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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Venance Carpaccio Dom Jun 12, 2016 5:35 pm

Había sentido el primer rayo de sol sobre la madera frondosa de la casa, a través de un sin fin de hebras que llegaban negligentemente hasta la habitación subterránea. Ésta, no era nada similar a la que mantenía en Italia, no tenía las comodidades de la privacidad; la puerta se podía abrir sin problemas, no era pesada y siquiera tenía una llave para detener los movimientos por al menos unos segundos. Lo que significaba que la mayor parte del sueño en el solsticio quedaba con la mente despierta y alerta. Esa vez no fue diferente, aunque no específicamente en ese aspecto, sino que un ligero recordatorio estaba persiguiéndome. La fecha conmemorativa del nacimiento de Amadeo comenzaría al caer la medianoche y por supuesto, no dudaba que el joven querría alguna especie de entretenimiento o regalo por mi parte. Situación que no me gustaba en absoluto, no le veía la gracia, ni tampoco la alegría o emoción a cumplir un año más o uno menos. Sin embargo, los humanos tenían límites y entendía que quizá fuesen demasiado pocos para dejarlos pasar. Por otro lado, sabía que tenía que hacer algo para que el muchacho ignorara el hecho de que la persona que había venido a buscar no estuviera presente.

Hacía varios meses había conseguido una reliquia de las épocas en donde era capaz de ver el atardecer. Se trataba de unos pinceles de cerdas de tejón, acomodadas en maderas de roble, la artesanía era delicada y fuerte. La colección no parecía estar completa, le faltaban los últimos dos pinceles del juego, los más gruesos y toscos, por suerte, también eran los menos usados. Sin duda, ante mis ojos, no existía una perfección como esa, parecían nuevas aún con sus más de dos mil años. No obstante, como siempre, no estaba seguro del gusto del querubín. Parecía ser que siempre intuía erróneamente sus ideales y pocas veces podía llegar a complacerlo. Luego de unos cuantos años conociéndolo en profundidad, podía estar seguro de que nunca podría entenderlo. No al menos sin sondear sus pensamientos antes, lo cual solo una vez había aceptado hacerlo, era un hecho que éramos, de alguna manera, de diferentes razas. Dejé salir un suspiro fúnebre en lo que observaba el curtido reloj que estaba a un costado. Y al final terminé por levantarme, siendo imposible conciliar el sueño. Busqué la cajuela donde estaban los pinceles acomodados por tamaño y grosor y pasé solo un segundo las yemas de los dedos por los bordes.

Recordaba a Amadeo insistiendo en que no era lo suficientemente bueno como para ser un artista y me llevaba a mis épocas en donde leer o escribir estaban completamente alejados de mis posibilidades. Claro que la diferencia de edad podía ser un factor relevante, pero nada me parecía más tonto que querer detener un sueño.

Al final terminé por salir de la habitación, buscando en la bodega un vino cualquiera. No era demasiado mañoso con las edades, después de todo, todas me parecían nuevas y nada añejas, por lo cual, el sabor no difería demasiado, mucho menos al tratarse de un vampiro y las pocas papilas gustativas que podían renacer con la sangre. Volví a la habitación minutos más tarde, consiguiendo que el cuerpo de mármol terminara por dormirse hasta que el sol empezara a esconderse y los sentidos agudos comenzaron a entonarse en el ambiente.

Pasadas las siete, la penumbra ya azotaba el cielo parisino y mis ojos se abrieron antes de que pudiera notar los sonidos alrededor. Con una bata cubriéndome e inseguridades en mi rostro seguí pensando, así, lenta y tortuosamente, después de diecisiete años seguía teniendo las mismas incógnitas imposibles de responder. Seguía sin saber quién me había obligado a salvarlo y por qué razón me lo había quedado a mi lado, observándolo desde las sombras.
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Lun Ago 08, 2016 11:12 pm

Para los mortales el tiempo pasaba considerablemente más lento. Había sido una eternidad el llegar a sus 19 años, era algo así como “todo un hombre” en la sociedad e incluso llegaban cartas dirigidas a Hero con charlas parecidas a una petición para crear lazos matrimoniales entre herederos, las cuales Amadeo rechazaba de manera formal solo para no dejar mal a aquel ser que le salvo años atrás, ya que de otra forma simplemente no las respondería y de hacerlo sería con una finalidad traviesa de levantar sospechas, especulaciones y dramas para entretenerse un rato, un “tiene novio, déjenlo en paz” daría para hablar a todo París… y posiblemente haría a su ángel regresar… para darle un buen escarmiento, pero regresaría de todas formas.
 
Esperaba con ansias que al menos le enviara una carta de felicitaciones mientras se preguntaba porque aun sufría por ello, tenía a Venance ¿no?, y lo quería bastante, pero el recuerdo de los días felices junto a su ángel aun le atormentaban hasta que recordaba que eran tiempos pasados que no regresarían ni aunque tuviera toda la eternidad para revivirlos. Pues el mundo cambiaba, él mismo cambiaba y su ángel ya no era el mismo ser sonriente al que había amado con tanta desesperación. 
 
Y aun cercano a su cumpleaños no menciono nada sobre el tema, al contrario de lo que la mayoría pensaría al conocerle. Sería más normal verle recordándoselo a todos para que le prepararan algo, sin embargo, no era una fecha que le causara mucha excitación. Sin embargo, se dedicaría a ver que podía sacarle a la fuerza a Venance, todas esas oportunidades las utilizaba para acercarse más a aquel ser tan arisco que de alguna manera intentaba demostrarle cariño… a un metro de distancia.
 
Empezó el día con las clases de Cailen, ya no era tan lento como antes… no se pelaban tan seguido, aunque le molestaba que este contantemente tirara comentarios dándole a entender que Venance solo lo soportaba porque era su deber… aun cuando los hacia sacando la sinceridad inocente de lo profundo de su ser. Cuando aquellos comentarios surgían las clases acababan y no se hablaban en cosa de días… o al menos Amadeo no le dirigía la palabra mientras Cailen buscaba como disculparse. Al menos fue una buena mañana, no hubo ningún comentario fuera de lugar y repasaron escritura además de trazado en dibujo, almorzaron y cenaron en armonía.
 
Mientras caía la noche salió al gran jardín a cortar rosas, se encargaba de las flores que se veían magníficos bajo la luz de la luna en los maceteros de mármol. Solía dejarlas sobre el piano, viejos hábitos que nunca parecían morir, aprendidos de años desperdiciados. Era extraño como seguía repitiendo una y otra vez las mismas manías, pero con un significado y sentir distinto. Tiro a la basura la maleza y subió con las rosas para dejar algunas sobre el piano de la mansión, sin embargo continuo con una en la mano, buscando el camino al cuarto del inmortal que habitaba la vivienda.
 
Ni siquiera se daba el tiempo para tocar la puerta, tenía claro que este le escuchaba desde que estaba subiendo las escaleras o incluso antes en el patio – Sorpresa… Ya oscureció, eres libre de salir – menciono mirando la rosa que sostenía mientras se apoyaba en el marco de la puerta – deberíamos ponerle alguna especie de seguro a esta habitación, no sería difícil creo que incluso yo podría hacerlo, nos pasaron carpintería en Venecia un par de veces, así podrías descansar mejor – aseguro alzando por primera vez, aquella noche, la mirada al mayor.
 
-Las rosas se están abriendo nuevamente, así que las corte… -menciono dejándole aquella que tenía en la mano sobre un velador. Por alguna razón aquella noche estaba nervioso, recordaba vagas palabras de una conversación sobre algo que ocurriría al cumplir 19… pero no tenía muy claro si había sido un sueño o si de verdad había ocurrido, el llevar una vida nocturna sin abandonar sus deberes en el día era complicado a cierta hora ya no sabía si estaba despierto o si solo alucinaba- ¿Saldrás esta noche?, no deberías... Cailen se fue a su habitación está entusiasmado con esto de leer – siguió comentándole mientras se sentaba sobre la cama del mayor y le seguía con la mirada como un depredador a su presa. 


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Mensaje por Venance Carpaccio Sáb Ago 13, 2016 6:22 pm

Escuchaba la suavidad de sus pasos, su respiración desde la distancia y la agonía con la que parecía cargar. Estaba al tanto de los sentimientos del joven y en realidad, había pensado en varias ocasiones simplemente comprar otra casa y trasladar a todos allí, pero, ¿qué sentido tenía si él no se podía desligar de lo sentimental antes de lo material? Años en Venecia no lo habían hecho olvidar, quizá necesitaba más dolor que la lejanía, quizá, solo quizá, entre más cerca lo sintiera más terminaría dándose cuenta que las cosas se le derritieron de las manos como la arena en los rayos calientes del sol. Yo mismo y quizá hasta Cailen podía darse cuenta de aquello que enceguecía al joven pintor que luego de trastabillar incontables veces contra el suelo, había mantenido una luz y la había usado a su favor. Pero yo conocía al supuesto ángel del que él hablaba. Lo habían traído a mí por una razón y estaba al tanto como para saber que sus caprichos eran más poderosos que cualquier romanticismo. Y que la compasión que tenía podía confundirse con un acto de amor.

Con la copa de vino entre mis dedos estaba sentado sobre el borde de la cama. En toda esa zona había varias habitaciones, acomodadas para vampiros evidentemente, ya que ninguna tenía ventana y los ladrillos eran mucho más pesados y anchos que en las otras partes de la casa. El joven probablemente era un inexperto, mas sabía cómo acomodarse a sus necesidades. Por lo que los sonidos en toda la casa hacían un eco mínimo en el pasillo, avisando por cualquier interrupción en los sueños vampíricos en las horas de iluminación.

Segundos más tarde de haber bebido todo el contenido de mi copa, me quejé del amargo sabor dejando todo a un costado, acercándome de nueva cuenta al regalo que había conseguido para la mayoría de edad del chico. Lo cubrí antes de que éste entrara, observándolo de costado junto con una mínima media sonrisa en el rostro. — No había pensado en salir demasiado ésta noche, más entrada la madrugada quizá. — Miré la puerta de la que hablaba, recordando una vez más que no era como la que yo había construido, cosa que sí me molestaba, principalmente porque no era mi lugar y no estaba completamente consiente de la cantidad de inquisidores y cazadores o incluso otros inmortales que quisieran venir a hacerse con mi existencia. Pero no dije nada al respecto, podía soportarlo, solo estaba más alerta, hasta que consiguiera el material de piedra fundida que usaba. — Ya no te cortas con las espinas de las rosas. Me alegro. — Atiné a sentarme en el costado contrario a donde él, arqueando la ceja ante la inminente mirada. No podía decir que el chico fuese olvidadizo, tenía un don para repetir cada promesa que le había hecho a lo largo de los años. Y no podía culparlo, yo mismo le había enseñado y había ejercitado su cerebro para hacerlo un perfecto pupilo. Así que apoyé las manos sobre mi rodilla que estaba subida sobre la otra pierna, mirándole curioso por ver a dónde llegaba. — Le estás enseñando bien, puedo escucharlos en la mañana. Parece que aprende rápido. — Anuncié para entonces levantarme de mi lugar, yendo directo hacia el regalo para tomarlo con una mano, dirigiendo el sendero hacia él, para sentarme a su lado y dejarlo sobre sus piernas. — Feliz cumpleaños Amadeo. — Era un alivio decírselo, aunque eso no era suficiente, lo sentía en mi pecho, como una quemazón que me obligaba a acercarme para besar su tibia mejilla, sosteniendo el otro lado para poder apreciar su aroma por un momento más. Una situación por demás de estática debido a que estaba inmutado con los labios apoyados sobre la piel, con la nariz olisqueando inevitablemente su sangre humana. ¿Cómo podía decirle que no a algo de semejante pequeña creación? No podía. Y Amadeo parecía saberlo más que cualquier otro. — Ya estás grande. ¿No te parece? Espero que te guste mi regalo. Puedes pedirme uno de Paris luego. No estaba seguro de qué cosa actual te podría gustar. — Era cierto, no lo sabía, la época pomposa de 1800 había sido más difícil de captar que las demás, el excentricismo y el “hacer lo incorrecto porque el peligro es excitante” no había sido captado aún por mi gloriosa inmortalidad, mas intentaba asimilarlo cada año y proponía que con Amadeo al lado, quizá sería más sencillo. Pues tenía el peligro, lo incorrecto y la excitación, justo frente a mí. Y era yo mismo el que me estaba reteniendo. Para mi suerte, la situación no me resultaba incomoda en absoluto, aun cuando la mirada del joven quemaba sobre mi piel.
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Dom Ago 28, 2016 9:32 pm

Esa especie de distancia que existía entre ambos en la realidad de Amadeo se asimilaba a aquella de estar por primera vez a solas con alguien por quien tienes sentimientos, sin embargo ninguno parece atreverse a dar un primer paso para acercarse o siquiera decir una palabra. Así se sentía Amadeo cada vez que se daban aquellas instancias y era por eso que sin duda atesoraba cada acercamiento en el cual Venance fuera quien diera aquel paso. Le sonreía travieso como si esperara la oportunidad de decir alguna idiotez que se le fuera a la cabeza, pero siempre pensó que eso hacía las charlas de alguna forma más simples… entendía los prejuicios y preocupaciones  del mayor al ser un alumno,  hombre y además humano aquel ser con el cual tenía una relación de más cercanía.
 
Sentía los fríos labios del mayor en su mejilla y solo acaricio la caja de los pinceles, de alguna forma ya había sospechado que su regalo sería algo relacionado con su pasatiempo… era algo que Venance valoraba y en lo cual le daba alientos para seguir adelante – Muchas gracias, Venance – susurro con calma mirándole por un momento mientras la yema de sus dedos acariciaban los bordes de la caja y seguía escuchándole con atención, aun cuando este le llevaba constantemente regalos luego de salir por las noches, Amadeo se encontraba a si mismo extraño, algunas veces por mero capricho desperdiciaba dinero en objetos que acababan juntando polvo en alguna parte de la mansión, su deseo por aquellos objetos se acababan apenas los tenía en la palma de sus manos y podía decir que eran suyos. Pero con Venance no tenía suficiente y se preguntaba si una eternidad haría que aquello cambiara, tan solo quería más de sus besos y caricias, quería tenerle cada vez más cerca pero ya se había aburrido de pedirlo indirectamente pues no sabía si este lo ignoraba de forma consiente o no – Tal vez… mhhh, me gustan los pinceles, sin embargo me gustaría tener un relicario – ni siquiera sabía que fotos pondría en él, tan solo quería uno para sentir que quería llevar a alguien a su lado a todas partes.
 
Se notaba cierto nerviosismo en su forma de moverse, miro los pinceles con una leve sonrisa mientras notaba la ausencia de algunos, la yema de sus dedos pasaba por la madera de estos con calma hasta que se pareció congelarse por un instante y miro a su Maestro rápidamente. Amadeo tenía claro que su mirada llegaba a ser algo incomoda, sobre todo por la profundidad de sus ojos  ya que era como si quisiera atravesar a las personas con esta. Tomo delicadamente uno de los pinceles y se arrimó sobre el mayor sin decoro alguno, dejando las piernas de este atrapadas entre sus propios muslos, sin embargo su mirada se mantenía en el pincel que tenía entre sus dedos - ¿Sabes?, siempre me he preguntado porque al momento de hacer las estatuas sus creadores amas las pintan, bueno si lo pienso bien debe ser porque la pintura se desgastaría con el pasar de los años y las esculturas se verían notablemente deterioradas por la pintura luego colocarle capa tras capa arruinaría la obra en sí... mmmhhhh… - Se acercó a descansar su cabeza en la clavícula de Venance mientras que con su mano libre descaradamente quitaba de a poco la tela de la bata del mayor para descubrir su pecho un - Tal vez podría practicar contigo –susurro mientras volvía a ponerse derecho y acabar por sentarse en los muslos de este, su mano izquierda se mantenía en el hombro, ahora desnudo,  de Venance procurando que no se le escapara, mientras su mirada estaba fija en donde pasaba el pincel, como si dibujara sombras invisibles sobre la piel de su pecho la cual a sus ojos parecía esculpida.
 

-No creo que te diferencias demasiado a las estatuas que he visto en mi vida, como si hubieras sido esculpido por el mismísimo Júpiter – murmuro la última frase para sí mismo, entre las cosas que compraba de vez en cuando se topó en algún momento con comerciantes del mercado negro… vendían libros que la inquisición gustaba quemar pues hablaba de religiones anteriores a la que tanto se alababa… allí hablaban de otros Dioses y criaturas de las cuales solían hablar en sus clases de arte en Italia en ellos se hablaba que en muchos cuadros y esculturas se moldeaba la figura de Zeus, para los Griegos, o Jupiter, para los Romanos pero finalmente eran lo mismo … pero sin duda no era momento para que rompiera esa atmosfera preguntándole a Venance si de verdad existieron los minotauros y si alguna vez tuvo que luchar contra uno. Siguió dibujando de manera delicada sobre aquella piel, bajo su mano ya se había vuelto tibia pero estaba seguro que el resto estaba helada - Me pregunto si soy capaz de calentar tu piel un poco – comento acercando sus labios para besar la clavícula de este y así ir subiendo suavemente por el cuello de este, conociéndolo... lo peor que podía hacer en ese momento era verle a los ojos… pues si encontraba una mirada algo indiferente se echaría atrás dejando todo hasta allí… no lo intentaría más pues realmente sería vergonzoso para su persona. 


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Mensaje por Venance Carpaccio Mar Oct 25, 2016 8:28 am

Luego de varios años, los pedidos del menor se habían hecho apacibles y por tanto no me pesaba en la conciencia dárselos o no, siquiera me sorprendían en la menor medida. Muy por el contrario solía sonreírle y dimitir de regañarlo, él sabía que podía sonar descarado con otra gente y era lo importante. Después de todo, aunque yo podía darle muchas cosas nunca le regalaba lo que él estaba buscando. Era una especie de anomalía el espacio tiempo en el que vivíamos, constantemente a un paso de la amargura y la felicidad. — Intentaré encontrar uno para ti. — Las respuestas eran en tono vacío, me daba cuenta que estaba destilando sus redes, unas redes en las que quería caer, aunque llevaba sentimientos encontrados por la cercanía y la obviedad con la que el joven se arremetía entre las sabanas. Igual que un pequeño animal intentando escalar un árbol. Apoyé mis brazos sobre los propios muslos, entrecerrando la vista y notando el pincel que daba piruetas por el aire en su mano. Se notaba en mis expresiones que me preguntaba a qué juego estaba jugando, pero más me entretenía dejarlo ser que detenerlo para luego escucharlo enojarse. Procuraba no enfadarlo en épocas de su nacimiento, aunque eran usualmente donde más malas caras le encontraba haciendo. Esa vez no era tan diferente, quizá el país y la inminente quietud que le daba, dejando que se halle con una piel muerta de venas marcadas. A mi modo de ver, la apariencia que daba era cadavérica y desagradable, por tanto no me agradaba mostrar en absoluto la clara sobrenaturalidad que llevaba. — Es porque no quedan realistas y los detalles que usa el escultor se perderían. ¿Qué quieres practicar? — Por demás de curioso y apretando levemente la nariz me quedé observando como intentaba quitar un poco la bata de cama que llevaba. Para su infortunio, dos dedos sujetaban la tela, sin dejar que bajara mucho más que a un costado.

Observaba las siluetas que intentaba pintar, unas clases de sombras pues era donde se hundía la piel dejando paso a las clavículas o pectorales. Un escalofrío no tenía nada que ver conmigo, era poco viable que sucediera, no obstante me alcé para sentarme correctamente, acomodando al muchacho que molestamente se alistaba entre mis piernas. Alcé los brazos y tomé una de sus muñecas, la que llevaba el pincel a moverse exactamente. — ¿Para qué haces eso? No me da cosquillas… — Era un susurro algo penoso, entre la mala gana de que se vaya y se quede. Al final pasé la otra mano por su cintura, dejando que su pequeño cuerpo se acercara más, abrazándole a medias. Aunque su calor no me inmutaba en malos términos sí lo hacía en otros algo incomprendidos, poco descubiertos. Pronto me vi apoyando el mentón sobre su cabeza, en el momento que intentaba subir a besarme. Sin duda se trataba de lo más incómodo y embarazoso que me había pasado en los últimos mil años. De alguna manera aceptaba que sus deseos empezaran a formar partido físicamente. Pero, ¿Cómo aceptarlo si se trataba de alguien que a duras penas tenía algunos años mortales? — Ven, permíteme que te bese. Si lo haces tú solo me dará hambre. — Añadí con una soltura extraordinaria, pero bastante real. Había terminado por sujetar sus pequeños huesos para separarlo de mi pecho y a su vez alzarlo para mantener una cercanía en su rostro. Bajé con cuidado, la sangre de sus labios ya había sido palpitada por sus anteriores movimientos y la sensación seca de la gula se volvía una abstinencia complicada. Aun así no me detuve en mis propias molestias, sino que busqué el sabor salado de su lengua con una cobardía inevitable. — ¿Está bien de ésta manera, no? Nunca tienes miedo Amadeo, sabes que deberías. No creo que se pueda calentar mi piel. — Aclaré para pronto seguir besando su piel, pasando por las mejillas y hasta sus ojos, acercándole despacio para recortar la cercanía que sentía distante. Una y otra vez esos sentimientos habían llegado y se habían escapado como la arena entre mis dedos. Ahora deseaba que fuese diferente.
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Dom Nov 06, 2016 9:56 pm

 “Me gustaría oírte decir que me amaras hasta el final de tu eternidad”
 
Constantemente se preguntaba si estaba tomando la decisión correcta, el amar era algo muy grande y Venance le hacía sentir que lo tomaba muy a la ligera. ¿Pero como cuestionarse tanto cuando se había acostumbrado a vivir en un mundo donde no solo existía lo convencional?. Si jamás hubiera conocido a Hero, de seguro viviría aterrado de los vampiros, todo fue un gran juego… donde poco a poco las piezas fueron cayendo con tal precisión que todo llevaba a que la última en caer sería su preciada pieza roja y su camino fue siempre acabar junto a Venance.
 
Venance tenía aquel poder de hacerlo perderse en una inmensa locura, donde incluso una muestra de cariño podía ser corrompida ante una mirada o movimiento que no le hiciera sentir satisfecho, sobre todo porque lo sentía a flor de piel, ¿Por qué si antes el mayor mencionaba que lo deseaba a su lado se veía tan miserable cuando la cercanía se hacía nula y Amadeo sin pensarlo se entregaba en cuerpo y alma?. Estaba aburrido de intentarlo y solo recibir un caramelo para apaciguarle como si de un niño pequeño se tratara – Sabes lo que quiero hacer… y no es realmente hacerte cosquillas. Si no lo comprendes aun, pues eres libre de leer mi mente… pero estoy seguro de que sabes a que camino intento dirigirte. – sentía un gran amor por su Maestro, pero de vez en cuando deseaba solo corromperle para sacarle de ese estado de paz que le hacía ver tan sobrenatural… verle temer, odiar, amar o desear como si por sus venas corriera sangre y su corazón latiera como un humano, no eran especies distintas pero odiaba pensar que los años apagaban el corazón de las personas. No quería cambiar a su Maestro, finalmente sabía que lo amaba por algo más que una ilusión vacía creada por su mente, no lo amaba imaginándolo siendo otro… sin embargo, sentía que solo jugaba con sus sentimientos de vez en cuando.
 
Había sido la respuesta perfecta para que Amadeo tomara su regalo y dejara la habitación molesto con el mayor el resto de la semana, pero intentaba ser paciente sobre todo cuando sintió aquella mano que le hizo estremecerse, solo sentir aquello parecido a un abrazo le hizo desear quedarse así para siempre. Tal vez Venance siempre tenía en mente lo mucho que Amadeo pedía basado solo en su actitud del día a día, pero la realidad era que solo estar así con su Maestro hacía su cumpleaños perfecto, apaciguaba su alma a un nivel que ni siquiera él comprendía. No era un cálido abrazo, no podía esperar un futuro brillante bajo la luz del sol. Todas las historias solían acabar con sus protagonistas felices caminando al amanecer, o en un prado bajo los amables rayos del sol, en su caso abandonaría aquel placer sin saber si le esperaría un final feliz en algún momento, se entregaría a la oscuridad y a todo aquello que significaba una blasfemia por permanecer al lado de aquel ser que parecía sufrir demasiado con su sola presencia, ¿sería correcto?...
 
 
Se preguntaba si en alguna realidad sentiría el corazón del mayor golpeando contra su pecho con fuerza, era uno de los momentos que más se acercaba a la perfección, un lugar silencioso y oculto de miradas o peligro, mientras que la sangre parecía apresurarse a sus mejillas. Era extraño como realmente deseaba los besos de Venance, pero nunca pensó en cómo reaccionar a que este fuera quien le besara, era algo impensable luego de lo mucho que este huía de sus acercamientos  tanto así que ni en sus sueños más utópicos se le ocurrió pensar el cómo actuaria ante aquello.
 
Comprendía que su cuerpo era uno de sus más grandes peligros ante el vampiro, jamás tuvo miedo de que Venance le lastimara. Cada daño físico podía ser reparado y además jamás le negaría a su Maestro el probar su sangre si realmente era necesario, en su mente tenía decidido el renacer en sus brazos pero también quería entender cuanto control debía tener este para limitarse a no lastimarlo. ¿Pero cómo pensar con claridad cuando el mayor se acercaba cada vez más a su rostro?, seguramente parecería que tenía fiebre pues sus mejillas estaban inyectadas en sangre y su corazón palpitaba con fuerza. Mientras de a poco parecía caer dormido en los brazos de su acompañante de fríos labios, era sorprendente pensar que aquel sentimiento podría traspasar una barrera de miles de años para tenerlos existiendo en ese cuarto, en ese mismo instante, saboreaba con cuidado cualquier sabor que Venance pudiera ofrecerle, dejando que el mundo se desvaneciera, todas sus penas y preocupaciones podrían disiparse por una noche…
 
Aun algo perdido en el momento abrió levemente los ojos mientras sus manos jugaban con las hebras de oro que caían a los costados del rostro de su Maestro – Tu eres quien me teme… temes lastimarme, quiero pensar que temes acabar con mi vida porque realmente me quieres – susurro antes de volver a cerrar los ojos disfrutando aquellas caricias que luego de su beso se volvieron más cálidas – Deja esos miedos atrás por una noche… es lo único que te pido. Me gustaría poder marcarte el cuerpo… para que sin importar lo que deparara el futuro quedara evidencia de que este momento existió y que yo también existí, que fuiste tanto mío como yo deseo ser tuyo… ¿o es muy ridículo mi pensamiento?  - cuestiono para ambos antes de tomar el rostro del mayor con ambas manos, acariciando sus mejillas con sus pulgares – Ya no soy un niño pequeño, pero sé que no me vez como un adulto tampoco ¿Cómo podrías?, me diste un soplo de vida para vivir de infante… ¿Te hago sufrir?, si no me deseas lo entendería… pero si solo te apartas de mi por temor a lastimarme por favor deja de reprimirte, no me perderás, estas aquí frente a mí y tu existencia es un milagro en mi realidad… sé que no soy la finalidad de tu existencia, pero para mí eres significativo. Ámame y déjame amarte sin limitaciones por esta noche… y luego eres incluso libre de partir si no logras tolerarlo… Sé que puedes sentir tal como yo – murmuraba contra sus labios, no quería apartarse ni un centímetro, había llegado ya muy lejos para retroceder y volvió a unir sus labios con los de Venance, aunque ahora con menos delicadeza que la vez anterior, uno de sus brazos caía por la espalda del mayor mientras la otra se mantenía en el pecho de este, cerca de donde estaría su corazón.
 


A medida que el beso se volvía lentamente más fogoso no sentía el frío de los labios de su maestro ante sus ojos la piel de este incluso parecía tomar color… le hubiera gustado verlo bajo los rayos del sol, como su cabello hubiera ardido como el fuego y su piel, aunque ahora no se veía enfermiza, hubiera tomado un tono mucho más vivo que el que tenía, sus ojos sin duda debieron verse más que profundos mezclándose con el cielo despejado de las mañanas. Si hubiera sido humano al mismo tiempo que este jamás hubiera pensado en darle la espalda al sol, le hubiera seguido incluso a la guerra de ser necesario para mantenerse a su lado aun cuando en esos tiempos nunca hubiera podido existir ni el más mínimo roce o mirada amable de su parte… como menciono una vez, un chico débil como lo era para esos tiempos… hubiera muerto tal vez, en sus propias manos. Nunca existiría una forma de estar realmente juntos si no era en la muerte… aquella que era eterna pero no en un ataúd. 


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Vous êtes né aujourd'hui [Amadeo] Empty Re: Vous êtes né aujourd'hui [Amadeo]

Mensaje por Venance Carpaccio Miér Nov 23, 2016 11:49 am

El latido del corazón de Amadeo era cada vez más sonoro, como campanadas frente a mí, incluso sus venas se hacían fácilmente visibles en ese instante en donde una punzada de hambre aclamaba por dentro de mi garganta. Dejé salir un suspiro, casi tan reprimido como lo estaban siendo mis manos sobre su piel. Le escuchaba, atentamente y en silencio, mi rostro estaba casi inmovible ante los sermones que el joven podía darme. Había sentido la calidez de sus labios con tanta emoción y miedo que no pude evitar relajar la espalda contra la cama, mirándole desde cerca, con los dedos apoyados en su estilizada cintura como si quisiera partirse para uno de los dos lados. — Me regañas. Es la primera vez que me regañas así, Amadeo. — Susurré suavemente, sonriéndole de lado con una diversión casi imperceptible. Pero estaba ahí, entremezclada con la incertidumbre y la pena de saber que hacer el amor era tan difícil como aceptar que tenía un amor inconcebible por un pequeño humano al cual terminaría, de alguna manera, robándole la vida. ¿Acaso no podía darme cuenta que había perdido esa guerra desde hacía tiempo? De haber ganado, me hubiese ido de su lado para dejarlo existir en paz. Por lo contrario, seguía sus pasos, como su sombra, alegando que no quería interferir en su vida, pero aun así haciéndolo inconscientemente o quizá no tanto. Parecía que algo dentro de mi estómago empezaba a arder y cerré los ojos, controlando ese salvajismo que alguna vez había existido como un ente mismo.

El reiterado beso y sus brazos agarrotándose en mi piel no hicieron más que complicar el momento. Mis manos se ajustaban a su espalda un poco más, dejándome paso entre los labios, dientes y lengua que se interponían en mi camino para sentir el sabor de su interior, de la sangre que bombeaba y llamaba mi atención. Los colmillos habían salido desde hacía unos momentos atrás y se escondían dolorosamente cuando la lengua de Amadeo se acercaba. Al final, reprimí una serie de quejas en mi garganta y observé con cierta devoción su rostro acalorado. Parecía estar tan caliente como así podía ser una fogata encendida y una pequeña gracia se escapó en la curvatura de mis labios. — ¿Por qué quieres que te arrebate la vida? Todavía estás a tiempo de salir, me dedicas tus lágrimas. Claro que te quiero, ¿cómo podría no hacerlo? — Negué y sentí como la frustración subía hasta dejar una comezón en mis parpados. Ladeando el cuello y observando como la bata había terminado por caer hasta la cintura, acepté que igual que mi cuerpo, yo mismo había quedado al descubierto. Su insistencia y la negativa que me daba mi propia mente a hacerlo enojar el día de su cumpleaños habían terminado por destrozarme sin esperar contraataque. Asimismo bajé la cabeza, cerrando los ojos cuando sus pequeños dedos se pasearon por mis mejillas y dejé escapar una pena que ocultaba ese sobrante entre dolor y descontrol que estaba teniendo.

— Pensé que eso se iría de tu cabeza con los años, pero por mi culpa se hizo más profundo. Supongo que ya no hay vuelta atrás. Si te lastimo, ¿podrás perdonarme? Conozco tu pasado, no quiero ser parte de eso. — Aseguré al saber que en algún momento su cuerpo había sido ultrajado por otras manos en busca de placer. ¿Por qué yo tenía que caer en algo tan horrible como era eso? Aun así ya lo había hecho y antes de esperar una de sus respuestas alcé por su cintura el cuerpo ajeno, dejándolo apoyado de costado cuidadosamente a un lado en la cama. Para cuando había terminado, me permití acercarme, acomodando mi pecho contra su espalda. Una necesidad dolorosa bajaba por mi cintura y en cuanto mi rostro se acomodó en su hombro, mis manos bajaron para meterse entre sus ropas, sintiendo la piel humana latiendo estrepitosamente. — Tu temperatura está alta, como si me quemaras. — No pensé mucho más cuando me acomodé para desprender sus ropas, al menos a medias, lo suficiente como para que las yemas bastante frías de mis dedos bajaran hasta la pelvis, hundiéndose de una vez, en tanto la otra mano se acomodaba en su pecho, apretándolo de formal tal que no pudiese moverse demasiado. Cualquier situación agravante podía terminar en un futuro incierto. Pues el olor que emanaba comenzaba a hacer que mi rostro destilara deseosamente los colmillos que solo salían ante seres que escondían maldad. Y sucedía que su pureza y amor eran tan poderosos que parecía tener el mismo efecto, incluso uno mucho peor. Para ese entonces, aunque quería hablar me era imposible, con suerte los labios apoyados contra su hombro estaban inmovibles y solo recorría sus curveadas partes erógenas que parecían estar hirviendo entre mis palmas. Sin duda me preguntaba qué tan dulce podía ser el sabor y cual acto reflejo, mi pecho se inflaba contra su espalda escondiendo esos pensamientos.
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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Dom Mar 12, 2017 10:24 pm

“I’m not good. I’m not nice. I’m just right”
 
Su concepto de vida había cambiado al paso de los años. De pequeño el vivir era una constante lucha consigo mismo por ser correcto ante la mirada de sus mayores y de Dios, en el burdel la vida no se volvió más que una forma desesperada de buscar la salida a la realidad, en las calles el vivir era respirar día tras día esperando despertar sin que su corazón dejara de latir… habían distintos tipos de vida y cuando llegara el tiempo solo cambiaría la mortal por la eterna. Ante sus ojos Venance solo era demasiado dramático con el tema de la inmortalidad… tenía sus pros y contras pero para Amadeo eran más cosas a su favor- Porque la absorberás solo para ti y mi eternidad será tuya… no puedo prometerte lo mismo de mis lágrimas – acabo por susurrar con dulzura, intentando cautivar un poco la atención de Venance, que se diera cuenta de que no quería volver aquello un momento de tristeza.
 
-Este es nuestro punto sin retorno, Maestro… no puedo prometerte nada a futuro pero aquí y ahora no te culpare de nada, de a poco yo mismo te he acorralado y soy consciente de ello. No serás parte de mis temores, manos y rostros borrosos… miradas crueles, frías e hirientes…. ¿te das cuenta de porque le temo a los humanos?, no es necesario tener mil años para hacer un gran daño, tampoco el tener un corazón palpitante y piel tibia para lograr reparar a alguien tan roto como lo soy yo… No todos los humanos son buenos, ni todos los inmortales son malos, ¿Por qué te ves a ti mismo como el monstruo de mi historia? –nada más que susurros en aquella dulce atmosfera eran necesarios para comunicarse, no quería romper aquella telaraña en la cual eran atrapados a cada segundo, con delicadeza y amabilidad.

Pero si no la rompía él mismo, lo haría el tiempo u otras razones externas, era tan difícil entrelazar todos esos hilos sin sentir que ponía incomodo al mayor, lo quería solo para él y su pequeña eternidad marcada por el palpitar humano que se congelaría en sus venas en algún momento. Su Maestro amaba tanto la vida que a veces le gustaría poder regalarle la propia, para que volviera a ser humano. Los tiempos habían cambiado, tal vez no sería la mejor idea soltar a un ser que fue por siglos inmortal… como un ser vulnerable ante los nuevos peligros que cubrían los rayos del sol.
 

-Quiero que siempre estemos juntos, porque esto es nuestro… y solo nuestro. Ni siquiera los reyes tienen soberanía sobre lo que hemos creado, un lazo que no es visible ni material pero es tan real como que mi corazón bombea sangre que te tienta a matarme en estos momentos… - murmuro para sus adentros, pero todo lo que salía de sus labios se volvía público para Venance, no podía esconder siquiera sus pensamientos que latían con cada vez más fuerza. Sus manos podían estar frías pero ante el tacto con su piel se volvían cálidas con facilidad, era un pequeño ser que se movía inquieto entre sus brazos mientras su cuerpo rogaba por más caricias, las había estado esperando por mucho tiempo como para dejar que se detuviera ahora – esto realmente ocurrirá, ¿No te arrepentirás Maestro?, de amarme esta noche… luego ya no podrás evitar mi mirada o mis palabras, estas entregándote voluntariamente a mis deseos más ocultos… o tal vez yo también estoy sucumbiendo a los tuyos- Imposibilitado de también jugar demasiado, se limitó a dejarse querer y buscar la mejilla del mayor con una de sus manos – ¿Te asustan mis manos? – susurraba con cierta pizca de travesura, ya no era él bebe que Venance salvo, ya era un hombre y aunque jamás tomaría ese rol en la sociedad como era esperado… no lamentaba el camino que estaba siguiendo, seria consumido por las llamas que provocaba Venance sobre su piel y ardería esa noche en el infierno por decisión propia. 


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Mensaje por Venance Carpaccio Dom Abr 09, 2017 10:21 pm

Qué triste era escuchar las mismas palabras que yo mismo alguna vez había pronunciado. Me recordaba que el mundo era mucho más que cruel, insano y mentiroso. El Amadeo que tenía frente a mí decía la verdad y se mantenía firme a cada paso que daba, sin embargo algo era seguro: el paso del tiempo también lo afectaría. Le haría cambiar de opinión, repensar planteos que ahora le parecían muy lógicos. Yo había pasado por lo mismo, la exacta emoción y deseo por obtener lo que creía mío. ¿De qué valían todas esas emociones? Intenté no pensar en ello, después de todo había aprendido que existe una sola manera de sobrevivir a esa eternidad. Pensando que no lo es, que al día siguiente alguien puede matarte, por difícil que fuese me agarraba a esa posibilidad para decir “es ahora o perderé la oportunidad”. En cierta medida era verdad, pero en ese entonces aún no me daba cuenta de la fragilidad de las palabras, de las acciones que podían ser mal o bien vistas. Lo único que tenía claro es que el humano que me dedicaba sus lágrimas era el mismo que había encontrado un poco de calidez dentro de mí. — ¿Por qué no? Me prometes algo eterno y no tus lágrimas, aunque está bien, no quiero tus lágrimas tristes, quizá sí las de felicidad. — comenté curiosamente afligido y me di cuenta de que Amadeo había tomado esas riendas que tan sueltas habían quedado por milenios y se había afianzado a ellas como si se tratasen de una extensión de su cuerpo o peor aún, tal cual como si hubiesen sido moldeadas para él.

¿Acaso era posible responder a su infinidad de incógnitas? Estaba seguro de que nunca las podría responder, no era capaz de hacerlo porque ninguna tendría una sola solución, como buscarle a la locura un por qué. Pero, ¿no era acaso un aborrecimiento de la naturaleza haber existido? ¿No era la inmortalidad un pecado mortal que solo Dios podía ser capaz de tener? Siquiera su hijo había sido bendecido con la eternidad. Por lo tanto y sin dudarlo, solo el demonio se me venía a la mente, solo la maldad y el sacrilegio eran buenas palabras para lo que era el vampirismo. Y aun así, todos podíamos amar con la misma ferviente necesidad que un humano común. Esa era una pregunta que aún no podía responder, un por qué completamente inalcanzable. — No quiero ser el monstruo de tu historia. Solo quiero que tu historia sea perfecta, por supuesto que yo no formaría parte de algo perfecto y sin embargo ya he manchado una gran parte. No hay retorno, ¿no es así como dices? — consulté alzando la vista apenas, observando los ojos hipnóticos del joven de mirada celeste. Me parecía que me obligaba a nadar en una especie de cielo azul, un poco tormentoso por los grises que asechaban su vista. ¿Qué estaría pensando? Parecía ser que siempre Amadeo lograba mirar por dentro, sin ningún poder, ninguna habilidad más que su propia experiencia. Y logró entonces sacar una de esas risas a medias, ni sonrisa ni risa al fin, como todo, era un camino a medio ganchete. Aunque estaba seguro de que él lograba entender esa expresión, entre desaprobada y que no podía hacer nada para arreglarla tampoco. — Por supuesto que lo haré, me arrepentiré muchas veces. ¿Acaso lo dudas? No, no son tus manos a quienes temo. — Nunca era la acción del joven querubín la que me molestaba, sino lo que éstas eran capaces de provocar. ¿Con qué tanta facilidad podía doblegarme y hacerme enloquecer? ¿Qué tantas veces podía salir de mi zona de confort sin terminar perdiendo la cordura? Eso es lo que Amadeo parecía investigar todo el tiempo. Esa vez no podía dejar que el miedo a todo eso me detuviera y la única manera de mantener las agallas, era manteniendo sus manos apartadas del entorno. No mirarlo directamente era una buena forma de asimilarlo también, abrazarlo por detrás y hundirlo contra mi piel calmaba las ansias que de a poco que tornaban más firmes en mi mente. Para la suerte del joven humano no había cosa más entretenida para un vampiro que sentir en la mente ajena un placer diferente y eso era de lo que me estaba alimentando, pasar las temas de los dedos por arriba de su pantalón y acariciar con cuidado la curva de sus delgadas caderas podía a mi mente a trabajar obligándome a recordar esos pasajes por donde todo era más dulce y excitante. No me permití detenerme y busqué suspirar contra la almohada, abatiendo los ojos entre su cuello y hombro. — ¿Acaso nunca te han asustado las mías? ¿Por qué no tienes el instinto de supervivencia? — Pregunté algo indignado y a su vez resignado por lo que mis palmas estaban sintiendo, su leve dureza creciendo un poco me daba la pauta de que se despertaba con mi solo llamado.

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Mensaje por Amadeo VanderHoeven Dom Abr 16, 2017 11:01 pm

“¿Realmente estas dispuesto a pagar el precio de mi amor?”
No estaba cayendo frente a un inmortal, la realeza o algún ser más poderoso. Amadeo no era más que un humano nacido de la clase más baja, bastardo desde el primer día cuando el mundo le dio la espalda ante el pecado de haber nacido y aquel inmortal que en algún momento le dio la vida ahora estaba tomando algo que sin duda alguna le había ofrecido por mucho tiempo. Amadeo no le temía  ya a la muerte o el dolor… era parte de la vida… contra la cual él mismo batallo en su época más oscura y si su maestro no lo supo utilizando sus poderes lo sabría ahora, las marcas de su cuerpo no podrían esconderse ante la mirada que nada perdía de Venance. Aquellas líneas que hacían ver algunas partes de su ser como si hubieran arrancado hojas con suma firmeza.
 

Tenía claro que aquello desagradaría al mayor, ¿Acaso le vería como algo menos hermoso?, ¿Menos valioso?  ¿Qué tipo de asqueroso pecador tentaba contra la creación de su propio Dios?, ni siquiera él lo tenía muy claro, fueron como imágenes que se iban a negro a medida que entraba más y más en la desesperación, además de las pesadillas antes y posterior a su llegada a París- Promete que me amaras sin importar nada…  - le pedía en susurros, había vivido aquella escena muchas veces en su vida pasada, pero jamás había pedido ser amado por alguien que le sostenía de esa forma entre sus brazos – una vez me dijiste que si caías ante mí sería por tu propia elección… ¿De verdad me elijes?. A un mortal que has tenido que cuidar de la muerte desde que nació… y en más de una ocasión casi ha lanzado tu regalo a la basura. Aunque me gane tu odio… ya no creo en ningún Dios… tú me diste la vida… mi suspiro de  mortalidad cuando quienes se aferraban a una cruz me dieron la espalda el único que podría ser mi Dios eres tu… has obrado mejor que aquel hombre del cual hablan en la capilla, has salvado muchas vidas de forma directa e indirecta – su voz temblorosa parecía no saber cuándo silenciarse tampoco quería removerse o hacer algún movimiento brusco que detuviera las manos de Venance.


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