Nature - libre-

por **Gustav De Médici** Miér Ago 22, 2018 9:31 am

La soledad de los bosques era perfecta cuando se buscaba nuevas fuentes de inspiración, aunque si bien Gustav solía pintar más bien retratos que naturaleza, era en momentos como aquel, cuando se sentía saturado, que la sencillez de los paisajes y las flores le devolvían algo de lo que sentía él, perdía con cada persona que plasmaba en lienzo. Antes de ser famoso, reconocido y tener una enorme fila de encargos, era algo que el nuevo Medici solía hacer con regularidad y ahora consideraba que para mantener su sanidad mental, eso era algo que no podía cambiar.

Entusiasmado, sentado en la tierra y con la espalda recargada en el tronco de un enorme árbol, el carbón que había cargado recorría suavemente el papel que usaba para hacer sus bocetos. Tenía los labios leventemente entreabiertos, moviéndolos, hablando consigo mismo respecto a lo que hacía; una y otra vez realizaba lo mismo, no quería ninguna clase de error al momento de plasmar algo tan bellos como la naturaleza y tras un buen rato, suspiró, levantando el rostro para observar entre las ramas y las hojas del enorme árbol bajo el que se hallaba, el sol que llegaba hasta él por entre las ramas. Una sonrisa asomó a sus labios mientras contemplaba la naturaleza y tras unos segundos, se levantó con calma.
– Muy bien, un poco más y todo habrá valido la pena – hablaba para si mismo, ignorante a todo lo que existía a su alrededor debido a que no era capaz de detectar nada que pudiera resultar una amenaza – ahora, un insecto… – con la mirada comenzó a analizar la corteza del árbol donde antes su espalda descansaba tranquilamente, encontrando en ella una pequeña oruga que tomó con cuidado, depositándola en el suelo. Sin despegar sus ojos del pequeño bicho, Gustav sacude sus manos, pasa a otra hoja y comienza a trazar las líneas que darán forma al cuerpo de la oruga.

Todo iba perfecto. Su mano se deslizaba suave y la oruga tomaba forma lentamente, siendo la brusca manera en que alguien tiraba de él lo que provocaba que su perfecta obra se mancillara y sus ojos, mostraran la sorpresa de lo que acontecía.