Quand la verité n'est pas libre, la liberté n'est pas vraie. [Libre para familiares y/o conocidos de Gèraldine]

por **Géraldine Fontaine4** Jue Feb 02, 2012 5:37 am

3 Enero de 1800
Jardines de Palacio, 23:57 Pm.

Quedaban escasos segundos para que un nuevo día resplandeciese sobre los otros.
Siempre había tratado de ver las cosas desde el lado opuesto pesimista al que veían otras personas, pero era cierto que la belleza de la noche debía su magnificencia a la luna, a la nocturnidad a la poesía que se balanceaba junto al viento entre los árboles con aquella pizca enigmática.

Los cabellos pelirrojos de la reina ondeaban bajo la brisa aunque llevase aquella recatada trenza de las que solía hacerle a su hija, que con el paso de los años dispuso un gran vacío entre ellas. Su hija, se había vuelto digna de llevar el apellido Fontaine. Muy parecida a su padre, era soberbia, en ocasiones “pedante” pero tras los ojos de una madre jamás podía ver una imperfección salir de ella, pues se trataba de su hermosa y querida hija.

La reina parecía tomar los años como algo natural, pero lo cierto era que a cada tiempo que pasaba se sentía más melancólica, más triste sin motivo alguno. Bueno… llevaba ya mucho aguantando aquel secreto que la separaba de su marido durante el día, y vió y entendió que tarde o temprano todos se darían cuenta de que el rey gobernaría imponente junto a una reina triste y envejecida. Por ello prefería mantenerse al margen, distraerse con las cosas cotidianas de cada día y no dejarse embelesar por los viejos recuerdos, sino por la realidad y las cosas hermosas de cada día que acontecía.

Caminó con parsimonia, bajo el arropo de los setos del jardín y las flores que ella misma se había esmerado en plantar en su día. Se paró en un círculo en cuyo centro reposaba una hermosa fuente, rodeada de flores de edelweiss, sus favoritas, muy difíciles de encontrar, pero que gracias a un mercader supo adquirir algunas semillas que germinaron en su hermoso jardín. Bien se podría decir que esa flor era exclusiva del jardín de la reina.
Gèraldine se sentó frente a aquella hermosa estampa, la cual agradaba aún más con el murmullo del agua emanar de la fuente, y en ocasiones, sus salpicaduras rociaban sus tan aclamadas flores. Su vestido la rodeaba como un manto cálido el cual le daba un aire de lo más juvenil, junto a aquellas flores. Con sus heladas manos acarició los pétalos de una y acercose para ser consciente del hermoso olor que desprendían.