Día en el mercado - Libre

La mañana apenas comenzaba a clarear, cuando Young Mi, dejó el burdel. Como todos los días, le correspondía la tarea de ir a buscar los productos que se usarían en la elaboración de los alimentos para los empleados, entre ellos, las prostitutas que vivían en el edificio. La joven coreana, era una doncella en ese lugar, y una de las maneras en que podía pagar por el techo y la comida, era por medio de su trabajo como ayudante de cocina. Había intentado encontrar otro trabajo en la ciudad, pero le era imposible conseguir, si no presentaba los papeles que la acreditaban como una ciudadana francesa, o por lo menos, como una ciudadana de corea, que se encontraba debidamente acreditada por la embajada. Pero Young Mi, no poseía, ni lo uno, ni lo otro, por lo que era una gran incógnita, sin pasado, pero también sin futuro. Mas ella no se apenaba, ni tenía miedo, solo intentaba vivir el día a día, dejando que los dioses decidieran, cual sería su suerte cada amanecer.

Poseía un carácter agradable, positivo, que le ayudaba a enfrentar las adversidades, aun las mas difíciles. Siempre, se decía, que si había podido soportar el largo viaje de Corea hasta París, bien podía soportar lo que se le pusiera enfrente. Pensando sí, podían venirse mil aguaceros, que los vería como simples tormentas de verano, que pronto el sol saldría y calentaría nuevamente su piel. teniendo en mente aquel pensamiento, fue recorriendo las calles de París, acomodando de vez en cuando, su canasta, para que sus brazos no le dolieran. Pasada las ocho de la mañana, se encontraba en el medio de un mar de personas, doncellas, sirvientes de diferentes categorías, razas y genero, que caminaban de un lado a otro, buscando aquello que les había traído al lugar, para luego desaparecer en la multitud, como si fueran fantasmas que se desvanecían en el aire.

Ella, como una mas de esa masa de siervos que se amontonaba en los puestos en busca de aquello que le era indispensable, se pasó la mañana recorriendo los diferentes puesto. Ya el sol se encontraba a mitad del firmamento cuando terminó su tarea y se dispuso a volver al burdel. Sacó de entre sus ropas un reloj de plata, con tapa y cadena, lo abrió, fijándose la hora, sonrió al darse cuenta que marcaban las diez de la noche, pues aún conservaba el horario de su tierra natal. Ese reloj le traía muchos recuerdos, los cuales aún no podía olvidar. - Que estará haciendo en éstos momentos - se preguntó, pensando en aquel hombre que alguna vez había considerado su amigo, y del que solo le quedaba ese reloj, único regalo que aún conservaba. Distraída como estaba, no vio que un ladronzuelo se acercaba a ella y golpeando su brazo logró que ella soltara el reloj, - Oye... ¿que haces? vuelve aquí... ayuda... doum... doum - dijo, atónita al ver como aquel chiquillo se llevaba su bien mas preciado.

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