Echoes | Privado

por **Jordan White** Jue Mar 16, 2017 3:09 pm

Su regreso a Alemania no había sido tal y como lo hubiese querido. El viaje fue incómodo y más que eso, el simple hecho de poner un pie en aquellas tierras le recordaba el hecho del porque se hallaba ahora en la organización. Su pasado, sus heridas. Todo estaba expuesto ahí en la iconografía de la capital ¿Qué hubiese cambiado en su vida el no haber accedido a ser salvada por Magdalene? Su mentora y único modelo de madre. Nada quizás, porque para monstruos como ella solo existían dos posibles opciones, servir como corderos fieles o ser cazados bajo los preceptos de la religión. Y ella había sido alcanzada por la benevolencia de Dios para servir o no ser asesinada a manos de los de su misma raza. Una serie de eventos y pasajes plasmados de oscuridad se fueron tejiendo para dar forma a la vida de la alemana hasta el día de hoy.

Incluso su unión con Edward era un trago amargo. No supo en ese entonces porque había traicionado su confianza. Por temor quizás a saber que el pasado oscuro de su esposo en algún momento les alcanzaría y sería una grieta en los principios y bases que la Inquisición había forjado en ella todo este tiempo. El momento para reencontrarse con él aún no había llegado y agradecía de sobremanera ese tiempo libre, con su soledad. Una pequeña valija y un par de sobres en tonos mate, mismos que debían ser entregados a la brevedad posible en una de las estancias en ese país. Solo eso y podría regresar a la capital francesa, donde su identidad estaba completamente a salvo.

Descendió de la estación de trenes e inició su marcha a través de las calles que presumían un aspecto níveo. Sus manos se protegían de la inclemencia dentro el abrigo y el ébano de sus cabellos apenas revoloteaban a su alrededor. Nunca había creído en las casualidades y el evento, la magnitud de lo que acontecía frente a sus ojos le dejó atónita completamente.

–¿Samuele? … ¿Qué haces aquí?–

Detuvo su andar mezquino en seco. Los labios de la mujer se encorvaron apenas regalando una sonrisa al hombre que se mantenía distraído quizás arrastrado hacia ese estado por algún recuerdo lúgubre. Era común que personajes como ellos cedieran de vez en cuando a las garras de las malas memorias. Aquel encuentro resultaba un bálsamo en las heridas de ella, pocos habían ganado su confianza siendo él uno de sus principales apoyos cuando recién había ingresado a la organización. Incluso el verdadero nombre de Schmetterling seguía siendo un misterio para muchos otros, pero no para él. Contradictoriamente a lo que muchos pensarían, bajo la fachada de inquisidora, ella seguía siendo una niña asustadiza que de vez en cuando necesitaba de buena compañía para sobrellevar su pesada rutina. En un momento menos oportuno no pudo haber regresado nuevamente a su vida.

por **Samuele Liccari** Vie Mar 24, 2017 1:03 pm

Se había llegado a aquella zona de la ciudad para enviarle con un viejo conocido una carta a su hermana. Brunella le había contado –en una primera misiva- que sería madre y él sentía una mezcla de emoción y miedo por ella –la única familia que tenía- que no podía traspasar a palabras por lo que se había limitado a felicitarla y llenarla de bendiciones y buenos deseos. Desde que se había enterado de la noticia, Samuele no había pasado una noche sin rezar pidiendo por la salud de ella. Nunca comprendería por qué la gestación del ser humano provocaba tantos temores en él, tal vez fuera por su propia historia…
No vivían lejos, de hecho podría volver a su casa -porque Brunella vivía en la casa que había sido de los padres de ambos- en cuanto le dieran un permiso, pero él estaba inmerso en aquel servicio a Dios y no podía despegarse de él ni siquiera para tomar un respiro y visitar a su hermana y su cuñado.

“Cuando nazca el pequeño lo haré, tomaré unos días para dejar de ser soldado y ser solo Samuele, el tío Samuele”, se dijo mientras caminaba de regreso a la cede. ¿Cuántas cosas de la vida estaba perdiéndose para que ganase la causa de Cristo? ¿Cuántas cosas se recriminaría el día que cerrara definitivamente los ojos y de cuantas se enorgullecería? Era algo en lo que siempre meditaba.

A sus espaldas, y de forma inesperada, una voz conocida –de esas que Samuele distinguiría en cualquier sitio y circunstancia, incluso estando debajo del agua- pronunció su nombre y él se volvió asombrado.
Su compañera, su camarada de tantas misiones, una de las pocas amigas verdaderas que tenía, estaba allí. Samuele se acercó feliz a ella y la abrazó con fuerza, levantándola del suelo y apretándola contra él. Era romano, por momentos no podía controlar su efusividad cuando sentía emociones fuertes como las que aquel reencuentro le brindaba.

-¿Qué haces aquí? –preguntó exactamente lo mismo que Schmetterling y la devolvió a la tierra-. ¿Dónde has estado? –Luego se dio cuenta que ella había preguntado primero, por lo que le respondió-: Tengo que embarcarme en… algo, tenemos una nueva líder –susurró, sabiendo que la calle no era lugar seguro para dar mayores detalles de aquello- y he de ir con ella a París. Antes de hacerlo estamos teniendo algunas reuniones. Como ves, nada ha cambiado por aquí.

por **Jordan White** Vie Abr 07, 2017 4:30 pm

La vida había mostrado un lado apacible con la inquisidora y en esta ocasión no sería la excepción. Edward representaba ambas caras de la moneda, la fortaleza que ella necesitó en su momento pero también el lado oscuro y el más temible de sus demonios. Por esa misma razón Schmetterling había regresado a la organización, para sanar esa oscuridad que rodeaba a su esposo y de cierto modo buscar eximir sus culpas propias. No había conocido mejor compañero que Samuele y desde la partida de Magdalene, su mentora en las artes oscuras el romano había sido su único soporte y confidente. Con el no sentía la necesidad de usar caretas, puesto que ambos conocían el pasado del otro como las líneas de sus manos.

La muestra de afecto le descolocó de inmediato y quebrantó aquella fachada fría que después de mucho tiempo se exigió construir en pos de ser un mejor sirviente al servicio del creador. No obstante ese encuentro le permitía abandonar el papel de Schemtterling la inquisidora y permitirse ser Sabine, la vieja amiga y mujer confiable que alguna vez halló paz en la compañía del hombre que con delicadeza le regresaba tierra firme.

–Vaya, la verdad es que soy sincera si te digo que no me esperaba encontrarte acá, no es que tu presencia me incomode, sino que de verdad es un gusto volver a coincidir–

El hombre se había adelantado en su respuesta y la inquisidora permitió que explicara las razones de su estancia en su vieja ciudad natal. Era bien sabido que los lugares públicos no eran los más seguros para personajes como ellos. Pues a pesar de contar con los beneplácitos de la hechicería como el caso de ella o el imponente poder físico en el caso de él, no dejaban de ser seres humanos que también eran presa de enemigos o espías que en más de una ocasión buscaban la manera de penetrar en ese mundo de misterio que rodeaba a los inquisidores. Una confesión en el lugar erróneo era un lujo que no se debían permitir.

–Siempre has sido la mano derecha de muchos otros, no me sorprende porque una vez más requieran de tus servicios– movió ligeramente la cabeza –Perdóname, no debí preguntar algo tan personal– sonrió en señal de disculpa y arrepentimiento.

–¿Te importaría caminar por aquella plazoleta a lado una vieja amiga?– susurró mientras se sujetaba del brazo ajeno.

–¿Quién lo diría verdad? Tú has regresado a ser aquel líder que alguna vez conocí, dices que nada ha cambiado pero aunque no lo creas, han sido muchos años los que nos separaron, mi visita a este lugar no tiene nada que ver con mandatos del gremio, simplemente necesito una pausa, un espacio para mí. Argumenté reunirme con un par de líderes que residen en esta capital, no obstante todo es una mentira, como lo ha sido mi vida después de que, tu sabes…–

Sus ojos se desviaron hacia ningún punto en particular.

–Después de unir mi vida a Edward– mencionó con seguridad para después mirarle a los ojos –Samuele, tengo el presentimiento que él me está buscando y no será una reencuentro afectuoso me temo–

por **Samuele Liccari** Jue Abr 13, 2017 5:11 pm

Era cierto, había sido el hombre de confianza de varios inquisidores, trabajando en misiones realmente difíciles. Aún así, a Samuele Liccari le costaba recibir elogios, no porque no se hiciera cargo de que pertenecía al grupo de elite de soldados, sino porque estaba acostumbrado a ser rebajado. Desde el principio había sido así y a él le había costado el triple que a la mayoría hacerse un lugar en la organización, lo mismo llegar a que su nombre tenga cierto aire de seguridad adherido.
La mayoría de los soldados eran hijos de las prestigiosas familias europeas que, por tradición, enviaban a sus miembros más jóvenes a engrosar las santas filas. Pero él, un simple romano hijo de un carpintero que trabajaba de sol a sol, no tenía un apellido importante, no tenía una familia adinerada que lo respaldase. Solo era Samuele… Y las oportunidades que le habían dado dentro de la organización habían sido pocas si se las comparaba con las brindadas al resto, pero sí que había sabido aprovecharlas. Al parecer estaba haciendo las cosas bien, en caso contrario la nueva líder de la facción no lo habría elegido para acompañarla.
Igualmente, sabía que su reencontrada amiga era una mujer sincera, al menos solía serlo con él porque, ¿cuan verdadera puede ser una amistad si no hay sinceridad?

-No lo sé, la nueva líder no es de mi agrado en lo absoluto –le confió-. Es una mujer arrogante, soberbia y algo cínica. Sabes que yo elijo no tener problemas con nadie, mientras no me toquen a mí los huevos, claro. Pero esta mujer es simplemente insoportable y al tener que pasar una temporada juntos es seguro que tendremos discusiones. –Le tendió su brazo y comenzaron a caminar juntos-. Sí, demos un pequeño paseo, amiga querida, y cuéntame, ¿qué harás ahora? ¿Has venido a esconderte justo aquí? ¿Dónde te alojarás? -estaba haciendo demasiadas preguntas y no podía evitarlo.

Ella siempre había sido hermosa, mas ahora su rostro parecía preocupado, cansado en exceso tal vez. Y su voz... Su voz sonaba entre triste y atemorizada mientras le confiaba pequeños detalles acerca de su llegada a la ciudad. Samuele no pudo evitar que el enojo comenzase a subir hasta su garganta. ¿Por qué cosas habría pasado ella en ese tiempo? ¿Qué estaría ocultándole? Algo terrible, sin dudas, porque nadie que ha tenido la posibilidad de escapar de las garras de la inquisición decide acercarse tanto a ella luego…

-Ven, sentémonos en aquel banquillo. –Le dijo, y hasta allí la guió. La primavera estaba comenzando y, aunque hacía frío, el aire ya se cargaba de aromas de la naturaleza-. ¿Qué ha ocurrido, Sabine? ¿Por qué has escapado de Edward? Dímelo –le rogó, pensando ya en qué forma podría ayudarla-, sabes que a mí puedes decírmelo todo.

por **Jordan White** Miér Abr 19, 2017 8:51 pm

La voz de la inquisidora parecía quebrarse en cualquier instante y aunque quizás lo más prudente era refugiarse en su viejo amigo no permitió que le viese de esa manera. Un par de años atrás el semblante de ella reflejaba la esperanza que pocos conocen estando dentro del cuartel, pues pensó que incluso una mujer como ella, con el pasado a cuestas sobre sus hombros, merecía un poco de felicidad y solaz en sus días nublados. Sabía que no era la única siendo acechada por aquello que pensó había superado, incluso Samuele con aquella fortaleza y seguridad poseía un lado sombrío. Calló sus vacilaciones para mostrarse nuevamente entera ante el relato que nacía en los labios del inquisidor. Una línea se plasmó sobre sus labios y recordó el inicio de aquel trato ¿Cómo era que un hombre como Samuele había terminado por ceder una parte a ella? Habían sido elegidos para ser el complemento del otro en un par de misiones y eso bastó para edificar las bases de una amistad ahora sólida y sincera.

Quiso responder a sus preguntas. Lo cierto era que ni siquiera ella estaba segura de lo que seguía en sus planes. No había contemplado el encontrarse con él y que de cierto modo le obligara a pensar en alternativas que hasta entonces había considerado triviales.

–Supongo que en algún hotel cercano, no quiero despertar sospechas en los altos mandos y confío en que sabrás guardar mi secreto –

Suspiró y cuando la breve caminata les condujo a tomar un descanso en los banquillos aledaños tuvo que hallar fuerzas para no derrumbarse por completo y relatar parte de las circunstancias que le habían orillado hasta ese punto.

Colocó su mano sobre la ajena y sonrió con nostalgia cuando le escuchó llamarle por su nombre.

–De Sabine poco queda me temo. Soy una asesina Samuele. Aunque mis dones estén al servicio de Dios no dejo de pensar que quizás sin ellos las cosas hubiesen sido mucho más simples–

Titubeó unos segundos antes de proseguir.

–Después de huir de la inquisición aquella noche ¿Recuerdas? Eras el único que sabía yo me iba para iniciar una vida tranquila con alguien más. Ese alguien era Edward. Nos casamos en secreto y pasamos un tiempo fuera del radar del organigrama, por supuesto él nunca supo mi verdadero origen no obstante el pasar tiempo a su lado me demostró su verdadera esencia. Él es un hechicero que asesinó a su familia por motivos de venganza, mis preceptos me dictaminan que debo acabar con él, pues es lo que hacemos Samuele y lo único que pude hacer fue borrar temporalmente su memoria para después hallar cobijo una vez más en la inquisición. Hace un mes empecé a tener visiones de él nuevamente en Paris ¿Sabes lo que eso conlleva? Edward es visceral, un asesino y lo lógico es que busque cobrar lo que yo le hice tiempo atrás, confió en mí y yo, tan solo huí–

Su relato se interrumpió ante una voz ligeramente quebrantada.

por **Samuele Liccari** Sáb Abr 22, 2017 9:24 pm

-También soy un asesino, amiga mía. Y lo digo sin pesar. Mi cuerpo ha servido para hacer sufrir a otros, pero también para hacer justicia. Han sido más las personas a las que he matado en mi vida, que las mujeres a las que le he hecho el amor –dijo, casi en tono poético para que ella se riera y aflojara sus tensiones-. ¿De qué sirve que pensemos en esas cosas ahora? ¿Acaso dejarás de usar tu magia o dejaré yo de combatir con mis fuerzas? ¿Se borrará nuestro pasado algún día? –Eran preguntas retóricas también-. No tiene sentido meditar ni castigarse por eso. Debería bastarnos con saber que estamos en el bando correcto, yo he gastado mis fuerzas y tú tus poderes al servicio de Cristo, ese es mi consuelo.

Tomó su mano y sin palabras le prometió que su secreto estaba a salvo con él. No necesitaba ni decírselo, ella lo sabía pues la confianza estaba entre ellos y también los rodeaba y abrazaba en esos momentos.
Oyó la triste historia –la de su vida- que en un breve relato ella le refirió.

“La sangre llama a la sangre”, pensó Samuele cuando Sabine le contó, con temor, que había terminado casándose con un asesino. Se cuidó de no decirlo, pues ella ya se hallaba lo suficientemente conflictuada con su rol en la vida como para que él se sumase con aquello.

-Buscarás cobijo en la inquisición, entonces –dijo, repitiendo sus palabras. No podía hacerse a la idea de que ella volviese, tenía los recuerdos de aquella noche en la que Sabine había escapado todavía muy vívidos-. ¿Estás segura? No sé si alegrarme o aconsejarte que no lo hagas, que no vuelvas… Realmente sería una felicidad para mí volver a confiar en mi compañera de misiones, poder adentrarme en cualquier sitio sin preocuparme por mi espalda pues mi camarada me la cubre… Pero no lo sé, no sé si es lo mejor. ¿Qué te dirán? ¿Qué te harán? ¡No confiarán otra vez en ti fácilmente! –Debía serle completamente sincero, prefería herirla con sus palabras si con eso prevenía que los inquisidores la castigasen de forma física.

Había otro tema mucho más preocupante, uno que era imposible de soslayar:

-Huiste porque temiste por tu vida –le dijo para brindarle la seguridad de que se había manejado de la forma más coherente-, hiciste lo correcto al alejarte de él, no lo dudes –le acarició el rostro para que ella lo mirase a los ojos-. ¿Creés que podría encontrarte? Me refiero a… no sé cómo funcionan esas cosas, la magia… -ni siquiera podía imaginar tanto poder-. ¿Creés que te encontrará? ¿Qué te dicen tus sueños?

por **Jordan White** Jue Mayo 11, 2017 2:59 pm

No era común verle en este estado de lobreguez. No obstante tenía un peso encima que le dificultaba continuar de manera pacífica sus días. Si alguno de sus otros colegas le viera así, seguramente no le reconocería. Samuele por otro lado, era distinto. Porque incluso en ese fragmento de confesión ajena pudo comprender que no era la única que de vez en cuando cedía al sentimiento de culpabilidad. Ambos eran únicamente subordinados como bien le explicaba su viejo amigo, con dotes y elementos que de una forma u otra los hacía diferentes.

En medio de esa nostalgia una ligera risa escapó de los labios de la inquisidora al escucharle hablar de tal manera. Incluso en momentos como ese, el hombre sabía cómo hacerle olvidar esporádicamente sus penas. Mientras él continuaba su explicación ella pensó en todos los sacrificios que su compañero pudo haber soportado para llegar a esa conclusión. Ser padre de familia, un esposo. Eran misterios que Schmetterling no sería capaz de solventar, no era quien para interrogarle de tal modo.

“Nuestras vidas ahora están a favor de Dios”, repitió para sí misma buscando hallar un poco de sosiego y sonrió con amargura.

Sólo estaba actuando por instinto. Realmente no sabía si el volver era la mejor opción, pero no fue hasta que Samuele retomó ese tema cuando ella lo pensó detenidamente. Era cierto. Una vez traspasada la línea sería difícil retomar el camino, incluso aunque aparentemente se había redimido con la organización por haber huido años atrás, existía la posibilidad de que estuviesen siguiendo sus pasos. Confiaba ciegamente en él y si sospechaba de otros inquisidores era porque había cierto ápice de verdad en esa sombría charla.

Las consideraciones de Samuele hacía ella eran excesivas al preocuparse de ese modo y solo pudo acariciar la mano de su amigo en señal de agradecimiento.

–Samuele, para mí también sería un honor volver a trabajar contigo–

No obstante sintió cierto remordimiento en aquella oración, le apreciaba demasiado como para arrastrarle hasta el abismo que su situación significaba.

–Estoy consciente que el regresar no es nada fácil, como bien lo dices mis años de servicio no bastaran para que ellos confíen nuevamente en mí, pero de momento no tengo muchas opciones–

Realmente quisiera decirle que había un plan alterno, pero tristemente en su corazón sabía que esa posibilidad se desvaneció desde el momento en que tomó la decisión de irse a lado de Edward. Había cambiado su oficio por el amor y la devoción que en su momento creyó sería lo mejor para darle un sentido nuevo a su vida. Suspiró cuando él volvió a hablar nuevamente en un intento por calmar su culpabilidad. De forma inevitable una lágrima rodó por su mejilla, misma que de inmediato secó con su diestra.

–He vivido con terror desde ese día Samuele. ¿Quién lo diría verdad? La inquisidora aguerrida que se enfrenta a las bestias de la noche no puede encausar su destino ahora que algo mayor le amenaza, he visto su regreso– susurró refiriéndose a Edward –Le veo a mi lado nuevamente aunque…– Posó sus orbes mancillados ahora en los ajenos. –Mi mayor temor es quizás no querer detenerle y permitirle finiquitar su venganza–

por **Samuele Liccari** Jue Mayo 18, 2017 9:49 am

No era bueno consolando a otros y lo sabía bien. Samuele estaba entrenado para dar caza, para herir, para matar… Pero le costaba saber qué decir y qué hacer cuando alguien querido sufría y temía como estaba sufriendo y temiendo su amiga ahora. Él actuaba, entonces, siguiendo a su instinto, haciendo y diciendo lo que sentía que debía hacer y decir para reconfortarla.

-Si quieres regresar yo puedo hablar por ti –le aseguró y apoyó su mano en la espalda de ella, queriendo que se sintiese acompañada y apoyada completamente por él-. No te dejaré sola –le prometió-, no tienes que temer por nada allí dentro si estás conmigo, Sabine.

“Y no me interesa lo que puedan decir de mí al verme contigo, una presunta traidora”, pensó pero se cuidó de no decirlo. Lo cierto era que él no le debía nada a nadie allí, siempre se había cuidado especialmente… por eso poco le importaba si querían pensar mal de él a causa de su amistad con ella.

Mientras le confesaba que le temía al tan Edward -a pesar de ser una guerrera consumada, una hechicera poderosa y experimentada-, Samuele no podía dejar de preguntarse cómo sería enfrentarlo en una pelea limpia, cuerpo a cuerpo y sin que el otro pudiese usar sus poderes de hechicería en su contra. De seguro que, en caso de que aquello se hiciese realidad, el sufrimiento de su amiga acabaría en pocos minutos… Creía que él era capaz de vencer a la mayoría de los hombres en una pelea, ese Edward no sería una excepción.

-¡Podemos cambiar tus sueños! –le aseguró esperanzado-. Si no quieres que se te acerque no lo hará, no importa que lo hayas soñado… ¿No son los sueños solo una advertencia? No tiene que ocurrir si tú no quieres.

Lo que más le preocupaba, más que el dolor en sus ojos, más que la angustia de su voz, era que la veía entregada. Resignada, tal vez, a lo que creía que sería su destino. ¿Cuándo había cambiado tanto? ¿Qué cosas había vivido en el último tiempo que la habían transformado de esa forma?

-Si quieres, vamos ahora mismo a hablar con la líder. Te has escapado y a sus ojos seguramente eres una traidora, pero no pueden negar que tenerte nuevamente será beneficioso para la Orden, no te negarán el reintegro, estoy seguro. Yo podré ser tu garante. Deja de recordar, de temer –le pidió- y vuelve a ser la que eras. Por favor, Sabine, reencuéntrate con la mujer que solías ser.

por **Jordan White** Dom Jun 11, 2017 5:44 pm

Sentía el pulso, ahí, en su corazón. Acribillando su pecho aunque no sabía si aquel sentimiento era algo negativo que le estaba ahogando en ese instante, matándola lentamente. Escuchaba las palabras que su viejo amigo le decía, no obstante su razón se encontraba nublada por completo. En otra época ella misma hubiese hallado la respuesta, sabría qué camino elegir sin necesidad de verse como una mujer desprotegida e insegura. Odiaba ser así, ya que ese hecho tan solo representaba que Edward aún significaba algo en su vida. Cuando tomó la decisión de alejarse de su lado pensó que sería lo más benéfico para los dos. Ella se había dado cuenta que ni siquiera sus habilidades de hechicera le bastarían para sanar tanto dolor y rencor que regían las potestades de él. Ambos habían estado viviendo el uno para el otro pero eso se había agotado con el paso de los días.

Aun cuando Samuele le ayudara a reintegrarse a la institución, ese hecho no sanaría lo que ella sentía. Pensó que había traicionado la confianza de Edward y el regresar le daría únicamente la razón al hechicero.

–Muchas gracias Samuele, siempre has estado conmigo y de verdad desearía que todo fuese como antes–

Le dijo con sinceridad apretando su mano contra la ajena.

Notaba como él le miraba. Y no pudo sentirse avergonzada, derrotada. Pero si algo tenía claro en su mente era que asistiría a ese encuentro. No porque dejara en segundo término la ayuda de su amigo, pero su orgullo no le permitiría involucrarlo de tal modo, además que las consecuencias que ese hecho acarrearía serían devastadoras con plena seguridad. No quería que Samuele descubriera la magnitud, el alcance del verdadero poder de Edward. Se vería en una encrucijada y quería demasiado a su camarada como para conducirlo a ese sendero. Nublada por aquellas incógnitas nuevamente le escuchó hablar y recordó en parte las enseñanzas de Magdalene, su mentora. Ellos como sobrenaturales solo eran un conducto entre el mundo espiritual y el mundano. Conectores, sí, pero con cierto poder sobre el resto.

Edward conocía a la perfección las habilidades de ella, no obstante quiso creer por un instante que quizás existía algún último recurso que él desconociera para usarlo como su as.

–En efecto Samuele son advertencias y no tienen que suceder como tal, pero nunca es seguro–

Parpadeo unos segundos y le miró nuevamente. Como era posible que aquel soldado quien también llevaba a cuestas un pasado tormentoso podía seguir de pie. No dejaba de hacer hincapié en que aún podía haber algo que le hiciera cambiar de opinión. Entonces con suavidad beso el dorso de la mano sobre la suya.

–Siempre he admirado tu fortaleza Samuele, aun cuando las circunstancias juegan en tu contra, encuentras la manera de salir avante–

Carraspeo la garganta un poco antes de proseguir.

–A veces el amor no es suficiente, a veces debemos caer para volver a intentarlo, gracias por no perder la fe en mí y recordarme porque estamos aquí. ¿Tienes acceso a los archivos de las persecuciones en Alemania de la fecha en la cual yo hui, cierto?–

No estaba segura si aquello funcionaría pero de momento era todo lo que tenía.

–Hay algo que puedes hacer por mí Samuele–

por **Samuele Liccari** Jue Jun 29, 2017 12:05 am

Era cierto lo que ella decía, a veces era necesario caer para aprender cual era la mejor forma de levantarse –en caso de que sólo existiese una y no mil como él creía-, Samuele lo sabía pues él mismo lo había experimentado a lo largo del camino que ya llevaba recorrido durante sus años de vida. De igual modo se negaba a verla caer, no quería que ocurriera eso con ella, no si él podía evitarlo, si podía sostener su mano para darle algo de estabilidad, de seguridad.

Ya se lo había dicho, a su manera y esperando no haber sido demasiado chocante, le había hecho saber que la notaba muy diferente, que le estaba costando su buen trabajo reconocerla… Sabine debía volver a ser la mujer que había dejado atrás. Claro que eso lo veía él, era sólo su apreciación personal, ¿cómo lograr que ella abriera los ojos? ¿Cómo podía hacer que ella se viera como él la veía?

-No sé si es fortaleza, amiga querida… Creo que soy estúpidamente positivo. Siempre tengo esperanza, lo cual es más un defecto que una virtud. –Así se autopercibía él, como un iluso a veces, demasiado esperanzado para lo que en verdad le convenía. Simplemente había cosas que nunca cambiarían, por más desilusiones y golpes que la vida le hubiera dado, por más pérdidas transitadas y errores cometidos: Samuele Liccari era un hombre que pensaba en positivo. No sabía si eso estaba bien, en realidad creía que no, pero ser así lo había salvado en más de una ocasión, eso era real también.

Y, como era un positivo incorregible, Samuele acabó diciéndole lo que solo era parcialmente cierto:

-Sí, tengo acceso a esos archivos –aseguró, algo tenso sin lograr leer en ella qué era lo que buscaba-. ¿Qué necesitas que busque?

En realidad no, no tenía acceso. Al menos no de forma directa, pero podía conseguirlo. Tenía una vieja conocida trabajando en esa sección, una compañera con la que solían desfogarse cada tanto sin más unión que la física. Una relación que nunca se había mezclado con el trabajo, a penas se hablaban en verdad, él no le pedía favores y ella tampoco a él. Cuando se cruzaban a penas se saludaban, como si no se conocieran de nada, pero era una fachada. Sí, podría conseguir el acceso, aunque eso le supondría tener que romper con el pacto tácito de no mezclar los tantos.

No sabía a qué iba ella con todo aquello. ¿Qué había planeado? ¿Cómo podía ayudarla? Era un hombre de acción y no de intelecto, sabía lo básico –en cuanto a lo teórico-, no era afecto a leer.

“A mí déjenme con las armas”, pensaba siempre. Pero por supuesto que ya estaba metido de lleno en los planes de Sabine, aunque no los conociera, porque la lealtad hacia los pocos amigos que tenía era lo primero en su vida.

por **Jordan White** Sáb Ago 05, 2017 6:53 pm

A lado de su viejo amigo sentía un poco más de seguridad, parecía que todo fuese más sencillo, aunque había una brecha enorme en aquellas oraciones y el coraje que necesitaba para poder tomar las riendas de la situación. No quería involucrarlo del todo porque a pesar de la confianza, la amistad y el aprecio que sentía por Samuele sentía que era una lucha personal que debía afrontar lo más pronto posible. Los días transcurrían y entre más tiempo hubiese de por medio la incertidumbre en la mente de Edward fomentaba el odio hacia la inquisidora, ese hecho era algo que no debía permitirse bajo ninguna circunstancia. Suspiró con desgano pero con una línea plasmada en sus labios, porque había olvidado muchas cosas al estar centrada únicamente en su venganza. Olvidó que tenía amigos, pocos, pero confiables quienes le podían ayudar a aterrizar su mente en las habilidades y la persona, no el soldado, que alguna vez fue. Recargó su cabeza sobre el hombro de su amigo.

–Gracias Samuele. Yo creo que es una virtud esa es mi percepción en tí–

Su camino no estaba del todo claro, era como si una especie de niebla cubriera el sendero que la llevaría hasta el encuentro con Edward, no obstante quiso pensar que eso lo podría solventar conforme las cosas se fueran dando. Todo lo que tenía era la certeza de querer recuperar algo de lo que alguna vez había sido. Si bien no sería la misma mujer dispuesta a sanar las heridas de su esposo, al menos podía significar un cierre en ese ciclo interminable de odio y muerte que no les dirigía hacía ningún lugar.

–Cuando yo me marché aquella noche, el radar de la Inquisición se centró principalmente en mi desaparición y la posibilidad de que yo hubiese muerto en alguna de las misiones que se liberaron en aquellos meses. No obstante Edward también tenía a la organización pisando sus talones, de modo que ambos éramos unos fugitivos desde el momento en el cual yo les di la espalda–

Respiró antes de proseguir con sus fundamentos.

–Si te soy honesta, no pensé en volver Samuele y bien lo sabes, puesto que eras el único que sospechaba sobre eso. De modo que cuando mi matrimonio con Edward se vio amenazado por mis propios temores decidí enfrentar a aquellos que le perseguían–

Su semblante se tornó serio.

–Hay una cosa más que debes saber y espero que algún me perdones por esto. Yo asesiné a ese escuadrón que estaba buscándonos. Pensé que de ese modo le protegería y a mí misma. Es por tal motivo también que yo huí de su lado. En este momento estoy entre la espada y la pared, puesto que Edward piensa que yo escapé por otros motivos y la inquisición, bueno, tiene una razón más para quemarme viva–

Era la primera vez desde mucho tiempo que soltaba con naturalidad aquella historia. Si Samuele decidía en ese momento entregarla o negarse a ayudarla lo comprendería a la perfección.

–Te pregunto ahora Samuele ¿Aun sabiendo esto, estarías dispuesto a ayudarme? Necesito los nombres y los archivos de esos inquisidores que yo asesiné–

por **Samuele Liccari** Mar Oct 24, 2017 4:07 pm

La confesión de su amiga lo tomó por sorpresa. La sabía letal, implacable y valiente, después de todo había compartido batallas con ella y varias misiones, de esas que eran en verdad cosa de vida o muerte. Sí, Samuele la conocía bien, pero no la había imaginado nunca capaz de matar a otros compañeros. A pesar de eso, en los ojos del guerrero no hubo reproches, tampoco condena. Él no la juzgaría, tampoco dejaría de confiar en ella pese a lo que le había contado, simplemente la desconfianza no había nacido en él en ese momento y por eso sabía que nada había cambiado ahora que la verdad había aparecido. Al contrario, se sentía más unido a ella a causa de la confianza que ella le tenía. Seguía queriendo ayudarle, todavía le tenía cariño sincero.

-Has matado por él –dijo en voz baja y vio por primera vez cuanta era la fuerza del amor, pues Samuele Liccari había matado por una sola persona en su vida y ese era Cristo-, ¿lo merece, Sabine? ¿Realmente está a la altura de todo lo que has hecho por él en este tiempo?

No era su intención entrometerse en lo que ella sintiese o eligiese, pero le costaba trabajo comprenderlo. Sabía que mataría si alguien tocase a su hermana, por ejemplo, pero no se había visto forzado a poner en actos aquella certeza. Nunca le había gustado ese tipejo, menos ahora que sabía que iba tras ella. Había algo con él que le hacía dudar de que fuese confiable, Sabine no debería preocuparse ya por él y esa era una verdad que pendía sobre su cabeza a la espera de que la inquisidora alzase su vista y la descubriese: ese hombre no la merecía.

-Claro que te ayudaré –le dijo y la abrazó, quería reconfortarla y a la vez ocultar su mirada confusa de los ojos de ella-. Ahora debo volver a la base, amiga. Pero te ayudaré, necesito unos días –se puso en pie y antes de alejarse le besó la mano-. ¿Te parece bien el próximo sábado? Creo que podré tenerlos para entonces… No entiendo en verdad para qué deseas esos archivos, lo hecho ya está hecho, pero si los quieres te los mostraré. Dime dónde quieres que nos encontremos y ahí estaré.

Era sumamente arriesgado, lo sabía. No sólo se exponía él, sino también a la muchacha a la que debía involucrar para que le pasase los archivos, pero lo haría. A ella se lo debía.

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