Quand la vérité n'est pas libre, la liberté n'est pas vraie · Libre ·

por **León Gerôme Marchessault** Miér Mar 16, 2016 12:37 pm

Teatro de París
22: 15 de la noche

Trabajo, trabajo y más trabajo. Desde que había dejado a un lado su profesión por obvias razones, ahora seguía dedicándose pero de un modo totalmente logístico. La mayoría de sus días trataba de entablar conversaciones con aquellos que venían en su busca ya fuese por ayuda armamentística o por otras razones, todas válidas, con una finalidad prometedora, aunque muchos de los que se arrimaban a su persona tan sólo buscasen la aprobación de alguien con renombre para dar prosperidad a sus diversos negocios. León, no consideraba que tuviese amigos, pero sí que muy buenos conocidos que bien eran muchos de los que componían su extensa red de contactos. Por ello él siempre era el centro de cualquier hilo al que conducían todos, porque pese a no ser alguien provisto de un título nobiliario, bien podría desatar una guerra con tan sólo una mera firma.

Pero León era un hombre noble, alguien en quien sin duda todo caía en buenas manos y bien se podía confiar en que no daría un mal uso a toda la información que recobra. Pero no todo se debía a la estrategia ni a los negocios, pues León solía disfrutar de sus constantes visitas al teatro y así disfrutar de la sociedad parisina y así dejar un poco al margen a sus hijas, para que éstas se sintiesen libres de acomodarse en casa con tranquilidad de que él no llegase a molestarse por algún ruído. No solía, aunque se preocupaba por ellas en demasía.

León no tardó en llegar al teatro; solía ser puntual, aunque prefería llegar antes, más que nada por la mala costumbre que tenían aquellos que se le acercaban con incontables problemas que pretendían que él solucionara o símplemente para bailarle el agua y casi siempre, se sentaba con la obra ya empezada, lo cual odiaba con todo su profundo ser; de ello que utilizase esa ueva costumbre de llegar con bastante tiempo de adelanto. Saludó a un par de conocidos y se desvió de otros tantos con una sonrisa. Subió las escaleras con total elegancia, sujetándose el botón de su chaqueta más por costumbre que por miedo a perderlo. Una vez dentro, fué saludado y saludó a varios de sus más que acostumbrados conocidos, que tan sólo con una mirada seguida de una risa cansada, sabían lo repetitivo que se le hacía el preámbulo de la obra, ya que de ser completamente honesto, si la obra no fuese lo suficientemente buena... No malgastaría el tiempo en ir cada viernes noche, por mucho que le asfixiase la vida real.

León siguió por los pasillos que le llevarían a su palco privado, de costumbre, reteniéndose para saludar a la mujer de un conocido o bien para dejar bien claro a la viuda de Faelnor que acudiría al rastrillo benéfico la semana que entraba. El lugar estaba muy concurrido y los pasillos y escaleras se le hacían eternos, pero de igual forma disfrutaba de la vida sin prisas. A veces la desesperación llegaba a tal punto, que León no se podía permitir el hecho de negar alguna situación, ya que entendía que él era tan útil en algunos aspectos, como lo sería otro si estuviera en su lugar y tuviera su estatus social. Pero muy lejos de toda aquella pantomima, León era un hombre honesto, agradable, buen conversador e infinitamente influyente, por lo que no temía ser visto conversando animadamente con cualquier mujer u hombre sea cual fuere su estatus o lo que sea que hablasen a sus espaldas.

por **Violette Duges** Sáb Mar 19, 2016 8:51 pm

Quand la vérité n'est pas libre, la liberté n'est pas vraie.
Teatro de París.
22:15 horas

A vecces Vio sale del burdel o simplemente no va, aprovecha que se lleva bien con el dueño para hacer cualquier cosa, se pasea o tan sólo se queda en su casa a descansar, a observar la noche desde su cuarto, mientras contempla la luna que no tiene muchos secretos que contar. Además ahora desde que su vida fue salvada se vive un poco más tranquila, disfruta cualquier cosa, por mínimo que sea, porque ya ha visto la muerte de cerca, no ha hablado con ella, pero ha visto su andar cansino que no se le antoja a nadie seguirle, pero ella toma a quien quiera y se lo lleva por delante, casi por nada se ha salvado y sigue en la tierra.

Ha escogido un vestido de color celeste para salir de sus propios pensamientos, mientras se viste, se recoge el cabello en un moño alto, se maquilla lo suficiente como para que pase casi desapercibida para las mujeres, pero que pueda llegar a llamar la atención suficiente de los hombres, es como algo que hace casi sin pensarlo en realidad. Sale mientras se coloca un par de guantes para enfundar sus delicadas manos, hasta llegar al teatro en donde mira hacia todos lados, notando a los hombres y mujeres de alto nivel social estar "en ambiente" platicando sin sentido, algunas miradas masculinas le observan, con curiosidad, otros ya la conocen y simplemente ruegan porque ella no se acerque, pero no lo hará, no le vale tener que desprestigiar a nadie, mientras le paguen y hagan que disfrute un momento no pasa nada, ella es como si no les conociera.

Sube uno a uno los escalones, mientras levanta apenas un poco el bajo de su vestido para no tropezar, tiene la misma gracia que un cervatillo, mientras observa a todos a su alrededor, ella se coloca en su asiento, no es como si quisiera que alguien se ofreciera para acompañarla, sabe que no pasará. Mira al hombre que llega al palco donde ella se encuentra y le muestra apenas una leve sonrisa. -Buenas noches, caballero, espero que no le moleste que sea yo quien le acompañe en esta velada.- hizo apenas un gesto con la cabeza, antes de que empezaran a anunciar que la primer llamada estaba comenzando.

por **León Gerôme Marchessault** Lun Abr 11, 2016 10:46 am

León apartó con un sutíl gesto la tela burdeos de la cortina que daba acceso a su palco privado. Allí, una muchacha de embriagante aroma le esperaba, no a él, sino a la obra que estaba por comenzar. Se sorprendió, no por el simple hecho de que su color de piel no fuese sino dorado al contraste de la escasa luz de los candelabros, sino por el simple hecho de que los que solían acompañarle eran meros hombres en busca de apoyo logístico, político o mujeres que se escapaban a penas dos minutos para robar algo de su atención y así obligarle de cierta forma a colaborar en actos que no le interesaban en demasía. Su compañía era extraña, pero no por ello era desagradable.

- Disculpe, no la esperaba. - León, haciendo gala de su naturalidad y elegancia se inclinó levemente para saludar a tan hermosa muchacha. Tomó su mano y besó el dorso de la misma para culminar el saludo. - Sinceramente, me esperaba a alguien con mucho menos pelo en la cabeza y un poco más sobre el labio. - León, soltó una escueta carcajada tras la broma que acababa de hacer. Era común ver éste tipo de reacciones en él cuando éste se sentía verdaderamente relajado. Nunca decía una palabra fuera del tono adecuado para la ocasión y tampoco se permitía el lujo de errar en algo que pudiese traerle malas consecuencias a su familia, de igual forma, nunca fué hombre de arrepentirse de sus actos, aunque en la guerra,ese era otro caso a debatir.

Debía de reconocer que se sentía cómodo. No lograba descifrar el porqué, quizás por la sutil fragancia de su perfume o el halo de misterio y jovialidad que su piel desprendía. De igual forma, León tomó el asiento que quedaba libre a su izquierda, siendo aquel palco uno de los privilegiados que siempre le guardaban por mera cortesía hacia su persona. Pronto, las luces menguaron su intensidad, demostrando una vez más que la obra tendría comienzo a escasos cinco minutos.

- Y dígame, ¿cuál es su nombre? Que menos que conocer con quién compartiré ésta velada. - León miró por encima de su propio hombro, recibiendo con una grata sonrisa al camarero que les servía un par de copas de Chàrdoney; vino blanco predilecto que León siempre pedía en cada una de sus visitas.

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