AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
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Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
Vous êtes juste une autre partie de moi
Madame Rossini era una mujer intimidante. Tenía el mismo gesto adusto de todos los du Bouëxic de Guich, agriado con el paso del tiempo y la prematura viudez de la que fue víctima, tras dar a luz a su quinto hijo, después de seis años de casada con el marido que su padre había elegido para ella. Cumplió, eso sí, su labor de esposa, proveer de varones a toda la familia Rossini, que solamente parecía producir niñas de belleza precaria y con muy pocas probabilidades de casarse por amor, eso sí, con estupendas dotes. Quizás por eso, no soportó a la última esposa de su hermano mayor y después, a las hijas de ambos. Joyce era todo lo que ella no, joven, afable, bellísima, delicada, alegre, pomposa como nadie e independiente; las mellizas eran una extensión directa, y en ellas quería volcar todo el desprecio que le había profesado a la madre, sin embargo, hasta ese momento, no había podido. Era cierto que las toleraba, también era cierto que ella y los hijos que le quedaban querían manejar la inmensa fortuna de Almirante después de quedar como albaceas, es por eso que, cuando le llegó esa funesta misiva, casi le da un infarto de la rabia. El único hijo varón de su hermano llegaba a París para arreglar ese malentendido que lo había despojado de su herencia y fortuna. Sobre la casa, sin que las mellizas se dieran cuenta ciertamente, se posó un velo oscuro de intrigas y trastadas que tenían como fin casi desaparecer al chico, del cual solamente se sabía que su madre era de una familia común y corriente, que él estaba deforme y casado, sin hijos ni nada que pudiese reafirmar su estatus como cabeza de la familia, porque, al ser él el único varón, pasaría de inmediato a tomar el lugar de Madame Rossini, tomando a sus hermanas bajo su tutela, es decir, dispondría de la fortuna, de las dotes, de las rentas, de la Mansión, del castillo, de todo...
—Más valdría que hubiese muerto como los demás engendros de mi hermano—, sentenció, mientras bebía una taza de café, repasando una y otra vez la carta del abogado de aquel joven que clamaba ser su sobrino. —Se podría poner en tela de juicio su origen, pero según sé por cartas de tu tío, mi hermano que en la Gloria del Señor esté—, se persignó, hipócritamente. —Es pelirrojo, todos los hijos de Luc eran pelirrojos, nuestra madre lo era...— Arrugó la misiva, mientras alzaba el viejo rostro y notaba su reflejo en la porcelana china, delicada y hermosa. Ella tenía el cabello negro, lacio, canoso, los ojos claros y la boca curvada hacia abajo, como su padre, no había heredado ninguna gracia; Luc era castaño, tenía los ojos azules también y el buen talante de su madre y abuela, los mejores genes, la inteligencia para ser uno de los mejores Almirantes de toda Francia. Se enajenó en sus pensamientos entonces, recuerdos de su hermano y las disputas por sus constantes escándalos, producto de esa libertad que solía darle a su última esposa, una niña en muchos sentidos, una hechicera... Convino entonces responder la carta e informar al joven que no iba a poder recibirlo sino hasta varios meses después, debido a su precaria salud, eso le daría tiempo de buscar cualquier hueco que pudo haber dejado tanto el notario como el abogado y además también, tiempo suficiente para buscar un par de pretendientes entre sus viejas amistades para que todo quedara aún bajo su mando, no quería casar a sus sobrinas con gente que ella no pudiese manejar.
Ni Fleur ni Marion se enteraron de lo que sucedía, no a ciencia cierta, si bien, sintieron un frío poco normal dentro de la Mansión, lo atribuyeron a muchas cosas, aunque el aura de su tía estaba más oscura que nunca, casi insoportable de no ser por los sortilegios que Madame Renoir tenía sobre ellas para protegerlas de esa vieja diabla, mote con el cual solía referirse a Rossini. Esa mañana, por ejemplo, Fleur despertó más temprano y continuó con el diseño de una bonita mesa de centro que quería obsequiar a Candide, una de sus amigas por motivo de su cumpleaños. Después de terminar, tomó un baño completo y dejó que Gertrude le ayudara a secar el cabello, cada vez más largo, con pañitos perfumados, se vistió y preguntó por Marion, quién seguía dormida, dispuso entonces que sirvieran para ella el almuerzo un poco más tarde y ella se dedicó a pasar toda la mañana en el jardín, ayudando a los pocos rosales que ya estaba floreciendo, dándole la bienvenida a la primavera. El frío, aunque se sentía, ya era más tenue y fue por eso que decidió andar con un vestido ligero, apenas ceñido al pecho y cintura, con una falda vaporosa y lazos en las mangas sueltas. El cabello, aún un poco húmedo, suelto en la espalda y cayendo por los hombros cada que se agachaba a hacer alguna labor ligera, pues Gertrude y el jardinero se encargaban de lo más peligroso, como las espinas o la tierra endurecida por la nieve. Ninguno notó, en medio de su charla, que unos pasos se acercaban, pero Fleur reaccionó cuando un color nuevo y sabor diferente vino a ella, alzó el rostro y a contra luz solar, pudo ver una silueta encorvada, larga, oscura y sin forma aún. Gertrude, con la sonrisa desvanecida, vio los mismos ojos del amo Luc y sintió que algo le atravesaba las entrañas. —Bonjour, Monsieur—, saludó Fleur, sonriendo ampliamente al no percibir peligro, sino casi cariño hacia el desconocido que aún no podía ver de cerca, aunque le sorprendió muchísimo que llegara sin ser anunciado, quizás algún perdido de otros jardines aledaños o un sirviente nuevo.
—Monsieur... ¿Cómo pudo llegar hasta aquí?, ¿qué se le ofrece?—, preguntó, aunque ciertamente, algo le decía que aquel joven no sería bien recibido y los problemas habían comenzado. —Debe anunciarse...
Fleur entonces se levantó y se quitó los guantes de jardinería, pudiendo así, ver bien al recién llegado. Lo primero que notó fue el cabello, tan rojo como el de Julie, largo y los intensos ojos azules. No dejó de sonreírle y caminó hacia él despacio, llevándose entre la cauda del vestido blanco algunas rosas que habían debido ser cortadas. —¿Le conozco?—, preguntó, sintiéndose algo apabullada de pronto, dejando que su sonrisa poco a poco se fuese haciendo más tímida.
—Más valdría que hubiese muerto como los demás engendros de mi hermano—, sentenció, mientras bebía una taza de café, repasando una y otra vez la carta del abogado de aquel joven que clamaba ser su sobrino. —Se podría poner en tela de juicio su origen, pero según sé por cartas de tu tío, mi hermano que en la Gloria del Señor esté—, se persignó, hipócritamente. —Es pelirrojo, todos los hijos de Luc eran pelirrojos, nuestra madre lo era...— Arrugó la misiva, mientras alzaba el viejo rostro y notaba su reflejo en la porcelana china, delicada y hermosa. Ella tenía el cabello negro, lacio, canoso, los ojos claros y la boca curvada hacia abajo, como su padre, no había heredado ninguna gracia; Luc era castaño, tenía los ojos azules también y el buen talante de su madre y abuela, los mejores genes, la inteligencia para ser uno de los mejores Almirantes de toda Francia. Se enajenó en sus pensamientos entonces, recuerdos de su hermano y las disputas por sus constantes escándalos, producto de esa libertad que solía darle a su última esposa, una niña en muchos sentidos, una hechicera... Convino entonces responder la carta e informar al joven que no iba a poder recibirlo sino hasta varios meses después, debido a su precaria salud, eso le daría tiempo de buscar cualquier hueco que pudo haber dejado tanto el notario como el abogado y además también, tiempo suficiente para buscar un par de pretendientes entre sus viejas amistades para que todo quedara aún bajo su mando, no quería casar a sus sobrinas con gente que ella no pudiese manejar.
Ni Fleur ni Marion se enteraron de lo que sucedía, no a ciencia cierta, si bien, sintieron un frío poco normal dentro de la Mansión, lo atribuyeron a muchas cosas, aunque el aura de su tía estaba más oscura que nunca, casi insoportable de no ser por los sortilegios que Madame Renoir tenía sobre ellas para protegerlas de esa vieja diabla, mote con el cual solía referirse a Rossini. Esa mañana, por ejemplo, Fleur despertó más temprano y continuó con el diseño de una bonita mesa de centro que quería obsequiar a Candide, una de sus amigas por motivo de su cumpleaños. Después de terminar, tomó un baño completo y dejó que Gertrude le ayudara a secar el cabello, cada vez más largo, con pañitos perfumados, se vistió y preguntó por Marion, quién seguía dormida, dispuso entonces que sirvieran para ella el almuerzo un poco más tarde y ella se dedicó a pasar toda la mañana en el jardín, ayudando a los pocos rosales que ya estaba floreciendo, dándole la bienvenida a la primavera. El frío, aunque se sentía, ya era más tenue y fue por eso que decidió andar con un vestido ligero, apenas ceñido al pecho y cintura, con una falda vaporosa y lazos en las mangas sueltas. El cabello, aún un poco húmedo, suelto en la espalda y cayendo por los hombros cada que se agachaba a hacer alguna labor ligera, pues Gertrude y el jardinero se encargaban de lo más peligroso, como las espinas o la tierra endurecida por la nieve. Ninguno notó, en medio de su charla, que unos pasos se acercaban, pero Fleur reaccionó cuando un color nuevo y sabor diferente vino a ella, alzó el rostro y a contra luz solar, pudo ver una silueta encorvada, larga, oscura y sin forma aún. Gertrude, con la sonrisa desvanecida, vio los mismos ojos del amo Luc y sintió que algo le atravesaba las entrañas. —Bonjour, Monsieur—, saludó Fleur, sonriendo ampliamente al no percibir peligro, sino casi cariño hacia el desconocido que aún no podía ver de cerca, aunque le sorprendió muchísimo que llegara sin ser anunciado, quizás algún perdido de otros jardines aledaños o un sirviente nuevo.
—Monsieur... ¿Cómo pudo llegar hasta aquí?, ¿qué se le ofrece?—, preguntó, aunque ciertamente, algo le decía que aquel joven no sería bien recibido y los problemas habían comenzado. —Debe anunciarse...
Fleur entonces se levantó y se quitó los guantes de jardinería, pudiendo así, ver bien al recién llegado. Lo primero que notó fue el cabello, tan rojo como el de Julie, largo y los intensos ojos azules. No dejó de sonreírle y caminó hacia él despacio, llevándose entre la cauda del vestido blanco algunas rosas que habían debido ser cortadas. —¿Le conozco?—, preguntó, sintiéndose algo apabullada de pronto, dejando que su sonrisa poco a poco se fuese haciendo más tímida.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 26/02/2018
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Re: Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
Aquella mañana, Alain asistió a la demostración de la colección de arte de la familia du Bouëxic de Guich sin tener ni el más mínimo interés en el arte, sino en la familia en sí. Pudo haber llegado de otra forma, más tradicional tal vez, pero intuía que la tía Rossini se traía algo entre manos y que aquello de sus problemas de salud, si bien estaba entrada en años y bien podrían ser ciertos, en este caso no eran más que una excusa para aplazar el encuentro inevitable entre ella y Alain para tratar el tema de la herencia. Por eso apareció antes de lo estipulado, cayendo de sorpresa en la mansión y finalmente en el jardín, ante esas personas que identificó como servidumbre a excepción de la amable y elegante muchacha que debía ser nada más ni nada menos que su hermana: una de las dos.
—Buenos días —respondió al saludo, mirando incansablemente a la chica, esbozando apenas una sonrisa, sintiendo una conexión inmediata más allá de no saber si era Fleur o Marion Julie.
Lástima que la voz de la sirvienta interrumpiera el momento. Tuvo que apartar la vista para mirarla ahora a la criada, pero no le contestó sino con otra leve sonrisa (de suficiencia esta vez) con la que pareció decirle: “ya entenderás”. Volvió su atención a la chica cuando ella se levantó para acortar la distancia entre ambos, y fue a ella a quien le explicó:
—Sé que debo anunciarme, pero algo me dice que la tía Rossini no me quiere aquí —le habló en voz baja, como si le contara un secreto, para después alzar la voz para que todos lo escucharan—: Me llamo Alain. Alain du Bouëxic de Guich. —Miró a la chica de nuevo—. Soy tu hermano.
—Buenos días —respondió al saludo, mirando incansablemente a la chica, esbozando apenas una sonrisa, sintiendo una conexión inmediata más allá de no saber si era Fleur o Marion Julie.
Lástima que la voz de la sirvienta interrumpiera el momento. Tuvo que apartar la vista para mirarla ahora a la criada, pero no le contestó sino con otra leve sonrisa (de suficiencia esta vez) con la que pareció decirle: “ya entenderás”. Volvió su atención a la chica cuando ella se levantó para acortar la distancia entre ambos, y fue a ella a quien le explicó:
—Sé que debo anunciarme, pero algo me dice que la tía Rossini no me quiere aquí —le habló en voz baja, como si le contara un secreto, para después alzar la voz para que todos lo escucharan—: Me llamo Alain. Alain du Bouëxic de Guich. —Miró a la chica de nuevo—. Soy tu hermano.
Alain du Bouëxic de Guich- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/03/2018
Re: Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
La sonrisa que tuvo a bien desaparecer, se esfumó por completo al escucharlo decir aquellas funestas palabras, ¿cómo se atrevía? Fleur dio un par de pasos hacia atrás, si bien, no sentía peligro cerca, todo eso le pareció una broma de muy mal gusto. —¿Qué dice, Monsieur? Todos mis hermanos descansan ya en la Gloria de nuestro Señor, ¿cómo se atreve a jugar con eso?—, preguntó, con la voz dolida, llevándose incluso una mano hacia el pecho. El jardinero entonces intervino, justo cuando el mayordomo llegó agitado y vio al joven.
—Lo siento, Mademoiselle, le hablaba de la colección de bustos y en un parpadeo desapareció, caballero, por favor—, le hizo un gesto para que le acompañara a la salida. Gertrude deseó intervenir y lo hizo, porque ella estuvo presente en el momento en el que Madame Rossini le leía la carta a uno de sus hijos. Se acercó a Fleur y le dijo que podría ser verdad, que podría escucharlo, tal vez. La joven la miró con cierta molestia, después al extraño que clamaba llevar el apellido de su amado padre, a quien si bien, no conoció, amaba con devoción por ser su padre. Hizo un gesto para que el mayordomo se retirara y éste lo hizo después de unos instantes de duda, el jardinero corrió la misma suerte pero no así Gertrude, quien observó al joven y reconoció más que nunca esos ojos azules.
—¿Es verdad?, ¿por qué no tenía conocimiento de su existencia entonces?, mi tía... Nuestra tía debía decirnos que aún nos quedaba un hermano, que la fiebre no nos dejó solas por completo... ¿Alain? Gertrude, ¿está mi tía en casa?
—Está indispuesta—, respondió sin demora la criada.
—Como siempre, pero esto es algo de suma importancia, por favor, dile que necesito que me reciba. Monsieur, por favor—, le invitó a seguirla dentro de la Mansión. Una vez ahí, lo llevó hasta una de las estancias donde le convidó a sentarse, ella lo hizo después, posando ambas manos sobre su regazo, mirándolo fijamente. —Mi padre tenía los ojos azules, Marion y yo lamentamos mucho no haberlos heredado...
—Lo siento, Mademoiselle, le hablaba de la colección de bustos y en un parpadeo desapareció, caballero, por favor—, le hizo un gesto para que le acompañara a la salida. Gertrude deseó intervenir y lo hizo, porque ella estuvo presente en el momento en el que Madame Rossini le leía la carta a uno de sus hijos. Se acercó a Fleur y le dijo que podría ser verdad, que podría escucharlo, tal vez. La joven la miró con cierta molestia, después al extraño que clamaba llevar el apellido de su amado padre, a quien si bien, no conoció, amaba con devoción por ser su padre. Hizo un gesto para que el mayordomo se retirara y éste lo hizo después de unos instantes de duda, el jardinero corrió la misma suerte pero no así Gertrude, quien observó al joven y reconoció más que nunca esos ojos azules.
—¿Es verdad?, ¿por qué no tenía conocimiento de su existencia entonces?, mi tía... Nuestra tía debía decirnos que aún nos quedaba un hermano, que la fiebre no nos dejó solas por completo... ¿Alain? Gertrude, ¿está mi tía en casa?
—Está indispuesta—, respondió sin demora la criada.
—Como siempre, pero esto es algo de suma importancia, por favor, dile que necesito que me reciba. Monsieur, por favor—, le invitó a seguirla dentro de la Mansión. Una vez ahí, lo llevó hasta una de las estancias donde le convidó a sentarse, ella lo hizo después, posando ambas manos sobre su regazo, mirándolo fijamente. —Mi padre tenía los ojos azules, Marion y yo lamentamos mucho no haberlos heredado...
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
—¿Eso te dijo la tía Rossini? —le preguntó con falso divertimento cuando ella alegó que todos sus hermanos estaban muertos—. Me lo imaginé —afirmó después—. No esperaba otra cosa de esa… mujer —dijo esta última palabra con cierto desprecio, para no llamarla “arpía”. Como mínimo. Ya quisiera que estuviesen todos muertos los hijos de Luc. Así podría quedarse ella con la herencia.
No se inmutó cuando apareció el mayordomo con todas las intenciones de retirarlo de ahí. No iba a obedecer y lo dejó claro con la firmeza con que estaba plantado en el suelo frente a una de sus hermanas menores, quien terminó echando a toda la chusma a excepción de la misma señora que, en una voz muy baja que él alcanzó a entender a pesar de todo, le había sugerido escucharlo. ¿Por qué?, se preguntó, ¿qué sabía aquella criada?
—Nuestra tía no quiere saber nada con darme la parte de la herencia que me corresponde —le contó y, al oír que estaba indispuesta, dijo al mismo tiempo que la melliza—: Como siempre. —Luego calló para que ella continuara.
Asintió con la cabeza y siguió a su hermana hacia el interior de la mansión. Ante la invitación de ella, tomó asiento en uno de los sillones, pidiendo el debido permiso. Cuando ella volvió a hablar, tal vez para romper el hielo mientras esperaban a Rossini, supo que era Fleur pues había mencionado a Marion en tercera persona. Pero disimuló, como si siempre lo hubiese sabido.
—Ustedes tienen bonitos ojos también. Bueno, no he visto los de Marion pero asumo que son como los tuyos —respondió, tranquilo, atreviéndose a tutearla pues eran familia, ¿verdad?—. ¿Dónde está ella? No me gustaría irme sin haber conocido a mis dos hermanas. Mucho gusto, por cierto, creo que no te lo he dicho. —Le agarró una mano para besársela.
No se inmutó cuando apareció el mayordomo con todas las intenciones de retirarlo de ahí. No iba a obedecer y lo dejó claro con la firmeza con que estaba plantado en el suelo frente a una de sus hermanas menores, quien terminó echando a toda la chusma a excepción de la misma señora que, en una voz muy baja que él alcanzó a entender a pesar de todo, le había sugerido escucharlo. ¿Por qué?, se preguntó, ¿qué sabía aquella criada?
—Nuestra tía no quiere saber nada con darme la parte de la herencia que me corresponde —le contó y, al oír que estaba indispuesta, dijo al mismo tiempo que la melliza—: Como siempre. —Luego calló para que ella continuara.
Asintió con la cabeza y siguió a su hermana hacia el interior de la mansión. Ante la invitación de ella, tomó asiento en uno de los sillones, pidiendo el debido permiso. Cuando ella volvió a hablar, tal vez para romper el hielo mientras esperaban a Rossini, supo que era Fleur pues había mencionado a Marion en tercera persona. Pero disimuló, como si siempre lo hubiese sabido.
—Ustedes tienen bonitos ojos también. Bueno, no he visto los de Marion pero asumo que son como los tuyos —respondió, tranquilo, atreviéndose a tutearla pues eran familia, ¿verdad?—. ¿Dónde está ella? No me gustaría irme sin haber conocido a mis dos hermanas. Mucho gusto, por cierto, creo que no te lo he dicho. —Le agarró una mano para besársela.
Alain du Bouëxic de Guich- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/03/2018
Re: Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
Se tensó de inmediato en cuanto hubo contacto piel a piel, se estremeció y un temblor le hizo nudo el vientre, haciéndola sudar frío, a través de su tacto, Alain dejó entrever todo el odio que guardaba dentro de él y Fleur, con los ojos muy abiertos e incapaces de mentir, delató el terror que le produjo. Retiró la mano de inmediato y tragó grueso, intentando sonreír. —Gra--gracias... Marion está ocupada con sus lecciones...— La excusó, dejando claro que quizás no la vería, en un intento por proteger a su hermana menor. Si resultaba ser cierto que eran hermanos, tendría que intentar apaciguar tanto rencor y oscuridad, porque no era normal; afortunadamente, una de las criadas llegó para dejar una bandeja de té y pastitas deliciosas, Fleur pudo tomarse un respiro y mientras le servía una taza a Alain, lo miró de reojo, había algo en él que no la dejaba respirar a gusto, era como si sintiera una pajita de cristal metida entre las costillas y todos sus sentidos se enervaron para ponerla en alerta.
—Cuénteme de usted, por favor—, le pidió suavemente, entregándole el servicio de té para que él dispusiera el cómo lo quería, ella misma se sirvió y lo preparó con crema y dos cubitos de azúcar. —¿Conoció a mi padre? Nosotras solamente le reconocemos por un cuadro que está en la galería, después puedes pasar a verlo, si gustas.
Mientras la tensa entrevista de los hermanos se llevaba a cabo, Madame Rossini maldecía en su habitación. Hizo llamar rápidamente al notario y abogado, así como también al hijo que la estaba ayudando en todo eso de la herencia. Fleur había pedido verla, solo ella, pero aquel muchacho estaba en la casa y si llevaba papeles o algo estarían perdidos; el parecido físico era innegable, pero si en sus papeles lucía la firma del Almirante, no habría marcha atrás. —¿Está con mi sobrina?—, preguntó, mientras miraba por la ventana hacia el jardín, esperando por la gente que había hecho llamar. Gertrude asintió y esperó por una respuesta, paciente, sin dejar de ver a la mujer quien no se veía feliz, en realidad, nunca se le vio feliz a la hermana del Almirante, pero en esa ocasión, su rostro reflejaba muchísimo odio, tanto, que impregnó el ambiente haciendo dificultoso el poder respirar. —Dile a Fleur que puede venir...
Gertrude se despidió con una reverencia y bajó en busca de su señora, a la cual comunicó la respuesta positiva de su tía. Fleur apretó los labios y con suma delicadeza dejó la taza sobre la charola de plata. Se levantó y se arregló el vestido, haciéndole ella misma una reverencia al joven que la acompañaba. —Con permiso, se queda en su casa, Monsieur—. No había duda de la cuna y educación de aquella señorita, si bien, Mimí las había hecho crecer con un poco más de libertad, Fleur siempre tomó lo mejor de aquellas duras lecciones de su tía, seguramente cuando creciera, sería una mujer exquisita, tanto o más que su madre, lo mismo que Marion, indómita y salvaje como el Almirante en altamar; si Alain era su hijo, algún rasgo tendría de él, además de la intensa mirada.
Subió entonces las escaleras, atravesando el pasillo, no sin antes dejar sobre la puerta de su hermana un pequeño hechizo para que ella durmiera un poco más, no quería exponerla a una noticia así tan de pronto, debía prepararla y debía arreglar un poco aquel desorden. Le molestó eso sí, el hecho de que Alain fuese a hablar sobre la herencia, ¿es que no había recibido una buena educación? Esos asuntos de dinero y herencias no se trataban con las damas, sino directo con abogados, pero si su tía estaba haciendo alguna trampa ventajosa para ella... Tocó la puerta y entró, su tía seguía de espaldas, mirando por la ventana, en silencio. —¿Qué sucede, Fleur?—, preguntó su tía con voz dura, dándose la vuelta para mirarla a los ojos mientras despacio, caminaba hacia ella, como si quisiera intimidarla. Ella, totalmente ajena a sus intenciones, hizo la reverencia debida por el respeto que le guardaba al ser hermana de su padre y después le explicó la situación. —¿Y tú le crees?—, preguntó con una sonrisa de burla la anciana mujer.
—No lo sé, tía, no te creo capaz de ocultar algo así... Aún quiero pensar que tienes algo de escrúpulos y dignidad. Pero si es cierto que ese joven es hijo de mi padre y tú junto a mi primo lo despojaste de su derecho, voy a sentirme muy dolida y molesta.
—¿Quién te crees que para hablarme así, ¡engendro de Satanás!—, vociferó la mujer, alzando el bastón de madera negra contra Fleur, ella, alzó el rostro como si la desafiara, si le ponía una mano encima sería el final, Rossini no volvería a pegarle como cuando era más pequeña y tenía que aguantarse.
—Cuénteme de usted, por favor—, le pidió suavemente, entregándole el servicio de té para que él dispusiera el cómo lo quería, ella misma se sirvió y lo preparó con crema y dos cubitos de azúcar. —¿Conoció a mi padre? Nosotras solamente le reconocemos por un cuadro que está en la galería, después puedes pasar a verlo, si gustas.
Mientras la tensa entrevista de los hermanos se llevaba a cabo, Madame Rossini maldecía en su habitación. Hizo llamar rápidamente al notario y abogado, así como también al hijo que la estaba ayudando en todo eso de la herencia. Fleur había pedido verla, solo ella, pero aquel muchacho estaba en la casa y si llevaba papeles o algo estarían perdidos; el parecido físico era innegable, pero si en sus papeles lucía la firma del Almirante, no habría marcha atrás. —¿Está con mi sobrina?—, preguntó, mientras miraba por la ventana hacia el jardín, esperando por la gente que había hecho llamar. Gertrude asintió y esperó por una respuesta, paciente, sin dejar de ver a la mujer quien no se veía feliz, en realidad, nunca se le vio feliz a la hermana del Almirante, pero en esa ocasión, su rostro reflejaba muchísimo odio, tanto, que impregnó el ambiente haciendo dificultoso el poder respirar. —Dile a Fleur que puede venir...
Gertrude se despidió con una reverencia y bajó en busca de su señora, a la cual comunicó la respuesta positiva de su tía. Fleur apretó los labios y con suma delicadeza dejó la taza sobre la charola de plata. Se levantó y se arregló el vestido, haciéndole ella misma una reverencia al joven que la acompañaba. —Con permiso, se queda en su casa, Monsieur—. No había duda de la cuna y educación de aquella señorita, si bien, Mimí las había hecho crecer con un poco más de libertad, Fleur siempre tomó lo mejor de aquellas duras lecciones de su tía, seguramente cuando creciera, sería una mujer exquisita, tanto o más que su madre, lo mismo que Marion, indómita y salvaje como el Almirante en altamar; si Alain era su hijo, algún rasgo tendría de él, además de la intensa mirada.
Subió entonces las escaleras, atravesando el pasillo, no sin antes dejar sobre la puerta de su hermana un pequeño hechizo para que ella durmiera un poco más, no quería exponerla a una noticia así tan de pronto, debía prepararla y debía arreglar un poco aquel desorden. Le molestó eso sí, el hecho de que Alain fuese a hablar sobre la herencia, ¿es que no había recibido una buena educación? Esos asuntos de dinero y herencias no se trataban con las damas, sino directo con abogados, pero si su tía estaba haciendo alguna trampa ventajosa para ella... Tocó la puerta y entró, su tía seguía de espaldas, mirando por la ventana, en silencio. —¿Qué sucede, Fleur?—, preguntó su tía con voz dura, dándose la vuelta para mirarla a los ojos mientras despacio, caminaba hacia ella, como si quisiera intimidarla. Ella, totalmente ajena a sus intenciones, hizo la reverencia debida por el respeto que le guardaba al ser hermana de su padre y después le explicó la situación. —¿Y tú le crees?—, preguntó con una sonrisa de burla la anciana mujer.
—No lo sé, tía, no te creo capaz de ocultar algo así... Aún quiero pensar que tienes algo de escrúpulos y dignidad. Pero si es cierto que ese joven es hijo de mi padre y tú junto a mi primo lo despojaste de su derecho, voy a sentirme muy dolida y molesta.
—¿Quién te crees que para hablarme así, ¡engendro de Satanás!—, vociferó la mujer, alzando el bastón de madera negra contra Fleur, ella, alzó el rostro como si la desafiara, si le ponía una mano encima sería el final, Rossini no volvería a pegarle como cuando era más pequeña y tenía que aguantarse.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
No pasó por alto la reacción de Fleur, el tartamudeo, la forma de retirar la mano cuando la besó. Algo le había pasado, pero no podía saber qué, ni siquiera suponerlo. Disimulando, le puso dos cubos de azúcar al té mientras le aseguraba a Fleur que no había mucho que decir respecto de sí mismo. Sólo le contó que creció en Marsella y, después, habló del Almirante:
—Lo conocí, sí, bastante poco porque siempre estaba ocupado con sus misiones y, después, contigo y con Marion —dijo con aparente tranquilidad mientras bebía el té de a sorbos, mirando a Fleur a los ojos—. Prácticamente dejé de existir cuando ustedes nacieron —afirmó, con una pequeña sonrisa casi divertida, tal vez algo irónica. Por lo demás, no sonaba tan resentido como cabría esperar ante tales dichos—. Pero no las culpo. No a ustedes… Vi el cuadro hace un rato, gracias.
Continuó bebiendo té, fingiendo que no le importaba que Fleur se marchara a hablar con su tía, aunque la verdad era lo opuesto: lo que más le interesaba era saber qué ocurriría ahí. Así que dejó la taza, se levantó detrás de ella y la siguió sigilosamente y a distancia prudente hacia el cuarto (de no haberlo hecho, nunca podría haber adivinado dónde era, era una casa inmensa). Al llegar, escuchó detrás de la puerta hasta que vio por la rendija de la puerta la sombra del bastón en alto. Pensando que le iba a pegar a Fleur, por instinto natural irrumpió en la habitación y le arrancó el bastón de las manos a la vieja Rossini.
—¿Quién te crees TÚ para hablarle así a ella, arpía? —Y de inmediato la enfrentó—: ¿Dónde está mi herencia?
Alain du Bouëxic de Guich- Humano Clase Alta
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Re: Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
—¡Qué escándalo!—, chillo la tía Rossini cuando la puerta se abrió y apareció aquel desconocido que reconoció en la ira de sus ojos. Fleur también reaccionó con sobresalto, dando un respingo hacia un costado para que los brazos alzados y codos flexionados de aquel hombre no la golpearan en el ejercicio de protegerla. Rossini comenzó a gritar llevándose ambas manos al pecho, fingiendo o no que estaba teniendo un infarto, pidiendo ayuda a su sobrina al tender las manos rechonchas y viejas hacia ella. —Fleur, por favor, llama al médico—, pidió con voz ahogada. —¡Lárguese de mi casa!—, le gritó al joven.
Fleur accionó rápidamente, llamando a Gertrude desde el marco de la puerta. —Ve a buscar al médico de mi tía, ¡rápido! Por favor, Monsieur, váyase, yo lo mandaré llamar cuando sea prudente—. Lo tomó del brazo y lo miró hacia arriba, suplicante por ese favor mientras lo llevaba hacia la puerta. —Le prometo que le llamaré, no se preocupe por su herencia.
Si eso era lo que él iba buscando y era justo dársela, se la daría, después de todo si resultaba ser hijo de su padre y por ende, hermano suyo, estaba en su total derecho. Cerró la puerta después de dejarlo fuera y fue hacia su tía quien sudaba y la miraba agitada, furiosa aún y la hacía prometer que nunca llamaría a ese tipo. Fleur, gracias a un pequeño sortilegio que conocía de memoria, le adormeció los nervios y la tranquilizó en lo que llegaba el médico, aunque el primero en llegar fue su hijo acompañado, según supo después, del notario y el abogado. A Fleur no le quedó duda, aquel joven era su hermano y su tía había hecho algo horrible. Le tocaba a ella enmendarlo.
Cuando la paz volvió a la casa, unas horas después, ella misma redactó una pequeña nota para Alain, colocando además su nombre completo, es decir, con sus apellidos. Sin ninguna consideración le pidió a su abuela la dirección y después de entregarla a Gertrude para que llegara de verdad a las manos del joven, encaró a su tía y a su primo, acompañada claro, del abogado de su padre. —Te pido por favor que te vayas de mi casa, tía, según sé, con el dinero de mi padre pudiste rehacer la mansión de tu marido, así que tienes a donde ir. Además, tu hijo hizo un buen matrimonio, seguramente para su mujer y para él será un placer enorme tenerte con ellos. No quiero volver a verte y si acaso escucho que de nuevo estás haciendo trapicherías de este tipo, haré que te cuelguen... Que los cuelguen a todos.
Fleur accionó rápidamente, llamando a Gertrude desde el marco de la puerta. —Ve a buscar al médico de mi tía, ¡rápido! Por favor, Monsieur, váyase, yo lo mandaré llamar cuando sea prudente—. Lo tomó del brazo y lo miró hacia arriba, suplicante por ese favor mientras lo llevaba hacia la puerta. —Le prometo que le llamaré, no se preocupe por su herencia.
Si eso era lo que él iba buscando y era justo dársela, se la daría, después de todo si resultaba ser hijo de su padre y por ende, hermano suyo, estaba en su total derecho. Cerró la puerta después de dejarlo fuera y fue hacia su tía quien sudaba y la miraba agitada, furiosa aún y la hacía prometer que nunca llamaría a ese tipo. Fleur, gracias a un pequeño sortilegio que conocía de memoria, le adormeció los nervios y la tranquilizó en lo que llegaba el médico, aunque el primero en llegar fue su hijo acompañado, según supo después, del notario y el abogado. A Fleur no le quedó duda, aquel joven era su hermano y su tía había hecho algo horrible. Le tocaba a ella enmendarlo.
Cuando la paz volvió a la casa, unas horas después, ella misma redactó una pequeña nota para Alain, colocando además su nombre completo, es decir, con sus apellidos. Sin ninguna consideración le pidió a su abuela la dirección y después de entregarla a Gertrude para que llegara de verdad a las manos del joven, encaró a su tía y a su primo, acompañada claro, del abogado de su padre. —Te pido por favor que te vayas de mi casa, tía, según sé, con el dinero de mi padre pudiste rehacer la mansión de tu marido, así que tienes a donde ir. Además, tu hijo hizo un buen matrimonio, seguramente para su mujer y para él será un placer enorme tenerte con ellos. No quiero volver a verte y si acaso escucho que de nuevo estás haciendo trapicherías de este tipo, haré que te cuelguen... Que los cuelguen a todos.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
Alain no confió en el presunto malestar de la tía Rossini.
—¡Oh, por favor, deja de dramatizar! —le exigió, botando el bastón a un lado con furia, convencido de que estaba fingiendo. Y lo peor era que estaba logrando el efecto que quería, porque todas las mujeres de la casa se movieron para auxiliar a la vieja embustera. Incluso Fleur le pidió a él que se marchara mientras la atendían. Prometió mandarlo a llamar más tarde, pero ¿lo haría cuando supiera qué implicaba todo esto? No se trataba de dividir la herencia. Se trataba de que a él, como hijo varón, la fortuna de Luc du Bouëxic de Guich le pertenecía por completo—. Volveré —le juró a Fleur, queriendo decir que si no lo mandaba a llamar, él mismo reaparecería en tantas ocasiones como fuera necesario. Después, rápidamente le brindó oralmente la dirección de donde se encontraba para que pudiera escribirle o visitarlo, era ahí mismo en París, de todos modos.
Con esto aceptaba que lo echaran de la escena. De cualquier manera, Fleur le cerró la puerta en la cara, aunque no la juzgó por eso. Más bien, se fue rabiando por lo que había hecho la anciana: una mera maniobra desesperada para posponer lo inevitable. Su ruindad saldría a la luz, estuviera ella viva o muerta (si era cierta la enfermedad). Y él recibiría lo que le correspondía porque tenía cómo probar que era hijo de Luc du Bouëxic de Guich. Pensó en eso para tranquilizarse mientras respiraba violentamente por la nariz, camino al coche en el que había llegado.
Fue hacia el atardecer que recibió la nota de Fleur, mientras él estaba en la habitación del hotel donde se hospedaba durante su estancia en París. De inmediato fue a su encuentro, a la casa de las mellizas otra vez, donde no sabía qué encontraría. Una sirvienta lo hizo pasar y lo invitó a tomar asiento en la estancia mientras iba a buscar a Fleur. Alain enseguida notó el silencio del lugar. Un silencio de muerte. ¿Estaría bien la tía Rossini? Fleur decía, en la nota, conocer toda la verdad. Quizá entonces sí le había dado un verdadero ataque al corazón, porque significaba que no podía ocultar más la triquiñuela.
Se puso en pie para recibir a su hermana cuando la vio venir.
Alain du Bouëxic de Guich- Humano Clase Alta
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Re: Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
No logró que se fueran tan fácilmente, hubo malas caras, malos tratos, improperios, difamaciones y calumnias, así como también verdades. Sin embargo, Fleur no se dejó amedrentar, tenía de su parte la razón y la verdad, así como también la decencia y el buen juicio, despreció la ambición de su tía y sus hijos haciendo incluso llamar a las autoridades para que de una vez se retiraran de su propiedad. Fue un escándalo y los vecinos pararon bien oídos para enterarse a medias de lo que sucedía; hubiese querido evitar a toda costa la vergüenza, pero si eso era lo necesario para quitarse de encima a esa víbora, lo haría. Minutos después llegó Madame Renoir, preguntó por Marion porque no pudo sentirla apenas llegó y Fleur le informó que había tenido que dormirla para que no sufriera esos desafortunados eventos. Ella misma le informaría después, cuando fuese propicio hacerlo.
El abogado de su padre supo hacer valer la voluntad del Almirante y le explicó lo que sucedería: las mellizas iban a quedar al cuidado de su hermano y la fortuna y bienes del Almirante pasarían a ser del joven, pero de ninguna manera él podría tocar sus dotes y/o todo aquello que estuviera estipulado, le pertenecía a ellas, como lo eran las cuadrillas de caballos, el castillo y más negocios, incluída una mina en Sierra Leona. Todo lo demás era, en efecto, de Alain. Su abogado, Monsieur Gerzhedovich, insistió en quedarse para hacer válidos los papeles del joven y además conocerlo, alegando que él y el Almirante habían conocido el mundo juntos y si ese muchacho era quién decía ser, él podría afirmarlo. Fleur accedió y lo invitó a tomar un refresco en el jardín junto a ella y Mimí; era notoria la luz que entraba en la casa, sin el hechizo de protección de Renoir, aquella mansión comenzó a latir con más vida y las flores que circundaban la mesa y sillas del jardín, florecieron al instante, Fleur misma se veía más alegre, sin esa sombra molesta que le rondaba todo el tiempo, si Rossini no fuese una humana común y corriente, podría pensarse que era una de esas brujas oscuras que solo buscaban el mal de los demás, aunque, a su corta edad, Fleur comenzó a ser consciente de que no se necesitaban poderes para eso, la gente era mala y tuvo miedo, no por ella, sino por Marion.
Cuando Alain llegó, fue Fleur quien lo recibió primero. —Monsieur—, lo saludó, antes de avanzar hacia él con los brazos abiertos. Lo estrechó lo más fuerte que pudo y apoyó la mejilla en su pecho, sintiendo por primera vez su aroma, sonrió amplio mientras aspiraba profundamente y lloraba quedo de alegría y gozo. —Lamento mucho lo sucedido, Alain. Yo no conocía los alcances de esa mujer—, intentó disculparla, aunque no se lo mereciera, ni ella ni sus hijos. Se separó de él al cabo de unos minutos y le tomó la mano para que la siguiera hasta el jardín, donde estaban Madame Renoir y el abogado. Al llegar, los presentó debidamente y lo hizo sentarse en el lugar que ella estaba ocupando antes. —Marion debería estar también aquí, pero no creo que sea prudente hacerla enfrentar esta situación sin antes informarle de todo, tendrás oportunidad de conocerla después—, informó, mientras atenta veía la reacción del viejo abogado.
—Guarda similitudes a tus otros hermanos, sí, sobre todo al mayor, pero el mayor era copia fiel de tu padre... Igual que este jovencito, un placer, caballero. ¿Lleva consigo los papeles? Si no, no se angustie, mi secretario puede ir por ellos más tarde o mañana, hay tiempo de sobra para esto.
Madame Renoir sin embargo, no fue tan amable. Ella pudo ver a través de los ojos del hermano recién llegado, que su alma escondía demasiado odio. Quizás había hecho mal en retirar el hechizo de protección, aún así, fue amable y cautelosa, no dejando ver su preocupación por mera atención a Fleur, que parecía estar contenta.
—¿Debe hacerse el proceso legal antes de que él se mude? Dios mío, ¿cómo voy a explicar esto a nuestras amistades? No quiero perjudicar más a la tía Rossini, los vecinos ya se encargaran de eso.
El abogado de su padre supo hacer valer la voluntad del Almirante y le explicó lo que sucedería: las mellizas iban a quedar al cuidado de su hermano y la fortuna y bienes del Almirante pasarían a ser del joven, pero de ninguna manera él podría tocar sus dotes y/o todo aquello que estuviera estipulado, le pertenecía a ellas, como lo eran las cuadrillas de caballos, el castillo y más negocios, incluída una mina en Sierra Leona. Todo lo demás era, en efecto, de Alain. Su abogado, Monsieur Gerzhedovich, insistió en quedarse para hacer válidos los papeles del joven y además conocerlo, alegando que él y el Almirante habían conocido el mundo juntos y si ese muchacho era quién decía ser, él podría afirmarlo. Fleur accedió y lo invitó a tomar un refresco en el jardín junto a ella y Mimí; era notoria la luz que entraba en la casa, sin el hechizo de protección de Renoir, aquella mansión comenzó a latir con más vida y las flores que circundaban la mesa y sillas del jardín, florecieron al instante, Fleur misma se veía más alegre, sin esa sombra molesta que le rondaba todo el tiempo, si Rossini no fuese una humana común y corriente, podría pensarse que era una de esas brujas oscuras que solo buscaban el mal de los demás, aunque, a su corta edad, Fleur comenzó a ser consciente de que no se necesitaban poderes para eso, la gente era mala y tuvo miedo, no por ella, sino por Marion.
Cuando Alain llegó, fue Fleur quien lo recibió primero. —Monsieur—, lo saludó, antes de avanzar hacia él con los brazos abiertos. Lo estrechó lo más fuerte que pudo y apoyó la mejilla en su pecho, sintiendo por primera vez su aroma, sonrió amplio mientras aspiraba profundamente y lloraba quedo de alegría y gozo. —Lamento mucho lo sucedido, Alain. Yo no conocía los alcances de esa mujer—, intentó disculparla, aunque no se lo mereciera, ni ella ni sus hijos. Se separó de él al cabo de unos minutos y le tomó la mano para que la siguiera hasta el jardín, donde estaban Madame Renoir y el abogado. Al llegar, los presentó debidamente y lo hizo sentarse en el lugar que ella estaba ocupando antes. —Marion debería estar también aquí, pero no creo que sea prudente hacerla enfrentar esta situación sin antes informarle de todo, tendrás oportunidad de conocerla después—, informó, mientras atenta veía la reacción del viejo abogado.
—Guarda similitudes a tus otros hermanos, sí, sobre todo al mayor, pero el mayor era copia fiel de tu padre... Igual que este jovencito, un placer, caballero. ¿Lleva consigo los papeles? Si no, no se angustie, mi secretario puede ir por ellos más tarde o mañana, hay tiempo de sobra para esto.
Madame Renoir sin embargo, no fue tan amable. Ella pudo ver a través de los ojos del hermano recién llegado, que su alma escondía demasiado odio. Quizás había hecho mal en retirar el hechizo de protección, aún así, fue amable y cautelosa, no dejando ver su preocupación por mera atención a Fleur, que parecía estar contenta.
—¿Debe hacerse el proceso legal antes de que él se mude? Dios mío, ¿cómo voy a explicar esto a nuestras amistades? No quiero perjudicar más a la tía Rossini, los vecinos ya se encargaran de eso.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
En un principio no respondió al abrazo, pero después sí, nada le costaba alzar un poco los brazos para tocar apenas la espalda de Fleur. Aceptó las disculpas, las cuales le parecieron sinceras.
—Está bien —dijo, dándole unas pequeñas palmaditas en el omoplato a su hermana.
Luego, la siguió hasta el jardín donde los aguardaban una tal Madame Renoir y el abogado de la familia. Tras la presentación, tomó asiento y asintió con la cabeza cuando Fleur le habló de Marion, preguntándose por dentro por qué no podría ella enfrentar esta situación; claramente era una actitud protectora por parte de Fleur, quien parecía tener toda la madera de hermana mayor a pesar de que eran mellizas, ¿o había algo más, algún otro motivo por el que Fleur prefería aplazar el encuentro entre Alain y Marion? Sintió mucha intriga, pero habría tiempo para develar el misterio, porque como le mencionó después:
—Está bien, de todos modos planeo quedarme un buen tiempo en París —dijo como si no hubiera nada ni nadie esperándolo en Marsella. Como si Violette no existiera. Recordaba que ahí estaba, sí, pero no lamentaba la lejanía y estaba convencido de que ella tampoco lo hacía, de hecho era más feliz sin él, tendría sus amantes por ahí, a falta de un marido presente y atento. No le importaba en lo más mínimo—. No, no traigo los papeles, no sabía que usted estaría aquí tan pronto. Pero ya que lo menciona, sí me gustaría que fuesen a buscarlos, quiero tener esto resuelto cuanto antes, más allá de que no planeo volver a Marsella a corto plazo.
Miró a Fleur con un aire de complicidad, esbozando una pequeña sonrisa, anticipando todo lo que iba a vivir con sus hermanas en el tiempo que pasara en París.
Alain du Bouëxic de Guich- Humano Clase Alta
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Re: Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
La sonrisa del joven estremeció a Madame Renoir, quien pronto llamó la atención de Fleur. —Será entonces que después deben encargarse de eso, entre caballeros. Imagino que tendrá un abogado que le asesore, para que pase todos sus asuntos a Monsieur. Fleur, creo que sería lo más adecuado que esperaras un poco para decirle a Marion y así se instale en la mansión—. No lo quería cerca de las mellizas, por ningún motivo. Se puso en pie y se excusó con ambos caballeros pues debía ver a Marion antes de irse, aprovecharía la ocasión para llevarse a Fleur, al menos por unos minutos. —Caballeros—, se despidió amable y del brazo de Fleur, quien prometió volver, desapareció en las escaleras hacia arriba. —No quiero que lo traigas a vivir a la casa, mon petit Fleur, si bien, tu tía Rossini era una arpía, en Alain veo a una serpiente que quiere hacerles daño a ti y a tu hermana, por favor, se muy cautelosa, por favor...
Fleur asintió, pues ya había sentido algo parecido y era por eso que no dejaba bajar a Marion, quien era más susceptible a ese tipo de cosas. Al llegar a la habitación, Renoir deshizo el hechizo sobre la puerta y entró, prometiendo que todo estaría bien, volvería a sellar la casa y estarían bien. Fleur se disculpó con su hermana por haberla encerrado y volvió abajo, con el abogado que estaba a punto de irse. Su sonrisa tenía ya un atisbo de duda y fue poco hábil para disimular. —Lo lamento, Madame Renoir quería darme noticias de un querido amigo—, mintió, torpe, aunque el abogado se lo creyó ciegamente. Se disculpó él también con el pretexto de comenzar a mover todos los papeles y se retiró acompañado del mayordomo de la casa. Al quedarse solos, Fleur tomó asiento frente a Alain y lo miró atenta, esbozando una sutil sonrisa de amabilidad. —¿Vino solo por la herencia o le movió un poco el conocernos a Marion y a mí?—, preguntó de pronto, recordando que sus reclamos solamente habían tenido que ver con el dinero y no con la privación de la compañía de sus hermanas. Normal, ¿quién no se dejaría seducir por tanto dinero? —No es un reclamo, lamento si sonó así, es solo que... Marion y yo creíamos que éramos las únicas que quedaban, padre tuvo muchísimos hijos y poco a poco todos fueron muriendo... ¿Tienes hermanos?, ¿estás casado?—, preguntó, sin notar que le iba hablando ya de forma más íntima, tuteándolo.
Fleur asintió, pues ya había sentido algo parecido y era por eso que no dejaba bajar a Marion, quien era más susceptible a ese tipo de cosas. Al llegar a la habitación, Renoir deshizo el hechizo sobre la puerta y entró, prometiendo que todo estaría bien, volvería a sellar la casa y estarían bien. Fleur se disculpó con su hermana por haberla encerrado y volvió abajo, con el abogado que estaba a punto de irse. Su sonrisa tenía ya un atisbo de duda y fue poco hábil para disimular. —Lo lamento, Madame Renoir quería darme noticias de un querido amigo—, mintió, torpe, aunque el abogado se lo creyó ciegamente. Se disculpó él también con el pretexto de comenzar a mover todos los papeles y se retiró acompañado del mayordomo de la casa. Al quedarse solos, Fleur tomó asiento frente a Alain y lo miró atenta, esbozando una sutil sonrisa de amabilidad. —¿Vino solo por la herencia o le movió un poco el conocernos a Marion y a mí?—, preguntó de pronto, recordando que sus reclamos solamente habían tenido que ver con el dinero y no con la privación de la compañía de sus hermanas. Normal, ¿quién no se dejaría seducir por tanto dinero? —No es un reclamo, lamento si sonó así, es solo que... Marion y yo creíamos que éramos las únicas que quedaban, padre tuvo muchísimos hijos y poco a poco todos fueron muriendo... ¿Tienes hermanos?, ¿estás casado?—, preguntó, sin notar que le iba hablando ya de forma más íntima, tuteándolo.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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Re: Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
Intuyó que la tal Madame Renoir había apartado a Fleur con un motivo concreto, era como si quisiera decirle algo en privado, Alain no podía adivinar qué. Resignado, las dejó ir y, ya sin la presencia de las mujeres, arregló con el abogado todo lo que tenía que arreglar para llevar a cabo la operación. Después, se quedó en silencio en la silla del jardín, respirando el aire fresco, mirando hacia el cielo cada vez más oscuro en el que empezaban a relucir las primeras estrellas. Supo entonces que tenía ganas de fumar, pero no le gustaba hacerlo en casa ajena (todavía era “casa ajena”, aunque no por mucho tiempo más).
El regreso de Fleur lo sacó de sus pensamientos. Enseguida empezó a prestarle atención a ella, casi no más al abogado, quien se estaba despidiendo. Agradeció que fuera así, quería que las cosas estuviesen en marcha ya, y por qué no, mientras tanto, pasar un rato con Fleur, quien de todas formas parecía estar allí precisamente para hacerle compañía. ¿O algo más?
—¿Un amigo? Vaya, espero que no sea nada lamentable —dijo Alain amablemente, aunque no le había creído el pretexto. Mientras tanto, el abogado se alejaba junto con el mayordomo, dejándolos solos por fin—. Bueno, no voy a negar que también me intrigaba conocerlas —confesó con una pequeña sonrisa—. No tengo otros hermanos, no sé lo que es tener hermanos, ¿quizá con ustedes aprenda? Podríamos aprovechar, cuando termine todo esto, para recuperar el tiempo perdido, ¿no crees, Fleur? —la tuteó sin más—. Eso es lo que te hizo creer la arpía de nuestra tía —dijo cuando ella manifestó que ambas mellizas creían ser las únicas descendientes de Luc de Bouëxic de Guich, ¡por supuesto! Habían sido veintitrés años de invisibilización para él. Ya no más—. Estoy casado, sí. Ella está en Marsella. Matrimonio por conveniencia. Apuesto a que te suena… Me extraña que ustedes no estén casadas, de hecho, están en edad, ¿no? Han de tener quince años ya —calculó—. Está bien, no se casen… Yo no las entregaré tan fácilmente —bromeó. ¿O no?
Alain du Bouëxic de Guich- Humano Clase Alta
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Re: Vous êtes juste une autre partie de moi || Priv. Alain
Hasta ese momento, Fleur había adoptado el papel de hermana mayor-única hermana con Marion y era por eso que a veces la sobreprotegía demasiado. Sus primos, los varones de la casa, jamás fueron amables con ellas así que no tenía buena experiencia con las figuras masculinas de autoridad, pero obedecía, porque así debía ser. Tanto él como las mellizas aprenderían como era ser y tener hermanos, por eso sonrió, deseando confiar en él su futuro. Se rió divertida ante el mote que Alain había usado para la tía, poniendo voz a los pensamientos de ella misma que a ratos, no podía soportar a la pobre hermana de su padre, sin embargo, la toleraba, porque era el único pariente vivo que le quedaba, según. Ahora, sin su yugo oprimiéndolas, eran libres y se podía respirar mejor.
—¿De verdad? Espero que podamos conocerla pronto, aunque fuese por conveniencia—, dijo, con cierto pesar. Se puso muy seria de pronto y suspiró, afirmando con la cabeza. —Lo sé, a nuestra edad, madre se estaba casando con padre, la tía nos trató de comprometer con sus hijos pero logramos zafarnos, sin embargo, confío en tu buen juicio y espero que cumplas eso, yo la verdad es que no tengo ninguna inclinación al matrimonio, no ahora, no me siento lista para conocer a ningún caballero—, expuso, deseando que él entendiera el mensaje. —Tampoco Marion, ella mucho menos, de hecho, es un espíritu tan libre, casarla e incluso comprometerla, le cortaría las alas demasiado pronto—, concluyó, mirando con cierta resignación a Alain. Después de conversar otro poco, la luz de la tarde se apagó y tuvo que despedirlo, no sin antes prometer que lo recibiría pronto, debían hablar mucho más, sobre todo de la mudanza de Alain a la mansión y de la presentación con Marion la cual, Fleur deseaba aplazar un poco más.
—¿De verdad? Espero que podamos conocerla pronto, aunque fuese por conveniencia—, dijo, con cierto pesar. Se puso muy seria de pronto y suspiró, afirmando con la cabeza. —Lo sé, a nuestra edad, madre se estaba casando con padre, la tía nos trató de comprometer con sus hijos pero logramos zafarnos, sin embargo, confío en tu buen juicio y espero que cumplas eso, yo la verdad es que no tengo ninguna inclinación al matrimonio, no ahora, no me siento lista para conocer a ningún caballero—, expuso, deseando que él entendiera el mensaje. —Tampoco Marion, ella mucho menos, de hecho, es un espíritu tan libre, casarla e incluso comprometerla, le cortaría las alas demasiado pronto—, concluyó, mirando con cierta resignación a Alain. Después de conversar otro poco, la luz de la tarde se apagó y tuvo que despedirlo, no sin antes prometer que lo recibiría pronto, debían hablar mucho más, sobre todo de la mudanza de Alain a la mansión y de la presentación con Marion la cual, Fleur deseaba aplazar un poco más.
Fleur du Bouëxic de Guich- Hechicero Clase Alta
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