Caín S. Loughty FICHA

por **Caín S. Loughty** Sáb Mar 31, 2018 2:19 am

DATOS BÁSICOS

▲NOMBRE DEL PERSONAJE▲

Caín S. Loughty.

▲EDAD▲

33 años.

▲ESPECIE▲

Cazador.

▲FACCIÓN A LA QUE PERTENECE▲

-

▲TIPO, CLASE SOCIAL O CARGO▲

Clase media.

▲ORIENTACIÓN SEXUAL▲

Heterosexual

▲LUGAR DE ORIGEN▲

Inglaterra

▲HABILIDADES/PODERES▲

-

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

Taciturno personaje. Caín cuenta con un carácter de los mil demonios. No sabe mantener la paciencia, como tampoco desea controlar ese aspecto de su vida, cree que como cazador, necesita ser un poco explosivo de carácter para no dejar espacios para enredos ni mucho menos. Pero dentro de sí, reconoce que es un ser melancólico, abstraído y bruto. Bruto en respecto a sentimientos. Como bien se relata, se enamoró para la vida, o así lo cree hasta ahora, solo con aquella fémina se dejó ver de una forma diferente a como los demás pueden llegar a conocerle. Asume que es muy altanero, algo llevado a su idea, y perseverante también.
Aunque todo como complemento no lo hace un personaje muy agradable a la vista ajena. No sabe sociabilizar con los demás. Normalmente se lleva muy bien solo con infantes, pequeños desvalidos que buscan ayuda, apoyo o un poco de atención. Algo en ellos lo hace confiar como también lo llevan a recordar que en su vida ha cometido muchos errores. Es bueno siempre tener eso en mente, o así lo cree.
Silencioso, es muy callado, lo solía ser con ella, como también lo es con su grupo de colegas. Misma razón que lo hace creer que cuenta con el trabajo perfecto. La soledad es su mejor compañera, y el vacío dentro de sí poco a poco se alimenta de estos espacios donde descargar todo lo mental de forma física lo ayuda. Por eso quizás el ser leñador y cazador. En ni uno de los dos empleos requiere de palabrerías. A las manos y ya está. Trabajo bien hecho y terminado.
Como conoció a su mujer, o ex-mujer a los 15 años se asume que fue la primera oportunidad de conocer un mundo más allá del propio. De allí, desde ella, admira la fascinación por el conocer. La sabiduría. Es muy curioso, siempre quiere estar leyendo algo para culturizarse. Leer los periódicos, libros, investigaciones, lo que sea. Armar su propio pensamiento referente a mil cosas se lo inculcó ella. 10 años junto a la misma presencia también le dejaron ciertos clichés que aún mantiene porque los adoptó como propios. Escribir es uno de ellos, o cantar mientras recorre su hogar, el jardín o el bosque, también especialmente cuando visita la tumba de sus hijas.
Ya a sus 33 años, después de haber pasado mucha agua bajo el río, aún la recuerda con afecto, más no con la necesidad de quererla suya como antes. La respeta, como respeta su decisión y su necesidad de buscar la vida que quería, con alguien que la valorara. Eso lo hizo madurar, pues aunque fuese abandonado a los 25 años, ahora cree que hasta allí, había sido muy inmaduro, que quizás las situaciones no las manejaría como en ese entonces. Quién sabe. El tiempo no va hacia atrás.

HISTORIA

“Loughty, mi corazón está, está demasiado roto. Y me temo que jamás volverá a estar bien. Te abandono, pues todas las promesas que hiciste y el amor que teníamos, está deshecho. Tal vez no era tu intención hacerme daño, quizás creíste que los años… que los años nos atarían a estar juntos, pero no eres el hombre que pensé que eras, tal vez nunca lo fuiste. Lo nuestro fue sagrado, pero se arruinó. Las mentiras, las ausencias, la pérdida… te borraré de mi corazón y mi mente, te alejaré y no querré mirar hacia atrás. Tú decidiste esto, tomaste la decisión de que yo no era suficiente y eso fue todo. Pero lo soy, para alguien más, pero no para ti. Adiós”

Por favor olvida todas las cosas que dije, o las que hice… perdóname por lo que he hecho, pero los fantasmas vuelven, lo cielos se abren y conocen todos mis pecados, perdóname. No son olvidados, no serán fantasmas olvidados. Les fallé a las tres, a todas al mismo tiempo. Las dejé morir y te dejé ir. Mi ser se fragmentó y una parte de mí, está en ti. Admiro tu poder y tu amor, abrázame una vez más, quédate.
Jamás firmó esas letras, el papel dónde se tacharon las únicas palabras dedicadas a la mujer con la cual había compartido gran parte de su vida ahora solo eran recuerdos en papel amarillo, arrugado y olvidado.
Era cabecilla de una familia perfecta, la conoció a los 15 años, cuando se cree que el amor es eterno, duradero y un cuento de hadas. Era perfecta. Una obra de arte esculpida a mano. Arte admirable en un cuerpo humano. Pensamientos abstractos pero jamás conoció a alguien tan inteligente como ella. Ideal, única. Se encontró con su mirada una tarde de trabajo cotidiano, mientras su hacha daba contra el tronco de un árbol para hacerlo caer, era ella quien admiraba desde lo lejos por la ventana más cercana. Desde ese día no la pudo dejar ir, debatió, luchó, y se esforzó para ser el hombre ideal a ojos de sus padres, los suyos y ajenos, corresponder a los ideales como también a su amor. Todo se concretó cuando con 19 años cruzaban el portal de una iglesia para unir sus vidas frente a los ojos de dios, del sacerdote y todos los testigos de ese gran momento. Él dejó la leña, abandonó el hacha y se dedicó a la herencia familiar, cazador. Allí las cosas empezaron a decaer.
La caza no es fácil, ir tras un par de personajes jamás resulta ser labor de un par de horas, pues se perdía días completos, hasta semanas. Sin verla, sin estar con ella. Pero al regresar a casa, siempre estaba allí, frente a la chimenea, esperándolo con aquella sincera sonrisa. Misma que comenzó a olvidar mientras él iba adquiriendo respeto y honores en su trabajo. Y así fue, mientras subía o escalaba con prestigio, más la perdía y se perdía a sí mismo al estar con ella. No la admiraba, no la detallaba ni recordaba… las cosas estúpidas que cometía muchas veces las hacía preso del cansancio, pero jamás la dejó de amar, pero sí la asumió como propiedad y debió de suponer que aquella no iba con la persona con quien compartía su vida. Si se había enamorado de ella era precisamente por su particularidad, porque no era sumisa ni callada, le fascinaban sus palabras y reproches, pero pronto comenzó a detestar cada uno de sus detalles, hasta la más mínima queja lo acomplejaba y le daba razón de no regresar a casa cuando podría haberlo hecho al menos un par de noches.
Pero era el mejor cazador, casi líder de un grupo de nuevos integrantes que comenzó a entrenar para limpiar la ciudad. Era el mejor en lo que hacía. Y se sentía orgulloso con eso. Cada muerte le daba poder, pero solo poder frente a aquellos jóvenes. Cuando sus ojos se cerraban junto al cuerpo silencioso de su mujer oyó las palabras que lo hicieron replantear por completo su visión respecto a si hacía bien o mal las cosas, su mujer, aquella maravillosa fémina estaba embarazada, y no podría haber recibido mejor noticia que aquella. Ser un personaje destacado por ajenos ya no le importaba, quería ser el mejor padre, y regresar en mente y alma a ser el mejor compañero para quien le daba el mejor obsequio. Pero todo se tornó difícil. Dejó la cacería durante el embarazo, disfrutó de cada movimiento, cada patada, amaba la transformación del cuerpo femenil, mientras sentía como poco a poco también volvía a recobrar la confianza de aquella castaña. Su sonrisa volvía a ser la más sincera como también el brillo de sus ojos se iluminaba cuando chocaba contra su mirada. Asumió allí que no podría ser el mejor en todo, y había decidido ser el mejor padre.
Meses pasaron, sin cazar, solo dedicándose a trabajos que le dieran tiempo de estar presente. Nada serio, nada corpulento ni llamativo, pero le daban tiempos libres, hasta que la llamada de su padre lo llevó a la última de sus cazas. Semanas faltaban para el nacimiento de sus hijas, porque sí, resultaba ser que sería padre de gemelas. Y aunque su mujer se negara a la ausencia del padre, éste de forma egoísta empacó sus cosas, besó aquel abultado vientre y emprendió el viaje. Quien iba a pensar en el desenlace de la historia, quien iba a decir que el destino ya le había dado las oportunidades suficientes para recobrar su vida y que este, frente a un capricho dejase caer todo desmoronado.
Algo en su forma de verle el día de regresó lo hizo sentir un desastre. Pues cuando cayó de rodillas al suelo sin saber porque. Cuando las lágrimas rodearon sus mejillas hasta dar contra la tierra no entendía. Pero su mirada lo destruyó. Aún lo quería, de otra forma no tendría por qué haber estado allí, pero él no tenía espacio para tanto vacío en su interior. Gritaba y perdía el control, sus nudillos se rompieron cuando insistía en hacer sentir al suelo todo el ahogo que lo consumía. Bajó tierra conocería a las pequeñas que tanto esperaba, entendiendo que de haber estado allí aquel día toda la historia sería diferente. Sobre la cama, cuidando de ellas mientras su madre dormía por el cansancio de sus llantos y jugueteos. Pero ella necesitaba descanso, pues sus ojos rojizos señalaban noches sin dormir, y no por la presencia de un par de infantes, sino por su ausencia. La había decepcionada, y al igual que él, también estaba destrozada, pero seguía ahí, junto a él.
Pero todo quedó así. Pues junto con el remordimiento, la ira, el coraje y la melancolía, no podía darle frente. Olvidó el color de sus ojos, la suavidad de su piel… toda característica propia de la fémina se borró de su memoria. Detestaba la situación, mientras el alcohol lo hacía sentir superior y volvía al trabajo para terminar de dar caza a los seres que supondrían algún peligro para su familia. Para ambos. Para ella. A fin de cuentas, quería un mundo seguro para sus hijas y su mujer. No era irracional, pero en la tierra aún quedaban infantes que fácilmente se podrían comparar a como debieron ser las suyas.
Una noche, cuando las copas se vaciaron y el trabajo terminaba, cuando abrió la puerta de su hogar, ella ya no estaba. Se sintió un estúpido, estaba lejos de ser víctima en la situación, pero aun así algo dentro de sí se partió en mil pedazos. Ella siempre tenía el modo de ver el lado bueno y eso, ese detalle lo desmoronó, porque si lo había dejado, era porque también rompió una parte de ella, quebrantó sus ideales y la hizo cambiar para tomar una decisión como aquella. A fin de cuentas, eran dos jóvenes… ella no debía, no tenía la obligación de permanecer a su lado, a pesar del compromiso, del matrimonio, no cuestionó su ausencia. Diez años juntos, presencia, estadía, complicidad y compañía. Ya no quedaba nada de aquello. Hizo como ella, intentó de ahí en adelante ser el hombre que ella deseaba, sin estar necesariamente para que lo pudiese comprobar.
La caza ya no le generaba entusiasmo. Se dedicó a los trabajos pequeños, a los esporádicos, regresar a casa, estar frente a la chimenea, y cuando el vacío marcaba su interior, el hacha era su mejor solución para romper las ideas dañinas en su mente. Leñador. Así inició su segundo trabajo. Pues aunque se alejase de dar caza a personajes de bajo mundo, siempre se veía en la necesidad de hacer uno que otro esfuerzo, casi siempre, en protección de féminas o menores. Mientras tanto, en los días cotidianos, había armado su propio emprendimiento. Contar con el bosque a su como jardín trasero le ayudaba. El estar en soledad también. Debatía sus días en golpes, en derribar, desmembrar y apilar pilas de madera.

DATOS EXTRA

- Constantemente imagina como serían sus hijas en la actualidad.
- Como se mencionó, canta cuando está recorriendo, ya sea parte de su hogar, de las afueras o en momentos donde necesita despejar la mente.
- Es cazador, siempre lo será, solo que ahora trabaja solo para situaciones donde se vean en peligros mujeres o niños.
- Fue su padre quien le heredó lo de cazador, hombre que falleció por causas naturales hace un par de años atrás.
- Vive solo a las afueras del bosque, alejado de la ciudad, aislado. Aquella misma casa que es suya desde que se mudó con su ex-mujer.

por **Bárbara Destutt de Tracy** Mar Abr 03, 2018 7:55 am

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