedra había entrado apoderándose del recibidor, subiendo por las paredes dotándolas de un aspecto salvaje.
Miré de reojo a mi mujer, que acariciaba la palma de mi mano con dulzura.
No veía ningún gesto de desagrado, todo lo contrario, sus ojos buscaban incansables cada resquicio de vida en esa casa enorme.

Sonreí consciente de lo afortunado que era, de lo bien que me sentía, llevando a mi esposa hacia lo que era el gran salón, un lugar enorme, con las paredes talladas en una madera oscura, con ciertos ornamentos florales. Dos columnas cuya base era de madera, talladas a juego con la zona mas alta que serpenteaba con una especie de hiedra esculpida sobre la madera.
Este diseño enmarcaba una chimenea de piedra al fondo con el interior enladrillado y sobre ella un cuadro antiguo con una escena de cacería medieval.

A sus pies una alfombra donde para que mentir se me ocurrían mil y un modos de disfrutar con mi amada esposa de una noche de calor llameante, con una buena botella de vino, llena de carias cómplices, de risas y como no, de su piel contra la mía.
Creo que mi mirada roja me delató de nuevo, pues la mano de mi esposa golpeo entre risas mi incipiente barba a modo de burla, mientras una picara sonrisa se instalaba en mi boca.
Tome a mi mujer por detrás, presionando con mi hombría la parte baja de su espalda mientras besaba su cuello lentamente.
-¿te gusta?

La mitad de la pared, cubierta de la misma madera que las columnas y la otra mitad de un papel mosaico, que en gran parte estaba medio despegado.
Dos enormes ventanales iluminaban la estancia dotándola de mucha luz, algo que sin duda disfrutaría mi mujer.
El suelo en tonos grises daba a la estancia una acogedora elegancia.

Pronto tiré de su mano hacia la cocina, mas separada del resto de la casa, pero con acceso al comedor para que los criados pudieran servir en este, una puerta de roble oscurecida , maltratada por el tiempo y desencajada de los rieles daba paso a una inmensa sala con suelo de madera clara que contrastaba con grandes muebles oscuros.

La arrincone contra uno de ellos posando mis manos sobre sus nalgas para elevarla sobre la encimera de uno de estos muebles.
Mi boca busco la ajena, acariciando ocn mis labios entreabiertos la suya, invitándola a buscarme entre jadeos. Admito que en mi mente sobrevolaba sin parar la idea de tomarla en cada rincón de ese hogar.
-Señora Cannif, dudo que acabemos la visita de esta casa sin que mis ganas por poseerla no se hagan realidad, estoy sediento de vos ¿podéis culpar a vuestro marido por desearos? Y si es así bajemos a las mazmorras y castigarme, acepto la condena con gusto pues he pecado, en pensamiento, obra y omisión, os deseo mas que a la mima sangre, carmesí, espesa y caliente que me sustenta.

Sonreí contra su boca presionándola poco después con mis labios, aprisionándola de forma salvaje con mi boca, deslizando mi lengua hasta su interior enredándola en un duelo a muerte con la ajena, sintiendo su sabor.
-Te necesito -gruñí contra su boca.



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Mis ruinas...¿Nuestro hogar? [Adaline] Empty Re: Mis ruinas...¿Nuestro hogar? [Adaline]

Mensaje por Adaline Cannif Jue Sep 22, 2016 8:39 am

Los labios de mi esposo, esos labios que me convertían en adicta, reclamaron los míos entre palabra y palabra. Mis manos, incapaces de mantenerse quietas con él cerca, acariciaban su cuerpo, subiendo por su espalda, frotando sobre la tela con las yemas de unos dedos ansiosos a la vez que su lengua suave, húmeda y provocadora deleitaba a la mía nuevamente mareándome de deseo y amor. Sus palabras emitidas entre jadeos en mi boca me llevaban a las estrellas, eran un bálsamo para mi alma. Me afirmaba que también me amaría por siempre, reafirmándome con su cuerpo, con sus besos y con su misma alma que estábamos hechos el uno para el otro. ¿Y es que cabía ya alguna duda al respecto? No cabía ninguna.

Sonreí contra su boca, jadeando de puro deseo de él y me costó aceptar que el aire se interpusiera entre nosotros cuando habló de ver el interior de la casa. Mi lado práctico me indicó que debía hacer caso a esas palabras, a eso habíamos ido, pero el resto de mi ser le deseaba tanto que hasta estar unos centímetros aparte me parecía un suplicio. Sin embargo en este momento era él el más sensato de los dos.

No pude sin embargo dejar de sonreír cuando musitó que debía comer y me mostró la bolsa de comida que como esposo solícito me había comprado para cenar.  Riendo me dejé llevar de la mano hacia el interior de la casa y lo que vi en cuanto entramos acaparó toda mi atención. Si el exterior era un despliegue salvaje que robaba el aliento, el interior aunque descuidado no dejaba de denotar elegancia. Mis ojos, ávidos e interesados recorrieron las columnas de madera que hacían juego con las paredes. Me encantó el detalle de la hiedra pulida, la manera en que los colores armonizaban a la perfección haciendo juego con la chimenea de piedra.

Tuve que parpadear un par de veces para terminar de creérme que el lugar era nuestro. -¿Gustarme?- Volteé entre los fuertes brazos que me abrazaban y sonreí. -Me encanta todo lo que veo, ni en mis mejores sueños la hubiera diseñado o escogido mejor.- Reí alegremente otra vez y me dejé tironear hacia la cocina consciente de que los ojos de mi esposo no dejaban ese tono rojizo que me desconcentraba por momentos y que me hacía desear enredarme en su cuerpo incluso antes de cenar.

La cocina apenas logré percibirla a tiempo, iba a comentar algo con respecto a ella y como podíamos barnizar las despensas para que lucieran como nuevas y combinasen con la isla del centro de color caoba cuando las manos de mi esposo se apoderaron de mi trasero, haciéndome jadear al quemarme con su tacto sobre mi vestido. Su boca colisionó con la mía y lo hizo de una forma salvaje que de inmediato encendió cada resquicio de mi piel. Gemí sintiendo como su lengua atravesaba mis labios para sumergirse rudamente entre ellos apoderándose de mi lengua que fogosa respondió saboreando su masculina esencia, esa que avivó cada terminal nerviosa mía logrando que rotundas ráfagas estremecieran mi cuerpo al sentirme besada de esa manera. Me pegué a él, alzando con avidez el extremo de su camisa para encontrar su piel y frotarla con la misma ansiedad que despertaba en mi el apasionado intercambio de nuestras bocas.

Jadeé cuando tuve que tomar aire y mordí su labio con fuerza, intentando recuperarme antes de poder separarme de él. -Se supone que debo cenar amor.- articulé sin estar segura de como había logrado emitir sonido. Me costó demasiado empujarlo suavemente para que me permitiera el paso e intentar calmar el impulso de mi sangre que desbocada se reflejaba en mi pulso acelerado.

Lo cierto es que si estaba hambrienta por lo que me dirigí hacia el paquete que él había depositado sobre una mesa que hacía de desayunador, lo abrí y observé alegremente el contenido.  -Gracias por ir a buscarlo para mi.- La cena consistía de pollo, verduras, queso y pan con especias. Con solo olerlo se me hizo agua la boca. Tomé asiento frente a la mesa y observé a mi marido que aún me miraba con ojos rojos. Le devolví la mirada con picardía y como la comida venía ya servida favorablemente en un plato de plástico lo único que hice fue abrir una botella de vino que habíamos traído en una pequeña cubetera y que serví en dos copas que había tomado la precaución de traer en una bolsa.

-Brindemos por nuestro hogar.- dije, alzando la copa y golpeando ligeramente el vidrio de la suya, tras lo cual hinqué el diente en la comida, no me había percatado de lo hambrienta que estaba.  -Me parece perfecta esta casa. Me gustaría muchísimo que nos quedáramos en ella, podemos irla remodelando de a poco, no es necesario hacer un gasto exagerado de una sola vez.- Llevé mi mano por encima de la mesa y acaricié cariñosamente la de él enlazando nuestros dedos.

-Aún me parece un sueño... estar aquí contigo, que me quieras para ti, creerme que este lugar es nuestro por el resto de nuestras vidas.- Me levanté llevando mi plato conmigo y lo coloqué frente a él en la mesa, con la intención de continuar comiendo cerca suyo. No podía estar alejada mucho tiempo, la distancia entre ambos me parecía una tortura y no la necesitaba.

Me senté sobre su regazo, admirándolo mientras recordaba continuar comiendo, no me cansaba de mirarlo.-¿Qué hice para merecer que te cruzaras conmigo?- pregunté y rodeé su cuello con mis brazos. Lo quería tanto, más que a mi propia vida. -Tú eres mi hogar Erlend...- añadí, y luego me incliné hacia él para susurrar en su oído aquellas palabras que me había dirigido sobre la dorada arena la noche en que lo conocí, y que desde entonces siempre llevaba en mi corazón. -Jeg skulle ønske...-
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Mensaje por Erlend Cannif** Jue Sep 22, 2016 11:42 am

Distancia que se torno eterna cuando su boca se separo de la mía dejándome jadeando al aire.
Sonreí de medio lado consciente de lo mucho que le divertía dejarme a medias en un juego que yo había empezado y por ende ella acabado mientras mis ojos rojos como el fuego seguían cada uno de sus movimientos hacia el mueble donde reposaban las bolsas de comida que había comprado para su cena y que sinceramente ahora se interponían entre lo que mas me apetecía en este mundo, ella.

Apoyé mi trasero en el mueble observando como se preparaba la cena, aun ligeramente caliente por le humillo que salia de los platos, hasta verla comer me resultaba placentero, sin duda esa mujer tenia algo mágico, algo místico, que lograba orillarme a ella de un modo casi divino.
Sonreí cuando mis pasos se dirigieron hacia la mesa, olvidando así mi pose orgullosa que contra el mueble había adquirido tras ser dejado a medias.

Tomé asiento en la mesa escuchando lo mucho que le gustaba la casa, los planes que tenia para nuestro hogar y así nuestras manos se encontraron entre caricias.
Pronto acorto la distancia sentándose sobre mi regazo, atrayendo el plato con suavidad hacia si, mientras mis labios, incapaces de permanecer lejos de su cálida piel, la colmaban de besos, por sus brazos, por el hombro, hasta alcanzar el cuello con ese olor a mar, a brasas y a elementos que me consumía por dentro.

Fue entonces, cuando preguntó ¿que hizo para merecer cruzarse conmigo? cuando mi cuerpo se tenso, consciente de la mentira que aun guardaba entre mis labios, puede que la constelación del cazador hubiera obrado en nuestro encuentro, puede que su deseo y mis dioses nos hubieran unido para siempre, mas la realidad es que un cazador terreno, su hermano ,ese que hacia apenas una semana me había encomendado el trabajo de cuidarla, era quien había logrado el milagro.

Sus palabras dichas en mi idioma fueron un nuevo azote, no quería mentirla, nunca lo había echo, desde que en la playa le confesé mi situación, a hoy, había sido siempre sincero con ella.
Pero tener este secreto me abrasaba por dentro como lo hace la lava de un volcán que calmo no desea otra cosa que entrar en erupción.

Creo que percibió mi estado de animo, quizás porque mis besos se detuvieron, o quizás porque aunque no lo parecía nos conocíamos bien el uno al otro, mas sus ojos buscaron los míos que ahora ademas de rojos rehuían su mirada.
-holde hemmelig (guardo un secreto)-dije en mi lengua incapaz de confesarlo en la suya -Det var din bror, Gael, som ledet meg til deg (fue tu hermano, Gael, quien me llevo hasta ti)

Con mis ojos busqué su contrariada reacción, tenia miedo, miedo de perderla, de que aquella confesión, que apenas comenzaba, fuera el final de este sueño, de nuestra historia, de nuestro matrimonio.
-opptatt av du, spurte jeg at du overvåker, at du informert om hvor bodde, som lot, at du bryr deg, at ikke noe dårlig du passerte. (preocupado por ti, me pidió que te vigilara, que le informara de donde vivías, de que hacías, que te cuidara, que nada malo te pasara)

Dejé escapar el aire posando mi frente contra su espalda, embriagándome de su olor.
-Lo siento, se que debí habértelo dicho antes, pero..-hice una pausa, confesar mi miedo me hubiera echo parecer débil frente a sus ojos y eso mi orgullo aun no me lo permitía, así que confesé el segundo motivo, no exento de verdad, mas no el único -no quería que tu relación con Gael se quebrara mas de lo que ya estaba. Tu hermano te quiere y la verdad yo en su caso hubiera echo lo mismo por mi hermana.

Guardé silencio tratando de poner frente a mi los mil y un escudos que de normal mi alma guardaba, los demonios de nuevo gritaban conscientes de que aquello que según ellos debí haber guardado para mi, volvería ha dejarme solo, en ese abismo en el que por mil años había permanecido.
Podía notar su enfado, percibía cada uno de sus movimientos aun sobre mi regazo y desvié de nuevo mis ojos incapaz de leer la decepción que posiblemente encerraría su mirada.
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Mis ruinas...¿Nuestro hogar? [Adaline] Empty Re: Mis ruinas...¿Nuestro hogar? [Adaline]

Mensaje por Adaline Cannif Dom Sep 25, 2016 1:53 am

Aún mis ojos se dedicaban a admirarlo cuando noté un repentino cambio en su actitud. Pude sentir como cada músculo suyo se tensaba y sus tormentas antes fijas en mis ojos ahora se desviaban eludiéndome. De inmediato se disparó en mi interior una alarma y lo observé desconcertada. ¿Era algo que había dicho? Antes de que pudiera preguntarle al respecto comenzó a hablar en su idioma, ese idioma que en cualquier otra ocasión hubiese adorado oir de sus labios, pero esta vez las palabras fluyeron mencionando a Gael y fue el escuchar el nombre de mi hermano lo que provocó que ahora fuera yo quien me tensase del todo.

Ni siquiera tuve que ahondar demasiado en lo que me estaba diciendo para comprenderlo cuando su mirada se cruzó con la mía revelándome la verdad acerca de por qué nos habíamos conocido. En mi garganta se formó un nudo y me dije a mi misma que había comprendido mal, que Erlend no acababa de confesarme que mi hermano le había enviado a seguirme. Me sentí mareada, confundida, apenas alcancé a oir el resto de sus palabras que no servían más que para confirmarme que había sido una encomienda.

Me levanté con rapidez abandonando su regazo. -No es posible, Gael no pudo enviarte a seguirme. No tiene sentido. Él... él odia a los sobrenaturales. Los aborrece a muerte. El... él...- Apreté los puños a mis costados hasta que mis nudillos perdieron todo color. Gael odiaba a todo sobrenatural, cazarlos se había vuelto su razón de vida, lo había visto matar vampiros sin parpadear. -¿Por qué... por qué iba a enviarte a mi si representas todo lo que aborrece?-

Rememoré entonces mis últimos encuentros con Gael, las palabras que habíamos intercambiado, las preguntas que me había lanzado dándome a entender que ya no me creía a que me dedicaba. Sentí las lágrimas agolparse en mis ojos. -Él no me creía... sospechaba de mi, por eso busco a quien me vigilara supongo... Incluso a alguien a quien... debía aborrecer por su naturaleza. ¿Recuerdas cuando te dije que me había mentido sobre la muerte de mi padre? También me mintió sobre lo que hacía, nunca me dijo que era un cazador... siempre me hizo creer que era tan solo un cocinero.- Rememoré aquella noche en que lo descubrí acabando con la vida de un vampiro, fue la casualidad la que finalmente develó el secreto y no el deseo de mi hermano de hacerlo. -Pero tú ya sabías quien era cuando me aconsejaste sobre él en la gruta...-

Pasé enérgicamente las manos por mis ojos, secando las lágrimas. -No entiendo nada, no entiendo cómo o de dónde lo conoces y estoy tan enojada porque no me lo dijiste antes.- Hice una pausa antes de proseguir para encontrar sus ojos.

-No me gustan los secretos entre nosotros, pensé que no existían.- Me estremecí al hablar, al mirar al inmortal al otro lado de la mesa. ¿Cambiaba esto en realidad las cosas?

Caminé por la estancia antes de detenerme. -No puedo culparte por el hecho de que Gael te contratara, tampoco lo odio, aunque esté enojada con él y no apruebe lo que hizo... Le he guardado un secreto demasiado grande. Por otro lado, yo en tu lugar... es posible que también me hubiese callado si me hubiese enamorado de mi encomienda...-

Exhalé profundamente antes de hilvanar nuevas palabras. -No sé en que momento habrás comenzado a amarme. Solo sé que te amé de inmediato, tan pronto te vi aparecer en la playa para protegerme de ese par de hombres. Eras como un sueño, tuve la convicción de que me ibas a cambiar la vida, aún con tus ojos rojos y al verte arrancándole el corazón del pecho a ese hombre. Nadie me había defendido así nunca, a nadie le había interesado mi honor. Solo a ti.-

Me acerqué a él despacio, sabía que lo había alterado con todo lo que le había dicho. Volví a su regazo y busqué sus tormentas, pasando suavemente mis dedos por su rostro. -No me guardes secretos nunca de ahora en adelante Min Doom. No me importa que Gael te haya enviado por mi. Nunca vi la constelación del cazador brillar como esa noche, para mi las estrellas le iluminaron  y le guiaron a ti para contratarte. Creo fervientemente que ellas marcaron de forma perfecta nuestros senderos para que nos encontráramos, y sé que me amas, lo siento a cada momento, lo siento ahora incluso. ¿Crees que voy a dejar de amarte de un momento a otro por que nos hayamos conocido de una o de otra forma? Si lo crees no me conoces del todo aún.-

Lo rodeé con mis brazos y descansé mi rostro en su pecho percibiendo su olor a playa, a tibia arena, a eternidad. Su cuerpo cobijaba al mio de forma perfecta y los latidos de mi corazón bombeaban sangre en mi pecho para mantenerme viva para él. -Recuérdalo siempre amor... tú eres mío como yo soy tuya.-
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Mensaje por Erlend Cannif** Lun Sep 26, 2016 4:08 am

Se alzó dejando fríos mis brazos, interponiendo entre nosotros una gélida brisa que como mil estacas impactaban contra mi pecho.
Su mente trataba de encajar el duro golpe de una mentira mientras buscaba en mi mirada respuestas que ni siquiera yo tenía.
¿Por que su hermano había buscado mi ayuda? Por desesperación, porque la quería, porque seguramente había agotado antes todos los recursos que tenia.
¿Acaso no se daba cuenta de que si había cedido a encontrarse conmigo, a ponerse frente a aquello que mas odiaba en este mundo era por ella y solo por ella.
No podían dejar esos dos tercos Lutz a un lado sus diferencias y hacer lo que yo, que hace siglos había perdido a mi hermana, mataría por hacer ahora.

Mis ojos se desviaron incapaces de aguantar su parda mirada, esa que inquisidora seguía ahondando en sus propios recuerdos, palabras que con saña escapaban de sus labios contra su hermano y las mentiras que entre ambos existían.
-¿acaso hubiera cambiado algo que te hubiera dicho a que se dedicaba? ¿hubieras dormido mejor por las noches sabiendo que mata a gente como yo? ¿que se pone en peligro?¿ y por ende, estas tranquila sabiendo que yo mato a gente como el?

Quizás no habia llegado a plantearse en ningún momento esa pregunta, esa que convertir a su hermano y a mi, en enfrentados enemigos, ella nos había unido, y ahora ella era lo que en común ambos teníamos...
Aunque no era idiota, era consciente de que Gael no cedería en su empeño de verme muerto cuando descubriera que su hermana yacía conmigo.
Otra cosa mas que yo sabia y posiblemente ella no imaginaba que pasaría si su hermano se cruzaba en mi camino.
Aunque lo que me torturaba al oír sus palabras era como definía las matanzas de su hermano, ¿acaso olvidaba las de su marido? Yo me alimentaba de sangre, mataba de forma despiadada para mantenerme en pie cada día.
-Tu hermano no sospechaba de tu vida alegre, solo quería saber que estabas bien, que te cuidara, que no te metieras en líos y saber donde vivías, jamas me hizo mención del burdel.

Pronto sus ojos se anegaron en lagrimas fruto de la ira y lo peor de todo de la decepción.
Podía leer entre lineas como había decepcionado al ser que mas amaba de este mundo, y eso logro que mis demonios gritaran tan fuerte que por un momento me sentí incapaz de seguir hablando.
Tomé la botella de vino y le di un profundo trago, demasiado poco alcohol para el abismo en el que ahora, profundo y oscuro me envolvía a mi mismo.
-Nos conocimos por un amigo común -tampoco me sentía capaz de darle mas explicaciones, tampoco el lugar ni las condiciones en las que vino su hermano ¿para que? Ya le había echo bastante daño.

Creo que verme perdido fue lo que hizo que su tono poco a poco fuera bajando, mientras sus pasos se orillaban lento hacia mi cuerpo que la esperaba aterrado.
Sus dedos acapararon mi rostro para que ahora si nuestros ojos se enlazaran en los del otro.
Los míos rojos como el mismo vino los suyos pardos.
-me enamoré de ti desde el mismo instante en que tus orbes se clavaron en las mías, pero no lo supe hasta que tus labios fríos y salados presionaron los míos y lejos de buscar apartarlos sentí la necesidad de tomarlos.

No sabia cuanta verdad apuntaban mis palabras, pues antes de ella yo jamas besaba, jamas me quedaba, solo sexo es lo que buscaba entre piernas vacías que nada suponían para mi mas que eso, un polvo.
Ella, ella era mi principio y mi fin, mis estrellas en el cielo, mi perdición, la mujer que me había mandado Odin y lo demostró cuando se sentó de nuevo en mi regazo, aun enfadada, aun decepcionada tratando de enfundar la espada de su esposa.
Digna vaina de un vikingo aquella mujer que con delicadeza acariciaba mi rostro haciéndome volver de esa oscuridad que me tragaba, de nuevo su mano aferrando la mía.
Su calor sobre mi cuello que rodeado de sus brazos parecía volver a la vida.
-No mas secretos -afirmé buscando su aliento con mi boca -lo siento

Fue su pregunta lo que me dejo claro que conocía pese a no decírselos mis miedos, sabia que estaba asustado y yo odiaba sentirme débil, pero era cierto, tenia miedo de perderla, de que abriera los ojos y que ese cuento mágico de estrellas se desvaneciera y con el su amor por el monstruo que tenia entre los brazos.
Nunca había temido a nada tanto, nunca me había sentido tan desesperado.

Su cabeza se poso en mi pecho mientras yo me limite a guardar sepulcral silencio acariciando su cintura despacio con la respiración ajetreada y la cabeza embotada en un vaivén de emociones.
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Mensaje por Adaline Cannif Dom Oct 02, 2016 12:38 am

El silencio nos envolvió, un silencio en el cual con mi mejilla sobre su pecho mis dedos aún acariciaban suavemente su rostro, continuando un contacto que buscaba tranquilizarme a mi tanto como a él de todas las emociones que en ese momento me sacudían por dentro. Sentía su respiración inquieta debajo de mi cuerpo y por ello supe que estaba tan abrumado como lo estaba yo.

Mi mente continuaba volviendo hacia el mismo punto, hacia Gael, hacia el trato realizado con mi ahora esposo, hacía las palabras que acababa de intercambiar con él. Podía levantarme, gritarle, arrojarle cosas, pero no quería, no podía. Me sentí incapaz de hacer nada de aquello porque sus dedos se movían suavemente sobre mi cintura, porque sus tormentas estaban aún rojas, porque él estaba tan callado como lo estaba yo y porque no me gustaba este tipo de silencio entre los dos.

-Es cierto.- admití, aún sin alzar el rostro pero sin dejar de sentirle en ningún momento. -Si él me lo hubiera confesado hace años no hubiera podido dormir tranquila pensando que salía a jugarse la vida.- No sólo me hubiera inquietado, hubiera intentado disuadirlo; para mi únicamente existía una venganza satisfactoria, aquella en la cual el licántropo que acabó con mi padre se retorciera de dolor y dejase de respirar.

Mi respiración se agitó aún más al pensar en ello y mi cuerpo se tensó sobre Erlend. Por un momento ya no estaba con él, estaba de vuelta en mi casa, de pie en la entrada, con mi hermano abrazando mi pequeño cuerpo y procurando que no viese aquel descubrimiento grotesco que yacía sobre el suelo y que hasta tan solo horas antes era mi padre.

Jadeé angustiada y fue el aroma de mi marido, la sensación de la piel de su cuello cerca de mis labios y sus brazos que me rodeaban, lo que arrancó aquellos recuerdos de mi mente y logró tranquilizarme poco a poco. Alcé entonces la mirada y miré hacia la ventana desde donde pude apreciar el paisaje nocturno. -Esta noche la constelación del cazador brilla majestuosa. ¿Sabías que anoche cuando nos peleamos dejó de hacerlo? Se apagó, tal y como se apagó toda esperanza en mi pecho cuando pensé que te había perdido para siempre.-

Alcé la mirada al pensar en ello y lo observé, a mi vikingo, a mi mayor anhelo, a mi primer y único amor. -No deja de ser cierto que me voy a inquietar cada vez que salgas a realizar un trabajo. ¿Cómo podría no hacerlo? Sé que eres fuerte, un guerrero, que estás acostumbrado a las batallas, a una vida por demás dura, que sabes como sobrevivir y eso me ayudará a creer que estás a salvo pero mi alma no estará completa ni mi corazón tendrá paz hasta que no regreses junto a mi. No puedo enojarme contigo, no puedo si noto que tu pecho se mueve tan inquieto como el mio, que tus ojos reflejan la misma desesperación que siento, no cuando te miro y me percato otra vez de que conocerte es lo mejor que me ha pasado.-

Tomé su rostro en mis manos y presioné desesperadamente mis labios contra los suyos, desprendiendo con mis dedos ansiosamente los botones de su camisa, marcando con mi lengua en el interior de su húmeda boca aquellos caminos que conocía y que reclamaba para mi, aquellos que anhelaba, que necesitaba. Las palmas de mis manos raudas buscaron la única piel que me robaba la razón, el único cuerpo que se acoplaba instantáneamente al mio, besándolo profundamente, saqueando su boca con pasión mientras mi espalda se arqueaba entre sus brazos implorando más de él.

-Tómame Erlend.- ordené jadeante de necesidad, de deseo de corroborar que estábamos hechos el uno para el otro, y qué más daba cómo o por qué nos conocimos; lo amaba, precisaba de él y a cada segundo podía percatarme de que sentía lo mismo por mi. -Tómame aquí y ahora- musité vehemente contra sus labios -porque si no lo haces no será tu trato con Gael lo que te reprocharé en los próximos días si no el que hayas tardado tanto en hacerlo.-
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Mensaje por Erlend Cannif** Lun Oct 03, 2016 4:14 am

De nuevo allí estaba ella, como un bálsamo para mi ser, aferrando mi mano para no dejar que los demonios me engulleran, dando luz a mi abismo y sentido a una existencia que ya consideraba maldita en el tiempo.
Ella el amor de mi vida, la mujer con la que la eternidad se me antojaba un suspiro, mi único anhelo, mi razón para seguir en pie, mi mujer, mi amor.
Sonreí contra su boca dejándome cuidar por primera vez, dejando que mi esposa me embriagara con su olor, ese que solo ella traía con sigo, el olor que nos presento, el olor a mar, a fuego, el olor a estrellas y a incienso.
La amaba como nunca antes lo había hecho, o al menos nunca de un modo tan puro, pues con Katherine siempre fue algo prohibido, viéndonos a hurtadillas, como dos enemigos. Ahora todo era distinto, podía proclamar a los cuatro vientos que ella era mía, y yo suyo, demostrar mi amor frente al mundo.
Puede que aun nos quedaran mil batallas que lidiar y que su hermano fuera una de ellas, puede que tuviera que levantarla mil veces para seguir andando por el mismo camino, pero si tenia algo claro, que ella era mi único destino.

Su boca aprisionó la mía con la voracidad con la que suben las mareas, con la misma que ahora por esa ventana brillaba nuestra estrella.
Era cierto nuestro amor estaba representado en el firmamento, e indiferente era, si nos habíamos conocido por suerte o por el destino. La cuestión es que allí estábamos, frente a frente, completamente desbocados hundiendo nuestras lenguas rudamente entre nuestros labios.

Mi mujer hizo la propuesta mas interesante de la noche, esa que escapó entre salvajes y oscuros jadeos, esa que recibí con la boca entreabierta y un ruido ronco que escapo de mi garganta sin remedio.
Mi mano se deslizo con un golpe seco por aquella mesa lanzando todo lo que encontró a su paso contra el suelo. Embaldosado que lo recibió con un ruido sordo que se ahogaba entre nuestros gemidos. Alce de las nalgas violentamente a mi mujer para depositarla sobre esa mesa, espalda que impacto contra ella ofreciéndonos un lecho improvisado. Mesa que hoy seria testigo de nuestra gesta.
Gruñí contra su boca introduciéndome entre sus piernas feroz, mientras las abría con mis mano alzando esa falda rozando sus muslos con mis manos, abrasando la yema de mis dedos frente al contacto de su piel.
Piernas que se engarzaron a mi cintura para atraerme contra ella, necesitados, hambrientos. Sexo contra sexo.
Sus labios colisionaron de nuevo contra los míos dejando que nuestras lenguas se enredaran en un duelo a muerte, dos serpientes que se encontraban en el camino exigiendo se una contienda, reclamándose para si.
Gruñí cuando sus manos ansiosas bajaban mi camisa deslizándola por mis hombros entre jadeos desesperados.
Llevé mis manos a su corseé para de un tirón brusco sajar la tela de su vestido dejando sus protuberantes senos al descubierto. Pechos que tomé, que lamí, lugar donde me perdí paladeando la piel exquisita de mi mujer. Sus pezones endurecidos contra mi boca, el modo en que arqueaba su espalda moviendo las caderas para rozarse contra mi endurecido mandoble y aquel fuerte repiqueteo de su corazón que me volvía loco, haciéndome sentir como la sangre bombeada por todo su cuerpo reclamaba ser mía contra mis labios, estaba excitan dome de sobremanera.
Colmillos que crecieron arrastradero por su piel, jadeando contra ella completamente ido.

Alcé un instante mis ojos rojos para cruzarme con los suyos y con una sonrisa de medio lado deslice mi boca por su ombligo camino a su elixir, ese que solo era mio, mi manantial del que podía beber de su esencia de mujer.
Rasgué la falda dejando su cuerpo desnudo completamente a mi merced. Un jadeo al hundir mi boca entre sus piernas, apropiándome de sus genitales, de esas dos montañas que se erguían contra mis labios abriéndose para dar paso a mi lengua que hambrienta y jadeante reclamaba para si ese clítoris que vibraba contra ella.
Música para mis oídos oírla gemir mientras aferraba mi pelo hundiéndome mas en ella, queriendo que la follara con la boca desesperada.
Mi nombre repetido entre gemidos, su sangre corriendo por la entrepierna exigiéndome que siguiera.
Mi mujer tenia el bonito vicio de llevarme a un estado de frenesí insospechado y su coño húmedo contra mi boca era sin duda la mayor droga para mi.

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Mensaje por Adaline Cannif Mar Oct 11, 2016 1:59 am

¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que conocí a mi amado inmortal? ¿Apenas tres noches? Dios… ¿Cómo era posible que en tan corto tiempo lo amara así? Que lo necesitara como a nada a cada momento, que cuando creía que mi necesidad de él no podía ser mayor, me percatase de que me equivocaba, de que a cada minuto que pasaba a su lado encontraba más razones para amarlo y de que ese amor crecía con una fuerza fulminante y más abrasadora que aquella primera noche en la playa. Nada podía igualarle a él, a aquel dios que contemplé en las aciagas aguas, el mismo cuyos brazos me rescataron del furioso oleaje bajo las estrellas orillándome a amar a primera vista aquel apuesto rostro con su viril cuerpo humedecido por las gotas saladas, al inmortal que me rescató de la hipotermia calentando mi cuerpo con su divino tacto, con sus apasionados besos. Lo amaba como a nadie, como nunca creí que podría, y era ese amor el que me impulsaba desesperada a fundirme con su boca, a buscar ansiosamente su contacto, a quererlo en mi interior, a que fueran sus embestidas y nuestra unión en uno la que me confirmase que ahora era mi esposo y que nada ni nadie podría rebatir la veracidad de nuestro amor. Al diablo el mundo entero, y todo el que se opusiera, que nos juzgara, o que no lo comprendiera. Erlend era todo lo que necesitaba en este momento, por siempre, únicamente a él.

Mi sangre viajaba desaforada en mis venas cuando escuché su gruñido en mi boca, cuando me sentí alzada en vilo por sus fuertes manos, las mías sin soltar para nada su rostro, acariciándolo y manteniéndolo cerca para que nuestras ansiosas lenguas se disputaran un torneo que prolongábamos entre mutuos gemidos. Mis manos mandaron al demonio su camisa, rasgándola al exasperarse con esa barrera entre nuestras pieles, mis piernas inmediatamente abrazando su cintura mientras ambos caíamos sobre la mesa que él con rapidez despejaba. Su mástil otra vez alzado, duro y poderoso, palpitante, pegado contra mi intimidad que se humedecía entre roces, arrancándome jadeos que se mezclaban con los suyos, ambas intimidades palpitantes de ardor incontenido, de deseo puro, de necesidad implacable.

Con la respiración ajetreada colisionamos contra la mesa, mi vestido siendo rasgado por él, mis dedos hundiéndose en su pelo para atraerlo más hacia mis lozanos pechos que sus manos reconocieron con el roce de sus dedos sobre ellos, endureciendo mis pezones con su boca que al succionarlos me arrancaron guturales gemidos y lograron que mi cuerpo temblara y que mi entrepierna se mojara de placer.

Sentí sus colmillos recorrer mi piel, rozándola, excitándome de esa forma que sólo él provocaba. Sus labios descendían por mi vientre, mi ombligo, mi pubis, que ardía presa de sensaciones que prendían cada una de mis terminales nerviosas. Noté su sonrisa pícara, sus tormentas enrojecidas que me observaron mientras acariciaba mis pezones con mis manos y abría mis piernas para él. Su cabeza se hundió entre ellas y el primer roce de su lengua me robó cualquier pensamiento coherente, aquella lengua que parecía saber precisamente como incendiar cada recoveco, tortuosamente, luego más deprisa, con pudor inexistente entre los dos; logrando que oleadas repetidas de puro e incendiario fuego me recorrieran. Alcé mis piernas, colocándolas sobre sus hombros, jalando de los mechones de su oscuro pelo para que se hundiera más en mi rosada y suave carne que palpitaba enloquecida. Sus succiones en mi clítoris me arrancaron gemidos que golpearon con sus ondas las paredes de la cocina, mientras repetía una y otra vez el nombre de mi amor, Erlend… Sentí que iba a explotar y le rogué, le ordené entre espasmos de placer. -Bebe de mí vitae…-

Mantuve mis manos sobre su cabeza para que lo hiciera, para que bebiera de la vena de mi entrepierna, vena que él manipuló succionando con los labios, hundiendo sus colmillos en mi blanca piel, haciéndome gemir otra vez, de dulce agonía, de primitivo extásis, mi vitae corriendo enloquecida hacia su garganta y mi orgasmo sacudiéndome por completo.

Lentamente se separó de mi entrepierna, y yo tomé su rostro en mis manos, atrayéndolo de vuelta hacia mis labios, reclamando su boca en un profundo beso que sabía a sexo, a mi sangre, a mar y viento salado. Sonreí de lado cuando lo vi arrodillarse sobre la mesa, despojándose de su pantalón, mostrándome su falo enhiesto. Mi dios, eso era Erlend, un dios hermoso, inigualable, peligroso, mi cielo y mi infierno.

Tenía la intención de acomodarse entre mis piernas pero sonriendo pícaramente negué con la cabeza y me acerqué a él, abrazando sus glúteos, dispuesta a devolverle su fervorosa entrega con igual pasión ardiente. Hundí mi rostro entre sus piernas, chupando su falo duro, sintiendo la punta de su glande arder en mi boca mientras pasaba la lengua por el repetidamente, entregándome a esa felación y observando sus jadeantes labios entreabiertos mientras lo hacía. Sus jadeos siendo música para mis oídos mientras aspiraba su miembro con ganas, con mis labios húmedos, saboreando el tronco como mi premio más dulce, uno de temperatura fría como el hielo que entre mis labios hervía bajo mi cálida lengua, con cada movimiento más intenso, más recio. Jugué con la punta de mi lengua en su frenillo, humedeciéndolo, tentándolo, luego repasando con ella todo su miembro, moviéndola hacia arriba y hacia abajo, metiendo su falo y sacándolo de mi boca, sus manos agarrando mi cabello con fuerza y sus caderas meciéndose para empujar más adentro de mi garganta, cada vez más rápido, más fuerte; y yo con deleite y con vehemencia paladeaba, irreflenable, aquel mástil que era todo mío.

Lo sentí tensarse, lo escuché gemir, llegar a correrse, llenando mi boca de su dulce simiente, la cual tragué complacida, saboreándola despacio entre mis labios antes de arrodillarme frente a él sobre la mesa, con la respiración ajetreada y mi boca a escasos centímetros de la suya, con su aliento envolviendo al mio que sabía a él. -¿Ya estás exhausto mi señor?- pregunté juguetonamente, con mis ojos oscuros de puro deseo. Lo empujé sobre la mesa, colocando mis piernas a ambos lados de su cintura, volviendo a rozar su virilidad con mi caliente cavidad al mover mis caderas, manteniendo mi rostro muy cerca del suyo, con mi cabello negro desparramado sobre mis hombros, mi corazón latiendo a mil, mis pechos endureciéndose de nuevo al rozar su torso y mi mirada perdida en sus rojas tormentas. Por un momento simplemente me estremecí al mirarlo, incapaz de creerme otra vez que fuera mi esposo. -Dios… cuanto te amo… pase lo que pase... para toda la vida.-
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Mensaje por Erlend Cannif** Mar Oct 11, 2016 8:57 am

Gateé entre jadeos sobre la mesa apropiándome de la boca de mi mujer, sangre, sexo y mar se entremezclaban en un duelo a muerte en el que vencíamos los dos.
La amaba hasta un punto insospechado, desde la primera vez que la vi, sobre esas rocas, desde la primera vez que nuestros labios con sabor a sal se encontraron ,sus brazos rodeando mi cuello, su cuerpo temblando entre mis manos , lo supe.
Supe que si me besaba jamas podría separarme de ella y guiada por los dioses, las estrellas o nuestros cuerpos que parecían anhelarse como si hubieran estado predestinados sus labios buscaron los míos.
Condenándonos a una eternidad, dulce condena con sabor a mujer, mi mujer, aun no me lo podía creer.

Deseo, eso fue lo que sentí en nuestro primer beso ,una corriente nerviosa que recorrió mi espalda calentando un cuerpo que creía sin vida hasta que lo tocaron sus manos.
Ella la diosa de mi cielo, la luz de mi abismo, mi amor eterno, estaba allí, sobre esa mesa, dispuesta para seguir combatiendo contra mis labios, entre jadeos mojados.

Sonreí de medio lado dispuesto a adentrarme en su cálido interior cuando mi esposa me mostró entre risas que tenia un plan infinitamente mejor. Gruñí de rodillas cuando esta se incorporó introduciéndose mi falo entre sus labios, lamiendo el tronco que convulsiono frente a su boca suplicante de mas.
Su humedad lo envolvió , succionandolo despacio, haciéndome enloquecer de placer.
Aquella habitación absorbía mis gemidos, esos que escapaban roncos de mis labios mientras mi mujer, acariciando mis glúteos y tirándolos hacia si con maestría devoraba mi pene. Su lengua jugaba con mi frenillo, lamiendo después mi glande antes de volver a adentrar el tronco al completo en su interior. Cada vez mas rápido mientras mis ojos rojos como el fuego admiraban a esa mujer que me hacia arder en el infierno.
-Te deseo -gruñí cuando mi falo vibro con furia entre sus labios llenándola de mi.

Jadeé de nuevo excitado al ver como se lo tragaba, como paladeaba mi simiente, se relamía y mi boca busco la suya jadeando de nuevo, agotado, mas cargado de deseo.
Nuestros alientos se encontraron plagados de necesidad, embriagados por nuestros sexos y así nuestras bocas volvieron a colisiones como lo hace el mar contra las rocas.
Saqueé su interior de forma brusca, mientras mi mujer me tentaba a un segundo asalto con el calor de su sexo sobre mi falo.
Sus caderas se movía dejándome abierta la entrada, sacudiéndolas sobre mi glande que se empapaba por la excitación de mi esposa.

Me volvía loco, me acababa de correr y estaba gimiendo de nuevo frente a mi preciosa mujer, sintiendo sus pezones duros contra mi pecho, mientras sus orbes castaños se hundían sin tregua en mis tormentas rojas como su sangre.
-Eres mi perdición -susurré en su idioma llevando mis manos a sus caderas para introducirla lentamente en mi pene.
Un gruñido ronco escapo de mis labios sintiendo como entraba hasta el fondo, como mi esposa se arqueaba dejando que su largo cabello acariciara mis dedos.
Tortuosas sacudidas sentía cuando sus paredes me acariciaban, mientras se movía lentamente, gimiendo roncamente con los labios entreabiertos y los ojos cerrados.
Se balanceaba poseída por un súcubo jadeando en un eterno vaivén, utilizando mi falo a su antojo.
No podía imaginar nada que me excitará mas, volvía a sentir como la sangre se agolpaba en mi polla que necesitada de cada movimiento de sus caderas me hacia rugir de placer.

Nos corrimos de nuevo ambos, de forma brusca, gruñendo contra nuestros labios que se buscaron desesperados mientras nuestras pieles se fundían en un abrazo con la respiración entrecortada.
-te quiero -gemí contra su boca desesperado, la fugaz idea de perder esto, de perderla a ella, me mataba -no quiero que volvamos a pelearnos.
Sonreí de medio lado -bueno, solo si este es el castigo que merezco tras enfrentarme a tus labios.

La quería, la quería tanto que me dolía, la quería por encima de a los dioses, de a las estrellas, de a los elementos.
Por encima de a mi mismo, ella era todo, mi mujer.
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Mis ruinas...¿Nuestro hogar? [Adaline] Empty Re: Mis ruinas...¿Nuestro hogar? [Adaline]

Mensaje por Adaline Cannif Jue Oct 20, 2016 7:00 pm

Mi esposo no me hizo esperar un segundo más, lentamente introdujo su falo en mi interior que, húmedo y expectante, se dilató deseoso de él. Un gemido escapó de mi garganta mientras mis ojos continuaban fijos en sus tormentas, mis caderas comenzando a moverse al ritmo de las suyas, no solo con deseo y entrega si no también con dolorosa desesperación, con necesidad de saberle mío, de creer que siempre sería para mí como me pregonaron sus labios con una sola frase al llamarme su perdición, como me lo gritaba su cuerpo y como podía leerlo en cada parte de él que acariciaba repetidamente a la mía.

Cabalgué sobre él totalmente entregada a nuestra unión, escuchando sus roncos gruñidos y sus jadeos, que se mezclaban con los míos y me orillaban a moverme sobre su falo cada vez más rápido, disfrutando de cada una de sus acometidas, sintiendo sacudidas de éxtasis en todo mi ser, perdiéndome por momentos con los ojos cerrados en el placer que constituía sentirle tan adentro; jadeando incontrolablemente a medida que sus estocadas se volvían más salvajes, más rudas, mirándole en ocasiones para leer el deseo y el placer en sus ojos teñidos del más oscuro carmesí, símbolo de la más pura pasión que igualmente yo reflejaba en mi mirada, en mis gemidos, en mi voz que no dejaba de repetir su nombre, y en mis manos que sin poder contenerse arañaban su piel.

Gruñí encima de él, sintiéndole hundirse con mayor brusquedad, sin perderme ahora ningún detalle de su rostro, observando como perdía todo vestigio de control a medida que ambos alcanzábamos el clímax. Batallé con su boca y le besé con fuerza, estremeciéndome múltiples veces por la intensidad con la que nos corrimos y finalmente me dejé caer sobre su cuerpo.

Respiré agitadamente, acariciando su pecho con mis dedos, pensando en lo que sería de mi si él me faltaba alguna vez, si nuestro matrimonio se acababa, perderle a él sería igual que perder mi corazón, ya no habría motivos ni alicientes para seguir adelante, tan solo oscuridad. -Te quiero.- respondí, buscando sus labios, mordiéndolos despacio, ahondando silenciosamente en sus tormentas. -Tampoco deseo pelear. No deseo perderte Erlend.-

Me acomodé sobre él, deseosa del contacto de su piel y besé sus labios lentamente. -Anoche estábamos embriagados, hoy continuo embriagada de ti.-

Sonreí prodigándole tiernas caricias. -Ahora que todos nuestros sentidos están alerta quiero reiterarte que te amaré por siempre, en las buenas y en las malas, en los momentos más alegres y en los más difíciles. Siempre estaré contigo para apoyarte, para brindarte el consuelo de mi abrazo y el calor de mi cuerpo, porque no quiero amarte solo en los mejores instantes si no en todos ellos, y porque sé que de igual forma tú estarás siempre para mí y me sostendrás cuando más te necesite.-

Recosté entonces mi mejilla sobre su pecho, amando la forma en que sus brazos fuertes me abrazaban, y allí en esa mesa, sintiéndole respirar debajo mío, sentí algo que nunca sentí antes, algo que no sabía que me hacía falta pero que finalmente comprendía. Conocer a Erlend había logrado que finalmente me encontrara a mí misma, que comprendiera al fin quien era yo. Ya no necesitaba buscar más aquello que sin saberlo me hacía tanta falta, porque aquello era él, y con su llegada, por primera vez en mis veinticuatro años de vida me hacía sentir completa. No sabía si sería una buena esposa porque ¿qué sabía yo del matrimonio? La mera palabra me abrumaba, pero sabía que lo intentaría, que no cesaría en mi deseo de hacerle feliz. En su cobijo encontraba mi fortaleza y también mi verdadero hogar, mi hogar era él, desde que le vi y para siempre.

Alcé el rostro para contemplarlo y sonreí, levantándome para tomarlo de la mano y tirar de él hacia mí, sintiendo la caricia de nuestros cuerpos en contacto y besando su boca antes de trazar un camino de besos por su mejilla y alcanzar su oreja para morderla suavemente y susurrar. -Terminemos de bautizar cada parte de nuestro hogar como hemos hecho con la mesa.- Lo miré con picardía y con amor, riendo alegremente al desear disfrutar al máximo de cada momento junto a él, así que entre besos y abrazos lo insté a poner manos a la obra.



FIN DEL TEMA
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