AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Even bad wolves can be good.
2 participantes
Página 1 de 1.
Even bad wolves can be good.
Esperó a que Leif llegase a casa. Se paseaba de un lado a otro del salón. Se detenía a revisar una vez más la cesta que había preparado. Una vela blanca. Sándalo. Romero. Cintas que había tejido, con los colores que simbolizaban la unión, el amor, la confianza y la prosperidad. Un poco de comida y una manta.
Se había puesto el vestido de novia, el mismo que había llevado en la ceremonia que la Negra se había atrevido a interrumpir. Se había dejado el pelo suelto. Y se había puesto una capa encima, que lo tapaba casi por entero.
Apenas escuchó la llegada del pirata, su corazón se aceleró. Cuando lo tuvo delante no pudo evitar sonreír, nerviosa. Como si temiera la respuesta a la pregunta que bailaba en sus labios.
-Leif... sé que la última vez no salió del todo bien, pero... ¿quieres unirte a mí, esta noche, en el bosque, sin más testigos que la luna y las estrellas? ¿Quieres casarte conmigo? Pero no como se casan los hombres y las mujeres, ni siquiera como lo hacen las damas o los piratas. Sino como lo que verdaderamente somos: una bruja y un lobo.
Leif se quedó sujetando el pomo de la puerta con la expresión del que piensa que tal vez se ha equivocado de casa. Quieto estuvo unos largos segundos en los que digería aquel recibimiento tan inesperado, pensativo aún. La capa que la cubría por completo no hacía más que despertar su imaginación, en cuyas fantasías llevaba menos ropa de la que realmente vestía. Finalmente avanzó hacia ella en silencio, serio como él solía ser, y se detuvo justo en frente.
-Estoy seguro que acabas de romper alguna ley por ser tú quien me pida matrimonio... y eso me gusta -perfiló una sonrisa pícara, acariciándole la cintura-. No esperemos más entonces.
Hubo una mezcla de felicidad y alivio en la sonrisa de la bruja, quien besó los labios del lobo antes de acercarse a la mesa y coger la cesta.
-Sé que es poco ortodoxo, pero... si voy a unirme a ti, quiero hacerlo completamente. Y eso incluye naturaleza, oscuridad y magia.
Había rebuscado todo lo necesario para completar su enlace. Conocía los pasos y, lo más importante, ardía en deseos de completarlo. No era nada complicado, unas palabras, la luz de la vela, el aroma de hierbas y todo el amor que pudiera profesarle a ese hombre, todo el que pudiera recibir de él. Cuando el sol saliera, sería completamente suya.
-Espera -dijo nada más sus labios se separaron, mirándola más profundamente. Había tenido aquella idea rondando por su mente desde el incidente de la primera boda, cuando se vieron atacados y padeció tanto la pérdida de su hija Elora, quien gracias a la bruja que tenía justo enfrente había vuelto a la vida. - ¿Recuerdas el hechizo que te pedí el día que nos conocimos? Coge lo que necesites para volver a llevarlo a cabo, esta vez será a ti a quien lleve bajo la piel - su tono de voz, como muchas otras veces, no dejaba opción alguna a negociación, era testarudo como el que más, sobretodo cuando se trataba de la seguridad de su familia.
Dudó un momento. Ese conjuro no entraba en sus planes, pero... la noche era larga y el sol todavía no había caído del todo. Tendrían tiempo. Asintió y se perdió en la cocina para añadir unos cuantos botes de cristal a la cesta, antes de ofrecérsela al pirata.
-¿Listo?
-Creo que sí... - musitó, asegurándose de que no viera la navaja casera que se había guardado en el bolsillo del kilt. Prenda que tras la primera boda no había dejado de utilizar, sobretodo por comodidad. Cargó él con la cesta y la siguió por el bosque hasta el lago, sitio muy concurrido por ambos siempre que querían estar a solas sin nadie que les molestara.
Agarrada al brazo de Leif en que no cargaba la cesta, Aletheia dirigió sus pasos hacia el lugar donde habían celebrado el intento fallido unos días antes. Todavía se notaban en el suelo y las cortezas de los árboles son signos de violencia, pero no quería cambiar de sitio, como si quisiera demostrar al mundo que no podrían hacerles huir. Su mayor miedo caminaba ahora a su lado, podía enfrentarse a todo.
-Tal vez pienses que algunas de las cosas que hagamos carecen de sentido, pero... si realmente quieres tomar todo de mí, será necesario.
-El hecho de que nos enamoráramos ya carece de sentido... - bromeó en un vano intento de alejar de su cabeza los recuerdos de aquel fatídico día. Elora había vuelto a la vida, pero él jamás podría perdonarse que ocurriera por su culpa. Era a él a quien buscaban aquella tarde, a nadie más, que su hija se interpusiera fue incluso peor, pues se suponía que él era quien debía protegerles. Volvió a la realidad cuando se detuvieron y permaneció en silencio esperando la parte del ritual místico.
-Y, sin embargo, no lo imagino de otro modo -respondió a la broma con una sonrisa. Le quitó la cesta y la dejó en el suelo. Extendió la manta que había llevado y se quitó los zapatos para pisarla. En uno de los vértices colocó la vela. En el centro dejó las cintas. Trazó con sándalo y romero un círculo alrededor del terreno acotado por la tela y le invitó a entrar a su lado. -Todavía estás a tiempo de arrepentirte -dijo, despojándose de la capa para quedar ante él sólo con el vestido de novia.
Leif observó todo detenidamente con esa sutil curiosidad que le entraba siempre que la bruja se ponía a hacer sus "cosas" de hechicería, como él lo llamaba. Concentrada y entregada la encontraba incluso más maravillosa de lo que de por sí ya era, pues no dejaba duda alguna de lo fuerte y capaz que era por sí sola de sobrevivir.
-¿Te has puesto el mismo vestido para asegurarte que no huyo? - bromeó, entrando en el círculo para darle un beso y mirarla de arriba a abajo. Lo había lavado, no quedaba rastro de la sangre de su hija. Volvía a estar tan perfecto como aquel día-. ¿Me permitirás romperlo esta vez? -le brillaron los ojos con aire travieso, ampliando la sonrisa.
-Me lo he puesto porque es mi vestido de novia, porque no creo en la superchería de que nos traerá mala suerte que lo hayas visto y porque estoy muy guapa con él y me encanta como me miras cuando lo llevo. -Meneó la cabeza. Era una pena destrozar el vestido, pero no iba a usarlo nunca más, porque no iba a volver a casarse con Leif, así que... ¿Por qué no darle el gusto? -Luego veremos. Ahora lo importante. -Le indicó con un gesto que se sentara en el suelo y ella hizo lo propio. Le tomó la mano izquierda con la suya y pasó las cintas alrededor de ambas muñecas, atándolas simbólicamente. -En esta noche, tú y yo solos, sin necesidad de más testigo que nosotros mismos y este bosque, me uno a ti, Leif. No por conveniencia ni por cubrir lo que para muchos es una falta, sino porque te amo con toda mi alma y no concibo ya una vida si tú no estás en ella. -Sin que lo tocase, el cabo que estaba en su muñeca se movió, arrastrandose por su piel hasta debajo del codo.
Leif tomó asiento intrigado. No era hombre de creer en la mala suerte de los gatos negros, pero sí le intrigaba en cierto modo todo lo relacionado con la brujería. Probablemente porque su primer encuentro con una trajo como consecuencia la maldición de la luna llena. En Aletheia confiaba plena y ciegamente, aún así el poder de lo desconocido podía inquietar a cualquier hombre por muy fuerte que fuera.
-Aletheia, eres la mujer entre mujeres, el viento que empuja mi navío. Sería un miserable si no luchara día a día por mantenerte a mi lado. No solo como esposa, sino como la compañera que jamás imaginé. Esta noche no solo te doy mi palabra de que nada nos separará, te entrego también mi corazón, pues es gracias a ti que hoy late con fuerza.
El otro cabo subió por el brazo de Leif, en una espiral que se extendía desde el codo del pirata al de la bruja, dejando sus dedos unidos atrapados bajo varias vueltas. El tejido, a todas luces normal y corriente, pareció que comenzaba a brillar por los bordes, dejando un suave calor sobre la piel que cubría. Retrocedió hasta caer inerte entre ellos, aunque la espiral seguía mostrándose rojiza y caliente sobre su piel. Como una quemadura, pero sin el dolor característico de éstas. El viento sopló, trazando un remolino alrededor que levantó el sándalo y el romero. Ale echó mano a la vela y se la ofreció a Leif para que la encendiera.
-Vamos, es la hora de los fuegos.
Leif seguía mirando todo con esa extraña expresión que mezclaba curiosidad e inquietud, tensándose un poco cuando la cinta subió sola por su brazo. Antes de coger la vela se acarició la zona marcada, intrigado, y con un yesquero encendió al fin la vela, apartando un poco la cabeza por si acaso.
Sándalo y romero ardieron, suspendidos en el aire, en la suave corriente que los envolvía, incandescentes, como brasas calientes que parecían cientos de diminutas estrellas en torno a ellos. Titilaron un poco más y cayeron, apagándose y llenando el claro de un suave olor a leña quemándose. La hechicera cogió la vela de manos del lobo y la devolvió a la esquina que ocupara anteriormente, presidiendo su unión.
-Todavía nos resta una cosa más, pero intuyo que no supondrá ningún inconveniente -murmuró al tiempo que echaba las cintas a un lado y se erguía sobre sus rodillas para echar mano a la camisa de Leif, desabrochando el primer botón-. Puedes besar a la novia.
Se quedó medio anonadado observando alrededor el baile de luces, anotándose mentalmente sacar ese tema más adelante para cuando celebraran el primer cumpleaños de su hijo. Quería lo mejor para el chico, lo que él no pudo tener. Y, en contra de todo pronóstico y totalmente inesperado viniendo de él, frenó el avance de la bruja mirándola seriamente.
-Aún no hemos acabado... Quiero que hagas ahora el hechizo de protección.
Aletheia se detuvo en seco y se echó hacia atrás, sobre sus talones.
-Leif, la magia es algo complejo cuando se trata de uniones. Te prometo que eso lo haremos mañana, pero la vela no durará eternamente y yo realmente quiero consumar este matrimonio. Así que, ¿puedes relajarte y dejar que todo siga su curso?
-¿Es importante... o más bien, es absolutamente necesario consumar con la vela encendida? ¿O es solo tu deseo el cual, no me malinterpretes, yo también comparto? -le cogió las manos mirándola fijamente-. No voy a correr más riesgos, bruja, quiero hacer esto ahora. Mañana tal vez sea demasiado tarde, como lo fue para Elora... podría serlo para uno de nosotros.
-No es un riesgo. Aquí estamos protegidos. Tú y yo aislados del mundo unas horas. -le puso las manos en las mejillas-. Cuando esa luz se apague, nuestra unión será completa. Más fuerte que un hechizo de protección. Que haremos, las veces que tú quieras, con quien quieras. -le soltó y fijó la vista en la llama-. Para esto no hay segundas oportunidades, Leif. Si me rechazas ahora lo harás para siempre. La magia tiene consecuencias, para bien y para mal.
Leif gruñó, algo habitual en él cuando algo no se hacía como él esperaba que fuera. Sin pronunciar más palabra, la cogió de la nuca para atraerla en un profundo beso. Tumbó su pequeño cuerpo en el pasto posicionándose encima, pues solo la necesitaba a ella y ese par de brillantes ojos para encenderse más intenso que esa maldita vela.
La cera se consumió y ahogó la llama cuando apenas quedaban tres centímetros de vela por desaparecer. No se dieron cuenta hasta bastantes minutos después, porque desde el momento que su unión fue completa ya carecía de importancia. Todavía con el sabor de los últimos besos, Aletheia se separó de Leif.
-Ya no puedes escapar de mí, Paine.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Even bad wolves can be good.
-¿Quién ha dicho que quiera escapar...? - susurró con una sonrisa de satisfacción aún bailando en su rostro. Estaba tranquilo, en paz, abrazado a la mujer que amaba tras un coito que había logrado alejar los miedos que había llevado consigo hasta ese claro del bosque. Dejó que el tiempo corriera algunos minutos más para disfrutar del tierno silencio que les abrazaba tras volcarse mutuamente todo el amor que se tenían, sin embargo no había olvidado su deseo extra en aquella segunda y definitiva boda. Porque no importaba cuántas veces Aletheia le asegurara que estarían a salvo, incluso habiendo puesto protecciones alrededor del territorio. No. Ya había probado el dolor de una pérdida cercana y, aunque podría sobrevivir a la muerte de un hijo, perderla a ella era inconcebible.
Se incorporó, aún sentado manteniendo su cuerpo bien pegado, y la miró serio a los ojos. - Aletheia... has visto con tus propios ojos cómo la oscuridad me arrastró por la muerte de Elora. En parte por la culpa, pero sobretodo por el sentimiento que tengo hacia ella... y créeme que no la quiero ni la mitad de lo que te quiero a ti - solo la soledad e intimidad que aquel recóndito lugar les ofrecía le permitió hablar abiertamente de sus sentimientos y miedos -. Mis votos han sido más sinceros que nada de lo que pueda salir de mis labios jamás... Lo eres todo para mí. Si pude sobrevivir hasta ahora fue porque no te conocía, pero ahora que te tengo a mi lado sé del cierto que, de perderte, no podría volver a vivir. No sin ti. Nuestros hijos crecerán, la familia aumentará, pero tú seguirás siendo el único viento que empujará mi barco. Y no hace falta ser pirata para saber lo que le ocurre a un navío sin viento que sople su rumbo...
Alargó el brazo para alcanzar el kilt y sacó del bolsillo delantero la navaja. La puso en la palma de la mano de la bruja y se la cerró para que la sostuviera con firmeza. - Quiero que ates mi vida a la tuya. Si tú mueres, yo muero contigo. Para mí ya no existe un "yo", ni volverá a existir, es y será siempre "nosotros". Así que no dejes que tu pulso tiemble. Haz tu magia como ya la hiciste en el pasado y ancla mi corazón a tus aguas... - él mismo cogió un cabello de la bruja para el hechizo, recordando cuando lo hizo para Elora, y la besó una vez más en los labios dándole la fuerza necesaria para que llevara aquello a cabo.
Se incorporó, aún sentado manteniendo su cuerpo bien pegado, y la miró serio a los ojos. - Aletheia... has visto con tus propios ojos cómo la oscuridad me arrastró por la muerte de Elora. En parte por la culpa, pero sobretodo por el sentimiento que tengo hacia ella... y créeme que no la quiero ni la mitad de lo que te quiero a ti - solo la soledad e intimidad que aquel recóndito lugar les ofrecía le permitió hablar abiertamente de sus sentimientos y miedos -. Mis votos han sido más sinceros que nada de lo que pueda salir de mis labios jamás... Lo eres todo para mí. Si pude sobrevivir hasta ahora fue porque no te conocía, pero ahora que te tengo a mi lado sé del cierto que, de perderte, no podría volver a vivir. No sin ti. Nuestros hijos crecerán, la familia aumentará, pero tú seguirás siendo el único viento que empujará mi barco. Y no hace falta ser pirata para saber lo que le ocurre a un navío sin viento que sople su rumbo...
Alargó el brazo para alcanzar el kilt y sacó del bolsillo delantero la navaja. La puso en la palma de la mano de la bruja y se la cerró para que la sostuviera con firmeza. - Quiero que ates mi vida a la tuya. Si tú mueres, yo muero contigo. Para mí ya no existe un "yo", ni volverá a existir, es y será siempre "nosotros". Así que no dejes que tu pulso tiemble. Haz tu magia como ya la hiciste en el pasado y ancla mi corazón a tus aguas... - él mismo cogió un cabello de la bruja para el hechizo, recordando cuando lo hizo para Elora, y la besó una vez más en los labios dándole la fuerza necesaria para que llevara aquello a cabo.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 223
Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Even bad wolves can be good.
Por un momento, Aletheia pensó en intentar convencer a Leif de que aquello no era necesario, porque la unión que habían establecido entre ellos con esa boda era más fuerte que cualquier otro conjuro que pudiera emplear. Mucho más que una unión de almas, porque ambos se habían entregado plena y voluntariamente. Sus vidas estaban atadas, sus almas enlazadas para siempre. Podían vivir el uno sin el otro, desde luego, pero esa unión no se rompería jamás. Incluso cuando uno de los dos muriera, el otro podría seguir con su vida, pero habría perdido a su compañero y eso sería algo que siempre estaría ahí, una sombra intangible, un sentimiento remoto, una paz en el recuerdo.
Le miró a los ojos y supo que no iba a quedarse tranquilo hasta que no lo hiciera, así que, ¿qué más daba? El conjuro que le pedía no afectaría a su unión, que era mucho más fuerte. Y tampoco le permitiría saber con mayor precisión si estaba en peligro, porque eso ya podía saberlo a través del vínculo que les unía ahora. Pero si Leif se quedaba más tranquilo, ella se lo concedería.
Se arrodilló sobre la manta, entre las piernas de Leif, sentada sobre sus talones. La vez anterior que había hecho aquel conjuro también acababan de hacer el amor, la primera vez. Aquella había sido la primera vez como su esposa.
-Bien, pero como necesito que estés realmente muy quieto, tendrás que aguantar que te hechice. ¿Podrás soportarlo? –cuestionó, poniendo la mano en su mejilla y besando sus labios.
Preparó la infusión de hierbas y anudó un cabello de cada uno que luego redujo a apenas una fibra de un centímetro que permanecería bajo la piel de Leif. Cuando llegó el momento de atravesar su carne para colar esa unión mágica en su interior, Aletheia le hizo tumbarse sobre la manta y se acomodó a horcajadas sobre él, el puño cerrado con los cabellos, el puñal en la otra mano.
Se inclinó hacia adelante para hablarle al oído.
-Relájate y confía en mí. Todo va a salir bien.
Su siguiente susurro fue el conjuro que impedía al lobo moverse, como si todo su cuerpo se hubiera convertido en dura piedra. No podía mover nada a voluntad, más allá de los ojos o la lengua. Hasta le costaría hablar. Pero su cuerpo sí respondía involuntariamente a las caricias de Aletheia, quien se recreó a besos y mordiscos por su cuello, hacia su hombro, por su pecho, mostrándose ante él liberada y dueña del momento, cabalgándole con una lentitud tortuosa, dejando caer la cabeza hacia atrás al tiempo que se mordía el labio, mientras la escalada de placer recorría ambos cuerpos.
Clavó la mirada en Leif cuando supo que el momento de la dulce liberación se acercaba. Su puño cerrado hizo fuerza contra el pecho inmóvil de Leif mientras su otra mano, empuñando con firmeza el puñal, rasgaba la carne. Sus dedos empujaron los cabellos entre la sangre que manaba de la herida abierta. Esa misma palma presionó la herida en el momento final, sintiendo la descarga de magia entre sus dedos para cerrar la brecha.
El fluir de la magia por sus venas y la sensación de Leif llenando su cuerpo en aquella intimidad era sublime. Dudaba que hubiera una sensación igual en el mundo. Si tuviera que describir la felicidad, sería ese preciso momento.
Rendida, acarició la mejilla de Leif con los dedos ensangrentados y rompió el conjuro que le apresaba.
-Te amo, Leif. Mi compañero, mi pirata… mi lobo.
Le miró a los ojos y supo que no iba a quedarse tranquilo hasta que no lo hiciera, así que, ¿qué más daba? El conjuro que le pedía no afectaría a su unión, que era mucho más fuerte. Y tampoco le permitiría saber con mayor precisión si estaba en peligro, porque eso ya podía saberlo a través del vínculo que les unía ahora. Pero si Leif se quedaba más tranquilo, ella se lo concedería.
Se arrodilló sobre la manta, entre las piernas de Leif, sentada sobre sus talones. La vez anterior que había hecho aquel conjuro también acababan de hacer el amor, la primera vez. Aquella había sido la primera vez como su esposa.
-Bien, pero como necesito que estés realmente muy quieto, tendrás que aguantar que te hechice. ¿Podrás soportarlo? –cuestionó, poniendo la mano en su mejilla y besando sus labios.
Preparó la infusión de hierbas y anudó un cabello de cada uno que luego redujo a apenas una fibra de un centímetro que permanecería bajo la piel de Leif. Cuando llegó el momento de atravesar su carne para colar esa unión mágica en su interior, Aletheia le hizo tumbarse sobre la manta y se acomodó a horcajadas sobre él, el puño cerrado con los cabellos, el puñal en la otra mano.
Se inclinó hacia adelante para hablarle al oído.
-Relájate y confía en mí. Todo va a salir bien.
Su siguiente susurro fue el conjuro que impedía al lobo moverse, como si todo su cuerpo se hubiera convertido en dura piedra. No podía mover nada a voluntad, más allá de los ojos o la lengua. Hasta le costaría hablar. Pero su cuerpo sí respondía involuntariamente a las caricias de Aletheia, quien se recreó a besos y mordiscos por su cuello, hacia su hombro, por su pecho, mostrándose ante él liberada y dueña del momento, cabalgándole con una lentitud tortuosa, dejando caer la cabeza hacia atrás al tiempo que se mordía el labio, mientras la escalada de placer recorría ambos cuerpos.
Clavó la mirada en Leif cuando supo que el momento de la dulce liberación se acercaba. Su puño cerrado hizo fuerza contra el pecho inmóvil de Leif mientras su otra mano, empuñando con firmeza el puñal, rasgaba la carne. Sus dedos empujaron los cabellos entre la sangre que manaba de la herida abierta. Esa misma palma presionó la herida en el momento final, sintiendo la descarga de magia entre sus dedos para cerrar la brecha.
El fluir de la magia por sus venas y la sensación de Leif llenando su cuerpo en aquella intimidad era sublime. Dudaba que hubiera una sensación igual en el mundo. Si tuviera que describir la felicidad, sería ese preciso momento.
Rendida, acarició la mejilla de Leif con los dedos ensangrentados y rompió el conjuro que le apresaba.
-Te amo, Leif. Mi compañero, mi pirata… mi lobo.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Re: Even bad wolves can be good.
Era consciente cuán importante era el vínculo que acaban de crear con aquella boda íntima -o secreta. Conocía el poder de la magia gracias al tiempo que llevaba con la bruja que, si bien no era mucho a comparación de los que cargaba en la espalda, sí lo suficiente para aprender. No obstante, no era suficiente. Leif no iba a estar siempre ahí, tenía funciones que llevar a cabo, de modo que aquel hechizo extra que le estaba pidiendo era la campana del peligro. Un solo pelo que rozaran a su bruja y él se enteraría. Y que se preparara quien fuera que hubiera osado tocarla. Quería a sus hijos, eran su familia, pero el sentimiento que había nacido hacia la bruja era algo que iba mucho más allá de cualquier amor. Mas no era el peligro lo que le preocupaba. Podía olerlo a kilómetros. No. Lo que no soportaría sería vivir una vida sin ella. Si Aletheia moría, él iba detrás. Aquella era su máxima declaración de sentimientos.
Quedarse inmóvil no parecía un gran problema. Podía hacerlo sin hechizo, pero si ella iba a quedarse más tranquila, adelante. Lo que no se esperaba era que su bruja, aquella mujer de finos modales y buenas intenciones dejara salir en ese instante su lado más pícaro. Simplemente no podía creérselo. ¿Estaría soñando? De haber sido cualquier otra persona se habría cabreado, pero no con ella. Era incapaz de enfadarse con ella y menos viendo sus intenciones. Ladeó una sonrisa maliciosa, dudando que se hubiera dibujado en su rostro debido a su estado, pero el brillo en sus ojos era inconfundible. Le mostró los dientes en un gruñido ronco, dejando en claro que estaba esforzándose por moverse y tumbarla contra el suelo para acabar lo que había empezado, pero era incapaz de mover un solo músculo. Se sintió frustrado, pero decidió disfrutarlo.
Maldita lentitud y maldita la bruja que tenía encima. Cálida, húmeda, ansiaba clavar los dedos en la carne firme de sus muslos, sus pechos, rasgar su espalda de arriba a abajo, mas solo podía observarla y deleitarse con la erótica imagen que le ofrecía. El deseo se encendió en sus ojos, negros de tan dilatadas que tenía las pupilas, y las venas de su cuello empezaban a marcarse por el esfuerzo de querer moverse.
Nunca pensó que pudiera ser 'sensible' al dolor. Había soportado mucho durante su largo recorrido. Sin embargo, en el momento que la daga, su propia arma, se abrió paso por la carne de su pecho un ronco gemido escapó de sus entrañas abriendo al máximo los ojos totalmente extasiado de placer. Los movimientos lentos habrían tardado mucho más en llevarle al orgasmo, la daga había acelerado el camino y nada pudo hacer cuando finalmente se corrió en sus entrañas, llenándola con un largo y gutural jadeo mientras cerraba los ojos presa del placer.
Libre al fin, sonrió ante sus palabras y no le permitió soltar ni una más. Le cogió la cintura con fuerza y, sin salirse de su interior, le dio la vuelta quedando él encima. - Y ahora viene el castigo por tan malvado acto... - susurró con la voz grave antes de morderle el cuello y hacerle el amor hasta que alguien les encontrara o el sol saliera.
Quedarse inmóvil no parecía un gran problema. Podía hacerlo sin hechizo, pero si ella iba a quedarse más tranquila, adelante. Lo que no se esperaba era que su bruja, aquella mujer de finos modales y buenas intenciones dejara salir en ese instante su lado más pícaro. Simplemente no podía creérselo. ¿Estaría soñando? De haber sido cualquier otra persona se habría cabreado, pero no con ella. Era incapaz de enfadarse con ella y menos viendo sus intenciones. Ladeó una sonrisa maliciosa, dudando que se hubiera dibujado en su rostro debido a su estado, pero el brillo en sus ojos era inconfundible. Le mostró los dientes en un gruñido ronco, dejando en claro que estaba esforzándose por moverse y tumbarla contra el suelo para acabar lo que había empezado, pero era incapaz de mover un solo músculo. Se sintió frustrado, pero decidió disfrutarlo.
Maldita lentitud y maldita la bruja que tenía encima. Cálida, húmeda, ansiaba clavar los dedos en la carne firme de sus muslos, sus pechos, rasgar su espalda de arriba a abajo, mas solo podía observarla y deleitarse con la erótica imagen que le ofrecía. El deseo se encendió en sus ojos, negros de tan dilatadas que tenía las pupilas, y las venas de su cuello empezaban a marcarse por el esfuerzo de querer moverse.
Nunca pensó que pudiera ser 'sensible' al dolor. Había soportado mucho durante su largo recorrido. Sin embargo, en el momento que la daga, su propia arma, se abrió paso por la carne de su pecho un ronco gemido escapó de sus entrañas abriendo al máximo los ojos totalmente extasiado de placer. Los movimientos lentos habrían tardado mucho más en llevarle al orgasmo, la daga había acelerado el camino y nada pudo hacer cuando finalmente se corrió en sus entrañas, llenándola con un largo y gutural jadeo mientras cerraba los ojos presa del placer.
Libre al fin, sonrió ante sus palabras y no le permitió soltar ni una más. Le cogió la cintura con fuerza y, sin salirse de su interior, le dio la vuelta quedando él encima. - Y ahora viene el castigo por tan malvado acto... - susurró con la voz grave antes de morderle el cuello y hacerle el amor hasta que alguien les encontrara o el sol saliera.
Leif Paine- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 223
Fecha de inscripción : 01/04/2016
Localización : Bosques
Re: Even bad wolves can be good.
Rendidos, desnudos y abrazados los encontró el amanecer. El frío de momentos antes al despuntar el día había hecho que la bruja se acurrucara contra la piel caliente del lobo. Su protector abrazo, su olor salvaje, su imponente aura la hacían sentir segura.
Abrió los ojos y sonrió. Puede que no tuvieran un acta matrimonial, pero su vínculo era más fuerte e inquebrantable. Era su esposa. La señora Paine. Se rio sola, suavemente, sólo de pensarlo.
Liberándose del brazo que retenía su cuerpo, buscó su vestido. Sería suficiente para cubrir su vergüenza en el trayecto a casa, pero desde luego, ya no podría llamarse vestido nunca más, porque los desgarros en algunas zonas eran irreparables. El forro se deshilachaba, el encaje estaba hecho pedazos. ¿Qué importaba? Leif había querido romperlo y ella había consentido. Después de todo, era el vestido que había comprado para casarse con él, para que él se lo quitara la noche de bodas de la forma que quisiera, para no ser usado nunca más, con nadie más.
-Leif… -dijo en voz baja, aunque sabía que él se despertaría-. Tu hijo y yo tenemos hambre. Y quiero vestirme apropiadamente. Volvamos a casa.
Casa. No su vivienda en París, no. Casa, esa cabaña que aun necesitaba mucho trabajo pero que iba a convertir en un hogar.
Además, quería escribir a su padre, porque necesitaba su influencia y sus contactos para poder tener en regla todos los documentos que acreditaran que, efectivamente, dejaba de estar bajo la autoridad de su padre, para pasar a estar bajo la de su marido.
Marido… Sonaba tan extraño referirse así a un hombre como Leif Paine.
Abrió los ojos y sonrió. Puede que no tuvieran un acta matrimonial, pero su vínculo era más fuerte e inquebrantable. Era su esposa. La señora Paine. Se rio sola, suavemente, sólo de pensarlo.
Liberándose del brazo que retenía su cuerpo, buscó su vestido. Sería suficiente para cubrir su vergüenza en el trayecto a casa, pero desde luego, ya no podría llamarse vestido nunca más, porque los desgarros en algunas zonas eran irreparables. El forro se deshilachaba, el encaje estaba hecho pedazos. ¿Qué importaba? Leif había querido romperlo y ella había consentido. Después de todo, era el vestido que había comprado para casarse con él, para que él se lo quitara la noche de bodas de la forma que quisiera, para no ser usado nunca más, con nadie más.
-Leif… -dijo en voz baja, aunque sabía que él se despertaría-. Tu hijo y yo tenemos hambre. Y quiero vestirme apropiadamente. Volvamos a casa.
Casa. No su vivienda en París, no. Casa, esa cabaña que aun necesitaba mucho trabajo pero que iba a convertir en un hogar.
Además, quería escribir a su padre, porque necesitaba su influencia y sus contactos para poder tener en regla todos los documentos que acreditaran que, efectivamente, dejaba de estar bajo la autoridad de su padre, para pasar a estar bajo la de su marido.
Marido… Sonaba tan extraño referirse así a un hombre como Leif Paine.
Aletheia Brutus- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 274
Fecha de inscripción : 18/01/2017
Edad : 254
Temas similares
» Wolves Without Teeth | Privado
» So this is the Time To Say good Bye
» Nothing better than a good lie [privado]
» The good in me, the child within.
» Time to say Good bye! u_u
» So this is the Time To Say good Bye
» Nothing better than a good lie [privado]
» The good in me, the child within.
» Time to say Good bye! u_u
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour