The crazy witch // Privado - Hansel

Se había pasado la mañana afilando las hojas de sus armas y las de su hermano, rellenando de pólvora los casquillos de bala y aceitando los cañones, puliendo las culatas y empuñaduras antes de revestirlas de cuero viejo, pero en buen estado, lo justo para que no se deslizaran de sus manos cuando estuvieran sudorosas por la pelea.  Observó sus dedos, los callos que había en ellos y sus palmas, fruto de las luchas y del trabajo manual que se daba. Alzó la cabeza y vio su reflejo en la venta, el día estaba nublado y había más luz en el interior de la casa que fuera, iluminada como estaba la estancia por las teas. Su cabello maltrecho, su expresión de ceño fruncido por estar concentrada. La risa de una joven en el exterior rompió el silencio que la rodeaba. Se alzó, acercándose a observar la escena que tenía lugar fuera y lo que se veía hizo que a Gretel le rechinaran los dientes. Ahí estaba de nuevo aquella sirvienta rubia y de ojos verdes empeñada en reírle las gracias a Hansel, en tomarse unas confianzas que no le correspondían al cogerle del brazo y pegar a este sus dos enormes tetas. Gruñó furibunda y el suelo tembló de repente. Había aprendido hacía mucho tiempo a controlar su poder, pero en momentos como ese, se cegaba de tal manera que ni se molestaba en ponerle freno a su energía. Se tambalearon las paredes, los cuadros se torcieron, algunos objetos cayeron al suelo y otros se rompieron en mil pedazos al precipitarse de los muebles.

Su hermano elevó el rostro y los orbes de ambos se encontraron. Ella dio varios pasos hacia atrás, hasta desaparecer del campo de visión del lobo. Ya nada se movía, sólo su pecho que agitado subía y bajaba con el corazón desbocado y lleno de rabia. Se apoyó con ambas manos en la mesa, llena de armas, algunas montadas y otras por piezas. Deslizó la mirada por todas ellas y se centró en contarlas, en encajarlas en su mente. Así se calmaba, pensando en otras cosas, calculando, usando la parte de su cerebro que nada tenía que ver con los hechizos y encantamientos. Las ciencias resultaban útiles, también la historia y por ello a veces recitaba sucesos encadenando sus fechas.

Llamaron a la puerta. Clavó sus orbes en ésta, sabiendo que no era su gemelo el que aguardaba al otro lado, porque él entraría sin pedir permiso como llevaba haciendo toda la vida. -¿Quién es?- Reconoció la voz que respondió e inmediatamente abrió, encontrándose con Senda, la única amiga que tenía además de su hermano, con el brazo destrozado y sangrando. Tenía el labio reventado y un ojo amoratado. -¿Qué diablos ha ocurrido?- Pasó su brazo bajo el ajeno y la ayudó a entrar, porque iba renqueando de la pierna izquierda y un torniquete le apretaba el muslo. La sentó en la silla y se agachó a atender sus heridas con algo de alcohol que sacó del mueble bar y unos trapos limpios, mientras, ella le contaba lo ocurrido, al parecer la habían acorralado dos mutados y por poco no le quitaban la vida, pero por suerte una explosión en las minas les había distraído el tiempo suficiente para que ella escapara. -Malditos cabrones. Pagarán por esto, te lo prometo.- Dijo fijando sus orbes ahora brillantes en los de su compañera, mientras le rehacía el torniquete. En aquel instante llegó su gemelo y, como era de esperar, entró sin llamar, encontrándose con la escena.

Velkan me había hecho llamar aquella mañana, su gesto sombrío, como últimamente lo mantenía, dejaba claro que la situación no había mejorado un ápice desde la última luna de sangre. Apostados a las orillas del rio y bien resguardados por uno de los bosques mas septentrionales, los Garou, como se hacían llamar, se habían instalado y al parecer para quedarse. Controlados por su líder, algo así como una especie de rey loco llamado Hiena, ya podíamos imaginar porque, creaban el caos por allá donde pasaban.
No eran licanos normales, parecían estar mutados por una especie de virus, una variación genética de la propia licantropía.
Así que su conversión mas que parecerse a la de un lobo normal era mas monstruosa.

Mi tío había tratado de dialogar con ellos en muchas ocasiones mas parecían no estar dispuestos a atender a razones, funcionaban como depredadores nómadas, formaban manadas que se movían de un lado a otro acabando con la riqueza de los bosques hasta que en ellos nada quedaba.
Eran caníbales, poco les importaba si eran humanos, incluso licanos de lo que se alimentaban, carroñeros como hienas atacaban todos en grupo y pocas eran las veces que podías pillarlos solos por algún motivo.

Velkan me había pedido que localizara su maldita madriguera, se reproducían como conejos y por los rumores que no habían llegado Hiena se había reproducido hacía poco con una de sus “hembras” así que si esa camada salía adelante se instaurarían allí por demasiado tiempo, teníamos que empujarlos fuera de nuestras tierras, asediarlos, matarlos, conseguir eliminar esa maldita plaga.

Regresaba a casa cuando la sirvienta cargada con un cubo de agua para alimentar el ganado se cruzó en mi camino, era una rubia bonita de escote generoso y ojos felinos que conmigo al menos era muy simpática.
Me ofrecí a llevarle el pozal mientras esta se afianzaba a mi brazo con una sonrisa amplia y sus tetas a mi brazo bien pegadas.

Fue entonces cuando la tierra se sacudió, elevé la mirada para golpear con ella la mirada de mi furibunda hermana que debía estar menstruando.
-Lo siento, peor el deber me llama -le dije a la rubia guiñándole un ojo.
Esta insistió en que me quedara, no tardé demasiado aunque al parecer si lo suficiente como para distraerme de la puerta, pues una amiga de Gretel se había colado en casa, estaba herida.
-Los mutados -gruñí tensando el gesto sin ni siquiera escuchar la historia. Hay que echarlos de Rumanía o nada quedara para nosotros los licanos.
Eso por no decir que la inquisición siempre andaba alerta, si las hienas empezaran sus matanzas estos no distinguirían entre licano bueno o malo, solo les valdría el licano muerto.

En cuanto la silueta de su hermano se dibujó frente a sus ojos, Gretel tensó el gesto, apretando la mandíbula. Fue la caricia de Senda en el dorso de la mano lo que hizo que se calmara un poco, porque de no ser por ella le estaría saltando a la yugular al conquistador del licántropo. Su amiga era la única que sabía lo que la hechicera sentía por Hansel y se eso había convertido su relación en algo aún más cercano. Era aquella persona en la que más confiaba, además de ese lobo que estaba plantado en el umbral de la puerta. -Me da igual lo que diga Velkan, paso de ir de buenas, Hansel. No después de esto.- Señaló las heridas de su compañera al levantarse y recogió las cosas que había utilizado para tratarlas. Su hermano no era precisamente el sensato de los dos y aunque sabía que en la charla con su tío éste le habría pedido algo referente a los mutados, dudaba mucho que fuera aniquilarlos a todos. Pero eso era lo que ella deseaba hacer y lo que pretendía. -Voy a recoger provisiones y armas. Partiré en media hora, ¿te apuntas?- Clavó sus orbes en los foráneos.

Incluso antes de que éste le diera una contestación, ella ya estaba sacando un macuto del armario y llenándolo con las pistolas, dagas y otros utensilios que había estado arreglando y preparando antes de la llegada de Senda a su estancia. Esperaba que él se uniera a su viaje, a su misión, pero si no lo hacía, partiría sola y decepcionada. Dolida. Soltó un gruñido al pasar junto a Hansel para arrodillarse de nuevo frente a su amiga. -Quiero que te quedes aquí. Haré llamar al doctor para que mire a fondo esas heridas, ¿de acuerdo? Al guapo.- Comentó, intentando darle un toque de humor al asunto para que Senda dejara de mirarla con el ceño fruncido y los labios apretados. -Volveré con sus dientes colgando del cuello, te lo prometo.- Besó la frente ajena al erguirse y se situó bajo el umbral junto al licántropo. -Mueve el culo y ven conmigo, si no estás muy ocupado con las sirvientas.- Gruñó de nuevo al enfilar el pasillo en dirección a la cocina.

Rodé los ojos poniéndolos en blanco cuando mi hermana, no necesariamente la mas impulsiva de los dos, aseguró que le importaba una soberana mierda lo que nuestro tío nos pidiera, que ella iba a convertirlos en cenizas a todos y cada uno de esos mutados.
Tras ella moví los labios cuando no me veía imitando su hablar y andar mientras la amiga se reía por como ambos hacíamos el ganso, claro que esta, que como buena bruja parecía tener un ojo en el culo se giró y me atizó una colleja que me hizo llevar la diestra al lugar removiendome el pelo.
-Esta menstruando -aseguré arrugando la nariz mientras esta airada fruncía el entrecejo preparando sus armas.

Tras atender a su amiga y asegurar llamaría al doctor para que esta pudiera estar bien atendida y paliar su dolor, llegó el verdadero kit de la cuestión.
“Mueve el culo y ven conmigo, si no estás muy ocupado con las sirvientas.-”
Ladeé la sonrisa cargando con la ballesta a mi espalda y armándome hasta los dientes mientras mi hermana con los brazos en jarra me esperaba. Me gustaban sus ataques de celos, lo admitía, era algo que me hacía ver que le importaba, aunque fuera solo como la protectora hermana que conmigo era.
-¿no quieres sobrinos? -pregunté al pasar por su lado sin poder borrar la sonrisa de medio lado.

También ella había dicho que ese medico era guapo, el muy cretino no sabía sujetar una espada y sin embargo mi hermana se fijaba en él como si fuera digno de emparentarse con mi linaje.
-mas te vale que te centres hermanita -dije dándole un azote en el trasero -las hienas estas ademas de reírse saben morder bien.
Nuestro tío dice que su líder se ha apareado con una de sus hembras -alcé la ceja un par de veces -este cabrón si se lo monta bien con la poligamia, en definitiva, que hay que darles muerte a la fémina y sus cachorros.

Los comentarios de su hermano no hicieron sino ofuscarla más y, aunque Senda se reía por como ambos se llevaban, sabía que Gretel estaría furiosa y no podía culparla, pero no por ello se volvía comedida con las sonrisas cómplices que le dedicaba a Hansel, empeñado en que todo el mal humor de su gemela venía siempre de estar menstruando, lo que significaba que lo hacía casi todos los días del mes, al parecer.

La rubia observaba a los dos Landvik desde donde estaba sentada, aunque pronto desapareció su amiga por la puerta y, segundos más tarde, lo hizo el lobo. La castaña aguardaba al final del pasillo con una mueca de desagrado. -¿Los quieres tú los sobrinos?- Espetó con la lengua llena de veneno. Sabía que su hermano era extremadamente sobreprotector con ella y que como todo licántropo, no aceptaría a cualquiera como padre de su linaje, menos aún si no era lobo como ellos, aunque Gretel fuera hechicera.

Se sobó con la mano allí donde había recibido el azote, fulminando al contrario con la mirada. Aceleró el paso, porque no quería quedarse atrás, sino ir la primera. Una vez en la cocina, recopiló pan y carne curada, así como un par de odres de agua que le lanzó a Hansel. -Mejor déjame a la hembra a mí, que tú capaz intentas ligártela con el mal gusto que tienes.- Le dedicó una sonrisa cargada de malas intenciones. -Vamos, deberíamos avisar a mamá de nuestra marcha.- Obviamente a Lobbo no podían decírselo, por un lado no les permitiría irse solos y, por otro, querría ser él quien decapitara a la hiena y ahora les tocaba a ellos demostrar su valía y, ante todo, vengar a Senda y a todos aquellos compañeros que habían sido heridos o asesinados por los mutados. Por otro lado, su madre sería capaz de facilitarles información y contactos en caso de necesitar alguien que conociera la zona como infiltrado. Dirigió sus pasos hacia el despacho de Thea, pero cuando llamó a la puerta, no hubo respuesta. -Qué raro...- Musitó, rodeando la perilla con la diestra e intentó abrir, pero estaba cerrado con llave.

Le lancé un mordisco por encima de la barra ganándome que me lanzara unos orbes de agua que casi me dan en la cara, no pude evitar soltar un par de carcajadas por el genio endiablado de mi hermana.
-Ahora entiendo porque no me das sobrinos -dije guiñándole un ojo mientras gruñó furiosa caminando por delante de mi.
Quería que le dejara a ella a la hembra, pues al parecer mi gusto había menguado.
-No creas lo que ha menguado es tu visión si es que no ves a las mujeres que se me rifan haciendo cola en la puerta.

Me gustaba picarla, hacerla saltar, ver ese ceño fruncido que ponía que la hacían estar mas preciosa si es que eso era posible.
-A madre porque de decírselo a padre se empeñara en ir a proteger tu culito -bajé la mirada hasta su trasero encontrándome un dedo corazón sacado y el resto arrugados.

Me eche a reír de nuevo y así, entre bromas y gruñidos llegamos ante la puerta del despacho de madre, estaba cerrado con llave, enarqué una ceja mirando a mi hermana, era extraño a estas horas debería estar allí trabajando.
-Estará en las caballerizas dándose en revolcón con nuestro padre, ya sabes que a veces son como niños. Padre entrena y madre no puede reprimirse y lo asalta.. -puse una mueca de asco al imagina a nuestros padres fornicando como animales.
-Quita, voy a abrir -dije sacando del rebelde pelo de mi hermana una horquilla.

Me puse a pelearme con el cerrojo mirando a través del ojo de buey con un ojo cerrado, al final hizo clic y la puerta se abrió.
-Las damas primero -dije como si mi hazaña fuera suficiente para bajarle las bragas y quitarle esa cara de autosuficiencia que se gastaba.

Dentro madre tenia varios documentos esparcidos en la mesa, pero el que me llamó la atención fue una misiva que se debía haber dejado abierta y sería lo que la hizo saltar de la silla.
Clavé mis ojos en las lineas, en ella se acordaba un matrimonio para Gretel mis ojos se tornaron ámbar, gruñí por lo bajo al ver el nombre del susodicho, Derrick Cannif Blackmore.

Cada contestación del lobo no hacía sino enfurecer a Gretel. Miraba al frente, furibunda, aguantando las ganas de lanzarse sobre él y darle una paliza. Pero no era capaz de retener la lengua que entre gruñidos respondía a las estupideces de Hansel. -Sí que las veo y cada una tiene más pinta de desesperada que la anterior. Como si no hubiese hombres atractivos en la zona que tienen que ir detrás de ti… Está claro que es por tu posición.- Sus palabras alían cargadas de veneno, porque los celos la corroían por dentro.

Una vez frente al despacho de su madre, se llevó la mano al pelo cuando la horquilla tiró de un mechón, haciendo que la castaña se quejara en voz baja. Observó a su gemelo agacharse y con habilidosos dedos hizo saltar el cerrojo, cediéndoles el paso al interior de la oficina. No tenía muy claro por qué entraban si Thea no estaba, pero ya que lo habían hecho… echarían un vistazo.

Se plantaron junto al escritorio y mientras la chica abría y cerraba cajones, cargada de curiosidad, se percató que su hermano se había quedado muy callado y con la mirada fija en uno de los papeles de la mesa. -¿Qué ocurre? ¿Se te ha comido la lengua el gato?- Rio, dándole un codazo al situarse a su lado y atrajo el documento con los dedos de la diestra para leerlo. Los ojos de Gretel se abrieron como platos y sus labios se despegaron, entre confusa, sorprendida y ofendida, antes de, sin controlar el tono de voz, liberar un furioso. -¡¿Qué diablos significa esto?!- La mirada de la hechicera buscó la del licántropo, como si buscara respuestas en ese encuentro. -¿Tú sabías algo de esto?- Le costaba procesar la información. Si bien sabía que lo de sus padres había iniciado como una especie de compromiso estipulado, sabía que ninguno de los dos era partidario de cosas como aquella, así que nada le cuadraba y empezaba a dolerle la cabeza. No se daba cuenta, pero sus dedos apretaban más y más el papiro, arrugándolo y no solamente eso, sino que pronto el papel comenzó a tornarse anaranjado hasta que empezó a prender en su mano, convirtiéndose en ceniza negra en un instante. Ahora no podrían ocultar que habían estado allí, porque no había manera de recuperar aquella misiva. El enfado y la furia la había delatado, pero ella era una bruja temperamental y lo que se pretendía con aquel supuesto matrimonio, era para ella un castigo. Podría ser algo positivo para sus tierras, se podía ver como algo bueno si pensaba en que sería un motivo para alejar sus sentimientos por su hermano, pero eso implicaría más que todo aquello, significaría separarse por completo y eso era algo que Gretel no soportaría ni aunque sus vidas dependieran de ello. Prefería morir junto a Hansel que vivir sin tenerlo a su lado.

La misiva desapareció entre los dedos de mi hermana echa cenizas, era una obviedad que nada yo sabía de este ultraje, de esta propuesta que no podía ser aceptada, no si ella no lo quería.
Nuestros padres siempre hablaron de que nunca nos forzarían, ni nos condenarían a un matrimonio concertado, muchas fueron las propuestas que uno y otro denegamos, como si aunque estar juntos no fuera una opción, de cierto modo rechazar al resto nos permitía mantenernos juntos aun sin tenernos.
-Padre me explicará esto -rugí furibundo mi mirada se hundió en ese instante en la de mi hermana -¿o acaso te lo estas planteando? Casarte con ese príncipe -dije con asco la ultima palabra -ese que según dicen los rumores pelea con palabras aquello que es incapaz de defender con su espada.
Gran pareja haríais -dije con mofa -puedes salvar el culo al marica ese en cada batalla, quizás el pueda adularte, dudo que valga hasta para montarte.

Salí del despacho de madre seguido por una hermana que resoplaba a mi espalda pidiéndome que la escuchara, demasiado enfadado para hacerlo recorrí el pasillo hasta el despacho de padre donde él y mi madre se besaban apasionadamente sobre la mesa.
Carraspeé un par de veces mientras ambos se recomponían de la intromisión y sin esperar mas, como si la información quemara la solté.
-¿cuando nos informaríais de este matrimonio? Mi hermana no acepte ¿estáis locos? ¿a España? Eso la alejaría de todos, de mi...

Padre hundió sus ojos en los mios, su mirada tenia un matiz ámbar, aunque bien podía ser no solo por mi intromisión en su despacho si no porque deseaba aparearse con madre y no llevaba bien mis irrupciones.
-Hansel, tu un día gobernaras estas tierras, tu futuro esta asegurado, pero ella...tiene la oportunidad de ser princesa, ademas de sellar un pacto con España por medio de su compromiso, se que no queréis separaros, desde el vientre de vuestra madre habeis estado juntos, pero esto no puede seguir asi, hijo has de aceptar algún compromiso y ella ha de hacer lo mismo. Descendientes, una vida con alguien que no solo os tenga cariño de hermanos, que os ame, con quien...ya me entendéis.
-No -rugí -no se casará.
-No la he escuchad a ella Hansel y esta decisión dista mucho de ser tuya. Hija, esto será bueno para todos, peor sobretodo para ti, conocerlo, es un buen chico, y después decide. Thea di algo -dijo pidiendo el apoyo de su mujer.

Las palabras de Hansel se clavaron como espinas envenenadas en el corazón de Gretel que, furibunda al igual que su hermano, fue tras él para darle la paliza que se merecía por soltar aquella sarta de estupideces con el tono de sentencias, como si ya estuvieran grabadas en piedra y no pudieran borrarse más que con el paso de los siglos y la erosión del viento. -¿Pero quién te has creído que eres para decidir por mí lo que yo me planteo o no?- Los dos eran como torbellinos que arrasaban con todo a su paso, sin medir las palabras, los actos. Se arrollaban el uno al otro de manera incesante, incapaces de expresar el origen de todos aquellos males. Sus sentimientos eran un tabú y enterrarlos su condena. -La misma pareja que haces tú con todas esas furcias a las que te acercas. Seguro que todas te montan divinamente con la experiencia que tienen, pero dudo te satisfaga meterla en agujeros TAN GRANDES.- Gritó las últimas dos palabras como si le quemaran en la garganta, justo antes de que el lobo la mirara con sus ámbar y, seguidamente, abriera la puerta del despacho de su padre de un golpe.
 
Observó la escena del interior con una mueca, como si realmente le diera asco imaginar a sus padres retozando, como si no supiera que lo hacían constantemente. Mas pronto su atención se centró en la conversación y no en la imagen ante sus ojos. Obviamente ella no deseaba aquel matrimonio concertado, pero que Hansel se tomara la libertad de negarse por ella mientras tonteaba con las sirvientas era algo que le hacía hervir la sangre. -¿Y por qué no puedo casarme, si puede saberse?- Inquirió tras dar un tirón al antebrazo de su gemelo para que enfrentara sus orbes ahora claros por la magia que la ira acumulaba. Todo empezaba a temblar de nuevo a su alrededor cuando Thea se levantó. -Tranquilos, no os alteréis. La misiva llegó esta mañana, es una propuesta y, obviamente, nosotros no teníamos intención alguna de aceptarla sin consultarlo antes contigo, Gretel.- Miró entonces a Lobbo que parecía intentar escabullirse. -Verdad, ¿cariño?- La bruja clavó la mirada en su padre. -Eso no es lo que acaba de decir papá hace un momento...- Soltó en tono bajo y casi un gruñido. Sus manos chispeaban mientras la morena intentaba calmar a su hija con caricias en la espalda.

Golpeé la mesa del despacho de padre desafiante, alcé el belfo superior mostrandole los caninos que habían crecido considerablemente, padre no se quedó atrás, como alfa rugió moviendo el cuello a los lados mientras sus ojos adquirían un amarillo radioactivo y madre corría a acariciar su rostro para calmarlo.
Él era el alfa, no seria el primer revolcón que me daba por los suelos y quizás tampoco el ultimo.
-No se casara -rugí mas por lo bajo pero con la misma contundencia.
Su pregunta hacía eco en mi cabeza ¿por que?
Porque eres miá, esa respuesta imperaba sobre todas las otras y a su vez maldecía los pilares de lo correcto.

Madre intentaba interceder por todos, pero aplacar aquella justa se me antojaba un imposible.
-Escucharé a tu Hansel, esta decisión no es tuya -rugió mi padre apartando a madre de la cintura para enfrentarme.
-No va a casarse -rugí mas alto, mas fuerte, mas desafiante.
Madre decía que su intención era hablarlo antes con Gretel, pero ¿y si ella aceptaba?
Desvié hacia ella mis dos gigantes rojas.
-Diles que no vas a casarte -ordené como el alfa que era.

¿Por que? Esa pregunta aun desafiaba la lógica, ella me achacaba que me acostara con mujerzuelas, pero con putas no iba a casarme, no se daba cuenta que era mi modo de desfogarme, ni una relación había tenido con mujeres potencialmente peligrosas para ella, ¿por que cojones estaba tan ciega?
-Díselo, dile que seras miá...-recapacite por la burrada que había dicho -mi consejera, necesito una consejera.

Madre posó las manos en mi pecho.
-Madre, díselo...-pedí esperando que ella me comprendiera, los dos nos entendíamos bien, creo que en el fondo sabía de mis sentimientos pecaminosos, esperaba encontrar en madre el apoyo que me faltaba por parte de Padre.

La disputa seguía y en vez de parecer que todos esperaban a escuchar la opinión de la afectada, se había convertido en un enfrentamiento de machos entre padre e hijo. Thea iba de uno en uno intentando calmar las aguas, pero los tres con los que debía convivir eran igual de tercos y sólo ella ponía cordura en el asunto y en la familia. -Tranquilizaros todos que estáis sacando esto de sitio...- Suspiró, tras ser apartada por Lobbo y fue a tomar a Gretel de la mano, viendo el color de sus ojos y las chispas que parecían escapar de sus dedos. Le acarició el dorso con la zurda, mientras con la diestra sostenía la izquierda ajena.

-¿Ahora sí quieres saber mi opinión o sólo lo finges para excusar tus acciones?- Espetó la joven, clavando sus claros orbes en la mirada ambarina de su hermano. De nuevo se refería a lo que le había lanzado en el pasillo, sus corredurías con el servicio y otras tantas pelanduscas.

Thea se vio obligada a soltar a su hija para ir junto a Hansel cuando éste dijo algo que no debería. Su padre estaba tan ofuscado que, esperaba, no se hubiese dado cuenta, pero la situación podía descontrolarse y era lo último que le faltaría, echar más leña al fuego. Así que posó ambas manos en el pecho del futuro líder de la manada, pegando su frente a la foránea. -Ahora estamos todos muy enfadados y no pensamos con claridad… Nadie va a imponer ningún enlace a nadie. Sabéis perfectamente que ni vuestro padre ni yo haríamos nada semejante.- Elevó la mirada a encontrarse con los orbes de su primogénito por unos minutos de diferencia. -¿Verdad que sí?- Le acarició la mejilla antes de separarse y buscar los ojos de su hija. -Los dos, llegado el momento, os casaréis, o no, con aquella persona que vosotros elijáis y nadie más.- La hija de Ruran había elegido sacrificarse inicialmente, cuando se prometió con alguien a que no quería, pero no había día que no diera las gracias por aquella locura, ya que sabía que no había mejor hombre en el mundo que Lobbo y le amaba con toda su alma. Pero fue una insensatez en la que se metió ella sola y jamás hubiese aceptado que nadie la obligara a ello. Sus hijos eran para ambos su mayor regalo y deseaban que fueran felices por encima de todo.

-¿Sea quien sea?- Preguntó Gretel, arqueando una de sus cejas al mirar, no a su madre, sino a su padre, que seguía resoplando que parecía más un toro que un lobo.

Madre trataba de calmarnos a todos, pero padre y yo nos manteníamos la mirada desafiantes, resoplando notaba mis colmillos crecidos, la ponzoña bañaba mi lengua y en cualquier momento siendo los alfas que eramos podíamos lanzarnos contra el otro.
Madre le dijo a padre que no iban a obligarnos a ninguno a casarnos con nadie que no eligiéramos, me resultó irónico porque la única mujer con la que compartiría mi vida era la única con la que no podía hacerlo.

Entonces retumbó la pregunta de mi hermana ¿cualquiera? ¿acaso tenía a alguno en mente.
Rugí de nuevo hundiendo en ella mis ámbar.
-¿acaso hay alguien? No, no podrás casarte con nadie a quien yo no de mi consentimiento -gruñí arrugando el belfo superior para mostrarle mis colmillos.
Me faltó añadir que nunca se lo daría para con ningún hombre, porque ella me pertenecía.

Padre rugió para hacerme guardar silencio, peor yo lejos de arrugar las orejas dejé escapar un par de dentelladas que de nuevo madre se esforzó en disimular poniéndose en medio de los dos machos a los que quería mas que a nada en este mundo.
-No, no se casara con el primer rufián del que se enamore, tendrá que ser un hombre que comprenda nuestras leyes, las acepte, que la respete y la quiera, no daré la mano de mi hija a cualquiera.

Caminó hacia Gretel acunando su rostro entre las manos.
-Es un buen chico, te gustara, confiá en mi criterio, es calmado, y encontraras a su lado un hogar...
-He dicho que no!!!! -rugí obligando a padre a callar, algo que no debió sentarle bien porque atajó la distancia cogiéndome del cuello para estamparme contra la pared.

Cascotes a mis pies y un agujero mientras nos gruñíamos rozando nuestra nariz.
-¡Por favor Lobbo suelta a nuestro hijo -pidió madre cogiendo su brazo para que me bajara -por favor -susurró apoyando su frente en el hombro foráneo mientras lo acariciaba -Lobbo.
Padre acabó cediendo a ssu caprichos.
-No, no será con cualquiera -repitió

Thea veía como todo se tambaleaba. Ella intentaba ser la voz de la calma, tranquilizar a los presentes, mostrar que les comprendía a todos y cada uno de ellos. Sin embargo, tenía dos hijos que eran como dos titanes y su marido era el peor de todos, con un carácter indomable y un orgullo de alfa desbordado. Tomó aire profundamente tras intentar buscar la paz una vez más, acariciando el antebrazo de Lobbo y susurrándole que, por favor, le escuchara. Pero ellos volvían a la cara, enfrentándose por la posición de las comas en las oraciones. La morena dio un paso atrás con la cabeza ligeramente gacha, inspiró hasta llenar bien los pulmones y soltó un gruñido que hizo que temblaran hasta los sillones.

Todos se quedaron quietos y la miraron, pues era raro verla de ese modo, al menos en aquellos tiempos, pues el macho dominante la había visto peor incluso cuando eran más jóvenes y vigorosos. Pero la hija de Ruran se había convertido en la sensatez personificada, en la más sosegada y pacificadora. Pero ver a sus hijos enfrentados con el padre era algo que no tenía intención de tolerar de ningún modo. -He dicho que os tranquilicéis. Nadie va a obligar a Gretel a casarse si ella no quiere contraer matrimonio, mucho menos nosotros.- Miró a Lobbo que enarcaba una ceja. La madre se acercó a su pequeña y le acarició los cabellos, colocando los rebeldes mechones tras sus orejas con suavidad. -Y, respondiendo a tu pregunta: Sí, sea quien sea. Si de verdad le amas, si él o ella te ama a ti, si te antepone a cualquier otra cosa, si promete protegerte y respetarte. Nosotros estaremos encantados.- El mayor de los presentes abrió la boca, pero Thea lo fulminó con la mirada antes de que soltara cualquier burrada. Porque le conocía de sobra y sabía que cuando se ponía cabezota, no había quien le quitara una idea de la cabeza, aunque fuera estúpida o loca.

La bruja parecía más calmada, ya no le temblaban las manos y sus ojos se habían aclarado un poco. La chica reposó su frente contra la de su madre y dejó caer los párpados. Confiaba en ella, era su mejor amiga a parte de Senda. Tenían mucha complicidad y creía en su palabra. Estaba segura de que algo se olía sobre los sentimientos que tenía hacia su hermano, aunque era un tema que nunca habían tocado, pues obviamente era muy complicado. Así que si le decía eso era con ligero conocimiento de causa. -Está bien… Pero antes de conocer siquiera al supuesto pretendiente, hay algo que Hansel y yo debemos hacer.- Abrió de nuevo los ojos y buscó los orbes de su gemelo. Debían ir a darle caza a ese Nosferatu, no sólo por vengar a los suyos, sino porque necesitaba tiempo con él a solas. Debía aclarar su cabeza y su corazón y sólo de ese modo lo conseguiría.

Madre dejo claro que ella, y no padre, elegiría a su futuro marido, algo que de algún modo me tranquilizo porque eso me daba tiempo para convencerla de que no podía buscar un hombre con el que desposarse pues yo la necesitaba conmigo ,como mi consejera, no la quería con nadie y decir mis verdaderas razones supondrían un caos familiar que no estaba dispuesto a asumir así que tendría que ocultarlo con razones de menos peso que yo haría creíbles.

Así ambos salimos del despacho de padre que con el ceño fruncido y los ojos ámbar enfrentaba a madre pidiéndole explicaciones de esa promesa que había hecho sin contar con él.
Una vez fuera detuve a mi hermana por la muñeca, si bien era cierto que teníamos que dar caza al maldito nosferatu, no era menos cierto que tenía que sacar de la cabeza de mi hermana la estúpida idea que padre había instalado.
-Vamos Gretel, los dos sabemos que eso de la boda no es para ti, siempre hemos hablado de estar juntos y si te casas lo tendrás que hacer con un macho alfa y ese alfa no podrá vivir en mis tierras, no puede haber dos alfas en la misma manada, tendrás que irte ¿quieres irte? Eso por no contar que is aceptas conocer al príncipe ese tendrás que ir a España ¿te imaginas? Nos pasaremos demasiado tiempo lejos ¿quieres dejarme solo?

Gretel escuchaba mis palabras en silencio mientras me daba un empujón para que empezara a caminar, al parecer no quería hablar del tema pero yo no era de esos que se rendían con facilidad.
-Me lo prometiste... -dije finalmente -cuando eramos niños...-vale, era un truco sucio peor no por eso incierto, mucho había llovido desde entonces -me dijiste que nunca nos separaríamos ¿me mentiste?

Mis ámbar la buscaron centelleando, esperando que sus palabras me tranquilizaran, peor no lo hizo así que ya pasé al siguiente plan, el de la prohibición.
-No, no vas a casarte.

Dejaron a sus padres atrás en el despacho de Lobbo, allí Thea tendría que lidiar con un furioso alfa incapaz de dar a torcer su brazo. Pero eso era asunto de ellos, bastante tenía Gretel en la cabeza como para preocuparse de lo que hacían o dejaban de hacer sus progenitores.

En cuanto se cerró la puerta, Hansel la sujetó de la muñeca y de un tirón hizo que ella girara. Quedaron enfrentados y los orbes de ambos se encontraron aún ofuscados. El tema de la boda les había alterado sin remedio y es que ni ella deseaba contraer matrimonio ni su gemelo pretendía permitir que eso sucediera. Sin embargo, aunque ambos estaban en eso de acuerdo, no en el motivo ni el proceso. El macho deseaba imponer su voluntad mientras que la bruja sólo deseaba poder permanecer junto al hombre que amaba, aunque su relación fuera, además de imposible, un tabú como la copa de un pino.

El varón fue cruel y utilizó la carta de su infancia, de una promesa que había marcado más a su hermana que a él, o eso era lo que creía Gretel. Se mordió la lengua para no soltar alguna burrada y le empujó para que caminara. Pero él era sumamente testarudo y no le bastó con eso sino que tuvo que volver a imponer su voluntad como si palabra fuera ley en ese mundo. ¿No se daba cuenta que incluso había enfrentado a su padre? Si era capaz de plantarle cara a Lobbo aún y cuando le respetaba como al alfa que era, obviamente retaría a su gemelo y con más motivos e ímpetu todavía. -¿Pretendes que me quede soltera toda la vida y críe a tus hijos mientras dejas a tu esposa llorando tus líos de faldas?- Espetó la castaña con amargura, escupiéndole las palabras a la cara. Mas antes de que éste respondiera, se dio media vuelta y emprendió ella camino. Estaba de nuevo furiosa y como no se alejara, se descontrolaría su magia.

Podía sentir la oscura energía fluyendo por sus venas. Su poder era complicado ya desde el momento en que fue engendrada y fue creciendo en el vientre de su madre. Pero desde que su cuerpo alcanzara la madurez, su magia había evolucionado y no precisamente hacia el lado de la luz.

Podía oír los furiosos pasos de Hansel siguiéndola, resoplando y diciendo algo. Pero ella intentaba no escucharle hasta el punto de taparse las orejas y ponerse a recitar alfabetos de otras lenguas. Necesitaba distraerse para reducir la adrenalina que recorría su cuerpo.

Mi hermana era exasperarte, no solo se largo empujándome para que me moviera ignorando mi petición de que me confirmara que no iba a casarse con ese patán si no que gruñó mostrándome su peor cara escupiendo aquellas incendiarias palabras ¿tenia algo mejor que hacer que eso? Permanecer a mi lado, eso era lo que me había prometido, no le había dicho que yo me casaría y si lo hacia seria un matrimonio de pego, porque mi intención era oscura, ni siquiera se la había dicho porque sonaba a locura.

Maldije caminando tras ella, sabía que cuando se ponía así era mejor no joderla o podía quemarme el cuelo, algo peor el rabo y las entrañas.
Yo la deseaba, era un pecado, algo sucio que no estaba permitido pero por los dioses que no iba a consentir de ninguna de las maneras que un principito se la llevara.
Solo tenia que convencerla para que no lo hiciera y una vez fuera el alfa de la manada jamas daría su mano a ningún tipo que osara rondarla.

Una vez fuera el alfa podría confesarle mi secreto, no antes y  no son saber si ella me correspondía de laguna manera, mas hoy mi única opción era seguir evitando que los hombres la conquistaran.
-No vas a casarte -le aseguré a sus espaldas siendo yo el que se quedaba con la última palabras.
Nos centramos por el momento en la misión, los putos nosferatu.

Ella estaba muy cabreada, yo no había destensado la mandíbula ni dicho ni una sola palabra en todo el camino, así que juntos nos adentramos en el bosque rumbo a aquel lugar en ruinas donde en teoría podríamos empezar nuestra investigación.
Recorrí con mis ojos las nalgas de mi hermana, maldita y mil veces maldita fuera como iba a fijarme en otra mujer cuando ella era todo cuanto deseaba.

-¿Y que cojones tiene de malo que mi mujer llore mis líos de faldas? -quise saber -ni que ese fuera tu problema, tu seras mi consejera, importante, así quedamos de niños, nunca tu y yo nos separaremos ¿recuerdas?

La morena se giro con los ojos ardiendo en llamas, me encogí de hombros.
-¿no se que cojones te enfada? Me lo prometiste y ahora que te ves con una corona en la cabeza te ves casada con el príncipe de España?

Sin embargo, por más que ella lo intentó, las palabras de su hermano atravesaron las barreras interpuestas y se colaron a través de los oídos hasta hacer eco en su cabeza. Era absurdo, la conexión que mantenía con él era demasiado fuerte. Se habían criado juntos desde el vientre de su madre y no sólo corría por sus venas la misma sangre, sino que sus experiencias habían sido simbióticas durante años. Se necesitaban el uno al otro porque así lo habían deseado ambos. Se complementaban y uno suplía las carencias del otro sin tener siquiera que pedirlo o meditarlo. Pero así como eran dos piezas que encajaban perfectamente, en cuanto a carácter hacía referencia eran como dos gotas de agua, lo que hacía que chocaran constantemente y todo a su alrededor estallara brutalmente.

Se detuvo bruscamente y giró para enfrentar al lobo que la seguía. Sus ojos eran como dos pozos vacíos, pero en el centro prendían llamas ambarinas. Ella no era licántropo pero en algunos aspectos lo parecía. -Tú eres el que nos separa.- Espetó, casi escupiendo las palabras y le dejó atrás al llegar a la linda del bosque.

El lugar estaba oscuro, no en vano había caído la noche. La temperatura era fría y había mucha humedad, hasta el punto de haberse formado una densa bruma que hacía que el terreno desapareciera. Era imposible seguir huellas porque nada se veía más allá de las rodillas al mirar hacia el suelo. -Calla de una vez, necesito concentrarme.- Se quejó la bruja, echando mano del pequeño zurrón que llevaba consigo y en el que coló la mano. Allí rebuscó, como si en vez de una pequeña bolsa fuera una gigante y tuviera que elegir lo que de ella tomaba. La sacó y se acercó el puño cerrado a la boca donde susurró contra los dedos unas palabras en una lengua muerta. Abrió poco a poco la mano y sopló. Un polvo púrpura flotó por el aire y a medida que fue cayendo, hizo que se iluminaran las huellas de todo tipo sobre la tierra húmeda. Se podían distinguir perfectamente pisadas de animales muy distintos y también las de humanos. Cada una tenía un color diferente. -Debemos seguir las grises con tonos morados.- Aseguró, siendo ella la que empezó a ir tras el rastro del Nosferatu.

Las bestias estaban despiertas a esas horas y los ojos de búhos y otros depredadores nocturnos observaban a los dos hermanos avanzar por su territorio. Todos los animales eran muy territoriales, Hansel incluido. Todos sabían que había cruzado la frontera de sus tierras y que, supuestamente, era un intruso en las que se encontraban ahora. No tenían excusa y pocos aceptarían el salvarles el culo de un vampiro milenario como motivo válido para su presencia no anunciada.

Mi hermanita osó mandar a callar a su alfa lo que logro sacar de mi garganta un gruñido ronco que retumbó en las espesas copas de los arboles haciendo eco.
El bosque estaba en silencio, no necesitaba ser un depredador para saber que el peligro nos acechaba en todo momento, pero eramos cazadores, eramos guerreros y sobre todo eramos Landvik, nosotros no reculábamos, no huíamos y nunca perdíamos.
Avancé tras ella con paso firme y esa engreída sonrisa mientras echaba sobre mi hombro la pesada ballesta que llevaba para empalar a aquel maldito nosferatu que iba a desear no haber emergido nunca de las malditas profundidades de la tierra.

Mis ojos lejos de centrarse en aquel humo morado que según mi hermana debíamos seguir se hundieron en sus posaderas algo que no tardó en descubrir al girarse encontrando mi cara de pervertido.
-¿que? -dije con esa seguridad que me caracterizaba -evaluaba si el material era digno de un príncipe.

La escuché resoplar, creo me hubiera lanzado una piedra de no ser porque estábamos en medio de una complicada misión y ella queráis estar atenta a todo con ese afán que tenia por ser perfecta y no joderla nunca.
-Vamos, relajate hermanita -le dije pasando por su lado -¿has pensado que cuando digas que si a ese estirado ya no podrás cazar?

Si mi primer plan no había funcionado, si prohibírselo de forma clara había terminado en una discusión sin sentido, esperaba que hacerla reflexionar sobre la mierda que sería su vida en palacio y lo mal que se sentiría siendo un mero jarrón bonito la llevara a desistir .
-Pero tu misma, yo cazaré aquí, solo, sin ti y tu mientras estarás probándote bonitos vestidos, que suerte la tuya -dije con un deje de ironía mientras me metía entre la maleza dispuesto a seguir andando con cautela.