Llama nocturna [libre]

Llevaba ya un par de semanas de regreso en París y había comenzado a adaptarme a la mansión Foissard y a mi nuevo puesto de institutriz, aunque aún me sentía algo nerviosa por la inminente partida de los amos de la mansión. Esta me dejaría totalmente a cargo del pequeño y único hijo del matrimonio y parte de mi todavía no estaba del todo segura de poder manejar esa responsabilidad, aunque por supuesto, no lo dejé entrever cuando se me anunció que mis patrones saldrían de viaje la siguiente semana.

Afortunadamente cuando me asomé a la ventana de mi habitación y saqué la cabeza para respirar el aire que las ramas de los árboles anexos hacían llegar a mis pulmones no pude evitar sonreír ante la perspectiva de que la presente fuese una tarde de domingo. Inspiré profundamente el aire que hacia mi mecían las ramas cercanas refrescándome el rostro, y dado que contaba con esta breve pausa para alejarme de mis obligaciones decidí que ya era el momento de visitar la ciudad y echar un vistazo a mi alrededor.

Al cabo de un rato me encontré deambulando por las animadas calles, no estaba muy segura de adonde dirigirme pero poco a poco me fui adentrando en las actividades que para nada eran escasas. París bullía de peatones, movimiento y algarabía, aunque paradójicamente eso lograba que me percatara la falta que me hacía algo de compañía, darme el sencillo gusto que podría acarrear el intercambio de palabras con alguien que al menos por un breve lapso diera la impresión de estar interesado en lo que tenía que decir.

La tarde comenzaba a caer dando paso a la noche en medio de un clima grato de primavera. Mis pies terminaron llevándome a un establecimiento que aún sin un letrero a plena vista dejaba entrever a las claras que no era otra cosa más que una taberna. Iba a pasar de largo cuando me detuve pensándolo de nuevo y sin poder resistir la tentación. Una dama de bien no debería ni remotamente pensar en poner pie en el lugar pero no veía entre mis andanzas la menor posibilidad de dedicarme a una actividad más respetable como alternativa, como asistir a un club de lectura o reunirme con un grupo de damas a tomar el té.

Por otro lado, en mi bullía esa incansable necesidad de curiosearlo todo, y no tenía por qué meterme en ningún lío de ninguna clase… Mi mente ya me estaba convenciendo de la inocencia de mi acto por lo que alcé la capucha de la capa que llevaba sobre mis hombros para cubrir mi rostro, crucé la calle y atravesé la puerta de una vez.

Tan pronto entré miré a mi alrededor y me decidí por una mesa en pegada a una ventana que permitía una mirada a esa área de la ciudad.

Tomé asiento y mientras esperaba que se acercase algún cantinero que pudiera aconsejarme que tomar, mis ojos deambularon por el recinto deteniéndose en alguno que otro de los presentes. No esperaba iniciar una conversación pero al menos escuchaba las voces ajenas y algunas risotadas que ocasionalmente se hacían escuchar provocadas por el alcohol…

Apoyé mi rostro sobre mi codo, ya sabía que no era de buena educación, pero así refrenaba mis impulsos de ponerme de pie y saludar a quien fuera, de provocar una reacción de algún tipo.

Mis pensamientos deambulaban y mi mano libre jugaba a atrapar la pequeña llama de la vela que adornaba la mesa, haciéndola desaparecer entre mis dedos por segundos y liberándola pasados estos al arder más brillante y un poco más alta de lo que debía de ser, al desprender mi magia de forma sutil, como único indicativo de aquellas habilidades que la aparente apatía despertaba tornándola inquieta.