Echoes From The Past ~ Privado

Hacía varias semanas que había decidido abandonar Roma para trasladarme hasta la capital francesa, decían que París últimamente se había convertido en un hervidero donde los sobrenaturales luchaban por mantenerse con vida perseguidos ya no solo por cazadores, sino porque la Inquisición había aumentado considerablemente y tenía a más fieles en sus filas dispuestos a cazar a lo que ellos llamaban “herejes”, “hijos del demonio”. En Roma la actividad también había sido bastante considerable y debías de llevar cuidado, la ciudad guardaba muchos secretos cuando la noche caía pero me había cansado de estar en aquella ciudad, decían que París era algo más liberal y quería saber si lo que decían sobre ella era cierto. Se podría decir que era una nómada, no tenía un lugar fijo donde asentarme y siempre me movía de un lugar a otro, tenía el tiempo necesario para disfrutar de cada ciudad hasta cansarme y aburrirme de esta, y sobre todo, el dinero suficiente como para comprar mansiones a lo largo de todo el mundo donde poder residir cuando quisiera, sin tener que preocuparme ya que pagaba una buena suma de dinero porque me conservaran los lugares y los dejaran siempre impecables... nunca sabía dónde sería mi siguiente destino y me gustaba que todo estuviera en su sitio, limpio y ordenado. No era la primera vez que pisaba París, para una vampira que contaba con más de tres milenios a sus espaldas se podría decir que había visto todos los rincones del mundo, pero sí era cierto que este cambiaba constantemente. Había visto construirse imperios al mismo tiempo que luego los había visto caer derrocados, cómo evolucionaba el mundo y yo me adaptaba a este para no acabar sumida en el aburrimiento... para un inmortal no había nada peor como quedarse estancado, solo nos tocaba evolucionar y adaptarnos a las nuevas épocas que nos tocaban vivir. En mi llegada a París nada más pisar la ciudad pude ver lo que esta había cambiado, la humanidad parecía evolucionar favorablemente y atrás habían quedado los tiempos en los que se vivía de forma más inmundicia, por una parte me alegraba que eso sucediera. No se podía comparar con Roma, algo más avanzada que París, pero de la última vez que estuve había mejorado bastante y al menos era un buen síntoma para quedarme por un tiempo, de alguna forma quería revolucionar un poco la ciudad y ver ese “hervidero” del que tanto había oído hablar, estaba deseando que París también sucumbiera ante los demonios.

Como ya era una costumbre había pedido que preparan debidamente una de las mansiones que había en las afueras de la ciudad, que todo estuviera limpio y ordenado para mi llegada y había mandado a una persona de mi confianza, que estas eran escasas puesto que no confiaba en nadie, para que lo dispusiera todo a mi llegada. Un carruaje se encargó tras llegar a la ciudad de llevarme hasta la mansión que ocuparía por un tiempo que por el momento sería indefinido, dependiendo de cómo fueran las cosas en la ciudad. Cuando el carruaje paró pude contemplar aquella mansión que se extendía frente a mis ojos, un par de carruajes más con el resto del personal que mayormente eran esclavos de sangre, y el resto de mis pertenencias. Bajé del carruaje y me adentré en la mansión revisando cada recoveco para que estuviera como yo había pedido, ni siquiera me fijé en las criadas que me miraban con expectación, cuando me giré hacia ellas para contemplarlas agacharon la mirada y yo simplemente sonreí de lado, divertida con aquella muestra de miedo. Jamás había escondido lo que era y no iba a hacerlo en esos momentos, me acerqué con paso lento a ellas saboreando el miedo que desprendían, algunas rezaban porque no les hiciera nada y me quedé frente a una de ellas, su pelo negro como la noche caía por sus hombros, temblaba ligeramente y yo me regodeaba en el miedo que transmitían. Eran conscientes de que un leve chasquido de mis dedos y acabarían muertas, eran de mi propiedad y podía hacer con ellas lo que quisiera puesto que yo las había comprado, a algunas las había sacado de una vida mucho peor que la que tenían. Mis dedos fueron al mentón de la joven y alcé su rostro para examinarlo de forma detenida, tez pálida y ojos verdes que en cuanto se cruzaron con mis rojizos agachó de nuevo la mirada. Pobres cervatillos que frente al lobo rogaban por su vida, ah los humanos y sus miedos... me era fácil saber qué estaba pensando o mejor dicho a quién le estaba rogando.


-¿Crees de verdad que ese dios tuyo, al que tanto rezas, puede salvarte si yo decido matarte? –Reí frente a ella divertida con esa idea- qué ingenua eres –mi dedo gordo se paseó por su labio sintiendo su aliento cálido, muy diferente al mío más gélido- ¿dónde está ese dios al que rezas, eh? ¿Por qué iba a salvarte a ti, de entre todos sus fieles? –Los humanos y sus religiones, sus creencias de que un dios benevolente los salvaría... yo también fui una ingenua como ella que adoraba a otros dioses, pero estos no hicieron nada por cambiar mi sino aun cuando yo era su sierva- no tiembles querida, aún no has hecho nada para que decida matarte –mis labios rozaron los suyos y mordí su inferior dejando que notara mis colmillos hasta separarme- habéis hecho un buen trabajo, podéis retiraros –dije para luego chasquear los dedos y que viniera uno de mis sirvientes que me acompañó a mis aposentos donde ya tenía todo el equipaje listo y preparado en la enorme habitación. Mi idea sería dar una fiesta en los próximos días que siguieran a mi llegada para conocer a los vampiros que había en la ciudad francesa para conocerlos, pero además también para exhibir todo el poder que ostentaba y que tanto me gustaban. Los días fueron pasando y ya casi llevaba una semana en la ciudad cuando al despertar una de las noches el que era mi mano “derecha”, en el único que confiaba para que llevara mis asuntos diurnos por mí cuando yo no podía hacerlo me informó de algo que me inquietó aunque solamente lo hizo un poco, ya que no me importaba en absoluto que una de mis sirvientas hubiera desaparecido porque sabía que no diría absolutamente nada y que no sería capaz de delatarme, podría borrar con facilidad cualquier hilo que los llevara hasta mí y de ser algo más peligroso podría incluso borrar sus mentes para que no supieran lo que había pasado y olvidaran el caso, aunque tenía contactos que podrían hacer aquello por mí. Lo que sin duda no esperé es que me dijera que había un policía de la ciudad, uno en concreto, que había asegurado que acudiría por la noche para hablar personalmente conmigo ya que la información que él le había dado no le había bastado y quería una confesión por mí parte. Gruñí porque no me gustaba que llevaran o ejercieran el más mínimo y leve control sobre mi persona, pero podría despachar al policía sin temor alguno puesto que yo no había tenido nada que ver con la desaparición de la joven, tan sólo era una humana más en aquel mundo, una hormiga de todas las que había que no me importaba en absoluto y cuya existencia para mí era inexistente. Ni siquiera iba a molestarme en quedarme a atender a dicho policía porque tenía cosas mejores que hacer en la noche, sin embargo antes siquiera de que yo pudiera pedir que prepararan el carruaje y trajeran mi abrigo ya estaban tocando a la puerta. Hecho que me molestó demasiado porque sabía que sería el policía, y a mí es que la desaparición me era insignificante e irrelevante para mi existencia.

Habíamos encontrado un cuerpo desagrado en los últimos días y no me gustaba nada. Algunos compañeros le restaban importancia al asunto comentando algo sobre casos de brujería o vete tu a saber que sarta de tonterías, entre otras cosas de que si la chica había terminado así por algo sería. El caso es que yo no pensaba quedarme de brazos cruzados y permitir que el culpable se librase de ser juzgado y encarcelado por lo que había hecho. No me había unido a la policía y convertido en detective para terminar ignorando situaciones así y permitiendo que los criminales quedasen libres. Por lo que, como hacía casi siempre, salí a la calle a investigar.

Ya había descubierto que la muchacha muerta era una sirviente. Tras indagar descubrí también que trabajaba para una mujer importante, una dama con mucho dinero. Eso me hacía explicarme el porque querían ignorar su muerte y dejar el caso apartado como si no hubiera pasado nada. Pero yo no era la clase de persona que se dejaba intimidar por una persona influyente, ni siquiera por la propia realeza si era necesario. Sinceramente, me parecía de lo más injusto para el resto del mundo que solo por no haber nacido con un título se considerase que valían menos.

El hecho es que seguí investigando hasta tener más información de la muchacha en cuestión, aunque debo decir que de hecho no era demasiada la información que había sobre ella, se trata de una joven que había nacido en una familia muy humilde y había tenido la suerte de ser contratada como sirvienta en una buena casa donde su señora al parecer había venido a la ciudad hacía unas semanas pero llevaba años sin pasar por la ciudad. Por lo que el trabajo de la muchacha, y del resto del servicio, hasta hacía unas semanas, se reducía a mantener la casa limpia a expensas de que la señora apareciera cuando le viniera en gana. Vamos, como sucedía en muchas casas ricas de la ciudad. El caso es que probablemente la vida de la muchacha muerta hubiera sido tranquila y sencilla hasta el día de su muerte. Después de todo muchas chicas de su edad terminan en las calles como meretrices y eso si es mucho más denigrante y peligroso. De todos modos, por algo había terminado muerta. Es decir, su muerte no había sido un simple accidente ni tampoco un suicidio. Alguien la había matado y la había hecho sufrir. Y yo pensaba averiguar quién y porqué.

El primer paso, después de las indagaciones previas, era visitar a su señora y el resto del servicio. Así que concerté una cita con la misma, dejando claro que no era una petición o una pregunta si no un hecho. La noche en cuestión fui en caballo hasta el lugar. Debía admitir que la mansión era realmente enorme, eso nadie podía negarlo. Hice que mi caballo bajase el ritmo en cuanto entramos en el recinto, uno de sus sirvientes me dejó pasar, cabalgué a paso lento por los jardines hasta que una vez junto a la entrada otro sirviente se ofreció a ocuparse de mi caballo. Le entregué las riendas tras bajarme y caminé hasta la puerta donde llamé.

No pasó mucho tiempo antes de que me abriesen la puerta, más bien todo lo contrario pues fueron de lo más rápidos. Una muchacha servicial, probablemente de la misma edad que la víctima, abrió la puerta y me indicó que pasara. Le dediqué una sonrisa amable mientras entraba en el hall. Allí pude ver a la que supuse que sería la señora de la casa, era la primera vez que la veía pero sus ropas hacían evidente que la que tenía dinero en el lugar era ella. Y, por el modo en que la miraban todos sus sirvientes, también la que mandaba.

-¿Se estaba yendo a alguna parte?- Pregunté con curiosidad al notar que no parecía muy contenta de verme y su actitud mostraba que planeaba irse. -Si necesita atender algún asunto puedo esperar sin ningún problema. Después de todo, es mi trabajo y todo mi tiempo lo dedico a este caso.- Añadí, dejando claro que no pensaba irme. Y que, en caso de hacerlo, volvería otro día y otro hasta que me atendiese. Tenía toda la paciencia necesaria y la tenacidad suficiente como para no permitir que esto pasara sin más.

-Después de nuestra reunión me gustaría hablar con sus sirvientes, en especial con los que tuvieran algún tipo de relación con la muchacha muerta. Clarice era su nombre, ¿verdad?- La chica que me había abierto la puerta me miró con cierto miedo, no sabría explicar el motivo, pero asintió cuando dije su nombre. -Señora, creo que coincidirá conmigo en que esto es una tragedia y debo buscar por todos los medios posibles al responsable para que pague por su crimen.- Repliqué con la misma sonrisa amable en mis labios. -Disculpe, soy un maleducado. Soy el detective Chesire. ¿A usted como debo llamarla?- Pregunté a la señora de la casa, que seguía sin parecer que tuviera mucho interés en mi presencia allí. Pero por desgracia para ella, yo no iba a permitir que ella siguiera siendo intocable. Al menos no cuando se trataba de uno de mis casos, eso por descontado.

-¿Hay algún salón al que podamos ir para hablar tranquilamente?- Pregunté en general. Después una de las sirvientas me preguntó si quería tomar algo. -Si tiene un café estaría bien.- Dije con amabilidad. En mi opinión el hecho de que fuera una sirvienta no implicaba que no debiera ser tratada con respeto. Del mismo modo que la muchacha muerta, desde luego.

Sabía que el asunto de la sirvienta que había sido encontrada muerta atraería a la policía para investigar lo sucedido, aunque en el fondo esperaba que lo dejaran pasar debido a que en la ciudad sabía que habían más casos donde se encontraban a gente muerta cuando los vampiros se alimentaban de sus víctimas y bebían de su sangre. Algunos éramos bastante cuidadosos al respecto y no dejábamos huellas ni cadáver, habíamos aprendido con el paso del tiempo a manejar a los humanos a nuestro antojo y además de eso, a beber lo justo y necesario de ellos para dejarlos con vida pues de lo contrario llamaríamos la atención demasiado sobre los humanos y acabaríamos creando que investigaran más de lo debido. En cuanto a mí se refería no tendría problema alguno por ello, tenía mis esclavos de los cuales me alimentaba yo únicamente y además les exigía seguir una dieta estricta sabiendo que su sangre tendría todo lo necesario para que fuera “perfecta”. Demás estaba decir que no dejaba que consumieran drogas o alcohol alguno pues sabía por la propia experiencia que eso a la larga dejaba cierto gusto en la sangre un tanto amargo, y a mí me gustaba que fuera algo más dulce. Quizás para los humanos fuera una tremenda tontería pero para una vampira que contaba con tres milenios a mis espaldas apreciaba y notaba la diferencia. Siempre tenía esclavos que eran jóvenes, activos y con una buena alimentación porque era como mejor sabía la sangre de esa forma, había noches en que me apetecía salir a cazar y cuando conseguía alguna presa que había consumido alcohol o alguna sustancia opiácea se notaba en el sabor que dejaba su sangre. El miedo también solía influir en el sabor que dejaba en la sangre y aunque a veces me gustaba sí era cierto que algunos esclavos temían mi presencia, les imponía demasiado y a mí me gustaba regodearme de ello. Pero sabía que nunca podrían pillarme por ser demasiado descuidada al alimentarme y los esclavos estaban en otro ala de la mansión donde residía en París, una a la que pocas personas tenían acceso aunque ellos eran libres de pasearse por la villa, e incluso por la ciudad, siempre y cuando cumplieran con mis normas y estuvieran en la mansión antes de que cayera la noche. Supe que el incidente con una de las sirvientas podría tener repercusiones pero también sabía que bien podría librarme de la policía con suma facilidad, jugar con la mente de los humanos era más que interesante y había aprendido algunos trucos a lo largo de mi inmortalidad para hacer que, aquel inspector que se había presentado un par de veces, no volviera de nuevo a presentarse por allí y se olvidara de la sirvienta y de su caso. Otra víctima más que había caído bajo las garras de un vampiro, y aunque no me gustaba que tocaran lo que era mío tampoco me importaba ni cambiaba en absoluto su muerte para mi existencia, me era totalmente indiferente.

Pero sabía que el policía, tal y como y me habían informado, acudiría esa noche por lo que había planeado irme de la mansión antes de que él llegara... pero para cuando tocaron a la puerta supe de inmediato que sería él quien estaría tras la puerta, bufé mirando a una de las sirvientas y haciéndole un gesto con la cabeza le indiqué que fuera a abrirle mientras mi actitud era la de una mujer a la que no le interesaba lo que tuviera que decirle, es más, ni siquiera estaba de frente a él sino que le daba algo más la espalda mientras otro de los sirvientes me traía el abrigo. Mi plan era bastante claro y sencillo: escucharía al hombre y después, utilizando mis poderes, haría que su mente borrara lo acontecido con la sirvienta y se olvidara del caso como sabía que otros policías podrían haber hecho. Sentí su presencia nada más entró al hall donde yo esperaba por el abrigo y quedaba algo más de perfil hacia él, podía notar su corazón bombear con fuerza y a buen ritmo distribuyendo la sangre que corría por sus venas a todo el cuerpo, su respiración pausada y tranquila, la serenidad que desprendía así como el aura fuerte y serena que desprendía aquel hombre. Derrochaba seguridad en sí mismo en todos los sentidos, su voz entonces llegó hasta mis oídos, una voz fuerte y varonil un tanto grave que resonaba en el inmenso hall mientras me preguntaba si me marchaba a algún lado, él no pudo apreciarlo pero mi sonrisa se extendió como si pretendiera ser una respuesta irónica pues él bien sabía que yo iba a partir, aunque sus palabras me dejaban en claro que aunque partiera él estaría esperando por mi regreso. Lancé un suspiro por ello ante la tenacidad que parecía presentar el hombre cuando finalmente llegó otro de los sirvientes con el abrigo y, de un simple y grácil gesto de mano, le hice saber que se retirara con el abrigo para finalmente enfrentar al policía que había cambiado mis planes por esa noche ya que no había tenido intención de atenderlo, girándome en su dirección para poder observarlo. Para cuando me giré y lo tuve a unos pasos frente a mí... mi cuerpo se quedó quieto en la distancia que manteníamos el uno con el otro, mis ojos fijos en los castaños de aquel hombre mientras sorprendida –aunque tras años de experiencia y práctica hice que no se notara- contemplando el rostro del hombre que tenía frente a mí, siendo imposible que viera ese mismo rostro. Si hubiera sido humana se me habría parado la respiración, a la par que mi corazón hubiera dado un gran vuelco al reconocer el rostro del hombre que tenía frente a mí, sin poder creer lo que mis ojos contemplaban. ¿Cómo....? Era imposible, ¿cómo podía tenerlo frente a mí después de más de tres milenios? Él había muerto... él.... Mordí mi labio inferior y de forma instintiva mi mano fue hacia el colgante que siempre prendía de mi cuello, un amuleto de cuando había sido una sacerdotisa en el templo de Dendera cuando todavía seguía siendo humana, antes de que me arrebataran al hombre que fue el amor de mi vida de entre mis brazos. Él, Tarik, el amor de mi vida y el único hombre al que había hablado... ¿cómo era posible que ahora estuviera frente a mí como humano? Apenas me había quedado un par de segundos en mis propios pensamientos y cavilaciones, observándolo sin dar crédito a que después de tres milenios lo tuviera delante, a tan sólo unos pocos pasos siendo capaz de poder acariciarlo, sentir su tacto bajo la yema de mis dedos, mis labios acariciando los suyos. En jaque, así me había quedado tras aquel hallazgo dejándome como nunca otro ser en todo aquel tiempo había logrado hacerlo... sentí un cosquilleo en mi pecho, una sensación que había creído olvidada y de pronto toda mi atención fue puesta en él. ¿Quién era? ¿Qué hacía allí? Muchas eran las preguntas que quería saber de él, su recuerdo permanecía en mi mente y supe que los planes habían cambiado: si antes quería alejarlo, ahora pretendía conservarlo lo más cerca que pudiera de mí. Mi amor, mi gran amor que me fue arrebatado... fijé mis ojos en la sonrisa que extendió en sus labios sin saber qué había dicho perdida entre recuerdos lejanos que habíamos vivido juntos, y él sin saberlo se había convertido en algo que quería tener, en mi propio desafío por obtenerlo.


-Estoy convencida de que si muestra tal tenacidad en el caso, como el que ha mostrado conmigo ante su intención de no marcharse perseverando en su intento por la búsqueda de la verdad, dará con quien hizo aquello –volvió a hablar de nuevo esa vez para presentarse y lo contemplé de manera fija, ¿Chesire? Ese distaba mucho del nombre que había utilizado hacía tanto tiempo, entendí y comprendí que no se acordaba de nada de lo que habíamos vivido en otra vida, que no se acordaba quién era y que siquiera me reconocía... y eso, en parte, me molestó bastante. Para el hombre que tenía frente a mí, el recuerdo de quien un día fue, había sido borrado pero para eso estaba yo allí, para recordarle quién era y lo que podíamos hacer ahora que estábamos juntos. Porque no dejaría que nos separaran de nuevo, no permitiría que nadie lo matara ni atentara contra su vida, no ahora que lo había encontrado por azares del destino- Sabah, señor Chesire –mi tono había cambiado a uno algo más bajo y un tanto ronco como si fuera un leve jadeo exhalado de mis labios- sígame hasta el salón, mi sirvienta le llevará allí el café –con un simple gesto hacia ellas para que se movieran y una mirada de advertencia al resto cuando él les daba la espalda las despaché sabiendo que era mejor no hacerme enfadar y ser el centro de mi ira. Seguimos a uno de los sirvientes que le mostró el camino mientras yo, tras su espalda, recorría su pecho e inhalaba el aroma que desprendía al andar hasta que finalmente llegamos al salón donde nos quedamos los dos solos- por favor, siéntese –le hice un gesto con el brazo para que se sentara en uno de los sofás mientras yo iba a un mueble que había al lado de una chimenea previamente encendida que iluminaba algo más la estancia, abrí una de las puertas de cristal donde saqué un vaso y puse algo de alcohol en el mismo, el mejor Whisky que había comprado en uno de mis viajes- ¿le apetece un trago, señor Chesire? –Pregunté ladeando mi rostro lo suficiente como para poder mirarlo aunque le siguiera dando la espalda, guardé la botella en su sitio de nuevo y me giré para acercarme hacia donde él se encontraba sentándome frente a él con una pequeña mesa entre ambos- y bien, ¿qué es lo que desea saber con exactitud? Si cree usted que sé algo sobre lo que le pasó a la joven, le adelantaré que no sé qué le haya podido pasar –claro que evidentemente era mentira, seguramente algún vampiro o algún licántropo se hubiera cruzado en su camino en una noche de luna llena como había sucedido hacía un par de días. Contemplé su rostro que era lamido por la luz de las llamas de la lumbre en lo que la joven sirvienta le trajo el café y se marchó dejándonos de nuevo solos- apenas llevo casi una semana en la ciudad y no es que tuviera mucho contacto con ella, por lo que poco puedo decirle –tomé el vaso entre mis manos y di un trago sin dejar de observarlo, mi dedo repasó el borde del mismo sosteniéndolo entre mis dedos- puede preguntar al resto de mis sirvientes si así lo desea, pero exijo estar presente en cada interrogación que haga. Y señor Chesire, eso no es algo negociable –mi voz dejaba ver con claridad que, en eso, no pensaba claudicar como había hecho al ceder en que pudiera interrogarme- ¿alguna pregunta que tenga para mí?