Las historias del infierno encarnadas

por **Santhiago Morel** Miér Abr 25, 2018 11:07 pm

Noche de tormentas, los cielos braman en furia porque en esta ocasión dos titanes se batirán en un duelo a muerte, los colmillos se muestran cuando al corbata oscura ajusta el traje negro de aquel caballero, los guantes agitan la capa que es impedida avanzar cuando los dedos sostienen la cabeza de un león de un bastón que es la mejor ayuda que puede pedir en noches como esta. La carroza de la muerte avanza con el tropel de los caballos que son los portadores de la muerte, el camino avanza mientras suavemente se llega hasta la mansión, lujoso lugar donde varios de su espécimen se han reunido por una invitación especial donde el objetivo es la anfitriona.

Las apuestas ya están hechas y solo la partida de ajedrez que el espera que se dé es la que le interesa. A la puerta de la ostentosa mansión una copa de sangre le espera que rechaza con mucha sutileza, se adentra cautelosamente a las fauces del lobo donde muchos vampiros inclinan a la cabeza al recién llegado, un sombrío saludo al que él sonríe con desgano y aburrimiento, cansado de todo se acerca a él dos caballeros vestidos en tonos bicolores en blanco y negro con la sonrisa falsa de una inexistente amistad.

–Vaya Morel, no pensé verte esta noche, te ves bien, aunque algo demacrado ¿no has bebido suficientes cuellos?–

–Dejalo, Morel solo bebe de jovencitas vírgenes–

–Nada de eso caballeros, solo se elegir las mejores presas en esta vida, no como ustedes que van con cualquier proyecto de cena–

Los tres caballeros estallan en risas cuando anuncian que pronto llegará la anfitriona, aunque él ya la conoce solo sonríe aguardando pero no en la sala donde todos la esperan a ella, sube por las escaleras traseras hasta las habitaciones sobre todo aquel cuyo aroma solo destila veneno, ira y mucho prepotencia, aquel aroma que tanto lo conoce, toca al puerta e ingresa, sin esperar respuesta alguna, sin esperar que aquella mujer abra la puerta.

–Vaya, que es de mala educación hacer esperar a los invitados, los mismos que han esperado por usted una hora, no yo claro porque no soy de degustar este tipo de presentaciones, sobre todo viniendo de ustedes, los perros de la camarilla– alza la copa arrojándola sobre aquel vestido que reposa en la cama.