Notas melancólicas - Hermanos Grant - varios participantes

La mansión de su hermano, era muy bonita, se notaba la mano de una mujer, una dama delicada a la que le gustaban las flores, los días soleados, la música, y que por los instrumentos que existían en la sala de música, era una virtuosa en ello. Podría entender la angustia de su pequeño sobrino Cedric, pues él también había tenido un lazo estrecho con su madre, y aquel lugar, en el que cada rincón hablaba de la ausencia, le producía una gran melancolía. Pues era en cierta forma, volver a sentir la angustia y la tristeza de una pérdida irreparable, de un vacío imposible de llenar.

Había estado con su sobrino, sentados en la biblioteca, - lugar que Gian adoraba - y allí, el pequeño había logrado expresar sus verdaderos sentimientos hacia con su padre. Cedric, detestaba el trabajo que su padre, y deseaba con todas las fuerzas que éste le escuchara, para sí dejar esa vida que solo había traído dolor a su familia.  Gian se mantenía callado, solo observando el rostro bañado en lágrimas de su sobrino, asintiendo de vez en vez, alguno de los comentarios que éste hacía.  Fue entonces que el pequeño le preguntó - ¿Acaso, mi padre, no se da cuenta que todo lo que hemos vivido, ha sido por culpa de la inquisición? -, Gian elevó la mirada, enarcó una ceja, y se preguntó cómo ese pequeño podía pensar como un adulto. Entonces supo la respuesta a lo que Cedric dijera, - es por tí, pequeño… es por ese don que aún no logras desarrollar, pero que con el tiempo te pondrá en la mira de los inquisidores - Caviló.  Gian no necesitaba ser un sobrenatural, para intuir que su sobrino poseía algún tipo de hechicería, - de nuestra familia no es, tal vez la esposa de Eghon lo sea - suspiró, al entender mejor la situación, pues si la inquisición había capturado a su cuñada, ésta, seguramente habría sucumbido ante las terribles torturas que por más de cuatro siglos, se usaban contra los hechiceros, por parte de la organización.

Tras calmar un poco el ánimo del pequeño, y dejarlo al cuidado de su institutriz, Gian, se dirigió a la sala de música, allí, se sentó al piano, y pasó parte de la tarde tocando un hermoso tema que había escuchado hacía poco, necesitaba que la mansión, tuviera otra atmósfera, algo más liviana para que tanto su hermano y el pequeño Cedric, pudieran encontrar paz. Cuando el atardecer comenzaba a entrar por el ventanal abierto, mientras continuaba tocando, la doncella se acercó a traer un candelabro, encendiendo las luces de gas, - no lo haga - le pidió - con la luz de las velas estará bien -, la doncella solo asintió,apagó las luces y se retiró. Gian, suspiró, tiró su cabeza hacia atrás, haciendo que las lágrimas se deslizaron por sus mejillas. En la oscuridad, él parecía un alma en pena, un hombre, que no podía dejar ir su dolor.