AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La nature fait les hommes semblables, la vie les rend différents [Sabah] +21
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La nature fait les hommes semblables, la vie les rend différents [Sabah] +21
Recuerdo del primer mensaje :
Los pies van repitiéndose en pasos cortos llevando a la figura masculina entre callejuelas y transformando los lugares más oscuros en su avance, hasta que la luz se acentúa y es parte del medio ambiente. Se avanza con ritmo relajado, una vez llegando a la plaza, el reloj de la iglesia más cercana anuncia que la noche ha caído desde hace ya cuatro horas. Un poco tarde para seguir avanzando entre adoquines y caminos empedrados. Los carruajes van y vienen por la calle transitada, los caballos de todos tipos pueden apreciarse engalanados o bien, tan faltos de comida que es un esfuerzo titánico avanzar con la carreta a cuestas.
Y como los corceles, los hombres y mujeres son variados, de una sola mirada puede saberse su procedencia, pasado, presente y futuro. Quiénes vivirán mucho más y los que no. Quiénes son felices y los infelices... falso, es ahí donde se rompe la línea. Donde todos los esquemas se desquebrajan. La ausencia de felicidad no depende del dinero que se tenga en los bolsillos, en el banco o bien, debajo de la cama. Si no de hacer todas las actividades que agradan y obtener la satisfacción anímica necesaria para continuar en movimiento.
Los labios de Charles se ensanchan en lo que pudiera ser un intento de sonrisa y termina en una mueca. ¿Cuándo fue feliz? En el real sentido de la palabra. ¿Cuando estuvo en Irlanda y doblegó las voluntades de los personajes que alguna vez se impusieron ante él y terminaron de rodillas, no en un concepto romántico, si no tangible? ¿Cuando regresó a Londres y readquirió la casa de su infancia, la que fuera de sus padres? Entrar al enorme lugar donde sólo el sonido de los tacones de sus zapatos resonaba, no le devolvió el sonido de la risa de su hermana más pequeña, ni la visión de su hermano mayor.
¿Cuando empezó a forjar un imperio de sangre, decadente, tóxico para quienes preparaban el espectáculo, quienes eran los inocentes acribillados e igual para sus ejecutores? La verdad sobre la felicidad es tan vacía como el estómago del hombre que lo medita. Los secretos de la vida son en ocasiones inexpugnables. La música de un violín de baja categoría serpentea contra su oído, las notas son aprendidas de memoria, es una conclusión de quien reconoce la melodía y distingue un la y un laM. Imperceptible para oídos no educados. A pesar de ello, los dedos son mágicos, propios de un prodigio.
Los pies vuelven a su trabajo, se mueven hasta donde inicia el manantial de dulzura. Y la última palabra tiene sentido al ver a la niña de aproximadamente ocho años interpretando la melodía que es de mediana complejidad en su ejecución. La calificación sería apenas aprobatoria de no ser porque a esa edad, su dominio del instrumento la cataloga como un ser excepcional. A sus pies, un sombrero dado vuelta es el único testigo de su muda súplica. Dinero. Ella necesita felicidad metálica, pero en tanto sus manos siguen apretando las cuerdas del violín, su expresión es de total felicidad y ensueño.
El cinismo se ha introducido en la mente de Charles como la raíz de un árbol en la tierra. Ha germinado y dado forma a un tronco de incredulidad absoluta en las bondades de la humanidad que ni siquiera una pequeña puede tornar la realidad hasta su inicio. Sólo piensa en ella por lo que puede redituarle. ¿Cuándo fue que se plantó esta semilla de ignorancia por el mundo y preocupación por el interés? Ni siquiera él puede recordarlo. La lógica indicaría que se dio en el momento que fue separado de sus padres y, a sus nueve años, obligado a encarar la amarga y cruel realidad.
El evolucionar de la manera en que Charles lo hizo y salir del medio en que se encontraba era imposible a ojos vista de la sociedad despreocupada de los necesitados, pero él lo logró. La doble moral existe en todo momento y lugar: mujeres que fingen ayudar en obras de caridad en tanto matan a golpes a sus empleadas por arruinarles un vestido. Hombres que utilizan sus medios para conseguir un campo de cultivo para dar de comer al mundo al tiempo que matan de hambre a sus colaboradores. Charles jamás ha sido un benefactor.
Y no desea serlo.
A pesar de ello, entiende que hay necesidades que deben satisfacerse. - Tu interpretación es muy buena. ¿Querrías ir a casa de mi madre para complacerle? Está enferma y a ella le gusta esa canción en particular. Soy muy malo tocando el violín. Te pagaré 100 francos - la duda en los ojos de la pequeña se instala como parte inherente de su instinto primario, la supervivencia. - Allá seguro que mi madre podría darte algo rico de comer, quizá panecillos, queso y carne, por cierto ¿Cómo te llamas? - la pequeña baja la cabeza.
Ha dado en la diana, el sonido que se percibe es el de un estómago falto de comida, pero eso va a cambiar. Ya no sufrirá por ello. - Soy Angelique. ¿Tardaremos mucho? Tengo que regresar a con mi madre - la voz infantil describe la realidad que Charles imaginó - está con mi padre esperándome, vivimos en Saint German y Saint Louis - el mayor se acuclilla para estar a la altura de los ojos de la niña - prometo que tu familia recibirá el dinero e inclusive, comida para todos. Mi madre está enferma y quiero darle una alegría con tu presencia y tu violín - eso es suficiente para que la pequeña asienta, tome el sombrero y le ofrezca la mano.
Por supuesto que no la va a tocar, no al menos con la piel desnuda. Cuando desliza su diestra para tomarla y conducirla, el guante blanco es el que recibe toda la suciedad. El camino inicial es deshecho, la luz se vuelve oscuridad a cada paso. La pequeña da un pequeño salto al escuchar un sonido sospechoso cerca de ella. Los callejones son más abundantes en esta zona, al internarse en la parte más profunda y solitaria, antes de que la infante pueda pronunciar algo, su cuerpo es impulsado por una fuerza mayor contra la pared.
El primer golpe le aturde. El segundo que le propinan contra la cabeza, le abre la frente y la hace perder la conciencia. El tercero, cuarto y quinto, le desprenden de la vida. Charles deja caer el tubo ensangrentado cuidando de que sus ropas no estén manchadas del líquido carmesí para abandonar el lugar - mañana tu familia tendrá tus 100 francos y la comida -promete antes de dar media vuelta.
Sus pies sólo dan seis pasos antes de detenerse y voltear por encima de su hombro derecho - ¿Y usted qué va a querer para tener la boca cerrada? - había escuchado un sonido y no le prestó atención, pero ahora que se repitió, sabe que alguien está ahí. Sólo quiere saber cuál es la cantidad a desembolsar. Todos quieren eso, al menos de forma inicial. Su propia felicidad pesada en metálico.
Los pies van repitiéndose en pasos cortos llevando a la figura masculina entre callejuelas y transformando los lugares más oscuros en su avance, hasta que la luz se acentúa y es parte del medio ambiente. Se avanza con ritmo relajado, una vez llegando a la plaza, el reloj de la iglesia más cercana anuncia que la noche ha caído desde hace ya cuatro horas. Un poco tarde para seguir avanzando entre adoquines y caminos empedrados. Los carruajes van y vienen por la calle transitada, los caballos de todos tipos pueden apreciarse engalanados o bien, tan faltos de comida que es un esfuerzo titánico avanzar con la carreta a cuestas.
Y como los corceles, los hombres y mujeres son variados, de una sola mirada puede saberse su procedencia, pasado, presente y futuro. Quiénes vivirán mucho más y los que no. Quiénes son felices y los infelices... falso, es ahí donde se rompe la línea. Donde todos los esquemas se desquebrajan. La ausencia de felicidad no depende del dinero que se tenga en los bolsillos, en el banco o bien, debajo de la cama. Si no de hacer todas las actividades que agradan y obtener la satisfacción anímica necesaria para continuar en movimiento.
Los labios de Charles se ensanchan en lo que pudiera ser un intento de sonrisa y termina en una mueca. ¿Cuándo fue feliz? En el real sentido de la palabra. ¿Cuando estuvo en Irlanda y doblegó las voluntades de los personajes que alguna vez se impusieron ante él y terminaron de rodillas, no en un concepto romántico, si no tangible? ¿Cuando regresó a Londres y readquirió la casa de su infancia, la que fuera de sus padres? Entrar al enorme lugar donde sólo el sonido de los tacones de sus zapatos resonaba, no le devolvió el sonido de la risa de su hermana más pequeña, ni la visión de su hermano mayor.
¿Cuando empezó a forjar un imperio de sangre, decadente, tóxico para quienes preparaban el espectáculo, quienes eran los inocentes acribillados e igual para sus ejecutores? La verdad sobre la felicidad es tan vacía como el estómago del hombre que lo medita. Los secretos de la vida son en ocasiones inexpugnables. La música de un violín de baja categoría serpentea contra su oído, las notas son aprendidas de memoria, es una conclusión de quien reconoce la melodía y distingue un la y un laM. Imperceptible para oídos no educados. A pesar de ello, los dedos son mágicos, propios de un prodigio.
Los pies vuelven a su trabajo, se mueven hasta donde inicia el manantial de dulzura. Y la última palabra tiene sentido al ver a la niña de aproximadamente ocho años interpretando la melodía que es de mediana complejidad en su ejecución. La calificación sería apenas aprobatoria de no ser porque a esa edad, su dominio del instrumento la cataloga como un ser excepcional. A sus pies, un sombrero dado vuelta es el único testigo de su muda súplica. Dinero. Ella necesita felicidad metálica, pero en tanto sus manos siguen apretando las cuerdas del violín, su expresión es de total felicidad y ensueño.
El cinismo se ha introducido en la mente de Charles como la raíz de un árbol en la tierra. Ha germinado y dado forma a un tronco de incredulidad absoluta en las bondades de la humanidad que ni siquiera una pequeña puede tornar la realidad hasta su inicio. Sólo piensa en ella por lo que puede redituarle. ¿Cuándo fue que se plantó esta semilla de ignorancia por el mundo y preocupación por el interés? Ni siquiera él puede recordarlo. La lógica indicaría que se dio en el momento que fue separado de sus padres y, a sus nueve años, obligado a encarar la amarga y cruel realidad.
El evolucionar de la manera en que Charles lo hizo y salir del medio en que se encontraba era imposible a ojos vista de la sociedad despreocupada de los necesitados, pero él lo logró. La doble moral existe en todo momento y lugar: mujeres que fingen ayudar en obras de caridad en tanto matan a golpes a sus empleadas por arruinarles un vestido. Hombres que utilizan sus medios para conseguir un campo de cultivo para dar de comer al mundo al tiempo que matan de hambre a sus colaboradores. Charles jamás ha sido un benefactor.
Y no desea serlo.
A pesar de ello, entiende que hay necesidades que deben satisfacerse. - Tu interpretación es muy buena. ¿Querrías ir a casa de mi madre para complacerle? Está enferma y a ella le gusta esa canción en particular. Soy muy malo tocando el violín. Te pagaré 100 francos - la duda en los ojos de la pequeña se instala como parte inherente de su instinto primario, la supervivencia. - Allá seguro que mi madre podría darte algo rico de comer, quizá panecillos, queso y carne, por cierto ¿Cómo te llamas? - la pequeña baja la cabeza.
Ha dado en la diana, el sonido que se percibe es el de un estómago falto de comida, pero eso va a cambiar. Ya no sufrirá por ello. - Soy Angelique. ¿Tardaremos mucho? Tengo que regresar a con mi madre - la voz infantil describe la realidad que Charles imaginó - está con mi padre esperándome, vivimos en Saint German y Saint Louis - el mayor se acuclilla para estar a la altura de los ojos de la niña - prometo que tu familia recibirá el dinero e inclusive, comida para todos. Mi madre está enferma y quiero darle una alegría con tu presencia y tu violín - eso es suficiente para que la pequeña asienta, tome el sombrero y le ofrezca la mano.
Por supuesto que no la va a tocar, no al menos con la piel desnuda. Cuando desliza su diestra para tomarla y conducirla, el guante blanco es el que recibe toda la suciedad. El camino inicial es deshecho, la luz se vuelve oscuridad a cada paso. La pequeña da un pequeño salto al escuchar un sonido sospechoso cerca de ella. Los callejones son más abundantes en esta zona, al internarse en la parte más profunda y solitaria, antes de que la infante pueda pronunciar algo, su cuerpo es impulsado por una fuerza mayor contra la pared.
El primer golpe le aturde. El segundo que le propinan contra la cabeza, le abre la frente y la hace perder la conciencia. El tercero, cuarto y quinto, le desprenden de la vida. Charles deja caer el tubo ensangrentado cuidando de que sus ropas no estén manchadas del líquido carmesí para abandonar el lugar - mañana tu familia tendrá tus 100 francos y la comida -promete antes de dar media vuelta.
Sus pies sólo dan seis pasos antes de detenerse y voltear por encima de su hombro derecho - ¿Y usted qué va a querer para tener la boca cerrada? - había escuchado un sonido y no le prestó atención, pero ahora que se repitió, sabe que alguien está ahí. Sólo quiere saber cuál es la cantidad a desembolsar. Todos quieren eso, al menos de forma inicial. Su propia felicidad pesada en metálico.
Última edición por Charles Moncrieff el Mar Abr 24, 2018 11:54 am, editado 1 vez
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: La nature fait les hommes semblables, la vie les rend différents [Sabah] +21
Rabia pura, agresividad sin límites, un enorme hueco en el estómago que se llena con bilis, todo ésto y más, mucho más, le genera este tipo que está ahora a su merced, a quien veja y humilla, a quien lacera con piel y músculo. De quien anhela sus gritos de dolor, de pánico, de humillación. ¿Por qué? Porque ha probado lo que él considera suyo. ¡Suyo! Es tanta la rabia que siente, tanta las ganas de hacerle daño, por buscar de él el dolor, la desesperación hasta que entienda toda la magnitud de lo que hizo que brama de ira. Golpea cada vez con más fuerza esos glúteos que están a su merced. Odia con desespero, con una intención cruel y vil. Es suyo todo ese líquido carmesí que inunda las venas de la vampiresa. ¡Suyo! De nadie más. Entiende que él mismo provocó todo ésto con sus actuares, con su forma de planificar la situación. Que cada paso que se dio fue por su propia determinación. ¿Por qué entonces sentir tanta ira hacia el sujeto abajo si sólo fue un inocente? ¿Ha perdido los sentimientos, su humanidad? ¡Por supuesto! ¿Se arrepiente de ello? Oh no, ni un ápice.
Ni una miga de pan, ni un grano de arena. Para nada. Hacerlo sería echar atrás todo lo que vivió este tiempo, encontrando que todo lo caminado estuvo mal. Se niega por completo. Por eso la maldad de que le chupe la verga infestada de sangre y mierda, que la lama para que entienda cuál es su posición. Incluso, con la rabia que le genera este sujeto, abandona un poco su boca para darle dos tremendos bofetones que gracias a la vitae, las heridas de su boca provocadas por sus dientes, sanarán rápido. - Eres una mierda - escupe su rostro con desdén, para tomar sus orejas, volviendo a meter su pene en su boca, - limpia bien, cabrón - exige con morbo, con oscuridad, con todos los sentimientos negativos que le genera este malnacido que tuvo en la boca el más preciado elixir, la ambrosía que le propio Charles desearía para él hasta que ni siquiera el hartazgo le baste, que se le escape por las fosas nasales, por los orificios auditivos por el exceso del mismo. Sentiría un poder tremendo como un solo trago recorriera el interior de su boca y este cerdo se lo bebió sin dudarlo, sin pedir permiso, sin agradecer.
Otros dos bofetones le dejan las mejillas más que rojas de la ira que embarga al inglés como nunca antes. Celoso, territorial, embrutecido por las circunstancias. - Ni gracias dijiste, ni pediste permiso, te la bebiste como si de licor se tratara, puto - va a darle un puñetazo cuando a centímetros se detiene. Blasfema en inglés paseando esa mano por sus cabellos con impaciencia - si entendieras lo que te fue dado, si comprendieras una milésima del respeto que debiste prestar, entenderías lo que siento, más ¿Qué puedo pedir de un cerdo? - se ríe a carcajadas volviendo a meter su miembro para que el otro lo chupe, lo lama. Gruñendo de impaciencia - ¡Rápido! No estoy para seguir soportando tu mierda en mi cuerpo - está frenético, siente que perderá el control con este idiota hasta que una mano le recorre el tórax. Echa la cabeza atrás permitiendo el acceso a un cuello que es besado para satisfacción de ambos. La furia da paso a una calma mucho más peligrosa. Porque de la primera puede prepararse, de la segunda no. Los ojos cobalto observan a la vampiresa, en tanto de su boca emite un sonido casi ronroneante de aceptación.
La mordida provoca que sus colmillos humanos emerjan, es un león seducido por la mano de una mujer a la que se entrega. Haciendo el rostro hasta donde la fémina, para dejar su mejilla en los labios de ésta, permitiendo que le hable al oído, escucha atento, con el cuerpo en tensión para complacer lo que le indique. Ese es el poder que la sobrenatural ostenta sobre él. Sabah tiene en sus manos la correa del collar que rodea el cuello del Moncrieff. Se sonríe petulante con la promesa de un premio - ¿Acaso pensaste que sería diferente, Sabah? - susurra con arrogancia, con ese poder que le da el sorprender a propios y extraños con sus debidas actuaciones y procederes. Se sabe perfecto en muchos aspectos y lo aprovecha al máximo. Obedece la indicación, lo hace lento, aunque preferiría quitarse de una vez toda esa podredumbre que le mancha la figura. Sus ojos siguen a la fémina hasta que desaparece. Toma de los cabellos al sujeto para alzar su rostro, antes de darle un bofetón más - puto ¿A qué te sabe tu mierda? ¿Ah? - le da otro golpe antes de soltar su cabeza colocando las manos en las caderas alejándose un par de pasos de él. Hasta que Sabah regresa, se mantiene en esa posición disfrutando de la vista de aquél que entiende poco de lo que están planeando. Al ver el objeto en su mano, se ríe a carcajadas pensando lo mismo que ella hace.
Disfruta con la mirada azorada de su víctima, saborea su desfallecimiento cuando le introduce la vela por el ano perforado de antemano al tiempo que Charles le folla de nuevo la boca. Es tan decadente que podría tener un orgasmo ahora mismo. Controla todo su ser para evitarlo. Sentirse follado por ambos extremos es algo que pocos tienen el placer de obtener. Se ríe, agarra de los cabellos al sujeto para obligarlo a alzar la mirada - ¿Quién lo diría? ¿Que serías el puto de una mujer? ¿Sientes cómo te folla, cabrón? ¿Te gusta? - el hombre niega con los ojos llenos de lágrimas, eso sólo le hace apretar el movimiento de caderas, introduciéndole tan profundo el falo que le provoca arcadas. Su satisfacción es visible en sus gestos. En su rictus concentrado en ello. - ¿Guiarme? ¿Qué quiere mi sire? ¿En qué puedo servirle? - toma su mano para besar su dorso galante, en esta creepy escena de mórbidos y soeces movimientos, que un hombre desnudo tenga tales arrebatos es contrastante. Da dos pasos atrás con la primera indicación en tanto conserva la mano entre la suya.
El arrastre de la silla hasta la mesa le provoca cierta molestia en los oídos por el roce de la madera contra su piso, cuando la deja donde quiere, Charles se acerca para colocarse donde ella pide. Introduce la verga en la boca del hombre, empieza el vaivén lento, sosegado, rítmico. Controla sus caderas para darle la penetración justa y obedeciendo para no correrse. Los ojos del tipo cada vez se abren más y más. Se ríe divertido con la siguiente indicación y no duda. Agarra al hombre de los cabellos para sujetarle bien la cabeza - me muerdes y te la corto cabrón - se la mete de una, sin contemplaciones, hasta que casi la totalidad del miembro queda en su boca, tocando su campanilla, mantiene la postura hasta que siente la primer arcada. Se aleja para darle instantes para reponerse y vuelve a hacerlo - ¿Te gusta mi verga? Debería, grande y jugosa. ¿Sientes sus jugos? Trágate todo - al hacerle notar lo que está haciendo, se ve su terror en los ojos, de horror, de asco al comprender todo.
Obedece cada instrucción, deleitándose con las caricias que Sabah le prodiga, sonriendo al ver ahora cómo el tipo está escuchando cada palabra, negando con la cabeza cuando le dice que puede correrse en su boca. Intenta cerrarla, el inglés le toma de los cabellos - dijo que continuaras, te atreves a desobedecerla y te lo corto parte a parte - amenaza con crueldad por lo que él continúa. Echa atrás la cabeza cuando siente el primer latigazo que anuncia su orgasmo, mira a la vampiresa con expresión torva - ¿Crees que te tendría así? ¿Crees que sería interesante ver cómo una vampiresa de milenios como tú me la chupa? ¿Qué tendría de excitante para ti? ¿Qué tendría para mí? - le toma de la cabeza acercando su rostro a él para besar sus labios con lascivia animal, con ansiedad y desespero - mejor te enseño lo que querría hacer, para mi placer, por mi placer - se aleja del hombre tomando de la cintura a Sabah para ponerla de pie en la mesa.
Se sonríe divertido acercándose a la orilla de forma tal que su pene siga al alcance del otro, - si debiera hacer algo para mi placer, no sería follarte la boca, querida - le baja la prenda que cubre su sexo deslizándola hasta llegar a sus pies. Ahí, le saca primero uno, luego el otro. Se lleva las bragas al rostro olfateándolas con vulgaridad antes de reír dejando a un lado la prenda subiendo las enaguas a la cintura de la fémina - ésto quiero, ésto pido, ésto exijo - baja la mano hacia la cabeza del hombre para que le chupe la verga en tanto él abre bien las piernas de la vampiresa para lamer su sexo, buscando y encontrando su clítoris para succionarlo. Oh, sí. Eso le gusta demasiado, mueve las caderas en tanto sigue haciéndole sexo oral a Sabah, hasta que la primer descarga le obliga a encajar sus uñas en el glúteo femenino, haciendo que el hombre se la coma, junto con la segunda al tiempo que saca la cabeza de las enaguas. El tercer chorro de semen no, porque saca su miembro para manchar el rostro del hombre con bastante morbo.
Se relame los labios con el músculo bucal cuando termina dejando al tipo así, con restos de su eyaculación aún escurriendo por su rostro. Es cuando se dirige a Sabah divertido, - listo, ya podemos ocuparnos de algo más - la toma de la cintura, la sienta en la mesa, le empuja para que se recueste, le abre las piernas, baja la cabeza para empezar a succionar de nuevo su clítoris, paseando la lengua por sus labios mayores, los menores, introduciendo la lengua en su oquedad vaginal para empezar un vaivén sexual y divertido para él - si a ésto le sumáramos tu vitae - gruñe desde lo profundo de su pecho dejando claro lo que significaría.
Ni una miga de pan, ni un grano de arena. Para nada. Hacerlo sería echar atrás todo lo que vivió este tiempo, encontrando que todo lo caminado estuvo mal. Se niega por completo. Por eso la maldad de que le chupe la verga infestada de sangre y mierda, que la lama para que entienda cuál es su posición. Incluso, con la rabia que le genera este sujeto, abandona un poco su boca para darle dos tremendos bofetones que gracias a la vitae, las heridas de su boca provocadas por sus dientes, sanarán rápido. - Eres una mierda - escupe su rostro con desdén, para tomar sus orejas, volviendo a meter su pene en su boca, - limpia bien, cabrón - exige con morbo, con oscuridad, con todos los sentimientos negativos que le genera este malnacido que tuvo en la boca el más preciado elixir, la ambrosía que le propio Charles desearía para él hasta que ni siquiera el hartazgo le baste, que se le escape por las fosas nasales, por los orificios auditivos por el exceso del mismo. Sentiría un poder tremendo como un solo trago recorriera el interior de su boca y este cerdo se lo bebió sin dudarlo, sin pedir permiso, sin agradecer.
Otros dos bofetones le dejan las mejillas más que rojas de la ira que embarga al inglés como nunca antes. Celoso, territorial, embrutecido por las circunstancias. - Ni gracias dijiste, ni pediste permiso, te la bebiste como si de licor se tratara, puto - va a darle un puñetazo cuando a centímetros se detiene. Blasfema en inglés paseando esa mano por sus cabellos con impaciencia - si entendieras lo que te fue dado, si comprendieras una milésima del respeto que debiste prestar, entenderías lo que siento, más ¿Qué puedo pedir de un cerdo? - se ríe a carcajadas volviendo a meter su miembro para que el otro lo chupe, lo lama. Gruñendo de impaciencia - ¡Rápido! No estoy para seguir soportando tu mierda en mi cuerpo - está frenético, siente que perderá el control con este idiota hasta que una mano le recorre el tórax. Echa la cabeza atrás permitiendo el acceso a un cuello que es besado para satisfacción de ambos. La furia da paso a una calma mucho más peligrosa. Porque de la primera puede prepararse, de la segunda no. Los ojos cobalto observan a la vampiresa, en tanto de su boca emite un sonido casi ronroneante de aceptación.
La mordida provoca que sus colmillos humanos emerjan, es un león seducido por la mano de una mujer a la que se entrega. Haciendo el rostro hasta donde la fémina, para dejar su mejilla en los labios de ésta, permitiendo que le hable al oído, escucha atento, con el cuerpo en tensión para complacer lo que le indique. Ese es el poder que la sobrenatural ostenta sobre él. Sabah tiene en sus manos la correa del collar que rodea el cuello del Moncrieff. Se sonríe petulante con la promesa de un premio - ¿Acaso pensaste que sería diferente, Sabah? - susurra con arrogancia, con ese poder que le da el sorprender a propios y extraños con sus debidas actuaciones y procederes. Se sabe perfecto en muchos aspectos y lo aprovecha al máximo. Obedece la indicación, lo hace lento, aunque preferiría quitarse de una vez toda esa podredumbre que le mancha la figura. Sus ojos siguen a la fémina hasta que desaparece. Toma de los cabellos al sujeto para alzar su rostro, antes de darle un bofetón más - puto ¿A qué te sabe tu mierda? ¿Ah? - le da otro golpe antes de soltar su cabeza colocando las manos en las caderas alejándose un par de pasos de él. Hasta que Sabah regresa, se mantiene en esa posición disfrutando de la vista de aquél que entiende poco de lo que están planeando. Al ver el objeto en su mano, se ríe a carcajadas pensando lo mismo que ella hace.
Disfruta con la mirada azorada de su víctima, saborea su desfallecimiento cuando le introduce la vela por el ano perforado de antemano al tiempo que Charles le folla de nuevo la boca. Es tan decadente que podría tener un orgasmo ahora mismo. Controla todo su ser para evitarlo. Sentirse follado por ambos extremos es algo que pocos tienen el placer de obtener. Se ríe, agarra de los cabellos al sujeto para obligarlo a alzar la mirada - ¿Quién lo diría? ¿Que serías el puto de una mujer? ¿Sientes cómo te folla, cabrón? ¿Te gusta? - el hombre niega con los ojos llenos de lágrimas, eso sólo le hace apretar el movimiento de caderas, introduciéndole tan profundo el falo que le provoca arcadas. Su satisfacción es visible en sus gestos. En su rictus concentrado en ello. - ¿Guiarme? ¿Qué quiere mi sire? ¿En qué puedo servirle? - toma su mano para besar su dorso galante, en esta creepy escena de mórbidos y soeces movimientos, que un hombre desnudo tenga tales arrebatos es contrastante. Da dos pasos atrás con la primera indicación en tanto conserva la mano entre la suya.
El arrastre de la silla hasta la mesa le provoca cierta molestia en los oídos por el roce de la madera contra su piso, cuando la deja donde quiere, Charles se acerca para colocarse donde ella pide. Introduce la verga en la boca del hombre, empieza el vaivén lento, sosegado, rítmico. Controla sus caderas para darle la penetración justa y obedeciendo para no correrse. Los ojos del tipo cada vez se abren más y más. Se ríe divertido con la siguiente indicación y no duda. Agarra al hombre de los cabellos para sujetarle bien la cabeza - me muerdes y te la corto cabrón - se la mete de una, sin contemplaciones, hasta que casi la totalidad del miembro queda en su boca, tocando su campanilla, mantiene la postura hasta que siente la primer arcada. Se aleja para darle instantes para reponerse y vuelve a hacerlo - ¿Te gusta mi verga? Debería, grande y jugosa. ¿Sientes sus jugos? Trágate todo - al hacerle notar lo que está haciendo, se ve su terror en los ojos, de horror, de asco al comprender todo.
Obedece cada instrucción, deleitándose con las caricias que Sabah le prodiga, sonriendo al ver ahora cómo el tipo está escuchando cada palabra, negando con la cabeza cuando le dice que puede correrse en su boca. Intenta cerrarla, el inglés le toma de los cabellos - dijo que continuaras, te atreves a desobedecerla y te lo corto parte a parte - amenaza con crueldad por lo que él continúa. Echa atrás la cabeza cuando siente el primer latigazo que anuncia su orgasmo, mira a la vampiresa con expresión torva - ¿Crees que te tendría así? ¿Crees que sería interesante ver cómo una vampiresa de milenios como tú me la chupa? ¿Qué tendría de excitante para ti? ¿Qué tendría para mí? - le toma de la cabeza acercando su rostro a él para besar sus labios con lascivia animal, con ansiedad y desespero - mejor te enseño lo que querría hacer, para mi placer, por mi placer - se aleja del hombre tomando de la cintura a Sabah para ponerla de pie en la mesa.
Se sonríe divertido acercándose a la orilla de forma tal que su pene siga al alcance del otro, - si debiera hacer algo para mi placer, no sería follarte la boca, querida - le baja la prenda que cubre su sexo deslizándola hasta llegar a sus pies. Ahí, le saca primero uno, luego el otro. Se lleva las bragas al rostro olfateándolas con vulgaridad antes de reír dejando a un lado la prenda subiendo las enaguas a la cintura de la fémina - ésto quiero, ésto pido, ésto exijo - baja la mano hacia la cabeza del hombre para que le chupe la verga en tanto él abre bien las piernas de la vampiresa para lamer su sexo, buscando y encontrando su clítoris para succionarlo. Oh, sí. Eso le gusta demasiado, mueve las caderas en tanto sigue haciéndole sexo oral a Sabah, hasta que la primer descarga le obliga a encajar sus uñas en el glúteo femenino, haciendo que el hombre se la coma, junto con la segunda al tiempo que saca la cabeza de las enaguas. El tercer chorro de semen no, porque saca su miembro para manchar el rostro del hombre con bastante morbo.
Se relame los labios con el músculo bucal cuando termina dejando al tipo así, con restos de su eyaculación aún escurriendo por su rostro. Es cuando se dirige a Sabah divertido, - listo, ya podemos ocuparnos de algo más - la toma de la cintura, la sienta en la mesa, le empuja para que se recueste, le abre las piernas, baja la cabeza para empezar a succionar de nuevo su clítoris, paseando la lengua por sus labios mayores, los menores, introduciendo la lengua en su oquedad vaginal para empezar un vaivén sexual y divertido para él - si a ésto le sumáramos tu vitae - gruñe desde lo profundo de su pecho dejando claro lo que significaría.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Re: La nature fait les hommes semblables, la vie les rend différents [Sabah] +21
No podía negar, ni lo haría, que estaba disfrutando mucho con el espectáculo que Charles me estaba propinando haciéndome ver en todo momento que había acertado al acercarme a él, en ver el potencial oscuro y peligroso que tenía el humano y que podía ser utilizado en mi favor cuando yo quisiera porque así lo había decidido. Sí, le había dicho las palabras justas y necesarias que él necesitaba escuchar para que cayera en mis redes pero, ¿acaso no era yo una araña que había ido formando y tejiendo hilos durante milenios? Una práctica más que habitual y constante de todo vampiro que se preciara para conseguir aquello que anhelaba y ansiaba, y en esos momento yo podía jurar sin lugar a dudas de que aquello que ansiaba y anhelaba poseer era al hombre que, rendido ante el poder que podía ofrecerle, mi maldad, mis oscuros y retorcidos pensamientos y designios torturaba al hombre sin piedad como castigo por haber osado atreverse a hacer daño a una de mis sirvientas cuando yo tenía por costumbre proteger aquello que me era importante y preciado, aprovechando la luz del sol maldita y mortal para mí, había osado no solo a golpear a una de ellas, sino que la había vejado violándola y utilizándola por y para su placer, ¿no era castigo divino, y justo, que ahora él sintiera lo mismo que había sentido mi sirvienta cuando fue violada y tomada sin su consentimiento? Que supiera lo que era sentir que otro manejaba tu cuerpo con mucha más fuerza, imponerse y doblegar tu voluntad reduciéndola a la nada como si fuera una vulgar marioneta de la cual colgaban los hilos y los demás solo debían tirar de ellos para favorecerse. Porque quería que sintiera sobre todo lo que ella había sentido, la vejación, la humillación... ¿por qué no hacer que experimentara en sus propias carnes lo que él le había hecho a ella? Disfrutar de su boca donde seguro se la folló con fuerza sin importarle cómo se sentiría ella, si le gustaría, si le molestaría o le haría daño.... no dudaba incluso que hubiera llegado a correrse en su boca aprovechando que yo no estaba para protegerla, que no podía, para luego follársela sin compasión mientras le golpeaba casi al punto de matarla. Pero ah, yo sí mataría a ese pobre desgraciado que se había metido con la mujer equivocada y se lo haría pagar caro, nada me impediría que él se sintiera como la pobre joven a la que había forzado y ambos nos encargaríamos de eso. Ya Charles había empezado con la humillación y la vejación, su ano desvirgado era una clara señal de ello pero también quería que sintiera lo que toda mujer sentía cuando nos pedían una felación o nos obligaban a hacer una mamada; el notar que no éramos dueñas de nada, que éramos simples marionetas guiadas sin compasión. Por eso le había pedido que me dejara guiarle porque yo, como mujer, y sobre todo como una mujer la cual había tenido que satisfacer necesidades masculinas cuando era humana sabía bien qué era lo que más molestaba e incomodaba de estas; no el ritmo, sino la profundidad y la sensación de ahogo, las arcadas incontrolables... y disfruté enormemente con lo que Charles tenía preparado para mí en un contraste más que notorio cuando se dirigía a él y por el contrario se dirigía a mí de una forma más servicial, más gentil.
Se dejó conducir por mí aun cuando seguramente le hubiera gustado destrozarle la boca a ese desgraciado, mis manos recorrían su cuerpo desnudo sintiendo su piel cálida bajo mis yemas, mis ojos puestos en los suyos mientras seguía cada indicación al pie de la letra sin salirse nada en absoluto de mis peticiones, de mi guía con ese hombre que ahora podría entender lo que era que te obligaran a hacer una felación cuando no querías, ahora sentiría lo mismo que ella debió sentir en su momento. Disfrutaba enormemente de ese espectáculo que me ofrecía el humano, demostrándome que había encontrado lo que andaba buscando desde hacía tantos siglos y que no había podido hallar, aquel que lograra corresponder mi oscuridad y mis retorcidos pensamientos, ese que no dudara en acatar mis mandatos por muy tenebrosos y perturbadores que fueran. Podía ver que le gustaba ese juego, quizás no estuviera acostumbrado a que le mandaran pero se dejó hacer complaciente porque sabía que, si lo era, después obtendría su recompensa que bien sabía lo que era; mi sangre. Le había repetido al pobre desgraciado la suerte que había tenido de beber de mi sangre, un obsequio demasiado importante que no regalaba a la ligera y que si le di de beber fue para que el juego nos durara mucho más tiempo y pudiéramos disfrutar de todo aquello, de la oscuridad que encerrábamos. Sabía que ansiaba mi sangre y cuando había podido probarla, en una muestra respeto en su máximo esplendor, lo había rechazado porque no se consideraba digno y eso era algo difícil de encontrar en un humano; que supiera de la importancia que nuestra sangre representaba. Sonreí observando la escena viendo como él disfrutaba de darle a ese maldito desgraciado lo que se merecía, incluso se rió divertido con mis palabras en las que no dudó en obedecer haciendo que todo su miembro quedara dentro de la boca del hombre, viendo la cara de horror que este ponía mientras yo me reía y divertía con su situación viendo a Charles como era la mano ejecutora de mis palabras que manejaba al humano tal y como yo pedía. Era justo lo que había estado buscando todo ese tiempo, aquel que me sacaría del tedio que era la vida inmortal que llevaba y que podía responder a mis más bajos instintos, retorcidos, crueles, oscuros, sádicos y sangrientos... sí, era el mejor que había podido conseguir en mucho tiempo y ya con esa noche se estaba ganando el puesto que a otros les había llevado semanas. Charles era todo cuanto quería y deseaba, verlo provocaba que quisiera tenerlo y sabía que en algún momento eso sucedería porque puede que los dos lo deseáramos. Veía cómo disfrutaba de lo que le hacía al hombre, cómo su cabeza echada hacia atrás en lo que mi mano recorría su pecho hasta que mis palabras provocaron que alzara su cabeza y clavara su mirada en mis orbes rojizas. Sonreí ladina porque las palabras justas y necesarias y tenía la reacción esperada y ansiada por su parte, respondía tan bien que era como un milagro que nos hubiéramos cruzado. No me dejó contestar sus preguntas, su mano fue hacia mi pelo negro enredando allí sus dedos para de un movimiento brusco atraer mi cabeza hasta la suya buscando mis labios, besándolos con furia salvaje que me hizo sonreír mientras el hombre, entre ambos, no pintaba nada y así se lo hacíamos saber. Mordí su labio inferior instándole a que me demostrara qué es lo que haría viendo que se separaba del hombre, me tomaba de la cintura y de un movimiento ágil me subía sobre la mesa como si no pesara nada para él, puede que realmente fuera así. Lo contemplé inclinando mi rostro hacia abajo cuando sus manos se colaron por mi vestido subiendo por mi pierna hasta tomar mi ropa interior que bajó hasta que cayó a mis pies, elevó cada uno y sonreí riendo levemente entre dientes cuando lo vi olfatear mi prenda como si se deleitara en lo que estaba oliendo sabiendo, de sobra, que ya me encontraría húmeda y mojada en cuanto tocara mi sexo. Las tiró a un lado y subió mis ropajes dejando mi cuerpo desnudo de cintura para abajo, sus manos separaron mis piernas pero incluso así no se olvidó de la tortura y el castigo del hombre en lo que él llevaba su cabeza a mi sexo, cerré los ojos cuando sentí su lengua cálida recorrer mi sexo de una pasada arrancándome un jadeo y que echara mi cabeza hacia atrás por el placer. Elevé una de mis piernas apoyando mi pie en su hombro para darle mejor acceso, mis dedos en su pelo dejándole hacer a su voluntad para ver lo que él tenía para darme.
-Sí Charles, justo así –digo en un murmullo sintiendo su lengua recorrer mi sexo, llegar al clítoris donde succionó provocando que mordiera mi labio y moviera mis caderas en lo que él no dejaba de torturar al humano, podía escuchar su corazón latir con fuerza en su pecho y supe lo que ocurría sin necesidad de que él me lo dijera- vamos Charles, haz que sienta lo que es que se corran en tu boca... –fue cuando sentí que clavaba sus uñas en mis glúteos, sus jadeos ahogados cuando se corrió el hombre no pudo sino más que notar lo que se sentía de primera mano, lo que seguramente él le había hecho a mi sirvienta- sí, muy bien –premié hasta que se separó dejando que parte de su semen impactara en el rostro del hombre y reí, reí porque era mejor incluso de lo que había pensado- así sabrá lo que se siente, lo que le ha hecho a muchas... ¿te gusta la sensación, cómo te quedas cuando te utilizan? Pues así has hecho sentir a muchas mujeres cabrón, y tocar lo que era mío es algo imperdonable para mí –dirigí mis ojos a Charles por sus palabras, olvidándose del humano que dejó así totalmente a posta, me tomó de la cintura bajándome hasta dejarme sentada en la mesa, mis ojos lo observaron rojizos cuando su mano en mi pecho me empujó hasta que mi espalda quedó contra la mesa, separó mis piernas y su boca fue de nuevo a mi sexo arrancándome un gemido. Le dejé hacer porque así lo quería para ver qué tan bueno era y qué podía darme, no defraudó tampoco cuando comenzó a darme placer, mis caderas se movían contra su rostro, mis dedos enredados en su pelo arqueando mi cuerpo hacia él olvidándonos de todo lo que nos rodeaba, de todo lo que habíamos hecho. Sus palabras provocaron una leve risa que brotó de mis labios, levanté su rostro y me incorporé sentándome en la mesa para observarlo mejor- ¿eso es lo que quieres, Charles? –Claro que sabía que era eso precisamente lo que quería, lo había dejado muy claro- ¿crees que lo mereces? –pregunté para saber su respuesta, para ver cuán sincero. Mi mano tomó su mentón y acerqué mi rostro para besarlo, pude notar el sabor de mi propia excitación en aquel beso que terminó mordiendo su inferior, paseando mis colmillos por la carne de su labio sin dejar de mirarlo. Mis ojos entonces fueron al hombre que nos miraba en lo que mi mano recorría la espalda de él notando cada músculo definido, llegando hasta sus nalgas cuando me di cuenta de que el hombre seguía empalmado, y sonreí lamiendo el labio inferior del humano- parece que nuestro querido amigo es un pervertido de primera, no me equivocaría si dijera que ha disfrutado con lo que ha visto por cómo se encuentra –succioné su labio inferior y mis labios fueron hasta su cuello dejando un pequeño beso, una pequeña lamida en su piel- ¿qué tal si le damos el espectáculo que se merece? Estoy convencida de que no ha visto disfrutar a una mujer en su vida, que siempre las ha forzado... ¿y si le enseñamos lo que es, Charles? Que una mujer se entregue por voluntad propia, que pida, que desee por más y no que grite que pare –lo separé ligeramente de mi cuerpo con mi mano en su pecho ahora y me acerqué al humano donde, frente a él, me quité la ropa quedando desnuda frente a él en lo que sus ojos me recorrieron por completo- soy lo más atractivo, sensual y letal que vas a ver en tu vida... había pensado matarte pero ¿sabes qué? Tengo otros planes para ti –agarré su cabello alzando su rostro donde mis ojos rojos observaron fijos los suyos- escúchame bien escoria, porque después de que diga estas palabras jamás podrás deshacerte de ellas o lo que te mande que haga, quedarás así encadenado a estas por el resto de tu vida. Eres un depredador sexual, basta con leer un poco en tu cabeza para darse una cuenta de ello y que, esto, no te servirá de nada dentro de un tiempo... así que ahí van mis palabras; cada vez que quieras tomar a una chica, cada vez que sientas la necesidad de forzarla, de tomarla en su contra o con esta dada... no lo harás, pararás para no tocarla y vendrás a buscar la misma vela con la que yo te he follado, siempre procurarás tener una vela como esa preparada, y cuando la tengas en tus manos pedirás al hombre más fornido que encuentres o incluso a la misma chica que pensar violar y vejar... que te folle con ella –mis palabras sentenciaban al hombre a que cumpliera con ellas le gustara o no- les dirás que querías violarlas, hacerles daño, que eres un monstruo y que esa es tú única cura para ayudarlas... antes serías el maestro que movía los hilos de los demás, ahora serás la marioneta de la que tiran y manejan –sonreí ladina, disfrutando con la cara de horror del hombre, con sus lágrimas ante mis palabras- y jamás dañarás a ninguna de ellas, ni podrás quitarte tu vida porque ese será tu castigo. Agradece que estoy magnánima esta noche, peor podría haber sido tu sino –sentencié quitando mi mano de su pelo para volver frente a Charles y sentarme, tal como estaba, en la mesa- volvamos a lo importante aquí, sabes lo que pasará si te doy de mi sangre, la necesidad que tendrás... ya te dije que la próxima no te aliviaría tú mano y no pienso cumplir con esa palabra –mordí su labio inferior dejando que sintiera la presión de mis colmillos aunque no hice ninguna herida. Me tumbé en la mesa, separé mis piernas subiéndolas a sus hombros y mi mano tomó una de las suyas para dejarla sobre mi pecho- si es lo que quieres, ven Charles, te daré lo que tanto anhelas de mí –porque justo cuando de nuevo su boca y su lengua estaban en mi sexo, mi mano fue a esta donde con mi uña hice una herida en mi propio sexo que me hizo jadear en lo que la sangre brotó para que él pudiera beber tal y como había querido- lame, bebe Charles, te lo has ganado.
Se dejó conducir por mí aun cuando seguramente le hubiera gustado destrozarle la boca a ese desgraciado, mis manos recorrían su cuerpo desnudo sintiendo su piel cálida bajo mis yemas, mis ojos puestos en los suyos mientras seguía cada indicación al pie de la letra sin salirse nada en absoluto de mis peticiones, de mi guía con ese hombre que ahora podría entender lo que era que te obligaran a hacer una felación cuando no querías, ahora sentiría lo mismo que ella debió sentir en su momento. Disfrutaba enormemente de ese espectáculo que me ofrecía el humano, demostrándome que había encontrado lo que andaba buscando desde hacía tantos siglos y que no había podido hallar, aquel que lograra corresponder mi oscuridad y mis retorcidos pensamientos, ese que no dudara en acatar mis mandatos por muy tenebrosos y perturbadores que fueran. Podía ver que le gustaba ese juego, quizás no estuviera acostumbrado a que le mandaran pero se dejó hacer complaciente porque sabía que, si lo era, después obtendría su recompensa que bien sabía lo que era; mi sangre. Le había repetido al pobre desgraciado la suerte que había tenido de beber de mi sangre, un obsequio demasiado importante que no regalaba a la ligera y que si le di de beber fue para que el juego nos durara mucho más tiempo y pudiéramos disfrutar de todo aquello, de la oscuridad que encerrábamos. Sabía que ansiaba mi sangre y cuando había podido probarla, en una muestra respeto en su máximo esplendor, lo había rechazado porque no se consideraba digno y eso era algo difícil de encontrar en un humano; que supiera de la importancia que nuestra sangre representaba. Sonreí observando la escena viendo como él disfrutaba de darle a ese maldito desgraciado lo que se merecía, incluso se rió divertido con mis palabras en las que no dudó en obedecer haciendo que todo su miembro quedara dentro de la boca del hombre, viendo la cara de horror que este ponía mientras yo me reía y divertía con su situación viendo a Charles como era la mano ejecutora de mis palabras que manejaba al humano tal y como yo pedía. Era justo lo que había estado buscando todo ese tiempo, aquel que me sacaría del tedio que era la vida inmortal que llevaba y que podía responder a mis más bajos instintos, retorcidos, crueles, oscuros, sádicos y sangrientos... sí, era el mejor que había podido conseguir en mucho tiempo y ya con esa noche se estaba ganando el puesto que a otros les había llevado semanas. Charles era todo cuanto quería y deseaba, verlo provocaba que quisiera tenerlo y sabía que en algún momento eso sucedería porque puede que los dos lo deseáramos. Veía cómo disfrutaba de lo que le hacía al hombre, cómo su cabeza echada hacia atrás en lo que mi mano recorría su pecho hasta que mis palabras provocaron que alzara su cabeza y clavara su mirada en mis orbes rojizas. Sonreí ladina porque las palabras justas y necesarias y tenía la reacción esperada y ansiada por su parte, respondía tan bien que era como un milagro que nos hubiéramos cruzado. No me dejó contestar sus preguntas, su mano fue hacia mi pelo negro enredando allí sus dedos para de un movimiento brusco atraer mi cabeza hasta la suya buscando mis labios, besándolos con furia salvaje que me hizo sonreír mientras el hombre, entre ambos, no pintaba nada y así se lo hacíamos saber. Mordí su labio inferior instándole a que me demostrara qué es lo que haría viendo que se separaba del hombre, me tomaba de la cintura y de un movimiento ágil me subía sobre la mesa como si no pesara nada para él, puede que realmente fuera así. Lo contemplé inclinando mi rostro hacia abajo cuando sus manos se colaron por mi vestido subiendo por mi pierna hasta tomar mi ropa interior que bajó hasta que cayó a mis pies, elevó cada uno y sonreí riendo levemente entre dientes cuando lo vi olfatear mi prenda como si se deleitara en lo que estaba oliendo sabiendo, de sobra, que ya me encontraría húmeda y mojada en cuanto tocara mi sexo. Las tiró a un lado y subió mis ropajes dejando mi cuerpo desnudo de cintura para abajo, sus manos separaron mis piernas pero incluso así no se olvidó de la tortura y el castigo del hombre en lo que él llevaba su cabeza a mi sexo, cerré los ojos cuando sentí su lengua cálida recorrer mi sexo de una pasada arrancándome un jadeo y que echara mi cabeza hacia atrás por el placer. Elevé una de mis piernas apoyando mi pie en su hombro para darle mejor acceso, mis dedos en su pelo dejándole hacer a su voluntad para ver lo que él tenía para darme.
-Sí Charles, justo así –digo en un murmullo sintiendo su lengua recorrer mi sexo, llegar al clítoris donde succionó provocando que mordiera mi labio y moviera mis caderas en lo que él no dejaba de torturar al humano, podía escuchar su corazón latir con fuerza en su pecho y supe lo que ocurría sin necesidad de que él me lo dijera- vamos Charles, haz que sienta lo que es que se corran en tu boca... –fue cuando sentí que clavaba sus uñas en mis glúteos, sus jadeos ahogados cuando se corrió el hombre no pudo sino más que notar lo que se sentía de primera mano, lo que seguramente él le había hecho a mi sirvienta- sí, muy bien –premié hasta que se separó dejando que parte de su semen impactara en el rostro del hombre y reí, reí porque era mejor incluso de lo que había pensado- así sabrá lo que se siente, lo que le ha hecho a muchas... ¿te gusta la sensación, cómo te quedas cuando te utilizan? Pues así has hecho sentir a muchas mujeres cabrón, y tocar lo que era mío es algo imperdonable para mí –dirigí mis ojos a Charles por sus palabras, olvidándose del humano que dejó así totalmente a posta, me tomó de la cintura bajándome hasta dejarme sentada en la mesa, mis ojos lo observaron rojizos cuando su mano en mi pecho me empujó hasta que mi espalda quedó contra la mesa, separó mis piernas y su boca fue de nuevo a mi sexo arrancándome un gemido. Le dejé hacer porque así lo quería para ver qué tan bueno era y qué podía darme, no defraudó tampoco cuando comenzó a darme placer, mis caderas se movían contra su rostro, mis dedos enredados en su pelo arqueando mi cuerpo hacia él olvidándonos de todo lo que nos rodeaba, de todo lo que habíamos hecho. Sus palabras provocaron una leve risa que brotó de mis labios, levanté su rostro y me incorporé sentándome en la mesa para observarlo mejor- ¿eso es lo que quieres, Charles? –Claro que sabía que era eso precisamente lo que quería, lo había dejado muy claro- ¿crees que lo mereces? –pregunté para saber su respuesta, para ver cuán sincero. Mi mano tomó su mentón y acerqué mi rostro para besarlo, pude notar el sabor de mi propia excitación en aquel beso que terminó mordiendo su inferior, paseando mis colmillos por la carne de su labio sin dejar de mirarlo. Mis ojos entonces fueron al hombre que nos miraba en lo que mi mano recorría la espalda de él notando cada músculo definido, llegando hasta sus nalgas cuando me di cuenta de que el hombre seguía empalmado, y sonreí lamiendo el labio inferior del humano- parece que nuestro querido amigo es un pervertido de primera, no me equivocaría si dijera que ha disfrutado con lo que ha visto por cómo se encuentra –succioné su labio inferior y mis labios fueron hasta su cuello dejando un pequeño beso, una pequeña lamida en su piel- ¿qué tal si le damos el espectáculo que se merece? Estoy convencida de que no ha visto disfrutar a una mujer en su vida, que siempre las ha forzado... ¿y si le enseñamos lo que es, Charles? Que una mujer se entregue por voluntad propia, que pida, que desee por más y no que grite que pare –lo separé ligeramente de mi cuerpo con mi mano en su pecho ahora y me acerqué al humano donde, frente a él, me quité la ropa quedando desnuda frente a él en lo que sus ojos me recorrieron por completo- soy lo más atractivo, sensual y letal que vas a ver en tu vida... había pensado matarte pero ¿sabes qué? Tengo otros planes para ti –agarré su cabello alzando su rostro donde mis ojos rojos observaron fijos los suyos- escúchame bien escoria, porque después de que diga estas palabras jamás podrás deshacerte de ellas o lo que te mande que haga, quedarás así encadenado a estas por el resto de tu vida. Eres un depredador sexual, basta con leer un poco en tu cabeza para darse una cuenta de ello y que, esto, no te servirá de nada dentro de un tiempo... así que ahí van mis palabras; cada vez que quieras tomar a una chica, cada vez que sientas la necesidad de forzarla, de tomarla en su contra o con esta dada... no lo harás, pararás para no tocarla y vendrás a buscar la misma vela con la que yo te he follado, siempre procurarás tener una vela como esa preparada, y cuando la tengas en tus manos pedirás al hombre más fornido que encuentres o incluso a la misma chica que pensar violar y vejar... que te folle con ella –mis palabras sentenciaban al hombre a que cumpliera con ellas le gustara o no- les dirás que querías violarlas, hacerles daño, que eres un monstruo y que esa es tú única cura para ayudarlas... antes serías el maestro que movía los hilos de los demás, ahora serás la marioneta de la que tiran y manejan –sonreí ladina, disfrutando con la cara de horror del hombre, con sus lágrimas ante mis palabras- y jamás dañarás a ninguna de ellas, ni podrás quitarte tu vida porque ese será tu castigo. Agradece que estoy magnánima esta noche, peor podría haber sido tu sino –sentencié quitando mi mano de su pelo para volver frente a Charles y sentarme, tal como estaba, en la mesa- volvamos a lo importante aquí, sabes lo que pasará si te doy de mi sangre, la necesidad que tendrás... ya te dije que la próxima no te aliviaría tú mano y no pienso cumplir con esa palabra –mordí su labio inferior dejando que sintiera la presión de mis colmillos aunque no hice ninguna herida. Me tumbé en la mesa, separé mis piernas subiéndolas a sus hombros y mi mano tomó una de las suyas para dejarla sobre mi pecho- si es lo que quieres, ven Charles, te daré lo que tanto anhelas de mí –porque justo cuando de nuevo su boca y su lengua estaban en mi sexo, mi mano fue a esta donde con mi uña hice una herida en mi propio sexo que me hizo jadear en lo que la sangre brotó para que él pudiera beber tal y como había querido- lame, bebe Charles, te lo has ganado.
Sabah- Vampiro Clase Alta
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Re: La nature fait les hommes semblables, la vie les rend différents [Sabah] +21
Si Dios puso la manzana
fue para morder.
fue para morder.
¡Por supuesto que es lo que quiere! ¿Acaso demostró lo contrario? Desea tenerla a su merced, besar su cuerpo de diosa de la oscuridad de pies a cabeza y de regreso, para concentrarse en el único punto en particular que le hará alcanzar el orgasmo. ¿Que si lo merece? Su risa estalla en la habitación alegre y exultante - Oh, Sabah, ¿Que si lo merezco? ¡He trabajado por ello! Gotas de sudor perlan mi frente porque laboré como negro ¿Acaso no las ves? - se mofa con diversión, - espero mis esfuerzos sean suficientes para que me brindes tan magnífico regalo - esa es más bien su opinión. No deja de ser un megalómano, de pensar que todo es por y para él. De sentirse satisfecho por sus andanzas y la demostración de lo que puede hacer con tan poco material como lo es un simple mortal. ¿Que también él es uno? Por supuesto, pero hay niveles y el suyo es el non plus ultra que Sabah esperó encontrar y ahora recibe a manos llenas.
O boca en este caso. El beso es pasional, arrebatado, Charles no se deja nada en tanto toma los rizos oscuros de la vampiresa para sujetar algo y evitar caer borracho de placer, dando y dando tanto como puede o como quiere ella. Cada movimiento de la fémina, de esos colmillos contra los labios del hombre, son una tentación andante, una total locura que él recibe y corresponde con ahínco. Abre la prisión de sus párpados para observar la magnificencia hecha mujer, una hembra que le incita como le excita a partes iguales, enloqueciendo sus sentidos y fustigando su ansiedad de poder, de elevar su condición hasta ser un par. Y va a trabajar por ello, puede jurar que cuando menos lo espere esta vampiresa, ansiará poseer por completo al inglés arrebatando su alma en el proceso. ¿Qué es eso comparado con la inmortalidad? Si tras su muerte definitiva se arrepiente, serán años bien vividos y cumplirá muchos de sus proyectos antes de ser cenizas. Y si su futuro es como el de ella, significa que serán milenios de dominación del Moncrieff sobre este maldito y decadente mundo. Un excelente trato es para él. ¿Ves que gana más de lo que pierde?
Le llama la atención sobre el hombre que está excitado, succiona su cuello cuando Charles desvía la mirada del portento de mujer entre sus brazos para fijarla en la verga del otro que se alza sin pudores, boqueando al ver cómo su domitor -Charles, por supuesto- tiene el mejor de los premios con el cuerpo de esta diosa de muerte. Sus pliegues bucales forman una sonrisa torcida con la idea que Sabah clava en su mente, su propia arrogancia pronuncia las siguientes palabras - corrección, que grite que "no pares, métemela más y más", seguro que ninguna le ha dicho eso - asegura como quien entiende del mundo oscuro y de los pervertidos deseos que provocan a hombres como el que está de rodillas ante ellos. Besa la sien de Sabah antes de alejarse haciendo caso a la súplica silenciosa de la vampiresa que sólo tiene que poner su mano en el pecho para que el cuerpo masculino obedezca echándose atrás, apoyando la cadera en la mesa cruzando los brazos, observa atento las lecciones de aquélla que le lleva siglos en estos menesteres. Y lo que obtiene es una cátedra de maldad pura que le provoca otra risa que se intensifica hasta ser una carcajada potente y estridente.
Sus dientes atrapan su labio inferior con ganas cuando la mujer se desprende de sus ropas dejando a la vista el cuerpo de lujuria que tiene haciendo que el prisionero gima con anhelo, más sus palabras son el culmen de esta erótica reunión. ¿Erótica? Por supuesto, no hay algo mejor que una sesión de sometimiento y violación, para ponérsela dura. Que la piel de alabastro de la egipcia se muestre sin pudores, sólo incrementa sus ansias por más y si con eso, se aumenta el hecho de que está maldiciendo al hombre, siente cómo su verga se pone mil veces más dura que nunca. Poder en un pequeño cuerpo es la decadencia que a Charles encanta. Una mujer con las faldas bien puestas, lo que le excita. El condicionamiento del otro es una oda para los oídos del inglés, - eres pura maldad, me encanta - porque ni a él se le hubiera ocurrido un destino peor que ese. Ansiar tanto domar a una mujer para verse consumido por sus propios deseos culeándose con una vela es peor que ser castrado o muerto. Es como voltear el pedazo de carne para que se fría la deliciosa piel hasta hacerla comestible. Para algunos, el manjar absoluto. Para los lobos como era este tipo, la forma en que se desperdicia un buen corte vacuno. Observa el horror en el rostro del otro, es parte de su castigo por meterse con quien no debe. Con quien respeta a sus empleados y exige una retribución al ser atacados. Y la respuesta de la ira de Sabah, es un castigo propio de los dioses del antiguo folclor como lo describen los libros.
Recibe a la vampiresa cuando vuelve a su lado, con las ganas marcadas en cada poro de su piel, se sonríe - ¿No piensas cumplir con esa palabra? ¿Acaso propones que me alivie con mi propia mano? - juguetea demostrando que también tiene cerebro. Uno que utiliza para bien o para mal, su avezado ojo en los negocios es demasiado bueno y sus planes en su vida, lo son mucho más. Calla cuando esos colmillos vuelven al pliegue inferior de su boca provocan un gemido frustrado, desearía que hincara bien esas blancas perlas cual puñales para dejar que la vitae la alimente. En lugar de presionar, demuestra paciencia porque ella decidirá cuándo y cómo hacerlo. ¿Que es un sometimiento el que le da a manos llenas cuando él es capaz de la peor de las rebeliones? Sí. Se lo concede porque ella también está demostrando que es perfecta para el inglés. Una sire magnánima, que escucha, que es capaz de reconocer sus errores, de permitir que él pueda mostrar las cartas para que ella elija. Ser escuchado por tal inmortal, sin con ello pisotearlo, es el culmen de todos los anhelos del Moncrieff.
Observa cómo se aleja, antes de ello, la sujeta bien susurrando en su oído - despacio, deja que él mire lo que jamás tendrá, lo que jamás va a poseer - pasea la mano por los cabellos de la fémina deshaciendo el peinado dejando que caigan a su espalda como una negra cascada antes de deslizar la palma por toda su epidermis hacia su culo sobando y restregando para que el otro boqueé. - Despacio - vuelve a decir volteando el cuerpo de la mujer más tentadora que ha visto antes para recorrer ahora su mano de abajo hacia arriba, separando sus muslos para dejarle al prisionero la visión de su sexo húmedo, subiendo por su vientre humedeciendo con ese líquido su piel. Sigue subiendo hasta tomar sus senos con ambas palmas provocando que el castigado gima de anhelo - mira lo que no puedes tener, bastardo. Mira lo que jamás será tuyo y revuélcate con tu vela cada vez que lo recuerdes - provoca besando el cuello de Sabah apretando y soltando sus redondos pechos hasta pellizcar las puntas - ésto, es suelo sagrado imbécil, ésto es lo que siempre ansiaste y jamás tendrás - promete mordiendo suave la piel donde la yugular de la fémina late en un erótico paseo por su anatomía.
Tras imprimir esa imagen de decadencia y pecado puro en la mente del hombre, deja en libertad a la vampiresa notando cómo se acomoda de nuevo en la mesa, abriendo sus excitantes piernas. Una gota de precum adorna la punta de su verga de pura ansiedad. Aprieta las nalgas por el deseo de meterla de una vez, por ese mismo impulso, se acerca dejando que ella coloque esas piernas interminables en sus hombros. Bufa de placer mirando lo que se le viene, sonríe con mal oculto morbo sacudiendo la cabeza para concentrarse - mi reino por un coño como el tuyo, preciosa - exclama antes de colocar las manos en sus senos como ella quiere, apretando sus redondas carnes, sabiendo que son perfectos para sus palmas, pellizcando sus puntas - ¿Lo que anhelo de ti, Sabah? ¿Estás segura? Porque lo quiero todo - su posesión es total. Su instinto es primario, la quiere así, la desea para él, completa, por estos momentos, quiere ser el único, su hombre, su amante, su child, aquél que le falte al respeto - mía, te quiero mía hasta que grites mi nombre - le toma la cintura para bajarla unos centímetros por la mesa, bruto, exigente.
Antes de bajar la boca mira al hombre a su lado para sonreírse - ésto es lo que jamás vas a tener, admira mi obra. Quisieras estar en mi cuerpo, imbécil - le restriega antes de bajar la cabeza para tomar lo que ahora es suyo, lo que se le ofrece sin tapujos. Su músculo bucal emerge para deslizarse cual serpiente, sinuoso por su sexo sin perder un solo instante de lo que sucede. Su corazón da un vuelco cuando ve sus uñas bajar hasta su clítoris haciendo una incisión de la cual la vitae emana. Gruñe de anhelo, de placer. Sacude la cabeza boqueando por cómo lo provoca, por cómo lo incita. A punto está de correrse de sólo oler ese aroma a poder recorriendo en una sola gota por sus labios menores. - Mi madre era una gran puta, más le agradezco el haberme traído al mundo - se burla aún con la ansiedad en cada poro de la piel. Sus ojos se elevan hasta Sabah - dijimos que era para ti, para tu satisfacción y como no me voy a contener, te daré lo que querías - se separa. Deja las piernas de la vampiresa tirantes en la mesa para acercarse al cerdo.
Le levanta de los cabellos para hacerlo caminar a la mesa - tendrás lo que tanto ansías, tan cerca y tan lejos, cabrón - le obliga a sentarse atado sobre el mueble para que pueda ver y torturarse con ello. Lo posiciona bien, por si se corre, no manche a la vampiresa. Ni ese gusto le dará - ahora sí, preciosa. ¿Eres mi premio? Que valga la pena y tú, imbécil, mira fijamente, aprende cómo se hace - coloca una de las piernas de ella sobre la mesa, aún tirante. La otra, la pone encima de su hombro para abrir bien su vértice observando la obra que ante sus ojos se muestra sin tabúes, en esta posición, el cerdo puede apreciar cada movimiento del Moncrieff. - Tan bella como mortal - se da su tiempo paseando las falanges por sus labios menores, atrapando algo del rastro carmesí, subiendo hasta su clítoris para pellizcar. Su músculo bucal repasa los pliegues de sus labios con sonrisa sarcástica, - cuando tienes una mujer así a tu merced, no te apresuras. Disfrutas cada instante del encuentro, cada segundo porque no sabes cuándo volverás a tenerla así, anhelante, húmeda para ti - levanta su mano mostrando la humedad de la vitae entremezclada con sus líquidos para llevarlo a la boca degustando su sabor con un respeto total.
Si va a tener sexo con ella, no será follándosela. Eso significaría un descenso en el peldaño en el que se encuentra en esta cadena alimenticia. Un rugido cual león emana de lo profundo de su pecho, ronco e incitante cuando la vitae es llevada a su boca por su lengua cerrando los ojos. Dedo a dedo, va consumiendo su lubricación y su vitae. - No se folla a una diosa, se le trata con veneración y esmero. ¿Entiendes? - cual de lección se tratara, el hombre asiente con la cabeza mostrando su propia excitación y desespero procurando quitarse las amarras sin éxito - cuando se tiene a una diosa en tus manos, se le prodigan mimos y rezos para que ella acceda a darte un milagro - pasea sus labios por el cuello de la vampiresa, por sus hombros, dejando un reguero de besos húmedos buscando sus senos lento, tan lento que el otro gimotea con la presión en su miembro. - Cuando una diosa te concede el milagro de tenerla entre tus brazos, se le admira, se le complace, no se le trata como una vulgar ramera, porque es un ser inmaculado y perfecto. Como tal, debes ser paciente y complaciente - succiona las puntas de sus senos acariciando sus muslos, subiendo a sus caderas para contener sus movimientos pélvicos.
Succiona acompasado, jala sus puntas hacia él, las mordisquea dejando también marcas en las aureolas, primero la diestra, luego la siniestra. - Cuando alguien tan perfecto te permite ser su hombre, debes ser eso. Un hombre y no una bestia. Porque bestias ha visto por multitudes, pero hombres no. Por esa razón debes ser paciente, para dejarle una huella imborrable y la satisfacción de que se entregó a quien por derecho lo ganó. Y no por la fuerza la obligó - baja por su vientre mordiendo y besando. Lamiendo su ombligo, hasta llegar al vértice de sus muslos - y cuando la tienes tan mojada que el agua bendita recorre su sexo, entonces, la recibes con la boca tragándola para que sepa cuánto la veneras, cuánto la adoras y cómo es de importante para ti - baja justo a eso, a pasear su lengua plana por la oquedad de su sexo, la oscuridad de sus partes más íntimas en ascenso hacia su clítoris, llevándose con esa acción, el sabor de su lubricación entremezclada con la vitae que le provoca un subidón de lujuria que a duras penas controla, dejándose llevar por momentos por su exigente ansiedad succionando fuerte su clítoris para mamar como un niño hace de su madre.
La vitae provoca que esté a punto de correrse, se aleja un par de pasos, con la boca manchada de sangre y los líquidos de la mujer, rompiendo un hilo de lubricación que le unía con ese punto que le desquicia. Gruñe, grita, echando la cabeza atrás, aguantando el subidón de la vitae. Si va a aleccionar, estaría cometiendo una infracción haciendo lo que el otro siempre hizo: violando a la mujer. Sacude la cabeza para reír - y por más que te provoque, tendrás primero que darle un orgasmo antes de profanar su templo con tu espada - las manos se tensan en los muslos de la fémina cuando la abre bien para él, para bajar la cabeza venerando su botón, chupando y mordisqueando sin pausa, ayudando con sus dedos para empezar un mete y saca que la enloquezca buscando su orgasmo. Coloca la mejilla contra los rulos de su vértice mirando al hombre con la cara manchada todavía, sin que sus dedos cedan en sus movimientos enloquecedores y rápidos - porque cuando lo tenga, sabrás que dejaste una marca imposible de borrar. Que querrá volver a bajar a tu cama buscando que la mancilles. Que le quites la beatitud para volverla una mujer. Eso, idiota, es lo que no entiendes. Que mientras tú las violas y ansían no verte de nuevo, yo la marco para que regrese para abrirme las piernas y que se la meta - culmina regresando a su labor. Buscando el orgasmo de la vampiresa para continuar con lo que desea: llenar su vacío con la verga tan gorda que tiene entre las piernas.
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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Fecha de inscripción : 28/03/2018
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Re: La nature fait les hommes semblables, la vie les rend différents [Sabah] +21
Charles sigue demostrando que es perfecto en todos y cada uno de los sentidos que pueden haber, desde el primer momento en que nuestros caminos se cruzaron y vi ese acto lleno de maldad y oscuridad en el callejón supe que había encontrado lo que llevaba siglos buscando, y cada momento, cada instante que pasa no hace sino que reafirmarse en el hecho de que es el indicado, el que he estado buscando por muchos siglos para compartir noches de perversión, de oscuridad, de muerte, llenas de sangre, le lujuria salvaje y desenfrenada... puedo verlo en cada acto que él tiene desde que entramos en esa casa, en cómo complace mis designios y deseos porque yo así lo he pedido, sus formas son las de un hombre elegante y que con esa elegancia actúa de forma implacable para mi propio deleite. Oh, claro que sé que él también había disfrutado de esa noche cometiendo aquellos actos, dando una lección al que se atrevió a tocar a una de mis sirvientas y forzarlas, seguramente no siendo la primera vez que cometía algo como aquello y nosotros fuimos los encargados de darle una lección para que jamás se atreviera a hacer algo como aquello. Charles también era retorcido y eso me gustaba en él, se divertía con las cosas que le pedía e incluso iba algo más allá y lo hacía a su manera mientras yo le dejaba libertad porque quería ver hasta qué punto llegaba, y me gustó demasiado lo que había visto en él. Era perfecto, el indicado... sus acciones, la forma en que hacía las cosas, sus palabras... todo me gustaba y por eso supe con certeza que había encontrado lo que había estado buscando. Incluso había tenido algo que el que estuvo algo que él no hizo; respeto. Porque aun sabiendo que Charles anhelaba mi vitae y que todo lo estaba haciendo para conseguirla, cuando pudo tomarla al tener una gota de mi vita en su dedo no lo hizo, la llevó de vuelta a mis labios y no la probó denotando así el respeto que tenía, uno que era bastante complicado de encontrar en los humanos que se creían mayormente con el derecho de tomar todo cuando tenían a su alcance. Ese nivel e respeto, de entender qué era lo que allí se estaba jugando no era propio de los humanos y eso me hacía ver lo especial que era Charles, se lo estaba ganando con creces y con una rapidez propia mucho más que el anterior que había ocupado su puesto. Había que recompensar a aquellos que se lo merecían y sin duda alguna él era una de esas personas que al final obtendría su premio porque se lo había ganado con creces. Mis pensamientos al ver al humano empalmado fueron para darle la última lección de todas, que viera lo que era que una mujer pidiera por más y que no gritara porque parara como estaría acostumbrado, no dejaba de mirarnos con anhelo en sus ojos incluso después de la “maldición” que había recaído sobre él, obligándolo a contenerse siempre por más que lo deseara, una tortura para alguien como él quien no podría hacer nada y que tampoco podría quitarse la vida, Charles había dicho que era pura maldad y yo le sonreí por ello haciéndole ver que sí, lo era, y que precisamente eso era lo que más le gustaba de mí. Podía ver en sus ojos cómo me miraba, las ganas que tenía por algo más que tomar mi vitae y tendría su recompensa, porque se lo había ganado con creces en aquella noche con sus actos, con su obediencia, con su respeto hacia mi persona siendo el mejor candidato que podría tener.
Y él no duda en seguir esa misma idea de tortura hacia el hombre, ya lo ha humillado de maneras que le harán pensarse dos veces las cosas, lo ha hecho sentir como una vulgar ramera incluso eyaculando en su boca como seguramente habrá hecho él en otras ocasiones obligándolas, que ahora quiera seguirme el juego después de la dominación que he ejercido sobre el hombre con mis palabras sentenciándolo es algo que provoca mi risa cuando sus brazos pararon mi avance hacia la mesa para continuar por donde lo habíamos dejado. Decir que yo no tenía ganas era estar mintiendo, porque si tenía ganas, ese hombre me había provocado con sus formas y sus maneras y ahora quería que se enfocara en mí como me estaba pidiendo, dejarle hacer para ver de qué era capaz ese hombre cuando le concediera aquello que estaba pidiendo y rogando en silencio: mi sangre. Respetuoso como él solo sabía medir los tiempos y yo le concedería todo cuanto pidiera porque se lo había ganado con creces, y yo recompensaba a aquellos que se lo merecían. Me pidió calma para enseñarle lo que él jamás tendría y poseería de nuevo, su mano fue a mi pelo y sus dedos deshicieron el peinado que llevaba dejando que mis ondas oscuras como la misma noche cayeran por mi espalda. Su mano bajó acariciando mi piel hasta llegar a mis nalgas en lentas caricias mientras podía escuchar la respiración del humano tornándose un tanto errática, sonreí y me dejé hacer por Charles para ver qué tenía que enseñarle esa vez. Volvió a repetir la palabra “despacio” y me giró entre sus brazos para dejar mi pecho contra su espalda dejándome de cara al humano, separó mis muslos paseando sus manos por el lugar dejándole una vista más que tentadora y erótica de cómo estaba en esos momentos, haciéndole anhelar más aun lo que él tenía y él jamás tendría. Sus dedos se pasearon por mi sexo mojándose con mi excitación, subiendo por mi vientre en una lenta caricia ascendiendo por mi cuerpo. Sonreí por sus palabras que iban con toda la maldad del mundo para hacerle anhelar aún más aquello que no iba a tener en su vida, mi mano fue hacia atrás para apresar su miembro duro dejando lentas caricias en su tronco notándolo duro y caliente, sus manos llegaron a mis pechos acariciándolos para luego tirar de mis pezones con sus dedos, jadeé echando hacia atrás la cabeza apoyándola en uno de sus hombros dándole acceso a mi cuello para que lo besara como le diera la gana, mordiera o succionara si así lo deseaba. Mi otra mano se elevó para enredar mis dedos en su pelo, ladear mi rostro y buscar sus labios mientras continuábamos así frente a él centrados únicamente el uno en el otro y en el placer que ambos nos otorgábamos. Pasado un tiempo y tras dejarle hacer me separé y fui hacia la mesa sentándome sobre esta, llevando mi espalda contra la madera separando mis piernas para darle el acceso que él quería y necesitaba, que ansiaba desde hacía un tiempo. Acortó las distancias y acomodé mis piernas en sus hombros, sonreí cuando le vi bufar de pura excitación llevando sus manos a mis pechos tal y como había pedido. Reí por su pregunta divertida porque bien sabía lo que ese hombre podía pedirme, un todo o nada, aunque sabiendo cómo era me inclinaba más bien por lo primero que por lo último.
-¿Todo, Charles? –Pregunté enarcando una ceja recorriendo uno de sus brazos con mis dedos, sintiendo sus músculos marcados y definidos de su anatomía con su piel ardiendo bajo mis yemas- ¿crees que no sería capaz, o que no podría, darte todo? Te sorprenderías de lo que soy capaz –de un tirón brusco me bajó un poco colocándome al borde de la mesa, sonreí por sus palabras ya que sigue mortificando al humano con lo que todos sabemos que jamás va a poder obtener o hacer, me gustaba que fuera tan retorcido y que utilizara mi control sobre el humano para seguir haciendo mella en la herida. Acabé por darle lo que él quería; mi uña rasgó la piel de mi sexo como me había pedido dejando que la sangre manara, observé su rostro al ver la sangre manar, su corazón bombear con fuerza, el rugido que salió de su boca. Sus ojos subieron a los míos mientras esperaba a que tomara iniciativa, sin embargo se alejó para tomar al humano y acercarlo de manera que viera en primera fila lo que iba a ocurrir, hecho que me hizo reír mientras esperaba a que Charles empezara, me colocó de forma que no se perdiera nada y entonces bajó su mano a mi sexo, sus dedos la recorrieron y yo mordí mi labio inferior mientras él me acariciaba y al mismo tiempo parecía darle una lección al humano. Pude ver como lamía los restos de mi excitación y mi sangre de sus dedos sin dejar de aleccionar al hombre quien asentía como si todo aquello fuera una clase. Los labios de Charles fueron a mi cuello, bajando por mi hombro hasta alcanzar mis pechos que lamió y succionó provocándome un jadeo, mis caderas se movieron por inercia, sus manos ascendieron por mis muslos para mantener quieta mi cadera y no moverla. Su boca lamía, succionaba y mordía mis pechos primero uno y luego el otro, podía notar la presión que ejercía y que de seguro me dejaría una marca en mi piel que no tardaría en borrarse. Siguió bajando por mi vientre, pasando por mi ombligo hasta llegar a la zona de mi sexo, jadeé moviendo mi cuerpo hacia él para que continuara, me gustaba lo que escuchaba, me ponía y encendía lo que me estaba haciendo porque en cierta forma también jugaba conmigo. No hay mentira en sus palabras, no hay lugar a equivocación porque todo lo que dice es lo que él piensa, se puede ver con facilidad cuando alguien miente y él no lo está haciendo. Por fin su boca baja a mi sexo, un gemido escapa de mis labios al notar su lengua caliente recorriendo mi sexo húmedo y lleno de sangre, subió al clítoris y moví mi cuerpo hacia él para darle a entender que me gustaba que lo hiciera. Mi sangre era un potente afrodisíaco en su torrente sanguíneo, en su cuerpo que lo calentaba y le hacía experimentar un subidón único que no podría obtener de otra forma si no era bebiendo sangre de vampiro. Su aliento cálido impactando contra mi sexo, su lengua lamiendo, sus dientes presionando y provocando todo mi cuero arrancándome jadeos, mis caderas elevándose contra su rostro para pedirle y exigirle más, su corazón bombeando con fuerza, sus gruñidos que denotaban como estaba y lo que mi sangre le provocaba, el chute de adrenalina, la euforia, el subidón y el sofoco repentino que no podría pasar por alto y que solo saciaría cuando me tomase... todo ello en una combinación explosiva y morbosa, si a eso le añadíamos que teníamos un espectador que literalmente se moría por tener algo así como lo que estábamos haciendo. Charles se separó de mi cuerpo para tomarse un respiro, lo vi tomar aire como si se controlara y una risa escapó de mis labios divertida al ver lo que le provocaba al león. Mi sangre corría por su garganta calentándolo con el subidón, se estaba conteniendo y eso hizo que mordiera mi labio esperando a que volviera a la carga- Charles –su nombre un una súplica, un ronroneo seductor que lo hacía enredarse más en la tela que había formado sobre él, que cayera más en la red en la que lo tenía envuelto. Sonreí por sus palabras porque bien sabía que lo estaba provocando, todo lo que hacía tenía como único fin el provocarlo para que perdiera los estribos pero él no era como los demás y tenía un autocontrol que era digno de admirar. Su boca tras la breve pausa volvió de nuevo a la carga, gemí arqueando mi cuerpo por las sensaciones que me provocaba, los escalofríos que recorrían mi cuerpo por el placer, mis dedos enredados en su pelo haciéndole ver lo que me gustaba. Un gruñido ronco cuando sus dedos se adentraron en mi interior marcando un ritmo que me estaba volviendo loca, eran sus palabras lo que me gustaba oír, la verdad que habían tras estas porque todo lo que le decía era cierto y de haber sido de otra forma no hubiera necesitado forzar a nadie. Mi cuerpo se tensaba ante las atenciones que recibía, sus dedos entrando y saliendo con rapidez, su boca lamiendo y torturando el clítoris provocando que mi cadera se moviera por voluntad propia, tiré de su pelo arqueándome hacia él notando que el orgasmo se acercaba a gran velocidad y era consciente de que eso, él, lo sabía- sí... justo así... –jadeé aferrando con mi mano libre el borde de la mesa, mordiéndome los labios, moviéndome sin parar tensándose todo mi cuerpo entre oleadas de placer notando que el culmen estaba próximo. No tuvo piedad, no paró hasta que caí por ese precipicio del placer gimiendo con fuerza, tensándose cada músculo de mi cuerpo, mis paredes presionando sus dedos en contracciones mientras me iba en ese potente orgasmo... pero no se detuvo ahí la cosa, sabía que él no se había saciado y que lo haría, ni siquiera tiempo me había dado de reponerme de ese orgasmo cuando se separó de mí, tomó una de mis piernas subiéndola a su hombro dejando la otra doblada sobre la mesa para que no se perdiera detalle alguno, sujetó mis caderas y de una embestida me penetró- ¡Charles! –Gemí con fuerza por lo brusco, por lo inesperado notando que me llenaba por completo, sentía su miembro duro y caliente en mi interior y no tardó en comenzar a moverse; rápido, duro, me embestía con fuerza y yo movía mis caderas buscándolo en cada nuevo encuentro. Acerqué su rostro al mío, mordí su labio inferior para luego lamer la pequeña herida y después besarlo, mis dedos recorrieron su espalda hasta bajar a sus nalgas donde clavé mis uñas notando los movimientos pélvicos que hacía. Ladeé mi cuello para que lo lamiera, besara o mordiera como más le placiera mientras llevados por todo lo acontecido en la noche nos tomábamos como si fuéramos dos animales salvajes- sí... sigue así... no pares –pedí entre jadeos notando sus duras embestidas en un ritmo raudo que me estaba volviendo loca. Mi otra mano recorrió su pecho dejando el camino de mis uñas tras su paso y luego subí mi mano a su nuca para enredar mis dedos en su pelo- ¡más! –Pedí fuera de mí entre roncos jadeos, mordiéndonos, besándonos mientras el otro gemía frustrado por lo que veía y jamás llegaría a tener. Estaba a punto de llegar, mi cuerpo entero tensándose con corrientes placenteras así que tomé su pelo y ladeé su cuello sin pedir permiso- mío -murmuré justo cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo lamí su cuello, besé la zona y mordí su carne cuando el orgasmo me alcanzó de manera que incrementé no solo mi placer, sino que también el suyo por lo que todo mordisco provocaba en un humano; subidón, euforia; un placer inusitado. Si él se atrevía a decir que yo era suya, por descontado quedaba que él era solamente mío.
Y él no duda en seguir esa misma idea de tortura hacia el hombre, ya lo ha humillado de maneras que le harán pensarse dos veces las cosas, lo ha hecho sentir como una vulgar ramera incluso eyaculando en su boca como seguramente habrá hecho él en otras ocasiones obligándolas, que ahora quiera seguirme el juego después de la dominación que he ejercido sobre el hombre con mis palabras sentenciándolo es algo que provoca mi risa cuando sus brazos pararon mi avance hacia la mesa para continuar por donde lo habíamos dejado. Decir que yo no tenía ganas era estar mintiendo, porque si tenía ganas, ese hombre me había provocado con sus formas y sus maneras y ahora quería que se enfocara en mí como me estaba pidiendo, dejarle hacer para ver de qué era capaz ese hombre cuando le concediera aquello que estaba pidiendo y rogando en silencio: mi sangre. Respetuoso como él solo sabía medir los tiempos y yo le concedería todo cuanto pidiera porque se lo había ganado con creces, y yo recompensaba a aquellos que se lo merecían. Me pidió calma para enseñarle lo que él jamás tendría y poseería de nuevo, su mano fue a mi pelo y sus dedos deshicieron el peinado que llevaba dejando que mis ondas oscuras como la misma noche cayeran por mi espalda. Su mano bajó acariciando mi piel hasta llegar a mis nalgas en lentas caricias mientras podía escuchar la respiración del humano tornándose un tanto errática, sonreí y me dejé hacer por Charles para ver qué tenía que enseñarle esa vez. Volvió a repetir la palabra “despacio” y me giró entre sus brazos para dejar mi pecho contra su espalda dejándome de cara al humano, separó mis muslos paseando sus manos por el lugar dejándole una vista más que tentadora y erótica de cómo estaba en esos momentos, haciéndole anhelar más aun lo que él tenía y él jamás tendría. Sus dedos se pasearon por mi sexo mojándose con mi excitación, subiendo por mi vientre en una lenta caricia ascendiendo por mi cuerpo. Sonreí por sus palabras que iban con toda la maldad del mundo para hacerle anhelar aún más aquello que no iba a tener en su vida, mi mano fue hacia atrás para apresar su miembro duro dejando lentas caricias en su tronco notándolo duro y caliente, sus manos llegaron a mis pechos acariciándolos para luego tirar de mis pezones con sus dedos, jadeé echando hacia atrás la cabeza apoyándola en uno de sus hombros dándole acceso a mi cuello para que lo besara como le diera la gana, mordiera o succionara si así lo deseaba. Mi otra mano se elevó para enredar mis dedos en su pelo, ladear mi rostro y buscar sus labios mientras continuábamos así frente a él centrados únicamente el uno en el otro y en el placer que ambos nos otorgábamos. Pasado un tiempo y tras dejarle hacer me separé y fui hacia la mesa sentándome sobre esta, llevando mi espalda contra la madera separando mis piernas para darle el acceso que él quería y necesitaba, que ansiaba desde hacía un tiempo. Acortó las distancias y acomodé mis piernas en sus hombros, sonreí cuando le vi bufar de pura excitación llevando sus manos a mis pechos tal y como había pedido. Reí por su pregunta divertida porque bien sabía lo que ese hombre podía pedirme, un todo o nada, aunque sabiendo cómo era me inclinaba más bien por lo primero que por lo último.
-¿Todo, Charles? –Pregunté enarcando una ceja recorriendo uno de sus brazos con mis dedos, sintiendo sus músculos marcados y definidos de su anatomía con su piel ardiendo bajo mis yemas- ¿crees que no sería capaz, o que no podría, darte todo? Te sorprenderías de lo que soy capaz –de un tirón brusco me bajó un poco colocándome al borde de la mesa, sonreí por sus palabras ya que sigue mortificando al humano con lo que todos sabemos que jamás va a poder obtener o hacer, me gustaba que fuera tan retorcido y que utilizara mi control sobre el humano para seguir haciendo mella en la herida. Acabé por darle lo que él quería; mi uña rasgó la piel de mi sexo como me había pedido dejando que la sangre manara, observé su rostro al ver la sangre manar, su corazón bombear con fuerza, el rugido que salió de su boca. Sus ojos subieron a los míos mientras esperaba a que tomara iniciativa, sin embargo se alejó para tomar al humano y acercarlo de manera que viera en primera fila lo que iba a ocurrir, hecho que me hizo reír mientras esperaba a que Charles empezara, me colocó de forma que no se perdiera nada y entonces bajó su mano a mi sexo, sus dedos la recorrieron y yo mordí mi labio inferior mientras él me acariciaba y al mismo tiempo parecía darle una lección al humano. Pude ver como lamía los restos de mi excitación y mi sangre de sus dedos sin dejar de aleccionar al hombre quien asentía como si todo aquello fuera una clase. Los labios de Charles fueron a mi cuello, bajando por mi hombro hasta alcanzar mis pechos que lamió y succionó provocándome un jadeo, mis caderas se movieron por inercia, sus manos ascendieron por mis muslos para mantener quieta mi cadera y no moverla. Su boca lamía, succionaba y mordía mis pechos primero uno y luego el otro, podía notar la presión que ejercía y que de seguro me dejaría una marca en mi piel que no tardaría en borrarse. Siguió bajando por mi vientre, pasando por mi ombligo hasta llegar a la zona de mi sexo, jadeé moviendo mi cuerpo hacia él para que continuara, me gustaba lo que escuchaba, me ponía y encendía lo que me estaba haciendo porque en cierta forma también jugaba conmigo. No hay mentira en sus palabras, no hay lugar a equivocación porque todo lo que dice es lo que él piensa, se puede ver con facilidad cuando alguien miente y él no lo está haciendo. Por fin su boca baja a mi sexo, un gemido escapa de mis labios al notar su lengua caliente recorriendo mi sexo húmedo y lleno de sangre, subió al clítoris y moví mi cuerpo hacia él para darle a entender que me gustaba que lo hiciera. Mi sangre era un potente afrodisíaco en su torrente sanguíneo, en su cuerpo que lo calentaba y le hacía experimentar un subidón único que no podría obtener de otra forma si no era bebiendo sangre de vampiro. Su aliento cálido impactando contra mi sexo, su lengua lamiendo, sus dientes presionando y provocando todo mi cuero arrancándome jadeos, mis caderas elevándose contra su rostro para pedirle y exigirle más, su corazón bombeando con fuerza, sus gruñidos que denotaban como estaba y lo que mi sangre le provocaba, el chute de adrenalina, la euforia, el subidón y el sofoco repentino que no podría pasar por alto y que solo saciaría cuando me tomase... todo ello en una combinación explosiva y morbosa, si a eso le añadíamos que teníamos un espectador que literalmente se moría por tener algo así como lo que estábamos haciendo. Charles se separó de mi cuerpo para tomarse un respiro, lo vi tomar aire como si se controlara y una risa escapó de mis labios divertida al ver lo que le provocaba al león. Mi sangre corría por su garganta calentándolo con el subidón, se estaba conteniendo y eso hizo que mordiera mi labio esperando a que volviera a la carga- Charles –su nombre un una súplica, un ronroneo seductor que lo hacía enredarse más en la tela que había formado sobre él, que cayera más en la red en la que lo tenía envuelto. Sonreí por sus palabras porque bien sabía que lo estaba provocando, todo lo que hacía tenía como único fin el provocarlo para que perdiera los estribos pero él no era como los demás y tenía un autocontrol que era digno de admirar. Su boca tras la breve pausa volvió de nuevo a la carga, gemí arqueando mi cuerpo por las sensaciones que me provocaba, los escalofríos que recorrían mi cuerpo por el placer, mis dedos enredados en su pelo haciéndole ver lo que me gustaba. Un gruñido ronco cuando sus dedos se adentraron en mi interior marcando un ritmo que me estaba volviendo loca, eran sus palabras lo que me gustaba oír, la verdad que habían tras estas porque todo lo que le decía era cierto y de haber sido de otra forma no hubiera necesitado forzar a nadie. Mi cuerpo se tensaba ante las atenciones que recibía, sus dedos entrando y saliendo con rapidez, su boca lamiendo y torturando el clítoris provocando que mi cadera se moviera por voluntad propia, tiré de su pelo arqueándome hacia él notando que el orgasmo se acercaba a gran velocidad y era consciente de que eso, él, lo sabía- sí... justo así... –jadeé aferrando con mi mano libre el borde de la mesa, mordiéndome los labios, moviéndome sin parar tensándose todo mi cuerpo entre oleadas de placer notando que el culmen estaba próximo. No tuvo piedad, no paró hasta que caí por ese precipicio del placer gimiendo con fuerza, tensándose cada músculo de mi cuerpo, mis paredes presionando sus dedos en contracciones mientras me iba en ese potente orgasmo... pero no se detuvo ahí la cosa, sabía que él no se había saciado y que lo haría, ni siquiera tiempo me había dado de reponerme de ese orgasmo cuando se separó de mí, tomó una de mis piernas subiéndola a su hombro dejando la otra doblada sobre la mesa para que no se perdiera detalle alguno, sujetó mis caderas y de una embestida me penetró- ¡Charles! –Gemí con fuerza por lo brusco, por lo inesperado notando que me llenaba por completo, sentía su miembro duro y caliente en mi interior y no tardó en comenzar a moverse; rápido, duro, me embestía con fuerza y yo movía mis caderas buscándolo en cada nuevo encuentro. Acerqué su rostro al mío, mordí su labio inferior para luego lamer la pequeña herida y después besarlo, mis dedos recorrieron su espalda hasta bajar a sus nalgas donde clavé mis uñas notando los movimientos pélvicos que hacía. Ladeé mi cuello para que lo lamiera, besara o mordiera como más le placiera mientras llevados por todo lo acontecido en la noche nos tomábamos como si fuéramos dos animales salvajes- sí... sigue así... no pares –pedí entre jadeos notando sus duras embestidas en un ritmo raudo que me estaba volviendo loca. Mi otra mano recorrió su pecho dejando el camino de mis uñas tras su paso y luego subí mi mano a su nuca para enredar mis dedos en su pelo- ¡más! –Pedí fuera de mí entre roncos jadeos, mordiéndonos, besándonos mientras el otro gemía frustrado por lo que veía y jamás llegaría a tener. Estaba a punto de llegar, mi cuerpo entero tensándose con corrientes placenteras así que tomé su pelo y ladeé su cuello sin pedir permiso- mío -murmuré justo cuando estaba a punto de alcanzar el orgasmo lamí su cuello, besé la zona y mordí su carne cuando el orgasmo me alcanzó de manera que incrementé no solo mi placer, sino que también el suyo por lo que todo mordisco provocaba en un humano; subidón, euforia; un placer inusitado. Si él se atrevía a decir que yo era suya, por descontado quedaba que él era solamente mío.
Sabah- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 08/03/2018
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Re: La nature fait les hommes semblables, la vie les rend différents [Sabah] +21
El acto sexual es la parte más importante para este bastardo que mira con sorpresa y ansiedad cómo Charles está tocando a la mujer más bella que jamás en su vida se ha encontrado a pesar de todos los castigos y vejaciones que le tocaron en esta noche. La ansía, su deseo por meter su verga en ella es tan grande, que resuma precum por el glande a borbotones pareciendo que pronto llegará a su orgasmo. Esa manera del inglés de hacer del erotismo una clase, provoca que se le ponga más dura haciendo comprender en su estúpida mente que no tiene la capacidad del otro para hacer lo que se le enseña. Se frustra, se enoja, gruñe de impotencia al ver cómo la otra le abre las piernas sin que el otro haga fuerza para ello, cómo se le ofrece. Si bien la violencia tiene para el ahora esclavo su parte más importante de la lujuria, es la droga que busca, esta sensualidad y sexualidad tan pura, lo enloquece. Sabe que no logrará que ninguna mujer haga eso con él, que no estarán receptivas, húmedas y listas, que no pedirán que les meta la verga profundo porque le temerán una y otra vez. Sólo con el uso de la fuerza sería capaz de hundir en sus profundidades su falo hasta que sus movimientos uterinos y los de sus caderas le lleven al orgasmo.
Este desconocido, le enseña, sigue hablando, perforando sus oídos con las frases que no concibe, le son extrañas porque nadie le enseñó que así se debe tratar a una mujer. Sobre todo a semejante portento de hembra que tiene sobre la mesa y que a pesar de sus oraciones, la trata con tanta delicadeza que parece irreal. Y en tanto Charles sigue atormentando a ambos, mujer y esclavo, con sus acciones conducidas para obtener el más grande triunfo, es recompensado con los gemidos de desesperación de ambos que le engrandecen el orgullo de saber que por partida doble, es capaz de enloquecer a una vampiresa y a un violador. Su maestría en estas lides obliga a Sabah a alcanzar el orgasmo entre gemidos potentes y una explosión de líquido que le moja las falanges y parte de la mesa. Se sonríe con diversión al verla desfallecida, como si le sorprendiera que pudiera Charles hacer ésto en mitad del lugar, en una sesión que debió ser de tortura y se convirtió en algo tan aberrante que al mismo tiempo, crea un dolor extra a quien se declara estúpido y ansioso de ser el inglés. De estar en su lugar, succionando esos líquidos con su lengua, de posicionarse moviendo la verga contra ese coño empapado. Con ganas de meterlo, que él mismo empuja sus caderas sin que pueda sentir cómo le aprietan las carnes de lo lejos que se encuentra, gritando de desesperación, pareciendo que es él quien quiere ser penetrado y no Sabah.
La sonrisa torcida de Moncrieff ilumina su rostro cuando toma con deleite una de las piernas femeninas, acariciando desde su muslo hasta su tobillo para alzar y depositar la misma contra su hombro, dejando abierta su oportunidad, al tiempo que permite que el otro pueda ver cómo va acercando su pene tan despacio, que es sufrimiento puro para su mente desquiciada. - Y cuando la tienes así, como muñeca desmadejada, sin fuerzas, sin voluntad, sólo ansiando más, entonces puedes hacer con esta virgen, lo que te plazca porque todo te lo concederá, así sean tus deseos más pervertidos. Observa y aprende - le toma bien las caderas, las sujeta con fuerza antes de empalarla con violencia con un solo movimiento brusco y agresivo, demostrando cómo su pene es envuelto hasta la base. El esclavo grita de excitación porque es lo que ha deseado y jamás le han complacido. El vaivén de Moncrieff es insolente, con matices exigentes, tal cual al esclavo le encantaría follarse a alguien, - ¿Ves cómo puedes profanarla sin necesidad de que le tengas que mantener quieta? ¿Cómo se mue...ve? - echa la cabeza atrás al sentir cómo le aprieta, cómo sus paredes se vuelven erráticas en sus movimientos impidiendo a veces que salga con facilidad - si sintieras cómo atrapa mi verga, cómo pareciera que no quiere que se la saque - el otro se remueve de sus amarras sin éxito, querría quitar a Charles para hacer él esos movimientos.
Las siguientes palabras mueren en la boca del inglés cuando la vampiresa toma acción, dejando a un lado el aprendizaje para poseer al hombre, besando con ansiedad que es correspondida. Las manos masculinas sujetan bien las nalgas de la fémina para darle con más fuerza y violencia, casi queriendo desgarrar su interior, sabiendo que no lo logrará por la esencia sobrenatural. Eso le pone como pocas veces, que una mujer no sea frágil, que tenga esa facultad de soportar su misma agresión que es comparable con la del esclavo, le enloquece, le excita hasta cimas insospechadas. Aprieta las uñas para sujetar mejor la piel en tanto sigue ese vaivén errático, sinuoso y fuerte. Se olvida del otro para poseer a esta mujer que será importante de ahora en adelante, dejando que sus instintos gobiernen, que su mente descanse tras esta importante labor que desvió su destino hacia lo que siempre buscó: la inmortalidad. El cuello femenino es ofrecido, sin dudar, muerde con fuerza para que sus dientes se hinquen en la marfileña piel logrando que perforen la epidermis, succionando sin control lo que ese consentimiento tácito le entregó. La vitae le provoca un subidón mayor, sus caderas siguen moviéndose, un sonido de chapoteo inunda el sitio. El humano siente cómo pronto empezará a sentir sus testículos tensarse, en un subidón de excitación y lujuria que pronto terminará.
No sin antes dejarse un buen recuerdo de esta primera vez con una vampiresa, cuya voz se quiebra al exigir más de él, acariciando su cuerpo, sintiendo cómo su miembro es apresado con mayores espasmos, aspira con fuerza intentando mantener el control, que ella lo disfrute porque cree en ello, en complacer a la dama para que vuelva a su cama, a tener este desquiciado sexo que le es adictivo. La complace utilizando la vitae que le otorgó para poner más fuerza en sus embestidas que la mueven al compás de sus caderas, con cada arremetida que es insolente y sin cuidado con su persona. Apretando sus carnes, subiendo su diestra con las uñas dejando un rastro hasta posicionarse en su cintura para sostener su cuerpo dando lo que para ella, serán las embestidas finales y que alcance el orgasmo. Aprecia cómo sus paredes se contraen, cómo lo aprieta dentro, echa la cabeza atrás, la mano femenina la orienta a su lateral. Sostiene bien su cuerpo para darle el culmen cuando siente su lengua en su febril piel, haciendo que un escalofrío le recorra la columna con ese adjetivo posesivo que emana de sus labios antes de que sus dientes perforen la piel arrancando la cordura del inglés que se derrama en ella sin tapujos, apretando su cuerpo contra el suyo, sintiendo cómo sus piernas le rodean las caderas hasta que la última gota de semen se introduce en la matriz. Tiembla al terminar riendo a carcajadas - me gusta ésto de ser tuyo, no creí que con la oscuridad viniera una gran eyaculación - se mofa besando sus labios con posesividad, sujetando la nuca femenina, deleitándose en el sabor de su sangre y la vitae vampírica que aún conserva en su cavidad bucal sellando así el trato que horas antes le propusieran.
Este desconocido, le enseña, sigue hablando, perforando sus oídos con las frases que no concibe, le son extrañas porque nadie le enseñó que así se debe tratar a una mujer. Sobre todo a semejante portento de hembra que tiene sobre la mesa y que a pesar de sus oraciones, la trata con tanta delicadeza que parece irreal. Y en tanto Charles sigue atormentando a ambos, mujer y esclavo, con sus acciones conducidas para obtener el más grande triunfo, es recompensado con los gemidos de desesperación de ambos que le engrandecen el orgullo de saber que por partida doble, es capaz de enloquecer a una vampiresa y a un violador. Su maestría en estas lides obliga a Sabah a alcanzar el orgasmo entre gemidos potentes y una explosión de líquido que le moja las falanges y parte de la mesa. Se sonríe con diversión al verla desfallecida, como si le sorprendiera que pudiera Charles hacer ésto en mitad del lugar, en una sesión que debió ser de tortura y se convirtió en algo tan aberrante que al mismo tiempo, crea un dolor extra a quien se declara estúpido y ansioso de ser el inglés. De estar en su lugar, succionando esos líquidos con su lengua, de posicionarse moviendo la verga contra ese coño empapado. Con ganas de meterlo, que él mismo empuja sus caderas sin que pueda sentir cómo le aprietan las carnes de lo lejos que se encuentra, gritando de desesperación, pareciendo que es él quien quiere ser penetrado y no Sabah.
La sonrisa torcida de Moncrieff ilumina su rostro cuando toma con deleite una de las piernas femeninas, acariciando desde su muslo hasta su tobillo para alzar y depositar la misma contra su hombro, dejando abierta su oportunidad, al tiempo que permite que el otro pueda ver cómo va acercando su pene tan despacio, que es sufrimiento puro para su mente desquiciada. - Y cuando la tienes así, como muñeca desmadejada, sin fuerzas, sin voluntad, sólo ansiando más, entonces puedes hacer con esta virgen, lo que te plazca porque todo te lo concederá, así sean tus deseos más pervertidos. Observa y aprende - le toma bien las caderas, las sujeta con fuerza antes de empalarla con violencia con un solo movimiento brusco y agresivo, demostrando cómo su pene es envuelto hasta la base. El esclavo grita de excitación porque es lo que ha deseado y jamás le han complacido. El vaivén de Moncrieff es insolente, con matices exigentes, tal cual al esclavo le encantaría follarse a alguien, - ¿Ves cómo puedes profanarla sin necesidad de que le tengas que mantener quieta? ¿Cómo se mue...ve? - echa la cabeza atrás al sentir cómo le aprieta, cómo sus paredes se vuelven erráticas en sus movimientos impidiendo a veces que salga con facilidad - si sintieras cómo atrapa mi verga, cómo pareciera que no quiere que se la saque - el otro se remueve de sus amarras sin éxito, querría quitar a Charles para hacer él esos movimientos.
Las siguientes palabras mueren en la boca del inglés cuando la vampiresa toma acción, dejando a un lado el aprendizaje para poseer al hombre, besando con ansiedad que es correspondida. Las manos masculinas sujetan bien las nalgas de la fémina para darle con más fuerza y violencia, casi queriendo desgarrar su interior, sabiendo que no lo logrará por la esencia sobrenatural. Eso le pone como pocas veces, que una mujer no sea frágil, que tenga esa facultad de soportar su misma agresión que es comparable con la del esclavo, le enloquece, le excita hasta cimas insospechadas. Aprieta las uñas para sujetar mejor la piel en tanto sigue ese vaivén errático, sinuoso y fuerte. Se olvida del otro para poseer a esta mujer que será importante de ahora en adelante, dejando que sus instintos gobiernen, que su mente descanse tras esta importante labor que desvió su destino hacia lo que siempre buscó: la inmortalidad. El cuello femenino es ofrecido, sin dudar, muerde con fuerza para que sus dientes se hinquen en la marfileña piel logrando que perforen la epidermis, succionando sin control lo que ese consentimiento tácito le entregó. La vitae le provoca un subidón mayor, sus caderas siguen moviéndose, un sonido de chapoteo inunda el sitio. El humano siente cómo pronto empezará a sentir sus testículos tensarse, en un subidón de excitación y lujuria que pronto terminará.
No sin antes dejarse un buen recuerdo de esta primera vez con una vampiresa, cuya voz se quiebra al exigir más de él, acariciando su cuerpo, sintiendo cómo su miembro es apresado con mayores espasmos, aspira con fuerza intentando mantener el control, que ella lo disfrute porque cree en ello, en complacer a la dama para que vuelva a su cama, a tener este desquiciado sexo que le es adictivo. La complace utilizando la vitae que le otorgó para poner más fuerza en sus embestidas que la mueven al compás de sus caderas, con cada arremetida que es insolente y sin cuidado con su persona. Apretando sus carnes, subiendo su diestra con las uñas dejando un rastro hasta posicionarse en su cintura para sostener su cuerpo dando lo que para ella, serán las embestidas finales y que alcance el orgasmo. Aprecia cómo sus paredes se contraen, cómo lo aprieta dentro, echa la cabeza atrás, la mano femenina la orienta a su lateral. Sostiene bien su cuerpo para darle el culmen cuando siente su lengua en su febril piel, haciendo que un escalofrío le recorra la columna con ese adjetivo posesivo que emana de sus labios antes de que sus dientes perforen la piel arrancando la cordura del inglés que se derrama en ella sin tapujos, apretando su cuerpo contra el suyo, sintiendo cómo sus piernas le rodean las caderas hasta que la última gota de semen se introduce en la matriz. Tiembla al terminar riendo a carcajadas - me gusta ésto de ser tuyo, no creí que con la oscuridad viniera una gran eyaculación - se mofa besando sus labios con posesividad, sujetando la nuca femenina, deleitándose en el sabor de su sangre y la vitae vampírica que aún conserva en su cavidad bucal sellando así el trato que horas antes le propusieran.
TEMA FINALIZADO
Charles Moncrieff- Esclavo de Sangre/Realeza
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